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Tabla de contenido
Presentación
Introducción
Origen y finalidad
Lo que este libro es y no es
¿Tierra virgen?
¿Es verdad que el desarrollo prehispánico amazónico fue sostenible y ejemplar?
¿Espacio vacío? ¿Tierra sin dueños?
“Chunchos bravos”
Manto verde: ¿Todo igual?
Biodiversidad: ¿Ventaja o desventaja?
¿Biopiratería?
El siempre cambiante tamaño de los bosques de la Amazonía peruana
Suelos pobres, pero….
“Pulmón del mundo”
Perú, “país forestal”
La ilusión del manejo forestal
Promesas vanas: certificación y criterios e indicadores de sustentabilidad
Internacionalización de la Amazonía
Ordenamiento territorial, zonificación ecológica-económica
Referencias
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Presentación
Esta es la versión original del libro “Amazonia: ¿Qué Futuro?” que se ofrece a los interesados
con autorización de los patrocinadores de la edición publicada: Fondo Editorial de la
Universidad Nacional de Educación
Enrique Guzmán y Valle y Fundación
Peruana para la Conservación de la
Naturaleza (Pronaturaleza). No tiene
diferencias significativas con el texto
impreso por la Editora y Librería
Jurídica Grijley E.I.R.L., excepto en lo
referente a diseño y diagramación.
Introducción
Origen y finalidad
En 1990 el autor escribió un libro1 en el que pretendía resumir lo que estaba ocurriendo en la
Amazonía peruana y, sobre esa base, trataba de vislumbrar las tendencias más probables para
el ambiente, la sociedad y la economía. Ese libro también proponía las medidas alternativas
que en el mejor entender del autor permitirían que la región se desarrollara de una forma
ambientalmente durable y socialmente deseable. Casi treinta años han transcurrido desde esa
revisión de la situación y la Amazonía ha cambiado mucho. No todo lo que se preveía a
mediados de los años 1980, cuando aquel libro comenzó a ser escrito, realmente ocurrió. Los
hechos superaron las previsiones o, en otros casos, éstas no se cumplieron. Algunos supuestos
estaban errados y también ocurrieron hechos que no fueron previstos y hubo ¿cuándo no?
equívocos.
La Amazonia o Selva del Perú, aunque todavía relegada, ya no es la región tan aislada y
abandonada por el gobierno central. Ahora hay carreteras por todas partes y otras que la
unen al Brasil y a Ecuador y dentro de poco habrá más y también hidrovías y quizá
ferrocarriles. El aporte económico de la Selva pasó de insignificante a ser significante, aunque
todavía lejos de su potencial. La población creció bastante y ahora es más urbana que rural.
Los indígenas amazónicos, antes ignorados, han ganado un papel político de primer orden
gracias a su organización y arrojo y, lo que fueron reconocimientos incipientes de sus
derechos se ha convertido en reclamos territoriales considerables. Ellos son ahora
protagonistas, quizá los más activos y bien equipados de la política regional. La tímida
regionalización de más de veinte años antes se ha convertido en verdaderos gobiernos
departamentales que aunque muy imperfectos ya consiguen influenciar mucho el futuro de
sus habitantes. Y estos reclaman más, mucho más que antes.
En el ámbito geopolítico es obvio que se conocía el poderío y la influencia del Brasil en Sur
América y en la Amazonia del Perú. Pero hasta los anos 1980s el Brasil parecía no interesarse
mucho por sus vecinos amazónicos, aunque sus planificadores y diplomáticos ya iniciaban
sus tentativas de poner el pie en la Selva peruana. Ahora, ese país tiene influencia gravitante
en mucho de lo que acontece en la Amazonia del Perú. Sus empresas estudian y construyen
gran parte de las obras y conducen muchas de las explotaciones de recursos, sus bancos
financian o respaldan los emprendimientos y sus empresas públicas operan varios de esos
negocios que son mucho más interesantes para ellos que para los peruanos. Los grandes
bancos multilaterales, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo
pierden sus relaciones financieras con el Perú y las ceden al Brasil y a la Corporación Andina
de Fomento y, ahora también a China. El socio comercial y empresarial más importante del
Perú sigue siendo EEUU, pero China ya está casi al mismo nivel.
El mundo también cambió mucho en esas tres décadas. La globalización se tornó una realidad
palpable hasta en los últimos rincones del orbe y también de la Amazonía. Los computadores
portátiles, la Internet y los teléfonos celulares funcionan con poca energía desde cualquier
lugar remoto y ya no hay secretos para los satélites ni para los usuarios de herramientas de
posicionamiento global. La demanda creciente de alimentos de los países emergentes más
populosos ha posibilitado la transformación del cerrado brasileño en un inmenso campo de
cultivo y crianza y eso está avanzando raudamente sobre la Amazonía de ese país y ya toca las
1
Dourojeanni, M. J. 1990 Amazonía ¿Qué Hacer? CETA, Iquitos, 444p.
6
Lo que no cambió y que más bien aumentó como consecuencia de la aceleración del
desarrollo, es la deforestación y por ende la destrucción de ecosistemas y de la diversidad
biológica contenida en ellos. También aumentó mucho la degradación de los bosques que,
aunque no fueron talados, han sido privados de parte sustancial de su contenido biológico,
especialmente el más valioso para los humanos, como las maderas nobles y su fauna más
conspicua. Al hacer ese descremado se interfiere simultáneamente en una serie de procesos
naturales que afectan el futuro. Igualmente han aumentado los impactos ambientales
negativos sobre suelos y agua, especialmente, a consecuencia de la contaminación minera,
urbana y agrícola.
La Amazonia es grande, bella y codiciada. Sus recursos naturales hasta el presente sobreexplotados y a la vez
desperdiciados son menos importantes que sus servicios ambientales.
Todo lo anterior, y mucho más, configura una nueva realidad que merece ser analizada y
comparada con la línea de base de los años 1980. Como se verá, varios de los paradigmas del
desarrollo amazónico que guiaban a actores parapetados en trincheras diferentes se han
revelado inexactos para unos y para otros. Hay argumentos que los ambientalistas ya no
pueden usar pero hay evidencias que, asimismo, refuerzan la idea de que los desarrollistas
deben observar un límite ya muy próximo a sus propósitos de expansión de la generación de
riqueza en forma convencional.
De eso trata este libro. Partiendo de la situación de la década de los años 1980 recopilada y
resumida en el libro publicado en 1990, se analizan los cambios, se observan los errores, las
inflexiones y sus motivos y se revisan las proyecciones. Se discuten éxitos y fracasos y se
hacen nuevas proposiciones en la procura de un futuro mejor para la Amazonía bajo los
nuevos parámetros amazónicos y mundiales.
Este libro es una colección de opiniones sobre los principales temas de actualidad amazónica.
Es esencialmente un texto político, pero es uno que no se preocupa con aparentar ser
políticamente correcto. Al contrario, no disimula ser polémico ni pretende escapar a las
consecuencias de esa actitud. Hay secciones que van a encantar a algunos lectores y otras que
van a provocar la ira de esos mismos lectores. Otras van a ser detestadas por casi todos. Es
improbable, aunque bien quisiera, que alguien concuerde con todo lo que se dice. Pero si el
libro hace pensar un poco más a unos y otros, entonces habrá logrado su objetivo, que es dar a
conocer mejor la crisis por la que atraviesa esa maravillosa región del planeta en el intuito de
que sea mejor tratada.
Este libro no es una enciclopedia sobre la Amazonía peruana. No dice todo sobre ella. No
describe extensamente su geografía, su ecología, su economía, su sociedad, su historia, ni
nada de eso. Apenas toca esos temas cuando es indispensable para la explicación que se
desarrolla. Quien lo lea no extraerá conocimientos académicos que, en cambio, puede
encontrar en otro lugar. En el libro hay mucha información, pero se la utiliza con fines
argumentales y, por lo tanto, está dispersa. Hay temas que el autor conoce bien y hay otros
que conoce poco o mal pero que incluyó en el texto para no dejarlos de lado, pues también son
8
importantes. En algunos temas está muy actualizado, en otros un poco menos en especial
debido a la rapidez del enorme flujo de informaciones que se producen a diario sobre esa
región. Este libro es un impulso para describir lo que el autor siente o sabe que la mayor
parte de la ciudadanía aún no comprende. Estando ya avanzado el siglo XXI y estando la
Amazonía casi extinguida en relación con lo que fue apenas setenta años atrás, es decir apenas
en el término de una vida humana, la mayor parte de los habitantes del planeta y de los países
amazónicos siguen creyendo que esa región es igual a cuando Orellana llevó allí los primeros
ojos sorprendidos y las primeras manos ávidas de los europeos. Lamentablemente, esa región
no es más nada de eso.
2
Esa Comisión estuvo integrada por expresidentes de cada uno de los países amazónicos y contó con
personalidades como Gabriel García Márquez, Javier Pérez de Cuellar y José Goldemberg, además de
representantes de los indígenas y de los pobladores tradicionales.
3
O Eco (http://www.oeco.org.br/)
4
Actualidad Ambiental (http://www.actualidadambiental.pe/)
9
se reiteran en más de un capítulo, aunque desde ángulos diferentes y, eso puede dar una
semblanza de confusión.
Así siendo, este libro no es completo. El lector no encontrará respuesta u opinión sobre todo
lo que puede desear, pero si sobre muchos temas que son motivo de debates y
desentendimientos conceptuales. También será evidente para el lector que unos temas se
desarrollan más que otros. Eso, aunque puede desconcertar, es una licencia que como dicho
refleja el interés del autor por temas específicos o su mayor conocimiento al respecto.
Este libro tampoco es un texto científico. El autor ya se cansó de tener que citar una fuente
para los hechos más evidentes y bien conocidos, como lo hizo durante más de 40 años. Aun
así, procura hacerlo cada vez que asume que esa información es nueva o que, si es antigua, no
es recordada o si, en cambio, es particularmente relevante. Por eso y a pesar de lo
manifestado, se ofrece un cuantioso número de citas y referencias bibliográficas. Las de textos
publicados convencionalmente se citan al final. Las que sólo fueron publicadas en la Internet y
los comentarios se citan al pie de página. El autor definitivamente prefiere considerar este
libro como un manifiesto conceptual o tal vez político, de política amazónica que un libro
técnico.
Finalmente
La primera edición de este libro fue publicada en 2011, bajo el título “Amazonía Probable y
Deseable”5. Esta nueva edición recoge lo esencial de la primera, pero ha sido actualizada,
revisada y corregida. Los ocho años transcurridos entre la preparación de la primera edición y
esta han visto cambios importantes que no podían ser soslayados. El volumen de revisiones y
correcciones ha sido grande. Aunque hay algunos textos que poco se tocaron --aquellos en los
que el autor no es especialista-- otros fueron completamente modificados. Por eso, de común
acuerdo con el editor, se decidió cambiar el título, aunque el nuevo mantiene la idea del
anterior. Las fotografías incluidas en este libro son en su gran mayoría del propio autor. En los
casos en que no lo son se indica el origen.
Al autor le apasiona escribir y por eso puede pasar muchas horas diarias durante meses y
años pesquisando informaciones y redactando. Eso implica, evidentemente, desatender otros
menesteres importantes y se transforma en un peso para la familia que espera más atención y
participación. Por eso sería muy injusto en esta ocasión no mencionar su agradecimiento
profundo a su esposa, María Tereza, que con paciencia y a veces con impaciencia soportó la
preparación de este libro en sus dos versiones.
Escribir puede parecer difícil, pero transformar los manuscritos en libros tampoco es fácil. Mi
editor es un profesional y académico experimentado que, como el autor, gusta mucho de su
trabajo al que por eso hace tan bien. Lucas Lavado merece todo mi agradecimiento por su
invalorable apoyo para transformar este libro en una realidad.
5
Dourojeannni, Marc J. 2011 Amazonia Probable y Deseable Ed. Universidad Inca Garcilaso de la Vega,
Lima 273p.
10
Las visiones sobre el futuro de la Amazonia peruana se encuentran, grosso modo, entre dos
extremos que son bien conocidos: (i) una región en que la destrucción y alteración de los
bosques naturales se ha detenido, asegurando el mantenimiento de servicios ambientales
esenciales y, (ii) una región que contribuye muy significativamente a la economía nacional
mediante actividades agropecuarias y explotación irrestricta de sus recursos naturales
renovables y no renovables.
La lógica detrás de la primera visión es que la Amazonia peruana --como toda ella-- ha sufrido
tanta destrucción de sus recursos naturales renovables, especialmente sus bosques, que sus
servicios ambientales están ya alcanzando el punto de “no retorno” y que las consecuencias
económicas y sociales de ese hecho serán enormes, mayores que cualquier beneficio mediato
que pueda obtenerse sustituyendo o alterando lo que queda del bosque para especulaciones
económicas. El punto de vista de los que defienden la segunda opción es que la Amazonia
tiene gran potencial para la producción agropecuaria y que asimismo debe producir madera,
petróleo, minerales y otros bienes y que, por lo tanto, la sustitución del bosque es inevitable y
que las consecuencias ambientales serán soportables o solucionables.
Visiones antagónicas sobre el desarrollo de la Selva. Pero en realidad hay espacio para ambas si se aplica el
sentido común.
Debe quedar claro que la primera opción no implica paralizar el desarrollo económico de la
Selva. En efecto, si bien defiende detener la deforestación --deforestación cero--, preconiza el
uso más intensivo de la tierra deforestada y ya habilitada con infraestructura de transporte.
Existe evidencia incontestable que la productividad agropecuaria de esa región, actualmente
muy baja, puede ser incrementada varias veces, es decir, que se puede elevar mucho el
producto bruto amazónico sin deforestar más. Tampoco se opone a la explotación de recursos
no renovables. Apenas insiste en que se haga usando técnicas ambientalmente adecuadas. Es
decir que esa visión presupone imponer y respetar límites a la expansión futura de la
actividad económica. Pero también implica una serie de medidas para usar más y mejor las
áreas que ya han sido deforestadas o degradadas.
La segunda visión no cree --o pretende no creer-- que la sustitución de todo o de gran parte
del bosque sea inadecuada o peligrosa para el futuro. Al contrario, aplaude que los recursos de
la Amazonia sean aprovechados y que en ella prosperen la extracción forestal, las actividades
11
Se trata pues de visiones del futuro que en sus extremos son absolutamente opuestas pero
que tienen una infinidad de opciones intermediarias, de esas que suelen describirse como “ni
tanto ni tan poco”. Definirla y consensuarla no es tan difícil. El problema de fondo es conseguir
acuerdos valederos para hacer lo que se necesita para alcanzarla. Por eso, la discusión por
delante no es tanto sobre el “futuro aceptable o deseable” sino sobre cómo alcanzarlo. El cómo
--aceptable o soportable-- es la esencia de este libro.
No existe “futuro deseable” que sea unanimidad, salvo que se trate de una utopía y que, por lo
tanto, sea irrealizable. Aunque pueda lograrse cierto consenso, o por lo menos una mayoría a
favor de un objetivo deseable para el futuro predecible, esto no se extenderá a la cuestión
fundamental de cómo alcanzarlo. En efecto, transformar en realidad el futuro escogido
implicará necesariamente limitar los intereses de segmentos de la sociedad que, en
consecuencia, se opondrán o se resistirán a cumplir las medidas aprobadas.
La población humana crece y sus necesidades también. Estas últimas aumentan aún más
rápidamente. Por eso, espacios grandes como la Amazonia sufren o reflejan demandas tanto
locales como nacionales y, cada vez más, mundiales y son vistos como espacios vacíos para la
expansión de la población, la producción de bienes y las correspondientes oportunidades de
negocio. Y así ha sido desde que, después de la segunda guerra mundial, la Amazonia peruana,
como la de los demás países que son sus dueños, fue abierta a la ocupación masiva mediante
la construcción de carreteras.
La consecuencia más evidente de la ocupación de la Selva por el resto de los peruanos ha sido
la deforestación de posiblemente más del 18% de esa región y la degradación --
principalmente debido a la extracción maderera-- de la mayor parte de los bosques que aún
existen. Otra consecuencia, cada vez más evidente, es la contaminación de ríos y suelos a
consecuencia de la explotación minera y de hidrocarburos, así como de la agricultura.
Asimismo, ya está demostrado el impacto negativo de la deforestación sobre el régimen
hídrico. Lo peor es que la calidad de la vida de la población regional no ha mejorado y que sus
niveles de pobreza están entre los más bajos del país. Es, pues, indiscutible que algo estuvo
errado en la política y la práctica del “desarrollismo6” en la Selva durante los últimos 80 años.
6
Para este texto, “desarrollismo” es apenas un término usado para expresar un estilo de desarrollo que otorga
exagerada prioridad al objetivo de crecer, aumentar, producir, crear empleos, hacer dinero y que tiene tanta fe
en que eso es lo único que necesitan las sociedades de los países en vías de desarrollo, que atropella otros
elementos que son igualmente esenciales para un futuro durablemente prospero, en especial el ambiente.
12
Pero el Perú insiste en seguir haciendo todo igual al pasado, es decir seguir practicando lo que
se conoce como “business as usual”.
Es decir que con sus diversas variaciones y facetas que, no es del caso describir aquí, el
desarrollismo aumentó la presión sobre los recursos naturales y expandió mucho la
infraestructura para explotarlos. Luego, la aplicación del término desarrollismo fue siendo
cada vez más difusa y finalmente su nombre fue cayendo en desuso por los economistas que
ahora hablan esporádicamente de neo-desarrollismo. El neoliberalismo tomó su lugar.
Aunque el desarrollismo es confundido con una de las formas del capitalismo neoliberal, éste
es diferente pues al contrario del desarrollismo reduce la influencia del estado y, por eso,
enfatiza tanto en la privatización de la producción y de los servicios, inclusive de la
explotación de materias primas estratégicas, como el petróleo y en la de los servicios
públicos, como las carreteras y el agua potable, por ejemplo. Pero, al final, las consecuencias
para los recursos naturales y el ambiente son las mismas. Probablemente debido a esos
antecedentes, el desarrollismo, confundido o no con el neoliberalismo, se ha convertido en un
emblema de “enemigo del ambiente” y este mismo autor lo ha usado frecuentemente para
describir los que quieren desarrollo a cualquier precio, especialmente sin llevar seriamente en
cuenta las implicaciones ambientales y sociales y sus costos de medio y largo plazo.
caso en que así fuera, ni en el Perú ni en ningún país amazónico. Ese uso persistente y
plenamente deliberado de la mentira aletarga y engaña a las mayorías nacionales. Si en el
Perú apenas se cumpliera la constitución y las leyes, eso sería suficiente para materializar la
visión de desarrollo que preconiza límites al crecimiento económico convencional. El
problema es que las leyes y los planes son gestados en un contexto de falsedad consensual que
los hace estériles en todo lo que puede imponer límites al crecimiento económico.
Como anticipado, no hay que creer que el desarrollismo es defendido y practicado única o
principalmente por los ricos y poderosos que hacen grandes plantaciones de palma aceitera o
de cacao o que desde las grandes capitales del mundo deciden explotar minerales o petróleo
en la Amazonia del Perú. Al contrario, esa visión del futuro es compartida por la inmensa
mayoría de los pobres urbanos o rurales ¿Qué otra cosa practican los campesinos andinos que
bajan a la Selva para hacer chacras informales o para trabajar en la mimería ilegal de oro? De
hecho, la mayor parte de la deforestación es ocasionada por agricultores pobres que abren
pequeñas chacras informales y que practican agricultura migratoria. Y gran parte de la
degradación del bosque la provocan los informales que extraen madera. Son asimismo pobres
los que demandan la construcción de carreteras que aceleran o amplían la deforestación, del
mismo modo que son pobres los pescadores que están destruyendo el potencial pesquero de
los ríos amazónicos. Es cada vez más frecuente que sean indígenas los que defienden la
minería ilegal de oro. Claro está que la motivación de esos pobres no es “capitalista”. Ellos
procuran sobrevivir o mejorar sus vidas, prosperar. Nada más justo… pero su impacto en el
ambiente que los rodea no es diferente del que ocasionan los ricos y poderosos, a los que
frecuentemente están asociados en la cadena productiva.
La posición desarrollista tiene otros argumentos que merecen atención. Entre ellos destaca el
papel de la ciencia y la tecnología, en los que el desarrollismo se apoya mucho. En esencia, el
desarrollismo sostiene que el ingenio humano podrá resolver todas las consecuencias de la
alteración del ambiente que el crecimiento económico provoca, inclusive los derivados del
cambio climático que, además, pone en duda. Algunos hechos muestran el valor de esos
argumentos. Por ejemplo, en la actualidad perdió relevancia el criterio de que los suelos
amazónicos son demasiado pobres para una producción agropecuaria sostenida. Esa teoría,
antes defendida por científicos prestigiosos, preconizaba que esa región pasaría de ser un
“infierno verde a un desierto rojo”7 si se usaba para agricultura. Hoy se dispone de paquetes
tecnológicos que permiten realizar una actividad agropecuaria sostenida y prospera, sin
degradar el suelo. El problema es que pocos la usan plena o adecuadamente, siempre
colocando el lucro como prioridad. También esa visión pone en duda el valor de conservar
7
Título de un libro muy famoso de Howard Irvin y Robert Goodland (1975)
14
toda la diversidad biológica para el futuro de la humanidad. Dicho de otro modo, no ven como
problema perder algunas o muchas especies de plantas o animales que, de cualquier modo,
según ellos, no aportan beneficio evidente a la humanidad. Recientemente un conocido
biólogo publicó un artículo intitulado “No tenemos que salvar las especies amenazadas. La
extinción es parte de la evolución” (Pyron, 2017). No llevó en cuenta, claro, que la presente
“evolución” es cualquier cosa menos normal. Otros simplemente consideran que los avances
en la ingeniería genética podrán suplir las eventuales necesidades futuras.
Existe una infinidad de visiones que son menos agresivas al ambiente que la que se ha
denominado “desarrollista” o economicista y esas visiones prudentes o más prudentes se
conocen genéricamente como “ecologistas” o “ambientalistas” y pretenden aplicar el
desarrollo sostenible u formas similares de desarrollo, menos agresivas al ambiente.
Obviamente, los actores de esa visión están muy lejos de tener una voz unánime y, en sus
extremos suelen ser útiles a los “desarrollistas”. La división más notoria y simple es la que se
da entre los que son llamados “ambientalistas” y los que se autodenominan
“socioambientalistas” pero, entre ellos hay asimismo una gradiente sutil pero continua y muy
larga de tonalidades y propuestas que los hace a veces indiferenciables.
El ambientalismo es un derivado del proteccionismo del siglo antepasado que, a su vez, era
una respuesta a la idea de que la naturaleza era inagotable. Hasta finales del siglo XIX, la
mayoría de la humanidad creía que los recursos naturales eran tan vastos que no podían
acabar. Era la época de las grandes exploraciones y descubrimientos y el mundo era “ancho y
ajeno”. La Amazonía, Borneo y la África subsahariana aún eran considerados “tierra salvaje”.
Las ballenas eran cazadas por millares en todos los mares y las plumas de avestruz adornaban
sombreros, así como las pieles de jaguares, tigres y chinchillas y la preciosa lana de vicuña,
extraídas directamente de la naturaleza, eran suficientes para cubrir las señoras y señores
ricos o poderosos de la época. Esta actitud generó una fuerte reacción de intelectuales y
científicos que, como siempre, fueron los primeros en percibir que la tal abundancia era
apenas aparente y que al ritmo de destrucción que predominaba, todo se acabaría pronto. Así
surgió la idea moderna, de la "protección de la naturaleza", qué en ciertos medios y temas fue
dominada por razonamientos éticos y estéticos. La frase “no se puede ni debe destruir lo que
Dios creó y que no se podrá crear nuevamente” es una buena definición de esa tendencia.
Argumentos teóricos para esa tendencia surgieron de todos lados, especialmente a través de
la influyente UICN donde llegaron importados del Asia por intermedio de su asesor
científico11. Pero, en realidad, esa tendencia nació en los de EEUU. Asimismo, la Comisión
Brüntland que preparó el informe de las Naciones Unidas sobre ambiente y desarrollo,
publicado como “Nuestro Futuro Común” (1987), que estaba mayoritariamente integrada por
personalidades del área social, dio un tremendo impulso a esta tendencia gracias a la idea del
8
Término usado entre la posguerra y los anos 1980s, para diferenciar desarrollo con sentido común del
desarrollo mal hecho habitual.
9
Personaje muy importante para la Amazonia. Vivió en el Brasil en los años 1950 y visitó Perú en 1972.
Creó, en 1985, el Centre de Recherches sur le Brésil Contemporain (Centro de Investigación sobre el Brasil
Contemporáneo) en Paris. Formuló el concepto de ecodesarrollo que precedió al de desarrollo sostenible. En
el Perú ayudó al Instituto Nacional de Planificación (INP) y al Ministerio de Agricultura a formular el primer
plan de desarrollo de la Selva.
10
Muchos opinan que el aparente éxito del ambientalismo en obtener recursos económicos para proteger
especies y ecosistemas en los años 1980 y 1990 animó los científicos sociales a pedir “una parte de la torta”
para financiar sus proyectos de campo.
11
La UICN tuvo un periodo largo de dominio socioambiental, especialmente cuando la educadora Yolanda
Kakabadse era su Presidente, la antropóloga Maritta Koch-Weser era su Directora General y el sociólogo
Jeffrey McNeely su Director Científico. Ellos favorecieron esa tendencia esencialmente política en la
membresía, cargos directivos y en eventos, alejando de la UICN a muchos científicos.
16
desarrollo sostenible. Esta es esencialmente una utopía engañosa. Desde que fuera
popularizado, el término “sostenible” se convirtió en una panacea para todo los males que
amenazan a la humanidad debido a sus propios abusos contra la naturaleza.
El socioambientalismo es muy fuerte en el Brasil. Allí fue propagado por varios autores, pero
principalmente por los sociólogos Diegues (1996) y Allegretti (2002) a lo largo de las últimas
dos décadas. La creciente influencia nacional del Partido de los Trabajadores (PT) en los años
1990 y 2000 obviamente contribuyó mucho a esto. En la Amazonía, diversas circunstancias
transformaron al líder sindical Chico Mendes --ver recuadro-- en el mentor supremo del
socioambientalismo, del que su papisa actual es Marina Silva12, discípula del anterior. El caso
de Chico Mendes es importante pues se refiere específicamente al socioambientalismo
amazónico.
Francisco "Chico" Mendes al igual que más recientemente Dorothy Stang13 fueron
asesinados porque los intereses que propugnaban se oponían frontalmente a los de
agricultores locales poco escrupulosos. Lo que estaba en disputa era el derecho de acceso a la
tierra. No era la conservación de la naturaleza. En el primer caso principalmente para extraer
caucho, pero también para hacer agricultura. En el segundo el único objetivo era la agricultura
¿Entonces, porque Chico Mendes se convirtió en un héroe ambiental de tanta importancia en
su país y en el mundo y por qué la hermana Dorothy Stang, es proclamada defensora del
bosque amazónico?
El resultado práctico de la lucha de Chico Mendes fue la adopción en Brasil, de una nueva
categoría de áreas protegidas, las reservas extractivas. Estas son, en verdad, una adaptación
de las reservas comunales del Perú, donde eso ya existía desde la legislación de 1975. Pero, en
el caso brasileño esa fue claramente una solución fácil a un difícil conflicto por tierras y,
cuando la idea prosperó, eso quedó tan evidente que hoy se le reconoce como una modalidad
disfrazada de reforma agraria. De hecho, las reservas extractivas tienen porcentajes
crecientes de su área bajo uso agropecuario y forestal (Ciavatta et al, 2010), y cada vez menos
para extracción de caucho, cuya rentabilidad es baja. Otras se dedican a la castaña. Es
interesante anotar que ahora está bien demostrado que sangrar árboles de caucho o recoger
frutos de castaña amenaza la sobrevivencia de esas especies en el largo plazo (Peres, 2000;
Peres et al., 2003). Más aún, los colectores siempre cazan para complementar su alimentación
y la fauna en esas áreas siempre es muy escasa.
12
Marina Silva, que nació en un siringal del Acre, fue Ministra del Ambiente, senadora y candidata a la
Presidencia de la República del Brasil
13
La hermana Dorothy Stang foi asesinada por encargo de hacendados locales el 12 de febrero de 2005, en
el Estado de Pará, Brasil. Ella había dedicado su vida a apoyar la lucha por tierra y por los derechos humanos
de los caboclos.
17
Otro aspecto del socioambientalismo que tiene mucha importancia es que cuando exagera su
énfasis social se reúne, pero desde el otro extremo, con el desarrollismo. Eso ocurre, por
ejemplo, cuando propugna que en los parques nacionales puedan asentarse pobladores
tradicionales o cuándo entrega espacios naturales que deberían ser preservados a
18
comunidades indígenas o negras. En esos casos el argumento usado es siempre que esas
poblaciones realizan el tal “desarrollo sostenible” y que, por lo tanto, el uso de los recursos
por ellos no sólo no perjudica a la diversidad biológica, sino que “la mejora”. Muchas áreas
protegidas brasileñas han sucumbido a la aplicación de esos criterios que son bien
aprovechados por los intereses privados que, apenas la tierra es entregada, hacen acuerdos
con los beneficiarios y prosiguen con sus proyectos.
Inútil es reiterar que la inmensa mayoría de los seres humanos, ricos o pobres, optan por el
desarrollo, sin más ni más. Toda otra alternativa apenas parece un estorbo filosófico, una
complicación costosa, un problema del futuro… no de ellos. Pero, cuando la mencionada
Comisión Brüntland inventó el término y el concepto de “desarrollo sostenible” todo el mundo
quedó satisfecho. Literalmente significa “el desarrollo que satisface las necesidades del presente
sin comprometer la capacidad de satisfacer las de las generaciones futuras” ¿Qué puede ser
mejor que crecer sin limitaciones ni problemas y a la vez asegurar el destino de los
descendientes? ¿Qué puede ser mejor que comer la torta y saber que la misma torta nunca
acabará? El problema de esa definición es que se trata de un oxímoron, o sea el uso
simultáneo de palabras que tienen significados opuestos y que se anulan. El desarrollo
sostenible es una utopía, deseable, por cierto, pero imposible (Dourojeanni, 2007). El mundo
es una pequeña esfera perdida en el espacio sideral que ya tiene mucha gente, quizá
demasiada gente, dependiendo de recursos que son incuestionablemente finitos… ¿Cómo es
posible imaginar seguir creciendo al ritmo desbocado del último siglo, que además continúa
acelerándose, sin perjudicar la naturaleza que sustenta la vida y eso, además, en un futuro
muy cercano? Ya está demostrado hasta la saciedad que en el largo plazo una sola tierra no
será suficiente para soportar la población humana que, en 2007, ya habría consumido 50%
más que la capacidad de reposición natural del planeta. Hay muchos escenarios sobre eso,
pero ninguno dice que las cosas van a mejorar. En 2010 se afirmaba que, si nada cambiaba, en
2030 se necesitaría el equivalente a dos tierras para mantener a la humanidad15. Esto es
probablemente exagerado, pero no deja de ser una alerta seria.
14
Fundada en 1984 por el autor de este libro juntamente con Carlos Ponce del Prado y Manuel Ríos
15
Global Footprint Network 2010 (https://www.footprintnetwork.org/)
19
Es importante anotar que los que participaron en el informe Brüntland no eran tan poco
preparados o inteligentes como para no entender eso. El informe está lleno de
consideraciones sobre cómo lograr el milagro y eso es una letanía muy lógica de cambios
drásticos en hábitos de consumo y en relaciones de los humanos con el entorno natural. Pero,
políticos antes que todo, ellos vendieron la forma y no el fondo. Y lo que el mundo entendió es
que “no hay problema” si se aplica la palabra mágica “sostenible”. Los empresarios que
practican el desarrollo más imprudente se autoproclaman defensores del desarrollo
sustentable, como lo hacen también los gobiernos que hacen todo para que las economías
nacionales crezcan rápidamente y poder exhibir estadísticas de aparentes mejoras de sus
indicadores sociales, en especial el famoso PBI y la renta media, que esconden la realidad. Es
decir que los desarrollistas han abrazado, también, la forma del desarrollo sostenible pero no
el fondo. Otros aplican la cómoda estrategia de exigir desarrollo sostenible a los demás, pero
no toleran que sus limitaciones se apliquen a ellos mismos.
Por eso, muchos en el mundo prefieren no aceptar ni usar la teoría del desarrollo sostenible y
prefieren la idea del más discreto desarrollo durable16, posible o realizable que, en buena
cuenta, es casi lo mismo que el desarrollo racional de los años 1950 o de la conservación de
los años 1970 y 1980 y que, en sus prácticas, tampoco es muy diferente del llamado
sostenible. La reinvención periódica de apelativos para expresar prácticamente lo mismo es
una constante histórica. Como dicho, lo único que diferencia el desarrollo durable del
sostenible es el reconocimiento de que el crecimiento no puede ser, hágase lo que se haga,
ilimitado. Y aun reconociendo eso, hacerlo es extremadamente difícil pues implica enormes
cambios de actitud en la empresa y en la sociedad.
Es gracias a las tantas e incontrovertibles evidencias de que seguir haciendo lo mismo llevará
a una colisión con la capacidad de los ecosistemas que, poco a poco, los desarrollistas están
comenzando a cambiar. No todos ellos. Apenas unos pocos, pero frecuentemente están entre
los más influyentes los que honesta y seriamente están interesados en practicar desarrollo
sostenible o durable y eso está ayudando a crear conciencia y a aumentar, desde el propio
empresariado, la presión sobre los que no aceptan la nueva realidad. Hay empresas que
practican verdaderamente lo mejor posible del desarrollo prudente y otras tantas que
también han descubierto que eso puede ser un excelente negocio, tanto actualmente como
cada vez más en el futuro. La realidad del cambio climático y la escasez creciente de
combustibles fósiles han sido factores fundamentales para iniciar el cambio.
Pero, al nivel de la Amazonia nada o muy poco de eso ha llegado. Fuera de unos pocos
ejemplos puntuales, en general financiados por organizaciones no gubernamentales y
cooperaciones técnicas, lo que predomina es el estilo de desarrollo más salvaje que puede
imaginarse en pleno siglo XXI. Carreteras sin planeamiento serio, invasión de tierras por
agricultores como fue en plena conquista del oeste norteamericano de dos siglos atrás,
ocupación de tierras indígenas y eventuales matanzas de indios, gambusinos que procuran
oro en cualquier lugar y que dispersan prostitución y esclavismo, bandidaje de todos los tipos,
políticos y gobernantes corruptos. Apenas unas pocas grandes empresas de gas, como las que
operan en el Camisea, en Perú y de petróleo o mineras como la Vale del Brasil, muestran cierto
respeto por las reglas que conducen a un desarrollo más equilibrado. Los gobiernos, aunque
dicen lo contrario apoyan descaradamente esa situación o confunden desarrollo sostenible
con dudosos programas “ambientales” como el Proalcohol y el Biodiesel brasileños que están
aumentando severamente el ritmo de la deforestación o fomentan sin cuidado la “energía
16
Especialmente usado en los países francófonos.
20
En tiempos recientes surgió para la opinión pública17 el concepto del “buen vivir” --sumac
kausay, principio que es propalado como parte de una disciplina ancestral en la zona andina--
como alternativa a las opciones anteriores. “Buen vivir”, originalmente, significaría una forma
de vida humana caracterizada por el equilibrio entre los hombres --y las mujeres-- entre las
comunidades y, entre los seres humanos y la naturaleza. Estas definiciones implican rebasar
el individualismo, alcanzar condiciones de igualdad, eliminar la discriminación y la
explotación; promover la paz y el progreso de las comunidades; respetar la naturaleza y
preservar su equilibrio. El concepto del “buen vivir” es, en principio, opuesto al “vivir mejor”
occidental y, más aún, al “siempre vivir mejor” de la lógica neoliberal o desarrollista. Aparece
con especial fuerza en América Latina, donde recientemente, Ecuador y Bolivia lo han incluido
en sus respectivas constituciones como objetivo social a ser construido por el Estado y por
toda la sociedad. En oposición al “vivir mejor”, el “buen vivir” propondría un modelo de vida
más justo para todos. Según sus teóricos, para asegurar las desmedidas demandas de
consumo y despilfarro de los ciudadanos del “primer mundo”, debe existir un “tercer mundo”
que los provea de materias primas y mano de obra baratas. Muchos, en definitiva, tendrían
que “vivir mal” para que unos pocos “vivan bien”18.
El “buen vivir”, diferentemente del desarrollismo y del desarrollo sostenible o durable, sería
más equitativo. En vez de propugnar el crecimiento continuo como el desarrollismo y como en
gran medida también el desarrollo sostenible, busca lograr un sistema que esté en equilibrio.
En lugar de atenerse casi exclusivamente a datos referentes al PBI u otros indicadores
económicos, el “buen vivir” se guía por la evidencia de conseguir y asegurar los mínimos
indispensables, lo suficiente, para que la población pueda llevar una vida simple y modesta,
pero digna y feliz. Finalmente, hay que comentar que el “buen vivir” reivindica el equilibrio
con la Madre Tierra y con los saberes ancestrales de los pueblos indígenas. Nacido del
conocimiento de la profunda conexión e interdependencia que los humanos tienen con la
naturaleza, el “buen vivir apuesta por un desarrollo en pequeña escala, sostenible y sustentable”
lo que parece ser una solución no sólo positiva sino necesaria para garantizar una vida digna
para todos a la vez que la supervivencia del planeta. En este sentido, dicen los estudiosos que
“nos parece que existen muchas similitudes del buen vivir con el movimiento por el
decrecimiento”19.
En realidad, el “buen vivir” se parece grandemente a la teoría Gaia, que considera que la
biosfera y los componentes físicos de la Tierra están íntimamente integrados formando un
complejo sistema interactivo que mantiene estables las condiciones climáticas y
biogeoquímicas. Fue propuesta originalmente por el científico británico James E. Lovelock y
fue modificada y rebautizada (Hipótesis de Gaia) con apoyo de William Goulding. Esta
hipótesis es frecuentemente simplificada con la idea de que la Tierra es un único organismo
vivo. Es una teoría que gana fuerza con los descubrimientos que, cada día más, revelan el
estrecho vínculo y la cada vez más sutil diferencia entre el mundo vivo y el mundo mineral.
17
Este concepto, aun no siendo realmente original, habría sido “lanzado” en los foros sociales de Porto Alegre
y Belem do Pará. Habría sido ampliamente incluido en las recientes reformas constitucionales de Ecuador y
Bolivia.
18
¿Qué es el buen vivir? publicado el 04 junio de 2009 por Valjean Anuncios
19
The Indigenous decolonial concept of "Buen Vivir" in Latin America, Cecilia Bezerra, February 28th,
2010; 7-07-2009; El ‘buen vivir’: objetivo y camino para otro modelo (Ecuador), Magdalena León T. 27
Febrero de 2007
21
Los que quieren aplicar a sus vidas la teoría Gaia llegan a las mismas conclusiones que los que
siguen el concepto del “buen vivir” y, obviamente, también se rebelan contra la concentración
de la renta, el consumismo y, en general, contra el desarrollismo aquí descrito. El “buen vivir”
tampoco está lejos de las teorías expuestas por el economista Herman Daly20 que han dado
lugar a la economía-ecológica y al concepto del desarrollo “no económico” o, dicho de otra
forma, del desarrollo sin crecimiento. La principal diferencia es que el “buen vivir”, además de
indigenista, ha ganado una retórica abiertamente izquierdista21.
¿Consenso posible?
Parece difícil que se llegue a un consenso entre esas visiones y formas tan divergentes de
percibir el futuro y el desarrollo. No es que la gente no comprenda el enorme riesgo que su
comportamiento acarrea. Como lo revelan las encuestas, la gente sabe lo que ocurre y muchos
temen por su futuro. El problema no es teórico, es práctico y se presenta cada vez que el
sujeto debe renunciar a algo que él desea en beneficio de un futuro mejor para sí y para los
demás. En ese momento el individuo retrocede y cede a la misma tentación que ha llevado la
humanidad a su situación actual. Y eso incluye hasta a la mayoría de los voceros del “buen
vivir” que, como el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) del Brasil no
renuncian a los teléfonos celulares y computadores siempre de última generación que usan
para tramar la destrucción ritual de plantaciones de eucalipto que consideran anti-ecológicas
pero que son los primeros en deforestar los bosques ribereños para sus asentamientos y que
usan como bandera de lucha la denuncia de que los bosques naturales son “tierra
abandonada”22.
Los estados hacen lo mismo que la gente común. Reconocen el problema y por eso sus
gobiernos firman acuerdos internacionales y sus poderes legislativos pasan leyes que en
medida considerable podrían atender la instauración de un estilo de desarrollo más
razonable, con menos crecimiento económico y menos presión sobre los recursos naturales y
que, en cambio, implique más crecimiento en calidad de vida. De hecho, eso ocurre, aunque
siempre con el recelo de autocastigarse más que el vecino y entonces, perder en la carrera por
el desarrollo convencional que sigue siendo el paradigma principal. El problema es peor
cuando mucho más de la mitad de los países del mundo firman tratados y acuerdos que no
cumplen y leyes “avanzadas y maravillosas” que no aplican. La expresión despectiva de
“países que no son serios”, usadas por algunos líderes mundiales23, tiene fundamento. El Perú
y el Brasil, como otros países amazónicos, son maestros en esos menesteres vendiendo una
imagen de ambientalismo oficial que no corresponde a ninguna realidad o demostrando
contradicciones extremas. Ese es el caso del Brasil donde se promueve la expansión de
cultivos para biocombustibles, ampliando simultáneamente la red vial y la flota de vehículos y
el consumo de combustible, a la par que se pretende reducir la deforestación y limitar el
efecto invernadero, aunque el país también aumenta día a día su capacidad de extracción de
petróleo. Un cálculo elemental demuestra que el balance es negativo para el ambiente y en
especial para el efecto invernadero. Parte del mismo comportamiento es crear áreas
protegidas que se abandonan desde el mero acto de su creación para facilitar que sean
20
Profesor de la School of Public Policy de la University of Maryland
21
El “Buen Vivir” solo se garantiza con la revolución y el socialismo, Partido Comunista Leninista del
Ecuador, PCMLE en Marcha (15 de junio de 2008)
22
El caso más conocido es el del famoso líder del MST, João Pedro Stedile, un notorio promotor de
invasiones violentas de tierras privadas que ahora, como fue el caso de Chico Mendes, se hace pasar por
ecologista.
23
El Presidente De Gaulle, de Francia, la usó para describir al Brasil.
22
invadidas y luego recortadas o eliminadas y; destruir todos los ríos sin excepción
construyendo hidroeléctricas pretendiendo que ellas son energía limpia, al mismo tiempo que
no existe un simple programa de ahorro de energía que es malgastada a ojos vista.
Volviendo a la Amazonía es probable que el consenso solo sea posible cuando el miedo del
futuro sea miedo presente. Eso, como se sabe, no va a tardar mucho y aunque probablemente
será muy tarde, será bienvenido. Recién entonces se harán políticas, planes y leyes más
sensatas y sobre todo, esos instrumentos serán aplicados con el rigor que la urgencia
determine. Ejemplo de esto se está dando en el Brasil, después de las desastrosas lluvias de
fines de 2010 y comienzo de 2011 que, en Rio de Janeiro y Minas Gerais, provocaron más de
un millar de muertos y decenas de miles de desabrigados por avalanchas de barro e
inundaciones. Prácticamente todos los perjudicados eran invasores, es decir ocupantes
ilegales de laderas o fajas de borde de ríos que la legislación vigente desde hace décadas
prohíbe terminantemente ocupar. Los alcaldes y las autoridades nunca se preocuparon de
impedir y hasta fomentaron esos asentamientos ilegales. Pero en ese momento, asustados con
las secuelas de su omisión y presionados por los procuradores de justicia que los
responsabilizan por el desastre, iniciaron un inédito programa de demolición de viviendas
irregulares y de reasentamiento de esos pobladores. Este programa, como era de esperarse,
terminó un año después de ser lanzado sin cumplir ninguna de sus metas.
La lucha de los que pretenden un camino intermedio es muy difícil. Deben enfrentar a los
segmentos más poderosos de la sociedad, sean los ricos agrupados en partidos de la derecha o
de centro, sean los que dicen defender los pobres desde partidos de la izquierda, todos ellos
unidos por la absoluta indiferencia por las consecuencias de sus actos al medio y largo plazo
debido a su obsesión por el crecimiento --personal o de sus grupos-- a cualquier costo. A ellos
se suma la mayoría silenciosa e indiferente, como el lastre de un barco, que puede inclinarse a
un lado o al otro sin saber bien porqué. El justo medio, el sentido común, no tiene voz… ni
voto.
En conclusión, aunque un acuerdo real, profundo, sobre el futuro deseable de la Amazonia sea
difícil de obtener, es probable que por lo menos un consenso formal sea, eso sí, realizable
durante un lapso de ojalá no más de diez años. Su expresión será, seguramente, la de un plan
de desarrollo amazónico elaborado participativamente y, por eso, legítimamente
consensuado, que perdure en lo básico a pesar de los cambios de gobierno y de las variadas
tendencias políticas. Este ensayo es, en esencia, un intento más de precisar las bases que de lo
que podría ser acuerdo nacional para construir un plan de desarrollo amazónico a partir del
análisis crítico de la nueva realidad, tratando de guardar un equilibrio honesto entre las
visiones, tendencias y perspectivas.
23
Bajo este título se discuten varios asuntos que suelen ser confusos en el imaginario popular,
como, entre otros, el carácter prístino de la Amazonia, su internacionalización, su carácter de
pulmón del mundo o la aparente pobreza de sus suelos. Las confusiones o errores se derivan
frecuentemente de deficiencias o errores científicos y a veces de ideologías políticas, pero su
uso continuo por muchas décadas ha dado lugar a mitos persistentes y peligrosos si se trata
de diseñar un futuro mejor para la región. Algunas veces esos mitos tienen un trasfondo real
que complica mucho las explicaciones. En este título también se discuten algunas premisas
que son más peruanas que amazónicas como, por ejemplo, eso de “Perú, país forestal” y el
carácter indispensable atribuido al ordenamiento territorial.
¿Tierra virgen?
Ahora se sabe que la Amazonia fue ocupada casi al mismo tiempo que otras partes del
continente y que de 6 a 8.000 años atrás comenzaron a desarrollarse asentamientos humanos
significativos. Se supone que su población total antes de la llegada de los europeos, en uno o
más momentos de la historia, pudo alcanzar 7 y hasta 8 millones de habitantes (Denevan,
1976). Simplificando mucho, en ella se encontraron los siguientes tipos de sociedades: (i)
civilizaciones que dejaron grandes obras de ingeniería localizadas en la periferia de la
Amazonia, (ii) civilizaciones con concentraciones humanas importantes localizadas a lo largo
de los grandes ríos y en el delta del río Amazonas; (iii) pueblos forestales con agricultura,
inclusive los asociados a los sitios de “tierra negra” y; (iv) pueblos forestales con o sin
agricultura, cazadores, pescadores y recolectores itinerantes. Como es obvio existe, entre esos
pueblos, una gradiente compleja en el tiempo y en el espacio y no es siempre posible
diferenciarlos completamente.
amazónico estaban ocupadas por los Incas, que además habían construido lugares nuevos
como Machu Picchu y Choquequirao, al sur.
Al segundo grupo corresponden las civilizaciones que ocuparon las riberas de los ríos
amazónicos y que aprovecharon las varzeas o tierras inundables. Ellos son los que fueron
encontrados por Orellana, entre ellos el mítico pueblo de las amazonas o por los portugueses
que surcaron a partir del delta y que encontraron, primeramente, las culturas de Marajó. Todo
indica que poseían centros poblados
grandes con sociedades complejas y
población numerosa, con una
agricultura alimentada por la
renovación anual de la fertilidad del
suelo. Igualmente debieron
aprovechar los bosques aluviales y
los de tierra alta aledaños, además
de que la pesca era, obviamente,
fuente principal de proteína animal.
Posiblemente esas culturas
ribereñas debían formar el grueso
de la población amazónica
prehispánica. Pero, fueron rápida y
casi completamente diezmados por
las enfermedades letales que
La cultura Pajaten tuvo mucha influencia en el ecosistema
trajeron españoles y portugueses ya
amazónico del noroeste peruano (Sernanp)
que fueron los primeros en ser
contactados. Esas civilizaciones dejaron menos rastros debido a su exposición a inundaciones
excepcionales que literalmente lavaron muchos sitios arqueológicos.
Los otros dos grupos no debieron ser muy diferentes a los indígenas actuales. Eran poblados
menores, relativamente aislados, con una agricultura seguramente muy diversificada, pero de
pequeña escala, que en su conjunto formaban naciones, con territorios diferenciados. Unos se
basaron en los muchos sitios de “terra preta” o tierra negra donde parece que consiguieron
crear una fertilidad duradera24. Otros, o quizá los mismos, practicaban agricultura migratoria
típica, o de roza y quema, rotando las áreas de cultivo. El último grupo era sin duda menos
agrícola y, como varios de los pueblos aislados de la actualidad, debían basar su economía en
la caza, la pesca y la recolección, de forma itinerante.
Es importante entender que todos esos pueblos crecieron, llegaron al apogeo y quizá a su
decadencia y recomenzaron o migraron, en periodos no bien definidos a lo largo de los
milenios y que todos, o casi todos, interactuaron entre sí en una medida u otra. Unos
heredaron los que los predecesores habían aprendido, otros viajaron e intercambiaron
productos. Como en otros continentes, las plantas útiles y en especial las domesticadas, así
como los conocimientos agrícolas, se combinaron y multiplicaron y fueron conocidos y usados
por la mayoría, en función de la ecología, de la geografía y de la necesidad. Por eso, el número
de plantas amazónicas usadas por los habitantes prehispánicos fue muy grande (Brack, 1999).
Además, usaron un gran número de plantas andinas y de otros biomas vecinos como el
cerrado. Y, por cierto, muchas plantas de origen amazónico fueron conocidas en biomas
vecinos y en especial en la costa del Pacífico (Harris, 1972), como en el caso de la coca
24
http://www.css.cornell.edu/faculty/lehmann/research/terra%20preta/terrapretamain.html
25
(Plowan, 1984) y hasta en América Central, como el cacao. Los intercambios entre pueblos de
los diferentes biomas sudamericanos y hasta centroamericanos eran intensos.
Está de moda afirmar que todo lo que hicieron las sociedades prehispánicas, especialmente
las amazónicas, era sostenible y que tenían un comportamiento ambiental impecable. Del
mismo modo, muchos insisten que lo que hicieron y hacen sus descendientes es un ejemplo a
seguir en la actualidad.
La noción de que las sociedades prehispánicas amazónicas fueron sostenibles tiene como
fundamento la existencia de bosques abundantes y aparentemente naturales que encontraron
los primeros exploradores científicos europeos principalmente en los siglos XVIII y XIX. Y,
asimismo, se nutre de la vida de los indígenas actuales, especialmente de los poco contactados
y, asimismo, de la vigencia modernizada del antiguo mito del buen salvaje 25. Los
descubrimientos de las últimas décadas sobre los desarrollos culturales prehispánicos
amazónicos están cambiando esa percepción y demuestran haber existido grandes impactos
ambientales que marcaron indeleblemente el territorio y la biota. Pero esas evidencias
estaban bien escondidas debajo y dentro de los bosques que, habiendo descansado durante
cuatro siglos, recubrieron las cicatrices de la actividad humana. Dicho de otra forma, las
herramientas de la ciencia moderna revelan incuestionablemente que lo que parecía intocado
no lo era. Hasta los más románticos ya se resignaron a aceptar que la Amazonía, como
cualquier otro lugar del mundo, fue ocupada, explotada y alterada por los humanos y que los
europeos, aunque no lo sabían, no encontraron nada realmente “virgen”.
25
El mito del buen salvaje se habría iniciado en la España del siglo XV. Pero fue divulgado mucho
especialmente a partir de las obras de Jean-Jacques Rousseau en el siglo XVIII.
26
realizada por sus habitantes. En efecto, todos los pueblos prehispánicos amazónicos sin
excepción usaron y abusaron del fuego como herramienta de deforestación para desarrollar
cultivos en limpio y no siempre conseguían controlarlo. También usaron el fuego, como en la
actualidad, para eliminar malezas. El uso del fuego inevitablemente produce perdida de
fertilidad y erosión del suelo, que puede ser fuerte en lugares con pendientes; altera la
composición de la vegetación natural, sus sucesiones y elimina o aparta todos los seres vivos
del lugar en que se usa. El fuego se ha usado en la Amazonía durante milenios y, si bien no la
afectó en su totalidad, sus rastros son evidentes en muchos lugares en especial pero no
solamente donde hubo las mayores concentraciones humanas. Pero el impacto sobre el
ambiente no fue el mismo en cada uno de los grupos antes mencionados.
Las civilizaciones de las riberas de los ríos amazónicos, gracias a la renovación anual de la
fertilidad del suelo, fueron probablemente más estables. Sin embargo, por ser poblaciones
grandes también debieron deforestar bosques aluviales y de tierra firme. El fuego también
fue, obviamente, una herramienta importante para ellos. Los pueblos que hicieron y/o usaron
los sitios de tierra negra también tuvieron en el fuego su principal medio de abrir bosques,
como lo demuestran los propios sitios e, igual fue en el caso de los que hicieron agricultura
migratoria, como sigue siendo en la actualidad. Hasta algunos de los pueblos que eran
principalmente cazadores y recolectores usaron extensamente el fuego para cazar -como lo
hacen hasta hoy algunos indígenas del Chaco paraguayo- y/o para hacer proliferar algunas
especies por ellos utilizadas, como el caso de hormigas Atta en el Gran Pajonal, en la Selva
central peruana26. Los pueblos prehispánicos de la Amazonía cazaron como todos y también
pescaron, inclusive usando tóxicos como el barbasco --rotenona-- para aumentar su
efectividad, lo que no deja de ser una práctica peligrosa que elimina todos los peces de
cualquier edad, indiscriminadamente.
26
Comunicación personal del botánico Octavio Velarde (1962) y también mencionado por Denevan, W. M.
1971 Campa subsistence in the Gran Pajonal, Eastern Peru The Geographical Review LXI(4): 496-518
27
la sucesión forestal es enorme y está documentado desde hace mucho tiempo (Budowski,
1963). Los sitios de tierra negra en general miden unas 20 hectáreas, o sea, que no soportaban
más que decenas o quizá un centenar de habitantes. Lo que es interesante en esos lugares es
que sus ocupantes consiguieron crear suelos que en teoría pueden ser cultivados
permanentemente. Ese es, probablemente, el caso que más se acerca a la sustentabilidad,
aunque a priori es inaplicable a extensiones grandes. Pero, una vez más, se trata de un
impacto importante ya que la biota de ese sitio queda drásticamente alterada. Esas dos formas
de agricultura, siempre en proximidad del bosque, sin duda fueron el origen de prácticas agro-
silviculturales, así como de la domesticación de árboles y palmeras, en especial frutales.
Es decir, alteraron la composición natural de los bosques. Uno de los primeros en tratar del
tema de la alteración de la composición forestal de bosques tropicales americanos por los
antiguos fue el mexicano A. Gómez-Pompa (Gómez-Pompa & Krause, 1992) que sustentó que
la selva del Yucatán, en México, es en gran medida una plausible obra humana. Pero, en
realidad demostró que por el contrario, ellos alteraron drástica y permanentemente el
ecosistema (Barrera et al, 1977; Gómez-Pompa, 1987). Luego se puso en evidencia que, más
que obra humana, eso fue una consecuencia inesperada de ella y que indudablemente la selva
original era biológicamente mucho más rica que la que los Maya legaron (Rico-Gyaym &
García, 1991).
28
O sea que los antiguos pueblos amazónicos hicieron exactamente lo mismo que se hace en la
actualidad: Deforestaron extensas áreas usando el fuego para ayudarse; sin duda que
provocaron diversas formas de erosión y de pérdida de fertilidad del suelo; emitieron gases
de efecto invernadero; importaron, domesticaron y cultivaron plantas anuales y perennes;
alteraron la topografía y los suelos drenándolos, modificando su naturaleza o alterando su
pendiente; cazaron y pescaron intensamente; modificaron en gran medida involuntariamente
la composición natural del bosque; envenenaron los ríos, etc. Entonces: ¿por qué eso sería
sostenible y ambientalmente favorable si esas mismas actividades -y sus consecuencias- son
actualmente vistas como insustentables y ambientalmente nocivas?
Resulta en cierto modo sorprendente que los que están demostrando la magnitud
insospechada del impacto ambiental de los antiguos amazónicos sean frecuentemente los
mismos que también defienden la teoría de que practicaban desarrollo sostenible. Para
muchos de ellos las alteraciones hechas en la naturaleza por indígenas y pueblos tradicionales
son siempre ambientalmente beneficiosas mientras que las mismas pero hechas por otros,
son perjudiciales. Para la naturaleza no hace diferencia quién la destruya.
En ese contexto, muy poco de las tecnologías que se atribuyen a los antiguos tiene aplicación
en la actualidad. Y las que la tienen, como los sitios de tierra negra, sólo funcionarían bajo la
premisa de muy baja densidad humana. Valga mencionar que en el Perú el 80% de la
deforestación actual es, precisamente, la pequeña agricultura27, incluida la tan aclamada
agroforestería, en este caso de cacao y café, que se practica extensamente simplificando
drásticamente la diversidad vegetal.
Exceptuando su población relativamente baja, que les permitió mantener un cierto equilibrio
con los recursos naturales, no hay ninguna evidencia de que sus actividades económicas
fueran verdaderamente sostenibles. Al contrario, a pesar de varios siglos de recuperación del
bosque después del descubrimiento de América y de la tremenda onda moderna de
destrucción, los impactos ambientales de sus acciones son aún evidentes. Por esa razón y por
la enorme demanda actual por los recursos amazónicos, tampoco hay mucho de su relación
con el entorno que pueda ser replicable o aprovechable en la actualidad. Dicho de otra forma,
la única “lección” del pasado, si cabe, es haber mantenido la población amazónica en un nivel
compatible con la reposición de los recursos naturales y el mantenimiento de servicios
27
MAAP Synthesis #2: Patterns and drivers of deforestation in the Peruvian Amazon
(http://maaproject.org/2017/maap-synthesis2/) ; http://af.reuters.com/article/idAFL8N1G75S2
29
Para la mayoría de los habitantes del mundo y en especial para los suramericanos, la
Amazonía siempre ha sido --y sigue siendo-- un enorme espacio vacío de gente y de
propiedad. A pesar de que hace décadas que esa idea dejó de estar siquiera próxima a la
verdad, sigue siendo muy generalizada.
Como ya se ha visto esa región soportó poblaciones significativas con desarrollo cultural
considerable en el piedemonte andino y a lo largo del río Amazonas y de sus principales
tributarios. Y, asimismo, cuando esas civilizaciones desparecieron fueron sustituidas por
poblaciones indígenas que a pesar de tener una densidad extremamente baja, ocuparon
prácticamente todo el territorio en base a sus amplias rotaciones de uso de la tierra, en
especial para la caza.
Pero los gobiernos de los países amazónicos, incentivados por sus geopolíticos y sus
visionarios, redoblaron sus esfuerzos para atraer gente hacía esa región “vacía”. Desarrollaron
en el Brasil y también en el Perú programas de colonización cada vez más ambiciosos que
luego pasaron a ser llamados “asentamientos rurales”. La atracción de colonos nacionales
30
tuvo mucho éxito cuando se iniciaron grandes obras viales que, en el Brasil, llevaron números
considerables de nordestinos y de sureños --principalmente gauchos de Rio Grande del Sur--
hasta el corazón de la Amazonia, mientras que en el Perú llevaron hasta la Selva Baja
principalmente a agricultores serranos que, tradicionalmente, apenas ocupaban
estacionalmente porciones discretas de la Selva Alta. Los programas de colonización más
famosos en el mundo fueron los desarrollados por los gobiernos militares brasileños a lo largo
de la Transamazónica, en los estados de Pará y Amazonas en los años 1970 y luego el llamado
Polonoroeste, en Mato Grosso, Rondonia y Acre en los años 1980 y, también, la carretera
conocida como Perimetral Norte. Las consecuencias sociales y ambientales de la rápida
abertura a la ocupación desordenada y a la explotación agotante de los recursos naturales de
esos inmensos territorios fueron enormes y están muy bien documentadas. El Perú no se
quedó atrás y construyó y reconstruyó la carretera Huánuco-Pucallpa, entre otras llamadas
carreteras de penetración y, por iniciativa del Presidente Belaúnde, construyó la bien
conocida Marginal de la Selva, desarrollando a lo largo de ésta última varios grandes
proyectos de asentamiento rural (Dourojeanni, 1990), con consecuencias equivalentes a las
observadas en el Brasil.
O sea que, en realidad, no apenas es falso que la Amazonia sea un gran espacio desocupado
con selva virgen llena de fieras y de indios guerreros, sino que como ya se vio también es
mentira que esa región, vista como bosque, sea tan grande como se cree. Sin embargo,
curiosamente, ese tipo de argumentos continúa siendo omnipresente en los discursos y
propuestas de políticos ignorantes o sin escrúpulos, visionarios megalómanos, geopolíticos
ultranacionalistas y de aquellos empresarios que anteponen sus intereses al de las mayorías.
31
“Chunchos bravos”
A nivel popular continúa viva la antigua creencia de que en la Selva existen indios bravos
debajo de cada árbol y que si se entra al bosque se corre riesgo de ser flechado. Nada más
errado. Los indígenas modernos, de los que se trata en otro título, son en su gran mayoría
personas que en poco difieren de todos los demás ciudadanos pobres de la Amazonia, que se
visten como los demás, usan teléfonos celulares y luchan bravamente por sus derechos. Pocos
saben que los “chunchos” ya son poquísimas almas a las que se persigue y maltrata casi tanto
en la actualidad como desde que los primeros europeos llegaron a la Amazonia.
Muchos peruanos de hoy no recuerdan la expresión “chuncho” que era común hasta los años
1970. Fue probablemente durante el gobierno nacionalista del General Juan Velazco Alvarado
que esa expresión se perdió, por ser considerada despectiva. En realidad, no lo era. Apenas
era una palabra genérica de origen quechua para designar los pobladores amazónicos
originales que, probablemente, había sido acuñada por los Incas o culturas anteriores y que
los diferenciaba de los que no eran de habla quechua ni aimara (Kauffmann, 2016)28. Aún
existen unos pocos, muy pocos, indios29 bravos en la Amazonía que no consiguen más se
esconder de las indiscreciones de las fotografías de los satélites replicadas en el Google Earth
y que pueden ser visitadas de helicóptero en cualquier momento gracias a la precisión de los
GPS.
Pero de todas las formas en las que se puede examinar las cuestiones indígenas amazónicas, la
que debería ser primera, más urgente e importante es la de los indios aislados, o sea, los
indígenas que aún viven como se vivía en los bosques antes de la llegada de los europeos.
Lamentablemente, este es en realidad el tema más olvidado y que tiene menos prioridad en la
28
Dourojeanni, M. 2017 ¿Apus, caciques o curacas? Actualidad Ambiental Lunes 2 de Enero, 2017
(http://www.actualidadambiental.pe/?p=42332)
29
En los países de habla castellana de América del Sur el término “indio” es considerado peyorativo y, en
efecto, puede serlo dependiendo de cómo se usa. Además, aún se le asocia al error de Colón, que creía haber
llegado a la India cuando descubrió América. Por eso se habla de indígenas, lo que en verdad no cambia nada.
Por el contrario, en el Brasil, indios y no indios, usan ese término sin problemas a pesar de que en ese país
también puede ser usado peyorativamente.
32
Brackelaire publicó en 2006 un informe sobre los indígenas aislados de América Latina,
indicando la sobrevivencia de unos 70 grupos de nativos en esta condición. Como era de
esperar, teniendo en cuenta el tamaño de las áreas forestales, 40 de ellos estaban en Brasil, 20
en Perú y 6 en Bolivia. En el Ecuador habría dos grupos y uno en Colombia. Ninguno existía en
Venezuela, pero es probable que algún grupo aún permaneciera en Guyana y Surinam.
Sumando todos los individuos que presumiblemente existían en cada uno de estos grupos
apenas se contaban unos cuantos miles de almas. Las informaciones en el informe llegaban a
un nivel trágico demostrando que algunos grupos no reunían más que unas pocas docenas de
personas y que los mayores no juntaban más que un par de cientos. Los datos recogidos en el
informe de Brackelaire fueron compilados en 2005 y reflejan informaciones más antiguas, lo
que equivale a decir que la población de indígenas aislados es actualmente mucho menor que
la entonces registrada.
Mora y Zarzar en Brack y Yañez (1997) indicaban que entre 1950 y 1997 habían desparecido
completamente, es decir que se habían extinguido 11 grupos étnicos en el Perú y señalaban
que 18 otros grupos estaban en inminente peligro de extinción. Mencionaban la existencia de
7 grupos aislados no contactados y declaraban ignorar la situación de otros 8 grupos étnicos.
Esto da una noción de la dimensión del problema y de la velocidad en que la diversidad
cultural es aniquilada.
Al momento de escribir este libro es muy probable que aún se esté produciendo algún
encuentro entre los últimos indios aislados y ciudadanos modernos. A partir de 2016 esto
30
La aculturación es un proceso que implica la recepción y asimilación de elementos culturales de un grupo
humano por parte de otro. La colonización suele ser causa de aculturación. Aculturado es el participio
adjetivado del verbo aculturar. Se documenta en gran parte de la América hispánica con el sentido de
“asimilado, de buena o mala manera, a una cultura distinta de la propia” (https://elcomercio.pe/opinion/habla-
culta/martha-hildebrandt-significado-aculturado-332332)
31
Manchetes Socioambientais de 17 de enero de 2011
33
ocurre casi a diario en las riberas del río Manu, dentro del Parque Nacional del mismo
nombre, donde Mashco-Piros han salido del bosque y se encuentran con guardaparques y
turistas o con nativos aculturados. Puede que el contacto con los más alejados sea realizado
por antropólogos y especialistas que, sin duda, tendrán los cuidados necesarios para que esa
aproximación sea exitosa. Pero, lo más probable es que la emoción, la curiosidad y la belleza
del encuentro entre dos mundos sean sustituidas por el miedo y selladas con disparos de
escopetas y rifles que son respondidos por flechas y lanzas de indios asustados. Así es, de una
parte están los madereros, mineros y comerciantes, narcotraficantes y hasta agricultores
andinos y, de otra, están los últimos indios libres de las Américas enfrentándose en una lucha
desigual, que revive monótonamente el desenlace que se ha repetido durante los últimos 500
años32. Los indígenas son derrotados y huyen dejando atrás a sus muertos y cargando sus
heridos para refugiarse monte adentro, en un espacio cada vez más reducido, donde deberán
enfrentar a otros indios, también desterrados por otros invasores y por el avance de la
colonización. Eso está sucediendo, ahora mismo, especialmente en la frontera entre Perú y
Brasil, el principal refugio de los últimos indios de las Américas.
32
Ver en la Internet el emotivo llamado de Sydney Possuelo (Brasilia) de 15 de diciembre de 2010 “Carta
abierta en defensa de los pueblos indígenas aislados”.
34
Ya se han reportado encuentros, inclusive en 2011, entre operarios de las empresas y estos
indios. No fueron encuentros violentos y, de otra parte, todo el personal de esas empresas está
vacunado y entrenado para comportarse adecuadamente. Pero, de cualquier modo, hubiera
sido más razonable evitar esas situaciones no otorgando permisos de exploración en esas
áreas.
Una consecuencia de lo que ocurre en la frontera entre Madre de Dios y Acre y en el Bajo
Urubamba y su afluente Camisea es que cada día hay más indios refugiados en los parques
nacionales y que más indígenas peruanos cruzan la frontera y se refugian en reservas
indígenas y unidades de conservación brasileñas. Los conflictos entre los indios se multiplican
pues, al margen de que no siempre pertenecen a la misma familia lingüística o grupos y
subgrupos étnicos, a veces son enemigos ancestrales, pero deben compartir un territorio de
caza y pesca cada vez menor. Varios conflictos interétnicos con consecuencias fatales se han
documentado en el Manu. El aumento de la densidad de población humana en los parques
tiene un impacto desastroso en los animales de los que se alimentan, lo que agrava el
conflicto. Este problema viene siendo denunciado desde hace dos décadas por los científicos
de Cocha Cashu pero la respuesta del gobierno, excepto el establecimiento reciente de
reservas territoriales, ha sido muy deficiente. Es apenas con el caso de los indígenas no
contactados del Parque Nacional del Manu que ha tomado una actitud un poco más proactiva.
Sin embargo, hay que reconocer que en la actualidad la Funai y, más aún, sus equivalentes de
los países amazónicos, como el ineficiente Indepa del Perú, han olvidado la importancia de
este esfuerzo y la necesidad de aplicar medidas de prestar una garantía indígenas aislados de
la oportunidad de elegir su propio destino. En efecto, los gobiernos están permitiendo e
incluso fomentando, sin vergüenza, que los indígenas aislados y sus culturas sean sacrificadas
por individuos ignorantes y crueles, al servicio de empresarios y políticos sin escrúpulos. El
tema de los indígenas aislados, por su carácter eminentemente ético, debería tener prioridad
absoluta en las instituciones como la Funai o Indepa y debería movilizar a todos los que
participan en el desarrollo amazónico.
En verdad la protección de estos indígenas es sólo cuestión de una decisión política simple y
que puede ser implementada a bajo costo. Por ejemplo, en los casos anteriores de Perú y
Brasil, es suficiente para establecer puestos de control, con la presencia de la policía o las
fuerzas armadas, en puntos clave de los pocos ríos que proveen acceso a los territorios donde
se encuentran los indios. Con esto se tendría el tiempo necesario para preparar un contacto
serio y adoptar las medidas y, posiblemente, no hacer nada más hasta que los indios se
decidan lo contrario. Pero, como Sydney Possuelo dijo en una entrevista “muchos prefieren
defender negros, mujeres y hasta indios aculturados, pero nadie habla de los derechos humanos
35
de los indios aislados”33. Él remató la citada entrevista, diciendo "la humanidad pierde parte de
su rostro cada vez que un pueblo desconocido entra en contacto con nuestro mundo".
A primera vista todo es igual en las selvas tropicales del planeta34, especialmente cuando es
vista desde un avión. Pero el tal “manto verde” que los legos creen ver cuando vuelan sobre la
Amazonía esconde muchas sorpresas. En verdad, en ella mucho es diferente en casi todo
lugar.
En efecto, mirando mejor se descubre que no es igual un bosque natural intocado o “real” que
un bosque secundario ni es igual un bosque secundario o purma vieja que una purma joven.
Hay bosques secundarios naturales y los
hay por acción antrópica. Además, hay
muchos tipos de purmas o bosques
secundarios e, inclusive, en los bosques
naturales hay manchales homogéneos o
casi homogéneos, como los ceticales, los
bambusales, carrizales y otros más difusos
conocidos como manchales, incluidos los
de cedro y caoba. También hay áreas
inundadas o inundables como los
aguajales y otras donde aparece, como
antes mencionado, una vegetación tipo
cerrado o pantanal brasileño, como en las
Bosques de Selva Alta. Comienzan a unos 3.800 msnm y en Pampas del Heath (Madre de Dios).
general se considera que termina a 600 msnm. En su parte También existen los bosques de arenas
más alta están los bosques de neblina. Región con muchos
blancas, conocidos en el Perú como
endemismos.
varilllales y que conservan muchos
endemismos (Garcia-Villacorta et al, 2016). Y asimismo hay bosques inundables o tahuampas,
bosques de romerillo, etc., etc. Obviamente existe la misma diversidad de ecosistemas dentro
de las aguas amazónicas con cochas, estuarios; ríos de aguas negras, blancas y claras,
quebradas, cascadas, etc. Pero los turistas, especialmente los que vienen del desierto costeño,
no diferencian nada y hasta confunden las plantaciones agrícolas arbóreas o arbustivas y los
pastizales abandonados con vegetación natural.
La diferencia más obvia entre las muchas amazonías es la altitudinal que, lógicamente,
conlleva temperaturas y precipitaciones medias muy diferentes. La Amazonia como bosque
comienza en el Perú a más o menos 3.800 msnm. Allí los bosques son achaparrados,
permanentemente nublados y sus elementos bióticos son muy diferentes de los de la
Amazonía baja, que en promedio está a apenas unos 100 metros de altitud. Cada faja, entre
esos dos extremos, tiene particularidades únicas y otras que se hacen más comunes a medida
que se baja de los Andes. Pero también hay cordilleras y macizos montañosos en la Selva,
como la llamada cordillera oriental que determina relieves complejos en la llamada Selva Alta
del Perú, al igual que en las de Ecuador, Colombia y, en parte de Venezuela. Y asimismo estos
33
O Estado de São Paulo, 10 de setiembre de 2002.
34
Hasta un experto, inclusive un indígena amazónico, tendría un cierto tiempo de dudas si fuera llevado sin
saberlo a un bosque tropical de Asia o de África y no viese los animales conspicuos de esos biomas, tanta es
la similitud fisionómica.
36
existen en la Amazonia brasileña, como en los macizos guayasenses que culminan en el Pico
da Neblina (2.994 msnm) y el Monte Roraima (2.810 msnm) y que, del lado venezolano,
originan el famoso Salto El Ángel. Los tepúes, montanas recortadas horizontalmente, como
torres en medio de la selva, son parte de esa cordillera antigua y deleznable. Pero hay varios
otros macizos montañosos en el Brasil y uno de ellos, el de la Sierra del Divisor, es compartido
con el Perú.
Cuadro 3. Diversidad de especies animales en Brasil, Colombia y Perú
Brasil Colombia Perú
Número % endemismo Número % Número % endemismo
endemismo
Vertebrados 3.131 3.374 2.586
excepto peces
Aves 1.622 12 1.815 8 1.703 6
Mamíferos 524 25 456 344 13
Reptiles 468 37 520 19 298 33
Anfibios 517 57 583 63 241 37
Peces (agua dulce) >3.000 >1.500 962
Mariposas 3.132 3.100 3.532
Fuente: Mittermeier & Mittermeier (1997)
Muchos de esos macizos son considerados centros de endemismo, también llamados refugios
del Pleistoceno, en los que la diversidad biológica de ese periodo se mantuvo en los intervalos
glaciares y se dispersó en los interglaciares, aumentando su diversidad en cada contracción y
dilatación, formando endemismos, o sea especies únicas a determinados lugares. Aunque esa
teoría es discutible y rebatida por algunos, el hecho es que la diversidad amazónica es
proverbial. Debe haber mucho más de 50.000 especies de plantas, de las que más del 30%
serían endémicas. Las fuentes varían y
además a cada ano se descubren más
especies. Mittermeier & Mittermeier
(1997) que hicieron un recuento
detallado estiman que hay de 50.000 a
56.000 plantas en Brasil, de 45.000 a
50.000 en Colombia y de 18.000 a
20.000 en el Perú35. La diversidad por
área es enorme. Valencia et al (2004)
encontraron 1.104 especies entre
152.353 ejemplares de árboles en
apenas 25 hectáreas de selva baja
Los valles de la Selva Alta pueden ser muy aislados y por eso ecuatoriana. La mayoría solo tenía de 5 a
conservan muchas especies endémicas. 20 m de altura. Lo usual es encontrar de
200 a 300 especies de árboles por
hectárea. Wittmann et al (2006) registraron más de 900 especies de árboles resistentes a las
inundaciones en la varzea brasileña, lo que hace de ésta el ecosistema de bosque tropical
inundable más rico en especies del mundo. Uno de los lugares menos conocidos y ala vez más
biológicamente diverso de la Amazonia es la Selva Alta del sur del Perú y de Bolivia. En esa
región los endemismos son numerosos, habiéndose registrado hasta 2012 unas 800 especies
35
El bajo número para el Perú apenas indica que su flora es menos conocida, justificando invertir más en
investigación.
37
endémicas de animales y plantas (Swenson et, al 2012) de los que esos autores modelaron la
distribución geográfica de 435 plantas endémicas and y de 347 vertebrados endémicos.
Si se trata de animales, las cifras son igualmente impresionantes, como muestra el cuadro 2
que ostenta datos ya antiguos. Cada año se descubren numerosas especies nuevas. En ese
cuadro se observa que, como es lógico, la diversidad está correlacionada al tamaño de los
países y, por eso, el Brasil es el campeón mundial de la diversidad biológica combinando
número de especies y número de endemismos. Pero, en proporción al tamaño del país, la
diversidad biológica de Colombia y Perú, por tener mayor gradiente de altitudes, es mucho
mayor que la brasileña, inclusive superando ese enorme país en número de especies de aves
y mariposas. Otro elemento de distorsión es el volumen de investigación científica realizado
en cada país y que es conocidamente mucho mayor en Brasil y Colombia que en el Perú. La
investigación hace cambiar las cifras y, por ejemplo, es frecuente que el Perú esté delante de
la Colombia en número de aves por algunos años y luego, cuando se trabaja más en Colombia,
este país vuelve a superar al Perú. Los datos más recientes para el Brasil son 1.400 especies
de peces --y no más de 3.000, como se indica en el cuadro 3. En verdad, las investigaciones
recientes han reducido varias de las cifras mencionadas en ese cuadro. Eso ocurre porqué los
criterios adoptados parecen haber sido diferentes. Cuando se reportan esas cifras de
diversidad a una unidad de superficie las sorpresas son aún mayores. Ya son clásicas las
informaciones sobre la colecta de 42.000 especies de insectos en una sola hectárea
amazónica o de 800 ejemplares de 50 especies de hormigas en un solo metro cuadrado --
referencias citadas en Dourojeanni, 1990.
Obviamente la política nacional de cada uno de los paisas amazónicos es diferente y el trato
que cada uno da a los recursos naturales y al desarrollo regional varía bastante, aunque
ninguno se caracteriza por cuidarla de abusos desarrollistas. Aunque hay una tendencia a la
homogenización, especialmente siguiendo el patrón brasileño, también son diferentes las
leyes, la obediencia de la población a las mismas, la organización del territorio, las
instituciones y su capacidad, el conocimiento del área, etc.
umbilical que son los grandes ríos y por múltiples elementos compartidos. Brasil, en la parte
baja, debería estar sumamente preocupado por lo que hacen los países andinos en su porción
de la Amazonía pues su futuro depende en mucho de eso. Del mismo modo, las poblaciones
no se quedan dentro de sus límites formales. Estos nunca existieron para los indígenas, pero
tampoco existen o, más bien, no son respetados por los gambusinos brasileños (garimpeiros)
que ya invadieron todos los países vecinos ni por los agricultores pobres (caboclos) de ese
mismo país que invadieron Bolivia, Guayana Francesa y que ahora amenazan Guayana y
Surinam.
Pero, de otro lado, si es así ¿por qué los que van a vivir en la Amazonía, o sea los migrantes
andinos del Perú y Bolivia o los nordestinos y sureños del Brasil, eliminan totalmente esa
biodiversidad y la sustituyen por pocos cultivos y crianzas en general provenientes de otras
latitudes y longitudes? ¿Por qué los capitalistas que invierten en grandes haciendas
productoras de commodities en la Amazonía eliminan radicalmente cualquier vestigio de esa
biodiversidad tan preciosa? ¿Por qué los indígenas y los pobladores tradicionales son tan
pobres? ¿Será porque son tontos y no perciben lo que malgastan? ¿O será que alguien mintió,
exageró o no dijo toda la verdad?
Quizá no hubo mentira, pero es incuestionable que si hubo énfasis exagerado en hacer creer al
pueblo que la diversidad biológica vale su peso en oro sin más ni más. Olvidaron, en el proceso
de defender la naturaleza a través de su valorización, que para convertir un elemento de la
biodiversidad en dinero contante y sonante se debe, antes, invertir mucho dinero en estudiar,
imitar, reproducir, producir y luego, en promover el uso de ese elemento o de sus derivados.
Eso no es simple ni rápido ni barato y en general concluye con la expedición de una patente.
Eso es lo que hace, por ejemplo, el Instituto Nacional de Biodiversidad (Inbio) de Costa Rica37
y es, evidentemente, lo que han hecho todas las grandes empresas que usan recursos de la
36
Ver, por ejemplo, sendas declaraciones de ellos en la revista Veja (Sao Paulo) de 13 de octubre y 22 de
diciembre 2010.
37
El Inbio es un centro de investigación y gestión de la biodiversidad establecido en 1989 para apoyar los
esfuerzos para conocer la diversidad biológica del país y promover su uso sostenible. El instituto trabaja bajo
la premisa de que el mejor medio para conservar la biodiversidad es estudiarla, valorarla y aprovechar las
oportunidades que ésta ofrece para mejorar la calidad de la vida humana.
39
Un buen ejemplo peruano de esto es la historia del camu camu. La planta que no es exclusiva
al Perú era usada desde antaño en su forma silvestre para consumo humano y recientemente
pasó a ser usada en helados y jugos en las ciudades amazónicas. Cuando su valor como fuente
de vitamina C de alta calidad fue reconocido surgió la necesidad de domesticar la planta y
tornarla un cultivo con producción capaz de atender la demanda que era previsible. Eso
consumió tiempo e inversiones en experimentos de campo y laboratorios, así como trabajo de
agrónomos y químicos altamente calificados. Hay muchos casos similares con otras plantas
de la Amazonía, como la “uña de gato” y la “sangre de grado”. Otro ejemplo, más antiguo, es el
del caucho que era conocido y usado en toda América tropical en base de “sangrar” árboles en
el bosque natural. Pasó a ser realmente importante cuando una empresa descubrió el proceso
de la vulcanización y otra su uso para llantas y, más aún, cuando agrónomos ingleses la
domesticaron y climatizaron en Asia. En todos esos casos el valor intrínseco o teórico de la
especie, que pertenece a la biodiversidad amazónica, no fue suficiente para darle valor
económico significativo fuera del modesto consumo tradicional.
Claro que pueden hacer las cosas mejor. Podrían mantener parte del bosque, especialmente
donde este protege suelos y agua, pues haciéndolo garanten su propio futuro. Los agricultores
pobres podrían cultivar con más intensidad, usando un mínimo de la tecnología disponible,
para no desperdiciar tanta tierra con sus migraciones o rotaciones. Los ganaderos deberían
mantener muchas más cabezas de ganado bien cuidado sobre pastos mejorados, en lugar de
devastar inmensas áreas que casi no producen nada. Pero, aun haciendo lo que hacen, tan mal,
consiguen beneficios que no sabrían ni podrían sacar del bosque.
40
Poseer el bosque más diverso del mundo, frecuentemente con centenas de especies de árboles
por hectárea, es en la práctica una pesadilla pues ni se sabe para qué sirven muchas de ellas y
porqué, cuando una especie comienza a tener demanda, es casi imposible proveerla pues aun
haciendo el costoso esfuerzo de juntar todos los ejemplares en el bosque explotado no se
consigue el volumen suficiente para satisfacer esa demanda. Las complicaciones para hacer
manejo sostenible de esos bosques naturales son inmensas y casi sin solución pues el manejo
forestal debe ser económicamente viable, lo que en la actualidad no está garantizado por la
competición desleal de los que no cumplen la ley y por los precios actuales de la madera
tropical. Por eso, suele optarse por hacer plantaciones que, por ser monocultivos forestales,
rinden mucho más a menor costo, aunque la madera producida sea de menor valor y que se
gaste mucho en insumos.
Puede concluirse entonces que, en efecto, los científicos no dijeron toda la verdad cuando
propagaron el concepto de que la biodiversidad es una riqueza sin par de las naciones,
provocando que los gobiernos lanzaran sus diplomáticos y sus abogados a la lucha por sacar
la tajada más grande de la supuesta torta que resultó en la citada Convención sobre la
Diversidad Biológica cuya esencia, la
retribución justa a los pueblos que detentan y
conservan la valiosa biodiversidad, jamás fue
realmente aplicada. Además, para complicar
las cosas, son pocos los recursos de la
biodiversidad que son exclusivos a un pueblo o
a un país. Otra dimensión del mismo asunto
resultó en la expresión “biopirateria”, que
implica el robo del patrimonio genético de un
pueblo por otros, lo que se discute en el
Las aves reúnen una extraordinaria diversidad en la próximo capítulo.
Selva. Aún se descubren especies nuevas.
La biodiversidad es, pues, recurso potencial de la naturaleza, una oportunidad, que para ser
transformada en realidad tangible requiere del esfuerzo previo de científicos y tecnólogos y
frecuentemente de grandes inversiones. Es decir que no se trata de riquezas al alcance de la
mano de los agricultores tradicionales ni de los indígenas, salvo que exista una intermediación
que, lamentablemente, los estados nacionales no proporcionan y que es suplida por intereses
privados que, obviamente, lucran con eso.
¿Biopiratería?
38
Recientemente (agosto de 2011) se publicó, en portugués, el libro “O Ladrão do Fim do Mundo”, de Joe
Jackson, que relata este hecho, entre otras aventuras y desventuras de Wickham.
42
subtropical. Por eso es inconsistente que muchos brasileños insistan en citar el ejemplo del
caucho o jebe.
El jebe llevado del Brasil para Inglaterra solo adquirió valor cuando se le domesticó y cultivó
en los viveros ingleses de Asia y no tendría ningún valor si, previamente, Goodyear no
hubiese inventado la vulcanización. De otra parte, así como los brasileños reclaman que el
caucho les fue “robado” por los ingleses, los peruanos podrían reclamar lo mismo pues como
bien se sabe hay caucho en el Perú y, del mismo modo, deberían reclamar por el uso mundial
de la quinina que el Virrey Marqués de Cinchón popularizó. Pero también hay chinchona en la
vecina Bolivia. Los reclamos brasileños son aún más injustos por cuanto ellos han hecho y
continúan haciendo lo mismo con especies exclusivamente andinas, como la quinua, patatas,
ajíes diversos y chirimoya, entre tantas otras. La verdad es que muchos de los productos
“biopirateados” a partir de uno cualquier de los países amazónicos, que por eso protesta,
existen asimismo en todos o varios de los demás. ¿Cuál país y cuál grupo social tienen más
derecho sobre ello? Confuso ¿no? De otra parte, el extremismo en este tema lleva al absurdo
pues, si fuera el caso de reclamar “derechos” por las especies nativas, los sudamericanos
deberíamos pagar cupo por usar ganado bovino, ovino y porcino, así como por plátano, trigo,
cebada, mango, soya, arroz, todos los cítricos y otras docenas de animales y plantas útiles que
vinieron de otros continentes.
En el caso de la Amazonia, cuya diversidad biológica es proverbial, ésta es compartida por los
nueve países que la poseen. Existen si, algunas especies endémicas que, consecuentemente,
son exclusivas a una región o a un país, pero posiblemente más del 90% de la diversidad
biológica es común a dos o más países y, por lo tanto, es muy difícil que un país pueda
reclamar derecho exclusivo sobre una especie. Más aún, la diversidad biológica de los bosques
tropicales de América del Sur es compartida en gran parte con la de los bosques tropicales de
América Central. Para complicar las cosas entre los países amazónicos está la Francia, lugar de
donde proceden piratas muy famosos ¿Quién es, entonces, el legítimo dueño? La pequeña
Costa Rica, que avanzó mucho en el tema de patentes de biodiversidad, ya registró excipientes
de muchas especies que ocurren en la Amazonía. Para eso creó el Instituto Nacional de
Biodiversidad (Inbio) que colecta, identifica, estudia, analiza, registra y vende ese material. Y
para ello, ha invertido millones de dólares en gran parte en su importante sistema de
unidades de conservación. Este país es el único en América Latina que ha dado un ejemplo
coherente, además de leyes, discursos y planes que nunca se cumplen, de lo que significa la
diversidad biológica.
No se propone que la ley no deba ser cumplida, o que los científicos y los coleccionistas de
plantas y animales no deban ser controlados. Sin embargo, hay algo errado en leyes que
castigan duramente a un coleccionista de plantas o insectos pero que tolera la deforestación
de cientos de miles y hasta de millones de hectáreas de bosque por año y que autoriza la
explotación exhaustiva de especies amenazadas como la caoba. Cada hectárea de bosque
talado y quemado implica la muerte de millones de ejemplares de decenas de miles de
especies de plantas y animales que, sin duda, estarían mejor en un museo o en una colección
privada. Son miles las orquídeas raras que quedan en los árboles talados en las chacras que
esperan el paso del fuego ¿por qué no pueden ser colectadas e inclusive vendidas?39 Si las
colecciones de los aficionados hubiesen estado prohibidas, como ahora, los famosos Lineo y
Fabre entre muchos otros grandes entomólogos de la historia mundial no hubieran podido
39
Ver Dourojeanni, Marc 2017 ¿Qué se está haciendo para proteger a las orquídeas del Perú?
Actualidad Ambiental, Lima / Lunes 20 de Marzo, 2017 (http://www.actualidadambiental.pe/?p=43711)
43
legar sus maravillosos trabajos. Hoy, en el Brasil, los estudiantes de agronomía no pueden ni
hacer colección de los insectos que son plagas de la agricultura pues, en ese caso, corren el
riesgo de ser presos por una legislación absurda que no entienden ni los que la aplican.
Preciso es decir que en el caso brasileño el problema se complica por la existencia de una
grave imprecisión o confusión en la definición legal de fauna que se combina con una ley de
crímenes ambientales muy radical.
¿Cuánto mide la Amazonía del Perú? ¿Cuál es el tamaño de sus bosques? Es muy común
confundir los siguientes conceptos: (i) cuenca amazónica, (ii) bioma o dominio amazónico,
(iii) bosque amazónico y (iv) las definiciones políticas de Amazonia. Cada uno de esos
conceptos tiene criterios y dimensiones diferentes. Y tanto los criterios como las
dimensiones resultantes dependen de los autores o de las agencias que usan esa información
y por lo tanto lo que sale al público puede variar mucho.
El concepto de cuenca es, sin duda, el menos variable pues sus parámetros técnicos son
bastante claros.La cuenca amazónica como un todo mide unos 700 millones de hectáreas, de
los que su parte más plana está en el Brasil que posee 498 millones de hectáreas40. Esa
cuenca es originada por el río más caudaloso y más largo del mundo41. Es muy importante
recordar que Surinam, Guayana y Guayana Francesa, o sea 3 de los 9 países amazónicos42, no
son parte de la cuenca amazónica, aunque pueden ser considerados partes de su bioma o
dominio. En el Brasil coinciden, más o menos, la cuenca y el bioma, pero eso no es el caso en
los países andino-amazónicos. En el Perú la cuenca tiene unos 96 millones de hectáreas
(74% del territorio nacional) y una buena parte de ella se conoce como Sierra pues hasta
incluye nevados.
40
Pero la Amazonia Legal (delimitación política) que no es solamente cuenca Amazónica, posee 521.7
millones de hectáreas.
41
En 2010 la Sociedad Geográfica de Lima confirmó, a través de imágenes satelitales, que el río Amazonas
tiene su origen en la quebrada de Apacheta, provincia de Caylloma (Arequipa), a 5,000 m. de altura, por lo
cual pasaría a ser el río más largo del mundo (7,062 km), superando al Nilo por casi 400 kilómetros.
42
En términos estrictos, Venezuela tampoco es parte de la cuenca amazónica. Su inclusión es esencialmente
una determinación política.
43
Valga mencionar, por ejemplo, que muchos científicos consideran que el inmenso cerrado brasileño (una
sabana fuertemente arborizada) es en realidad bioma amazónico modificado por cambios climáticos pasados
y por el fuego. Para ellos existió un continuo entre la Amazonia y la Floresta Atlántica (Galindo y Camara,
2003). De hecho, hay formaciones de cerrado o sabanas dispersas dentro de la Amazonia brasileña y hasta en
el Perú (Pampas del Heath, arenas blancas de Iquitos). Por el otro extremo, hay científicos que consideran que
la Orinoquia y las selvas guyanesas (que no son parte de la cuenca amazónica) tampoco son parte del bioma
amazónico.
44
En el caso del Perú, el tamaño del bioma y del bosque debió coincidir antes de que
comenzara la deforestación masiva. Es probable, en efecto, que, históricamente fuera
bastante mayor, en especial en Cajamarca y Amazonas. La eliminación total del bosque
original y su mantenimiento sin permitir regeneración natural por décadas o siglos pueden
alterar tanto el bioma que nunca recupera su biota original transformándose, literalmente,
en otro bioma.
El concepto de Selva, como el de Selva Alta y Selva Baja, es definido políticamente. Aunque
está basado en criterios técnicos no existe una definición legal inamovible sobre lo que es la
Selva como región del Perú. Su tamaño oficial es una decisión sujeta al criterio de los
funcionarios y eso ha variado en los últimos 50 años, siendo usados 77,9 y 77,5 hasta los
años 1970 y 75,5 millones de hectáreas en los años 1980 y 1990. Más recientemente, en este
siglo, se pasó a usar apenas 72 millones de hectáreas. Hay pues una diferencia de hasta 5,9
millones de hectáreas entre las definiciones extremas.
2000) y 7,9 millones de hectáreas (para 2009)44 usando material con escalas que pasaron de
1/1.000.000 a 1/100.000 en las dos últimas --todas esas mediciones están citadas en
Minagri/Minam (2011). En 2011 ambos ministerios realizaron un nuevo esfuerzo conjunto y
llegaron a la conclusión que, en realidad, al 2000 no hubo unos 7 millones de hectáreas
deforestadas sino solamente 5,81 millones y que al 2011 la deforestación había llegado a
6.877.114 ha, es decir significativamente menos que lo que había sido estimado para 1990 y
para el 2000. Es apenas a partir de 2001 que la deforestación se mide anualmente, con
precisión cada vez mayor y con resultados menos discutibles.
El resultado proporcionado por Minagri/Minam (2011), salvo que todas las mediciones
previas fueron groseramente exageradas, significaría que prácticamente no hubo
deforestación durante por lo menos 10 años, lo que es inverosímil. Hay varias hipótesis para
explicar esa incongruencia: (i) las mediciones de Malleux (1975), Una/Cepid (1979),
Reátegui (1990), Portuguez y Huerta (2000) y otras estaban todas erradas; (ii) las
metodologías y el material usado --tipo, escala-- fueron diferentes y ofrecen resultados no
comparables; (iii) los criterios usados para definir bosque fueron diferentes; (iv) el objetivo
de los ejercicios fue distinto y; (v) la expresión de los resultados es diferente. Otro elemento
a mencionar es referido al tamaño de la Selva que se escoja en cada caso.
44
http://geobosques.minam.gob.pe/geobosque/view/descargas.php
46
La explicación más probable está en el objetivo del ejercicio de Minagri/Minam (2011). Ese
estudio fue hecho para cumplir las obligaciones asumidas en torno al Protocolo de Kioto y la
implementación del programa REDD+, es decir que su finalidad era demostrar cuánto
bosque hay en el Perú. Los anteriores pretendían demostrar la situación del bosque y el
avance de la deforestación. Por eso, en los últimos estudios, se usó la definición de bosque
más favorable a mostrar “más bosque” y se incluyeron los bosques secundarios o purmas
que, técnicamente son bosques y que además fijan carbono, pero que esconden la
deforestación pasada. Es verdad que los bosques cortados pueden volver a crecer pero no
son iguales a los originales. ¿Deben ser considerados? La respuesta es que eso depende de la
finalidad. Pero en términos ecológicos un bosque secundario no equivale a uno original en
términos de servicios ambientales y de diversidad biológica. Tampoco deberían incluirse
como bosques los paisajes mixtos en que pequeñas chacras, a veces llamadas de promiscuas
pues incluyen diversas especies inclusive arbóreas, o bosques ostensiblemente degradados
que se mezclan con chacras y que se contabilizan todo junto como bosques. Asimismo, no
deberían ser consideradas las plantaciones perennes, sean agrícolas, como la palma o los
cítricos y paltos, sean forestales nativos o exóticos ni tampoco las áreas de agroforestería,
como el café bajo sombre. Se argumenta, asimismo, que el narcoterrorismo frenó la
deforestación en los años 1980 y 1990 y que durante los años peores de la guerra muchas
chacras fueron abandonadas y que el bosque recuperó terreno y que, por eso, ahora “hay
más bosque” que en el pasado. Hay que incluir en la discusión, asimismo, la superficie
cubierta por ríos y lagos que se ha calculado alcanza de 1,4 a 1,7 millones de hectáreas, según
las fuentes.
Finalmente, cuánto “menor” sea la Selva proporcionalmente mayor es la pérdida del bosque.
Pero, si la parte deforestada no es más considerada Selva, simplemente se esconde la
verdadera deforestación. Usar en los documentos una Selva con apenas 72 millones de
hectáreas disimularía una pérdida de bosques de casi 6 millones de hectáreas con relación a
las medidas iniciales. Es interesante anotar que el gobierno indica que la superficie de bosque
húmedo amazónico remaneciente al 2016 era de 68.733.265 ha45 pero la referencia no indica
a qué superficie de la Selva o del bosque amazónico se refiere. Si se habla de 72 millones de
hectáreas entonces se habría deforestado un acumulado de apenas unos 3 millones de
hectáreas. Si se habla de 77,5 millones de hectáreas, la deforestación acumulada sería,
teóricamente, de 8,5 millones de hectáreas.
Es decir que es imposible dar una cifra que sea aceptable por todos sobre el área boscosa
deforestada en la Amazonia peruana, pero la menos confiable de todas es la oficial.
Tratándose de deforestación, el Perú y sus gobiernos no han sido ajenos a modelar la realidad
a conveniencia propia, escondiendo problemas graves que ya amenazan la calidad de la vida
de los pobladores amazónicos. Quizá por eso las informaciones más recientes del Ministerio
del Ambiente evitan mencionar la deforestación total y apenas ofrecen mapas coloridos, a
veces con valores correspondientes a determinados periodos, pero sin traducirlos en valores
45
https://www.serfor.gob.pe/wp-content/uploads/2017/09/Presentacion.pdf
47
A pesar del resultado del estimado de Minagri/Minam (2011) y de otros publicados después,
el propio gobierno suele utilizar la figura de que al año 2000 ya se habían deforestado unos 7
millones de hectáreas. Habida cuenta que la deforestación entre 2001 y 2017 aumentó en 2.1
millones de hectáreas (cuadro 5), lo que no es discutible, la deforestación total actual sumaría
9,1 millones de hectáreas o sea 12,6% de la Selva de 72 millones de hectáreas. Si se usara la
versión Minagri/Minam (2011) sólo se habría deforestado unos 8,5 millones de hectáreas o
11,8% de la Selva.
En resumen, las versiones oficiales estiman que se ha perdido entre 11,8 y 12,6% de los
bosques amazónicos peruanos. Pero, si se considera improbable que no hubiese
prácticamente ninguna deforestación entre 1990 y el 2000 y que es probable que parte del
bioma amazónico transformado por la agricultura fuese “retirado” de la Selva en la versión de
una Selva de apenas 72 millones de hectáreas, no hay duda de que la deforestación acumulada
real es mucho mayor. En un informe de la Defensoría del Pueblo (2010) se dice textualmente
que “el 53% del Perú está cubierto por bosques naturales, cerca de 68 millones de hectáreas,
de las cuales el 91% se encuentra en la Amazonía”, lo que implica que el Selva había, en 2010,
sólo 61,9 millones de hectáreas de bosque natural y no 68,7 como dice el documento
Minagri/Minam (2011). La información de la Defensoría del Pueblo procede del Minagri. Por
eso, lo más probable es que conservadoramente ya se perdiera el 18% de los bosques
naturales amazónicos originales. Coincidentemente, este último es el porcentaje de pérdida de
bosques amazónicos más comúnmente mencionado por científicos independientes para toda
la Amazonía47.
Este criterio era obviamente de uso común entre los forestales y ambientalistas, pero también
era defendido por expertos en suelos tropicales como José del Carmen Muro (Muro, 1973) o
Carlos Zamora de la Onern (Zamora, 1971). Dicho sea de paso, la Onern que era responsable
por las sucesivas aproximaciones de esa clasificación estaba integrada principalmente por
ingenieros civiles y agrónomos, por lo tanto, imparciales o, eventualmente, más favorables a la
agricultura que a la conservación. Pero desde esa época ya había expertos tropicales como el
brasileño Paulo Alvim (Alvim, 1972), un fanático de la ocupación amazónica irrestricta, que
alegaban que no existían tales restricciones. Aunque Alvim tenía poca simpatía por los temas
46
http://www.minam.gob.pe/wp-content/uploads/2015/11/ Mapa_Cobertura_Vegetal_Mayo2015.pdf
47
Thomas Lovejoy, por ejemplo.
48
ambientales ese no era el caso de otros expertos que decían lo mismo, como Nelson (1975),
Sánchez (1979) o Villachica (1981). Estos, aunque no se podía dudar de su interés por el
ambiente, venían sosteniendo que en verdad una enorme porción (hasta el 77%) de la
Amazonía peruana y de la Amazonía en general, podría ser ocupada por la agricultura
intensiva sin mayor problema si se aplicaban las técnicas adecuadas.
De hecho, los porcentajes de tierras aptas para usos agropecuarios definidos por la FAO y por
otras organizaciones agronómicas que ya habían aumentado un poco entre los años 1970 y
1980, fueron aumentando más rápidamente con cada revisión, en base a la aplicación de
nuevos criterios empujados por el propósito de expandir la ocupación de la región o, si se
prefiere de colonizarla y en parte gracias a nuevas variables económicas y tecnológicas. En la
actualidad, aunque obviamente se sigue haciendo estudios de suelos ellos no pretenden más
clasificarlos por capacidad de uso mayor y si, apenas, conocer sus deficiencias para poderlas
corregir. El Reglamento de Clasificación de Tierras por Capacidad de Uso Mayor, decurrente
de la Ley Forestal y de Fauna de 1975, aunque vigente en una versión de los años 1980, en la
práctica cayó en desuso48 y ahora es más comúnmente aplicado como una de las herramientas
para el zoneamiento ecológico-económico que el Instituto de Investigación de la Amazonia
Peruana (IIAP) y algunos departamentos llevan a cabo. Lo único que continúa siendo
contemplado es, en teoría, la cuestión topográfica, asumiéndose que las tierras en pendientes
pronunciadas no deben ser cultivadas. Como bien se sabe, esto tampoco se cumple.
48
Sin embargo, la nueva Ley Forestal (Ley 29763 de julio de 2011) ratifica su uso (artículo 38) para
determinar cambios de uso de la tierra.
49
Terminó para los profesionales el agro. Pero muchos ambientalistas, a pesar de las evidencias, continúan
argumentando tercamente que esos suelos son improductivos, no entendiendo que aunque eso sea
ecológicamente una verdad en los tiempos actuales eso no es óbice para su uso productivo.
49
Es penoso ver que muchos aún usan el argumento de que la Amazonía es el “pulmón del
mundo” para justificar la defensa de los bosques amazónicos, haciendo un magro servicio a
esa causa. Hace décadas que esa idea, que por cierto es llamativa, ha sido científicamente
descartada. Los bosques amazónicos, como otros, brindan numerosos servicios ambientales
esenciales, como por ejemplo el de fijar carbono, pero no son productores netos de oxígeno.
Además, hasta la figura usada en este caso es inadecuada pues los pulmones no emiten
oxígeno para fuera del cuerpo al que sirven. En verdad, los pulmones de un ser compiten por
el oxígeno contra los pulmones de los demás seres pulmonados. Captan el oxígeno del aire y lo
ponen a disposición de las células del cuerpo o del ser al que pertenecen que en este caso
serían, figurativamente, las propias plantas que conforman el bosque amazónico.
Pero, evidentemente, la cuestión no es tan categórica. Hay que llevar en cuenta la relación
entre productividad primaria y biomasa. En estadios iniciales de la sucesión ecológica
(purmas, por ejemplo) hay un rápido aumento de la biomasa y consecuentemente hay fijación
de carbono y mayor emisión de oxígeno y esto, además, varia del día a la noche. Ya en
50
bosques maduros, que no crecen o que crecen muy poco apenas sustituyendo lo que pierden,
la situación es más equilibrada. El excedente de oxigeno total que eventualmente existe entre
árboles o bosques jóvenes y árboles o bosques maduros es consumido por el proceso de
putrefacción de lo que muere y, al final, un bosque como el amazónico tiene esos gases
(oxígeno y dióxido de carbono) en equilibrio. Evidentemente, esos gases también están
afectados por otros ciclos bio-geoquímicos además del mencionado, que sin embargo es el
principal.
Escuchar, por décadas, que el Perú es un “país forestal” cuando, en ningún momento, el
bosque ha generado, incluyendo productos diferentes a la madera, algo más que un
modestísimo aporte a la economía nacional termina aburriendo. El uso de superlativos para
hablar del recurso maderero peruano ha sido constante durante seis décadas y continúa en
boga.
Cifras extraordinarias, como las usadas en los años 1970 (David, 1971; Bueno, 1973), a las que
en aquella época el autor también se
sumó, se revelaron meras fantasías. En
efecto, según ellas apenas el incremento
anual de los hasta 11.100 millones de
metros cúbicos de madera rolliza
contenidos en el bosque amazónico
explotable debería abastecer el 25% de la
demanda mundial de aquel entonces y
rendir sostenidamente unos 30.000
millones de dólares anuales. Eso
equivaldría al 24% del PBI del Perú de la
actualidad. Pero, como ya fue
mencionado, contrariamente a eso el Perú
La explotación de bosques naturales en el Perú jamás
produjo en 2009 apenas 7,8 millones de produjo más del 1% del PBI nacional, incumpliendo todas
metros cúbicos de madera de los que 7,0 sus promesas.
millones eran leña50 e importó tres veces
más productos de madera que los que exportó. Esto se repitió en 2015 (cuadro 6) sin grandes
variantes. El sector forestal como un todo, incluyendo productos no maderables y fauna,
nunca aportó siquiera 1% al PBI51.
Verdaderos países forestales son aquellos en que el sector forestal aporta de modo sustantivo
a la economía nacional, como Finlandia. En ese país el sector forestal explota sosteniblemente
unos 26 millones de hectáreas de bosques naturales, lo que es bastante pero menos que las
disponibles en el Perú, cubriendo una amplia gama de actividades que emplea
permanentemente a alrededor de 90.000 personas. En 2006 contribuyó con un 21% a la
producción industrial, correspondiendo un 5,2% a la industria maderera y el resto a la de
50
Tan solo ese dato implica una situación vergonzosa. Ese nivel de “producción” de leña, en realidad
consumo de leña, es indicador de atraso social y forestal. Esa extracción se hace en bosques degradados en
cuencas protectoras o en zonas sometidas a procesos de desertificación rápida.
51
Estimados recientes usando artificios especulativos indican que este aporte puede llegar al 2,7% teniendo
en cuenta que el sector forestal está vinculado a otras actividades económicas que son parte del PBI. Si se
aplicaran los mismos criterios en otros países todos tendrían un aumento proporcional considerable.
51
¿Qué pasó? ¿Será que los expertos de la época se equivocaron tan burdamente como para
generar un error así de grande? La respuesta es evidentemente que si se equivocaron. La
prueba del error de ese pronóstico está a la vista. Lo curioso es que el tal “potencial forestal”,
aunque puramente teórico, realmente existía. Pero demasiadas veces fue presentado aislado
de una realidad omnipresente. De hecho, aquellos expertos condicionaron la materialización
de ese potencial a una serie de situaciones que jamás se dieron en el Perú y de medidas que
nunca se tomaron. Pero, mirando retrospectivamente, ellos también debieron llevar en cuenta
la inviabilidad de sus propuestas cuando hicieron sus especulaciones un tanto simplistas.
El problema es que el Perú no es Finlandia. En el Perú, como en cualquier país tropical y por
ende subdesarrollado --en vías de desarrollo o menos desarrollado, como se prefiera-- falta
algo esencial que sobra en Finlandia. Esto es, en primer lugar, civilismo y respeto de la ley o,
un mínimo de disciplina social y de coherencia política. En efecto, si las sucesivas leyes
forestales peruanas, todas ellas hechas en procura del manejo forestal sostenible que debería
cumplir las promesas del sector, hubiesen sido medianamente aplicadas, el Perú quizá no
sería una Finlandia, pero sería por lo menos un Chile.
Muchos dirán que la diferencia entre el Perú y Finlandia, en términos de desarrollo forestal,
reproduce sus realidades ecológicas tan diferentes y que, contradiciendo la opinión popular y
la de muchos científicos, los biológicamente bien más simples bosques finlandeses son en
52
realidad más ricos. Es verdad que la ecología de los bosques amazónicos peruanos es
infinitamente más compleja que la de los bosques nórdicos y que, llevando esto en cuenta
inclusive en el caso de que los problemas anteriores estuvieran atendidos, el éxito no sería tan
grande o sería alcanzado más lentamente. Hay algo de verdad en ese punto de vista. No hay
duda de que no es igual explotar sosteniblemente un bosque homogéneo, con poquísimas
especies bien conocidas y con mercado asegurado desde hace siglos que explotar un bosque
con dos o más miles de especies en su mayoría desconocidas y sin mercado establecido. Pero
los expertos de los años 1960 y 1970 ya conocían las técnicas aplicables para producir madera
sosteniblemente en el contexto amazónico. Tenían respuesta para cada uno de los problemas
técnicos y económicos que plantea la diversidad biológica y no hay duda de que su visión
podría dar el resultado esperado si hubiese un contexto socioeconómico y político más
favorable. Pero eso es lo que no existía ni existe y, a este punto, hasta cabe dudar de si existirá
algún día.
Los planes de manejo actuales, que se hacen en base a la legislación, son hechos apenas para
cumplir con las normas. Inclusive cuando son de calidad aceptable, los empresarios en general
no los aplican y, en cambio, hacen literalmente lo que les da la gana. Por ejemplo, es bien
conocido que muchos aprovechan cualquier descuido para comprar o robar madera de tierras
indígenas, áreas protegidas y si es posible también de la concesión del vecino y porque no del
país vecino. Pero la mayoría de los extractores madereros del Perú, como bien se sabe, ni se
preocupan en disimular su absoluta ilegalidad pues los organismos encargados de su
fiscalización no tienen los medios para hacer inspecciones serias de la explotación52.
El manejo de los bosques naturales en América Latina ha sido, en efecto, una gran ilusión.
Hasta 1960, prácticamente no existía ningún ejemplo de manejo forestal digno de ese nombre
en toda la región, con excepción, quizá, del practicado antaño y en pequeña escala por
forestales holandeses en el Surinam y americanos en Puerto Rico. Veinte años después la
situación era aún peor debido a que esfuerzos que parecían prometedores ya habían sido
abandonados. El manejo forestal fue intentado muchas veces, aunque siempre en escala tan
modesta que, sumando 40 años de tentativas de hacerlo realidad, no se alcanzó a manejar ni
el 0,1% del área de los bosques naturales de América Latina53. Es verdad que varios de esos
ensayos de manejo parecieron exitosos durante corto tiempo. Pero todos fallaron o fueron
abortados después de una o dos décadas, como máximo y, en general, esos bosques fueron
52
La legislación actual encarga esa función al Serfor y, en el caso de las concesiones, principalmente al
Osinfor (Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre).
53
Hasta ese porcentaje es altamente discutible. La ITTO y la FAO, que proporcionan ese tipo de
informaciones lo hacen sobre la base de la información gubernamental que es, casi siempre, mentirosa. Estos
se basan en el número y tamaño de las concesiones con planes de manejo aprobados, lo que no significa que
en la práctica sean aplicados.
53
De otra parte, la revisión de los planos de manejo de los bosques aparentemente manejados
revela enormes deficiencias que determinarían, si fueran aplicados, que la explotación no
sería sustentable, inclusive en los casos
donde, en teoría, existe certificación
forestal. El principal problema de esos
planos es que, cuando en ellos se
determina la rotación, se la escoge
irrealistamente corta, en general de
apenas 20 años, lo que no garante la
regeneración del bosque --como mínimo
las rotaciones deberían ser de 40 años55.
De otra parte, en general no existe un
planeamiento previo de los lotes o
tramos de corta anual y de las
respectivas vías de extracción. Los lotes Transporte de trozas por balsas en el río Yavarí. Gran parte
sale del Perú y va al Brasil (Milano).
son escogidos coyunturalmente, en
función de la facilidad de extracción o de la existencia de volúmenes mayores de madera
noble. Es común observar en esos planos que los lotes anuales son todos de igual tamaño,
ignorando el hecho de que el volumen y la calidad de la madera no tienen distribución
uniforme en el bosque, pues como bien se sabe eso depende de diversos factores, entre ellos la
topografía, la hidrografía y la calidad de los suelos. Eso revela, además, que los planos de
manejo no corresponden al objetivo de proveer a la industria con volúmenes por especie que
sean regulares año tras año, lo que debería ser uno de los objetivos primarios del manejo. Las
técnicas silviculturales adoptadas en esos planos de manejo son apenas formalidades, como
en el caso del tradicional enriquecimiento en fajas en el sotobosque, lo que ya se sabe de
sobra que no funciona. La certificación forestal generalmente se orienta apenas a que la
extracción sea de menor impacto ecológico y a que las condiciones sociales de la extracción
sean elevadas, lo que está bien, pero es insuficiente.
54
Dourojeanni, M. J. 2017 Bosques nacionales en el Perú: De importantes centros de investigación a zonas
deforestadas Actualidad Ambiental, SPDA, Lima, / Lunes 30 de Enero, 2017
(http://www.actualidadambiental.pe/?p=42935)
55
El manejo forestal de bosques tropicales mejor logrado en el mundo se dio en Malasia, donde forestales
británicos establecieron una rotación de más de 70 años, la cual ha sido respetada después de la independencia
de ese país.
54
Es así como se ha gastado mucho dinero en inventarios forestales que nunca fueron aplicados
para fines de manejo y como tantas iniciativas serias se han perdido. A nivel de concesión
forestal o, en pocos casos, de propiedad destinada a uso forestal, uno de los problemas más
sentidos, como mencionado, es el de las invasiones por agricultores en procura de tierras para
sus cultivos y la de madereros ilegales. Los primeros penetran en los cuarteles o tramos que
ya fueron explotados y que, en consecuencia, tienen caminos de acceso y simplemente
derrumban y queman el bosque que está en regeneración y recuperación de su volumen
maderable. La policía, cuando accionada por los concesionarios siempre se omite a proceder a
retirar esos invasores alegando que eso requiere órdenes judiciales o disposiciones de la
superioridad que nunca llegan a tiempo. Además, los invasores raramente están solos o
desorganizados, contando con el apoyo de políticos locales y de partidos políticos siempre en
procura de crear conflictos sociales de los que ellos pueden tirar provecho. Los madereros
ilegales pueden entrar en los cuarteles explotados, donde ayudan a los colonos a retirar lo que
queda de madera explotable o se anticipan a invadir los cuarteles que deben ser explotados
años después por la empresa concesionaria.
En 2007, como tantas otras veces, se informó que madereros peruanos habían invadido otra
vez el territorio brasilero y que la intervención oportuna de las autoridades de ese país había
detenido la acción ilegal, inclusive capturando a algunos de los operarios. Está vez el caso
llamó la atención por el hecho de que los medios usados por los invasores eran considerables.
Unos días después se supo que los equipos pertenecían a una empresa de gran porte, que
operaba dentro de la más completa legalidad, con concesión forestal y plan de manejo
aprobado por el Inrena y que, aún más, contaba con la más preciada certificación forestal
internacional, respaldada por el Forest Stewardship Council (FSC), lo que le da acceso a
55
mercados de madera muy privilegiados. Entonces ¿cómo es posible que una empresa de este
nivel estuviese robando madera del país vecino?
La certificación forestal, también conocida como “sello verde”, es una ingeniosa iniciativa de
los años 1980 y desarrollada en los años 1990, para respaldar la utopía del manejo forestal
sustentable, especialmente en los bosques tropicales, donde está práctica a sido raramente
aplicada. Como bien se sabe, muchos piensan que el uso sustentable de los bosques es la única
posibilidad de mantener sus beneficios para las generaciones futuras, púes “en el caso de no
ser utilizados, no tienen valor para la sociedad” y, consecuentemente, serían destruidos y
sustituidos por actividades agropecuarias. Esa teoría es la base de la legislación forestal de
casi todos los países tropicales del mundo. De hecho, ella está funcionando bien en los países
desarrollados, de climas templados y fríos. Pero hasta ahora nunca funcionó en países en
proceso de desarrollo. En este contexto, la certificación forestal debería ser una herramienta
para fomentar la implantación de los mecanismos legales que ordenan practicar manejo
forestal sustentable, o sea, aplicar planes de manejo de largo plazo que garanticen la
generación de bienes y servicios ambientales del bosque.
56
La más conocida, en los trópicos, es la desarrollada por la OIMT (ITTO)
57
de Madera Tropical (OIMT) han promovido, durante los últimos 15 años o más, la aplicación
de criterios e indicadores de sostenibilidad como una forma de garantizar el uso sostenible y
la conservación del bosque. Esos esfuerzos son traducidos especialmente en financiamientos
multinacionales o donaciones bilaterales para países tropicales en África y en Asia. Con estos
recursos se está probando la aplicabilidad de los criterios e indicadores y se está analizando
cómo transformarlos en normas de aplicación obligatoria. La conclusión general es que la
aplicación de criterios e indicadores es deseable, pero que falta mucho camino por recorrer
para que eso sea realidad. Prácticamente en todos los países tropicales se estima que los
criterios e indicadores requieren adaptaciones nacionales y regionales y que, de cualquier
forma, ella depende de reformas legales y, en especial, del equipamiento de las
administraciones forestales de los países tropicales que, en la actualidad, incluso son
incapaces de supervisar al mínimo la legalidad del origen de la madera.
Como bien se sabe ninguna nueva legislación forestal ha conseguido que la explotación
forestal tropical sea legal ni evitar que sea social, económica y ecológicamente dañosa. Tanto
es así que, que pocas semanas atrás, el delegado de un importante país maderero de África,
participante de un evento regional, simplificó el asunto de la aplicación de los criterios e
indicadores en su país diciendo: ¿cómo podemos evaluar algo que no existe? Refiriéndose,
evidentemente al manejo forestal. El responsable de un proyecto de investigación sobre la
aplicación de criterios e indicadores de la Amazonía brasilera explicó, en otro evento regional,
que su mayor dificultad fue encontrar a una empresa que tenga un plan de manejo razonable
que fuera asimismo razonablemente aplicado y que mantuviera alguna estadística mínima de
sus intervenciones en el bosque. Es con efecto, imposible pretender evaluar o medir
sofisticados indicadores de sostenibilidad, donde ni siquiera se aplica un plan de manejo. O
sea, la distancia entre la elogiable intención de los promotores de la aplicación de los criterios
e indicadores y la realidad es proporcionalmente grande.
Por otra parte, aplicar seriamente un plan de manejo, en un bosque natural tropical húmedo,
es muy caro. Son muchas y diversas las inversiones necesarias en estudios, equipamientos,
infraestructura y entrenamiento. Certificar la calidad de manejo también es caro. Pero es
imposible pretender que los criterios e indicadores y la certificación forestal resuelvan lo que
ninguna ley, reglamentos, administraciones forestales de los países tropicales consiguieron
después de 50 años de muchos intentos frustrado. El problema es de orden o mejor dicho, de
desorden social. No es un problema técnico, ni en esencia económico, pues la explotación
forestal sustentable puede perfectamente dar lucro.
Por todo eso, la única posibilidad de conseguir manejo forestal de verdad en los trópicos es un
cambio de actitud drástica en la población y de sus gobernantes con relación al sector forestal,
creando las condiciones para que, por lo menos la mayoría de las empresas, cooperativas, o
comunidades que explotan el bosque no puedan escapar de la legislación. O sea, hacer que se
apliquen efectivamente planes de manejo bien hechos. En este caso existiría menor
probabilidad de que malos empresarios usen la certificación apenas para engañar y ganar
más, y por otra parte las certificaciones independientes serían realmente una forma por la
cual estás empresas sobresalgan. Sería un mundo ideal. Lo triste es que, como van las cosas,
cuando la sociedad despierte, la situación de los bosques naturales estará tan arruinada que,
probablemente, lo poco que subsista tendrá que ser preservado como oro en polvo.
Como se verá en el capítulo VI, el autor aún tiene la esperanza de que se pueda manejar
correcta y rentablemente una parte del bosque amazónico peruano. Pero lograrlo implica un
cambio radical.
Internacionalización de la Amazonía
Uno de los temas más recurrentes con relación a la Amazonía es la idea de que las grandes
potencias, además de “robar” sus recursos tienen el propósito de adueñarse físicamente de
ella o por lo menos, de internacionalizarla. Lo cierto es que, cuando analizados los textos que
alegan esas amenazas, solo cabe concluir que se trata en el mejor de los casos de malos
entendidos o de colocaciones fuera de contexto y, en general, de mentiras perpetradas con la
peor de las intenciones pero que muchas veces son aceptadas por un público desinformado.
De hecho el 72 % de los civiles y 83% de los militares brasileños creen que ese es un riesgo
real57. Por eso, esa clase de ideas han hecho mucho daño a la Amazonia, obstaculizando los
financiamientos que serían beneficiosos y facilitando, en cambio, los más perversos;
dificultando la investigación científica y generando una xenofobia que no ayuda a nadie.
Varios países, en especial el Brasil, por iniciativa de oscuros legisladores amazónicos han
adoptado textos legales discriminatorios y perniciosos contra investigadores foráneos,
organizaciones no gubernamentales e inversionistas.
Es verdad que el primer estallido de explotación abusiva de la Amazonia fue generado por la
necesidad de los países ricos de disponer de caucho para sus recién inventados automóviles y,
a partir de entonces, la explotación de varios de los recursos de la región sirvió, en efecto, para
alimentar la demanda externa. Pero, de una parte, esas explotaciones fueron planeadas y
ejecutadas esencialmente por nacionales de los países amazónicos, como el peruano Arana o
el boliviano Suárez, o fueron desarrolladas a convite de estos. También es verdad que muchas
empresas de países desarrollados propusieron a los gobiernos amazónicos usar grandes
concesiones para hacer agricultura o desarrollar otras actividades. Como es natural en unos
casos fueron aceptadas y en otras rechazadas. Pero frecuentemente esas propuestas fueron
hechas a convite o con aceptación entusiasta de gobiernos como el peruano, en el caso de Le
Tourneau y de la Peruvian Corporation58 o como el brasileño, cuando a acogió la idea de la
Ford en Fordlandia. En otros casos los gobiernos no aceptaron las proposiciones o fueron
presionados a no hacerlo por actores nacionales, como podría haber sido el caso con las
propuestas de la Amazon Corporation of Delaware y de la The Canadian Amazon Corporation
Co. en el Brasil.
57
Datos citados en la revista Veja (São Paulo) de mayo de 2008
58
En este caso la concesión fue parte del pago de una deuda pública decurrente de la Guerra con Chile.
59
Cualquier análisis ecuánime de esas “pruebas” las descalifica como tales. Es obvio que muchos
en el mundo, como en los propios países amazónicos vieron en la Amazonía un espacio vacío
al que se podía aprovechar para resolver sus problemas de “excesos” de población indeseada.
Fueron los propios gobiernos de Perú y Brasil que abrieron sus puertas a millares de
inmigrantes europeos y japoneses precisamente buscando ocupar la Amazonia ¿Qué tiene de
errado proponer discutir la inmigración de 200.000 palestinos? Tampoco espanta que
instituciones extranjeras de tipo intelectual propusieran hacer grandes lagos en la Amazonía.
El Presidente Fernando Belaúnde del Perú y más reciente la muy sudamericana Iniciativa de
60
Cada dos o tres años, desde hace más de una década, reaparecen en la prensa las mismas
páginas de un falso libro de educación secundaria de EEUU en el que se muestra la Amazonia
como territorio “internacional” y se hacen comentarios poco elogiosos al Brasil. Aunque la
falsedad de ese escrito es obvia a simple vista pues entre otras pruebas está redactado en un
inglés lamentable, cada aparición hace resurgir las protestas de los políticos y la Internet se
llena de comentarios de patriotas indignados. Es evidente que el tal escrito fue escrito por un
brasileño, para burlarse de sus conciudadanos o para dar argumentos a la izquierda
nacionalista vociferante.59
A eso se suma cada vez más el interés de financistas y ambientalistas por comprar tierras en
esa región en el intuito de preservarlas contra la deforestación y esperar a que su valor
ambiental aumente. En esa línea se inserta el supuesto descubrimiento de un esquema de
compra de tierras por el empresario sueco Johan Eliasch, un consejero del ex-premier
británico Gordon Brown. El escándalo que eso provocó generó una investigación federal
brasileña que, finalmente, reveló que el mecenas-ambiental apenas había conseguido adquirir
unas 120,000 ha, o sea nada para espantar. Pero Eliasch, que es fundador de la ONG Cool
Earth, habría declarado que se podría comprar todo el bosque amazónico por unos 50 mil
millones de dólares incentivando otros empresarios a hacer donaciones para la compra de
tierra60. Lo que demuestra la irracionalidad de las protestas es que misma idea había sido
promovida desde más de una década antes por el banquero e ambientalista brasileño John
Forgach, uno de los fundadores del Banco Axial S.A. de São Paulo, del A2R Fund Management y
de Equator. Él argumentaba que la mejor forma de que el dinero no pierda valor era
invirtiéndolo en la compra de bosques amazónicos que, conservados, “valdrían más que
diamantes en un futuro no lejano”. Forgach ganó múltiples premios por esa iniciativa y, por
ser él mismo más o menos brasileño, no levantó ninguna suspicacia evidente ni es citado por
los xenófobos como uno de tantos invasores imperialistas. Aunque la intención de los que
hablan o actúan de esas formas no es necesariamente negativa, perjudicial ni errada, hay que
59
La última aparición de esta “revelación” fue en agosto de 2010 y, en esta oportunidad, fue desmentida por
el diplomático y profesor brasileño Paulo R. de Almeida quien afirmó en varios diarios que su origen era
brasileño y no estadounidense. Esto ya había sido desmentido en el año 2000, por el entonces embajador de
EE. UU. en el Brasil, Anthony Harrington.
60
Dicho sea de paso, el autor de este libro había hecho una propuesta muy similar, aunque en una escala
modesta y que pasó desapercibida, en el artículo “Condominio natural: una nueva estrategia para establecer
reservas naturales privadas” (Dourojeanni, 1995).
61
reconocer que es natural que los nacionalistas y ultranacionalistas se rebelen ante el hecho de
que extranjeros compren tierra de sus países para “congelar su uso”, excluyéndolos del
proceso. Es obvio que ese tipo de acción de salvamiento de la Amazonia debe tener un límite y
una asociación con las entidades responsables por la conservación de la naturaleza en el país.
Pero, de otra parte, esas iniciativas, aunque muy publicitadas, no prosperaron mucho, como
bien se sabe.
61
Una de las más recientes y divulgadas fue la del senador brasileño Cristovao Buarque
(https://www.veoverde.com/2012/09/chico-buarque-responde-a-ee-uu-sobre-la-internacionalizacion-del-
amazonas/)
62
Ver, por ejemplo, los artículos “Amazônia: conservação ou colonialismo” (em Amazônia, 30 de julio de
2007) y “Governo age para barrar ONGs estrangeiras na Amazônia, diz Tuma Jr.” (en Ambiente Brasil, 11
de marzo de 2009). Pero hay centenas de notas periodísticas sobre el asunto.
62
avalancha de agricultores y madereros que llegaba a ese territorio de todas partes del Brasil y
que se instalaba anárquicamente, deforestando donde no debían e invadiendo tierras
indígenas y áreas recién protegidas.
El resultado fue de corto plazo. En Mato Grosso simplemente nunca fue siquiera considerado
y, en Rondonia, después de poco más de una década terminó en nada cuando cambió el
gobierno estatal y el Banco Mundial relajó su presión. Eso, pese a haber sido cuidadosamente
planeado, aprobado con consulta popular y refrendado por la Asamblea Legislativa. Antes de
terminar la década de 1980 nada de lo establecido por la zonificación se había cumplido,
excepto las áreas protegidas y las tierras indígenas que dependían de la autoridad federal y
también, por algún tiempo, las áreas protegidas estatales. El golpe de gracia a éstas últimas
fue dado en 2010, cuando Rondonia extinguió 7 unidades de conservación estatales, que
cubrían 973.000 hectáreas, a las que, cuidadosamente, el gobierno había permitido que sean
invadidas. Previamente ya habían eliminado otras cuatro áreas.
¿Por qué, entonces, se continúa manteniendo ese propósito? Todo indica que esto ocurre a
pesar de todas las evidencias de su fracaso como herramienta de planificación, principalmente
porque faltan opciones que sean mejores para impulsar un desarrollo más sensato. Pero,
asimismo, se puede sospechar que otro motivo sea porque la zonificación es una fuente
interminable de trabajo para empresas consultoras y para académicos. Hacer planeamiento
territorial en países o regiones donde no se cumplen ni las leyes más básicas, como no invadir
propiedad ajena, es simplemente imposible.
Por eso es probable que la principal virtud de los ejercicios de zonificación ecológica
económica sea contribuir a educar la población participante y a obligarla a pensar en las
consecuencias de sus propósitos. También es, hay que reconocerlo, un argumento adicional a
favor de los que combaten pretensiones de obras o desarrollos que son lesivos al ambiente.
63
Pero eso solo se consigue en el breve lapso en que la tal zonificación sea aplicada o no
modificada.
A pesar del evidente fracaso de la iniciativa brasileña, ésta ha sido copiada y replicada en los
demás países amazónicos, inicialmente a través de la Organización del Tratado Amazónico y
con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo. Por esa vía llegó al Perú. Pero el
primer reglamento sobre acondicionamiento territorial, desarrollo urbano y medio ambiente
data de 1985 y fue desarrollado por el Ministerio de Vivienda y Construcción y, por lo tanto,
limitado al ámbito urbano y periurbano. Fue la ley orgánica para el aprovechamiento
sostenible de los recursos naturales de 1997 la primera que estableció, con ese nombre, la
Zonificación Ecológica y Económica como parte del ordenamiento territorial para evitar
conflictos por superposición de títulos y usos inapropiados. En el año 2001, se declaró de
interés nacional el ordenamiento territorial ambiental en todo el país, constituyéndose la
Comisión Nacional para el Ordenamiento Territorial Ambiental, que estuvo encargada de
proponer a la Presidencia del Consejo de Ministros, el proyecto de reglamento sobre
zonificación ecológica económica, el mismo que fue aprobado en 2004. El Instituto de
Investigación de la Amazonia Peruana ha sido instrumental para su aplicación, por ejemplo,
en San Martín, Ucayali y Madre De Dios. Una revisión detallada del origen y de la evolución
del ordenamiento territorial y de la zonificación ecológica económica en el Perú fue hecha
recientemente (Glave, 2010) confirmando que en su origen nacional están los mapas de
suelos, en especial los de capacidad de uso mayor y de cobertura vegetal desarrollados por la
extinta Oficina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales y continuados por la Dirección
General Forestal y de Fauna, las áreas naturales protegidas y los planes rectores municipales.
Lo que debe ser dicho y reiterado, a modo de conclusión, es que el ordenamiento territorial y
la zonificación ecológica económica no tienen nada de errado. Son herramientas útiles para
orientar el desarrollo. En realidad, ellas son fundamentales. Pero están demasiado
adelantadas para su tiempo en el contexto social y político amazónico. Funcionan bien en
países desarrollados donde prima la ley y el orden y donde existen sanciones efectivas para
los infractores. Pero por el momento son inviables en el contexto amazónico donde
prácticamente toda la legislación de tinte ambiental es ignorada por ciudadanos y autoridades
por igual.
También debe ser resaltado que a falta de viabilidad sociopolítica del ordenamiento territorial
se ha producido un zoneamiento de facto, principalmente con la creación de áreas protegidas,
de sus zonas de amortiguamiento y de comunidades y otros territorios indígenas. Asimismo,
mal que bien, las categorías de uso forestal actúan en cierta forma como zoneamiento, del
64
mismo modo que las propiedades privadas tituladas. Sumando todo eso queda relativamente
poco por definir mediante un ordenamiento territorial.
65
Aunque esa época dejó rastros, no se produjeron impactos importantes en el bosque pues las
actividades tanto de los indígenas como de los europeos de entonces no implicaban
deforestación significativa. Lo que si continuó en aquellos tiempos fue el avance de la
agricultura tanto de tipo permanente como estacional de los pueblos andinos para hacer
cultivos propios de la Selva Alta, la coca entre otros. Como bien se sabe, tal como en la época
incaica, también había una extracción razonable de madera noble, especialmente cedro y
caoba y, por cierto, se practicaba explotación de oro. Asimismo, se extraía cascarilla y otros
productos vegetales, además de fauna para fines ornamentales o como mascotas. Esas
actividades, que los españoles mantuvieron o fomentaron, continuaron impactando en la
Selva Alta y, sin duda, se incrementó en algo la deforestación o, quizá, ésta incidió
principalmente en los mismos lugares en los que las antiguas culturas de piedemonte andino
ya habían trabajado siglos antes.
La situación cambió drásticamente con el descubrimiento de la utilidad del jebe o siringa para
preparar caucho y luego, en 1887, para hacer llantas. Eso, como bien se sabe generó una
enorme presión sobre los bosques que poseían esa especie63 y dio lugar al periodo más triste
y vergonzoso de la historia amazónica. Cabe decir, sin embargo, que lo que fue una tragedia
social no fue proporcionalmente perjudicial en términos ecológicos, ya que la extracción del
jebe no era motivo de deforestación. Pero atrajo a muchos nuevos pobladores a la Selva y sacó
a una importante parte de los indígenas de sus vidas tribales. Cuando el boom del caucho
terminó, como después ocurrió con la exploración petrolera de los años 1970, toda esa gente
se transformó en residentes urbanos o en ribereños, tanto medianamente ricos que se
convirtieron en los patrones rurales, dedicados a la agropecuaria y a la extracción maderera,
como pobres y miserables, todos en procura de sobrevivir. Lógicamente todos pasaron a
explotar otros recursos como palo rosa, chicle, cedro, caoba, tortugas acuáticas, pieles de
jaguar o lobo de río, cueros de lagartos, etc. En ese periodo que duró hasta mediados del siglo
XX pero que en ciertos aspectos continúa en la actualidad, se degradó significativamente el
bosque. Pero, aunque el interés por la agricultura iba en aumento, inclusive habiéndose ya
establecido algunas colonizaciones famosas en base a colonos extranjeros, la deforestación no
alcanzó el rápido ritmo que adquirió a partir de mediados del siglo XX, cuando las carreteras
de penetración comenzaron a proliferar.
63
Se trata, en realidad, de varias especies de Hevea cuyos látex se mezclaban en proporciones variables de
lugar a lugar.
66
A partir de los años 1940 se abrió de par en par la llamada Selva Central y también fue por
entonces que se creó la Estación Experimental Agrícola de Tingo María y que la colonización
de esa región comenzó. La carretera llegó asimismo a Pucallpa. Y en las décadas subsiguientes
fue el turno de Jaén y Bagua y de muchas otras carreteras llamadas de penetración. El golpe de
gracia para la Selva fue la grandiosa idea de la Carretera Marginal de la Selva. Por esa y otras
iniciativas que estimularon la “conquista de la Amazonia por los peruanos”, Belaúnde es sin
duda el peruano que más deforestación provocó, directa e indirectamente, en la historia
nacional64. Luego vinieron las “interoceánicas” y muchas otras obras más recientes. Todas
esas carreteras conllevaron grandes programas de colonización que se complementaron con
migraciones desorganizadas y consecuente con ocupación informal de la tierra, muchas veces
a partir de caminos de extracción forestal. La deforestación fue aumentando rápidamente en
todos los frentes en los que se abrían carreteras y por eso, como se vio, el primer inventario
forestal hecho en el Perú ya encontró 4,5 millones de hectáreas deforestadas en la Selva
(Malleux, 1975).
En este capítulo se pasa revista a lo que se denomina “las nuevas realidades”. Resumidamente
ellas son una deforestación acumulada considerable --como se ha visto-- y una deforestación
anual demostradamente grande; una enorme y creciente degradación de los bosques
restantes y el incremento galopante de la contaminación ambiental, además de mucha erosión
o pérdida de suelos. Estos factores, en especial los dos primeros, están ocasionando una
revolución climática que se conoce como cambio climático y que trae como primeras
consecuencias visibles periodos inéditamente extremos de sequias e inundaciones, así como
incendios forestales donde no los había. Pero, la Amazonía peruana, como toda ella, también
exhibe una nueva realidad social y económica. La contribución a la economía ya no es
insignificante, su población y sus ciudades crecieron mucho, los indígenas de hoy no son los
“chunchos” de antes, la infraestructura ha crecido enormemente y sus proyecciones son aún
mayores. Pero, el bosque sigue produciendo muy poco y la pesca y la caza son cada día menos
importantes como fuentes de alimentación y dinero.
Quien vivió lo suficiente pudo ver, en persona, los cambios ocurridos en el paisaje peruano
durante el último medio siglo. La rápida transformación, en pocas generaciones, del paisaje
selvático amazónico, con sus densos bosques pletóricos de vida diversa, en un paisaje serrano
dominado por chacras, pastizales, frutales y eucaliptos esparcidos ha sido patente. Ese es el
paisaje que ahora domina lugares como Carpish en la bajada de Huánuco a Tingo María, gran
parte del departamento de Amazonas y, también, de la Selva Central. En estos y otros lugares
la floresta ha sido totalmente eliminada por la deforestación y el uso reiterado del fuego. Si
sobra algún bosque ese se encuentra en el fondo de los cañones o de valles profundos e
inaccesibles, en lugares donde ni la gente ni el fuego han llegado, siendo testimonios
incuestionables de lo que allí existió. La Selva está siendo avasallada, destruida, por la Sierra,
gracias al incontenible avance del frente de deforestación.
64
Dourojeanni, M. 2017 Belaúnde en la Amazonía Centro Amazónico de Antropología y Aplicación
Práctica (CAAP) 17:30|12 de junio de 2017
(http://www.caaap.org.pe/website/2017/06/12/belaunde-en-la-amazonia-por-marc-j-dourojeanni/)
67
Como se ha visto en el capítulo anterior, se estima que hasta 2000 se había deforestado no
menos de 7 millones de hectáreas --versión oficial de la época-- y posiblemente bastante más.
Aunque las dudas sobre la deforestación acumulada continúan ya no hay dudas sobre la
deforestación anual actual gracias a nuevas
tecnologías disponibles, en especial las
proporcionadas por el programa Monitoring
of the Andean Amazon Project (MAAP), a
través de informes publicados
periódicamente desde comienzo de este
siglo65. Este esfuerzo demuestra que entre
2001 y 2017 se deforestaron 2.119.874 ha
adicionales (cuadro 5). Dicho de otro modo,
de acuerdo con la discusión del Capítulo II, se
habría acumulado una deforestación de 8,1 o
9,1 millones de hectáreas (12,6% de la
Más de dos millones de hectáreas de bosques destruidos Selva), según las versiones. Si se usa la
en los últimos 16 años.
información más probable la deforestación
ya habría totalizado más de 14 millones de hectáreas (18% de la Selva). En este trabajo se
decidió arbitrariamente usar la versión de 9,1 millones de hectáreas deforestadas a 2017, que
parece más razonable que la revisión Minagri/Minam (2012).
65
http://maaproject.org/2017/maap-sintesis2/ Finer, M, y S. Novoa 2017 Patrones y Drivers de
Deforestación en la Amazonía Peruana. MAAP: Síntesis #2.
66
file:///C:/Users/n%20n/Downloads/interactive_%20(1).pdf
68
La agricultura formal incluye parte de la mediana agricultura, muchas veces café y cacao, así
como la ganadería y la gran agricultura de exportación. Como se observa en el gráfico la gran
agricultura es aún muy poco significativa como vector de deforestación y, pese a lo mucho que
el tema preocupa a algunos sectores, está dejando de crecer al ritmo precedente. Como se
observa en el gráfico 1 el ritmo de plantación viene decayendo desde 2013.
El último censo agropecuario, en 2012, revela que, al nivel nacional existen 5 millones de
hectáreas de uso agrícola, de las que se cultiva 3,8 millones de hectáreas. Parte del aumento
de la superficie cultivada corresponde a la Selva, como se observa en el cuadro 6 que compara
1994 con 2012. Según esa información en 1994 en la Selva se cultivaban --los cuatro tipos de
cultivos-- 908,4 mil hectáreas67 los que en 2012 alcanzaron casi 1,3 millones de hectáreas.
Sumando a eso el área de pastos se usarían en realidad 1,6 millones de hectáreas. El mismo
cuadro 6 muestra que en 2012 había, según el censo, 552.100 ha sin uso, pero, en realidad,
había muchísimo más. En efecto, sí solo se usaban para agricultura y pecuaria 1,6 millones de
hectáreas en la Selva68 y para ese año, estaban deforestadas 8,2 millones de hectáreas69,
significando que se usaba el 19% de la tierra habilitada para agropecuaria. Si se acepta que en
verdad en 2011 podía haber alrededor de 13 millones de hectáreas deforestadas, esa
proporción se reduce a 12%. Aunque se discuta la realidad sobre la superficie deforestada
nada puede esconder el tremendo malgasto de tierra deforestada sin usar que es por lo menos
del 80%. Llama la atención que tanta tierra escape del censo agropecuario.
67
Aquí se observa otra información que no bate con la del Ministerio de Agricultura que, para 2008 señalaba
haber apenas 600.000 ha cultivadas. Los criterios estadísticos cambian frecuentemente y la interpretación es
muy difícil.
68
Tierra efectivamente usada: 2,2 millones de hectáreas agrícolas - 0,6 millones de hectáreas no usadas cada
año = 1,6 millones de hectáreas bajo uso efectivo
69
7 millones de hectáreas deforestadas al 2000 + 1,18 millones de hectáreas deforestadas entre 2001 y 2011 =
8,2 millones de hectáreas deforestadas en 2011.
69
Zegarra y Gayoso (2015) hicieron un excelente resumen de los resultados del censo de 2012.
Explican que entre 1994 y el 2012, la superficie agropecuaria nacional se expandió en 17,6%,
con un aumento del 15,5% en la superficie agrícola de la selva y del 18,0% en la no agrícola --
pastos, montes y bosques. En conjunto, el incremento de la superficie agropecuaria entre
1994 y el 2012 fue de 1,8 millones de hectáreas; es decir, un promedio anual de expansión
agropecuaria de unas 100 mil hectáreas. Por zonas, la superficie agropecuaria total aumentó
en 12,1% en la selva alta y en 19,3%
en la selva baja. Uno de los
incrementos más significativos se
observa en Amazonas, que entre
1994 y el 2012 pasó de 314 a más de
un millón de hectáreas de superficie
agropecuaria. También tuvieron una
expansión significativa Ucayali y San
Martín. Por otro lado, la superficie
agropecuaria de la selva de
Cajamarca y Pasco cayó entre ambos
periodos. En cuanto al uso de la
superficie agrícola, el cambio más
importante ha sido el viraje de
cultivos transitorios hacia cultivos
permanentes y pastos. Estas El café, en este caso en Villa Rica, es el cultivo que ocupa mayor área
tendencias se relacionan con la en la Selva.
expansión de cultivos como el café, el
cacao y frutales, así como de pastos cultivados para la ganadería.
70
http://www.minagri.gob.pe/portal/download/pdf/marcolegal/normaslegales/resolucionesministeriales/
2016/junio/rm281-2016-minagri.pdf
70
en 2014, generando US$56 millones en exportaciones ese mismo año. En 2016, existían más
de 7.000 pequeños y medianos productores, con lotes de unas 5 ha en promedio, que están
asociados a las industrias de palma que poseen, asimismo, plantaciones mucho mayores. El
77% de las 77.537 ha de palma aceitera se encuentra en Ucayali y San Martín, donde la
mayoría de productores se han instalado. Estas regiones también sufren el 40% de la
deforestación de los bosques amazónicos del
país, generada por el cultivo de la palma
aceitera, según un estudio del Ministerio de
Ambiente. Al 2017 ya existirían 85.000 ha de
palma aceitera instaladas --el 30% en
crecimiento-- y en los próximos diez años
deberían alcanzar las 193.000 ha, y, de
acuerdo al crecimiento, se debería llegar hasta
las 250.000 ha71. Es muy importante hacer
notar que esa expansión se prevé continuando
con el mismo mecanismo de usar pequeños
productores para abastecer las industrias y no
necesariamente a través de grandes
propiedades. La expansión del cultivo de
palma viene siendo promocionada
Expansión de cultivo de cacao en Tamshiyacu activamente por el Ministerio de Agricultura y
(Internet). por el gobierno en general, generando
preocupaciones y objeciones (Dammert, 2014, 2015).
Pero la mayor parte del área de cultivos industriales selváticos corresponde a café (425.400
ha) y a cacao (141.300 ha). Se supone que esos cultivos son bajo sombra de árboles,
configurando una modalidad de agroforestería, considerada como “ecológicamente
adecuada”. Pero hay dos características de esa agroforestería que contradicen esa idea. En
efecto, café y caco se establecen, en general, sobre tierras que tenían bosques naturales, los
que son total o parcialmente eliminados, frecuentemente reemplazados por árboles de
sombra exóticos. En todo caso esa agroforestería reduce el número de árboles originales y, de
otra parte, aunque es oficialmente un cultivo permanente, en realidad avanza año a año sobre
el bosque natural debido a la renovación de esos cultivos y hoy es otra causal importante de
deforestación.
En el caso de frutales, como cítricos y paltos o achiote, las plantaciones se hacen a pleno sol, es
decir después de eliminar todo el bosque. Es verdad, de otra parte, que muchas de las
plantaciones de café, cacao, frutales y otros son también de pequeños agricultores en su
mayoría formales, pero incluyendo asimismo muchos informales. El plátano, que no puede
considerarse un cultivo permanente, ocupa un área importante.
http://www.minagri.gob.pe/portal/download/pdf/marcolegal/normaslegales/resolucionesministeriales/
2016/junio/rm281-2016-minagri.pdf
71
http://www.agraria.pe/noticias/areas-de-palma-aceitera-en-peru-deberian-llegar-hasta-las-13686v
71
excesivas en informes subsiguientes72, ese no ha sido el caso para ninguno de sus impactos
ambientales que han quedado lamentablemente ratificados y ampliados con el uso de nuevos
productos químicos y con la aparición de plantaciones cada día más importantes de
marihuana y amapola, esta última especialmente en el departamento de Amazonas. Otra
consideración que se hacía en aquella publicación era referida a la probabilidad de que la coca
“baje” de las faldas andinas, donde es más productiva, a la Selva Baja, más dispersa y más
cerca del mercado y, de hecho, ya está llegando a las fronteras con el Brasil. Una operación
conjunta de las policías de Perú y Brasil, en parte del valle del Yavarí en julio de 2011, reveló a
la ciudadanía de ambos países que allí han aparecido plantaciones muy significativas, prueba
de la tremenda expansión de ese cultivo. Las plantaciones de coca a lo largo de la carretera
Iquitos-Nauta son un hecho bien conocido.
En el Perú de los años 1980 no se preveía, por lo menos a nivel del gran público, lo que
aconteció en las dos décadas siguientes. El gobierno Fujimori combatió con éxito la guerrilla
senderista y la del MRTA, pero, al hacerlo de modo incompleto permitió que la guerrilla se
asocie fructíferamente al tráfico de estupefacientes, dando lugar al narcoterrorismo y, peor,
por permitir que la corrupción se implante en las fuerzas de combate al narcoterrorismo y en
muchas de las instancias de su propio gobierno, la situación mejoró apenas superficialmente
para la Costa y parte de la Sierra pero empeoró mucho en la Selva. El terrorismo convertido en
narcoterrorismo se expandió, incluido a Vizcatán y otras pequeñas localidades del valle del
Rio Apurímac y Ene (hoy conocido como el VRAE). Desde los años 1990 y hasta el presente el
ya tristemente famoso VRAE es tierra de nadie, casi totalmente fuera del control del Estado. Se
dice que los cultivos ilegales de coca de ese valle han llegado a producir, en 2006, el 50% o
más de las 106.000 toneladas de coca que entonces se producían ilegalmente en el Perú, lo
que confirmaría que los datos de Devida tienen algo errado ya que en esa zona apenas registra
un 30% del área cultivada.
La agricultura anual tecnificada también está en aumento exclusiva al VRAE. Los importantes
esfuerzos para incentivar la
sustitución de cultivos, a través de Devida y de otras instituciones, con apoyo del gobierno
americano, tuvieron éxito limitado más por falta de planeamiento adecuado que por otros
motivos y; de otra parte, el control de tipo policial o militar, como se sabe, también depende
de la continuidad del esfuerzo, lo que ha sido raro. Así siendo, el narcoterrorismo y el
narcotráfico son cada vez más un serio obstáculo al desarrollo amazónico en general, tanto en
72
Según ONUDD/Devida (2009), a 2008 solo habrían existido 56,100 ha de coca en todo el Perú, de las que
17,848 ha en el Alto Huallaga, 16,719 ha en el VRAE y 13,072 ha en La Convención-Lares. Caben muchas
dudas sobre estos datos. De cualquier forma, los informes anuales de ONUDD/Devida revelan un crecimiento
constante del área dedicada a coca.
72
Los cultivos transitorios, junto con los asociados, de acuerdo al censo de 2012 suman 462.800
ha y son, en su inmensa mayoría, realizados por agricultores informales. Es improbable que
sea tan poca el área cultivada con ese tipo de cultivos. Todo indica que puede haber más del
doble, quizá el triple, que no ha sido registrado por los censores. A ellas hay que sumar las
tierras en barbecho, descanso y no trabajadas, lo que suma 552.000 ha más. Este es la típica
agricultura de roza y quema o agricultura migratoria, tan estudiada desde hace décadas y que
se caracteriza por su bajo o nulo uso de tecnología y de insumos, determinando precisamente
su carácter itinerante. Esto se debe tanto a la perdida de fertilidad de los suelos en la mayoría
de los casos como al crecimiento de malezas que los campesinos no saben controlar, en otros.
Una excepción entre los cultivos llamados transitorios es el caso del arroz que se cultiva
frecuentemente bajo riego y que por sus características se asemeja a los industriales, aunque
los productores sean pequeños y en general formales.
La agricultura de roza y quema, para cultivos de pan llevar como yuca, maíz y plátano,
constituye la principal causa inicial de la deforestación de bosques naturales en el país y es la
que abre el camino a otras formas que llegan después por compra de poses de tierra que luego
son formalizadas. El acopio de tierras deforestadas ilegalmente es un gran negocio y está al
73
origen de la mayor parte de las propiedades ganaderas algunas de las cuales luego se
transforman en cultivos permanentes.
Muchos consiguen ver la deforestación, especialmente cuando visitan la Selva en plena época
de las quemadas. Es demasiado obvio como para esconderlo. Pero, lo que muy pocos saben es
que en general, el bosque que ven, que parece pletórico de vida y de riesgos, ha sido vaciado de
mucho de su riqueza biológica, por lo menos de aquella de mayor valor económico, como sus
maderas nobles como caoba y cedro y de sus animales más emblemáticos. La madera fue
extraída antes hasta en dos o tres “pasadas” previas y todos los animales comestibles o
productores de pieles y cueros fueron exterminados. Las selvas peruanas en su mayoría
corresponden mucho más al título del famoso libro de Rachel Carson “Silent Spring”
(“Primavera Silenciosa”) que a la ruidosa algarabía de loros y guacamayos que se espera. Más,
ojalá fuera solamente eso.
73
Greenpeace 2009 (http://www.greenpeace.org/usa/en/news-and-blogs/news/slaughtering-the-amazon/ )
74
Otra causa, muy importante, de la degradación de los bosques es la extracción forestal conocida
como “descremado”, o sea, la extracción de árboles de maderas de mayor valor económico o de
mayor demanda y tamaño (Burivalova et al, 2014). Las otras especies quedan en pie y, por eso,
continúan conformando un bosque. Pero, como consecuencia de ese tipo de extracción, se
retira los árboles elite de cada especie provocando una reducción de la capacidad y calidad de
la regeneración natural, pero, mucho peor, se
ocasiona un impacto colateral severo a
consecuencia de la maquinaria usada que, en
procura de los troncos, compactan el suelo,
impidiendo la regeneración y destruyendo
otros árboles en el proceso. Muchos árboles
que no van a ser explotados también son
destruidos por descuido durante el
derrumbe de los árboles escogidos que, por
ser grandes, arrastran muchos otros, así
como lianas y otros grupos de plantas. Las
vías de extracción maderera, donde hay
Trocha de extracción maderera por las que penetran pendientes, se transforman en cursos de
cazadores y agricultores informales y que pueden ser agua que generan procesos erosivos
transformadas en carreteras vecinales.
violentos. Lo mismo ocurre con los llamados
“rodaderos”, en la Selva Alta, o sea el lanzamiento de trozas, ladera abajo, donde son recogidas
por camiones Se ha demostrado que los bosques explotados por descremado, o sea la totalidad
de los bosques amazónicos peruanos explotados, no solamente no se regeneran bien, sino que
son propensos a incendios forestales.
El rol ecológico de cada especie animal eliminada se pierde y, como en general de eso depende
la regeneración de las especies arbóreas, el conjunto del bosque va perdiendo elementos en
efectos dominós insospechados. En la Selva es difícil ver animales silvestres y eso puede
parecer normal. Pero en lugares donde la caza ha sido eliminada durante décadas, como
alrededor de Cocha Cashu, en el Parque Nacional del Manu, el encuentro de animales salvajes y
humanos es constante y muy próximo. Los jaguares se pasean hasta dentro del campamento y
los monos persiguen a los visitantes, huanganas y sachavacas se cruzan en las trochas, sin
miedo. O sea que lo normal es ver muchos animales. La ausencia de ellos, la Selva silenciosa,
refleja la caza, inclusive la practicada por los indígenas con armas tradicionales. Los madereros
son todos igualmente cazadores tanto para su alimentación, por diversión o para ganar un
dinero extra durante sus periodos en el monte. Cada árbol derrumbado arrastra centenas y
hasta millares de especies de vegetales y animales a su destrucción, pues, como fue demostrado
por el científico Terry Erwin en el Manu, cada copa de árbol es un universo de vida aislado de
las demás copas74.
74
Erwin encontró 1.200 especies de coleópteros viviendo en la copa de árboles de Luehea seemannii. De esas
163 son exclusivas a ese árbol. Si eso se extrapola a los miles de especies de árboles que existen en la
Amazonia fácil es imaginar la enorme diversidad contenida en esos bosques.
75
mucho más que lo habitual, hasta a centenas de metros, lejos del alcance de las raíces; el aire se
seca con la temperatura alta y eso aumenta la caída de hojarasca que se acumula deshidratada,
sobre el suelo del bosque. En esas circunstancias, basta una chispa para provocar una
calamidad.
El problema se complica porque, después de una primera pasada de fuego en el suelo del
bosque, cuya velocidad e impacto dependen de la velocidad del viento, más hojas de los
árboles más altos, que se sabe son los más susceptibles, también secan y caen, con más
abundancia aún, renovando las condiciones ideales para una segunda pasada de fuego. Si eso
ocurre, y ocurre mucho, es seguro que prácticamente nada sobrevive. Las plantas y sus
semillas, así como los animales, pequeños o grandes del bosque amazónica, inclusive las aves,
no tienen ninguna estrategia para huir o resistir al fuego, pues no lo conocen, por lo que el
exterminio de la biota completa es inevitable. Después del fuego, hasta el suelo del bosque
tropical húmedo queda esterilizado.
Es muy probable que, en última instancia, las sequías excepcionales en la Amazonía estén
asociadas, en una u otra medida a los procesos de cambios climáticos globales, como es el caso
de tantos otros fenómenos “naturales” recientes. Lo importante, bajo este ángulo, es entender
el circuito vicioso que existe con relación a los incendios forestales amazónicos. En la
actualidad, de 0,8 a 2,4 miles de millones de toneladas de carbono son emitidas a cada año por
las quemadas en la Amazonía y eso contribuye directamente al efecto invernadero que a su vez
determina la mayor violencia y frecuencia de cambios climáticos que determinan las sequías.
Cuando se produjo la sequía del inicio de los años 1960, en la región de Pando, Acre y Madre de
Dios no vivía casi nadie allí y, por eso, el impacto fue mínimo. Ahora, además de grandes
ciudades como Río Branco, Puerto Maldonado y Cobija, hay desarrollos agropecuarios enormes
en toda la región que usan el fuego sin precaución tanto para quemar el bosque derrumbado
como para renovar sus pastos y, es partir de esas acciones que los fuegos se transforman en
verdaderos y desastrosos incendios forestales. Hasta ahora, el gobierno peruano nunca ha
intentado seriamente controlar los incendios forestales. No existen medidas legales que
sancionen severamente a los que queman los residuos sin precaución. Es más, en el Perú ni
siquiera se requiere de autorización para hacer quemas de residuos de la deforestación, lo que
es de praxis en el Brasil, por ejemplo. El Perú tampoco dispone, como los países vecinos, de
cuerpos de bomberos profesionales ni, mucho menos, de bomberos forestales que, en caso de
incendios graves, son indispensables75. En esas condiciones, el proceso de sabanización, o sea la
transformación progresiva del bosque tropical húmedo en una sabana tropical, por acción
selectiva del fuego sobre la flora y la fauna sería, pues, inevitable.
Finalmente, debe llevarse en cuenta que los bosques naturales son irremplazables en términos
de importancia ambiental, tanto por la diversidad ecológica como especialmente por los
procesos biogeoquímicos que realizan y cuya significancia va muy lejos de sus propios límites.
Un reciente estudio a nivel mundial reitera y amplia ese aspecto que es frecuentemente
relegado en base a la creencia que un bosque secundario o que una plantación forestal los
sustituye (Watson et al, 2018).
75
Dourojeanni, M. 2016 Belaúnde en la Amazonía Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica
(CAAP) 17:30|12 de junio de 2017 (http://www.caaap.org.pe/website/2017/06/12/belaunde-en-la-amazonia-
por-marc-j-dourojeanni/)
77
La Amazonia peruana sigue siendo la región del país que tiene el menor desarrollo económico.
Pero, aunque su aporte al PBI sigue siendo oficialmente discreto, su crecimiento anual ha sido
igual o superior al del promedio nacional. Además, debe destacarse que la forma de calcular
el PBI excluye una serie de elementos de la cadena de producción que, por ser realizados fuera
de ella, son finalmente contabilizados en la Costa o en la Sierra. Tampoco incluye
adecuadamente, como es obvio, la significativa producción ilegal de oro, estupefacientes y de
especies prohibidas de la fauna y la flora. De cualquier modo, esa parte del país continúa
siendo una de las más pobres.
Pero dos de los departamentos amazónicos peruanos tuvieron un excelente crecimiento anual
promedio entre 2007 y 2014. En efecto Amazonas (7,1%) y San Martín (6,5%) superaron
largamente el promedio nacional (5,6%). Ucayali y Loreto están por debajo de ese promedio
pero su PBI viene creciendo sostenidamente. Ya el caso de Madre de Dios varía mucho,
influenciado por la cuestión del mercadeo “legal” e ilegal de oro. El valor de la producción de
oro en 2016 representó el 48% del valor agregado bruto de la economía de ese
departamento. El PBI por habitante (en nuevos soles corrientes) es máximo en Madre de Dios
(18.829) y muy bajo en San Martín (7.752). Loreto y Ucayali tienen situación parecida (10.571
y 10.031) mientras que Amazonas está bajo (8.716)76.
La producción agrícola de gran escala de la Selva está centrada en café y cacao, pero otros
cultivos tienen igualmente importancia como la palma aceitera, arroz, maíz, naranja y otros
frutales. El café cumple un rol importante en la balanza comercial agropecuaria, siendo el
principal producto agrícola de exportación. Genera aproximadamente el 30 % de las divisas
del sector agropecuario, destinando el 95 % de la producción nacional cafetalera a
mercados externos. En el mundo, el Perú ocupó el octavo puesto a nivel mundial de
producción de café en grano habiendo subido consistentemente hace más de una década. De
acuerdo a la FAO, el Perú produjo 677.000 TM (unos 4,3 millones de sacos) de café en
2008. Luego del punto más alto de exportaciones que se dio en el 2010, con ventas FOB
por U$ 1.675 millones, se produjo una fuerte caída. El 2014 fue el año más crítico para la
producción nacional que cayó en 18,3% respecto al 2013. En el 2015 las ventas se
redujeron a U$ US$572 millones debido a plagas y factores climatológicos. Aun así
continúa siendo el segundo productor mundial de café orgánico. Cerca del 85% de la
producción peruana pertenece a productores que administran menos de 5 hectáreas y ellos,
cada vez más intensivamente, practican cultivo orgánico, del que la principal característica
es estar bajo sombra.
76
https://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/boletines/pbi-dep-2014.pdf
78
Selva. Pero el Perú aún no tiene una balanza comercial positiva en productos de madera. En
2015 exportó productos maderables por valor de US$214 e importó esos mismos productos
por un monto de US$1.080 millones. También exportó productos no madereros por un valor
de US$ 149 millones, pero los importó por un valor de US$63 millones.
El gas y los líquidos de gas natural han tenido una participación enorme en la economía
amazónica y nacional desde la puesta en marcha del Proyecto Gas de Camisea. Este enorme
proyecto, que significó una inversión de unos US$6.000 millones, comprende operaciones de
exploración y extracción en la Selva, en el Bajo Urubamba; de transporte de gas y de gas
líquido hasta la Costa mediante tres ductos ya en pleno funcionamiento y; una planta para
licuefacción de gas en y un puerto especializado en Cañete (La Melchorita) y, claro,
distribución de gas natural en Lima. Otras empresas están procurando gas en lotes aledaños a
los dos que explota la Pluspetrol y se supone que en breve la producción permita llevar gas
hasta el sur del Perú, además de aumentar la exportación ya que las existencias de gas
superan largamente la demanda nacional. Tan solo el proyecto Gas de Camisea, en su versión
actual, puede aumentar en 0,5% el PBI del Perú. El gobierno recibirá unos US$310 millones
anuales en forma de impuestos y regalías y las exportaciones generarían un promedio de
US$1.700 millones de ingresos en divisas anualmente.
El único mineral actualmente producido en gran escala en la Selva es el oro, principal pero no
exclusivamente en Madre de Dios. Lamentablemente nada de lo que esta región produce (unas
18 TM/año o mucho más, según otras fuentes) contribuye sólidamente a elevar la renta
regional o nacional pues esa actividad, aunque se disimula detrás de supuestos derechos
mineros, es completamente ilegal y la producción es “blanqueada” por el propio Estado que la
compra77 o es contrabandeada, es decir que no paga impuestos o distribuye regalías. Existen
77
Dourojeanni, M. J. Oro de Madre de Dios… ¿Ya es legal? Actualidad Ambiental, SPDA, Lima, Viernes 13
de Noviembre, 2015 (http://www.actualidadambiental.pe/?p=33587)
79
muchas minas formales importantes en la cuenca amazónica pero muy pocas en el bioma
amazónico. Las excepciones más importantes están localizadas en el departamento de
Amazonas, por ejemplo, en la Cordillera del Cóndor, donde también existe oro.
Era verdad, sin duda, que la Amazonia en general carecía severamente de infraestructura
hasta unas pocas décadas atrás. Pero, algunos países como Brasil, Perú y Bolivia,
especialmente con ayuda del primero, han cambiado esa situación en las últimas décadas y
hoy eso no puede más ser considerado como una realidad indiscutible. Brasil, en especial,
cuenta ya con una compleja red de carreteras en buena parte asfaltadas, que han llevado el
desarrollo y sus consecuencias positivas y negativas a todos sus 9 estados amazónicos.
Sin embargo, reconocerlo no implica insinuar que no hagan falta ni que no se deseen más
obras. Y la mejora o mantenimiento de las existentes es una necesidad evidente. Por eso,
todos los países están alimentando ambiciosos planes para expandir esa infraestructura,
incluyendo vías que comunican al Brasil con todos sus vecinos. La telaraña de carreteras que
salen del Brasil y penetra en la Amazonia de todos los demás países está ya muy adelantada.
En el caso del Perú, la Amazonia está ahora riscada por más de 9.000 km de carreteras
oficiales y por más de 14.000 km adicionales de caminos transitables ocasionalmente y
construidos informalmente por empresas de petróleo, mineras, agropecuarias o madereras,
usualmente con apoyo de las municipalidades y sin ningún tipo de cuidado ambiental o social.
Basta mirar un mapa del Google Earth para ver que hay accesos viales a casi cada rincón de la
Amazonía peruana donde existe algún recurso que atraiga la codicia.
En la última década se produjeron varios casos escandalosos de obras que además de carecer
de licenciamiento ambiental violaron otras normas. El caso más comentado fue el de la
carretera entre Nuevo Eden y Boca Manu, pasando en las zonas de amortiguamiento del
Parque Nacional Manu y de la Reserva Comunal Amarakaeri, sin autorización del SERNANP78.
Esa obra fue construida parcialmente y en
todo el sector habilitado existe una flagrante
extracción ilegal de madera de la Reserva. El
caso, que era apoyado por un proyecto de ley
desde el Congreso Nacional, generó una
reacción interesante del propio Presidente de
la República79. Casos similares se dieron en lo
que hoy es el Parque Nacional Sierra del
Divisor, en Ucayali80 asimismo dentro del
Pero si las infraestructuras existentes en la Selva ya no pueden considerarse poca cosa, las
previstas son inmensas y no se refieren exclusivamente a caminos. En efecto, a 2010, entre los
proyectos registrados en el sector público peruano destacaban 52 proyectos de generación de
energía hidroeléctrica en la cuenca amazónica, de los que 26 están propiamente en la Selva,
incluidos los más grandes, como los previstos en los ríos Marañón, Ene e Inambari. Por lo
menos dos de esos proyectos, pese a las protestas, deberían ser ejecutados durante las
próximas décadas, incluidas sus líneas de trasmisión. Asimismo, el gobierno nacional prevé
en el medio plazo la construcción de unos 900 km de carreteras adicionales, el asfaltado de
casi 2.100 km y la mejoría de otros 1.500 km, sin incluir en estas sumas las carreteras
78
Dourojeanni, Marc 2015 Carreteras ilegales y destrucción de la Amazonía: ¿Qué pasa en Madre de Dios?
Actualidad Ambiental, Lima Viernes 16 de Octubre, 2015 (http://www.actualidadambiental.pe/?p=33098)
79
Oficio 243-2015-PR de 4 de diciembre de 2015.
80
Finer M, Novoa S 2015 Sierra del Divisor – Nueva carretera forestal cruza la sección norte de la Zona
Reservada. MAAP: Image #15. (http://maaproject.org/2015/09/sierra-divisor3/)
81
Servindi 2016 Piden detener construcción de carretera en Parque Nacional Yanachaga Chemillen
(https://www.servindi.org/actualidad-noticias/30/01/2016/piden-detener-construccion-de-carretera-en-parque-
nacional-yanachaga)
82
Novoa S, Fuentes MT, Finer M, Pena N, Julca J 2015 Proliferación de Carreteras Forestales en la
Amazonía Peruana. MAAP #18 (http://maaproject.org/2015/maap18-carreteras-forestales/)
83
SDervindi 2012 Perú: Nuevo tajo en la amazonía: carretera Purús-Iñapari afectaría refugio de
biodiversidad (https://www.servindi.org/actualidad/66057)
84
Dourojeanni, Marc 2015 Los caminos de la destrucción en Madre de Dios: carreteras y el atentado contra
áreas protegidas Actualidad Ambiental, SPDA, Lima / Martes 3 de Noviembre, 2015
(http://www.actualidadambiental.pe/?p=33413).
82
interoceánicas Sur y Norte, que ya existen. Pero es probable que se hagan muchas otras obras
viales en el futuro mediato, entre ellas la Interoceánica Centro (Pucallpa-Cruzeiro do Sul).
También está prevista la construcción de unos 4,200 km de hidrovías y de varios miles de
kilómetros de hasta 7 ferrovías, tres de las cuales serían conectadas al sistema brasileño.
Todos esos proyectos apuntan, lógicamente, a facilitar la explotación de recursos naturales,
entre ellos minería y petróleo, madera y tierra para fines agropecuarios, como se verá más
adelante (Dourojeanni et al, 2010).
proyectos con los mayores impactos son precisamente los que con mayor probabilidad serán
ejecutados: las carreteras, la explotación maderera, las hidroeléctricas, la minería y los
hidrocarburos.
La Amazonía del Perú aún tiene, como bien se sabe, un déficit considerable de infraestructura
de desarrollo. No hay duda de que muchas de las proposiciones que fueron hechas son
necesarias y que, previa revisión, deben ser realizadas. Lo que alarma en las propuestas
analizadas es su carácter aislado, sin justificaciones económicas o sociales plausibles, sin
ninguna reflexión sobre las implicaciones de cada uno sobre los demás ni, mucho menos,
sobre sus efectos colaterales. Se proponen carreteras nuevas sin plantear proyectos
correlativos de desarrollo rural, se provocan migraciones sin considerar mejorías
proporcionales en educación y salud, se impulsa el desarrollo ecoturístico y en el mismo lugar
se tolera la minería ilegal y, para mencionar los casos más torpes, se construyen carreteras
donde apenas terminada se pretende formar un gran lago artificial, como en el caso de la
propuesta para el Inambari (Serra, 2010). La revisión de estudios de factibilidad de muchos
de los proyectos de infraestructura pública amazónica revela que son económicamente
inviables y que, en ningún caso, prestan atención seria a los impactos ambientales y sociales
que, casi siempre, implican costos nunca contabilizados. La sociedad, ni siquiera los
directamente afectados, tienen oportunidad de conocer los proyectos y sus estudios y, peor
aún, todo indica que esos detalles no son conocidos ni por los que toman la decisión de
ejecutarlos. Los proyectos de explotación de recursos naturales, como los hidrocarburos, los
minerales, la madera, los suelos para agricultura o la energía hidroeléctrica siguen caminos
aún más aislados de la sociedad pues responden a intereses mayormente privados. En estos
casos, la única certeza es que son rentables para los inversionistas, pero los beneficios para el
Perú siempre deben ser cuidadosamente examinados.
antecedencia por el BID, la CAF y el Fonplata. En esa misma fecha fue aprobado el mecanismo
institucional del Iirsa y su financiamiento con recursos a ser provistos por el BID y la CAF. O
sea que, en realidad, el Iirsa tiene una historia previa a la aprobación de los presidentes que es
probablemente larga y que se centra mucho en las tres instituciones financieras promotoras
(BID, 2000).
85
/ Ese es uno de los proyectos que figuraba en las listas de ejes de integración del Iirsa hasta el año 2002.
Actualmente está integrado como parte del proceso sectorial de integración denominado “transporte
multimodal”.
85
económico y socioambiental durante la primera mitad de la década de los años 1990s que dio
resultados dudosos en relación a su viabilidad económica y claramente alarmantes en relación
a sus implicaciones ambientales (Bucher et al, 1997). Esos resultados implicaron la
paralización oficial del proyecto por parte del BID y del gobierno brasileño de entonces. Por
cierto, a pesar de eso las obras continuaron despacio, pero a paso seguro.
Del mismo modo, la Interoceánica Norte del Perú era mencionada desde 1986 y hubo amplias
informaciones sobre esa obra desde mediados de los años 1990 (GEIPOT, 1996; Correo
Braziliense, 1996). En 1996 ya estaba la empresa Camargo Correa construyendo su segmento
Corral Quemado-Puente Nieva. La Interoceánica Sur también es citada desde 1986, desde los
gobiernos de Collor (Brasil) y el primero de García (Perú) hasta los actuales de Lula (Brasil) y
el segundo de García (Perú), pasando por los presidentes Cardozo (Brasil), Fujimori y Toledo
(Perú). De hecho, fue decisión de Pedro Pablo Kuczynki, como Ministro de Economía y
presidente del Consejo Directivo de ProInversión, dar la aprobación decisiva a esa obra en
200586. La Interoceánica Centro tampoco es novedad. Es decir que, pese a los esfuerzos de la
Iirsa por presentarlos como complementarios, ellos no constituyen un programa integrador ni
merecedor de las virtudes que sus promotores le atribuyen como vector del desarrollo
sudamericano.
86
http://www.americatv.com.pe/noticias/actualidad/cual-fue-papel-ppk-concesion-carretera-interoceanica-
n265110
86
El interés creciente por el petróleo, las tierras y la madera en la América Latina tropical
provocó, desde hace mucho tiempo, alertas sobre sus implicaciones para la biodiversidad
(Bowles et al., 1998) pero este tipo de preocupación llegó a su máximo en la Amazonía
brasileña, que fue sucesivamente sometida al Programa “Brasil en Acción” (1996-1999), al
“Avanza Brasil”(2000-2003) y, actualmente, al “Programa de Aceleración del Crecimiento”
(PAC), a lo que se suman las incidencias de la promoción de los biocombustibles, en especial
del biodiesel. En general, cada programa recicla los anteriores, aunque pueden cambiar
prioridades y añadir nuevas propuestas. El Programa Avanza Brasil, en particular, generó
estudios muy interesantes sobre la magnitud sin precedentes de sus implicaciones
socioambientales (IPAM & ISA, 2000; Fearnside & Laurance, 2002).
No se puede dejar de comentar el tema de las carreteras interoceánicas Norte, Centro y Sur
para unir al Brasil con el Perú. De las tres propuestas dos están concluidas, la Norte y la Sur.
La tercera, la Centro, fue objeto de un inadecuado estudio de factibilidad técnica y económica
(Hopkins et al, 2015) pero contó, como las demás, de declaraciones de prioridad política de
ambos lados de la frontera antes de que los estudios se hagan. La Interoceánica Norte que une
la Costa Norte y sus puertos con los del río Marañón en una vía del tipo bimodal, es decir parte
carretera y parte hidrovía es la más avanzada y, en verdad, por sus características, es la que
tiene más lógica económica. En efecto, esta pasa por el Abra de Porculla, es decir el punto más
bajo y por ende el más favorable para el transporte terrestre, que existe en los Andes
peruanos. Además, llega casi directamente a los fosfatos de Bayóvar permitiendo su
transporte relativamente barato a los campos de soya del Brasil, por lo menos hasta que el
igualmente previsto ferrocarril empiece, eventualmente, a operar. También tiene sentido en
relación a los yacimientos petrolíferos del Norte de Loreto y a la minería en expansión en la
frontera de Perú y Ecuador. Por eso, esta carretera es, en términos generales, justificada a
pesar de sus impactos ambientales y sociales que nunca fueron seriamente analizados. Será
menos justificable cuando se la una a la carretera Nauta-Iquitos, lo que inevitablemente se
ocurrirá en el futuro mediato.
de las ciudades brasileñas próximas, en especial Rio Branco y Porto Velho con productos
peruanos y de carne brasileña a las ciudades del Sur peruano. En cualquier caso, ese comercio
no justificaría la carretera. También se habló del flujo turístico brasileño potencial, olvidando
que los brasileños que se interesan por el turismo viven principalmente en la costa del
Atlántico y que, para venir al Perú, usan la vía aérea. Finalmente, se recurrió al consabido
ardid del desarrollo agropecuario potencial a lo largo de la porción amazónica, en Madre de
Dios, de la misma. Obviamente, esa carretera fue diseñada y construida esencialmente por
empresas brasileñas y el Perú, como de costumbre, festinó la legislación ambiental
permitiendo que la obra sea adelantada sin disponer de estudios de impacto socioambiental,
los que fueron hechos sector por sector, siempre mal y tardíamente. Tres gestiones
presidenciales están siendo juzgadas por malos manejos en esta obra que costó tres veces más
que lo previsto.
El resultado, como era previsible, fue que las predicciones más pesimistas sobre los impactos
ambientales y sociales que esa obra provocaría fueron confirmadas y, peor, fueron mucho más
graves que lo previsto. Un estudio de Fernández (2010) y otro de Prado (2018) demostraron
la severidad de esos impactos y su agravación probable en el futuro previsible. En lo esencial,
la carretera sirvió para acelerar la degradación de los bosques naturales por madereros
inescrupulosos, expandir la extracción ilegal de oro y la deforestación con pretextos
agropecuarios. También provocó la invasión del territorio de indígenas en aislamiento
voluntario, así como la de comunidades nativas, reservas comunales y hasta de áreas
naturales protegidas nacionales. Peor que eso fue el impacto social, con aumento confirmado
de casos de dengue, HIV y de otras enfermedades, crecimiento de barriadas insalubres, falta
de hospitales y de escuelas, delincuencia, trabajo infantil y prostitución. Otro estudio (Fleck et
al, 2010) reveló la falsedad de pretender justificar esa carretera en términos de producción
agropecuaria pues demostró que en la mayor parte del área es más rentable mantener los
bosques en pie para negocios de fijación de carbono que para hacer agricultura, pecuaria o
extracción maderera. El gobierno, presionado por la CAF que financió parte de esa obra,
aceptó desarrollar un desproporcionalmente pequeño proyecto de mitigación de impactos
ambientales y sociales, pero ni siquiera consiguió implantarlo plenamente.
¿Qué impulsa la construcción de esas obras enormes y costosas a pesar de su obvia falta de
viabilidad económica o a pesar de duplicarse las unas a las otras? La respuesta incluye la
estrategia geopolítica brasileña y, más aún, el interés de sus empresas de construcción y
agencias financieras por otro buen negocio que el Perú costeará. Pero también incluye el afán
del gobierno regional de Ucayali y de intereses particulares de Pucallpa y alrededores por
tener acceso con mayor facilidad a las reservas forestales aun disponibles en esos territorios
y, claro, por expandir allí la frontera agropecuaria y disponer de nuevas opciones de
especulación con la tierra. Además, esas grandes obras son consideradas como créditos para
88
políticos sin ideas mejores y como grandes oportunidades para alimentar la corrupción. El
pretexto, como siempre, es facilitar el acceso a los mercados brasileños y el de estos a los
peruanos, pero habida cuenta del casi aislamiento de Cruzeiro do Sul, que además no produce
nada diferente de lo que produce la región de Ucayali, esa argumentación es deleznable. Pero
es asimismo indispensable reconocer que esas obras tienen un gran apelo popular, en especial
local, que es incentivado por propaganda engañosa.
Esas obras o por lo menos dos de ellas se suman a la decisión de hacer también algunas
ferrovías y una hidrovía entre ambos países cuyos cursos son paralelos a las carreteras. Es
decir una costosa y destructiva redundancia.
Si bien en la Selva peruana las carreteras formales e informales, en todas sus modalidades, son
una realidad omnipresente, las ferrovías e hidrovías aún son una promesa, o una amenaza
dependiendo del criterio que se use. Visto desde el punto de vista positivo esas vías de
comunicación tienen muchas ventajas ambientales sobre las carreteras, aunque no dejan de
implicar riesgos ambientales y sociales, dependiendo de cómo y dónde se hacen y, en
particular, de cómo se usan. El hecho es que a la fecha no existe ninguna ferrovía ni tampoco
una hidrovía en operación en la Amazonia peruana. Existen numerosas propuestas de
ferrovías, inclusive con algunos estudios realizados y asimismo todo indica que una hidrovía
que ya contaría con estudios concluidos será construida en breve. En cambio, existe, desde
hace siglos, una intensa navegación fluvial.
87
Dourojeanni, M. 2015 El ferrocarril interoceánico chino y nuestra desordenada visión de desarrollo
Actualidad Ambiental, Lima, Perú Lunes 1 de Junio, 2015 (http://www.actualidadambiental.pe/?p=30447)
89
ferroviario brasileño y con Colombia, vía Estrecho y con Pucallpa. El entonces gobierno de
Loreto financió millones de dólares a empresas canadiense y españolas en estudios y en
propaganda para este proyecto (Dourojeanni, 2013) que generó corrupción, confusión y
mucho malgasto de dinero. Terminó en nada, excepto la copiosa deuda del Gobierno Regional
con las empresas.
Más recientemente fue muy voceada la propuesta China de un Ferrocarril Bioceánico Brasil-
Perú (Caillaux et al, 2016) que, posiblemente, cruzaría la frontera entre Brasil y Perú uniendo,
como la propuesta Carretera Interoceánica Central entre Cruzeiro do Sul y Pucallpa. Su
trazado más probable era llegar a Yurimaguas por el valle del Huallaga y penetrar a la Costa,
posiblemente hasta Bayóvar, pasando por el abra de Porculla. Este proyecto tenía bastante
lógica económica y aunque merecía muchos cuidados parecía ambientalmente viable
(Dourojeanni, 2016). Pero antes de que eso madurara apareció otro cambio y ahora se habla
de una ferrovía Brasil-Perú financiada por Alemania que pasaría por Bolivia, entrando al Perú
por la Sierra Sur88.
Es bien sabido que el medio de transporte más barato, eficiente y ecológicamente apropiado
es el hidroviario. Cargas enormes pueden ser transportadas eficientemente sobre grandes
distancias con impactos socioambientales que son considerados mínimos. La vieja Europa
cruzada por ríos y canales adaptados a la navegación desde antaño es un buen ejemplo de eso.
La Amazonia peruana cuenta con algunos de los mayores ríos navegables del mundo, pero,
contradictoriamente, no tiene ninguna hidrovía. Sin embargo, los ríos amazónicos han sido
navegados por siglos. Grandes buques ya llegaban a Manaos y hasta Iquitos y Pucallpa a fines
del siglo XIX y sirvieron para evacuar las riquezas naturales que la región ofrecía. Por eso no
es nueva la idea de transformar los ríos de esa región en hidrovías lo que, además de su
eficiencia energética, podría evitar la necesidad de construir algunas carreteras.
88
http://www.dw.com/es/alemania-se-asocia-con-bolivia-para-el-tren-interoce%C3%A1nico/a-38081343
90
Hidrovía Amazónica SA, de capitales chinos89. Tal como ha sido hecho, este proyecto está
generando muchas dudas sobre los riesgos socioambientales que puede implicar.
No hay duda que el trasporte acuático es mucho más atractivo en términos económicos,
sociales y ambientales que sus alternativas terrestres. Su principal virtud deriva de la
economía de combustibles fósiles que se
necesitan para movilizar cargas muy pesadas
sobre largas distancias ya que gran parte del
esfuerzo es proporcionado directa y
gratuitamente por el propio recurso hídrico.
Pero tiene otras ventajas como el hecho de que
las vías acuáticas existen naturalmente y que en
consecuencia su costo de “construcción” es
menor que en carreteras o ferrovías. Debido a la
mayor eficiencia energética del transporte
acuático el uso de las hidrovías, en principio,
contamina menos y, por no atravesar nuevas
áreas boscosas, ellas no facilitan la deforestación Los grandes ríos son la modalidad más sensata de
ni la invasión de tierras públicas. Uno de sus transporte en la Amazonia. La navegación mejoría
mucho si en ella existieran hidrovías.
puntos débiles es el costo del manipuleo para
embarque y desembarque de las cargas en los puertos, aunque los equipamientos modernos
disponibles como en el caso de grúas para contenedores y fajas o tubos para granos y
minerales, han abaratado mucho esas operaciones. Otros costos importantes incluyen el valor
de las embarcaciones y el gasto en mantenimiento periódico de los canales de navegación y de
las embarcaciones. Adicionalmente, deben se considerarlos los costos necesarios para evitar
accidentes, en especial cuando se trata de cargas contaminantes.
Hay muchos tipos de hidrovías y muchas formas de hacerlas. En términos generales existen
dos tipos de hidrovías: (i) las que adaptan el rio a las embarcaciones, construyendo un canal
en su lecho o canalizando el río, inclusive con esclusas si son necesarias, como en el viejo
mundo o; (ii) adaptando las embarcaciones al río, haciendo muy pocas modificaciones en éste,
por ejemplo, apenas instalando señalización diurna y nocturna. Entre ambas opciones
extremas existe, por cierto, una infinidad de alternativas. En el caso de la Amazonia el tema
crucial es el de la eventual rectificación de los meandros del río para acortar distancias. Si eso
se hace el impacto ambiental es muy grande. El impacto ambiental de las hidrovías también
varía considerablemente con el calado, la forma y la velocidad de las embarcaciones y con su
89
https://mail.google.com/mail/u/0/#search/Hidrovia/16124337a43310bc
91
La tentación de cortar los meandros para acortar el viaje es el principal riesgo ambiental de las hidrovías
(Muller)
Son, pues, muchos los temas ambientales críticos a ser considerados. Los grandes ríos
tropicales no son como los ríos europeos o norteamericanos. Su primera y más importante
diferencia es su extraordinaria riqueza biológica, varias veces mayor en diversidad de
especies y endemismos (Goulding, 1980). Por eso, el conocimiento (taxonómico y de ciclos
vitales) sobre los peces amazónicos y otros elementos de la biota fluvial es esencial para hacer
una evaluación ambiental seria, lo que es aún más importante por existir, en la región,
numerosas especies amenazadas o raras . A eso se suma la existencia de especies aún
desconocidas para la ciencia. De otra parte, los ríos amazónicos literalmente “caminan”
(Kalliola, et al, 1987; García y Bernex, 1994) o sea que cambian continuamente de curso.
Además, sus cambios de curso se incrementan cada año a consecuencia del aumento del
volumen de los sedimentos, provocado por la deforestación creciente de las cuencas
colectoras que, además, serán influenciadas por el cambio climático. Por eso los estudios
deben desarrollar un modelaje de la deforestación actual y de la previsible y de los niveles de
sedimentos en las cuencas de los ríos propuestos y en base a eso prever la magnitud de los
cambios probables en el ya de por sí muy complejo sistema hidrológico regional (Salati y Vose,
1984). Esto es tanto más importante ahora considerando la incidencia del cambio climático en
92
los ríos de la Amazonia (Collichon, 2001). Por eso, no debe considerarse como margen o
ribera el borde del lecho principal del río en el momento del estudio, sino que deben incluirse
como rio los lagos --cochas-- o brazos abandonados, tahuampas y otras áreas inundables, o
planicies de inundación que el río estacionalmente ocupa y por donde históricamente va y
viene o deambula.
El dragado es el principal impacto ambiental producido del que se derivan largas cadenas de
eventos físicos y biológicos que afectan el ambiente del río. Todo indica que en estos casos
habrá mucho dragado, mucho más que en el Brasil porque en el Perú se está más cerca de la
fuente (los Andes) de los sedimentos. Los sedimentos pueden tener cargas de elementos
contaminantes naturales o artificiales (McClain y Naiman, 2008) que serán removidos por el
dragado y por la propia navegación. Además, los sedimentos removidos por el dragado de
mantenimiento pueden formar depósitos más lejos, ocasionando los efectos mencionados y
nuevos problemas para la navegación. Por eso es necesario el modelaje de deforestación y de
generación de sedimentos antes mencionada.
La tentación de rectificar los meandros va a ser enorme, pues aceptarlos implica viajes mucho
más largos y, consecuentemente, más costosos. Pero, si en el proyecto se contempla la
rectificación de meandros los impactos hídricos y ambientales pueden ser enormes pues, en
los lagos costeros --cochas, o brazos de rio abandonados por el rio principal-- es donde se
regeneran o reproducen los recursos hidrobiológicos, al igual que en los bosques inundables
93
Accidentes con embarcaciones que transportan substancias toxicas en ríos pueden ocasionar,
en un solo evento, perjuicios irreparables y hasta definitivos para el caso de algunas especies.
Hasta accidentes pequeños, como el ocurrido recientemente para un trecho del Marañón (a
ser convertido en hidrovía) pueden tener consecuencias severas. Por eso el tema de la
seguridad de la navegación y las precauciones para evitar/eliminar la posibilidad de
accidentes masivos con substancias tóxicas debe ser punto esencial de los estudios.
Sumando ventajas y restando desventajas cabe poca duda que usar los cursos de agua
naturales de la Amazonía es una buena idea que ya debió ser mucho más aprovechada. Parece
incomprensible, en efecto, la construcción de costosas carreteras paralelas a grandes ríos
navegables, inclusive el propio Amazonas, como en el caso de la carretera Iquitos-Nauta que,
dicho sea de paso, continúa desconectada del sistema vial nacional casi treinta años después
de terminada. Tamaña irracionalidad fue denunciada cuando apenas se iniciaba la
construcción de esa vía (Dourojeanni 1981, 1990), pero eso no alteró la decisión que en
verdad se sustentaba en intereses particulares; y ese hecho continúa siendo una realidad ya
que otras carreteras paralelas a los ríos navegables ya existen o están previstas. Por razones
esencialmente económicas esto ocurre igualmente en muchos países desarrollados, donde
carreteras y ferrocarriles corren paralelos a hidrovías. Es decir que las hidrovías no
garantizan que no se hagan carreteras y que, en consecuencia, los impactos ambientales de
ambos pueden conjugarse y sumarse.
En conclusión, no cabe duda de que el potencial de navegación de los ríos amazónicos debe
ser aprovechado pues ofrece enormes ventajas económicas, ambientales y sociales sobre sus
alternativas terrestres. Sin embargo, dadas las características peculiares de la Amazonía
peruana, sus ventajas ambientales dependen del tipo de hidrovías que sea decidido hacer.
Como se ha expuesto, mientras más se opte por adaptar la navegación al río, menores y más
tolerables serán los impactos. Si se opta por lo contrario, o sea, adaptar el río a la navegación,
haciendo infraestructuras que afectan la hidrología y la estabilidad ecológica, sus impactos
ambientales y por ende económicos y sociales pueden ser muy elevados. El tema más sensible
en este caso es la eventual rectificación del curso de los ríos, cortando los meandros y/o
abriendo los lagos ribereños. Las consecuencias de esta decisión incidirían, más que cualquier
94
El segundo y más reciente boom petrolero en la Selva fue mejor diseñado, ejecutado y
monitoreado, pero tampoco ha sido o está siendo inocuo. Peor aún es constatar que ha pasado
de ocupar con fines de exploración 15% de la Selva a más de 70% de la misma casi totalmente
superpuesto a tierras indígenas y a áreas protegidas de uso directo (Gamboa, 2009) y sigue
aumentando con la puesta en subasta de más lotes y que el área bajo explotación aumenta y
ya se realiza en 7 lotes. Desde 1999 ya se habrían perforado 646 pozos nuevos de los que 252
son activos. Es decir que a pesar del comportamiento más comedido de las empresas, las
amenazas para la Amazonia no han cesado, al contrario.
Entre los actores financieros del proyecto Gas de Camisea estuvieron el Banco interamericano,
la Corporación Financiera Internacional, la Corporación Andina de Fomento y el Ex-Im Bank
de EEUU. Estos pasaron a exigir sus propios patrones ambientales y sociales y eso, sin duda,
contribuyó mucho a evitar que se repitiera, con el gas, los errores cometidos antes con el
petróleo. Esos bancos ejercen una fiscalización apretada, la empresa aplica reglamentos
bastante estrictos y, entre otras medidas, se creó un panel de supervisión. También se
implantaron diversos mecanismos relativamente eficientes de monitoreo, control y
participación. No fue ni es perfecto, pero definitivamente no se reprodujeron en el Camisea los
problemas ocurridos en el Norte de Loreto. Sin embargo, cabe criticar al gobierno peruano
que concedió contratos petroleros en tierras de indígenas en aislamiento voluntario y cerca
de áreas protegidas importantes y que, pero, no está cumpliendo su parte para evitar mayores
perjuicios a esos indígenas ni invirtiendo suficientemente en las áreas protegidas.
96
Además, se están produciendo situaciones inesperadas y lamentables que van más allá de los
que pueden ocasionar accidentes en la explotación y transporte de hidrocarburos. La larga
serie de condicionantes ambientales y sociales que la empresa cumple en el caso del Gas de
Camisea son incumplidas por las autoridades municipales e, inclusive, regionales que usando
y abusando del canon que reciben de la empresa, hacen mucho de lo que ésta se ha
comprometido a no hacer en pro de evitar impactos ambientales y sociales negativos.
Financian carreteras en lugares donde la empresa solo está permitida de usar helicópteros
para evitar invasiones o explotación ilegal de madera o caza furtiva o, como ya fue el caso,
conectaron la región del Alto Urubamba con el VRAEM, facilitando la expansión del
narcoterrorismo. También dejan que la gente entre al Bajo Urubamba sin obedecer las
estrictas reglas de vacunación impuestas, fomentan el aumento de la densidad poblacional sin
brindar servicios de agua, desagüe y tratamiento de aguas servidas y residuos sólidos y, en
general, contradicen gran parte de lo que fue arduamente negociado por el gobierno nacional
y los financiadores con la empresa, precisamente para elevar la calidad de la vida en la región.
En términos generales, se constata un abrumador malgasto o mal uso del canon petrolero
(Munilla, 2010).
Es obvio que el Perú no puede ni debe dejar de explotar sus recursos naturales y que debe
asimismo aprovechar la coyuntura favorable internacional. Lo que siempre falta en esos casos
que incluyen el petróleo y los minerales y asimismo la energía hidroeléctrica, es evitar que su
explotación perjudique grave e irremediablemente los recursos renovables, como el agua y la
vida. Eso implica cuidados que son caros pero que son insoslayables para garantizar el futuro
de la nación. Y eso es lo que empresarios y gobiernos de turno siempre olvidan. Ese es un
comportamiento comprensible en los empresarios, pero absolutamente inaceptable e
imperdonable en el caso de los gobiernos. Gobernantes que permitieron o permiten esos
abusos deben ser perseguidos con la misma vehemencia y compromiso con el que se persigue
a los mandatarios que comenten crímenes contra la humanidad ya que, de eso se trata
En esencia, el tal memorando plantea permitir que el Brasil estudie, financie, construya y
opere hasta quince grandes hidroeléctricas en territorio peruano para abastecer sus
necesidades de energía, comprando al Perú gran parte de la energía producida. Las seis
hidroeléctricas escogidas prioritariamente por el Brasil son Inambari (2.000 MW), Sumabeni
(1.074 MW), Paquitzapango (2.000 MW) , Urubamba (940 MW), Vizcatan (750 MW) y
Chuquipampa (800 MW) y, claro, las líneas de trasmisión correspondientes que serían
integradas al sistema brasileño. El costo total de las seis obras sería del orden de los 16 mil
millones de dólares y el primer proyecto seleccionado fue el del río Inambari, en la
confluencia de Madre de Dios, Cuzco y Puno, que costaría unos 4,847 millones de dólares.
Apenas para brindar una idea de lo que se trata, Inambari sería, en términos de generación de
energía, la mayor represa del Perú y la quinta mayor de América Latina, con un área de
97
El impacto ambiental de Inambari, aunque considerable, podría ser menor que el de las otras
represas propuestas. Dourojeanni et al (2010) estimaron que las 15 grandes represas que el
Brasil negocia con el Perú podrían inundar unas 392.000 ha e influenciar casi 3 millones de
hectáreas. La mayor de todas es la planeada en el Pongo de Manseriche. En el Brasil, por
ejemplo, las represas han dejado gran parte del país sin ríos no explotados con una o más
obras para fines energéticos, con gravísimas y bien documentadas implicaciones sociales y
ambientales.
90
Dourojeanni, M. 2009 Preguntas sobre hidroeléctricas en la Amazonía peruana Rios Vivos, 15/06/2009
(http://riosvivos.org.br/a/Artigo/Preguntas+sobre+hidroelectricas+en+la+Amazonia+peruana/1386); Castro,
M. 2010 Castro: Inambari no responde a una necesidad energética peruana, sino a una brasileña
Lunes 18 de Octubre, 2010 (http://www.actualidadambiental.pe/?p=7306) ;
98
Es perfectamente razonable que el Perú venda energía que no necesita a los países vecinos,
como el Brasil, tal como cualquier país lo hace con este o cualquier otro recurso. Eso es
normal, deseable y forma parte del proceso de integración continental. Pero antes de tomar la
decisión debe realizar todos los estudios económicos, sociales y ambientales que garanticen
que los beneficios serán mayores que los perjuicios, o sea que será rentable en esos tres
términos. Los beneficios económicos deben asegurar, además, un mínimo de daños sociales y
ambientales o las compensaciones adecuadas. Es más, en este caso debe hacerse una
evaluación socio ambiental estratégica que aborde la totalidad del programa hidroeléctrico de
la Amazonía y no solamente la del Inambari. Una cosa es “una represa” en la selva alta y otra,
muy diferente, es de 6 a 15 o más en los principales ríos nacionales. Además, se sabe que,
apenas en el Inambari, podría haber otras cinco represas para “explotar mejor” el potencial.
Cada río de la Amazonía podría, en efecto, ser convertido en una sucesión de lagos artificiales,
como ya es el caso con varios ríos brasileños.
Existen planes para construir 151 nuevas represas de más de 2 MW para los próximos 20
años en la cuenca alta amazónica. De esas 79 estarían en territorio peruano, además de las 26
que ya existen en este país en esa cuenca. Las hidroeléctricas planeadas se harían sobre los
seis principales tributarios del Amazonas. Los autores estiman que 47% de tendrían un
impacto ambiental elevado. Entre otros, el 60% ocasionarían un corte en la conectividad
biológica entre la parte alta y baja de los ríos y el 80% ocasionarían fuerte deforestación,
entre muchos otros males (Finer y Jenkins, 2012). Estudios más recientes ratifican esos
riesgos y los amplían mucho (Anderson et al, 2018).
Existen otros argumentos para no tener prisa en ceder el potencial hidroeléctrico peruano al
país vecino. En la actualidad no hay déficit energético en el Perú. El que está previsto en breve
puede ser fácilmente suplido por céntrales hidroeléctricas pequeñas y baratas, en condiciones
andinas, especialmente en el sur, donde los lagos artificiales pueden realmente contribuir a
mejorar el ambiente en lugar de degradarlo. De otra parte, siendo cierto que Inambari es el
sitio que, en términos comparativos y relativos, ofrece las mejores condiciones geográficas,
geológicas, ecológicas y hasta sociales para hacer una central hidroeléctrica es, a todas luces,
mejor retener esa oportunidad para los intereses peruanos y no cederlo graciosamente a los
brasileños. Finalmente, el Perú tiene que reformar previamente el plan de su matriz
energética, apuntando mucho más a fuentes no tradicionales de energía como la eólica y la
solar, entre otras y dejar de poner tanto peso en las energías hidráulica y fósil.
gran número de ríos amazónicos desde hace muchísimas décadas y oscila, como hasta el
presente, con el precio de este metal que, por desgracias, es patrón monetario.
Nada tan grave había ocurrido en el Perú hasta que, en 2003, a consecuencia del buen precio
del oro (unos US$1.000 por onza), comenzó una nueva racha de entusiasmo que se concentró
en Madre de Dios. En teoría en ese departamento existe una zona minera potencial con más de
627.000 ha. Casi un tercio de esta extensión, que en 2010 tenía unos 2.000 derechos mineros
titulados en los ríos Madre de Dios, Inambari, Colorado y Tambopata, está sobrepuesto con
áreas naturales protegidas, tierras de comunidades nativas, concesiones maderables, de
conservación, ecoturismo y reforestación. La búsqueda de oro que se realiza en las orillas de
antiguos cursos fluviales, más la explotación de oro en placeres auríferos aluviales, está
provocando la depredación de un área cada vez más extensa, aunque concentrados en La
Pampa, Guacamayo e Iberia. Además de Madre de Dios se han identificado lugares de intensa
actividad en Utiquina y Nueva Requena (Ucayali) y en Macuya (Ucayali/Huánuco). Pero, en
realidad, esa actividad ilegal se reproduce en menor escala en numerosos puntos de la Selva.
Se estima (Álvarez et al, 2011; Swenson et al, 2011) una extracción de oro anual superior a las
550 mil onzas de oro (o sea, entre 16 y 18,000 kg de oro por año) que utiliza de manera
intensiva unos 35,000 kg de mercurio en el proceso de amalgama, y cuyo derivado altamente
tóxico, el metil-mercurio, no se recupera en el proceso productivo91. En este contexto,
solamente 24 concesiones mineras tienen la llamada licencia ambiental, que de cualquier
modo es un papel que no se usa. Los gobiernos locales deberían recibir en promedio unos
91
Se estima que se consumen 2.8 kg de mercurio por cada kilogramo de oro amalgamado. Según el PNUMA,
las explotaciones ilegales de oro en todo el mundo son la segunda mayor fuente de contaminación mercurial.
100
US$650 a 700.000 por año por concepto de canon minero. En lugar de eso reciben apenas
unos US$17.000. Todo el resto es blanqueado o contrabandeado, es decir que no paga
impuestos, dejando para el Perú mucha destrucción de la naturaleza, enfermos, delincuencia y
prostitución, entre otros gravísimos problemas para el futuro.
Llevará décadas, quizá siglos, devolver alguna utilidad a esos suelos pero eso no importa a los
mineros amparados por una serie de hechos y correlaciones tortuosas que incluyen: (i) la
dominación de “empresarios” inescrupulosos que fomentan o realizan directamente esas
actividades mineras mediante inversiones en maquinaria, insumos y capital operativo, que no
obedecen la legislación, que no pagan impuestos, que explotan a los trabajadores que someten
y, que se benefician de la producción ilegal y de la comercialización; (ii) la presencia de miles
de campesinos y otros trabajadores que se transforman en verdadera “carne de cañón” de los
anteriores y que, alegando su pobreza y falta de alternativas, presionan al gobierno y a las
autoridades para respaldar a sus patrones y desobedecer la ley; (iii) autoridades nacionales y
regionales y políticos de todo cuño que apoyan esa actividad por intereses personales o de
grupo, partidarios o sectoriales y; (iv) la incapacidad del gobierno de ponerse de acuerdo
sobre una visión o un plan y de cumplirlo seriamente, siendo particularmente detestable la
92
SPDA 2017 Madre de Dios: En el 2017 la deforestación superó las 20 mil hectáreas
Miércoles 17 de Enero, 2018 (http://www.actualidadambiental.pe/?p=48190)
101
actitud del Ministerio de Energía y Minas que ampara la minería ilegal y sabotea la ministerio
del Ambiente, sin ninguna vergüenza.
Lo más triste en este asunto es que el Ministerio de Energía y Minas y gran parte del gobierno
y del poder legislativo han apoyado descaradamente ese tipo de minería a pesar de su
carácter ilegal, de las evidencias del perjuicio que acarrea al ambiente y a la sociedad y,
también, pese a que ni siquiera trae beneficios
fiscales y de que constituye una vergüenza para
el país, casi tanto como el hecho de que el Perú
sea asimismo un campeón mundial en
producción de drogas. El Ministerio no solo
publicita la existencia de oro sino que, contra
toda lógica, otorga impúdica y arrogantemente
derechos mineros que violan el sentido común
tanto como mucho de la legislación vigente, a la
que no dan la más mínima atención. Es verdad
que en términos formales los derechos mineros
En abierto sabotaje a las medidas contra la minería titulados no facultan la explotación, pero el
ilegal, el oro producido por ésta es en gran parte Ministerio sabe, porque él mismo lo permite,
comprado por el propio Estado, blanqueándolo. que es práctica común usar el derecho titulado
como “derecho a explotar” y porque no ejerce ningún tipo de control sobre ese uso ilícito de
los derechos y, peor, porque en cada ocasión de conflicto toma vergonzosamente el lado de los
mineros ilegales contra otras autoridades, por ejemplo, cuando los gambusinos invaden áreas
naturales protegidas. Para colmo, el propio gobierno compra buen parte del oro producido
ilegalmente, blanqueándolo y facilitando la actividad.
Pero, al margen del comportamiento dubio del gobierno, este tipo de tragedias sociales tiene
su sustento en la miseria y en la falta de oportunidades que son muy propios de la Sierra Sur
102
del país, especialmente de Puno y Cuzco, de donde proviene la mayor parte del contingente de
gambusinos. Estos, como frecuentemente se olvida, son pobres rurales que, por milenios, han
combinado actividades agropecuarias con las mineras. Por eso es tan difícil remediar la
situación ya que de una parte, existe una tragedia humana real y presente, para cuyos actores
la búsqueda de oro parece una solución y; de otra, el dinero que el negocio del oro crea,
corrompe todo lo que está cerca, empezando por las autoridades. Quién, como los ministros
Antonio Brack y Manuel Pulgar-Vidal, desde el Minan, pretendieron enfrentar el problema a
partir de 2009, tuvieron que salir al frente de la derecha corrupta que defiende hacer riqueza
fácilmente y de la izquierda igualmente corrompida que dice defender a los pobres. Todo es
mentira, ya que la inmensa mayoría de los pobres que vienen de la Sierra trabajan en semi-
esclavitud y regresan tan pobres como salieron y, además, enfermos o envenenados. Pero eso
no importa, de cualquier modo, ellos son “carne de cañón” para los dueños de las pequeñas y
medianas empresas que explotan el oro que, en realidad, no tienen nada de artesanal ni,
realmente, de “pequeña” minería93, para enfrentar a la policía en las huelgas e interrupciones
de carreteras que los primeros junto con los políticos de izquierda y derecha fomentan y,
claro, para sus catadores de votos en periodos electorales.
93
Las inversiones en equipo terrestre o en dragas suman cientos de miles o millones de dólares cada una y son
financiadas por empresarios de baja calaña, muchos de ellos usando dinero del narcotráfico o mal habido.
También, cada día hay más dinero brasileño y chino invertido en esa actividad ilegal.
94
Romero, S. 2012 Crecimiento de ciudades de la Amazonía inquieta a científicos New York Times
Dec. 13, 2012 (http://www.nytimes.com/2012/12/12/world/americas/crecimiento-de-ciudades-de-la-
amazonia-inquieta-a-cientificos.html)
103
En el Perú, solo el 54% de la población amazónica es urbana, pero crece rápidamente. Como
es bien conocido, las mayores concentraciones son las de Iquitos (438.000 habitantes) y
Pucallpa (270.000 habitantes), pero ciudades como Tarapoto (117.200 con distritos
próximos), La Merced (114.000 habitantes), Satipo (94.000 habitantes), Moyobamba y
Oxapampa (poco más de 70.000 habitantes), Contamana y Yurimaguas (poco más de 61.000
habitantes), Puerto Maldonado (unos 40.000 habitantes) y varias más están también
creciendo rápidamente. Aunque los déficits en cuestiones de educación y salud son grandes,
aún mayores son las carencias de agua potable, desagüe, plantas de tratamiento, drenajes y
manejo de residuos sólidos. La falta de pavimentación crea severos problemas de
contaminación del aire por polvos sedimentables durante la estación seca. Gran parte de la
población urbana sufre de pobreza crítica y habita en "barriadas" que, en muchos casos, son
aglomerados de palafitos o casas flotantes. Pero, al mismo tiempo, existe una proliferación y
gran dispersión de pequeños centros poblados en el área rural, donde la provisión de
servicios es muy difícil. Apenas en Loreto se cuentan 1.275 centros urbanos diminutos o
pequeños.
La pobreza rural explica en gran medida la migración hacía las ciudades. La ciudad, inclusive
en las barriadas, permite disponer de más y mejores servicios que en el monte. Escuelas,
puestos de salud, recreación, disponibilidad de energía eléctrica y, en especial en el caso del
Brasil, acceso a todas las ventajas financieras que el último gobierno otorgó a los pobres
(bolsa familia, bolsa escuela, bolsa gas, etc.) atraen números crecientes que, a pesar de sus
dificultades, están satisfechos. En la Selva Norte, debe recordarse, el crecimiento urbano más
rápido se dio con la exploración petrolera de los años 1970 y 1980 que requirió ingentes
números de “trocheros” que luego se quedaron desocupados e expandieron los barrios
miserables especialmente en Iquitos. En la actualidad el mayor movimiento migratorio dentro
del Perú se realiza a consecuencia del oro de Madre de Dios, departamento que desplazó a
Lima como el departamento más atractivo, captando el 14,8% de la migración interna entre
2002 y 2007. La fiebre del oro ha creado campamentos, en verdad gigantescas barriadas
donde antes no había nada, como Mazuko, entre otros centros poblados del distrito de
Huepetuhe .
Ojalá que los males urbanos amazónicos se limitaran a la falta de saneamiento básico y a sus
consecuencias en la salud. Lo que más ha proliferado con el “desarrollo”, especialmente con
las grandes obras viales y la explotación de hidrocarburos y de recursos mineros, es la
prostitución infantil. El crecimiento económico mal administrado trae ese mal que también se
refleja en una explosión de gravidez infantil. Según datos del INEI obtenidos a través de la
Encuesta Nacional de Hogares, la incidencia de la pobreza en la Amazonía peruana fue de
48,4% en el 2007. Asimismo, como era de esperarse, la pobreza en la Selva urbana (40,3%) es
menor que en la Selva rural (55,3%). Lo que es inesperado es que la pobreza en el ámbito
urbano selvático sea más alta que la pobreza en el ámbito urbano de la Sierra. La desnutrición
crónica en niños menores de 5 años al primer semestre del 2009 era de 26,3%, un poco más
elevada que el promedio nacional de 24,2%. La pobreza urbana es evidente en la periferia de
todas las ciudades amazónicas donde, como dicho, existen enormes barriadas, obviamente sin
104
servicios de agua, desagüe o recolección de residuos, los que también son escasos o
inexistentes para la población de clase media. En el medio rural el problema de la
desnutrición es más severo a consecuencia de la disminución del stock de recursos pesqueros
y de fauna silvestre, que tradicionalmente han sido fuentes considerables de proteína.
La Amazonia, como los océanos y lagos, recibe y concentra todos los residuos producidos en la
porción de los Andes que corresponde a la cuenca amazónica. El principal contaminante, por
su volumen, son los sedimentos provenientes de la erosión de las laderas andinas que a su vez
es esencialmente el resultado de la deforestación seguida de una agricultura mal conducida.
Esos sedimentos, en proporciones normales, es decir naturales, son beneficiosos ya que de
ellos depende la fertilidad propia de los ríos blancos o lechosos de la Selva y de sus áreas
inundables o varzeas. Pero en las proporciones enormes con las que ahora llegan, esos
sedimentos son responsables principales de las inundaciones que asolan la Selva Baja y
asimismo de las dificultades crecientes para la navegación fluvial.
aguas residuales-- que envenenan los suelos y el agua y que se acumulan en la biota; y (iv)
emisiones gaseosas --quema de gas en fase de prueba de pozos-- diversas que afectan el
entorno natural y humano. Y, aunque no debería ocurrir, son frecuentes los derrames de
crudo en el bosque y en los cursos de agua, por rupturas o fallas, con graves secuelas para el
ecosistema y para la población.
Entonces, agua y por ende suelos, son muy contaminados en la Selva y lo son más día a día.
Pero debe recordarse que los incendios de chacra y los incendios forestales, así como otras
95
Hill, D. 2018 Remote Amazon tribe hit by mercury crisis, leaked report says The Guardian
(https://www.theguardian.com/environment/andes-to-the-amazon/2018/jan/24/amazon-tribe-mercury-crisis-
leaked-report)
106
Por si fuera poco, el crecimiento de la población y de los entornos urbanos añaden otras
formas de contaminación como son el agua servida y la basura que, si son enterrados, lo son
de forma precaria, terminando siempre todo en los ríos.
Lo más notable es que en aquella época los indígenas y los ribereños, así como inclusive los
agricultores de origen costeño y serrano no pasaban hambre. Los estudios de Pierret y
Dourojeanni (1966, 1967) seguidos una década después por los de Rios et al (1972), Gaviria
(1981) y Dourojeanni (1985) mostraron como esa población se nutría bien en términos de
proteínas animales, pero, también demostró cómo, en poco más de una década eso cambió
aunque no al punto en que se encuentra en la actualidad. De una mesa harta, de carne de
monte y pesca, se pasó a una situación de notoria deficiencia que afecta principalmente a los
indígenas, a los campesinos andinos que invaden la Selva y a los ribereños.
La causa de la debacle de la población de fauna terrestre ha sido, sin duda, la presión de caza
comercial seguida del aumento de la población rural y, en ambos casos, de la falta de cualquier
tipo de manejo, como antiguamente practicaban los indígenas mediante rotación de campos
de caza y vedas estacionales para determinadas especies. Mucho de eso se debe, también, a la
dispersión de la agricultura y de las operaciones petroleras y madereras, cuyo personal
practica la caza para variar sus dietas monótonas. La contaminación derivada de la
107
El estoque pesquero de los ríos y lagos ha sido igualmente grandemente afectado como se
observa en las estadísticas de captura. La reducción ha sido posiblemente mayor que la de la
caza, debido igualmente a la pesca comercial abusiva, usando embarcaciones relativamente
grandes y aperos de pesca ilegales para suplir la demanda de las áreas urbanas como para
exportar peces ornamentales. Ninguna pauta de manejo ha sido observada y la situación es
cada día más grave. Pero, aun más que en el caso de la fauna terrestre, la acuática es afectada
por la contaminación en todas sus formas y por la alteración del lecho de los ríos debido al uso
de dragas y a la navegación cada vez más intensa. La falta de pescado en los cursos de agua
aledaños a los lugares donde viven es trágica para las comunidades indígenas para los
pobladores rurales más pobres de la Selva Baja. El abastecimiento de pescado apenas en
Iquitos, que atrae la producción regional, ha caído de 20.835 TM en el año 1999 a 14.135 TM
en el año 2006 (Dourojeanni, 2013).
La situación de la explotación de
peces ornamentales es en todo
similar a la de pesca para consumo.
En 1982 se estimó la captura anual
en 16 millones de ejemplares, de los
cuales gran parte morían antes de
ser vendidos al exterior. Ese negocio
movió millones de dólares y aún
continúa, aunque restringido por la
creciente escasez. En 2007 existían
unas 28 empresas que exportaban La piscicultura es una buena opción de producción pero ofrece
oficialmente más de nueve millones muchos riesgos para las poblaciones naturales (Ono).
de peces por valor de US$2,5 millones y que involucran especies de 36 familias transportadas
desde las cuencas de la selva hasta 1.100 km del centro de exportación de Iquitos. Sin
embargo, la mayoría de los peces se recolectan cerca de la ciudad, con 10 especies que
representan más del 70% del volumen comercial. Alrededor de diez mil personas obtienen
ingresos del comercio, entre ellos muchos pobres de las zonas rurales que dependen de la
recolección de peces de acuario como fuente primaria o suplementaria de ingresos en
efectivo. Actualmente, la industria está experimentando una transición importante hacia el
suministro de nuevos mercados asiáticos y europeos (Moreau y Coomes, 2007).
Es decir que la piscicultura aparece como respuesta al abuso de la pesca llamada artesanal
que comúnmente es informal o ilegal y que en general es tan comercial como la que declara
serlo, y a la consecuente falta de pescado proveniente de fuentes naturales. Y, aunque en este
momento esa sea una alternativa positiva, que debe ser estimulada especialmente para aliviar
las carencias alimentarias de las poblaciones rurales, está lejos de ser la ideal pues, como todo,
también tienen inconvenientes. Esta opción se materializa a través de la producción de
pescado en base a especies nativas (por ejemplo, paiche, paco, gamitana y otros) en lagos
(cochas) naturales, bien sea libres o en jaulas o, en condiciones totalmente artificiales, o sea
en pozas y estanques (diversas especies, inclusive exóticas y peces coloridos ornamentales).
Es obvio que la alternativa más ecológicamente adecuada y la de menos costo o mejor relación
costo-beneficio es la del manejo de poblaciones de peces en cochas o lagunas naturales. Esta
es la opción que debe recibir la máxima prioridad. Pero, en muchos casos, especialmente en la
Selva Alta, simplemente no es posible por la inexistencia de cochas. En esos casos la
piscicultura o acuicultura convencional es la única opción disponible.
Los principales riesgos ambientales de la acuicultura son: (i) alteración drástica de la biología
de lagos (cochas) y otros ambientes acuáticos sensibles al usarlos para acuacultura extensiva,
como consecuencia del favoritismo a unas especies sobre otras y de la contaminación; (ii)
contaminación del agua resultante de los efluentes dos tanques de engorde (DBO5, nitrógeno,
fósforo y sólidos suspensos) y de los residuos alimentario; (iii) uso excesivo de drogas,
antibióticos y otros productos químicos para control de las enfermedades de los peces u otros
seres utilizados; (iv) utilización ineficiente, o sea desperdicio, de raciones y otros productos
para la producción de peces y otros animales acuáticos; (v) propagación de enfermedades del
cultivo a las poblaciones nativas: (vi) eventuales conflictos con otros usuarios de los recursos
109
96
La introducción del paiche en Bolivia ha generado bonanza económica pero puede tener consecuencias
imprevisibles para los demás recursos hidrobiológicos ( https://es.mongabay.com/2017/11/paiche-se-fuerte-la-
amazonia-bolivia/)
110
como deja de fijarlos. En ese contexto, el rol que puede tener la Amazonía para agravar el
problema si se le deforesta o para limitarlo si se mantienen sus bosques naturales o se plantan
nuevos donde fueron extirpados, es considerado muy importante. Sin embargo, debe
recordarse que, en ese papel, los mares son aún más importantes que los bosques.
Las evidencias disponibles (Nepstad, 2007, Fearnside, 2008; Salati et al, 2009) revelan que la
elevación de la proporción de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases en la atmósfera y la
consecuente elevación de la temperatura mundial tendrá repercusiones drásticas sobre la
Amazonía, aún en el caso de que se materialice la proyección más moderada (2°C). Los
científicos estiman que el sur de esa región será impactado por una elevación de la
temperatura, reducción de alteración de la pluviosidad y el correlativo aumento de incendios,
provocando un proceso de sabanización que podría eliminar gran parte de las especies allí
conocidas. Es muy posible que parte de la Selva Sur peruana, especialmente la parte baja de
Madre de Dios, sufra esas consecuencias. Pero la Selva también será afectada por sequías más
drásticas, así como por periodos de precipitaciones excepcionalmente fuertes, con gravísimas
consecuencias para el desarrollo de las actividades agropecuarias y para el desarrollo urbano,
que en su mayoría están instalados en la proximidad de los ríos. En 2008, los hielos de la
Cordillera Blanca ya habían perdido 26% de la extensión que tenían en 1977 y el mismo
proceso se da en todos los Andes97. En el Perú, todos los glaciares que están por debajo de los
5.100 metros ya han desaparecido. A 2010 el Perú había perdido el 57% de la cobertura de
sus glaciares, lo que quiere decir que se está quedando sin gran parte de una de sus
principales reservas de agua para el futuro.
Es, pues, fundamental tener esas informaciones en cuenta para el diseño del futuro, tanto en
la misma Sierra como en Costa y Selva. Relativamente pequeños cambios de temperatura van
a impactar severamente en la biota amazónica, pues sus especies de plantas y animales no
tienen tolerancia a esas variaciones. La mayor diversidad biológica de la Amazonía se
encuentra en la llamada Selva Alta, donde las especies, muchas de ellas endémicas y sus
biocenosis viven en pisos ecológicos determinados en una gradiente que va de 100 msnm a
3,800 msnm. La rapidez prevista de los cambios climáticos no permitirá que las especies que
huyen de la elevación de temperatura del piso inferior puedan adaptarse a la biocenosis del
piso superior y, de cualquier modo, en las laderas andinas, la línea de árboles es un límite
infranqueable para las especies del bosque. O sea que, de cualquier modo, tanto en la Selva
Alta como en la Baja puede esperarse una hecatombe biológica. Ver un amplio y minucioso
análisis, grupo por grupo, de las consecuencias biológicas más probables de este hecho en la
biota andino-amazónica en Herzog et al (2011).
La deforestación no solo aumenta el nivel de CO2 atmosférico, sino que fragmenta los
ecosistemas y aísla porciones de estos, cortando toda posibilidad de escape de las especies
que no soportan los cambios. A eso debe sumarse el tema de las especies invasoras. Estas,
dispersadas por el transporte humano, pueden ser favorecidas por los cambios climáticos,
consiguiendo imponerse en ecosistemas donde antes no existían y provocar cambios
enormes, en general degradantes en cuanto a diversidad, servicios ambientales y valor
económico. La ciencia está demostrando, a partir del hecho evidente de que ninguna especie
vive en el vacío, que esos cinco factores --aumento del CO2 atmosférico, elevación de la
temperatura, deposición de nitrógeno, fragmentación de ecosistemas y especies invasoras--
actuando combinados resultan aún más peligrosos que cuando se analiza su impacto aislado,
97
La misma fuente cita que esos y otros datos permitirían suponer que los pueblos andinos y costeños del
Perú enfrentarán una grave crisis por falta de agua a partir de 2025 (Folha on line de 16/07/2008)
111
dando lugar a procesos y hechos inusitados e insospechados, en su enorme mayoría casi todos
negativos en términos ambientales. Esto ha sido descrito como la descomposición de un
ecosistema y la reconstrucción de otro, muy diferente, con los elementos sobrevivientes del
original
El MDL considera el derecho a emitir CO2 como un bien canjeable y con un precio establecido
en el mercado de tal modo que pueden emitirse bonos de carbono que sirvan para
transacciones que permitan mitigar la generación de gases invernadero, beneficiando a las
empresas que no emiten o disminuyen la emisión y haciendo pagar a las que emiten más de lo
permitido. Un bono de carbono, de los que existen tres tipos, representa el derecho a emitir
una tonelada de dióxido de carbono equivalente y se traduce en certificado de emisiones
reducidas que puede ser vendido o comercializado en el mercado de carbono a países
industrializados, de acuerdo con una nomenclatura especificada por el Protocolo de Kioto. Los
tipos de proyecto que pueden aplicar a una certificación son, por ejemplo, generación de
energía renovable, eficiencia energética, forestación o reforestación, limpieza de lagos y ríos,
entre muchos otros.
En 2005 fue aceptado el concepto de reducir emisiones causadas por deforestación --RED por
sus siglas en inglés--, lo que luego fue expandido incluyendo las que son causadas por la
degradación de los bosques (REDD) y finalmente se añadió a esto el tema de la conservación
de la biodiversidad, el manejo sostenible de los bosques y el aumento del almacenaje de
carbono (REDD+). La motivación fue la constatación de que la reforestación no conseguiría
compensar la deforestación y la quema de bosques. El termino REDD significa, en castellano,
“reducción de emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la deforestación y la
112
El Perú es país parte de la Convención y del Protocolo de Kioto y, por eso, en la 14ª y la 15ª
Conferencia de las Partes confirmó su propósito de tener una participación activa, remitiendo
a la Secretaria, en 2010, el documento sobre las Acciones Nacionales Adecuadas de Mitigación
que lo comprometen a reducir la deforestación a cero hasta 2020. El Perú asimismo ha sido
seleccionado como uno de los 6 países que serán experiencias piloto para usar fondos del FIP
y, para acceder a esos recursos, debe identificar sus necesidades mediante el diseño de una
estrategia de prontitud REDD+. Este proceso ya ha sido iniciado por el gobierno y está en fase
de aprobación. Otra de las decisiones del gobierno para atender ese compromiso fue la
creación, en 2010, del Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del
Cambio de Climático (PNCB) que depende del Minam y que ya recibió apoyo substancial del
gobierno japonés. Pero, existen varias otras fuentes de cooperación técnica y financiera
internacional que están apoyando al Perú en el propósito de alcanzar una deforestación cero,
fijada en 54 millones de hectáreas conservadas, en 202198, como ofrecido internacionalmente
por el Ministro Antonio Brack. Obviamente, el país ha adoptado también una serie de otras
medidas de carácter político, legal e institucional para ese fin (Capella y Sandoval, 2010;
MINAM/PNCB, 2010)
No es del caso insistir en los riesgos que implica el cambio climático para la humanidad ni el
rol que cabe a la Amazonia en agravarlo o mitigarlo. Baste mencionar que para el año 2000 las
emisiones peruanas de CO2 se estimaron en 142.124 Gg. Según ese inventario (MINAM,
2006), que incluye todos los parámetros considerados en el Protocolo de Kyoto, el cambio de
uso de la tierra (es decir la deforestación) es responsable por más del 77% de las emisiones
nacionales, es decir que mucho más que las generadas por la energía (17%) y por la
agricultura. Pero, en ese informe se considera que la regeneración del bosque --purmas--
removió prácticamente el 50% de las emisiones99, con lo que concluye que las emisiones
totales peruanas fueron de 119.419 Gg y que la deforestación, de ser así, solo aportó 47,5%
del equivalente carbono lanzado a la atmosfera por el Perú, lo que eleva proporcionalmente la
participación del consumo de energía y de la agricultura. En esos cálculos aparentemente no
se incluyó el carbono contenido en el suelo. Es interesante anotar que a nivel mundial el 80%
de las emisiones globales de carbono proviene de la quema de combustibles mientras que a
nivel de los países suramericanos y africanos la mitad o más proviene del cambio de uso de la
tierra lo que, por las cifras expuestas, es típicamente el caso del Perú. Se desconoce la
situación actual de las emisiones peruanas de gases efecto invernadero, pues no se ha
actualizada ni perfeccionado el estudio mencionado. Pero es evidente que el relanzamiento
98
Aunque deseable, ese propósito parece inalcanzable habida cuenta de la realidad peruana, caracterizada por
una gobernancia notablemente débil.
99
Esta interpretación es altamente discutible y poco probable. Su justificación depende de admitir que
prácticamente no hubo deforestación en el Perú durante más de una década y además, que la vegetación
secundaria es equivalente, en su biomasa, a los bosques naturales.
113
económico del Perú y la construcción de inúmeras obras viales en la Selva deben haber
aumentado significativamente las emisiones de carbono y otros gases.
Los cálculos hechos por el Minam para justificar el PNCB y a otras iniciativas de apoyo
internacional son muy esquemáticos (MINAM/PNCB, 2010). Es necesario elaborarlos con
mucho más detalle y mejor base científica y económica. El argumento usa apenas los
siguientes elementos: (i) la existencia de 380 TM-CO2 equivalente/ha como promedio para la
Amazonía peruana; (ii) dos precios alternativos (US$5/TM-CO2 y US$1/TM-CO2) y, (iii) dos
opciones de deforestación anual media (90.000 ha/año y 150.000/ha/año). En el futuro
debería llevarse en cuenta una serie de consideraciones adicionales como: (i) discriminar los
tipos de bosques, (ii) determinar el status de manejo del bosque, pues éste y sus perspectivas
de medio y largo plazo no son iguales en parques nacionales que en bosques sometidos a
explotación en concesiones forestales; (iii) definir parámetros para estimar los niveles de
degradación forestal pues implican diferencias significativas en el volumen de carbono
retenido; (iv) determinar el volumen de carbono en el suelo ya que estudios recientes
demuestran que se trata de una verdadera “bomba de tiempo” si escapa a la atmosfera
(Fearnside, 2010); (v) evaluar el aporte de plantaciones forestales y frutales, así como que se
continúe haciendo agroforestería y actividades silvopecuarias; (vi) llevar en cuenta los
precios de la TM-CO2 que son muy variables y pueden ser mayores o menores que US$1 y
US$5/TM-CO2 usados como base de cálculo; (vii) tratándose de deforestación evitada debe
calcularse, obviamente, cuál es la situación real de la deforestación en la Amazonia peruana
que ha aumentado considerablemente.
En verdad el Perú, como los demás países, enfrenta el dilema de hacer en el corto plazo lo
necesario para limitar el cambio climático, o de continuar haciendo más de lo mismo y en el
medio plazo enfrentar las consecuencias anunciadas. Al nivel mundial, el costo de actuar
contra el cambio climático es estimado en 1% del producto bruto mundial (alrededor de
US$45 mil millones por año) pero el costo de la inacción sería 100 veces mayor (de US$4.400
a 5.200 miles de millones por año). Según Wilcox et al (1995) quienes hoy deforestan la
Amazonia están destruyendo bienes que retienen carbono cuyo valor anual por hectárea
oscila entre 1.500 dólares y 10.000 dólares para crear pasturas que apenas aportan 200 a 500
dólares por hectárea. El Brasil, por ejemplo, ha realizado un importante trabajo sobre la
economía de los cambios climáticos siendo uno de sus primeros productos un estudio de la
estimativa de ofertas de recursos hídricos en diversos escenarios de clima, que merece ser
considerado pues, predice una reducción significativa de excedentes hídricos para la cuenca
amazónica en territorio brasileño (Salati et al, 2009). Un estudio reciente (Aragon et al, 2018)
en la Amazonia brasileña confirma la estrecha relación entre cambio climático e incendios.
Las oportunidades para atacar el problema son a cada día mejor conocidas. Fleck et al, (2010)
analizaron el costo de oportunidad de la conservación de los bosques: Sobre la base del
cálculo de la rentabilidad de las actividades agrícolas, ganaderas y forestales convencionales
en parte de Madre de Dios, los autores concluyeron que en 19% del territorio estudiado
ninguna de ellas sería rentable, que en 35% del área el rendimiento sería de apenas
US$100/ha/año y así sucesivamente. Solo en 19% del área la rentabilidad superaría los
US$300/ha/ano (donde se explotaría madera noble). Así, sobre el 71% del área que será
deforestada sería más rentable mantener los bosques si se pagara apenas US$0,16/T-CO2 y se
podría conservar el 98% de los bosques si se pagara US$0,64/T-CO2. Los autores añaden que
esos precios son muy bajos comparados con los valores medios que son pagados en el
mercado voluntario de carbono para deforestación evitada, que bordean los US$9,4/T-CO2.
114
Este mismo razonamiento fue desarrollado a una escala mayor por un amplio grupo de
especialistas para el Brasil (Nepstad et al, 2009). Este país viene soltando de 0,7 a 1,4 GT-
CO2/ano. En 2008 el gobierno ofreció reducir la deforestación en 20% de la tasa histórica
hasta 2020. Para cumplir eso los autores estudiaron las alternativas y el costo de oportunidad
y concluyeron que el costo estimado en los US$7 a 18.000 millones, según las alternativas y
que el gobierno no tiene, podría obtenerse usando la nueva legislación americana sobre
REDD, que generaría ingresos de entre US$37 y 111.000 millones de dólares entre 2013 y
2020.
En el cálculo que se haga para el Perú deberá llevarse en cuenta que la deforestación de la
Amazonia no es la única causa de emisiones de gases de efecto invernadero. En esa misma
región hay emisiones importantes que salen de los cuerpos de agua, incluidos los extensos
aguajales100 y, conforme a la previsión de construir un número grande de lagos artificiales,
siendo el primero la central hidroeléctrica del Inambari. Estos lagos emiten gases de mayor
impacto que el CO2, como el metano y el óxido nitroso y lo hacen durante toda su existencia.
El caso del Inambari fue parcialmente estudiado revelando que podría generar 5,8 millones de
T-CO2 en el primer año y 3,5 millones de T-CO2 anualmente durante el resto de su existencia.
Esto implica que tan solo esa represa aumentaría en 2% las emisiones totales del Perú (Arana,
2009).
Es bien sabido que el ciclo hidrológico está siendo directamente afectado por el cambio
climático. Por eso, Este tema tiene, en el caso de la Amazonía peruana, tres dimensiones:
Local, cuando el impacto incide en centros poblados que pueden carecer de agua para
consumo o para usos agropecuarios o que sufren de irregularidad o de baja calidad,
configurando típicamente casos de manejo de cuenca o, que sufre de procesos erosivos
violentos como huaycos y aluviones. Esta escala es fundamental para la Selva Alta. Regional o
nacional, cuando influencian, en su conjunto, en condiciones climáticas como la pluviosidad y
actúan en la regulación de los flujos de agua en la Selva Baja, moderando el impacto de
inundaciones y secas extremas. Internacional, pues lo que se haga o no se haga en términos de
conservación de bosque en la Amazonia peruana termina impactando irremediablemente en
la Amazonia brasileña. Los procesos de inundaciones y secas excepcionales que ya son social
y económicamente drásticos en el Perú lo son muchas veces más en el territorio brasileño.
100
Asunto poco o nada estudiado, pero, sin duda, importante.
115
En este capítulo se pretende describir la situación actual de la Selva del Perú en términos de
gestión --gobierno, gobernanza, planeamiento, administración-- y del rol de los diversos
actores --sociedad internacional, nacional, regional y local, indígenas --así como el de las
instituciones financiadoras, empresas constructoras-- en las decisiones que determinan el
futuro de la región.
Se debería abordar este tema describiendo la forma en que los departamentos amazónicos o
con parte de sus territorios en la Amazonía son gobernados. Pero eso se resumiría en decir
que desde que fueron creadas las regiones, que ahora se reconoce son, en verdad, los mismos
departamentos históricos, dándoles creciente autonomía, incluyendo manejo presupuestal
bastante independiente, elecciones de autoridades y hasta el pomposo título de “gobernador”
para la autoridad principal, nada ha mejorado la capacidad de ejercer autoridad en los
ámbitos que les corresponde. Aunque es evidente que eso se debe en parte a que las
responsabilidades que el gobierno nacional les transfiere no incluyen la transferencia
proporcional de personal calificado y de presupuesto, no es posible ocultar que, como dicho,
la causa principal es la manifiesta incompetencia aumentada por niveles elevados de
corrupción de esas autoridades y de sus equipos. Hay casos, como el de la elección del
gobernador de Madre de Dios en 2015, que establecen un típico caso en que la delincuencia
asume y ejerce el poder. La corrupción escandalosa que se instaló en Loreto durante el
periodo 2007 a 2014, es otro caso, entre muchos, de desperdicio de recursos y de predominio
absoluto del desgobierno.
La capacidad de una nación de gobernarse depende de muchos factores que, en el caso del
Perú y de su Amazonia, están ausentes o insuficientemente presentes. El principal elemento
faltante, como perspira de numerosas páginas de este mismo libro, es un nivel de disciplina
social mínimo para que las pautas de convivencia sean suficientemente respetadas como para
posibilitar la realización de un gobierno que realmente beneficie a la mayoría. Esto pasa por
una serie de requisitos de los que probablemente el principal sea la educación, especialmente
la que genera civismo, es decir el conocimiento y reconocimiento del límite individual,
familiar o grupal con relación a los derechos de los demás. A falta de educación, cuyo nivel
asimismo depende de cierto nivel de gobernanza, estableciendo un primer segmento de un
círculo virtuoso, debe haber autoridad que, gradualmente, sea suplida por el autocontrol que
brinda la educación. Ese, dicho sea de paso, ha sido el camino de países asiáticos como la
China, Corea y, antes, del Japón. Curiosamente, el Perú que vivió inúmeras tiranías ==o
117
dictaduras-- no aprovechó de ellas101 para crear el nivel educativo que implica autodisciplina
social. Posiblemente eso se deba a que la mayoría de las tales dictaduras además de ser
relativamente blandas y de corta duración, carecían de planes ambiciosos y, especialmente
porqué eran tan incompetentes cuanto, en otros casos, corruptas. Es así que la capacidad de
raciocinio político o cívico de la población sigue siendo tan escuálida que no crea condiciones
de gobernabilidad. El resultado de eso es el imperio en todo el Perú, pero especialmente en la
Amazonía, de la “ley de la selva”.
La “ley de la selva”, expresión que pretende equiparar el desorden que supuestamente existe
en la jungla, donde en teoría domina el más fuerte, con la forma en que la sociedad humana se
maneja es equívoca. En realidad, en términos ecológicos, en la jungla predomina el orden y el
equilibrio basados en leyes precisas, inapelables e implacables. Pero, aunque sea equivocado,
en la mente popular la expresión “ley de la selva” indica caos y eso es, sin duda, lo que
predomina en la sociedad de la Amazonia peruana, caracterizada por la falta de respeto a las
normas básicas de convivencia de una sociedad civilizada.
De una parte, como dicho, la Selva es la región donde cualquiera llega y ocupa tierra ajena y
hasta construye casa y hace chacras sin siquiera se preocupar en saber quién es el dueño,
donde se saca madera de donde sea y de donde sea más fácil, si nadie protesta. Es el lugar
donde se sale por allí matando bichos. En la Selva se puede hacer minería hasta de escala
considerable sin que nadie se moleste, excepto para pedir coimas; donde cultivar coca y
amapola es menos peligroso que cultivar café y cacao, pues en el primer caso se está protegido
por los bandidos mientras que en el segundo se es víctima de ellos; donde todo ese discurso
sobre “preservación del ambiente” es apenas conversación vana.
101
La única o principal excepción puede haber sido la dictadura del General Manuel A. Odría (1948-1956)
que dio un gran impulso a la educación pública.
118
Aunque lo anterior pueda parecer exageración y puede presuponer que se ignoran los
valiosos esfuerzos de muchos por mejorar la situación prevaleciente, cualquier análisis
honesto de los hechos revela que, en la Selva, el nivel de gobernanza es de bajo a bajísimo,
tanto en el campo como en la ciudad. También queda evidenciado que los responsables son
tanto el gobierno que no se propone seriamente o que no consigue imponer gobernabilidad
como el pueblo que voluntaria o involuntariamente ha optado por no aceptar reglas sociales.
Hay comportamientos populares que se explican por la falta de opciones, pero hay otros
muchos, como el simple hecho de tirar basura a la calle o de no respetar las señales de tránsito
que son esencialmente responsabilidad individual. La falta de gobernanza, como dicho antes
deriva de la falta de autoridad y de la falta de autocontrol, es decir de comportamiento cívico
que solo la educación puede dar, a falta de autoridad.
Elevar el nivel de gobernanza de la Amazonia peruana es asunto vital para construir un futuro
mejor. El ritmo al que viene mejorando es demasiado lento y debe, por lo tanto, implicar
mayor énfasis del gobierno nacional y de los regionales en temas que repercuten
directamente sobre el comportamiento social. Eso implica, de un lado, mayor esfuerzo en
educación formal e informal, leyes mejores en el sentido de ser más simples y realistas y
consecuentemente localmente aplicables y, facilitar más y mejor participación popular en las
decisiones para legitimarlas y comprometer la ciudadanía a apoyarlas. El presupuesto
participativo actual es una buena iniciativa; pero en general está mal orientado pues los
ciudadanos no reciben la información suficiente para decidir bien y, peor, no atiende a las
grandes obras, realmente impactantes, que se desarrollan en la región y que son decididas
arbitrariamente por el gobierno nacional y a veces por los regionales, con participación del
sector privado. De otro lado implica reforzar la capacidad del estado para cumplir las
decisiones sociales y obligar los reacios a acatarlas, mediante sanciones y represión justa pero
fuerte, a la altura del problema, en la que se involucre participación ciudadana en la denuncia
y monitoreo.
válido y mucho menos existe un plan nacional de desarrollo amazónico. Tampoco existen
las respectivas políticas en las que los planes se amparen. Al nivel nacional, como se verá,
existe un documento extremamente general y utópico que, con buena voluntad, puede
considerarse precursor de un futuro plan. A nivel de la Selva no hay nada. Pero, por otra
parte, asimismo existe proliferación de planes sectoriales nacionales, regionales y
sectoriales regionales, sin mencionar los municipales y otros. Un estudio de 2013 sobre
Loreto (Dourojeanni, 2013) demostró que tan solo con relación a recursos naturales y
ambiente existían 36 planes y/o estrategias de desarrollo vigentes para esa región de los que
16 eran regionales. A eso había que sumar 10 documentos de lineamientos de política con
impacto en esa región. Considerando los lineamientos de política, planes y estrategias de
otros sectores como educación, salud, seguridad pública, etc., existían entonces no menos
de 150 planes vigentes. Loreto no debe ser la región más prolífica en planes, pero aun
considerando la mitad de los enumerados, en el Perú pueden existir más de un millar de
documentos de planificación regional a diferentes escalas. A eso hay que sumar los
documentos de planeamiento sectoriales nacionales que son por lo menos uno por cada
dirección general, sin mencionar los que son más específicos. Por ejemplo, en el sector
Agrario existe, como es obvio, una política agraria nacional y un plan de desarrollo agrario,
pero asimismo hay un plan para la prevención de desastres y otros para la palma aceitera, el
café y el cacao o para la ganadería y otro para los camélidos. También hay, evidentemente,
política y plan para el desarrollo forestal y asimismo un plan para la reforestación y por allí
va. Lo mismo ocurre en Transportes donde además de los documentos básicos de praxis
existen planes viales, ferroviarios, aeronáuticos, hidroviarios, portuarios y de
telecomunicaciones, entre otros. Son pues docenas de planes en cada sector que se
desdoblan en planes equivalentes regionales y en algunos casos locales.
¿Es eso necesario? Pues sí y no. Si los planes sectoriales y regionales estuvieran bien
amarrados con el plan nacional y si los planes sub-sectoriales y subregionales estuviesen
igualmente concordados con los primeros y entre ellos, ese gran número de planes
debidamente ordenados brindaría los detalles y ajustes que permitirían la ejecución del plan,
sin perder el rumbo señalado originalmente. Aunque sin duda no se requerirían tantos planes,
el resultado sería una orquesta bien afinada que produciría el resultado armónico que se
espera. Pero, si como es el caso, cada plan está desligado de los demás o, peor, los contradice,
el resultado es una cacofonía espantosa que, como se constata en la práctica, sólo genera
malgasto de recursos públicos y enormes perjuicios futuros a la nación. Valga mencionar,
como ejemplo entre centenas, las docenas de millones de dólares que malgastó Loreto para
hacer estudios de una ferrovía claramente innecesaria entre Yurimaguas e Iquitos, paralela a
la Hidrovía Yurimaguas-Iquitos y a una carretera en plena construcción, cuando el plan
ferroviario nacional había priorizado una ferrovía internacional que entrando por Pucallpa
iría hasta Bayóvar. Otro buen ejemplo de la falta de planificación es la intención de construir
una hidroeléctrica en el río Inambari que, de no haber sido detenida, hubiese cubierto de agua
más de 100 costosos kilómetros de la, por entonces, recién inaugurada carretera
Interoceánica Sur. O sea, otras decenas de millones de dólares desperdiciados. Otro proyecto
inexplicable, ya aprobado, es el de instalar una cara y ambientalmente peligrosa línea de
trasmisión entre Moyobamba e Iquitos a pesar de que en este momento se está construyendo
una importante nueva central térmica en la capital de Loreto102. No se discute que quizá eso
102
https://www.osinergmin.gob.pe/seccion/centro_documental/electricidad/Documentos/
PROYECTOS%20GFE/Acorde%C3%B3n/Transmisi%C3%B3n/2.2.3.pdf;
120
Los primeros intentos de planeamiento nacional serio comenzaron en el año 1962, durante
el régimen militar presidido por Pérez Godoy. Fue creado el Sistema Nacional de
Planificación del Desarrollo Económico y Social, presidido por un Consejo Nacional del
Desarrollo Económico y Social que incluía ministerios y otras entidades del Estado. Fue, en
gran medida, impulsada por los EE. UU. a través de la famosa Alianza para el Progreso.
Cuando poco después Belaúnde asumió el poder relegó esa opción para ejecutar su propia
visión del desarrollo peruano y amazónico, que en realidad se redujo a la construcción de
grandes obras públicas, entre ellas el impulso a la Marginal de la Selva. Dispuso, e usó como
quiso, es decir apenas para dar un barniz de sensatez a sus propuestas, la recién creada
Oficina Nacional de Evaluación de Recursos naturales (Onern). El apogeo de la planificación
nacional se dio durante la década de los gobiernos militares de Velazco Alvarado y Morales
Bermúdez, teniendo a la cabeza del Sistema al Instituto Nacional de Planificación (INP), que
tuvo su mejor momento bajo la gestión del General Jorge Chávez Quelopana. Fue entonces
que fue invitado al Perú la famosa misión de las Naciones Unidas presidida por el franco-
polaco Ignacy Sachs, un planificador de fama mundial con interés especial en la Amazonía,
que analizó detalladamente la situación amazónica y que sembró las semillas de la
planificación en esa región. En aquellos días la planificación era manejada por el INP que
tenía oficinas sectoriales y regionales y en la que, en toda instancia, participaban
activamente los sectores públicos, el sector privado y la sociedad civil. Los planes
meticulosamente desarrollados en aquella época aún circulan por allí, pero apenas el
gobierno militar devolvió el poder a Belaúnde, en 1980, todo eso terminó.
En efecto, en 1981 Belaúnde eliminó el Consejo y dejó al Instituto como cabeza del sistema,
pero con funciones y rol extremamente limitado hasta quedar prácticamente desactivado, lo
http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/08/21/peru-un-desastre-economico-y-ambiental-proyecto-de-
linea-de-transmision-electrica-moyobamba-iquitos/ ; Dourojeanni, M.. 2016 Línea de Trasmisión
Moyobamba – Iquitos: ¿Para qué, cómo? Lima Actualidad Ambienta Miércoles 3 de Febrero, 2016
(http://www.actualidadambiental.pe/?p=35314)
121
que fue oficializado en 1992 por Fujimori quien transfirió algunas de sus funciones, por
ejemplo, las referentes a la estabilización y al ajuste estructural, al Ministerio de Economía y
Finanzas, donde continúan y fueron gradualmente aumentadas conformando el llamado
Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP). Es solamente en 2002 que el Acuerdo
Nacional plantea retomar la idea de la planificación estratégica, adoptándose la llamada
“Quinta Política de Estado”, por la cual se estableció la creación de un sistema nacional de
planeamiento estratégico con una clara fijación de objetivos generales y específicos que
establezcan metas a corto, mediano y largo plazo. Esta Quinta Política de Estado solamente
se formalizó el año 2005 mediante la promulgación de una ley que creó el Sistema Nacional
de Planeamiento Estratégico y el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan). No
obstante, la dación de la ley, es recién, a partir de mediados del año 2008, que se implementa
el Ceplan que es la instancia gubernamental rectora del Sistema.
Lamentablemente, sin recursos ni apoyo político, el Ceplan no ha hecho nada más que
elaborar lineamientos grandilocuentes e inútiles. Como explicado por Dourojeanni et al
(2010) y reconocido por las principales autoridades nacionales, entre ellos el propio
responsable del Ceplan y el Ministro de Agricultura103 no existe aún ningún plan nacional de
desarrollo ni, mucho menos, un plan de desarrollo de la Selva que expresen la política que se
aplica en esos niveles. Los planes que existen son los regionales104, que aunque deficientes,
demuestran la voluntad de ver el desarrollo futuro de un modo integral y, claro, los
sectoriales, que son apenas enumeraciones de obras inconexas e inconsultas con otros
sectores que cambian mucho, pues responden al interés del gobierno y del ministro de turno.
Es así como se construyó la carretera Interoceánica Sur sin invertir prácticamente nada en el
desarrollo rural regional, sin prever que esa carretera iría a provocar migraciones y mayor
demanda de infraestructura urbana o de salud y educación y, sin pensar siquiera que ella
agravaría los problemas de narcotráfico y de minería ilegal. La única coordinación que el
Ministerio de Transportes y Comunicaciones realizó fue con los inversionistas y con los
constructores brasileños.
Muy diferente es el tratamiento a la planificación que es dado en el Brasil. Existe allí desde
hace ya décadas un Ministerio de Planificación que, dependiendo de los gobiernos es más o
menos poderoso, pero por el que pasa todo el proceso de desarrollo del país y donde se
deciden, cuidadosa y coordinadamente las inversiones públicas y se monitorean las privadas
que afectan al interés público. El país dispone de planes tanto al nivel federal como estadual y
en ellos se asegura un buen nivel de participación de la sociedad, por lo menos mucho más
que en el Perú. Allí es donde se decide, por ejemplo, hacer o no y cuándo y cómo las carreteras
que salen del Brasil y avanzan sobre todos los demás países amazónicos y especialmente
sobre el Perú. El Ministerio no es un obstáculo, al contrario, es una guía y ayuda los sectores y
los estados a negociar sus proyectos con las instituciones financieras multilaterales y con los
inversionistas privados; da las pautas para la preparación de proyectos y brinda asistencia
técnica para hacerlos mejor.
Lo que existe en el Perú es el SNIP del Ministerio de Economía y Finanzas que filtra todos los
proyectos de inversión al nivel nacional, grandes y pequeños y que, por eso, se convierte en un
cuello de botella para millares de acciones, muchas de ellas muy urgentes. El SNIP ha
complicado tanto el proceso de la inversión pública que requiere documentos hasta de
103
Varias declaraciones en los periódicos de Lima en 2010 y 2011.
104
Varios departamentos amazónicos, como Loreto, Ucayali y San Martín, disponen oficialmente de planes
de desarrollo, algunos mejores que otros.
122
centenas de páginas con información que está disponible en cualquier lugar para presentar
apenas un simple perfil, lo que en el Banco Mundial o en el BID apenas requiere de menos de
una decena de páginas y luego exige asimismo estudios de pre-factibilidad y factibilidad, en
algunos casos con miles de páginas en anexos, hasta para cooperaciones técnicas
internacionales con préstamos blandos, cuando las instituciones mencionadas raramente
requieren de más de una centena de páginas bien escritas. Lo peor es que, en general, el SNIP
solo consigue revisar aspectos formales o, en el mejor de los casos, los aspectos financieros,
pero, difícilmente consigue saber si el proyecto o programa analizado está debidamente
coordinado con otros sectores o si es de verdadero interés para el país o la región. Pasar por
los filtros del SNIP es, para las regiones y sectores públicos, un verdadero e innecesario
suplicio. Un ritual esterilizante y llevado a extremos de complicación tan absurdos como
innecesarios. Lo que es más ridículo en el caso del SNIP es que no aprueba las operaciones
más importantes que pasan, sin consulta, por encima de ese estorbo. Por ejemplo, la carretera
Interoceánica Sur, que fue un escándalo financiero pues su costo triplicó el previsto, no fue
vista por esa instancia que, por lo contrario, analiza con meticulosidad torturante los
pequeños préstamos blandos del Japón o de la CAF que pretenden mitigar los impactos de esa
y otras obras. Al asumir el gobierno el actual gobernante anunció una reforma del SNIP.
De las diversas acepciones del término “política” se reproducen solo tres: “arte de bien
gobernar los pueblos”, “sistema de reglas referentes a la dirección de los asuntos del Estado” y
“conjunto de objetivos que conforman determinados programas de acción gubernamental”.
De todas ellas, pero especialmente de la tercera, se desprende que una política debe tener una
expresión conocida y reconocida por los gobernantes y por los gobernados. Esa expresión
debería ser un texto en papel o en medio electrónico, es decir un patrón sobre el cual se puede
contrastar los hechos y saber si hay desviaciones o si simplemente hay incumplimiento. En
principio una política del Estado debería depender del Congreso y no del gobierno de turno y,
por lo tanto, debería ser durable, inclusive más que las leyes que deberían ser otra de sus
expresiones. Pero eso raramente es el caso y ciertamente no lo es en el Perú. A falta de
políticas de Estado las leyes las suplen pero lo hacen en forma muy limitada. De otra parte,
existe una amplia faja gris entre la política y los denominados planes de gobierno. En teoría, el
plan de gobierno debería ser una expresión de la política. Por eso, ambas se confunden con
frecuencia.
En términos formales el Perú dispone de una Política Nacional del Ambiente. Esta contiene
parte de lo que se espera de un documento como ese, pero excluye hacer propósitos claros
sobre los temas ambientales más complejos e importantes como los que podrían afectar a
temas de energía, minería y agricultura o a las grandes infraestructuras públicas. Se trata,
123
Artículos recientes de Ramiro Escobar105 son profusos en ejemplos que revelan las
consecuencias de la inexistencia de una política ambiental o, en otros casos, el
incumplimiento de la que existen. Pero pueden añadirse docenas más ocurridos desde la
publicación de la Política Nacional del Ambiente como visto en la evaluación ambiental del
quinquenio 2011-2016 (Dourojeanni et al, 2016). La falta de una verdadera política ambiental
se revela claramente a través de las contradicciones entre el combate a la minería informal
que promueve el Minam, que ya costó vidas y el favorecimiento de esta actividad por el
Minem, que antes era abierto y que continúa mal disimulado. También en el caso de los
ambiciosos programas para evitar la deforestación del Minam que son puestos en jaque por el
Ministerio de Transportes y Comunicaciones que, sin ninguna consideración seria, promueve
la construcción de carreteras nuevas por todas las selvas aún preservadas del país y;
asimismo, por el Minag que promueve la expansión de cultivos para biocombustibles y la
explotación de los bosques. En verdad, el gobierno que creó un ministerio del ambiente
atendiendo principalmente al clamor externo, ya que al interno raramente le hace caso, lo hizo
como parte de una política que no es ambiental. En efecto, la creación del Ministerio y la
aprobación de muchas medidas ambientales respondieron casi exclusivamente a las
necesidades de la política económica y de ninguna manera a la procura de un consenso para el
desarrollo sostenible. Por eso no otorgó a ese nuevo Ministerio o al área ambiental del Estado
las herramientas legales y el apoyo político o financiero que necesita y, cuando
inadvertidamente le dio prerrogativas que resultaron “estorbos” a sus propósitos, trató de
retirarlas prestamente, como cuando quiso eliminar el requisito de las evaluaciones de
impacto ambiental para la concesión definitiva de grandes obras públicas, en especial
hidroeléctricas, lo que consiguió parcialmente. Prueba de lo anterior es el hecho de que el
gasto público del gobierno, nacional o regionales, en patrimonio natural y ambiente es muy
reducido, inferior al de la mayoría de los países de nivel de desarrollo comparable u,
obviamente, mayor que el del Perú.
A pesar de eso debe reconocerse que, durante los gobiernos de Alan García y Humala, además
de la creación y estructuración del Minam que de por si es un logro considerable, se
produjeron otras realizaciones que no por incompletas o imperfectas dejan de ser
importantes. Merecen destaque el intento de fortalecer la evaluación y fiscalización
ambiental; el establecimiento de varias áreas protegidas nuevas; la creación del servicio
nacional de áreas protegidas, lo que sin duda ha mejorado la gestión de las mismas; la batalla
105
Ver ediciones de O Eco Amazonia (www.oeco.com.br) de comienzos de 2011.
124
Así es que, en realidad, el gobierno actual recibió un país en el que no ha habido ni hay
verdaderamente una política ambiental y en el que la legislación peca, como es común en
América del Sur, de “perfecta” y “avanzada” pero que es tan teórica o utópica que poco se
aplica. Tampoco recibirá, a pesar de los esfuerzos de los dos ministros citados y de sus
equipos, un sector público ambiental fuerte y consolidado. La notoria falta de presupuesto y
de personal del Ministerio del Ambiente para cumplir mínimamente sus responsabilidades se
agrava en los niveles regional y municipal. Es igualmente lamentable la ausencia de un
consejo nacional ambiental y de sus réplicas regionales y municipales, con representatividad
social y poder decisorio para legitimar y consensuar las decisiones más difíciles. También
está pendiente de solución una serie de asuntos trascendentes. De estos el más importante es
el de la capacidad que actualmente poseen los sectores públicos que por la naturaleza de sus
responsabilidades ocasionan los mayores impactos al ambiente (energía, minería, agricultura,
transportes) para auto-otorgarse licenciamiento ambiental prácticamente sin intervención del
Minam, provocando inúmeras contradicciones del estilo “romper con el codo lo que se hizo
con la mano”. El nuevo gobierno heredará la situación insensata de ser responsable de la
conservación de los bosques naturales y de la diversidad biológica a pesar de que estos
dependen administrativamente del Servicio Forestal y de Fauna (Serfor) que pertenece al
Minag, el que se interesa esencialmente por expandir la superficie cultivada y la producción.
Lo mismo ocurre con el tan amenazado recurso pesquero que depende nada menos que de un
Ministerio de la Producción. Estos esquemas nacionales se reproducen al nivel regional y
municipal. Además, los gobernantes peruanos de cualquier nivel continúan creyendo que
cuidar del ambiente del Perú es cosa que debe resolverse con donaciones de países
desarrollados y siguen culpando a estos por los propios descuidos.
Exceptuando el Minam y los ambientalistas nadie está tomando realmente en serio que frenar
la deforestación y la degradación del bosque es la mejor oportunidad del Perú para mitigar los
impactos del cambio climático que están derritiendo rápidamente los nevados andinos. Los
demás parecen convencidos que para lograr eso y hasta para hacer suculentos negocios
basados en el mercado de carbono basta con hacer documentos y eventos. De otra parte, los
problemas del ambiente urbano amazónico son mucho más agudos que antes y la falta de
agua potable, de tratamiento de aguas servidas, disposición de residuos sólidos, en general, de
contaminación de agua y aire ha aumentado considerablemente con el rápido crecimiento de
las ciudades.
106
El caso del desalojo de los invasores del Santuario Histórico Bosque de Pomac (Lambayeque) en enero de
2009. Pero hubo otros casos más recientes en Madre de Dios
125
Según los resultados de los Censos Nacionales 2007, el 47,3% de la población indígena de 15 y
más años, alcanzó algún grado de educación primaria, en tanto el 28,7% cuenta con algún
grado de educación secundaria. La población indígena analfabeta representa el 19,4%. Esta
condición afecta más a la población indígena femenina (28,1%) que a la masculina (11,8%).
¿Cómo son los indígenas amazónicos actuales? En primer lugar, hay que recordar que los
indígenas amazónicos son personas como cualquier otra. Parece absurdo tener que decir esto,
pero las distorsiones el respeto de los pueblos indígenas son tan grandes que no puede
evitarse destacar esta verdad. No son
perfectos ni son de otro planeta. Tres
mitos, el amor de los indígenas por la
naturaleza, su tan voceada sabiduría y
conocimientos y, en especial, su vida
supuestamente en perfecta armonía con su
entorno, deben ser calibrados a su justa
dimensión. Los indios no aman la
naturaleza más que cualquier otro ser
humano. Sólo sucede que muchos de ellos
viven en ella o muy cerca de ella. Otros no
conocen otra cosa. Existen, si, indígenas
que aman la naturaleza por encima de todo Los indígenas amazónicos de hoy están políticamente
y que, confrontados con la necesidad de organizados y son bastante eficientes en presentar sus
conservarla, realmente quieren cuidar de reclamos y obtener sus derechos (Pronaturaleza).
ella. Pero, asimismo, la mayoría de los
indígenas, aunque rodeados por la selva, son totalmente ajenos a la necesidad de protegerla y
contribuyen a su destrucción cuando y si eso les conviene. Abundan las pruebas de eso tanto
en el Perú como en el Brasil, donde indígenas favorecen o realizan explotación ilegal de oro o
piedras preciosas o la deforestación para agricultura y, en especial, la extracción ilegal de
madera.
107
INEI 2016 Población indígena de la Amazonía peruana supera los 330 mil habitantes
09/08/2016 (https://www.inei.gob.pe/prensa/noticias/poblacion-indigena-de-la-amazonia-peruana-supera-los-
330-mil-habitantes-9232/)
126
vida libre a aquella regulada por la densidad y la jerarquía social, en las civilizaciones. Pero, a
medida que la población de las civilizaciones aumentaba fue desalojando a los otros para
ocupar su espacio y usar los recursos, transformándolos rápidamente en más áreas de
agricultura y pastoreo. Ese proceso es el que se observa ahora en la Amazonía y los indígenas
aislados son los últimos en un proceso que lleva milenios en el mundo y cinco siglos en
América. Los indígenas que superan el choque son asimilados por las civilizaciones y se
convierten a sus hábitos para sobrevivir. Los indígenas amazónicos forman parte de esta
realidad. Convivieron sin integrarse con las grandes culturas andinas y con las hoy extintas
culturas de la Amazonía. Siempre ha habido contactos entre las grandes culturas y los pueblos
de los bosques y cada uno influenció al otro en función de los vaivenes de la historia. Pero el
hecho es que en los cinco continentes hubo una parte de la población que nunca renunció a la
vida sencilla de las tribus. Hoy en día, la vida tribal no contaminada permanece muy
débilmente en unos pocos lugares en el mundo, uno de ellos la Amazonía.
La ya comentada leyenda del “buen salvaje” que incluye la supuesta buena gestión de los
recursos naturales, que ahora se pretende validar para todos los indígenas, inclusive los
aculturados, se inició con una realidad diferente. Poblaciones indígenas no contactadas, con
reducida población o con población significativa, pero sobre un territorio extenso,
garantizando la baja densidad de población. Esta es el producto de una vida corta, 30 a 40
años, que es definida por la elevada mortalidad infantil natural o ritual, por las guerras y las
enfermedades. A partir del momento en que esos grupos adquieren, a veces antes del contacto
oficial, machetes, escopetas y otros implementos modernos, el impacto sobre el entorno se
multiplica en forma impresionantemente rápida. Pero los indígenas aislados son curiosos,
como todos los humanos. Ellos también quieren saber “cómo es” esa gente que observan de
lejos, de la que escuchan hablar y de los que ya tienen algunas herramientas capturadas en
correrías o intermediadas por otros indígenas. Y, de cualquier modo, ahora no tienen ni como
esconderse.
de ofertas tentadoras o de amenazas de aquellos que buscan tierras para agricultura, madera,
oro o gemas y que los compran con alcohol y dinero. También es el periodo de hechos
trágicos como fue la masacre de más de 20 gambusinos de oro cometida por los Cinta Larga
de Rondonia, en 2004. En esta etapa de aculturación, que puede durar de 10 a 30 años según
el grado de intervención del estado o de presión de otros actores, los indígenas quiebran a
veces por completo la tradición de equilibrio con la naturaleza. Como cualquier otro ser
humano, ellos también pasan a sobreexplotar los recursos naturales o, en una palabra,
comienzan a destruir la naturaleza.
Los hechos son bien conocidos. Después de años de protestas y de 65 días de desobediencia
civil, con paros y bloqueos violentos de carreteras, el 5 de junio de 2009, en Bagua, se produjo
la muerte de 24 policías, es decir el mayor número de policías muertos en un solo evento en
toda la historia republicana. También hubo 11 muertos entre los indígenas y muchos heridos,
unos 160, en la parte urbana y rural de esa ciudad. Parte de los policías fueron masacrados
en una estación del oleoducto que traslada el petróleo de la Selva a Lima y no fueron
auxiliados por miembros del vecino puesto del ejército, porque la tropa procedía de las etnias
aguaruna-huambisa.
El estallido de violencia mencionado tiene un origen lejano que refleja un malestar creciente
especialmente de la porción indígena de la población amazónica peruana. Las tres úl timas
décadas, más que antes, han traído para ellos un cambio drástico que creó nuevas dudas para
ellos. De una parte, sus tierras fueron cada día más invadidas y depredadas por petroleros,
madereros, gambusinos, agricultores que vienen de otras regiones y son cada vez más
afectados por decisiones gubernamentales distantes, como las que ceden lotes petroleros,
otorgan concesiones forestales o construyen carreteras y represas, todo sin la menor consulta
y, peor, sin ningún aviso previo. Hasta hace poco no encontraron el camino para oponerse
eficazmente a esa realidad que fue insuficientemente mejorada por la primera Ley de
Comunidades Nativas promulgada en 1976. De otra parte, el mayor contacto con la sociedad
nacional debido a los hechos previos ha determinado que los indígenas amazónicos, inclusive
los que eran tradicionalmente enemigos entre ellos, confirmen que deben superar la desunión
para luchar con más éxito contra el sistema imperante. Más educación y medios modernos de
comunicación e, incuestionablemente, cierta influencia serrana, donde las comunidades
tienen siglos de experiencia de lucha, ofreció a los indígenas amazónicos una alternativa de
organización que usaron cada vez con más éxito. A eso se sumó, durante el periodo de
actuación de Sendero Luminoso, un fuerte adoctrinamiento político tanto de izquierda
(Sendero Luminoso y sus aliados) como de derecha (los militares) les dieron el tinte actual
129
que, sin duda, también ha sido influenciado más recientemente por una pléyade de
intervenciones de organizaciones no gubernamentales de tipo social y en general, con fuerte
inclinación izquierdista, aunque no necesariamente marxista. Otro cambio de actitud
importante ha sido creado por intelectuales en general de las ciencias sociales que han
vendido a los indígenas amazónicos la atractiva idea de que, a diferencia de los millones de
indígenas de otras regiones del Perú que deben contentarse con poquísima tierra, ellos tienen
derecho a ser dueños de espacios inmensos.
108
Incluyendo, entonces, 12,4 millones de hectáreas de comunidades nativas, 1,8 millones de hectáreas de
reservas comunales y, también, 2,4 millones de hectáreas de reservas territoriales.
109
Ver Otra Mirada 2009 El Baguazo: ¿Punto de inflexión para un nuevo movimiento social? Lima, 22 de
agosto de 2009,
130
Interesante es constatar que el pretexto para la explosión de Bagua no tuvo mucho que ver
con los problemas que realmente afectan a los indígenas. El reclamo se centró en los decretos
legislativos que pretendieron dar cumplimiento a exigencias del Tratado de Libre Comercio
(TLC) con los EE. UU. y, efectivamente, unos pocos de los muchos artículos de estos podrían
considerarse, en una lectura bastante tendenciosa, como potencialmente arriesgados para
algunos derechos de los pueblos indígenas. Pero, en general, esos decretos eran esencialmente
positivos para la conservación y el desarrollo de la Amazonia y para los indígenas en especial.
Cualquier detalle, como los aludidos por los indígenas, podía ser resuelto sin problemas
inclusive a través de la reglamentación de esas leyes. El más vapuleado de los decretos fue el
que modificaba la legislación forestal y de fauna que, en esa nueva versión, era mínimamente
diferente de la anterior y que no afectaba en nada a los indígenas y que, bajo cualquier análisis
técnico imparcial, no tenía ninguna incidencia particularmente negativa para los recursos o
para los nativos. Los muchos defectos de esa legislación, en opinión del autor, son su carácter
utópico lo que nunca fue contestado por los indígenas. Es decir que, en verdad, los decretos
legislativos solo fueron pretextos que apelaron al tradicional “antiimperialismo” y “anti-
neoliberalismo”, que nadie sabe bien lo que significa pero que, hasta ahora, funciona bien.
En lo que sí erró de lleno el gobierno fue en el trato dado a las reclamaciones indígenas. Como
dicho antes, basado en la experiencia previa, esos reclamos que comenzaron en 2008 parecían
no esconder problemas serios y, en buena cuenta, no se calculó bien el riesgo. Peor, en lugar
de dialogar francamente y, en especial, de informar y explicar claramente los hechos, el propio
Presidente García ridiculizó los reclamos. Aunque la Aidesep lideró las protestas fueron en
realidad los pueblos Awajún y Wampis, a los que pertenece su líder Alberto Pizango, los que
han tenido el mayor protagonismo dentro de este movimiento. Esas etnias están desde hace
mucho tiempo bien organizadas a través de sus federaciones, de los “ronderos” y de sus apus,
como respuesta a la ausencia del Estado en sus comunidades. En agosto de 2008, cuando esta
paralización se hizo más fuerte, el Congreso finalmente decidió derogar dos de los decretos y
modificar otro siendo este el primer triunfo del movimiento amazónico, lo que el Presidente
García consideró como un “error histórico” y, entre otras afirmaciones infortunadas para la
ocasión, insistió en que “la Selva es de todos los peruanos y no de un grupo”. De allí en
adelante, con intervención del Congreso, del Ministerio Publico y del gobierno en general,
siguieron una serie de diálogos, creación de comisiones y hasta una mesa de diálogo.
Es cierto que no resulta fácil para los ciudadanos comunes del Perú entender y/o aceptar que
un grupo pequeño de indígenas amazónicos --unas 350.000 almas-- en un país en el que más
de la mitad de la población es de origen andino y por lo tanto igualmente indígena, exija
derechos exclusivos para aplicar su propia filosofía de vida o, si se prefiere, su cosmovisión,
tan diferente de la de la mayoría nacional o regional. Comprender y, más que todo, creer en la
viabilidad de aplicar el concepto de “buen vivir” --discutido en el capítulo I-- en lugar del
convencional desarrollo o del ya bastante utópico desarrollo sostenible parece simplemente
ficción. Lo consideran una argucia para obtener más tierra y privilegios, que, a ellos, la
mayoría, les son negados y para demostrarlo usan las muchísimas evidencias de que los
indígenas amazónicos se comportan como cualquier “neoliberal” si se les da la oportunidad110.
Dicho sea de paso, como resultado de un encuentro de representantes indígenas del Brasil y
de Colombia, en setiembre de 2011, se publicó una declaración solicitando a los gobiernos que
se aprueben leyes que permitan la explotación minera en los territorios indígenas111.
110
Por ejemplo, en 2011, en plena lucha del Minam para racionalizar la explotación de oro y retirar dragas de
los ríos amazónicos los indígenas marcharon lado a lado con los mineros ilegales protestando contra la
actuación del gobierno. Asimismo, estaría demostrado que las comunidades nativas Awajun del Alto Mayo
alquilan ya unas 17,000 ha a 2,500 Nuevos Soles/ha para cultivo de arroz por terceros. Pero existen cientos
de ejemplos equivalentes, especialmente en el Brasil donde los indígenas alquilan sus tierras para el cultivo de
soya y para pastoreo extensivo o cobran cupos de los garimpeiros para que exploten oro y piedras preciosas
de sus tierras. Asimismo, estaría demostrado que las comunidades nativas Awajun del Alto Mayo alquilan ya
unas 17,000 ha a 2,500 Nuevos Soles/ha para cultivo de arroz por terceros.
111
Otros indígenas, por ejemplo, los de la Coordenação das Organizações Indígenas da Amazônia Brasileira
(Coiab), opinan que eso sería un grave error.
132
amazónicos. Eso es positivo para conservar el bosque siempre y cuando los indígenas hagan
eso.
Lo que es un hecho incontestable es que los indígenas amazónicos han hecho escuchar su voz
y que ahora ellos tienen una noción clara de su poder. Ellos lideraron y hablaron por todos los
pueblos amazónicos olvidados, sean otros indígenas, mestizos, negros y blancos que, hasta
ahora, se resignan sin protestar al maltrato que Lima les da. Todo indica que, si evitan
extremismos a los que son frecuentemente tentados, mantienen y mejoran su unión,
argumentan o articulan mejor sus demandas y hacen eso sin disminuir su insistencia y su
vigor, tendrán un rol cada vez más importante en el devenir amazónico.
112
El autor de este libro trabajó en ese proyecto como consultor ambiental internacional para el Banco
Mundial y luego como funcionario, entre febrero de 1983 y diciembre de 1989.
133
(Fearnside, 1997). La revista The Ecologist dedicó varios de sus primeros números (1980 a
1987) a analizar el rol del Banco Mundial en esos y otros proyectos, lo que fue en cierta forma
rematado por una histórica publicación divulgativa del Sierra Club cuyo título era
“Bankrolling disasters: International Banks and development” (Schwartzman, 1986) que,
siendo simple y muy bien presentada y mejor divulgada, resumió los hechos al nivel mundial y
encausó las protestas. Ambos hechos dieron como resultado la instrumentación ambiental de
ese Banco, en parte influenciada por presiones del Congreso de EEUU (Rich, 1986).
113
Dourojeanni, M. 2014 Robert Goodland: o homem que esverdeou o Banco Mundial
O Eco, Rio de Janeiro 07/04/2014 (http://www.oeco.org.br/marc-dourojeanni/28186-robert-goodland-o-
homem-que-esverdeou-o-banco-mundial )
114
El autor de este libro fue el primer Jefe de la División Ambiental del Banco Interamericano de 1990 a
1995.
115
Destacaron, entre otros pioneros, Luis Ferraté, quien luego fue Ministro de Ambiente de Guatemala, el
ecólogo americano Edward Farnworth y el forestal finlandés Kari Keipi.
134
No debe creerse, sin embargo, que la sociedad civil aceptó tranquilamente las promesas de
buen comportamiento ambiental de los bancos. Ellas generaron muchas dudas y reticencias,
como las vehemente expresadas por Bruce Rich del Environmental Defense Fund sobre el
verdear del Banco Mundial conducido por su Presidente Barber Conable (Rich, 1989). Más, de
cualquier modo, era evidente que el tratamiento ambiental de las operaciones a fines de los
años 1980 ya había mejorado significativamente (Le Prestre, 1989; Turham, 1991; Goodland,
1992).
116
Dourojeanni, M. 2014 A Lei que mudou o futuro Oeco, Rio de Janeiro 28 outubro 2004
(www.oeco.org.br/colunas/marc-dourojeanni/page/29/)
135
A finales de la década de los años 1990 mucho había cambiado y no siempre para mejor en
ambos bancos, pero especialmente en el Banco Interamericano. El discurso era el mismo, pero
el desmantelamiento de las divisiones ambientales era notorio, provocando que sus
decisiones fueran cada vez más contestadas o ignoradas por los líderes de los proyectos, sin
que eso les acarreara consecuencias. Fue en ese contexto, al que debe agregarse la creciente
dificultad en colocar el dinero disponible en ese Banco a partir del copioso Octavo Aumento
de Recursos del Banco, que surgió la idea de lanzar la ya mencionada Iniciativa de Integración
de la Infraestructura Suramericana, más conocida como Iirsa, que se concretó en Brasilia, en
el año 2000. La idea subyacente era robustecer las líneas de préstamo para obras públicas.
Esta iniciativa, después de una década en la que los bancos se cuidaron mucho de no
intervenir en los bosques tropicales, lanzó un nuevo ciclo de amenazas directas para la región
amazónica, especialmente para la faja localizada entre el Brasil y sus países vecinos andinos.
La primera década del nuevo siglo trajo cambios importantes en el escenario del
financiamiento multilateral en América Latina. En primer lugar, varios países de América del
Sur, en especial Brasil y Perú, consiguieron como lo había logrado Chile en el decenio anterior,
consolidar y desarrollar economías pujantes. Esto hizo que para ellos fuera menos interesante
obtener préstamos de los dos grandes bancos multilaterales actuantes en la región. De otra
parte, la Corporación Andina de Fomento, cada día más fuerte y actuante, ofrece
financiamientos más fáciles y rápidos, despojados de refinamientos socio- ambientales y al
gusto de los clientes que, además, tienen más peso en las decisiones de esa institución que en
el Banco Interamericano y mucho más que en el Banco Mundial. Además, el Brasil se ha
convertido en un importante accionista de la Corporación. De ese modo el Banco
Interamericano fue desplazado por la CAF que, en la primera década de este siglo se ha
convertido en el principal agente financiero de la infraestructura suramericana, pasando de
aprobaciones por 4.700 millones de dólares en 2005 a 7.900 millones de dólares en 2008 y
alcanzando 9.200 millones de dólares en 2009 (CAF, 2009). Gran parte de las infraestructuras
financiadas son las previstas por la IIRSA en la Amazonia, como por ejemplo la Carretera
136
Interoceánica Sur del Perú, entre varias otras. La CAF se hace llamar ahora de “Banco de
Desarrollo de América Latina”.
La seriedad del tratamiento ambiental de las operaciones del BNDES ha variado con sus
administraciones. Hubo periodos muy malos en los años 1980, en que poco o nada del tema
era considerado, y otros mucho mejores, en los años 1990, cuando el BNDES creó un
departamento de medio ambiente y adoptó políticas y estrategias socioambientales y de
transparencia compatibles con las del Banco Mundial, en el cual se inspiró. Uno de sus
momentos más destacados fue el lanzamiento del
Protocolo Verde, en 1995, que tuvo influencia en
varios otros bancos públicos y privados del Brasil
(BNDES, 1995). En la actualidad el BNDES es
apenas en teoría un banco modelo para el tratamiento ambiental, pero la realidad deja mucho
que desear, en especial cuando financia operaciones fuera del Brasil, en países con legislación
ambiental débil o poco aplicada. Sus recientes proyectos a través de grandes empresas
privadas de construcción civil y de empresas públicas brasileñas en la Amazonía de Perú,
Bolivia y Ecuador son testimonios fehacientes de esa afirmación. Como en el caso de la CAF, el
BNDES tiene un discurso óptimo, pero los hechos no acompañan las palabras, como lo
demuestran las obras que financia.
Los escándalos de corrupción de las empresas y de los gobiernos brasileños y por ende de
gobernantes y empresarios de toda América Latina, en especial los peruanos, resumidos en el
affaire lavajato comprometieron temporalmente el rol del BNDES en la Amazonia y en la
región. Obras amazónicas como las interoceánicas Sur y Norte, el proyecto de represa del
Inambari y docenas de obras más estaban por ser desarrolladas con fondos del BNDES y por
las empresas coludidas, incluyendo la Odebrecht, OAS, Camargo Correa, Engevix, etc. Pero no
se duda de que en breve esos actores recuperaran su rol hegemónico en el financiamiento y
en la construcción de obras públicas en la Selva del Perú.
137
Claro que en la región hay otros actores. Además de los bancos multilaterales --Banco
Mundial, BID, CAF-- y del BNDES, el único banco público nacional de influencia regional, hay
varios bancos públicos extra-regionales. Entre estos últimos están bancos tan bien conocidos
como el alemán (KFW), japonés (JBIC), europeo (BE), nórdico (NIB) o americano (Ex-Im
Bank). Esta banca, usualmente llamada bilateral, mantiene en general estándares sociales y
ambientales bastante elevados, compatibles con los del Banco Mundial o del BID, con los
cuales cofinancian muchas operaciones. Pero también hay muchos otros actores financieros
bien menos conocidos por el gran público, que apoyan inversiones como las destinadas a la
minería, al petróleo y a cualquier otra operación que dé lucro cierto, inclusive aquellas
llamadas público-privadas, como las que financian carreteras con peaje y otros servicios
públicos con pago directo, como agua potable o electricidad. Ese grupo incluye grandes
bancos privados tradicionales, pero también a entidades financieras públicas de Asia,
incluidas las de Corea y China, para las que los temas ambientales o sociales son aún difíciles
de comprender e imposibles de aceptar. Dejan esos aspectos al azar y si la suerte no les es
favorable, suelen encomendar la solución de los problemas a sus abogados “ambientalistas”,
en realidad, abogados especializados en burlar o soslayar la legislación ambiental de cada
país.
Peor aún es saber que se viene una avalancha sin precedentes de proyectos de explotación de
recursos naturales y de obras enormes de infraestructura de transportes y energía en toda la
Amazonia (Iirsa, 2006; Dourojeanni, 2010, Little, 2014). En muy pocos de esos
emprendimientos hay financiamientos de los dos bancos tradicionales, el Banco Mundial y el
Banco Interamericano y, en cambio, en todos están la Corporación Andina y el BNDES.
En este contexto hay un trabajo urgente y complejo a ser desarrollado por la sociedad civil,
tanto la internacional como en particular por la de cada país amazónico. Eso incluye muchos
frentes, por ejemplo: (i) proponer al poder legislativo la revisión de la legislación ambiental y
sobre recursos naturales de modo a hacerla más práctica y realista, es decir, aplicable; (ii)
exigir una institucionalidad ambiental más fuerte, compatible con la problemática creada por
las nuevas inversiones en la Amazonía, demandando de los poderes ejecutivo y legislativo un
financiamiento adecuado; (iii) demandar que la legislación ambiental nacional sea como
mínimo comparable en exigencias a la brasileña, para facilitar su aplicación por las empresas
brasileñas que son financiadas por el BNDES; (iv) documentar y denunciar activamente y
sistemáticamente las consecuencias de la deficiente actuación de las instituciones financieras
en el área social y ambiental y, asimismo, su falta de transparencia; (iv) presionar las
organizaciones financieras multilaterales y bilaterales que trabajan mejor el tema ambiental
(como el Banco Mundial y el KfW) para que en sus negociaciones con los países amazónicos
no abdiquen de sus principios a pesar del comportamiento de sus competidores desleales; (v)
reclutar más miembros, especialmente los jóvenes, en los movimientos socioambientales que
defienden la Amazonía; (vi) conjugar, armonizar y potenciar los esfuerzos de la sociedad civil
de los países amazónicos, especialmente de los que son afectados por las inversiones
brasileñas en sus territorios; y (vii) considerando que la Amazonía es una sola, obtener el
apoyo de la sociedad civil brasileña con relación al comportamiento de sus propias
instituciones financieras y de sus empresas.
¿Qué es la Amazonia para los ciudadanos del Perú? No es atrevido asumir que la ciudadanía
se divide en tres grupos en relación con el bosque: (i) una abrumadora mayoría indiferente o
levemente consciente; (ii) una porción pequeña que necesita del bosque o que sabe que el
bosque es importante; y (iii) una porción no tan grande pero si mucho mayor que la anterior,
que para desarrollar sus actividades económicas no ve problema en eliminar el bosque.
En el caso del Perú puede afirmarse que prácticamente todos los habitantes de la Costa y,
asimismo, que la mayoría de los habitantes de las ciudades de la Sierra e inclusive de la Selva
pertenecen al grupo de los indiferentes o epidérmicamente conscientes, significando que
pueden haber escuchado de la importancia de conservar el bosque pero que jamás tomarían
una actitud a favor de eso. Eso grosso modo, debe representar unos 26 millones de
indiferentes en un país de 32 millones de habitantes. Se supone que los más interesados en la
Amazonia sean sus propios habitantes, o sea 4,6 millones de personas. Pero, por ser gran
parte de éstos habitantes urbanos, su interés por la región se limita a ese espacio. También se
supone que se interesen por ella aquellos que la usan estacionalmente o que consideran
migrar a ella, en general pobladores rurales de la Sierra. Es decir que en el mejor de los casos
hay unos 6 millones de personas interesadas en la Selva, pero en su inmensa mayoría su
percepción e interés son netamente utilitarios y no incluyen ninguna noción de la necesidad
de practicar desarrollo durable.
Son proporcionalmente poquísimas las personas, en general más cultas o sensibles que,
relacionadas o no a la Amazonía, saben lo que en ella ocurre y tienen opiniones concretas
sobre el tema. Estas suman en el Perú, quizá, un par de centenas de miles, siempre las más
intelectualizadas, que trabajan en gobiernos, universidades, centros de investigación,
organizaciones no gubernamentales o que son estudiantes universitarios o secundarios de
buenos colegios o, simplemente personas guiadas por su propia curiosidad o interés. Estas,
claro, suelen tener opinión sobre la Amazonia, aunque ésta sea a veces distorsionada por las
medias verdades, mitos y otras deformaciones mencionadas.
En el caso brasileño, como en el Perú, no fue realizada una encuesta que atienda
específicamente la cuestión de la actitud de la población nacional con respecto a la Amazonía.
Una encuesta de 2006 sobre temas ambientales en general reveló un crecimiento en el
número de personas que hoy en día son capaces de identificar problemas ambientales en ese
país. Este crecimiento se ha producido en todas las regiones y en todos los grupos sociales y
139
Dejando de lado a los indiferentes, que en general viven en las ciudades, los otros dos grupos,
aquellos que necesitan o saben que necesitan el bosque y, los que preferirían que no exista
bosque, constituyen una dicotomía antagónica que, desde la invención de la agricultura y de la
ganadería, modela la faz de la tierra. De la relación de fuerza entre estos grupos, en la que
también participan sin saberlo todos los indiferentes, resulta el tratamiento que se da a la
Amazonia.
El sentido común indica que ese conflicto debería haber sido resuelto mediante un pacto
consensual entre los que quieren conservar bosques y los que quieren eliminarlos,
garantizando un espacio para ambas necesidades en la medida en que ambas son necesarias
para todos. Pero, en los trópicos, ese acuerdo aún no ocurrió. Esos acuerdos existen en países
117
Ver “WWF: brasileiros não notam importância da natureza para vida” Ambiente Brasil del 13 de octubre
de 2010. Textualmente dice ”a maioria dos brasileiros não se lembra da importância do meio ambiente para
a preservação da vida quando a indagação é feita aleatoriamente. A indagação ¿ o que você precisa para
viver?” geraram, majoritariamente, respostas como: amor, família, amigos, sol e saúde”.
118
Marina Silva fue candidata exitosa en el primer turno de las elecciones brasileñas de 2014 pero por
permanecer “neutra” durante el segundo turno, perdió mucho de la influencia ganada por ella y por el Partido
Verde al cual, dicho sea de paso, ella renunció.
140
desarrollados. Por eso los paisajes de América del Norte o de Europa y Japón han mantenido, a
partir del último siglo, cierta estabilidad en la frontera agropecuaria-forestal o, por el
contrario, en ellos se ha restaurado un balance adecuado mediante el aumento de la superficie
de los bosques. Sin embargo, no se pretende soslayar el hecho que la lógica económica tiene
mucho a ver con los vaivenes históricos de esa frontera.
De estos grupos, en principio sólo el primero implica relaciones que son perjudiciales para el
bosque del que tiran su sustento o en base al cual acumulan riqueza. Para la mayoría de las
personas que tiran provecho del bosque, el interés se limita a la posibilidad de ganarse la vida
o de lucrar. Pero otra fracción, en especial los indígenas, hacen del bosque del que viven
también su hogar. Pero ellos son una pequeña minoría y, poco a poco, hasta los indígenas se
suman a la mayoría.
Con excesiva frecuencia, se confunde a estos inmigrantes pobres con la población de los
bosques y, sin duda, muchos de ellos están englobados en la estadística que señalan que, a
nivel mundial, hay 1.600 millones de personas que dependen de los bosques. Sólo que, en
verdad, ellos no dependen del bosque y sí de su eliminación. Más aún, en la Amazonia de
países andinos, los pobladores forestales son reemplazados por agricultores andinos del
mismo modo que en la Amazonía brasileña lo son por trabajadores rurales nordestinos o
sureños. En el análisis de la pobreza en la Amazonia es frecuente descubrir que los
pobladores originales del bosque viven ahora en las nuevas favelas o “barriadas” de las
141
ciudades, mientras que los pobladores rurales son en su mayoría originarios de otras regiones
del país. De la población rural, el porcentaje que realmente vive dentro del bosque es mínimo
y está conformado esencialmente por indígenas.
Es indudable que hay más preocupación por la Amazonía entre los ciudadanos de los países
desarrollados que entre los de los propios países amazónicos. También hay más
conocimiento, aunque bastante destorcido, sobre la realidad de la Amazonia. Asimismo, en
esos países las actitudes personales que esos ciudadanos toman en su defensa son más
contundentes; por ejemplo, al presionar a sus gobiernos para hacer o no hacer algo en esa
región, su disposición a pagar por ella en forma de donativos o a través de sus impuestos y,
asimismo, su voluntad de manifestar públicamente sus opiniones, inclusive en
manifestaciones callejeras, sobre lo que ellos creen que debe o no hacerse en ella. Esto es una
consecuencia directa del mayor nivel cultural y de la existencia de mecanismos democráticos
o participativos más elaborados en esos países que en los países amazónicos, determinando lo
que se conoce como activismo.
Esas tendencias, entre otras, son más o menos frecuentes en las sociedades de un país u otro y
no siempre consiguen influenciar el comportamiento de sus gobiernos y agencias de
cooperación técnica con relación a la Amazonia. Pero es obvio que, por ejemplo, en el Reino
Unido, el énfasis social ha impregnado radicalmente al Department for International
Development (DFID) que ni considera desarrollar una operación que no tenga un elemento
social central, aunque éste sea obviamente contradictorio con los demás objetivos. También
son de ese país organizaciones igualmente enfocadas en cuestiones sociales como Oxfam,
mientras que otras como Green Peace o el World Wildlife Fund británico se concentran más en
el concepto de preservar la Amazonia, pero para no perder apoyo también destacan el énfasis
social. En EE. UU. hubo también un viraje social de todas las grandes organizaciones
142
ambientalistas siendo que el World Wildlife Fund durante muchos años invirtió mucho más en
proteger a la gente que en proteger las áreas naturales y la diversidad biológica de la gente. En
cambio, The Nature Conservancy se inclinó por el economicismo y abandonó mucho de su
política en beneficio de áreas protegidas119.
Vale la pena revisar esa argumentación, aunque en gran parte fue discutida en capítulos y
secciones anteriores, pues muestra inequívocamente el enfoque de sectores importantes de
los países desarrollados sobre la “realidad” amazónica y sobre lo que ellos deben fomentar en
ella. Como siempre, las peores mentiras son las verdades a medias, pero, en este caso, existe
además una generalización abusiva para América del Sur de hechos que quizá puedan ser
válidos para Asia, África o América Central, pero que no reflejan la realidad regional. En
América del Sur no hay "de uno a 1,5 miles de millones" de personas viviendo en los bosques o
a su alrededor. Toda la población de Amazonía no debe superar, muy generosamente
hablando, los 40 millones de habitantes y, como dicho, la mayoría --en promedio más del
60%-- son residentes urbanos. Y, por cierto, en todos los países del mundo tropical, los que
viven "alrededor" del bosque son los peores enemigos de los nativos y de los bosques. Ya se ha
visto que la población indígena de los 9 países de la Amazonía como un todo difícilmente llega
a unos 2 millones de personas. Los habitantes tradicionales (ribereños y “extrativistas”),
119
Dourojeanni, M. 2012 The Nature Conservancy vai cultivar milho transgênico? 28/06/12 OEco
(www.oeco.org.br)
120
Dourojeanni, M. 2006 Quem conserva as florestas tropicais? OEco, 06 Janeiro 2006 13:3
(http://www.oeco.org.br/colunas/marc-dourojeanni/16382-oeco-15218/)
143
También cabe poner en duda la afirmación que los habitantes de la Amazonia son los "más
pobres". Los indígenas, por supuesto, son pobres porque muchos no tienen o tienen muy poco
dinero. La pobreza indígena no puede medirse únicamente en términos de dólares per cápita,
debido a que en su caso la calidad de vida es en gran medida independientemente del
dinero121. Los indígenas que mejor cuidan las selvas no necesitaron dinero para hacerlo. Sus
tierras se defienden solas por su aislamiento y por vivir como hace siglos. Los otros, es decir la
mayoría que vive como los demás ciudadanos --aculturados--, necesitan si cada vez más
dinero, en la misma proporción que aumenta sus contactos con la mayoría nacional y su
dependencia de ésta. Sin embargo, en general mientras más dinero tienen menos protegen sus
bosques.
El argumento de que los países amazónicos no respetan los derechos humanos y la propiedad
de los pueblos indígenas amazónicos es derrumbado considerando que apenas en el Brasil,
donde actualmente hay menos de un millón de indígenas de los que muchos viven en áreas
urbanas y otros fuera de la Amazonia, se distribuyen más de 100 millones de hectáreas
apenas en esa región, lo que significa bastante más de 100 ha por persona de cualquier edad o
sexo. En el caso peruano, si se suman las tierras de las comunidades nativas, reservas
comunales y reservas territoriales (17 millones de hectáreas) y se considera que existen
350.000 indígenas amazónicos, se tiene un promedio de 48 ha por persona. Es mucho menos
que en el Brasil y debe reconocerse que su propiedad sobre gran parte de esa tierra es, por el
momento, limitada. Pero considerando solamente la extensión de las comunidades nativas se
tiene un promedio de 36 ha por habitante. Es decir que una familia de seis personas dispone
de más de 210 ha, lo que no es poco. De otra parte, es cierto que muchas veces aún son
hostigados y objeto de malos tratos, pero, a cada día consiguen defenderse mejor. También es
verdad que no todos los grupos indígenas poseen tierra en cantidad suficiente, aunque otros --
en el caso del Brasil-- tienen demasiado, y que podrían ser mejor tratados, por ejemplo
ofreciéndoles asistencia técnica efectiva. Pero hace ya más de tres décadas que los indígenas
amazónicos son la minoría pobre más favorecida con tierras y asistencia social en la
Amazonia. Los pobladores ribereños, por ejemplo, están en una situación mucho peor pues a
ellos nadie los defiende.
El siguiente argumento, que ya fue discutido en este libro, es el reclamo de que los bosques
naturales de hoy son el fruto de la manipulación constructiva de los seres humanos durante
miles de años. Esta teoría, como ya discutido y como numerosas investigaciones lo han
demostrado, no puede ser generalizada a la Amazonía en su conjunto y aunque no se discute
que hubo presencia humana desde hace milenios, eso no significa que la tal “manipulación”
fuera beneficiosa para el bosque. La teoría de que la presencia humana es favorable a la
naturaleza es simplemente absurda. El cuarto argumento es que los gobiernos y sus
organismos no han sido eficaces para conservar el bosque. Se trata de una verdad irrefutable,
como lo demuestra el avance de la deforestación. No obstante, debe diferenciarse, como lo han
hecho varios autores, entre la eficiencia de las áreas protegidas de uso indirecto (o de
protección integral) y las de uso directo, tales como las reservas nacionales. Está demostrado
que, a pesar del hecho de que las áreas protegidas amazónicas nunca fueron bien atendidas
por la administración pública, están casi intactas. Especialmente las de uso indirecto.
121
Por eso los economistas inventaron el término “pobreza monetaria”.
144
El último argumento expuesto en el artículo que se comenta es que las comunidades indígenas
invierten tanto o más en la conservación y gestión sostenible de los bosques que los gobiernos
y que la cooperación internacional juntos. Se menciona que los nativos invierten de 1,3 a 2,6
miles de millones de dólares por año tan sólo para administrar los bosques. El cálculo, aunque
audaz, tiene algún valor. Parte del concepto que la labor sobre la protección de los bosques
tiene un costo. Hay casos en México y la India, donde esto sucede realmente. Los autores
sugieren que los indígenas de la Amazonia brasileña ahorran millones de dólares por año,
evitando su deforestación. Pero, en realidad, lo que limita la deforestación de las tierras
indígenas en la Amazonia es, en primer lugar, el hecho de que son protegidos por la ley --como
en el caso de las áreas protegidas-- y que los atacantes prefieren no correr el riesgo de tener
enfrentamientos con la autoridad. En segundo lugar, parte de los bosques de áreas indígenas
se protegen gratuitamente, apenas debido a su aislamiento y, otros lo son simplemente
porque los indígenas no tienen aún el capital para invertir para su explotación.
Otra cosa es reconocer, como lo hacen White et al (2005) cuando señalan que
aproximadamente 377 millones de hectáreas de bosques de los países en desarrollo --22% de
los bosques de esos países-- están actualmente en poder de propietarios indígenas y
tradicionales o que ellos son sus administradores. También señalan que la tendencia es a
repasar más bosques públicos a esas poblaciones, estimando que, en el año 2015, estas
comunidades poseen o administran de 700 a 800 millones de hectáreas, en su mayor parte en
la Amazonía. Este es un hecho que abre muchas oportunidades que se discuten más adelante.
Y, es verdad, muchas de las inversiones futuras en la Amazonía deberán orientarse a que esa
transferencia permita, efectivamente, conservar algo de ese bioma, lo que a priori no es
evidente.
Bajo muchos de los parámetros habituales el Brasil es la primera potencia de América del Sur
y una de las grandes en el mundo, como es reconocido sin ambages. Pero, la realidad es
bastante más compleja. Su tamaño, población, PBI, producción agropecuaria, nivel de
industrialización, fuerza armada, corresponden sin duda a un país muy importante en el nivel
mundial y justifican que sea el principal actor de América Latina, más que México inclusive.
Pero, examinando sus desigualdades sociales caracterizadas por una concentración extrema
de la riqueza y por una injusticia flagrante que a su vez determina altísimos niveles de
inseguridad, cabe poner en duda algunas de esas cualidades. Por ejemplo, el índice de
desarrollo humano (IDH) del Brasil es comparable al del Perú, pero, en quesitos como la
calidad de la educación, está peor. El llamado “costo Brasil”, o sea, el peso de una legislación
intrincada que hace lentos los negocios y que en lo laboral favorece desproporcionadamente a
145
los empleados, las elevadas tasas tributarias y la lentitud proverbial de la justicia, son asuntos
más gravitantes en el Brasil que en el Perú.
Esta foto, probablemente arreglada y de autor no identificado, muestra bien el concepto del dominio brasileño
sobre la Amazonia (Internet).
El BNDES tiene como objetivo estratégico financiar la integración sudamericana por medio de
dos vertientes: (i) la vertiente institucional, participando activamente en la promoción de las
iniciativas multilaterales de ámbito regional, tales como la Iirsa y ahora la Unasur y; (ii) la
vertiente financiera, invirtiendo recursos financieros en iniciativas de proyectos. A través de
la Iirsa el Brasil ya ha extendido su red vial a toda América del Sur, beneficiando de paso a sus
propias grandes empresas de construcción civil. Y aún está expandiendo esa red con más
carreteras y en el futuro mediato con ferrovías e hidrovías. La Iirsa nació oficialmente como
iniciativa internacional, pero es absolutamente evidente que detrás de ella siempre estuvo el
Brasil, inclusive mediante sus funcionarios en esas instituciones y su enorme influencia en las
decisiones de esos bancos. En términos simples la tan promocionada “integración energética”
de América del Sur, consiste en explotar el potencial hidro energético de los países
amazónicos para beneficio del Brasil.
146
Las empresas transnacionales son uno de los principales motores del desarrollo capitalista.
Detrás de una gran empresa hay siempre un estado fuerte que la financia y estructura el
campo jurídico y político para que ella actúe. Y detrás de un estado hegemónico hay siempre
transnacionales que actúan dentro y fuera del país, llevando su marca y creando su imagen
junto a la del país potencia. Muller (2009) resume así lo que representan para América del
Sur las transnacionales brasileñas y, con otros autores, describen esa forma de expansión
económica como sub-imperialismo. Ella, que es brasileña, concluye diciendo “Vale la pena
cuestionar quién gana y quién pierde en el marco de esta política. Desde la perspectiva de los
pueblos, ¿el pueblo brasileño está ganando sobre la explotación de otros pueblos? Finalmente,
¿para qué y para quién? Y ésta es la pregunta que queremos plantear aquí. Entendemos que el
147
La expansión de los negocios brasileños en los países vecinos se hace también de otras
formas. Así, por ejemplo, el 80% de la soya producida en el Paraguay pertenece a hacendados
brasileños y éstos están presentes igualmente en Bolivia y en otros países vecinos y están
entrando fuertemente en Colombia y en el Perú. Lo preocupante es que, obviamente, la
Amazonia es otra vez el punto focal de sus intereses. La BMaggi procuró 100.000 ha en los
Llanos Orientales de Colombia para reproducir allí su ambiental y socialmente dudosa hazaña
de Mato Grosso. La Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuaria (Embrapa) está apoyando
los hacendados colombianos para transformar los Llanos en un nuevo cerrado. Además, la
influencia se extiende a otros campos. Por ejemplo, el 24% de las adquisiciones de las
empresas argentinas entre 2003-2007 fueron con capital brasileño. El Banco do Brasil, por
citar solo uno, tiene puntos en ocho países. Otra forma, ésta particularmente perversa, de
expansión es el uso --¿involuntario?-- de los ciudadanos más carentes del Brasil para ocupar
tierras en los países vecinos. Aunque esa política no es oficialmente reconocida, ella está
omnipresente en todas las zonas fronterizas donde se facilita el pasaje de brasileños para
ocupar tierras para agricultura o para minería ilegal. En efecto, caboclos y garimpeiros
brasileños están presentes en Bolivia y cada vez más en el Perú, pero son numerosísimos en
Guyana, Surinam y Guyana Francesa. Los reiterados episodios de conflictos entre esos
invasores y las comunidades locales son rápida y ostentosamente atendidos por el Ministerio
de Relaciones Exteriores y por el gobierno en general que envía aviones para su evacuación y
provee facilidades excepcionales para atender las víctimas brasileñas. El más reciente fue en
Surinam, entre garimpeiros brasileños invasores y maroons122.
122
Los maroons son los descendientes de los esclavos africanos fugados que se asimilaron al estilo de vida
y/o se cruzaron con los indígenas nativos en bosques de Surinam y de las Guayanas, principalmente. En
Brasil, mezclados o no con indígenas, forman los llamados quilombos.
148
popular sea suficiente para frenar por mucho tiempo el expansionismo brasileño. Más aún
porqué la corrupción en países de la región amazónica es tan grande como en Brasil.
Informaciones periodísticas demostraron que las empresas brasileñas que operan en el Perú
financiaron legal e ilegalmente las campañas presidenciales de todos los candidatos con
posibilidades de llegar al poder durante las últimas dos décadas.
El Brasil compite con EE. UU., Chile y China por el rol dominante en la economía peruana. En
2010 desplazó a Chile a un cuarto lugar, pero China, en el tercero, está amenazando el
predominio brasileño. Brasil concentró sus inversiones en el territorio peruano en
hidrocarburos, minería, obras de infraestructura de transportes y saneamiento e
hidroeléctricas en zonas cercanas a la frontera común, mientras que China se volcó
concentradamente al sector minero. Actualmente China tiene más del 35% de la inversión
minera en el Perú, bastante más que los países que sobresalían hace una década atrás
como EEUU y Canadá. Según información del Ministerio de Energía y Minas, a enero de 2017,
las empresas chinas tienen comprometidos 10.189 millones de dólares de inversión en siete
yacimientos mineros, mayoritariamente cupríferos. China acaba de ganar la licitación para la
construcción de las anunciadas hidrovías en la Selva y continúa insistiendo para financiar un
ferrocarril interoceánico.
Aunque resulte irónico las inversiones chinas en Brasil también crecieron abruptamente en
los últimos años en varios sectores y, por lo visto, su respeto por la temática ambiental es
mínimo125. Además de su interés por el transporte, hicieron inversiones en energía.
Compraron empresas de transmisión y distribución de electricidad, además de participación
en yacimientos de petróleo. Son dos tipos de inversiones. Unas son para adquirir reservas de
recursos naturales no renovables a fin de atender la demanda en China. Otras buscan generar
empleos para sus ciudadanos en el exterior y exportar equipos. China es uno de los pocos
países que desarrolla tecnología para ejecutar grandes obras de infraestructura, pero
difícilmente penetrará en ese sector en Brasil, como hizo en África y Ecuador o está haciendo
123
Sanborn, Cynthia 2011, Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, Lima
124
Coelho, Maria Emilia 2011 The Chinese invasion of Peru’s mines O Eco Amazonia Febrero 2011
125
http://amazonia.inesc.org.br/destaque/grandes-projetos-na-amazonia-expoem-influencia-da-china-em-
violacoes-socioambientais/
149
A pesar de que el Brasil tiene una legislación ambiental algo más avanzada que la peruana y
que, quizá en algunos estados la aplica más y mejor, no es ningún ejemplo a seguir. Los
problemas ambientales brasileños son, por lo menos, tan graves como los que enfrenta el Perú
y, en algunos campos, como en el caso de áreas protegidas y ecoturismo, el Perú está más
avanzado. Pero, aunque el Brasil fuera un paradigma ambiental nada asegura que sus
empresas y sus bancos vayan a aplicar en otros países sus propios estándares. Muy al
contrario, las evidencias dejadas a lo largo de las carreteras interoceánicas y en el caso de la
central del Inambari demuestran que pretenden tratar el tema ambiental “con pleno respeto
de las leyes y regulaciones peruanas”, siendo conocedores de la incapacidad del gobierno
peruano para hacerlas cumplir. O sea, no puede esperarse mucho en ese campo.
No hay duda de que el Brasil tiene el derecho de aumentar su influencia en la región y sacar
provecho de un mayor volumen de negocios y de explotar recursos naturales fuera de su
territorio. Cuando entrevistados, los promotores de esa política no sienten que existe un sesgo
colonizador en su intención. Pero esa no es la opinión de observadores independientes en el
propio Brasil (Muller, 2009; Novoa-Garzon, 2010) que usan, para describir ese
comportamiento, los términos imperialismo o sub-imperialismo. Muchos peruanos aún
opinan que es mejor ser dominado por los simpáticos brasileños que por los gringos, pero ese
puede ser un tiro en el pie. En efecto, los controles sociales en el Brasil son mucho más débiles
que los que existen en los países de la Comunidad Europea o en EE. UU. o Canadá y, en
consecuencia, los abusos no podrán ser controlados. Además, el uso de la coima y de la
compra de favores anda, demostradamente, mucho más suelto en el Brasil. Es decir que no
hay evidencia de “ventaja comparativa” en que el país se someta a la potencia regional. Lo que
sí es incuestionable es que las relaciones económicas entre países deben ser de igual a igual,
asegurando beneficios para los pueblos de todas las partes y no sacrificando unos para el bien
de los otros. Eso pasa, primeramente, por un gobierno serio, honrado y digno en los países de
ambos lados, pero especialmente en el país en el que se realizarán las inversiones.
La Amazonía ha estado abierta a científicos de todas partes que trabajaron en toda la región,
en todos los países, con sede en universidades locales e instituciones de investigación. Sin
embargo, se concentraron especialmente en tres instalaciones: el Instituto de Pesquisas da
Amazonia (Inpa) en Manaus, Brasil, en el Instituto de Investigación de la Amazonia Peruana
(Iiap) y en la Estación de Investigación Cocha Cashu en el Parque Nacional del Manu en Perú.
El Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe) de Brasil también desempeña un papel
clave con respecto al cambio climático y el monitoreo de la vegetación.
Los avances científicos han tenido influencia en todo lo que se ha propuesto y logrado para
conservar la Amazonía. Pero como se demostrará en el siguiente análisis, su influencia ha sido
limitada y a menudo concentrada en áreas protegidas, proyectos de pequeña escala que
combinan objetivos socioeconómicos con el cuidado del medio ambiente y la adopción de
legislación ambiental que se ha aplicado solo parcialmente y que nunca ha podido oponerse o
contrarrestar la legislación que promueve el desarrollo convencional. La investigación
también ha abierto nuevas oportunidades para la financiación internacional, especialmente en
150
relación con el cambio climático. Sin embargo, la mayoría de las evidencias científicas no se
utilizaron para adoptar políticas, planes o adoptar medidas que tendrían impactos positivos
reales y perdurables hacia el desarrollo durable. En cambio, visto desde otro ángulo, la ciencia
y la tecnología asociada han sido un factor principal de estímulo de la deforestación y del
desarrollo como de costumbre.
Hasta hace una década, el argumento más común para establecer áreas protegidas en la
Amazonía ha sido la demostración de la magnitud ("megadiversidad"), singularidad y
patrones de distribución de su diversidad biológica, impulsados por la demostración de los
crecientes riesgos de su extinción --por ejemplo, las Listas Rojas de la UICN-- junto con su
utilidad real o potencial en agricultura, medicina u otros usos. Las evidencias de especiación y
endemismo en los Andes, teorías como los refugios del Pleistoceno, la existencia de "puntos
calientes" (hotspots)126 seguidos por los “puntos fríos” (coldspots)127, así como las teorías de
aislamiento y fragmentación del hábitat, tamaño crítico mínimo y efecto de lindero o borde,
entre otros, fueron argumentos utilizado con frecuencia y hasta cierto punto aceptados para
crear más áreas protegidas y más grandes. Estos descubrimientos científicos también fueron
insumos para la adopción de zonas de amortiguamiento y las propuestas de corredores
biológicos. La intensificación de la investigación de campo permitió el redescubrimiento de
presuntas especies extintas y el descubrimiento de 1.200 nuevas especies de 1999 a 2009 y
441 entre 2010 y 2013 y muchas más hasta la fecha. La investigación también está
reconociendo como nuevos ecosistemas a biotopos que durante mucho tiempo fueron
ignorados, como las arenas blancas del Amazonas, lo que sugiere la necesidad de más áreas
protegidas. Pero el establecimiento de una porción significativa de las áreas protegidas
continuó respondiendo al oportunismo o la motivación política.
126
Término muy usado para describir áreas o zonas de elevada biodiversidad, caracterizadas por niveles
excepcionales de endemismos y por estar sometidas a amenazas de extinción.
127
Término inventado recientemente que en cierta forma pone en duda el anterior e insiste que hay áreas con
menos especies que merecen igual o más cuidado.
151
antropocentrismo acentuado de hoy en día que, en muchos sentidos, se une a posiciones que
también son defendidas por los desarrollistas. Esto ha sido fundamental para el
establecimiento de una serie de nuevas áreas "protegidas" abiertas a la ocupación humana y a
la utilización de los recursos. Por un lado, más positivo, los científicos sociales obviamente han
influido en el desarrollo de la llamada "conservación basada en la comunidad" y, como se
esperaba, fueron determinantes en la mayor prioridad otorgada al reconocimiento de los
derechos de los pueblos indígenas.
Los avances científicos más trascendentes con respecto a la Amazonía son, obviamente, los
relacionados con los ciclos biogeoquímicos, especialmente la fijación o secuestro de carbono
en la biomasa y en los suelos y, el mejor conocimiento del ciclo hidrológico. Estos
descubrimientos, entre otros, acuñaron el concepto de servicios ambientales y son elementos
esenciales del problema del cambio climático. Durante mucho tiempo, medias verdades sobre
la Amazonía, como la idea de que es el pulmón del planeta o productora clave de oxígeno,
dominaron la escena. Sin embargo, diferentes líneas de investigación coincidieron para
describir una realidad mucho más compleja. Los primeros estudios sobre la biomasa se
complementaron con el tiempo por un gran número de investigaciones sobre la relación entre
la deforestación de la Amazonía y el problema mundial del carbono. Las emisiones de carbono
demostraron ser significativas también en los lagos artificiales de la Amazonía y en la
generación de energía hídrica. El carbono también se acumula en cantidades enormes en el
suelo y en el subsuelo, en especial los hidromórficos, de la Amazonía e implica riesgos serios
de emisiones en función del uso futuro de la tierra. Investigaciones recientes sobre la
fisiología de los árboles, el papel de núcleos biogénicos de nubes y la precipitación de lluvia,
deforestación e incendios, los llamados "ríos voladores" y los eventos climáticos extremos
están aumentando la conciencia sobre la posible desertificación de la Amazonía, pero también
sobre la reducción de la precipitación en otras regiones de América del Sur (Nobre, 2014). El
contexto del cambio climático implica una revisión de la eficiencia de las áreas naturales
protegidas en la preservación de la diversidad biológica. La gran cantidad de información
sobre estos temas y las crecientes evidencias de las consecuencias socioeconómicas de la
deforestación están creando conciencia, especialmente en los países desarrollados y
canalizando más recursos, pero no han determinado ninguna decisión o medida concreta o
efectiva en los países amazónicos que continúan ampliando la red de carreteras y
promoviendo indirectamente la deforestación.
reflejado en la legislación de países como Perú, que restringe la deforestación. Sin embargo, la
mayoría de los científicos de suelos y agrónomos criticaron este punto de vista y apoyaron el
principio de que las limitaciones naturales de los suelos amazónicos pueden superarse
fácilmente con tecnología apropiada que dependa de la economía. A pesar de las dudas
justificadas sobre su sostenibilidad, esta tendencia ha dominado y grandes porciones del
Amazonas, especialmente en Brasil, ahora se utilizan para la agricultura mecanizada intensiva.
Los avances en la ciencia y tecnología agrícola, incluidos el control de malezas y plagas, el
manejo de los suelos y el mejoramiento de las plantas cultivadas incluyendo el mejoramiento
genético, entre otros, hicieron de esto una realidad económicamente viable, más aún gracias a
la demanda mundial de alimentos y la nueva infraestructura de transporte. No menos
importantes fueron los enormes progresos realizados recientemente en materia de
teledetección, que incluyen el uso de drones, comunicaciones, tecnologías de construcción y
muchos otros que, por supuesto, pueden ser útiles para conservar el Amazonas, pero que son
igualmente una tremenda ventaja para profundizar su explotación, como en el caso de los
estudios geológicos que revelaron la riqueza de minerales. Otras investigaciones explicaron
misterios largamente guardados, como los resurgimientos de la fertilidad en el norte de la
Amazonía debidos al transporte aéreo de sedimentos desde África.
Entonces, para evitar, cambiar o contornar el poco atractivo escenario tendencial que, en
realidad, nadie quiere, ni los desarrollistas ni los ecologistas, hay que proponer soluciones que
sean aceptables para los primeros, ya que estando mucho más interesados en el dinero que en
el futuro, son los que hasta el presente han frenado las alternativas menos ambientalmente
agresivas de desarrollo. Pero, para tener éxito en este tipo de opción, es indispensable
recordar que, como visto, gran parte de la informalidad/ilegalidad es consecuencia de la
ignorancia y de la pobreza, es decir de la falta de oportunidad para “hacer mejor”. Y, claro, hay
que recordar que esos pobres agricultores, mineros, madereros, pescadores están presos en
un sistema económico en que los más ricos que los explotan tampoco se interesan por las
consecuencias ambientales de lo que les rinde dinero. Por eso, durante décadas, las
estrategias para realizar un desarrollo más racional o sostenible ha sido procurar que sus
inversiones sean económicamente viables, además de socialmente aceptables. Como se sabe,
eso raramente ha dado el resultado esperado pues para tener éxito dependen de un mínimo
de condiciones políticas que en general no existen o que no perduran lo suficiente. Dicho de
otro modo, si no existe una decisión política firme de cambiar el rumbo en la Amazonia, la
probabilidad de éxito será mínima. Pero la esperanza no puede morir y la persistencia puede
terminar logrando lo que la sensatez por sí sola no consigue y existen, si, posibilidades reales
y concretas de diseñar una “hoja de ruta”, es decir un plan claro y simple, aceptable para la
mayoría de todas las partes, que si muy bien explicado y realmente consensuado, concentre
un apoyo político suficiente como para tener probabilidades de éxito razonable.
Tres son las condiciones, que deben ser aceptadas por todos los actores, para la construcción
de ese plan: La primera y más importante es reconocer que continuar tratando la Amazonia
como hasta ahora no es una opción viable, pues las consecuencias ambientales y por ende
sociales y económicas de esa tendencia perjudicarán irremediablemente a todos en un plazo
relativamente corto. La segunda es aceptar que la expresión más evidente de cualquier nueva
política de desarrollo para la Amazonia que atienda la condición anterior es detener la
deforestación o reducirla a un mínimo negociado. Y la tercera es reconocer que las medidas
que permitan frenar la deforestación no deben impedir las justas expectativas de mejoría de la
calidad de la vida de los habitantes, inclusive su crecimiento económico.
Para los más conocidos especialistas en temas ambientales, especialmente los relacionados al
cambio climático y para los especialistas en la realidad amazónica, la situación actual de la
destrucción de los bosques amazónicos ha llegado ya a un punto de no retorno. Recientes
llamados, como los de Lovejoy & Nobre (2018) se suman, pero ya reclamando un carácter de
extrema urgencia, a lo que miles de especialistas vienen diciendo desde hace décadas,
154
incluyendo al autor de este libro, pero sin obtener una respuesta de los gobiernos
correspondientes. Para todos esos científicos y especialistas, el haber llegado ya a una
deforestación de casi 20% de la Amazonia, sumado al hecho de que prácticamente todos los
bosques restantes están en diferentes niveles de degradación y a que lo deforestado,
especialmente en las laderas y en el piedemonte andino, corresponde a ecosistemas críticos,
indica que se está a punto de romper el equilibrio hidrológico regional (Nobre, 2014). Esto
conllevaría gravísimas consecuencias para América del Sur y para cada país, amazónico o no.
Ese sólo aspecto, sin mencionar otros como el rol de la región en el cambio climático y en
tantos otros aspectos discutidos antes, justifica plenamente tomar una decisión.
Un buen ejemplo de las catástrofes previsibles si no se hace "algo" para evitar la deforestación es la alternancia
de inundaciones y sequías en la propia Amazonia (Greenpeace y PlataformaClimática).
Si todos coinciden que es urgente “hacer algo” y que la principal expresión de eso es detener o
limitar a una mínima expresión la deforestación futura, el problema se centra en satisfacer la
tercera condición: ¿Qué es lo que puede hacerse para la Amazonía tenga una vida económica
próspera, que satisfaga a sus habitantes y a los demás peruanos sin destruir más bosque?
Existen respuestas, si, que serán detalladas en los acápites que siguen, pero ella se centra
esencialmente en un hecho indiscutible y evidente: En la Amazonia peruana ya existe entre
9,1 millones y probablemente más de 14 millones de hectáreas deforestadas128 de las que sólo
1,6 millones de hectáreas se utilizan anualmente (cuadro 11) y donde cada hectárea produce
muchas veces menos de lo que podría si se le utiliza correctamente. Es decir que, en la Selva,
entre 7,5 y quizá tanto como 12,4 millones de hectáreas deforestadas y servidas por
carreteras, están siendo desperdiciadas sin producir nada. Aunque parte de la tierra
deforestada y que nunca debió serlo, no puede ser cultivado por sus pendientes excesivas y su
consecuente estado de deterioro, aún subsiste el hecho de que no hay necesidad de deforestar
una sola hectárea adicional para aumentar la producción amazónica nacional. Basta con usar
bien lo que ya está habilitado. Habida cuenta de las nuevas tecnologías agronómicas
existentes eso es tierra demás para producir todo lo que el Perú y la Selva necesitan por
muchas décadas más.
128
La versión oficial de 7,3 millones de hectáreas deforestadas hasta 2000, más los 2,4 millones de hectáreas
deforestados desde entonces. Y la versión más probable, que suma 13,9 millones de hectáreas deforestadas
hasta 2010 y los 1,2 millones deforestados entre 2010 y 2017.
155
Por eso, la meta de deforestación cero en 2021 propuesta en 2010 por el Ministro Antonio
Brack129, aunque justamente recibida con escepticismo y de hecho absolutamente incumplida
hasta la fecha, no era realmente un imposible si hubiese recibido un mínimo de atención de su
propio gobierno y de los subsiguientes. Lo que faltó, además de la decisión política, fue un
plan que sea aceptable para los políticos y para la sociedad. Los elementos de ese plan se
resumen en el cuadro 9. Este, que se intituló “Plan para desarrollar sin deforestar” se divide
en dos grandes campos: (i) lo que ya existe y lo que debe o puede ser hecho para frenar la
deforestación y, (ii) lo que puede hacerse, en un contexto de freno a la deforestación, para
mantener un desarrollo o crecimiento económico que haga socialmente aceptable las
restricciones. En los acápites subsiguientes se discute la mayoría de esas medidas pero se las
trata agrupadas en una forma diferente a la del cuadro para evitar más duplicaciones en el
texto.
129
http://www.actualidadambiental.pe/?p=7239
156
Estimular, cuando sea rentable, la restauración de áreas degradadas mediante reforestación y/o
fomentar la regeneración natural.
Transformar la explotación forestal en bosques naturales en actividad altamente tecnificada con miras
a la producción de maderas finas
Manejar y aprovechar los bosques secundarios o en descanso.
Apoyar las comunidades nativas y campesinas a usar sus recursos de modo sostenible y rentable
Transformar en realidad el pago internacional por los servicios ambientales provistos por el bosque
amazónico, en especial por la retención de CO2.
Estimular y mejorar el turismo en toda la Selva, con énfasis en las áreas naturales protegidas y tierras
indígenas.
Estimular el manejo de los recursos pesqueros en condiciones naturales.
La deforestación con fines agropecuarios continúa avanzando sobre los bosques y lo hace a un
ritmo cada vez mayor. En algún momento debe decidirse hasta donde se llegará, o sea, qué
extensión de bosques los peruanos estiman que deben quedar en su Amazonía.
Como visto, la actividad agropecuaria usa efectivamente apenas 1,6, o poco más en 2017, de
por lo menos 9,1 millones de hectáreas ya deforestadas y habilitadas con vías de
comunicación. Es pues obvio que el primer paso es usar con más intensidad esos 7,5 millones
de hectáreas disponibles que, sin entrar en detalles, son más que la totalidad de la tierra en
producción agropecuaria a nivel nacional y eso es apenas considerando la información oficial.
Si la deforestación acumulada es mayor, como se sospecha, sobra mucho más. Es obviamente
verdad que, a pesar de deforestada, no toda esa tierra disponible es técnicamente apropiada
para actividades agropecuarias durables, especialmente por estar ocupando laderas
empinadas que nunca debieron ser desnudadas de su vegetación natural. Pero aun
asumiendo que el 50% de esa tierra deforestada no usada o subutilizada no deba o no pueda
ser aprovechada para agricultura o ganadería, subsiste espacio para duplicar y hasta triplicar
el área actualmente en producción agropecuaria efectiva. Esta es una realidad irrefutable y
que salta a la vista de quien visite la Selva y que observe las inmensas extensiones con
malezas o cubiertas de vegetación secundaria hasta perdida de vista o asimismo pastizales en
mal estado y sin vacas. No hay duda, pues, que la primera prioridad es poner toda esa tierra a
trabajar y producir, más aún porque como dicho ya dispone de caminos y carreteras.
157
Otra consideración se refiere a la validad de la premisa de que el Perú necesita expandir más
su área agropecuaria en la Amazonía, habida cuenta de la considerable extensión de tierra
agrícola disponible o subutilizada en los desiertos costeros y en la Sierra. Aún hay mucho
espacio para irrigar desiertos, lo que está superlativamente asociado a evitar la deforestación
en la Selva de lo que depende la recarga de los acuíferos. Los deshielos andinos han abierto la
posibilidad de regar desiertos, con menos impacto ambiental que en la Selva y con mayor
potencial productivo por el control que puede tenerse sobre la disponibilidad de agua y
gracias a un clima más regular. Es verdad que esa oportunidad parece tener plazo fijo, pero
mientras tanto puede aliviar tremendamente la presión sobre los bosques de la Selva.
Además, a pesar de que las tierras de Costa, por ser irrigadas, tienen un uso relativamente
intenso, es bien conocido que su productividad aún está por bajo de su potencial. Dicho de
otro modo, aún hay espacio para aumentar la producción.
En la Sierra aún hay por lo menos un millón de hectáreas de andenes que pueden volver a
producir (Llerena et al, 2004). De éstos un 10% está en uso permanente, 20% en uso temporal
o estacionario y el 70% abandonado130. En la Sierra, donde prima una baja tecnología, existe
una enorme capacidad de aumentar la productividad, es decir la producción por unidad de
superficie.
No se plantea, ni es posible, que todo ese espacio no usado o subutilizado sea ocupado en uno
o dos años. Pero es perfectamente concebible un programa que en un plazo de diez años
consiga por lo menos duplicar el área dedicada a la agricultura, ganadería o silvicultura sin
deforestar una sola hectárea adicional. Esto implicaría poner en producción unos 4 millones
de hectáreas, es decir tanto o más que todo lo que se cultiva actualmente en el Perú.
130
http://www.fao.org/tempref/GI/Reserved/FTP_FaoRlc/old/docrep/RLC1054s/rlc1054s.012.pdf
158
cultivos industriales anuales con riego o sin riego, como arroz, maíz y plátano; (iv) cultivos
anuales de pan llevar; (v) ganadería de vacunos y de otras especies; (vi) silvicultura, es decir
plantaciones forestales nativas o exóticas y; (vii) manejo de vegetación secundaria para
producción forestal.
La agroforestería o agrosilvicultura es una gran opción para las tierras con potencial
agropecuario ya deforestadas más frágiles, o sea en pendientes. Y, de hecho, así está
ocurriendo con las plantaciones de café y cacao bajo sombra, entre otras. El café es en la
actualidad, después del arroz, el principal cultivo peruano en función de su extensión
159
cultivada, nada menos que 425,400 ha en 2010. También, es por lejos, el principal cultivo de la
Amazonia y es casi totalmente cultivado bajo diferentes niveles de sombra proporcionada por
árboles nativos o exóticos. Una porción importante del café es producida orgánicamente y,
por su calidad especial, compite ahora ventajosamente con el café colombiano en los
mercados internacionales más sofisticados. El cacao --141.300 ha-- no alcanza el nivel de
expansión del café pero, por la forma en que es cultivado, cumple funciones ambientales
equivalentes.
La pecuaria sería bienvenida si alcanzase los niveles de intensidad de uso que existe en países
desarrollados, incluyendo cercas móviles, pastos mejorados, suplementos alimentarios, etc.
Pero, otra vez, no es igual criar búfalos que bovinos u ovinos. Cada especie tiene ventajas y
desventajas en términos ambientales en cada ecosistema en que se les pretenda implantar. Ya
que gran parte de la tierra actualmente desperdiciada fue previamente pastoreada en el
futuro deben considerarse por igual dos líneas de trabajo: mantener los pastos ya
establecidos, evitando su degradación y, recuperar los actualmente inutilizados si es que no se
reciclan para su uso en agricultura.
También hay espacio, en las tierras ya deforestadas, para cultivos en limpio además de que
esos productos son obviamente indispensables. Cabe discutir los límites y las condiciones
160
para la irrigación, por ejemplo, para el cultivo del arroz, pero, en términos generales lo dicho
para cultivos permanentes es válido para los anuales industriales. La agricultura anual
incluye, por cierto, la agricultura familiar y de pan llevar que es realizada por pequeños
agricultores formales o informales. En la actualidad la mayor parte de la tierra abandonada o
subutilizada proviene de su uso para esos cultivos, más, inclusive, que de la pecuaria.
Como antes explicado, gran parte de la deforestación ya hecha lo fue en la Selva Alta,
frecuentemente en tierras completamente inaptas para la agricultura. Los responsables de esa
deforestación, en esa región como también en la Selva Baja, son en su mayoría agricultores
pequeños e informales que hacen chacras de menos de 5 ha. El último censo agropecuario
revela que el 24,3% de las propiedades agrícolas de la Selva Alta es tiene menos de 5 ha,
mientras que en la Selva Baja ese tipo de propiedad ocupa el 15,5%. En total el 60,4% de las
propiedades amazónicas censadas en la Selva tiene menos de 20 ha. Estas informaciones,
evidentemente, no coinciden con las evidencias levantadas por el MAAP que demuestra que
en 2015 el 82% de la deforestación era en sitios de menos de 5 ha cada uno. Mientras que el
MAAP se basa en evidencias fotográficas, el censo se basó en una encuesta hecha a los
propietarios. Puede inferirse, pues, que la diferencia incluye los informales y, posiblemente,
deficiencias del censo. De cualquier modo es obvio, como siempre se supo, que la punta de
lanza de la deforestación son los pequeños agricultores migrantes de la Sierra, todos
informales, que avanzan a lo largo de las carreteras y de los caminos abiertos por la
explotación forestal y que se instalan donde eso no genere reacción del ocupante. Como el
“dueño” en general, es el Estado que está ausente, esos agricultores informales actúan sin
obstáculos. Luego reclama la pose legal en base a las “mejorías” hechas, que normalmente es
apenas la deforestación.
Es un error propio del socioambientalismo pretender que el cultivo de corta y quema, que
cuando era usado por pueblos primitivos no era mayormente impactante, sea aplicado en
pleno siglo XXI. Es el mismo socioambientalismo que acusa de todos los males a la agricultura
mecanizada o intensiva pero que no quiere ver que los agricultores de “roza y quema” hacen
el mismo daño o mucho peor, porque en general ocupan terrenos no aptos para la agricultura.
Esta práctica, ahora realizada sobre cientos de miles de hectáreas cada año por invasores que
llegan a la Amazonía, es simplemente un desastre y, por ejemplo, en el caso del Brasil, es el
principal motor del denominado “Arco de Fuego”, es decir la frontera agropecuaria-forestal en
el sur de la Amazonia Legal, que ser reconoce desde el espacio por las llamaradas provocadas
por la quema de los bosques en la estación seca. Es el mismo tipo de práctica que cierra los
aeropuertos brasileños y que ciega la visión de los turistas en Machu Picchu.
Holanda, un país minúsculo casi sin recursos y densamente poblado --más de 500
habitantes/kilómetro cuadrado-- es el segundo mayor exportador mundial de alimentos,
apenas detrás de los EE. UU. que tienen un territorio 270 veces mayor. Dos décadas atrás los
agricultores de ese país se comprometieron a doblar la producción de alimentos con la mitad
161
de los insumos y lograron ese propósito. Se menciona el caso de un productor de papas, entre
otros, que produce 47 TM/ha cuando el promedio mundial es de alrededor de 20 TM/ha131.
Hasta los cultivos industriales más importantes de la Selva producen muy por debajo de su
potencial. Por ejemplo, la productividad promedio del cacao peruano alcanza 729 kg/ha
mientras que en Guatemala alcanza 3.025 kg/ha y en Tailandia 2.607 kg/ha. O sea que la
productividad peruana es apenas 24% o cuatro veces menor que la media de Guatemala
(Minagri, 2016). En el caso del maíz amarillo duro, del que existen unas 20.000 ha en San
Martín la productividad en ese departamento es de 2,2 TM/ha. Pero el promedio nacional, que
es bajo, es de 3,9 TM/ha mientras que en Lima es de 9,3 TM/ha (Huamanchumo, 2013). Pero
hay registro de hasta 14 TM/ha en Lambayeque. El café peruano rinde entre 20 y 30 quintales
por hectárea. El propio ministro de agricultura declaró en 2016 que se debe alcanzar por lo
menos entre 40 y 50 quintales/ha para que las parcelas sean más rentables132. Pero en los
grandes países productores como Brasil, Colombia o Vietnam se produce muchísimo más. La
situación del arroz es mejor y el Perú se sitúa entre los países con buen rendimiento. Pero aun
así, con una productividad nacional promedio de 7,89 TM/ha, en San Martín se produce 7,0
TM/ha y apenas 2,7 TM/ha en Loreto y 2,1 TM/ha en Madre de Dios (Minagri, 2017). Pero
Arequipa produce 12,5 TM/ha.
Si se trata del rendimiento de otros cultivos tradicionales como yuca y plátano, la situación
puede ser mucho peor y, de cualquier modo, la distancia entre los pocos que obtienen un
rendimiento razonable y los muchos que obtienen rendimientos marginales es muy grande y
explica en parte la pobreza de la mayoría de los agricultores amazónicos.
131
Ambiente Brasil 2017 Este país minúsculo alimenta o mundo 13/10/2017 (http://www.ambientebrasil.
com.br/)
132
https://elcomercio.pe/economia/peru/productividad-cafe-deberia-duplicarse-5-anos-217128
162
particularmente dañino. La falta de manejo adecuado hace que rápidamente los pastos
implantados --no hay pastos naturales en la Selva, excepto en el Heath-- se deterioren por
pisoteo permitiendo la proliferación de maleza. Hasta los años 1980 y gran parte de los años
1990 la capacidad de carga era estimada en alrededor de 0,5 cabezas/ha en promedio, lo que
es vergonzosamente bajo. Esa productividad es menor que la de animales salvajes de grande y
medio porte en el bosque original. En muchas crianzas europeas se mantienen 8 cabezas/ha o
más. De acuerdo con el censo agropecuario de 2012, la superficie de pastos en la Selva
aumentó un poco y soporta un número de cabezas casi cuatro veces mayor que lo que era
tradicional, pasando a 2,2 cabezas/hectárea. Eso, si es verdad, es muy positivo. Pero el autor
duda de eso ya que las mismas estadísticas parecen no contabilizar como pastos los que están
abandonados, a los que incluye indefinidamente como en descanso, no trabajadas o en
barbecho (cuadro 11).
La información disponible no indica cuántos kilómetros afectaron zonas boscosas. Saber eso
requiere de un trabajo meticuloso provincia por provincia. Pero, con certeza que buena parte,
quizá más de la mitad, de los 34.000 km de carreteras vecinales nuevas están en zonas
boscosas andino-amazónicas.
Esa situación se repite y con creces sin duda, en otros departamentos amazónicos, como
Ucayali y Madre de Dios o en las porciones amazónicas de otros, como Cusco, Puno, Junín,
Pasco o Amazonas. Por ejemplo, se demostró que tan solo en parte de Ucayali y en el extremo
sur de Loreto se construyeron 1.134 km de caminos forestales apenas entre 2013 y 2015
(Novoa et al, 2015). Este kilometraje no está incluido, obviamente, en los 1.380 km de
carreteras departamentales y vecinales que registra el Ministerio en ese departamento para
2014. Y no son únicamente los caminos madereros, también están los que hacen los
133
Compendio Estadístico Perú 2015. Transportes y Comunicaciones.
(http://www.unfpa.org.pe/InfoEstadistica/2015/CompendioEst2015/cap19/CAP19.PDF)
134
Según el MTC, a 2015 el 77,7% de las carreteras nacionales están pavimentados.
135
Fuentes del propio Gobierno Regional citaban 1.313 km y hasta 1.567 km.
164
agricultores, en especial las empresas cacaoteras o de palma aceitera que operan en esa zona,
que no fueron incluidas en el estudio citado.
136
Dourojeanni, Marc 2015 Carreteras ilegales y destrucción de la Amazonía: ¿Qué pasa en Madre de Dios?
Actualidad Ambiental, Lima Viernes 16 de Octubre, 2015 (http://www.actualidadambiental.pe/?p=33098)
137
Oficio 243-2015-PR de 4 de diciembre de 2015.
138
Servindi 2016 Piden detener construcción de carretera en Parque Nacional Yanachaga Chemillen
(https://www.servindi.org/actualidad-noticias/30/01/2016/piden-detener-construccion-de-carretera-en-parque-
nacional-yanachaga)
139
Servindi 2012 Perú: Nuevo tajo en la amazonía: carretera Purús-Iñapari afectaría refugio de biodiversidad
(https://www.servindi.org/actualidad/66057)
165
que la legislación vigente lo prohíbe140. Felizmente, mientras se revisaba este libro un decreto
supremo aparentemente corrigió esta aberración141.
El Congreso promulgó a comienzo de 2018 una polémica ley que declara de prioridad e
interés nacional la construcción de carreteras en zonas de frontera y el mantenimiento de
trochas carrozables en el departamento de Ucayali. En efecto la Ley 30723142 pretende
estimular la construcción de carreteras entre el río Ucayali y la frontera brasileña con lo que
podría darse un tremendo aumento de la deforestación y degradación de bosques en esa
región donde hay pueblos indígenas semi-contactados y áreas naturales protegidas. El
escándalo generado por esa medida no ha determinado su derogación. Este es otro ejemplo,
entre tantos citados, de cómo la política oficial continúa siendo irrestrictamente favorecedora
de la ampliación de la frontera agropecuaria a costa de los bosques remanecientes.
Es decir que cualquier decisión verdadera de frenar la deforestación pasa por la de establecer
una moratoria para la construcción de carreteras nuevas en áreas con bosque. Eso no implica,
por cierto, dejar de mantener y mejorar las carreteras y caminos existentes, donde la
deforestación ya ocurrió ni, eventualmente, de complementar algunos trechos evidentemente
necesarios. Como lo indican Pfaff et al (2018) hay carreteras buenas y malas y para definir
eso hay tecnologías disponibles y bien conocidas. Esto se hace más urgente para facilitar los
esfuerzos de incremento de la producción a través del aumento de la productividad. La
moratoria de construcción de nuevas carreteras oficiales en la Selva debe ir acompañada de
un estricto control sobre la construcción de carreteras informales, en general iniciadas a nivel
de los municipios. Asimismo, esa decisión debe coordinarse con las concesiones forestales ya
que los caminos de extracción son igualmente usados por los agricultores informales.
140
Dourojeanni, Marc 2015 Los caminos de la destrucción en Madre de Dios: carreteras y el atentado contra
áreas protegidas Actualidad Ambiental, SPDA, Lima / Martes 3 de Noviembre, 2015
(http://www.actualidadambiental.pe/?p=33413)
141
Decreto Supremo 005-2018-MTC
142
Sierra Praeli, Y. 2018 Perú: ley prioriza construcción de carreteras que amenazarían a pueblos indígenas
Mongabay, 22 enero 2018 (https://es.mongabay.com/2018/01/peru-ley-carreteras-pueblos-indigenas-piaci/)
166
a mediano o largo plazo. Asimismo la falta de saneamiento predial hace que no se pueda
vender o comprar tierra agropecuaria con seguridad, lo que también es necesario para hacer
las inversiones que permiten aumentar el rendimiento.
Con titulación o sin ella, actualmente es lícito vender tierras de la Selva recubiertas con
bosque natural. Eso lo hace el propio Estado a través de sus reparticiones agrarias en cada
departamento y también lo hacen los privados, en este caso sin evidencias claras de que eso
sea realmente legal. Basta entrar en la Internet para ver ofertas ilimitadas de venta de tierras
en la Selva143 por valores que van de S/1.000 a 5.000/ha y aunque anunciados como tierra
agrícola y con tenencia saneada, están en general aún cubiertos de bosques naturales. Se trata
de un mercado muy activo que es perfectamente aceptable en tierras ya deforestadas y con
capacidad de uso mayor agropecuario demostrado, pero que si se desea frenar la
deforestación debería ser, simplemente, prohibido. Ninguna hectárea cubierta de bosque
natural fuera de propiedades ya debidamente tituladas debería poder ser comercializada ni,
por cierto, deforestada.
Un ejemplo reciente de la falta de buena voluntad del Estado para frenar la deforestación es el
Decreto Legislativo 1333 de 2017. Este crea el Proyecto Especial para el Acceso a Predios para
Proyectos de Inversión Priorizados, como organismo dependiente de la Agencia de Promoción
de la Inversión Privada (Proinversión) que a su vez está adscrita al Ministerio de Economía y
Finanzas. La función principal de la agencia es disponer de predios saneados para entregarlos
a proyectos de inversión priorizados. Entre sus funciones están sanear física --demarcar y
georreferenciar-- y legalmente --entregar derechos-- tierras comprendidas en el ámbito
geográfico de proyectos de inversión priorizados, sin importar si son tierras formales o
informales, públicas o privadas. Puede identificar tierras, reconocer derechos, rectificar
planos, linderos, medidas perimétricas, rectificar títulos de propiedad e incluso definir la
necesidad de reubicación de pobladores y convocar a asambleas comunales, entre otras. Este
decreto, además, de estimular la deforestación, representa una amenaza para las tierras y
territorios de las comunidades campesinas y nativas debido a que crea un organismo cuya
función principal es disponer de predios saneados para entregarlos a proyectos de inversión
priorizados. Para muchos esta norma desconoce el ordenamiento jurídico y los avances en
143
http://www.agroforum.pe/blogs/rob3020/vendo-terrenos-selva-de-2-000-100-10-5-hectareas-501/
167
Es decir que al contrario de lo que se debe hacer para frenar la deforestación, todas las
iniciativas de los gobiernos pasados y del actual tienden a hacer aún más elástica la ya muy
relajada legislación al respecto de derechos sobre la tierra y acelerar así, el ritmo de la
deforestación. En este caso, como en el anterior, la política actual es claramente a favor de la
conversión de bosques.
La explotación forestal tiene dos consecuencias capitales: la primera es que sus vías de
extracción o caminos forestales son puertas abiertas a la entrada de campesinos invasores
que hacen sus chacras derrumbando los árboles que la extracción maderera dejó, es decir que
como las carreteras en general, es un vector de deforestación. En segundo lugar, está la
degradación del bosque ocasionada por la saca de madera, que es muy considerable, aunque
se usen técnicas de bajo impacto. La explotación forestal ocasiona daños en una escala aún
mayor, especialmente a través de la caza y la pesca que sus operarios practican tanto para
abastecerse como para comercializar los despojos.
144
Muchos opinan que los bosques naturales tropicales no pueden ser manejados y que cualquier explotación
de sus bosques redunda en su destrucción o severa degradación. A eso se añade que en teoría esos bosques
valen mucho más en pie que talados, especialmente por el valor de sus servicios.
168
facilidad con un puesto de fiscalización fluvial en la parte baja, antes de entrar al río mayor
donde su control sería más difícil por mezclarse con maderas provenientes de otros lugares.
Las áreas que pueden cederse en concesión son definidas en función de la relativa proximidad
de su área de procesamiento y de su carácter controlable. Eso es más difícil donde la
extracción es por vía terrestre, pero de hecho no es imposible ya que las carreteras actúan
como los ríos. La supervisión efectiva de la explotación maderera no presenta ninguna
imposibilidad logística. El problema es exclusivamente político. La autoridad debe resistir a la
presión de los madereros por expandir áreas de extracción y ofrecerles alternativas sensatas y
atractivas. Eso pasa, claro, por el apoyo político al sector forestal --en general inexistente-- y
por una reforma del sector forestal, incluyendo su política y la legislación actual que es
simplemente inviable.
El precio del oro se multiplicó seis veces durante la primera década de este siglo, detonando
una nueva onda de fiebre del oro. En el Perú, muchos mineros pequeños y artesanales con
concesiones otorgadas por el Estado, pero que operan sin licencias de funcionamiento e
incumpliendo las normas laborales y ambientales --es decir, con costos mínimos y nula
supervisión-- multiplicaron varias veces sus ganancias y ampliaron sus operaciones. La alta
rentabilidad de la minería informal atrajo, además, a nuevos inversionistas completamente al
margen de la ley. Así se fue conformando un grupo de poder constituido por ex-pequeños
mineros extraordinariamente prósperos, dueños de plantas de beneficio --instalaciones donde
se separa el mineral valioso contenido en materiales rocosos--, capitalistas inmersos en
delitos altamente rentables --narcotráfico, trata de personas, contrabando-- y funcionarios
corruptos en todos los niveles y poderes del Estado (Ráez, 2017 en Dourojeanni et al, 2017).
Como dicho la última onda de minería ilegal145 invadió toda la Amazonia peruana pero tuvo
concentración en Madre de Dios, aprovechando la existencia tradicionalmente conocida de
oro en esa región y, por cierto, las facilidades creadas por la carretera Interoceánica Sur y
otras vías que unen ese departamento con Cusco y Puno. El problema ha sido ampliamente
descrito en inúmeras publicaciones (Swenson et al, 2011; Asner y Tupayachi, 2016) y no será
detallado aquí. En esencia, el Gobierno, incapaz de poner orden en la minería de oro aluvial a
pesar de la buena voluntad de los ministros Brack y Pulgar Vidal, ha optado por dar cierto viso
de legalidad a la minería llamándola de informal en lugar de ilegal y “blanqueando” el dinero
mal habido y, por cierto, estimulando más ilegalidad. Se consuela comercializando más oro,
que puede contabilizar como “producción nacional”.
Es obvio que gran parte del origen del problema de la minería ilegal es la pobreza que aún
predomina, en especial en el medio rural andino. Pero no se puede pretender resolver la
pobreza tolerando la minería ilegal u otros comportamientos similares que, apenas,
aumentarán la pobreza destruyendo el porvenir de todos. No se puede resolver un problema
grave creando otro mucho más grave y duradero. Eso es un comportamiento irresponsable
que repercute en toda la sociedad minando la esencia del estado de derecho que establece que
la ley debe ser igual para todos. Para reducir la pobreza se debe, para comenzar, admitir que
existe y enfrentarla con políticas, planes sensatos, concertados y que se cumplen. Y si debe
cambiarse la ley, que se cambie. Pero que siempre sea cumplida.
145
Se insiste en mostrar que minería informal no es igual a ilegal. Pero eso es un eufemismo ya que ser
informal significa no obedecer las leyes, o sea que es ilegal.
169
La solución al problema pasa, primeramente, por una decisión política clara y firme que
posibilite una verdadera colaboración entre los ministerios. Brack y Pulgar Vidal consiguieron
esto parcial y esporádicamente y siempre sometidos al sabotaje de otros sectores, como
Energía y Minas y Economía. De allí que sus propuestas, muy sensatas, dicho sea de paso, no
dieran el resultado esperado. Estas incluyen: suspensión de los petitorios mineros,
establecimiento de zonas de exclusión minera, prohibición de uso de dragas y similares en los
ríos, formalización de actividades mineras en las zonas permitidas y rehabilitación de las
áreas degradadas, compromiso de los sectores involucrados a participar activamente en la
solución y, apoyo al gobierno regional de Madre de Dios para cumplir con sus funciones. A eso
debería añadirse una vigorosa acción contra el transporte y comercio de combustibles y de
mercurio, así como un examen fiscal minucioso de cada una de las “empresas” mineras. Con la
elección de un líder minero informal como gobernador, toda es
Esa realidad que en la foto hasta se ve bonita, se extiende sobre decenas de miles de hectáreas. Es una tragedia que
debe ser detenida.
Es decir que el problema de la minería ilegal debe ser abordado por el Estado como un todo,
incluyendo sus tres poderes y, en el Ejecutivo, debe ser liderado por el Ministerio de Energía y
Minas y no por el de Ambiente. Debe, pues desarrollarse una estrategia nacional, consensuada
170
con las organizaciones representativas de la minería formal e informal, que incluya en primer
lugar una definición por geólogos, ecólogos y profesionales mineros de dónde y cómo puede
extraerse minerales, en especial oro aluvial, minimizando los impactos ambientales. O sea,
reconocer que si existe oro en determinadas regiones se puede tolerar un cierto nivel de
explotación por la pequeña minería, a pesar de sus perjuicios --no existe minería sin impactos
ambientales. Esas áreas, una suerte de reservas mineras para minería artesanal o de pequeña
escala, deben ser demarcadas. Eso es importante ya que los mineros informales suelen
moverse de un lugar a otro en función de informaciones fantasiosas. Después de gastar en
movilizar el equipo y de destruir el bosque se dan cuenta que allí no hay oro y entonces
procuran otro lugar. Ese ciclo puede cortarse si los especialistas determinan los lugares con
verdadero potencial. Pero la prohibición del uso de dragas debe ser mantenida.
En segundo lugar, al delimitar las áreas a las que la minería tendría acceso debe llevarse en
cuenta la voluntad --mediante consulta previa-- de los propietarios de las mismas--
comunidades, privados-- que deben ser resarcidos por la eliminación de sus bosques y la
pérdida de la fertilidad de sus tierras, entre otros perjuicios. Pero eso debe hacerlo el
gobierno y no cada minero individualmente. En tercer lugar, la modalidad de acceso a esas
áreas debe ser definida con cuidado, pero, a priori, solo debería ser otorgada a mineros
registrados como microempresarios, mediante procedimientos simples y baratos con
indicación clara de la procedencia de los recursos que financian la maquinaria y con la
obligación de enganchar sus operarios conforme a ley. Tamaños y plazos de esas pequeñas
concesiones deben ser establecidos. Una opción simultánea es la de fomentar mediante apoyo
estatal que mineros individuales se organicen en microempresas o en cooperativas, caso en el
que algunos de los beneficiados deben demostrar tener ya experiencia minera. Esa opción
implica proveer financiamiento además de asistencia técnica.
Las medidas ambientales que deberían ser aplicadas, en el caso del oro aluvial, deben ser
definidas por especialistas y estandarizadas --las mismas para todos, bastando el compromiso
de respetarlas--, claras y simples. Dos son los puntos clave: (i) la recuperación (nivelación) del
terreno después de la explotación usando sus propias máquinas y, (ii) utilizar técnicas de
sublimado o de recuperación del oro que no impliquen riesgos para la gente ni la biota.
Probablemente no es necesario reforestar para “restaurar” como viene siendo propuesto
(Román-Dañobeytia et al, 2015), aunque puede haber excepciones. En general la naturaleza lo
hace mejor y sin costo.
Si bien de una parte se debe dar apoyo y facilidades para la pequeña minería, de otra el
control debe ser mucho más severo y constante. Debe mantenerse y reforzarse mucho el
control de los insumos para la minería, como combustibles y mercurio y usar la fuerza pública
para destruir cualquier instalación que no se someta a los espacios y reglas Los infractores
deben ser severa y ejemplarmente sancionados, con participación del Ministerio Público y del
Poder Judicial. Es evidente que en un escenario como el planteado habrá menos interés en
contrabandear oro a Bolivia o a cualquier otro país, lo que además puede ser mejor
controlado y que, si la imposición tributaria es razonable, habrá beneficios para el erario
regional y nacional.
Lo anterior parece simple y realizable y, realmente, lo es. Pero depende de la seriedad con la
que el Estado aborde el asunto. La estrategia demanda: (i) un presupuesto propio importante
y mantenido por largo plazo para implantar el plan y brindar asistencia técnica eficiente y de
calidad; (ii) un esfuerzo coordinado y constante del Ministerio de Energía y Minas pero con
intervención de todos los demás sectores, incluido el ambiental; (iii) el concurso del sector
171
financiero nacional que debe crear condiciones especiales para la minería tradicional y; (iv) la
presencia y apoyo sostenido de una fuerza pública eficaz, especialmente al comienzo. Si es
verdad que el negocio de la minería informal es tan cuantioso como lo afirman muchos, no hay
duda que la inversión que haga el Estado para racionalizarla será rentable. Apenas deberá
adelantar un poco de dinero que recuperará con creces en pocos años en forma de impuestos
y derechos.
Aunque no cabe dudar que la humanidad está viviendo el estertor del petróleo como
combustible, siendo reemplazado por fuentes más limpias de energía, tampoco cabe dudar
que el interés mundial en su explotación va a durar todavía algunas décadas. Por eso, la Selva
peruana aún deberá convivir con sus beneficios y perjuicios. Siendo así, solo queda la opción
de procurar que sus impactos ambientales no conlleven pérdidas económicas, por ejemplo
por contaminación y deterioro del potencial pesquero o deje secuelas ambientales y sociales.
Además, el costo de sus impactos negativos, que son muchos, debe ser compensado por el
canon petrolero y otras compensaciones e indemnizaciones que sean del caso y por el
abastecimiento de energía para consumo local a precio subsidiado, mientras eso sea
necesario.
Para lograr esto debe exigirse que las empresas que exploran y explotan petróleo apliquen los
más altos estándares sociales y ambientales disponibles en la industria lo que, como bien se
sabe, no ha sido ni es el caso. El tema del loteado inconsulto del territorio amazónico a
capricho de Perupetro debe ser resuelto. Esta entidad decide ese loteamiento sin consulta con
los gobiernos regionales. El requisito mínimo exigible es la realización previa de una
evaluación ambiental estratégica seguida, obviamente, por la consulta previa a los indígenas y
otros pobladores afectados. Resultante de esos dos requisitos, que no necesariamente
invalidarían la exploración y explotación petrolera, aunque podrían prohibirla o limitarla en
determinados lugares, sería la aplicación de reglas de juego específicas para cada lote, de
acuerdo a la realidad social y ecológica de cada lugar. La premisa es que el petróleo no dura,
mientras que la vida humana y natural permanecerá allí por siempre.
La Ley de Consulta Previa vigente, que, en gran medida, tuvo su origen en litigios en torno al
petróleo, no deja lugar a dudas sobre su finalidad, que se resume en alcanzar un acuerdo o
consentimiento entre el Estado y los pueblos indígenas u originarios respecto a la medida
legislativa o administrativa que les afecten directamente, a través su inclusión en los procesos
de toma de decisión del Estado y la adopción de medidas respetuosas de sus derechos
172
puede ser hecha con bajo impacto mediante la técnica conocida como perforación de alcance
extendido. Esta técnica, que está disponible desde los años 1990, permite alcanzar depósitos
de petróleo que quedan a ocho, diez o más kilómetros horizontales a partir de una plataforma
de perforación única. Esta técnica ya se ha usado en muchos países, inclusive en Venezuela y
Argentina, y se ha propuesto ya en Ecuador, para extraer petróleo del Parque Nacional Yasuni
desde fuera y por debajo, sin afectarlo. El uso rutinario de la perforación extendida en los
proyectos petroleros, tanto para exploración como para producción, eliminaría en gran parte
la justificación de construir caminos entre plataformas de perforación/producción. Aunque
individualmente, esos pozos son más caros que los comunes, en su conjunto reducen los
costos de la operación pues hay menos plataformas, menos ductos y menos caminos a
construir y mantener. Powers (2012) confirmó este hecho para el caso del Lote 67 operado
por la Perenco, en Loreto. Sin embargo, Perenco propuso instalar plataformas de
perforación/producción con una separación de apenas 1,5 km, es decir hacer como todos los
proyectos actuales y los propuestos en el Perú hasta la fecha que solo usan pozos
convencionales o, eventualmente, direccionales.
Según Powers (2012) otras técnicas que deberían ser intensamente usadas en las futuras
explotaciones petroleras: (i) prohibición de la construcción de caminos y de campos
permanentes fuera de las orillas de los ríos navegables; (ii) limitar el ancho del derecho de vía
para cualquier ducto de transporte a menos de 13 metros; (iii) maximizar el uso de
herramientas remotas en la etapa de exploración y limitación del uso de la sísmica a donde
haya el potencial demostrado de depósitos; (iv) limitar o prohibir, por ejemplo en áreas
protegidas, la construcción de caminos y fomentar el transporte por ríos o por helicópteros,
con control del tamaño de las unidades y la frecuencia de movimientos.
El proyecto gas de Camisea dio el ejemplo de no construir caminos para acceder a las
plataformas. La construcción y toda la operación de este enorme proyecto fueron y continúan
siendo hechas por vía fluvial o por helicóptero, incluyendo el tendido de los gaseoductos, con
un daño mínimo al ambiente (Tollefson, 2011). Pero esa práctica no es exclusiva a ese
proyecto ya que se ha usado antes en el Lote 10, en Ecuador. Ese país está imponiendo esta
opción en otros lotes, inclusive en el Parque Nacional Yasuní.
Cuando no es posible recuperar o reciclar los desechos de perforación, hay muchas opciones
para la eliminación. Tradicionalmente, el lodo se puede transferir a los vertederos o sistemas
terrestres de tratamiento para ser biológicamente tratado. Uno de los nuevos métodos es la
transferencia de residuos de perforación hasta sitios de inyección. La inyección de residuos
consiste en el bombeo de desechos de perforación a formaciones subterráneas permeables y
porosas que pueden contener los residuos de manera ambientalmente segura. La reinyección
del 100% las aguas de producción, que ya es practicada en los lotes 1AB y 8 gracias al Acta de
Dorissa146, debe ser práctica generalizada.
146
El Acta de Dorissa (2006) consolidó el triunfo de los Achuar para que los perjuicios que les ocasiona la
explotación petrolera sean reconocidos y que se tomen medidas serias para evitarlos en el futuro. Una de ellas,
fundamental, fue la reinyección de todas las aguas de producción. Otra consecuencia fue establecer el
monitoreo socioambiental comunitario.
174
Finalmente, debe comentarse la importante contribución que puede dar el llamado monitoreo
socioambiental comunitario, a cargo de las comunidades nativas afectadas y sus federaciones,
como practicado en los lotes 1AB y 8 de la Pluspetrol Norte desde el 2006 y, desde 2007,
también en el Lote 8. Estos programas, ampliamente descritos por Stoll (2011) y Dourojeanni
et al (2012) han demostrado su importancia para mitigar los conflictos entre las empresas y
las comunidades y, en especial, para reducir los riesgos para la población y para el ambiente,
mediante este mecanismo eficaz de alerta temprana. Las ventajas directas e indirectas de este
tipo de monitoreo, para todos los actores, han sido particularmente evidenciadas en el caso
del proyecto Gas de Camisea, incluidos los gaseoductos hasta la Costa (Dourojeanni et al,
2012). Por ese motivo es que esa opción es altamente recomendada como obligatoria para los
nuevos proyectos petroleros en todo Loreto.
El manejo de las cuencas de la inmensa hoya hidrográfica del Amazonas es un tema vital para
toda la región y es gravitante para el futuro de la Amazonia brasileña, que está localizada en
su parte baja, recibiendo las consecuencias de lo que se haga en la parte alta, es decir en los
Andes y en la Amazonia alta que están localizados en los países andinos. El manejo de cuencas
debe ser realizado en varios niveles, con subcuencas cada vez menores hasta llegar a lo que se
conoce como micro-cuencas de las que, respectivamente, hay millares y millones. El concepto
de manejo de cuencas es, en la actualidad, bastante confuso147. Comenzó con el objetivo
precipuo de obtener más control sobre la descarga de agua, su calidad y sobre el tiempo o
momento en que ocurre. Pero, como dicho, ahora se le asocia a temas de gestión ambiental, de
ordenación del territorio, de desarrollo regional y de gestión ambiental integrada y, por
147
Dourojeanni, A. 2004 La evolución de la gestión de cuencas en América Latina y el Caribe
http://www.cepes.org.pe/debate/debate18/04_Articulo.pdf
175
último, a todas las acciones orientadas al mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes
de la cuenca.
Bosques de protección que jamás debieron ser destruidos por ser capitales para evitar la erosión y mantener los
flujos hídricos. Pero son los que más son deforestados por los agricultores de origen andino.
Parece importante volver a los objetivos iniciales del manejo de cuenca, mucho menos
pretenciosos que los actuales y referidos claramente al agua, en términos de regularidad de
flujos y calidad, sin pretender que el concepto invada territorios de otras disciplinas. Manejo
de cuencas es una necesidad vital para la Amazonia peruana y también para la brasileña.
Baste recordar los trágicos eventos provocados tanto por las secas como por las inundaciones
extremas del rio Amazonas, especialmente en el Brasil. Este país, que también pretende
aprovechar para beneficio propio el enorme potencial hidroeléctrico Andino-Amazónico,
debería ser el más interesado en cuidar de la Selva Alta. Baste recordar que, sin conservación
de las cuencas, las represas se llenan o colmatan de sedimentos y que su capacidad de
almacenamiento de agua disminuye. El ejemplo de la represa de Poechos (río Chira, Piura)
que en 17 años ha perdido la cuarta parte de su capacidad de almacenamiento, significando
que en 51 años más esa represa quedará reducida a un inmenso pantano, debe ser llevado en
cuenta por los que pretenden hacer grandes represas en la Selva Alta, donde el potencial
erosivo es equivalente o mayor. Pero, el tema de manejo de las cuencas colectoras ni siquiera
es considerado por los proponentes de esas obras gigantes
Hay una estrecha relación entre el manejo de las cuencas y el tema muy relegado en el Perú de
los bosques de protección, que deberían ser una de sus herramientas principales. La idea
original de bosques de protección fue declarar como tales a todos los bosques que cumplen
función evidentemente protectora de aguas y suelos. De ese modo estarían protegidos por el
176
solo efecto de la ley, como ocurre en el Brasil. Cualquier bosque en pendientes, por ejemplo,
de más de 45 grados y los que bordean cursos de agua sobre una extensión a definir --
depende del ancho del río-- estarían protegidas de facto, sin necesidad de declaración
específica. Pero, desde la Ley Forestal de 1975 en adelante se cometió el error de que su
declaración sea caso por caso y, realmente, estos comenzaron a ser creados a partir de los
años 1980.
En las tierras deforestadas que son inadecuadas para la agricultura deben restaurarse sus
funciones ecológicas mediante dos tipos de opciones: (i) permitiendo la regeneración natural,
eliminando el pastoreo y, en especial el uso del fuego y; (ii) estimulando su reforestación con
fines económicos, inclusive con especies exóticas. La primera opción es, evidentemente, la
más simple y viable. Debería crearse un programa especial de restauración de la vegetación
natural de la Selva Alta que apunte a todas las tierras desnudadas sin vocación siquiera
forestal. Estas se observan a pérdida de vista a la entrada de todos los valles que bajan a la
Selva y son especialmente abundantes en la Selva Central y en el departamento de Amazonas.
Esto implica diseñar un texto legal nuevo, que adapte las experiencias de otros países a la
realidad peruana amazónica, estableciendo sus parámetros técnicos a ser discutidos y
debatidos con todos los interesados, pero teniendo como meta evitar los mal llamados
desastres naturales, cuyas trágicas consecuencias asolan al Perú cada año.
Lo que mejor funcionó durante el último medio siglo para conservar los ecosistemas
amazónicos fueron las áreas naturales protegidas. Esto es una realidad en los nueve países
amazónicos y especialmente en el Perú y en el Brasil. Es verdad que los territorios otorgados
en una forma u otra a los indígenas son muy extensos, pero su destino en términos de
conservación de los recursos naturales contenidos en ellos es más incierto debido a que se
trata de espacios que pueden ser habitados y
explotados. Por eso, para muchos y también
para este autor, las áreas protegidas son la
mejor garantía de que algo de la Amazonia
sobreviva a la codicia cortoplacista que está
avasallando la región. Pero, como se verá en
esta sección, lograr eso no será fácil por una
serie de motivos. Destacan los siguientes: (i)
gran parte de las áreas protegidas no lo son
realmente pues, como en el caso de los
territorios indígenas, son de uso directo y
permiten habitantes y ciertos niveles de
explotación de los recursos; (ii) ninguna
Pico emblemático del Parque Nacional Sierra del categoría de área protegida está
Divisor. Los parques nacionales conservan los adecuadamente manejada por deficiencias
escenarios naturales más hermosos del país además de considerables de presupuesto y
su biodiversidad (Pronaturaleza).
consiguientemente, de personal,
infraestructura y equipamiento; (iii) aunque las áreas protegidas se han defendido mejor que
otros espacios contra las agresiones “económicas” ellas están también crecientemente
amenazadas; (iv) el sistema de áreas protegidas aún no es completamente representativo de
los ecosistemas amazónicos y; (v) las áreas protegidas, por estar muchas de ellas aisladas, no
pueden enfrentar adecuadamente el cambio climático.
reservadas que agregan casi medio millones de hectáreas al Sistema Nacional de Áreas
Naturales Protegidas (Sinanpe). De cierta forma, podría añadirse a esta lista las 90
concesiones de conservación sobre 1,2 millones de hectáreas y 51 de ecoturismo sobre
114.000 ha que no son formalmente parte del Sistema pero que contribuyen a los mismos
objetivos.
Parece mucho y lo es si comparado con otros países y con lo que había poco tiempo atrás. El
esfuerzo peruano en este campo durante las últimas cuatro décadas es digno de elogio y
supera al de la mayor parte de los países tropicales. Sumando todas las categorías de áreas
protegidas en el Sistema o fuera de él, se llaga a la importante superficie de 20,2 millones de
hectáreas, es decir el 28% del territorio amazónico y, si a eso se suman las comunidades
nativas y las reservas territoriales indígenas, o sea otros 16,6 millones de hectáreas --23% del
territorio amazónico-- como lo hace el gobierno cuando pretende demostrar cuán buena es su
acción con relación a la naturaleza. Efectivamente, en teoría, el Perú protege nada menos que
el 51% de su Amazonia.
Pero como anticipado conviene limitar el entusiasmo en función del análisis de las categorías
de manejo que corresponden a las áreas protegidas establecidas que, en términos gruesos son
de dos tipos (i) las de uso indirecto --parques y santuarios-- que cubren el 14,2% de la Selva y
(ii) todas las demás categorías y concesiones encima citadas son de uso directo, y cubren el
13,8% de la Selva. Es decir que grosso modo, la mitad de lo que se protege en la Amazonia
peruana está estrictamente protegido por el Estado y, en principio, en ellas no puede haber
actividad económica fuera del turismo y la otra mitad está abierta a formas controladas de
usos económicos diversos, residencia humana permanente y a otras intervenciones. O sea
que mientras que en las primeras la conservación de la biodiversidad está teóricamente
garantizada, en la segunda está condicionada a negociaciones con los intereses de la
población.
Cuadro 11. Áreas de conservación regional en la Amazonia peruana
Nombre Superficie Provincia(s) Dpto(s)
Cordillera Escalera 149.870 Lamas y San Martín San Martín
Comunal Tamshiyacu- 420.080 Maynas, Mariscal R. Castilla y Loreto
Tahuayo Requena
Imiria 124.313 Coronel Portillo Ucayali
Choquequirao 103.814 La Convención y Anta Cusco
Ampiyacu-Apayacu 434.129 Maynas y Mariscal Ramón Castilla Loreto
Alto Nanay-Pintuyacu- 954.635 Maynas y Loreto Loreto
Chambira
Total 2.231.841
Fuente: MINAM/SERNANP (2018)
Es decir que partir de la idea de que “todas las áreas protegidas tienen igual valor protector”
induce a error. Si bien el primer grupo, en efecto, ofrece garantías razonables de un nivel de
conservación adecuado del patrimonio natural a través del tiempo, en el segundo las
180
probabilidades de deterioro ambiental son mayores. Aun así no se puede negar la importancia
y, más aun, la necesidad de todas las modalidades de conservación. Lo que determina su valor
conservacionista, al fin de cuentas, es la calidad del manejo que en ellas se implemente. Y eso
es diferente en cada área protegida en función de su realidad particular.
En las áreas protegidas de uso indirecto en la Amazonia peruana no debe, en principio, haber
ninguna explotación de recursos naturales renovables o no renovables y, también en
principio, no debe haber habitantes. Son pues las de mayor valor e importancia para
conservar ecosistemas y especies. Pero, como bien se sabe, en varios de los parques
nacionales amazónicos peruanos --Manu, Alto Purús-- existe población indígena residente que
no siempre mantiene por completo su estilo de vida tradicional. Es decir que esa presencia
tiene impactos negativos, a veces considerables, especialmente sobre la fauna de la cual
poblaciones indígenas cada vez más numerosas dependen para sobrevivir. Pese a ello hasta el
presente los parques nacionales han cumplido razonablemente bien sus funciones, como lo
demostraría el bajo porcentaje de deforestación constatado en ellos por el Centro de Datos
para la Conservación (2011). En efecto (cuadro 12) en ellos tan solo había 0,11%, de
deforestación en contraste con el alto porcentaje de deforestación registrado en las áreas
circunvecinas lo que, además, era más de diez veces menor que en las de uso directo (1,15%).
Esta situación fue confirmada a nivel de los 93 parques establecidos en los bosques de 22
países tropicales de todo el mundo por Bruner et al (2001), en respuesta a
socioambientalistas radicales que sostenían que lo que ellos llaman “parques de papel” no
sirven para nada. Y, volvió a ser confirmado por Peres (2011) en un análisis de la
deforestación en áreas de uso sostenible en el Brasil.
En las categorías de uso directo la situación es difícil pues en su mayoría hay poblaciones
residentes indígenas o tradicionales muy significativas. Las reservas nacionales son las
principales por su extensión y en todas ellas, sin excepción, hay habitantes dedicados a la
explotación de uno o más recursos naturales además de deforestarlas para hacer chacras y
criar ganado. La mayor de todas en el Perú es la Reserva Nacional de Pacaya-Samiria, con
2.080.000 ha, que es también la más
Ciadro 12. Deforestación en áreas protegidas
densamente ocupada, dentro y alrededor, con
hasta 2011
casi unos 50.000 habitantes distribuidos en
% de forestado según categoría de uso
Total en uso indirecto (nacionales) 0.11 109 centros poblados incluyendo unas 24
Total en uso directo (nacionales) 1.15 comunidades nativas de la etnia Cocama-
Total en nacionales 0.57 Cocamilla. Las actividades económicas
Total en regionales 0.41 incluyen, evidentemente, caza y pesca, pero
Total en uso directo (nacional +regional) 0.91 también diversas formas de extractivismo,
Gran total 0.54 tala ilegal de madera y en particular una
Fuente: CDC (2011) expansión continua de las actividades
agropecuarias (Inrena, 2000). En el 2000 el
24% de esa Reserva estaba bajo aprovechamiento directo (caza, recolección), 5,7% estaba
bajo uso agropecuario y el 12,3% ya necesitaba de recuperación debido a usos anteriores
abusivos. A pesar del esfuerzo de las autoridades y de las organizaciones no gubernamentales
allí actuantes, así como de la buena voluntad, interés y participación de parte de esa
población para compatibilizar desarrollo con la conservación de la naturaleza, ésta última se
ve a cada año más impactada por la presencia humana. Los planes de manejo de las reservas
nacionales consideran zoneamientos para diferenciar el nivel de uso en cada lugar. Hay zonas
de protección estricta y zonas silvestres que, en el caso de Pacaya-Samiria, cubren el 57% de
área total. Lamentablemente, por falta de personal y de medios esos límites no son
respetados. Según el Plan Maestro de Pacaya-Samiria (Inrena, 2000) esa Reserva ya perdió el
181
18% de sus bosques originales. Siendo que ella cubre por si sola el 32% de todas las áreas de
esa categoría, no es posible creer que se haya deforestado tan poco como para que en todas
juntas se sume apenas 1,3% de deforestación, como indica el estudio de Proclim (2000). Más
aún porqué las reservas comunales y los bosques de protección también sufren el impacto de
inúmeras actividades económicas.
Felizmente, el caso de Pacaya-Samiria no se repite con esa severidad en ninguna otra área
protegida, pero en una medida u otra es un tipo de problema creciente, especialmente en las
de uso directo. Sin embargo, las reservas comunales mayores y donde aún no hay presión
excesiva, conservan bien los recursos, lo que podría continuar para siempre dependiendo de
la calidad del manejo.
Hay categorías como las áreas de conservación privada y las concesiones de conservación y de
ecoturismo, de las que las dos últimas no forman parte del Sinanpe, que pueden ser tan o más
efectivas para conservar la naturaleza que las áreas protegidas de uso indirecto. Eso se debe a
que su gestión es privada, caracterizada por un celo mayor y a veces por inversiones por
hectárea más elevadas y en todo caso más sensatas. Las áreas naturales protegidas regionales,
en general, asumen la modalidad de uso directo y sufren de los mismos problemas que éstas.
Tratar las comunidades nativas como áreas en las que se preserva la naturaleza es válido
únicamente en aquellas que son de gran
tamaño y que aún están poco pobladas y
alejadas de las vías de comunicación. En las
que son muy pequeñas el uso de la tierra
es intenso y no garante conservar nada. En
cambio, las reservas territoriales, que son
áreas en las que los indígenas viven por
propia voluntad como antaño, es decir
manteniendo un buen equilibrio con los
recursos, existe, si, un buen nivel de
conservación. Sin embargo, varias han sido
cedidas para exploración y explotación de
hidrocarburos y, de cualquier forma, su
utilidad depende mucho de que el Estado No es suficiente crear áreas protegidas. Ellas, para servir al
controle el ingreso de madereros y turismo, requieren de inversiones, como en este centro de
gambusinos. visitantes en el Parque nacional del Manu.
comunidades sometidas a un verdadero uso sostenible, se evita que ellas sufran impactos
negativos y, a través del turismo y de la visitación, se puede beneficiar más y mejor a las
comunidades, creándose una sinergia positiva. Para materializar esas posibilidades es
indispensable brindar un apoyo importante y de largo aliento a los comuneros, comenzando,
como ya dicho, por la garantía de pose formal y efectiva de sus tierras. Los indígenas, para
recibir el apoyo necesitan ser capacitados en cuestiones legales, contables y técnicas y,
durante muchos años, deben recibir asistencia financiera.
En conclusión, las áreas protegidas, en especial “las de verdad”, o sea las de uso indirecto, son,
sin duda alguna, la mejor opción --y bajo ciertos criterios la única-- disponible para conservar
algo de la Amazonia para el disfrute y el beneficio de las generaciones futuras. Muchos
misterios de hoy, en esos bosques, serán soluciones casi mágicas de mañana y el valor
inclusive económico inconmensurable pero absolutamente real (Dourojeanni, 2008;
Figueroa, 2009). Todo esfuerzo que se haga hoy para defenderlas pagará su costo con creces.
De otra parte, a pesar de los problemas mencionados, el Perú ha hecho un trabajo notable
estableciendo y manteniendo sus áreas protegidas amazónicas y, por eso, ellas son el pilar o la
columna vertebral de su política de estabilización de la frontera agrícola. Proporcionales más
recursos para garantizar su protección y en especial para asegurar su manejo efectivo de
modo a que cumplan las funciones para las que fueron creadas, en especial para estimular el
turismo nacional e internacional es fundamental para el futuro.
En este momento, en el Perú, los territorios relativamente en poder de los indígenas son: las
comunidades nativas y las reservas territoriales. Como antes discutido, hasta cierto punto
puede añadirse la categoría de reserva comunal, aunque legalmente no sea así y por eso no se
les incluye en la discusión que sigue. Ese mismo es el caso de algunas reservas nacionales,
como Pacaya-Samiria, en la que viven comunidades indígenas y en las que se permiten
actividades económicas teóricamente compatibles.
Según el Instituto del Bien Común en 2016 el universo de comunidades nativas era de 2.166
de las cuales 1.359 (63%) han sido reconocidas y tituladas sumando una superficie de
12.415.863 ha. Habría, según la misma fuente, otras 608 comunidades reconocidas, pero no
tituladas y 199 por reconocer y por titular. A eso deben sumarse las reservas territoriales
para indígenas en aislamiento voluntario (no contactados) que han sido oficialmente
reconocidas por el Estado, que suman unos 2,4 millones de hectáreas. En efecto, en el marco
de la Ley N° 22175, se establecieron Reservas Territoriales en beneficio de los pueblos
indígenas en situación de aislamiento o en situación de contacto inicial. Las reservas
territoriales han sido creadas por el Estado peruano entre los años 1990 y 2003, en algunos
casos por iniciativa de las organizaciones indígenas y diversos sectores del gobierno.
183
Actualmente existen seis reservas territoriales y hay otras en proceso. Varias más están
planeadas, por ejemplo, en el Yavarí148.
Pero, de acuerdo con la legislación de esa extensión sólo una parte son territorios titulados
para uso agropecuario y el resto, es decir en total entre 8 y 9 millones de hectáreas, son tierras
forestales de producción o protección que se consideran cedidas, bajo contrato, para su uso
restringido a manejo forestal, caza y pesca. Pero, en la realidad, en la mayoría de los casos los
tales contratos no existen. La falta de formalización de la entrega de las tierras forestales
mediante contratos de cesión en uso ha impedido a muchas comunidades la aprobación de sus
planes de manejo de recursos por parte del ente rector pues no pueden demostrar con el
documento correspondiente la titularidad de las áreas a manejar.
Muchos esfuerzos de este tipo se han desarrollado en la Selva peruana con apoyo de un gran
número de organizaciones no gubernamentales y también con empresas privadas y varios de
estas experiencias, en especial las planeadas con largo aliento, están dando frutos muy
positivos. Uno de los más conocidos ha sido el proyecto manejo de bosques en el Palcazú que,
aunque fracasó por la incidencia de Sendero Luminoso, mostró su viabilidad socioeconómica.
Según Malleux (2010) existían unas 841.000 ha oficialmente bajo manejo forestal en tierras
de comunidades nativas. La mayor parte está en los sectores Ucayali (297.000 ha), seguido de
Atalaya (199.000 ha), Yurimaguas (147.000 ha) y Pucallpa (98.000 ha). Una porción de esta
explotación es certificada, pero, según la autora, gran parte de la extracción en esas
148
Hill, D, 2018 Peru moves to create huge new indigenous reserves in Amazon, The Guardian
(https://www.theguardian.com/environment/andes-to-the-amazon/2018/feb/28/peru-moves-huge-new-
indigenous-reserves-amazon)
184
El manejo de fauna y de la
pesca, también ha dado
buenos resultados y se puede
destacar a comunidades que
han implementado manejo de
charitos --tortugas acuáticas--
dentro de la Reserva Nacional
Pacaya Samiria o, que han
desarrollado planes de manejo
(no comerciales) de
recuperación de fauna en
zonas de caza, como ejecutado
en la Comunidad Nativa Cada vez más las comunidades nativas discuten y planean, con serenidad y
Matsés; manejo de cochas en seriedad, sus opciones de desarrollo durable (Pronaturaleza).
las cuencas del Chambira, Putumayo y Gálvez–Yaquerana y, crianza de peces nativos --
piscigranjas de paco, gamitana y boquichico-- en comunidades de las cuencas de alto Madre de
Dios (Santa Rosa de Huacaria), Alto y Bajo Urubamba (por nueve comunidades, en Gálvez
Yaquerana y en la Comunidad Nativa Matsés --9 piscigranjas, entre otros. Los casos en que
nativos han manejado o participado con éxito en operaciones de turismo en la naturaleza son
mucho más frecuentes, como se verá en otra sección.
Cabe, realmente, esperar que ese tipo de trabajos prosiga y que contribuya, realmente, al
esfuerzo nacional de conservación y, a la vez, a garantizar el cumplimiento de la declaración
de intención de los pueblos indígenas de aplicar el estilo de desarrollo que llaman de “buen
vivir”. El Programa Nacional de Conservación de bosques para la Mitigación del Cambio
Climático del Ministerio del ambiente procura, precisamente, concentrar su accionar en el
apoyo a comunidades nativas y campesinas. Parte del principio, en su procura de la
deforestación cero en el año 2020, que las áreas protegidas son responsabilidad del Sernanp y
que los bosques de producción y las concesiones forestales lo son del Serfor y que, en
consecuencia, su misión es apoyar esencialmente la conservación de los bosques localizados
fuera de los sistemas anteriores, es decir los que están en las tierras indígenas. Y son muchas
149
Informaciones reunidas por Mariana Montoya
185
Reforestación y restauración
La reforestación es una gran oportunidad para el desarrollo de la Selva peruana, ocupando las
tierras deforestadas degradadas o abandonadas. No importa si las plantaciones son de
especies exóticas o nativas. Lo importante es dar uso a la tierra subutilizada y cubrir sus
suelos con un manto protector y a la vez generar renta. Lamentablemente, a pesar de la
disponibilidad de millones de hectáreas ya deforestadas, el último censo agropecuario revela
186
que apenas 15.895 ha de bosques artificiales fueron plantadas hasta 2012 en esa región. El
Brasil posee cientos de miles de hectáreas reforestadas en su porción amazónica.
Es muy bueno que un Presidente del Perú se interese seriamente por la cuestión forestal.
Aunque se equivoque, ayuda mucho a la discusión del tema. En el último medio siglo, los
únicos que lo hicieron a título personal fueron Fernando Belaúnde, Alberto Fujimori y, en su
segundo gobierno, Alan García. Especialmente el primero y el último no fueron felices en sus
expresiones. El primero consideraba al bosque, a los indígenas y a los ambientalistas como
enemigos y el último, aunque con buena fe, “metió la pata” con su famoso artículo “El perro
del hortelano”150 por haber recibido informaciones erradas o quizá porque no comprendió el
mensaje. No solamente se equivocó al confundir el origen de la producción forestal de otros
países, que es de plantaciones, sino que también se equivocó en las causas del problema. No
son, en efecto, los ambientalistas ni los indios los que impiden el desarrollo forestal peruano.
Como le fue demostrado en los meses siguientes a su mensaje, el único responsable del
problema es el propio gobierno.
Las estadísticas de
plantaciones forestales
en el Perú son hechas a
través del artificio de
dividir el número de
plantones que salen de
los viveros entre el
número de plantones
teóricamente necesarios
para plantar una
Esta plantación de pinos no es en la Selva peruana. Pero la reforestación es una hectárea. Nadie sabe si
gran oportunidad poco aprovechada de usar la tierra deforestada y abandonada. los plantones fueron
plantados, si las plantas sobrevivieron o si los tales rodales realmente existen. Esa farsa,
acumulada por años, provoca distorsiones tan enormes como la mencionada. Cuando el autor,
en los años 1970, asumió la por entonces llamada Dirección General Forestal y de Fauna, una
de sus primeras medidas fue precisamente limpiar las estadísticas mentirosas de
reforestación que se redujeron al 30% de lo que aparentaban. Por lo visto, la falacia renació
de las cenizas y, claro, es muy improbable que el Perú poseía 1.057.165 ha de bosques
cultivados en 2015151 como pretende el Ministerio de Agricultura. Según la misma fuente en
2015 había más de 82.000 ha reforestada apenas en Loreto, Ucayali, San Martín y Madre de
Dios. No se explica la contradicción con los resultados del censo agropecuario citado antes,
pero en esto no hay duda de que el censo está más próximo de la realidad.
Importante es saber que el Brasil, que tiene 546 millones de hectáreas de bosque natural,
proporcionalmente no exporta más madera de ese origen que el Perú. Lo que exporta
proviene de sus más de 5 millones de hectáreas de plantaciones. Chile posee 15 millones de
hectáreas de bosques naturales, pero exporta esencialmente madera de plantaciones y así
ocurre también con Argentina. Por lo tanto, el argumento presidencial para comparar la
producción de madera de la Selva del Perú con la producción forestal exportadora de Brasil,
150
García Pérez, A. 2007 El síndrome del perro del hortelano El Comercio, Domingo, 28 de octubre de 2007
(https://pt.scribd.com/document/211691557/alan-garcia-el-perro-del-hortelano-pdf)
151
Perú Forestal en Números (Anuario Forestal 2015) Serfor, Lima (https://www.serfor.gob.pe/wp-
content/uploads/2017/04/Anuario%20Peru%20Forestal%20en%20Numeros%202015.pdf)
187
Chile o Uruguay está completamente errado. El hecho es que ningún país suramericano o
amazónico exporta gran cosa a partir de sus selvas naturales. El Perú no es una excepción.
La pregunta correcta hubiera sido porqué el Perú tiene tan escasa área reforestada. Y la
respuesta nada tiene que ver con las organizaciones no gubernamentales que, muy por lo
contrario, llevan décadas empeñadas en fomentar la reforestación en las tierras sin uso de
todo el país, ni tampoco con los indígenas. El problema ha sido culpa de los gobiernos de los
que ninguno tuvo la sensatez de hacer lo que sí hicieron los vecinos, o sea fomentar la
reforestación mediante toda clase de incentivos fiscales y crediticios desde más de 40 años
atrás. Hoy, las inversiones forestales en esos países caminan solas y no requieren más de
apoyo del sector público. Cada vez que las autoridades forestales nacionales propusieron eso
a los políticos y al gobierno de turno fueron recibidos con sorna o con promesas incumplidas.
Desde el punto de vista de mitigación del Pequeña plantación de eucalipto en Villa Rica
cambio climático las plantaciones forestales en tierras degradadas o subutilizadas son, sin
duda alguna, muy valiosas y por eso ellas deben poder beneficiarse de los fondos que se
supone estarán disponibles. Más aún si son realizadas por agricultores pequeños o medianos
dispuestos a usar parte de sus propiedades para ese fin. Pero, debido a su alto costo152 y al
hecho de que no pueden hacerse en todos los lugares degradados que, en la Amazonía Andina
cubren áreas inmensas, subsiste la necesidad de usar otras alternativas, más extensivas y
baratas, que por su extensión contribuyan más significativamente a fijar carbono y a
mantener el buen funcionamiento del ciclo hidrológico. Para eso está la regeneración natural.
152
El costo de las plantaciones forestales convencionales, desde la preparación del terreno, los viveros y el
plantío hasta la cosecha pasando por los raleos, varía muchísimo. Desde unos 2.000 hasta 10.000 dólares por
hectárea. No es, pues, cosa barata y aunque perfectamente rentable si bien conducida, requiere de capital y de
seguridades.
188
La regeneración natural típica es la que se produce sin intervención humana y que, para darse,
solo necesita que se le brinde una oportunidad. Después de abandonado el cultivo o el
pastizal, aparecen especies arbóreas pioneras que inician una sucesión vegetal que después
de un cierto número de años lleva a un bosque secundario a veces denso que muchas décadas
después, si dadas las condiciones, puede volver a ser un bosque parecido, aunque no igual al
original. En sus primeras etapas la sucesión puede dar lugar a rodales casi tan homogéneos
como una plantación. Pero eso depende de si subsisten en el suelo semillas o de si existen en
relativa proximidad las especies que las proveen para que los elementos o la fauna las
dispersen. Cuando la deforestación se produce sobre áreas muy extensas o el suelo lleva
décadas dedicado a la ganadería extensiva, dejándolo muy compactado, o si su vegetación es
reiteradamente quemada, la sucesión vegetal que se produce puede ni siquiera contener
arbustos o árboles, por lo menos en sus primeras etapas y su restauración a nivel de bosque
es lenta.
De un modo u otro, especialmente si los suelos son pobres y no aptos para agricultura,
ganadería o plantaciones forestales, la regeneración natural es la forma más barata y eficiente
de restaurar las áreas degradadas. Lo único que es esencial para que funcione es evitar la
incidencia de fuego y del pastoreo. Dicho sea de paso, fajas cortafuego y cercos también son
necesarios para el buen manejo de las plantaciones forestales y de los pastos, lo que permite
integrar las actividades y diluir los costos. Como explicado, la regeneración llevará más o
menos tiempo en función de la presencia de semillas y del grado de degradación, pero, en esos
casos, suele no haber prisa y, ya en pocos meses y con certeza después de un año, el suelo
estará revestido de alguna forma de vegetación que lo protege contra la erosión y que regula
el flujo hídrico. A igualdad de condiciones la regeneración natural además de barata es
muchísimo más rápida que la reforestación para recrear un bosque.
partes más altas mejor preservadas, etc. Pero lo ideal es que al momento del desbosque se
prevea no eliminar radicalmente toda la vegetación original, como lo manda la ley, pues en ese
caso la regeneración natural tiene vía libre y es rápida.
Un último comentario es que ni los bosques recreados por medio de la regeneración natural y
mucho menos los creados por la reforestación sustituyen al bosque original. Hay evidencias
crecientes de que el bosque intacto restante reúne una confluencia excepcional de valores
ambientales significativos a nivel mundial si comparado a los bosques degradados o
restaurados, incluida la biodiversidad en peligro, el secuestro y almacenamiento de carbono,
la provisión de agua, cultura indígena y el mantenimiento de la salud humana. Mantener y,
cuando sea posible, restablecer la integridad de los bosques intactos es una prioridad urgente
para los esfuerzos mundiales para detener la actual crisis de biodiversidad, frenar el rápido
cambio climático y alcanzar los objetivos de sostenibilidad. La conservación de la integridad
de ecosistemas forestales intactos debería ser un componente central de las estrategias
ambientales proactivas mundiales y nacionales, junto con los esfuerzos actuales destinados a
detener la deforestación y promover la reforestación (Watson et al, 2018)
Era el año 1978 un grupo de expertos forestales recorría el área de Curuá-Uma, en el Estado
brasileño de Pará, que es un experimento de plantaciones forestales establecido a finales de
los años 1950 con apoyo de la FAO. El objetivo del grupo era recoger experiencias útiles para
hacer un plan de manejo para el Bosque Nacional del Tapajós. El calor era intenso y las
parcelas eran muchas y grandes y, peor, los resultados eran frustrantes. Parcelas plantadas
con cedro o caoba solo mostraban árboles retorcidos y sin valor, a consecuencia de ataques
del barreno de los brotes; otras parcelas, la mayor parte, mostraban volúmenes de madera
reducidos, sin interés. La esperanza de encontrar alguna información valiosa ya era poca
cuando el grupo se quedó pasmado ante una parcela frondosa: Vio un rodal lleno de árboles
gigantes, de troncos rectos, sin ramificaciones y con volúmenes de madera obviamente
excepcionales. El matero ayudó a los expertos a reconocer los arboles allí presentes. Había
diversas especies, muchas de ellas de gran demanda en el mercado. Los cálculos rápidos
190
indicaron más de 400 m3 por hectárea de madera con demanda comercial segura ¡Una
maravilla! ¡La solución ideal! ¿Y cuál habría sido el excelente tratamiento silvicultural que
ofreció resultados tan espectaculares? Después de un breve momento de expectativa vino la
respuesta contundente: ¡era la parcela testigo! O sea, la parcela en la que después de cortar el
bosque original no se hizo absolutamente nada, no se gastó nada. Sólo se abandonó. Sólo se
dejó que la naturaleza hiciese su trabajo. Esa parcela, en menos de 30 años, se había
convertido en un óptimo bosque secundario natural.
En términos ecológicos, una purma no es improductiva, pues ella fija carbono, restaura la
fertilidad natural del suelo, favorece la presencia de algunos animales aprovechados en la
alimentación humana, protege el suelo contra la erosión, regula el flujo y conserva la calidad
del agua y, si dejada por largo plazo --unos 66 años-- restaura un bosque con cualidades
parecidas al que existía antes de su eliminación. Poorter et al (2016) encontraron que en 20
años la mayoría de las purmas recuperan en promedio 122 TM/ha de biomasa. Pero, en
términos económicos puede ser considerada como tierra abandonada o subutilizada, pues no
produce renta para sus dueños o usuarios. Además, su necesidad se correlaciona con la
destrucción de más bosques naturales u originales ya que por cada hectárea abandonada cada
año se cortan otras tantas de bosque nativo. Es propicia la ocasión para remarcar que mismo
que no se guste de la soya e de otros cultivos industriales o intensivos, altamente mecanizados
153
Las “purmas”, llamadas “capoeiras” en Brasil, pueden recibir diversos otros nombres en el Perú,
dependiendo de la vegetación secundaria predominante en la tierra deforestada y abandonada. Esos nombres
incluyen “cetical” (predominancia de cetico o Cecropia), “shapumbal” (predominancia del helecho
Pteridium), “chamizal” (predominancia de Vernonia), “pajonal” (predominancia de Imperata), etc.
191
y tecnificados, se debe reconocer que ellos desperdician menos recurso de tierra y bosque que
las formas tradicionales de agricultura y pecuaria. Apenas ocurre que ese tipo de agricultura
debería respetar limites técnicos y legales, lo que no acontece.
Ahora bien. Hace muchas décadas que resultó evidente para cualquiera que conozca la
Amazonía, hasta para los que nunca visitaron Curuá-Uma, que las purmas podrían ser
manejadas o conducidas para producir madera y otros productos entre cada período de uso
agrícola. Muchas de las especies de árboles que crecen en las purmas tienen madera con valor
comercial u podrían tenerlo, si su uso fuese más promovido. El volumen de madera producido
es variable con la calidad del suelo, con el tratamiento silvicultural y con la distancia a la que
se encuentran los “arboles madre”, que providencian las semillas para que el viento o la lluvia
o los pájaros y murciélagos las dispersen. Más, en términos generales puede obtenerse hasta
40 m3 de madera en 7 a 10 años y más de 200 m3 por hectárea antes de cumplir 20 años.
Existen purmas muy ricas en especies con mercado ya conocido y otras donde la diversidad es
mayor. Estudios recientes en el Perú, financiados por la Organización Internacional de la
Madera Tropical (ITTO) confirman que la rentabilidad económica de eses bosques
secundarios es elevada, providenciando una renta anual muy superior, casi el doble que
cualquier otra actividades agrícola o pecuaria, tradicionalmente realizada en esas condiciones.
Hay dos problemas de fondo en el tema de los bosques naturales. El primero es la necesidad
de reconocer que esos bosques son y serán mucho más importantes por los servicios
ambientales que brindan --fijación de CO2, ciclo hidrológico, etc.-- que por sus productos,
como la madera. Esto es crucial y está demostrado por cuanto estudio teórico existe. Pero, se
193
reconoce que transformar esa teoría económica en beneficios reales y actuales para los
pobladores puede llevar mucho tiempo. Por eso hay que aceptar que mientras eso ocurra
pueda asociarse cierto nivel de explotación del bosque procurando un mínimo de daño y
manteniendo en lo posible la provisión de los servicios ambientales.
El otro problema de fondo, en el uso de los bosques naturales amazónicos, es el criterio que lo
domina, basado en la extracción masiva y exhaustiva de maderas consideradas sin gran valor,
que son objeto de un comercio tosco, poco rentable. Casi toda la madera extraída, excepto
unas pocas como cedro y caoba, es tratada como de baja calidad por el simple hecho de no
tener demanda internacional y es destinada al mercado nacional o local, como madera de obra
barata. El hecho es las maderas de los bosques naturales deberían ser consideradas como un
material precioso y muy valioso, no sólo por su excepcional belleza, sino por ser natural y por
tanto “ecológica” u “orgánica”.
Cualquiera que visite una xiloteca154 de maderas extraídas de las más de 3.000 especies de
árboles de la Selva, descubrirá la increíble diversidad y belleza de esas maderas que, por
ignorancia, falta de criterio y de procesamiento y, claro, de mercadeo adecuado, son
destinadas a usos banales como construcción civil, muebles económicos, cajones, etc.
Simplemente si bien cortadas y trabajadas esas maderas revelan su extraordinaria belleza
escondida. Y, para ellas, existe un gran mercado dispuesto a pagar mucho dinero por la
exclusividad. Es decir que es un crimen seguir usando las finísimas y exclusivas madera de la
Selva como si fueran vulgares pedazos de eucalipto o pino los que, a veces, son más caros que
las maderas tropicales en el mercado local. Las propiedades y los usos potenciales de gran
parte de las maderas peruanas ya son conocidas desde hace décadas, pero nunca ha habido
una acción consistente ni inversiones para fomentar esa opción de comercialización y, en
cambio, siempre se ha facilitado el comercio masivo y se ha insistido en unas pocas especies
de moda, entre ellas la caoba o en aquellas de uso industrial.
A su diversidad y atractivo, la madera que se extrae del bosque natural adiciona la virtud de
ser absoluta e indiscutiblemente “ecológica” u “orgánica”, lo que no es el caso de las maderas
que provienen de plantaciones como pinos y eucaliptos en las que se usan agroquímicos y, si
esas maderas provienen de bosques real y comprobadamente manejados, se completan todas
las virtudes que permiten que obtenga los más altos precios en el mercado internacional. La
acción gubernamental debe, además de garantizar eso, hacer lo necesario para promover ese
producto.
Todo indica que para ese resultado sea necesario modificar la legislación actual, basada en el
criterio de la explotación masiva y no en la de alta calidad y, en especial, cambiando el criterio
de las concesiones forestales por la de manejo directo de los bosques naturales por el Estado
aunque la extracción y los tratamientos silviculturales puedan seguir siendo realizados por el
sector privado que compra, en subasta pública, la madera a ser extraída anualmente y ofrece,
del mismo modo, sus servicios pero todo bajo control de la autoridad forestal. Esta opción es
la que se usa en varios países de Europa desde hace ya más de un siglo donde funciona muy
bien. Este asunto ha sido tratado en otros trabajos del autor (Dourojeanni, 2009). La
producción de maderas finas puede, sin duda, ser un plato fuerte de la producción en tierras
indígenas, si estos respetan las reglas que la harían sostenible.
154
Colección de muestras de madera. La principal en el Perú es la de la Facultad de Ciencias Forestales de la
Universidad Nacional Agraria, la Molina.
194
Pesca y especialmente caza parecen actividades económicas del pasado. Sin embargo ambas
aún tienen su sitio en el futuro amazónico, especialmente para la alimentación de las
poblaciones indígenas y ribereñas así como, en el caso de la pesca, también para la pesca
deportiva que está asociada a ciertas modalidades de turismo. Lo que en gran medida puede
descartarse es la vigencia futura de la caza con fines comerciales, como existió hasta el pasado
muy reciente y, como bien se sabe, la Selva no ofrece condiciones para la caza deportiva.
La hipótesis que se sostiene es que los ríos y lagos de la Amazonia, a pesar de la reducción de
la calidad del agua por contaminaciones diversas, pueden soportar una pesquería próspera y
estable, inclusive con excedentes exportables a otras regiones, si se adoptan y obedecen reglas
simples que hoy existen pero que son completamente ignoradas. Estas incluyen tamaños
mínimos por especie para asegurar la reproducción --respeto a normas sobre aperos, en
especial redes--, vedas estrictas en los periodos reproductivos o mijanos, control del esfuerzo
de pesca --en especial número y tipo de embarcaciones por zona de pesca--, vedas drásticas de
especies en riesgo de extinción comercial o biológica, control estricto de métodos prohibidos
como venenos y explosivos, etc. Eso debe complementarse con instalaciones de refrigeración
y conservación pues gran parte de la producción se desperdicia por falta de instalaciones
adecuadas entre la extracción y el mercadeo.
195
En el caso de la Selva baja hay otro aspecto esencial que fue identificado desde hace muchas
décadas y que dio origen a la Reserva Nacional Pacaya-Samiria y en gran medida a las
primeras ideas sobre reservas comunales. Como su nombre lo indica se trata del
establecimiento de reservas de pesca donde ciertas especies codiciadas se reproducen y
mantienen a salvo de la extracción. Lamentablemente, esa práctica fue descontinuada. Pero,
así como grandes reservas son útiles, la experiencia indica que lo más importante es la
protección de las múltiples cochas que existen a lo largo de los ríos amazónicos, donde gran
parte de las especies se reproducen, saliendo a poblar los ríos a partir de ellas. Esas cochas
son asimismo la fuente de alimentos de las poblaciones ribereñas aledañas. Pero son siempre
depredadas por los pescadores “artesanales” que al menor descuido literalmente limpian las
cochas usando redes y otros métodos ilegales. En general, los ribereños no tienen capacidad
de oponerse a esas prácticas y muchos de ellos hasta participan de ellas.
Colocar esas cochas bajo la custodia legal de las comunidades ribereñas sería una garantía de
su uso más racional y sostenido, como ya ocurre en cierta medida con el lago Rimachi, en
Loreto. Planes de manejo simples, rigorosamente supervisado por los vecinos, podrían suplir
las necesidades locales y brindar un excedente comercializable sin amenazar el estoque. Esas
y otras opciones son revisadas, por ejemplo, por McDaniel (1997).
La extracción o producción de peces ornamentales es, sin duda, un filón importante que debe
ser mantenido pero que precisa de una supervisión y asistencia técnica mucho más afinada.
En la actualidad como en el pasado esta explotación es realizada de modo precario y con gran
desperdicio de especímenes.
155
Dourojeanni. 2005 Manejo da fauna I, II y III (www.oeco.org.br) pero especialmente em Manejo de
Fauna II O Eco, Rio de Janeiro, 08 Abril 2005 (http://www.oeco.org.br/colunas/marc-dourojeanni/16354-
oeco-11987/)
196
Turismo en la naturaleza
Las áreas naturales protegidas son en casi todo el mundo la base de este floreciente negocio
sin chimeneas. Los visitantes a los parques norteamericanos se cuentan por cientos de
millones al año y mueven miles de millones de dólares; prácticamente todo el turismo en
países africanos como Kenia, Tanzania y Sur África depende de los parques. Es lo mismo en
Costa Rica y aún en países con enormes atractivos culturales, como los de Europa, las áreas
naturales protegidas mantienen su poder de atracción en todos los cinco continentes. Eso es
una realidad en el Perú, aunque podría ser mucho mejor aprovechada. Un estudio reciente
(Vilela et al, 2018) demostró que el efecto económico local directo producto del turismo
dentro del sistema nacional de áreas naturales protegidas fue S/2.340 millones (US$723
millones) apenas en 2017. Esta cifra es 40 veces más de lo que gasta el Estado actualmente en
mantener el sistema. Además, el turismo en áreas protegidas generó más de 36.000 empleos
en las localidades y ciudades circundantes. Parte de esta renta fue generada por áreas
protegidas en la Selva, como Machu Picchu y otras. Pero, debido a la inaccesibilidad de la
mayoría de ellas o, más comúnmente, por falta de infraestructura de visitación en los parques
peruanos, muchos permanecen sin visitantes, es decir sin contribuir al turismo. Uno de los
casos más flagrantes es el del Parque Nacional Yanachaga-Chemillen que, a pesar de estar al
lado de la muy visitada Oxapampa y rodeado de carreteras, prácticamente no recibe visitantes
porque no existe ninguna área abierta o habilitada para eso. Otros parques, como el Alto
Purús, Sira o Cordillera del Cóndor están, realmente, alejados de todos y por el momento no
son visitables, salvo mediante la organización de verdaderas y costosas expediciones. Pero, el
197
caso del Parque Nacional del Manu demuestra que ni siquiera eso es un obstáculo y que, en
cambio, hasta puede ser un aliciente adicional para el fomento del turismo. Pero corresponde
al gobierno, a través de los ministerios respectivos y del Sernanp, crear las condiciones para
fomentar esa posibilidad, entre otras.
El turismo en la naturaleza requiere de inversiones importantes. Un grupo de empresarios visionarios han puesto
el Perú en primera fila amazónica de facilidades para disfrutar de la naturaleza, pero hay demanda para
muchísimo más (Inkaterra).
Pero el ecoturismo no está limitado a la Selva Sur y son muy numerosas las empresas que
explotan este segmento a partir de todas las ciudades amazónicas, especialmente Iquitos,
Pucallpa, Yurimaguas y Tarapoto, pero también en la Selva Central. Se trata de hoteles de
selva, campamentos, viajes en embarcaciones tradicionales o modernas y, además, se ha
diversificado mucho la oferta de actividades deportivas o recreativas, entre ellas la pesca, los
safaris entomológicos, etc. Se trata de un negocio creciente que no deja de tener impactos
negativos en el ambiente y en la sociedad local pero cuyos beneficios los superan largamente.
Otro tema importante es el impacto en el paisaje cuando las infraestructuras contrastan con el
paisaje degradándolo. Es común, en condiciones de bosque húmedo, que se abran espacios
demasiado grandes para asentar la infraestructura perjudicando el clima local --mucho sol y
calor-- y la vista. Cuidado especial debe ser tomado en localidades donde el turismo toma
provecho de fenómenos geológicos como las cavernas, que son extremamente sensibles.
Suelen haber impactos en el ambiente cultural, especialmente cuando el turismo se desarrolla
en comunidades locales, especialmente nativas. Además de todas las precauciones habituales
en estos casos las iniciativas deben ser decididas por consenso de las propias comunidades.
Descuidos en este aspecto pueden: alterar drásticamente el estilo de vida de las poblaciones
nativas, generar indirectamente problemas de prostitución, inclusive infantil y, en casos
extremos, puede provocar la partida de habitantes.
Otro problema bien conocido del turismo en la naturaleza es que, con frecuencia, sus
beneficios no llegan o llegan solo marginalmente a las comunidades. Por este motivo varias
organizaciones no gubernamentales y, asimismo, algunas empresas privadas han desarrollado
acciones específicas para demostrar la viabilidad y la conveniencia de hacer asociaciones
mutuamente beneficiosas con las comunidades locales. Entre muchas otras experiencias cabe
mencionar la experiencia que hoy se llama “La Casa Machiguenga” en la cocha Salvador, en el
Manu que es de propiedad de las comunidades nativas Machiguenga de Yomibato y Tayakome
(1994). También puede citarse el Sabeti Lodge (2000) establecido en la comunidad nativa
Timpía del Río Urubamba y la Pusharo Lodge de la comunidad nativa Palotoa-Teparo (2008).
Todas estas fueron promovidas por el Cedia. Hay varias otras instituciones que están
promoviendo ese tipo de soluciones en las comunidades Shipetiari (2007), Shintuya (2006)
y pronto Santa Rosa de Huacaria todas ellas en el Alto Madre de Dios, en la ruta hacia el
Manu. Es destacable la consolidación lograda por la comunidad nativa Infierno (1996) en
asociación con Rainforest Expeditions, en Tambopata; y, el proceso que la comunidad nativa
Matsés ha iniciado para implementar y ejecutar su plan de manejo turísticos con el apoyo de
Cedia (2010). Igualmente notable, aunque en este caso con comunidades tradicionales, es la
experiencia exitosa de Pronaturaleza en la Reserva Nacional Pacaya-Samiria, conocida como
“Rumbo al Dorado”.
Las grandes obras públicas como las viales y las energéticas, así como las grandes
explotaciones de recursos, incluidos las dedicadas a hidrocarburos y minerales, son
conducidas por empresas privadas nacionales y muy frecuentemente transnacionales o por
199
Muchas son las causas de esos conflictos, pero tres son evidentes: (i) las empresas incumplen
la legislación vigente ocasionando graves accidentes ambientales, (ii) las obras y
explotaciones se inician, muchas veces, sobre la tierra que pertenece a comunidades locales,
sin información adecuada ni consulta legítima y, (iii) las comunidades locales son marginadas
de los beneficios de los que otros hacen o sacan de sus tierras. Puede añadirse varios factores
que agravan los conflictos: (i) la ignorancia de la población afectada, (ii) la incapacidad de las
empresas para dialogar genuinamente con las poblaciones afectadas y (iii) la interferencia
política, en general de izquierda, que usa los conflictos con fines proselitistas.
El problema es especialmente notorio con los recursos petroleros y mineros que están en el
subsuelo de las tierras de la población local, cuya explotación inevitablemente los impacta
negativamente. La legislación peruana otorga más derechos a los que usan el subsuelo que a
los que son dueños del suelo. Lo cierto es que los conflictos entre los derechos mineros y
energéticos y los demás usuarios de los recursos naturales es universal y, en verdad, en
ninguna parte está completamente resuelto ya que, preciso es reconocerlo, los minerales y la
energía son casi tan necesarios a la sociedad moderna cuanto los alimentos, el agua y los otros
servicios ambientales.
Smith (2003) sintetizó una discusión sobre ese tema para el caso del Gas de Camisea con la
frase “¿Puede David tener un matrimonio feliz con Goliath?”, analizando cómo los nativos
Machiguenga del Urubamba podrían no ser maltratados por el poderoso consorcio que
explota el gas en ese valle. En verdad, ese tipo de problema afecta casi toda la Selva, en la
medida que exceptuando apenas las áreas protegidas de uso indirecto, toda ella ha sido o está
siendo concedida para exploración y explotación de hidrocarburos, los que en algunos casos
también están superpuestos a derechos o concesiones mineras.
Para mejorar la relación entre ambos intereses es indispensable que la decisión de hacer la
obra o la explotación sea tomada sin una previa evaluación de impacto ambiental y social.
Esta evaluación debe ser un elemento fundamental para tomar la decisión de “hacer” o “no
hacer”, dónde hacer cuando existen alternativas y, en muchos casos, cuándo y cómo. Como se
sabe, en la actualidad no existe la opción de “no hacer” pues los gobiernos lo decidieron antes.
La viabilidad ambiental de obras como las hidroeléctricas o de explotación de gas y minerales
deben insertase en una evaluación ambiental estratégica y no ser analizadas únicamente
como obras aisladas. Es tradicional que las evaluaciones de impacto ambiental eviten
mencionar que existirán otras obras similares, en el mismo río o, en la misma región,
generando impactos compuestos muy complejos.
La decisión de “hacer” una obra o de llevar adelante una explotación debe ser precedida por
una consulta efectiva, sustentada por una información clara y suficiente sobre sus beneficios e
inconvenientes, como manda la nueva Ley de Consulta Previa. Poner en práctica esta ley es
esencial pero aún falta mucho trabajo para materializarla. Una vez decidida la obra,
aprobada o modificada en consulta previa, debe realizarse la evaluación ambiental detallada,
acompañado los estudios de factibilidad. Como también manda la legislación, durante la
realización de los estudios debe procederse a los mecanismos de consulta (audiencias u otros)
previstos en ley y, una vez obtenidos los resultados preliminares de dicha evaluación, estos
deben ser otra vez presentados e informados a la sociedad, en especial pero no únicamente a
la directamente afectada. Cuando esta es aprobada y es concedida la licencia ambiental, el
plan de acción que se deriva de ese proceso, conteniendo las obligaciones de la empresa, debe
ser público.
El gobierno, sea nacional o regional, debe hacer su parte en forma seria y efectiva. En general,
como en el caso de la explotación de hidrocarburos, las recomendaciones del plan de acción
exceden las de las empresas y muchas de ellas, a veces las más importantes, recaen en el
gobierno. Entre ellas, por ejemplo, la titulación de tierras, la creación de reservas territoriales
para indígenas en aislamiento, el manejo efectivo de áreas protegidas, el control sanitario.
Ocurre que, muchas veces, mientras que la empresa cumple sus obligaciones, el gobierno las
incumple creando situaciones que echan por tierra todo el esfuerzo por hacer bien las cosas.
El poder ejecutivo nacional debe ser serio en cuanto a poner orden en el uso de las regalías u
otros beneficios que la ley establece para las poblaciones locales que son afectados por la
explotación de recursos. Debido principalmente a la incapacidad y a la ineficiencia, cuando no
a la corrupción de los gobiernos locales, esos recursos son malgastados o no usados o, peor,
son aplicados para hacer obras que contrarían abiertamente lo que el plan de acción
ambiental pretende evitar, como es abrir carreteras sin estudios de ninguna clase en bosques
que supuestamente deben ser preservados. Otro problema de la aplicación de esos recursos
es que, en general, benefician principalmente pobladores que no son los directamente
perjudicados o afectados por la explotación.
201
Hay dos situaciones que deberían determinar obligaciones ineludibles para las empresas que
las desarrollen: (i) el manejo de las cuencas colectoras en el caso de centrales hidroeléctricas
de gran tamaño y (ii) el monitoreo socioambiental participativo o comunitario para
explotaciones mineras y de hidrocarburos. Estas obligaciones deberían ser motivo de
legislación especial. Se han realizado excelentes experiencias de monitoreo socioambiental
participativo, con indígenas amazónicos y campesinos andinos, con ya casi dos décadas de
ejecución que fueron conducidos en torno al Proyecto Gas de Camisea, entre otros
(Dourojeanni et al, 2012). Podría, asimismo, considerarse la obligatoriedad del apoyo
financiero al manejo de las áreas protegidas influenciadas directamente por esas actividades.
Este es un tema de actualidad que es extraordinariamente complejo y que desde hace más de
dos décadas ha generado decenas de miles de publicaciones, de las que gran parte se
relacionan a la Amazonia y no pocas al Perú --bien resumidas en Minam, 2014, 2015-- por lo
que en este texto no se entrará en mayores detalles. Apenas se enfatizarán algunos aspectos.
Sin embargo, existen evidencias de que eso está cambiando. Los ejercicios para invertir la
forma en que se hacen las cuentas nacionales, dando más peso a lo que se tiene --por ejemplo,
el bosque-- y menos a lo que se destruye --por ejemplo, la madera-- son un paso importante.
También hay un esfuerzo a desarrollar para que productos preciosos del bosque natural,
desde maderas finas hasta tantos otros elementos de su biodiversidad, sean justamente
compensados por el mercado. Pero más importante aún es la valorización del agua de modo a
202
poder retribuir a los que la producen cuidando del bosque o la definición del valor y del costo
del carbono fijado en la biomasa o en el suelo para, otra vez, retribuir a quien la conserva.
Todos estos esfuerzos están en camino y ya hay pasos concretos en esa dirección, inclusive en
el Perú. Lo que es evidente es que el bosque natural en breve va a valer mucho más y su
conservación va a ser más rentable, en términos económicos, que una especulación
agropecuaria de las mismas proporciones. Lo que falta es establecer los mecanismos
económicos, financieros y administrativos para materializarla. Pero eso ya está aconteciendo
y no va a demorar en ser aplicado en gran escala. No es, pues, el momento para permitir más
deforestación inútil.
¿ Pero cómo compensar a los que protegen o usan bien el bosque? Las muchísimas de
propuestas para mitigar o adaptarse al cambio climático (ver, por ejemplo, Prüssmann et al,
2016) no ayudan mucho al productor al que se le dice que no puede o que no debe deforestar.
Lo que le ayudaría es que se le ofrezca un pago por hectárea bien cuidada ya que los
beneficios que él o ella generan sirven para beneficiar a otros que pueden vivir muy lejos y
que muchas veces son más ricos que ellos. Por eso mismo, el Ministerio del Ambiente ha
lanzado una década atrás una suerte de programa del tipo “deforestación cero” enmarcado en
la “Iniciativa peruana frente al cambio climático”156, en el marco de la 14ª Conferencia de las
Partes sobre el Cambio Climático (2008). El primer paso del Ministerio para hacer realidad
este propósito fue la creación del Proyecto Especial “Conservando Juntos”, lanzado en
noviembre de 2009 que después (2010) sería modificado y transformado en el Programa
Nacional de Conservación de Bosques para el Cambio Climático (PNCB). Concomitantemente,
el gobierno del Perú negoció préstamos blandos para financiarlo. Lamentablemente el
compromiso de deforestación cero en 2021 despareció de los documentos oficiales. Ahora el
Perú se compromete a reducir sus emisiones proyectadas al 2030 en apenas 20% y con 10%
más si recibe apoyo externo suficiente.
156
Inicialmente denominada “Conservación de Bosques y Servicios Ambientales”
203
naturales con una compensación de $10/ha/ano157. El programa tiene como meta atender a
mil comunidades amazónicas en un plazo de diez años y no está relacionado con las iniciativas
REDD + y otras similares del gobierno, pero está consignado en las metas físicas del PNCB. El
esfuerzo para llevar a cabo esta iniciativa es muy intenso pues implica mucha coordinación
con las comunidades, confirmación de los límites territoriales de las comunidades, visitas al
bosque, preparación de documentos legales, etc. Del mismo modo, las metas físicas del
Programa señalan la meta de capacitar a 600 guardaparques o guardabosques, entre otras.
Este trabajo, considerado políticamente prioritario, ya ha sido iniciado. Ese tipo de iniciativas
es el que debe ser mantenido y fortalecido para mitigar el cambio climático. Un estudio
reciente (Jayachandran et al, 2017), en este caso en África, demostró claramente la respuesta
positiva de las comunidades rurales a ese tipo de ayuda. Pero, no avanzan en la proporción
debida.
Es de suponer que con la aprobación de la Ley Marco de Cambio Climático en marzo de 2018
las posibilidades de atender en forma práctica a los campesinos e indígenas sean más
funcionales y efectivas. La nueva ley establece obligaciones puntuales en las regiones y en los
sectores, permitiendo posible definir acciones concretas de adaptación y mitigación. Es
importante señalar, además, ahora existe un mandato claro que ayuda al cumplimiento de los
17 objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas y de las recomendaciones de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El Estado deberá
aumentar el gasto público para la generación de proyectos de inversión sostenible y
resilientes al cambio de clima, muchos de los cuales deben centrarse en la Selva. En efecto,
además del pago por conservación de bosques y disminución de emisiones de CO2 la nueva ley
financiará proyectos e inversiones sostenibles y beneficiosas en reemplazo de aquellas
actualmente degradantes del ambiente.
En efecto, el cambio climático que es de facto una tragedia obliga a desarrolla lo que son
algunas oportunidades como crear nuevas formas de negocio basadas en la economía circular,
por ejemplo, utilizando energías renovables o reciclando desperdicios o diseñando productos
eco-amigables con materiales naturales y biodegradables. Son muchas las nuevas
oportunidades de negocio para las empresas, desde la participación en los mercados
energéticos, el uso y desarrollo de nuevos recursos energéticos más limpios, hasta la mejora
del posicionamiento y la mejora de la reputación. Es, en buena cuenta, una oportunidad de
descubrir nuevos estilos de vida sostenibles.
157
Por la forma un tanto apresurada en que este programa fue lanzado (por ejemplo, el valor a ser pago por
hectárea no ha sido fijado técnicamente y por la dificultad de monitorearlo) los especialistas consideran que
crea expectativas que constituyen un riesgo muy grande de generar conflictos con las comunidades nativas.
204
En este capítulo final se aborda dos temas. El primero es lo que debería cambiar en el Estado
peruano para que un propósito firme de enderezar el desarrollo amazónico tenga mayores
probabilidades de éxito. Estos cambios son altamente deseables y, si se dieran simultánea y
prontamente, las oportunidades de un éxito mejor serían mayores. Pero si se dan unos sí y
otros no, o se dan en periodos diferentes, también pueden llevar a una solución aunque sería
obviamente más demorada y consecuentemente menos próxima a lo que sería deseable. No
hay duda que la sociedad peruana reaccionará en algún momento, como lo han hecho tantas
otras cuando el desastre largamente anunciado se torna en desastre presente. Pero eso es lo
que se quiere evitar.
Gran parte sino todos los problemas descritos en este libro, en especial el fracaso de las
buenas intenciones, se relacionan a la política nacional y a los políticos, sus actores
principales158. Ellos son los que, en nombre del pueblo, de la nación, han dado lugar a un
Estado que no funciona bien, con poderes muy poco democráticos y confusos, hasta el punto
de ser caóticos y de una ineficiencia abrumadora. Ninguno de los tres poderes del Estado,
ejecutivo, legislativo y judiciario, se libra de esos pecados que hacen que el Perú, a pesar de su
pueblo trabajador e ingenioso y de su inmenso patrimonio natural y cultural, se revuelva en
un subdesarrollo que no merece. Atrás de todo lo que de malo ocurre en la Amazonía peruana
están esos tres poderes. Leyes que no sirven o que no se cumplen, gobiernos prepotentes e
incompetentes y jueces que raramente actúan dónde, cuándo y cómo deberían. Esos tres
poderes, además, son corruptos, ni tanto corruptos activos cuanto pasivos, es decir de esos
que no ven ni escuchan, que dejan hacer, lo que es peor.
El segundo y último tema es una visión, con algunas cifras en parte especulativas, de lo que
sería la Amazonia peruana si se adoptaran las medidas necesarias, dígase culminándolas entes
de terminar los próximos diez años. Como se verá en el cuadro … de este capítulo, la
situación, aunque grave, o gravísima, desde algunos puntos de vista aún es remediable. La
Selva peruana, a pesar de las heridas dejadas por el maltrato, aún pueden cicatrizar bien y eso
permite vislumbrar, si se da un cambio de actitud, un futuro promisor en que la realidad
pueda acercarse a la utopía del desarrollo sostenible u a otras parecidas, como la del buen
vivir.
¿Cómo abordar la problemática amazónica y tratar de resolver los problemas descritos con el
Estado que el Perú tiene? ¿Acaso es posible una racionalización, mejor dicho, mejorar la
sensatez del desarrollo amazónico, con el tipo de gobierno que se tiene en la actualidad? El
Estado peruano faculta gobiernos que bajo un barniz democrático son, en realidad,
profundamente dictatoriales y también, contradictoriamente, anárquicos. Entonces ¿Qué
hacer?
Son dictatoriales porque los presidentes y los ministros deciden lo que les da la gana. La
Marginal de la Selva o las carreteras que unen el Perú al Brasil fueron decisiones
presidenciales, sin consulta previa siquiera con el Congreso de la República. El caso de cesión
158
Ver también el artículo de Oscar Arias, The real obstacles to Latin American development en Foreign
Affairs Jornal de 1o de enero de 2011
205
al Brasil de la mejor parte del potencial hidroeléctrico del Perú fue asimismo decidido por el
Presidente, quizá con la participación de un par de ministros. Lo mismo ocurre con las
decisiones sobre petróleo, gas, minas y otras explotaciones de impacto nacional. Son ideas o
decisiones de unas pocas docenas de personas, dentro o fuera del gobierno, pero amparadas
por éste, que impactan en una inmensa mayoría que es indiferente porqué, en realidad, ni
sabe de qué se trata. Cuando esa mayoría es informada, siempre “más o menos” y tardíamente,
suele apoyar ciegamente decisión. Lo hace por inercia o porqué fueron influenciados por la
publicidad del gobierno o de las partes interesadas, que miente o no dice todo toda la verdad.
El Congreso, si llega a discutir esos temas, siempre lo hace tardíamente, en respuesta a los
reclamos de la opinión pública o, apenas cuando los congresistas de oposición ven en eso una
oportunidad de fastidiar al gobierno. Y, al discutir el tema,
los parlamentarios casi siempre lo hacen a partir de datos
errados o parciales, sin consultar ni escuchar a quienes
conocen el problema.
159
El caso más reciente fue la Ley 30723 de 2017, que declaró de prioridad e interés nacional la construcción
de carreteras y el mantenimiento de trochas carrozables en la frontera de Ucayali, afectando territorios
indígenas y áreas protegidas, así como estimulando la deforestación.
206
Es decir que el Perú debe repensar y rediseñar el Estado, sus poderes y sus relaciones, así
como los mecanismos participativos que legitimen la democracia, el funcionamiento de los
gobiernos regionales y locales y mucho más. El problema de fondo del Perú es, como bien se
sabe, la educación. Para que el pueblo tenga un gobierno como debe ser, debe saber elegir y
eso depende de presupuestos adecuados para la educación. O sea que se vive ahora, como
hace siglos, en un dramático circuito vicioso. Para romperlo existen muchas fórmulas, entre
ellas las que usaron los llamados tigres asiáticos que consiguieron salir, bien sea de la
dictadura socialista o de la democracia representativa tradicional y del subdesarrollo a una
democracia razonable con desarrollo y más bienestar. Comunistas, socialistas o capitalistas,
no importó, todos apostaron en la educación y en la formación de una ética social basada en la
disciplina para salir adelante. Dieron más énfasis a la educación a todo nivel que a la misma
salud, pues la salud de la población depende mucho más de su educación que de vacunas y
microbios y, dentro del tema de salud dieron prioridad a la prevención que a la curación.
Enfrentaron y continúan, claro, enfrentando la corrupción, pero lo hacen cada vez con más
éxito. Se trata, entonces, de conseguir que en el Perú se dé, finalmente, verdadera prioridad a
la educación en todas sus formas y niveles, a la ciencia, a la cultura y a la ética.
La educación es absolutamente esencial para mejorar el destino de la Amazonia. No es posible que la educación sea
dada en las condiciones que muestra la foto y, peor, en las que no muestra como son los sueldos despreciables de los
maestros que además siempre los reciben con meses de atraso (Pronaturaleza).
El autor no sabe cómo pasar de la situación actual, dominada por la cultura de la pendejada y
de la “criollada” a una situación en que el Estado acepte que no hay inversión mejor para el
futuro de la nación que la educación y que actúe en consecuencia. Educar es tarea de largo
160
De hecho, un ejemplo de esto es que lo que menos interviene en las decisiones públicas es el
conocimiento, la ciencia o la tecnología. La academia está banida del gobierno y es rarísima en el Congreso.
207
aliento y la decisión de hacer educación de verdad debe ser continuada por varios gobiernos
lo que, hasta ahora, parece imposible ya que cada gobierno reinventa las prioridades
mostrando otra de las formas que asume la anarquía del Estado peruano y, obviamente, suele
caer siempre en lo mismo que el anterior gobierno, es decir en inversiones efectistas para ser
reelecto. Es probable que sin revolución y sin los dolores que todas ellas conllevan no se
consiga dar ese paso y que sea necesario, por lo tanto, progresar pasito a paso, como de hecho
ha venido ocurriendo en el Perú. Es un proceso lento y lleno de retrocesos pues a un gobierno
que avanza sigue uno o más que retroceden, pero al final eso puede ser más seguro ya que no
todas las revoluciones aseguran desarrollo. El progreso macroeconómico peruano refleja una
continuidad digna de ser imitada. Comenzó con Fujimori y continúa más o menos hasta
cuando se escribe este libro. Fueron más de veinte años de continuidad. Si se consiguiera
aplicar esa continuidad, ese mismo sentido común, a la educación, el Perú estaría más cerca
del éxito. El caso de la economía demuestra que sí se puede.
Es interesante anotar que el pueblo, como los políticos, no piensa que la educación es la
primera prioridad nacional. Las encuestas de opinión en el Perú siempre la mencionan, pero
antes aparecen los temas economía, salud, seguridad o infraestructura. El pueblo, en especial
las clases sociales más bajas, no parece tener conciencia de que la educación es el punto de
partida para el desarrollo de la nación. Por eso también es deber de los intelectuales, en cada
caso, vincular el problema del que tratan al analfabetismo funcional y a la falta de capacidad
para comprender a cabalidad los problemas, sean estos nacionales o locales. Así se estimularía
al gran público a demandar escuelas y maestros antes que carreteras, estadios e iglesias. La
llamada sociedad civil debe empeñarse en esa prioridad desde cualquier ángulo de
actividades: educación y escuelas mejores para los indígenas, para los barrios populares, para
los campesinos, para los que moran alrededor de las áreas naturales protegidas y, claro, más y
mejor educación también para los presos, los obreros de la construcción civil o de la industria,
los reclutas militares, los policías, en fin, educación para todos los que no tuvieron
oportunamente la suerte de asistir a una buena escuela. Definitivamente los intelectuales
tienen una gran responsabilidad en promover el cambio que significaría la revolución que aún
no ocurre.
Esperando que la educación produzca sus frutos es necesario buscar alternativas, como la de
la formación de la opinión pública
aprovechando el uso masivo de la televisión y,
claro, de todos los otros medios, como diarios y
radio. Eso implica una legislación que estimule
los medios de comunicación a hacerlo, por
ejemplo, con ventajas económicas o tributarias.
Cuando aparecen denuncias públicas referidas a
decisiones del Ejecutivo que son importantes
para el país, especialmente cuando esos temas
llegan al nivel de escándalos, se despierta el
interés de los políticos y se obliga al Congreso a
pronunciarse. Esos casos son una importante Escuela para niñas Machiguenga con metodología
fuente de educación pública si los medios los ejemplar de enseñanza, en Boca Manu.
explican adecuadamente. Ese ha sido el caso,
recientemente, con temas como los cultivos genéticamente modificados, el gas de Camisea, las
hidroeléctricas brasileñas en la Selva, el oro de Madre de Dios y algunos otros. En esos casos la
comprensión del problema está frecuentemente influenciada por intelectuales que desde
208
diversas trincheras luchan por dar a conocer y promover sus prioridades políticas o cuyos
conocimientos son comprados por los que promueven una u otra alternativa. Corresponde a
esos intelectuales, si desean lo mejor para el país, ser honestos y objetivos en sus propuestas o
alternativas y aprovechar la ocasión, junto a los medios masivos de comunicación, para
informar al pueblo de la verdadera disyuntiva que, por ahora, muchas veces no es claramente
expuesta.
Idealmente la reinvención del Estado, si fuera posible, debería considerar un poder ejecutivo
renovable con una fuerte descentralización y desconcentración, con departamentos o
209
El poder legislativo debería ser bicameral al nivel nacional para poder corregir errores en una
de las cámaras y con mandatos renovables a cada dos años, para asegurar que la opinión
publica pueda discriminar entre los elegibles más de dos veces consecutivas (cuatro años).
Cada departamento o región debería tener su propio poder legislativo independiente, en este
caso unicameral, también renovable cada dos años y con capacidad para legislar dentro del
marco de la Constitución Nacional y de las leyes nacionales. La otra función del legislativo,
además de hacer las leyes, es fiscalizar la marcha del ejecutivo, complementando la labor de la
sociedad civil en los consejos deliberativos sectoriales. Obviamente, el poder judicial debe ser
simplificado y modernizado y, asimismo, descentralizado del mismo modo que el poder
ejecutivo.
Otro tema íntimamente ligado al de la gobernanza es de la legislación. El cuerpo legal que rige
al Perú, en principio, depende del Congreso que, como dicho, se revela incompetente para
hacer oportunamente leyes que realmente sirvan a su propósito declarado. A eso se suman los
decretos legislativos y los de “emergencia” de los que los gobiernos “democráticos” abusan
tanto y que, aunque en general más coherentes que las verdaderas leyes frecuentemente
161
Es una verdad indiscutible que un departamento no es una región. Eso es apenas un cambio de nombres.
Aunque hubiera sido ideal que las regiones inicialmente propuestas fueran respetadas, no se entiende la
compulsión de algunos por crear regiones antes de que los departamentos funcionen bien. Como están las
cosas es más sensato mantener los departamentos como “regiones”, siendo obvio que a medida que
desarrollen, como ya está ocurriendo, van a asociarse y colaborar con otros departamentos que los
complementan. Lo importante es la autonomía regional para gobernarse.
210
Son millares las leyes, decretos leyes y decretos que se emiten cada año y que, en muchos
casos, crean una confusión enorme para poder aplicarlas. Rumrrill (2008) describe eso
correctamente como “un bosque de leyes”, en su mayoría inconexas y centralistas, cuya
densidad se ha acentuado en la segunda mitad del siglo XX. Las que directa o indirectamente
más afectan a la Selva, como las de tipo ambiental o las concernientes a los recursos naturales,
tienen en general siempre las siguientes características: (i) están desconectadas de la
realidad social y económica del país, con propuestas ideales, a veces utópicas, persiguiendo
objetivos y especialmente vías para alcanzarlos que son incumplibles habida cuenta de la
realidad; (ii) son inadecuadas para amplias regiones del país pues fueron hechas
especialmente pensando en la realidad costeña desconociendo las peculiaridades ecológicas
de las demás regiones en que deberían ser aplicadas; (iii) son excesivamente detallistas y
extensas, con centenas de artículos, no dejando posibilidad de aplicación del sentido común y
de la lógica en el momento de aplicarla a casos específicos; (iv) son irresponsables en la
medida en que ponen su implementación o ejecución en manos de un Estado que saben no
está equipado para aplicarlas sin, en la misma ley, disponer los medios que permitirían su
aplicación; (v) no hay compatibilidad entre leyes de diferentes sectores, en especial
contradiciendo las ambientales, pero también dentro de un mismo sector como en el caso del
agrario y, (vi) son técnicamente incoherentes debido a la falta de participación o de respeto
por las opiniones de científicos y especialistas calificados o a la tergiversación de sus
recomendaciones.
América Latina tiene una tradición jurídica perfeccionista, casi utópica. En efecto, hacer “las
leyes mejores y más modernas del mundo” sirve de absolutamente nada si no son aplicables.
De allí, por ejemplo, la acelerada destrucción de los bosques tropicales de esa región. Diez
años después de la ley forestal peruana de 1975, que el autor contribuyó a hacer, fue evaluado
su cumplimiento por sus alumnos graduados. El resultado del análisis fue patético. Una ínfima
parte de los artículos habían sido siquiera medianamente cumplidos y lo esencial de la ley
había sido soslayado o ignorado. Sin embargo, esa ley era mucho más realista que las que la
sustituyeron y que la vigente.
Las características anotadas, en especial la complejidad y el detallismo son terreno fértil para
la corrupción, en especial para aquella del tipo “crear dificultades para ofrecer facilidades”,
que es tan común en el Perú. Son esas leyes las que posibilitan, asimismo, que las actividades
de una empresa, como las forestales, sean controladas simultáneamente por fiscales de
numerosos organismos e instancias gubernamentales, dificultando y encareciendo la gestión.
cualquiera; (iv) los excesos del ambientalismo en relación al manejo forestal, incluido los
“criterios e indicadores de sostenibilidad”; (v) dividir responsabilidades sobre el manejo
forestal entre varios sectores; (vi) el abuso del uso de artículos meramente declarativos que
incluyen las palabras “propender”, “impulsar”, “promover”, estimular”, “generar”, “deber”,
“proponer”, etc.; (vii) la leyes deben decidir lo que es sí o no, blanco o negro, permitido o
prohibido, pero nunca quedarse en el filo de la navaja, lo que si puede hacerse eventualmente
en la exposición de motivos; o entre otros defectos, (viii) cambiar nombres a las cosas o
recrear las que ya existen, y; (ix) dejar lo esencial de las decisiones prácticas para reglamentos
que serán hechos después pero en lapso perentorio y por personas que, a priori, no tienen
obligación de consultar a nadie o que consultan en exceso y a quien no deben (Dourojeanni,
2103).
Hacer una nueva legislación para los recursos naturales, especialmente las que atañen a la
Amazonia, debería ser una oportunidad para hacer verdaderos cambios, para innovar
profundamente en el intento de encontrar la solución y el resultado que las leyes precedentes
no consiguieron. Eso requiere originalidad. Requiere analizar honestamente lo que no
funcionó y hacer un esfuerzo para diseñar un texto que ofrezca mejores posibilidades de ser
aplicado con éxito. En el caso de la nueva ley forestal peruana162, lamentablemente, existe
poca diferencia entre esta y las tres leyes precedentes. En esta última se repite esencialmente
el mismo modelo que no ha funcionado desde los años 1960. Se cambian nombres, se
complican las definiciones, se introducen conceptos colaterales que desvían la atención, se
cambian los tamaños y los plazos de las áreas cedidas, se recrea lo que ya existe y, en esta
última versión más que en las anteriores, se exagera en un palabreo conceptual que no
corresponde a las leyes. También se exagera en la complejidad de los procedimientos que se
elevan a niveles estratosféricos, aunque, en el fondo, son tan solo más de lo mismo. Lo único
divertido es el invento de nuevos términos, en algunos casos hasta chistosos como ese de
“regente forestal” en lugar de profesional competente o ingeniero forestal. En eso, por lo
menos, hubo originalidad ¿o tampoco?163
De nada sirven las leyes, por bien hechas que sean, si no son aplicadas. Y esa es la realidad en
los trópicos húmedos de América Latina debido a la debilidad de las instituciones encargadas
de hacerlas cumplir. En general, como se ha visto en el caso de las áreas naturales protegidas,
carecen del número de funcionarios suficiente, la mayor parte de estos carecen de las
calificaciones y del entrenamiento o experiencia suficientes, sus regulaciones administrativas
son tan complejas y rígidas que se tornan inoperantes, carecen de equipos e infraestructuras y
cuando las reciben o tienen no consiguen mantenerlas. Esta situación caracteriza
prácticamente a todos los gobiernos regionales de la Selva y, como dicho al Sernanp y al Serfor
y peor aún al Indepa, de tanta importancia en la Selva. Pero afecta por igual a los dos
ministerios cruciales, el Ministerio de Agricultura y Riego y el Ministerio de Ambiente. El
primero es muy grande, viejo y decrépito, completamente inoperante --este debería ser
reinventado desde la base-- y el segundo es joven, pequeño y muy débil. Y a eso no escapan
los demás sectores públicos y ni siquiera el Poder Judicial. Es un problema nacional. Al
parecer, apenas el Ministerio de Economía y el Banco Central de Reserva escaparían a esa
realidad, con funcionarios bien pagados. La razón del problema, en casi todos los casos, no es
tanto la cantidad de funcionarios sino sus calificaciones que reflejan sus bajos salarios.
162
El Perú promulgó una nueva Ley Forestal y de Fauna Silvestre el 22 de julio de 2011, después de una larga
y accidentada preparación que, en este caso, si tuvo bastante participación de las partes interesadas.
163
La última ley forestal colombiana ya usó el término “gerente” para esa función.
212
En efecto, los salarios de los funcionarios públicos peruanos son dramáticamente inadecuados
y, por eso, incuban ineficiencia y corrupción, especialmente la del tipo pasivo. Ante la
competencia con el sector privado, los profesionales mejor cualificados abandonan el sector
público y los recién egresados de calidad ni consideran trabajar en él. El Ejecutivo peruano
lleva décadas de selección negativa, en que los mejores salen y los peores quedan. Y, como
bien se sabe, eso crea un circuito vicioso muy difícil de quebrar, más aun considerando la
prolífica legislación que defiende a los malos funcionarios. Si competentes y motivados por un
salario adecuado, menos funcionarios bien equipados pueden hacer mucho más que muchos
incapaces sin estímulo. Hay un dicho hindú que dice, más o menos, “si a tus servidores pagas
con maní tendrás micos en lugar de empleados” (Naim, 1994).
El problema institucional es, obviamente, peor a nivel regional amazónico que en el resto del
país. En primer lugar, porque el tamaño de los departamentos de la Selva y la dispersión de
sus centros urbanos aunados a la falta de vías de comunicación la hacen de por si, compleja y
costosa. Pero, además de bien conocidas limitaciones de personal, salarios y presupuestos, en
los departamentos se copia al nivel regional la frondosidad propia del nivel nacional. El
resultado es la dispersión de pocos funcionarios para una serie de funciones o tareas que no
tienen prioridad. Igualmente hay una infinidad de trámites o procedimientos anticuados que
solamente acumulan papel o datos que nunca se usan. Reformar y simplificar las instituciones
es tarea esencial para mejorar la gobernabilidad.
El planeamiento debe involucrar, además de los responsables del gobierno y de los actores
sociales organizados, al sector privado que obviamente tiene enorme influencia en todo lo que
pasa en el país, en especial con las infraestructuras. Por ejemplo, los caminos que abren las
empresas petroleras en la Amazonía son el embrión de futuras carreteras que estimulan la
213
colonización, pero en su diseño no hubo intervención de las partes interesadas del Gobierno,
como debieran hacerlo los sectores agropecuario y forestal o los responsables por los
derechos indígenas. Cada inversión privada significativa en industrias extractivas determina
movimientos de la población que deben ser previstos y asistidos y que, eventualmente,
podrían no ser autorizados en determinado momento o sin precondiciones. En teoría eso es
visto al momento de hacer los famosos estudios de impacto ambiental y social, pero, en
realidad, se trata de planeamiento y debe preceder los tales estudios.
La Selva es parte del Perú y su desarrollo no puede hacerse con abstracción del resto de la
nación. Los ejercicios de planificación que hacen los sectores y los gobiernos regionales llenan
un vacío pero como dicho son invalidados por la inexistencia de un plan de desarrollo
nacional y de un plan de desarrollo de la Selva en los cuales se insertar. Además, esos planes
como las leyes, son están frecuentemente mal hechos y, de cualquier modo, raramente son
llevados a la práctica y, si lo son, es porque en realidad sólo confirman decisiones ya tomadas
previamente y sin consulta.
En el cuadro 12 se muestra cuál debe ser la situación a 2017 del uso de la tierra en la
Amazonía peruana en base a la especulación hecha en el Capítulo III que recoge la versión
oficial --8,5 millones de hectáreas-- a pesar de ser la menos probable y al tamaño que
oficialmente se adjudica a la Selva. Como ya extensamente discutido el autor considera que
esas informaciones están distorsionadas y que la deforestación acumulada actual debe
alcanzar realmente unos 14 millones de hectáreas. Pero, para facilitar la discusión se usan los
datos menos controvertidos.
El cuadro 12 recoge informaciones citadas y/o discutidas antes. Pero hay dos elementos a
llevar en cuenta. En primer lugar la información sobre área de uso agropecuario es de 2011 y
debe haber aumentado un poco hasta la actualidad. En segundo lugar, el estimado de tierra
deforestada sin uso, basado en una deforestación de 8,5 millones de hectáreas, ocurre no sólo
en el ámbito considerado agropecuario por el censo de 2012 sino que también en las
comunidades nativas, bosques de producción y, aunque en menor proporción, también en las
áreas naturales protegidas, especialmente de uso directo.
A primera vista se constata que gran parte de la Selva ya está protegida de facto por
decisiones políticas previas. En efecto, las áreas protegidas --tanto las áreas naturales
protegidas por el Estado, como las privadas y las concesiones que sirven a ese mismo fin—
cubren 28,1% de la Selva. A eso, en cierta forma, puede añadirse que otro 23% de la Selva ya
está adjudicado a las poblaciones nativas y campesinas. Por eso, en teoría, podría estimarse
que el 51,1% de la Selva ya está razonablemente protegido. Como se vio antes eso está lejos
de ser verdad ya que tanto comunidades campesinas como nativas deforestan para practicar
agricultura y que esa área aumenta año a año. Sin embargo, no puede ser negado que eso es
un gran paso en el camino de un desarrollo más equilibrado.
Otros hechos importantes saltan a la vista: (i) queda muy poca tierra --6,1 millones de
hectáreas o 8,5%-- teóricamente por alocar; (ii) la insignificancia del área que produce cada
año, en forma de agricultura perenne o anual y ganadería --apenas 2,2% o, 3,1% incluyendo
las que no se usan anualmente-- . y; (iii) la enorme área deforestada --8,5 millones de
hectáreas o 11,8% de la Selva-- de la que se usa apenas el 19%, o mucho menos si no se
aceptan los datos oficiales.
214
Cuadro 12. Resumen más probable de las formas actuales de uso de la tierra en la
Amazonía del Perú
Categorías de uso de la tierra Área* % ** Notas
Áreas Naturales Protegidas 20,2 28,1 Todo tipo de área protegida
Uso indirecto 10,2 14,2 Principalmente parques nacionales
Incluyendo regionales, privadas y
Uso directo 8,7 12,1
transitorias
Concesiones protegidas 1,3 Las de conservación y turismo
Tierras indígenas y comunales 16,6 23,0
Comunidades nativas 12,4 17,2 Debidamente tituladas
Comunidades campesinas 1,8 En su mayoría en la Selva Alta
Reservas territoriales 2,4 Todas en la Selva Baja
Bosques de producción 17,3 24,0
Concesiones forestales maderables 9,0 12,5
Concesiones no maderables 2,9
Reserva forestal productiva 5,4 ¿Bosques a ser concedidos en el futuro?
Humedales, ríos 3,3 4,6 Teóricamente deben ser preservados
Total deforestado (oficial) 8,5 11,8 Estimado con datos oficiales al 2017
Total uso agropecuario (oficial) 2,2 3,1 Censo de 2012. En 2017 debe ser más.
Agricultura permanente 0,8 Incluye reforestación
Agricultura transitoria +asociada 0,4 2,2 Cultivos anuales
Pastos (pecuaria) 0,4 En la Selva solo hay pasto cultivado
Incluye tierras en producción o descanso y
Tierras sin usar cada año (oficial) 0,6
las de uso urbano según censo 2012
Tierra deforestada sin uso 6,3 8,8 En base a información oficial
Aún con bosques o, sin ellos --si la
Tierra sin alocar 6,1 8,5
deforestación real es mayor que la oficial--
TOTAL 72,0 100.0
Notas: * En millones de hectáreas; ** Porcentaje del área oficial de la Amazonía peruana (72 millones de
hectáreas). El cuadro está basado en las discusiones anteriores.
Otro asunto evidente en el cuadro 12 es que, en teoría, queda relativamente muy poca tierra
por alocar o destinar a otros usos. Lo que sobra no aún destinado con bosque es 6,1 millones
de hectáreas. Pero, una parte no definida de lo deforestado tampoco está alocado, es decir que
no está titulado. Aquí es preciso aclarar que, en la actualidad y cada vez más en el futuro, las
tierras consideradas como de producción forestal serán convertidas a otros usos, inclusive
agricultura. E decir que el tipo de uso de la tierra que más será reducido en las décadas por
venir será el forestal --de producción y protección-- ya que todas las demás formas de uso --
conservación, indígenas y agropecuaria-- se expandirán sobre ellas. En este ejercicio no se ha
considerado que la minería ilegal pueda incrementarse mucho.
215
También debe llamar la atención que en ese cuadro no aparece la categoría de bosques --y
tierras-- que se conoce como de protección, que se supone cubren un 25% de la Selva, en
especial localizados en la Selva Alta. Este tipo de bosques, ahora conocidos como bosques
protectores con la última ley forestal, prácticamente han desaparecido de la legislación y de la
práctica, lo que revela el poco cuidado que se tiene de ellos. De facto ese es el tipo de bosque
que, pese a que debió ser el más protegido, ha sido el más destruido. Mucho de la restauración
debería hacerse en ellos.
Visto el cuadro 12 pareciera que la situación a 2017 no es tan mala como se puede prejuzgar.
Lamentablemente, las cosas no son tan simples ni estáticas. Los factores a considerar
incluyen: (i) las áreas protegidas, en especial las de uso directo, están todas
considerablemente mal protegidas y manejadas y son a cada día más agredidas, perdiendo
parte de sus bosques; (ii) las tierras de las comunidades nativas se pueden dedicar a
explotación forestal, minera y agropecuaria y en ellas hay progreso rápido de la deforestación;
(iii) la extensión cubierta por comunidades nativas debe crecer considerablemente; (iv) las
reservas territoriales indígenas serán inevitablemente asimiladas a comunidades nativas con
los mismos problemas, (v) la explotación de los bosques de producción no es sostenible y
continúa siendo vector de degradación y de deforestación debido a los caminos de extracción,
(vi) la agricultura de todo tipo, y la deforestación, continúa expandiéndose gracias a los planes
viales del gobierno que no dan tregua en la Selva.
Entonces ¿Cómo sería la Selva en un plazo de diez años si se continúa “como siempre”?
Habida cuenta las discusiones en los capítulos previos el escenario tendencial más probable se
caracterizaría por:
(i) Aumento significativo, quizá en un millón de hectáreas, el área dedicada a áreas
naturales protegidas, posiblemente más en la categoría de reserva comunal que en
otras, aunque aún existen gaps a ser completados en las áreas protegidas de uso
indirecto.
(ii) Aumento muy significativo, posiblemente en más de dos millones de hectáreas, el área
dedicada a las poblaciones indígenas, en especial en vista de lo previsto para
comunidades nativas. Pero es previsible que algunas reservas territoriales disminuyan
para dar lugar a comunidades nativas y reservas comunales.
(iii) Aumento muy significativo del área bajo uso agropecuario, quizá alcanzando un total
de 4 millones de hectáreas, incluyendo lo que el censo agropecuario denominó tierras
en descanso anual.
(iv) Aumento muy significativo del área deforestada acumulada. Puede estimarse en base a
la progresión entre 2001 y 2017, que entre 2018 y 2028 se deforesten de 2 a 3
millones de hectáreas adicionales. Si se usa la versión oficial se llegaría a un
acumulado de 10,5 a 11, 5 millones de hectáreas deforestadas. Si se usa la versión
probable, se alcanzaría entre 16 y 17 millones de hectáreas.
(v) Disminuya considerablemente, en varios millones de hectáreas, el área dedicada a la
producción forestal, por su uso por agricultura migratoria, conversión a comunidades
indígenas y reservas comunales
(vi) Disminuya hasta casi desaparecer el área de bosques no alocados que pasarían a
formar parte de uso agropecuario, tierras indígenas o áreas protegidas.
(vii) La proporción de tierra deforestada sin uso a tierra en producción se mantendría
probablemente igual, es decir cinco a uno con los datos oficiales y muchísimo menos
con los datos probables.
216
En ese escenario puede suponerse que el PBI amazónico aumentaría un poco pero que los
niveles de pobreza se mantendrían tal como en la actualidad, debido a los mecanismos de
distribución de la renta. Es probable que se ofrezca un mayor volumen de servicios a la
población pero como esta aumentará es de suponer que la atención al público no mejore.
Si todo quedará congelado tal como está hoy, la situación de la Amazonía peruana estaría
bastante buena. Tampoco sería irremediable el escenario tendencial a diez años esbozado
arriba. Por eso es que la próxima década debe ser aprovechad apara hacer cambios drásticos
en la política nacional con relación a la Selva, pues esa será la última oportunidad. La
explotación de petróleo continuaría del mismo modo que la de oro aluvial y, claro, la
contaminación ambiental por esos factores así como por agroquímicos y residuos urbanos
aumentaría mucho.
El peor escenario sería que el Perú entrara en la tendencia que en inglés se conoce como
“protected áreas downgrading, downsizing and degazettement” --degradación, disminución y
derogación de áreas protegidas-- que está ocurriendo en varios países del mundo y que es
muy fuerte en el Brasil (Mascia y Pailler, 2010) y de la que, felizmente, el Perú sigue inmune.
Las emisiones de dióxido de carbono se acelerarían a partir de las deforestaciones,
degradación, quemadas y exposición de humedales en cuyos subsuelos hay estoques de
carbono importantes.
Resumiendo lo ya dicho, salir de la espiral desastrosa en la que se está implica que, a partir de
ahora, en lugar de hacer lo mismo que siempre, se apliquen gradual pero persistentemente
217
todas las medidas mencionadas en el capítulo V, con énfasis en estabilizar la frontera agrícola
mediante la intensificación del uso de la tierra ya deforestada y habilitada y el aumento de la
productividad. Como se ha visto, aún hay cierto espacio para expandir la frontera
agropecuaria sobre bosques naturales, pero eso debe hacerse como segunda opción y sólo en
casos extremamente justificados en base a la buena calidad de los suelos y a necesidad
evidente, pues, en todas partes puede elevarse varias veces la producción sin aumentar una
sola hectárea deforestada. Asimismo, debe velarse por realizar un manejo de bosques que sea
realmente rentable, tanto económica como ecológicamente y eso pasa por la reducción de
área que se concede a madereros. Las tierras y bosques degradados deberán ser restaurados
mediante reforestación o regeneración natural. Estas acciones deben integrarse
armoniosamente en un plan bien estructurado y cumplido a cabalidad, como discutido antes.
Si eso se hace, dentro de una década se mantendría en lo esencial el uso de la tierra actual
presentado en el cuadro 12, pero habría aumentado mucho la superficie dedicada a
agricultura y pecuaria sin aumento de la superficie deforestada y, por lo tanto, con una
relación mucho más eficiente entre área en producción y área deforestada. La economía
habría mejorado mucho, al producir mucho más en el mismo espacio, aprovechando más
eficientemente los medios de producción, en especial la malla de vías de comunicación que
mejoría en calidad, pero no en número ni extensión. Se supone que década después de década
estas medidas se incrementarían y profundizarían, aprovechando las ventajas que ofrece un
entorno natural que provee sus mejores servicios ambientales.
El mundo ha entrado en la era geológica del Antropoceno, es decir la era en la que los
humanos han asumido el control de la biosfera y quizá algo más que eso. Se asume, en general,
que esa era comenzó con la segunda guerra mundial, lo que coincide con el inicio de la
destrucción masiva de la Amazonia. Dicho de otro modo, lo que ocurra en el futuro depende
esencialmente de la humanidad y lo que ocurra en la Amazonia peruana depende de los
peruanos.
218
Que este bello atardecer con arcoíris en la Selva sea premonición de un mañana mejor (Milano)
219
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