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El Propósito de Dios en el Nuevo Testamento

Ver este link: https://youtu.be/sKnwihaGgwE

En la clase de hoy explicaremos la razón por la cual fue necesario que Dios ofreciera
posteriormente un segundo pacto al pueblo de Israel.

Que aún cuando cambiaron las condiciones del segundo pacto, la meta de Dios de
formarse un Pueblo Santo permaneció inalterable. En algunas ocasiones el Nuevo
Testamento se refiere a este Pueblo Santo como a la Iglesia Gloriosa, entendiendo
por “Iglesia” un pueblo santo integrado por un gran número de comunidades de
creyentes.

Veremos ahora algunos pocos pasajes del Nuevo Testamento que se refieren a la
meta personal de Dios. Con estos pasajes podremos confirmar que la meta o
propósito de Dios continuó siendo exactamente la misma, esto es, formarse un
pueblo santo.

Cuando el apóstol Pablo escribe sus cartas a las comunidades cristianas que él había
iniciado en diferentes ciudades, se dirige “a los que habían sido llamados a ser
santos” que integraban esas comunidades.

Cuando se dirige a los miembros de la comunidad de creyentes en Roma les dice: “a


todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos”. Ro 1:7.

Cuando se dirige a los creyentes de la ciudad de Corinto, les dice: “a la iglesia de Dios
que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con
todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo…”
1ª Co. 1:2.

Cuando se dirige a los creyentes de la ciudad de Efeso, les dice: “Pablo, apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en
Efeso” Ef 1:1

Cuando se dirige a los creyentes de la ciudad de Filipos, les dice: “Pablo y Timoteo,
siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos…” Fil
1:1.

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Cuando se dirige a los creyentes de la ciudad de Colosas, les dice: “a los santos y
fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros…” Col
1:2

En su carta a los creyentes de la ciudad de Tesalónica les explica con brevedad, pero
con toda precisión, cual es la voluntad de Dios: “pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de fornicación… pues no nos ha llamado Dios a
inmundicia, sino a santificación.” 1ª Ts 4:3,7.

Al final de esa misma epístola a los Tesalonicenses les explica que tan completa es la
santificación que espera encontrar en ellos el Señor Jesucristo cuando regrese: “Y el
mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y
cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” 1ª
Ts 5:23

El autor de la epístola a los Hebreos establece de la manera más breve posible cual es
la característica indispensable que Dios espera de cualquier creyente, sin importar
que tan grande sea su prestigio, su fama y su servicio: “Seguid la paz con todos, y la
santidad, sin la cual nadie verá al Señor” He 12:14

El apóstol Pablo explica que Cristo padeció en la cruz del Calvario para santificar a su
iglesia, para presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa o un pueblo santo:
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a
sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del
agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.”
Efesios 5:25-27

En cierta ocasión cuando el apóstol Pablo se dirigió a su discípulo Tito para darle
instrucciones sobre el cuidado de las comunidades de creyentes de la isla de Creta, le
explicó que los creyentes deben de vivir en santidad mientras esperan que regrese
Jesucristo por su pueblo santo: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para
salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a
los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,
aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro
gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para
redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas
obras. ” Tito 2:11-14.
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Tal vez sea conveniente aclarar que la frase “la manifestación de Jesucristo” utilizada
en el pasaje anterior y en el siguiente, se refiere al regreso de Jesucristo por su
pueblo santo al final de los tiempos. También se le llama “la esperanza
bienaventurada”.

Igualmente cuando el apóstol Pedro escribe a los creyentes, los exhorta a vivir en
santidad para que estén debidamente preparados para el regreso de Jesucristo: “Por
tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por
completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como
hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en
vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo
soy santo.” 1ª Pedro 1:13-16

Más adelante en la misma carta el Apóstol Pedro nos recuerda que las comunidades
de creyentes son las que constituyen el pueblo santo que Dios ha adquirido para sí
mismo: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que
ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia,
pero ahora habéis alcanzado misericordia.” 1ª Pedro 2:9,10

La Biblia describe con bastante brevedad el majestuoso evento que ocurrirá al final
de los tiempos cuando finalmente Jesucristo regresa por su Pueblo Santo, el
producto esperado a través de todos los siglos, llamándole “Las Bodas del Cordero”
en donde se reúne finalmente Jesucristo con su iglesia gloriosa o su pueblo santo
para toda la eternidad: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han
llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha
concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es
las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los
que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras
verdaderas de Dios.” Apocalipsis 19:7-9

Este Pueblo Santo estará formado por un número inmenso de comunidades de


creyentes cristianos. Estas comunidades estarán integradas, a su vez, por aquellos
creyentes que se hayan comprometido con Dios a servirlo conforme a su propósito.

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La Biblia nos enseña que Dios desea desarrollar, o formarse, este Pueblo Santo con el
propósito de sentarlo con Él y con su Hijo Jesucristo en su trono: “Al que venciere, le
daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado
con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias.” Apocalipsis 3:21,22

Y nos enseña también que Dios desea sentar a este Pueblo Santo con Él en su trono
no solamente como un adorno, ni tampoco como un trofeo por haber logrado vencer
con el bien al mal, sino para que participe activamente en el gobierno del Reino de
los Cielos: “y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de
abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para
Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios
reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. ” Apocalipsis 5:9,10

El final de la historia de la humanidad, conforme a las enseñanzas de la Biblia, es


tremendamente glorioso y simplemente insuperable: ¡Dios nos sienta con Él en su
trono para que participemos con Él en el gobierno de su Reino!

Para alcanzar este glorioso propósito, Dios diseñó un proyecto completo con todos
sus programas y estrategias perfectamente definidos. Este Plan de Desarrollo de Dios
para la humanidad está constituido por dos pactos solemnes.

Estos pactos, o alianzas, consisten básicamente en compromisos mutuos entre Dios y


los hombres. Los pactos los formula Dios y los ofrece a los hombres. Cada persona es
completamente libre de aceptar o de rechazar el pacto, pero nadie tiene ninguna
libertad para modificar las condiciones del pacto.

Estos dos pactos se conocen como el Antiguo Pacto, o el Pacto de la Ley; y el Nuevo
Pacto, o el Pacto de la Gracia.

Los documentos que describen todos los detalles de estos dos pactos conforman el
libro más vendido de toda la historia de la humanidad: la Santa Biblia, o las Sagradas
Escrituras. El Antiguo Pacto se describe en la primera sección de la Biblia conocida
como el Antiguo Testamento; y el Nuevo Pacto se describe en la segunda sección de
la Biblia conocida como el Nuevo Testamento.

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La Meta de Dios en el Antiguo Testamento

Todas las empresas se constituyen con el propósito de alcanzar una meta bien
definida. Una fábrica debe producir cierto número de toneladas por hora. Un
comercio debe generar cierta cantidad de ventas mensuales. Una universidad debe
entregar a la sociedad cierto número de profesionistas graduados cada año.

De igual manera Dios espera obtener de la humanidad un producto bien definido al


final de los tiempos. La Biblia nos enseña que al final de los tiempos Jesucristo
regresa por el producto esperado: un Pueblo Santo. La Biblia entera, de principio a
fin, nos habla de que el propósito de Dios para sí mismo es formarse un Pueblo Santo
y nos revela además el Plan de Desarrollo que Dios ha diseñado para alcanzar esa
meta.

La Biblia enseña que Dios empezó a revelar su plan a los hombres hace
aproximadamente cuatro mil años cuando llamó a Abraham para que saliera de la
casa de su padre porque deseaba formar con su descendencia una nación que fuera
de gran bendición para todas las naciones de la tierra: “…Vete de tu tierra y de tu
parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una
nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición… y
serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Génesis 12:1-3

Al ver Dios la obediencia de Abraham decidió revelarle otra pequeña parte de su plan
y le hizo una promesa condicional. Le prometió que si él vivía una vida limpia Él haría
un pacto o una alianza con él y con su descendencia: “…Yo soy el Dios todopoderoso;
vive una vida sin tacha delante de mí, y yo haré un pacto contigo… el pacto que hago
contigo, y que haré con todos tus descendientes en el futuro, es que yo seré siempre
tu Dios y el Dios de ellos.” Génesis 17:2,7 V.P. Cuando Dios hizo esta promesa a
Abraham faltaban todavía unos 500 años para que Dios celebrara el Pacto de la Ley
con el pueblo de Israel a través de Moisés cuando le dio los Diez Mandamientos en el
Monte Sinaí. Como veremos un poco más adelante fue con este Pacto de la Ley con
el cual Dios definió “Santidad”. Por eso Dios no podía pedirle a Abraham que
cumpliera la Ley a cambio de la promesa que le hizo. En lugar de pedirle que
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cumpliera la Ley, o que viviera en santidad, Dios le dijo: “…vive una vida sin tacha
delante de mí, y yo haré un pacto contigo…” , y con eso Abraham entendió que Dios
le estaba pidiendo que viviera una vida limpia delante de Él.

Después de que Moisés liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, y poco


antes de que Dios les ofreciera el Pacto de la Ley, Dios les explicó que la razón por la
cual iba a hacerlo era porque Él deseaba que ellos llegaran a ser un Pueblo Santo
para Él: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis
mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros
me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los
hijos de Israel.” Éxodo 19:5,6. El pueblo de Israel llegaría a convertirse en el especial
tesoro de Dios, el propósito o la meta última de Dios, cuando ellos oyeran su voz y
guardaran su pacto, esto es, cuando lo obedecieran y en consecuencia vivieran en
santidad y justicia. De esa forma Dios llegaría a tener un pueblo santo y justo para sí
mismo.

Dios les explicó que Él deseaba desarrollar o formarse un Pueblo Santo para si mismo
por la sencilla razón de que Él era Santo y deseaba tener por compañía gente
semejante a Él: “Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os
santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; … Porque yo soy Jehová, que os
hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo
soy santo.” Levítico 11:44,45. Dios les explicó que deseaba formarse un pueblo santo
sencillamente porque Él es santo y desea tener por compañía gente santa, gente
como Él, con la que pudiera convivir en un ambiente lleno de confianza.

Para que les quedara bien grabado en sus mentes cual era su propósito y cuales eran
sus motivos, no se los dijo Dios una sola vez sino que se los repitió muchas veces:
“Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque
santo soy yo Jehová vuestro Dios.” Levítico 19:2

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Cuando Moisés escribió la segunda versión de la ley en el libro de Deuteronomio,
volvió a insistirle al pueblo de Israel que el propósito de Dios al haberlos liberado de
la esclavitud de Egipto era porque quería que fueran su herencia personal: “Pero a
vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que
seáis el pueblo de su heredad como en este día.” Deuteronomio 4:20.

Dios no deseaba tener como herencia personal un pueblo como cualquier otro. Dios
deseaba, y sigue deseando, un pueblo con ciertas características especiales. Por eso
Dios les explicó, en repetidas ocasiones, que Él deseaba tener un Pueblo Santo para si
mismo. Y por esa razón Dios quiso dejar claramente establecido lo que Él entendía
por “Santidad”. Para Dios “Santidad” es la capacidad especial de una persona de
guardar siempre todos sus mandamientos: “Porque tú eres pueblo santo para Jehová
tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos
los pueblos que están sobre la tierra … Guarda, por tanto, los mandamientos,
estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas.” Deuteronomio 7:6,11. El
pueblo de Israel llegaría a ser un pueblo especial para Dios cuando llegara a ser un
pueblo santo que guardara todos sus estatutos y mandamientos.

En otra ocasión Dios le explicó al pueblo de Israel que los había escogido a ellos para
que fueran “El Pueblo de Dios” por la única razón de que ellos deberían de tener la
característica distintiva de ser un Pueblo Santo: “Porque eres pueblo santo a Jehová
tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los
pueblos que están sobre la tierra”. Deuteronomio 14:2

Con el propósito de que nadie llegara nunca a dudar lo que Él entendía por
“Santidad” volvió a repetirles que para Él “Santidad” significaba la especial capacidad
o habilidad de cumplir siempre todos sus mandamientos, estatutos y decretos:
“Jehová tu Dios te manda hoy que cumplas estos estatutos y decretos; cuida, pues,
de ponerlos por obra con todo tu corazón y con toda tu alma. Has declarado
solemnemente hoy que Jehová es tu Dios, y que andarás en sus caminos, y guardarás
sus estatutos, sus mandamientos y sus decretos, y que escucharás su voz. Y Jehová
ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, de su exclusiva posesión, como te lo ha

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prometido, para que guardes todos sus mandamientos; a fin de exaltarte sobre todas
las naciones que hizo, para loor y fama y gloria, y para que seas un pueblo santo a
Jehová tu Dios, como él ha dicho”. Deuteronomio 26:16-19. Con el propósito de
enfatizar la estrecha relación que tenía la santidad con cumplir siempre todos sus
mandamientos les repitió que: “…Y Jehová ha declarado hoy que tú eres pueblo
suyo… para que guardes todos sus mandamientos… y para que seas un pueblo santo
a Jehová tu Dios.”

A manera de resumen de esta primera sección, pues, podemos ver con toda claridad
en estos pasajes bíblicos del Antiguo Testamento que la meta o propósito que Dios
había establecido, en aquella época antes de que Jesucristo celebrara el inicio del
Nuevo Pacto, consistía, sin dejar lugar a ninguna duda, en formarse un Pueblo Santo
que constituiría su herencia personal.

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