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TP Arlt
Teoría Literaria
Comisión C
mismo texto. Vuelve contenido y forma uno solo, para despabilar al lector de sus siesta prosaica y
obligarlo a escuchar a Dios o al Diablo en un manifiesto sobre el futuro. Un devenir que será
construido y apropiado por quienes tienen algo para decir, porque en definitiva, la literatura es eso,
decir algo.
Arlt asume una postura política sobre lo literario. Lejos de los formalistas y las excusas para
escribir utilizando herramientas, se centra en lo que hay para decir, en el contenido. La técnica es
escribir, en cualquier parte. Si de teorizar se trata, lejos de los ejemplos de Culler, que toma de
referencia mentes privilegiadas que pudieran abstraer el mundo y analizarlo críticamente, como
Foucault y Derrida, escribiendo porque hay algo para decir, siguiendo la arenga de las palabras del
autor, aunque pueda apenas parecer una hipótesis de café de una Buenos Aires borgeana que
deporta sus malevos y reniega de sus orillas con la muerte de Azevedo, mientras son adoptados por
el propio Arlt como herencia literaria; podemos suponer que este alegato nos habla del futuro
El texto firmado en 1931, encierra un clima de época. El boxeo como deporte popular presta
su puño, mientras que en la Argentina está fresco el primer golpe militar intenta la restauración
oligárquica anestesiada por la unión cívica radical. Las vanguardias artísticas se van agotando bajo
el propio peso del tiempo que convierte lo nuevo en viejo y algunas expresiones otrora disrruptivas
se alinean con el ascendente fascismo, un futurismo alejado del devenir que quiere ganar Arlt. La
Gran Guerra y el Crack del 29, demostraron que las promesas de progreso indefinido que el
Capitalismo prometió, solo fueron relatos ficcionales que revelaron su final y su tinta, y para esa
altura ni el más positivo ni el más positivista podía negar. La década del veinte sólo fue un
paréntesis, un cuento de hadas que a la hora señalada se volvió calabaza. Como nuestro país, que se
volvió si no calabaza, trigo, cebada o vaca. El modelo agro exportador reveló su final como el truco
Nazareno Varela Duarte
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de un mago que ya no tiene gracia, pero que se sigue usando para subsistir. Comenzaba la eterna
melancolía sobre el mito del granero del mundo, que cosecha sentido común hasta nuestros días
dibujando sinécdoques históricas que impulsan las mareas de la opinión pública, mientras los dioses
hacen de Argentina la tierra prometida que fue potencia mundial y borran huellas como si taparan la
caja de Pandora que firmó el Pacto Roca-Runciman. Qué rica podría ser una literatura mitológica
del Plata (que tomó la literatura como mitología fundadora de civilización o barbarie o de hermanos
unidos), hoy potenciada por las redes sociales y los nuevos lenguajes digitales que expanden al
infinito la idea de que cuando hay algo para decir se escribe en cualquier parte y de cualquier modo.
Se olvidó de aclarar Arlt, que hay que pensarlo antes de vomitar los que otros piensan por nosotros.
O la contracara de la consciencia de saldos, “si querés cambiar el mundo, leé un libro”, como si el
papel y las letras impresas por sí solas hicieran que el universo conspire a nuestro favor para
despertar los espíritus aletargados por los mitos. Entonces si construimos una literatura de esos
Si coincidimos con Egleaton, podríamos partir de que no hay una esencia de la literatura que
la defina unívocamente, pero sí es necesario destacar que es esencialmente social ya que deriva del
lenguaje y su uso. Este también esencialmente social mediatiza el pensamiento y el mundo, lo hace
aprehensible, configura las abstracciones que permiten la separación en elementos de esa confusa
“(…) estructura de valores (oculta en gran parte) que da forma y cimientos a la enunciación
de un hecho constituye parte de lo que se quiere decir con el término “ideología”. (…) entiendo por
‘ideología’ las formas en lo que decimos y creemos se conecta con la estructura de poder o con las
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Egleaton, Terry. Una introducción a la teoría literaria. Fondo de cultura económica. Pag. 27
Nazareno Varela Duarte
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“(…) Las novelas han tenido la fama durante mucho tiempo de crear insatisfacción en los
lectores para con la vida que han heredado y despertarles el anhelo de algo nuevo, ya sea la vida en
la gran ciudad, el amor o la revolución. Al hacer posible, que nos identifiquemos con gente de
nuestra clase, sexo, raza, nación o edad, los libros promueven compañerismo que disuade la lucha;
pero también puede transmitir con viracidad una sensación de injusticia que posibilite el
progreso social”.2
una herramienta de pensamiento sobre el mundo en el que se vive y en el que otros trascendieron,
por eso: “podemos abandonar de una vez por todas la ilusión de que la categoría ‘literatura’ es
‘objetiva’, en el sentido de ser algo inmutable, dado para la eternidad. Cualquier cosa que
Arlt sabiendo esto admite la posibilidad de que escribe mal, como se dice de él, ¿pero quién
lo determina? ¿Quién ostenta tanto poder como para determinar que algo en constante
transformación está correctamente elaborado? “Las personas honorables”. Los dueños de las
palabras crean instituciones que se autoproclaman jurados de la lengua, que sentencian las “buenas”
palabras y las “malas” palabras, pero que sobre todo se anquilosan en una torre de marfil de letras
que vigilan sus campos y sus rentas, lo que le permite escribir para unos pocos miembros de su
familia y sobre todo para asegurar ese capital cultural que los iguala en las elites al mismo tiempo
que legitima su desprecio por el hablar rabioso de quienes disputan como en un ring las verdades de
la letra escrita.
Para pelear esa batalla simbólica, es necesario trabajar, “sudar tinta”. Arlt se reconoce como
obrero de las letras y en oxímoron declara el lujo de poder vivir de su oficio de periodista y
2
Culler, Jonathan. Breve introducción a la teoría literaria. Crítica. Barcelona. Pag. 53
3
Egleaton, Terry. Una introducción a la teoría literaria. Fondo de cultura económica. Pag. 22
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denuncia la lógica de la oferta y demanda imperante en todas las esferas de la vida social:
gusto llenarse la boca hablando de él. El día que James Joyce esté al alcance de todos los
bolsillos, las columnas de la sociedad se inventarán un nuevo ídolo a quien no leerán sino
pertenece es de todos. Es lo paradójico de los clásicos, todos los conocen, desde los mitos griegos
hasta Romeo y Julieta, llegando a Poe por poner algunos ejemplos que se han masificado, adaptado,
“vulgarizado”. Sin embargo, esta deformación de las verdaderas formas, no puede ser denunciada
por los dueños de la cultura, si lo hicieran, evidenciarían el carácter histórico e ideológico de esa
institución literaria. Sin mencionar que muchas obras en el momento de su publicación fueron
rechazadas por la crítica y el público condenándolas a los márgenes de la literatura, pero que con el
correr del tiempo accedieron al Olimpo de las letras. Arlt mismo fue elevado postmortem al panteón
de la pluma argentina junto a Borges y Cortázar. Fatídica maldición del artista transgresor que
recibe mérito social por su trabajo cuando no puede disfrutarlo. O pago por inaugurar un estilo y
propiciar la instalación de un nuevo gusto que discurre dialécticamente entre las obras, el público y
el tiempo, evidenciando una vez más su carácter histórico. ¿La obra es producto del gusto o este es
generado por la obra? Depende del texto seguramente y de las intenciones del escritor. Pero sin
En su prólogo, Roberto Arlt deja de lado la presentación de su libro y opta por clarificar su
literatura. Esta discute con la concepción dominante que determina lo bien o mal escrito y que solo
gira en círculos sobre sí misma, que es “autorreferencial”. El autor confiesa su secreto, mucho
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