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[ASALTO ALTERCER

REGIMIENTO DE
INFANTERIA MECANIZADA
DE LA TABLADA]
Sucesos y hechos del asalto al TERCER REGIMIENTO DE INFANTERIA MECANIZADA DEL EJERCITO
ARGENTINO DE LA TABLADA.
Asalto al cuartel de la Tablada
El 23 de enero de 1989 un grupo de 42 militantes del MTP (Movimiento Todos por la
Patria) tomó la decisión de ocupar por asalto el cuartel militar del Tercer Regimiento de
Infantería Mecanizada de La Tablada, provincia de Buenos Aires. La decisión respondió a
una información sobre un supuesto e inminente golpe de Estado que estarían gestando
militares carapintadas, y -según su interpretación- encontraban su justificación en el
artículo 21 de la Constitución Nacional, que establece la obligación de los ciudadanos de
armarse en defensa de la Nación. Los militantes lograron ingresar al cuartel, pero tuvieron
que enfrentarse durante 30 horas a 3.600 efectivos de la policía y el ejército que rodearon
la unidad. El Ejército recurrió a la utilización de blindados y al bombardeo del lugar con
fósforo blanco, prohibido por Naciones Unidas. Los civiles caídos fueron 28 y hubo 3
desaparecidos. La policía y el Ejército tuvieron 11 muertos, la mayor parte a
consecuencia de sus propios bombardeos. Las personas capturadas -según testimonios
posteriores- fueron brutalmente torturadas. La Cámara Nacional de Casación Penal
condenó a los atacantes a distintas penas, basándose en la Ley de Defensa de la
Democracia, mediante la cual los procesados fueron despojados del derecho a apelación.

Ataque y copamiento del Regimiento de Infantería Mecanizado 3


General Belgrano y del Escuadrón de Exploración de Caballería
Blindado1, con asiento en La Tablada el 23 de enero de 1989. [Del
libro In Memoriam I, editado por el Círculo Militar, sexta parte, 1989 y La
Tablada]

El 23 de enero de 1989, siendo las 06:15 hs. un grupo de aproximadamente 45/50


personas, entre las cuales se incluían varias mujeres, irrumpió en los cuarteles de la
unidad y subunidad señaladas, tras embestir y derribar el portón de entrada de la
guarnición, utilizando un camión de transporte de gaseosas –que había sido robado
minutos antes– y cinco o seis automóviles. En este momento inicial fue asesinado el
soldado apostado en esa entrada sin que tuviese la oportunidad de hacer uso de su arma
reglamentaria. Acto seguido fue tomado el local de la guardia de prevención,
permaneciendo en él varios subversivos, mientras el resto ingresaba con los vehículos al
interior del cuartel.

En la operación participaron dos grupos debidamente identificados: uno que ingresó al


cuartel en la forma ya indicada y otro, no identificado, que actuó fuera de las instalaciones
militares, en actividades de hostigamiento (francotiradores), como así también en
agitación popular y apoyo sanitario, llevadas a cabo por personal mimetizado entre la
población civil que rodeaba a los cuarteles. Las acciones posteriores tuvieron como
objetivos prioritarios, además de la tarea inicial de la guardia de prevención, apoderarse
de las instalaciones de la plana mayor de la unidad de infantería, los casinos (oficiales y
suboficiales) y una o más subunidades, con la finalidad de sustraer armamento y

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municiones. Inicialmente sólo pudieron concretar la toma del edificio de la plana mayor,
donde fue asesinado el 2do. Jefe del Regimiento 3, mayor Horacio Fernández Cutiellos y
del casino de suboficiales, en el que mantuvieron como rehenes un número importante de
suboficiales y soldados. Debido a los escasos efectivos que se encontraban en el cuartel
como consecuencia de la licencia anual y a la hora en que se produjo el ataque,
oportunidad en que el personal aún no había regresado del franco de fin de semana, el
grupo terrorista logró el copamiento de la unidad militar en un reducido lapso, explotando
el factor sorpresa y la capacidad de fuego con que contaban.

El concepto de esa operación, planeada y comandada desde fuera de las instalaciones


militares por Enrique Gorriarán Merlo, fue claramente determinado por la documentación

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secuestrada durante y después de las acciones de recuperación de las instalaciones
militares, entre la cual se encontraba la proclama inicial que pretendían difundir por
emisoras radiales, previo copamiento de éstas; una segunda proclama en la cual se
instrumentaba un plan de emergencia luego que el gobierno del pueblo accediese al
poder. En dicho plan se incluía la disolución de las FF. AA. y su reemplazo por las milicias
populares; por último, una serie de comunicados en los cuales se detallaban las
organizaciones políticas, gremiales, estudiantiles y educacionales que se adherían al
movimiento insurreccional subversivo y a la toma del poder nacional. Consolidada la
primera fase de la operación (toma del cuartel) comenzaría la fase agitación popular con
la ayuda de altavoces que poseía el grupo de apoyo externo, justificando su actitud de
que la toma de la unidad militar era para desalojar a rebeldes adictos al ex teniente
coronel Rico y al coronel Seineldín que tenían el propósito, según el grupo subversivo del
Movimiento Todos por la Patria (MTP), de dar un golpe de estado. Para ello, los terroristas
tenían impreso una gran cantidad de falsos volantes en los cuales los citados militares
llamaban a la rebelión contra el Gobierno de la Nación. Dichos panfletos también fueron
secuestrados al grupo atacante junto con el resto de la documentación ya indicada. A
partir de lo planificado y con posterioridad a la toma del cuartel, la agitación popular que
pretendían lograr estaba destinada a convocar una marcha multitudinaria, desde varios
puntos de la Capital Federal, Gran Buenos Aires y aun del interior del país, para dirigirse a
Plaza de Mayo y ocupar la Casa Rosada. Ésto se haría para evitar el supuesto golpe de
estado de Seineldín y de Rico.

Si esta operación hubiera tenido éxito, igual actitud se habría adoptado en otras zonas del
país, particularmente en Rosario y Córdoba, lugares donde se comprobó que existían
grupos similares al que actuó en La Tablada el 23 de enero.

La reacción inicial de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que de inmediato


estableció un cerco de las unidades tomadas, y el progresivo regreso de personal franco
destinado a la unidad y subunidad del cuartel que por la parte posterior accedió al empleo
de algunos vehículos blindados estacionados en las instalaciones correspondientes,
impidieron concretar la parte inicial del plan subversivo previsto que, sintéticamente,
consistía en tomar la unidad, apoderarse de armamento y munición, distribuir los
supuestos panfletos de Seineldín y Rico y posteriormente retirarse del cuartel para iniciar
la segunda fase: agitación popular. A esta altura de los acontecimientos, encontrándose
cercados los elementos subversivos, el Estado Mayor General del Ejército, con
autorización del Sr. presidente de la Nación, Dr. Raúl Alfonsín, ordenó el traslado y
posterior empleo de efectivos militares y de Gendarmería Nacional bajo las órdenes de un
comando unificado, en la persona del general de brigada Alfredo Arrillaga, quien se
desempañaba como Inspector General del Ejército. Las acciones militares se llevaron a
cabo durante todo el día 23 y hasta las 10:30 hs. del día 24 de enero, oportunidad en que,
ya abatidos la mayor parte de los subversivos que siguieron combatiendo hasta la hora
indicada, se materializó la rendición de 14 de ellos, uno de los cuales (una mujer) falleció
a los pocos minutos como consecuencia de las heridas recibidas. Junto con esta rendición
se produjo la liberación de los rehenes (suboficiales) que mantenían en su poder los
integrantes del MTP que aún permanecían con vida. Por expresa orden del Presidente de

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la Nación, el personal detenido fue puesto a disposición del juez federal correspondiente,
Dr. Larrambebere, quien de inmediato se hizo presente en el lugar de los hechos.

El saldo de muertos de propias tropas fue de nueve integrantes del Ejército Argentino y
dos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. La cantidad de heridos y mutilados
alcanzó a treinta y siete hombres, algunos de ellos de suma gravedad y otros con
lamentables mutilaciones corporales (pérdida de ambas piernas, pérdida de un ojo, etc.).

La identificación de muertos y detenidos, secuestro de documentación, armamento y


munición utilizada -en su mayoría de origen ruso y chino- y gran cantidad de bibliografía y
material ideológico capturado a los subversivos, permitieron determinar fehacientemente
que el grupo, integrado en su mayoría por el Movimiento Todos por la Patria (MTP), era
un desprendimiento del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), liderado por Enrique
Gorriarán Merlo y con la participación, en este operativo, de elementos pertenecientes a
las siguientes organizaciones:

• Movimiento de Liberación 29 de Mayo (ML-29)

• Montoneros (Columna Sur-Oeste)

• Partido de Liberacion (PL)

Militares y policias caidos en combate en la defensa y recuperación de los


cuarteles de La Tablada

+ Mayor Horacio Fernández Cutiellos (h); + Teniente Ricardo Alberto Rolón; + Sargento
Ayudante Ricardo Raúl Esquivel; + Sargento Ramón Wladimiro Orué; + Cabo Primero
José Gustavo Albornoz; + Soldado ciudadano conscripto Héctor Cardozo; + Soldado
ciudadano conscripto Martín L. Díaz; + Soldado ciudadano conscripto Roberto T. Taddía y
+ Soldado ciudadano conscripto Julio D. Grillo; + Comisario Inspector (Policía de la
Provincia de Buenos Aires) Emilio García y García; + Sargento José Manuel Soria (Policía
de la Provincia de Buenos Aires).

Documentos capturados

Partes principales de la proclama del MTP, a difundir en el caso que tuviese éxito la
primera fase de la operación y que planeaban dar a conocer a través de emisoras
radiales, planteando el falso pretexto de la sublevación militar no ocurrida:

El ejército de Seineldín y Rico, se sublevó de nuevo. Quieren dar un golpe de estado.


Quieren asesinar a todos los que no aceptan vivir bajo las botas. En la medianoche de
hoy, los carapintadas se sublevaron en el Regimiento Tres de Infantería de La Tablada.

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Allí se preparaban y habían empezado a marchar contra la Casa Rosada. Iban a asesinar
a todos los que se le opusieran. ....

Ya estamos hartos de la prepotencia de los milicos. Hartos de sus crímenes y de sus


robos, que después tenemos que pagar todos. Hartos que nos impongan la injusticia
social. Hartos de que no nos dejen vivir en paz. El pueblo se alzó contra ellos. El pueblo
de los alrededores de La Tablada ya ha recuperado el cuartel sublevado. Lo dirige este
Frente de la Resistencia Popular que se formó allí mismo. Tomamos las armas de los
amotinados y les incendiamos su cuartel.

Como siempre en la historia de la Patria, el pueblo hizo verdaderas proezas. Al saber que
los carapintadas lo habían tomado, el pueblo entró en masa al cuartel. Mujeres, jóvenes,
hombres del pueblo atacaron con revólveres, con escopetas, con piedras y palos.
Hicieron trincheras, tiraron bombas molotov. Frente a tanto heroísmo, algunos de los
soldados y algunos suboficiales dieron vuelta sus armas y junto al pueblo participaron de
la ejecución de los oficiales traidores.

Una columna de carapintadas había salido del cuartel con rumbo a la Casa de Gobierno.
Pero el pueblo armado levantó barricadas y luego la aniquiló. Ahora es el pueblo el que
ha ocupado la casa Rosada.

El pueblo quiere un nuevo sistema de libertad y de justicia social. Sin milicos asesinos, ni
políticos corruptos, ni ladrones de la patria financiera. Vamos a formar un verdadero
gobierno del pueblo.

El gobierno del pueblo declara disuelto el Ejército profesional y traidor. Ahora lo


reemplaza el pueblo en armas. Los soldados y suboficiales únanse al pueblo; ejecuten a
sus oficiales traidores. O váyanse de los cuarteles. El que se quede en un cuartel está
con los verdugos del pueblo.......

Además de esta proclama, que nunca pudo ser difundida, tenían previsto un comunicado
con las adhesiones que irían recibiendo; un plan de emergencia económica y otros
comunicados, entre los cuales figuraba la disolución del Ejército Argentino, y la creación
de las milicias populares del Frente de Resistencia Popular.

La opinión de los medios después de los hechos

La Nación, 25 de Enero de 1989: Panorama desolador después del final

Sólo quedaban cuerpos mutilados, municiones dispersas y edificios destruidos donde se


había desarrollado un cruento combate.

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Ya había sido abierto el tránsito a los vehículos particulares por la avenida Crovara que
pasa por delante del Regimiento. Ese detalle y los innumerables curiosos que se
comenzaron a congregar por centenares delante de las cámaras de televisión y frente al
alambrado del cuartel, pese al agobiante calor, eran los signos de que las dramáticas
horas vividas ya habían quedado atrás.

Distribuidos en varios grupos y acompañados por el jefe de prensa del Estado Mayor
General del Ejército, coronel Roque Troiano, los periodistas realizaron una luctuosa visita
al lugar, minutos después de que el presidente Alfonsín se retirara de allí.

Participaron en la invasión aproximadamente cincuenta delincuentes. Más de veinte


fueron abatidos y hay unos diez detenidos. Desconocemos si algunos lograron escapar.
Entre el armamento encontrado hay granadas de origen soviético.

En el pasillo que forman esas dos construcciones estaban los cuerpos de tres atacantes
abatidos: dos hombres y una mujer.

Los vehículos con que habían ingresado los agresores al cuartel estaban literalmente
aplastados, ya que las tanquetas les habían pasado por arriba. La mayoría tenían los
baúles repletos de panes de trotyl y de proyectiles antitanques.

Había cinco Renault 12, una camioneta Ford y un Ford Falcon incendiados. También
estaba el camión de reparto de gaseosas con el frente totalmente destruido y con el que
habían roto el portón de la entrada principal de la unidad militar.

Los edificios de la guardia principal y donde están los calabozos fueron también escenario
de las escenas más violentas. Después de los disparos de grueso calibre y con las
bombas incendiarias, los dos lugares se incendiaron completamente. Adentro yacían en
una habitación los cuerpos de tres personas calcinadas, ubicados uno al lado del otro.

El coronel Troiano confirmó que el segundo jefe de la unidad, el mayor Fernández


Cutiellos, tuvo una actuación realmente heroica, tal como se había dicho en la crónica de
anteayer. Indicó que repelió la agresión, pero que después de haber caído herido fue
liquidado por los subversivos con un balazo en la garganta.

El teniente coronel Jorge Echezarreta acompañó a Fernández Cutiellos en los últimos


momentos de su vida. Lo llamé como lo hacía siempre, por su apodo. Me acerqué y me
tomó la mano fuertemente al tiempo que levantaba el pulgar de la otra mano para darme
a entender que todo estaba bien, dijo el militar con la cara crispada por la emoción.

Tenía burbujas de sangre que le salían por la cara y poco después murió, dijo
Echezarreta.

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Clarín, 25 de enero de 1989: El retorno de la subversión

Como una pesadilla recurrente, la subversión volvió a irrumpir el lunes con


estrépito en la escena política argentina.

Los hechos ocurridos en una unidad militar de La Tablada, cuando un grupo de


sediciosos copó a sangre y fuego las instalaciones y las retuvo con armas sofisticadas
contra la policía provincial y efectivos del Ejército, constituyen un episodio confuso. Pero
indudablemente forma parte de la crónica de la subversión, esa crónica que creíamos
cerrada para siempre en el país. Se trató, además, de un episodio de inusitada crueldad
por los métodos usados en el combate. Y demencial, pues nadie advierte cuál pudo ser
en definitiva su propósito ni su objetivo. Todo lo cual no impide que pueda ser apreciada
claramente su importancia. Habrá, evidentemente, un antes y un después del 23 de
enero.

La guerrilla parecía sepultada tres lustros atrás. ¿Por qué renace? Esta pregunta y sus
posibles respuestas llenarán el análisis político de las próximas semanas. Entretanto,
sorprende que el Gobierno no haya podido vislumbrar la magnitud del riesgo que se
aproximaba y alarma que los insurrectos hayan podido exhibir una libertad tan amplia
para agruparse, entrenarse, aprovisionarse y atacar.

La realidad ha mostrado que había una guerrilla esperando en las sombras para operar.
Ante ello, será del caso replantearse con todo cuidado el papel de las Fuerzas Armadas
en casos de conmoción interna. Es otro tema para el debate próximo. Lo que sí está claro
es que necesitamos Fuerzas Armadas integradas a la Nación y conscientes de su
dignidad.

Repitámoslo: la Argentina necesita de un gobierno democrático y representativo,


consagrado a los fines nacionales. Necesita Fuerzas Armadas preparadas para defender
la soberanía en forma idónea e integradas al cuerpo de la Nación.

Declaraciones del vocero presidencial, José Ignacio López, el 24 de enero de 1989

1. Antes de la visita del Dr. Raúl Alfonsín a La Tablada (11:30 hs)

El Frente de la Resistencia Popular sería quien se atribuye esta operación,


fundamentando a través de lo que permito calificar, desde ya, como una patraña y una
novela. Aparentemente, una operación destinada –según se lo pretende hacer creer– a
defender la Constitución por esta vía inaceptable, como si la Constitución ayer hubiera
estado en peligro por vía de otros elementos a quienes allí se les pretende atribuir la
responsabilidad que no ha existido en ningún momento, al menos, en la situación de ayer.

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Porque allí, como ustedes los habrán visto por alguna comunicación que ha obtenido ayer
alguna agencia de noticias, se pretendía hacer creer como que se estaba en vísperas de
un golpe y que esto se hacía para salvar a los argentinos de un golpe. Esta es una
patraña, una novela.

2. Al regreso de la visita presidencial (17:00 hs)

Periodista: ¿Qué nos puede decir de la visita?

Vocero Presidencial: Éstas son situaciones en las que uno debe confesar que no tiene
palabras; no tengo palabras para expresar lo que acabo de ver. Es realmente muy difícil
tratar de exteriorizar el sentimiento que a uno le provoca ver la demencia puesta en
acción. Ahí vemos lo que puede la alucinación si es que se puede emplear esta palabra
para calificar de alguna manera este ataque a mansalva, esta entrega de vidas, esta
muerte.

Realmente, los argentinos, creíamos que ya habíamos pagado la cuota de dolor y sangre
que toda la sociedad está pagando para construirse. Realmente creo que esto nos puede
llenar de estupor y también nos debe estimular el coraje, la decisión, la valentía, la
disposición de esos hombres de las Fuerzas Armadas, del Ejército y de las Fuerzas de
Seguridad: esos hombres, con cara pintada y sin cara pintada, que se dispusieron a dar la
vida para que nosotros podamos seguir viviendo en libertad.

La Nación, 26 de enero de 1989: El desafío más grave y decisivo


El Presidente de la República doctor Alfonsín expresó en su mensaje de anteayer que los
episodios vividos en La Tablada constituyen el desafío más grave y decisivo de mi
gobierno y que el país se encuentra bajo la agresión de elementos irregulares de filiación
ultraizquierdista, con lo cual salió del paso de los sectores que, desde dentro del
Gobierno y fuera de él, se empeñaron inicialmente en disimular una filiación que resultaba
innegable desde el primer instante.

Hemos podido repeler este acto subversivo –dijo el Presidente– porque hubo hombres en
disposición y con la decisión de pelear.

Esta expresión podría aplicarse, también, a la lucha que las Fuerzas Armadas sostuvieron
con anterioridad a la restauración del régimen constitucional y el mismo reconocimiento
formulado anteayer por el primer mandatario lo merecen por aquellos hechos del pasado
cercano.

Porque si es verdad que en aquella lucha hubo excesos y que los responsables debieron
ser juzgados y condenados –posición que siempre hemos compartido desde esta
columna editorial– no es menos cierto que esos excesos no pueden llevar a ignorar ni los

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méritos de la defensa contra la subversión ni la existencia de una guerra que no fue
declarada ni iniciada por las Fuerzas Armadas.

Cuando el Presidente dijo con referencia a los sucesos de La Tablada ...hubo argentinos
que murieron para que otros argentinos pudiésemos mantener nuestra libertad, preservar
nuestro estilo de vida, nuestra convivencia... bien puede extenderse ese agradecimiento a
los hombres de las Fuerzas Armadas y de seguridad que en los años anteriores al 10 de
diciembre de 1983 murieron, igualmente, detrás del mismo objetivo.

El Presidente se refirió, más adelante, al legítimo orgullo de ver a los hombres del Ejército
que nuevamente han dado prueba fehaciente de su valentía, de su decisión de defender
nuestra independencia y de resguardar, por consiguiente, la soberanía popular. Hay,
asimismo, en este párrafo, una palabra clave: nuevamente. Quiere decir que se acepta
que el lunes último y anteayer los hombres del Ejército y de las fuerzas de seguridad
hicieron lo que ya tuvieron que hacer años atrás.

El Presidente encarna la soberanía legítima de orden constitucional y el Ejército es el


brazo armado de la República que lo protege. Así debe ser siempre, y cuando las
Fuerzas Armadas y de seguridad entregaban sus vidas en la guerra cruel desatada por la
subversión estaban haciendo posible esta realidad de hoy.

Revista Gente Nº 1227, 26 de enero de 1989: Reconocimiento


Párrafos del discurso del presidente Raúl Alfonsín, el martes 24 de enero a
las 22,55 hs.

Hoy al mediodía fui a la Tablada. Quienes estuvimos allí, asistimos a un espectáculo


estremecedor. Era una pesadilla. La muerte. Otra vez la muerte. La brutalidad, la
barbarie.

A cada metro encontramos expresiones tangibles de la dimensión de la agresión que


había sufrido no sólo un regimiento, sino el conjunto de los argentinos. También a cada
momento, recogíamos las evidencias del coraje de quienes hoy merecen el
reconocimiento de la Patria. Hemos podido repeler este acto subversivo porque hubo
hombres en disposición y con la decisión de pelear. Quiero decirles a ellos que ésta
también es mi pelea. Aquí nadie se hará el distraído mientras otros arriesgan sus vidas.
Esta es mi pelea y la conduciré hasta el final…

Todos sentimos un gran dolor y pesar al honrar a quienes dieron sus vidas por la
tranquilidad de todos. Sentimos estupor e indignación frente a la sanguinaria y cruel
acción de esos personeros de la muerte.

Pero al mismo tiempo experimentamos el legítimo orgullo de ver a los hombres del
Ejército que nuevamente han dado prueba fehaciente de su valentía, de su

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inquebrantable decisión de defender nuestra independencia y de resguardar, por
consiguiente, la soberanía popular.

Como Presidente de la Nación y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas felicito a


todos los hombres del Ejército que han actuado con decisión y coraje para contener la
acción de los delincuentes.

Mi reconocimiento también a las fuerzas de seguridad, particularmente a la policía de la


provincia de Buenos Aires. Y mi solidaridad, que es la de todos los argentinos, con las
familias de los caídos.

Clarín, 29 de enero de 1989: Ante otro país


Por Joaquín Morales Solá.

La ceguera política de los insurgentes, las características mismas del episodio, plantean
todavía interrogantes que los investigadores no pueden responder. Pero, entre todo eso,
sobresale la más tenaz y cruel de las preguntas ¿ha sido sólo un hecho loco y aislado o
ha sido, en cambio, el principio de una ola de violencia cuya dialéctica le dará una
dinámica propia a la política?

Con un ejército nuevamente lacerado por muertos y heridos, la administración y los


políticos en general debieron replantear rápidamente su relación con los militares. Ya no
es el pasado lo que signa esa convivencia sino el duelo del presente y el estado de
necesidad del que advierte un futuro incierto.

Una operación supuestamente rápida y no frontal no necesitaba complicar a dos jefe del
nivel de Gorriarán Merlo y Jorge Baños. Si bien la presencia de Gorriarán Merlo es
confusa aún, el cadáver de Baños con las armas en las manos elude toda polémica.

Es un caso sorprendente. Baños había logrado perfilar cierta imagen como abogado
defensor de derechos humanos y se había abierto paso en publicaciones de centro
izquierda o de izquierda como articulista. ¿Por qué mandar al sacrificio a un hombre de
esa importancia?

… Recurren al ejemplo de los montoneros, cuando el propio Firmenich debió protagonizar


el secuestro y el posterior asesinato del ex presidente Aramburu. Una certeza no es
cuestionada por nadie: Gorriarán Merlo fue jefe supremo de esta irrupción guerrillera con
el nombre de guerra de Richard o Ricardo, seudónimo el primero que aparece a la
cabeza del organigrama de la célula hallado entre las ropas de un sedicioso.

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La presencia de Gorriarán Merlo ha desdoblado la investigación. Hombre de extrema
confianza del ministro del Interior de Nicaragua y dirigente fuerte del régimen sandinista,

Tomás Borge, Gorriarán fue entrenador del sector del ejército nicaragüense que responde
directamente a Borge.

Estupor tras estupor

Ese lunes de lágrimas deparó dos sorpresas al presidente Alfonsín. Una de ellas fue que
su gobierno se encontró jaqueado por la subversión de izquierda; en verdad, la
administración demoró muchas horas en convencerse a sí misma que estaba ante un
rebrote del extremismo que asoló la década pasada.

Para las concepciones políticas del Presidente era imposible que el terrorismo se solazara
con un gobierno de origen democrático. ¿No había visitado él personalmente a Fidel
Castro para reclamarle que frenara el extremismo chileno porque éste le hacía daño al
proceso de democratización en el país de Pinochet?

..... Sin mirar el detallismo legal, creó por sí solo el Consejo de Seguridad que, por
primera vez en cinco años, reúne en un ámbito común a dirigentes civiles y a la cúpula
militar.

Ya no había dos Ejércitos como él había dicho apenas días antes. La reaparición del viejo
enemigo abroqueló a los hombres uniformados y quita todo margen a los arabescos
internos de unos y otros. La situación en el Ejército ha entrado en un statu quo que no
puede modificarse hasta donde llega la mirada.

Expresiones oficiales que trabajaron estos días con jefes uniformados dicen que han
advertido un cambio ostensible en ellos: Han encontrado una razón de ser, una mística
nuevamente, aseguran. Señalan, inclusive, que hubo oficiales rebeldes que abandonaron
su prisión domiciliaria para combatir en las defensa de La Tablada y luego retornar a la
anterior condición

La Prensa, 5 de febrero de 1989: Después de la batalla


Por Horacio Mayorga

Domingo de reflexión

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El domingo 29 de enero, día que debió ser de luto nacional para todos los argentinos,
según lo pidió el gobierno, fue también una magnífica oportunidad para reflexionar sobre
los hechos que han lastimado al país más allá de toda ideología.

Fue un horror, pero un horror del que se había advertido al gobierno que podría ocurrir.
La respuesta fue siempre la misma: la democracia hacía imposible la vuelta de la
guerrilla, estos anuncios eran cosas de militares para influir en la búsqueda del poder
perdido.

Las FF.AA. fueron denostadas, perseguidas, injuriadas durante cinco años desde el
gobierno y desde la mayor parte de los medios de comunicación, infiltrados por la
izquierda.

Los militares y la SIDE

Dentro de esa política un hecho que tuvo fundamental importancia: la exclusión de casi la
totalidad de los militares, retirados o no, que revistaban con enorme antigüedad y
experiencia en la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). Fueron reemplazados por
los muchachitos del partido y de la Coordinadora a quienes se envió por pocos meses al
extranjero para capacitarlos en la tarea. Para extirpar todo lo militar del ambiente
gubernamental se prohibió la participación de los servicios de inteligencia de las FF.AA.
en el estudio de la situación interna del país. Ese aspecto lo cubriría solamente la SIDE.

¿Cuál fue el resultado? La sorpresa de La Tablada. El horror. La SIDE no supo nada, no


podía haberlo manejado tampoco, pese a que no le faltaron avisos e indicios de sucesos
anormales, operaciones de ensayo, presencia nueva de guerrilleros viejos… así ocurrió lo
que no podía ocurrir. Daba pena ver a políticos y en especial al vocero presidencial
recurrir a eufemismos y divagaciones tristes para no llamar a los guerrilleros lo que eran:
guerrilleros…

Allí estaba Baños, hasta hace poco perteneciente al CELS (Centro de Estudios Legales y
Sociales), camarada de ruta de Zamora, Mignone, Parrilli, Meijide y de otros que
ayudaron a condenar a las FF.AA. como genocidas, aliados a las Madres de Plaza de
Mayo, cuyos hijos en muchos casos también sembraron el terror.

Baños y otros como él colaboraron con la CONADEP del preclaro Sabato, ayudados por
el gobierno para lo que fue realmente una caza de brujas para la familia militar. Lloraban
a los desaparecidos que luego aparecieron cuando el terremoto de México, pero no por
Larrabure o Viola o Quijada o el juez Quiroga o peor aún por los cientos de conscriptos o
agentes de policía muertos.

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El Presidente y los carapintadas

Las revistas mostraron fotos impresionantes. En mi reflexión me detuve en una: la del


Presidente rodeado, protegido, amparado por los carapintadas a quienes hubo que
recurrir para tomar el cuartel. ¿ Dónde quedaron los epítetos contra ellos de pocos días
atrás?

Dentro del ambiente político surgió entonces otra verdad a medias: Hoy se ha reprimido
dentro de la ley, mostrando que eso es posible…. Hoy se pudo hacer porque La Tablada
no fue una guerra sino un combate. Hoy el Dr. Alfonsín está sentado donde está porque
hubo muchas Tabladas, muchos muertos, muchos Fernández Cutiellos y conscriptos y
suboficiales y policías que dieron su vida en pos de la victoria final.

Se asustaron los jueces y el Congreso y la población toda. Sabían lo que pasaba y cómo
pasaba, pero nadie quería otra cosa que la victoria sobre el terrorismo a todo trance y de
cualquier forma. Si vuelve esa guerra se volverán a asustar y rogarán que aparezcan
unos pocos que arriesguen su vida para que otro Alfonsín pueda iniciar otro gobierno
democrático… pero restablecida la calma la suerte de los militares será incierta, como lo
fue ayer.

Dos posturas del Presidente me mueven a una respetuosa pero vehemente crítica. La
primera, cuando a la vista de los muertos en La Tablada dijo: No olvidaré jamás lo que vi.

Me alegro que se sienta así hoy, porque parecía que hasta ayer no hubiera reparado en
lo que debe haber experimentado el almirante Lambruschini al rescatar de entre los
escombros los restos deshechos de su hija Paula. Ella pagó por la democracia, por los
Alfonsines, por los Caputos, por los Manzanos y tantos otros.

Un poco de historia
a. La formación del MTP

El Movimiento Todos por la Patria, fundado en Managua en el año 1986, fue el corolario
de la creación de la revista Entre Todos surgida también en Nicaragua hacia fines de
1983 de la reunión del grupo de antiguos militantes del PRT-ERP, nucleados alrededor de
Gorriarán Merlo, con individuos o grupos provenientes de otras experiencias de la
izquierda y el peronismo radicalizados de los años 70.21 El grupo del PRT-ERP reunido
en torno de Enrique Gorriarán Merlo, que había participado de los momentos finales de la
Revolución sandinista de julio de 1979, representaba probablemente entonces la única
expresión organizada de lo que había sido el PRT. Enfrentado a la conducción de Luis
Mattini, secretario general de la organización tras la muerte de casi toda la dirección en
julio de 1976, el grupo de Gorriarán había expresado en la crisis que se produjo en el
PRT en el exilio posturas que, en términos generales, representaban sobresaltos de
fuerte contenido voluntarista y de corte renacidamente foquistas frente a una posición
probablemente más crítica del accionar pasado, y por ello también menos voluntarista, de

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la mayoría del Buró Político liderada por Mattini. Fue uno de esos sobresaltos que lo llevó
al grupo de Gorriarán –ya separado del PRT de Mattini– a dejar de lado
momentáneamente su plan de conformación de una guerrilla rural en Argentina para
unirse a la Revolución nicaragüense poco antes de la victoria final, y fue posiblemente a
su vez la conciencia de la crisis de las concepciones tradicionales del PRT la que llevaría
poco después a una nueva división y a la disolución final del grupo liderado por Mattini.

Cuando con el arribo de la democracia a Argentina en 1983 los presos políticos recuperan
la libertad, un grupo importante de antiguos militantes del PRT-ERP que había seguido
durante su cautiverio ligado de manera lo más orgánica posible a su organización se
plantea la posibilidad de retomar la actividad política en continuidad con su historia previa.
En ese momento, de lo que había sido el PRT, el grupo de Gorriarán Merlo aparece como
la única opción mínimamente articulada. Si bien para muchos de aquellos militantes
Enrique Gorriarán aparecía como una figura históricamente cuestionada por representar
las posturas más militaristas y menos políticas de la organización, por ende podían
haberse sentido más afines a la tendencia representada en el momento de la ruptura por
Luis Mattini, pero esta última había dejado de existir en tanto tal. Simultáneamente, la
propuesta pluralista y basista de la revista Entre Todos, primera expresión pública de lo
que luego habría de ser el Movimiento Todos por la Patria, debió ayudar a superar las
prevenciones iniciales respecto de la figura de Gorriarán y condujo a varios de aquellos
ex presos del PRT a sumarse a la iniciativa. Francisco Provenzano, Roberto Felicetti,
Carlos Samojedny, tres antiguos presos liberados en el 1983-1984 que participarían en
La Tablada, se contaron entre quienes decidieron unirse a esa empresa.

Si reconstruimos la historia temprana de la revista Entre Todos y de quienes serían luego


notorios militantes del MTP encontramos que varios de ellos ocupan, entre 1984 y 1985,
lugares de relevancia en la estructura del Partido Intransigente (PI). La experiencia de
algunos de ellos los llevaría muy rápidamente a ocupar posiciones de dirigencia
intermedia y a lograr un reconocimiento considerable entre los jóvenes que por entonces
afluían masivamente a las organizaciones progresistas. Para estos militantes setentistas
ligados desde el inicio al proyecto de Entre Todos, el paso por el Partido Intransigente
pareció volverse muy pronto (cuando no lo había sido desde el inicio) una opción táctica
que debía, tarde o temprano, dar lugar al pasaje de una parte de la militancia al nuevo
movimiento que en algún momento se conformaría. Y efectivamente, la posición adquirida
en el PI redundaría en que, en el momento del paso de estos dirigentes al naciente MTP,
detrás de ellos se desplazara un número considerable de militantes.24 Según múltiples
testimonios, en ausencia de otras publicaciones, el trabajo político en el PI se realizaba
por otra parte entonces en gran medida a través de la revista Entre Todos, llamativa por
su carácter plural y antisectario, en la que coincidían firmas de todo el espectro
progresista de la vida política argentina, desde el peronismo hasta los antiguos militantes
del PRT, pasando por los sectores más progresistas del radicalismo, del Partido
Intransigente o del Partido Comunista, como así también por las voces progresistas no
partidistas de la Iglesia, de los sindicatos o de otros movimientos sociales.

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La revista Entre Todos fue también un importante vehículo de organización y
nucleamiento de numerosos grupos de jóvenes que en los barrios, alrededor de las
parroquias, en los colegios secundarios o en las Universidades expresaban en su
activismo el entusiasmo de aquella primavera de 1984. Los relatos recabados entre los
jóvenes militantes de entonces reproducen todos, en términos generales, la misma
secuencia: grupos autoorganizados que, al entrar en contacto con la revista encuentran
en ella una expresión más global, generalizadora, para sus preocupaciones, y un discurso
que inscribe sus preocupaciones en un relato que liga su actividad con la lucha
antidictatorial. Estos grupos de jóvenes, en abierta disponibilidad política, se ven
masivamente atraídos por un discurso amplio, reivindicativo en el ámbito de lo local y que
inscribe simultáneamente su actuación en un proyecto más abarcativo, tanto espacial
como temporalmente.

Si recorremos la revista Entre Todos en su primera época, dos asuntos llaman la


atención: el primero, el amplio abanico de las firmas, señalado precedentemente; el
segundo, muy visible, es la presencia permanente –a razón de uno o dos artículos por
número– de la Revolución nicaragüense. A la vez, a la lectura de esta publicación la
evolución del proyecto MTP se deja observar con claridad: con el correr de los números el
tono democrático, reivindicativo y pluralista va dejando paso progresivamente a un tono
más declaradamente revolucionario. Pero será necesaria una ruptura interna del MTP
para que ese tono revolucionario se afirme definitivamente, y que Entre Todos deje de ser
una publicación concebida como instrumento del trabajo político con las bases –rol que
como señalábamos más arriba había cumplido con notable éxito– para pasar a ser un
órgano de aglutinación de cuadros con definiciones políticas más marcadas, con una
propuesta de construcción partidaria y de vanguardia, y organizado alrededor de las
firmas de los militantes más notorios del MTP.

quella ruptura interna del MTP se produjo en dos momentos: un primer momento, en
diciembre de 1987, signado por la salida de algunas personalidades notorias de la
dirección del Movimiento, entre ellas sobre todo Rubén Dri y Manuel Gaggero, quienes
habían participado de la fundación del movimiento, e incluso antes, del proyecto originario
de una reorganización pluralista de las fuerzas progresistas alrededor de la fundación de
la revista Entre Todos. Un segundo momento, de menor impacto público pero de mayor
trascendencia interna, se produjo casi sin solución de continuidad respecto del primero,
signado por la partida de grupos importantes de militantes, sobre todo en Buenos Aires,
Gran Buenos Aires y Córdoba, disconformes con el rumbo abiertamente vanguardista y el
cariz conspirativo que tomaba el MTP, y con la presencia cada vez más determinante de
la figura de Enrique Gorriarán en su seno.

A la escucha de los testimonios de quienes participaron –quedándose o yéndose– de


aquel proceso de vanguardización del MTP, y a la luz de la deriva posterior de este
movimiento que condujo a La Tablada, es interesante destacar que la tensión que derivó
en ruptura, entre una postura más basista o movimientista, y más reticente con respecto a
las posibilidades de una aceleración revolucionaria, y las posiciones más vanguardistas y
más optimistas respecto de una tal aceleración, parecen haber surcado el movimiento

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desde sus inicios. Probablemente, unos y otros suscribieran, en aquellos momentos
iniciales, a la idea de una revolución futura; posiblemente, unos y otros pensaran que la
derrota del proyecto setentista no ponía en crisis la idea de Revolución, pero sí obligaba a
reconsiderar los tiempos y los modos en que podría producirse un cambio revolucionario
en Argentina. Pero allí donde disentían, y donde disentirían cada vez más, era en la
comprensión del modo en el que la actividad política debía contribuir a dicho proceso, si
debía hacerlo a través de un proceso de organización de los sectores populares que no
podía, en las condiciones de entonces, sino ser abarcador, lento y paulatino, o si estaba
en sus manos acelerar los tiempos a través de una férrea formación política de
vanguardia.

Una, dos, tres Managuas.

La Tablada en el espejo de la Revolución sandinista El asalto a La Tablada constituyó,


entiendo, la cristalización mortífera de esta última postura de aceleración de los tiempos,
encarnada por el grupo que, nucleado alrededor de Gorriarán Merlo, había participado de
los últimos momentos del triunfo de la Revolución sandinista. Ajenos en su mayoría a los
avatares de la vida cotidiana en la Argentina durante la dictadura militar,
profesionalizados como militantes revolucionarios desde hacía décadas o desde su salida
más reciente de la cárcel, los integrantes de aquel núcleo duro del MTP, sumidos en el
microclima de la militancia revolucionaria y del triunfo reciente de la revolución
nicaragüense, creyeron posible leer los acontecimientos de la vida política argentina tras
la instalación de la democracia a la luz de los debates de la vanguardia sandinista bajo la
prolongada dictadura de los Somoza. Así, bajo el influjo de la victoria de las posturas
terceristas de los hermanos Ortega en el debate interno del sandinismo, abrigaron las
esperanzas de una reedición de la salida insurreccional en Argentina, tras el fracaso
setentista de la teoría de la guerra de guerrillas o de la guerra popular y prolongada.

En efecto, la Revolución nicaragüense y la disputa previa, en el seno del sandinismo,


entre tres tendencias políticas que terminarían de unirse poco antes del triunfo de 1979
ofrecen una clave de interpretación relevante para intentar dar cuenta de aquello que
imaginaban quienes encabezaron la aventura de La Tablada. Si comprendemos cómo se
impuso, bajo el liderazgo de Gorriarán, la idea de que la revolución en Argentina,
derrotada la vía de la guerra prolongada a la vietnamita, debía y podía tomar la forma de
la insurrección, se hace posible obtener un prisma de intelección de aquel
acontecimiento.

Para ello, recordemos muy brevemente que la dirección sandinista unificada que lideró la
victoria final contra la dictadura somocista había sido el resultado de la reunión de tres
tendencias: la tendencia de la guerra popular y prolongada, liderada por Henry Ruiz y
Tomás Borge, que seguía de manera general el ejemplo chino o el vietnamita y
propugnaba el desarrollo de la acumulación de fuerzas de un ejército popular de base
campesina organizado desde la montaña; la tendencia proletaria, liderada por Jaime
Wheelock, que sostenía la necesidad de privilegiar el trabajo en las zonas urbanas, en

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particular entre los sectores proletarios, y que sin renunciar en palabras a la lucha armada
la había dejado de lado en la práctica, y la tendencia insurreccional o tercerista, liderada
por Daniel y Humberto Ortega, quienes entendían que si se seguía apostando a
estrategias de largo plazo –fueran éstas la organización del ejército popular en la
montaña o la organización urbana del proletariado– el momento de la revolución se
alejaría irremediablemente. Para los terceristas, las condiciones objetivas de la
Revolución parecían alejarse en la medida en que crecía el peligro de una cooptación
burguesa de las conciencias de los sectores populares. Pero, al mismo tiempo, entendían
que era posible crear, a través de la acción voluntarista, condiciones subjetivas que
contrarrestaran el peligro creciente de desmovilización revolucionaria y aceleraran las
condiciones de la Revolución.

Más allá del equilibrio de fuerzas en la dirección sandinista unificada, representada por
los líderes de las tres tendencias, resulta claro que la hegemonía del movimiento
nicaragüense quedaría tras la unión de éstas en manos de la corriente tercerista de
Daniel y Humberto Ortega, y esto de modo más notorio luego de la insurrección
victoriosa. Como lo señalaba Jaime Wheelock, dirigente de la tendencia proletaria, en una
entrevista realizada por Marta Harnecker y que circuló profusamente entre los militantes
del MTP, la política de la tendencia insurreccional o tercerista, que planteaba al mismo
tiempo una base muy amplia de apoyo y una aceleración de las condiciones
insurreccionales a través de la provocación de acciones espectaculares, se mostró
retrospectivamente como exitosa pese a las críticas de las que era objeto por parte de las
otras dos.

¿Qué fue lo que, a la luz de los acontecimientos posteriores, podemos imaginar que
habían extraido Gorriarán y su grupo más cercano de su experiencia en Nicaragua? En
primer lugar, la certeza de las posibilidades del éxito de una Revolución. En segundo
lugar, la convicción de que la forma insurreccional tenía la virtud de provocar hechos que
aceleraban las condiciones de posibilidad de la Revolución en tiempos de reflujo del
entusiasmo revolucionario. Al respecto, no deja de ser llamativo que, de manera también
coincidente, los militantes del MTP pusieran el acento, en el año que precedió al asalto a
La Tablada, en la preocupación que representaba para el MTP la constatación de que el
pueblo se mostraba menos movilizado. Y no menos llamativa es la apreciación común en
los antiguos militantes del MTP, tanto entre quienes rompieron con el movimiento antes
de La Tablada como entre quienes participaron de ese hecho, que Gorriarán parecía
extrañamente apurado, necesitado de acelerar los tiempos.26 En ese apuro, añadimos, la
postura tercerista, insurreccional, que se había revelado exitosa en Nicaragua, le
brindaba la apoyatura teórica que la teoría clásica de la guerra popular y prolongada,
enarbolada por el PRT en su primera época, le negaba.

Estratagema vulgar o lectura exitosa de una política de alianzas por parte del FLN –las
afirmaciones de Wheelock dejan flotar cierta ambigüedad–28. Lo cierto es que la
combinación de una política de amplias coaliciones y la simultánea elaboración de una
estrategia insurreccional en la Revolución nicaragüense parece así brindar la matriz que
sostiene la esperanza del grupo proveniente de Managua de repetir esa experiencia en su

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regreso a la Argentina. Más allá de lo que se pueda pensar de tal expectativa, en ese
contexto ideológico la aparente contradicción entre una política de discurso basista y
amplio y una simultánea proyección de una estrategia insurreccional por parte del MTP no
aparece como antinómica para sus militantes.

¿Estratagema vulgar o evolución de la política de alianzas? A la luz de su


desencadenamiento final, el proyecto original del grupo nucleado en torno de la figura de
Enrique Gorriarán merece ser interrogado en estas coordenadas. ¿En qué medida
contenía ya el proyecto originario el germen de su desenlace fatal del 23 de enero?
Sostuvimos antes que parece factible considerar que la cooptación para el MTP de
sectores juveniles del Partido Intransigente por parte de algunos militantes del antiguo
PRT podía estar prevista en sus grandes rasgos desde los inicios del Movimiento;
creíamos también constatar que el horizonte revolucionario era común a todas las
expresiones internas del MTP o, por lo menos, a las de sus dirigentes. Pero afirmábamos
también que, en el horizonte de la idea de Revolución futura, la tensión entre una
expresión más largoplacista, paciente y autocrítica del vanguardismo setentista (que
ponía el acento en la lenta acumulación de fuerzas y en la unidad de los sectores
populares), y una postura más vanguardista (que parecía considerar la amplia política de
alianzas en términos más instrumentales), atravesó al MTP prácticamente desde sus
orígenes, y terminó de expresarse públicamente en el abandono del movimiento por una
parte considerable de sus integrantes.

Al producirse esta ruptura se reforzó, entendemos, el carácter instrumental de aquellos


elementos que el proyecto inicial podía tal vez contener como estratagema, pero también
como creencia profunda: si el basismo, la amplitud en la convocatoria y la lenta
acumulación de fuerzas populares, era, para el sector que se retiraba la verdad de su
práctica política, estos elementos adoptaban, para el sector vanguardista, un carácter
mucho más marcadamente instrumental. Y este carácter cada vez más fuertemente
instrumental del discurso basista del MTP alcanzará con posterioridad a 1987 su punto
culminante en el asalto a La Tablada.

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