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Actividad III

Estado, Sociedad y Derecho

Estado y Derecho (Jellinek, 1999: 79-103)

Derecho Estado
Teoría teológico-religiosa Civitas Dei, lo sagrado Civitas terrena, lo
secular/mundado
Teoría de la fuerza El estado como expresión de
dominación del hombre sobre
el hombre, sin ningún tipo de
justificación o validez
Teoría jurídica Teoría patriarcal, Teoría El Estado es una continuación
patrimonial y Teoría o producto de la existencia
contractual previa de derechos
Teoría ética Zoom politikon: lo que Politeia; Respública
distingue al hombre del resto
de los seres es la
política/ética/cultura.
Teoría psicológica Naturaleza psicológica del El Estado como hecho efectivo
hombre que existe sin justificación

Para visualizar las relaciones entre “Estado” y “Derecho”, se propone recuperar la distinción de la
actividad número 1 entre “facticidad” y “validez”. En otras palabras, el Estado como ente
caracterizado principalmente por el elemento coercitivo y coactivo (el “factum de la fuerza”), que
a través de la violencia organiza la vida política; y el “Derecho” como aquél elemento “normativo”,
“jurídico” y de “justificación” que generalmente debe legitimar aquél uso fáctico de la fuerza.
Como puede notarse, vuelve a operar la distinción ya vista en la unidad 1 entre “derecho natural”
y “derecho positivo” o Estado. Es decir, siempre que visualizan el polo de la “validez” (por
oposición al Estado), verán de una u otra forma alguna interpretación de un derecho preexistente
o preeminente al Estado (la naturaleza como expresión de la ley divina, los derechos naturales del
hombre preexistiendo a la generación del Estado, la “koinonía política” de los griegos como
comunidad natural del hombre, las leyes consuetudinarias o del pueblo encarnándose en el
Estado).

En primer lugar, la teoría teológico-religiosa del estado refiere a que este último es producto de la
caída del hombre en el pecado, por lo cual debe estar subordinado a la Iglesia o gobernar junto a
ella (“teoría de las dos espadas”). Su mayor representante es San Agustín quien, a través de su
distinción entre la “ciudad terrena” y la “ciudad de Dios”, afirmó que la primera debía estar
controlada o subordinada a la segunda, en la medida que aquella implicaba la caída del hombre en
el pecado.

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En segundo lugar, las teorías de la fuerza, las cuales ven al Estado como un producto de la
dominación del hombre sobre el hombre, el cual no tiene ningún tipo de justificación o validez. Por
ello, se plantea un punto de vista escéptico o nihilista en el que se domina al otro por el mero
motivo de dominar, o, en el mejor de los casos, se propone el abandono del Estado hacia una
sociedad sin dominación o “clases”. Como puede notarse en esta segunda acepción, el “socialismo
moderno” y el “anarquismo”, en tanto han afirmado que el Estado es una “superestructura
ideológica” que favorece la dominación enmascarándola, proponen el paso hacia una sociedad
finalmente reconciliada.

En tercer lugar, la teoría jurídica, la cual puede dividirse, según Jellinek, en tres grandes doctrinas
jurídicas: a- teoría patriarcal; b- teoría patrimonial; c- teoría contractual.

a- Aquí se concibe al Estado como un agregado histórico de unidades sociales más básicas, como la
familia y la confederación de familias. Es decir, el Estado sería el resultado de un devenir histórico
cuya unidad básica es la familia. Es por eso que el Estado es concebido como una organización que
tiene un “pater familias” (rey, líder, presidente). Su principal exponente fue Robert Filmer.

b- Aquí se sostiene que el “derecho de propiedad” es uno de los principales derechos, y que, como
tal, precede al Estado. De hecho, el Estado mismo se constituye para garantizar la posesión de la
propiedad, ya sea de bienes industriales o comerciales, como territoriales. Su principal exponente
fue Haller.

c- La teoría del contrato es la más amplia entre las tres, incluso puede sostenerse que es la
doctrina más extendida entre todas las restantes, en la Modernidad. La teoría contractual pone
énfasis en el elemento volitivo, racional y voluntario de la formación del Estado: si bien existe una
“derecho natural” que precede al Estado y que es individual, el contrato debe tratar de no tener
en cuenta todo lo pasado; debe ser una justificación racional, no histórica. Si bien sus primeros
representantes son Althusius y Grocio, quien establece una de las mayores teorizaciones de esta
corriente es Thomas Hobbes. En Hobbes, existe una “estado de naturaleza” o de “fuerza”, que se
identifica totalmente con un “estado de guerra”, y un “estado constituido” o racional (“civitas
institutiva”). El contrato consiste en un “pacto de sujeción” a una persona (Leviatán), no
justificándose a partir de allí ningún de “derecho de resistencia”. Como el “estado de naturaleza
hobbesiano” implica una situación de “guerra de todos contra todos” y egoísmo, una de las
principales críticas que se le ha hecho es cómo los hombres pueden entrar en acuerdo (es decir, la
cuestión sobre la “posibilidad” del contrato).

Esta escuela de “derecho natural” o iusnaturalismo fue continuada por Locke, Rousseau y Kant. El
primer, a diferencia de Hobbes, sostuvo que aún en el “estado de naturaleza” existía la posibilidad
de cooperación entre los hombres, es decir, la capacidad de formar ciertos cuerpos comunes para
organizarse, como grupos incipientes de “jurados”. No obstante, la impartición de justicia debía
estar centralizada y separada de lo común, necesitándose la creación del Estado. Es decir, el
“estado de naturaleza” en Locke no es totalmente un “estado de guerra”. Es por ello que, si en
Hobbes no se entiende la “posibilidad” del paso de un estado a otro, en Locke no se entiende la
“necesidad” de tal tránsito. En Locke el “derecho de resistencia” es justificado. A diferencia de los
dos anteriores, Rousseau sostiene que el “estado de naturaleza” es un estado de felicidad e
inocencia, y que el “estado de guerra” adviene históricamente por el egoísmo en el que ha
entrado el hombre, tornándose necesario el tránsito a un estado político, que corrija la crisis

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advenida. Así, puede notarse en Rousseau una teoría estrictamente moderna que prefigura ya a la
de Hegel, en la cual la historia se entiende en tres periodos (tesis o afirmación, antítesis o
negación/crisis, síntesis o superación/reconciliación). Es decir, puede notarse ya en Rousseau una
“crítica” a la sociedad burguesa.

En cuarto lugar, la teoría ética tiene su fuerte tematización en el mundo greco-latino: el ciudadano
no puede ser concebido como tal sino en el marco orgánico del cuerpo político. Si este último se
disgrega, deja de existir o entra en enfermedad, el hombre mismo, en su genericidad, deja de
existir. Es por ello que para esta corriente es muy importante la vida republicana (como vida activa
preocupada por los problemas de la comunidad y el miedo a que ninguna minoría enferme a la
totalidad). Esto, claramente a diferencia del liberalismo, donde se valora la “libertad negativa” y
donde el todo es la suma de las partes. Para la teoría ética, la “libertad positiva” debe primar y el
todo es mayor a la suma de las partes. A diferencia del “homo homini lupus” hobbesiano, las
teorías éticas se apoyan en el “zoom politikon” aristotélico, concibiendo al hombre como un ser
social/político por naturaleza, el cual se diferencia por esta razón de los animales. De allí la famosa
frase: “fuera del Estado sólo existen los Dios o los animales”. Es por todo ello que, Hegel, un
pensador estrictamente moderno pero que recupera mucho de la antigua Grecia, propone su
teoría de la “éticidad”, principalmente en la Filosofía del Derecho. En contra del individualismo
burgués, el cual es máxima expresión de la sociedad civil como momento de “antítesis”, propone
la “eticidad” como momento de supremacía de la política y el Estado.

En quinto lugar, las teorías psicológicas afirman la existencia del Estado, sólo por el mero hecho de
“existir”. El Estado es una realidad política que históricamente ha existido. En un sentido, se
asemeja a la teoría de la dominación en que intenta dar cuenta del Estado a través de la mera
facticidad, no obstante, se aleja de ella en la medida que afirma una validez de tal expresión
política: si ha existido, es una forma natural de organización, positiva, la cual debe defendérsela.

Estado y Sociedad (Bobbio, 1989: 39-86)


Época Teoría Sociedad Estado
Mundo Antiguo Mundo griego hasta Durante todo el mundo antiguo no existían
el “iusnaturalismo” distinciones significativas entre esferas
inclusive. sociales, salvo la del “oikos” (vida privada, la
casa grande) y “koinonía politike” (comunidad
política del hombre por naturaleza, o “estado
civil” en la escuela de derecho natural.
Mundo Moderno Hegel como punto de La sociedad como un El Estado como el
quiebre momento último momento
“intermedio” entre la dialéctico de
esfera del “oikos” y “perfección”; es decir,
“el Estado”. todavía existe una
superioridad de la

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política frente a la
sociedad.
Marx La sociedad como el El Estado es
terreno real de lucha simplemente un
de clases (estructura). epifenómeno
ideológico
(superestructura) de
un terreno más
fundamental.
Liberalismo La sociedad, a través Estado Mínimo
de los derechos del
hombre y el
“mercado”,
constituye una
realidad privilegiada
en al que no debe
reinar la interferencia
y primar la vida
privada.
Durkheim La sociedad se La política y la
mantiene integrada economía, a través de
por normas, la racionalidad
sanciones, estratégica (Hobbes y
tradiciones, reglas, Smith), no pueden
costumbres, que son dar cuenta del
más básicas que las verdadero orden e
relaciones políticas. Si integración de la
bien son ciertamente sociedad. Son
arbitrarias y violentas, secundarias.
no lo son del mismo
modo que en la
política, en la cual se
apela al monopolio de
la fuerza legítima.
Estado de Bienestar Derechos sociales y Los derechos civiles,
económicos de fondo. los políticos y los
culturales, adquieren
una importancia
secundaria frente a
aquellos.
Teoría de Sistemas La sociedad es una Subsistema Político
gran sistema social,
dentro del cual se
encuentra el
subsistema político
Mundo Schmitt “Lo político”: esta “La política”
Contemporáneo expresión sería más
profunda que “la

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política” y aludiría a la
constitución
estructural de la
sociedad,
reemplazando la idea
de “sociedad”.

El texto de Bobbio traza una especie de genealogía del concepto de “sociedad civil”, lo que podría
llamarse una “historia conceptual” del término. El autor sostiene que, desde el mundo greco-latino
hasta el iusnaturalismo (incluido), el concepto guardó prácticamente el mismo contenido
semántico: el de ser una esfera privilegiada de la sociedad, que trascendía la esfera del “oikos”,
asociada al ámbito de las necesidades vitales, a lo privado, a la administración de la casa (todas
cuestiones que no eran valoradas como tales en el mundo griego principalmente). La innovación
conceptual la va a realizar Hegel, si bien el autor todavía valora elementos del mundo antiguo,
como la supremacía de la política por sobre lo demás. En Hegel, el concepto de “sociedad civil”
pasa a nombra una esfera intermedia entre la “familia” (lo que antes estaba incluido en la esfera
del “oikos”), y el “Estado” (las instituciones políticas como tales). De alguna manera, la sociedad
civil pasa a despolitizarse pasando a nombrar una esfera en auge, pero no política: el mercado. Es
por ello que, para el autor, el momento de sociedad civil es más bien negativo, ya que en él se
genera la crisis y la despolitización. Si el momento de familia es un estadio de afirmación y
comunidad, y el de sociedad civil uno de subjetividad y negación, el momento de eticidad
constituye un tercer momento de reconciliación e “intersubjetividad”.

Lo interesante es cómo a partir de allí se va a dar una matriz de pensamiento en la cual “la
política” o el Estado, pasan a ser una esfera subsidiaria y particular de algo más global,
denominado sociedad. Y lo más llamativo es que, pese a sus rivalidades, esta misma matriz es
compartida tanto por marxistas como por liberales, entre otros: la sociedad posee fuerzas más
básicas y profundas, que dan cuenta y exceden a la política. Solamente con autores
contemporáneos como Schmitt, un jurista que hemos visto en la primera unidad, la política
recobraría su poder de causalidad y determinación. El autor distingue entre “lo político” y “la
política”, en donde este último polo puede ciertamente englobar a las instituciones políticas; pero
“lo político” es más profundo y, a través de la violencia y la decisión, tiene en poder de cambiar la
sociedad.

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