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INTRODUCCIÓN:

Este trabajo pretende exponer los hechos acontecidos en el Regimiento de Infantería de La Tablada,
Partido de La Matanza, durante el gobierno de Alfonsín, teniendo en cuenta, los momentos por los
cuales atravesaba el país; las características y objetivos buscados por el Movimiento Todos por la
Patria; como transcurrieron esos días de enero en los cuales se llevó a cabo dicho accionar; la
reacción por parte del Ejército Nacional, y las medidas e intervención del gobierno de Alfonsín en
estos hechos.

Este trabajo se dividirá en tres partes, en un primer momento, se expondrá el contexto histórico en el
que se enmarcaron los hechos; se hará referencia a la década del ’80, en el cual se ve involucrado el
desarrollo del gobierno de Ricardo Alfonsín y con 1 él, el retorno a la democracia.
En una segunda parte, se abordarán los sucesos y características que contrajeron los hechos del
Copamiento al Cuartel de la Tablada, y en una tercera parte, se utilizaran fuentes fotográficas y de
diversos diarios y revistas, entre los que se encuentra al diario La Nación, Crónica, y Clarín, que
fueron los que abordaron y trataron el tema por aquellos años.

PRIMERA PARTE: Contexto histórico


La Argentina en los años ’80

El 10 de diciembre de 1983 la Argentina había recuperado una vez más la democracia, luego de la
dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). El país venía
transcurriendo un ciclo de intermitencia de gobiernos constitucionales y dictatoriales desde 1930,
cuando el gobierno constitucional liderado por el presidente Hipólito Yrigoyen fue derrocado por el
primer golpe cívico-militar del país. Con posterioridad se produjeron los golpes de Estado de 1943,
1955, 1962, 1966 y 1976.
El gobierno constitucional liderado por el presidente Raúl Alfonsín de la Unión Cívica Radical tenía
como primer desafío interrumpir el ciclo elección-golpe, consolidar la democracia y entregar el
mando a otro presidente constitucional al finalizar su mandato el 10 de diciembre de 1989.
Ni bien asumió la Presidencia, Alfonsín ordenó investigar los delitos de lesa humanidad cometidos
durante la dictadura creando la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas —que emitió el
informe Nunca más al año siguiente—, a la vez que ordenó enjuiciar a todas las juntas militares que
se habían sucedido desde 1976 —exceptuando la última—, y las cúpulas de las organizaciones
guerrilleras que habían actuado en la segunda mitad de la década de 1970 —Montoneros y ERP—.
En 1985 se realizó el Juicio a las Juntas, resultando condenados cinco de los nueve dictadores
enjuiciados, dos de ellos a reclusión perpetua. Los delitos revelados en el Nunca más y las pruebas
producidas en el Juicio a las Juntas, abrieron nuevos juicios, mayoritariamente contra militares, por
su participación en crímenes de lesa humanidad.
Al promediar el gobierno de Alfonsín se incrementaron las presiones provenientes de importantes
grupos de poder, con la intención de que el Estado dejara de investigar los crímenes y juzgar a sus
responsables, abriendo camino a una amnistía. Como resultado de esas presiones, Alfonsín envió al
Congreso una «Ley de Punto Final» estableciendo una fecha tope para iniciar juicios por crímenes de
lesa humanidad, la primera de las llamadas leyes de impunidad.
Pese a ello, en la Semana Santa de 1987, un grupo de militares que adoptó el nombre de
Carapintadas, se alzó contra el gobierno constitucional, exigiendo que no se enjuiciaran a los
militares que habían cometidos crímenes de lesa humanidad cumpliendo órdenes. El presidente
Alfonsín envió tropas para contener el levantamiento, pero los oficiales al mando de las fuerzas del
gobierno demoraron interminablemente la movilización de las tropas, dejando en evidencia que el
gobierno constitucional no tenía el mando efectivo sobre las mismas. El levantamiento militar fue
respondido a su vez por una enorme multitud civil, que salió a la calle a defender la democracia,
apoyada activamente por los medios de comunicación, especialmente los canales de televisión, que
por entonces se encontraba en manos del Estado. Varios observadores atribuyen a esta movilización
civil, haber sido la causa de que el primer levantamiento carapintada no desencadenara un golpe de
Estado exitoso. Alfonsín negoció con los insurrectos y pocos días después envió al Congreso la
segunda ley de impunidad, conocida como «Ley 2 de Obediencia Debida», que prohibía enjuiciar a
militares que hubieran cometido delitos de lesa humanidad que tuvieran un grado inferior a coronel.
Pero las concesiones del gobierno no pusieron fin a los movimientos insurreccionales de los
militares, apoyados por grupos de poder tradicionales. La estabilidad de la democracia se vio
afectada también por el grave deterioro de la situación económica, jaqueada por una deuda externa
insostenible generada por la dictadura y un altísimo nivel de inflación, que en 1987 alcanzó el 174 %
y en 1988 superó el 387 % anual, reduciendo los salarios reales, congelados por la decisión del
gobierno de no convocar a negociar convenios colectivos de trabajo.
De este modo la situación política se deterioró severamente en 1988, poniendo en riesgo la
continuidad del régimen democrático. Dos nuevas insurrecciones carapintadas se produjeron en enero
de 1988 («Copamiento de Aeroparque»), y en diciembre de 1988 ("Albatros"). Un mes después de
este último, cuando aún faltaban varios meses para las elecciones, se produjo el alzamiento del MTP,
y el Copamiento de la Tablada.
Las tensiones económicas y políticas harían finalmente que Alfonsín no pudiera cumplir su mandato
constitucional como Presidente, debiendo renunciar cinco meses antes.

SEGUNDA PARTE: Copamiento del cuartel de La Tablada


El movimiento Todos Por La Patria (MTP)

En la madrugada del 23 de enero de 1989, unos setenta miembros del MTP se movilizaron. Es lunes
de un verano muy caluroso. El objetivo fue tomar el cuartel de La Tablada en el partido de La
Matanza, llamar la atención de los medios de comunicación para desencadenar una «insurrección
popular» y con los tanques del regimiento emprender una marcha hacia la Casa de Gobierno en la
Plaza de Mayo, distante a veintitrés kilómetros, para «exigir cambios de fondo» y «hacer la
revolución»
El ataque al cuartel militar de La Tablada tenía el aparente propósito de frustrar una supuesta
conspiración militar, un levantamiento carapintada contra Raúl Alfonsín" que, según ellos, sucedería
ese día, pero todo salió al revés de lo planeado, tras 30 horas de enfrentamientos, durante las cuales
se movilizaron 3.600 efectivos de la Policía y del Ejército. Hubo 39 muertos -de los cuales 28 eran
civiles-, 60 heridos y 21 militantes del MTP presos. El movimiento luego entró en virtual disolución

Antecedentes
Al momento de realizarse el ataque, en la conducción del MTP se encontraban, además de Gorriarán
Merlo, otros que como él habían militado en el ERP pero que habían estado en la cárcel hasta el
retorno de la democracia a la Argentina en diciembre de 1983, como Francisco Provenzano, Roberto
Felicetti y Carlos Samojedny, que participaron en La Tablada. 
El MTP estaba muy influido por la Revolución sandinista que había triunfado en Nicaragua, en cuya
última etapa había participado Gorriarán Merlo, y la decisión del ataque fue la creencia de que pese a
la instalación de la democracia podía repetirse en Argentina aquella experiencia, tras el fracaso en los
años '70 de la teoría de la guerra de guerrillas o de la guerra popular y prolongada. 
Para ello, según su visión, había que provocar hechos que aceleraran las condiciones de posibilidad
de la Revolución. 
La idea fue la de mostrar a la sociedad argentina que un grupo de jóvenes y audaces militantes
populares habían logrado lo que no conseguía la3 clase política en el poder: frenar un alzamiento
contra la democracia, y subidos sobre ese éxito, movilizar al pueblo hacia la Casa de Gobierno en pos
de un cambio político que llevara al triunfo de la revolución.

El Copamiento
El 23 de enero de 1989, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Enrique Gorriarán Merlo —exjefe del
grupo guerrillero ERP— lideró un grupo armado de integrantes del MTP que atacó y ocupó
parcialmente el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 con asiento en La Tablada.
El MTP, que desde el primer momento presentó la toma como el intento de impedir un supuesto
golpe de Estado planeado por el entonces candidato a presidente Carlos Saúl Menem y el Coronel
Mohamed Alí Seineldín, al iniciarse el ataque arrojó en las cercanías del cuartel volantes atribuibles a
un supuesto comando llamado «Nuevo Ejército Argentino» que pretendía derrocar al presidente
Alfonsín, hecho reconocido más tarde por Gorriarán Merlo.
Desde el primer momento, los militares conocían que el ataque era realizado por elementos de la
izquierda e, incluso, inteligencia conocía previamente que un movimiento rebelde iba a atacar a
alguna unidad militar del área metropolitana y que por eso el entonces titular del Ejército Argentino,
teniente general Francisco Gassino, dispuso reforzar la infantería.
Inmediatamente después del copamiento, efectivos policiales de la Provincia de Buenos Aires,
rodearon el cuartel a modo de primera línea de emergencia para repeler a los guerrilleros hecho que
confundió a la población ya que se pensó que la Policía era la que atacaba las instalaciones militares,
dado que no se tenía conocimiento del grupo.
Posteriormente, se difundieron informaciones sobre que los guerrilleros habían matado conscriptos
que dormían, que tenían ayuda de mercenarios extranjeros y que disponían de avanzado armamento
de origen soviético, todo lo cual resultó ser falso.
Finalmente, efectivos pertenecientes al Ejército consiguieron la recuperación del cuartel, tras ser
auxiliados y apoyados por la Policía de la Provincia de Buenos Aires, sin aceptar las tres solicitudes
de rendición de los guerrilleros y atacando con fósforo blanco, arma prohibida por las Naciones
Unidas.

Los Hechos
23 de enero
A las 6.30, a bordo de seis autos y un camión de Coca Cola, los miembros del MTP derribaron la
entrada y abrieron fuego contra la guardia del cuartel. Gorriarán Merlo y parte de la cúpula del
partido seguirían los acontecimientos desde afuera. Lo que se creía como un nuevo levantamiento
carapintada, terminó en una toma guerrillera.
Los 46 guerrilleros disponían de walkie-talkie para sus comunicaciones. El operativo estuvo
comandado por Gorriarán Merlo, que debía permanecer afuera del cuartel hasta que el mismo fuera
asegurado. Otros miembros del MTP permanecieron también fuera de las instalaciones, con la
función de actuar como apoyo logístico y agitadores de la población. Dentro del Regimiento se
encontraba una guarnición mínima de 120 hombres, muchos de ellos soldados realizando el servicio
militar obligatorio; el oficial de mayor graduación era el mayor Horacio Fernández Cutiellos.
El camión, seguido de un Ford Falcon verde, embistió
4 súbitamente la barrera de la entrada (Puesto
N.º 1), ingresando al cuartel por la entrada principal de la Avenida Crovara.
Inmediatamente detrás del camión ingresaron por el camino principal seis autos trayendo al grueso de
los atacantes, que estaban divididos en cinco grupos. El más numeroso, compuesto por 14 personas,
debían llegar a los galpones del fondo, como a 600 metros de la entrada, donde se encontraban los
tanques para tomar control de los mismos. Los demás formaban cuatro grupos de ocho, cada uno con
la misión de controlar un punto estratégico respectivo.
Con el fin de sorprender a los militares, el MTP había decidido simular que se trataban de
carapintadas, pero el ardid no tuvo el efecto deseado; Casi de inmediato, los soldados que se
encontraban en la Guardia, a unos cien metros de la entrada, abrieron fuego contra el camión,
matando al acompañante, Pedro «Pety» Cabañas, que se convierte en el primer muerto del
enfrentamiento. Los disparos hicieron al conductor del camión perder el control y estrellarse cien
metros después de pasar frente a la Guardia de Prevención, a la altura de la Enfermería. En la
Guardia se encontraban también los calabozos, en donde estaban presos tres conscriptos por
deserción.
Trece atacantes concentraron el fuego sobre la Guardia de Prevención, de la que se apoderaron casi
de inmediato ante el repliegue de los dos guardias que la defendían. En la puerta de la Guardia murió
de un balazo el soldado Taddei cuando intentaba rendirse, variando las versiones sobre cuál de los
dos bandos lo mató. Entró en escena entonces el mayor Fernández Cutiellos, que desde el edificio de
Mayoría, a unos 70 metros de la Guardia, mató a tres miembros del grupo e hirió a otros cinco.
Fernández Cutiellos también se comunica con la X Brigada Mecanizada para dar aviso del ataque y
con el jefe del regimiento, teniente coronel Jorge Zamudio que le ordena resistir el ataque. Poco
después resultará muerto en el combate, pero para entonces el copamiento ya había sido frustrado.
Mientras tanto, los otros grupos intentaban tomar sus objetivos. El más importante era el grupo
«Tanques», del que dependía toda la operación, integrado por doce personas –de las cuales sólo cinco
tenían entrenamiento militar–, con Roberto Vital Gaguine como jefe. Los tanques se encontraban en
los galpones del fondo, a casi un kilómetro de la entrada. El grupo combatió más de dos horas y llegó
a abrir dos galpones, pero no aquellos en los que se encontraban los tanques. Los miembros del MTP
fueron atacados desde el Casino de Suboficiales, el Puesto Spinassi y la Caballeriza, debiendo
finalmente retroceder y refugiarse en el edificio de la Compañía B, que ya había sido ocupada por el
Grupo 3.
Otro grupo, liderado por Roberto «Gordo» Sánchez, tenía como misión tomar el edificio de
Comandos y Servicios ubicado cerca de la entrada, frente a la Guardia. El asalto fue repelido
exitosamente por el teniente Gerardo Vlcek, con apoyo del cabo Néstor Fernández y varios soldados,
quienes mataron en combate a los guerrilleros Félix Díaz, Ricardo «Pichi» Arjona y Eduardo
«Rockero» Agüero, siendo estos dos últimos pertenecientes al grupo que debía tomar el Comedor.
Sánchez también resulta herido en los enfrentamientos, siendo detenido con vida y ejecutado
ilegalmente.
Simultáneamente, en la primera hora, otros tres grupos se dirigieron a tomar los objetivos de la Plaza
de Armas que se encuentran más alejados:
Francisco Provenzano comandaba el grupo que toma el Casino de Suboficiales, a unos 300 metros de
la Guardia, del otro lado de la Plaza de Armas. Lo hacen sin combatir porque encontraron a sus
ocupantes durmiendo.
Claudia Acosta con su grupo tuvieron como objetivo el Comedor que se encuentra detrás del Casino
de Suboficiales. El Comedor es tomado parcialmente por los atacantes, mientras que un sector del
mismo es defendido por los tenientes Martín Molteni,
5 Ramón Sánchez y Mario Amarante, y el
sargento José Soria. Se producen varios enfrentamientos en los que mueren el sargento José Manuel
Soria de la Policía Bonaerense. También resultan heridos Berta Calvo del MTP y el comisario Emilio
García García. La primera sería fusilada ilegalmente al día siguiente y el segundo moriría en el
hospital tres días después.
Claudia Lareu lideraba el grupo que toma la Compañía A, ubicada en otro de los laterales de la Plaza
de Armas, al rendirse el Sargento Abel Ferreyra. En la acción murió combatiendo el atacante Oscar
"Cacho" Allende.
Cerca de las 10:30, los miembros del Grupo Tanques que aún estaban en condiciones de combatir se
replegaron y atacaron la Compañía B, defendida por el sargento Córsico y cuatro solados, que se
rindieron y entregaron el edificio.
El plan original establecía que si no se lograba hacerse con el cuartel para las 09:30, cada uno de los
jefes y jefas de grupo debían ordenar la retirada. Sin embargo, el cerco policial y sobre todo los
heridos, hacían imposible la salida del cuartel sin ser detenidos. Por esa razón, la mayoría de los
miembros del MTP decidieron permanecer en el cuartel y enfrentar el contraataque del Ejército, aún
sabiendo que no había posibilidad de salir victoriosos. Casi todos los hombres y mujeres del MTP se
concentraron entonces en el Casino de Suboficiales, con 123 soldados y suboficiales de rehenes,
mientras que dos de ellos permanecieron en la Compañía B (Felicetti y Samojedny) y otros dos en la
Guardia (Ruiz y Díaz).
Fuera del cuartel, pero en las inmediaciones, unos diez militantes del MTP permanecían expectantes
para comenzar a incitar a la población a una insurrección, una vez que el cuartel fuera tomado. Varios
de ellos se instalaron en la estación de servicio de YPF ubicada en la esquina de Crovara y
Almafuerte, a cuatro cuadras del regimiento. El mismo lugar fue utilizado por los policías para
concentrarse. Frustrada la operación, se retiraron sin haber actuado, según lo establecido previamente
en caso de que fracasara el copamiento.

El contrataque
Desde las 06:30, efectivos policiales de la Provincia de Buenos Aires comenzaron a rodear el exterior
del cuartel a modo de primera línea de emergencia para repeler a los guerrilleros. Para las 08:00, más
de cien policías estaban disparando desde el perímetro del cuartel. A las 09:00 comenzó a intervenir
el presidente Alfonsín y se comunicó desde la Casa Rosada con el jefe del Ejército, general Francisco
Gassino, quien puso al frente de las tropas en el terreno al general Alfredo Manuel Arrillaga,
secundado por el coronel Jorge Halperín, el teniente coronel Jorge Zamudio —jefe del regimiento
copado— y el mayor Rodrigo Soloaga. Años después, Arrillaga sería condenado en varias causas
por haber cometido crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar. Los
investigadores Felipe Celesia y Pablo Waisberg, autores de un importante libro sobre el tema,
sostienen que el presidente Alfonsín fue desplazado del mando sobre el Ejército, al menos hasta el
mediodía del día siguiente, pero Alfonsín nunca realizó declaraciones referidas a ese eventual
desplazamiento del mando, hizo explícito que él fue quien ordenó la represión, y felicitó a los
militares por su accionar. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos también confirmó que
la operación militar estuvo bajo el mando del presidente.
La declaración pública del general Arrillaga sería citada por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos como prueba para responsabilizar al Estado argentino por los delitos del lesa humanidad
que se cometieron en la represión del copamiento.
A las 09:00 Arrillaga instaló el puesto de mando en el Puente 12 de la autopista a Ezeiza. Una de sus
primeras medidas fue interferir las comunicaciones
6 de los atacantes, desde un Boeing 707 de la
Fuerza Aérea Argentina. Recién cerca de las 11:00 el Ejército comenzó a intervenir en la situación,
desplegando artillería, tanques y más de tres mil soldados para reprimir a los ocupantes y retomar el
cuartel. Algunos periodistas han calificado ese tiempo de reacción como una «demora inexplicable».
A esa misma hora, por el fondo del cuartel donde se encontraba la tosquera, ingresó el primer grupo
de militares, entre quienes se hallaba Zamudio. Superando los disparos de armas de fuego y de tres
cohetes por parte de los guerrilleros, llegaron al sector de tanques, que ya había sido abandonado por
los atacantes, y lograron poner en marcha dos vehículos blindados con los que se dirigieron a la Plaza
de Armas. Uno de ellos quedó inutilizado al ser impactado por un proyectil antitanque de las fuerzas
del MTP.

La Guardia
Poco después, un grupo de artillería del Ejército, al mando del teniente coronel Emilio Guillermo
Nani, instaló tres cañones de 30 mm sobre la Avenida Crovara. Mientras sus hombres instalaban las
baterías, Nani decidió intentar la recuperación del edificio de Guardia, acompañado del sargento
Antonio Balbastro de la policía bonaerense, sin otra acción militar que lo apoyara. Al asomarse a la
Guardia, Nani recibió un escopetazo en la cara, causándole graves heridas. Aproximadamente a las
11:30 la artillería comenzó a bombardear la Guardia.
Inicialmente, el Ejército decidió concentrar el fuego sobre el edificio de Guardia y el de Comandos,
sin saber que este último caso estaba siendo defendido por los hombres del teniente Vlcek. Ante la
posibilidad de caer bajo fuego de tanques, Vlcek ordenó a sus hombres abandonar el edificio por uno
de los boquetes abiertos, pero un intenso fuego amigo lo impidió. Finalmente, ya cerca del mediodía,
un soldado tomó el riesgo de quedar al descubierto con una camiseta a modo de bandera, para evitar
que las tropas militares y policiales siguieran disparándoles. En medio de una gran confusión, unos
40 soldados en ropa interior salieron corriendo del edificio, poniéndose a resguardo fuera del cuartel,
escena que fue captada por todos los medios de comunicación presentes sin poder explicar qué estaba
sucediendo.
Una vez que el Ejército se dio cuenta que el edificio de Comandos no había sido tomado por los
atacantes, concentró la artillería sobre el edificio de la Guardia, donde se encontraban cinco hombres
del MTP, varios soldados y desertores en prisión. Las bombas y cañonazos incendiaron el edificio
hasta derrumbarlo parcialmente a las 15:30, quedando bajo los escombros Quito Burgos, Jorge Baños
y Rubén Alberto «Kim» Álvarez. La CIDH comprobó que Burgos fue detenido con vida, siendo
ejecutado ilegalmente poco después. También se ha denunciado la posibilidad de que Álvarez
hubiera sido rematado ilegalmente por los militares. El derrumbe e incendio de la Guardia hizo que
los soldados, desertores y los dos atacantes restantes que se encontraban allí lo abandonasen por la
ventana trasera. Estos últimos eran José «Maradona» Díaz e Iván Ruiz, que intentaron hacerse pasar
por soldados, pero fueron delatados por uno de los desertores, y quedaron detenidos por el teniente
primero Carlos Alberto Naselli. Varios periodistas registraron la detención de ambos y su marcha
hacia el fondo del cuartel escoltados por Naselli, así como los gritos pidiendo que los maten. Luego
de eso Díaz y Ruíz desaparecieron. Hasta el presente sus restos no fueron hallados. Las
desapariciones de Díaz y Ruiz también fueron probadas por la CIDH en 1997, pese a lo cual hasta el
presente, el Estado argentino no las ha investigado ni informado sobre su suerte. Existe una fuerte
presunción de que fueron asesinados por el general Arrillaga y el mayor Varando.
Simultáneamente, tuvieron lugar enfrentamientos entre los edificios que están en torno a la Plaza de
Armas: de un lado el Casino y las compañías A y B, en manos del MTP, y del otro lado Comandos y
Mayoría, en poder de los militares. 7

Compañía A
En la Compañía A, el grupo que tomó el edificio bajo el mando de Claudia Lareu, sacó a los
suboficiales y soldados a la galería y les ordenó acostarse boca abajo, frente a la Compañía
Comandos, quedando entre los dos fuegos, circunstancia en la que resultaron heridos los soldados
Gustavo Bianchi y Marcelo Rodríguez. Acosados desde Mayoría y Comandos, la posición se volvió
insostenible y se retiraron hacia la Compañía B. Claudia Lareu y Ramos se sumaron al grupo que
había tomado la Compañía B, en tanto que el resto se dirigió al Casino de Suboficiales.

Compañía B
La Compañía B había sido tomada por los atacantes a media mañana, luego de que se rindieran el
sargento Claudio Córsico y cuatro soldados. En la toma murió Juan González Rabugetti y el edificio
quedó en manos de siete guerrilleros —Felicetti, Samojedny, Ramos, Gauguine, Murúa, Lareu y
Deleis—. Sobre las 13:30, Córsico logró escapar, dejando dentro del edificio a cuatro soldados que se
encontraban bajo su mando —Cuevas, Barañao, Rotemberg y Pedelhez—. Inmediatamente después,
el Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la policía bonaerense, apoyado por una tanqueta,
inició un ataque contra la Compañía B. El asalto fue repelido y las fuerzas policiales recibieron la
orden de retirarse.
A las 20:00 el Ejército inició una nueva ofensiva contra el edificio, desde el lado opuesto a la Plaza
de Armas, produciéndose un intenso intercambio, en el que ambos bandos emplearon lanzacohetes. A
las 21:15, aún de día, dos cohetes impactaron en la Sala causando una gran explosión en forma de
hongo flamígero. Los atacantes del MTP alegaron que el Ejército había usado napalm o bombas de
fósforo, mientras que la CIDH consideró que el hecho no pudo ser probado y que aún cuando pudiera
probarse no constituía un acto ilegal, debido a que los atacantes no podían ser considerados «civiles
en actitud pacífica».Por su parte, Osvaldo Bayer afirmó que el general Arrillaga «llegó de inmediato
con sus tanques y ametralladoras y granadas de napalm.» Inmediatamente después, un tanque chocó
la pared trasera, abriendo un enorme hueco por el que ingresaron los comandos. Se produjeron
intensos tiroteos mientras el edificio se incendiaba y se derrumbaba.
Los cuatro soldados lograron escapar por el baño. Vital Guaguine y Juan Manuel Murúa quedaron
atrapados por el incendio, aunque el cadáver de éste último no aparecería. Pablo Ramos, Claudia
Deleis y Claudia Lareu fueron capturados y fusilados casi inmediatamente. Los únicos dos
sobrevivientes, Felicetti y Samojedny, permanecerían escondidos en el edificio hasta la rendición de
todo el grupo de sobrevivientes a la mañana del día siguiente.
Casino de Suboficiales
En las últimas horas de la tarde, el Ejército concentró su ataque sobre el Casino de Suboficiales,
donde se encontraban atacantes y militares rehenes. El frente del edificio era perfectamente visible
desde la avenida Crovara y gran cantidad de medios registraron las escenas. Varios tanques rodearon
el edificio y procedieron a bombardearlo hasta incendiarlo y virtualmente demolerlo. Un proyectil
mató al soldado Héctor Cardozo.
Sobre las 21:00, con las últimas luces de la tarde, ingresó un pelotón de ocho comandos y cuatro
militares al mando del teniente Ricardo Rolón, con la misión de recuperar el edificio. Los miembros
del MTP que habían tomado el edificio se replegaron, sin embargo, erraron en su ubicación debido a
que el croquis con el que contaban estaba equivocado. A raíz de esto, Rolón recibió un disparo en la
cara que le causó la muerte. El resto de los comandos abandonaron entonces el edificio.
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Grupo agitador
A las 19:00 se retiraron en un auto los últimos cinco militantes de apoyo que se encontraban en las
inmediaciones —Juan Manuel Burgos, Dora Molina, Miguel Faldutti, Daniel Almirón y Juan Carlos
Abella—, pero fueron detenidos. Luego de sufrir diversas torturas, se registró su detención en las
primeras horas del día siguiente. Los cinco serían sometidos a juicio sumario y condenados, junto a
los atacantes sobrevivientes y fray Puigjané.
Al caer la noche, los combates amainaron. A excepción de Samojedny y Felicetti, que estaban en la
Compañía B, el resto de los combatientes que atacaron el cuartel y seguían vivos —diecinueve en
total— estaban atrincherados en el Casino de Suboficiales: Acosta, Aguirre, Calvo, Díaz, Fernández,
Pedro Luque, Maldonado, Mesutti, Moreyra, Motto, Paz, Provenzano, Joaquín Ramos, Luis Ramos,
Rodríguez, Segovia y Veiga. Durante la noche, Segovia y Luque entraron en crisis y optaron por
escapar. Lograron llegar agachados a la Plaza de Armas, intentaron cubrirse y al ser descubiertos
gritaron «¡No tiren!», pero resultaron abatidos una ráfaga de ametralladora. Durante la noche fueron
sacrificados también los siete caballos con que contaba el regimiento.

24 de enero
Rendición
Poco después de las 08:00, el general Arrillaga, a través de un megáfono, intima a los atacantes a
rendirse incondicionalmente. Provenzano, en nombre de los combatientes del MTP, respondió que
están dispuestos a rendirse pero pidió la presencia de un juez y atención médica para los heridos.
Arrillaga aceptó esas dos condiciones y se inició el proceso de rendición.
A las 09:00 comenzaron a salir del Casino de Suboficiales los hombres y mujeres que se hallaban
allí. Lo hicieron por la puerta trasera del edificio que apunta a la Avenida Crovara, donde se
encontraban los medios de comunicación, intercalados combatientes del MTP y militares. Claudia
Acosta llevaba una remera oscura como bandera de rendición y Berta Calvo, muy malherida, era
transportada llevada sobre una puerta a modo de camilla. Todos caminaban hacia la Plaza de Armas,
en donde fueron detenidos sin que ningún juez se hiciera presente. Mientras esto sucedía, Samojedny
y Felicetti también salieron para rendirse por una puerta lateral de la Compañía B, donde habían
pasado la noche. Al momento de ser detenidos, los militares le fracturaron ambos brazos a Felicetti,
esposaron a ambos combatientes y les vendaron los ojos, antes de llevarlos hacia el fondo del cuartel,
fuera del alcances de las cámaras de televisión.
Las personas detenidas fueron llevadas al edificio de Logística, cerca de los galpones de los tanques.
Allí fueron todas interrogadas, torturadas y vejadas por los militares, sin presencia del juez. En el
caso de las mujeres y Paz, también fueron abusadas sexualmente. Los interrogatorios incluyeron
preguntas sobre las organizaciones guerrilleras que actuaron en la década de 1970, así como sobre la
Junta Coordinadora Nacional, una de las principales organizaciones alfonsinistas, con importantes
cargos en el gobierno. Pocos días después de los hechos, el secretario de Justicia de la Nación,
Enrique Paixao, anunciaba que estaba en curso una investigación sobre posibles malos tratos a los
detenidos involucrados en el copamiento del regimiento.
Entre las nueve y las diez de la mañana, los militares asfixiaron intencionalmente a Berta Calvo,
colocándole una bolsa en la cabeza. Asimismo separaron a Samojedny y Provenzano del grupo de
detenidos, haciéndolos desaparecer forzadamente. Sus cadáveres nunca fueron encontrados.
Entretanto, se apersonaron en el cuartel el juez federal de Morón, Gerardo Larrambebere y el
presidente Alfonsín. Vieron a los detenidos, aunque sin tomar sus nombres. Años después,
entrevistado para el documental Tablada: el final9 de los '70, Alfonsín diría sobre las personas
detenidas que luego no aparecieron que «hay dos que no puedo decir qué pasó». Alfonsín también
reconoció que a los detenidos «se les hizo un camino para golpearlos un poco».

Causas judiciales
El primer juicio relacionado con los hechos de La Tablada se realizó en forma sumaria o abreviada,
sin permitirle a los acusados apelar la sentencia, tal como lo establece la garantía del debido proceso.
Los enjuiciados fueron trece personas detenidas dentro del regimiento, acusadas de ser autoras
directas de las muertes y demás delitos cometidos durante el ataque, y otras siete personas detenidas
con posterioridad, acusadas de haber colaborado.
Los imputados de participar en el hecho fueron juzgados en forma sumaria aplicando una norma de
excepción que había sido sancionada en 1984 con la Ley 23 077, conocida como Ley de Defensa de
la Democracia, que establecía que cuando se tratara de los delitos cometidos en el marco del artículo
210 bis del Código Penal, que contemplaba el caso de las organizaciones guerrilleras, la
investigación debía completarse en un plazo máximo de 20 días corridos (art. 21) y el juicio debía
realizarse en una sola instancia sin derecho a apelación (art. 15). Con posterioridad este tipo de juicio
sumario sin apelación sería considerado violatorio de los derechos humanos por afectar el derecho al
debido proceso, puntualmente las garantías de doble instancia y doble conforme. Conmutación de
penas
En 1997, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se pronunció sobre el caso de
violaciones de derechos humanos en la represión del copamiento de La Tablada concluyendo que los
militares y el Estado argentino fueron responsables de desapariciones, asesinatos y torturas.

Conmutación de penas
En octubre de 2000 el entonces presidente Fernando de la Rúa reconoció el incumplimiento de la
garantía del debido proceso en el caso de La Tablada, y presentó un proyecto de ley con el fin de que
diez años después de condenados tuvieran la posibilidad de apelar la sentencia.
Dos meses después De la Rúa conmutó las penas de todos los condenados en 1989. El decreto del
presidente De la Rúa permitió que nueve de los once condenados que aún estaban encarcelados
salieran en libertad en 2001, mientras que los dos restantes (Felicetti y Acosta) quedaron libres en
2006.

Indulto presidencial de 2003


El 20 de mayo de 2003, por Decreto N.º 1230/2003, el entonces presidente Eduardo Duhalde indultó
a todos los condenados por los hechos de La Tablada. Los indultos del presidente Duhalde de los
autores del ataque a La Tablada, fueron acompañados por otros nueve indultos a nueve militares
carapintadas condenados por actos de sedición contra el Estado democrático argentino, entre los que
se encontraba Mohamed Alí Seineldín.

CONCLUSIÓN
Cuando observo las características de la toma del cuartel, veo que existía por parte de los integrantes
una estrategia de cómo debería ser llevado a cabo el accionar, incluso como estos intentaban dejar al
grupo carapintada como el agente culpable de los hechos.
A pesar del desenvolvimiento de los hechos, me deja en claro que aquello que se había programado,
con Gorriarán a la cabeza, no tuvo el rumbo esperado. En parte porque la policía se hizo presente casi
de inmediato, hecho con el cual no contaban; y por la enorme difusión que tuvieron los hechos, que
fueron en parte los grandes causantes de que se10 supiese que eran integrantes relacionados al ERP, y al
MTP; y por último, que ellos creían que la comunidad iba a salir a las calles en apoyo de su accionar,
otro punto que no coincidió con lo esperado por el Movimiento Todos por la Patria.
Me doy cuenta de que ha sido un suceso de gran importancia para la historia Local y Nacional, pues
demostró que los ciudadanos argentinos, comenzaban a madurar como tales justamente, en donde,
ansiaban representatividad, y no grupos que se permitieran llevar a cabo acciones sin consenso y aún
peor que estas las hiciesen a través de la violencia, más allá de que sus objetivos pudieran ser
beneficiosos para el conjunto. Además creo que el hecho ocurrido en la localidad de La Tablada
durante enero de 1989 por el MTP fue realizado por un grupo de personas quienes defendían sus
ideologías, con una manera de pensar totalmente diferente a los militares, y que manifestaron el
temor de que nuevamente suceda en Argentina un golpe militar como lo que había acontecido en
años anteriores. Sin embargo, estos al igual que los militares terminaron por optar por una vía
violenta.
La aventura de La Tablada llevó a la muerte a gran parte de sus actores y a la cárcel a otros muchos.
En la actualidad, los movimientos dejaron de protestar de un modo contestatario y violento
del modo que lo hizo el MTP, recordando viejas épocas. El clima cultural actual es un clima
democrático y está relacionado con la apertura y cierre del espacio político. Esto gracias en parte a la
acción colectiva del MTP que llamó la atención de la sociedad y provocó el repudio de su accionar.
El verdadero consenso logrado es el de no repetir nunca más este tipo de acciones.
ANEXOS
Testimonio de la época

Panfleto del MTP.

11

Testimonio periodístico de la época:


Informe especial del canal Cronica
Revista Siete Dias del 27/01/1989
12

Rendicion guerrillera aunque la lucha continuaria (en


Alfonsin siendo custodiado por comandos. paños menores los colimbas).
BIBLIOGRAFIA

Online
 https://www.wikiwand.com/es/Copamiento_del_cuartel_de_La_Tablada
 https://es.wikipedia.org/wiki/Copamiento_del_cuartel_de_La_Tablada
 http://www.perfil.com/politica/Informe-especial--El-copamiento-de-La-Tablada-la-ultima-
locura-politica-20130121-0007.html
 https://www.infobae.com/2014/08/17/1588286-los-secretos-del-ataque-la-tablada-25-anos-
despues/
 Edición Plus-Telefé (1993). «Movimiento13 Todos por la Patria (informe televisivo)». YouTube.
 Agosta, Fabio (2013). «Tablada: el final de los '70 (documental)». YouTube.

Escrita
 Vommaro, Gabriel “Cuando el pasado es superado por el presente: las elecciones
presidenciales de 1983 y la construcción de un nuevo tiempo político en la Argentina”, en
Alfredo Pucciarelli (coord), Losaños de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la democracia
al poder?, Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires. (2006)
 CERESOLE, Norberto. La Tablada y la hipótesis de guerra Argentina.
Instituto latinoamericano de cooperación tecnológica y relaciones internacionales.
Argentina. (1989).

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