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Desde el año 2012, el destacado y multifacético historiador y jurista chileno,

actualmente profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de


Madrid, Javier Barrientos, viene empeñado en una tarea que no dudamos en calificar
de hercúlea. Se trata de realizar una edición del Código Civil que integre la historia
de los preceptos, sus concordancias internas y externas (de otros Códigos o Leyes),
observaciones dogmáticas sobre su interpretación y un pormenorizado recuento de
las decisiones jurisprudenciales más relevantes que han recaído sobre ellos.

Este año, y bajo el alero de la editorial Thomson Reuters, aparece la cuarta edición
de la obra que ofrece un incremento significativo de los análisis y estudios del autor,
que no solo ponen al día los comentarios de las ediciones anteriores, sino que
aumentan considerablemente el número de normas objeto de análisis. Ello explica
que la obra haya pasado a contar de tres volúmenes, en vez de los dos que
contemplaban las ediciones anteriores. Las leyes complementarias al Código Civil,
antes colocadas, como es usual en nuestras ediciones del Código de Bello, al final
como un apéndice, ahora son incorporadas en un tomo autónomo y que el autor,
con justa razón, ha pasado a denominar “Derecho Civil no codificado”, con la
particularidad adicional de que esas leyes, en vez de insertarse según el orden
cronológico de su entrada en vigencia, son agrupadas temáticamente según las
materias de los cuatro libros del Código: personas, bienes, sucesiones y
obligaciones. Al parecer, por razones de comercialización, este tercer volumen no
se presenta formalmente como tal, pero resulta obvio, por su formato y su contenido,
que tiene esta calidad.

En la nueva edición que comentamos, además de la introducción a la génesis del


Código Civil, el autor ha añadido lo que llama “Observaciones generales” como
introducciones al título preliminar y a cada uno de los cuatro libros en los que se
divide el articulado. Lo mismo sucede con una buena parte de los títulos en los que
se dividen dichos libros. Con ello el lector puede obtener una visión más amplia y
profunda del sentido de las regulaciones, de su contexto histórico y de sus fuentes,
que a veces se pierde en las obras de comentario exegético que desarrollan solo el
contenido particular de cada norma o artículo.

Los comentarios que acompañan a los artículos se clasifican en dos grandes


secciones: la primera, que el autor denomina de manera genérica “Observaciones”,
y la segunda, que se refiere a la “Jurisprudencia”, en la que se cita la doctrina de los
fallos más relevantes que se han dictado sobre el precepto. En las “Observaciones”
el autor suele distinguir entre “Historia” y “Fuentes y contexto”. En la subsección de
“Historia” podemos encontrar una revisión de cómo el artículo se forjó en el proceso
de redacción del Código Civil, pasando por cada uno de sus proyectos, en especial
el Proyecto de 1853 y el llamado “Proyecto Inédito”; mientras que en la subsección
de “Fuentes y contexto” se hace referencia a las anotaciones o escritos de Bello que
pueden dar noticias del origen histórico de la norma y de la intención del redactor.
En esta parte se acude también a anotaciones que hizo Gabriel Ocampo al Proyecto
de 1853, que son poco conocidas en nuestro medio.

Quizás la sección que más utilidad preste a los abogados es aquella que se titula
“Jurisprudencia”. En esta parte el autor ha tenido el cuidado de no colocar las
síntesis de los fallos de manera cronológica, sino que ha construido un verdadero
comentario jurisprudencial de la norma al sistematizar el material en diversos
puntos, cada uno con un título que a veces es un poco extenso pero que tiene la
virtud de resumir claramente la posición que el o los fallos que se citan después de
él sostienen. En esta edición, además, se da cuenta de los cambios que, en ciertas
materias, se han producido en la jurisprudencia civil con el paso del tiempo. Por
ejemplo, si acudimos al tomo II, donde se encuentra el art. 1489, encontraremos una
sintética exposición de cómo se ha ido imponiendo en los fallos de la Corte Suprema
la idea de que la acción indemnizatoria es autónoma y no accesoria a la acción de
resolución por incumplimiento del contrato (t. II, pp. 439-441). Algo similar sucede
con el análisis del tipo de interés que se requiere acreditar para demandar la nulidad
absoluta de un acto o contrato conforme al art. 1683, en que se da cuenta que desde
la tesis tradicional de que debe tratarse de un interés patrimonial o económico se ha
ido avanzando hacia la idea de que basta acreditar un interés jurídico relevante (t.
II, pp. 657-662).

Debe también destacarse la intensa y necesaria incorporación de la jurisprudencia


del Tribunal Constitucional en múltiples materias propias del Derecho Civil,
normalmente emanadas de sentencias dictadas al fallar requerimientos de
inaplicabilidad. Resulta sorprendente comprobar cómo este órgano constitucional ha
estado interviniendo en la interpretación de las normas del Código Civil, lo que
muestra que la llamada "constitucionalización" del Derecho Civil es una progresiva
tendencia también en nuestro país.

Junto con la jurisprudencia, de cuando en vez, se apuntan opiniones doctrinales de


autores tradicionales (Claro Solar, Alessandri, Chacón, Fabres) pero los más
recientes tampoco están ausentes. El mismo Barrientos no se resiste a dejar su
propia opinión sobre algunas materias que ha estudiado detenidamente en otros
libros o artículos de su autoría. Así sucede con el comentario al art. 915 en el que
defiende su tesis de que el artículo, cuando alude a quien “posee a nombre ajeno”,
no se refiere al mero tenedor, como sostiene prácticamente la unanimidad de los
autores y de la misma jurisprudencia, sino al detentador que ha tomado la cosa por
mandato, representación legal o agencia oficiosa del poseedor, según lo dispuesto
en los arts. 720 y 721 del Código Civil (t. I, p. 1058-1059). Lo mismo puede
apreciarse en el comentario sobre la naturaleza jurídica de la compensación
económica en caso de divorcio o nulidad de matrimonio, para la que defiende su
tesis de que estamos frente a un derecho derivado del menoscabo económico y. no
como han sostenido algunos. de una fórmula para restablecer el equilibrio entre los
cónyuges (t. III, Derecho Civil no codificado, p. 199). Más notoria es la incursión
doctrinal que se hace respecto del pago de lo debido. ya que ella aparece incluida
en la sección “Observaciones generales”, sin que se refieran fallos judiciales sobre
los puntos tratados (t. II, pp. 997-1005).

Como lo advierte el mismo autor en el prefacio, en esta última edición el lector puede
encontrar un aumento significativo del comentario al art. 4 del Código Civil.
Observamos una minuciosa reconstrucción histórica del precepto durante el proceso
de elaboración del Código Civil y que se conecta con una concepción sobre la
codificación nacional y la pluralidad de códigos que la compondrían. Además,
Barrientos aprovecha la ocasión para compartir sus reflexiones sobre si puede
seguir ocupándose la categoría de “Derecho común” para efectos de suplir los
vacíos de leyes especiales y si el Código Civil debe ser considerado como tal,
afirmándolo respecto de las materias de Derecho Privado, pero negándolo respecto
de las leyes de Derecho Público (t. I, pp. 57-73), conclusión que nos parece
discutible, aunque es probable que Barrientos tenga razón en que esa función del
Código Civil no cabe deducirla del art. 4º de su título preliminar.
Dada la naturaleza más bien informativa del texto, la historia y la aplicación
jurisprudencial del Código Civil y sus principales leyes, la inserción de opiniones
personales del autor podría ser objeto de crítica. Pensamos, sin embargo, que
quizás sea esta una objeción demasiado escrupulosa dada la envergadura de la
obra. En todo caso, para futuras ediciones podría recomendarse que se distinguiera
una nueva sección en los comentarios o en algunos de ellos que se titule “opinión
del autor”, para así dejar en claro lo que es síntesis de lo afirmado por otros y aquello
que es interpretación personal de quien escribe.

No podemos cerrar esta breve reseña sin dar cuenta de la elegancia y concisión de
la redacción castellana que exhibe Javier Barrientos en estas más de 1.200 páginas.
Sin duda en este punto, como en varios otros, su libro puede ponerse a la altura de
la gran obra jurídico-literaria que es el Código Civil de Bello.

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