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Las nanotecnologías hacen ¡BANG!

| Le Monde diplomatique, edición peruana

Las nanotecnologías hacen ¡BANG!


Sab, 10/03/2009

por Mateo Cueva*

El acrónimo BANG remite a la convergencia de disciplinas que permite la creación y


manipulación de la materia a escala atómica mediante las “nanotecnologías”. Sus
aplicaciones son ilimitadas, y constituyen una revolución científica e industrial, en la que
algunos ven la panacea de todos los males de la humanidad. Otros advierten el peligro de
una mayor concentración económica y de una transformación radical del homo sapiens,
en la que pos-humanos dominarían a los humanos de segunda clase.

Cuando en 1986 el investigador Eric Drexler popularizó el término “nanotecnologías”, las


definió como el conjunto de técnicas que permiten la creación y manipulación de objetos
materiales de un tamaño comprendido entre 1 y 100 nanómetros (1). Era en realidad una
definición de vasto alcance, porque casi todas las sustancias que existen en el mundo
están estructuradas a esa escala. Disciplinas tan diversas como la química, la ciencia de
los materiales, la física del estado sólido, la ciencia farmacéutica, la biología química y
molecular y la ingeniería electrónica quedaban así reunidas, tanto a nivel conceptual como
operativo.

Cerca de un cuarto de siglo después, la manipulación de la materia a escala atómica


permite concebir nanoestructuras dotadas de propiedades radicalmente nuevas. Un
amplio conjunto de ciencias y aplicaciones –biotecnologías, tecnologías de la información,
ciencias cognitivas– entraron en interacción. Se produjo una prodigiosa “convergencia” de
disciplinas, hasta ese momento relativamente compartimentadas, en la que se
entremezclaron bits, átomos, neuronas y genes bajo el –sugestivo– acrónimo ¡BANG!

Incógnitas de una nueva era


El programa incluye: descontaminación de los suelos y aguas subterráneas, producción
de pantallas planas en base a nanotubos de carbono, baterías de bajo peso y alta
densidad de energía, bionanotecnología (observación del comportamiento de moléculas
individuales al interior de sistemas biológicos), laboratorios de análisis clínicos
miniaturizados en un chip (lab-on-a-chip). Ya se anuncia la computadora portátil que
realiza un trillón de operaciones por segundo (2), las pinturas fotovoltaicas a unos pocos
centésimos el metro cuadrado, aplicables en edificios y rutas, los generadores solares de
un terawatt (es decir mil gigawatts) de potencia y la fabricación en serie de cualquier tipo
de producto nanotecnológico al precio de un dólar por kilo.

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Anticipándose a los industriales, los ejércitos se lanzan a la conquista de ese “mundo de


abajo” donde, como predijo el físico Richard Feynman, “hay mucho espacio” (3). En
Estados Unidos, las aplicaciones militares se llevan la parte del león del presupuesto de la
National Nanotechnology Initiative. El Departamento de Defensa estadounidense apoya
actividades de investigación a nanoescala en química, biología, electrónica y en el campo
de la energía. Por su parte, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de
Defensa de Estados Unidos –Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA)–,
que entre otras experiencias, participó de la gestación de internet, promueve programas
sobre modelización matemática de las leyes de la biología, desarrollo de prótesis
controladas por el cerebro, o incluso fabricación de interfaces insectos-máquinas, que
permiten vislumbrar la transformación de mariposas nocturnas en drones vivientes
manejables a distancia.

Estos proyectos incluyen también la fabricación de relojes atómicos que caben en un


chip, la producción de proteínas terapéuticas (anticuerpos, vacunas) concebidas apenas
veinticuatro horas después de la detección de nuevos agentes infecciosos, así como toda
una serie de materiales: ordenadores cuánticos (calculadoras cuyo principio se basa en
las propiedades cuánticas de la materia) (4), criptografía cuántica, sistemas de
transmisión y de conmutación ópticas de muy alto débito.

En caso de realizarse, estas aplicaciones encontrarán una utilidad en el ámbito civil. En


contrapartida, no será el caso de las nanoarmas, cuya investigación y producción fueron
oficialmente elevadas al rango de prioridad en India y Rusia en 2004 y 2007. A los
micromisiles, microsatélites, nanosustancias tóxicas o patógenas derivadas de la
miniaturización de dispositivos existentes, se agregan algunos tipos de armas
completamente nuevos. Por ejemplo, se están considerando unas minúsculas trampas de
antimateria (un microgramo equivaldría en potencia a 44 kg del explosivo TNT), lo que
permitiría miniaturizar bombas termonucleares (5). Esas armas de destrucción masiva
serán, en opinión de los expertos, cada vez más fáciles de construir y guiar, pero muy
difíciles de detectar y neutralizar.

El informático visionario Raymond Kurzweil, miembro del Army Science Advisory Board –
comité encargado de asesorar al ejército de Estados Unidos en materia científica y
tecnológica–, advierte en la imbricación de las nanotecnologías, la genética y la robótica
un peligro máximo para la humanidad. Un ataque terrorista o militar de nano-robots, o de
estructuras moleculares patógenas, apodadas “gelatina gris” (grey goo) podría, según él,
destruir la “civilización” en unos pocos días. Kurzweil recomienda construir un sistema
nanotecnológico de defensa inmunitaria. Pero, al mismo tiempo, le entusiasma la idea de
que estas técnicas sean capaces de “solucionar algunos problemas multiseculares, como
aquellos relacionados con el envejecimiento o la enfermedad” (6).

La nanomedicina ya permite mejorar las técnicas diagnósticas, en particular por la


imagenología. Por ejemplo, Naomi Halas y Jennifer West, de la Rice University (Texas),
desarrollaron nanocápsulas de oro coloidal. Se trata de partículas formadas por varios
millones de átomos de oro y cuyas propiedades ópticas varían según el espesor.
Asociadas a hebras de ácido desoxirribonucleico (ADN), que se fijan naturalmente en el
emplazamiento de tumores cancerosos, ejercen una doble función, diagnóstica y
terapéutica. Al actuar como lupas, absorben las ondas de infrarrojo cercano que penetran
en la piel, y producen una imagen muy precisa del tumor. Y alcanza con aumentar la
dosis de infrarrojos para “cocer” el tumor y destruirlo.

Las propiedades antimicrobianas de la plata son conocidas hace milenios: sus átomos
matan los virus y las bacterias. Al pasar a la escala nanométrica, la eficacia de esas
partículas se multiplica. Ya se comercializan vendas con nanopartículas de plata, que
permiten eliminar más de ciento cincuenta agentes patógenos, incluidas bacterias
resistentes a los antibióticos. Para luchar contra las infecciones nosocomiales (las
enfermedades contraídas en hospitales, quinta causa de mortalidad en Estados Unidos)
se prevé utilizar nanopartículas de plata en los instrumentos quirúrgicos, como también en
las sábanas y cortinas. Desde 2006, la firma coreana Samsung comercializa un
lavarropas que utiliza iones de plata (recuperables) para eliminar todos los microbios
lavando la ropa con agua fría.

Las perspectivas de la nanomedicina hacen soñar; pero podrían también convertirse en

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una pesadilla. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,


la Ciencia y la Cultura (Unesco) hace sonar la alarma: “A largo plazo, la nanomedicina
podría acarrear una transformación radical de la especie humana. Los esfuerzos de la
humanidad para modificarse cómo y cuándo quiera podrían desembocar en una situación
tal que ya no sería posible hablar de ‘ser humano’” (7). Una trans-humanidad poblada de
Homo sapiens 2.0 abriría una nueva era, en la que pos-humanos dotados de unos
desempeños físicos e intelectuales “aumentados” coexistirían con humanos de segunda,
marginados en su humanidad misma (8).

Hoy ya podemos temer el escenario de una nanomedicina para ricos que movilizaría los
fondos públicos y los esfuerzos de investigación, mientras prosperarían en todo el mundo
los problemas de salud más urgentes, vinculados a la pobreza y las desigualdades
sociales. Más que nanopartículas de oro, los países en desarrollo necesitan políticas de
salud preventivas enfocadas a la alimentación y el hábitat, y acceso universal al agua
potable, a la educación y a los “medicamentos esenciales” (9).

La bioeconomía
El poder revolucionario de las nanociencias radica entonces en la convergencia de
tecnologías muy diferentes, federadas por las nanotecnologías propiamente dichas, que
garantizan su integración. Las nanobiotecnologías permiten controlar la auto-reproducción
de sistemas vivos para la ejecución de tareas precisas, a escala nanométrica, con fines
industriales.

La convergencia BANG abarca también a la naturaleza y el medio ambiente. Para luchar


contra el recalentamiento del planeta, el principal consejero científico del gobierno
estadounidense, John Holdren, promueve la idea de estudiar la geoingeniería, y en
particular, proyectos extremos como el espolvoreado de la atmósfera con nanopartículas
de sulfatos, para velar el sol. En oposición a la prudencia manifestada por el Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEC) de Naciones Unidas,
para quienes la geoingeniería es “altamente especulativa, no está demostrada, y plantea
riesgos desconocidos de daños colaterales” (10).

Estas reservas no desalientan a los geoingenieros, que quieren proceder a la


manipulación de los ecosistemas para cambiar el clima, propagando los árboles
genéticamente modificados o desarrollando granjas de fitoplancton para absorber el gas
carbónico. Según Viktor Smetacek, del Alfred Wegener Institute for Polar and Marine
Research (Alemania), y Wajih Naqvi, del Instituto Nacional de Oceanografía de India, las
diatomeas (algas microscópicas unicelulares) que flotan en la superficie de los océanos
podrían absorber grandes cantidades de gas carbónico, y después de su muerte,
almacenarlo durante “siglos” sobre el fondo oceánico.

Estos especialistas pusieron en marcha el proyecto indo-alemán Lohafex, que consistió


en “fertilizar” una vasta zona del Océano Antártico, entre enero y marzo de 2009,
vertiendo varias toneladas de sulfato de hierro, para estimular la multiplicación de algunas
algas. Este proyecto, extremadamente controvertido, contradecía flagrantemente la
decisión tomada por la Conferencia de la Organización de Naciones Unidas sobre
Diversidad Biológica en mayo de 2008, que decretó una moratoria sobre la fertilización
artificial de los océanos. Por lo demás, la experiencia parece hasta el momento haber
fracasado, porque si bien las algas efectivamente proliferaron, fueron sencillamente
devoradas por pequeños crustáceos (zooplancton). No obstante, descontando sus
importantes beneficios financieros (ver recuadro, pág. 30), algunas firmas privadas como
Climos Inc. o Planktos Science se apropiaron del tema y desarrollan proyectos de “eco-
restauración”.

Los geoingenieros también piensan que pueden arreglar los problemas alimentarios
mundiales. De aquí a 2017, el hambre afectaría a 1.200 millones de habitantes de las
setenta naciones más pobres (11). Si bien los países en vías de desarrollo disponían a
principios de los años 60 de un excedente comercial agrícola importante, hoy se
encuentran entre los importadores netos de productos alimenticios. A nivel mundial, diez
fabricantes monopolizan el 90% de la producción de productos agroquímicos, y más de
dos tercios de las semillas exclusivas. Su poder deriva de un dominio completo de la base
misma de la cadena de producción alimentaria, incluidas las semillas y sus genes. Por

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esa razón, a menos de emprender una reforma a fondo del régimen de patentes y del
derecho internacional de propiedad intelectual, media docena de multinacionales podrían
acaparar el patrimonio vegetal mundial, patentando su manipulación a escala molecular y
nanométrica (12).

Entretanto, la privatización de los datos genómicos y el fortalecimiento de las patentes


sobre las nanobiotecnologías les aseguran el control de su nano-manipulación. En 2007,
las semillas exclusivas (sometidas a un monopolio, en virtud de los derechos de
propiedad intelectual) constituían el 82% del mercado de las semillas comerciales. Los
gigantes de la industria agroquímica forjan alianzas contrarias a todas las reglas
antimonopólicas. Al sumar sus esfuerzos en investigación y desarrollo, cierran acuerdos
cruzados para liberarse de los costosos procesos vinculados a la protección de la
propiedad intelectual.

Por ejemplo, Monsanto y Dow Agrosciences se asociaron para producir, a partir de 2010,
semillas de maíz que contienen ocho huellas genéticas (dos contra los herbicidas y seis
contra los insectos); el 87% de la superficie total de los cultivos genéticamente
modificados del mundo llevan la etiqueta Monsanto (13). Esta industria tiene todas las
cartas en la mano para sacar provecho, aumentando los precios, de una crisis alimentaria
mundial que resulta a su vez de la desviación de una parte de los suelos cultivados hacia
los agrocombustibles. En julio de 2008, Monsanto aumentó en un 35% el precio de
algunas semillas de maíz genéticamente modificado.

Así, la bioeconomía que se perfila acentuará la convergencia de las bio-, nano- e info-
tecnologías, acelerando al mismo tiempo la concentración del capital alrededor de
algunas empresas que poseen el conocimiento práctico y la propiedad intelectual. Los
gigantes de la energía, de la química y del agroalimentario, como DuPont, BP, Shell,
Chevron o Cargill, serán de la partida. La era post-petrolera estará dominada por lo que
se ha denominado la “economía del azúcar” (14). La producción industrial se basará en
los “azúcares” extraídos de las materias primas biológicas (cultivos agrícolas, bosques,
algas, etc…) y su transformación en productos químicos y nano-productos de alto valor
agregado. Toda la química ligada al petróleo podrá ser entonces adaptada al carbono
vegetal (15).

Con la ayuda de la crisis del petróleo, es de temer el acaparamiento creciente, la


privatización y la mercantilización de los recursos biológicos y del patrimonio genético de
todo el planeta. A ello se sumaría una demanda masiva de materias primas agrícolas, en
detrimento de las prioridades alimenticias de los países en desarrollo, algunos de los
cuales, como Madagascar o Angola, ya están dispuestos a ceder enormes porciones de
su territorio a empresas extranjeras. ♦

Investigación y mercado
En 2007, el mercado total de las nanotecnologías estaba valuado en 135.000
millones de dólares. Muchas aplicaciones prometedoras están en fase de
laboratorio, y el trabajo de investigación y desarrollo aumenta sin cesar. En Estados
Unidos, el presupuesto destinado a la National Nanotechnology Initiative, creada en
2001 por la administración de William Clinton, asciende en 2009 a 1.500 millones
de dólares; las investigaciones abarcan la defensa, las ciencias básicas, la energía
y la salud.

En Europa, el VI Programa Marco de Investigación de la Comisión Europea (2002-


2006) asignó un presupuesto de 1.300 millones de euros a la investigación en el
campo de las nanotecnologías. Ese presupuesto aumentó a 3.500 millones de
euros para el período 2007-2013 (VII Programa Marco), y se le otorgó prioridad a
las nanociencias, los nanomateriales, la nanomedicina, la nanometrología, así
como al estudio de los impactos sociales.

La National Science Foundation (Estados Unidos) estimaba en 2000 que el


mercado mundial de los productos de las nanotecnologías sería de un billón de

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dólares en 2015 y emplearía a doscientos millones de personas en todo el mundo.


Pero en 2007, un estudio independiente (1) predijo un mercado de 1,5 billones de
dólares en 2015, es decir, el equivalente del mercado de la electrónica. n

(1) “Half Way to the Trillion Dollar Market? A Critical Review of the Diffusion of
Nanotechnologies”, abril de 2007, http://cientifica.eu/

REFERENCIAS
(1) Eric Drexler, Engines of Creation: The Coming Era of Nanotechnology, Anchor Books, Nueva York,
1986. Un nanómetro = una millonésima de milímetro. Para obtener una dimensión de 20 nanómetros,
hay que dividir por 1.000 el espesor de una hojilla de papel de fumar.

(2) 1018 operaciones por segundo. Véase el informe “Productive Nanosystems. A Technology
Roadmap”, Battelle Memorial Institute & Foresight Nanotech Institute, Palo Alto & Colombus,
Internano.org, 2007, pág. 61.

(3) “There’s Plenty of Room at the Bottom”, conferencia de Richard Feynman en la American Physical
Society, 1959.

(4) La mecánica cuántica constituye el pilar de un conjunto de teorías físicas que se agrupan bajo la
denominación general de física cuántica. Esta denominación se opone a la de física clásica, que
fracasó en su descripción del mundo microscópico –átomos y partículas– así como en la de algunas
propiedades de la radiación electromagnética (cf. www.techno-science.net).

(5) Jürgen Altmann, Military Nanotechnologies. Potential Applications and Preventive Arms Control,
Routledge, Londres, 2006.

(6) Raymond Kurzweil, Nanotechnology Dangers and Defenses,


www.kurzweilai.net/meme/frame.html?main= /articles/art0653.html

(7) Bert Gordjin, “Les questions éthiques en nanomédecine”, en Nanotechnologies, éthique et


politique, Unesco Editions, París, 2008.

(8) “Nanotech Rx. Medical Applications of Nano-scale Technologies. What Impact on Marginalized
Communities?”, Grupo de acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC Group), 2006. En:
www.etcgroup.org/es/

(9) Véase Germán Velásquez, “Medicamentos: ¿derechos o mercancia”, Le Monde diplomatique, ed.
Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2003.

(10) Cf. el Cuarto Informe de Evaluación del GIEC, “Climate change 2007”, noviembre de 2007.

(11) Stacey Rosen et al., “Food Security Assessment 2007”, United States Department of Agriculture,
julio de 2008.

(12) “Patenting the ‘Climate Change’… and Capturing the Climate Agenda”, ETC Group, junio de
2008.

(13) ETC Group, ¿De quién es la naturaleza? El poder corporativo y la frontera final en la
mercantilización de la vida, noviembre de 2008. En: www.etcgroup.org/es

(14) Idem.

(15) DuPont ya fabrica un biomaterial a partir de microbios sintéticos y azúcar, con miras a producir el
ingrediente básico de su fibra Sorona, que puede servir para producir todo tipo de textil, desde
lencería fina hasta alfombras. Cf. Bio-era, Genome Synthesis and Design Futures: Implications for the
US Economy, Cambridge, febrero de 2007.

*Seudónimo de un alto funcionario internacional.

http://www.eldiplo.com.pe/las-nanotecnologia-hacen-¡bang![24/03/2011 05:22:30 p.m.]

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