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Pirámide De Los Olvidados

Valencia, M.

Leyendas Extraordinarias De Popayán

2014

Bucaramanga

Sic Editorial Ltda.

Poeta, narrador y periodista colombiano de la generación post-terremoto de Popayán.

Nació en Popayán, Cauca, Colombia, el 18 de septiembre de 1967. Hijo de Zeneyda Calle


Martínez y Marco Antonio Valencia Ortega. Hermanos: Richard Robinson (militar), y
Carolina (Psicóloga). Casado con Vilma Consuelo Polanía Medina (médica). Tiene tres
hijos: Juan Camilo (abogado y actor) y Laura Sofía Valencia Polanía (estudiante de
medicina), y Claritza Andrea Valencia Salazar (psicóloga y empresaria).

Inició su carrera literaria con la edición del libro de cuentos ‘Letras al viento’ (1985), editado
por el colegio INEM y desde entonces ha publicado libros de poesía, cuento, novela,
periodismo y cultura general, destacando en ventas y sucesivas ediciones los libros de
cuentos ‘Invisibles’ y ‘Leyendas Extraordinarias de Popayán’. Algunos textos poéticos de su
obra han sido traducidos al inglés, francés y portugués.

El texto de Valencia no es otro que la voz de los olvidados, de aquellos que en la


construcción de esta ciudad participaron, y fueron invisibilizados por la colonización que en
nosotres ha llenado con desarraigo e indiferencia, más estos próceres de antaño, quienes
con pinos se conectan con nosotres ahora, también existe una especie de epifanía escrita
en las páginas de textos antiguos como los de Fermín, como un pino plantado, un conducto
espiritual, y a pesar de esas amarillentas paginas sabemos de elles, y reconocemos nuevos
rostros, enmascarados con tinta negra, bocas selladas que de las cuales se cuelan sus
gritos de “aquí estoy”. Pero no solo estos son los reconocimientos a tales próceres de
armario, (a la sociedad se le viene muy bien lo de ocultar), tenemos sus palabras escritas
en placas de ciudades y lugares cercanos, dichos de la boca de Ambato, quien, bautizado,
fue quien se dedico a enseñar a indígenas traídos por Belalcázar en busca del dorado el
“español” conjuro nefasto.

Ambato nombró Popayán a estas tierras por respeto y para la buena hora de los soldados
ahí: “Pop Payan… Popayán”, debió haber dicho en su mente con parsimonia y por esta
gracia, el mismo Belalcázar le rogó nombrar otros topos, y él de buena gana y usando el
idioma quecha, dejó palabras como Cajibio, Cauca, Pisojé, albura para el colonialismo.

Además de eso construyeron, diseñaron con sus propias manos esta, la ciudad de
conocida y más aún, ignotas historias ancestrales, como aquellas que cuentan como se
creo la pirámide del morro, para dejar una legado visible, más coronado, colonizado con un
caballo de metal que ahora marcado, arrancado después, sigue ahí, manchando una
memoria ancestral.
El recuento histórico es lo primordial en este texto, una leyenda por descubrir, el recuento
del algo ya sabido, pero a medias, una historia sobre aquellas personas que son
importantes recordar, un recuento de fundadores, sobre quienes nombraron lo antiguo y lo
aun conjurado, pero, sobre todo, trata de una memoria que se perdió por el colonialismo
europeo. Pero mas aun a no dar por sentado todo lo que sabemos, a indagar, a reconocer
a los otros, aquellas personas que no fueron nombradas, para todas aquellas que, como un
pino, dejaron un legado para murmurar hasta hacer de un grito del pasado en el presente, y
más aún, para el futuro.

En el comenzó existe un leve resumen de lo que hallaremos pronto en el texto, además de


algo muy curioso, pues hace alusión a lo que parece ser un sortilegio, un encantamiento
que solo quien tiene fe en la pirámide recibirá una energía con la que se podría realizar los
suelos y metas, el cual se conecta con el título: ambas frases hacen referencia a algo
mágico e insólito, más después nos devuelve a la realidad, contándonos lo que escribió
hace mucho en un libro amarillento, el origen de Popayán hasta ese entonces. Inicia un
recuento de hechos reales, cual protagonista parece haberse ganado un puesto de
importancia entre aquellas personas que, junto a Belalcázar buscaron el Dorado, y más
aun, nos cuenta como este personaje, Ambato nombra, de una forma muy preciosa los
alrededores de esta comarca, para también, de forma asertiva (Valencia) nos recuenta un
poco de la habitualidad de los soldados, y salta, de forma fácil a narrar quienes
construyeron lo que es hoy la ciudad (una revelación dulce para mí y muchos), y lo mas
interesante de todo, algo que complementa todo, mas magia, conjuros y hechizos
quechuas, usando árboles hiladores de memorias e historias, sobre como el morro, para
ver los atardeceres y el llegar de un nuevo día y sobre todo, de adoración, de conjuros
quechuas.

En suma, el texto es agradable, de fácil lectura, lleno de verdad y memorias que debemos
revivir, enseñar y mostrar con orgullo, con el mismo orgullo con el que decimos el nombre
Tulcán o Popayán, con el mismo orgullo con que decimos tener las procesione más bellas
del mundo, o de tener más iglesias que cualquier otro lugar. Orgulloses de mostrar nuestra
historia.

Andrés V. Méndez

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