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Libro. Teorías y Tramas Del Conflicto Armado
Libro. Teorías y Tramas Del Conflicto Armado
ISBN 978-958-8832-65-4
Teorías y tramas del conflicto armado
en Colombia
Teorías y tramas del conflicto
armado en Colombia
Editorial UD
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Carrera 19 No. 33 -39.
Teléfono: 3239300 ext. 6203
Correo electrónico: publicaciones@udistrital.edu.co
Presentación
El conflicto armado: una mirada integral; un estado del arte 9
Parte I
Régimen político y conflicto armado
Capítulo 1
Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
Ricardo García Duarte 15
Capítulo 2
Narcotráfico y conflicto armado en Colombia:
hacia la construcción de un estado del arte
Anascas del Río Moncada 45
Parte II
Sociedad civil y conflicto armado
Capítulo 1
Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales
en América Latina y El Caribe: una revisión necesaria
Juan Carlos Amador Baquiro 71
Capítulo 2
Intelectuales y política: las comisiones de estudio sobre
la Violencia en Colombia y la discusión de un campo para
su investigación, 1960-2010
Carlos Jilmar Díaz Soler 111
Capítulo 3
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Vladimir Olaya Gualteros 131
Parte III
Territorio y conflicto armado
Capítulo 1
Territorio y conflicto armado en Colombia.
Una propuesta de estado del arte
Johan Stephen Antolínez Franco 161
Capítulo 2
Esbozo sobre el estado del arte en la relación
entre conflicto armado y ciudad
Leopoldo Prieto Páez 189
Capítulo 3
Internacionalización de los conflictos armados
internos: una revisión
Freddy A. Guerrero Rodríguez 219
Capítulo 4
De la tierra al territorio en Colombia: reflexiones
desde los estudios regionales del sur
José Jairo González Arias 249
Parte IV
Reflexión final
Tanto la guerrilla como el Estado son agentes conscientes que ponen en mar-
cha estrategias, en el contexto de una correlación dada de fuerzas, a fin si no de
aniquilar al otro, al menos sí de debilitarlo, en un grado suficiente como para
impedirle cualquier triunfo definitivo. Por otra parte, se está ante un conflicto
que obra como recolector de las tensiones sociales que brotan en el contexto que
les ofrece la marcha del estado de cosas general, de modo que incorporando di-
chas tensiones termina por recoger los recursos que de ellas germinan. El efecto
es doble: mientras diversas tensiones sociales como las que se originan de la
desigualdad, la migración interna o el narcotráfico, repotencian a los actores
del conflicto armado ideológico, este último tiene derivaciones en las que se
multiplican otros agentes perturbadores que, de ese modo, ven abiertas las po-
sibilidades para “valorizar” ellos mismos sus recursos diversos y su violencia.
Es así como el conflicto entre las FARC y el Estado, que se alimentó inicial-
mente de las carencias de que eran víctimas sectores de la masa campesina en
algunas zonas rurales, muy pronto se nutrió de la movilidad territorial y de las
necesidades surgidas de la migración local y la ocupación de espacios físicos
en la frontera agrícola interna. Un tiempo después consiguieron mayor realce
perturbador, a raíz de la difusión de los cultivos ilícitos y de la economía del
narcotráfico; a su turno origen de otros conflictos violentos como el que han
protagonizado los narcos y luego los paramilitares; repotenciados por su lado
dentro del nuevo conflicto surgido del negocio ilícito para enfrentarse por su
cuenta contra la guerrilla.
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Presentación
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Ricardo García Duarte
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PARTE I
RÉGIMEN POLÍTICO Y
CONFLICTO ARMADO
Capítulo 1
Las teorías en conflicto y el conflicto
en las teorías
Desde el propio Hobbes —para no hacer referencia sino a los pensadores mo-
dernos—, el conflicto aparece ya como una sombra que amenaza a la sociedad.
No por ello de carácter marginal; al contrario, es más bien omnipresente; inclu-
so, es rasgo esencial que acompaña la estructura social. Por ello, lo político no
es otra cosa que la forma de conjurar los peligros de una “sociedad” prepolítica
condenada a una guerra interior permanente.
* Politólogo y abogado. Exrector de la Universidad Distrital Francisco José Caldas. Director del
Instituto para la Pedagogía, la Paz y el Conflicto Urbano (Ipazud).
Ricardo García Duarte
¿Por qué las personas se rebelan? (Gurr, 1970). ¿Cómo y por qué se forman los
grupos rebeldes? ¿Qué los conduce a la violencia? O, finalmente, ¿qué lleva a
las sociedades a hundirse en conflictos que llegan a entrañar el derrumbamien-
to de sus sistemas políticos?
Sin embargo, miradas las cosas bajo la perspectiva del trabajo científico, los en-
foques diferenciados presentan, según lo hace notar Bourdieu (1983, pp. 17-49),
modos intercambiables en la apropiación del conocimiento, metodologías
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
Otros autores, como Harry Eckstein (1980), clasifican de modo más simple los
estudios modernos acerca del conflicto; a saber, los que ponen el acento en el
contexto y en las estructuras sociales como determinantes en el comportamien-
to de los actores; y los que ponen el acento, por el contrario, en los intereses y
los cálculos de cada actor.
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Ricardo García Duarte
Desequilibrio y dinámica social constituyen, sin duda, las ideas claves, aun-
que no siempre explícitas, de esta explicación del conflicto. Este nacería de las
rupturas en el equilibrio entre las distintas estructuras de la sociedad. Tal des-
equilibrio surgiría, por su lado, de los ritmos dispares con que cada una de
aquellas participa dentro de la dinámica social.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
Este último ejemplo nos conduce directamente a una de las formas parti-
culares bajo las cuales suele presentarse el paradigma del “cambio social”: la
contradicción entre “sociedad tradicional” y “modernización”. Los disfuncio-
namientos surgirían de los procesos de transición de comunidades de tipo tra-
dicional a sociedades modernas capitalistas.
Explicar las causas del conflicto social solo en términos de pobreza, constituye
simplemente la versión arcaica e ingenua del paradigma del “cambio social”,
pues apelando a un reduccionismo extremo, solo atina a observar la existencia
de estructuras básicas de explotación, de las cuales emanarían directamente los
fenómenos conflictuales.
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Ricardo García Duarte
Como puede observarse, allí aparecen algunas de las ideas que subyacen al
paradigma del “cambio social” y de su versión en términos de “moderniza-
ción”. La dislocación de la armonía entre la sociedad material y lo que podría
ser su propia representación espiritual, determinaría los procesos conflictuales.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
La modalidad “sociologista”
Esta modalidad representa una de las formas tradicionales de explicarse los
conflictos sociales y políticos, sobre todo en las sociedades nuevas, aun no do-
tadas de un desarrollo económico ni de un aparato institucional consolidados.
Expresa de la manera más clásica el paradigma del que venimos hablando: el
crecimiento económico de las sociedades comporta cambios que no solo des-
ajustan las diferentes subestructuras, sino que transforman completamente los
valores, creencias y símbolos, en torno de los cuales aquella se cohesiona.
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Ricardo García Duarte
La modalidad “sicologista”
En la situación de desequilibrio estructural ocasionada por las mutaciones
sociales, serían en realidad, ciertos estados sicológicos originados en ella, los
que determinarían los comportamientos sociales perturbadores.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
Ciertamente, Gurr incorpora otros elementos como los cálculos y las tácticas
de los actores y, además, el contexto social. Sin embargo, el estado sicológico de
“frustración-agresión” queda como el núcleo desde donde se articula un esque-
ma de explicación para los conflictos sociales y para la aparición de movimien-
tos de rebeldía.
Por esta razón, no se debe dejar de lado el elemento sicológico, tanto más
cuanto que él, al pertenecer a la naturaleza misma de los que protagonizan
fenómenos violentos, puede ser incorporado dentro de diversos enfoques teó-
ricos, sean ellos de índole instrumental-estratégica o de índole cultural-antro-
pológica.
La modalidad “sistémica”
El interés no se orienta aquí a tratar de modo específico el esquema concep-
tual de Easton ni a adscribirlo necesariamente a la corriente sociológica que
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Ricardo García Duarte
Dentro de este modelo sistémico está presente no solo la idea de que las trans-
formaciones y demandas sociales, que encuentran respuestas insatisfactorias
del subsistema político, conducen a tensiones sociales, sino además la de que
finalmente este tendrá que acomodarse a las nuevas demandas si quiere sub-
sistir. Este es, en realidad uno de los rasgos comunes de todo el enfoque del
“cambio social”.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
con lo cual quedaría patentizada la funcionalidad del conflicto. Contra esta es-
pecie de estructuro-funcionalismo, hay igualmente una objeción: este se inclina
sobre todo a estudiar las condiciones sociales y las causas más o menos remotas
de un conflicto; no el proceso mismo de su desarrollo.
Una visión más bien conservadora y pragmática prefiere que las élites do-
minantes conduzcan ellas mismas este tránsito, así tengan que aplicar severas
políticas coercitivas para neutralizar la conflictualidad presente, a fin de armo-
nizar ulteriormente las instituciones frente al progreso económico. El autorita-
rismo permitiría así conducir la modernización económica, sin muchos trastor-
nos pero sacrificando la participación política de los nuevos grupos.
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Ricardo García Duarte
Es sabido, además, que en este enfoque, con el énfasis puesto en los facto-
res estructurales, se encuentran, bajo ciertos aspectos, dos corrientes de pensa-
miento opuestas entre sí: la sociología estructuro-funcionalista y el marxismo.
La versión más tradicional de este último postulaba que el rezago de la super-
estructura y de la propia organización social de la producción, con respecto al
avance de las fuerzas productivas determinaba los grandes conflictos revolu-
cionarios.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
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Ricardo García Duarte
En estas ideas afloraba una propuesta para el análisis de los conflictos y de los
movimientos sociales sobre la base de la racionalidad del actor colectivo.
La novedad de las teorías de los años sesenta y setenta sobre los movimien-
tos sociales consistió, básicamente, en reintroducir la racionalidad individual
como elemento explicatorio, pero no para olvidar a los actores colectivos, sino
para entender mejor la “lógica de su acción”. El marxismo había combatido la
“ilusión” de los economistas clásicos de un equilibrio social, nacido del curso
libre de los intereses individuales, pero había recuperado la idea del “interés”
asociándolo al actor colectivo (la clase social) que se convertía entonces en el
sujeto clave. Ahora, los nuevos individualistas combatían la “ilusión” marxista
de ver una “clase” luchando por sus intereses reales, por el mero hecho de que
sus miembros ocuparan una posición común en la producción social.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
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Ricardo García Duarte
Esto no quiere decir que el perspicaz razonamiento de Olson quede sin valor.
Quiere decir simplemente, como lo advierte Boudon (Introducción a la traduc-
ción francesa de Olson, 1987) que ciertos límites y condiciones deben ser toma-
dos en cuenta, para su utilización, al mismo tiempo que se integran con otras
perspectivas analíticas. El propio Olson señala una condición importante que
no debe olvidarse. Se trata del “bien público”. Uno o varios miembros de un
grupo podrán contemplar la posibilidad de marginarse de la acción colectiva y,
sin embargo, obtener los beneficios de esta, solo si la organización produce un
“bien público”.
Este es un concepto al que Olson se refiere así: “… todo bien público que
consumido por una persona X, en un grupo (X1.... Xn) no puede ser de ninguna
manera negado a otras personas del grupo” (1987). El ejemplo clásico es el de
una mejora salarial concedida después de una huelga, que no puede ser negada
a quienes no participaron en las acciones desplegadas por el sindicato. Una vez
conseguido o, en otras palabras, producido por la colectividad, el “bien público”
pertenecería a todos sus miembros, sin exclusión. Los frutos de la acción co-
lectiva, entendidos como “producido público”, nos colocan en el terreno de un
“mercado concurrencial”.
Es, de hecho, el mismo “mercado”, en el que Hirshman (1970) coloca sus fa-
mosas tres alternativas para los miembros de una organización tanto como para
sus clientes: “Exit, Voice and Loyalty”. El miembro de una colectividad puede
optar por abandonarla si no se encuentra satisfecho y, antes bien, considera que
el “producto” lo perjudica; o puede preferir protestar sin salirse de la colectivi-
dad, pero blandiendo la amenaza del abandono. Finalmente, puede permane-
cer leal a la organización, sea porque esté enteramente satisfecho, o porque, sin
estarlo, encuentre rentable la fidelidad a la colectividad.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
En cada una de estas opciones estarán presentes los costos que es necesario
pagar y los beneficios que se pueden obtener. El individuo o, en otro caso, el
actor colectivo tomarán una u otra decisión según sus propios cálculos. A partir
de este estudio de la acción colectiva, emergen como elementos clave para com-
prender los conflictos y las movilizaciones de los actores, el interés de cada actor
y la racionalidad de su cálculo, en términos de costos y beneficios.
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Ricardo García Duarte
Según Etzioni, la movilización de recursos, más que una simple adición arit-
mética de recursos sería, sobre todo, el “proceso, por medio del cual, una uni-
dad avanza significativamente en el control de un fondo de activos (o de recur-
sos) que ella no controlaba previamente” (citado por Tilly, 1978, p. 69).
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
tenga cada uno de los recursos, según las circunstancias y el contexto en el cual se pongan en
juego.
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Ricardo García Duarte
En el mismo orden de ideas, Pizzorno precisa aún otra objeción contra la apli-
cación del punto de vista “individualista”. Como en el seno de cada identidad
colectiva tiene lugar un proceso de producción y reproducción de intereses, los
individuos no estarían en condiciones de hacer sus cálculos, sino en el corto
plazo. Para el largo plazo, las preferencias y las expectativas variarían conside-
rablemente.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
La distinción entre intereses a corto plazo y los intereses a largo plazo, será
una condición igualmente útil, en la medida en que no solo evita aventurarse
en afirmaciones vagas que el futuro puede dejar sin piso, y, sobre todo, que
permite poner en relación los intereses de una actor y el contexto socio-cultural
y político en el que está inscrito. Los intereses inmediatos de un actor desem-
peñan un papel de primer orden en la evolución de sus relaciones con los otros
protagonistas del conflicto y en la forma como aquel contexto condiciona sus
comportamientos.
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Ricardo García Duarte
Las guerrillas, por otra parte, pese a sus objetivos “revolucionarios”, pueden
también avenirse a acuerdos con el Estado, por diferentes razones; sean ellas
estratégicas o ideológicas. De hecho, así ha sucedido en diversos países y par-
ticularmente en el caso colombiano. Es decir que, por lo que tiene de guerra,
como por lo que tiene de acuerdos entre adversarios, un conflicto interno con
guerrillas puede asemejarse en ciertos aspectos a una guerra interestatal. En tal
sentido, su análisis podría beneficiarse de algunas ideas que tienen origen en
los análisis sobre conflictos internacionales. Tal es el caso de la teoría del “jue-
go mixto”, desarrollada por Thomas Schelling (1986, p. 111) para entender las
relaciones entre las superpotencias en el campo del desarme y de la búsqueda
de la paz.
Sus fundamentos son la “selección racional” (rational choice) que cada uno de
los adversarios hace y la interacción que existe entre ellos. Cada uno toma sus
decisiones de acuerdo con lo que espera que el otro vaya a hacer. Cada estrate-
gia será diseñada de conformidad con la estrategia del adversario. Los “golpes”
o “movidas” (moves) (Schelling, 1986, p. 112) de los adversarios, seguirán la
lógica de las acciones y respuestas, cada una de las cuales condicionará la otra :
“El elemento característico del juego estratégico está aquí presente en todos los
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
casos: la mejor selección de cada uno de los jugadores depende de la idea que
él se hace de la actitud de su adversario, sabiendo que éste hace lo propio; de
suerte que cada uno debe, antes de tomar su decisión, representarse lo que el
otro piensa que él mismo va a hacer, y así recíprocamente, según el clásico enca-
denamiento en espiral de las expectativas recíprocas” (Schelling, 1986, p. 117).
De este modo, los actores dentro de un conflicto deben ser observados bajo
la dimensión de la interdependencia de sus respectivas estrategias, cuya evo-
lución genera nuevas coyunturas. El hombre, como lo señala Elster (1979), es
un ser que por su propia naturaleza, diseña estrategias complejas, que incluyen
avances, retrocesos y rodeos, sobre la base del cálculo que hace de los consecu-
tivos pasos que pueda dar su adversario. El “animal político” tendría además
la dimensión de “animal estratega”. A la idea clásica del “juego estratégico”,
Schelling le introduce los conceptos de “juego de suma no cero” y de “juego de
motivación mixta” expresión que “[debe] [...] señalar la ambivalencia de rela-
ciones entre los jugadores; la mezcla de dependencia recíproca y conflicto; y la
complejidad del comportamiento de los adversarios/partenaires. La expresión
‘summa non-nula’ se refiere al carácter mixto del juego y a la existencia de un
interés común” (Schelling, 1986, p. 119), y que vuelve aún más útil la concep-
ción de la interacción estratégica para estudiar los procesos en que se combinan
la dependencia mutua y el conflicto.
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Ricardo García Duarte
Lo que una crisis muestra es que el espacio social se ve perturbado por las
pérdidas en la identificación rutinaria de los “campos afectados”. Estos “cam-
pos” dejan así de tener el grado de autonomía del que disponían antes y se ven
atravesados por contactos intensos e inhabituales con otros “campos”. Algunos
de entre ellos se desplazan con respecto a los sitios que ocupaban normalmente
y las cartas en juego tienden a entremezclarse. En una crisis como la colombia-
na, en la que los sectores sociales venidos de “lógicas” completamente distintas
se han interferido intensamente, es clara la pertinencia de las ideas anteriores.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
De ahí que no solo los actores sociales, sino en ocasiones los propios investi-
gadores, tiendan a reificarlas, a través de una substancialización que le confiere
vida propia. Al punto de que sería más bien la violencia la que utilizaría a los
hombres y no estos a ella. Una tal reificación tiende a ver solo el lado “bárbaro”
e “irracional” de los actos de violencia y se aproxima a conceptos como “cultura
de violencia” que atribuirían al colombiano, proclividades inmanentes hacia
ella y que, en todo caso, lejos de facilitar el esclarecimiento de los fenómenos
políticos y sociales, lo que consigue es volverlos más oscuros e inaprehensibles.
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Ricardo García Duarte
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
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Ricardo García Duarte
Bibliografía
Arendt, H. (1972). Du Mensonge a la violence. París: Éditions Calmann-Lévy.
Elster, J. (1979). Ulysses and the Sirens. Studies in rationality and irrationality. Cam-
bridge: University Press.
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Las teorías en conflicto y el conflicto en las teorías
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Capítulo 2
Narcotráfico y conflicto
armado en Colombia: hacia
la construcción de un estado del arte
Introducción
Por cerca de medio siglo Colombia ha vivido un conflicto armado interno que
se ha prolongado hasta la actualidad1 y el cual ha involucrado diversos actores,
así como dinámicas siempre complejas y cambiantes. La producción literaria
académica ha desempeñado un papel preponderante en la comprensión de este
conflicto, a partir de múltiples estudios que han avanzado su análisis, desde
enfoques económicos, jurídicos, políticos, sociales y culturales.
Esta recomposición no sería posible sin abordar los trabajos existentes sobre
la violencia en Colombia y sus enfoques, ya que estos constituyen el origen de
los estudios que, de manera específica, abordan los vínculos entre narcotráfico
y conflicto armado. Por esta razón, dedicamos una parte de este artículo a iden-
tificar las principales corrientes de la producción sobre violencia y narcotráfico.
2 A través del artículo también nos referiremos a estos grupos armados organizados como grupos
armados ilegales. En este sentido, se emplea un término distinto a “grupos armados organizados
al margen de la ley”, el cual se utiliza por parte las instituciones estatales, y está presente en
algunas normas nacionales (Decreto 1000/2003, Ley 975/2005, Ley 1448/2001, Documento
Conpes 3673/2010).
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Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
3 A lo largo de este artículo nos referimos a la violencia como el conjunto de acciones que
amenazan con causar o producen un daño a un individuo o colectividad (RAE, 2012). Esta
es diferente a la Violencia (con mayúscula) como “término denotativo de la conmoción social
y política que sacudió al país de 1945 a 1965 y que dejó una cifra de muertos cuyos cálculos
oscilan entre los cien mil y los trescientos mil” (Sánchez, 2007, p. 19). Estas definiciones sirven
como referencia para la elaboración de este estado del arte. Sin embargo, son provisionales, en la
medida en que no sustituyen a las definiciones metodológicas y conceptuales que deben resultar
de una investigación profunda sobre el tema.
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Anascas del Río Moncada
y conflicto armado, entendiendo que, aun cuando como parte de sus dinámi-
cas el segundo es generador de violencia, los dos no pueden ser considerados
como sinónimos. Los hechos violentos originados por el conflicto son solo una
parte del total que resultan de la violencia en el país (Martínez, 2001). En se-
gundo lugar, existe una diferencia entre la violencia asociada al narcotráfico y
la violencia relacionada con el conflicto armado. Algunos autores advierten la
complejidad de establecer esta distinción señalando los límites difusos que hay
entre la violencia criminal y la violencia política. A este respecto Jorge Restrepo,
Michael Spagat y Juan F. Vargas (2006) afirman:
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Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
... las fuerzas armadas y las fuerzas armadas disidentes o grupos ar-
mados organizados que, bajo la dirección de un mando responsable,
ejerzan sobre una parte de dicho territorio un control tal que les per-
mita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y aplicar
el presente Protocolo. (CIRC, 2008)
4 Un caso de actores que han tenido parte en el conflicto, pero no son reconocidos como parte
en este, son “algunos grupos delincuenciales o ‘fronterizos’” (Gutiérrez; 2007, p. 478), los cuales
“actúan directamente en la guerra política como varias bandas en la ofensiva paramilitar en
Medellín” (Gutiérrez, 2007). Asimismo, como lo estableció Salvatore Mancuso, excomandante
de los bloques Córdoba, Norte y Catatumbo de las Autodefensas, en una entrevista para Caracol
Radio, distintas bandas de Medellín hacían parte de las estructuras operacionales de ese grupo
armado ilegal (Caracol Radio, Luis Carlos Restrepo sí sabía de las falsas desmovilizaciones:
Salvatore Mancuso, 11 de mayo de 2012) Sin embargo, dichas bandas no son reconocidas como
actores del conflicto armado interno.
5 Es importante recordar que el tratamiento político y jurídico de los grupos armados organizados
no estatales reconocidos por el DIH, es distinto al de los “delincuentes comunes” y los narcotra-
ficantes.
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Anascas del Río Moncada
6 La corriente de la “privación relativa”: “reúne trabajos que van desde la publicación del estudio
sobre La Violencia de Monseñor Guzmán, Eduardo Umaña y Fals Borda, a principios de la
década de los setenta hasta algunos artículos incluidos en las compilaciones realizadas por Jaime
Arocha et. al. y las del DNP y el Banco Mundial, pasando por el muy citado estudio de Libar-
do Sarmiento y Oscar Fresneda (1988) sobre pobreza y violencia. Los artículos de Consuelo
Corredor, Darío Restrepo, Fernando Cubides y Carlos Miguel Ortiz, publicados en este libro, se
pueden situar en un marco de esta aproximación” (Martínez, 2001, p. 16).
7 El libro fue reeditado y presentado de nuevo en el año 2009.
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Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
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Anascas del Río Moncada
El artículo de Álvaro Camacho Guizado, titulado “Cinco tesis para una socio-
logía política del narcotráfico y la violencia en Colombia” (2007), también pue-
de inscribirse dentro de la corriente de la “economía del crimen”. En este tra-
bajo, Camacho Guizado realiza un análisis sobre el narcotráfico, su estructura
y su relación estrecha con la violencia en “tres direcciones”: “1) hacia su propio
interior (intra e inter-mafias); 2) hacia las barreras que yerguen directamente a
su desarrollo (funcionarios del Estado o políticos opositores a su existencia); 3)
hacia quienes pretendan modificar el orden social global en el cual se realiza
la actividad (como lo han mostrado las acciones contra sectores de la izquierda
armada y desarmada y dirigentes populares y sindicales rurales)” (p. 366).
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Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
Narcotráfico y guerrillas
Entre los estudios que analizan los vínculos entre el narcotráfico y el conflic-
to armado se encuentran los de Echandía (1997), Vélez (2001), Vargas (2006),
Restrepo, Spagat y Vargas (2006) y Armenta (2008). Estos trabajos pueden ser
divididos en cuatro grupos según las temáticas específicas que abordan: 1) los
que estudian el papel del narcotráfico en la expansión de los grupos insurgen-
tes desde la década de los ochenta; 2) los que se concentran en la relación entre
narcotráfico e intensidad del conflicto; 3) aquellos que abordan las tensiones
entre actores del conflicto armado y otros actores de la violencia; 4) los estudios
que se enfocan en la influencia de factores sociales, económicos y políticos en
el origen y fortalecimiento del fenómeno del narcotráfico y los nexos entre este
último y los actores armados.
53
Anascas del Río Moncada
Asimismo, Echandía expone el aumento de frentes del EPL y del ELN entre
1978 y 1995, y un mapa de los frentes de las FARC-EP, en donde se puede ver
la expansión de esta organización entre 1981 y 1989, a través de la creación de
frentes en Casanare, Caquetá, Cesar, Magdalena, Norte de Santander, Santan-
der, Vichada y Putumayo. Los frentes de Meta, Guaviare, Caquetá, Putumayo,
Cauca, Santander y la Sierra Nevada de Santa Marta estaban asociados a la fi-
nanciación por medio de los cultivos y laboratorios de coca (Vélez, 2001, p. 181).
En este sentido, según Echandía, el narcotráfico no solo tuvo un papel directo
en el fortalecimiento de las guerrillas, sino también indirecto: “En la década del
ochenta, la acción de la fuerza pública en la lucha contra la guerrilla también
disminuyó en razón a que el narcotráfico se convirtió en el reto principal para
la seguridad interna del país, desplazando a la guerrilla a un segundo lugar”
(Echandía, 1997, p. 14).
En el mismo enfoque, María Alejandra Vélez (2001) expone que desde la dé-
cada de los ochenta, un elemento central para el fortalecimiento de la guerrilla
fueron los cultivos ilícitos y el narcotráfico; dos factores que no solo han des-
empeñado un papel en la financiación de las guerrillas, sino que también le ha
permitido a estos grupos “ganar el apoyo de la población y de los pequeños
cultivadores, que se sienten apoyados por la guerrilla en una actividad perse-
guida por el Estado” (Vélez, 2001, p. 180). Vélez plantea que situar al narcotrá-
fico como la única causa del crecimiento y fortalecimiento de las guerrillas en
el país, significa ignorar el papel de otros aspectos como las estrategias econó-
micas, políticas y militares en la expansión de las guerrillas. A este respecto, la
autora afima:
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Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
estáticos, sino que por el contrario, han variado a través del tiempo. En princi-
pio, estos nexos se limitaban a dos aspectos: el gramaje, el cual consistía en un
impuesto que se cobraba a los laboratorios de procesamiento, el uso de pistas
aéreas, los cultivos de amapola y de hoja de coca, las compras de pasta base de
coca (PBC), los intermediarios locales que permitían la compra y venta de PBC,
y el uso de rutas en zonas bajo el control de las guerrillas para el tráfico de la
droga (Vargas, 2006).
... no son pocos los autores que han estudiado a las FARC que se han
atrevido a especular que sin la coca, sin el negocio de la droga, proba-
blemente las FARC habrían terminado por desaparecer a comienzos
de los ochenta, como sucedió en las otras partes del continente en don-
de también habían surgido guerrillas. (Armenta, 2008, p. 2)
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Anascas del Río Moncada
En cuanto a las cifras de ingresos por el negocio de las drogas por parte de
las FARC-EP, Armenta establece que para el año 2003, este grupo insurgente
obtenía mayores ingresos por acciones como el secuestro, el robo de ganado y
la extorsión que por el narcotráfico; asimismo, el 70 % del negocio de las drogas
en Colombia estaba en “manos distintas a las FARC” (Armenta, 2008, p. 10).
8 Este tema es contextualizado por los autores dentro de los estudios sobre “la conexión entre la
viabilidad financiera de los actores y la existencia de un conflicto” (Restrepo et ál., 2006, p. 533).
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Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
Un tercer grupo se enfoca en las tensiones entre actores del conflicto armado
y otros actores de la violencia. En esta tendencia se encuentra Necer Lozada
(2010), quien aborda las disputas entre las guerrillas y los carteles de Medellín
y de Cali, por el control de las drogas. De acuerdo con Lozada, inicialmente el
encuentro entre las FARC-EP y los carteles de las drogas estuvo marcado por
la oposición de las primeras al cultivo de coca; en este sentido, se presentaron
desacuerdos con los traficantes de cocaína. Sin embargo, las FARC-EP termi-
naron por aprobar esos cultivos y apropiarse de su regulación, a través de los
gramajes. Los traficantes aceptaron las reglas de las FARC-EP y, a partir de ese
momento, iniciaron los acercamientos y vínculos entre esos dos actores. Los co-
bros de impuestos a los traficantes de cocaína se dieron en un primer momento
en Caquetá, y en la primera bonanza de coca (1979-1984) se extendieron a otras
zonas (Lozada, 2010, pp. 91-93).
57
Anascas del Río Moncada
condiciones del negocio las imponían los colonos. No sólo las condiciones sino
las reglas del juego, y estas reglas favorecían el poder creado a instancias de la
colonización armada...” (2010, p. 91).
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Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
Narcotráfico y autodefensas
La bibliografía sobre el paramilitarismo en Colombia, su origen y expansión
en el territorio, ha avanzado en la última década, incorporando un grupo im-
portante de estudios, tanto de la academia como de instituciones del Estado,
ONG y organizaciones internacionales. Dentro de esta producción académica,
algunos autores han abordado específicamente el papel del narcotráfico en la
conformación y consolidación de las autodefensas. Un grupo representativo
de trabajos sobre este tema son los de Medina (1990), Reyes (1999), Tokatlian
(2000), Cubides (2004), Duncan (2006) y Romero (2006).
59
Anascas del Río Moncada
60
Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
Según Castaño, dicho grupo “fue iniciado por el mayor Álvarez Henao, Ra-
món Isaza, Fidel Castaño y el padre de Henry Pérez, futuro jefe de los grupos
armado de Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano ...” (Romero, 2006, p.
412). El autor analiza la persecución en la década de los noventa a Pablo Esco-
bar, uno de los jefe del Cartel de Medellín, y cómo en ese proceso se “dieron
formas de colaboración entre futuros jefes de los grupos paramilitares y autori-
dades en Antioquia” (p. 408).
Según López, a partir de los atentados del 11 de septiembre, los límites entre
política antidroga y lucha antiinsurgente desaparecieron. Esto se concretó en el
61
Anascas del Río Moncada
año 2002, cuando el Congreso de Estados Unidos estableció una estrategia que
unifica la lucha contra las drogas y contra los grupos armados organizados.
En ese mismo año, el gobierno de Álvaro Uribe, le otorgó un papel central al
narcotráfico, calificándolo como “principal fuente de financiación de los grupos
armados ilegales” y estableciendo la lucha contra el narcotráfico como una es-
trategia fundamental para combatir a los grupos armados organizados (López,
2006, p. 432).
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Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
causa del conflicto armado sin tener en cuenta otros factores centrales como
“la exclusión política, la desigualdad social, la pobreza…” (Rojas, 2006, p. 60).
Asimismo, la visión de Estados Unidos sobre Colombia es errada, en la medida
en que el conflicto armado hace uso de recursos ilegales, pero no se debe a la
existencia de estos, pues existen otros aspectos como las motivaciones políticas
de los grupos armados ilegales.
En los estudios abordados también se destaca el papel del Estado en dos sen-
tidos. Por un lado, se evidencian las relaciones entre las fuerzas militares y gru-
pos como el MAS, creado por narcotraficantes y el cual, según algunos autores,
se constituye como origen del paramilitarismo. Por otro lado, se presenta el
papel del Estado en la adopción de la política antidroga, la cual se convierte en
una lucha contrainsurgente en la década de los noventa.
63
Anascas del Río Moncada
permita diferenciar los actores del conflicto, de los actores del narcotráfico. Las
distinciones entre estos aspectos pueden ser tenues y complejas; sin embargo,
la diferenciación resulta fundamental para el análisis y la generación de conoci-
miento sobre los vínculos entre conflicto armado y narcotráfico.
64
Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
Bibliografía
Armenta, A. (2008). Las FARC. Del idealismo al narcotráfico-¿posibilidades de paz?
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65
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Lozada, N. (2010). Relación entre traficantes de cocaína y las FARC: años 80.
Cultura y Droga, 17, 90-98, Universidad de Caldas.
66
Narcotráfico y conflicto armado en Colombia: hacia la construcción de un estado del arte
67
PARTE II
SOCIEDAD CIVIL Y
CONFLICTO ARMADO
Capítulo 1
Tránsitos y transiciones de
los movimientos sociales en
América Latina y el Caribe:
Una revisión necesaria
Introducción
La investigación titulada El conflicto armado interno, como posible expresión in-
vertida del modelo de desarrollo y de la política en Colombia (Ipazud, 2012), contexto
en el cual surge el presente trabajo, tiene como propósito fundamental indagar en
las razones histórico-sociales, económicas, políticas y culturales que pueden
explicar la durabilidad del conflicto (y sus violencias asociadas) a la largo de
la segunda mitad del siglo XX y los albores del nuevo milenio. Dado que la
hipótesis del estudio plantea la existencia de fenómenos como la movilización
de recursos, el territorio y las relaciones de poder, en cuanto ejes constitutivos de
la violencia y la construcción del orden social colombiano, se hace necesario
abordar el lugar de los movimientos sociales en dicho proceso.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
73
Juan Carlos Amador Baquiro
74
Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
Parte de este análisis deberá ser realizado en futuras investigaciones. Por aho-
ra, se avanzará en la construcción de un estado de arte que permita vislumbrar
algunas de las perspectivas desarrolladas por los investigadores, haciendo én-
fasis en América Latina y el Caribe. Dado que son varias las revisiones hechas
sobre este objeto de estudio y, para no reiterar, se llevará a cabo un abordaje en
tres direcciones.
En primer lugar, se hará una alusión breve a los conceptos movimientos so-
ciales, acción colectiva y protesta social. Esto teniendo en cuenta que, al ser
conceptos cargados de cierta polisemia en el campo de las ciencias sociales, los
riesgos de su relativización o de su carácter implícito en cualquier iniciativa
ciudadana pueden traer consigo su banalización.
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Juan Carlos Amador Baquiro
A lo largo del siglo XIX, los movimientos sociales tuvieron un lugar protagó-
nico, especialmente en el contexto de las tradiciones políticas más influyentes
del mundo occidental (la conformación del Estado nacional tras la revolución
francesa, el parlamentarismo británico y la independencia norteamericana). En
aquel tiempo, los movimientos empezaron a mostrar, al menos, tres escenarios
de acción: la reivindicación de sus derechos (especialmente en el contexto de la
lucha obrera y anticapitalista); el interés por la restauración de la democracia,
ultrajada tras la instauración de regímenes autoritarios; y el interés de varios
sectores por ser parte de las instituciones (espacios de toma de decisiones) a
través de mecanismos de representación.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
Por esta razón, hacia los setenta, el concepto de movimiento social volvió a
ganar cierto interés en el campo académico de las ciencias sociales. No solo
por el desafiante camino adoptado por diversos grupos en el nuevo continente
(desde populares-barriales, pasando por movimientos de mujeres y de jóvenes,
hasta agregaciones de carácter comunitario), sino también por la influencia de
procesos que se estaban desarrollando en otros lugares del mundo, tales como
la conformación de colectivos de acción cívica en varios países de Europa, así
como un inusitado ambiente de renovación política en el contexto de la desco-
lonización que vivían Asia y África.
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Juan Carlos Amador Baquiro
y el rechazo a las acciones armadas. Por esta razón, aunque las acciones del mo-
vimiento social se originen en el núcleo de los propios conflictos, sus propósitos
son divergentes, en la medida que no pretenden perpetuar la eliminación del
otro, sino instituir otras formas de funcionamiento del orden social.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
Para historiadores colombianos como Mauricio Archila (2003), tanto los mo-
vimientos sociales anteriores a la república como aquellos más recientes, no
solo emplean acciones para solucionar conflictos o expresar su oposición a las
desigualdades y exclusiones. También han dado pasos importantes relaciona-
dos con adaptaciones, resistencias y la generación de alternativas de manera
creativa, en medio de la vida precaria que les rodea. Esto significa que no se
sostienen solo a través de meras actitudes reactivas o de resistencia pasiva. Sus
proyectos van más allá de las coyunturas, en tanto construyen y profundizan
valores, conocimientos y proyectos colectivos.
Las protestas sociales son acciones sociales de más de diez personas que
irrumpen en espacios públicos para expresar intencionalmente demandas o
presionar soluciones ante el Estado o entidades privadas (Archila, 2003). Esta
definición evidencia que se trata de expresiones concretas de grupos, que tam-
bién pueden ser movimientos sociales, sin requerir permanencia o expresión
organizativa formal. En algunas ocasiones, son luchas aisladas que no consti-
tuyen movimiento. Sin embargo, también son mecanismos que pueden hacer
visibles a los movimientos sociales, los cuales acuden a presiones organizativas
o a prácticas no conflictivas de negociación para hacerse sentir públicamente.
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Juan Carlos Amador Baquiro
1 “Porque la sangre es espíritu” es un lema analizado por Perea (2009) para mostrar la composi-
ción de la cultura política colombiana a partir de la década de los cuarenta, comprendida como
una mediación entre el poder y los arreglos sociales, asunto que le confirió un poder especial
a sectores sociales empeñados en introducir práctica colectivas violentas con el fin de arrastrar a
la sociedad, no solo a las armas materiales, sino también a las armaduras simbólicas.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
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Juan Carlos Amador Baquiro
Con otros referentes y formas de acción colectiva, este periodo también estu-
vo marcado por otro tipo de movimientos: el proletariado asalariado y los estu-
diantes. Mientras que el primero estuvo especialmente centrado en la lucha por
las reivindicaciones salariales, expresado en casos como el movimiento minero
de Chile (base del Partido Comunista) y en el sindicalismo temprano de Perú,
Bolivia y Colombia, el segundo tuvo como epicentro la Reforma Universitaria
de Córdoba de 1918.
En relación con el primer aspecto, son varias las experiencias que muestran
la importancia que adquirió lo popular en la construcción de lo nacional-demo-
crático. Desde la década de los cuarenta, varios gobiernos de la región buscaron
apoyarse en los sectores populares y estructurar sus movimientos sociales en el
contexto de luchas nacional-democráticas. Los obreros desempeñaron un papel
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
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Juan Carlos Amador Baquiro
2 Este inventario fue tomado de Santos (2003, pp. 131-132), con algunas modificaciones.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
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Juan Carlos Amador Baquiro
En primer lugar, existen algunos trabajos que indagan en las relaciones en-
tre los movimientos sociales, los sistemas políticos (generalmente en torno a la
organización de partidos políticos) y las ONG en los países latinoamericanos
y del Caribe. El trabajo de Silvio Coccio (2006) analiza los cambios políticos
acelerados por los que ha pasado el continente, tanto en los procesos de inte-
gración como en los de conflicto, así como el papel cada vez más importante
de la sociedad civil en estos cambios. La investigación analizó la tensa relación
entre Estado y sociedad civil, haciendo énfasis en el lugar de las ONG en estas
dinámicas.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
el caso del conflicto con las papeleras. En Brasil sobresale la lucha por la tierra.
En Costa Rica las mayores movilizaciones se han dado en contra de la firma del
Tratado de Libre Comercio (TLC). Y en Panamá han sido varias las movilizacio-
nes en contra de la ampliación del Canal.
El estudio indica que los movimientos sociales han hecho aportes importan-
tes, no solo como portadores de legitimidad, sino también como promotores
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Juan Carlos Amador Baquiro
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
Otros dos ejemplos que sirven para comprender la fuerza que han toma-
do los análisis sobre la dinámica del Estado y la sociedad civil en el contexto
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Juan Carlos Amador Baquiro
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
Los hallazgos muestran que los tres conceptos se hayan vinculados por una
categoría más general: la crisis del Estado-nación, particularmente en la forma
que este adoptó durante casi todo el siglo XX, la cual intentó cristalizar un Es-
tado de Bienestar que, al parecer, más bien fue una emulación. De otra parte, el
investigador llama la atención acerca de la noción gobernanza, cuyo significado
tiende a oscurecer el hecho de que las sociedades humanas están surcadas por
relaciones de poder. Cuando se habla de gobernanza se piensa en la creación
de consensos a través de negociaciones entre el Estado y la sociedad civil como
forma de mejorar la gobernabilidad.
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Juan Carlos Amador Baquiro
Por esta razón, las acciones de los indígenas organizados no solo se inscri-
ben en la protesta o el acceso a beneficios. Se trata de prácticas que buscan, a
la vez que autonomía y autogobierno en sus territorios, conquistar políticas
de inclusión social en clave de interculturalidad. Esta exploración le permite a
Vargas introducir la noción de ecología política indígena, comprendida como
una perspectiva que incluye la preservación, defensa, aplicación e integración
del conocimiento tradicional, que se nutre de la cultura indígena campesina
y de una ecología otra. El investigador augura que la transnacionalización del
movimiento indígena en la región es un camino fundamental para enfrentar
estos desafíos.
92
Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
Según Gudynas (1992), los movimientos sociales de los últimos años han em-
pezado a adquirir una creciente preocupación por la dimensión ambiental de
las sociedades, tras el incremento de actividades como la minería, la pesca y
la explotación maderera en el contexto de la apertura económica y los TLC. El
autor concluye que las principales preocupaciones de los movimientos ambien-
talistas se centran en: la conservación y manejo de ecosistemas naturales; el im-
pacto de las actividades humanas sobre el entorno (tales como la deforestación,
la contaminación, o la expansión urbana); y la consideración de la articulación
ambiente-desarrollo.
Sin embargo, prevé que otros temas ocuparán las agendas de estos movi-
mientos, entre ellos: la situación de las grandes ciudades y su expansión (en
particular la contaminación); el manejo de residuos y la marginación social; la
gestión de los ambientes naturales, pues es imperiosa la implementación de
acciones institucionales y de otros actores sociales para recuperar ecosistemas
y especies en peligro; y la generación de alternativas agropecuarias a escala
ecológica. Otros temas, más futuristas aún, tienen que ver con la relación entre
comercio internacional y la industrialización a escala ecológica.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
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Juan Carlos Amador Baquiro
3 Quijano (2006, p. 45) plantea al respecto: “Quiero comenzar estas reflexiones señalando las
dificultades de mirar o de pensar a los movimientos indígenas como si se tratara de poblaciones
homogéneamente identificadas. Ecuador es el único lugar en donde la virtual totalidad de las
identidades o etnicidades indígenas han logrado conformar una organización común, sin perjui-
cio de mantener las propias particularidades. El ecuatoriano es también el movimiento indígena
que más temprano llegó a la idea de que la liberación de la colonialidad del poder no habría de
consistir en la destrucción o eliminación de las otras identidades producidas en la historia del
Ecuador, sino en la erradicación de las relaciones sociales materiales e intersubjetivas del patrón
de poder así como también en la producción de un nuevo mundo histórico inter-cultural y una
común autoridad política (puede ser el Estado), por lo tanto, inter-cultural e inter-nacional, más
que multi-cultural o multi-nacional”.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
Al abordar el apartado sobre Colombia, los autores concluyen que los es-
fuerzos y dinámicas organizativas del negro en Colombia pueden dividirse en
cuatro grandes momentos: el primero se basa en las gestas libertarias y de re-
sistencia en contra del modelo esclavista que se impuso sobre las mujeres y
hombres secuestrados del África o de sus descendientes en el Nuevo Mundo.
El segundo se extiende desde la abolición de la esclavitud hasta la década de
los sesenta, cuya principal característica es una singular confluencia entre las
luchas políticas, económicas y sociales y la adquisición de las figuras de ciuda-
dano, integrante del pueblo o miembro de una clase social. El tercero está rela-
cionado con las dinámicas organizativas articuladas a lo “racial” y a la noción
de igualdad. El cuarto puede ser considerado como el de la etnización, una mi-
rada que acentúa la diferencia no como inferiorización sino como reafirmación
(2005, pp. 215-218).
La otra dimensión de esta tendencia tiene que ver con los movimientos so-
ciales que incluyen la perspectiva de género como principal objeto de organi-
zación, movilización y lucha. Al respecto, el trabajo de Isabel Rauber (2005)
titulado Movimientos sociales, género y alternativas populares en Latinoamérica y El
Caribe ilustra cómo en los movimientos de mujeres la defensa de la vida se arti-
cula radicalmente con la búsqueda de emancipación, suceso que exige, según la
investigadora, volver a pensar la transformación social como un multifacético y
complejo proceso integral. Este panorama sugiere la construcción de procesos
de intertransformación de la sociedad en lo social, político, económico, ético y
cultural.
97
Juan Carlos Amador Baquiro
Para finalizar este grupo, vale referenciar un trabajo que compila varios es-
tudios sobre la perspectiva de género en la región, titulado Género, feminismo
y masculinidad en América Latina (2001). El trabajo buscó establecer la relación
entre ONG feministas y movimientos feministas, con el fin de identificar sus
avances, dificultades, fortalezas y proyecciones. Aunque no pretende equiparar
la visión de género con la de feminismo, establece algunas distinciones sobre
estos posicionamientos a partir de varias experiencias en países de la región.
98
Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
A pesar de lo polémicas que resultan estas definiciones sobre los NMS, a con-
tinuación se ubicarán estudios que emplean esta categoría para analizar el des-
pliegue de algunos movimientos sociales en América Latina y el Caribe. El pri-
mero es planteado por Vargas (2005), quien afirma, a partir del estudio de los
movimientos indígenas mexicanos, que los éxitos sin precedentes del Ejército
99
Juan Carlos Amador Baquiro
4 Complementan Funes y Lazzari (2005, s.p): “Actualmente, en toda América Latina, grupos de
hombres y mujeres se organizan en torno de búsquedas, reivindicaciones o demandas, de muy
diferente amplitud y objetivos. Se trata de grandes movilizaciones en contra de los efectos de
las políticas económicas, organismos de derechos humanos, movimientos de pueblos indígenas
u originarios, cooperativas de trabajo y asociaciones de trabajadores que trascienden las estruc-
turas sindicales tradicionales y los partidos políticos, movimientos pro vivienda y asentamientos,
asociaciones vecinales y barriales, comunidades eclesiásticas de base, asociaciones étnicas au-
tónomas, movimientos de mujeres, grupos de jóvenes, coaliciones locales para la preservación
del medioambiente y la defensa de tradiciones regionales, organismos políticos articulados en
torno a cuestiones de género o sexualidad –como movimientos de derechos gays y lésbicos–,
movimientos ensamblados alrededor de la música, el arte y otras expresiones de la cultura po-
pular, grupos autogestionarios de desocupados o pobres y heterogéneas organizaciones que han
florecido en el continente desde el inicio de los ochenta”.
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
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Juan Carlos Amador Baquiro
Defensa del consumidor, análisis comparado de los casos de Argentina, Brasil, Chile y
Uruguay. Aunque puede parecer un problema distante de los intereses clásicos
de los movimientos sociales, el tema de las organizaciones de consumidores ha
ganado relevancia durante los últimos años. En este caso, la investigación se
inscribe en un fenómeno emergente explicado por Manzano como “el despertar
de los derechos de los consumidores”. Este núcleo problematizador ha empeza-
do a formar parte de movimientos sociales, organizaciones políticas, medios de
comunicación y, en general, de la ciudadanía (Manzano, 2008).
Con la consolidación del modelo económico neoliberal, los países del estudio
evidencian el desarrollo de marcos normativos e institucionales para el for-
talecimiento de la competencia y la defensa del consumidor. Aunque parece
un tema simple dado que las ligas de consumidores fueron tempranamente
creadas por el Estado, las experiencias exploradas indican que las prácticas po-
líticas de estos NMS priorizan la participación ciudadana a partir de la consoli-
dación progresiva de sistemas de defensa del consumidor. El estudio concluye
que los movimientos de consumidores pueden aportar a la construcción de una
política global de protección al consumidor, así como favorecer la consolida-
ción democrática (2008, p. 12).
Finalmente, han surgido otros objetos de estudio asociados a los NMS que
analizan el papel que desempeñan los medios de comunicación y las tecnolo-
gías digitales en su consolidación. Como se anotó en tipologías anteriores, la
comunicación en el contexto de la globalización ha sido una variable central
para el despliegue de muchos movimientos sociales. La comunicación efectua-
da por el FZLN es un ejemplo que ilustra este fenómeno, pues parte de su
consolidación se debe a las estrategias mediáticas que acompañan sus acciones
colectivas. Aunque es claro que los apoyos y desaprobaciones de los grandes
medios también inciden en su reconocimiento social.
Una investigación que resulta pertinente para este eje se denomina Nuevos
modos de participación popular o manifestación popular generados en la Argentina a
partir de la crisis de diciembre de 2001, su construcción en los medios gráficos masi-
vos (Enacam y Rocca, 2001). A través de la pregunta ¿Cómo construyeron los
medios gráficos nacionales a los movimientos sociales generados a partir de
la crisis de diciembre de 2001?, las investigadoras plantean una hipótesis de
entrada: el apoyo de la sociedad (en sus diversas escalas) a los movimientos
sociales depende de la posición que los medios de comunicación tomen con
relación a estos.
102
Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
A modo de cierre
No fue incluida en este recorrido ninguna investigación alusiva a los movi-
mientos sociales colombianos en sentido estricto. Algunas aproximaciones fue-
ron desarrolladas en el marco de estudios de carácter regional y/o continental.
El propósito de esta primera lectura estriba en reconocer los referentes teóricos
y metodológicos empleados por los intelectuales para explicar los tránsitos y
transiciones de los movimientos sociales en la región. Las tendencias colombia-
nas serán presentadas en otro informe. Esto no indica que no se puedan hacer
correlaciones a partir de lo hallado en este estado de arte y las experiencias
propias.
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Juan Carlos Amador Baquiro
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Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
105
Juan Carlos Amador Baquiro
Bibliografía
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108
Tránsitos y transiciones de los movimientos sociales en América Latina y el Caribe: Una revisión necesaria
109
Capítulo 2
Intelectuales y política:
las Comisiones de Estudio sobre la
Violencia en Colombia y la discusión
de un campo para su investigación,
1960-2010
La marcada difusión de escritos sobre la violencia parece ser uno de los rasgos
dominantes del fenómeno en nuestro país. Fascinación discursiva constituida
en el marco de un importante complejo de relaciones de poder entre institucio-
nes, sujetos y discursos que, percibimos, se mantiene en el tiempo, e incluso,
podríamos decir que contribuye a conformar identidades académicas e inspi-
rar géneros literarios. Producción discursiva sobre este fenómeno en nuestro
En esta proliferación de escritos, desde hace seis décadas y por iniciativa gu-
bernamental, se realiza un esfuerzo institucional con el anhelo de arrojar luces
sobre la Violencia como fenómeno político, conformando para ello periódica-
mente comisiones investigadoras sobre este fenómeno, con el anhelo de estu-
diar sus causas y contribuir a elaborar estrategias para mitigar sus efectos en
la sociedad. Es así como en algunos momentos críticos de la historia política
nacional se instauran “Comisiones de Estudio sobre la violencia” que, convoca-
das por el Estado y constituidas por expertos formados en los distintos saberes
científicos sobre lo social elaboran, como producto de su trabajo, informes so-
bre la situación política del país.
112
Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
1 La emergencia de una nueva figura social –el intelectual–, dotada de cierta autonomía y por-
tadora de una razón crítica en relación con los poderes constituidos, es un fenómeno social
datado desde el siglo XVIII. El surgimiento de un espacio público y, consecuentemente, de una
opinión pública, se configuran como los principales ámbitos de acción de los intelectuales. Con
esta figura social surge la crítica social y se configura, también, el destacado papel que pasará a
desempeñar en adelante. Como categoría social entran en escena como analistas que, haciendo
uso de métodos provenientes del saber científico sobre lo social, ponen en movimiento las po-
tencialidades ofrecidas por el desarrollo de la ciencia y de la razón. Para los siglos XIX y XX se
está documentando el complejo vínculo entre intelectuales y política (a manera de ejemplo, cfr.
Díaz, 2005; Quiceno, 1993; Sánchez, 1987; Urrego, 2002).
113
Carlos Jilmar Díaz Soler
114
Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
115
Carlos Jilmar Díaz Soler
pública. En este marco, los estratégicos saberes con los cuales se realizan estos
análisis son posicionados en el escenario público, siendo de manera paradóji-
ca, cuestionados en algunas oportunidades como funcionales al statu quo. Así,
los expertos sobre la violencia, mediante el ejercicio de su oficio, son a su vez
encargados de la administración de la perspectiva oficial, quienes mediante la
producción discursiva investigan causas y consecuencias de las violencias na-
cionales, “tramas narrativas que devienen en correas transmisoras de visiones
de país y nutren procesos de manufacturación de la historia nacional” (Jarami-
llo, 2011, p. 231).
2 Jaramillo (2010) sugiere que entre 1958 y 2006 es posible documentar once comisiones de estu-
dio e investigación sobre el conflicto y las violencias. Algunas fueron de alcance nacional y otras
de cobertura local. La mayoría de estas fueron conformadas por decretos presidenciales.
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Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
Los intelectuales, por más de una década silenciados, aparecen con la pu-
blicación de este libro, “mezcla de diagnóstico y denuncia, lanzado desde la
recién creada Facultad de Sociología de la Universidad Nacional”. Durante
la “década infame” de la Violencia, la palabra, encadenada y reprimida, volvía
a escapar de sus prisiones mentales y políticas, recuperando uno de sus privi-
legiados espacios públicos: la Universidad. Peculiar forma de intervención de
los intelectuales en la sociedad, de cara a un fenómeno político dominante en
Colombia durante la segunda mitad del siglo XX (Sánchez, 1987). Aconteci-
miento tal vez debido a que la libertad siempre se configuró como un valor
intrínseco a la Universidad y que la relación entre saber y compromiso con la
esfera pública tiene mayor posibilidad de aparecer en estos escenarios.
3 Los integrantes de esta comisión fueron: Otto Morales Benítez, Absalón Fernández de Soto,
Augusto Ramírez Moreno, Ernesto Caicedo López, Hernando Mora Angueira, Fabio Martínez
y Germán Guzmán.
117
Carlos Jilmar Díaz Soler
4 Esta comisión de 1987 fue integrada por Gonzalo Sánchez, Álvaro Guzmán Barney, Jaime Aro-
cha, Álvaro Camacho, Carlos Eduardo Jaramillo y Carlos Miguel Ortiz.
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Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
Las dos Comisiones anteriormente presentadas dan paso, en los años noven-
ta, a oficiales y significativas experiencias investigativas que se ocupan de algu-
nos diagnósticos locales, de la descripción de casos concretos y de la denuncia
a la violación de los Derechos Humanos. Así, en 1991 se crea la Comisión de
Superación de la Violencia, promovida por encargo de las Consejerías de Paz y de
Derechos Humanos. Al igual que las dos anteriores, tuvo una cobertura nacio-
nal. Esta Comisión del año 91 produjo el informe Pacificar la paz. Lo que no se ha
negociado en los Acuerdos de Paz, precisamente en cumplimiento de los acuerdos
de paz asumidos por el gobierno del presidente Cesar Gaviria (1990-1994), con
el Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Movimiento Armado Quintín Lame
(MAQL).
Los albores del siglo XXI en Colombia presentan tres signos: marcada descon-
fianza política, desgaste de las instituciones encargadas de promover la demo-
cracia y exacerbado ánimo militar. Bajo la consigna “Seguridad Democrática”,
como telón de fondo político, se puso en funcionamiento la cuarta comisión de
estudios sobre la violencia en Colombia, seleccionada con los criterios arriba
señalados. Tarea emprendida por el Área de Memoria Histórica de la Comisión
Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), nombrada por el gobierno
de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), a través de Justicia y Paz; política pública
precisamente diseñada y ejecutada en este gobierno, “con el objeto de facilitar
la reconciliación nacional”. Experiencia que enfrentó serias dificultades y ma-
yúsculos reparos.
5 Formaron parte de esta comisión también: Francisco de Roux Rengifo, Eduardo Díaz Uribe,
Gustavo Gallón Giraldo, Eduardo Pizarro Leongómez y Roque Roldán Ortega.
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Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
Cada informe elaborado por estas comisiones de estudio sobre la violencia refleja
una alianza entre la política y el saber, dando paso, muchas veces, a acciones
gubernamentales. Cada una de estas Comisiones produjo informes disímiles
entre sí, en donde son combinados análisis históricos y sociológicos, con aná-
lisis de las dinámicas políticas de la confrontación armada. Además, de una u
otra forma, con cada informe se ha contribuido a generar cierta “terapéutica
social”, para posibilitar una reconstrucción del tejido social en aquellas comu-
nidades afectadas.
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Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
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Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
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Carlos Jilmar Díaz Soler
El tercer subcampo está relacionado con esa compleja relación que encontra-
mos entre representación e imagen, característica del papel que contemporá-
neamente cumplen en la sociedad los medios masivos de comunicación. Para
este subcampo sería importante explorar, en la dirección que discute Bustaman-
te (2011), las características que asumen los procesos de recontextualización del
saber científico que se expresan en formatos distintos a los escenarios escolares.
Para cerrar este ensayo, pienso que un esfuerzo analítico por configurar el
campo de estudios sobre la violencia, contribuiría, tal vez, a organizar una
discusión que posibilite comprender el fenómeno en el marco de la especifici-
dad de estos tres escenarios, y así, contribuir a ordenar la serie de los aconteci-
mientos que tanto nos agobian. Permitiría, también, proveer de herramientas
conceptuales para una valoración que permita comprender la relación entre
propósitos y efectos y, descubrir, tal vez que, tercamente, nos empeñamos en
establecer buenos y necesarios propósitos, pero sin las adecuadas herramientas
conceptuales para distinguir los efectos que se producen de tales propósitos.
126
Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
Bibliografía
Arias, G. (2008). Una mirada atrás. Procesos de paz y dispositivos de negociación en el
gobierno colombiano. Serie Working Papers, FIP, 4. Bogotá: Fundación Ideas
para la Paz.
127
Carlos Jilmar Díaz Soler
Díaz, C. J. (2005). El pueblo: de sujeto dado a sujeto político por construir. El caso de
la Campaña de Cultura Aldeana en Colombia (1934-1936). Bogotá: Universidad
Pedagógica Nacional.
128
Intelectuales y política: las Comisiones de Estudio sobre la Violencia en Colombia
y la discusión de un campo para su investigación, 1960-2010
129
Capítulo 3
Medios de comunicación y
conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios
sobre el tema
Introducción
El objetivo fundamental del presente escrito es hacer una revisión de algunos
trabajos investigativos que se acercan a la relación entre medios de comunica-
ción y conflicto armado en Colombia. El interés por este tipo de trabajos tiene
que ver con la importancia que han ganado los medios de comunicación en la
arena pública, y con la incidencia que tienen los mismos en espacios culturales,
políticos y sociales. Desde esta perspectiva, tenemos que decir que la infor-
mación que se emite a través de los medios de comunicación masiva se debe
entender como una serie de visibilidades y discursos que influyen tanto en la
arena política como en las configuraciones de sentidos y significados cultura-
les. Así pues, revisar una serie de trabajos que observan la relación medios de
comunicación y conflicto armado, significa, de cierta manera, un acercamiento
al análisis de los medios y sus repercusiones en lo social.
Ahora bien, este trabajo se centró en aquellas elaboraciones que dan una mi-
rada a la relación medios de comunicación y conflicto armado en Colombia
en la última década. Si bien esta mirada es bastante restrictiva, se realiza en
tanto hay una significativa masa documental que trata sobre las relación entre
medios de comunicación y violencia y que ha sido ampliamente documentada;
entre ellos los trabajos de Jorge Iván Bonilla (2007) y Germán Rey (2005), los
cuales pueden dar elementos para pensar el conflicto armado y sus relación
con los medios de comunicación. Sin embargo, dichos trabajos suponen un pa-
norama bastante amplio, pues hablar de violencia de forma general, significa
acercarse a un fenómeno que pasa con aristas y que atañe a elementos de lo
estructural, lo simbólico, lo social, lo cual complejiza su estudio y los límites de
las conceptualizaciones.
Un repaso amplio de los textos analizados nos deja ver una serie de acerca-
mientos que se presentan entrelazados e imbricados, pero que pese a ello nos
132
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Aun así, es claro que los trabajos revisados no dudan en ningún momento en
decir que hoy los medios de comunicación deben ser comprendidos como un
actor más del conflicto armado en nuestro país, pese a que, por lo menos direc-
tamente, no participen en la confrontación bélica, sino porque ellos, los medios,
se convierten en espacios influidos por los actores del conflicto y, a su vez, posi-
bilitan la visibilidad de estos y sus discursos y coadyuvan a la configuración de
sentidos, de significados que entran en disputa en la arena social, tanto a nivel
de confrontación como en la elaboración de representaciones sociales.
133
Vladimir Olaya Gualteros
1 En relación con esta afirmación y temática se pueden revisar trabajos como los de Bonilla
(1996), Barón,Valencia y Bedoya (2002) y Olano (2008).
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Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Los trabajos que asumen el estudio de esta temática tienen en común ampliar
el concepto de medios de comunicación, en procura de comprender la forma en
que se constituyen en actores del conflicto. Para muchos de estos acercamien-
tos, los medios de comunicación no son solo lugares en los cuales se representa
y se visibilizan discursos; son también empresas que fabrican productos, ins-
tituciones de carácter privado y “como tales su principal objetivo es la renta-
bilidad económica” (Serrano, 2006, p. 112). Dicha situación implica que, en el
contexto del conflicto, la publicación de información va más allá de visibilizar
una serie de acontecimientos. También está relacionada con la forma en que las
empresas de comunicación convierten los fenómenos sociales en productos que
generen algún tipo de ganancia. Así pues, las informaciones sobre el conflicto
están sesgadas por aquello que se reproduce en beneficios para la empresa, lo
cual se traduce, en muchas ocasiones, en lo que se ha dado en llamar la espec-
tacularización del conflicto (Serrano, 2006).
135
Vladimir Olaya Gualteros
136
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
los trabajos revisados, en cómo dichas tensiones y posiciones de los medios han
traducido los fenómenos, han incidido en las percepciones e, incluso, cómo la
presencia de dichas tensiones ha determinado la misma dinámica del conflicto.
Algunos de los trabajos apuntan, además, que el informar en medio del con-
flicto, tiene una serie de complejidades las cuales repercuten en la emisión de
la información. Una de ellas está relacionada con el saber acerca de informar,
aprendido por los periodistas en las instituciones de formación. Se expresa,
asimismo, que hay una distancia entre lo aprendido y la práctica en medio del
conflicto, lo cual sugiere una serie de reflexiones en torno a que no hay una pre-
paración previa para vivir lo que allí, en el conflicto, sucede y sus implicaciones
en la información.
137
Vladimir Olaya Gualteros
Entre las diversas estrategias que han desplegado los periodistas, sobre todo
los regionales, para enfrentar la tarea de informar en medio del conflicto, están:
1) convertirse, por una parte, en integrantes de la comunidad que se encuentra
en medio de la guerra, como modo de protección, y por otra, plantearse como
servidores de esta; 2) declararse neutrales. Se han ido por el medio, para no
afectar los intereses de ninguno de los actores, e intentan resaltar la parte hu-
mana. La opción entonces es acoger la propuesta de un periodismo de enfoque
social y comunitario; 3) concentrarse mucho más en los hechos que en miradas
amplias del conflicto, para de esta manera impedir ser manipulados por los
actores del conflicto; 4) ser cuidadosos en la presentación de la noticia; 5) crear
una suerte de conciencia social, de tal modo que la información sea una forma
de dar solución al conflicto; y 6) mantener y propiciar una organización gremial
(Rincón y Ruiz, 2002).
138
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Como es posible ver, los medios tienen un papel protagónico. Ellos son parte
de la dinámica del conflicto, es decir, están en la guerra y son alimentados por
ella. En estas circunstancias, el periodismo se convierte en:
139
Vladimir Olaya Gualteros
Desde esta particularidad, se entiende, por una parte, que los medios masi-
vos de comunicación no son neutros, y por otra, que el lenguaje incide en las
estructuras cognitivas con base en las cuales aprehendemos la realidad. Allí,
entonces, el lenguaje deja de ser tan solo un ejercicio de referencialidad, para
ser también un instrumento de mediación entre los sujetos y la constitución
de los lazos sociales. La información en cuanto lenguaje configura ángulos de
visión, maneras de ver que se sitúan en el espacio de lo público.
Es claro, entonces, que hay un enfoque sobre el análisis del lenguaje y el dis-
curso desde diversas vertientes. En este orden de ideas, algunos trabajos se de-
dican a observar la forma en que se cuenta el delito; esto es, se analiza el tipo de
narrativas utilizadas y las estrategias discursivas de las prácticas periodísticas,
al tiempo que las representaciones que se construyen con respecto a este. De
igual forma, en algunas ocasiones se hace alusión a las relaciones establecidas
entre lectores, audiencias, textos y las múltiples miradas posibles sobre las re-
presentaciones.2
Aun así, es claro que en dicho ejercicio comunicativo actúan unas representa-
ciones e ideales que se ponen en dinámica con los mundos de vida del receptor-
perceptor de la información. Con todo, como lo apunta uno de los trabajos, los
contextos de los usuarios de la información, en algunas ocasiones, son acotados
2 Algunos trabajos en los que se puede identificar esta perspectiva son los de Rey (1996, 2007),
Barón,Valencia y Bedoya (2002), Tamayo (2006, 2008), Barón (2001) y Caraballo (2009).
140
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Desde esta perspectiva, el hecho noticioso cae en el registro del lugar, el espa-
cio, el tiempo y el resultado. Tal gramática invisibiliza los intereses, las motiva-
ciones y las intenciones humanas, políticas y sociales. En este sentido, muchas
informaciones discurren por una estructura simple de la noticia, en la cual la
comprensión de los hechos no es el objetivo de la información ni, por supuesto,
del medio. El registro que elaboran dichas noticias, en muchas ocasiones, no
sobrepasa la enunciación de unos hechos, unas cifras y en otros casos, tan solo
informan desde la dramatización del mal, es decir, desde el centramiento en el
dolor de un individuo, como ejercicio ejemplificador del suceso, sin que ello se
conecte con campos amplios de análisis.
Tales estructuras narrativas tienen relación, como lo anuncia Rey (2005), con
las formas en que están constituidas las empresas informativas. Son ellas las
que le dan un privilegio o importancia a dicho tipo de hechos y a la necesidad
de que los sucesos contados sean mercadeables. De ello también dependerá su
fugacidad o permanencia temporal en la agenda informativa.
Es claro que estas estructuras condicionan, no solo una forma de ver el con-
flicto y la violencia, sino que generan marcos de comprensión, posturas éticas y
políticas, pues los eventos descritos a través de narrativas despliegan un accio-
nar de los sujetos desde un tipo de ser y de dar razón del actuar humano que es
poco trabajado por las investigaciones que se acercan a mirar la relación entre
conflicto y medios.
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Vladimir Olaya Gualteros
142
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
más amplio y configuran identidad tanto de los personajes como del narrador,
posibilitando con ello cargas dramáticas y de suspenso.
143
Vladimir Olaya Gualteros
Estas estructuras narrativas son incididas, también, por lo que autores como
Barón y Bedoya denominan medios de frontera o nómadas, es decir, la informa-
ción puede ser afectada por diversos contextos gracias a la capacidad que tienen
los medios de integrar en las narrativas condiciones nacionales internacionales,
o deambular por temporalidades diversas. En este sentido, pueden construir
una idea de país en relación con elementos internacionales o, en su defecto,
excluirlos. “Así, el medio, traza y desvanece fronteras ayudando a consolidar
relatos identitarios que expresan lo similar y lo diferente” (Barón y Bedoya,
2002, p. 88). En la misma línea, pueden permitirse el paso entre el presente, lo
actual, la constitución de un sentido de la historia o el horizonte de futuro. De
este modo pueden, los medios, a partir de la imbricación de estos elementos,
construir noticias en relación con el conflicto con hondas implicaciones en la
elaboración histórica. Sin embargo, prevalece en los enunciados del conflicto
una mirada cada vez más actual y efímera (2002).
144
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
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Vladimir Olaya Gualteros
146
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
En este contexto, adquiere gran relevancia la forma en que son relatados los
eventos, la manera en que son evocados y enunciados sus actores. En esta me-
dida, por ejemplo, algunos trabajos destacan cómo los medios de comunicación
pueden dar el papel de informantes o sujetos de la información a diversos ac-
tores del conflicto.
Ahora bien, una de las fórmulas de construcción de sentido acerca de los ac-
tores del conflicto tiene que ver con la forma en que estos son nominalizados.
La nominalización no se entiende solamente como el nombre dado a alguien,
sino la forma en que es enunciado el actor, lo cual supone un papel, una iden-
tidad, un tipo de existencia en el mundo y en la dinámica del conflicto. En esta
medida, autores como Neyla Pardo Abril (2004) sostienen:
147
Vladimir Olaya Gualteros
De acuerdo a lo anterior, los autores apuntan que hay una serie de visibi-
lidades e invisibilidades que fragmentan los discursos y las narrativas sobre
la violencia, lo cual hace que los medios se conviertan en parte de estrategias
militares y políticas.
148
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Tal dicotomía no solo opone a dos tipos de ciudadanos, sino que deja de re-
presentar a las víctimas como actores políticos con ideas y posiciones, con pro-
puestas y movilizaciones, pues el campesino organizado no tiene un rostro, no
cuenta con una identidad ni mucho menos con un lugar como parte de desa-
rrollos sociales, civiles y ciudadanos. En cambio, la visibilidad de las víctimas,
en muchos casos, como cuerpos sufrientes sirve de escenarios para pensar la
maldad, la escena del terror y, lógicamente, al otro victimario, lo que excluye
la posibilidad de pensar al campesino mucho más que como una víctima, a un
sujeto con una voz que devela posiciones, que constituye acciones, las cuales,
al ser narradas, podrían ampliar el espectro en torno a la forma de asumir la
conflictividad vivida.
Lo anterior nos lleva a pensar que la visibilidad de unos actores debe superar
el ejercicio de comprender las nominalizaciones, para pensar las formas en que
se establecen los ejercicios de comunicación, en tanto ella condiciona las mane-
ras en que se ejerce la actividad de lo público, se establecen lazos sociales y se
posibilita la construcción de culturas políticas y, claro, formas de comprensión
de la guerra.
149
Vladimir Olaya Gualteros
Los mismos autores (García y Romero, 2001) develan un elemento muy im-
portante en relación con la visibilidad de los actores en medio de los procesos
de paz. Si bien este dejó ver a la guerrilla como un actor político, a su vez se
olvida a otros actores como los paramilitares. Sin embargo, según los autores,
estos tomaron fuerza y visibilidad sin que estuvieran implicados en los proce-
sos de paz, sin que se les leyera como actores políticos o se presentaran como
interlocutores.
Como es posible evidenciar, los trabajos que intentan mirar las visibilidades
dadas a los actores suponen un análisis de las relaciones entre actores y even-
tos. No obstante, trabajos como El conflicto armado en la pantalla. Noticieros, agen-
das y visibilidades (Tamayo y Bonilla, 2005) dejan ver que no se trata solamente
de a quién se nombra, sino también de quién proviene la información. En este
sentido, sostienen que, por una parte, son pocas voces las que hacen presencia
en las noticias sobre el conflicto, y por otra, dichas voces no necesariamente
significan la presencia de discursos que permitan el debate o la posibilidad de
diferentes versiones o puntos de vista. Son, en cambio, las voces oficiales las
150
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Así, se puede decir, con los autores, que a mayor legalidad, mayor legitimi-
dad del discurso sobre la guerra. Lo que sugiere esta aparición de informantes
es la construcción de una pantalla, entendida como perspectiva y campo de
significación acerca del conflicto. No obstante la presencia privilegiada de vo-
ces oficiales, algunos trabajos afirman que hay matices y pugnas, pero a los que
privilegian los medios de información son a aquellos actores que se encuentran
del lado de los discursos hegemónicos.
Estos elementos nos permiten entrever que, por una parte, la visibilización
de ciertos actores tiene relación con las presiones sociales y las condiciones de
posibilidad de informar en medio del conflicto. Por otra, que la polaridad mos-
trada es cara a unos intereses, es decir, que tal mirada deviene del papel de los
medios en la guerra, lo que coadyuva a entenderlos como un actor más, este de
carácter discursivo. Los medios son una voz que habla sobre el conflicto, lo cual
los pone en la arena de la guerra.
151
Vladimir Olaya Gualteros
Sumado a lo anterior, son pocos los trabajos que hacen revisiones compara-
tivas en torno a la manera en que se informa y se constituyen discursos desde
diversos medios de comunicación acerca de los hechos del conflicto, en diferen-
tes niveles. Uno de ellos tendría que ver con mirar de forma transversal lo que
se enuncia en medios de tipo regional, versus la manera en que se informa en
medios de comunicación nacionales, pues es posible encontrar miradas diver-
sas dependiendo del grado de afectación o cercanía que se tiene con los hechos
de guerra vividos en nuestro país.
Otro nivel de análisis que es prudente y necesario realizar tiene que ver con
la relación entre la prensa local y los medios de comunicación internacionales
sobre el conflicto armado en nuestro país y los discursos políticos que sobre el
fenómeno circulan en Colombia. Lo anterior tiene su razón de ser en la efectiva
incidencia que tienen los organismos y el contexto internacional en las agendas
políticas nacionales y, por supuesto, en las dinámicas del conflicto. No es un
secreto que muchas de las estrategias militares que se han llevado a cabo en
nuestro país tienen relación con intereses económicos y políticos internaciona-
les. En esta medida, observar la visibilidad y las representaciones que se dan en
152
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Las preguntas aquí formuladas quieren ser un intento de nuevas rutas que
posibiliten ir más de allá de una mirada a los medios como lenguaje. Si bien hay
una lucha que se da por la pugna de capitales simbólicos, los hechos de guerra
y violencia en nuestro país tienen unos efectos concretos en vidas, en dolor,
que no se dan ni se solucionan en el lenguaje, pero el análisis desde este y los
discursos debe repercutir en probables soluciones y salidas a dichos hechos, en
pro de una arena política más amplia y en la construcción de un espacio público
diverso en el que el otro y los otros tengan cabida, reconocimiento y expresión.
153
Vladimir Olaya Gualteros
Bibliografía
Abello, J. (2001). El conflicto armado en Colombia como espectáculo del
infoentretenimiento. En J. Bonilla y G. Patillo, Comunicación y política: Viejos
conflictos, nuevos desafíos (pp. 411-420). Bogotá: Centro Editorial Javeriano.
Bonilla, J. I. y Tamayo, G. (2007). Las violencias en los medios, los medios en las
violencias. Bogotá: Cinep.
154
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Caraballo, M. V. (2009). Tras las cifras del secuestro. Cien Días (66), 23-37.
155
Vladimir Olaya Gualteros
Rey, G. (1996). Los enfrentamientos sin gesto. Signo y Pensamiento, 15 (29), 11-22.
156
Medios de comunicación y conflicto armado en Colombia:
un acercamiento a los estudios sobre el tema
Tamayo. C. A. (2008) El fin no justifica a los medios. Cien Días (63), 33-48.
157
PARTE III
TERRITORIO Y CONFLICTO ARMADO
Capítulo1
Territorio y conflicto armado
en Colombia.
Una propuesta de estado del arte
Introducción
El conflicto armado en Colombia ha trasgredido el mapa nacional, modifican-
do la relación entre los colombianos y el territorio por cuenta de la movilidad
de actores armados en busca de recursos y el control de diferentes zonas de in-
fluencia, en un país cargado de diferencias sociales y recursos energéticos y mi-
neros. Los estudios sobre conflicto armado han ido en aumento desde la década
de los años noventa, dándole prioridad a las razones del conflicto, sus causas
estructurales y sus efectos económicos y sociales; sin embargo, en algunos do-
cumentos se dejan de lado las razones que permiten explicar por qué los actores
armados se mueven en el territorio y cómo su movilidad afecta las relaciones de
los pobladores con el territorio, su relación económica y su relación simbólica.
Respecto al primer criterio, se hace un recorrido tanto por las obras que han
abordado la violencia como fenómeno que afecta la totalidad del territorio na-
cional, como por aquellos trabajos, generalmente monográficos, sobre casos es-
pecíficos de regiones o municipios donde la variable geográfica es desarrollada
con mayor profundidad. El segundo criterio da cuenta de los usos conceptua-
les en los estudios de la violencia y el territorio, que varían según las fuentes
consultadas, los cuales se refieren a ordenamientos institucionalizados –o que
alguna vez lo estuvieron– como departamentos, municipios, intendencias y co-
misarías; o nuevas categorías creadas en función de los análisis que es necesario
realizar, como regiones, macro-regiones, etc.
162
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
Por tal razón, se han propuesto desde la Academia y desde el Estado, a través
de la legislación, diferentes maneras de ordenar y dividir el territorio en el país,
con el fin de responder a la movilidad de los actores, a las relaciones económi-
cas, sociales y políticas espacialmente circunscritas. Hay que partir del hecho
de que la tradición de concebir el ordenamiento territorial en el país no se ha
desligado de la tradición española de organizar política y administrativamente
el territorio desde un centro político.
1 Al respecto se puede ver: Álvarez Zárate (2003), Bushnell (2007) y Torres del Río (2010).
163
Johan Stephen Antolínez Franco
El estudio del territorio como una variable geográfica se realiza a través de he-
rramientas cartográficas como los mapas, que permiten representar relaciones
entre diferentes variables económicas, demográficas, políticas y naturales a tra-
vés del uso de convenciones. El trabajo con mapas acarrea una serie de dificul-
tades que van desde la correspondencia con el territorio real, lo cual era difícil
de conseguir hasta hace menos de tres décadas por la inexistencia de tecnología
de referenciación geográfica; la representación ponderada de diferentes varia-
bles dada la facilidad de hacer generalizaciones; la representación de fenómenos
cambiantes en el tiempo; las limitaciones para relacionar más de dos variables
simultáneamente, etcétera. De otro lado, la poca producción de académicos con
164
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
enfoques desde la geografía, que den cuenta del fenómeno de la violencia, difi-
culta en mayor medida el desarrollo de estas herramientas aplicadas a los análi-
sis (Pissoat y Gouëset, 2002).
165
Johan Stephen Antolínez Franco
En 1995, la Ley de Fronteras (Ley 191) estableció las bases para el ordena-
miento de las áreas fronterizas, a partir de dos categorías espaciales: las uni-
dades especiales de desarrollo fronterizo y las zonas de integración fronteriza,
que complementan los artículos 289 “por mandato de la ley, los departamentos
y municipios ubicados en zonas fronterizas podrán adelantar directamente con
la entidad territorial limítrofe del país vecino, de igual nivel, programas de ser-
vicios públicos y la preservación del ambiente”, y el artículo 337: “la ley podrá
establecer para las zonas de frontera, terrestre y marítimas, normas especiales
en materias económicas y sociales tendientes a promover su desarrollo”, de la
Constitución Política de Colombia.
166
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
167
Johan Stephen Antolínez Franco
El trabajo pionero del conflicto armado en Colombia, no solo como hecho his-
tórico sino también como objeto de estudio, que constituye un referente para el
posterior desarrollo de estudios tanto en forma de críticas como de reafirma-
ciones, es La Violencia en Colombia, de Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y
Eduardo Umaña Luna, publicado en 1962. En el capítulo “Geografía de la Vio-
lencia” se intenta distinguir la intensidad de la violencia según las caracterís-
ticas de las regiones, a través de la cuantificación del número de homicidios. A
pesar de las limitaciones técnicas y la inexistencia de mapas a escala municipal,
los autores lograron ubicar los epicentros de las formas de violencia, informa-
ción a partir de la cual los investigadores posteriores apoyaron sus trabajos.
168
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
En los años setenta se publicó otra de las obras que hacen parte de la historio-
grafía territorial de la violencia: Violencia, conflicto y política en Colombia, de Paul
Oquist (1978). El autor contribuye a hacer la regionalización estructural de la
169
Johan Stephen Antolínez Franco
Un trabajo que hizo parte de los estudios regionales de los años ochenta fue
Las resistencias campesinas en el sur del Tolima, de Medófilo Medina (1986), cuyo
principal aporte fue la realización de análisis comparativos entre el Tolima y las
otras regiones cafeteras, para explicar la violencia de los años cincuenta, desta-
cando el papel de la población campesina del departamento y la relación con
el territorio que habitaba. Allí puso en evidencia que la violencia significó para
los terratenientes la posibilidad de recuperar los territorios conquistados
por los colonos y campesinos. La violencia toma forma de “revancha terrate-
niente” (Medina, 1990).
170
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
2 Investigadores que dado el impacto mediático de sus aseveraciones fueron denominados los
“violentólogos”.
3 La Comisión de Estudios Sobre la Violencia fue convocada por el gobierno Barco en 1987, mo-
mento en el que se empiezan a vislumbrar las posibilidades de una salida negociada al conflicto
armado.
4 Participan Jaime Arocha, Álvaro Camacho, Darío Fajardo, Álvaro Guzmán, el general Luis Alber-
to Andrade, Carlos Eduardo Jaramillo, Carlos Miguel Ortiz, Santiago Peláez y Eduardo Pizarro.
171
Johan Stephen Antolínez Franco
En el mismo texto Palacios argumenta que a pesar del mérito de los trabajos
regionales –o trabajos monográficos– del Cinep y de la Universidad Nacional
de Colombia, como los del Magdalena Medio y las repúblicas independientes,
los informes globales –o de síntesis– sobre el estado de cosas a nivel nacional,
los análisis son precarios a la hora de articular la variable territorial entre las
políticas, económicas y culturales.
Los análisis que tratan de la violencia a una escala regional más deta-
llada han permitido desenmarañar la madeja particularmente compleja
del fenómeno en un contexto territorial restringido, mostrando que las
estrategias de los actores, fácilmente identificadas a escala nacional, lle-
garon a ser localmente menos legibles. (Pissoat y Gouëset, 2002, p. 9)
172
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
Otra de las razones a las que se atribuye la precariedad del análisis geográfico
en los trabajos de los violentólogos, y que constituye tal vez la crítica más fuerte
a la producción de esta “escuela”, es el énfasis en las denominadas “condicio-
nes objetivas” del conflicto armado. La tesis sobre la explicación de las manifes-
taciones de violencia a partir de factores macrosociales como la desigualdad, la
ausencia estatal y la exclusión social, desvía la atención de los factores “subje-
tivos” como la estrategia propia de los grupos armados para la supervivencia,
sus intereses económicos y su despliegue territorial (Echandía, 1999a).
En la medida en que los factores “objetivos” no son los únicos que operan en
la formación de la violencia, empiezan a aparecer trabajos que analizan otro
tipo de variables. Bajo el enfoque tradicional, el territorio era un elemento cir-
cunstancial y no definitivo en la generación de conflictos, en la medida en que
se consideraba que independientemente del lugar, mientras existieran las con-
diciones objetivas para la formación de la violencia (como la ausencia estatal y
altos índices de pobreza), se desencadenaría una confrontación armada (Cubi-
des, Olaya y Ortiz, 1998).
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En el año 1996 se editó el libro Colombia contemporánea, del IEPRI, que bus-
caba ser un trabajo colectivo con el fin de hacer un diagnóstico del país hasta
ese momento. En él se incluyó un capítulo titulado “Conflicto armado y dere-
cho internacional humanitario”, donde se hace un recuento de las diferentes
174
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
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Johan Stephen Antolínez Franco
exponen de manera historiográfica, las raíces del conflicto: los actores presentes
y su relación con recursos escasos en disputa (económicos, estratégicos, etc.).
176
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
Dado que los frentes y los bloques son móviles, se dificulta hacer el análisis
del componente territorial. Por ello el autor decide hacer un rastreo a nivel
municipal, valiéndose, al igual que el anterior trabajo, de la clasificación con
177
Johan Stephen Antolínez Franco
base en estadísticas. Echandía asevera que hay seis tipos de municipios donde
la guerrilla ha incursionado entre 1985 y 1995: 1) municipios con campesina-
do cafetero donde hay desempleo y miseria (foco de descontento social); 2)
latifundio ganadero y agrícola en el litoral Caribe, más miseria aún; 3) agricul-
tura comercial del tipo empresarial y alta población rural, altiplanos y valles
interandinos, llanos orientales, región Caribe; 4) municipios andinos de mini-
fundio deprimido, campesinado pobre; 5) campesinado medio no cafetero; 6)
municipios de estructura urbana.
En este punto, tres autores logran realizar un trabajo ilustrativo sobre la vio-
lencia en Colombia, no solo haciendo una revisión de la influencia del accionar
de los actores armados, sino trazando una metodología de análisis de la violen-
cia en el país. En Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la cons-
trucción del Estado, Fernán González, Ingrid Bolívar y Teófilo Vásquez (2003), se
proponen revisar “la manera como los conflictos del país a lo largo de su histo-
ria van tejiendo una trama que va articulando gradualmente las poblaciones y
territorios en un juego de interrelaciones bastante conflictivas, que van desem-
bocando paulatinamente en un proceso complejo y difícil de construcción del
Estado” (González et ál., 2003, p. 11).
Para los autores, es la década de los noventa la que cambia la lógica territorial
del conflicto en el país, en donde las dinámicas macroterritoriales se combinan
con las dinámicas microterritoriales. Esto se traduce en tensiones activas entre
los distintos actores en la construcción de Estado, ya que el monopolio de la
violencia en manos del Estado, como la plantea Weber, se ve cuestionado en
los territorios periféricos por actores como las guerrillas, los paramilitares y los
narcotraficantes. Los autores a través de ejercicios estadísticos demuestran un
aumento desmesurado en el accionar de los actores armados, especialmente de
las FARC, lo que convirtió a este grupo en el actor más dinámico, sobre todo en
los años 1996 y 2000 (González et ál., 2003, pp. 104-105).
En el capítulo III, “La geografía de la guerra”, los autores analizan las diná-
micas macroterritoriales y microterritoriales. En el caso de las primeras, des-
tacan la hegemonía paramilitar en el norte del país y el uso de los corredores
surorientales por parte de la guerrilla, especialmente expandiéndose gracias
a los cultivos ilícitos. Y en las dinámicas micro, destacan los paros armados y
los conflictos por el acceso al poder formal a través del apoyo de candidatos a
los cargos uninominales y en los concejos municipales, tratando de controlar el
territorio desde los cargos políticos.
178
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
Las críticas a los trabajos de Echandía tienen que ver con el trabajo a nivel de
municipios, los cuales no son clasificados según tamaño o población, llegando
a ser una representación “engañosa” porque, en general, los municipios más
grandes eran los menos poblados, por las dinámicas mismas de la violencia
(Pissoat y Gouëset, 2002, p. 3). Por otro lado, la cuantificación exclusiva del nú-
mero de homicidios no discrimina sus móviles, si refieren realmente a acciones
de grupos armados al margen de la ley (Pissoat y Gouëset, 2002, p. 3).
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Johan Stephen Antolínez Franco
180
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
Uno de los últimos textos que han abordado la dinámica territorial desde
otra perspectiva, ha sido el capítulo escrito por Socorro Ramírez, titulado “La
ambigua regionalización del conflicto colombiano”, en el libro Nuestra guerra
sin nombre. Transformaciones del conflicto en Colombia, en el que se aborda el tema
de la exportación del conflicto armado a los vecinos, específicamente Venezue-
la y Ecuador. La autora destaca cómo los estudios que resaltan la presencia
de los actores armados en la zona de frontera, muestran que en las últimas
dos décadas el conflicto en Colombia ha sido exportado a los vecinos, a través
del desplazamiento de personas víctimas del conflicto, pero sobre todo por la
presencia de actores armados, especialmente la guerrilla, en esas zonas. Todo
lo anterior se puede apreciar en la figura 2, que se extracta del documento de
Echandía (2004).
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Johan Stephen Antolínez Franco
Figura 2. Mapas sobre la intensidad del conflicto armado en 2000, 2001, 2002, 2003 y 2004
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Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
183
Johan Stephen Antolínez Franco
normativos que caracterizan estos Estados modernos a los que se hace refe-
rencia, en la lógica del rescate de lo específico de lo local y las interconexiones
regionales que en Colombia produce la reproducción del conflicto y que explica
como la violencia en el país se reproduce en función de los movimientos de los
actores armados a lo largo de la historia del conflicto armado en el país.
184
Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
Bibliografía
Álvarez Zárate, J. M. (2003). Elementos histórico-materiales y su incidencia
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Colección CES.
185
Johan Stephen Antolínez Franco
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Territorio y conflicto armado en Colombia. Una propuesta de estado del arte
Guerrero, J. (1991). Los años del olvido: Boyacá y los orígenes de la violencia. Bogotá:
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ICFES.
Reyes, A. (1996, marzo 10). Contra reforma [sic] agraria de los narcos. El
Espectador, p. 8ª.
187
Johan Stephen Antolínez Franco
188
Capítulo 2
Esbozo sobre el estado del arte en la
relación conflicto armado y ciudad
Consideraciones previas
Con frecuencia los aspectos fundamentales relacionados con el conflicto ar-
mado en Colombia han sido asociados muy estrechamente a problemas en las
zonas rurales. Desde el nacimiento de los movimientos insurgentes, caracteri-
zados como guerrillas campesinas, hasta las principales reivindicaciones de los
distintos actores en cada una de las décadas que corren desde 1964 hasta el año
2012, pasando por los diagnósticos sobre los principales causas que alimentan
el conflicto, una y otra vez se vuelve a mirar aspectos como la ausencia del
Estado en amplias zonas de la geografía nacional, la concentración de la tierra,
el despojo violento de campesinos, la agudización de la crisis agraria, el im-
pacto de las condiciones macroeconómicas, el desplazamiento forzado, la falta
de ejercicio legítimo de la fuerza en el campo y un largo etcétera (González,
Bolívar y Vásquez, 2002).
Esta explosión del fenómeno y del consabido interés por parte de estudiosos
del tema contribuyó a que hubiese una producción creciente de investigaciones
que buscaban entender el tipo de dinámica que contribuía a que las distintas
expresiones de la violencia se hubieran recrudecido en los grandes centros ur-
banos. El interés además estaba determinado porque, según Álvaro Guzmán,
190
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
“la ciudad no solo ilustra mejor la multiplicidad de las violencias de una socie-
dad, sino que también introduce con más claridad una distribución espacial o
geográfica del fenómeno” (Guzmán, 1994, p. 172).
El primero de estos periodos está definido por el vínculo estrecho que se es-
tablece entre violencia urbana y la miseria, muy típica en las grandes ciudades.
Desde ese punto vista, tomó carrera la posición según la cual “en medio de la
violencia urbana estaba simplemente la desposesión o las formas injustas de
distribución y redistribución de la riqueza, que provoca todo tipo de reacciones
entre aquellos más lesionados por las estructuras socioeconómicas y sociopro-
ductivas” (Useche, 2007, p. 98). Un punto de vista que comparte Angarita, quien
además añadiría que junto a la pobreza debía indicarse el “carácter acelerado
del crecimiento urbano” (Angarita, 2003, p. 97), un aspecto que desbordaba la
capacidad institucional y enfrentaba a las ciudades y sus administraciones a re-
tos evidentemente difíciles, desnudando una capacidad de respuesta más bien
modesta comparada con la explosión del fenómeno.
191
Leopoldo Prieto Páez
Del mismo modo, Useche menciona que otro de los elementos que se recalcan
en este tipo de estudios está relacionado con el hecho que “la violencia gene-
ralizada determina la conformación de “para-estados” a lo largo del territorio
nacional, que acentúan la debilidad de lo público y la ausencia o precariedad
del monopolio de la fuerza por parte del Estado”. Más adelante en el mismo
documento, parafraseando a Jorge Orlando Melo, menciona que “la violencia
urbana [tiene] el poder de incidir en imaginarios que construyen y reproducen
valores anti-civilistas y antidemocráticos, agudizando la precaria relación entre
el Estado y la Sociedad” (Useche, 2007, p. 98).
192
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
Las personas piden más y más energías a las autoridades. [...] Como
la aplicación de tales medidas heroicas usualmente tampoco produ-
cen resultados satisfactorios, domina un clima de desconfianza en las
autoridades y la justicia: las personas dejan de creer en la eficacia de
las normas e instituciones legales y buscan alternativas por fuera de la
ley. (Citado en Useche, 2007, p. 98)
Estas alternativas que están fuera de la ley, son las que han permitido explicar
que en ciertos casos grupos armados tengan un diálogo relativamente fluido
con las comunidades a las cuales han llegado y de ahí que la caracterización de
estos estudios tenga el mote de abordajes sociopolíticos.
En este escrito se privilegian estos dos últimos enfoques, por dos razones:
la primera, porque son las tesis que más desarrollo han tenido y, por tanto,
sobre las que más producción bibliográfica hay. La otra razón está vinculada
con el hecho de que estos enfoques son los que más claramente tienen en cuenta
el papel del conflicto armado como variable que interviene en el desarrollo de
la violencia en las ciudades del país.
193
Leopoldo Prieto Páez
Haciéndose eco de esta hipótesis, Hugo Acero –participante del mismo en-
cuentro– sugería que “la concentración [de la fuerza pública] en atacar y com-
batir sus autores [del terrorismo] generó descuido en la atención a otro tipo de
delitos y contravenciones” (2003, p. 37). De esa manera, se entiende el aumento
194
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
195
Leopoldo Prieto Páez
196
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
Si bien para este autor es evidente que ha habido acciones claramente orien-
tadas en ese sentido, la irrupción del conflicto armado no resulta una tarea fácil
para los grupos armados, y en especial para la guerrilla, por aspectos como un
discurso nada o muy poco atractivo para las clases medias, una evidente difi-
cultad en términos de capacidad operativo-militar, la relación más estrecha con
el entorno rural y el vínculo ideológico con ese tipo de territorio, lo que les lleva
a tener una visión de la ciudad como un ente perverso, junto a un aspecto de no
poca importancia, como es el relativo mayor apoyo que tienen los paramilitares
en la ciudad. De cualquier manera, la importancia de los centros urbanos en
una nueva estrategia militar y política de los actores armados ha comenzado
a quedar en evidencia. Ello explica los golpes cada vez más frecuentes en los
centros urbanos, lo que haría presentir que “el conflicto en las ciudades va a
agudizarse” (Rangel, 2002, p. 34).
El enfoque que Jiménez defiende deja entrever que las lógicas que operan
en uno y otro ámbito territorial son diferentes y, de algún modo, reconoce la
relevancia de lo urbano al mencionar que en la ciudad “se comienza a consti-
tuir en el principal escenario en el que se resuelven las tensiones y conflictos
sociales de una gran cantidad de población, cuya incidencia comenzó a tener
un carácter nacional” (Jiménez, 2007, p. 107). La evidencia de lo urbano como
elemento central para entender no solo el conflicto, sino los conflictos, puede
rastrearse a través de aspectos tan significativos, desde el punto de vista de este
autor, como las movilizaciones de artesanos en la segunda mitad del siglo XIX,
las protestas en contra del gobierno del general Reyes en la primera década del
siglo XX o en contra de la hegemonía conservadora al finalizar la década de los
veinte.
197
Leopoldo Prieto Páez
198
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
Una segunda parte del análisis se centra en determinar cuáles son los niveles
de ese desarrollo de infiltración de las redes de la mafia en las ciudades, para
terminar con un acercamiento a las posibles razones que permitirían explicar
la forma cómo esa infiltración ocurre y qué consecuencias tiene para el Estado
en general y para el sistema democrático en particular. A través de las acciones
examinadas en el capítulo sobre los niveles de infiltración en las ciudades, se
puede hacer un balance del tipo de infiltración del que se habla y el papel de lo
propiamente urbano en este desarrollo.
Duncan resalta que el accionar en las ciudades es diferente del que ocurre en
el campo, pues en los territorios rurales los grupos “están compuestos por or-
ganismos cohesionados jerárquicamente, visibles para sus miembros, con cana-
les de mando claramente definidos y con unidad de acción” (Duncan, 2005, p.
31). Esta forma de actuar contrasta claramente con el accionar urbano –afirma
Duncan– y se organiza a través de una red con células especializadas, conec-
tadas por mandos independientes a un mando superior, lo que convierte las
organizaciones en entidades muy fragmentadas y difusas. La especialización
de las mencionadas células se mide por el tipo de trabajo que hacen en las
ciudades. Estas células son de tres tipos, fundamentalmente: 1) células solda-
do, encargadas de administrar la violencia que se ejerce contra individuos u
organizaciones que se interponen en los objetivos de la infiltración; 2) células
operativas, encargadas de la ejecución de actividades legales e ilegales. Son las
encargadas de generar las ganancias económicas; y 3) células de intercambio,
encargadas de conseguir apoyos e intercambios con el poder político, con la
justicia, el sistema financiero o las fuerzas de seguridad del Estado.
199
Leopoldo Prieto Páez
Para finalizar, podría decirse que la idea que guía las afirmaciones de los
documentos que se han expuesto hasta aquí, tuvo cierta acogida en la opinión
pública, sobre todo por cómo llegó a percibirse la situación de orden público
durante el periodo que más conmoción causó por la presencia de una nueva
oleada de violencia en las ciudades más importantes del país. Como se mencio-
nó, la tesis fundamental de la que se parte es que el conflicto se ha urbanizado y
que una parte de la violencia que ocurre en las ciudades, es reflejo del conflicto
armado que vive el país, es decir, que se entiende por la decisión de las FARC y
las AUC de llevar “la guerra a las ciudades”.
Este punto de vista comenzó a ser criticado, pues según el argumento de al-
gunos, “con este tipo de análisis se obstruyó un sereno y detenido examen de
lo que realmente venía sucediendo” y se abrió la oportunidad para otro tipo
de planteamientos, que al entender del autor son sumamente inconvenientes,
como por ejemplo que “en Colombia no hay conflicto armado, pues de lo que
se trata es del accionar de unos terroristas enemigos de toda la sociedad” (An-
garita, 2003, p. 102). Los argumentos que fundamentan la crítica a estos puntos
de vista deterministas hacen parte del siguiente apartado.
200
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
en que no resulta fácil separar las manifestaciones del conflicto armado de otras
formas de conflicto presentes en los territorios urbanos.
201
Leopoldo Prieto Páez
Capacidad demostrada por los actores para imponerse sobre las múl-
tiples y fragmentadas redes de delincuencia y criminalidad organi-
zadas, pervivientes y fortalecidas [...]. Imposición leída en términos
de subordinación a los planes y estrategias de los actores armados, o
de cooptación de los mismos, o, en el extremo, de aniquilamiento. Se
trata de una imposición ganada a sangre y fuego, con altísimos costos
en términos de homicidios y de desplazamiento intraurbanos. (Nieto
y Robledo, 2006, p. 60)
Abordajes de este estilo que, aunque de forma tímida, buscan incluir un ma-
tiz en la hipótesis de la urbanización de la guerra pues reconocen la existencia
de formas de conflictividad locales que de algún modo influyen en el desarrollo
mismo de la incursiones de los actores armados en los entornos urbanos. Un
ejemplo de este tipo de enfoques matizados, es el trabajo de Sandra Hincapié
titulado La guerra y las ciudades, que desde el título mismo se intuye que tiene un
sesgo hacia la consideración del conflicto armado en el país como un elemento
absolutamente relevante que, de un modo u otro, determina las dinámicas de
violencia que se desarrollan en las ciudades, particularmente a finales de la
década de los noventa del siglo XX y la primera década del siglo XXI. La autora
decide incluir dentro de su análisis, las tres grandes ciudades del país (Bogotá,
Medellín y Cali), así como una ciudad intermedia (Barrancabermeja) con el fin
de, según manifiesta, intentar una diferenciación del tipo de interés estratégico
que cada una de ellas tiene para los actores en conflicto. La línea argumental de
la que parte su reflexión está sustentada en el supuesto de que el movimiento
del campo a la ciudad de las acciones armadas de los diferentes implicados en
la guerra, comenzó en los años setenta con el nacimiento de una guerrilla de
izquierda evidentemente urbana –el M-19– y la búsqueda de bases de apoyo
urbanas de sectores sociales que permitieran hacer una proyección de la in-
surgencia al país. Luego, con la constitución de redes urbanas, cuyo principal
objetivo era:
202
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
Para Nieto y Robledo este aspecto resulta del todo evidente, pues “en buena
medida, si se habla de urbanización del conflicto armado, es claro que éste es
realizado sobre todo, por iniciativa de las mismas fuerzas paramilitares. Esta
urbanización del conflicto a manos del paramilitarismo se desarrolla sobre todo
hacía Medellín y Barrancabermeja” (Nieto y Robledo, 2006, p. 49), aunque cier-
tamente se extendería a otras ciudades, como es el caso de Bogotá, en donde
varias de las redes y grupos de apoyo de los insurgentes van a enfrentarse con
grupos paramilitares, principalmente en localidades como Ciudad Bolívar y la
población de Soacha, vecina a Bogotá.
203
Leopoldo Prieto Páez
legales o cuya fachada es legal y que, por tanto, no genera rechazo inmediato
entre los ciudadanos habitantes de estas zonas.
204
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
Este punto de vista es interesante pues se enfrenta con la visión que conside-
ran en extremo determinista, la cual otorga todo el poder a los actores armados
y casi que convierte a la ciudadanía en espectadora inerme sobre la que actúa
con dura impronta la voluntad de las fuerzas irregulares. El recrudecimiento
de las acciones y el escalamiento de la violencia en las zonas urbanas muy pro-
bablemente no se hubiera podido entender sin “las relaciones de estos grupos
y actores armados con los pobladores, este ‘tejido social’ que apoya, legitima y
contribuye a alimentar los conflictos es muy importante en los contextos ba-
rriales y, sin embargo, ha sido escasamente introducidos en los análisis” (Blair,
Grisales y Muñoz, 2009, p. 52).
205
Leopoldo Prieto Páez
Pero más allá del reconocimiento de una serie de fases o núcleos temáticos
por los que ha pasado la reflexión sobre la violencia en el escenario urbano,
específicamente de Medellín, debe resaltarse el ejercicio analítico de la autora
de construir un marco conceptual que permite entender la inserción, o más pre-
cisamente el escalonamiento de la guerra en las ciudades –como ella lo llama–,
dentro de un proceso que se articula –o por lo menos está muy emparentado–
con dinámicas económicas, políticas, sociales y culturales de amplio espectro,
las cuales rebasan el escenario local y no son parte de una suerte de generación
espontánea o irrupción inédita. A este respecto la autora afirma:
206
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
207
Leopoldo Prieto Páez
208
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
Todos los conflictos reseñados hasta acá actúan de forma más o menos de-
terminante en el escalamiento de la guerra en las ciudades. Franco analiza el
fenómeno mencionando algunos de los objetivos que sustentan este nuevo es-
cenario de conflictividad (decisión racional de llevar la guerra a un escenario
de riqueza; las ciudades como centros de poder; elementos geoestratégicos que
consideran a las ciudades como ejes de articulación regional, etc.). Se recono-
cen al tiempo unas etapas que permiten ir definiendo el tipo de presencia del
conflicto armado en los centros urbanos. Etapas que inician con la formación de
grupos armados urbanos, continúan con el involucramiento de la sociedad civil
en actividades bélicas militares, siguen con la movilización y concentración de
tropas insurgentes, para finalizar en confrontación y enfrentamientos, en un
principio de baja intensidad, pero luego en choque directo y sostenido.
209
Leopoldo Prieto Páez
En adelante, los diferentes estudios van a volver una y otra vez sobre las
líneas argumentales señaladas en los documentos que hasta aquí se han re-
señado. Con mayor o menor fortuna, se harán acercamientos que tratarán los
mismos temas, identificarán las mismas problemáticas, describirán los mismos
actores, mencionarán las mismas lógicas y, en ocasiones, producirán conclusio-
nes similares. Los énfasis, por supuesto, no son los mismos. De hecho ello es
lo que diferencia una perspectiva de la otra. Así, mientras algunos estudios se
centran en el papel del Estado a través del ejercicio de poder institucional, otros
lo harán resaltando el papel de las organizaciones criminales, o con frecuencia
de las víctimas. Veamos algunos ejemplos de ello.
210
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
Con todo y esto, el desarrollo del estudio y sus conclusiones no resultan dia-
metralmente opuestos a las conclusiones de otros estudios. Se percibe una debi-
lidad en la presencia y en el ejercicio de poder del Estado, se valora y reconoce
la diversidad y la capacidad de organización de sectores sociales en estas zonas,
así como una cierta reivindicación de formas alternativas de hábitat y de apro-
piación del territorio.
Se suma a este el trabajo de Angarita, en el cual se hace una crítica a las tesis
que pretenden observar el conflicto urbano de Medellín con la lupa de la con-
frontación armada a nivel nacional. Como lo hicieran Grisales, Blair y Muñoz,
el autor insiste mucho en que el incremento de la violencia entre 1995 y 2005
correspondió a la decisión racional y manifiesta de las FARC y de las AUC de
“llevar la guerra a las ciudades”, y con este análisis –independientemente de
las intenciones– se obstruyó un sereno y detenido examen de lo que realmente
venía sucediendo en nuestras dinámicas internas.
211
Leopoldo Prieto Páez
algunos acercamientos que en mayor o menor medida están ligados a estas dos
posiciones centrales. A la luz de la urbanización de la guerra, o lo local trasfor-
mando el conflicto, se siguen analizando los fenómenos de violencia que con
determinación aquejan a los centros urbano. En cualquier caso parece no existir
duda de la existencia de una nueva fase del conflicto armado, caracterizada por
una creciente influencia de las lógicas, dinámicas y consecuencias de la guerra
en las ciudades. Aunque el interés de los investigadores ya ha despertado, exis-
te un desafío por afinar los recursos conceptuales y brindar explicaciones más
plausibles, particularmente en aquellos lugares donde el conflicto aún es visto
como un elemento marginal.
Anotaciones finales
En la década de los cincuenta hubo una fractura en las relaciones entre las
bases sociales de los movimientos políticos y sus líderes. Fractura mucho más
profunda que un malentendido entre dos protagonistas de la vida política co-
lombiana. Según Herbert Braun, ese diferendo separó a los líderes políticos
urbanos de sus seguidores rurales, y esta separación vino a definirse como un
abismo insalvable entre el campo y la ciudad, un abismo que a la postre mar-
caría de manera trágica la segunda mitad del siglo XX colombiano. Al decir de
este autor, “durante el pasado medio siglo, los políticos urbanos y los rebeldes
rurales de Colombia escasamente alcanzaron la sociabilidad y el honor entre
ellos. Los líderes perdieron a sus seguidores; los seguidores a sus líderes. Ni
el uno ni el otro buscaban empeorar las cosas cuando la relación entre ellos se
deshizo. No hay manera de saber si sus historias habrían resultado mejores en
algo, o por lo menos no tan violentas si de algún modo hubieran logrado man-
tener los lazos recíprocos” (Braun, 2004, s. p.).
En cualquier caso, las estrategias de los actores y la forma que adopta el con-
flicto a finales de la década de los noventa hace presentir que una nueva for-
ma de violencia se cierne sobre las ciudades. Esta presencia de nuevos actores
utilizando métodos ya conocidos, los índices de mortalidad ciertamente altos
en varias ciudades del país y la radicalización de la lucha contrainsurgente
como consecuencia de la implementación de la política de “Seguridad Demo-
crática”, conminan a estudiosos y analistas a lanzar la hipótesis de la urbani-
zación de la guerra o el tránsito del conflicto del campo a la ciudad. Algo que
se reconocía como evidente, pues lejos estaban los años en los que había incur-
siones ocasionales para propinar un golpe y posteriormente buscar de nuevo
refugio en el campo o en las selvas. Ahora había una lucha abierta por el control
de zonas urbanas enteras, por la vigilancia de los procesos económicos y de las
ganancias derivadas tanto de actividades legales como de actividades ilegales,
212
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
así como incluso por la dominación sobre las formas de conducta de los habi-
tantes en las zonas controladas por una u otra fuerza (Duncan, 2005; Hincapié,
2006).
El otro elemento a todas luces relevante tiene que ver con la concentración de
producción académica sobre el análisis y la incidencia de este tema en la ciudad
de Medellín, en contraste con una producción más bien exigua con respecto
al mismo fenómeno en otras ciudades de Colombia. Una explicación proba-
ble puede encontrarse en que el conflicto y las prácticas violentas asociadas
a él, durante este periodo adquieren una dimensión de tal orden en la capital
213
Leopoldo Prieto Páez
Entre tanto, en las otras grandes ciudades del país, el tema de la violencia
urbana ha sido preocupación de administradores públicos y de la Academia,
aunque más asociada a la violencia homicida vinculada a actos delincuenciales
o de infracción de reglas de convivencia (riñas, atracos, pandillas, accidentes de
tránsito), dejando en un muy segundo lugar la reflexión sobre el papel de los
actores armados o sugiriendo su presencia como una actor más que agrava
los problemas de convivencia.
214
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
Bibliografía
Acero, H. (2003). Terrorismo y seguridad ciudadana en Bogotá. 1993-2003.
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Gobierno.
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Leopoldo Prieto Páez
Roldán, H., Franco, V., Vergara, M., Hincapié, S. y Londoño, O. (2004). Conflictos
urbanos en la Comuna 1, 3 y 13 de la ciudad de Medellín. Medellín: Empresas
Públicas de Medellín - Universidad Autónoma Latinoamericana.
216
Esbozo sobre el estado del arte en la relación conflicto armado y ciudad
217
Capítulo 3
Internacionalización de los conflictos
armados internos, una revisión
Introducción
Una perspectiva reduccionista de la guerra la puede mostrar como una dis-
puta entre dos bandos confrontados por la apropiación de objetos, sean estos
territorios, bienes, poblaciones, etc., o bien una disputa dirigida a la imposición
de un estado de cosas a partir del uso de la fuerza, sacrificándose y generando
incluso rupturas en las condiciones de vida, individualidades y derechos de los
participantes en cada uno de los bandos enfrentados.
Una búsqueda preliminar antes de observar las perspectivas sobre los pro-
cesos de internacionalización de los conflictos internos se dirige a observar las
formas en que se aísla, muta y se impermeabiliza el conflicto armado interno
del internacional, las características que los diferencian y las figuras que se for-
man en el orden del derecho internacional para mantener los límites de ambos
y concederle en diferentes momentos unos principios que rigen la diferencia,
los límites y fronteras de las guerras, sean estos la causa justa, el principio de
soberanía o los derechos universales, como veremos.
La causa justa
Diversos autores clásicos han delimitado la esencia del fenómeno de la gue-
rra. Entre los más representativos se encuentra Tomas de Aquino, a quien se
le atribuye la sistematización de los principios que rigen la guerra, en su obra
cumbre Summa Theologica. Así, la configuración de una guerra justa se sustenta-
ría en una causa justa, una autoridad legítima que la declara y la hace a través
de rectas intenciones y usando, antes del esfuerzo bélico, unos medios pacíficos
que lo antecedan, que incluso lo prevengan (Rigaux, 2003, p. 96).
220
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
221
Freddy A. Guerrero Rodríguez
Calvino apostó por una concepción que liberaba a los santos elegidos, a quie-
nes eximía de las reglas naturales y terrenales para poder librar batallas como
las que se ilustran en Éxodo 32 (p. 14). En todo caso, el énfasis de estos autores
se encuentra entre la universalidad del derecho de gentes y su excepcionalidad
en contextos de guerra, haciendo de la representación una clave de interpreta-
ción y de legitimidad en la ejecución del orden divino y natural.
222
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
que replicar, sino que admirar diciendo: feliz nación es el pueblo cuyo
Señor su Dios eligió como heredad suya. Acumula allí Sant Augus-
tín muchas palabras que citó el señor obispo para probar que no hay
modo más apto para la conversión de los gentiles que la mansedum-
bre y buen ejemplo de los cristianos, ni manera más inepta que la ava-
ricia, y braveza, y tiranía que muestran en las guerras, con las cuales,
escandalizados los gentiles, aborrecen la fe y el Dios de los cristianos.
A pesar de los hechos tomados como fundamento del debate, las Casas con-
traargumentó y desestimó cada uno de ellos. Además, el centro del asunto es-
taba comprometido por la forma de conducir la conversión y, paralelamente a
ello, sobre los argumentos y principio de autoridad, tratando de consolidar un
ejecutor válido de la enunciación imperativa, la de San Agustín para el caso, así
como fuese para este su inspiración la palabra y mandato de Dios en el bíblico
Éxodo 32, en cualquier caso autoridad que formula y representa desde su po-
testad sobre lo justo, la oposición con lo injusto y de cuyas interpretaciones se
delimita la legitimidad de la guerra y sus alcances.
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Freddy A. Guerrero Rodríguez
224
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
Estos leviatanes como cuerpos estatales marcan así una distinción precisa en-
tre el afuera y el adentro, entre la interioridad del delincuente o el criminal y
la exterioridad del enemigo. Para Foucault, este equilibrio de fuerzas se abrirá
también con el referente de la razón de Estado. Este pensador francés revisará
cómo el mantenimiento del Estado en su integridad (interna y externa) desa-
rrollará un proceso de gubernamentalidad sobre “dos conjuntos tecnológicos”,
uno de ellos que intenta mantener el balance de las fuerzas de los Estados eu-
ropeos desde la instrumentación diplomática y un ejército consolidado, y aquel
de la policía, de acuerdo a sus connotaciones del siglo XVII: un conjunto de
medios que permite la acumulación de fuerzas y el mantenimiento del orden
interno (Foucault, 2006, pp. 293-378).
225
Freddy A. Guerrero Rodríguez
1 Aunque para Agamben estos dos conceptos no están referenciados necesariamente al uso que se
les daba en la concepciones sobre la guerra justa clásica.
226
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
Beligerancia en tensión
La figura de beligerancia ha sido uno de esos nodos de confluencia de las
tensiones sobre la caracterización de la guerra y sus agentes. La beligerancia
supondría un estatus similar al Estado en los escenarios concretos del contexto
bélico y en la responsabilidad de conducirse de acuerdo con las costumbres y el
derecho de la guerra. No sucede así cuando la beligerancia se pretende atribui-
da a grupos disidentes en el interior de los Estados.
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Freddy A. Guerrero Rodríguez
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Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
cualquier caso, el lugar común para el estatus de beligerante fue el peligro para
los Estados de dejar pasar que la potestad de iniciar y sustentar la guerra no
fuese la declaración soberana, si no la sustentación fáctica de los criterios de be-
ligerancia descritos, pero por otro lado en la consideración de que “la violencia
armada interna plantea cuestiones de gobernabilidad soberana y no de regla-
mentación internacional” a lo que la beligerancia representaría un obstáculo
(Steward 2003, pp. 316-317), dado que horizontaliza no solo la relación bélica,
sino también la condición en el plano internacional.
229
Freddy A. Guerrero Rodríguez
El genocidio
Estas ambigüedades en el reconocimiento y la exclusión a título de la defensa
del principio soberano, se desarrollan también en el ámbito de la incipiente
preocupación por las víctimas no combatientes en el desarrollo y aceptación
del crimen, así como en el contexto de la Convención contra el Genocidio en el
derecho penal internacional. El jurista y filólogo Raphael Lemkin desarrolló a
partir del neologismo del genocidio y su descripción fáctica, una crítica aguda
contra la potestad absoluta de los Estados contra la vida de grupos humanos en
el interior o allende su territorio. El trabajo de Lemkin y su tanto en el Tribunal
de Núremberg como en el marco de los primero años de las Naciones Unidas,
apeló a incluir el genocidio como crimen que como el de la “solución final” del
Tercer Reich o el dirigido contra los armenios por los turcos durante la primera
década del siglo XX, deberían revestir el carácter de responsabilidad y san-
ción internacional y no discrecionalidad estatal, sin posibilidad de intervención
como lo garantizaba el sacro principio soberano (Power, 2005).
Durante las sesiones del Tribunal de Núremberg se introdujo por primera vez
la imputación por genocidio (Power, 2005, p. 85). Como analiza Raihner Huhle
(2005), tanto los crímenes de lesa humanidad como el genocidio imputable a
los criminales de guerra nazi, no obstante, eran novedad en el derecho interna-
cional y dado el principio de no retroactividad de las leyes, solo los crímenes
de lesa humanidad fueron consignados en los Principios de Núremberg y apli-
cados en las sentencias si habían sido “cometidos en la ejecución de un crimen
o en conexión con un crimen que queda en la competencia del Tribunal”, para
el caso, la vigente guerra de agresión (p. 23). Sin embargo, no hubo en las sen-
tencias condenas por el crimen de genocidio (Power, 2005, p. 86)
3 A partir de la Resolución 1514, adoptada por la XV Asamblea General de las Naciones Unidas
el 14 de diciembre de 1960. El riesgo allí se encuentra en la sobreinterpretación de la autode-
terminación de los pueblos como un derecho a la secesión y amenaza a la integridad territorial
y política.
230
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
231
Freddy A. Guerrero Rodríguez
4 Para Francois Rigaux, la desaparición de la doctrina de la guerra justa fue compensada por el
desarrollo del ius in bello, encontrando incluso autores prominentes del desarrollo del DIH
moderno como del Derecho internacional general, Francis Lieber para el primer caso y Hans
Kelsen para el segundo (Rigaux, 2003, pp. 114-123).
232
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
233
Freddy A. Guerrero Rodríguez
Articulado con esto, Brown desarrolla una hipótesis interesante, según la cual
los conflictos internos indiscutiblemente involucran en la mayoría de los casos
a fuerzas externas, lo que en la literatura por él indagada sobre los conflictos
internos constituye una debilidad, pues el análisis restringe el fenómeno en
términos de un efecto de contagio o difusión desde el territorio en crisis hacia
el exterior de sus fronteras, sin considerar, por ejemplo, la instigación de la vio-
lencia por países vecinos (p. 22).
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Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
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Freddy A. Guerrero Rodríguez
6 De otra forma, pero sobre el mismo criterio del control de facto, Doswald-Beck permite poner
en cuestión las siguientes preguntas: ¿este [el gobierno que pretende representar al Estado] debe
ser legitimado a pesar de que no posea un control de facto? O por el contrario ¿es el control de
facto legitimador de la representación estatal, incluso sin la anuencia ciudadana? O popular, si se
quiere, pero a su vez ¿Qué es el pueblo? ¿Quién lo representa? ¿El Estado deja de existir en tanto
se exalta la libre autodeterminación de los pueblos? (1985, pp. 190-200).
236
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
237
Freddy A. Guerrero Rodríguez
Sobre el factor de la intervención existe esta postura que aun cuando basada
en una perspectiva consensual, presenta un telón de fondo sostenido por la de-
pendencia y la desigualdad. Sin embargo, posturas diferentes como la de Geir
Ludestad al describir y analizar el proceso del Imperio por invitación, desarro-
llado entre Europa y Estados Unidos en el marco de la reconstrucción luego de
la Segunda Guerra Mundial, presentan en principio el paso de un aislacionismo
norteamericano en materia de relaciones internacionales a un internacionalis-
mo que representaba no solo los valores propios, sino aquellos de justicia y
democracia universal (Lundestad, 1986, pp. 264-265).
238
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
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Freddy A. Guerrero Rodríguez
240
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
Ahora bien, la constante demanda por los DDHH y el DIH se revela tras la
Guerra Fría como un proceso de internacionalización diferente. En el caso lati-
noamericano, Chernick señala que incluso la demanda por los DDHH realizada
por los Estados Unidos, contrasta con la tolerancia de prácticas violatorias de
tales derechos en el contexto de la Guerra Fría, durante las dictaduras y conflic-
tos armados en la región.
241
Freddy A. Guerrero Rodríguez
En este caso la CPI no tendría un papel directo, sino disuasor, ya que se pre-
tende que pueda condicionar a las partes en conflicto en el marco de acuerdos de
paz, en donde el cálculo de una posible competencia de dicho tribunal respecto
a los actos de los beligerantes determinaría, en parte, la posibilidad de solucio-
nes negociadas, inclinando la balanza por una mayor subordinación a la justicia
interna (Rueda, 1999), depositaria inicial de la responsabilidad de investigación,
persecución y sanción de los crímenes internacionales sobre sus nacionales. O
bien podría la CPI restringir los cálculos sobre el límite de las acciones de los
combatientes, so pena de caer en el futuro en la órbita penal de la Corte.
242
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
Aun así, Goodman sugiere descentrar el debate sobre la sospecha de los inte-
reses soterrados, para poder discurrir más sobre los procedimientos de este lla-
mado derecho de intervención, de sus estándares y regulaciones, que a la larga
constituirían, según el autor, al contrario de las tesis escépticas, un mecanismo
de contención a los Estados que pretendieran iniciar conflictos bélicos contra
otros o en el interior de otros Estados.
Conclusiones
La internacionalización de los conflictos armados internos, aunque de tar-
día conceptualización en el derecho internacional moderno y en las discipli-
nas orientadas al ámbito de las relaciones internacionales, ha configurado unas
definiciones sobre la guerra pública que permiten distinguir como problema
fundamental la configuración de las fronteras, entre un afuera y un adentro
de la guerra, consideradas estas como superficies excluyentes para escenarios,
actores, normas y procedimientos que determinan, en consecuencia, el tipo de
guerra que se considera en sí misma legítima y legal, que define al otro en la
contienda como enemigo o simple criminal, que dispone el espacio de guerra y,
en último término, sustentando desde el principio de soberanía, si la guerra es
interestatal, interna o internacionalizada.
243
Freddy A. Guerrero Rodríguez
244
Internacionalización de los conflictos armados internos, una revisión
Bibliografía
Agamben, G. (2006). Homo Sacer, el poder soberano y la nuda vida. Valencia:
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248
Capítulo 4
De la tierra al territorio en Colombia:
Reflexiones desde los estudios
regionales del sur
Presentación
Este ensayo presentado al Ipazud es el resultado de las discusiones y la agen-
da de trabajo con los investigadores regionales del Instituto que, sumados a
los esfuerzos y aportes realizados por el Centro de Estudios regionales del Sur
(Cersur), de la Plataforma Sur de Organizaciones Sociales, pretenden darle cur-
so a los ejes estratégicos de interacción regional formulados en la Agenda de
Interacción Regional del Sur de Plataforma.
El recorrido realizado por los territorios del sur, especialmente por el depar-
tamento del Huila y parte del Caquetá, y la observación de primera mano de
las dinámicas del desarrollo y el conflicto regionales, nos introdujo, sin ma-
yores esfuerzos, en la identificación de los problemas asociados a la estructu-
ra, tenencia y dinámica de la propiedad rural, la construcción del territorio, la
estructuración del poder regional y el conflicto asociado a estos, como uno de
los factores decisivos para la formulación de apuestas de desarrollo susten-
table y la construcción de escenarios de paz regionales. Sin duda, el proceso
de construcción de la Mesa Tierra, su consolidación y ejecución, constituyen
un poderoso instrumento para la discusión, el debate y la construcción colec-
tiva de alternativas de cambio y transformación de las precarias condiciones
Durante más de seis meses, se realizaron cerca de diez visitas de campo, in-
terlocuciones, acercamientos con las comunidades y organizaciones de base
para intercambiar opiniones, percepciones y sentidos sobre el desarrollo rural,
la estructuración de los poderes locales y la naturaleza de los conflictos en las
diferentes zonas visitadas, ejercicio que fue simultáneamente desarrollado con
una pertinente revisión de archivos de fuentes documentales e información ins-
titucional allegada a esta consultoría.
También se realizó una visita al eje zonal de Santana del municipio de Co-
lombia, al norte del departamento. De igual manera, se hicieron entrevistas a
personalidades conocedoras del tema agrario en la región (académicos, inves-
tigadores), así como a representantes de instituciones gubernamentales y no
gubernamentales del departamento.
250
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
Introducción
La necesidad ineludible de construir una política pública de tierras que sea
incluyente, equitativa y confiable, es una de las claves para el fortalecimiento
de la democracia colombiana y para avanzar hacia el fin del conflicto armado.
251
José Jairo González Arias
rural que retome el problema de la tierra y del territorio como soporte, acompa-
ñada del consiguiente reconocimiento político de los campesinos como actores
decisivos de un nuevo e ineludible modelo de desarrollo rural.
Esto último es tanto o más importante cuanto que persisten explicaciones que
atribuyen el incuestionable proceso de desvalorización política del movimiento
campesino, no solo a la imposición autoritaria del modelo neoliberal de desa-
rrollo en el campo, sino también a la real o supuesta influencia del movimiento
insurgente.
Así por ejemplo, Gonzalo Sánchez considera que fueron dos los procesos que
obstaculizaron las luchas democráticas por la tierra: por un lado, el autorita-
rismo estatal, y por otro lado, la pretensión de las guerrillas de suplantar o
subordinar a sus lógicas el movimiento campesino, sin mencionar en este punto
el papel de los concentradores de tierra que apelaron al paramilitarismo para
anular la lucha de los campesinos por la tierra.
252
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
Con todo, lo que se revela hasta ahora en la cuestión agraria, tamizada per-
manentemente por el conflicto, es que este viene siendo funcional a la actual
estructura rural y en muchos de los casos no solo ha fortalecido un particular
modelo de desarrollo rural, sino que lo ha dinamizado, acentuando los proce-
sos de despojo y usurpación de las tierras de los campesinos. Como bien lo se-
ñala Carlos Salgado (2010), en el contexto del conflicto colombiano se combina
la promoción de los inversionistas rurales con la coerción, y de este modo se
ha hecho “funcional para sí, tanto el conflicto como la política pública, que no
se ha hecho preguntas sobre la relación entre economía y conflicto. Lo rural,
la tierra en particular no se entienden entonces sin el desarrollo del conflicto
colombiano”. En cualquier caso, la conclusión es clara: las élites nacionales y
regionales han favorecido los procesos de acumulación de tierra, ya a través del
mercado, ya a través de la violencia.
253
José Jairo González Arias
las instituciones del sector agrario perdieron desde hace varias déca-
das el espíritu democratizador de la propiedad territorial que inspiró
la reforma agraria de la ley 135 de 1961 y se redujeron a la adjudica-
ción de baldíos y al otorgamiento de algunos subsidios para facilitar
el acceso de campesinos al mercado de tierras, que inspira la ley 160
de 1994, hoy vigente luego de la caída del Estatuto de Desarrollo Ru-
ral por inconstitucional. El resultado de este debilitamiento institu-
cional es que el Estado perdió los instrumentos operativos que tenía
para impedir la excesiva concentración de la propiedad, para exigir el
uso adecuado del suelo y para proteger los derechos de la población
campesina sobre la tierra, justo cuando el conflicto armado y el nar-
cotráfico colapsaron en muchas regiones el régimen de propiedad y
lo transformaron en botín de los actores armados e inversión de las
ganancias del crimen organizado.
Otro punto medular para la reflexión sobre la cuestión agraria, también intro-
ducido por Salgado, es el referente a la constante y sostenida desvalorización
del campesinado como sujeto político, lo que explica en gran parte la crisis del
campesinado y al tiempo los sucesivos fracasos de cualquier política redistribu-
tiva y eventualmente de restitución de tierras.
254
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
Por otra parte, el Informe Nacional de Desarrollo Humano del PNUD 2010,
preparado para Colombia, centró su análisis en la problemática de tierras y el
desarrollo rural, soportado en la hipótesis de que “la estructura agraria cons-
truida en el país, a través de procesos históricos diversos, se ha convertido en
un obstáculo al desarrollo”. Consideró, además, “que existe una alta vulnera-
bilidad del sector rural, el cual ha sido vulnerado permanentemente por los
mercados, la política pública, la política, el narcotráfico y los actores armados
ilegales” (Ministerio de Agricultura, 2010, p. 25).
255
José Jairo González Arias
256
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
De la tierra al territorio
El país ha vivido permanentemente en ciclos distintos de malestar rural, pero
con una constante histórica: la lucha del campesinado por la tierra y sus territo-
rios y por la distribución equitativa de los recursos asociados a esta, sumada a
la demanda por justicia y democracia.
De allí que la demanda de los campesinos por la tierra para trabajar se ex-
tienda a garantizar el territorio donde viven, desarrollar su entorno familiar,
social y comunitario. Este tránsito de la lucha por la tierra a la defensa del
257
José Jairo González Arias
258
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
Son los campesinos sin tierra, los minifundistas, los aparceros, los arrendata-
rios, los pequeños y en algunos casos los medianos productores independientes
del departamento, cuya descomposición, desalojo y expulsión hacia los peque-
ños y medianos centros urbanos o hacia las nuevas fronteras de colonización,
quienes hasta ahora corren con los gastos de la “modernización”, pero también
de los conflictos y violencias generadas.
Durante la década de los sesenta, el perfil agrario, social y político del Huila
se había alterado sensiblemente como consecuencia del proceso acelerado de
transformaciones en la estructura económica productiva regional que no impi-
dieron, sino que incluso facilitaron el paulatino proceso de descampesinización
por la vía terrateniente.
259
José Jairo González Arias
básicamente ligada con el cultivo del arroz. A su vez, el desarrollo de esta área
significó un lento proceso de transformación de algunos de aquellos latifundios
destinados anteriormente a la ganadería en predios dedicados a los cultivos
comerciales.
En tercer lugar, sobre la parte centro-sur y norte del departamento, hacia sus
áreas cordilleranas central y oriental, predominaba un tipo de economía cam-
pesina, de aparcería y de arrendamiento, cuyas pequeñas extensiones estaban
dedicadas básicamente a los cultivos temporales de pancoger como yuca, maíz,
legumbres, fríjol y, excepcionalmente, plátano, cacao y café.
4 En 1982 el clima era tan adverso a las políticas redistributivas de la Reforma Agraria, que tuvo
que intervenir uno de los históricos líderes del conservatismo, Rafael Azuero Manchola para
convencerlos de la necesidad de viabilizar la política de tierras puesta en marcha por el gobierno
260
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
de Belisario Betancourt. En el decir de este dirigente: “Yo no he llegado a este recinto con el
ánimo de concurrir a una asamblea de vanidosos propietarios y oligarcas de tierras, que engreí-
dos con lo que tienen o con un criterio egoísta, se sientan sobre sus propiedades a mirar celosa-
mente que nadie se las pise y que no se les desmorone un solo pedazo de tierra y un solo terrón
de sus linderos.Yo he venido con la convicción de que ustedes han formado esta Asociación para
que colabore en la marcha del país. Que no es antagónica con el interés de los usuarios, también
agremiados. Yo no encuentro antagonismo entre las aspiraciones de los usuarios y de las de los
terratenientes”,
5 Según el estudio de Silvia Rivera (1987), antes de perder el respaldo gubernamental, “la ANUC,
en el año de 1971, estaba constituida por cuarenta y uno por ciento de aparceros o de granjeros
vinculados a los latifundios ganaderos o a haciendas tradicionales; treinta y seis por ciento de
campesinos, colonos u otros, que querían ocupar tierras públicas o inexplotadas; dieciocho por
ciento de jornaleros y cinco por ciento de indígenas, especialmente del Cauca” (p. 15). En el
periodo presidencial de Misael Pastrana (1970-1974) empezó su desmantelamiento.
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José Jairo González Arias
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De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
Por todos los medios locales, la Asociación de Propietarios Rurales del Huila
(ASPRHU) encabezó, incluso a nivel nacional junto con la SAC y Fedegan, una
muy agresiva campaña publicitaria contra los partidarios de la reforma agraria
en el país y en el departamento, campaña de la que no se escaparon ni sus co-
partidarios políticos del conservatismo.
Por su parte, el Gobierno asustado también por la oleada agrarista que sacu-
día al país, inició un proceso de reformulación y replanteamiento de la estrate-
gia para el desarrollo rural. Apoyado en el pacto contrarreformista de Chicoral,
entendió que había que ir más allá de las modificaciones y ajustes legales al
263
José Jairo González Arias
264
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
265
José Jairo González Arias
Como bien lo señala Alejo Suarez, uno de los líderes campesinos luchadores
por el derecho a la tierra de los años setenta: “… toda la violencia que se generó
en esa región contra las comunidades campesinas, fue una retaliación de las
élites terratenientes por la actitud de desafiar el control ideológico, político y
social que ejercían sobre ellas […], permitió que esos campesinos comenzaran
a tener una relación de iguales con las personas que eran los poseedores de los
bienes materiales de esa región. Recuperaron un elemento que yo creo que es
esencial dentro de las relaciones humanas: La dignidad” (Comisión Nacional
de Reconciliación y Reparación, 2010).
6 De acuerdo con algunas fuentes, para 1972 la cifra de campesinos detenidos se elevaba a 2084
y la de muertos a más de medio centenar. En el 2001 fue asesinado Alberto Álvarez Madrigal,
presidente de la ANUC Huila.
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De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
Ya desde 1981, los colonos del Pato, región limítrofe con el departamento, se
hicieron oír en la marcha que hicieron más de 10.000 campesinos hasta Neiva
para protestar por la militarización del campo a través de las llamadas “ope-
raciones contrainsurgentes”, desarrolladas en toda la región por el ejército na-
cional en la “campaña de exterminio y aniquilamiento contra las guerrillas”
emprendida por el general Camacho en toda la región nororiental del Huila,
y exigir que se garantizara el derecho a la vida y el respeto por los derechos
humanos (González, 1992).
Como bien lo dice Alejo Suárez, uno de los líderes de la lucha por la tierra:
“La reforma agraria era un discurso vacío […] Hablabas de la reforma agraria,
pero no había ningún proceso de redistribución de la tierra. Hablabas de faci-
lidades de créditos, pero ¿a quién le ibas a dar créditos, si no tenías tierra para
producir?” (Comisión Nacional de Reconciliación y Reparación, 2010).
267
José Jairo González Arias
Para mediados de los noventa, el país, por efecto de las políticas comerciales
aperturistas, entró en una de las peores crisis económicas de su historia recien-
te. Los impactos sobre la agricultura fueron severos. En este contexto, los pro-
ductores rurales se vieron abocados a la quiebra o impelidos a tomar el rumbo
de las economías ilegales.
268
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
En el Huila y Caquetá, los efectos de esta apuesta de desarrollo rural que solo
beneficiaba al gran capital, no se hicieron esperar. Los noventa comenzaron con
una ola de movilizaciones rurales que involucraron a campesinos, colonos del
piedemonte y pequeños y medianos productores.
8 El capítulo XIII de la Ley, dedicado a la colonización, establece las zonas de reserva campesina
(ZRC) como figura destinada a fomentar y estabilizar las economías campesinas de los colonos,
así como a evitar la concentración de la propiedad territorial.
269
José Jairo González Arias
Sin embargo, ante las dilaciones para el cumplimiento de la ley por parte del
Gobierno, los campesinos productores tuvieron que realizar durante los meses
siguientes sucesivas marchas, concentraciones, protestas y amenazas de paro.
Solo así aseguraban lo pactado y el cumplimiento de la ley. Como muy bien lo
sabían sus propios dirigentes: “Ahora tenemos que dar otra pelea para que se
nos cumpla, porque con el gobierno colombiano suceden dos cosas: una pelea
para que firmen y otra para que cumplan” (Perea, 1996).
270
De la tierra al territorio en Colombia: Reflexiones desde los estudios regionales del sur
Otros campesinos fueron articulados por las dinámicas de las economías ile-
gales, dentro de las fronteras del departamento o fuera de este, especialmente
con los cultivos de amapola y de coca.
271
José Jairo González Arias
Bibliografía
Balcázar, A., López, N., Orozco, M. y Vega, M. (2001). Colombia: alcances y
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masas. Tribuna Roja. Recuperado el 12 de diciembre de 2012, de http://tri-
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273
PARTE IV
REFLEXIÓN FINAL
Para seguir comprendiendo las
teorías y tramas:
Educación e investigación en la
construcción de paz
Introducción
Este capítulo tiene como objetivo proponer algunos de los retos, desafíos y
obstáculos que enfrentan las investigaciones sobre paz y conflicto en Colombia,
en un contexto demarcado por la posibilidad de una salida negociada al enfren-
tamiento que durante más de medio siglo sostienen el Estado colombiano y las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Si bien en los textos presentados en este libro no hay ningún trabajo que ha-
ble de manera específica de la relación entre educación, investigación y paz en
Colombia, es pertinente anotar que el esfuerzo colectivo de esta primera etapa,
es producto de investigadores con una amplia experiencia en aulas de clase y
trabajo con comunidades afectadas por un conflicto degradado en sus princi-
pios ideológicos y exacerbado por los intereses económicos. Un rompecabezas
de teorías y tramas que tienen en su diversidad disciplinar y de enfoques, la
complejidad de un conflicto que se resiste a las miradas reduccionistas de la
guerra vs. la permisividad.
278
Para seguir comprendiendo las teorías y tramas: Educación e investigación en la construcción de paz
Tal vez, y no es broma, es una de las frases más serias si se quiere hablar de
paz en Colombia. Los distintos trabajos presentados en este libro hablan de un
profundo desconocimiento en el momento de abordar temas complejos como
narcotráfico, movimientos sociales, medios de comunicación, región, territo-
rios, intelectuales, variables que quedan reducidas por el simplismo en el que
se cae cuando se habla de paz, y que la mayoría de las veces se legitima en
una encuesta en la que una buena parte de la población colombiana está de
acuerdo en buscar la paz.
Pacífico tiene razón: todos hablamos de ella, pero hay muy poco compromiso
a la hora de buscar los aportes que se pueden hacer para que esta no quede en
un acuerdo firmado por las élites del poder o los líderes de los grupos ilegales.
Para reforzar esta situación, nuestra sociedad quiere que otros solucionen el
problema, pero no quiere ponerse la camiseta y buscar las alternativas, pues
esto implica una tarea desgastante.
279
Jaime Wilches Tinajacá, Ricardo García Duarte
280
Para seguir comprendiendo las teorías y tramas: Educación e investigación en la construcción de paz
ciudadanos y profesionales útiles al sistema laboral, pero con pocas ideas para
pensar caminos que fortalezcan la justicia, la reparación y la reconciliación.
A veces se piensa, de manera ingenua, que los únicos profesionales que de-
ben estar preparados para la paz son los abogados, los politólogos y los psi-
cólogos, entre otros profesionales de las ciencias humanas. Pero, ¿será que no
podemos pensar en el papel de los médicos y la necesidad de motivar más su
trabajo e impacto en las regiones?, ¿los ingenieros y sus asociaciones podrían
ayudar a que la infraestructura en este país no sea tan precaria?, ¿nuestros cere-
bros fugados no deberían tener un estímulo que les permita volver a Colombia
y asesorar programas de educación en zonas del país donde los recursos natu-
rales han sido subutilizados o capturados para las rentas de algunos grupos de
poder legal e ilegal?
281
Jaime Wilches Tinajacá, Ricardo García Duarte
282
Para seguir comprendiendo las teorías y tramas: Educación e investigación en la construcción de paz
Pueden ser múltiples las respuestas, pero un punto que no admite dis-
cusión es que el modelo de educación en Colombia no es pertinente
con el país que queremos en un futuro, y que se supone, visualizamos,
sin la presencia del conflicto armado. Está sobrediagnosticado que la
violencia va mucho más allá del fenómeno armado, y que existen otras
expresiones que terminan enredando las tramas que van enredando
nuestra incapacidad para resolver conflictos.
283
Jaime Wilches Tinajacá, Ricardo García Duarte
284
Para seguir comprendiendo las teorías y tramas: Educación e investigación en la construcción de paz
En este sentido, y puede ser un punto polémico y para el debate, más que
seguir formulando proyectos de investigación sobre construcción de paz o re-
solución de conflictos en Colombia, lo que podríamos hacer desde las univer-
sidades y con el apoyo más activo del Estado y la sociedad civil, es fortalecer y
divulgar los hitos investigativos que han marcado el estudio de estas temáticas
en Colombia.
Así pues, para evitar que sea la publicidad y los medios los que hagan la
divulgación del conocimiento, es necesario que las universidades apoyen a sus
investigadores en el momento de difundir sus experiencias, y si se quiere, de
tener asesoría para que estos trabajos no se queden en el lenguaje especializa-
do, y sirva para inspirar y construir referentes en los jóvenes, quienes ante la
ausencia de estos, terminan validando figuras exacerbadas por los medios de
comunicación.
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Hace un par de años, Pablo Arango publicó un artículo en el que critica la po-
breza de las publicaciones universitarias, sus errores ortográficos y la obsesión
de las universidades por ubicar los textos en una escala de puntajes. Meses des-
pués, Nicolás Morales respondió el texto de Arango y, con algo de sarcasmo,
cuestionó su excesiva generalización y desconocimiento de la industria edito-
rial, que como todas tiene obras excelentes, buenas, malas y regulares. En me-
dio de esta discusión, un punto en el que se encontraban los dos artículos, era
en el aceptar lo lejos que estamos de la sociedad en el momento de cautivar con
ideas que se salgan de la lógica del entretenimiento que producen, en palabras
de Vargas Llosa (2012), la sociedad del espectáculo, la cual tiende a banalizar
las discusiones fundamentales, y en el caso de nuestros conflictos, a convertir-
los en productos etiquetados para vender. Para el escritor peruano:
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Jaime Wilches Tinajacá, Ricardo García Duarte
Nadie dice que es una tarea fácil. Desde la Academia y las organizaciones
sociales también se juegan intereses y posiciones ideológicas que necesitan un
manejo cuidadoso para sacar adelante procesos sociales. Identificar esta proble-
mática, contrariamente a lo que creen algunos integrantes de este tipo de organi-
zaciones, no debilita estas iniciativas ni fortalece el statu quo. Todo lo contrario,
reconocer estas dificultades y tramitar en un ambiente de respeto y tolerancia
que se produce por las contradicciones de las formas de vivir y pensar, puede
llegar a convertirse en un ejercicio que llegue a demostrar la capacidad que tene-
mos como sociedad de movilizarnos, a pesar de nuestras diferencias.
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Para seguir comprendiendo las teorías y tramas: Educación e investigación en la construcción de paz
Cómo se puede esperar que surja una cultura del diálogo entre los
colombianos si muchos de sus periodistas muestran precisamente lo
contrario en las producciones diarias de noticias: un diálogo de sordos
en donde el ataque al otro está por encima de la comprensión racional
de sus ideas y la creación de estereotipos de las minorías que solo
enseñan a temerlas, excluirlas o despreciarlas, reemplaza a la cons-
trucción de una idea de Nación que incluya a todos los que vivimos
en este país.
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Bibliografía
Anrup, R. (2011). Antígona y Creonte: rebeldía y estado en Colombia. Bogotá:
Ediciones B.
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Para seguir comprendiendo las teorías y tramas: Educación e investigación en la construcción de paz
Nussbaum, M. (2010). Sin fines de lucro: por qué la democracia necesita de las huma-
nidades. Buenos Aires: Katz Editores.
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Este libro se
terminó de imprimir
en mayo de 2014
en los talleres de impresión de
la Editorial UD
Bogotá, Colombia