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Guattari Cartografiasesquizoanaliticas Liminar
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LIMINAR
Sobre las ruinas del Bajo Imperio y del Imperio carolingio se erigió, en Europa
occidental, una nueva figura de subjetividad, caracterizada tal vez por una doble
articulación:
A pesar, o a causa, de las colosales presiones -de represión territorial pero también
de aculturaciones enriquecedoras- ejercidas, por un lado, por el Imperio bizantino
sustituido por el imperialismo árabe y, por el otro, por las potencias bárbaras y
nómades portadoras, en particular de innovaciones metalúrgicas, el caldo de
cultivo de la cristiandad proto-capitalística llegará a una estabulación relativa
(pero a largo plazo) de sus tres polos fundamentales de subjetivación,
aristocrático, religioso y campesino, que rigen las relaciones de poder y de
saber. Así, los "empujes maquínicos" ligados al desarrollo urbano y a la
expansión de las tecnologías civiles y militares se verán a su vez alentados y
encauzados. Esta especie de estado de naturaleza de las relaciones entre el
hombre y el útil seguirá asediando hasta nuestros días los paradigmas de
reterritorializacíón del tipo "Trabajo, Familia, Patria".
La cuestión que vuelve aquí de manera obsesiva, consiste en saber por qué las
inmensas potencialidades procesuales aportadas por todas las revoluciones,
informática, telemática, robótica, burocrátíca, biotecnológica… sólo
desembocaron hasta ahora en un refuerzo de los anteriores sistemas de alie-
nación, en una mass-mediatización opresiva, en políticas consensúales
infantilizantes. ¿Qué es lo que permitirá que desemboquen por fin en una era
post-mediática, despejándolas de los valores capitalísticos segregativos y
dando su plena expansión a los inicios actuales de revolución de la inteligencia, la
sensibilidad y la creación? Diversas variedades de dogmatismo pretenden
encontrar una salida a estos problemas afirmando violentamente, en detrimento
de las otras dos, alguna de las tres voces capitalístícas. Hay quienes sueñan, en
materia de poder, con volver a las legitimidades de antaño, a las
circunscripciones bien delimitadas de pueblo, raza, religión, casta, sexo...
Paradójicamente, los neo-estalinistas y los social-demócratas, que sólo pueden
pensar el socius en el marco de una inserción rígida en el seno de las es-
tructuras y las funciones estatales, deben ser clasificados en esta categoría. La
fe en el capitalismo conduce a algunos a justificar todos los estragos de la
modernidad -sobre el hombre, la cultura, el medio ambiente...- porque estiman
que en última instancia nos traerán beneficios y progresos. Hay quienes,
finalmente, terminarán siendo relegados en una marginalidad crónica. en un
mundo de apariencias, por sus fantasmas de liberación radical, o que volverán
a buscar refugio en un socialismo de fachada.
Nos corresponde, por el contrario, intentar repensar estas tres voces en su
necesaria imbricación. No se puede mantener ningún compromiso en los
Phylum creadores de la tercera voz sin que se creen, conjuntamente, nuevas
territorialidades existenciales que, aunque ya no conciernen el ethos post-
carolingio, no dejan de invocar disposiciones protectoras en lo que se refiere a la
persona, lo imaginario y la constitución de un entorno de dulzura y devoción. En
cuanto a las mega-empresas de la segunda voz, las grandes aventuras
colectivas industriales y científicas, la gestión de grandes mercados de saber,
también conservan, evidentemente, toda su legitimidad. Pero a condición, no
obstante, de que sus finalidades sean redefinidas, las cuales permanecen hoy
desesperadamente sordas y ciegas a las verdades humanas. ¿Basta aún con
pretender que se trata solamente del beneficio? Sea como sea, la finalidad de la
división del trabajo, como la de las prácticas sociales emancipadoras, deberá
terminar por recentrarse en un derecho fundamental a la singularidad, en una
ética de la finitud, tanto más exigente con respecto a los individuos y las
entidades sociales cuanto que resulta menos capaz de fundar sus imperativos
en principios trascendentes. Vemos aquí que los Universos de referencia ético-
políticos deben instaurarse en la prolongación de los universos estéticos, sin que
alguien se vea por esta razón autorizado a hablar de perversión o de
sublimación. Se notará que los operadores existenciales que se relacionan con
estas materias ético-políticas, al igual que los operadores estéticos, implican
inevitables pasajes por puntos de ruptura de sentido, compromisos procesuales
irreversibles, cuyos actantes suelen ser incapaces de rendir cuentas a alguien, ni
siquiera a sí mismos, lo que los expone, entre otras cosas, a riesgos de locura.
Sólo una toma de consistencia de la tercera voz, en el sentido de la
autorreferencia –el pasaje de la era consensual mediática a una era disensual
post-mediática- le permitirá a cada uno asumir plenamente sus potencialidades
procesuales y tal vez transformar este planeta, vivido hoy como un infierno por
los cuatro quintos de la población, en un universo de encantamientos
creadores.
Me imagino que este lenguaje le sonará hueco a muchos oídos hastiados, y que
los menos malintencionados calificarán mis posiciones de utópicas. Sí, la utopía
hoy no tiene buena prensa, aun cuando adquiere una carga de realismo y
eficiencia, como las que le confieren los Grünen en Alemania.** Pero no nos
engañemos, estas cuestiones de producción de subjetividad ya sólo conciernen
a un puñado de iluminados. ¡Miren bien Japón, el modelo de los modelos de las
nuevas subjetividades capitalísticas! No hemos señalado suficientemente que uno
de los ingredientes esenciales del cocktail milagro que se presenta allí a los
visitantes consiste en el hecho de que la subjetividad colectiva, producida
masivamente, asocia los componentes más "high tech" con arcaísmos
heredados de tiempos inmemoriales. También en este aspecto encontramos la
función reterritorializante de un monoteísmo ambiguo -el sinto-budismo, mezcla
de animismo y de potencias universales- que colabora con el establecimiento de
una fórmula flexible de subjetivación, la cual, es verdad, nos hace salir bien lejos
del diseño triádico de las vías cristianas capitalísticas. ¡Habrá que profundizar
esto!
Pero consideremos más bien, en el otro extremo, el caso de Brasil. Se trata de un
país en que los fenómenos de reconversión de las subjetividades arcaicas han
tomado un cariz diferente. Sabemos que una parte considerable de la población
vegeta allí en una miseria tal que escapa, de hecho, a la economía monetaria, lo
que no impide que su industria se ubique en el sexto lugar entre las potencias
occidentales. En esta sociedad, dual como pocas, se asiste a un doble barrido
de la subjetividad: por un lado, por una ola yankee pasablemente racista -mal
que le pese a algunos- que transmite una de las redes televisuales más
poderosas del mundo y, por otro lado, por una ola de carácter animista, con
religiones sincréticas como el candomblé, más o menos heredadas del sustrato
cultural africano, y que tienden a salir de su acantonamiento originario del seno
de las poblaciones negras para contaminar el conjunto de la sociedad, incluidos
los medios más encopetados de Río y de San Pablo. Es impresionante ver
cómo, en este contexto, la impregnación mass-mediática precede la
aculturación capitalística. ¿Y saben ustedes lo que pasó cuando el presidente
Sarney quiso derrotar de una vez por todas la inflación que había alcanzado hasta
el 400% anual? Fue a la televisión; enarboló un papel ante las cámaras y declaró
que a partir del instante en que firmara el decreto-ley que tenía en la mano, cada
uno de los que lo miraba se convertiría en su representante personal y tendría el
derecho de arrestar a los comerciantes que no respetaran las tarifas oficiales.
Parece que fue, por un tiempo, temiblemente eficaz. ¡Pero al precio de qué
regresión en materia de derecho!
El atolladero subjetivo del capitalismo de la crisis permanente (el Capitalismo
Mundial Integrado) parece total. Sabe que las voces de la autorreferencia son
indispensables para su expansión y, por consiguiente, para su supervivencia;
pero todo lo lleva sin embargo a trabar su proliferación. Una suerte de Superyó
-la gran voz carolingia- sólo sueña con aplastar estas voces, reterritorializándolas
en sus imágenes arcaicas. Pero, para tratar de salir de este círculo vicioso,
intentemos, ahora, volver a situar nuestras tres voces capitalísticas en relación
con las coordenadas geopolíticas vigentes para jerarquizar los grandes
conjuntos subjetivos en primero, segundo y tercer mundo. Para la subjetividad
del Occidente cristiano, todo era (e, inconscientemente, sigue siendo) simple: no
sufre ningún encuadre ni de latitud, ni de longitud. Es el centro trascendente en
tomo al cual todo debe girar. Por su parte, la voz del Capital no ha cesado de
correr hacia adelante, primero hacia el Oeste, hacia inaprehensibles “nuevas
fronteras", y, más recientemente, hacia el Este, a la conquista de todo eso en
lo que se convirtieron los antiguos imperios asiáticos -incluida Rusia. Esta
carrera loca sólo termina en California, por un lado, y en Japón, por el otro. La
segunda vía del Capital está cerrada, el mundo se ha encerrado y el sistema
está saturado. (¡La última potencia que se dará cuenta de esto, será sin duda
Francia, encaramada en su atolón de Mururoa!) Así pues, tal vez sea sobre el eje
Norte-Sur que se juegue la suerte de la tercera vía [o voz] de la autorreferencia.
Es lo que me gustaría llamar: el compromiso bárbaro. El antiguo limes de
delimitación de la. barbarie se ha dividido irremediablemente en capas,
desterritorializado. Los últimos pastores del monoteísmo han perdido sus
rebaños, porque la nueva subjetividad ya no es de una naturaleza capaz de ser
reunida. Y luego, el Capital comienza ahora a estallar en una polivocidad animista
y maquínica. ¿No sería un vuelco fabuloso que las viejas subjetividades
africanas, precolombinas, aborígenes... se conviertan en el último recurso de la
reapropiación subjetiva de la autorreferencia maquínica? Estos mismos negros,
estos mismos indios, estos mismos oceánicos cuyos ancestros eligieron
muchas veces la muerte antes que la sumisión a los ideales de poder,
esclavismo y finalmente intercambismo, de la cristiandad y el capitalismo?
Y, para terminar, deseo que no se me objete tampoco el carácter demasiado
exótico de mis dos últimos ejemplos. Incluso en un país del Viejo Continente,
como Italia, se constata que, desde hace algunos años, en el seno de un
triángulo Norte-Este-Centro, una multitud de pequeñas empresas familiares se
han puesto a vivir en simbiosis con las filiales industriales de punta de la
electrónica y la telemática. Hasta tal punto es así, que si un Silicon Valley a la
italiana surgiera, sería gracias a la reconversión de arcaísmos subjetivos que
tienen su origen en las antiguas estructuras patriarcales de este país. Y a lo
mejor ustedes no ignoran que ciertos prospectivistas, de ningún modo delirantes,
pretenden que ciertos países mediterráneos, como Italia o España, podrían
superar, en algunas décadas, los grandes polos económicos de Europa
septentrional. Entonces, ¿se dan cuenta?, en materia de sueño y utopía ¡el futuro
sigue estando ampliamente abierto! Mi deseo es que todos los que siguen
apegados a la idea de progreso social -para quien lo social no se convirtió en un
señuelo, una "apariencia"- se consagren seriamente a estas cuestiones de
producción de subjetividad. La subjetividad de poder no cae del cielo; no está
inscripta en Ios cromosomas que las divisiones del saber y el trabajo deban
necesariamente desembocar en las atroces segregaciones que conoce hoy la
humanidad. Las figuras inconscientes del poder y el saber no son universales.
Están ligadas a mitos de referencia profundamente anclados en la psiquis, pero
que también podemos desviar hacia caminos liberadores. La subjetividad sigue
estando hoy masivamente controlada por dispositivos de poder y saber que
ponen las innovaciones técnicas, científicas y artísticas al servicio de las
figuras más retrógradas de la socialidad. Y, sin embargo, otras modalidades de
producción subjetiva -procesuales y singularizantes esta vez- pueden
concebirse. Estas formas alternativas de reapropiación existencial y de
autovalorización pueden convertirse mañana en la razón de vida de las
colectividades humanas y los individuos que rehusan abandonarse a la
entropía mortífera característica del período que atravesamos.
[1] Nano-segundo: 10-9 segundo; pico-segundo: 10-12 segundo. Acerca de todos estos temas
prospectivos evocados aquí, ver: "Rapport sur l'état de la technique" C.P.E., número
especial de Science et technique, dirigido por Thierry Gaudin.
* Guattari escribe voi(x) (es) para condensar los términos voix y voies, homófonos en
francés [n. del t.].