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Ensayo reflexivo 3

La cotidianidad contemporánea, está mediada por una serie de dispositivos que cada vez
son más hegemónicos, pues el poder que ejercen en la construcción de cuerpos es propio de
cualquier institución de notable envergadura. Al igual que la institución de la familia
instaura una serie de conductas sobre el ser, el imaginar o actuar, –las pantallas– cada vez
están teniendo más peso en la construcción de estas subjetividades, trasladando las
anteriores mediaciones a un terreno menos fértil.

Verdaderamente las interfaces y los dispositivos han tenido un pasado histórico ligado a la
humanidad bastante frecuente, desde el uso de los primeros huesos como armas, la pólvora
como elemento político, el papel en la memoria y la trasmisión de conocimientos, la sal
como uno de los primeros elementos monetarios de intercambio, el acero como referente
industrial; estas y otras herramientas han influido drásticamente en el devenir de la
humanidad, pero pocas como la que se nos presentan ahora.

El asunto que nos atañe, puede configurar una humanidad que ya no sería humana; sobre
estas disertaciones Sibila nos habla de un hombre postórganico; debido a que las interfaces
han suplido condiciones vitales en nuestra vida, la unión entre artefacto y ser es ahora
indispensable. Un referente de esto es el uso cada vez más habitual de gadgets en el cuerpo,
desde implantes nasales, estimuladores del corazón, niveladores de insulina o conexiones
que permiten devolver la audición a personas sordas.

Todas estas herramientas tienen un efecto potencial en el aumento del bienestar y la calidad
de vida de sus usuarios, pero a su vez, un poder avasallador sobre ellos, pues a través de
estos –injertos tecnológicos– sus relaciones con su entorno se ven configuradas; mediante
estas interacciones tecnológicas es que los usuarios se empiezan a entender, a configurar, a
existir, por medio de estas vías construyen sus identidades y viven su cotidianidad con base
a ellas, por lo tanto le seden una autoridad mayor, cambiando seguridad por salud.

Estas mediaciones tecnológicas recopilan información vital de la persona bajo la asunción


de un mejor servicio, pero esta información sirve para otros intereses. Son recopilados y
vendidos en un mercado de futuros a empresas que mediante estos datos predecirán
conductas y hábitos sobre los cuales diseñar estrategias publicitarias y la venta de todo tipo
de elementos de consumo.

El problema con todo, esto es que esta información habita en la esfera privada, ya que son
los datos de la vida misma del individuo, pero esto se deja a un lado y bajo el discurso de –
gratuidad y felicidad– se comercian sin mayor castigo, estos discursos de un mundo
conectado y libre, tan utilizado por los regentes de Silicón Valley, las multinacionales
chinas, coreanas y japonesas, los conglomerados alemanes automotrices y bioquímicos,
además del sector financiero mundial, todo con un fin, comerciar –vidas digitales– para un
beneficio económico.

Dado que esta información privada es comerciada sin consentimiento y sin ningún tipo de
reparo, los usuarios son tratados como un campo de explotación, no reciben nada y si se
quejan, quedan alejados de todo este entorno digital que ya es parte de su vida misma.
Sumado a ello se enfrentan al uso indiscriminado de pantallas, las cuales alteran sus estados
de sueño, configuran sus hábitos sociales y administran una cantidad ingente de datos
personales, con los cuales luego serán amaestrados.

En una investigación de DW documentales, se le solicito a Amazon que mostrara la


cantidad de datos que obtiene de un usuario poco frecuente, y la información recopilada fue
de 85.000 Data Points; tanta era la información que las IAs de la compañía tenían, que
predecían con certeza cuando una mujer estaba embarazada, incluso antes de que ella lo
supiera. Analizando patrones de conducta y variables en estos hábitos, el algoritmo
predecía el estado de embarazo y subsecuentemente recomendaba y seleccionaba artículos
para la maternidad.

Hasta ese punto las empresas tienen configurada nuestra conducta, tal es la capacidad de
estas herramientas, que permiten modificar las elecciones de un país que se dice el más
libre y seguro del mundo. El escándalo de Cambridge Analytica (CA) revelo la
vulnerabilidad consentida de estos gigantes de internet, a través de Facebook, la empresa
recopilaba información de usuarios que no tenían bien definido un espectro político (los
denominaron influenciables), después empezaban a bombardearlos con información del
político opositor, en este caso Hilary Clinton y por medio de la misma aplicación y otras
(de las cuales CA sabía que estos influenciables consumían), generaban toda una
cosmovisión alrededor del tema, pues a donde fueran los usuarios recibirán la información
mutilada de que Donald Trump era el único candidato sobre el cual se centraban todas las
miradas de aprobación.

Además de que todo su espectro político estaba mediado por CA también ellos le
configuraban una óptica sobre la cual depositar la mirada, entonces estos usuarios
replicarían la información en sus espacios, desde sus redes sociales, pasando por
instituciones laborales, centros médicos, bares y distintos establecimientos, propagando esta
información a amigos y familiares. Con lo cual se generaba una espiral del silencio, teoría
de Neumann sobre la cual, un grupo pequeño pero ruidoso genera la perspectiva de que son
mayoría y por lo tanto se vuelven la opinión dominante.
De esta manera es como conseguía CA consolidar una base segura de votantes y con ello
asegurarse un podio a la presidencia, cabe resaltar que este no fue el único medio utilizado
por Trump, pues en una campaña política hay demasiadas estrategias, pero esta
metodología de CA, si fue una efectiva además de aterradora, debido a que usaba algo tan
íntimo de nosotros, nuestra información, nuestra esencia, para predecir subjetividades y
mediante ello configurar seres que estarían más influenciados a votar por Trump que por
Hilary, uno de los ejemplos más claros del Gran Hermano de Orwell.

Bajo un condicionamiento tecnológico como este, cabe preguntarse, ¿quién toma las
decisiones? nosotros o unas IAs que saben nuestras preferencias y nos bombardean con
sugerencias, caso frecuente de Amazon, Google, Netflix, Instagram y WeChat . El
problema es que al entender nuestros gustos, se crean unas ideas estereotipas de lo que
somos y de cómo actuamos, así que el ultra cristiano de derecha consumirá un internet muy
diferente al del ateo liberalista de izquierda, en donde ninguno de los dos se toparan, las
noticias que recibirán serán distintas, los correos, los amigos y así toda su realidad digital.
Por lo tanto se crean unas burbujas que filtran toda la información. El código considerará
lo que el sujeto quiere o no querrá consumir, se elimina el antagonismo de la vida, el
debate, la disputa; por la falsa idea de bienestar y felicidad, se acaba claro, cualquier noción
de democracia.

Eli Pariser militante a favor de los esclavos digitales, genera una serie de debates sobre el
poder indiscriminado que ejercen estas empresas en nuestras vidas, empresas que en
algunos casos están en más países que la ONU, por lo tanto son estados sin territorio, que
ejercen la diplomacia del Soft Power, propagando sus servicios a un consto
inconmensurable:

Del mismo modo que la civilización industrial floreció a expensas de la naturaleza y


amenaza ahora con costarnos a todos la Tierra misma, una civilización
informacional modelada por el capitalismo de la vigilancia y su nuevo poder
instrumentario prosperará a costa de la naturaleza humana y amenaza con costarnos
nuestra humanidad misma. (Zuboff, 2020, p. 17).

La postura es clara, si somos el ganado para explotación de estos nuevos regentes, tenemos
que tomar medidas sobre el poder que ellos ostentan sobre nosotros. Google desde el 2009
recopila y almacena información de todas las huellas que dejan los usuarios en red, con lo
cual asume que los gustos musicales o gastronómicos de un usuario poco frecuente serán
los mismos ahora como en 11 años, parcelando y sectorizando la experiencia del
consumidor, volviéndolo un instrumento sobre el cual imbuir su poder, diciéndole cómo
actuar y que probar, en suma viviendo la vida por él.
A toda esta serie de disertaciones, sobre cómo estas mediaciones tecnológicas configuran
nuestra cotidianidad, se le añade el factor de que son indispensables en algunos ámbitos, así
que siempre estarán allí, y ese no es el problema, el problema es el uso que los otros ejercen
a través de ellas y como esto nos aliena cada vez más. El no cuestionarse aquello y dejar
que se siga reproduciendo nos costara nuestra misma humanidad, como Zuboff lo
esclareció, por lo tanto el papel como consumidores, es político, una disputa por nuestros
intereses, por nuestra libertad y no es solo una cuestión de legislación sino de usos, de
cómo nos identificaos con ellas y como tratamos de entenderlas y por lo tanto mediarlas.

Las IAs cada vez son más capaces que los humanos en muchos campos, además de
complejas, con lo cual llegara un punto en donde no las podamos entender, ni tampoco
superar y el cuestionarnos sobre cómo nos afectan y que afectaciones vamos a permitir,
debemos hacerla todos los días, antes de llegar a un escenario de inflexión sobre el cual su
poder sobre nosotros sea mayor y por lo tanto inexpugnable.

Julián Cárdenas - 051200152018


Bibliográfica

Agamben, G. (2011b). ¿Qué es un dipositivo? Sociológica, 26(73), 249–264.

Amer, K. Noujaim, J. Kos, P. Dreyfous, G. Korin, J. (productores) Amer, K.


Noujaim, J. (directores). (2019). Nada es privado. Netflix. Estados Unidos.

Barbero, J. (1991). De los medios a las mediaciones. Editorial Gustavo Gili.


Barcelona, España.

Foucault, M. (2013). El orden del discurso. Tusquets. Ciudad de México,


México.

Herzog, M. (productor) Rösseler, M. (director). (2019). Amazon, Jeff Bezos y


la colección de datos. DwDocumentales. Alemania.

Orwell, G. (1949). 1984, el gran hermano. Harvill Secker. London, Inglaterra.

Patino, B. (2020). La civilización de la memoria de pez. Alianza Editorial.


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Sibila, P. (2005), El hombre postorgánico: Cuerpo, subjetividad y tecnologías


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Srnicek, N. (2018). Capitalismo de plataformas. Caja negra. Barcelona,


España.

Nye, J. (1990). Bound to lead. Harvard. Massachusetts, Estados Unidos. (Soft


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Žižek, S, (1989). El sublime objeto la ideologia. Verso Books. Londres, Reino


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Zuboff, S. (2020). La era del capitalismo de vigilancia. PublicAffairs. New


York, Estados Unidos.

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