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Sociología de la Música
Grado en Historia y Ciencias de la Música
Curso 2020 – 2021
¿Qué es el K-pop?
A diferencia de sus vecinos del norte, Corea del Sur está realizando grandes esfuerzos
para abrirse al mundo occidental. Dentro de las posibles vías para realizar esta
“occidentalización” está claro que la cultura es una de las más efectivas y dentro de ésta,
la música es una vía excelente para llevar a cabo procesos de transculturación o
simplemente de exportación de la cultura. De hecho, la asimilación por parte de la
cultura occidental de la música surcoreana se ha producido de una manera casi
indetectable. En el caso de nuestro país, si se hiciera una encuesta a un grupo de
personas de varias edades pocos se reconocerían como seguidores del género K-pop,
sobre todo en edades por encima de la veintena. Sin embargo, si a ese mismo grupo se
les pregunta cuántos han bailado el famoso Gangnam Style1 (o baile del caballo)
seguramente que el resultado sea muy diferente.
1
(Jae-Sang & Gun-hyung, 2012)
Por otra parte, esa cultura musical que Corea del Sur trata de exportar al resto del
mundo, sobre todo a Europa y América, no deja de ser una especie de copia de modelos
generados precisamente en estos lugares. No podemos dejar de ver reflejadas en los
grupos de K-Pop las mismas características de grupos como The Backstreet Boys o las
Spice Girls, ambos creados a principios de los 90. La música coreana está pues
influenciada por los estilos occidentales como son el jazz, el hip-hop, el reggae y por
supuesto el pop.
En el caso de los grupos de K-Pop, parece ser que se ha llevado esta fórmula hasta límites
cuando menos discutibles. La industria coreana “fabrica” estos K-pop Idols (así es como
se conoce a las estrellas de este género) con un alto coste emocional y a veces vital para
ellos. Pero hay que tener en cuenta que, a la industria, la formación de un Idol le puede
llegar a costar hasta tres millones de dólares.
En sus estudios, Hyangkeun afirma que el género del K-pop no surgió de forma
espontánea, sino que es el resultado de un largo proceso que comenzó a finales del siglo
XIX. En esa época comenzaron a llegar a Corea los primeros tocadiscos y las canciones
de los artistas occidentales. Pero para que aquellas canciones fueran mejor asimiladas
por el conjunto de la sociedad coreana se tradujeron y se cantaron en su idioma.
Hyangkeun sostiene que en las primeras décadas del siglo XX los artistas coreanos
comenzaron a componer sus propios temas influenciados por aquellos artistas
occidentales. Unas décadas más tarde llegarían los sonidos norteamericanos con lo que
la occidentalización de su “música popular” llegaría a su máxima expresión.
Se podría decir que el primer artista que reunía la mayoría de las características que hoy
apreciamos en los grupos de K-pop fue Cho Yong-Pil. Su estilo se cataloga dentro del
Folk-pop, sin embargo, podemos apreciar en su música una clara influencia occidental
en una estética que hace su música muy fácilmente asumible por los mercados
internacionales, sobre todo en sus últimos trabajos. Es importante apuntar que nació en
1950 por lo que uno de sus mayores éxitos y que ilustra muy bien todo lo anteriormente
expuesto, fue compuesto por Yong-Pil a la edad de 63 años. El single Hello2, del álbum
del mismo título es un claro ejemplo de las influencias del artista. Cho Yong-Pil abrió el
camino para otros artistas que fueron surgiendo y configurando los diferentes
subgéneros de la música popular coreana, de hecho fue el primero en tener su propio
club de fans, además fue también el primer club de fans del país. En los años noventa
aparecerían en escena grupos como Seo Taiji and Boys.
En este punto las empresas de entretenimiento se dan cuenta del filón que supone este
tipo de grupos y comienza el negocio del K-Pop con sus castings, sus academias de
formación y el lanzamiento de las nuevas estrellas del género, los Idols. Una de las
empresas más potentes del momento, Big Hit Entertainment obtiene unos beneficios
netos anuales de varios millones de euros, en gran parte gracias a sus grupos de K-pop.
Con el cambio de milenio los grupos de K-Pop comienzan a traspasar las fronteras y a
actuar en occidente. La primera en atravesar estas fronteras fue BoA, nombre artístico
de la coreana Kwon Bo-ah (BoA es un acrónimo de Beat of Angel), poco después llegaría
el quinteto TVXQ (Tong Vfang Xien Qi) y Super Junior que está compuesto por nada
menos que doce miembros en un primer momento y que luego se convertirían en trece.
Estos dos últimos grupos pertenecen a la empresa SM Entertaniment, otro de los
gigantes del entretenimiento asiático que en los últimos años ha obtenido ingresos de
varios cientos de millones de dólares.
2
(Yong-Pil, 2013)
Multitud de fans durante las apariciones públicas de The Beatles
El fenómeno “fan”
Según Busquet3 hay tres tipos de fama, en la primera categoría estarían todas aquellas
personas que tienen un papel relevante y hasta cierto punto decisivo en la vida de las
personas, aquí estarían incluidos líderes políticos y otros cargos de responsabilidad. En
un segundo lugar estarían los pertenecientes al mundo de las artes, la ciencia, el deporte
etc. Y en tercer lugar estarían aquellas personas “normales” que aparecen de forma
continuada en los medios como pueden ser los protagonistas de las noticias de la
llamada “prensa rosa”.
Volviendo a la segunda categoría que es la que nos interesa y según palabras de Busquet:
En este sentido los ídolos no son una figura nueva en el panorama de la cultura. Sin irnos
demasiado lejos en el tiempo, muchos cantantes de ópera gozaron de una gran fama y
sus apariciones creaban una gran expectativa entre el público general. Pero sin duda el
surgimiento del cine, y posteriormente la televisión, contribuyeron en gran medida a la
creación y sobre todo a la propagación de estos ídolos mediáticos.
El término “fan” fue utilizado por primera vez en los Estados Unidos en relación a los
seguidores de equipos deportivos profesionales y es la abreviación de la palabra
“fanatic” (Busquet Durán, 2012). Un fan por tanto es aquella persona que demuestra
una devoción, considerada generalmente como fanatismo, por un determinado artista,
deportista o grupo musical.
Los fans adoran a sus ídolos y los ídolos a su vez reciben la adoración de
sus fans. Son las dos caras de la misma moneda. (Busquet Durán, 2012)
3
(Busquet Durán, 2012)
Es habitual encontrar referencias al “fenómeno fan” en relación precisamente a grupos
de música pop como The Beatles. De hecho, se ha establecido a lo largo de los últimos
años una asociación entre la palabra “fan” y grupos de chicas jóvenes enloquecidas por
su veneración hacia figuras del mundo de la música. Pero el hecho es que esta visión
peyorativa de la figura del “fan” actualmente está muy en desuso. Lisa A. Lewis afirma
que “todos somos fans”, ya sea de un artista, un programa de televisión, un deportista
o incluso de un área de conocimiento concreto. La cuestión es que sólo algunos nos
reconocemos como tales “fans”.
Actualmente, con el auge de las nuevas tecnologías, las comunidades de fans han
cambiado sustancialmente. En el caso mencionado anteriormente de The Beatles, los
fans se reunían casi exclusivamente en las ocasiones concretas en las que sus ídolos
hacían aparición que básicamente eran conciertos o apariciones en medios de
comunicación. Podría decirse entonces que era una actividad relativamente individual.
Hoy día las redes sociales y las plataformas multimedia no sólo mantienen en contacto
a los fans de todo el planeta si no que, y esto es muy importante en el caso del K-Pop,
reciben una gran retroalimentación por parte de los propios artistas. Artistas que por
otra parte, en el caso del K-Pop, están obligados por su contrato a ofrecer esta
retroalimentación para mantener contentos a sus fans.
El pasado mes de octubre vio la luz un documental producido por el gigante del
entretenimiento Netflix en el que se muestra la intrahistoria de uno de estos grupos del
K-Pop: BlackPink4. Su estreno ha venido rodeado de cierta polémica debido a las
declaraciones de las protagonistas que hablan de cómo fue su formación en la academia
de YG Entertainment. Pero la verdad es que, aunque es cierto que las protagonistas
hablan, de una forma muy natural por cierto, de cómo ha sido su vida desde que
entraron en la academia, el alcance de lo abusiva que puede llegar a ser esta industria
con respecto a estos chicos no está para nada reflejado en el documental.
En el audiovisual se dice que uno de estos chicos puede tardar hasta diez años en
formarse para dar el salto a los escenarios, eso en el caso de que termine la fase de
formación satisfactoriamente. La edad de entrada a la academia también es
sorprendentemente baja situándose casi siempre en los años de la adolescencia. En el
momento que entran en la academia son apartadas de sus familias que tienen que
solicitar un permiso para poder verlas. En el caso de una de las componentes de
BlackPink ni siquiera hablaba coreano en el momento de entrar en la academia. Durante
los 4-5 años de media que dura la formación los chicos y chicas tienen unas catorce horas
diarias de clases con un día libre cada dos semanas. Una vez al mes deben realizar una
audición para los directivos y el personal de la empresa, tanto individual como
colectivamente. A cada uno de los aspirantes se le asigna un rol de manera que los
grupos queden compensados por lo que, por ejemplo, la integrante del grupo encargada
de las coreografías tenía que diseñar una cada mes durante los cinco años que duró la
formación.
Pero las exigencias van más allá aún, según comentaban las protagonistas, no pueden
fumar ni beber. La imagen es muy importante, tienen que transmitir de forma
permanente un halo de perfección para lo que deben vigilar lo que comen y estar
siempre en forma. Aunque todo esto lo cuentan de forma bastante natural no pueden
evitar pensar que han perdido unos años fundamentales de convivencia familiar y que
desde que entran en la academia su vida personal desaparece por completo.
4
(Suh, 2020)
“El K-Pop, un híbrido de todos los productos populares del planeta, es la
sublimación de la globalización” (Sanguino, 2020)
Uno de los artífices del negocio es Lee Soo-Man, creador del concepto “tecnología
cultural”. Soo-Man es el fundador de la discográfica SM Entertainment y se le considera
el “arquitecto del K-Pop”. Soo-Man se graduó en Ingeniería Informática en Estados
Unidos y a su vuelta a Corea estaba decidido a replicar el entretenimiento
estadounidense en Corea.
Desde cierto punto de vista puede parecer simplemente una forma muy “fría” de trabajar,
pero el trasfondo es bastante más preocupante precisamente porque no estamos
hablando de teléfonos móviles sino de personas. Y aunque pueda parecer lo contrario, lo
que se busca es una uniformidad, un proceso de elaboración de clones. De hecho, la
industria y los propios artistas de K-Pop son conscientes de que su momento de fama y
por tanto sus carreras no lleguen a durar ni siquiera una década. Véase hasta qué punto
tienen estudiado el caso los empresarios como Soo-Man que los contratos con los
integrantes de los grupos generalmente son de siete años de duración.
En las academias a los chicos y chicas se les enseña, como es lógico, canto y baile, pero
también idiomas, ejercicio, buenos modales, uso de redes sociales y trato con la prensa.
Según una entrevista que concedió el grupo BTS a la periodista Adele Roberts de la Radio
1 británica, antes de su debut, los miembros del grupo practicaban de doce a quince horas
diarias.5
Como se puede imaginar son muchos los que aspiran a ser un K-pop idol pero son pocos
los que lo consiguen. Sin embargo, son aún menos los que abandonan por voluntad
propia, sencillamente porque si abandonas estás obligado por el contrato a pagar los
5
Fuente: (Baillie, 2018)
costes de tu formación hasta el momento de abandonar, costes que por supuesto son
muy elevados.
Euodias, una de esas pocas personas que abandonó la formación comentaba en una
entrevista las clausulas del contrato con la compañía. Al firmar el contrato los candidatos
son separados de sus familias para ir a vivir a un edificio en Seúl junto con otros
candidatos. Sólo pueden abandonar el edificio para asistir a sus clases escolares. Si los
familiares los quieren visitar han de solicitar un permiso. La jornada comenzaba a las cinco
de la mañana para poder ensayar antes de ir al colegio. Después del colegio más ensayos
y clases hasta la hora de dormir. Por supuesto las citas estaban prohibidas, de hecho los
chicos estaban separados de las chicas y si alguno de ellos manifestaba abiertamente su
homosexualidad se le marginaba por parte de la compañía. En el edificio de la compañía
no utilizaban sus propios nombres sino un número y nombre artístico proporcionado por
la compañía, de hecho, los instructores les llamaban por el número que podían leer en
una pegatina que llevaban en su camiseta.6
La obsesión de las productoras porque los chicos se muestren perfectos ante sus fans raya
lo inhumano. Según declaraciones de la propia Euodias a la BBC, si pesabas más de 47 kg
te racionaban la comida e incluso podían dejarte sin comer. Además, a todos se les pesa
en público para que los compañeros sean testigos cuando esto ocurre. Los
desfallecimientos durante los ensayos eran muy frecuentes. Anorexia, bulimia, pérdida
del ciclo menstrual, todo es pasado por alto por los profesores y los responsables de la
academia.
Por si todo esto no generara suficiente presión, los grupos de K-Pop se han convertido en
embajadores de la cultura coreana en el resto del mundo. Su gobierno invierte grandes
cantidades de dinero en promoverlo y son motivo de orgullo nacional. A diferencia de las
estrellas musicales de occidente, los idols del K-Pop mantienen una actitud humilde
6
Fuente: (Chong)
7
Fuente: (PLAYZ, 2020)
8
Fuente: (Wikipedia, 2020)
dentro y fuera del escenario. En los grupos cada integrante tiene un rol diferente pero no
hay líderes, no se incentiva la identidad individual sino la del grupo, esta es una
característica de la mentalidad del pueblo coreano que antepone la contribución a la
comunidad al triunfo individual.
El precio que pagan los idols por el triunfo (o siquiera por tratar de llegar a él) es muy alto,
tan alto que a veces se paga con la propia vida. En 2017 el suicidio de uno de los miembros
de SHINee, Kim Jong-hyun sacudió el mundo del K-Pop. El cantante de 27 años había
manifestado que pasaba por una depresión, pero en Corea está mal visto buscar ayuda
profesional, de hecho, es uno de los países de la OCDE con mayor número de suicidios
siendo la mayor causa de mortalidad entre la población joven.9 Pero Kim Jong-hyun no
fue el único, la cantante Sulli también se suicidó en octubre de 2019, sus declaraciones
sobre feminismo y su defensa del aborto fueron el motivo de despiadados y numerosos
comentarios contra ella en las redes sociales. Al parecer, al igual que Jong-hyun, Sulli
entró en depresión y se quitó la vida.10 Apenas un mes después, la cantante de 28 años
Goo Hara fue encontrada sin vida en su casa de Seúl. No era la primera vez que intentaba
suicidarse. La cantante fue atacada a través de las redes sociales por haber denunciado,
en esas mismas redes, que su exnovio la estaba extorsionando y la joven terminó por
quitarse la vida.
Las redes sociales son una forma de llegar a mucha gente, son ampliamente utilizadas
para llevar a cabo promociones de artistas y para sondear los gustos de los fans. Sin
embargo, son un arma de doble filo, los artistas no dejan de estar muy expuestos a la
bondad, pero también a la ira de sus seguidores que miran con lupa cada una de sus
publicaciones. Si a esto le añadimos que los miembros de las bandas de K-pop están
obligados por contrato a mantener el contacto con sus fans, la presión a la que están
sometidos es muy alta. A raíz de los suicidios de cantantes y otros incidentes relacionados
con los fans, el gobierno coreano elaboró un plan contra las actividades de cierto tipo de
seguidores llamados sasaengs considerados fanáticos extremistas. Personas que son
capaces de cualquier cosa para acercarse a sus ídolos pero que además pueden mostrarse
sumamente agresivos a través de las redes sociales. El citado plan incluye desde sanciones
económicas hasta penas de cárcel.
La ética de las grandes compañías detrás de los grupos de K-pop ha quedado pues en
entredicho puesto que se intuye que eran conocedoras de los problemas sicológicos de
sus artistas pero que no hicieron nada para ayudarles. Paradójicamente, el lema de una
de ellas BH Entertainment reza así: “Music and artist for healing”. Es difícil conocer los
entresijos de esta industria debido a los contratos de confidencialidad que firman los
artistas que ni siquiera pueden expresar su opinión política, a no ser que sea la establecida
por la empresa. No pueden negarse a participar en los eventos que la empresa les solicite
como apariciones en medios o promociones de productos de cualquier tipo. Y deben ser
9
Fuente: (OMS, 2018)
10
Fuente: (Kang, 2019)
muy cuidadosos con todo lo que hacen, el más mínimo descuido puede ser motivo de
despido.
Justificación
Evidentemente la justificación principal es la económica. Algunos de los grupos de K-Pop
generan beneficios de millones de euros. Esto deriva en que las empresas lo enfoquen
de la misma forma que cualquier otro negocio, se analiza el mercado, se diseña un
producto y se fabrica. A diferencia de la mayoría de los estilos musicales en los que,
aunque pueda haber un componente activo importante por parte de la compañía
discográfica, en el K-Pop es la compañía la que decide absolutamente todo.
Solo los beneficios que genera el grupo BTS representan el 0.3 % del PIB de Corea del
Sur, unos 4.500 millones de euros anuales. El del K-Pop es el sexto mercado musical del
mundo. El pasado año los grupos BTS y BlackPink aumentaron las ganancias en un 50%.11
Sus conciertos, tanto en su país como en el resto del mundo son realmente
multitudinarios y generan millones de euros sólo en concepto de venta de entradas. A
esto hay que sumar todo el merchandising que proporciona otro gran porcentaje en los
beneficios.
Semejantes cifras de beneficios justifican que algunas de estas empresas de
entretenimiento lleguen a invertir hasta tres millones de dólares en el adiestramiento
de algunos de sus Idols. En cambio, en muchas de las empresas del K-pop, a excepción
de las tres más importantes llamadas “Big 3” (SM, YG y JYP), los artistas apenas reciben
un 10% de las ganancias que generan (a repartir entre los miembros del grupo) y a veces
incluso están obligados a pagar con carácter retroactivo los costes de su formación.
CONCLUSIÓN
El auge del K-pop en nuestros días sin duda es un caso curioso, pero no precisamente
desde el punto de vista musical, que también, sino desde el punto de vista sociológico e
incluso antropológico.
A los occidentales nos han llamado siempre mucho la atención las culturas orientales.
Es cierto que cuando se habla de oriente a la mayoría nos vienen a la mente países como
China o Japón, pero hay muchas más culturas que aunque entre ellas puedan parecerse
más que a la nuestra, en el fondo también son muy diferentes entre sí. Este es el caso
de Corea del Sur, un país que, al igual que otros muchos, para poder prosperar ha tenido
que subirse al carro de la noliberalización y el capitalismo. Esto no quiere decir que por
el camino haya perdido su cultura y su identidad.
En el caso de la música, la influencia de los estilos occidentales es palpable desde hace
ya muchas décadas en lo que podríamos catalogar como un proceso de transculturación.
De hecho, lo poco que queda de la cultura coreana en su música es el idioma, si
hablamos en términos exclusivamente musicales. En términos sociológicos podemos ver
11
Fuente: (Sanguino, 2020)
que los artistas coreanos siguen siendo fieles a la cultura de su país conservando el estilo
de vida y aquellos rasgos culturales que la socialización les imprimió de pequeños.
Resulta cuando menos paradójico que el gobierno de Corea del Sur utilice a sus artistas
de K-pop para exportar su cultura y abrirse al resto del mundo cuando en realidad lo que
están vendiendo es un producto totalmente occidentalizado. Aunque en cierto sentido
tiene bastante lógica puesto que ese formato (chicos jóvenes cantando y bailando) sea
mucho más fácilmente exportable que otro de carácter más “nacional” como pueda ser
un grupo o cantante de folk coreano.
Según diría Josep Martí12, estamos ante una música etnicitaria puesto que aún conserva
ciertos rasgos propios de la cultura que la produce, pero no es ni mucho menos música
étnica. Tampoco podríamos hablar de que sea una música creadora de una identidad,
refiriéndonos claro está, a la identidad del pueblo coreano. Sí podríamos hablar de una
identidad relacionada con el tipo de música y sus seguidores, los fans del K-pop. Si
pensamos por ejemplo en un equipo de futbol británico, el himno sirve para crear
sentimiento de grupo, de comunidad, pero sólo en el sentido deportivo, no sería por
tanto representativo de la cultura o estilo de vida británico.
Entonces, ¿un oyente occidental, realmente percibe algo de la cultura coreana
escuchando a estos grupos de K-pop? La verdad, me cuesta creerlo, simplemente
porque, dejando a un lado el idioma, la música podría pasar perfectamente por
occidental. El tema visual no deja de ser simplemente llamativo, algo exótico, en cierto
sentido incluso diría que artificial. De hecho, ya tienen cantantes virtuales.
Para vender más y más discos y obtener los mayores beneficios posibles todo vale, como
hemos visto, en le industria del K-pop. Hasta cierto punto no sorprende demasiado que
estas prácticas abusivas y casi esclavistas sean toleradas en su país, un país en el que la
sumisión es parte de su cultura. Pero que los espectadores occidentales miren para otro
lado quiere decir que nos hemos convertido en una sociedad insensible. La globalización
y el capitalismo han cambiado no solo nuestra forma de consumir sino también nuestra
forma de ver el mundo. Sabemos que esa camisa que compramos en esa tienda tan
moderna del centro de la ciudad ha sido fabricada en un país por alguien que trabaja en
condiciones de dudosa humanidad.
Pero alguien también podría decir que estos chicos lo hacen voluntariamente, nadie les
obliga. Pues sí y no, ¿hasta que punto un chico o una chica de diez o doce años es
consciente de lo que hace al meterse en una de estas academias? Podríamos
argumentar también que ganan mucho dinero, ya hemos visto que quizá no tanto como
parece, y ya sabemos todos que el dinero no lo compra todo.
La verdad es que en el fondo estos chicos me dan un poco de pena, pero mientras sigan
moviendo centenares de millones de euros seguirán cantando y bailando y todo lo
demás dará igual.
12
(Martí, 1996)
Bibliografía
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