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La existencia, el lugar y la Arquitectura

Enrique Paniagua Arís


La existencia, el lugar y la Arquitectura

© Enrique Paniagua Arís

ISBN: 978–84–15787–70–9

e-book v.1.0

ISBN edición en papel: 978–84–9948–692–5

Edita: Editorial Club Universitario. Telf.: 96 567 61 33


C/ Decano, 4 – 03690 San Vicente (Alicante)
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Maqueta y diseño: Gamma. Telf.: 965 67 19 87


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Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún
procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de
información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
Para Belén
Agradecimientos

Es grato poder agradecer, primero, por haber llegado hasta aquí; y segundo, porque no habría lle-
gado hasta aquí si no fuera gracias a la colaboración de compañeros, investigadores y profesionales,
y al inestimable apoyo familiar.

Quisiera, ante todo, agradecer a Elías Hernández Albaladejo, profesor titular de Composición
Arquitectónica de la Universidad Politécnica de Cartagena, su entusiasmo y empuje a pesar de la
complejidad del proyecto por mor de su multidisciplinariedad.

También me gustaría agradecer su colaboración en este proyecto a Luis J. Alías Linares, cate-
drático de Matemáticas de la Universidad de Murcia, por su guía y acertados comentarios en todo lo
relacionado con la Topología y la Teoría de Grafos; a Francisca Pérez Carreño, catedrática de Estética
de la Universidad de Murcia, por acercarme al tema del “lugar”; a Fernando Martín Rubio, catedrá-
tico de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial de la Universidad de Murcia, por sus
discusiones y observaciones acerca del modelado de la Tarea de Interpretación desde la Ingeniería del
Conocimiento, su innata curiosidad y su capacidad de síntesis en temas multidisciplinares; a José Ma-
nuel Cadenas Figueredo, profesor titular de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial de la
Universidad de Murcia, por su actitud proactiva e intuir claramente la aplicabilidad de las técnicas de
Minería de Datos basadas en Lógica Difusa a la Tarea de Interpretación propuesta en este proyecto;
a José María Torres Nadal, catedrático de Proyectos Arquitectónicos de la Universitat d’Alacant, por
su apoyo; a Joan Calduch Cervera, profesor titular de Composición Arquitectónica de la Universitat
d’Alacant, por sus acertadas acotaciones metodológicas, sus críticas constructivas, siempre empare-
jadas a las correspondientes propuestas de mejora y sus aportaciones epistemológicas; a José Parra,
arquitecto, por sus acertados comentarios y consejos en el enfoque del proyecto; y a José Manuel
Escuriola Serra, arquitecto, por animarme a continuar en esa etapa inicial de dispersión.

Finalmente, me gustaría agradecer a mi mujer Belén, su apoyo, firme e incuestionable, a lo largo


de todo el camino por el que he transitado durante el desarrollo de este proyecto.
Índice

Agradecimientos................................................................................................................................... 5

Introducción.......................................................................................................................................... 9

1 La Existencia.................................................................................................................................... 11
1.1 La Analítica Existenciaria de Heidegger................................................................................. 11
1.2 El concepto esencial del hombre de Scheler........................................................................... 14
1.3 La Repetición de Kierkegaard................................................................................................. 15
1.4 La Filosofía Relacional de Zubiri............................................................................................ 16
1.5 El Humanismo de Sartre......................................................................................................... 18
1.6 Análisis y crítica acerca de la existencia del hombre.............................................................. 19
1.7 Los componentes espacio-temporales de la existencia........................................................... 22

2 El Espacio Existencial...................................................................................................................... 29
2.1 El espacio existencial con relación a otros aspectos del espacio............................................ 29
2.2 La estructura del espacio existencial....................................................................................... 33

3 La expresividad del espacio existencial........................................................................................... 61


3.1 El entorno natural especial...................................................................................................... 62
3.2 La percepción externa del centro............................................................................................ 62
3.3 La percepción de la dirección.................................................................................................. 79
3.4 La percepción de la estructura interna de un centro................................................................ 82
3.5 La percepción del entorno....................................................................................................... 89

4 La concreción del espacio existencial.............................................................................................. 93


4.1 Los elementos del espacio arquitectónico y el espacio existencial......................................... 93
4.2 El modelado de la tarea de interpretación............................................................................. 101

5 Análisis de casos............................................................................................................................ 125


5.1 La casa Azuma...................................................................................................................... 125
5.2 La casa Emílio Vilar.............................................................................................................. 129
5.3 La casa N............................................................................................................................... 137

Bibliografía....................................................................................................................................... 143
Introducción

El propósito de este libro consiste en identificar aquel conocimiento que se puede definir como
“nuestra capacidad de entender y utilizar para alcanzar nuestros objetivos, la naturaleza, cualidades
y relaciones de las cosas” (Paniagua y cols., 2007: 53-54), que relaciona la existencia (la esencia del
hombre), desde un enfoque principalmente heideggeriano, y el lugar (la principal expresión del espacio
existencial) con el espacio arquitectónico (la concreción del espacio existencial). Lo podemos resumir
de la siguiente manera:

Modelar, a nivel de conocimiento, la tarea de interpretación de obras arquitectónicas, basada en la


parametrización de los conceptos, atributos, relaciones e inferencias que enlazan la estructura física
con la percepción de los esquemas topológicos y el modelo existencial del habitar.

Dicho propósito requiere del desarrollo de un modelo conceptual, que podríamos calificar como
ontológico, en el que se definan y describan los conceptos, propiedades y relaciones que se identifican
y establecen de forma relevante entre los tres componentes (a los que denominaremos contextos) del
modelo.

Teniendo en cuenta el alto nivel de abstracción que puede presentar la definición de dicho modelo
conceptual del espacio existencial, su estructura se podría configurar en tres niveles (o contextos) prin-
cipales, explicitando las interrelaciones que se identifican entre ellos. Los contextos son:

• La Existencia: el hombre y su naturaleza, la existencia y sus componentes espacio-temporales.

• El Espacio Existencial: el propio espacio existencial, su identificación en los diferentes aspec-


tos respecto a los que se puede tratar el espacio, su estructura interna y la descripción de sus
componentes.

• La Arquitectura: la arquitectura como objeto material, forma y estructura, que concretiza el


espacio existencial (más adelante veremos cómo la denominación más adecuada será la de
“espacialidad”).

Mientras que las interrelaciones son:

• La expresión existencial del hombre en los componentes del espacio existencial.

• La expresión del espacio existencial en los componentes de la arquitectura (percepción de la


estructura configuradora y el espacio configurado).

A nivel personal, nunca me he interesado por el nivel tectónico-técnico (Arnau, 1975) o construc-
tivo de la arquitectura; tampoco por muchas de las arquitecturas pasadas, quizás por aquella acertada
evidencia que aprecia (Rasmussen, 2007: 18) acerca de que es imposible (al menos, bastante difícil)
retomar la belleza de la arquitectura de una época pasada, o porque pierden su función primaria y las
secundarias permanecen simplemente como huella de una época o incluso son sustituidas por otras
10 IntroduccIón

más cercanas y actuales (Eco, 1986: 272), entre las que, sin saber exactamente la causa, me parecían
más ajenas aquellas que mostraban un alto grado de orden, geometrización u ornamento. Sin embargo,
siempre me han conmovido aquellas, casi siempre contemporáneas o pasadas de tipo vernáculo (Rudo-
fsky, 1976), que mostraban una clara austeridad en su forma (p. ej.: la Casa Azuma de Ando o la Capi-
lla Klaus de Zumthor), desnudaban su materialidad (p. ej.: los Baños Termales de Zumthor), parecían
pertenecer al “lugar” (p. ej.: la Casa Malaparte de Libera o la Casa Ugalde de Coderch), sabían generar
un sentimiento de pérdida del cual uno no podía escapar (p. ej.: la Fosse Ardeatine de Fiorentino y
Perugini) o, en algunos casos, sugerían una especie de estructura interna basada en el recorrido (p. ej.:
la iglesia sobre el Agua de Ando o el museo judío de Berlín de Libeskind). Este conjunto de caracterís-
ticas me conducían a dos temas clave: el lugar y el viaje que, de alguna manera, hacían referencia a su
vez a un nivel existencial de la arquitectura.

En el análisis de la literatura relacionada con el espacio existencial observé: 1.º) una clara una-
nimidad de los autores en hacer referencia indispensable a Heidegger, sin embargo, casi ninguno de
ellos profundizaba en sus planteamientos; 2.º) los autores trataban el espacio existencial con un nivel
de granularidad muy bajo, es decir, se limitaban a los conceptos de “centro” y “dirección” y las rela-
ciones, atracciones y tensiones que se podían generar, sin embargo, trataban a nivel muy superficial
la estructura interna de un centro. Por otro lado, el concepto de “lugar” (como concepto existencial)
aumentaba su protagonismo, y se hacía necesario un análisis más profundo del modelo heideggeriano
para establecer relaciones más precisas con el espacio existencial, y también un análisis topológico que
tratara un centro como estructura y no simplemente como unidad no descomponible.

Por otro lado, el ámbito en el que siempre he trabajado (a nivel docente y profesional) es el de la
Ingeniería del Conocimiento, cuyo objetivo último es el establecimiento de metodologías que permitan
abordar el desarrollo de Sistemas Basados en el Conocimiento (SBC) de forma sistemática. Este tipo
de actividad genera competencias en la identificación, análisis, evaluación, selección y explicitación
(modelado) del conocimiento en dominios diversos de aplicación, y también, una deformación pro-
fesional que focaliza cualquier objeto de estudio a esta orientación. En este ámbito son escasos los
trabajos aplicados al diseño arquitectónico, presentan un serio cuello de botella en la adquisición del
conocimiento de los expertos, un comportamiento excesivamente rígido, poca semántica o dificultad
en ofrecer un razonamiento flexible (Fernández, 2002: 122-148), hechos que me han animado a orien-
tar el proyecto en esta dirección de carácter, podríamos decir, operativo.

El presente proyecto lo podríamos clasificar como un “cruce fecundo de disciplinas” (como pedía
Norbert Wiener, fundador de la Cibernética). Sin embargo, ese cruce no se encamina a encontrar mo-
dos similares de pensamiento (algún tipo de analogía) entre diferentes paradigmas, sino en aplicar a
cada componente del sistema (que se entiende compuesto por diferentes niveles o estratos), objeto de
la investigación, el método de análisis y las técnicas o herramientas más adecuadas; teniendo en cuenta
que dicho sistema es de naturaleza incuestionablemente cultural, y, por tanto, cualquier modelo que
intente explicitarlo siempre mostrará ciertas limitaciones (principalmente a nivel transversal) en su
adecuación metaontológica, por la complejidad y dinámica intrínsecas a todo sistema social.

Bajo un enfoque personal, la Arquitectura es un arte utilitario, no meramente funcional, que debe
responder a múltiples necesidades del hombre (pragmáticas, psicológicas, simbólicas…), y, entre ellas,
especialmente a las de carácter existencial (aquellas que acotan de forma primordial su “habitar”).
Entonces, la hipótesis planteada para establecer las relaciones entre Existencia, Espacio Existencial y
Arquitectura es que la Arquitectura es una estructura física que configura un espacio físico; que dichos
elementos son para el usuario estructura perceptible y espacio percibido cualificado (connotado por la
primera), respectivamente; y que la estructura perceptible denota un espacio pragmático (conexiones)
que, vinculado con el espacio percibido (centros), genera un esquema topológico emparejado a un es-
quema existencial (modelo del habitar).
1 La Existencia

En este capítulo vamos a tratar la naturaleza del hombre, es decir, analizar la existencia (su esen-
cia, su ser). Vamos a intentar descubrir en qué consiste dicha esencia y mostrar la gran importancia
que presentan en ella los componentes espacio-temporales, tanto a nivel individual como interper-
sonal.

Los autores en los que nos basamos para realizar este primer análisis son los principales de la
filosofía existencial. En el enfoque teísta encontramos a Kierkegaard como mayor exponente de la
escuela religiosa, y a Heidegger como mayor exponente de la escuela espiritualista (aunque algunos
autores lo clasifican como ateo). Al primero le seguirán los desarrollos de Zubiri, y al segundo los de
Scheler y Ortega. Por otro lado, en el enfoque ateo encontramos como mayor exponente a Sartre.

1.1 La Analítica Existenciaria de Heidegger

Para Heidegger (Gaos, 1986: 23-24) el objeto de análisis más importante de la Ontología, que es
la disciplina que trata del ser de las cosas, es el ente hombre, y el método que se debe utilizar para
analizarlo es la Fenomenología, establecida previamente por Husserl (Szilasi, 1973: 23-31), cuyo
objetivo era disponer de la capacidad de ver el estado de cosas que ha de ser mostrado, capacidad
que debía preceder a la capacidad de la conciencia, según Kant, de juzgar. Por tanto, podemos definir
la Fenomenología como el método que permite a algo mostrarse a sí mismo, mostrar su ser.

Heidegger (Gaos, 1986: 26) establece lo que denomina la Analítica Existenciaria, que es el aná-
lisis de la esencia (el ser) del ente hombre, es decir, el de la existencia del “ser ahí” (Dasein) en su
“ser en el mundo” con otros entes “intramundanos” que no son del tipo “ser ahí” y con otros entes
“ser ahí”. Para Heidegger (Fernández, 2008: 381), la existencia substituye a la esencia, al hombre
le corresponde no “tener ser” sino “tener que ser”; el hombre no tiene propiedades como las cosas,
sino “modos posibles de ser”.

El modo del “ser ahí” en el mundo es el modo de la cotidianidad, que es una estructura unitaria
y triple formada por el mundo, el quién es en el mundo y el ser en el mundo. Por tanto, vamos a
analizar estos tres componentes.

1.1.1 El mundo (la relación del hombre con las cosas)

Cuando Heidegger (Gaos, 1986: 28) habla del mundo se refiere al mundo cotidiano, como, por
ejemplo, el mundo en el que trabaja un operador manual (un obrero). En este mundo hay entes
“intramundanos” (objetos) que se dan como útiles que se manejan, es decir, el “ser ahí”, que existe
inmediata y regularmente en la cotidianidad, “se cura de” manejar dichos útiles.
12 La exIstencIa

En este mundo cotidiano del operador manual, el que martilla sabe, no en sentido intelectual, sino
del hacer (actuar), martillar, y ve, no en sentido estrictamente visual, cómo hay que usar el martillo en el
torno. El martillo, en cuanto útil, no está aislado, presenta múltiples referencias (relaciones de uso) con el
contexto: martillar un clavo  para colgar un cuadro  que adorna una habitación. Todas estas referen-
cias lo definen, y además presenta referencias a sus materiales, que a su vez abren otras referencias, esta
vez en un contexto más amplio, que también definen al martillo (su naturaleza) (Gaos, 1986: 29-31). Por
tanto, el útil hace referencia al “mundo circundante”, que es su escenario de uso y su naturaleza.

El que martilla “se conforma con… para” ónticamente, a nivel existencial, con el útil, ya que trabaja
con él, o lo mejora si no cumple sus expectativas o, finalmente, lo destruye; y “se conforma con” onto-
lógicamente, a nivel existenciario, con el útil “en sí”, “al” martillar. Por su lado, el martillo “tiene una
conformidad para” con el que martilla.

Estas referencias de tipo “conformarse con… para” y “conformidad para” generan dos cadenas que
definen el “significarse” del “ser ahí” en su “ser en el mundo” y el “ser a la mano” (Heidegger, 2003: 108)
de los entes “intramundanos”, respectivamente. Estas dos cadenas de referencias definen la “mundani-
dad”, por tanto, el mundo es un ente existenciario integrador del ente “ser ahí” en su “ser en el mundo”
que muestra la condición de posibilidad de todos los entes “intramundanos”. De esta manera, el ente
“ser ahí” no es un sujeto que entra en relación con el mundo, sino que está constituido por su “ser en el
mundo”.

En este mundo (Heidegger, 2003: 109-110), los útiles tienen su sitio, que es su espacialidad del “estar
a la mano”. Al igual que el útil hace referencia a todas sus posibilidades, su espacialidad hace referencia
a un paraje (o zona), que es su conformidad espacial (pertinencia, adecuación) determinada por los ante-
riores y sucesivos “conformarse con… para” estos, al “curarse de” ellos, de un modo u otro, el “ser ahí”
en su “ser en el mundo”. Esta orientación zonal constituye lo circundante, que es el “en torno a nosotros”,
cuyas zonas son descubiertas a través de los pasos y caminos del quehacer cotidiano e interpretados cir-
cunspectivamente.

Este sitio se genera por la circunspección del “curarse de”, constituido por el “des-alejamiento” (ha-
cer desaparecer la lejanía del útil, es decir, acercarlo) y la “dirección” (pertinencia de uso) del útil en el
“paraje” (Heidegger, 2003: 111-115). Dicho “des-alejamiento” destaca al útil de su mundo circundante
porque es cercano en sus anteriores y sucesivos “curarse de”, que decide sobre la cercanía o lejanía de lo
inmediatamente “a la mano”, cercanía por comparecer antes que otro útil, no por medición de distancias,
sino regulada por el manejo y el uso, saliendo al encuentro de la cotidianidad ocupada del “ser ahí” (Da-
sein), “haciéndose a uno”. Cercanía direccionada, no simplemente porque tenga un lugar en el espacio
como un ente que “está ahí”, sino porque está colocado, instalado, adecuadamente emplazado y puesto.
Tiene su lugar propio.

El Dasein es esencialmente “des-alejación”, es decir, espacial, en su continuo descubrimiento cir-


cunspecto del espacio. En la significatividad con la que el Dasein se familiariza en cuanto ocupado en su
“estar en” se da la apertura del espacio. Dejar que los entes “intramundanos” comparezcan es ese abrir
espacio (ordenación espaciante). Por tanto, el espacio no está en el sujeto, ni el mundo está en el espa-
cio. El espacio está en el mundo, en la medida en que el “estar en el mundo” del Dasein va abriendo el
espacio.

Es importante remarcar que en este “estar en el mundo” del Dasein está implícita la necesidad de
signos, ya que el signo se hace cargo de la indicación expresa y fácilmente manejable de las direcciones,
manteniendo abiertas (disponibles) las zonas, el adónde de su pertinencia (el carácter pragmático) (Hei-
degger, 2003: 114).

Por ejemplo, el sol, que dispensa luz y calor, tiene sus lugares especiales, descubiertos circuns-
pectivamente: levante, mediodía, poniente, medianoche. Sus lugares propios están constantemente “a
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 13

la mano” de manera variable (a lo largo del día) pero regular (cada día se repite el mismo ciclo con
variaciones según la estación del año), se convierten para el “ser ahí” en indicadores fuertes de zonas
que son susceptibles de ser ocupadas con lugares propios. La casa tiene su lado del sol y su lado de
la sombra, orientando la distribución de sus espacios interiores. Es el caso de las iglesias cristianas
y sus tumbas, que están situadas de acuerdo con la salida y la puesta del sol, zona de vida y zona de
muerte.

1.1.2 El quién es en el mundo (la relación del hombre con los hombres)

El “ser en el mundo” también es un ente que está en relación con otros entes “ser ahí” (Gaos,
1986: 38-41), generando referencias con “los otros” y convirtiéndose en un “ser con”. El “ser solo” es
un modo deficiente del “ser con”, y el mundo “público” es el común del “ser ahí” y de “los otros”.

De esta manera, el “ser ahí” además de “curarse de” con los entes “intramundanos” que son los
útiles, tiene que “procurar por” (en sus modos positivo y negativo) con los otros “ser ahí”. Nos procu-
ramos por esquivar a aquella persona a la que no deseamos enfrentarnos (negativo) o nos procuramos
por buscar y hallar a aquella que queremos ver o amamos (positivo). Entonces, así como “curarse de”
entrañaba un “ver en torno”, “procurar por” entraña un “ver por”, un situarse en la posición de los
demás.

En este contexto rebasar, el “ser ahí”, no es un “yo mismo” a diferencia de “los otros”, es “uno
de estos”, es “ser uno con otro”. Dichas relaciones requieren de un distanciamiento de uno mismo
adquiriendo una especie de aplanamiento (más bien podríamos llamar adecuación o adaptación) de
la personalidad al insertarse en el grupo social, eliminando la responsabilidad individual, difuminada
en la del grupo.

1.1.3 El ser en el mundo

Una vez disponemos de los dos tipos de relación entre el hombre y su contexto, compuesto por los
entes “intramundanos” (los útiles) y los otros entes “ser ahí” (los demás), observamos que el “ver” del
Dasein es la unión de su “ver en torno”, del “curarse de” dichos útiles y del “procurar por” los otros
(Gaos, 1986: 42-55). En este contexto relacional el Dasein debe “abrir-se” mediante un “des-velar”.

El “ser en” del Dasein está compuesto por dos existenciarios: el “encontrarse”, que es el sentir que
está arrojado al mundo (“estado de yecto” del “ser ahí”) en su “ser en el mundo” junto a los útiles que
le afectan y los demás entes “ser ahí”; y el “comprender” sus posibilidades de existir, su proyección
hacia el futuro.

Por tanto, el “ser en” el mundo del Dasein es “encontrarse” “comprendiendo” su articulación sig-
nificativa de sentido, su sentido en la vida, en este entorno al que ha caído, no por decisión propia, y
que le es esencialmente extraño.

“Ser en el mundo” es habitarlo, y la angustia es no hallar hospitalidad en dicho mundo, el temor


de que el mundo no tenga significado (sentido). Un temor “por alguien” que es uno mismo, un temor
por el sinsentido del “ser en” el mundo. Sin embargo, aunque el “ser ahí” es un “ser caído”, las po-
sibilidades que se le presentan a lo largo de su vida le permiten levantarse (la cura) en un intento de
encontrar, comprender y crear su sentido propio en el mundo (Gaos, 1986: 56-61).

La muerte es el fin del “ser en” el mundo, lo que no implica que el Dasein esté en su plenitud, más
bien finaliza su existencia dejando de poder constituirse plenamente. La muerte es el fin de las posi-
bilidades, y esta posibilidad insuperable, que es la muerte, es la que hace posible entender el sentido
14 La exIstencIa

del “ser en” el mundo en su totalidad, por el lado del fin. Por tanto, la muerte es el fin de la cura, el
“ser en” el mundo es ser en su relación con el fin.

Ante dicha situación, según Heidegger, huimos de la muerte desviando la vista abriéndonos al
“poder ser” de nuestra existencia, y sus posibilidades finitas, hacia dos direcciones complementaria-
mente opuestas: a) tratando de evitar la angustia de la imposibilidad de la muerte intentando hallar
nuestro propio destino (sentido, existencia auténtica) evitando al grupo social que nos neutraliza,
buscando nuestra propia sustancia, reconociendo, al tiempo, nuestra propia finitud; b) intentando
evitar dicha angustia con una existencia inauténtica, ajustándonos (diluyéndonos) a la vida del grupo
(Gaos, 1986: 62-78).

La temporalidad del Dasein en su relación con la muerte se forma por tres componentes: a) vi-
niendo (orientándose) a sí mismo, que es el advenir; b) siendo todo lo que “ha sido”; c) presentán-
dose las posibilidades. El advenir tiene primacía sobre los otros dos componentes. Cada uno vive su
vida como un advenir a él, su posible final (la muerte), aun sabiendo que el tiempo continuará y en
él entrarán y saldrán otros entes “ser ahí”. Es decir, vivimos nuestra vida sabiendo que esta es finita
y que para el resto de personas la vida continuará.

El advenir, sido y presentar impropios son el “estar a la expectativa”, el “olvido” y el “presentar”.


El advenir, sido y presentar propios son el “correr al encuentro” de nuestro poder ser, la “reiteración”
y la “mirada”. Por tanto, cuando decíamos que el “ser en” del Dasein era “encontrarse” “compren-
diendo”, este “encontrar” se temporaliza en el “sido” con sus sucesivos retener (su historia vital)
y reiterar (su constante principiar), y este “comprender” se temporaliza en su “advenir”, que es un
“estar a la expectativa” y un “correr al encuentro” (Gaos, 1986: 79-96). Es decir, nos encontramos
en el mundo teniendo una historia personal (retener el pasado), comprendemos que nuestra vida es
finita (estar a la expectativa) y nos enfrentamos a ella con valentía (correr al encuentro), volviendo
a nosotros mismos intentando ser auténticos y dar sentido a nuestra vida (advenir), teniendo la es-
peranza de que siempre tenemos una segunda (tercera, cuarta...) oportunidad (posibilidades) dentro
de nuestra existencia (reiterar).

Según Bollnow (1969: 125) y Bachelard (2000: 34-35), ese sentimiento de “estado de yecto”
del “ser ahí” en el mundo, junto a los demás entes “ser ahí” y los entes “intramundanos”, nace en
el hombre adulto, ya consciente de su situación existencial en el mundo. Una situación en la que él
ha sido arrojado al mundo, sin haberlo decidido, sin su consentimiento ni voluntad. Arrojado a un
mundo que esencialmente le es extraño. Por tanto, dicho sentimiento no es el inicial, previamente el
hombre ha sido niño, y en su primera infancia ese niño ha estado “acostado en la cuna de la casa”,
en el hogar maternal y protector. Entonces, el hombre ha de aprender a habitar (en el sentido heide-
ggeriano) para encontrar (recuperar) ese sentimiento de amparo.

Para Bollnow (1969: 246-249), habitar se refiere al estado del hombre, significa ser (pertenecer)
de un sitio determinado, no estar simplemente en él, sino ser de un lugar. Habitar significa tener
un entorno cobijante, cerrado, propio y protector. Habitar es estar ligado a algo y ese algo es el
mundo.

1.2 El concepto esencial del hombre de Scheler

Para Scheler, contemporáneo de Heidegger, también el objeto principal de análisis es el hombre,


entendiendo por hombre aquel conjunto de cosas que lo hacen opuesto (esencialmente diferente) al
concepto de animal en general (a todos los mamíferos) (Scheler, 1990: 13). Este concepto de hombre
le otorga un puesto particular, incomparable al de las demás especies vivas, le hace poseer una exis-
tencia legítima.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 15

Scheler (1990: 38-41) sostiene que la esencia del hombre se halla muy por encima de lo que se
designa como inteligencia y facultad de elegir, es otro estadio biológico o psíquico más evoluciona-
do que en el resto de los mamíferos (impulso afectivo, instinto, memoria asociativa, inteligencia y
elección). En todo caso, esta esencia se debe comprender relacionada con el concepto de razón, junto
al de pensar ideas, intuición y una clase de actos volitivos y emocionales, que se podría denominar
espíritu.

La determinación básica de un ser espiritual consiste en su emancipación de todo lo orgánico, su


libertad, independencia y autonomía respecto a los lazos, la presión de la vida y todo lo que a ella per-
tenezca, incluyendo la propia inteligencia impulsiva. Dicho ser espiritual es libre respecto al mundo
circundante, está abierto al mundo, tiene mundo.

La conducta de un ser dotado de espíritu es motivada por el puro modo de ser de un complejo
intuitivo y representativo que se objetiva y objetiva su entorno, que libremente puede reprimir sus
impulsos y que puede transformar la objetividad de las cosas (del ente “ser ahí” y de los entes “intra-
mundanos”). Es decir, el hombre puede llevar a cabo un distanciamiento que convierte el mundo en
medio (o en símbolo).

El ser espiritual (Scheler, 1990: 42-49) posee el acto del recogimiento consistente en tener con-
ciencia de sí. Con dicho acto el hombre puede objetivar su propia modalidad fisiológica y psíquica.
Con dicha capacidad, el hombre puede elevarse por encima de sí mismo y de su existencia y conver-
tirlo todo en objeto (ironía, simulación, prospectiva…).

El hombre es un ser que se realiza continuamente a sí mismo. La persona es “en” y “por” sus ac-
tos. Sin embargo, las ideas no existen “antes”, ni “en”, ni “después” de las cosas, sino “con” ellas y
se producen únicamente en el acto de la continua realización del mundo.

Idear (Scheler, 1990: 51-56) significa comprender las formas esenciales de la estructura del mun-
do independientemente de la magnitud y cantidad de observaciones (lo que denomina Kant cono-
cimiento a priori). Es decir, la capacidad de llegar a separar la esencia de la existencia mediante la
denominada anulación del carácter de realidad, convirtiendo lo que se desprende del mundo concreto
en objeto (lo que denomina Husserl “reducción fenomenológica”). Mediante la ideación, el hombre
puede objetivarse y objetivar el mundo que le rodea.

Debido a que el hombre se coloca extra-naturaleza al convertir el mundo, y su propia existencia,


en objeto, se ve obligado (más bien impulsado) a volverse “en torno”, estremecido, y preguntarse por
su puesto en el mundo (Scheler, 1990: 86-89). Al mirar a su alrededor, ya objeto, el hombre hunde
su vista descubriendo la nada absoluta y estableciendo una rigurosa necesidad de conexión entre la
conciencia del mundo, la conciencia de sí mismo y la conciencia de Dios (como un ser existente por
sí mismo).

1.3 La Repetición de Kierkegaard

Kierkegaard escribe en 1843 La Repetición (Fenoglio, 2004) bajo el pseudónimo de Constantin


Constantinus, un libro con una dimensión autobiográfica obvia, prueba de ello es que lo escribiera
después de romper su compromiso con Regina Olsen. Resumiendo, el relato nos cuenta la relación de
un joven melancólico con el narrador, durante la cual el joven se enamora de una chica y este amor
hace nacer en él el espíritu poético. A partir de este instante, la joven deja de ser el motor de su vida
transformándose en una carga angustiosa, situación de la que el joven no sabe ni avanzar ni retro-
ceder. Ante el dilema existencial del joven, el narrador le aconseja una estrategia que lo llevará a un
punto cero, sin embargo, el joven finalmente huye.
16 La exIstencIa

Desde la antigüedad griega, en el mito de la caverna de La República de Platón, se plantea la di-


cotomía entre lo fugaz y lo eterno, representada mediante la encrucijada entre el mundo de las ideas
(real, eterno, inmutable, perfecto, verdadero) y el mundo sensible (simple manifestación del ideal,
perecedero, cambiante, imperfecto, falaz).

En El Banquete Platón pone en boca de Sócrates el camino, existencial porque no se puede al-
canzar mediante el conocimiento, para llegar a la verdad, siguiendo la cadena: amor sensual  amor
ideal  contemplación del Bien (fuente de toda verdad).

En la modernidad, aparece la verdad ligada y asimilada a la certeza subjetiva, una subjetividad


no relativa, sino trascendente, la convicción de que nuestro juicio es verdadero. Hegel no entiende
que exista separación entre ambos mundos (espiritual y sensible), sino uno único, el Espíritu. En su
camino existencial, que se podría denominar inmanencia, el espíritu se va desarrollando a sí mismo a
partir de sus propias contradicciones internas. No hay nada fuera que lo cause o determine, al verse a
sí mismo se va desarrollando y pensándose a sí mismo, llegando al Espíritu Absoluto, el despliegue
de la verdad en el mundo.

Kierkegaard sí se plantea que existen dos ámbitos (espiritual y terrenal), el otro ámbito (el espiri-
tual) es Dios, y mediante la resignación infinita (disposición a perderlo todo) se puede alcanzar una
ganancia que es inconcebible para la virtud y el bien general. Dicha resignación infinita está directa-
mente relacionada con el concepto de angustia, que es el vértigo de la libertad y al mismo tiempo un
medio de salvación que conduce a la fe, es aquella verdad o idea por la cual el hombre es capaz de
vivir y morir. También podríamos expresar dicha angustia como el sentimiento de soledad del indi-
viduo en el mundo y ante Dios (Enkelte), tratado en su libro Temor y Temblor, relatado en un tipo de
trama patética y de revelación acerca de Abraham y el sacrificio de su hijo Isaac.

Por tanto, íntimamente relacionada con el concepto de angustia, la repetición representa un acto
decisivo en la existencia humana que conecta lo real con lo eterno en un instante. Un acto que nos
permite volver a una especie de estado de reinicio. Se puede observar, en las características de la
repetición kierkegaardiana, un claro paralelismo con los ritos del retorno hacia atrás vinculados al
mito del origen, el cual prepara un nuevo nacimiento, no físico, sino una abertura del espíritu (Elia-
de, 1991: 36). También observamos como este concepto es muy semejante al de “reiteración” de
Heidegger.

La repetición de Kierkegaard está también muy relacionada con el concepto de melancolía, que
consiste en que toda la oferta del mundo burgués (el contexto de Kierkegaard) no solo no nos seduce,
sino que nos repugna; lo necesitamos, es algo verdadero que nos da sentido a nuestras vidas. En el
libro que estamos analizando, el joven tiene un marcado carácter melancólico en el sentido descrito, y
el suceso que le permite buscar ese algo verdadero es el enamorarse de la chica, generando en él una
posición poética, que es la única que para Kierkegaard permite al hombre enfrentarse a ese mundo
vacío.

1.4 La Filosofía Relacional de Zubiri

En (Aymá, 2003) se realiza un análisis comparado del existencialismo de Heidegger con el de


Ortega y Zubiri, que nos interesa analizar por las variaciones que propone en las características de la
existencia del hombre, orientándola a una existencia de tipo relacional y carácter positivo.

Según (Aymá, 2003: 127-128), para Heidegger la existencia consiste en una apertura, es decir, una
re-apropiación de posibilidades que permiten al Dasein realizarse (crear la existencia auténtica que
mencionábamos anteriormente).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 17

El hombre, al habitar, crea lugares. Espaciar es “apertura de” (preparar) lugares para habitarlos;
espaciar hace que aparezca el “en-torno” como posibilidad de “co-pertenencia” (reunión de las cosas
con el hombre). “Habitar” alcanza su sentido pleno cuando el hombre es capaz de crear relaciones
de encuentro con la realidad, lo que antes era solo un “sitio” se eleva a la categoría de “lugar” con
significación. Es decir, el alimento esencial de la existencia no viene de las cosas, sino del nudo que
enlaza las cosas. Por tanto, habitar es fundar relaciones cargadas de sentido en el entorno.

Partiendo del texto de Heidegger, Construir, Habitar, Pensar (Heidegger, 1994), se pueden enten-
der mejor estas relaciones con el entorno que generan sentido a la existencia del hombre. Construir
es “habitar”, y “habitar” es nuestra manera de estar en la tierra. Al construir cuidamos y abrigamos
nuestro crecimiento y al mismo tiempo levantamos edificios para permanecer y residir. Habitar es
permanecer a buen recaudo sobre la tierra de los mortales, bajo los cielos y los divinos: a) la tierra
sirve y sostiene; b) el cielo es luz y oscuridad, también es repetición; c) los divinos son los mensaje-
ros de Dios, vivimos ante ellos; d) nosotros somos los mortales. Por tanto, el lugar tiene que cuidar
la cuaternidad tierra-cielo-mortales-divinos (por eso clasificamos a Heidegger como espiritualista); y
esta cuaternidad, que es la esencia del habitar, es la que debe recuperar el hombre, es decir, ese nudo
que enlaza las cosas y las carga de sentido es sobre lo que el hombre debe pensar (o mejor diríamos
“re-pensar” para recuperar su esencia) para poder construir → habitar.

En este contexto el hombre es un ser que “habita”, y “habitar” se refiere al modo de desplegar
su existencia creando relaciones con el entorno. Habitar es creación de mundo y el hombre constru-
ye porque previamente habita, de un modo poético (insertado en una trama que relaciona su nivel
terrenal y mortal con otros más elevados, cielo y divinos) intentando alcanzar una vida auténtica.
El hombre está arrojado al mundo (“estado de yecto”), sin embargo, la realidad es apertura de posi-
bilidades.

Desde el enfoque del Perspectivismo de Ortega (Aymá, 2003: 130-136), vivir es un encontrarse en
el mundo, la realidad se le ofrece al hombre en perspectivas individuales, es decir, la vida es personal.
En este vivir encontramos dos elementos diferenciados: el hombre que vive y la circunstancia en la
que vive.

El hombre vive “haciendo” con una finalidad, la vida es un “quehacer” orientado por un propósito
(en dirección al futuro) y basado en una decisión, eligiendo entre las muchas posibilidades que se le
ofrecen, condicionadas por las circunstancias (limitaciones, restricciones). Al igual que en Heidegger,
el hombre se encuentra caído, sumergido, en un mundo no canjeable. El entorno es inhóspito y ame-
nazante. El hombre no crea (a diferencia de Heidegger), solo opta. Para Sartre (1989: 66), siguiendo
a Ortega, el hombre se encuentra en una situación siempre de extrañamiento y, por tanto, de perpetua
carencia.

Por tanto, vemos una diferencia clara entre la postura de Heidegger y la de Ortega. Mientras que
para el primero el hombre es arrojado al mundo y puede crear su propia existencia auténtica, en el se-
gundo el hombre tan solo opta por una existencia limitada por las circunstancias (un enfoque positivo
y uno negativo).

La principal diferencia en el enfoque de Zubiri (Aymá, 2003: 137-143) con respecto a Ortega es
que el hombre está instalado en el mundo, no arrojado. Para Zubiri el hombre es un ser abierto a las
cosas con una realización personal, que es su misión. El hombre experimenta una inquietud perma-
nente, ya que su realidad (el mundo circundante) es siempre algo enigmático. Por tanto, a través de
sus decisiones debe ir configurando su ajuste al mundo, en el que está implantado (no arrojado). El
hombre tiene que elaborar su personalidad en la vida, ir moldeándose.

El hombre tiene control sobre las cosas, tiene independencia respecto a ellas y puede realizar actos
libres, siempre dentro de las posibilidades presentes. Buscar su fundamento (sentido) en la vida es la
18 La exIstencIa

cuestión antropológica radical. El hombre está abierto a las cosas, perdido entre ellas, pero tiene la
capacidad de volver sobre sí mismo (lo que nos retorna a Hegel) para encontrarse consigo mismo (lo
que nos retorna a Heidegger y a Scheler), es decir, tiene la capacidad autorreflexiva.

El hombre va tomando posición mediante sus actos frente a la “ultimidad”, que es el poder de
lo real: lo que puede ser, lo que tiene que ser y lo que efectivamente es. Va “haciendo” viviendo, las
acciones son la expresión de la posesión de sí mismo, y en este “hacer” la realidad es posibilitadora,
no limitadora.

El apoyo de la realidad (la religación) a la realización del hombre se despliega en tres momentos:

• Ultimidad: enfrentarse a lo real es llegar a lo último y más trascendental.

• Posibilitación: la realidad ofrece todas las posibilidades para el desarrollo de la humanidad


del hombre.

• Imposición: la realidad impone al hombre que se realice, le impele (impulsa).

Como el hombre tiene una esencia abierta, que se configura por la relación que puede y establece
con la realidad, esta hace posible que habite el mundo. Más allá del límite físico del espacio exis-
tencial en su “proteger” y “cobijar” hay una trama relacional desde el “habitar”, ya que el espacio
existencial lo encierra y lo recubre físicamente, pero esto es posible porque previamente el hombre
ha tenido que salir al encuentro de “los otros” y de la realidad “en torno” para comprender su propio
ser. Por tanto, el cerramiento del espacio existencial es la forma en que se expresa la apertura de su
existencia.

Para poder crear los vínculos existenciales con la realidad “en torno” y “los otros” se exige la
presencia de una distancia en perspectiva que permita crear relaciones cargadas de sentido y significa-
ción y vincular dichas relaciones con la inmediatez, de esta manera se genera la presencia de sentido
en la acción del hombre.

1.5 El Humanismo de Sartre

En la conferencia dada el 29 de octubre de 1945 en el Club Maintenant, Sartre (Sartre, 1984)


expone sus ideas acerca del existencialismo, filosofía vivencial mediante la cual el centro (único) de
la existencia es el hombre y su subjetividad. Debemos aclarar previamente que, aunque Sartre en el
texto califica a Heidegger como un existencialista ateo, consideramos que su filosofía presenta un
carácter espiritual que Sartre no identifica ni declara.

El existencialismo ateo de Sartre declara que si Dios no existe, hay un ser que existe antes de po-
der ser definido por ningún concepto, que es el hombre. Por tanto, la existencia precede a la esencia,
el hombre empieza por existir, se encuentra en el mundo y después se define (Sartre, 1984: 14-17).

Teniendo en cuenta la premisa de que Dios no existe, el hombre ha de sentirse forzosamente in-
cómodo ya que se encuentra desamparado y no existe la posibilidad de recurrir a una referencia de
valores en un cielo inteligible, no se puede disponer de un bien a priori, porque no existe una con-
ciencia infinita y perfecta, solo existe el plano de los hombres. No hay determinismo y el hombre es
libre. Por tanto, el hombre está solo, sin excusas (Sartre, 1984: 21-39). Por otro lado, conociendo la
premisa de que el hombre es responsable de su existencia y la de todos los hombres, no puede escapar
del sentimiento de su total y profunda responsabilidad.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 19

Partiendo de ambas premisas, el hombre siente un enorme desamparo por su libertad y una infinita
angustia por su responsabilidad, generando una desesperación al depender única y exclusivamente de su
voluntad y de las probabilidades que hacen posible su acción personal. El hombre no puede contar con nada
más que su propio compromiso.

El primer principio del existencialismo es que el hombre no es otra cosa que lo que él hace (la subjeti-
vidad). El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, y por ello es responsable de toda su
existencia, no solo de la suya individual, sino de la de todos los hombres (Sartre, 1984: 40-44). El hombre
no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza, es el conjunto de sus
actos, su acción particular comprometida totalmente. El hombre se “hace”, no está todo hecho desde el
principio, se “hace” al elegir y comprometerse.

El primer principio del existencialismo, la subjetividad, orientada a disponer de una doctrina basada
sobre la verdad (no teóricas, sino vivenciales) parte del “cogito” de Descartes (“pienso, luego existo”), que
es la verdad absoluta de la conciencia captándose a sí misma. El ser humano es distinto de todo el reino
animal (como Scheler). Sin embargo, en esa subjetividad el hombre no solo se capta a sí mismo, también
capta a “los otros”, nos captamos frente a los otros, la condición de nuestra existencia.

El descubrimiento de nuestra intimidad descubre al otro, una libertad colocada frente a nosotros, que
piensa y quiere “por” o “contra” nosotros. Es el mundo de la intersubjetividad (el “procurar por” de Hei-
degger). En ese mundo no hay una esencia universal del hombre, pero sí una universalidad humana de
condición, que es el conjunto de los límites a priori que restringen cada una de nuestras situaciones. Las
situaciones históricas pueden variar (nacer esclavo o señor), lo que no cambia es nuestra necesidad de estar
en el mundo, nuestra necesidad de ser mortal. Estos límites son objetivos (se encuentran y son reconoci-
bles) y subjetivos (los vivimos) (Sartre, 1984: 45-48).

La universalidad de nuestros proyectos está perpetuamente construida, lo absoluto es el compromiso


libre, comprensible, para nuestra realización humana. El hombre se encuentra en una situación organizada.
El fundamento de todos los valores del hombre, en ese desamparo antes mencionado, ante toda la humani-
dad y asumiendo su responsabilidad y compromiso, es la libertad, una libertad propia que depende de los
otros y una libertad de los otros que depende de la propia. En ese mundo intersubjetivo y ante la eliminación
de Dios, el hombre es el que debe generar los valores. El mundo no es nada a priori, no tiene sentido, le co-
rresponde al hombre darle el sentido y el valor es simplemente el sentido que se elige (Sartre, 1984: 61).

El hombre está continuamente fuera de sí mismo, proyectándose y perdiéndose, persiguiendo fines


trascendentales para existir. El hombre es justamente ese rebasamiento, captando las cosas (entes “intra-
mundanos”) y los otros (entes “ser ahí”) en relación con dicho rebasamiento. No hay otro universo que el
humano.

La unión de esa trascendencia, la del hombre sin ningún Dios, en el sentido de ese rebasamiento y su
subjetividad en un universo humano, es lo que se denomina existencialismo humanista. Porque el hombre
es el único protagonista, está desamparado porque no hay otro legislador de su vida, y siempre debe buscar
fuera de sí un fin que es liberación y realización (Sartre, 1984: 63-64).

Finalmente, Sartre afirma que si Dios existiera todo esto no cambiaría. Es necesario que el hombre se
encuentre a sí mismo y se convenza de que nada puede salvarlo de sí mismo.

1.6 Análisis y crítica acerca de la existencia del hombre

Comenzaremos nuestro análisis crítico con Heidegger. En su analítica existenciaria nos propone
tres componentes de la esencia (la existencia) del hombre (al que denomina Dasein, que es el ente
20 La exIstencIa

“ser ahí”, para diferenciarlo de las cosas, que son los entes “intramundanos”), que son el mundo, el
quién es en el mundo y el ser en el mundo.

Aunque la exposición se plantea con un enfoque constructivo ascendente, desde la relación del
hombre con las cosas, pasando por la relación del hombre con los otros hombres, para finalizar en la
estructura del “ser en”, la existencia del hombre a nivel teleológico (el fin y propósito) realmente se
define en este último componente, con base en el “encontrarse” y el “comprender”.

Una vez establecidas en los dos niveles anteriores las relaciones del “ser ahí” con los entes “intra-
mundanos”, mediante el “ver en torno” y “curarse de” (nivel mundo), y la relación del “ser ahí” con
los otros entes “ser ahí” mediante el “procurar por” (nivel quién es en el mundo), Heidegger plantea la
cuestión clave de su ontología: ¿cuál es el sentido de la vida?

Para responder a esta pregunta existencial clave, Heidegger nos habla del sentimiento de imposi-
bilidad que nos da la muerte, ya que es el fin de la existencia, la no posibilidad de constituirnos ple-
namente, el fin de cualquier posibilidad, que hace que entendamos desde nuestro final (la no vida) el
posible sentido de la vida. Por ello, la temporalidad del “ser ahí” se presenta principalmente en el “ad-
venir” de nuestro final, complementariamente con el “haber sido” y “presentándonos” las posibilida-
des. Entonces, el “encontrarse” se presenta mediante todo el “haber sido” con sus sucesivos “retener”
(toda la historia de cada uno de nosotros) y “reiterar” (el constante recomenzar), y el “comprender” se
presenta mediante ese “advenir” (de la imposibilidad con la muerte) que genera un “estar a la expec-
tativa” y un “correr al encuentro”, es decir, la muerte pertenece al hombre, no al suceder, sino porque
es irremediable que pueda suceder y, por tanto, el hombre es un ser “relativamente a la muerte”. Por
tanto, vivimos en el mundo con toda nuestra historia personal, comprendemos que nuestra vida tiene
un fin y nos enfrentamos a él volviendo a nosotros para intentar ser auténticos y dar sentido a nuestra
vida, teniendo la esperanza en las posibilidades que se nos presentan y que podemos de alguna manera
volver a intentar dentro de esta vida finita.

Por otro lado, Heidegger establece que ese “encontrarse” (nuestro contexto, nuestra historia y todos
nuestros intentos anteriores) está delimitado por nuestra situación en el mundo, que es la de estar arro-
jados (caídos) en el mundo, un mundo que no hemos escogido y en el que no hallamos hospitalidad,
a menos que lleguemos a encontrar ese sentido de la vida. Es decir, aunque estemos caídos tenemos
la posibilidad de levantarnos (reaccionar) y aprovechar las diversas posibilidades que podemos iden-
tificar durante nuestro recorrido existencial para llegar a ser auténticos. Sin embargo, para Scheler el
hombre no es “simple acontecer” en su existencia, el hombre posee una libertad auténtica e individual,
que no es indiferencia ni nihilismo, es una orientación por valores (el ordo amoris), una apertura afec-
tiva que marca la configuración de su propio destino (Fernández, 2008: 382).

A diferencia de Heidegger, que propone que el hombre está arrojado al mundo pero tiene la po-
sibilidad de crear su propia existencia auténtica, para Ortega el hombre no crea, solo opta por una
existencia limitada por las circunstancias. Para Ortega el hombre se encuentra caído, sumergido en un
mundo no canjeable, inhóspito y amenazante y, aunque el hombre vive su vida con alguna finalidad,
está seriamente condicionado por las limitaciones y restricciones de cada situación.

Esta sensación de estar arrojado deriva en un sentimiento de soledad en Kierkegaard, soledad en


el mundo y ante Dios, soledad que genera una profunda angustia de la cual solo se puede escapar me-
diante la “repetición”, que es un acto decisivo en la existencia personal (un sacrificio) que consigue
conectar lo real con lo eterno en un instante. En Heidegger, sin llegar a establecer dicha conexión, se
plantea el concepto de “re-iteración” como posibilidad de reinicio.

Con Zubiri, aunque también desde un existencialismo teísta, el planteamiento es radicalmente


diferente a Heidegger y Ortega, y deudor de Scheler. Ni el hombre está arrojado, ni siente angustia
por la soledad (o abandono). Para Zubiri el hombre es un ser abierto a las cosas con una realización
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 21

personal, su misión. El hombre es existencia y es esencia, una “esencia” que se hace a sí misma, lo
que hace que el hombre tenga que “hacerse”, no es un mero existir; el hombre es siempre el mismo
(la personeidad, lo constitutivo), pero no es siempre lo mismo (la personalidad, lo constitucional)
(Fernández, 2008: 384).

Podríamos decir que la teoría de Zubiri es complementaria, no opuesta, a la de Heidegger. Mien-


tras que Heidegger saca a la luz el “hacerse” del hombre, centrándose en el proceso, es decir, en la
“existencia”, substituyendo a su “esencia”; Zubiri conserva la importancia de la “esencia”, que es esa
“constitutiva”, que estando abierta al “poder ser”, al cambio, va transformando sus atributos “constitu-
cionales” (va “haciéndose”) (Fernández, 2008: 391-392).

Al contrario de esa sensación de angustia y soledad, el hombre siente su realidad (el mundo) como
algo enigmático, tan solo debe configurar su ajuste al mundo en el que está implantado (no arrojado).
Aunque el hombre está perdido entre las cosas tiene la capacidad de volver sobre sí mismo para encon-
trarse consigo mismo, es decir, tiene capacidad autorreflexiva. Su objetivo es ir realizándose a sí mis-
mo mediante sus acciones, y estas son posibilidades como en Heidegger, no límites como en Ortega.

Esta capacidad que Zubiri acaba de identificar en el hombre, su autorreflexión, es lo que Scheler
denomina “recogimiento”, que es ese “tener conciencia de sí”. Con dicho acto el hombre puede obje-
tivar su existencia y su mundo. El acto de recogimiento se apoya en el “idear”, que es la capacidad del
hombre de separar la esencia de la existencia de las cosas mediante la anulación del carácter de reali-
dad, convirtiendo lo que se desprende del mundo concreto en objeto (la “reducción fenomenológica”
de Husserl).

Sin embargo, con Sartre la soledad no proviene de estar arrojados al mundo por algún ente supra-
humano (Dios), sino por la eliminación de dicho ente. Ante esta crucial diferencia de posturas observa-
mos cómo en Heidegger, Ortega y Kierkegaard parece que se mantiene la dicotomía entre lo espiritual
y lo terrenal (el mito de la caverna de Platón), asumiendo la existencia de la perfección y la eternidad
del mundo de las ideas y forzando a que el hombre se encuentre arrojado (quizás por ese ente supra-
humano) a la realidad imperfecta y perecedera. Dicha pérdida no menoscaba el carácter teleológico
de la existencia del hombre, todo lo contrario, lo orienta de manera más responsable e intersubjetiva
(relacional) en sus acciones y grado de compromiso.

Como conclusiones acerca de la existencia del hombre, que inevitablemente generan un postura,
podemos establecer los siguientes puntos:

• La esencia y dinámica del hombre: a nivel ontológico, lo constitutivo del hombre, su esen-
cia, es su persona, y lo constitucional, su personalidad; una personalidad que va haciéndose
gracias a la dinámica de la existencia.

• La capacidad autorreflexiva 1: las capacidades de “idear” (reducción fenomenológica) y


“tener conciencia de sí” le permiten al hombre objetivarse y objetivar el mundo. Tratar al
mundo y a sí mismo a nivel de objeto es trascender la realidad, lo que le proporciona conocer
y poder modelar (transformar) su existencia.

• El “ser en” el mundo: dicha existencia, relacionada con su fin y propósito (nivel teleológi-
co), está conformada por su “encontrarse” y su “comprender”. El “encontrarse” es la propia
historia personal de cada hombre, y el comprender es aceptar la finitud de la vida y volver a sí
mismo para dar sentido a su vida.

• Las posibilidades: aunque el hombre está perdido (o arrojado) en el mundo siempre se le


presentan posibilidades (y no limitaciones) para que mediante sus acciones pueda conformar
el sentido de su vida.
22 La exIstencIa

• La angustia y la soledad: el hombre, arrojado o instalado, siente una profunda soledad (en
el mundo o ante Dios) y una tremenda angustia por el reconocimiento de su muerte y por la
responsabilidad ante su vida.

• El hombre y los otros: el hombre es esencialmente social. Su responsabilidad y compromiso,


aunque individuales, siempre están orientados a sí mismo y a los demás. Su relación intersub-
jetiva con los otros se establece mediante su “procurar por”.

• El hombre y las cosas: el hombre se relaciona con las cosas mediante su “conformarse con…
para” y las cosas se relacionan con él mediante su “conformidad para”. El hombre “se cura de”
dichos objetos haciéndolos a él.

• El rebasamiento: el hombre persigue fines trascendentes para existir mediante su rebasa-


miento, es decir, captando las cosas y buscando a los otros para realizarse.

• La reiteración: en su “encontrarse”, el hombre revive sus situaciones pasadas y posee la es-


peranza que le genera el poder repetir sus intentos aprovechando las diferentes posibilidades
que se le presentan.

1.7 Los componentes espacio-temporales de la Existencia

Una vez hemos descifrado en qué consiste la existencia del hombre tenemos que identificar cómo
dicha existencia se presenta en el componente temporal y el espacial, bien de forma independiente o
interrelacionada. Para ello, igual que hemos hecho con la existencia del hombre, vamos a ir descri-
biendo, analizando y sacando conclusiones acerca de dichos componentes.

Primero vamos a intentar identificar el componente temporal de la existencia del hombre. La


mayoría de los autores analizados en la conceptualización de la existencia tratan este componente,
aunque por lo general de forma implícita, que se conforma esencialmente como la estructura tem-
poral (podríamos llamarla “hilo conductor”) de la vida personal derivada del nivel teleológico (fin y
propósito).

1.7.1 La Temporalidad de Heidegger

En Heidegger el componente temporal se identifica en el “ser en” el mundo del Dasein. Tal como
comentábamos anteriormente, la temporalidad del “ser ahí” se presenta principalmente en el “adve-
nir” de nuestro final, complementariamente con el “haber sido” y “presentándonos” las posibilidades.
El “encontrarse” se presenta mediante el “haber sido”, con sus sucesivos “retener” (toda la historia
de cada uno) y “reiterar” (el constante recomenzar), y el “comprender” se presenta mediante ese
advenir (de la imposibilidad con la muerte) que genera un “estar a la expectativa” y un “correr al
encuentro”.

Por tanto, la temporalidad de la existencia en Heidegger se descompone en tres fases: 1.ª) el “com-
prender”, con una dirección hacia el futuro (la más importante), en la que el hombre identifica su final
(la muerte) y califica la vida de finita; 2.ª) el “encontrarse”, con una dirección hacia el pasado, en la
que el hombre siente que está arrojado al mundo y recuerda todas sus situaciones del “haber sido”
y de sus reiteraciones; y 3.ª) el “correr al encuentro”, en el presente, cuando el hombre identifica las
posibilidades que tiene delante de él y debe decidir si llevar una vida auténtica o inauténtica, constru-
yendo el proyecto de su vida.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 23

1.7.2 La Temporalidad de Zubiri

En Zubiri el componente temporal de la existencia del hombre se plasma en los conceptos de “ultimi-
dad” y “religación”. Tal como ya hemos comentado, el hombre es un ser abierto al mundo cuya misión
(dirección de futuro) es su realización como persona, realización en forma de proyecto de vida.

La “ultimidad” es con lo que está enfrentado el hombre constitutivamente, es su propia realidad que
se va moldeando con cada una de sus acciones en relación con lo que puede, lo que decide, y lo que final-
mente ejecuta. La “ultimidad” es el primer momento de la “religación”, seguido de la “posibilitación”, que
es el conjunto de posibilidades reales que se le ofrecen al hombre para su realización, y la “imposición”,
que es la fuerza con que la realidad le impele a que se realice. No es que el hombre se realice mediante las
cosas que halla en la realidad, es que la realidad forma parte de su realización.

Por tanto, la temporalidad de la existencia en Zubiri se descompone en dos fases: 1.ª) la “imposición”,
con una dirección hacia el futuro, en la que el hombre es impelido a actuar, a realizar su proyecto de vida;
y 2.ª) la “ultimidad”, en el presente, cuando el hombre ejecuta sus actos libres dentro de las posibilidades
presentadas en la “posibilitación” y aplica sobre estas las tres etapas de la “ultimidad” (proyección, deci-
sión y ejecución).

1.7.3 La Temporalidad de Kierkegaard

En Kierkegaard observamos un caso particular de temporalidad que vale la pena analizar, se trata de
la “repetición”. Como ya hemos visto con anterioridad, la repetición es un acto decisivo en la existencia
personal que conecta lo real con lo eterno en un instante. Un acto que permite volver a una especie de
estado de reinicio, muy semejante al concepto de “reiteración” de Heidegger.

Por tanto, la temporalidad de la existencia en Kierkegaard es de tipo circular, compuesto por tres fases:
1.ª) el estado de “melancolía”, con una dirección hacia el pasado, en la que el hombre siente, lo ha sentido
hasta el presente, un sentimiento de repugna hacia lo que el mundo le ofrece; 2.ª) el alcance de la “posición
poética”, en el presente, cuando el hombre encuentra un motivo por el cual puede elevarse a un nivel supe-
rior de realidad y luchar contra esta, y 3.ª) la “resignación infinita”, con una dirección del presente hacia el
futuro, cuando el hombre realiza un acto de sacrificio que le permite volver a la situación previa al alcance
de la posición poética (sin repercusiones ni positivas ni negativas en los otros) y retomar su existencia.

1.7.4 Análisis y crítica acerca de la Temporalidad de la Existencia

Tal como hemos visto anteriormente, Heidegger plantea una temporalidad de la existencia del hombre
que podríamos calificar de pesimista, en la que el hombre ante la muerte vuelve a sí mismo aceptando la
finitud de la vida y decidiendo actuar contrareloj para intentar crearse una vida auténtica. Partiendo de su
pasado y aprovechando las posibilidades que se le presentan.

Por su parte, Zubiri plantea una temporalidad positiva, en la que el hombre impelido por la realidad
proyecta las posibilidades que se le presentan, decide cuál escoger y actúa en consecuencia, todo ello para
hallar su ajuste a esa realidad que es el mundo y así poder crear su proyecto de vida, cuya misión es su
realización como persona.

En Kierkegaard, del que pensamos que toda su obra tiene un marcado carácter autobiográfico (crisis
religiosa, crisis ante los cambios del mundo, crisis sentimental), no podía presentarse otra temporalidad
que la del hombre melancólico descontento con su tiempo, con marcado carácter religioso (el concepto
de resignación infinita y de sacrificio), que intenta luchar contra el mundo provocando una cuenta atrás.
24 La exIstencIa

Como conclusiones acerca de la temporalidad de la existencia del hombre podemos establecer los siguien-
tes puntos:

• La temporalidad del “ser en”: la existencia del hombre, plasmada en su “ser en” el mundo, pre-
senta una estructura basada en su “encontrarse” y “comprender”.

• El sentido positivo de la construcción de la existencia: la existencia se construye siempre en el


sentido desde el pasado al presente y de este al futuro.

• Los múltiples puntos de activación de la existencia: aunque la existencia se construye siempre


en el sentido en que funciona el tiempo (hacia delante), su activación puede arrancar de dos puntos:
1.º) desde el presente mediante la “imposición” de la realidad al hombre o 2.º) desde el futuro en
el advenir de la muerte.

• La capacidad autorreflexiva 2: la capacidad de tener conciencia de sí a nivel temporal le permite


al hombre objetivar su trayectoria realizada y “retener” aquellas situaciones en las que puede apo-
yarse u olvidar aquellas que han fracasado.

• La circularidad temporal de la repetición: la repetición, como acto de transformar el estado


presente a un estado de “reinicio” (no en el sentido de recuperar el estado de las cosas de un pasado
determinado sino de recuperar el estado interno de la persona), le permite al hombre “reenfrentar-
se” a la realidad con una energía renovada y “reiterar” su capacidad autorreflexiva y de acción a
nivel temporal.

1.7.5 El componente espacial de la existencia

En un segundo paso vamos a intentar identificar el componente espacial de la existencia del hombre.
La gran mayoría de los autores analizados en la conceptualización de la existencia no tratan este compo-
nente. El autor que trata más en profundidad el problema espacial de la existencia es Heidegger, por tanto,
partiremos principalmente de su conceptualización e iremos incorporando desarrollos de autores poste-
riores que han basado sus teorías en él. El otro autor que nos interesará analizar a nivel del componente
espacial de la existencia es Kierkegaard.

1.7.5.1 La espacialidad de Heidegger

En Heidegger el componente espacial se identifica en el mundo del Dasein. Tal como vimos anterior-
mente, la orientación zonal constituye lo circundante, que es el “en torno a nosotros”, cuyas zonas se van
descubriendo a medida que realizamos nuestros pasos y caminos del quehacer cotidiano y los interpreta-
mos circunspectivamente.

Cada útil (ente “intramundano”) tiene su sitio, que se genera circunspectivamente en el “curarse de”
del “ser ahí” con el útil, a partir de los sucesivos “conformarse con... para” del “ser ahí” y las sucesivas
“conformidad para” del ente “intramundano”, constituido por un “des-alejamiento” (hacer cercano) entre
lo que está “a la mano” y una “dirección” (lugar propio, pertinencia, conformidad espacial) del útil en ese
sitio.

También comentábamos que el Dasein es esencialmente “des-alejación”, es decir, espacial, en su con-


tinuo descubrimiento circunspecto del espacio. En la asignación de significatividad (importancia, perti-
nencia, sentido) que el “ser ahí” realiza a medida que se va familiarizando en su ocupado “estar en” el
mundo. Por tanto, dicho “des-alejamiento” y dirección se van formando, y reafirmando, durante todos los
“haber sido” de la temporalidad del Dasein.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 25

1.7.5.2 Revisión de la espacialidad de Heidegger

(Chuk, 2005) Realiza un análisis de los conceptos de espacio y tiempo en Kant, Heidegger y Kier-
kegaard para establecer lo que denomina la “doble estructura del espacio existencial” (su naturaleza la
trataremos más adelante). Respecto al segundo establece que los conceptos principales que maneja son los
de la mundanidad del ser, al conformar y significar mediante el “des-alejamiento” que conforma un paraje
(lo que nosotros llamamos “zona”) de la repetición de una vivencia (que también podríamos llamar ritual)
y el “direccionamiento” del sitio conformado por el uso de los útiles (los entes “intramundanos”) en ese
paraje particular; la naturaleza del “quién”, que es un “ser con” y “como uno”, y el “ser en” el mundo que
depende del sitio, fundado en el “ser a la mano” y “ver en torno”.

Así, según Chuk (2005: 67-69), Heidegger espacializa el tiempo. El “encontrarse” es “dirigido a”. En
el habitar en un “estado de yecto” las cosas quedan orientadas por un afecto o estado de ánimo al cual el
“ser ahí” se ha entregado, convirtiendo el sitio en un lugar tensado. El “comprender” es un tiempo tensado
por la muerte, en el que la angustia por esta (la imposibilidad de ser) se debe a la eliminación de las po-
sibilidades transformando en inhóspito el sitio y generando la caída (con el tiempo propio asumiendo la
finitud de la vida, o el impropio huyendo a la cotidianidad del grupo). El “advenir”, que es “comprender”,
funda un destino (auténtico en el sentido propio) con una trayectoria, y la “re-iteración” es la memoria
(afectiva) de dicha trayectoria, percibida por la mirada que retiene la espacialidad expectativa del “adve-
nir” y retiene la situación afectiva. Por tanto, el habitar es historial y escenario del tiempo, es trayectoria
de búsqueda y de deseo.

1.7.5.3 Revisión de la espacialidad de Kierkegaard

Según Chuk (2005: 69-80), en Kierkegaard la repetición es la elección angustiosa, por finita entre las
infinitas posibilidades, que realiza la persona arrojada (“estado de yecto” heideggeriano) a la existencia
sin la protección divina (soledad ante Dios), aceptando el azar (los avatares de un deseo en busca de una
opción).

Pero esta repetición, tal como observa Chuk (2005: 75-78) en la propia narración del texto de La Re-
petición, no solo tiene una naturaleza temporal (al igual que en Heidegger, de tipo teleológica y vital), sino
que se presenta en otra de tipo espacial. El tiempo interno de la repetición está vinculado a un ritual, y este
ritual está espacializado con base en un ritmo de pares escenario-acontecimiento.

Así, Kierkegaard tematiza el espacio con base en la repetición (el tiempo como cauce del deseo que
orienta el espacio en un nivel erótico y de historia propia de angustia ante la muerte), que es fatalidad pero
también encuentro con la trascendencia. El tiempo no es solo de tipo lineal dirigido a un fin necesario,
es tensión con base en formas de repetición (rituales). Hay un tiempo interno en el ritual espacializado,
estructurado por un deseo, generando una situación. El hombre intenta repetir situaciones afectivas que
tiene en la memoria propia (personal e histórica) repitiendo la secuencia interna de aquellos espacios que
están en la memoria rítmica (teatralización o dramatización). Los espacios de la situación son sobre todo
trayectorias de deseo, secuencias dinámicas de una tensión que es propia a la vida afectiva del habitante,
por la cual enlaza la espacialidad a una temporalidad.

1.7.5.4 El habitar de Heidegger

Tal como comentábamos anteriormente, para Heidegger el hombre al habitar crea lugares. Espa-
ciar es preparar los lugares para habitarlos, espaciar hace que aparezca el “en-torno” como posibilidad
de “copertenencia” (reunión de las cosas con el hombre). Entonces habitar alcanza su sentido pleno
cuando el hombre es capaz de crear relaciones de encuentro con la realidad. Lo que antes era solo un
26 La exIstencIa

“sitio” se transforma ahora a la categoría de “lugar” con significación propia. Es decir, el alimento
esencial de la existencia no viene tan solo de las cosas, sino del nudo que enlaza las cosas al hombre
(la “red” de Zubiri). Por tanto, habitar es fundar relaciones cargadas de sentido en el entorno.

Tal como comentábamos anteriormente a partir del texto de Heidegger Construir, Habitar, Pensar
(Heidegger, 1994), el lugar cuida la cuaternidad tierra-cielo-mortales-divinos, es decir, para Heideg-
ger habitar establece una relación existencial entre el hombre y la tierra (el lugar donde es acogido),
entre el hombre y el cielo (los ciclos de la naturaleza establecen un tipo de “reiteración” existencial:
amanecer-anochecer, otoño-primavera…) y entre el hombre y Dios (nuestra vida debe estar en con-
cordancia con un mundo más elevado).

1.7.5.5 El habitar de Bollnow

Bollnow (1969: 241) reinterpreta el concepto de “ser en el mundo” de Heidegger planteando su


“ser en el espacio”. Lo primero que establece Bollnow, al igual que Heidegger (y Scheler y Zubiri),
es que el hombre no es otro objeto (ente “intramundano”) entre objetos, sino que es un ser que se
relaciona con su entorno y que tiene intencionalidad. Por tanto, el espacio del hombre es un espacio
intencional, referido a él como sujeto actuante.

En este “ser en el espacio” los conceptos heideggerianos de “des-alejamiento” y “direcciona-


miento” son los que definen el espacio del “ser ahí”, un espacio intencional que se refiere al lugar de
estancia (o actividad) del hombre, como centro (Bollnow, 1969: 242). El modo como se encuentra el
hombre en ese espacio (o lugar) depende de su cercanía a él (grado de vinculación), convirtiéndose en
propio. Esta cercanía o apropiación del espacio está relacionada con la situación (estado) del hombre.
Por tanto, “ser en el mundo” y “ser en el espacio” coinciden.

Al igual que para Heidegger, para Bollnow (1969: 244-245) el hombre ha sido arrojado al mundo
(“estado de yecto”). Sin embargo, al igual que para Bachelard, antes de aprehender el hombre que
está arrojado en su edad adulta, en su infancia, el niño es acostado en la cuna de la casa. Entonces el
hombre debe aprender a habitar el mundo para recuperar ese amparo inicial vivido en su infancia.

Para Bollnow (1969: 246), habitar se refiere al estado del hombre (entendido no a nivel de ins-
tante temporal, sino de trayectoria vital). Habitar significa ser de un punto determinado, no estar sim-
plemente en él, sino ser de un lugar. Al mismo tiempo, habitar significa tener un entorno cobijante,
cerrado, propio y protector. Tal como comenta Merleau-Ponty (Bollnow, 1969: 247), habitar es una
especie de encarnación, es indisoluble la relación habitante-morada, al igual que la relación anímica-
corpórea. Por tanto, habitar es estar ligado a algo, al mundo.

1.7.5.6 El habitar de Roca

Según Roca (2006: 21-39), los hombres somos existiendo y existimos en la tierra habitando, por
tanto, el primer planteamiento ha de ser definir en qué consiste habitar. Para ello desarrolla su defini-
ción con base en la identificación, el reconocimiento de pertenencia y de descripción.

El primer argumento, habitar con base en la identificación, no se entiende a nivel individual y


subjetivo, sino que es el sentimiento colectivo (de un conjunto de habitantes) de ser producto (y
miembros) de un lugar y ese lugar se siente como propio. Una de las modalidades del habitar es cul-
tivar, porque la tierra es el soporte de la existencia del hombre. Unido a la tierra está el cielo y los
mortales viven sobre esta tierra y bajo este cielo, consignados a un lugar. Esa vida transcurre entre un
comienzo y un final (el nacimiento y la muerte) y, por ello, el hombre necesita la coexistencia (más
bien interrelación) entre los mundos ideal (divino) y real (terrenal).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 27

Para que se cumpla la identificación el hombre debe “reconocerse” en el lugar, lo que requiere
la plasmación de su pertenencia mediante la descripción. Dicha descripción es el producto de un
acuerdo (no tiene por qué ser explícito) público, es decir (recordemos lo que comentaba Heidegger en
relación con la importancia del signo), es un conjunto de signos pertenecientes a la lengua colectiva
(las instancias particulares del lenguaje que utiliza un grupo social).

El habitar debe cubrir diferentes necesidades existenciales que se establecen entre el individuo (el
Dasein de Heidegger) y el grupo (los otros entes “ser ahí”), entre el individuo y los dioses, y entre
el individuo y su “ser uno mismo”. La identificación, reconocimiento mediante descripción, de estas
diferentes modalidades del habitar se establece mediante centros colectivos, sagrados y privados.

1.7.6 Análisis y crítica acerca de la espacialidad de la existencia

Partiendo de lo descrito en las conceptualizaciones de los diferentes autores analizados podemos


observar cómo respecto a la espacialidad de la existencia del hombre se plantean dos temas princi-
pales: 1.º) la espacialidad del hombre en relación con las cosas y con los demás hombres, y 2.º) el
habitar como concepto esencial de la existencia del hombre en su componente espacial (íntimamente
relacionado al habitar encontramos el concepto de lugar, que trataremos detenidamente en el análisis
del espacio existencial al ser uno de sus componentes estructurales).

Respecto a la espacialidad del hombre en su relación con las cosas y los demás hombres, Heide-
gger plantea una significatividad basada en la constante familiaridad generada en el ocupado “estar
en”, el mundo del hombre con las cosas, es decir, con base en una repetición de las vivencias que
refuerza el “des-alejamiento” entre el hombre (el ente “ser ahí”) y los entes “intramundanos” que lo
rodean.

Aunque Heidegger no establece una relación explícita de tipo espacial en el “quién” está en el
mundo, la relación interpersonal (o intersubjetiva si utilizamos el vocabulario de Sartre) de los entes
“ser ahí”, sí es cierto que indirectamente (en las cadenas “conformarse con… para” y “conformidad
para”) se establece una relación espacial en el “sitio” entre el “ser ahí” y los “entes intramundanos”
con respecto al “procurar por” del “ser ahí” con los demás entes “ser ahí”. Entendiendo en este caso
los “entes intramundanos” como los útiles que facilitan u obstaculizan (ya que el “procurar por” po-
dría ser de acercamiento como de alejamiento) las relaciones interpersonales entre el Dasein y los
demás entes “ser ahí”.

En este contexto, el concepto clave “sitio” actúa como el condensador de la significatividad asig-
nada a las cosas como medio (para la acción “ocupada” del “estar en” el mundo) y como cualificado-
res de las relaciones interpersonales con los demás hombres.

Respecto al concepto clave “habitar” como esencia espacial de la existencia del hombre, Heideg-
ger plantea que ese “espaciar”, lo “a la mano” con “conformidad para” y “pertinencia” que presenta
un “des-alejamiento” (grado de vinculación según Bollnow) con base en la repetición de las viven-
cias, y el “ser con” apoyado en el “procurar por” con base en la misma repetición, prepara los “sitios”
(la orientación zonal del mundo circundante) para ser habitados. Es decir, habitar es fundar relaciones
cargadas de sentido en el “entorno”. Dichas relaciones de sentido son dirigidas por el “comprender”
de nuestra existencia provocado por el advenir de la muerte, generando la búsqueda de nuestra au-
tenticidad (o la disolución de esta mediante el anonimato en el grupo). Por tanto, estas relaciones
son primordialmente de tipo teleológico que se establecen entre el tiempo y el espacio mediante la
espacialización del tiempo.

En una dirección muy semejante a la establecida por Heidegger, Kierkegaard plantea la espa-
cialidad existencial con base en la repetición, que posee una naturaleza temporal (la posibilidad de
28 La exIstencIa

“reiniciar” el tiempo personal subjetivo, el estado interno de la persona) y una naturaleza espacial
(la teatralización o dramatización de los rituales espaciales asociados a las situaciones). Esta repeti-
ción está conformada por una secuencia interna de los espacios que se asienta en la memoria rítmica
relacionada con la memoria propia de las situaciones afectivas vividas. Observamos así que el “si-
tio” heideggeriano es el escenario que funda las relaciones de sentido en el entorno apoyadas en las
dramatizaciones de su espacio con base en los rituales formados por la repetición kierkegaardiana.
Por tanto, la repetición tematiza el espacio (previamente desalejado, vinculado y asociado a rituales)
mediante la secuenciación del espacio en el tiempo.

Por otro lado, “habitar” es nuestra manera de “estar en” el mundo, y el mundo es la tierra que nos
sirve y sostiene, el mundo es el cielo que nos cubre (oscuridad, claridad, repetición), siendo “estar en”
una relación que se establece en el “quién” es el mundo (entre los hombres) y entre el hombre y los
divinos (o cualquier otro referente mítico-teleológico de nivel existencial). En este contexto, según
Bollnow, debemos entender el habitar como referente del estado del hombre, no a nivel de instante
temporal sino como trayectoria vital.

Según Roca, este habitar heideggeriano debe cubrir las tres diferentes necesidades existenciales
mediante la cualificación de la relación entre el individuo y el grupo, la relación entre el individuo y
los dioses, y la relación entre el individuo y su “ser uno mismo”.

Como conclusiones acerca de la espacialidad de la existencia del hombre podemos establecer los
siguientes puntos:

• La espacialidad del mundo: la existencia del hombre en su relación con el mundo se orienta a
zonas, el “en-torno”, que se van descubriendo en el estar ocupado en su “estar en” el mundo.

• El sitio y los entes “intramundanos”: es la zona espacial que establece la pertinencia y lugar
propio de los entes “intramundanos” que están “a la mano”, desalejándolos del hombre me-
diante el refuerzo de sus sucesivas vivencias (situaciones).

• El sitio y quién es en el mundo: el sitio (con sus entes “intramundanos”) establece una rela-
ción de “posibilitación” u obstaculización de las relaciones interpersonales entre el Dasein y
los demás entes “ser ahí”.

• El sitio y el habitar: el hombre espacia el sitio preparándolo para ser habitado, fundando re-
laciones cargadas de sentido en el “en-torno”.

• La espacialización del tiempo: en el advenir de la muerte el hombre comprende su destino


(la acepta y busca su existencia auténtica) y establece relaciones teleológicas entre el tiempo
y el espacio, espacializando (tensando) el tiempo.

• La tematización del espacio: mediante la “repetición” se generan secuencias rítmicas en el


espacio asociadas a los rituales (dramatizaciones, teatralizaciones) de las situaciones afectivas
vividas, tematizando el espacio.

• El sitio y las necesidades existenciales: en el preparar el sitio para ser habitado, el hombre
debe cubrir sus necesidades existenciales de cuidado y crecimiento, de religiosidad o misticis-
mo, de desarrollo de las relaciones interpersonales y de desarrollo personal y de identidad.
2 El Espacio Existencial

En este capítulo vamos a tratar la naturaleza del espacio existencial. Para ello, el primer obje-
tivo es identificar la categoría específica del espacio existencial dentro de los diferentes aspectos
(niveles) y las relaciones que se presentan con los demás aspectos. Una vez identificada su iden-
tidad y relaciones interniveles debemos describir y analizar su estructura, tanto a nivel abstracto
como concreto.

Los autores en los que nos basamos para realizar este segundo análisis pertenecen a dife-
rentes disciplinas, como son la filosofía, la fenomenología, la arquitectura y la ingeniería. Los
referentes principales utilizados son Bollnow, Bachelard y Aymá en las disciplinas filosófica y
fenomenológica, Norberg-Schulz, Lynch, Roca y Chuk en la disciplina arquitectónica; y Aguiló
en la disciplina de la ingeniería.

2.1 El espacio existencial con relación a otros aspectos del espacio

El primer paso para analizar el espacio existencial consiste en identificarlo dentro de los
diferentes niveles (aspectos) del espacio y explicitar sus relaciones con los demás niveles del
sistema.

2.1.1 Los niveles del espacio de Norberg-Schulz

Norberg-Schulz (1975) plantea que el espacio forma parte necesaria de la estructura de la


existencia, siendo necesaria la descripción de dicha estructura tanto a nivel topológico como
concreto. Antes de realizar la descripción de la estructura del espacio existencial el autor propo-
ne una división en niveles del espacio en el cual se puede identificar claramente, y en relación
con los demás niveles, el espacio existencial. La estructura propuesta es la siguiente (Norberg-
Schulz, 1975: 9-12):

• Nivel Pragmático: es el escenario o despliegue, en el “en-torno”, de las actividades del


hombre. Es “centrado”, limitado en los “a la mano” y relativo a la posición del habitante
en sus diversos desplazamientos y recorridos.

• Nivel Perceptivo: es la región abarcada por lo “a la vista” y no se limita al mundo de la


acción. La formación de la imagen del ambiente es un proceso holístico apoyado en una
serie de leyes perceptivas, de tipo subjetivo y dependiente de la experiencia, que se va
construyendo de forma gradual. Este nivel, junto al pragmático, forman parte del siguiente
nivel.
30 eL espacIo exIstencIaL

• Nivel Existencial: es el espacio generado a partir de un conjunto de esquemas mentales,


apoyados en la acción y la percepción, pero fundamentalmente basados en nuestras imáge-
nes estables construidas por la experiencia individual y grupal. Dichos esquemas (de tipo
topológico principalmente) son los que expresan nuestros modos de existencia individual
y social.

• Nivel Cognoscitivo: es el espacio razonado, es decir, el conjunto de teorías filosóficas


inicialmente, y científicas finalmente, que intentan definir un modelo (ontológico) acerca
de la naturaleza del espacio.

• Nivel Lógico: es el conjunto de instrumentos y técnicas que permiten describir y manejar


los modelos del nivel cognoscitivo.

• Nivel Estético: es el espacio poético, entendiendo por poética aquellas imágenes que ex-
presan la relación del hombre con el mundo, es decir, de su “estar en” el mundo de los
sitios preparados, de los sitios del habitar.

Por tanto, en Norberg-Schulz el espacio existencial se compone principalmente de esquemas


topológicos y fenomenológicos de los modos de existencia individual y grupal (social), apoyados
en los niveles Perceptivo y Pragmático, orientados a expresar el nivel Poético del habitar.

2.1.2 Los niveles del espacio de Aymá

Aymá (2003: 177-182) propone una estructura alternativa a la de Norberg-Schulz de niveles


del espacio, en este caso desde el físico al ambital, que nos permite cualificar aún más la estruc-
tura del espacio existencial inicialmente propuesta.

• Nivel Físico: es el espacio objeto, una realidad con forma tangible sensible de comproba-
ción objetiva.

• Nivel Perceptivo: a este nivel la idea clave es la de recorrido, que articula la configuración
espacial y tiene una clara relación con los conceptos topológicos que hemos ido descri-
biendo hasta el momento.

• Nivel Psicológico: es el aspecto afectivo y anímico del hombre que vive el espacio. En
este nivel se presenta una influencia recíproca entre la percepción del entorno y el estado
de ánimo del habitante.

• Nivel Ambital: en este nivel, el lugar (concepto clave) es el centro de resonancia y expre-
sión del espacio existencial. El concepto de ámbito presenta la confluencia de diferentes
realidades (hombre, comunidad, cultura, técnica…). El espacio existencial es vivo y posi-
tivo. Mediante el ámbito, que es una realidad que además de ser objeto supera esa fisicidad
y nos remite a una multiplicidad de relaciones que nos genera una amplitud.

Por tanto, en Aymá el espacio existencial se conforma por los esquemas topológicos del Nivel
Perceptivo y la relación entre entorno y estado anímico del Nivel Psicológico para formar parte
del lugar, un centro de resonancia, del Nivel Ambital, que integra diferentes necesidades exis-
tenciales (individuo, grupo, cultura) provocando la amplitud del conjunto (más bien podríamos
hablar de “apertura” en el sentido heideggeriano).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 31

2.1.3 Los niveles del espacio de Roca

Roca (2006: 58) propone una estructura muy semejante a la de Norberg-Schulz de niveles del
espacio, identificando también expresamente el espacio existencial, incluyendo el espacio arqui-
tectónico y remarcando el concepto de “lugar”.

• Nivel Pragmático: es el espacio de la acción.

• Nivel Perceptivo: es el espacio de la orientación, de la aprehensión del exterior.

• Nivel Matemático: es el espacio de los números y vectores, funciones y tipologías.

• Nivel Lógico: es el espacio del razonamiento, del método.

• Nivel Existencial: es el espacio del devenir del ser, el del concreto existir.

• Nivel Arquitectónico: es la concreción del espacio existencial. Sin embargo, hay una di-
ferencia entre “espacio” y “lugar”.

• Lugar: es el locus, lo acotado, lo reconocible como entidad escindida y escindible.

Por tanto, en Roca el espacio existencial se identifica explícitamente (al igual que en Norberg-
Schulz) y, de forma muy ambigua y somera, se formula con base en la cuaternidad heideggeria-
na tierra-mortales-cielo-divinos. Por otro lado, debemos hacer referencia al hecho de que Roca
añade a los niveles del espacio el Nivel Arquitectónico, como la concreción de las necesidades
existenciales a cubrir, tanto personales como sociales, y dentro de dicho Nivel arquitectónico
muestra una especial atención al concepto de “lugar”.

2.1.4 Crítica acerca del espacio existencial en los niveles del espacio

En las tres propuestas de esquematización por niveles del espacio podemos verificar que se
trata en Norberg-Schulz y Roca de forma explícita, y en Aymá de forma implícita (y algo con-
fusa) el nivel de espacio existencial. Sin embargo, debemos realizar las siguientes puntualiza-
ciones.

En Norberg-Schulz se identifican claramente dos componentes básicos que contribuyen a la


formación del nivel Existencial del espacio, aunque podríamos decir que no son su naturaleza
(esencia), identificados por los niveles Pragmático (la acción) y Perceptivo (la imagen). La verda-
dera esencia de dicho nivel Existencial se compone de un conjunto de esquemas principalmente
topológicos que expresan los modos de existencia individual y grupal. No obstante, el autor no
formula de forma explícita las relaciones que se forman en el nivel perceptivo entre el entorno y
el estado anímico del individuo, eliminando radicalmente los fuertes enlaces que se fundan (me-
diante la experiencia) en el nivel fenomenológico del espacio existencial (en el cual es muy difícil
separar la imagen de la experiencia y de la poética). En esta misma dirección, el autor separa
deliberadamente el nivel Poético (Estético) del nivel Existencial del espacio; desde nuestro foco
de interés, tal como hemos visto en Heidegger, Zubiri o Bollnow, dicha poética puede tratar, junto
a otras muchas representaciones del espacio que son expresiones de un imago mundi (el espacio
estético [Calduch, 2001a: 71-72] que se sitúa fuera del alcance de este proyecto), la expresión del
“habitar” del “sitio”, es decir, la manera del estar en el mundo del hombre en dicho sitio, cargán-
dolo de sentido y transformándolo en lugar.

En Aymá no se identifica explícita y de forma autónoma el nivel Existencial en el sistema,


aunque sí inserto en el nivel denominado Ambital (al que podríamos fácilmente llamar Arqui-
32 eL espacIo exIstencIaL

tectónico), en el cual el concepto de lugar es la expresión de dicho nivel Existencial. Por otro
lado, observamos una clara semejanza en su nivel Perceptivo con el nivel Existencial en Norberg-
Schulz, aunque enriquecido con el nivel Psicológico, tratando las relaciones realmente fenome-
nológicas de las diferentes vivencias del espacio.

En Roca se identifica el nivel Existencial del espacio, y aunque su definición no muestra clari-
dad ni profundidad, reconocemos en dicho nivel la cuaternidad heideggeriana de los mortales en
relación con la tierra, el cielo y los divinos. Además, se identifica explícitamente el nivel Arqui-
tectónico como concreción del nivel Existencial, a partir de las diferentes necesidades existencia-
les (religiosa, de cobijo y cuidado, de relaciones sociales, encuentro con uno mismo).

Norberg-Schulz no trata el concepto de “lugar” como el exclusivo protagonista del espacio


existencial, ya que, como veremos más adelante en su definición de la estructura del espacio
existencial, es coprotagonista junto a otros elementos como el “camino” y la “región”, siempre
tratados desde un enfoque puramente topológico. En contraste, tanto Aymá como Roca solo tratan
el espacio desde ese prisma topológico en el nivel Perceptivo, concediéndole el verdadero prota-
gonismo al concepto de “lugar” (ya no solo como elemento topológico) como expresión concreta
(o deberíamos denominarla arquitectónica) del espacio existencial. Sin embargo, aunque se habla
de la identificación y la expresión (compartidas) del “lugar” o de su rol como centro de resonan-
cia o de su carácter de centralidad, todos estos atributos se enfocan principalmente con base en
la relación que se establece entre el hombre y su experiencia (vivencias adquiridas) del “lugar”,
es decir, como la adscripción de sentido (o significación) con base en la acumulación o refuerzo
de las diferentes situaciones vividas en el “sitio” (relación muy similar a la del “des-alejamiento”
heideggeriano), tanto a nivel personal (individual) como a nivel social (compartido). En este
enfoque se muestra muy poco relevante la propia naturaleza del “sitio” como elemento fundador
(o impulsor) de su transformación en “lugar”. Trataremos más adelante este tema en la estructura
del espacio existencial y en las relaciones entre este y el espacio arquitectónico.

Como conclusiones acerca de la identificación, formalización y relaciones presentes entre el


espacio existencial y el sistema de estructuración por niveles (o aspectos) del espacio podemos
establecer los siguientes puntos:

• Nivel Pragmático: es el espacio como escenario de las actividades del hombre, limitado
en su ámbito en relación primordial respecto a lo “a la mano”. Por tanto, es el entorno
centrado relativo a la posición del habitante en sus diversos desplazamientos, recorridos y
movimientos funcionales.

• Nivel Perceptivo-Psicológico: es el espacio percibido que se aprehende en relación re-


cíproca con el estado de ánimo del hombre. Por tanto, es el espacio afectivo de lo “a la
vista”, cuya imagen es holística y no puede ser separada de la experiencia.

• Nivel Existencial: es el espacio topológico que potencia u obstaculiza las necesidades


existenciales del hombre. Por tanto, son aquellos esquemas topológicos tensados que per-
miten expresar las relaciones del hombre respecto a la tierra, los demás hombres, el cielo
y los divinos. Su tensión se establece mediante una estructura espacio-teleológica (hombre
y destino) y espacio-relacional (el hombre con los otros entes “ser ahí” y los “intramunda-
nos”). Dichos esquemas son reconocibles y reforzados por el Nivel Perceptivo-Psicológico
y se construyen a partir de elementos más simples, de forma ascendente, pertenecientes al
nivel Pragmático.

• Nivel Poético (Estético, Ambital): es el espacio existencial concretizado en la estructura


del lugar (el sitio preparado para ser habitado) en el que se muestran los diferentes mode-
los del habitar del hombre en su “estar en” el mundo. Dichos modelos tienen, en contraste
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 33

al enfoque científico que trata los hechos del espacio como objetos, una marcada raíz
mítica (fácilmente comprensible y heredable) y un carácter subjetivo profundo (valores,
no hechos, compartidos). En este nivel se establecen los modelos existenciales que serán
plasmados mediante los esquemas topológicos del Nivel Existencial.

• Nivel Cognoscitivo: en este nivel son de especial interés aquellas teorías de la filosofía,
específicamente de la fenomenología, que intentan definir un modelo del espacio de la
existencia del hombre.

• Nivel Lógico: en este nivel son de interés aquellos sistemas de representación gráfica y
relacional que nos permitan describir y manejar el modelo del espacio existencial.

Figura 2.1: El espacio existencial en relación con otros aspectos del espacio.

Por tanto, podemos establecer que el espacio existencial se compone de esquemas topológi-
cos espacio-teleológicos y espacio-relacionales, construidos de forma ascendente con base en los
elementos del nivel Pragmático y reconocidos y reforzados en el nivel Perceptivo-Psicológico;
y que dichos esquemas topológicos son la plasmación de la Poética del habitar del hombre en su
estar en el mundo, mediante la estructura principal del lugar (Fig. 2.1).

2.2 La estructura del espacio existencial

Una vez identificado y formulado el espacio existencial como uno de los niveles (aspectos)
del espacio, e identificadas sus relaciones con los demás niveles del sistema, debemos describir y
analizar su estructura interna.

Los diferentes autores que han intentado definir dicha estructura interna, por lo general, la
han tratado a dos niveles de detalle: a) nivel abstracto (esquemas topológicos); b) nivel concreto
(objetos y sus cualificadores); y c) aspectos formales. Sin embargo, ya que en algunos autores
se muestra una clara exposición diferenciada de los tres niveles y en otros a nivel yuxtapuesto,
realizaremos una descripción global de la estructura interna del espacio existencial.

2.2.1 La estructura del espacio existencial de Norberg-Schulz

Primero analizaremos la propuesta de Norberg-Schulz (1975), en la que se muestra de forma


diferenciada el nivel abstracto, el concreto y los aspectos formales de la estructura interna del
espacio existencial.
34 eL espacIo exIstencIaL

2.2.1.1 La estructura topológica

Antes de hablar de la estructura topológica del espacio existencial planteada por Norberg-
Schulz (1975) debemos aclarar, tal como expone Millán (1981: 9), que las nociones de partida
en el desarrollo de una concepción topológica del espacio existencial son las de lugar (o región),
frontera y sus cambios estructurales, conceptos desarrollados por Lewin (1936). Norberg-Schulz
utiliza unos atributos y relaciones similares, partiendo de los conceptos de proximidad (por la
que tendemos a agrupar los elementos cercanos), límite (al identificar como entidades estables las
formas cerradas tendemos a cerrar mentalmente aquellas que casi lo están, la ley de figura-fondo
influye en la de cerramiento) y continuidad (por la que enlazamos aquellos elementos que son
similares en color, forma, movimiento o dirección), desarrollados por Piaget (1983).

Con base en dichos conceptos, el autor establece unos esquemas elementales (topológicos) de
organización espacial, que son los centros o lugares (relacionado con la proximidad), direccio-
nes o caminos (relacionados con la continuidad) y áreas o regiones (relacionados con el límite o
cerramiento).

2.2.1.1.1 El centro y el lugar

Según Norberg-Schulz (1975: 21-24), el espacio del hombre está subjetivamente centrado. La
noción de centro se puede establecer como medio de organización o como punto de referencia en
el ambiente circundante.

El centro es la meta ideal, tanto a nivel público como personal, y en el mundo personal de
cada hombre es el hogar, lo conocido, en contraste con el temible mundo circundante. Todos los
centros son lugares de acción, tanto para las actividades particulares e íntimas como para la inte-
racción social. Los lugares son focos o metas donde experimentamos los acontecimientos vitales,
pero también pueden ser puntos de partida para apoderarnos del ambiente circundante.

Un centro siempre es limitado, artificial y presenta una finalidad especial, por tanto, el lugar
propio territorial debe tener cierta dimensión, límites nítidos y reconocibles. El reconocimiento
del lugar como ambiente estructurado (esa finalidad especial) también se debe facilitar con base
en un conjunto de invariantes (una abstracción a nivel de preforma semejante a la idea de tipo).

El lugar siempre se experimenta como un interior, en contraste con el mundo que lo rodea,
que es el exterior. El tamaño limitado del lugar va acompañado de una forma centralizada, que
significa en primer término concentración. Entonces un lugar es básicamente redondo (no en el
sentido geométrico, sino en el existencial).

Las nociones de proximidad, centralidad (concentración) y cerramiento (límite) se relacionan


conformando el concepto existencial más concreto de lugar, siendo los lugares los elementos
básicos de la estructura topológica del espacio existencial (Fig. 2.2).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 35

Cementerio de Finisterre (2000). Templete de S. Prieto (1502).


César Portela. Donato d’Angelo Bramante.
Noción de “proximidad” Noción de “centralidad”

Memorial a John F. Kennedy (1970).


Philip Johnson.
Noción de “cerramiento”

Figura 2.2: Conceptos Gestalt en la percepción del lugar.

2.2.1.1.2 La dirección y el camino

Según Norberg-Schulz (1975: 24-27), un lugar implica un interior y un exterior y el espacio exis-
tencial comprende muchos lugares. Un lugar siempre está situado dentro de un contexto más amplio
y para relacionar cada lugar con el resto de lugares se establecen los caminos (direcciones). Las dos
direcciones que se manejan en relación con el lugar son:

• Horizontal: es la dimensión terrenal del espacio, la del mundo concreto, con su delante, de-
trás, izquierda y derecha. Todas las direcciones horizontales son iguales, sin embargo, la na-
turaleza marca la importancia a direcciones concretas: a nivel material por las características
topográficas del terreno (el lugar adecuado para el asentamiento, caminos preferentes, movi-
mientos posibles…); a nivel simbólico por las direcciones relacionadas con las repeticiones de
la naturaleza (la dirección este-oeste en la salida y puesta del sol se relaciona simbólicamente
con la vida y la muerte). Dentro de los sentidos en la dirección horizontal, adelante se muestra
como el activo (hacia dónde se va) mientras que atrás como lo ya recorrido (de dónde se vie-
ne), y a veces incluso como retroceso (lo negativo).

• Vertical: por un lado, es la dimensión sagrada del espacio, ya que puede ser la ascensión hacia
una realidad más alta venciendo a la fuerza de la gravedad (que es la existencia terrenal); por
el otro lado, en relación con lo construido, hace referencia al proceso de erigir, que es la capa-
cidad del hombre de vencer a la naturaleza.
36 eL espacIo exIstencIaL

Mientras que la dirección vertical se plantea como una ascensión que sobrepasa el mundo real, la
horizontal está íntimamente conectada con las acciones del hombre en el mundo concreto (Fig. 2.3).

Minarete Al Malwiya (s. IX). Casa Boissonnas (1956).


La ascensión en dirección vertical Philip Johnson.
El recorrido en dirección horizontal

Figura 2.3: Significados (teleológicos) asociados a las direcciones.

Por otro lado, el camino (o ruta) representa una propiedad básica de la existencia (el camino
vital). El doble sentido de partida y retorno divide el espacio en dos zonas concéntricas en tensión,
la interior estrecha (lo conocido, hogar, ciudad, patria) y la exterior vasta (el mundo desconocido y
amenazador).

El camino, además de representar una tensión propia por la dirección entre un origen y una meta,
en su propio recorrido pueden ocurrir diversos acontecimientos. Es decir, lo que ocurre a lo largo del
camino se agrega a la tensión inicial, convirtiendo el camino en un eje organizador en el que la meta
puede llegar a ser menos importante que los elementos (acontecimientos) organizados. Las nociones
de continuidad y cerramiento se relacionan conformando el concepto existencial más concreto de
camino (Fig. 2.4).

Villa Neuendorf (1993). Un Torii japonés.


Claudio Silvestrin. Noción de “cerramiento”
Noción de “continuidad”

Figura 2.4: Conceptos Gestalt en la percepción del camino.

2.2.1.1.3 El área y la región

Los caminos dividen el espacio en zonas más o menos bien conocidas denominadas regiones
(Norberg-Schulz, 1975: 27-29). Estas regiones se hallan rodeadas por un mundo relativamente desco-
nocido, que es determinado vagamente con base en direcciones generales (este, oeste, norte, sur).

Se podría asemejar el concepto de región al de lugar, ya que también se define por su cerramiento
y proximidad de elementos constituyentes. Sin embargo, la distinción es útil para mostrar la imagen
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 37

de los alrededores que comprenden áreas a las que el hombre no pertenece y no tienen función de
metas. Una región es un terreno relativamente sin estructurar en el que los lugares y los caminos apa-
recen como elementos importantes.

La función principal de la región es la de unificar y hacer coherente el espacio existencial, ge-


nerando lugares potenciales para las actividades humanas. El mecanismo de toma de posesión del
mundo circundante implica la estructuración de dicho entorno en regiones por medio de caminos y
lugares. Las regiones pueden estar delimitadas por elementos naturales (costa marítima, río, colina,
valle…), por las actividades humanas (agricultura, vivienda…) o por condiciones sociales (barrios).
Las nociones de proximidad y semejanza se relacionan conformando el concepto existencial más
concreto de región (Fig. 2.5).

Anticoli Corrado (Italia).


Nociones de “proximidad” y “semejanza”

Figura 2.5: Conceptos Gestalt en la percepción de la región.

2.2.1.1.4 La interacción entre los elementos de la estructura topológica

Los lugares, caminos y regiones son los esquemas topológicos básicos constituyentes del espacio
existencial que, al combinarse, convierten el espacio en una dimensión real de la existencia humana.
Los lugares son el producto de diálogo entre un interior y un exterior; los caminos, la tensión entre
un origen y una meta, y las regiones, una estructura de unificación (Norberg-Schulz, 1975: 29-34).
Ejemplos de ello son: a) el espacio existencial de los pueblos nómadas se funda en la región; b) el
espacio existencial de las antiguas civilizaciones agrícolas se fundaba en el lugar y c) el espacio
existencial del antiguo Egipto se fundaba en el camino.

En el lugar la relación topológica exterior-interior marca la intención primordial de “estar den-


tro”, es decir, un interior que presenta las funciones de residir, proporcionar identidad (expresión
del interior de la personalidad) y principalmente “habitar”. Sus elementos constitutivos son el
centro, la forma cerrada y la entrada. Este tercer elemento, la entrada (puerta), es el de conexión
con el exterior, que siempre está abierta y cerrada, que tiene dirección, que hace vivo y orientado
el lugar. La entrada es la abertura que expresa lo que el lugar “desea ser” en relación con su en-
torno.
38 eL espacIo exIstencIaL

El lugar está relacionado con varias direcciones mediante un sistema de caminos, que conforma una
red y que es un todo coherente de acción. Un camino puede tener una bifurcación o encrucijada, presen-
tando ambas una fuerte implicación existencial (el problema de la elección entre diversas alternativas
que conviene tomar para alcanzar una meta). Otro tipo de “camino”, muy particular y expresivo, es el
puente, que une dos regiones. De los tipos descritos se observa que los caminos expresan las posibili-
dades de movimiento del hombre. La relación entre los elementos topológicos lugar y camino genera la
dicotomía entre la centralidad y la longitudinalidad, es decir, pertenecer a un lugar o estar abierto al mun-
do. La red de caminos y lugares, junto a las condiciones topográficas, crea un sistema de regiones que se
pueden clasificar por su densidad. Cuando es alta expresa el territorio conquistado y conocido, cuando es
baja expresa lo desconocido y por conquistar.

El espacio existencial es el resultado de la interacción e influencia recíproca de la acción del hombre


con el ambiente que lo rodea. Influencia que el hombre ha de comprender (asimilar) y aceptar (acomo-
dar), es decir, el espacio existencial es la expresión del concepto heideggeriano “ser en” el mundo.

2.2.1.2 La estructura concreta y los aspectos formales

Según Norberg-Schulz (1975: 46), el espacio arquitectónico es la concretización del espacio existen-
cial. El doble propósito del autor consiste en: a) integrar su estructura concreta en los esquemas topológi-
cos anteriormente descritos, y b) poder traducir los esquemas topológicos a su estructura concreta.

Para ello, el modelo debe tener un pronunciado carácter público, ya que en el mundo público es donde
se comparten los valores colectivos, que son la estructura expresiva de cómo debería ser nuestro mundo,
es decir, la expresión de nuestro “habitar”. Por tanto, las formas arquitectónicas deben ser expresivas
(manifestar significaciones y sentidos) y estar al servicio del mundo público incluyendo al privado.

2.2.1.2.1 El lugar

En Norberg-Schulz (1975: 49-57), se hace una especial referencia a la propuesta de Dagoberto Frey
(uno de los primeros antecedentes en el análisis del espacio existencial), en la que se recalca que el hom-
bre siempre tiene la necesidad de expresar “estar en alguna parte”, en contraste con el movimiento del “ir
y venir”.

Para conseguir dicha representatividad del lugar como centro, tal como se expone en Norberg-Schulz
(1998: 87-88), se suelen potenciar aquellos atributos de la forma que permiten aumentar la concentra-
ción, el aislamiento topológico y la pregnancia (atracción) del elemento masa de la forma arquitectónica,
entendiendo por elemento masa un cuerpo tridimensional con forma topológico-geométrica. Debemos
tener en cuenta que en la percepción del elemento masa los límites laterales son los importantes (teniendo
en cuenta que la posición de visión sea la de una persona de pie sobre el plano horizontal de la tierra, en
vista de pájaro cambiaría por completo la percepción del elemento masa).

• Concentración topológica: atributo cuyo valor es inversamente proporcional al grado de ex-


pansión de la forma en las diferentes direcciones. Una clasificación de formas con el grado de
concentración topológica decreciente sería esfera, cilindro vertical, cono, cilindro horizontal, pa-
ralelepípedo.

• Grado de geometrización: atributo cuyo valor es proporcional a la naturaleza geométrica del


elemento masa. Dicho grado de geometrización implica un aumento del carácter de figura del
elemento masa. La esfera es la figura que muestra el mayor grado de geometrización.

• Simetría: el reflejo especulativo refuerza la concentración de la forma, gracias a la ley de preg-


nancia de la Gestalt por la que el cerebro intenta organizar las formas percibidas de la mejor
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 39

manera posible, es decir, de la manera más económica (integral, completa, estable, sencilla). La
simetría puede ser centrípeta (forma convexa) o centrífuga (forma cóncava).

• Grado de constancia: atributo cuyo valor es inversamente proporcional a los cambios de percep-
ción debidos a los cambios de posición y ángulo de visión. En este caso, también la esfera es la
figura que muestra mayor grado de constancia.

• Grado de continuidad: atributo cuyo valor es inversamente proporcional a los cambios en el


tratamiento de la superficie del elemento masa. Cuanto mayor es el grado de continuidad, mayor
es el grado de concentración del elemento masa.

• Grado de textura: atributo cuyo valor es inversamente proporcional al grado de reflexión de la


superficie del elemento masa. Cuanto mayor es el grado de textura, mayor es el grado de concen-
tración del elemento masa.

• Grado de abertura: atributo cuyo valor es proporcional al tamaño, tipo y número de aberturas
en la superficie del elemento masa. Las aberturas pequeñas acentúan la masa mientras que las
grandes acentúan el esqueleto. Por otro lado, las rasantes acentúan la superficie.

• Grado de nitidez de los contornos: atributo que es proporcional al grado de continuidad, facili-
dad de identificación, redondez y ausencia de rotura en los vértices y esquinas del elemento masa.
Cuanto mayor es el grado de nitidez, mayor es la concentración del elemento masa.

• Grado de contraste: atributo cuyo valor es proporcional a la diferencia de gradiente tonal o de


luminosidad de la superficie del elemento masa respecto al entorno. Cuanto mayor es el grado de
contraste, mayor el carácter de figura (del elemento masa) respecto al fondo (entorno).

Resumiendo, la potenciación del lugar con base en el elemento masa de la forma arquitectónica se
puede conseguir mediante el aumento de su concentración, aislamiento topológico y pregnancia. Pero,
además, se puede potenciar mediante la expresión del lugar como meta, es decir, como un hito, en forma
de figura levantada y erecta, diferenciada del entorno. Sin embargo, la masa de la forma arquitectónica
solo es un centro simbólico o ideal (más bien deberíamos decir que permite identificar un centro en el en-
torno), el lugar real de actividad humana lo define el elemento espacio de la forma arquitectónica a partir
de su cerramiento (recinto), que establece un interior y un exterior.

Entendemos por elemento espacio (Norberg-Schulz, 1998: 88) el volumen definido por las superfi-
cies límite de las masas que lo rodean, cuya característica principal es la de cerramiento topológico. Con
el elemento espacio debemos tener en cuenta que en su percepción todos los límites (inferior, laterales
y superior) son igualmente importantes. Al igual que con el elemento masa, hay atributos que permiten
potenciar el grado de concentración del elemento espacio.

• Grado de geometrización: atributo cuyo valor es proporcional a la naturaleza geométrica del


elemento espacio. Dicho grado de geometrización implica un aumento del carácter de figura del
elemento espacio. La semiesfera es la figura que muestra el mayor grado de geometrización.

• Grado de combinación: atributo cuyo valor es proporcional a la posibilidad y facilidad de com-


binatoria de los elementos espacio básicos. Los espacios paralelepípedos son los que se combinan
con mayor facilidad, sin embargo, a mayor complejidad de la estructura espacial generada más di-
fícil es percibir su grado de cerramiento topológico (inverso respecto al grado de geometrización).

• Grado de continuidad: atributo cuyo valor es inversamente proporcional a los cambios en el


tratamiento de la superficie del elemento espacio, como es el grado de uniformidad de textura o el
grado de uniformidad de luz (o en aberturas). Cuanto mayor es el grado de continuidad, mayor es
el grado de nivel de cerramiento del elemento espacio.
40 eL espacIo exIstencIaL

• Grado de abertura: atributo cuyo valor es proporcional al tamaño, tipo y número de aber-
turas en la superficie del elemento espacio. Las aberturas pequeñas acentúan el cerramiento
mientras que las grandes expanden el espacio. Así mismo, las aberturas de suelo a techo, o las
rasantes horizontales, abren más el espacio que las centradas, ya que rompen la continuidad.
Un caso realmente crítico es el de las aberturas en los vértices y esquinas, que rompen el grado
de geometrización del espacio.

Además, el límite inferior del elemento espacio (el suelo) presenta el rol de elemento unificador,
aunque puede estructurarse en desniveles (escalones, escaleras, rampas). Por su lado, el límite supe-
rior (el techo) siempre se percibe como distante. Por último, los límites laterales (los muros) son los
elementos que presentan mayor flexibilidad y adaptabilidad en función de los requerimientos prag-
máticos y funcionales del espacio.

El tercer elemento que hemos de tener en cuenta es la superficie límite (Norberg-Schulz, 1988: 88-
89), percibida como un plano sin espesor con cualidades de relieve o textura. Este elemento presenta
otros elementos subordinados de tipo plástico, como podría ser una pilastra, o de perforación, como
pueden ser las aberturas de las ventanas o puertas, que deben ser fácilmente identificables, es decir,
presentar una gran diferencia figura-fondo, bien mediante la utilización del marco o del aislamiento
o repetición.

Por último, entre estos tres elementos de la forma se plantean una serie de relaciones (Norberg-
Schulz, 1998: 90-94) (la manera en que están distribuidos) de tipo topológico como son:

• Proximidad: los elementos cercanos, respecto a su tamaño, pueden formar racimos o grupos
que permiten distribuir elementos masa (edificios), elementos espacio (espacio interno) o es-
tablecer relaciones dialógicas entre la masa (edificio) y el entorno (paisaje).

• Cerramiento: los elementos cercanos de tipo elemento masa pueden conformar un límite
continuo que puede enfatizar las relaciones de dentro y fuera respecto a un centro (muralla
ciudad y exterior) y de “dentro de” (plaza y edificios, barrio en la ciudad) (Fig. 2.6). Los di-
versos cerramientos también pueden interpenetrarse (interconexión de centros), estableciendo
zonas compartidas y ambiguas.

Plaza de los Fueros en Vitoria (1979).


Luis Peña Ganchegi y Eduardo Chillida

Figura 2.6: Relación “dentro de” entre una plaza y los edificios que la rodean.

• Articulación: los elementos se pueden articular mediante fusión, que a su vez se puede realizar
por interpenetración o deformación; también se pueden articular mediante división, sucesión
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 41

o continuidad. La proximidad y sucesión son relaciones aditivas, la fusión e interpenetración


son ambiguas, y la subdivisión y continuidad suelen ser sustractivas (Fig. 2.7).

Villa Shodhan (1956).


Le Corbusier.
Subdivisión sustractiva

Bodega Darien (2002).


Jesús Marino Pascual.
Fusión por interpenetración

Figura 2.7: Articulaciones de elementos “masa”.

• Semejanza-yuxtaposición: esta relación salva el vacío entre las características topológicas


y las geométricas, permitiendo establecer relaciones de repetición (semejanza), contraste o
acento (yuxtaposición).

• Geometría: las relaciones geométricas entre elementos se pueden utilizar para plasmar una
centralización (respecto a un punto), una axialidad (respecto a una línea-eje con dirección, si-
metría, reflexión o paralelismo) o una distribución reglada (respecto a un sistema coordenado,
módulo, retícula, que genera un continuo de elementos espacio o masa haciendo perceptible
la estructura y sus relaciones). También se pueden utilizar relaciones más complejas a partir
de combinaciones de las anteriores (axialidades y centros, retículas combinadas, simetría-
asimetría…).

A la combinación de dos o más elementos a partir de una o más relaciones se la denomina estruc-
tura formal (Norberg-Schulz, 1998: 95-100), que es aplicable tanto a elementos masa como a elemen-
tos espacio y a superficies límite. Las estructuras formales tipo pueden ser:
42 eL espacIo exIstencIaL

• Racimo: es una agrupación de elementos por cercanía, es abierto y aditivo, y si se geometriza


por centralización se convierte en centrípeto, y si se hace por sistema coordenado se puede
convertir tanto en centrípeto como centrífugo.

• Grupo: es una agrupación de elementos por semejanza, que puede ser cerrado (centrípeto) o
abierto (centrífugo).

• Hilera: es una agrupación de elementos por secuenciación, que puede ser abierta o cerrada. En
el caso concreto del recinto es cerrada.

Tanto el grupo como la hilera pueden ser aditivos (organizados con base en elementos más sim-
ples, de forma ascendente) o substractivo (con base en la división de elementos más complejos, de
forma descendente).

Además, en la estructura formal se pueden establecer diferentes niveles de jerarquía (por tamaño,
acento, aislamiento, relación origen-meta, contraste, orden…) en los que se pueden (y deben) pre-
sentar elementos primarios, a partir de los cuales toda la composición se alinea, y otros elementos
secundarios.

Todos estos elementos (masa, espacio, superficie) y sus relaciones, formando una estructura
formal, intervienen en la adecuada percepción del lugar. Sin embargo, un lugar, además de ser un
centro, es una meta (la ideal) y un punto de partida. Para establecer una adecuada relación con
otros lugares y caminos se deben controlar explícitamente las fuerzas centrípetas (expansión, ida,
partida) y las centrífugas (atracción, venida) para establecer un verdadero diálogo entre el lugar y
el entorno.

El cometido de la forma arquitectónica (masa, espacio, superficie), un producto humano del lu-
gar, es decir, a nivel existencial, es ordenar, regular, controlar y mejorar las relaciones del hombre
con el entorno. Por tanto, es la creación de un medio para hacer posibles las actividades del hombre,
en colaboración e interacción. Por tanto, el lugar es un medio funcional. Al igual que en los tipos de
estructuras formales encontramos hileras, racimos y grupos, las actividades del hombre también se
pueden categorizar en secuencias lineales, agrupaciones por proximidad sin orden o agrupamientos
más formales por tipos.

Por otro lado, el lugar también es un medio social, que expresa un estatus, un rol o un ámbito (pú-
blico o privado), mostrando no solo lo que se puede hacer sino lo que se podría hacer, es decir, todas
sus posibilidades. Finalmente, el lugar es un medio simbólico con un marco significativo que expresa
un modelo de “habitar” el mundo, mostrando los valores compartidos por el grupo.

Para que exista una correlación adecuada entre la forma arquitectónica del lugar y su cometido
deben estar presentes ciertas conexiones empíricas, que expresan la relación funcional (causal) entre
la acción y la forma que la sustenta. Sin embargo, aunque ciertas formas han demostrado, por simili-
tud en su estructura con otras formas reales del medio físico, su adecuación a la función, siempre han
existido otras que se han creado como signos convencionales (por el grupo) con una similitud en su
estructura respecto a conceptos externos al medio físico y, por tanto, con un fuerte valor simbólico
(metafórico).

El lugar, a nivel urbano, tiene un marcado poder de identidad y de coexistencia colectivos, mien-
tras que a nivel edificio (casa) expresa un mundo privado (esencialmente en su espacio interior),
aunque siempre en relación con el nivel urbano, en el que funciona como hito (esencialmente en su
elemento masa).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 43

2.2.1.2.2 El camino

Una vez vistos los elementos, relaciones y atributos que potencian el lugar debemos analizar aque-
llos que evidencian el camino. Lo primero que debemos aclarar es que un “camino” es la concretización
de un eje o una dirección. Por tanto, un camino es un eje organizador que puede ser real o simbólico
(Norberg-Schulz, 1975: 58-70).

Teniendo en cuenta las dos principales direcciones, la vertical (simbólica) y la horizontal (terrenal),
el camino se puede mover en ambas direcciones, generando un espacio constreñido, en el primer caso,
y uno expansivo, en el segundo.

Teniendo en cuenta el tipo de estructura formal hilera, así como las relaciones topológicas de proxi-
midad, continuidad y semejanza, un camino puede presentarse en diferentes configuraciones geomé-
tricas como las vistas en el lugar: axial, centralizada o distribuida reglada, y establecer sus respectivas
fuerzas atrayentes (centrípetas) o expansivas (centrífugas).

El camino en relación con el lugar es el elemento que marca la tensión entre un origen y una meta.
Según su dirección vertical, como en el caso de las escaleras o las rampas, expresa una transición entre
niveles existenciales (ascensión, redención…). Según su dirección horizontal, como en el caso de los
desvíos y los cruces, expresa el dilema de la elección para llegar a la meta y la eliminación de las de-
más posibilidades. Según su formalismo o adecuación al terreno, expresa un símbolo convencional o
la adaptación del hombre al entorno.

Por ejemplo, en el antiguo Egipto, tan íntimamente relacionado con los ciclos naturales (estaciones
del año) y la simbología de la vida y la muerte en relación con la posición del sol (en oriente nace el sol,
de allí viene la palabra “orientar”, y en occidente muere), el camino rectilíneo fue el signo convencio-
nal que conducía a una meta final. La iglesia cristiana (quizás similar a los recorridos en los templos del
antiguo Egipto pero a una escala de espacio interior) es otro signo convencional de un lugar apartado
del mundo (por los muros y por la localización) cuyo espacio interior es un camino espiritual.

2.2.1.2.3 La región

A un nivel mucho más esquemático, podemos decir de la región que se comporta como un unifica-
dor de elementos, por tener algún elemento de identificación común, bien sea por continuidad temática,
o acumulación de formas, texturas, actividades, tipo constructivo o contorno bien definido (Norberg-
Schulz, 1975: 71-73). Por tanto, se basa en las leyes de cierre y semejanza de la Gestalt.

En este caso, el carácter de lugar se puede aplicar al agrupamiento o a algunos de sus elementos
(centros). El nivel urbano es el que se estructura de forma más clara mediante regiones (distritos), que
pueden ser agrupaciones o simples aglomeraciones de elementos, con separaciones topográficas (río,
colina, isla…).

2.2.1.2.4 La interacción entre los elementos de la estructura concreta

El espacio existencial es una totalidad simultánea de niveles que se influyen mutuamente forman-
do un campo (ámbito en la nomenclatura de Aymá) complejo y dinámico (Norberg-Schulz, 1975:
73-83).

Ese campo contiene un sistema de centros con un centro predominante (o más de uno en el caso
de que entren en diálogo). Los centros pueden estar contenidos unos en otros (lugares de una ciudad,
lugares de una casa) o pueden estar conectados entre sí por caminos. Al mismo tiempo, el carácter de
los centros puede establecer un área.
44 eL espacIo exIstencIaL

2.2.2 La estructura topológica urbana de Lynch

El objetivo de (Lynch, 2001) es identificar la imagen pública de cada ciudad. Aunque el aná-
lisis se establece a nivel concreto de elementos de la ciudad, nos interesa la clasificación de tipos
de elementos que el autor establece con base en dichos objetos, ya que incorpora ciertos tipos que
en la propuesta de Norberg-Schulz quedan desapercibidos. Estos tipos son los siguientes (Lynch,
2001: 62-64):

• Senda: es el conducto que el observador (habitante, caminante) sigue normalmente, tanto oca-
sional como potencialmente. Este elemento es el predominante en la imagen percibida de la
ciudad al ser el que atraviesa el habitante en sus recorridos y el que hace la función de conector
(y eje coordinador) de los demás elementos ambientales.

• Borde: es el elemento lineal que el observador no utiliza como senda. Es el límite entre dos
secciones de la ciudad que se percibe como una referencia lateral y no como eje coordinador
que conforma un rasgo organizador.

• Barrio: es la sección de la ciudad que se percibe a nivel bidimensional como una agrupación
(aglutinador) de elementos más simples similares. Junto a la senda, es el otro elemento predo-
minante en la imagen percibida de la ciudad.

• Nodo: es un punto estratégico de la ciudad que constituye un foco intensivo del que se parte o
al que se encamina el habitante y al que puede ingresar. Está íntimamente relacionado con la
senda al poder ser la convergencia de un conjunto de estas o un acontecimiento en el recorrido.
También está relacionado con el barrio al poder presentar el rol de su núcleo.

• Mojón (hito): es otro punto de referencia en la ciudad, pero en este caso el habitante no ingre-
sa en él, sino que le es exterior.

2.2.3 El topoanálisis de Aymá

Recuperando la tesis doctoral de Aymá (2003), podremos ampliar la definición de la estructura


topológica del espacio existencial propuesta por Norberg-Schulz (1975).

La primera noción que desarrolla Aymá (2003: 146-152) para establecer la naturaleza del espacio
existencial es la de intimidad, entendida como el poder que tiene el hombre para incorporar otras
realidades a la suya. El hombre crea vínculos íntimos con el entorno que le rodea, se reafirma in-
corporando la realidad “en torno”, seleccionando de entre todas las posibilidades presentes aquellas
que hace suyas y propias. Este espacio de la intimidad tiene una centralidad, que es la persona que
vivencia. Es un espacio tensionado, sus regiones están cualitativamente diferenciadas con disconti-
nuidades, en referencia a la experiencia vital del hombre. También se articula este espacio en lugares,
que adquieren significaciones peculiares que dan expresión a la relación que establece el hombre con
su entorno. De todo ello, la relación que se establece entre el despliegue de la existencia, la intimidad
y la creación de espacio es clave para la concretización del espacio existencial.

El segundo concepto que desarrolla es el de imagen (Aymá, 2003: 152-160), ya que la memoria
y la imaginación del hombre no se pueden disociar. El hombre se encuentra integrado en una conste-
lación simbólica de imágenes que el lenguaje científico no logra explicar, requiriendo el soporte del
lenguaje poético (la trama de la existencia del hombre) y emotivo (la relación de influencia recíproca
entre el estado de ánimo del hombre y su percepción del entorno). La imagen, con su capacidad reso-
nante, puede dar, de diversos modos, expresión a la complejidad de lo real, gracias a su ambigüedad
y polisemia.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 45

Por otro lado, las operaciones infralógicas (partiendo de Piaget) como la de límite, proximidad,
continuidad… contribuyen a la elaboración de la imagen que se forma el hombre del espacio. El hom-
bre piensa su espacio existencial a partir de imágenes externas sensibles y perceptibles y de un desa-
rrollo interno con base en nociones topológicas (semejanza con Norberg-Schulz).

2.2.4 El espacio fenomenológico de Bollnow

Bollnow (1969: 37-49) realiza un análisis etimológico de los diferentes usos de la palabra espacio
a partir del cual establece que el espacio creado por la actividad humana (espacio: Räumen), arrancado
del bosque para crear su hueco, es el que lo recibe y protege permitiéndole su desarrollo y crecimiento,
separándolo del caos, generando un punto de referencia y emplazamiento fijo (lugar: Ort).

A partir de las definiciones expuestas Bollnow (1969: 49) describe el espacio vivencial (que bien
podríamos denominar existencial) como un espacio que no es homogéneo (en contraste con el espa-
cio euclidiano del nivel lógico), ya que es fenomenológico, en el que hay determinadas direcciones
privilegiadas por su relación con el hombre, es decir, es un espacio tensado. En este espacio vivencial
establece una serie de elementos que presentan ciertos paralelismos con los propuestos por Norberg-
Schulz.

2.2.4.1 El centro y la casa

El hombre es el punto cero de su centro de coordenadas relativas (Bollnow, 1969: 58-59) (el espa-
cio no se mueve, es el hombre el que se mueve en él), siempre se encuentra en un “aquí” a partir del
cual mide las distancias e identifica las direcciones y localizaciones de los objetos en el “en torno”. El
hombre es el sistema de referencia con base en el desalejamiento y dirección heideggerianos.

En ese espacio centrado, la morada (el hogar a nivel individual, o la plaza, iglesia, templo a nivel
colectivo) es el centro organizador de otros lugares, es el espacio conocido, el cosmos del hombre.
Todo lo demás es lo desconocido. El lugar, que es el modo como se encuentra el hombre en el espacio
(su “habitar”), depende de su cercanía (vinculación) a él, convirtiéndose en propio (Bollnow, 1969:
117-124).

El hombre, al estar arrojado al mundo (exterior) en un sitio no elegido en el que permanece como
un extraño sin vinculación alguna y en el que siempre está en camino sin llegar jamás a una meta
(fatalismo heideggeriano), debe crear su propio centro (su lugar) para aprender de nuevo a vivir en el
mundo, es decir, a habitarlo, y, así, llegar a la plenitud de su verdadero ser. Ese nuevo lugar y centro
de ese espacio vivencial, donde el hombre habita y a donde siempre puede volver, es la casa (Bollnow,
1969: 124-127).

El hombre necesita de un espacio para conservarse en el mundo y poder cumplir sus misiones, el
espacio privado. La casa protege y permite la estancia del hombre, su enraizarse, por lo que ha de tener
extensión (habitación) para poder permitir su movimiento (realizar sus actividades). Para habitar en
paz son imprescindibles el techo y los muros protectores (a otros niveles: tejados, vallados, setos…),
sin embargo, el hombre también debe salir al mundo para cumplir sus misiones, el espacio público.
Los muros dividen el espacio en un exterior y un interior, el espacio interior (privado) es el de la tran-
quilidad, la relajación y el retiro, es el espacio de los nuestros; el espacio exterior (público) es el de
la actividad en el mundo, el de la lucha contra las resistencias y amenazas, es el espacio de los otros
(Bollnow, 1969: 127-129).

En ese espacio privado de la casa encontramos un espacio muy especial, el espacio amoroso
(Bollnow, 1969: 229-237), en el cual, en contraste con el espacio de la rivalidad del exterior, hay una
46 eL espacIo exIstencIaL

cesión despreocupada e infinita del espacio de uno transformándose en el espacio indivisible de la


reciprocidad, el espacio de nosotros, el espacio que amplifica y profundiza la existencia de sus habi-
tantes. Este espacio (el amoroso, el familiar) es un espacio sentimental, espiritual, que no quita, sino
que crea espacio nuevo, un espacio que crea patria, que crea el lugar propio, el espacio común para la
vida, el espacio convertido en un lugar en la tierra.

En el “habitar” podemos distinguir tres ámbitos, que son las tres formas del espacio vital (propio)
del hombre (Bollnow, 1969: 253-270). El primer ámbito es el espacio del propio cuerpo, el interme-
diario con el mundo, objeto espacial y objeto apropiado. El segundo es el espacio de la propia casa
(vivienda), que se experimenta como una caverna, en la que sus espacios internos se ordenan según su
asequibilidad y grado de conexión, y más allá todo es muro que nos separa del exterior (lo descono-
cido). La casa es como un cuerpo ensanchado con el que el hombre se identifica y mediante el que se
encasilla dentro de un entorno espacial mayor. El hombre está encarnado en la casa, es la expresión de
su esencia y modifica su estado de ánimo, se presenta una íntima unidad entre el hombre con su espacio
interno, este espacio lo abraza y sostiene y el hombre se amalgama en él. El tercero es el espacio envol-
vente exterior, que se experimenta como una casa a mayor escala, como un espacio cobijante, como un
espacio hueco ampliado, siempre finito, cerrado, sostén, con resonancia, como parte del hombre.

En la casa se pueden encontrar centros en su espacio interno. Uno de ellos es el hogar originario
(chimenea), que se mantenía encendido todo el día y noche. En la actualidad, la cocina, espacio acceso-
rio y funcional, ha ido quitándole la cualidad de centro al hogar y trasladándosela a la mesa (de comer).
Otro centro del espacio interno de la casa es la cama, como centro individual (lugar de descanso y paz)
que pertenece a la esfera privada y representa el abandono de las tensiones de la oposición al mundo,
plasmada en el estar erguido en lucha contra la fuerza de la gravedad, al tender el cuerpo y dejarlo ser
prisionero del mundo.

Según Eliade (1998), para el hombre religioso (equiparable al hombre primitivo con conciencia
mítica), el espacio sacro no es homogéneo, muestra roturas y fisuras, contiene partes cualitativamente
distintas de las restantes, está lleno de fuerzas, es significativo. Mientras que las partes del espacio sacro
natural son los sitios, lugares con poder que el hombre pisa y extrae de la gran extensión del mundo, los
espacios sacros artificiales (Templum) son espacios recortados, separados de lo demás. Al contrario del
espacio sacro, el espacio profano sí es homogéneo y carente de estructura significativa.

2.2.4.2 Los ejes y los caminos

Debido a la importancia de la postura erguida del hombre, este establece un sistema natural y simple
de ejes, compuesto por el eje vertical y el plano horizontal (Bollnow, 1969: 49-58).

• Eje vertical: el par arriba-abajo es el más importante de los dos ejes, condicionado por la postu-
ra del hombre y la fuerza de la gravedad, que simboliza las situaciones de levantarse, caer, subir,
bajar, yacer. La redención sucede en las alturas, en la cercanía a los divinos.

• Plano horizontal: es la realidad tangible, el hombre se encuentra en su base sólida, encadenado


a ella, con poca libertad de movimiento vertical, dividiendo el plano vertical en dos mitades:
1.ª) bajo los pies (opaco, resistente, impenetrable); y 2.ª) el espacio aéreo (transparente, no re-
sistente, también impenetrable). El horizonte es el límite de unión entre ambas mitades. Nuestro
espacio próximo es tridimensional y el lejano bidimensional. La falta de solidez en la base ge-
nera el vértigo y el miedo a caer en la profundidad sin límites, mientras que la altura excesiva
genera un extravío, por su desproporción con el avanzar en extensión (horizontal, sin separarse
del suelo). Delante es la dirección a la que se dirige el hombre con su actividad, es lo que se
extiende ante él, las posibilidades que se le presentan, es la orientación a una meta espacial, es
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 47

progresar. Detrás es lo irreversible, lo que se deja. Volverse es ver lo dejado, interrumpiendo el


camino pero permitiendo su análisis. Retroceder es no progresar. Volver es desandar lo andado,
con la conciencia de la meta alcanzada o la resignación de no haberla conseguido, no es retro-
ceder. Derecha es lo recto, lo correcto, lo preferido y distinguido. Izquierda es lo siniestro, lo
torcido y malo.

El horizonte delimita el campo visual, siempre se mueve con el hombre (siempre es una meta inal-
canzable pero limitante y creador de unidad) pero no lo cohíbe, le indica que está en el mundo, sin él,
con un campo visual sin fin el hombre se angustiaría. El horizonte es un lugar existencial (Bollnow,
1969: 73-77).

La dimensión anchura solo se percibe cuando el camino se bifurca en una encrucijada o en el hori-
zonte infinito. El camino (Bollnow, 1969: 94-105) es el lugar existencial fundamental del hombre sobre
su mundo, la vida es un camino vital. El doble movimiento de partir y volver refleja una división del
espacio en dos regiones: la interna (reducida) y la externa (vasta). Sin embargo, el espacio vasto no es
infinito, como lo sería a un nivel cósmico, ya que es terrenal. El movimiento hacia el exterior no es ar-
bitrario, debe estar ligado a ciertas posibilidades. El camino abre el espacio, se forma porque se transita
por él (bien por repetición o hábito, o porque dirige a una actividad o a una meta). Cuando decimos que
el camino abre el espacio nos referimos a que designa la liberación del impedimento de movimiento y
permite salir al encuentro del espacio abierto. El camino no tiene fin, siempre conecta con otro lugar
o camino, es la antítesis del espacio centrado, es un espacio excéntrico, atrae al hombre a la lejanía
infinita, es la representación del tránsito del hombre por la vida. En el camino el sentido adelante es el
primordial, el camino no es estancia, el camino es acercar a uno mismo un objetivo, en el que la dimen-
sión anchura se pierde. El camino condiciona un trato humano anónimo y fugaz.

Un caso especial de camino es el sendero (Bollnow, 1969: 105-115), que, siendo estrecho (presen-
tando el impedimento a un movimiento libre ocasionado por una envoltura que lo cerca), es el símbolo
del andar, del pasear, del ambular y del vagar. En el sendero, la tensión entre el origen y la meta se ve
difuminada en el protagonismo del propio proceso del caminar. En el sendero, el caminante no tiene
prisa, su desplazamiento lo realiza para contemplar el entorno (al presentar un mayor acercamiento
con el paisaje), reflexionar y aprender. Al contrario que la carretera (o autopista), el sendero no elimina
barreras ni desigualdades en el terreno, no está pavimentado, no busca la optimización del tiempo me-
diante el recorrido más corto, serpentea por el terreno y se adapta a él, da protagonismo a la región y al
lugar, no marca un paso uniforme.

En el sendero, al no disponerse de la primacía de un destino, no hace que el caminante huya de sí


mismo, al contrario, en él crece la intimidad (con el paisaje) generando un proceso autorreflexivo en el
caminante que hace que vuelva al fondo (esencia) de las cosas (existencia). Por tanto, en el sendero la
meta es alcanzar el estado propio de tranquilidad. Mediante el sendero el hombre se escapa de la estre-
chez y las cadenas pesadas de la vida cotidiana de la civilización, abriéndose al mundo.

Por tanto, alcanzar esa propia tranquilidad, esa felicidad íntima, que está en el encuentro con el
fondo de las cosas, es un camino de retorno personal (nos recuerda a la repetición kierkegaardiana)
de recuperación de uno mismo, de su ser, que conduce al dulce hogar (ese de la temprana infancia de
Bachelard) y que permite al hombre rejuvenecer, regenerarse, coger fuerzas.

2.2.4.3 Las conexiones, las ventanas y las puertas

La puerta y la ventana (Bollnow, 1969: 143-150) son los elementos que relacionan la casa como
centro con el mundo y, en él, con los caminos y otros lugares. La puerta es un elemento semipermea-
ble, abierta al que habita la casa (le da libertad para entrar y salir) y cerrada al extraño. Aunque la
48 eL espacIo exIstencIaL

puerta esté cerrada el habitante de la casa no se considera atrapado en una prisión, ya que los límites
(de movimiento) los ha impuesto él mismo.

La puerta es el elemento que expresa el comportamiento del habitante respecto al mundo. Su


tamaño y altura influyen en la actitud del visitante (cuanto más pequeña menos invita a cruzarla y
cuanto más baja más obliga al que entra a agacharse generando un sentimiento de indefensión, por el
contrario, cuanto más grande e identificable, más muestra la intención de invitar). Traspasar la puerta
es cruzar el umbral de la casa (el madero inferior de la puerta) que señala el límite entre el mundo
exterior y el interior, muestra de modo inmediato y concreto la anulación de la continuidad espacial
(Fig. 2.8).

Casa Azuma (1976).


Tadao Ando

Figura 2.8: Un “umbral” honesto y severo.

La ventana es el elemento que permite observar el exterior desde el interior, permite la mirada y
no el paso, es el ojo de la casa (además de iluminar el interior). Es un elemento permeable unidirec-
cional, deja ver sin ser visto de día, de noche sucede todo lo contrario. Pero si ampliamos su tamaño
la dirección de la permeabilidad se conmuta, el mundo interior entra en el exterior.

Con la puerta el mundo está a la mano, con la ventana a la mirada, alejando y recortando el mun-
do, separándolo del espacio interior y generando una imagen (la seleccionada por el marco de la
ventana) idealizada.

2.2.4.4. Otros espacios fenomenológicos

Además de la casa como centro, de los caminos y senderos como organizadores tensionados, y
de las ventanas y puertas como conectores, encontramos en (Bollnow, 1969: 193-206) una serie de
espacios, que podríamos denominar de transición, que muestran una serie de propiedades fenomeno-
lógicas muy importantes para el espacio existencial.

• El bosque: en este entorno natural los obstáculos (árboles, arbustos, ramas, hojas…) definen
un espacio intermedio entre el interior y el exterior, que limita la visión panorámica, elimina
el horizonte e impide el movimiento físico. Es una envoltura estrecha, semipermeable, que no
tiene direcciones claras. En él se está encerrado y libre al mismo tiempo, es turbador.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 49

• La niebla: en este fenómeno natural los objetos surgen y desaparecen amenazadores. Solo
hay una zona próxima estrechamente limitada, detrás de la cual se abre la “blanca nada”. En la
niebla no hay previsión. El mundo no visible es tan solo audible. En la niebla hay una soledad
suspendida en el vacío.

• La nevada: en este otro fenómeno natural, semejante a la niebla, una tiniebla blanca, no hay
distinción entre lo horizontal y lo vertical, el entorno se desmaterializa, siendo toda percepción
la de la inmensa luminosidad.

• El crepúsculo: este fenómeno del día al caer el sol y entrar la oscuridad de la noche, que se
combina con la niebla (amenazadora), en el que se borran los límites entre la percepción y la
ilusión, todo es tenebroso y peligroso, y el entorno se contrae y aleja de manera simultánea (la
oscuridad estrecha el campo visual), invita al hombre a dormir y descansar.

• La noche: el espacio de la noche es principalmente táctil y auditivo. En él se elimina la


precisión de las distancias y las extensiones, el movimiento se realiza por tanteo al no haber
previsión panorámica, su profundidad extraña es la única dimensión, no hay direcciones dife-
renciadas. El espacio nocturno envuelve, impregna, no tiene holgura, es estrecho, acogedor,
opaco, lleno de misterios. No es la nada absoluta, es la presencia material de lo desconocido.
Es el espacio de la soledad y del misticismo.

• El día: al contrario del espacio nocturno, el diurno es un espacio en el que se capta su totali-
dad, en un continuo. Percibiendo también el espacio intermedio entre los objetos, con foco y
profundidad de campo, claro y socializado.

2.2.5 El espacio poético de Bachelard

Bachelard (2000) realiza un análisis fenomenológico en el que es muy difícil separar los sueños
del pensamiento (la imaginación de la memoria, la virtualidad de la realidad), de la casa y otras imá-
genes poéticas. A este análisis el autor lo denomina “topo-análisis” (más específicamente topofilia),
consistente en el estudio psicológico sistemático de los diversos parajes de la vida íntima del hom-
bre. Estos parajes, aunque situados en el tiempo, son fijaciones de unos espacios que han generado
estabilidad en el ser, de un ser que no desea transcurrir, de un ser que rebusca en su pasado el tiempo
perdido, un ser que quiere suspender el vuelo del tiempo, un ser que conserva el tiempo comprimido
en esos espacios de estabilidad. Por tanto, el hombre intenta llegar a los ensueños que tenía en esos
espacios de su soledad. Es en el espacio, no en el tiempo abstracto y sin espesor, donde el hombre se
reencuentra con sus recuerdos de estabilidad y autenticidad. En este sentido (Zumthor, 2004: 44), al
hablar de su gusto por captar atmósferas, afirma que, al mirar hacia atrás en el tiempo, la arquitectura
y la vida no se pueden separar, la situación espacial y lo que se vive son exactamente la misma cosa.

2.2.5.1 La casa

Para Bachelard (2000: 33-44), la casa muestra los valores de intimidad del espacio interior y la
función innata de habitar. La “casa” es el rincón del hombre en el mundo, su primer universo (el de
la infancia) y su cosmos (el orden dentro del caos). La casa es uno de los mayores elementos de inte-
gración de los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre, cuyo principio integrador es el
ensueño, protege al soñador, le permite soñar en paz. La casa suplanta contingencias, abriga las po-
sibilidades de continuidad, sin ella el hombre sería un ser disperso. Pero el hombre también necesita
abrirse al mundo, donde existe el ensueño del camino y sus encrucijadas, donde se encuentra la vida
activa y variada. El espacio llama a la acción, pero antes la imaginación la desarrolla.
50 eL espacIo exIstencIaL

La casa natal (Bachelard, 2000: 45-47), la de la primera infancia, inscribe en el hombre la jerarquía
de las diversas funciones del habitar. El hombre será a partir de esa casa natal la transcripción personifi-
cada de dichas funciones, y todas las demás casas solo podrán ser variaciones de ese tema fundamental.
Más allá de los valores positivos de protección, en esa casa natal se establecen los valores de la casa
onírica.

La casa (Bachelard, 2000: 48-58) es imaginada como un ser vertical que se eleva con la polaridad
sótano-guardilla, es el tejido antropocósmico de la vida humana que se descompone en tres niveles:

• El tejado y el desván: el tejado de la casa es la protección, su inclinación varía desde un recibir


el cielo a un atravesarlo. La altura nos lleva a nuestra zona racional e intelectualizada, quizás
mística. En el desván los miedos se racionalizan, la experiencia del día borra los miedos de la
noche. La escalera que va al desván siempre es de ascensión, en dirección a la soledad más
tranquila. La torre es el otro símbolo de la intimidad, alta, redonda, con el techo abovedado, la
conexión con el cielo.

• El sótano: es el ser oscuro de la casa, el de los poderes subterráneos, la irracionalidad de lo pro-


fundo. En él las tinieblas subsisten día y noche, es la intriga subterránea, la acción que camina
bajo la tierra, la red de laberintos imaginarios (rotondas y capillas son los santuarios del secreto),
el drama emparedado. La escalera que va al sótano siempre es de descenso, en dirección a lo más
oscuro de nuestras almas. También existen sótanos en la naturaleza, como el agua negra, la cueva
en la roca, lo primitivo. La escalera nos salva devolviéndonos a la superficie.

La casa también es imaginada como un ser concentrador (Bachelard, 2000: 60-69), es el sueño de la
choza, el refugio más primitivo y simple, la cabaña del ermitaño, la gloria de la pobreza, el despojo que
da acceso al absoluto, la soledad centrada, en la que existe un universo fuera del universo, el espacio
íntimo, la luz remota de la choza es el símbolo del hombre que vela, la lámpara en la ventana es el ojo
de la casa, símbolo de una gran espera. Por tanto, por la luz de la casa lejana, la casa ve, la casa vela,
la casa vigila y la casa espera. El refugio es la condensación más simplificada de la condensación de
intimidad.

La casa (Bachelard, 2000: 70-80) se activa cuando se acumulan las contradicciones (contrastes)
entre ella y su entorno. El invierno extremo en el exterior hace que la habitación del hogar parezca más
cálida, la nieve blanca que confunde y borra toda huella hace que la casa refuerce intensamente los va-
lores de intimidad e identidad. El invierno es viejo y la casa fuerte, luchadora y protectora. La casa es
un ser vivo que lucha para proteger a sus habitantes de las amenazas del exterior, la tormenta, la nieve,
la lluvia, el viento…, frente a la casa natal trabaja la imagen de la casa soñada.

La casa pequeña o sus innumerables rincones son la negación de ese universo inmenso y amenazan-
te, es el silencio para los pensamientos, el espacio de meditación, una semicaja, la inmovilidad conver-
tida en el espacio del ser, su seguridad (Bachelard, 2000: 171-172).

En esta lucha continua entre la casa y el exterior se presenta una dialéctica de la oposición dentro-
fuera, en la que el interior-aquí-cerrado es lo positivo y el exterior-allá-abierto es lo negativo. En esta
dicotomía los elementos clave son los que facilitan la interacción dentro-fuera, como la puerta-umbral,
que se puede abrir o cerrar al exterior o a la interioridad, o la ventana-marco, que permite ver sin ser
visto (Bachelard, 2000: 250-270).

2.2.5.2 La inmensidad íntima

En contraste con la centralidad protectora de la casa encontramos otras imágenes poéticas que,
siendo imágenes de inmensidad, nos hacen encontrar nuestra soledad en el mundo, imágenes de
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 51

grandeza que nos llevan al ensueño del infinito, un infinito que nos angustia porque en él nos vemos
minúsculos, un infinito que es ajeno a la historia de los hombres.

Según Bachelard (2000: 220-224), este tipo de imágenes de inmensidad, como las montañas vír-
genes, los precipicios en la costa del mar, el profundo y salvaje mar, la llanura o el inmenso e inmóvil
desierto, hacen del mundo nuestra cárcel.

2.2.6 La doble estructura del espacio existencial de Chuk

Chuk (2005) realiza un análisis de los conceptos de espacio y tiempo en Kant, Heidegger y Kier-
kegaard (ya hemos visto los análisis de Heidegger y Kierkegaard anteriormente), para establecer lo
que denomina la doble estructura del espacio existencial.

Según Chuk, Kant matematiza el tiempo (no lo tratamos aquí por no estar relacionado con el es-
pacio existencial), Heidegger espacializa el tiempo y Kierkegaard tematiza el espacio.

Por tanto, el espacio existencial presenta una doble estructura, sitio y ritual (Chuk, 2005: 83):

• El sitio escenifica el habitar espacializando el tiempo (la situación).

• El ritual tensa el habitar temporalizando el espacio (la secuencia o trayectoria).

Sin embargo, los sitios lo son en función de su significatividad, que debemos analizar a nivel fe-
nomenológico, tal como han mostrado Norberg-Schulz, Bachelard y Bollnow.

2.2.7 La teoría del lugar de Aguiló

Aguiló (1999) afirma que existen algunas localizaciones concretas que llaman poderosamente
la atención del hombre, despertando sus sentimientos. Pueden ser espacios naturales o construidos
por el hombre que se convierten en centros de su existencia, atraen al hombre, y el hombre se siente
vinculado y perteneciente a ellos, son la confluencia de determinadas características del entorno, de
lo que en él construye el hombre y de lo que allí sucede. Son los lugares.

Según Aguiló (1999: 16-17), en el lugar se produce un refuerzo mutuo entre la construcción y el
entorno que potencia a ambos y genera una nueva realidad (dimensión) bien perceptible, con iden-
tidad propia. Muchos de estos lugares (Monasterio de Roussanou, Templo de Deir-el-Bahri, Mont
Saint Michel, Tholos de Delfos…) muestran el extraordinario encaje de lo construido en el paraje,
agradeciendo los caprichos del clima y el reto de la topografía, plegando el proceso creativo a las
sugerencias del entorno.

Esos lugares se destacan del resto y adquieren un gran valor, cualifican el territorio, transforman
el espacio indiferenciado en un espacio existencial, marcado por referencias vitales, que se rige por
los recuerdos, los anhelos y las intenciones del hombre.

En una aproximación al concepto de lugar, Aguiló (1999: 19-24) establece tres componentes
principales:

• Medio físico: es la unión y ajuste entre el entorno (medio natural) y la obra construida. Los
elementos naturales son los componentes primarios del lugar, los que albergarán la actividad
humana y recogerán los significados. En lo relativo al sitio, los elementos relevantes son la
localización, el relieve, la vegetación, el agua, el clima y los procesos naturales. La parte cons-
truida son los asentamientos (casas, edificios, pueblos, ciudades…). No solo son importantes
52 eL espacIo exIstencIaL

estos elementos individualizados, también lo es el entorno visible. La estructura espacial del


lugar se configura con base en estos tres elementos.

• Actividades: están directamente vinculadas a la función del lugar, al uso que de él se hace,
derivado del propósito de lo construido allí, aunque el uso puede ir variando en el tiempo y
según las intenciones. Son el componente necesario que convierte el lugar en parte de la exis-
tencia del hombre.

• Significados: se derivan de las experiencias e intenciones del hombre. Con variaciones indi-
viduales y culturales. El significado básico del lugar no viene de su entorno, ni de lo allí cons-
truido, ni de las actividades desarrolladas. La esencia del lugar descansa en la intencionalidad
inconsciente que define los sitios como profundos centros existenciales.

Estos tres componentes se relacionan en tres pares: 1.º) el medio físico y las actividades se rela-
cionan mediante el uso; 2.º) el medio físico y los significados se relacionan a través de la experiencia
del paisaje, y 3.º) las actividades y los significados se relacionan mediante la cultura, la historia com-
partida.

Estos tres componentes se articulan a través de procesos de formación que los van vinculando a
la esencia del lugar. Respecto al entorno y la obra el proceso de ajuste se elabora a través de la loca-
lización (dónde se ubica la obra), la configuración espacial (cómo se dispone en relación con la mor-
fología del entorno, orientación…), la articulación (cómo se expresa su relación con el entorno) y las
fronteras y vínculos (hasta dónde llega la obra). El adecuado tratamiento de dos de estos parámetros
(configuración espacial, fronteras y vínculos) permite configurar lo que Purini (1984: 67-80) define
como “área virtual”, esa especie de irradiación geométrica del objeto arquitectónico hacia el espacio
circundante. Respecto a los significados y el lugar el proceso de adscripción se elabora con base en
la percepción (qué y cómo vemos), reconocimiento, orientación (dónde estamos), imagen ambiental
(sugerencias y recuerdos generados) y su socialización.

Por último, las dos propiedades que fundamentan la esencia del lugar son la pertenencia y el ca-
rácter, dos propiedades fuertemente unidas entre sí. Respecto a la pertenencia, para que esta exista es
básico que haya un “dentro” reconocible en el lugar, lejos de su exterior y, para que exista ese recono-
cimiento, el sitio ha de ser diferente a los demás, debe tener un carácter propio, merecedor de interés,
que marque las imágenes colectivas, que se presenta cuando todo (la obra, el entorno y las activida-
des) está verdaderamente ajustado, haciendo que la configuración espacial del lugar sea asumida por
sucesivas acciones y se articulen de modo consciente con lo previo. Cuando los tres componentes del
lugar están presentes de forma activa y su interacción es amplia, el carácter del lugar se fortalece y se
acopla adecuadamente a los cambios naturales de la sociedad.

2.2.8 El lugar y el tiempo de Calduch

Calduch (2002: 53-70) nos cuenta que en el entramado del tiempo, la arquitectura es presencia,
pero, a la vez, condensa la memoria de lo pasado y da vida a lo que se lanza hacia el futuro. Su presen-
cia constante impide que se convierta en recuerdo ausente, se antepone su cualidad de objeto actual.
La arquitectura es sincrónica, puesto que está en un ahora presente, y diacrónica, ya que es capaz de
remontarnos a etapas anteriores y proyectarnos hacia delante.

Por lo tanto, la arquitectura es el lugar donde ha transcurrido y transcurre la vida común y la


incorporación de nuevos modelos del habitar en ese lugar. En este contexto, la nueva arquitectura
puede ser la conservación de la memoria (actualizando sus posibilidades en el presente), la recu-
peración de una memoria silenciada (permitiendo surgir lo que en su momento estuvo oculto) o la
invención de una memoria alternativa (reinterpretando con nuevos puntos de vista lo que parecía
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 53

incuestionable). Esa transformación del pasado, construyéndolo de nuevo, revisándolo, levantando


nuevos sentidos, en contraste o en continuidad con él, es lo que le da una permanencia viva y diná-
mica al lugar.

Tal como comenta el autor, frente a la fugacidad del tiempo (actual) la arquitectura debe res-
ponder con algo en lo que podamos identificarnos, anteponiendo los valores culturales y humanos
(existenciales), con una duración crítica, construyendo la propia memoria alternativa continua, con
una tensión siempre expresa entre pasado, presente y futuro.

2.2.9 Crítica acerca de la estructura del espacio existencial

Tal como hemos ido viendo en los apartados anteriores, la estructura interna del espacio existen-
cial se describe a tres niveles: a) abstracta (los esquemas topológicos); b) concreta (los objetos y sus
cualificadores); y c) aspectos formales (la percepción de los esquemas topológicos).

A nivel abstracto, el autor que más ha desarrollado su descripción y análisis es Norberg-Schulz,


que plantea una estructura de esquemas (más bien elementos) topológicos del espacio existencial,
con base en los conceptos de centro (y lugar), dirección (y camino) y región. Dichos conceptos se
identifican de forma diferenciada porque cumplen cada uno de ellos ciertas leyes perceptivas de
carácter topológico (proximidad, continuidad, límite). Sin embargo, Norberg-Schulz no trata en
profundidad los elementos de interconexión (puerta, ventana, espacios intermedios), que son los que
establecen el carácter dialógico de la dicotomía existencial interior-exterior.

Por otro lado, el trabajo desarrollado por Norberg-Schulz presenta un enfoque en su análisis
excesivamente centrado en el individuo y sus relaciones con el espacio, lo que en el análisis de Hei-
degger se denomina el mundo. Mientras que las relaciones del espacio en el quién es en el mundo,
es decir, en las relaciones intersubjetivas (sociales) se tratan de forma muy superficial (por ejemplo,
no se tratan el espacio propio o el espacio mutuo), dando la sensación de que la única necesidad para
tratar el espacio privado y el público sea el establecimiento de un límite, cuando dentro de ese espa-
cio privado, que ya es un centro, también existe un espacio compartido (el de la intimidad); y entre
ese mismo espacio privado y ese otro público, deben existir enlaces de interconexión. Por tanto, ese
espacio existencial, que es privado, compartido y parcialmente público, y sus esquemas topológicos
deben facilitar la existencia del “ser ahí” consigo mismo, con los suyos y con los otros.

Al mismo tiempo, en los esquemas propuestos, aunque en gran medida puedan ser invariantes
(constantes), no se tratan sus posibles variaciones debidas a las condiciones personales (por ejemplo,
debido a que el individuo sufra claustrofobia) o condiciones de ámbito cultural (por ejemplo, las
diferencias en las distancias interpersonales respecto al espacio propio de cada individuo según la
cultura).

El otro autor que trata a nivel topológico el espacio existencial, aunque a un nivel más concre-
to y orientado principalmente al nivel urbano, es Lynch, identificando los mismos elementos que
Norberg-Schulz (centro: nodo, dirección: senda, región: barrio) y otros que el anterior no diferencia,
como son el borde y el mojón. Elementos que establecen fronteras e hitos en el espacio existencial.

Podríamos identificar a Chuk dentro del mismo enfoque que plantea Norberg-Schulz, añadiendo
el sistema filosófico existencial de Kierkegaard al de Heidegger, y estableciendo los roles de situa-
ción al sitio y de ritual al camino. Bajo este enfoque, el sitio no solo se identifica con un centro, sino
con cualquier espacio interior de ese centro, y camino no solo se identifica con una dirección que
conecta centros, sino con cualquier concatenación de espacios interiores de un centro. Por tanto, los
esquemas topológicos iniciales de centro y dirección, que para Norberg-Schulz trabajaban princi-
palmente en el nivel urbano, se trasladan con Chuk al nivel de la casa (o cualquier edificio privado
54 eL espacIo exIstencIaL

o público). Al mismo tiempo, la interacción social, que para Norberg-Schulz se centraba también en
el nivel urbano, con Chuk también se traslada al nivel de la casa, aunque mejor la denominaríamos
interacción interpersonal o intersubjetiva.

En este mismo nivel encontramos a Aymá que, a partir del concepto de intimidad, identifica la
centralidad del espacio en el hombre, y el carácter tensado del espacio en regiones generado por sus
vivencias. En este autor, sin embargo, el concepto de región no presenta la nitidez de definición que
encontramos en Norberg-Schulz o Lynch, por tanto, entendemos en este caso región como un me-
canismo de partición del espacio existencial que se puede aplicar a diferentes niveles de concreción
o detalle (paisaje, ciudad, barrio, calle, casa). Lo que nos interesa retomar de Aymá es que el espa-
cio es tensado y no en el sentido que establece Chuk, como el espacio ritualizado del camino, sino
respecto a una asignación de importancia (de pertinencia o desalejamiento utilizando el lenguaje
heideggeriano), de los lugares en función de las experiencias vividas.

En el segundo nivel, más concreto, el enfoque del análisis es fundamentalmente fenomenológi-


co, en el que la imagen y la memoria no se pueden disociar. El autor que más ha desarrollado este
enfoque es Bollnow, describiendo con suma cautela los aspectos puros y vivos de los elementos
centro y ejes, así como de sus concreciones en la casa, el camino y el sendero, enlazando definitiva-
mente la casa con el habitar y el lugar. Uno de los aportes definitivos de Bollnow es la identificación
y análisis de los elementos de interconexión entre el interior y el exterior (centro y direcciones en
la nomenclatura de Norberg-Schulz) como son la puerta y la ventana. A un nivel complementario,
desarrolla otras imágenes fenomenológicas como son el bosque, la niebla, la nevada y el crepúsculo,
que, siendo elementos y fenómenos naturales, son fácilmente extrapolables a elementos del espacio
arquitectónico.

En la misma línea que Bollnow, aunque centrándose principalmente en la casa, encontramos


a Bachelard, desarrollando todo un universo de ensoñaciones oníricas, tratando a la casa como un
auténtico ser vivo, identificando sus elementos principales en una dimensión espiritual (dirección
vertical), como son los polos desván-sótano. Los elementos puerta y ventana también son tratados
por Bachelard en referencia a la dicotomía dentro-fuera.

Aymá es el tercer autor que también trata el aspecto fenomenológico cuando despliega, junto a la
intimidad, el concepto de imagen, ambigua, polisémica y esencialmente poética.

Por último, en el tercer nivel, el de los aspectos formales, lo que se trata realmente es el conjunto
de atributos formales que permiten percibir los sitios como lugares. Norberg-Schulz analiza aquellos
atributos de la forma arquitectónica (masa, espacio, superficie, estructura formal) que potencian el
carácter de lugar, y Aguiló analiza aquellos aspectos formales que se plantean como relacionales en-
tre el objeto artificial y el medio natural (ajuste), entre el objeto artificial y las actividades humanas
(función) y entre el conjunto (medio físico) y las imágenes sugeridas (adscripción). Respecto a las
aportaciones de Norberg-Schulz, sin embargo, consideramos que dichos atributos formales permi-
ten identificar centros, una cuestión muy diferente es que dichos centros sean realmente lugares. En
este sentido encontramos más completa la formalización, que no solo es acerca de la percepción del
lugar, que Aguiló desarrolla. Por tanto, la propuesta de Norberg-Schulz detalla el proceso de percep-
ción del lugar y complementa de esta manera el modelo desarrollado por Aguiló.

2.2.9.1 Conclusiones acerca de la estructura del espacio existencial

A partir de los antecedentes analizados en relación con la estructura interna y descripción de los
elementos del espacio existencial, podemos establecer, sin pretender formalizar una teoría del lugar,
los siguientes puntos:
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 55

• Los niveles de la estructura interna del espacio existencial: el espacio existencial se divide
principalmente en cuatro niveles: 1.º) los componentes del lugar, 2.º) los esquemas topológi-
cos, 3.º) los elementos concretos, y 4.º) los aspectos formales.

• El lugar: es la fundación de sentido (existencial) de un espacio artificial (espacio arquitec-


tónico) profundamente integrado (ajustado) en un entorno especial (espacio natural, paisaje),
que se genera por las adscripciones de significado, enfrentadas a un conjunto de intereses y en
combinación con una memoria individual y colectiva, con base en una serie de experiencias y
vivencias relacionadas con las actividades desarrolladas en él. El lugar es la concreción de un
habitar materializado en un centro de resonancia (con el enfoque de Aymá) compuesto por una
serie de zonas (con el enfoque de Heidegger) tensadas (con el enfoque de Chuk) y tematizadas
(con el enfoque de Kierkegaard).

• Los componentes del lugar: el lugar se compone de tres elementos principales: 1º) el medio
físico, que, a su vez, se compone del entorno natural (paisaje) y de la obra arquitectónica; 2.º)
las actividades que se desarrollan en él, y 3.º) las adscripciones de significado que el individuo
y el colectivo le asignan. Además, se compone de tres relaciones que se establecen entre los
tres pares del sistema: 1.ª) el círculo funcional del uso empareja el medio físico y las activida-
des; 2.ª) la experiencia del paisaje empareja el medio físico y los significados adscritos, y 3.ª)
el vínculo cultural, formado por los actos sociales y las historias compartidas, empareja las
actividades y los significados (Aguiló, 1999: 19-21).

• Los procesos de formación de la esencia del lugar: los componentes anteriormente citados
se van vinculando entre sí reafirmando la esencia del lugar mediante (Aguiló, 1999: 21-22):
1.º) el ajuste entre la obra y el entorno se realiza bajo los parámetros de localización, configu-
ración espacial, articulación y fronteras y vínculos; 2.º) las actividades se instalan en el medio
físico mediante mecanismos de reconocimiento funcional; 3.º) los significados adscritos al
medio físico, tanto del entorno natural como de la obra artificial, se desarrollan bajo un proce-
so de percepción, reconocimiento y orientación que generan una imagen ambiental (conjunto
de esquemas topológicos) en el individuo y el colectivo; y, por último, 4.º) los significados
adscritos con base en las actividades que se desarrollan en el medio físico (el entorno) generan,
finalmente, a partir de las experiencias individuales y compartidas en la ocupada cotidianidad,
el auténtico “ser en” del Dasein en ese sitio desalejado que presenta un fuerte carácter y al
que denominamos lugar. Desalejamiento que es un lugar propio profundamente ligado a los
sentimientos de identificación y pertenencia.

• La localización estratégica del lugar: la ubicación del lugar busca, a nivel existencial, re-
tomar la experiencia primitiva del refugio seguro y la observación máxima para garantizar
la supervivencia del habitante. Ese ver sin ser visto marca el valor estratégico de generar la
sensación de confort en contraposición a la inseguridad de la alta exposición con obstáculos
a la visión, basada en la anticipación de la amenaza y el aseguramiento de la protección ante
ella (Appleton, 1975).

• La apropiación del lugar: por otro lado, la localización del lugar también depende del grado
de identidad que aporta al habitante cuando se subrayan o complementan (se adapta e integra)
las sugerencias del entorno natural en la configuración espacial de la obra.

• La delimitación del lugar: por último, en la localización del lugar influye la necesidad de
delimitación (espacio definido y acotado) que apoya el grado de pertenencia e identidad. La
inmensidad asusta y el habitante necesita la sensación de cobijo. Los límites naturales del
entorno ayudan a sentirse dentro de ellos, su falta obliga a la utilización de la geometría como
su sustituto artificial.
56 eL espacIo exIstencIaL

• El valor del entorno natural: el entorno natural del lugar es especial cuando aporta una
serie de significados (de tipo mitológico) que se pueden dividir principalmente entre dos
categorías: 1.ª) los elementos naturales ofrecen una serie de referencias a su naturaleza
(desde el punto de vista de Heidegger) con significado propio (árbol: vigor de la tierra;
montaña: punto de encuentro entre la tierra y el cielo; bosque: inquietud; agua: vida; pie-
dra: indestructibilidad…) o a significados míticos (montaña: espacio sagrado; isla: mani-
festación de crecimiento de la tierra en el agua…); 2.ª) los ciclos naturales ofrecen una
serie de referencias abstractas a un orden cósmico (crecidas de los ríos; posición del sol
en cada estación del año o días concretos; estaciones lluviosas; vientos…). Dichas cate-
gorías, a su vez, están profundamente vinculadas a dos elementos: 1.º) la luz, ofreciendo
referencias simbólicas a la naturaleza del conocimiento (intelectual, espiritual); y 2.º) el
tiempo, ofreciendo referencias al ritmo de los acontecimientos y la profundidad de su hue-
lla (Norberg-Schulz, 1981: 23-25).

• La configuración espacial integrada en el lugar: el relieve del terreno es el principal


productor de elementos topológicos como centros, direcciones, regiones, bordes (fronte-
ras) o hitos. Una adecuada integración de la obra con el entorno exige una corresponden-
cia clara entre la configuración espacial natural y la artificial. Dicha relación se puede
abordar mediante afinidad o contraste. La primera opción, que es la más utilizada, bus-
ca que lo construido no le sea extraño al medio natural y acentúe lo existente, subraye
lo sugerido o precise su estructura (donde se identifica una dirección se crea un cami-
no…), este tipo de estrategia es más viable cuando los elementos del medio natural tie-
nen una presencia importante (Moore, Allen y Lyndon, 2002: 180). La segunda opción
busca mostrar la antítesis (aunque la mayoría de las veces es indiferencia) a lo marca-
do por el entorno natural (Aguiló, 1999: 250-252), aplicando una estrategia de domina-
ción (cuando la obra artificial presenta una forma que contrasta con el entorno, forma
que reclama como suya parte del territorio, el área virtual de Purini), enfrentamiento
(lo que requiere de una faz especial de la obra artificial, p. ej.: fachada) o rodeo (una
variante de la dominación de carácter introspectivo) (Moore, Allen y Lyndon, 2002:
180-181).

• Los espacios tematizado y tensado del lugar: los esquemas topológicos como los cen-
tros, fronteras y regiones definen y acotan el espacio tematizado (escenario de situación)
del lugar; mientras que las direcciones, hitos y la concatenación y conexión de centros
establecen el espacio tensado (recorrido ritualizado).

• Los esquemas topológicos tematizados: los centros y regiones, junto a la acotación de


las fronteras y la estructuración mediante las direcciones, son los escenarios y entornos de
los acontecimientos y vivencias que pueden ser privados (casa, sala de estar, dormitorio…)
o públicos (plaza, iglesia, ayuntamiento…), con clara identificación (casa) o más difusos
(barrio). También puede suceder que una dirección se convierta en centro como es el caso
de una calle de vecinos o calle comercial.

• El centro y el lugar: el espacio subjetivamente centrado del hombre se apoya principal-


mente en el concepto topológico de centro como meta ideal público y personal que es el
espacio de acción particular, íntima y de interacción, y como punto de partida (el espacio
conocido) a partir del cual el hombre se apodera del ambiente circundante. El centro es
siempre limitado, artificial, con cierta dimensión y reconocible, el ambiente estructurado,
el lugar propio territorial. Ese lugar es la intención de estar dentro con base en la relación
topológica exterior-interior, el interior para habitar, el propio centro que es espacio viven-
cial, el aquí desalejado, el sitio transformado en cosmos organizador de otros lugares.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 57

• La región y el lugar: la red de centros e hitos, unidos por las direcciones y acotados por las
fronteras (artificiales o naturales), se unifica en el concepto de región, rodeada por otras re-
giones o por el mundo relativamente desconocido y no estructurado. La región se asemeja al
concepto de lugar por su cerramiento y por la proximidad de sus elementos constituyentes.

• Las fronteras del lugar: estar dentro es la experiencia existencial básica del lugar en la que
los límites juegan un papel fundamental, bien sean construidos (valla, cerca, muralla, vía del
tren…) o naturales (pared rocosa, río, bosque), para estructurar el sitio y proporcionar refe-
rencias, mediante las cuales se supera el desorden y la falta de forma del entorno natural. Su
función puede ser la de proteger, diferenciar o alimentar (de recursos) el lugar.

• Los esquemas topológicos tensados: las direcciones entre centros o hitos, o las conformadas
por la concatenación y conexión de centros internos a un centro, son recorridos siempre ritua-
lizados. Son la secuenciación espacial (y temporal) de los acontecimientos y vivencias (los
diferentes centros concatenados y conectados de la casa) o el recorrido tensado entre un origen
y una meta, sean estos centros (de la casa al trabajo) o hitos (del arco del triunfo X a la estatua
Y de la plaza Z). La tensión interna a un centro está directamente relacionada con la multipli-
cidad de focos de atención (o actividad) o su direccionalidad en la dimensión horizontal; por
el contrario, un único foco o la regularidad en la dimensión horizontal (p. ej.: planta cuadrada)
anulan su tensión interna, fortaleciendo su estatismo (Moore, Allen y Lyndon, 2000: 80, 96).

• Las direcciones: el concepto topológico que enlaza lugares es la dirección que, con el doble
sentido de partida y retorno, tensa el espacio entre un origen y una meta. Es un eje organizador
en el que los acontecimientos vividos en él pueden pasar a ser centros vivenciales. A su vez, la
dirección representa la propiedad básica de la existencia, el camino vital. La dirección vertical
es la dimensión sagrada del espacio (ascensión, redención) y la expresión de la capacidad del
hombre de vencer a la naturaleza (erigir). La dirección horizontal es la dimensión tangible del
espacio, dividiéndolo en el espacio bajo los pies (opaco, impenetrable, resistente) y el espacio
aéreo (transparente, impenetrable, frágil) con el horizonte, que es un lugar existencial, como
su límite de unión. La dirección adelante es el avance y las posibilidades, la dirección atrás es
lo recorrido, lo irreversible, el retorno, el retroceso, lo retrospectivo. Las direcciones no tienen
fin, siempre hay un nuevo destino. Las direcciones no son estancia, son tránsito, son la posi-
bilidad de movimiento y de acercamiento de lugares. Su dimensión principal es la longitud, la
anchura solo se percibe en las bifurcaciones y encrucijadas, elementos que presentan un dile-
ma existencial al caminante. El sendero es un caso especial de dirección que, siendo estrecho
y adaptado al terreno, representa el símbolo del ambular y el vagar, la tensión entre el origen y
la meta queda difuminada en el protagonismo del propio proceso del caminar, es acercamiento
al lugar, es intimidad, es tranquilidad, es apertura al mundo y retorno a uno mismo.

• La articulación de la obra con el entorno en el lugar: en la relación entre la obra con el en-
torno inmediato intervienen principalmente: 1.º) el apoyo como expresión de su relación con
la tierra, en la que se oscila entre la horizontalidad y la solidez, pasando por la irregularidad
y la adaptación, el resaltamiento mediante algún elemento específico (basamento, pedestal),
hasta lo etéreo de las estructuras portantes (columnas, arcos), siendo las dos primeras estra-
tegias claras actitudes de integración con la naturaleza mediante la eliminación de la triada
basamento-planta-cubierta (o tierra-hombre-cielo), permitiendo una penetración e invasión
recíprocas entre el medio natural y la obra artificial (Furuyama, 2000: 17-19); 2.º) el alzado
como expresión de su contacto con el aire, en la que se oscila entre la expansión horizontal y
la pesadez, la silueta accidentada y la adaptación, hasta el marcado carácter vertical y el anhe-
lo espiritual; 3.º) las aberturas (ventana, lucernario, buhardilla, tragaluz, balconera, postigo,
contraventana, lucero, persiana, celosía, puerta, portal) como expresión de la vinculación y
diálogo entre el interior y el exterior, teniendo en cuenta, además, el acercamiento del entor-
58 eL espacIo exIstencIaL

no mediante las vistas, y 4.º) las transiciones (porche, galería, terraza, pórtico, umbráculo,
pérgola, patio, corrala, jardín, rampa, escalinata) como expresión de la ligazón entre obra
y entorno, tanto en el sentido de incorporar el entorno a la obra como en el de prolongar la
obra hacia el entorno, teniendo en cuenta además la generación de marcos de vistas mediante
elementos naturales (Aguiló, 1999: 253-255).

• Las interconexiones entre el interior y el exterior: las aberturas y las transiciones son los
elementos de interconexión entre el interior y el exterior. La puerta, que siempre está abierta
y cerrada, es un elemento semipermeable (a voluntad del habitante), y en concreto la entrada
(el umbral, el madero inferior de la puerta, anula la continuidad espacial exterior-interior) es
la abertura que establece una dirección de un centro respecto a su entorno, con ella el mundo
está a la mano. Según su tamaño, oscilamos entre la invitación (altura mayor) y la defensa
(altura menor). La entrada representa la dicotomía entre la centralidad y la longitudinalidad
del centro-dirección, pertenecer a un lugar o estar abierto al mundo. Por su lado, la ventana
es la abertura que permite observar el exterior desde el interior, con ella el mundo está a la
vista (el ojo de la casa), alejado y recortado en una imagen idealizada, y permite iluminar el
interior. Según su tamaño oscilamos entre la vista del exterior (pequeño) y la intrusión del
mundo (grande, hasta la eliminación de la protección del muro). Las transiciones son espa-
cios intermedios en los que se establece el vínculo entre el interior y el exterior, entre ellas el
pórtico acentúa el protagonismo de la entrada; el porche (el engawa japonés) es un espacio
intermedio que permite estar dentro y estar fuera simultáneamente, es acogida e invitación,
proyección y apertura; la terraza es el espacio intermedio que permite prolongar el interior
hacia el exterior, principalmente es proyección y apertura.

• La casa: en el espacio centrado del hombre la casa es el centro organizador de su micro-


cosmos. La casa es el sitio que el hombre habita, la estancia que le permite conservarse en
el mundo, su espacio privado, su raíz, su cuerpo encarnado, su protector, su tranquilidad, su
retiro, su espacio amoroso, su espacio espiritual, su patria, su lugar en la tierra. La casa se
percibe como un ser vertical que se eleva entre la polaridad sótano-desván, siendo el primero
el ser oscuro y la red de laberintos imaginarios en los que camina la acción y la intriga, y la
segunda la altura de la racionalidad y misticismo. La casa también se percibe como un ser
concentrador, el refugio primitivo y simple, el despojo que da acceso al absoluto y la soledad
centrada. La “casa” se enfatiza mediante sus contrastes con el entorno (amenaza vs. protec-
ción, anonimato vs. identidad, vejez vs. fortaleza) y en la oposición dentro-fuera, en la que
participan activamente las aberturas y transiciones. La casa pequeña y sus rincones son la
negación del universo inmenso y amenazante, es la semicaja de la meditación y la seguridad
íntima. La casa, a su vez, posee sus propios centros internos, como el hogar originario (chi-
menea, protección de día y de noche), el comedor (lugar de encuentro) o el dormitorio (lugar
de descanso y paz).

• Otros espacios de transición: además de las aberturas y transiciones propias de la obra ar-
tificial, existen otros espacios de transición del medio natural que presentan connotaciones
fenomenológicas importantes; como el bosque, que es un espacio intermedio turbador; la nie-
bla, que es un espacio estrechamente limitado en el que no hay previsión, una soledad suspen-
dida en el vacío; la nevada, que es desmaterialización e inmensa luminosidad; el crepúsculo,
que es percepción limitada combinada con ilusión; la noche, que es misterio y adimensional,
y el día, que es un continuo visual, claro y socializado.

• Los espacios de la inmensidad: en contraste con la casa, el centro protector en el mundo,


encontramos otros espacios poéticos que hacen que el hombre se reencuentre con su propia
soledad, como las montañas vírgenes, los acantilados, el mar o el desierto.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 59

• La percepción de los centros: la potenciación perceptiva de los centros del lugar se obtiene
mediante el aumento del aislamiento y la concentración topológicos y de la pregnancia y de
la expresividad como meta (hito) (resaltamiento del apoyo y el alzado en la articulación de
la obra con el entorno) del elemento masa, del aumento de la concentración topológica del
elemento espacio, y del aumento de la diferencia figura-fondo del elemento superficie límite.
Además, entre estos tres elementos (masa, espacio y superficie límite) se plantean relaciones
de proximidad, similitud-yuxtaposición, articulación o geométricas que potencian el carácter
de centro por generación de grupos o racimos, cerramiento, fusión, repetición y centralidad,
axialidad o distribución, respectivamente. Finalmente, la combinación de dos o más elementos
mediante una o más relaciones puede formar racimos, grupos o hileras, configuraciones dife-
rentes de agrupamiento que potencian el carácter de centro.

• La percepción de las direcciones: las direcciones, concretizadas en la estructura formal


hilera, que se basa en las relaciones topológicas de proximidad, continuidad y semejanza,
pueden presentarse en diferentes configuraciones geométricas, como la axial, centralizada o
distribuida.

• La percepción tensional entre los espacios tematizados y tensionados: un lugar es, además
de centro, una meta u origen. Por tanto, se ha de establecer un diálogo perceptible entre dicho
centro y su entorno (otros centros, hitos o direcciones) controlando adecuadamente sus fuerzas
centrípetas (expansión, origen) y las centrífugas (atracción, meta).
3 La expresividad del espacio existencial

En el análisis de la existencia (la esencia del hombre) hemos podido advertir cómo el hombre, debido
a su capacidad autorreflexiva (en relación con tener conciencia de sí), siente una tremenda angustia por
su “encontrarse”, arrojado o instalado, en el mundo, y “comprende” la finitud de la vida aceptándola en el
mejor de los casos o huyendo de ella en el peor de ellos. En el primer caso, el individuo se dirige al futuro
persiguiendo fines trascendentes mediante su propio rebasamiento captando la esencia de las cosas y bus-
cando a los otros para intentar realizarse y alcanzar una vida auténtica (un sentido coherente y verdadero);
en el segundo, se sedimenta en el presente tan solo buscando diluirse en la vaciedad del grupo. Para el
primer caso, el mundo le impele y le muestra las posibilidades (no limitaciones y sí restricciones) para
que se realice mientras que el individuo asume su responsabilidad y compromiso consigo mismo y con
los otros mediante su “procurar por” (el hombre es esencialmente social) y “curándose de” los útiles (los
entes “intramundanos” como medios “conformes para”) y haciéndolos suyos, modelando su existencia
(que es temporal, espacial y limitada) gracias también a su capacidad autorreflexiva (esta vez en relación
con el idear) y su capacidad para “re-iterar” (reintentar sus acciones y re-iniciar su estado de ánimo y
energía vital).

Dicha existencia, en su relación espacial con el mundo, se orienta en zonas (del “en-torno”, en el sitio)
que el hombre va descubriendo circunspectivamente ocupado en su estar en el mundo, “desalejando” las
cosas (los entes “intramundanos”) y asignándoles su lugar propio (pertinencia) para posibilitar su “pro-
curar por” (las relaciones interpersonales entre el individuo y los otros). En el sitio, la repetición tematiza
el espacio a partir de las situaciones vividas (rituales) generando secuencias rítmicas y el advenir de la
muerte espacializa (tensa) el tiempo. Finalmente, el sitio que es habitado se transforma en lugar cuando
está cargado de relaciones que le dan sentido, como dar cobijo y cuidado, permitir el crecimiento, favo-
recer las relaciones interpersonales, fortalecer y asegurar la identidad, manifestar los valores religiosos
(espirituales) e integrarse con el medio natural.

En la identificación del espacio existencial, que es percibido en el nivel perceptivo-psicológico (el es-
pacio afectivo de lo “a la vista” combinado con la experiencia, lo fenomenológico) y se construye a partir
de elementos más simples del nivel pragmático (el escenario de lo “a la mano”), hemos podido observar
que está compuesto por aquellos esquemas topológicos que permiten expresar las relaciones cargadas de
sentido del lugar que indicábamos anteriormente. Por tanto, dichos esquemas topológicos reproducen, a
nivel abstracto, la estructura del lugar y el modelo del habitar (con marcada raíz mítica) en cada tiempo y
cultura (nivel poético).

En el análisis de la estructura del espacio existencial hemos podido ver que el lugar es su principal
elemento. El lugar es el resultado de la fundación de sentido existencial de un espacio artificial (espacio
arquitectónico) que debe estar profundamente integrado en un entorno natural especial, siendo concreción
de un “habitar”, materializado y percibido como un centro (principal esquema topológico) de resonancia
compuesto por una serie de zonas tensadas y tematizadas. Es a partir de esta última, breve y muy ambi-
gua definición del lugar, de donde debemos partir para comenzar a identificar y aclarar las relaciones de
expresividad de la existencia del hombre.
62 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

3.1 El entorno natural especial

La primera relación que identificamos y debemos aclarar es: ¿en qué sentido el entorno natural es
especial a nivel existencial para conformar un lugar?

En este sentido, el entorno natural será más o menos especial con base en su localización, su
configuración espacial y los elementos y eventos naturales que lo conformen y acompañen, si: 1.º) su
localización responde a la necesidad existencial del hombre de sentirse protegido en ese mundo en el
que se siente arrojado (“estado de yecto”) y todo a su alrededor es amenaza, seleccionando una ubica-
ción del lugar que garantice su supervivencia como refugio seguro y punto de observación máxima,
es decir, ver sin ser visto (Aguiló, 1999: 241); 2.º) su configuración espacial aporta un mayor grado de
identidad al habitante, que necesita sentir que pertenece al lugar apropiándose de él, mediante el re-
conocimiento de las sugerencias del entorno natural subrayadas o complementadas (resaltadas) en la
configuración espacial de la obra; 3.º) sus límites naturales (fronteras) ayudan a la necesidad existen-
cial del habitante de sentirse dentro del lugar, protegido del exterior; 4.º) ciertos elementos naturales
del lugar, percibidos como hitos, junto a sus fronteras naturales, ayudan a la necesidad existencial del
habitante de disponer de referencias mediante las cuales ordenar su microcosmos, enfrentado al desor-
den, el caos y la falta de forma del mundo exterior; 5º) ciertos elementos naturales ofrecen referencias
a cualidades de su naturaleza (Aguiló, 1999: 244) (p. ej.: árbol: vigor de la tierra, montaña: punto de
encuentro entre el cielo y la tierra, agua: vida, piedra: solidez, metal: envejecimiento) o a significados
míticos (p. ej.: montaña: espacio sagrado, isla: origen de vida) que permiten expresar las necesidades
existenciales del habitante en relación con cuestiones de tipo espiritual (montaña), desarrollo y vida
(isla, árbol, agua, piedra) o transcurso del tiempo, transitoriedad y finitud de la vida (manchas de hu-
medad, oxidación del metal); 6.º) ciertos espacios naturales (p. ej.: acantilado, cumbre, mar, desierto),
por su inmensidad y naturaleza virgen, hacen que el hombre aprehenda su propia soledad existencial
al expresar, de forma tan contundente, su encontrarse en el mundo (sentirse arrojado en él, “estado
de yecto”) y su “comprender”, al aceptar el advenir de la muerte, la finitud de la vida (lo minúsculo
de su existencia) y lo azarosa que puede llegar a ser (naturaleza indomable) (Bachelard, 2000: 220-
224); 7.º) los eventos naturales (Aguiló, 1999: 245) (p. ej.: lluvias, vientos, nevadas, crecimiento de
los ríos) que obedecen a ciclos naturales (estaciones) profundizan la huella de la existencia y ofrecen
referencias a un ritmo temporal que destaca la necesidad existencial de la repetición como “re-inicio”
de posibilidades y a un orden cósmico que asegura un sentido teleológico a la existencia del hombre;
8.º) ciertos espacios naturales de transición (p. ej.: bosque) o eventos naturales (p. ej.: niebla, nieve,
noche) presentan connotaciones fenomenológicas que plasman adecuadamente y enfatizan algunos
estados desconcertantes del hombre en su “ser en” el mundo (p. ej.: bosque: turbación, niebla: sole-
dad, nieve: desmaterialización, noche: misterio) (Bollnow, 1969: 193-206).

3.2 La percepción externa del centro

La segunda relación que identificamos y debemos aclarar es: ¿cómo se materializa y percibe el
lugar como un centro en el espacio existencial?

La primera reflexión que debemos realizar respecto a la materialización de un centro es: ¿de qué
modelo de centro partimos? Con Norberg-Schulz, Bollnow y Bachelard hemos visto que un centro
responde a las necesidades existenciales de pertenecer a un lugar (es un punto de referencia, una meta,
un foco de concentración, un medio de organización y un factor de identidad) y de estar dentro (es lo
conocido, el rincón del hombre en el mundo, un interior protector en contraste con el mundo que lo
rodea).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 63

3.2.1 La percepción externa del centro no dialógico

Aparentemente, partiendo de dichas necesidades existenciales de pertenencia y estar dentro, Nor-


berg-Schulz (1975: 51) propone un modelo de percepción externa del esquema topológico centro con
base en privilegiar la concentración y el aislamiento topológicos y la pregnancia del elemento masa,
premiando la geometrización, simetría, constancia, continuidad, textura, nitidez y contraste, y castigan-
do la expansión o la abertura de sus formas. La misma estrategia es aplicada al elemento espacio, re-
compensando la geometrización y continuidad y sancionando la combinación y la abertura. Por último,
el elemento superficie límite no queda excluido de dicha orientación, al ser el elemento frontera entre
los elementos masa y espacio, aplicándole las mismas valoraciones positivas con base en la constancia,
continuidad y diferencia figura-fondo.

A nuestro entender, las directrices planteadas obedecen no tanto a responder a las necesidades exis-
tenciales identificadas, sino a la concepción de la estética occidental, heredera de esa lucha dicotómica
entre lo fugaz y lo eterno (de la cultura griega), representada mediante la encrucijada entre el mundo de
las ideas (real, eterno, inmutable, perfecto, verdadero) y el mundo sensible (simple manifestación del
ideal, perecedero, cambiante, imperfecto, falaz) en la que triunfó finalmente (personificada en la cultura
teleológica cristiana) la búsqueda de la verdad (eterna aunque perdida), plasmada a través de la regulari-
dad, la simetría y el orden. Por tanto, esta concepción filosófica del mundo, que originariamente fue un
tema ontológico-teleológico (Masiero, 2003), ha influido notablemente en la estética occidental de los
últimos dos mil años, específicamente en la definición de lo bello, favoreciendo a aquellos parámetros
que representan a un mundo terrenal que ansía ser (se proyecta como) racional, regular, eterno e inmu-
table, es decir, que aspira a recuperar la perfección que un día perdió. Algunos autores han observado
la antítesis de dicha postura a la oriental, que identifica lo bello con lo irregular, asimétrico, efímero y
sencillo (Botton, 2008: 258-261).

Bajo esta concepción del mundo y las directrices de percepción externa del esquema topológico cen-
tro planteadas, ejemplos emblemáticos de concentración y aislamiento topológicos del elemento masa,
basados principalmente en la geometrización, simetría, nitidez y contraste, podrían ser el Partenón de
Atenas o la Villa Capra de Palladio (Fig. 3.1). Sin embargo, bajo estas premisas, ¿podríamos percibir la
Casa Emílio Vilar, en Alenquer, de los hermanos Aires Mateus, como un centro? (Fig. 3.2)

Villa Capra (Villa la Rotonda) (1566).


Andrea Palladio

Figura 3.1: Un ejemplo de concentración y aislamiento topológicos del elemento “masa” basado en
la geometrización, simetría, nitidez y contraste.
64 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

Casa Emílio Vilar (2001).


Hnos. Aires Mateus

Figura 3.2: Un “centro” que no cumple con los parámetros de geometrización, simetría, constancia,
textura y nitidez.

3.2.1.1 Algunas aclaraciones acerca de la percepción de la forma arquitectónica

Tal como comenta Calduch (2001b: 97-98), la imagen que percibimos no es un mero reflejo fi-
siológico consecuencia de la actividad de nuestros órganos de la visión. Dicha imagen es el resultado
de un cruce entre esos impulsos fisiológicos y las estructuras mentales que ordenan e interpretan esos
impulsos, es decir, inducimos mentalmente la estructura formal (abstracta) que hay detrás de la forma
(apariencia) que vemos. Esas estructuras mentales responden principalmente a dos condicionantes:
1.ª) unas leyes perceptivas comunes a todos los hombres, y 2.ª) la cultura, social y aprendida, que
orienta nuestra percepción en una determinada dirección con base en unas expectativas e intereses
colectivos. Es en cada cultura, y en concreto en sus raíces filosóficas y estéticas, donde se conforman
las directrices de lo que es bello.

En el proceso de la percepción la memoria visual no solo nos permite reconocer fácilmente un


objeto del que ya tenemos experiencia, también nos permite comprender visualmente un objeto nuevo
a partir de nuestras proyecciones (de la experiencia previa) sobre él, es decir, proyectamos sobre lo
que vemos, lo ya conocido. Es en la memoria visual donde la cultura y la experiencia previa son las
principales palancas que, relegando a las leyes perceptivas, refuerzan las estructuras mentales que
encauzarán y acotarán las percepciones visuales futuras (Calduch, 2001b: 101-102). No descuidemos
el hecho de que un objeto se percibe como tal (y es aún más evidente con la arquitectura) porque
presenta una permanencia, independiente del estímulo físico, compuesta por una serie de invariantes
(propiedades permanentes) que están íntimamente ligadas a su carácter funcional y pragmático (el
“conformarse para” y “direccionamiento” heideggerianos), es decir, la percepción de un objeto es
una suma de propiedades dotadas de permanencia que conducen a la acción y, por tanto, es un signo
(Groupe µ, 1993: 69-70).

Cuando percibimos una imagen (p. ej.: la fachada de un edificio) la dotamos mentalmente de
una estructura visual para comprenderla, es decir, elaboramos conceptos visuales abstractos que nos
ayudan a interpretarla (Calduch, 2001b: 98-100). Dicha elaboración de conceptos es una reducción
racional de la realidad (la reducción fenomenológica de Husserl) que nos permite objetivarla, reduc-
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 65

ción que genera un esquema abstracto. En el caso concreto de una construcción arquitectónica, que
es tridimensional, dicha reducción (esquema visual abstracto) se construye con base en una compleja
integración de las diversas percepciones fragmentadas inadecuadas (secuenciadas en el tiempo y vi-
sualmente parciales) que se corresponden con las formas perceptuales que se van desarrollando a lo
largo de los sucesivos movimientos del observador en su recorrido (promenade) alrededor de y por el
interior del edificio, es decir, es el fruto de la relación intencional de la percepción inadecuada entre
un protoespacio subjetivo (algo parecido al concepto de tipo del Groupe µ [1993: 84-86] a nivel es-
pacial) y el espacio objetivo propio de la cosa trascendente (Fernández, 1999: 531-535).

Por tanto, el grado de constancia percibido mediante la concatenación de las percepciones frag-
mentadas, no el generado a partir del esquema abstracto generado mediante la reducción fenome-
nológica global, siempre irá disminuyendo a lo largo del recorrido realizado (excepto que el objeto
sea una esfera, una semiesfera o un cilindro vertical). El mismo comportamiento es aplicable a la
geometrización y la simetría. De lo anterior, podemos deducir que los parámetros de geometrización,
simetría, constancia y nitidez propuestos por Norberg-Schulz son aplicaciones a posteriori sobre el
esquema visual abstracto global generado, es decir, son preconceptos culturales que modifican lo que
“se quiere ver”.

Por otro lado, un objeto visual en raras ocasiones (solo aquellas preparadas en un escenario de
laboratorio) se nos presenta aislado, en la mayoría de los casos es un elemento más que participa en el
campo visual. La primera tarea de la percepción consistirá en aislarlo para captarlo como una unidad
diferenciada del resto de los elementos del campo visual, en la que participan activamente el grado de
nitidez de su forma (figura) y el grado de contraste entre su forma (figura) y el resto de elementos del
contexto (fondo), pudiendo establecer así una clara diferencia entre figura y fondo.

Una vez se ha conseguido dicho aislamiento recurrimos a las siguientes leyes de la Gestalt (Kan-
nizza, 1986; Oviedo, 2004) para obtener el esquema visual abstracto global del objeto:

• Ley de simplicidad: todo esquema estimulador tiende a ser visto de manera tal que la estruc-
tura resultante sea tan sencilla como lo permitan las condiciones dadas, es decir, aplicamos a
la forma vista el esquema más simple y sencillo que admita (p. ej.: un rectángulo de lados casi
iguales tendemos a verlo y recordarlo como un cuadrado).

• Ley de la pregnancia: todo esquema estimulador tiende a ser almacenado en la memoria


visual de manera tal que la estructura resultante sea tan precisa como sea posible haciendo
desaparecer las ambigüedades, igualando y nivelando los rasgos similares y aumentando o
agudizando los rasgos diferentes (p. ej.: en una hilera de columnas con separaciones claramen-
te diferentes tendemos a acercar las más próximas y a separar las más distantes).

• Reglas de subdivisión y semejanza: tanto la ley de simplicidad como la de pregnancia se


apoyan en que todo esquema estimulador se subdivide en elementos, que podemos denominar
figuras unitarias y permiten establecer particiones de clases, sobre las que posteriormente se
establecen relaciones, tanto de semejanza como de diferencia, sobre sus propiedades (p. ej.:
en la percepción de una fachada, primero percibimos cada una de las ventanas y cada una de
las puertas como figuras separadas, luego generamos las particiones [conjuntos disjuntos] de
puertas y ventanas, posteriormente identificamos las semejanzas principales entre los elemen-
tos pertenecientes a cada partición [generando una especie de prototipo] y, finalmente, identifi-
camos las diferencias que se establecen entre los individuos de cada partición y el prototipo).

Por tanto, las posibles relaciones que se establecen finalmente entre las partes del esquema visual
abstracto global dependen de la estructura de la totalidad. A primera vista, parece que las leyes de la
Gestalt sugieren que la mente siempre trata de encontrar el orden y la regularidad (tal como se obser-
va en las directrices planteadas por Norberg-Schulz), e incluso que el estado ideal es el del absoluto
66 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

reposo. La realidad se enfrenta claramente a esta situación, más bien, la mente siempre está ansiosa
de información, una información en constante cambio que, cuando se anula o deviene repetitiva, la
mente recompensa, inventando sus propios estímulos o concentrándose en identificar diferencias,
respectivamente (Roth, 1999: 61-62). El equilibrio absoluto y estático tiende a producir monotonía y
apatía, mientras que la tensión absoluta produce inestabilidad y desasosiego. Por tanto, la tendencia
general es preferir aquellos esquemas visuales donde el equilibrio del conjunto queda garantizado al
mismo tiempo que se aprecia una tensión que elimina la absoluta uniformidad, obteniendo así una
especie de equilibrio dinámico visual.

3.2.1.2 Parámetros de la percepción externa de un centro

En la propuesta de Norberg-Schulz (1998: 49-57) acerca de la percepción externa de un centro


hemos podido observar que se manejan ciertos atributos que se corresponden más con la percepción
del objeto físico real (grados de continuidad, textura y contraste), el objeto arquitectónico, que con
la naturaleza topológica del espacio existencial. Por otro lado, en la propuesta tampoco se tienen en
cuenta otros atributos del propio objeto físico que también permiten expresar el nivel existencial del
hombre (los atributos de percepción del objeto físico los trataremos cuando analicemos el espacio
arquitectónico). Por tanto, consideramos necesario replantear una estructura y categorización de los
parámetros de percepción de un centro que identifiquen de manera más precisa los elementos propios
del nivel del espacio que estamos analizando en este momento, el nivel existencial, que es el que
está compuesto fundamentalmente por los esquemas topológicos: centro, dirección, frontera, hito y
región.

En este proyecto realizamos un análisis perceptivo del objeto (espacio arquitectónico) con un
enfoque que podríamos clasificar como formalista (De Prada, 2008: 51-53), al utilizar como herra-
mienta de análisis la teoría de la Gestalt, que es la que consideramos más adecuada en relación con
los conceptos que se manejan en un esquema de representación de tipo topológico.

En el caso concreto del esquema topológico centro, los parámetros topológicos y perceptivos que
se deberían tener en cuenta son los siguientes, partiendo de Millán (1981: 10-17) y Norberg-Schulz
(1998: 86-90).

• Parámetros topológicos: son aquellos parámetros de la topología que permiten identificar


aquella región del espacio (centro) en la que el habitante tiene su situación (espacio de acción)
y sobre la que se puede establecer una relación de pertenencia respecto a una totalidad mayor
(más adelante, en el análisis del espacio arquitectónico, veremos que además deben permitir
identificar sus partes).

• Parámetros perceptivos: son aquellos parámetros de la percepción externa de la forma del


objeto tridimensional (específicamente de sus elementos masa y superficie límite) que permi-
ten identificarlo como centro, es decir, que lo convierten en un foco de atracción diferenciado
del entorno.

Respecto a los parámetros topológicos (Fig. 3.3), para que una región del espacio se identifique
como centro debe ser conexa (cuando todos sus puntos pueden unirse entre sí mediante caminos que
se encuentren comprendidos dentro de ella), lo que permite un movimiento libre en su interior. Para
que se pueda establecer en ella una relación de pertenencia respecto a una totalidad mayor debe existir
una frontera (aquellos puntos para los que no existe un entorno completamente incluido en la región)
que dotará a la región de un carácter cerrado o abierto (dependiendo de si la frontera forma parte de la
región o está excluida a ella) estableciendo un interior y un exterior. En el caso de que en la frontera se
puedan establecer dos series convergentes hablaremos de límite (o de clausura), sobre el que se podrá
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 67

cualificar el parámetro de espesor (solidez). En el caso de que la frontera sea una región de interpe-
netración (superposición) entre otras dos (o más) regiones hablaremos de zona límite (o de espacio
de transición). Dependiendo del grado de abertura del límite podremos hablar de clausura mediante
diferenciación (abertura variable: puertas o ventanas) o mediante distinción (abertura nula). Un caso
especial de frontera es el de barrera, que impide el movimiento en cualquier punto (no permeable) o
que tan solo ofrece cierta resistencia.

Planta de la Villa Capra (Villa la Rotonda) (1566).


Andrea Palladio

Figura 3.3: Atributos topológicos de un “centro”.

Respecto a los parámetros perceptivos (Fig. 3.4), para que una región del espacio se identifique
externamente como centro debemos apoyarnos en las siguientes leyes de la Gestalt: 1.ª) ley de
proximidad, que nos permite generar agrupaciones a partir de elementos cercanos y aislados del
resto (elementos de un centro, partes de un centro, elementos y aberturas de un límite, una barrera
o una zona límite); 2.ª) ley de semejanza, que nos permite también generar agrupaciones a partir
de elementos que comparten características formales (elementos de un centro, partes de un centro,
elementos y aberturas de un límite, una barrera o una zona límite); 3.ª) ley de contraste, que nos
permite identificar de forma separada elementos con diferente gradiente tonal o de luminosidad
(separar los elementos de un límite, una zona límite o una barrera del entorno); 4.ª) leyes de cie-
rre y completación, que nos hacen identificar mejor aquellos elementos que se presentan con una
clausura total, completada, unida y cerrada virtualmente a partir de elementos separados que pre-
sentan una continuidad (elementos de un centro, partes de un centro, elementos y aberturas de un
límite, una barrera o una zona límite); 5.ª) ley de continuidad, que nos hace identificar elementos
incompletos como una secuencia o unión si siguen una distribución sobre un eje virtual continuo
(muy relevante en la percepción del espacio tridimensional, en la que elementos que comparten
una dirección se establecen como partes pertenecientes a una unidad, aplicable principalmente a
elementos de un centro, partes de un centro, elementos y aberturas de un límite, una barrera o una
zona límite); 6.ª) ley de simplicidad, por la que preferimos las formas simples (con menor número
de grafemas) y regulares; 7.ª) ley de pregnancia, por la que preferimos las formas precisas y dife-
renciadas (claramente comprensibles y memorizables), y 8.ª) ley de figura-fondo, por la que foca-
lizamos nuestra percepción en lo que denominamos la figura (propietaria de la forma y portadora
del significado), que se percibe como objeto (Hesselgren, 1973: 209) en contraste con el fondo
(indefinido y sin carga semántica).

Por tanto, un alto grado de proximidad entre los elementos que configuran un límite, barrera
o zona límite refuerza su identificación externa. Lo mismo es aplicable al grado de semejanza de
68 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

dichos elementos. El tamaño, número y grado de proximidad y semejanza de las aberturas (puertas,
ventanas) afecta a los grados de abertura, permeabilidad y resistencia de un límite, zona límite o
barrera. Por su parte, altos grados de contraste y de diferencia figura-fondo de un límite, zona límite
o barrera, potencian la identificación externa del centro y su diferenciación respecto al entorno. Por
último, altos grados de continuidad, cierre, simplicidad y pregnancia de un límite, zona límite o
barrera fortalecen el carácter de concentración externa de un centro.

Iglesia de San Lorenzo Maggiore (s. IV). Museo Arqueológico en Vitoria (2009).
Proximidad de elementos “masa” Francisco Mangado.
Semejanza entre las diferentes “superficies límite”

Villa Savoye (1929). Stonehenge (Edad del Bronce).


Le Corbusier. Cierre del círculo con base en la proximidad de los bloques
Contraste entre la “superficie límite” y el entorno natural de piedra y la geometrización de la figura

Palacio de la Paz (2006). Villa Capra (Villa la Rotonda) (1566).


Norman Foster. Andrea Palladio.
Simplicidad y regularidad del elemento “masa” Pregnancia del elemento “masa”

Figura 3.4: Atributos perceptivos de un “centro” como foco de atracción.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 69

Junto a los ya planteados, tendremos que tener en cuenta otros parámetros topológicos y percep-
tivos que nos permitirán añadir significado existencial a la percepción externa de un centro, como
son el grado de expansión (opuesto al de concentración topológica), de adaptación al contexto (de
los volúmenes y silueta), de verticalidad, de geometrización, de combinación (aditiva) y de transfor-
mación (dimensional o sustractiva) (Ching, 1998: 48).

3.2.2 La percepción externa del centro dialógico

Sin embargo, un centro no solo ha de ser un espacio que propicie las necesidades existenciales
de protección (“estar dentro”) e identidad (“pertenecer a un lugar”), sino un espacio vivencial (un
escenario de acción) y, principalmente, un sitio para habitar (uno consigo mismo, uno con los demás
y uno en relación con la tierra y con el cielo). Lo que implica que debe ser un centro dialógico (esa
capacidad de conversar) (Muntañola, 2006: 64), es decir, debe tener en consideración y favorecer
las relaciones interpersonales (uno con los demás), las relaciones con el entorno natural (uno con
la tierra), las relaciones con el espíritu (uno con el cielo) y, finalmente, y quizás lo más importante,
la “posibilitación” del desarrollo y realización personal (uno consigo mismo). Aunque, tal como ya
hemos visto anteriormente, dicha realización es ante todo un “procurar por” que es rebasamiento
(necesariamente de uno hacia los demás), teniendo en cuenta que su arranque nace de un impuesto
“encontrarse” y un necesario “comprender”.

Un centro que es escenario de acción y un sitio para habitar debe estimular el uso pleno (estar
abierto a, y no limitar, las necesidades existenciales) mediante el cual el habitante se apropia de él
y, en consecuencia, debe simbolizarlo (Arnheim, 2001: 206-210). Simbolismo que es metafórico
y espontáneo, es decir, genera una asociación de ideas entre las propiedades topológicas y geomé-
tricas del centro y una serie de valores, y las sensaciones perceptivas que genera están enraizadas
en experiencias humanas básicas (p. ej.: centro + forma esbelta + pocas aberturas → predominio
+ seguridad → poder). Dichas experiencias humanas son vivencias del habitar que a lo largo de los
tiempos, mediante la repetición, se han ido convirtiendo en ritos, tematizando el escenario de acción
y generando la forma metafórica final del mito. Por tanto, para que el centro facilite su apropiación,
las sensaciones percibidas deben ser de naturaleza lo más básica, elemental y espontánea posible, y
aludir a una serie de valores con marcada y profunda raíz mítica (porque son fácilmente compren-
sibles y heredables). En este nuevo contexto, el modelo de centro a partir del cual hemos iniciado
nuestra discusión no responde adecuadamente a las necesidades existenciales planteadas, un modelo
de centro que representa ante todo el anhelo de una perfección perdida. Con los requerimientos
existenciales del “procurar por”, el “encontrarse” y el “comprender”, un centro es algo totalmente
opuesto, es el espacio de aceptación de la vida (que es finita e imperfecta) en la tierra (a la que debe
cuidar y respetar), una vida que se ha de desarrollar (uno mismo y aquí), que se ha de compartir (con
y para los demás) y que debe dar equilibrio al espíritu (obtener un sentido para alcanzar una vida
auténtica).

La percepción externa de un centro de estas características, un centro que es dialógico, no se


apoya tanto en su concentración y aislamiento topológicos, sino en los elementos que favorecen (u
obstaculizan deliberadamente, pero siempre los ha de tener presentes) su articulación con el entorno,
entendiendo en este contexto el entorno en un ámbito muy amplio, en el que participan el medio
natural (la tierra y sus elementos), el medio espiritual (el cielo y la luz) y el medio social (las demás
personas que pertenecen a otros centros). Por tanto, teniendo en cuenta los parámetros topológicos
y perceptivos que hemos establecido anteriormente, un centro será percibido externamente como
dialógico mediante un aumento del grado de abertura, de expansión y de adaptación al contexto
(natural y artificial) en el aspecto terrenal; en una reducción del grado de abertura y de expansión
(exceptuando la iglesia cristiana que presenta en planta el símbolo de la cruz) y un aumento de la
70 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

verticalidad (tanto en la forma del elemento masa como en las aberturas) y de la geometrización en
el aspecto espiritual y en un aumento del grado de abertura, de expansión y de espacios de transición
en el aspecto social. Una serie de comparaciones entre ejemplos opuestos ilustrará de forma intuitiva
la relevancia de los parámetros propuestos.

Villa en Nakayama (2000). Can Lis (1973).


Makoto Yamaguchi. Jørn Utzon.
Grado de abertura: bajo. Grado de abertura: medio.
Grado de expansión: muy bajo. Grado de expansión: muy alto.
Adaptación al contexto: bajo Adaptación al contexto: alto

Figura 3.5: Grados de abertura, expansión y adaptación en el aspecto terrenal.

Casa Weltzheimer (1947). Capilla Klaus (2007).


Frank Lloyd Wright. Peter Zumthor.
Grado de abertura: alto. Grado de abertura: muy bajo.
Grado de verticalidad: muy bajo. Grado de verticalidad: alto.
Grado de geometrización: muy bajo Grado de geometrización: alto

Figura 3.6: Grados de abertura, verticalidad y geometrización en el aspecto espiritual.

Casa Marte (1999). Casa Ugalde (1951).


Arquitectos Marte. Antonio Coderch.
Grado de abertura: muy bajo. Grado de abertura: medio.
Espacios de transición: muy bajo Espacios de transición: medio

Figura 3.7: Grados de abertura y espacios de transición en el aspecto social.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 71

De todo lo anterior podemos establecer que la potenciación de la percepción externa de un cen-


tro dialógico con base en sus elementos masa y superficie límite se obtiene: a) siendo un punto de
referencia o meta mediante el aumento de la diferencia figura-fondo, su grado de contraste con el
entorno, la proximidad o semejanza de sus elementos masa, su grado de verticalidad o su marcada
forma centralizada con base en una combinación aditiva (Fig. 3.8); b) siendo el espacio de un centro
fácilmente memorizable mediante el aumento de su pregnancia y simplicidad con base en su grado
de geometrización, simetría o a leves transformaciones dimensionales o sustractivas (Fig. 3.9); c)
siendo el espacio de un “estar dentro” protector mediante el aumento de su resistencia al exterior y
su solidez, disminución de sus grados de abertura y permeabilidad llegando a una clausura casi por
distinción o aumentando la sensación de anidación mediante el grado de cierre con elementos barrera
o mediante centros dentro de centros (Fig. 3.10); d) siendo el espacio de pertenencia a un lugar, uno
físico y real, mediante el aumento de su adaptación al entorno con base en que su grado de expansión,
volúmenes y silueta subrayen las sugerencias del medio natural, y las aberturas y zonas límite (espa-
cios de transición) se orienten o enlacen con el medio natural; e) siendo el espacio de pertenencia a
un lugar, este más espiritual, protector, memorizable, secreto y elevador que, además de utilizar pará-
metros ya mencionados utilizados para remarcar los sentidos de meta, centro y estar dentro, presenta
un aumento de su geometrización (Fig. 3.11); f) siendo el espacio del “procurar por” abriéndose al
visitante mediante un aumento de sus zonas límite (espacios de transición), de su grado de abertura
orientada a una permeabilidad palpable, de su grado de expansión y una disminución de su grados de
cierre y resistencia (Fig. 3.12).

Taj Mahal (1654)

Figura 3.8: Potenciación del “punto de referencia” o “meta”.

Gran Pirámide de Guiza (2570 a.C.).


Hemiunu

Figura 3.9: Potenciación del “centro” memorizable.


72 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

Tesoro de Petra (Al-Khazneh) (1170)

Figura 3.10: Potenciación del “estar dentro”.

Iglesia del Santísimo Redentor (en construcción).


Fernando Menis

Figura 3.11: Potenciación del “pertenecer a un lugar espiritual”.

Casa White-O (2009).


Toyo Ito

Figura 3.12: Potenciación del “procurar por”.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 73

3.2.2.1 Reflexión acerca del “encontrarse” y el “comprender”

La percepción externa de un centro dialógico, además de mostrar las adecuadas interacciones y


relaciones con el entorno para facilitar el diálogo con los demás, con la tierra y con el cielo, debe
responder fundamentalmente a las necesidades existenciales personales, es decir, a ese rebasamiento
del “procurar por” que, ante todo, es una sustanciación del impuesto y forzado “encontrarse” y el
necesario y posibilitador “comprender”.

Por tanto, además de propiciar las necesidades existenciales de “estar dentro” (protección), de
“pertenecer a un lugar” (identidad), de “procurar por” (los demás, que en este caso se dividen en los
otros y los suyos), un centro dialógico que es interiorización debe responder a la de “encontrarse”
(tener presente el pasado, el origen existencial de estar arrojado [o instalado] en el mundo y poder
repetir los sucesivos intentos y reinicios en la trayectoria vital) y comprender (aceptar el advenir de
la muerte y la finitud de la vida, y buscar una vida cargada de sentido).

Entonces, la segunda reflexión que nos debemos plantear respecto a la materialización de un


centro, que hemos visto es dialógico e interiorización, es: ¿cómo responde un centro a las necesida-
des existenciales de “encontrarse” y “comprender”? Con Norberg-Schulz (1975), Bollnow (1969)
o Bachelard (2000) se plantean respuestas respecto a las necesidades existenciales de pertenecer a
un lugar y de estar dentro, sin embargo, no se tratan los dos existenciarios heideggerianos que, a
nuestro entender, son los que elevan la existencia del hombre a un nivel teleológico (estar orientado
a un fin).

Respecto al “encontrarse”, ya hemos visto que se muestra en la angustia del hombre por sentirse
arrojado en el mundo (“estado de yecto”) según Heidegger; caído, según Ortega, o desamparado,
según Sartre. Tan solo Zubiri plantea un “encontrarse” teleológicamente determinista y deliberativo
mediante un estar instalado, de lo que se deduce estar colocado por algún motivo, motivo que el hom-
bre debe encontrar por sí mismo.

Sea o no sea por un motivo, la angustia está provocada, principalmente, por la soledad que el
hombre siente en un mundo que es extrañeza y caos. Una soledad que se inserta en un entorno que,
antes de estar estructurado y organizado por centros y direcciones, es falta de situación. Esta falta de
situación es ausencia de guía o de apoyo para sentirse localizado, es un sentir que no se pertenece a
ningún lugar. Por tanto, la soledad es esencialmente ausencia de referencia. Según Bejarano (2010:
23, 100-103), el sentimiento de pérdida de hogar al que se hacía referencia en el Ciclo de Conferen-
cias de Darmstadt de 1951 (con el tema de debate “El hombre y el espacio”, y en el que participó
activamente Heidegger) no es imputable exclusivamente a la lamentable situación generada por la II
Guerra Mundial, sino a la aprehensión de que la profunda creencia del hombre acerca de su pertenen-
cia a un principio definitorio (lo que nos recuerda al mito del retorno de Eliade), lo que le permitiría
completar su inacabado carácter ontológico a partir de la construcción de un lugar (rememoración del
originario), aniquilando (parcialmente), así, su horror vacui (el terror a vagar indefinidamente en el
caos, siempre desarraigado), no es más que un ideal.

Por tanto, podríamos afirmar que la angustia del “encontrarse” es la causa primera que empuja al
hombre a crear espacios artificiales en los que pueda sentir que pertenece y está dentro de un lugar.
Referencia y protección son las dos necesidades existenciales que el hombre debe alcanzar inicial-
mente para poder resolver el resto de sus necesidades existenciales. Entonces, el no pertenecer a
ningún lugar es el inverso a dichas necesidades iniciales.

En Espuelas (1999: 129-137) se realiza un análisis del jardín seco japonés (kare sansui) que nos
permite describir la percepción de soledad a la que estamos aludiendo. El jardín se delimita por un
muro de piedra; dentro, sobre una superficie homogénea y horizontal de gravilla blanca, se yerguen
74 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

grupos de rocas en una colocación aparentemente aleatoria; la unión de cada grupo rocoso con la gravi-
lla que lo rodea se realiza mediante una breve aureola de musgo; las escabrosas formas de las rocas se
destacan sobre el doble fondo uniforme: el plano horizontal de la gravilla y el plano vertical del muro
pétreo; la zona de observación es limitada y cercana, la mirada solo puede fijarse en un grupo rocoso
o trasladarse de uno a otro, en ningún momento se puede abarcar el conjunto. Desde cualquier punto
que se observe el jardín siempre se tiene solamente una visión parcial de los grupos rocosos, ocultos
unos por otros o entrando y saliendo del campo visual. La percepción global, por tanto, es cambiante
y aditiva (secuencial y basada en percepciones aisladas y fragmentadas).

En la descripción anterior del jardín seco japonés y el tipo de percepción global que se obtiene
observamos que la percepción de cada uno de los centros (grupos rocosos) es de forma fragmentada:
cada centro se percibe aislado rodeado por la uniformidad del plano horizontal de la gravilla o con
referencia a solo un subconjunto de los demás centros que se percibe parcialmente oculto. Nunca se
percibe el conjunto total de los centros ni la estructura de relaciones que se establece entre ellos: de
proximidad, semejanza o “direccionamiento”. No hay perspectiva espacial ni factor de escala, tan solo
una profundidad por distribución de capas en la que la capa final siempre es el horizonte intersección
y el único parámetro que permite distinguir una capa de otra es el ocultamiento de elementos. La ho-
mogeneidad y uniformidad de los planos horizontal de la gravilla y vertical del muro, sin elementos
distintivos en el relieve, textura o color hacen del horizonte intersección el único elemento referente. El
alejamiento entre los centros, basado en las elevadas distancias entre estos con relación a sus tamaños
y lo reducido del campo visual, refuerza su individualidad y desagregación. Por tanto, el aislamiento
del centro, basado en la falta de referencia, es la principal percepción obtenida.

Además, la angustia del encontrarse se ve reforzada por la sensación de amenaza y de peligro del
entorno. Por un lado, la intimidación se basa en la amenaza de un entorno que es inmensidad y hace
de nuestro centro un lugar minúsculo y frágil; por el otro lado, en la falta de protección frente al caos a
causa de la impredecibilidad del vasto mundo en el que decidimos colocar nuestro lugar donde habitar.
Por tanto, un centro amenazado es aquel que no ofrece protección o que es perceptivamente invadido
por el entorno.

Respecto al “comprender”, ya hemos observado que se activa mediante el advenir de la muerte, que
es el fin del “ser en el mundo”, haciendo que el hombre acepte la finitud de la vida y corra al encuentro
de la muerte, buscando una existencia auténtica que le dé sentido a su vida (el camino positivo).

El advenir de la muerte revela tajantemente al hombre que su existencia finaliza, impidiendo así
que se pueda desarrollar plenamente; la muerte es la negación de la vida y, por tanto, del tiempo y de
cualquier acción que se pueda desarrollar en él; la muerte es la negación de cualquier posibilidad; la
muerte es la absoluta y rotunda imposibilidad. Sin embargo, el hombre no percibe el advenir de la
muerte inicialmente por vivencia personal, sino por la experiencia de la muerte de los seres queridos y
cercanos (los suyos) que hace que sienta el vacío de la pérdida y la ausencia. Es posteriormente a este
tipo de experiencia cuando el hombre interioriza la posibilidad de su propia muerte y comprende la
finitud de su vida, haciéndole volver a sí mismo para intentar fundar un sentido a su existencia.

Entonces, el “comprender” se aprehende como la imposibilidad de cualquier tiempo y acción, y


como la ausencia y la pérdida de los seres queridos y de la propia existencia. En el comprender el tiem-
po se paraliza, se congela en una pausa infinita; la acción no tiene tiempo ni espacio para realizarse,
no tiene nada “a la vista” porque ya no hay visión, ni tiene nada a “a la mano” porque ya no hay tacto
ni motricidad; la ausencia es el sentimiento de frustración por la privación del “procurar por” porque
ya no está presente alguno de los nuestros; y la pérdida es la sustanciación de la muerte en el vacío, un
vacío que no es ni el espacio geométrico de la ciencia, ni el espacio infinito del universo (Van de Ven,
1981: 50-51), es el espacio cercano de lo “a la vista” y “a la mano” carente de materia, es la oquedad.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 75

De todo lo anterior podemos establecer que la potenciación de la percepción externa de un centro


dialógico con base en sus elementos masa y superficie límite en referencia al existenciario “encon-
trarse” se obtiene: a) siendo un lugar aislado, alejado de cualquier otro elemento masa a partir del
cual se pueda establecer una semejanza, proximidad o yuxtaposición (Fig. 3.13); b) siendo un lugar
velado, disimulado y silenciado, con un bajo contraste con el entorno, poca diferencia figura-fondo,
poca geometrización, marcada horizontalidad o fuerte adaptación al entorno con base en que su grado
de expansión, volúmenes y silueta no destaquen del medio natural; c) siendo un lugar vulnerable, con
muy poca resistencia o solidez, con grados de abertura y permeabilidad llegando a la casi nulidad de
la clausura, y eliminación de la anidación mediante ausencia de elementos barrera o de centros den-
tro de centros, o d) siendo un lugar usurpado por el entorno, un lugar que, no estando aislado, posee
unos elementos masa y zonas límite (espacios de transición) que son reducidos por el tamaño de los
elementos masa del entorno y son invadidos por los elementos masa del entorno, respectivamente.
En referencia al existenciario “comprender” se obtiene: a) siendo un lugar hermético, es decir, que no
permite el “procurar por”, con base en la reducción categórica de su grado de abertura, su permeabi-
lidad, su grado de expansión, sus zonas límite, una palpable resistencia y un aumento del grado de
cierre (Fig. 3.14), y b) siendo un lugar amputado, con base en un elemento masa con un alto grado de
simplicidad con leves (pero fácilmente identificables) transformaciones sustractivas, y una marcada
solidez en combinación de un grado de abertura baja que sea percibida como extracción de materia
(ese espacio carente de materia) (Fig. 3.15). En esta dirección es muy interesante la propuesta de De
Prada, basándose en Semper, de configuración unitaria que integra los contrarios para hacer del vacío
una presencia real (De Prada, 2009: 80-105).

Capilla en Valleaceron (2001).


Sancho-Madridejos Architecture Office

Figura 3.13: Potenciación de un “lugar aislado”.

Fosse Ardeatine (1949).


Mario Fiorentino y Giuseppe Perugini

Figura 3.14: Potenciación de un “lugar hermético”.


76 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

Centro de Visitantes Bodega Loisium (2003).


Steven Holl

Figura 3.15: Potenciación de un “lugar amputado”.

Las potenciaciones que hemos formulado responden a los existenciarios heideggerianos del “encon-
trarse” y el “comprender” propios, es decir, los que se enfrentan con talante valiente y sincero a la muerte.
Sin embargo, los hombres, la mayoría de las veces, no somos tan valientes, respondiendo ante el advenir
de la muerte de forma impropia, es decir, huyendo de ella con una existencia inauténtica (al menos cre-
yendo que lo hacemos). En este sentido, las potenciaciones se deberían formular orientadas a evitar la
propia contingencia del hombre, su caducidad, luchando en contra del tiempo devorador del advenir de
la muerte, personificado en las imágenes catamorfas de la oscuridad y la caída, mediante los símbolos
ascensionales (masculinos, desafiantes) de lucha contra la gravedad (p. ej.: escalera), o de poder profano
(p. ej.: rascacielos), o mediante los símbolos de retorno al estado prenatal (femeninos, eufemizantes) (p.
ej.: cueva, gruta, isla, casa) (Durand, 1982).

3.2.3 La percepción interna del centro dialógico

Tal como comentábamos anteriormente, un centro dialógico debe tener en consideración y favorecer
las relaciones interpersonales (uno con los demás), las relaciones con el entorno natural (uno con la tie-
rra), las relaciones con el espíritu (uno con el cielo) y, finalmente, ahora de mayor relevancia teniendo en
cuenta los existenciarios “encontrarse” y “comprender”, la “posibilitación” del desarrollo y realización
personal (uno consigo mismo).

La percepción de un centro dialógico no solo se basa en su percepción externa mediante la visualiza-


ción de sus elementos masa y elementos superficie límite a medida que nos dirigimos, acercamos o rodea-
mos un lugar, su percepción completa se consigue cuando percibimos internamente el centro y rememo-
ramos las percepciones exteriores estableciendo entonces relaciones entre ambos niveles, relaciones que
convierten a ambos grupos de percepciones en un sistema cuyos componentes establecen un verdadero
diálogo existencial. Es decir, la percepción global del centro se obtiene con base en la reintegración de las
percepciones fragmentadas obtenidas en los contextos externo e interno.

En el grupo de las relaciones interpersonales, la percepción interna del centro, que es la vivencia del
espacio de acción, implica que estas se diferencien fácilmente, separando las relacionadas con los suyos
de las que se establecen con los otros, mimando las primeras y relegando las segundas. En el grupo de
las relaciones con la tierra y el cielo, la percepción interna del centro se asienta en el grado en que este
permite revelar los elementos exteriores e integrarlos en la experiencia del elemento espacio. En el grupo
de las relaciones teleológicas del “encontrarse” y “comprender”, la percepción interna del centro se basa
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 77

en los grados de aislamiento, vulnerabilidad o usurpación que siente el habitante en el elemento espacio
respecto al entorno exterior, y en los grados de hermetismo y amputación que experimenta en el propio
elemento espacio.

3.2.3.1 Parámetros de la percepción interna de un centro

La percepción interna del esquema topológico centro se apoya en una primera aproximación en su
elemento espacio, entendido como el volumen definido por las superficies límite de las masas que lo
rodean, cuya característica principal es la de cerramiento topológico. Posteriormente se agregan las rela-
ciones entre dicho elemento espacio con el entorno exterior y la rememoración de las percepciones del
elemento masa de la percepción externa del centro. La reintegración global de todas las percepciones
fragmentadas es la que establecerá un diálogo que fundará de sentido el lugar.

En el análisis del elemento espacio con relación a la percepción interna del esquema topológico
centro debemos tener en cuenta los siguientes parámetros (Millán, 1981: 10-17; Norberg-Schulz, 1998:
86-90):

• Parámetros topológicos: al igual que en la percepción externa, son aquellos parámetros de la to-
pología que permiten identificar aquella región del espacio en la que el habitante tiene su situación
(espacio de acción y vivencial), y sobre la que se establece una relación de pertenencia respecto
a una totalidad mayor. Dicha región será siempre un volumen interior definido por los elementos
horizontales (planos base y predominante) y verticales (cerramiento) que lo acotan.

• Parámetros perceptivos: son aquellos parámetros de la percepción del elemento espacio (volu-
men interior) que permiten identificarlo como centro, es decir, que lo convierten en espacio de
acción (con los suyos y consigo mismo); de relación (con los otros, con la tierra y con el cielo),
y, finalmente, de desarrollo (a partir de un identificable “encontrarse” y una “posibilitación” del
“comprender”).

Respecto a los parámetros topológicos, debemos tener en cuenta los mismos que en la percepción
externa del centro, es decir, la frontera, el límite y su espesor, la zona límite (espacio de transición), el tipo
de clausura (por diferenciación o distinción) y el tipo de barrera (no permeable o con cierta resistencia).
Pero también debemos tener en cuenta el tipo de plano base (a nivel de tierra, elevado o deprimido) y el
plano predominante (que define el volumen del elemento espacio en su relación con el plano base).

Respecto a los parámetros perceptivos, debemos apoyarnos en las siguientes leyes de la Gestalt: 1.ª)
ley de proximidad, que nos permite generar agrupaciones a partir de elementos cercanos y aislados del
resto (elementos y aberturas de un límite, una barrera o una zona límite); 2.ª) leyes de cierre y comple-
tación, que nos hace identificar más fácilmente elementos que presentan una clausura total virtual con
base en una unión, cierre y completación de aquellos elementos separados que presentan una continuidad
(elementos y aberturas de un límite, una barrera o una zona límite); 3.ª) ley de continuidad, que nos hace
identificar elementos incompletos como una secuencia o unión con base en una distribución sobre un eje
continuo virtual (elementos y aberturas de un límite, una barrera o una zona límite); 4ª) ley de simplici-
dad, por la que preferimos las formas simples y regulares, y 5.ª) ley de pregnancia, por la que preferimos
formas precisas y diferenciadas (claramente comprensibles y memorizables).

Además, tendremos que tener en cuenta otros parámetros topológicos y perceptivos que se combi-
narán con las leyes de la Gestalt afectando a la percepción interna de un centro, como son el grado de
geometrización, de combinación (aditiva), de transformación (dimensional o sustractiva) y de abertura.
78 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

Teniendo en cuenta los parámetros planteados con relación a la percepción interna del ele-
mento espacio de un centro, un alto grado de proximidad y continuidad entre los elementos que
configuran un límite, barrera o zona límite afecta a su grado de clausura, moviéndose desde una
permeabilidad alta, mediante elementos lineales verticales (columnas), hasta una baja, basada en
elementos planos. El tamaño, número y proximidad de las aberturas (puertas, ventanas) afecta a
sus grados de abertura, permeabilidad y resistencia, influyendo en su grado de concentración. La
localización de las aberturas afecta a sus grados de concentración y geometrización, trasladándo-
se de un mantenimiento (dentro de plano) a una debilitación (entre planos) y, finalmente, a una
difusión (sobre aristas) del cierre e identidad geométrica. La solidez de un límite o barrera afecta
igualmente al grado de concentración. Por otro lado, la combinación aditiva reduce el grado de
concentración, mientras que la transformación sustractiva, y más aún la dimensional, lo fortale-
cen. Sin embargo, la combinación aditiva aumenta los grados de expansión y de adaptación al
contexto, mientras que las transformaciones sustractiva y dimensional los reducen (más bien no
los tienen en cuenta). El mismo tipo de relación se establece entre el plano base y el grado de
concentración, siendo la más débil la que genera el que está a nivel de tierra (al mantener la con-
tinuidad espacial entre el interior y el exterior) y la más intensa la que crea el que está deprimido
(al forjar una discontinuidad entre el interior y el exterior y un ahuecamiento en la tierra que
refuerza el grado de solidez de los elementos masa que acotan inferior y verticalmente el espacio
interior, aumentando su grado de concentración); por su parte, el plano base elevado presenta una
relación más suave que la que genera el plano base deprimido (por solo establecer una disconti-
nuidad similar entre el interior y el exterior).

Por tanto, teniendo en cuenta los parámetros topológicos y perceptivos que hemos establecido
anteriormente, un centro será percibido internamente como dialógico mediante un aumento del
grado de abertura, de permeabilidad, de expansión y de adaptación al contexto (natural y artifi-
cial) en el aspecto terrenal; en una reducción del grado de abertura y de expansión y un aumento
de la verticalidad (tanto en la forma del elemento masa como en las aberturas) y de la geome-
trización en el aspecto espiritual; y en un aumento del grado de abertura, de permeabilidad, de
expansión y de espacios de transición en el aspecto social.

De todo lo anterior podemos establecer que la potenciación de la percepción interna de un


centro dialógico con base en su elemento espacio (siempre obtenido a partir de los elementos masa
y superficie límite que lo acotan) se obtiene: a) en referencia a la necesidad existencial de estar
dentro, siendo el espacio protector mediante el aumento de la resistencia al exterior y la solidez,
disminución de los grados de abertura y permeabilidad de los elementos masa que lo acotan
llegando a una clausura casi por distinción, aumentando la sensación de anidación mediante
el grado de cierre con elementos barrera o mediante centros dentro de centros, o reforzando
el carácter protector y el grado de concentración mediante la depresión del plano base; b) en
referencia a la necesidad existencial de pertenecer a un lugar (uno físico y real), siendo el espacio
amoldado mediante el aumento de su adaptación al entorno con base en su grado de expansión,
que las aberturas y zonas límite (espacios de transición) se orienten al medio natural permitiendo
experimentarlo en el espacio interior y estableciendo el plano base a la altura de tierra; c) en
referencia a la necesidad existencial de estar en relación con el cielo (los divinos), siendo el
espacio secreto y elevador que, además de utilizar algunos de los parámetros ya utilizados para
remarcar el estar dentro, presente un aumento de su geometrización y verticalidad y establezca
el efecto de llamada y de levantamiento (espiritual) mediante la elevación del plano base; d)
con relación al existenciario “procurar por”, siendo el espacio social, abriéndose al visitante
mediante un aumento de sus zonas límite (espacios de transición), de su grado de abertura
orientada a una permeabilidad palpable, de su grado de expansión y una disminución de su
grado de cierre y resistencia; e) en referencia al existenciario “encontrarse”, siendo un espacio
vulnerable o usurpado por el entorno, con muy poca resistencia o solidez, con grados de abertura
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 79

y permeabilidad llegando a la casi nulidad de la clausura, y eliminación de la anidación mediante


ausencia de elementos barrera o de centros dentro de centros o un espacio sometido ante el
tamaño de los elementos masa del entorno o invadido por ellos; f) en referencia al existenciario
“comprender”, siendo un espacio hermético que no permite el “procurar por” con base en una
reducción categórica de su grado de abertura, de su permeabilidad, de su grado de expansión, de
sus zonas límite, con una palpable resistencia y un aumento del grado de cierre, y g) siendo un
vacío, con base en que los elementos masa que lo acotan presenten un alto grado de simplicidad y
una marcada solidez con un grado de abertura bajo que sea percibido como extracción de materia
aplicada a un elemento homogéneo.

3.3 La percepción de la dirección

La tercera relación que identificamos y debemos analizar es: ¿cómo se materializa y percibe
el camino como dirección en el espacio existencial?

3.3.1 La percepción relacional entre dirección y centro

Tal como hemos visto anteriormente con Norberg-Schulz (1975), un centro siempre está si-
tuado dentro de un contexto (entornos natural y artificial) más amplio en el que se relaciona con
los demás centros mediante las direcciones. El centro siempre es experimentado y vivenciado,
externa e internamente, como un interior, en contraste con el mundo que lo rodea, que es el ex-
terior. Por tanto, en este tejido espacial de naturaleza existencial el camino es un conector de
centros (más adelante trataremos el camino como elemento interno de un centro).

La dirección es, a nivel relacional con el centro, la tensión entre un origen y una meta y el do-
ble sentido de partida y retorno que divide el espacio existencial en dos zonas: la interior estrecha
(lo conocido, el hogar, el barrio, la ciudad o la patria) y la exterior vasta (el mundo desconocido
y amenazador). Pero a nivel propio es el recorrido en el que pueden ocurrir acontecimientos, es
decir, un eje organizador, y, como tal, presenta sus propios atributos.

3.3.1.1 Parámetros de la percepción relacional entre dirección y centro

La percepción relacional del esquema topológico dirección se apoya tanto en los elementos
masa que lo rodean y que pueden formar su cerramiento topológico, como en sus propios ele-
mentos superficie límite que pueden generar un contraste con los elementos superficie límite de
los otros elementos. En ambos casos es muy importante la proximidad y continuidad de dichos
elementos.

En el análisis de los elementos masa y superficie límite en relación con la percepción del
esquema topológico dirección debemos tener en cuenta los siguientes parámetros (Millán, 1981:
10-17; Norberg-Schulz, 1998: 86-90):

• Parámetros topológicos: son aquellos parámetros de la topología que permiten identifi-


car aquella región del espacio (dirección) en la que el habitante tiene su situación (de mo-
vimiento) y sobre la que se puede establecer una relación de pertenencia, o diferenciación,
respecto a una totalidad mayor y de “direccionamiento”.

• Parámetros perceptivos: son aquellos parámetros de la percepción de los elementos


masa y superficie límite que permiten identificar el objeto tridimensional camino como
80 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

dirección, es decir, que lo convierten en un elemento diferenciado de su entorno y con un


carácter relacional, tensado, entre un origen y una meta.

Respecto a los parámetros topológicos, debemos tener en cuenta aquellos que permiten iden-
tificar una región del espacio como diferenciada de su entorno, es decir, que debe ser conexa y
así permitir un movimiento libre por su interior. Para que se pueda establecer una relación de
pertenencia respecto a una totalidad mayor debe poseer una frontera que puede, o no [a) en el
caso de que la frontera se establezca entre regiones por contraste entre sus superficie límite y
b) en el caso de que la frontera se establece entre regiones que presentan una diferencia de gra-
diente del plano base, en cuyo caso una u otra genera un cerramiento parcial vertical con base en
sus elementos masa: foso, plataforma, puente], presentar dos series convergentes estableciendo
su límite, en cuyo caso deberemos tener en cuenta los elementos masa sobre los que podremos
especificar su espesor. Dependiendo del grado de abertura del límite podremos hablar de clau-
sura mediante diferenciación (abertura variable entre elementos masa) o mediante distinción
(abertura nula de elementos masa). Un caso especial de frontera muy importante en el esquema
topológico dirección es el de barrera, que puede impedir el movimiento en cualquier punto (no
permeable) o tan solo ofrecer cierta resistencia. Por último, para que una región se establezca
como una dirección deberá: a) ser fácilmente reconocible como la estructura formal de hilera, es
decir, una agrupación de elementos por secuenciación que puede ser abierta o cerrada, presen-
tarse en diferentes configuraciones geométricas, como la axial, la centralizada o la distribuida
reglada y establecer fuerzas atrayentes (centrípetas) o expansivas (centrífugas); y b) presentarse
una tensión entre un origen y una meta a partir de una reconocible colocación enfrentada (o dis-
tribuida) en un eje continuo de las aberturas de sus límites.

Respecto a los parámetros perceptivos, para que una región del espacio se identifique exter-
namente como una dirección debemos apoyarnos en las siguientes leyes de la Gestalt: 1.ª) ley
de proximidad, por la que generamos agrupaciones a partir de elementos cercanos y aislados del
resto (elementos y aberturas de un límite o barrera); 2.ª) ley de semejanza, por la que genera-
mos agrupaciones a partir de elementos que comparten características formales (elementos de
un límite o barrera); 3.ª) ley de contraste, por la que identificamos de forma separada elementos
con diferente gradiente tonal o de luminosidad (separar los elementos de la región interna de
los de la región externa); 4.ª) leyes de cierre y completación, por la que identificamos como
cerrada una región a partir de elementos que no presentan una clausura total (elementos de un
límite o barrera); 5.ª) ley de continuidad, por la que identificamos como una secuencia o unión
un conjunto de elementos inconexos (elementos de un “límite” o “barrera”) y en contados ca-
sos; 6.ª) ley de figura-fondo, por la que focalizamos nuestra percepción en lo que se denomina
figura (propietaria de la forma y del significado) a diferencia del fondo (indefinido y sin carga
semántica).

Por tanto, una alto grado de proximidad entre los elementos que configuran el límite o ba-
rrera refuerza su identificación externa. Lo mismo sucede con su semejanza y continuidad. El
tamaño, número, proximidad y semejanza de las aberturas del límite afecta a sus grados de
abertura y permeabilidad. Un alto grado de contraste o de diferencia figura-fondo entre la región
interna y la externa potencia su identificación y diferenciación del entorno. Un alto grado de
cierre favorece la concentración de la región interna. Finalmente, también se puede presentar:
a) un reconocimiento de la estructura formal hilera, con base en los elementos masa que rodean
el elemento espacio o a sus superficies límite, o b) un reconocimiento de la distribución de un
origen y una meta; fortaleciendo en ambos casos su carácter de dirección.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 81

Pont del Diable de Martorell (1289). Dromos de Karnak (Dinastía XIX).


Diferencia de gradiente entre “planos base” de las “regio- Estructura formal “hilera” con base en elementos “masa”
nes” interna y externa

Villa Barbaro (1568).


Andrea Palladio.
Tensión entre “origen” y “meta”

Figura 3.16: Atributos perceptivos de una “región” como “dirección”.

De todo lo anterior podemos establecer que la potenciación de la percepción relacional de una


región como dirección entre centros con base en sus elementos masa, espacio y superficie límite
se obtiene principalmente siendo el espacio de interconexión que facilita el movimiento en los
siguientes casos: 1.º) entre un entorno (origen) y un centro (meta), lo que implica la existencia de:
a) una zona límite (espacio de transición) o un límite (p. ej.: el Torii japonés, el Torana hindú o
el Paifang chino) a modo de hito, o b) un alto contraste entre los elementos superficie límite del
entorno (entendido como región externa) y el propio espacio de interconexión que, a modo de um-
bral, muestra el origen de dicho espacio de interconexión; 2.º) entre un centro (origen) y otro centro
(meta), lo que se evidencia por el contraste entre la superficie límite de los centros con el espacio de
interconexión o por la identificación de los límites (elementos masa) de dichos centros. En los dos
casos expuestos se muestra una deflación del espacio social en referencia al existenciario “procurar
por”, pero puede: a) no haber contraste entre los elementos superficie límite de los centros respec-
to al espacio de interconexión, generando una continuidad espacial y visual (Weston, 2008: 134);
b) haber aberturas adelantadas (p. ej.: pórtico, porche) en los centros, proclamando ofrecimiento
de ingreso, o c) haber aberturas retrasadas en los centros, expresando cobijo y protección (Ching,
1998: 239). En los tres casos se invita al visitante, y de esta manera, se potencia el “procurar por”
con relación a los otros.
82 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

En el plano horizontal, dicho espacio de interconexión puede ser: a) lineal, en cuyo caso permi-
te una percepción directa de la meta, aumentando su pregnancia, o de la tensión enfrentada entre
origen y meta (Fig. 3.16: Villa Barbaro); b) oblicua, en cuyo caso permite prolongar la secuencia
de aproximación a la meta (Fig. 3.17) o reducir la tensión entre origen y meta, o c) en espiral, en
este último caso se prolonga aún más la secuencia de aproximación al rodear la meta, subrayando
la tridimensionalidad de sus elementos masa y la precisa identificación de sus aberturas (Ching,
1998: 231).

Centro de Artes Visuales Carpenter (1964).


Le Corbusier

Figura 3.17: “Espacio de interconexión” oblicuo respecto a la “meta”.

En el plano vertical, dicho espacio de interconexión puede ser, aunque su cualificación es de-
pendiente de la naturaleza de la meta (centro): a) ascendente, en cuyo caso establece una elevación
(y una redención) hacia una realidad que está sobre la terrenal y un esfuerzo de lucha contra la
atracción de la fuerza de la gravedad, o b) descendente, en cuyo caso establece una caída (y un
viaje hacia lo profundo y oscuro de nuestras propias almas) que se puede percibir como una de-
generación (simplemente por ser pérdida en la dimensión sagrada del espacio) o como un peligro
vinculado a un aprendizaje necesario (cuando la meta se encuentra por debajo del nivel de tierra el
recorrido se dirige a la oscuridad y el misterio de lo oculto: quizás la precondición para un posible
reinicio) (Rykwert, 1999: 182-184).

Otros parámetros para tener en cuenta en la dirección, que afecta tanto al plano horizontal
como al vertical, son los de la proximidad y continuidad de los elementos masa que conforman
su cerramiento o de los elementos superficie límite de su plano base. Ambos parámetros facilitan,
o dificultan, la identificación de la dirección y el ritmo de su recorrido. Por tanto, altos grados de
proximidad y de continuidad facilitan y aceleran el recorrido, mientras que los bajos lo ralentizan,
es decir, el primero aumenta la tensión entre origen y meta (que es ese “correr al encuentro” del
“comprender”), mientras que el segundo la disuelve (que es esa angustia del “encontrarse” y, por
otro lado, esa elemental ralentización del tiempo que permite fortalecer el cuerpo y el alma para el
necesario “reinicio”).

3.4 La percepción de la estructura interna de un centro

La tercera reflexión que nos debemos plantear es la que concierne a la percepción interna de un
centro como estructura (nivel edificio) y no tan solo como elemento del nivel urbano (hito según
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 83

Norberg-Schulz [1975] y nodo según Lynch [2001]), que es como lo hemos analizado hasta este
momento.

Al tratar un centro como estructura, lo que esencialmente puede establecer una representati-
vidad de las necesidades existenciales identificadas en el Capítulo 2 es la estructura topológica
interna del centro, que es la que nos aporta información acerca del tipo de conexión entre sus
regiones locales (subespacios) y los recorridos que se establecen entre ellas. Estructura que nos
permite disponer de una visión global (holística) de un centro que sea, al mismo tiempo, compa-
tible con las descripciones locales de sus subespacios.

De forma complementaria, teniendo en cuenta los parámetros topológicos y perceptivos de


los propios elementos masa y superficie límite de los volúmenes que acotan el elemento espacio
del centro y del propio elemento espacio (estos parámetros ya han sido tratados en la percepción
externa e interna de un centro), podemos analizar cada subespacio de la estructura topológica de
dicho centro como un escenario de acción y ver cómo es cualificado con base en dichos paráme-
tros topológicos y perceptivos propios.

Para ello, recurriremos a la topología combinatoria y, en concreto, a la teoría de grafos, tal


como aplica (Millán, 1981: 137-150), ya que cumple con los siguientes requerimientos represen-
tacionales de dualidad, planaridad y conectividad.

• Dualidad: la representación mediante nodos (puntos) y aristas es equiparable a la de subes-


pacios adyacentes y/o conectados. Las distinciones de forma y dimensión carecen de sen-
tido y el espacio exterior se considera único.

• Planaridad: una grafo es topológico plano si se puede dibujar sobre un plano de modo que
todos los vértices son puntos (nodos) distintos, las aristas son líneas sencillas y no hay nin-
guna pareja de aristas que se cruce excepto en los vértices (p. ej.: mapa geográfico). Para la
representación de centros que disponen de varias alturas (plantas) siempre se puede utilizar
una arista adicional que hace de puente entre los grafos de cada altura.

• Conectividad: establece la naturaleza de las relaciones entre los elementos del grafo y la
capacidad de mostrar la estructura elemental del conjunto centro. En este sentido se debe
poder representar la ausencia de relación, relación de adyacencia y relación de accesibi-
lidad.

Este tipo de representación nos permite tener en cuenta: a) el grado de clausura de los subes-
pacios (permeabilidad); b) la distinción entre espacio exterior, espacio interior, subespacio, subes-
pacio anidado, espacio de transición, espacio intermedio y espacio de distribución; c) la accesibi-
lidad a un subespacio y la proximidad o contigüidad entre subespacios, y d) el orden del recorrido
teniendo en cuenta la ubicación del observador.

A partir de la enumeración de todos los grafos con menos de seis puntos (Millán, 1981: 176-
184) se obtienen los siguientes temas sintácticos, que se pueden entender como arquetipos topo-
lógicos (Millán, 1981: 199-244):

• Tema Sintáctico 1 (permeabilidad): es el gesto de expansión sobre el espacio. En este


tema se muestran claramente la proximidad entre los subespacios (o centros del lugar)
que conforman un entorno (o racimo) que predomina sobre los elementos individuales, la
permeabilidad del conjunto y la organización y orientación de los subespacios (que pueden
estar jerarquizados reforzando la centralidad del conjunto) con base en la red de caminos
(axial o distribuida). A nivel de individuo (un solo subespacio) estamos tratando una clau-
sura por diferenciación.
84 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

• Tema Sintáctico 2 (clausura): es el gesto de apropiación de un espacio o imposición de


una territorialidad en su forma más primitiva, como búsqueda de un cobijo y distinción en-
tre lo de uno y lo de los otros. En este tema se muestran claramente la resistencia del límite
(mediante un cerramiento, la elevación o el enterramiento del plano base o el uso de un
espacio intermedio), la necesidad de un acceso identificable entre sus aberturas (ruptura o
discontinuidad de su frontera o límite) y la distinción clara entre espacio exterior y espacio
interior.

• Tema Sintáctico 3 (espacio de transición): es el gesto de establecer fronteras con identidad


propia entre los diferentes subespacios.

• Tema Sintáctico 4 (anidación): es el gesto de jerarquizar el espacio. En este tema se mues-


tran claramente la regularidad de la iteración de la operación inclusiva (que puede ser sim-
plemente direccional: recorrido, o física: anidación, en cuyo caso los límites de los suce-
sivos subespacios pueden ser con clausura más o menos permeable) y la existencia de un
límite que comporta dos sentidos de lectura (centrípeta: sucesivas inclusiones, o centrífuga:
sucesivos cerramientos) con un marcado énfasis en los elementos inicial (origen, entrada) y
final (meta, subespacio más interior) de la serie.

• Tema Sintáctico 5 (espacio intermedio): es el gesto de marcar la percepción de “estar en-


tre”, con base en un subespacio de tránsito, en el recorrido de un centro.

• Tema Sintáctico 6 (espacio distribuidor): presenta la posibilidad de crear un elemento de


distribución a subespacios.

Tema Sintáctico 1: Permeabilidad Tema Sintáctico 2: Clausura

Tema Sintáctico 3: Espacio de Transición Tema Sintáctico 4: Anidación

Tema Sintáctico 5: Espacio Intermedio Tema Sintáctico 6: Espacio Distribuidor

Tabla 3.1: Arquetipos topológicos de la estructura interna de un “centro”.

Con base en el conjunto de los temas sintácticos identificados nos debemos plantear realizar
una categorización más precisa de los parámetros topológicos que hemos ido utilizando hasta
ahora.

3.4.1 Revisión de los parámetros topológicos de la estructura interna de un centro

Anteriormente, definíamos un conjunto de parámetros topológicos: región, frontera, límite, es-


pesor o solidez, clausura por diferenciación y por distinción, barrera, resistencia, zona límite o es-
pacio de transición, con base en una serie de propiedades y condiciones que debían estar presentes.
Ahora debemos revisar un subconjunto de estos parámetros topológicos con base en los atributos
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 85

que presentan los arquetipos topológicos identificados en el apartado anterior, y, seguidamente,


establecer una nueva categorización de dichos arquetipos.

El parámetro topológico “región” (área conexa del espacio que permite el movimiento libre en
su interior) a partir de ahora, además de identificar un centro o una dirección, también podemos uti-
lizarlo en el caso de un subespacio de un centro. El parámetro topológico “frontera” es igualmente
aplicable a un subespacio de un centro (aquellos puntos para los que no existe un entorno comple-
tamente incluido en la región que permite establecer en ella una relación de pertenencia respecto
a una totalidad mayor y establecer un interior y un exterior). El caso especial de “barrera” (un tipo
de frontera que impide el movimiento en cualquier punto o tan solo ofrece cierta resistencia) sigue
siendo aplicable a un subespacio de un centro. El parámetro topológico “límite” o “clausura” (dos
series convergentes en la frontera) y su espesor (o solidez) sigue siendo aplicable a un subespacio
de un centro.

Las ambigüedades semánticas se establecen entre el parámetro topológico “clausura por distin-
ción” y el tema sintáctico “clausura”, entre el parámetro topológico “clausura por diferenciación”
y el tema sintáctico “permeabilidad”, y entre el parámetro topológico “zona límite” y los temas
sintácticos “espacio de transición”, “espacio intermedio” y “espacio distribuidor”.

La principal causa de la ambigüedad semántica de los dos primeros casos proviene de la res-
tricción del sistema de representación propuesto por Millán (1981: 140) de no utilizar multígrafos
(grafos que permiten múltiples aristas entre dos vértices) por su “supuesta” redundancia respecto a
la variabilidad topológica, ya implicada con la existencia de una sola arista. Desde nuestro punto de
vista, dicha simplificación representacional nos lleva a confusión en la asignación de significado a
este subconjunto de parámetros topológicos. Es el caso de la permeabilidad, que se refiere al grado
de accesibilidad que presenta una región con base en el número de aberturas (discontinuidades) de
su límite o frontera. Sin embargo, Millán la refiere a la accesibilidad a múltiples regiones (locales,
centros y no subespacios) desde una región (exterior); por ello, se trata específicamente el concepto
de racimo. Algo parecido sucede con la clausura, que se refiere a la limitación de accesibilidad que
presenta una región con base en la ausencia de aberturas (discontinuidades) de su límite o frontera.
Por su lado, Millán referencia este parámetro a la accesibilidad a una única región (local, centro y
no subespacio) desde una región (exterior). Por tanto, no debemos confundir el parámetro propio
de clausura de una región, bien por diferenciación: permeabilidad, o por distinción: impermeabili-
dad, con los parámetros aplicables a un conjunto de regiones, bien la proximidad, o el aislamiento,
respectivamente.

Una vez diferenciados los parámetros propios de las unidades individuales de los aplicables a
una agrupación de unidades podemos resolver la limitación representacional mediante el uso de
multígrafos (Grassmann y Tremblay, 1997), en los que se puede establecer, mediante el grado de
un vértice (el número de aristas conectadas a él), el grado de clausura de un centro o subespacio de
la estructura interna de un centro, desde una clausura por distinción (grado = 0), pasando por una
cierta accesibilidad (grado = 1), hasta una clausura por diferenciación (grado > 1) que podrá ser
más o menos permeable.

En este punto debemos realizar una sutil distinción. El parámetro “clausura”, utilizado hasta
ahora en sus variantes por “distinción” o “diferenciación”, hace referencia al grado (número) de
aberturas del límite o frontera de una región, estas aberturas se refieren tanto a la accesibilidad
(puertas) como a la continuidad visual y espacial (ventanas) entre regiones (o subespacios). Desde
nuestro punto de vista se hace necesario diferenciar entre el primer tipo de aberturas y el segundo.
Esta ampliación representacional la podemos resolver mediante el uso de tres clases de aristas (co-
nectores): adyacencia, accesibilidad, continuidad visual y espacial.
86 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

La tercera ambigüedad, la que se establece entre el parámetro topológico “zona límite” y los te-
mas sintácticos “espacio de transición”, “espacio intermedio” y “espacio distribuidor”, se resuelve,
inicialmente, de forma inmediata, ya que todos estos espacios son subcategorías (o subclases) de
la categoría “zona límite”, por su propia definición (una frontera que es una región de interpenetra-
ción [superposición] entre otras dos [o más] regiones). Sin embargo, nos queda aclarar la ambigüe-
dad que se presenta entre “espacio de transición” y “espacio intermedio”.

En el “espacio de transición” el énfasis recae sobre los conceptos de transformación, evolu-


ción, progreso o conversión, es decir, la acción o efecto de pasar de un modo de ser a otro. Por
tanto, partiendo de dos categorías principales de tipo de espacios, el interior (un centro y sus
subespacios) y el exterior (el entorno), un espacio de transición será aquel que conecta un espacio
exterior a uno interior. Debemos añadir una condición para que la percepción de dicho espacio
sea de transición, y es que dicha transformación o cambio de modo de ser ha de ser fácilmente
visible, es decir, debe mostrar las diferencias entre los modos extremos de los espacios “origen”
y “meta” de esta ternaria y mostrar el modo intermedio del propio espacio de transición (si no
simplemente haría una función de frontera sin llegar a mostrar sus propias cualidades como re-
gión). La forma de allanar esta percepción se puede apoyar en una alta permeabilidad del propio
espacio de transición que permita mostrar todos los modos de ser del espacio durante la transi-
ción y/o los parámetros topológicos de esta ternaria de espacios muestran una evidente sucesión
o progresión.

Por otro lado, un “espacio anidado” (Tema Sintáctico 4) se puede percibir de dos maneras
claramente diferenciadas. Como una recurrencia espacial (elemento “espacio”) o formal (ele-
mento “masa”) y/o como un tipo de espacio de transición, si se cumple la segunda condición que
comentábamos en el párrafo anterior. Aun así, en ambos casos se indica un énfasis del carácter de
protección (cobijo), por un lado, y de vuelta hacia un origen (reinicio), por el otro; revelando la
cualidad de secreto con base en un sucesivo recubrimiento. Debemos, respecto a este arquetipo
topológico tan especial, aclarar que un espacio anidado, en el caso concreto de ser el último ele-
mento de la serie, no tiene por qué ser accesible, pero sí mostrar cierta continuidad visual a partir
de sus aberturas o barreras (si no percibiríamos simplemente un elemento “masa” impermeable
anidado en un espacio), de esta manera: a) si es accesible, muestra la tensión teleológica de la
meta final, la de ese subespacio cobijado por capas y capas de protección; y b) si no es accesible,
muestra la delicadeza y misterio de un subespacio que debe ser protegido y no puede ser que-
brantado.

De la definición anterior de espacio de transición, por complementariedad, un espacio inter-


medio será aquel que conecta solo espacios interiores, es decir, un espacio cuya función es la de
mediar entre dos extremos e incluso la de cortar la continuidad entre estos. En este sentido, dicho
espacio intermedio es, además, una interrupción. En caso contrario, pueden existir casos en los que
ese espacio intermedio puede ser percibido como un espacio de transición, estos son aquellos en
los que conecta un espacio interior a un espacio de transición y cumple la segunda condición de un
espacio de transición.

Entonces, podemos establecer los siguientes tipos de espacios, las relaciones que se pueden es-
tablecer entre ellos, las propiedades que se pueden identificar de los propios espacios (siempre de
tipo relacional) y las categorías topológicas establecidas con base en configuraciones arquetípicas
de tipos de espacios, relaciones y propiedades. Todo ello, utilizando una representación grafo-
teórica de la estructura interna de un centro (Tabla 3.2):
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 87

Tipos de espacios

Espacio “exterior” o “abierto” Espacio de “transición” Espacio “interior”


Relaciones que se establecen entre los espacios
Se permiten múltiples relaciones entre los espacios
Las relaciones de Continuidad Visual, Barrera y Accesibilidad implican Adyacencia o Anidación
Las relaciones de Barrera y Accesibilidad implican Continuidad Visual

Adyacencia Continuidad Visual Barrera Accesibilidad Accesibilidad a Distinto Nivel


Propiedades de un espacio
nº nº nº
, , , ,
Clausura por Distinción: Clausura por Diferenciación: Espacio “interior” con aristas Grado de Permeabilidad: Nº de aristas de Continuidad
Espacio “interior” sin de Continuidad Visual, Barrera o Accesibilidad Visual + Nº de aristas de Barrera + Nº de aristas de
aristas de Continuidad Accesibilidad
Visual, Barrera ni
Accesibilidad

,
No Accesible: Espacio “interior” con aristas Parcialmente Accesible: Espacio “interior”
de Adayacencia o Continuidad Visual con aristas Barrera

Accesible: Espacio “interior” con aristas de


Accesibilidad, o aristas de Barrera y aristas de
Accesibilidad a Distinto Nivel
Configuraciones arquetípicas

,
Espacio de Transición Espacio Intermedio

, ,
Espacio Anidado , , ,
Espacio Distribuidor

Tabla 3.2: Representación grafo-teórica de la estructura interna de un “centro”.

3.4.2 Percepción de la Estructura Interna de un “centro”

Teniendo en cuenta los temas sintácticos identificados y la revisión de los parámetros topoló-
gicos de la estructura interna de un centro, podemos establecer las siguientes relaciones entre la
percepción de la estructura interna de un centro y las necesidades existenciales identificadas en el
Capítulo 2.

Tal como concluíamos respecto a la estructura del Espacio Existencial: 1.º) los esquemas to-
pológicos (centros, fronteras y regiones) definían y acotaban el espacio tematizado (escenario de
situación) del lugar, mientras que las direcciones, hitos y la concatenación y conexión de centros
(ahora subespacios) establecían el espacio tensado (recorrido ritualizado); y 2.º) en la articulación
de la obra con el entorno, junto a otros elementos (el apoyo y el alzado), intervenían una serie de
elementos de interconexión: a) las aberturas, como expresión de la vinculación y diálogo entre el
interior y el exterior con base en el acercamiento del entorno mediante las vistas (ventanas) y la ac-
cesibilidad (puertas), y b) las transiciones, como expresión de la ligazón entre obra y entorno, tanto
en el sentido de acentuar la accesibilidad a la obra (pórtico), incorporar el entorno a la obra (jardín),
prolongar la obra hacia el entorno (terraza) o como el de establecer un espacio que es cobijo y pro-
yección (porche).

Por tanto, la estructura interna de un centro (esa concatenación y conexión de subespacios)


es un recorrido ritualizado compuesto por escenarios. En apartados anteriores hemos ido estable-
ciendo las relaciones (topológicas y perceptivas) entre las necesidades existenciales y diferentes
tipos de escenarios, es decir, instancias del esquema topológico centro; ahora es el momento de
88 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

establecerlas con el propio recorrido (sobre las que se pueden aplicar las relaciones genéricas
identificadas con el esquema topológico dirección), un recorrido cuyo ámbito ya no es el de la
aproximación al centro (esa tensión relacional entre dirección y centro), sino el de la conexión
interna de sus subespacios y, por tanto, su naturaleza se plasma en los diferentes tipos de relacio-
nes de conexión (adyacencia, continuidad visual, barrera, accesibilidad) que se pueden establecer
entre estos y los arquetipos topológicos que generan ciertas combinaciones de subespacios y re-
laciones. Todo ello cualificado por los propios atributos de esos subespacios, que pueden reducir,
fortalecer e incluso transformar el carácter de dichos arquetipos topológicos.

Por tanto, el análisis de las relaciones que se establecen entre las necesidades existenciales y
los arquetipos topológicos lo desarrollaremos respondiendo a las dos siguientes cuestiones: 1.ª)
¿qué arquetipos topológicos responden de forma más adecuada a cada necesidad existencial?
(emparejamientos de recorridos candidatos); y 2.ª) ¿cómo reducen, fortalecen o transforman di-
cha adecuación los parámetros topológicos de los subespacios que participan en el arquetipo
topológico? (emparejamientos de recorridos finales, variaciones y excepciones).

a) En referencia a la necesidad existencial de estar dentro, ese estar protegido en un interior


de un exterior, la percepción de un espacio protector interno de un centro se plasma, a nivel de
recorrido, en una sucesión de capas de protección (la concha de la caracola de Bachelard), en-
tonces, 1.º) el arquetipo topológico que responde de forma más adecuada a estar dentro es el de
Anidación, siempre que 2.º) cada subespacio de la serie muestre esa protección mediante la so-
lidez de su límite, pero, principalmente, mediante una clausura por diferenciación con muy bajo
grado de “permeabilidad”; las variaciones que van aumentando el grado de permeabilidad van
reduciendo paulatinamente esa sensación de protección llegando en el caso extremo a una nuli-
dad de dicha protección; b) en referencia a la necesidad existencial de pertenecer a un lugar, ese
punto de referencia y foco de concentración, la percepción de un espacio de referencia interno de
un centro en su recorrido se apoya en que exista un subespacio meta a nivel global del centro, un
subespacio central al que acudan el resto de subespacios o que el propio centro esté configurado
por un conjunto de subespacios percibidos como una única unidad no fragmentada, por tanto, 1.º)
los arquetipos topológicos que mejor responden a un pertenecer a un lugar son una sucesión clara
de Espacios Intermedios orientados a un subespacio “meta” (que podría remarcarse mediante la
aplicación de la Anidación a ese “sub-espacio” final) y que en dicha secuencia de subespacios in-
termedios no se presenten bifurcaciones que desvirtúen la tensión entre origen y meta; la presen-
cia de un inverso del Espacio Distribuidor (al que podríamos denominar Espacio Concentrador),
es decir, un subespacio que es meta y directamente accesible por un subconjunto de subespacios;
o la combinación de Espacios de Transición, Intermedios y Anidados en conexión con un Espa-
cio Distribuidor, siempre que 2.º) la continuidad visual entre cada subespacio intermedio de la
secuencia permita anticipar la meta final o el subespacio concentrador, y gran parte del resto de
los subespacios cercanos sean perceptibles desde cualquiera de los subespacios adyacentes, o la
continuidad visual entre cada subespacio de la configuración permita una percepción unitaria con
base en la clara identificación del límite del agrupamiento o racimo (planta abierta); c) en refe-
rencia a la necesidad existencial de estar en relación con el cielo (los divinos), ese aislamiento de
las distracciones terrenales en pos de alcanzar una concentración espiritual, la percepción de un
espacio aislado, secreto y privilegiado se puede alcanzar mediante 1.º) el arquetipo topológico de
la Anidación, siempre que 2.º) ese subespacio final de la serie muestre ese hermetismo mediante
la solidez de su límite, pero, principalmente, mediante una clausura por diferenciación con muy
bajo grado de permeabilidad; d) con relación al existenciario “procurar por”, ese espacio social
que invita a los otros, la percepción de ese espacio de abertura se obtiene mediante 1.º) el arque-
tipo topológico de la Transición, siempre que 2.º) la continuidad visual entre el espacio exterior
y el sub-espacio interior se obtenga a partir del sub-espacio de transición, bien mediante una
clausura por diferenciación con alta permeabilidad, o un establecimiento de frontera mediante
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 89

barreras fácilmente accesibles (cambio pequeño de gradiente de altura entre los planos base); e)
en referencia al existenciario “encontrarse”, ese estar angustiado por no tener un lugar (situación)
en un mundo al que uno ha sido arrojado, la percepción de la ansiedad de un espacio no orientado
se obtiene mediante la ausencia de hitos y de secuencias origen-meta o la presencia de recorridos
cíclicos (reinicios) o de bifurcaciones sin preferencias, entonces, 1.º) la bipolaridad exterior-
interior sin estructura secuencial interna responde adecuadamente a esa pérdida de situación,
una secuencia de subespacios intermedios formando un bucle responde adecuadamente a esa
temporalidad cíclica del reinicio, y una agrupación de subespacios de distribución a esa navega-
ción a la deriva sin indicios ni señales, siempre que 2.º) se reduzca la continuidad visual entre
los subespacios intermedios y los subespacios conectados y entre los subespacios de distribución
y los subespacios meta, así como una total ausencia de acento (cualquier tipo de protagonismo)
de alguno de los elementos de interconexión (aberturas) impidiendo cualquier preferencia de se-
lección o anticipación de la meta; f) en referencia al existenciario “comprender”, esa aceptación
del advenir de la muerte y búsqueda de una vida auténtica, la percepción de esa eliminación de
cualquier continuidad se cosifica en la ruptura imprevisible y palpable de cualquier trayectoria
tensada entre origen y meta, siendo 1.º) su representación más adecuada la combinación de una
secuencia de sub-espacios intermedios (trayectoria clara) con el impedimento de la accesibilidad
a un subespacio aislado o anidado (meta negada), siempre que 2.º) esté presente una clara conti-
nuidad visual entre la secuencia y la meta y un impedimento de la accesibilidad por clausura por
distinción o barreras de la meta.

3.5 La percepción del entorno

La cuarta relación que identificamos y debemos analizar es: ¿cómo se materializa y percibe el
entorno (dominio) como región en el espacio existencial?

Según Norberg-Schulz (1975: 27-29), el concepto topológico de región se interpreta como


un terreno relativamente sin estructurar en el que lugares y caminos aparecen como elementos
importantes. Su función es la de unificar y hacer coherente el espacio existencial, y el mecanismo
de toma de posesión del mundo circundante implica la estructuración del entorno en regiones por
medio de caminos y lugares.

Lo primero que debemos realizar, de cara a no generar confusiones en el vocabulario utili-


zado, es un cambio de nomenclatura, ya que el concepto región lo llevamos utilizando ya para
definir un área del espacio que es conexa (lo que permite un movimiento libre en su interior),
rodeada por una frontera (lo que la dota de un carácter cerrado abierto, estableciendo un interior
y un exterior), que nos permite definir topológicamente un centro. Entonces, de ahora en adelante
utilizaremos la palabra entorno (o dominio) para expresar ese fondo en el que se ubican, y sobre
el que resaltan, nuestros centros y caminos, que muestra principalmente una percibida homoge-
neidad, basada esencialmente en esa textura (Lynch, 2001: 86) determinada por las condiciones
sociales, actividades, clima…, un contexto en el que se ubica, y con el que dialoga (acertadamen-
te o no), cualquier centro.

3.5.1 Parámetros de la percepción del entorno

La percepción del esquema topológico entorno se apoya en los elementos masa y superficie
límite de los diferentes centros que lo componen y de los elementos superficie límite de los ca-
minos que los conectan.
90 La expresIvIdad deL espacIo exIstencIaL

En el análisis de dichos elementos “masa” y “superficies límite” debemos tener en cuenta los
siguientes parámetros (Millán, 1981: 29-31; Norberg-Schulz, 1998: 86-90):

• Parámetros Topológicos: son aquellos parámetros de la topología que permiten identificar


aquella “región” del espacio (“entorno”) en la que el habitante tiene su situación (de “cen-
tros” y “caminos”) y sobre la que se puede establecer una relación de pertenencia, y diferen-
ciación, respecto a una totalidad mayor (el mundo circundante).

• Parámetros Perceptivos: son aquellos parámetros de la percepción de los elementos masa


y “superficie límite” que permiten identificar dicha “región” como “fondo” y como elemen-
to “homogeneizador”, es decir, que lo convierten en un elemento contextual de los “centros”
particulares que identificamos y, al mismo tiempo, presenta un carácter relacional de seme-
janza entre todos ellos, estableciendo así cierta unidad de conjunto.

Respecto a los parámetros topológicos, debemos tener en cuenta aquellos que permiten identi-
ficar una “región” del espacio como diferenciada, es decir, que debe ser “conexa” y así permitir un
movimiento libre por su interior. Para que se pueda establecer una relación de pertenencia respecto
a una totalidad mayor debe poseer una “frontera” que puede, o no, presentar dos series convergen-
tes estableciendo su “límite”, en cuyo caso deberemos tener en cuenta los elementos “masa” sobre
los que podremos especificar su “espesor”. Dependiendo del grado de abertura del “límite” podre-
mos hablar de “clausura” mediante “diferenciación” (abertura variable entre elementos “masa”) o
mediante “distinción” (abertura nula de elementos “masa”). De ello, para que una “región” se esta-
blezca como un “entorno” deberá: a) poseer múltiples “centros” conectados entre sí por “caminos”;
y b) poseer una “frontera”, un “límite” o una “barrera” (natural o artificial) que aísle parcialmente
y comunique (con “clausura” mediante “diferenciación”) sus elementos internos (“centros” y “ca-
minos”) con el mundo circundante.

Respecto a los parámetros perceptivos, para que una “región” del espacio se identifique ex-
ternamente como un “entorno” debemos apoyarnos principalmente en las siguientes leyes de la
Gestalt: 1.ª) Ley de Proximidad, por la que generamos agrupaciones a partir de elementos cercanos
y aislados del resto (elementos “masa” de los “centros”); 2.ª) Ley de Semejanza, por la que gene-
ramos agrupaciones a partir de elementos que comparten características formales (elementos masa
de los centros); y 3.ª) Leyes de Cierre y Completación, por la que identificamos como cerrada una
“región” a partir de elementos que no presentan una clausura total (elementos de un “límite” o
“barrera”).

De todo lo anterior podemos establecer que la potenciación de la percepción externa de un


entorno con base en los elementos masa y superficie límite de los centros que lo componen y de
los elementos superficie límite de las direcciones que los conectan se obtiene: a) en referencia a la
necesidad existencial de estar dentro, siendo el espacio protector mediante el aumento de la resis-
tencia al exterior y la solidez, disminución de los grados de abertura y permeabilidad de los ele-
mentos masa que lo acotan (límites o barreras) con una clausura por diferenciación (debe permitir
la comunicación con el mundo circundante), aumentando así la sensación de anidación (p. ej.: la
ciudad amurallada o la ciudad acotada por elementos topográficos); y b) en referencia a la nece-
sidad existencial de pertenecer a un lugar (siempre uno físico y real), siendo el espacio unificador
mediante el aumento de la proximidad y semejanza de los elementos masa de los centros que lo
componen (Fig. 3.18).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 91

El pueblo de Positano

Figura 3.18: Potenciación de pertenencia a un lugar de un entorno.


4 La concreción del Espacio Existencial

Una vez identificadas las Necesidades Existenciales (Capítulo 1), la ubicación y relaciones que
se establecen entre el Espacio Existencial y los diferentes aspectos con que se tratan el Espacio, la
estructura del Espacio Existencial (Capítulo 2) y los medios y mecanismos de representatividad de
dichas Necesidades Existenciales con base en los Esquemas Topológicos y Perceptivos del Espacio
Existencial (Capítulo 3) debemos: 1.º) identificar y delimitar cuál es la función que la Arquitectura
debe cumplir como materialización del lugar e identificar los elementos del Espacio Arquitectónico
que permiten alcanzar dicho propósito, relacionándolos con los diferentes Niveles (aspectos) del Es-
pacio; 2.º) identificar principalmente los diferentes elementos topológicos del espacio arquitectónico
(Espacio y Orden) y las interacciones que se establecen entre ellos, y, complementariamente, aquellos
elementos perceptivos que los cualifican, y 3.º) establecer, con base en una Secuenciación de Apro-
piación, los mecanismos de Concreción en el Espacio Arquitectónico de los Esquemas Topológicos y
Perceptivos del Espacio Existencial.

Para explicitar los elementos y relaciones indicados, utilizaremos la metodología de modelado del
nivel de conocimiento de Sistemas Basados en el Conocimiento (SBC) CommonKADS (Schreiber y
cols., 1999), orientando dicho modelado a la Tarea de Interpretación, lo que nos permitirá identificar
el conocimiento relevante, y establecer la estructuración de dicho conocimiento en un conjunto de
subtareas e inferencias; cuya utilidad a corto plazo será guiar el proceso de Minería de Datos sobre
casos reales, de cara a precisar los conceptos, atributos y, principalmente, los valores de las reglas que
se aplican en las inferencias.

4.1 Los elementos del Espacio Arquitectónico y el Espacio Existencial

4.1.1 Reflexión acerca de la Arquitectura como “lugar”

La cuarta reflexión que nos debemos plantear es acerca de: ¿cuál es la finalidad de la Arquitectura
a nivel existencial? Por tanto, para poder enlazarlas con el razonamiento que hemos seguido en los
capítulos anteriores, nos interesan aquellas definiciones que muestran claras relaciones entre Arqui-
tectura y “lugar”.

Según Masiero (2003: 19-20), Solà-Morales y cols. (2000: 15), etimológicamente, la palabra Ar-
quitectura deriva del griego architektonía, que es la conjunción de archi-, partícula que denota supe-
rioridad, excelencia, y tektonía, que denota construcción. Arjé es lo que se impone por principio, por
evidente, lógico y elemental; mientras que tektón se relaciona con técnica, tectónico, tejido, construir
y edificar. Por tanto, Arquitecto es aquella persona (con poderes mitológicos y lógicos) que determina
las bases y los principios para construir cosas excelentes y fundamentales, cosas mediante las cuales
el hombre habita la tierra.
94 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

Por otro lado, según Azara (2005), el lugar es un espacio acotado. Lo que lo acota, cualifica, me-
tamorfosea un espacio sin vida en uno habitable es la Arquitectura. La Arquitectura encarna una idea
sobre la tierra, el viaje que hasta entonces era a la deriva adquiere ahora una meta, y la vida que hasta
entonces estaba en un permanente presente se carga de pasado y de futuro. El viajero se instala, se apo-
senta. Al habitar, el lugar se materializa. Adquiere todo aquello de que lo fugaz carece: la permanencia
del ser. Edificar conlleva ser consciente de la propia mortalidad, de la finitud. Hacer Arquitectura es
hallar un lugar, convertir un sitio inhóspito en un lugar donde descansar del viaje, pero al mismo tiempo
crea un lugar donde nacer, vivir y morir.

Siguiendo este hilo conductor, Morales (1999: 154-167) expone que el errante no sigue un camino,
sino que, más bien, no lo halla. El hombre yerra en lo indeterminado, aquello carente de huellas, lími-
tes o referencia. Por tanto, vagar por lo desconocido implica el peligro de exponerse. En la vastedad
del mundo, el hombre se transforma de vagabundo a sedentario para ser centro de lo existente creando
un sitio (lo conocido) desde donde percibir (y organizar) el entorno; de esta manera, el hombre se
convierte en dominador y en ser situado, porque la vastedad del mundo es vaciedad y es desolación.
Ante la zozobra que experimenta el hombre ante lo desconocido, la Arquitectura le permite obtener
un sitio distinguible, aclarado, y pasar del tránsito al hábito y anticipar el futuro proyectándolo. La
Arquitectura conforma el estar (establecerse por estabilidad) del hombre activándolo, es decir, le obli-
ga a constituir lo que antes no había, los lugares (obras artificiales integradas en el entorno) que son
centros de convergencia hacia los que él se enfoca (porque los tiene en mira como origen y siempre
retorno).

La Arquitectura (Morales, 1999: 168-180) es la creación fáctica del mundo que, mediante los centros
y los hitos, establece las referencias; y, mediante las barreras y los límites, establece las protecciones.
La Arquitectura es la mediación que requiere el hombre para estar en el mundo; la esencia del construir
radica en el habitar, cuya esencia consiste en personificar (el hombre aparece como un ser retraído y con
intimidad que comunica su mundo a través de una máscara encubridora y reveladora), es decir, le per-
mite ser para sí y estar con los demás. Ese personificar es similar a lo que Hall (1973: 165) denominaba
“dejar caer la careta” y “ser uno mismo”.

Entonces (Morales, 1999: 127-129), la Arquitectura pertenece al mundo de lo hecho con determi-
nada finalidad, pero la Arquitectura no es espacial porque está en el espacio (ese espacio geométrico e
infinito de la ciencia), sino porque configura lo espacial mediante la materia, un espacio que no es homo-
géneo, es fenoménico y pragmático, apreciable en sus modalidades y accidentes, es un espacio vivido.
Si la Arquitectura ocupa espacio es porque le da determinada ocupación, de manera que la Arquitectura
no es espacial porque está en el espacio ni porque lo configura, sino porque hace surgir en él cualidades,
hace nacer un espacio tematizado (legible y comunicable en su propósito).

En esta misma línea argumentativa, Rasmussen (2007: 15-32) define la Arquitectura como un arte
funcional que delimita el espacio para que el hombre pueda habitar en él, y crea el marco (escenario) de
su vida. La Arquitectura se compone de formas moldeadas en torno al ser humano para vivir en ellas y
no solo para mirarlas; ordena el entorno del hombre para establecer relaciones entre ambos. Y (Purini,
1984: 39) nos dice que la finalidad de la Arquitectura es expresar, a través del construir, el sentido del
habitar del hombre en la tierra (una promesa de felicidad) (no nos sorprenden las semejanzas con Hei-
degger y Botton).

Según Zevi (1998: 31-32), el espacio es el protagonista de la Arquitectura, ya que es el ambiente,


la escena en la cual se desarrolla la vida del hombre. Y según Araujo (1976: 76), la Arquitectura es una
experiencia espacial que facilita las diferentes necesidades existenciales en equilibrio.

Según Roth (1999: 1), la Arquitectura no es mero cobijo, es la crónica física de las actividades
y aspiraciones humanas. La Arquitectura debe permitir un uso pragmático, manifestar su uso y sa-
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 95

tisfacer las necesidades de sus habitantes (Roth, 1999: 11-17). Según Saldarriaga (2002: 3-9), la
Arquitectura está íntimamente vinculada a las experiencias vitales y la articulación de sus espacios
no es fortuita, se relaciona con la secuencia se dichas experiencias. Habitar es la afirmación de la
vida en el espacio, la Arquitectura tiene un carácter profundamente existencial porque habitar impli-
ca el desarrollo de hábitos. La Arquitectura es la interpenetración del ser y el mundo construido, y
su experiencia no es un hecho empíricamente observable, sino un fenómeno (percepción, memoria,
imaginación, emoción).

Según Unwin (2003: 13-17), la Arquitectura, como actividad, se puede entender como la orga-
nización conceptual de un edificio, agrupación de edificios, ciudad…, cuyo fin es fundar un lugar.
Su núcleo generador es la identificación del lugar, una identificación colectiva de algo que no es una
mera abstracción, sino que forma parte del mundo real realizado por y para las personas (a diferencia
de otras artes), personas que tienen necesidades prácticas, que realizan actividades y que son capaces
de modelar su mundo.

Según Van de Ven (1981: 40), la superficie de la tierra en la que habita el hombre constituye la
unidad limitada en la que tiene que encontrar un lugar. Según Muntañola (1974: 55), el lugar es un
constante y triple encuentro entre el mundo externo, uno mismo y los demás.

Y, por último, según Montaner (1998: 32, 38), los conceptos de espacio y lugar son claramente
opuestos, el primero es ideal, teórico, genérico, indefinido y abstracto, mientras que el segundo es
concreto, empírico, existencial, articulado y marcado por todos sus detalles. La idea de lugar se dife-
rencia de la de espacio por la presencia de la experiencia, experiencia del entorno mediante el cuerpo
y proceso fenomenológico de la percepción.

Por tanto, la Arquitectura, desde un punto de vista existencial, es ese conjunto de cosas (formas
artificiales que delimitan y configuran lo espacial que es vivido) que le permiten al hombre estar
localizado en un sitio distinguible y diferenciado del entorno (para reducir la angustia de ese estar
arrojado a la deriva frente a lo inhóspito y esa desolación frente a la inmensidad infinita), con el que
se identifica (ese pertenecer a un lugar) y a donde se enfoca (porque siempre es origen y posibilidad-
felicidad de retorno). En él que se instala para habitarlo (esa manera de estar en la tierra), para trans-
formarlo y materializarlo en un lugar, que es escenario (mediante la repetición, el desalejamiento y
el “direccionamiento” que facilitan el hacerse a uno y lo convierten en un espacio tematizado), y es
fundación de sentido (por el “encontrarse” y el “comprender” propios que lo convierten en un espacio
tensado). Un lugar que debe estar acotado (la protección de ese sentirse dentro), ser organizador (de
su microcosmos) y estar profundamente integrado en el medio natural (que es ese permanecer a buen
recaudo sobre la tierra) que debería ser especial (favoreciendo el reinicio). Un lugar que debe ser cen-
tro (espacio de acción que abriga el crecimiento de uno mismo y los suyos) y que debe ser dialógico
(con la tierra y los otros).

Bajo el paraguas de esta acepción no encuentran cobijo arquitecturas que tan solo son vivenciadas
superficial o esporádicamente, entre las que encontramos aquellas que podríamos calificar como es-
pacios mediáticos (p. ej.: museo de ciencia), o no lugares (p. ej.: aeropuerto) (Montaner, 1998: 45-48),
ya que no permiten ni la repetición, ni el desalejamiento, ni el “direccionamiento”, impidiendo que se
hagan a uno. Quizás podrían hallar su sitio especial los denominados espacios virtuales (p. ej.: Second
Life) (Montaner, 1998: 48-52), pero entraríamos en el mundo de la virtualidad y sus desdoblamien-
tos vivenciales correspondientes, tema que va más allá del alcance de este proyecto. Es el espacio
arquitectónico (y su contexto) de la casa, y, en particular, de la cabaña, el arquetipo arquitectónico
a nivel existencial (Bachelard, 2000: 60-69); quizás por eso la cabaña de Heidegger en Todtnauberg
(un espacio de unos escasos 6 x 7 m) refleja su actitud sincera respecto al habitar y el lugar, ese vivir
y quehacer en los que los pequeños lugares y las actividades se encuentran estrecha y profundamente
entrelazados (Sharr, 2008: 105-107).
96 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

4.1.2 Los Elementos del Espacio Arquitectónico como Materialización del lugar

Tal como hemos visto anteriormente, la Arquitectura es la materialización del lugar y la concre-
ción del Espacio Existencial. Por tanto, debemos identificar cuáles son aquellos elementos del Espa-
cio Arquitectónico que permiten dicha materialización y concreción.

4.1.2.1 Los Elementos del Espacio Arquitectónico en los Niveles del Espacio

En el esquema de la Fig. 1, en la que relacionábamos un subconjunto de los Niveles del Espacio


con el Espacio Existencial, identificábamos: 1.º) el Espacio Pragmático como el escenario de las
actividades del hombre (lo a la mano), el “en-torno” centrado relativo a la posición del habitante
en sus diversos desplazamientos y acciones; y 2.º) el Espacio Perceptivo-Psicológico como el es-
pacio percibido y afectivo (lo a la vista), cuya imagen es holística y no puede ser separada de la
experiencia.

Según Roth (1999: 19), la Arquitectura es una estructura física compuesta por una serie de ele-
mentos (muro, columna, pilar, pilastra, dintel, arco, bóveda, cubierta, fachada, pórtico, terraza, puer-
ta, ventana, escalera, rampa…) (Prina, 2009) que configura un espacio físico. Tanto la estructura
física como el espacio físico generado son perceptibles a partir de nuestros movimientos y actividades
(espacio funcional), generando en nuestra memoria un espacio conceptual (Roth, 1999: 47).

Según Moles y Rohmer (1972: 39-51), el hombre lo es en extensión, al percibirla y situarse en


ella. El espacio no es ni isótropo ni neutro, es un campo de valores distribuidos axiológicamente entre
lo próximo (lo más importante) y lo lejano. El muro arquitectónico es ese límite que separa un aquí
de otra parte, es una discontinuidad que hace disminuir necesariamente la importancia de los fenó-
menos que se producen en esa otra parte respecto a los que se producen en el lado interior del aquí, el
centro del habitante (que es más importante, y real, cuanto más se haya existido en él) que es el lugar
de apropiación del espacio, en función del gradiente de discontinuidad perceptiva. El muro arquitec-
tónico es una condensación de la distancia. Esta idea de lugar como centro con base en un límite-fijo
que configura un aquí enfrentado a otra parte se puede, claramente, relacionar con la idea de topos
aristotélica, como receptáculo, contenedor o primer límite inmóvil de lo que envuelve (Aristóteles,
1995: 124-128). El concepto que consideramos más relevante de esta concepción del lugar es esa
inmovilidad del límite, que es lo que hace al hombre sedentario creador de hábitos y vivencias, es lo
que lo hace estar en el mundo.

Entonces, ese espacio funcional es nuestro Espacio Pragmático; ese espacio percibido es nuestro
Espacio Perceptivo-Psicológico; ese espacio físico es el generado por la estructura física de la Arqui-
tectura, pero es la estructura perceptible la que realmente conforma y cualifica el espacio percibido;
y ese espacio conceptual es el esquema abstracto que objetiva el espacio percibido del espacio fun-
cional, es decir, es el Esquema Topológico que nuestra mente utiliza para interpretar (o generar) una
poética del habitar de dicha Arquitectura.

Llegados a este punto, nos planteamos dos cuestiones: 1.ª) teniendo en cuenta la cadena per-
ceptiva (estructura física → espacio físico) → [estructura perceptible → espacio percibido (espacio
perceptivo-psicológico) + espacio funcional (espacio pragmático)] → espacio conceptual (esquema
topológico), ¿qué elementos de la estructura perceptible son los relevantes en este proceso percepti-
vo?; y 2.ª) ¿cuál es el nivel de granularidad (nivel de detalle) que debemos tener en cuenta al analizar
dichos elementos?

Respecto a la 1.ª cuestión, debemos precisar que el par Espacio Pragmático + Espacio Percepti-
vo-Psicológico lo consideramos como la esencia del Espacio Arquitectónico (Garroni, 1975: 96-98)
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 97

(ese elemento espacio de Norberg-Schulz), siempre teniendo en cuenta: a) el juego dialéctico que
establece con la estructura perceptible (esos elementos masa y superficie límite de Norberg-Schulz
que acotan el elemento espacio) mediante el cual se va generando interactivamente la experiencia
de centro y lugar (Meissner, 2000); b) que es esencia porque configura los escenarios del espacio de
acción, y c) la función de generador que cumple respecto al Esquema Topológico que es la unidad
significativa que utilizamos a nivel existencial. Entendiendo Esquema Topológico, no simplemente
como un conjunto de relaciones entre entidades y atributos topológicos, sino como algo que afecta a
nuestra vida a nivel existencial (Araujo, 1976: 72). También debemos tener en cuenta que es esencia
de ese espacio interior del objeto arquitectónico porque es donde suceden los acontecimientos prin-
cipales de su habitante, pero ese objeto también es percibido e interpretado existencialmente desde
el exterior, como elemento masa.

Entonces, debemos seleccionar aquellos elementos de la estructura perceptible (estructura con-


figuradora) que, en combinación con los elementos del espacio percibido (espacio configurado),
cumplen la función de generadores del Esquema Topológico. En las Tablas 4.1 y 4.2 se muestran los
elementos que se consideran relevantes para nuestro propósito, que es una adaptación del modelo
de Meissner (2000: 146-147) con base en el vocabulario de Méndez (2004), Paricio (1999), Prina
(2009).

Estructura Configuradora
Elemento Arquitectónico Descripción
Suelo (Pavimento, Piso) Plano base: revestido (pavimento), cada una de las plantas del edificio (piso)
Muro (Fachada, Pared, Tabique, Tapia, Cerramiento con: posible continuidad espacial y visual (fachada, pared, tabique), discontinuidad
Valla) espacial y continuidad visual (tapia, valla), discontinuidad espacial y visual (pared ciega)
Cubierta (Tejado, Alero, Terraza, Azotea, Cubrimiento: exterior (tejado, terraza, azotea) que se prolonga hacia fuera (alero), interior (techo),
Techo) transitable (terraza, azotea)
Ventana (Ventanal, Ventana, Tragaluz, Ojo Abertura, vano: en muro (ventanal, ventana, ojo de buey) o cubierta (lucernario, buhardilla), conti-
de Buey, Lucernario, Buhardilla) nuidad espacial (cuando no tiene antepecho) y visual que no genera accesibilidad
Puerta (Portal, Puerta, Balcón) Abertura, vano: en muro, accesibilidad al edificio (portal), accesibilidad a terraza (balcón), accesibi-
lidad interna (puerta), continuidad espacial y visual
Rampa, Escalera, Escalerilla, Escalinata, Accesibilidad entre pisos a diferentes alturas, grados de discontinuidad espacial y visual
Ascensor
Elemento Lineal (Columna, Pilar, Pilastra) Soporta a otros elementos, accesibilidad, cerramiento vertical poroso, continuidad espacial y visual
Estancia, Habitación, Cuarto Elemento unitario definido por suelo, muros y cubierta que es percibido como un volumen con aber-
turas
Edificio Elemento global compuesto por un conjunto de masas que es percibido como un volumen con aber-
turas
Tabla 4.1: Elementos de la Estructura Configuradora.

Espacio Configurado
Elemento Arquitectónico Descripción
Espacio externo Región del espacio que rodea al edificio
Subespacio (de Transición, Intermedio, Región del espacio interior al edificio acotado por suelo, muros y cubierta, con orientación y tensión,
Distribuidor, Anidado…) y relaciones con otros subespacios o el espacio exterior, afectado por la forma, la luz, el color y la
textura de la estructura configuradora
Rampa, Escalera, Escalinata, Ascensor Subespacio de accesibilidad entre subespacios interiores o de accesibilidad con el exterior entre
planos base a diferentes alturas (grados de discontinuidad espacial y visual)
Porche, Pórtico, Terraza Subespacio de transición entre los subespacios interiores y el exterior
Tabla 4.2: Elementos del Espacio Configurado.

Respecto a la 2.ª cuestión, la problemática que se nos presenta consiste en establecer adecua-
damente los criterios que nos permitan seleccionar aquellos atributos que podemos considerar re-
levantes para establecer una relación entre el par estructura perceptible + espacio percibido, que lo
son en función de nuestros movimientos y actividades que realizamos en el Espacio Pragmático, y
el Esquema Topológico, que es la unidad significativa a nivel existencial. Para resolverla debemos
previamente aclarar una serie de conceptos que, de alguna manera, nos posicionarán y nos permi-
98 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

tirán establecer dichos criterios para la selección de los atributos que consideraremos relevantes en
este proceso de significación.

El primer concepto que debemos precisar es el de significación, para ello recurrimos a la defini-
ción de Morris (1962: 336), como el proceso por el cual algo se torna signo para alguien (un organis-
mo en la definición original), es decir, el proceso por el cual un objeto adopta un significado en torno
a un grupo social y se convierte así en signo. Por tanto, nuestro objeto es el par estructura perceptible
+ espacio percibido y el significado es de tipo existencial.

El segundo concepto que debemos aclarar es el de signo, para ello recurrimos a la definición de
Peirce (Castañares, 1985: 173), como algo (representamem) que, para alguien [crea en su mente una
idea (interpretante)], representa o se refiere a algo (está en lugar de un objeto) en algún aspecto o
carácter (fundamento).

Por otro lado (Piñón, 1975: 48-51), el sistema de significación lo podemos plantear a partir de dos
dimensiones: 1.ª) la del proceso significación, que se mueve entre dos polos: 1.º) el enfoque relacio-
nal, en el que se entiende la significación como el establecimiento de una relación entre el plano de
expresión y el de contenido, y en el que las unidades significativas (significantes), los significados
y la relación de significación se establecen axiomáticamente, centrándose así en las relaciones de la
significación, y 2.º) el enfoque procesual, en el que se entiende la significación como un proceso de
interacción, mediante el cual cada individuo de un grupo social atribuye un determinado significado
a un significante, centrándose entonces en el proceso (interactivo-social) de generación de la signifi-
cación; 2.ª) los planos del sistema, que se mueve gradualmente entre dos polos: 1.º) plano sintáctico,
en el que se da prioridad a las relaciones sintagmáticas entre las unidades significativas, o 2.º) plano
semántico, en el que se da importancia al significado de cada unidad significativa al margen de las
relaciones sintagmáticas.

Nuestra propuesta se orienta en la primera dimensión en el modelo relacional, ya que lo que nos
interesa es la identificación y selección de aquellos elementos y atributos relevantes del par estructura
perceptible + espacio percibido que afectan al significado del espacio existencial, partiendo del aná-
lisis de la literatura especializada que hemos realizado en los Capítulos 3 y 4. Respecto a la segunda
dimensión, nuestra propuesta se orienta, a este nivel (estructura perceptible + espacio percibido), en
una combinación del plano sintáctico y semántico, ya que los diferentes elementos de la estructura
perceptible se relacionan y combinan para definir elementos más complejos (las ventanas están colo-
cadas en un muro y lo cualifican) que, a su vez, se combinan (los muros, suelo y cubierta se combi-
nan) para definir y cualificar las unidades significativas del espacio percibido (una habitación de un
edificio se percibe seguro por el espesor de los muros que no permiten la visibilidad a su interior a
causa del tamaño reducido de las pocas ventanas que tiene colocadas) que, unidos, conforman las uni-
dades significativas del nivel existencial (esquemas topológicos), que, a su vez, se pueden combinar y
generar sintagmas con una expresividad (tensional) más compleja. Por tanto, nuestro análisis, en este
nivel, se centra más en la estructura significativa que en el proceso de significación.

Ahora bien, una vez identificadas las unidades significativas de la estructura perceptible que afec-
tan al espacio percibido, ¿qué tipo de sistema de significación forman con los Esquemas Topológicos?
Para responder a esta cuestión debemos analizar los conceptos de denotación y connotación y aclarar,
en todo caso, qué denotan y connotan dichas unidades significativas.

Hjelmslev (1971: 160) define una semiótica connotativa como aquella cuyo plano de expresión es
una semiótica (p.ej.: en una frase, la entonación del emisor puede connotar imposición, súplica… sin
que cambie el nivel denotativo del enunciado). Barthes (1971:91-95) propone el siguiente diagrama
(Fig. 4.1).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 99

Figura 4.1: Diagrama de un sistema connotado.

En el que E es el plano de expresión, C el de contenido y R la relación de significación. El sistema


2 es el sistema connotado respecto al sistema 1, que es el denotado. Por tanto, el sistema 1 (plano de
denotación) se convierte en el plano de expresión del sistema 2 (plano de connotación). En un sistema
connotado, los significantes de la connotación (denominados connotadores) están constituidos por signos
(significantes, significados y significaciones) del sistema denotado y los significados de la connotación
suelen ser globales y difusos, su forma (en el sentido hjelmsleviano) es una ideología.

En Arquitectura, Eco (1986: 257-261) define el signo arquitectónico como un significante (el objeto
de uso) cuyo significado denotado es la función que este hace posible (por inferencia de uso, por hábitos
adquiridos, por los sucesivos “conformarse con… para”), ya que la tectónica de la Arquitectura (nomen-
clatura de Scalvini) se puede entender como un sistema cuya finalidad básica no es comunicar sino posi-
bilitar un conjunto de funciones (Tudela, 1980: 150). Aun así, se ha de tener en cuenta que los atributos
propios del significante (p. ej.: una ventana pequeña de alabastro) connotan una ideología (aislamiento de
lo terrenal). Sin embargo, como el mismo Eco (1986: 262-263) afirma más adelante, el signo arquitec-
tónico puede presentar múltiples connotaciones siendo cada vez más difícil determinar si su naturaleza
connotativa (esa función simbólica) es menos funcional que su denotación. Mukarovsky (1977: 173)
plantea, de forma parecida a Eco, que las premisas de una función son su uso habitual, colectivo y con-
sensuado. Piñón (1975: 95) critica esta identificación cerrada de la denotación del signo arquitectónico
con la función, precisando que tan solo es una opción originada en el terreno de la teoría arquitectónica
funcionalista.

Desde nuestro punto de vista, esa opción funcionalista es, ni más ni menos, un sistema de significantes
y significados denotados que, definido por uso, axiomáticamente, o por consenso social (ahora el proceso
de significación no es lo más relevante) coincide con nuestro Espacio Pragmático (p. ej.: una puerta cum-
ple la función de accesibilidad deliberada y permeable), y es un sistema de signos principalmente indéxi-
cos (algunos autores los denominan indiciales o simplemente índices). En Arquitectura, un índice es un
signo que presenta una relación causal (existente) entre el significante y el significado (Broadbent, Bunt y
Jencks, 1984: 111-112), relación generada por el uso, en un grupo social determinado, a nivel pragmático,
que suele continuar en el tiempo (p. ej.: una ventana indica visibilidad). Utilizando el modelo de Peirce
(Castañares, 1981: 193-195), un índice es un signo individual que se refiere a un objeto por el que está
afectado, por tanto, es factual. En Arquitectura todo índice es genuino (la relación es causal y existencial).
Según Bense y Walther (1975: 84), un índice guarda una relación directa, causal y real con su objeto, un
objeto determinado, singular y dependiente del lugar y del tiempo. Ya hemos mencionado a algunos au-
tores que han criticado el enfoque funcionalista en la denotación del signo arquitectónico, desde nuestro
punto de vista, estas posturas se apoyan en una visión monotónica acerca del concepto de denotación, y en
una identificación excluyente de la significación arquitectónica como sistema convencional. Retomando
a Peirce y Deladelle (Castañares, 1981: 185; Rodríguez, 2003: 113), todo signo produce un hábito y es
ese hábito el que permite que un interpretante se convierta en una regla de actuación; en este contexto, el
hábito es una descripción de la clase de acción a la que da lugar el signo, es decir, un interpretante diná-
mico que se convierte en tendencia a causa de las sucesivas reiteraciones de la clase de acción provocada,
permitiendo actuar de manera semejante ante las mismas circunstancias en estados futuros, es decir, con-
virtiéndose en un interpretante final. Por tanto, la denotación del signo arquitectónico con base en la fun-
ción tan solo es una de las muchas denotaciones posibles, aunque adecuado para un análisis del Espacio
100 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

Pragmático; y el hábito es el que transforma el interpretante dinámico de un índice en interpretante final,


no convencional, sino, como diría Heidegger, el índice ha adquirido su sitio haciéndose a uno.

Por tanto, en un primer nivel, que podríamos denominar Constructivo (Tectónico, siguiendo el modelo
de Scalvini), disponemos de un conjunto de elementos de la estructura perceptible que presentan una serie
de rasgos (cualidades). Estos elementos pueden ser tratados de diferentes maneras: 1.ª) como signo tipo
índice de un Espacio Pragmático (p. ej.: una puerta indica accesibilidad) y, por tanto, transportable al nivel
Topológico, y 2.ª) como parte estructural (un sintagma de la estructura perceptible genera un elemento del
nivel Topológico) de un elemento del Espacio Topológico (p. ej.: unos muros, suelo y cubierta definen un
recinto: centro o subespacio). Pero no debemos presuponer que cada elemento (significante) de la estruc-
tura perceptible solo puede estar emparejada (denotar) con una sola función pragmática (significado); con
el tiempo y el uso (del habitante), a esa función primaria (denotada) se le agregan otras (es lo que Venturi
[1974] denomina la doble función), aunque tampoco podemos limitarnos a dos funciones, en realidad
pueden surgir múltiples, dependiendo del usuario y del uso en el tiempo (Muntañola, 1998; Unwin, 2003),
(p. ej.: esa escalera a la que Eco asignaba tan solo la función de subir también puede ser utilizada para sen-
tarse), por tanto, debemos identificar todas las funciones pragmáticas, las emparejadas con cada elemento
arquitectónico. Haciendo un paralelismo con la semántica estructural de Bernard Pottier, podríamos decir
que la escalera (que es el propio elemento de la estructura perceptible) es un significante del plano de la
expresión relacionado con un significado pragmático, cuyo semema (unidad de significado en un contexto
determinado) está compuesto por el conjunto de semas (rasgo semántico pertinente): subir, sentarse, so-
porte para macetas… (Gutiérrez, 1981: 181).

Por otro lado, los rasgos de dichos elementos de la estructura perceptible cualifican los elementos del
Espacio Topológico derivado (tanto por ser unidad como parte estructural). Podemos tratar dichos rasgos
desde dos enfoques diferentes: 1.º) desde la Semiótica de la Significación, como los elementos del plano
de expresión de un sistema connotado, es decir, aquellos atributos de los elementos de la estructura física
(nivel tectónico según Scalvini [Tudela, 1980: 149]), que transforman los signos del Espacio Topológico
en signos connotados (Tudela, 1980: 156), concepción que nos es útil para una Tarea de Interpretación,
o 2.º) desde la Semiótica de la Comunicación, como los indicios intencionales (signos indéxicos que son
manipulados por el emisor para comunicar, mientras que el receptor no los percibe como comunicación
intencionada, sino como simples indicios) que el arquitecto utiliza para manipular cada elemento de la
estructura física de manera que el Espacio Topológico generado (y connotado) se perciba según sus prefe-
rencias (Bonta, 1977: 39-41), concepción que nos es útil para una Tarea de Diseño.

Por tanto, nuestro propósito es modelar, a nivel de conocimiento, la Tarea de Interpretación, apoyada
en aquellos elementos, atributos y relaciones relevantes de los niveles que van desde la estructura física al
espacio topológico percibido, tal como se muestra en la Fig. 4.2.

identifica los elementos de


configura
Estructura Espacio
Física Físico

es para el usuario
es para el usuario

cualifica
Estructura Espacio Espacio
Perceptible Percibido Pragmático

genera

genera
Esquema Topológico Esquema Existencial

Figura 4.2: Relaciones entre la estructura física, espacio físico, estructura perceptible, espacio
percibido, espacio pragmático y esquema topológico existencial.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 101

4.2 El Modelado de la Tarea de Interpretación

En este apartado y sus correspondientes subapartados proponemos el modelado de la Tarea de


Interpretación basada en la metodología CommonKADS (Schreiber y cols., 1999). Debemos acla-
rar que la tarea que se propone no pertenece a ninguna librería de plantillas de tareas predefinidas,
estas son las de: clasificación, diseño por configuración, síntesis, evaluación, diagnóstico, monito-
rización, planificación, asignación (Schreiber y cols., 1999: 129-165). Por tanto, la Estructura de la
Tarea, Diagrama de Inferencias y Esquema del Dominio han tenido que ser diseñadas, de cero y ex
ante (Hertzberg y Thiébaux, 1994), utilizando el método de fuera a dentro, es decir, comenzando
en paralelo con el Conocimiento de la Tarea y el Conocimiento del Dominio (Schreiber y cols.,
1999: 178).

4.2.1 La Ingeniería del Conocimiento

Para nuestro propósito, primero debemos definir lo que es la Ingeniería del Conocimiento (IC).
Si consultamos a Palma y cols. (2000), nos dirigimos hacia el campo de los sistemas computacio-
nales mediante la secuencia: conocimiento → sociedad del conocimiento → nuevas tecnologías →
informática; que nos lleva a la definición de la Ingeniería del Software (IS).

La aplicación de una aproximación sistemática, disciplinada y cuantificable al desarrollo, fun-


cionamiento y mantenimiento del software; en otras palabras, la aplicación de la ingeniería del
software (IEEE, 1999).

Según Palma y cols. (2000), si establecemos un pequeño paralelismo entre la IS y la IC, podría-
mos concluir que si en la IS el elemento central es el software, en la IC el elemento central es el
software con conocimiento. Pero ¿qué entendemos por software con conocimiento?

Una rápida consulta nos lleva al término Sistema Basado en el Conocimiento (SBC), que se
puede definir como: un sistema software capaz de soportar la representación explícita del conoci-
miento de un dominio específico y de explotarlo a través de los mecanismos apropiados de razona-
miento para proporcionar un comportamiento de nivel alto en la resolución de problemas (Guida y
Tasso, 1994). Por tanto:

La Ingeniería del Conocimiento (IC) es la disciplina tecnológica que se centra en la aplica-


ción de una aproximación sistemática, disciplinada y cuantificable al desarrollo, funcionamiento y
mantenimiento de los Sistemas Basados en el Conocimiento (SBC). En otras palabras, el objetivo
último de la IC es el establecimiento de metodologías que permitan abordar el desarrollo de SBC
de una forma sistemática.

4.2.2 El Nivel de Conocimiento de Newell

Aunque en la década de los 80 la crisis de la Ingeniería del Conocimiento era inevitable, se rea-
lizaron pocos esfuerzos en identificar sus causas principales. El primero que analizó este problema
en profundidad fue Newell (1982). Para Newell se tenía que establecer la diferencia que existe
entre lo que entendemos por conocimiento y su representación, diferencias que en aquella época
no estaban muy claras. El origen de este problema se debía al hecho de que el nivel simbólico era
el más alto en la jerarquía, por lo tanto, el conocimiento y su representación se mezclaban en dicho
nivel. Para resolver el problema, Newell propone la existencia de un nivel adicional al que deno-
mina Nivel de Conocimiento (Tabla 4.3).
102 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

• El sistema en este nivel es un Agente Físico, con un Cuerpo Físico, que le permite interaccionar
con su entorno. Dicha interacción se obtiene mediante la ejecución de acciones.

• Sus componentes son los Objetivos, las Acciones y el Cuerpo de Conocimiento. El Cuerpo de
Conocimiento es como una memoria que contiene todo lo que el Agente sabe en un determinado
instante. El conocimiento nuevo se va añadiendo deduciendo resultados de la ejecución de las
acciones. Los objetivos son partes diferenciadas del cuerpo de conocimiento que definen un deter-
minado estado del entorno.

• El medio lo constituye el conocimiento. Por tanto, el agente procesa el conocimiento que tiene para
determinar qué acciones tiene que tomar.

• La ley de comportamiento está determinada por el Principio de Racionalidad, mediante el cual las
acciones son seleccionadas para alcanzar los objetivos, es decir, el agente selecciona las acciones
que sabe que le llevan a alcanzar los objetivos. Dicho principio establece la conexión entre el co-
nocimiento, los objetivos y el proceso de selección de las acciones.

Agente
Cuerpo Físico Acciones
Cuerpo de Conocimiento Hechos y Reglas
Objetivos Estados (a alcanzar)
Tabla 4.3: Estructura del Nivel de Conocimiento.

Hasta la aparición de este nuevo nivel, se consideraba que el nivel simbólico estaba divido en dos sub-
niveles: uno que era propiamente el nivel simbólico y otro que correspondía con nivel de conocimiento.
La existencia de este nivel se justifica por la Hipótesis del Nivel de Conocimiento:

• Hipótesis del Nivel de Conocimiento: existe un nivel adicional en los sistemas computacionales,
que está situado justo encima de nivel simbólico, que está caracterizado por tener el conocimiento
como medio y el principio de racionalidad como ley del comportamiento.

Hemos de destacar que el Nivel de Conocimiento de Newell no presenta ninguna ley de composición.
Dicha ausencia de estructura es, para Newell, la clave. Ya que el comportamiento del agente se define en
términos de lo que sabe y no en la forma en que se ensamblan sus componentes. Se puede cuestionar di-
cha ausencia pura de estructura, ya que las metodologías de modelado del conocimiento más importantes
dividen el nivel de conocimiento mediante un proceso de racionalidad en dos pasos (Van de Velde, 1993):
a) estructuración del conocimiento en un modelo de nivel de conocimiento; y b) rellenado de dicho mode-
lo mediante el conocimiento. Nuestro trabajo está centrado en el primer paso de dicho proceso.

4.2.3 La Metodología CommonKADS

La metodología que vamos a utilizar para el modelado de la estructura del conocimiento es una de las
más importantes en el ámbito de la Ingeniería del Conocimiento, denominada CommonKADS. KADS
es una metodología completa para el desarrollo de SBC (para ver una comparativa de las metodologías
más importantes de Ingeniería del Conocimiento consultar López [2007: 54-71]), resultado de un traba-
jo que ha durado aproximadamente una década dentro de dos proyectos SPRIT. En sus inicios, KADS
se centraba en el problema del cuello de botella que suponía la Adquisición del Conocimiento, para,
posteriormente, convertirse en una metodología completa para el desarrollo de SBC. CommonKADS
(Schreiber y cols., 1999), nombre que recibe la evolución de KADS, cubre la gestión del proyecto, el
análisis organizacional y los aspectos relativos a la Ingeniería del Software y la Ingeniería del Conoci-
miento relacionados con el desarrollo de un SBC. En la Fig. 4.3 se muestra la evolución histórica de la
Ingeniería del Conocimiento.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 103

Figura 4.3: Evolución Histórica de la Ingeniería del Conocimiento.

CommonKADS se basa en una serie de principios surgidos de la experiencia adquirida en proyec-


tos de Ingeniería del Conocimiento a lo largo de los años. Estos principios son:

• La Ingeniería del Conocimiento no consiste en extraer el conocimiento de la cabeza del exper-


to, pero sí trata de construir diferentes modelos del conocimiento humano.

• Principio del Nivel de Conocimiento: En el modelado del conocimiento, lo principal es su


estructura conceptual, que es independiente de la implementación.

• Principio de Estructura del Conocimiento: El conocimiento presenta una estructura interna


estable, que se puede identificar y analizar a partir de tipos específicos de conocimiento y sus
roles (Lecoeuche, Catinaud y Gréboval, 1996).

• Un proyecto de Ingeniería del Conocimiento se debe gestionar para aprender de las experien-
cias mediante un modelo de espiral, como el propuesto por Boehm (1988).

4.2.3.1 Los Modelos de CommonKADS

El entregable que resulta de la metodología CommonKADS es un conjunto de modelos. Este


conjunto de modelos se puede considerar como los componentes que hacen que un SBC tenga éxito
dentro del contexto de una organización. Para analizar los diferentes aspectos del contexto en el que
se desea implantar el SBC, la metodología ofrece seis modelos agrupados en tres niveles (de Hoog y
cols., 1994) (Fig. 4.4).

Modelo de Modelo de Modelo de


Nivel de Contexto
Organización Tareas Agentes

Modelo de Modelo de
Nivel Conceptual
Conocimiento Comunicación

Modelo de
Nivel de Artefacto
Diseño

Figura 4.4: Conjunto de Modelos de CommonKADS.

• Modelos del Contexto. Responden a la pregunta de por qué desarrollar el SBC en la organiza-
ción. En ellos se detallan las tareas que pueden ser resueltas mediante un SBC, así como los
costes, beneficios e impacto que supondrán en la organización.

• Modelos Conceptuales. Responden a la pregunta de cuál es la naturaleza y estructura del cono-


cimiento y necesidades de comunicación (división del problema y coordinación) involucradas
en la tarea implementada por el SBC. Este nivel, que es en el que vamos a desarrollar el mo-
delado de la tarea de PE, consta de dos submodelos:
104 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

• Modelo de Conocimiento. Este modelo describe en detalle los tipos y estructuras de conoci-
miento que se utilizan para realizar la tarea. El modelo proporciona una descripción a nivel de
conocimiento, independiente de su implementación.

• Modelo de Comunicación. Este modelo describe las diferentes transacciones de conocimiento


que se deben realizar entre los diversos agentes que resuelven la tarea.

• Modelo del Artefacto. Responde a la pregunta de cómo debe ser implementado el SBC en un
sistema computacional y cuál debe ser su arquitectura.

4.2.3.2 El Modelo de Conocimiento

CommonKADS define tres categorías de Conocimiento en el nivel ontológico para el Modelo de


Conocimiento: Conocimiento del Dominio, el Conocimiento de las Inferencias y el Conocimiento de la
Tarea. Para poder describir un SBC en el nivel de conocimiento es necesario especificar los elementos
de conocimiento en cada una de estas tres categorías. En la Fig. 4.5 se muestran los tres componentes
del Modelo de Conocimiento (Schreiber y cols., 1999: 89-90).

Modelo de
Conocimiento

Modelo del Modelo de la Modelo de las


Dominio Tarea Inferencias

Figura 4.5: Componentes del Modelo de Conocimiento.

4.2.3.2.1 El Modelo del Dominio

En el Modelo del Dominio se representa el conocimiento relevante sobre el que se aplican los pro-
cesos de razonamiento (las inferencias de la tarea). Este conocimiento no solo se refiere al conocimiento
particular de la aplicación, sino también al relacionado con las clases a las que pertenece. Por lo tanto, en
esta categoría se especifica el conocimiento estático relevante más importante en el dominio de la apli-
cación. Su estructura es la que se muestra en la Fig. 4.6, sobre la que debemos diferenciar los siguientes
componentes (Schreiber y cols., 1999: 91):

• Esquema del Dominio: es la descripción explícita y sistemática del conocimiento estático del do-
minio de aplicación, relevante para los procesos de razonamiento de la tarea que se está modelando.
Dicha descripción se realiza a partir de los siguientes elementos: conceptos, relaciones y reglas.

• Base de Conocimiento: es la descripción explícita de las instancias de los conceptos, relaciones


y reglas que se han definido en el Esquema del Dominio.

Modelo del
Dominio

Esquema del Base de


Dominio Cocimiento

Conceptos Relaciones Reglas

Figura 4.6: Componentes del Modelo del Dominio.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 105

En este proyecto nos interesa especialmente el Esquema del Dominio del Modelo del Dominio
(Wielinga y cols., 1994), ya que la Base de Conocimiento es una propuesta inicial con base en el
análisis de la literatura (más adelante trataremos este tema). Los diferentes elementos del Esque-
ma del Dominio son (Schreiber y cols., 1999: 92-103):

• Conceptos: un concepto describe un conjunto de individuos que presentan características


similares (se asemeja a los conceptos conjunto, clase o categoría). Un concepto posee
ciertas características que lo diferencian de otros conceptos. Estas características se des-
criben mediante un conjunto de atributos. Cada atributo se especifica mediante su nombre
(identificador) y el dominio de valores que puede tomar (tipo o rango), dicho valor debe
ser atómico (simple) y no puede hacer referencia a otro concepto. Su representación gráfica
se muestra en la Fig. 4.7 (en el ejemplo el atributo Material su dominio podría ser un tipo
de dato simple enumerado, p. ej.: {madera, metal, piedra}). Una de las dificultades en el
modelado del Esquema del Dominio consiste en discernir si un elemento debe ser tratado
como concepto o como atributo, problema que se resuelve averiguando si dicho elemento
es autosuficiente (se debe definir como concepto) o está supeditado a otro (se debe definir
como atributo).

Nombre Concepto Objeto


Atributo 1: Dominio Valores Anchura: Natural
. Profundidad: Natural
. Altura: Natural
. Forma: Tipo Forma
Atributo n: Dominio Valores Material: Tipo Material
Localización X: Natural
Localización Y: Natural
Localización Z: Entero

Figura 4.7: Representación Gráfica de un Concepto.

• Relaciones: una relación establece que entre dos o más conceptos existe algún tipo de
dependencia, es decir, se establece una relación de verdad entre dichos conceptos. Una
relación se define mediante sus argumentos (los conceptos que participan en la relación),
indicando el rol con el que participa cada concepto. Una relación puede ser a su vez un
concepto con sus propios atributos. Una relación puede estar dirigida o no dirigida. Su re-
presentación gráfica se muestra en la Fig. 4.8.

Card relación Card


Nombre Concepto Nombre Concepto

1+ acota 1+
Cerramiento Estancia

Figura 4.8: Representación Gráfica de una Relación Binaria.

Un tipo especial de relación es la de generalización o especialización entre conceptos, es de-


cir, una taxonomía. La semántica relacionada a este tipo de relaciones es semejante a la que se
encuentra en la relación de herencia entre clases de objetos. La regla general especifica que todos
los atributos de un supertipo son heredados por sus subtipos, aunque podamos especificar nuevos
atributos en los subtipos (p. ej.: los conceptos Pared y Tapia son subtipos del concepto Muro, que,
a su vez, es subtipo del concepto Objeto). En la Fig. 4.9 se muestra su representación gráfica.
106 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

Figura 4.9: Representación Gráfica de una Relación Taxonómica (relación ES-UN).

Otro tipo especial de relación es la de composición o constitución, es decir, una mereología. Este tipo
de relación se define mediante la relación TIENE-PARTES en la descripción del concepto compuesto
(la relación inversa es PARTE-DE) cuya cardinalidad por defecto es unitaria, pero se puede ampliar de
forma explícita (p. ej.: una Estancia física está compuesta por uno o más límites [que ya hemos visto
que pueden ser de tipo Muro], uno o más suelos [pueden haber variaciones de altura en diferentes zonas
interiores del recinto], y cero o más cubiertas [puede no estar cubierto el recinto o puede haber cubiertas
planas, a dos aguas…]). Su representación gráfica se muestra en la Fig. 4.10.

Nombre Concepto
Compuesto

Nombre Concepto Nombre Concepto


Constituyente 1 Constituyente n

Estancia

1+ 1+ 0+
Muro Suelo Cubierta

Figura 4.10: Representación Gráfica de una Relación Mereológica (relación TIENE-PARTES).

• Reglas: una regla establece que entre dos o más conceptos del Esquema del Dominio existe
algún tipo de dependencia causal, es decir, se establece una relación de implicación lógica
entre dichos conceptos. En lógica, una regla es un patrón que establece que si el conjunto de
antecedentes son verdaderos se deriva el consecuente, por tanto, una regla nos permite deducir
a partir de valores de los atributos de diferentes conceptos los valores de otros conceptos. Su
representación gráfica se muestra en la Fig. 4.11 (p. ej.: las proporciones de un Límite, que es
un subtipo de Objeto Topológico, pueden generar un concepto existencial [fragilidad, protec-
ción, espiritualidad, terrenal…]).

Card regla Card


Nombre Concepto Nombre Concepto

Tipo Regla

se percibe como 1+
Límite Percepción Existencial

Regla de Percepción

Figura 4.11: Representación Gráfica de una Regla.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 107

4.2.3.2.2 El Modelo de las Inferencias

Hasta aquí hemos definido el conocimiento estático, ahora nos toca definir el proceso de razonamiento
que se aplica al Esquema del Dominio, que es el Modelo de las Inferencias (Schreiber y cols., 1999: 105-
112). Sus componentes son los que se muestran en la Fig. 4.12. Una inferencia es el elemento más básico
de procesamiento del conocimiento, un mecanismo de razonamiento básico que se define funcionalmente,
es decir, su estructura interna de control es irrelevante para su modelado.

• Inferencias: una inferencia, a nivel funcional, es la definición declarativa de la relación entre las
entradas y salidas de un proceso básico de razonamiento. Dicho proceso hace referencia al conoci-
miento estático del Esquema del Dominio de forma indirecta, mediante los denominados Roles de
Conocimiento, que son etiquetas abstractas que indican el papel que juegan dichos componentes
del Esquema del Dominio en dicho proceso básico de razonamiento. Puede haber dos tipos de ro-
les: 1.º) Rol Dinámico, que es el rol de entrada o salida del proceso de razonamiento, cada llamada
al proceso se aplica a diferentes instancias del rol, y 2.º) Rol Estático, que es el rol de algún com-
ponente del Esquema del Dominio que se utiliza para llevar a cabo el proceso de razonamiento, es
estable (no cambia) en la llamada al proceso. El utilizar los Roles de Conocimiento nos permite
modelar el Esquema del Dominio y el Conocimiento sobre las inferencias en paralelo, además de
disponer de un vocabulario focalizado al propio proceso de razonamiento, independiente del utili-
zado en la descripción del dominio de aplicación. En la Tabla 4.3 se definen los elementos gráficos
en el modelado de inferencias, y en la Fig. 4.13 se muestra su representación gráfica y las relacio-
nes que se establecen con los componentes del Esquema del Dominio (p. ej.: la utilización de la
inferencia Abstraer para obtener las diferentes Percepciones Topológicas, que son Percepciones en
el Esquema del Dominio, que se relacionan con el elemento masa y el elemento superficie límite
de un Cerramiento, que es un Objeto del Esquema del Dominio).

Modelo de las
Inferencias

Diagrama de
Inferencias

Inferencias Funciones de Transferencia

Roles de
Conocimiento

Figura 4.12: Componentes del Modelo de las Inferencias.


Elemento Gráfico Descripción
Un concepto que tiene un rol dinámico de entrada o salida de la
Nombre Concepto
inferencia.
La inferencia.
Nombre Inferencia

El conjunto de tipos de regla que se van a utilizar como rol de


Conjunto conocimiento estático para poder realizar la inferencia.
Tipos Reglas

El arco que indica la conexión de las entradas y salidas (con-


ceptos) de las inferencias. En este caso, se trata de una entrada
o salida de un solo individuo del concepto relacionado con el
arco.
El arco que indica la conexión de las entradas y salidas (con-
ceptos) de las inferencias. En este caso, se trata de una entrada o
salida de varios individuos del concepto relacionado con el arco.
Tabla 4.3: Elementos Gráficos para el Modelado de Inferencias.
108 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

Rol Dinámico de Entrada Inferencia Rol Dinámico de Salida

Cerramiento Abstraer Percepción Topológica

Conocimiento sobre
las Inferencias Modelo Rol Estático
Perceptivo

Asociación

Conocimiento sobre Objeto Regla de Percepción Percepción


el Dominio

Figura 4.13: Representación Gráfica de una Inferencia y sus relaciones con los componentes del
Esquema del Dominio.

• Diagramas de Inferencias: cuando el proceso de razonamiento es más complejo que la utili-


zación de un único proceso básico (inferencia) se utilizan los diagramas de inferencias, que
describen el flujo de conocimiento a través del conjunto de inferencias. No se indica el control
de la ejecución de cada inferencia, estas son tratadas como cajas negras, seleccionadas de una
librería preestablecida. Su representación gráfica se muestra en la Fig. 4.14 (p. ej.: se muestra
la Tarea de Síntesis de Schreiber y cols. [1999: 151]).

Operacionalizar

Composición
Restricciones
Sistema

Seleccionar
Requerimientos Generar
Subsistema

Estructuras
Estructuras Válidas
Candidatas

Preferencias Ordenar

Ordenación de
Preferencias Lista estructuras ordenada
por preferencias

Figura 4.14: Diagrama de Inferencias de la Tarea de Síntesis.

4.2.3.2.3 El Modelo de la Tarea

En CommonKADS, una Tarea especifica la relación entre las entradas y los objetivos (salidas) del
SBC. La especificación de una tarea en CommonKADS se realiza mediante dos componentes:

• Definición de la Tarea: Se especifica el objetivo que debe alcanzar y los roles de las entradas
y salidas (el Qué).

• Estructura Funcional de la Tarea: Se especifica mediante la relación tarea-método la descom-


posición de la tarea en subtareas y el control de ejecución de dichas subtareas (el Cómo).

La representación gráfica de la descomposición funcional de una tarea se realiza mediante el


diagrama Estructura de la Tarea, tal como se muestra en la Figura 4.15.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 109

Nombre Tarea

Nombre Método

Nombre
Nombre Subtarea Nombre Inferencia
Función de Transferencia

Figura 4.15: Diagrama de Estructura de la Tarea.

4.2.4 La Estructura de la Tarea y el Diagrama de Inferencias

El modelado la Estructura de la Tarea de Interpretación puede basarse en el concepto de Método


de Resolución de Problemas (Schreiber y cols., 1999: 359). Sin embargo, debe ser coherente con las
interrelaciones que se presentan entre las fases de Identificación del Conocimiento, Especificación
del Conocimiento y Refinamiento del Conocimiento de un SBC. Por lo tanto, debe presentarse en
tres niveles descendentes, aunque el nivel más importante en nuestro caso será el de Especificación
del Conocimiento, que es en el que se establece la definición del Modelo de Conocimiento de Com-
monKADS.

• Identificación del Conocimiento. En esta primera fase, se identifican las fuentes del conoci-
miento que son relevantes para el modelado del conocimiento. Se supone que el tipo de tarea
(asignación, planificación, temporalización…) ha sido identificada previamente en el Análisis
Organizacional. El resultado es la obtención de un glosario y vocabulario de los términos
utilizados en el dominio y la revisión de la plantilla genérica de la tarea para obtener los com-
ponentes que pueden ser reutilizables en el dominio de aplicación.

• Especificación del Conocimiento. Esta segunda fase tiene como objetivo la especificación
completa del conocimiento, excepto el contenido de la Base de Conocimiento. Para ello, se
parte de la plantilla genérica seleccionada en la fase anterior, se construye una conceptualiza-
ción inicial del dominio y se especifican los tres componentes del Modelo de Conocimiento
(Conocimiento del Dominio, Conocimiento sobre Inferencias y Conocimiento de la Tarea)
utilizando el enfoque de dentro a fuera (comenzando con el Conocimiento sobre Inferencias) o
de fuera a dentro (comenzando en paralelo con el Conocimiento de la Tarea y el Conocimiento
del Dominio) (Schreiber y cols., 1999: 178).

• Refinamiento del Conocimiento. En la tercera y última fase se especifica el conocimiento de la


Base de Conocimiento, a partir del Conocimiento del Dominio definido en la fase anterior.

Tenemos que decidir en la fase de Especificación del Conocimiento si partimos del enfoque
de dentro a fuera o del de fuera a dentro. El primer enfoque suele ser más rápido (si la plantilla es
correcta, no necesita excesivas modificaciones y el nivel de detalle es suficiente para establecer las
asociaciones con el Conocimiento del Dominio); el segundo enfoque suele ser más lento, aunque
necesario si la plantilla genérica no está próxima al nivel de inferencias primitivas de la Librería de
Inferencias de CommonKADS. Desde nuestro punto de vista, el enfoque de dentro a fuera no es apli-
cable, inicialmente, a la Tarea de Interpretación, ya que no disponemos de una plantilla predefinida
en la librería de tareas de CommonKADS. Por lo tanto, consideramos más apropiado el enfoque de
fuera a dentro.
110 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

Para aplicar dicho enfoque, debemos obtener previamente una Estructura de la Tarea a partir de la
cual ir especificando el Diagrama de Inferencias. Proponemos la siguiente Estructura de la Tarea para
modelar la Tarea de Interpretación (Fig. 4.16).

Interpretar
Estructura Física

Método Abstracción

Configurar Percibir Percibir Cualificar Configurar Generar Abstraer


Espacio Físico Estructura Física Espacio Físico Espacio Percibido Espacio Pragmático Espacio Topológico Esquema Existencial

Figura 4.16: Estructura de la Tarea de Interpretación.

A partir de la Estructura de la Tarea propuesta proponemos el siguiente Diagrama de Inferencias


(Fig. 4.17).

Modelo
Físico

Estructura Física Configurar Espacio Físico

Modelo
Percibir Percibir
Perceptivo

Estructura Perceptible Cualificar Espacio Percibido

Esquema
Configurar Espacio Pragmático Generar
Topológico

Modelo
Modelo Esquema
Topológico Abstraer
Pragmático Existencial
Modelo
Existencial

Figura 4.17: Diagrama de Inferencias de la Tarea de Interpretación.

El Diagrama de Inferencias propuesto se compone de una serie de Subtareas (Configurar, Percibir,


Cualificar y Generar), una serie de Roles Estáticos (Modelo Físico, Modelo Perceptivo, Modelo Prag-
mático, Modelo Topológico y Modelo Existencial) y una serie de Roles Dinámicos (Estructura Física,
Espacio Físico, Estructura Perceptible, Espacio Percibido, Espacio Pragmático, Esquema Topológico
y Esquema Existencial). Vamos a explicar su funcionamiento con base en las Subtareas:

• Configurar (Estructura Física) → Espacio Físico: esta subtarea tiene como entrada la Estruc-
tura Física (las instancias de los muros, vallas, suelos, cubiertas, ventanas, puertas, columnas,
pilares, escaleras, rampas, recintos… en una estructura jerárquica con relaciones de tipo TIE-
NE-PARTES cuya raíz es la instancia del edificio) y como salida el Espacio Físico (el conjunto
de volúmenes acotados por la estructura física asociados a los Recintos de la Estructura Física)
(p. ej.: un Recinto_r (instancia), compuesto por unos muros, suelo y cubierta, genera un espa-
cio físico Espacio_r (instancia), que es el volumen y forma acotados por dichos elementos).

• Percibir (Estructura Física) → Estructura Perceptible: esta subtarea tiene como entrada la Es-
tructura Física (en la misma estructura que la subtarea anterior), operacionaliza sus elementos
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 111

(selecciona atributos relevantes) y abstrae las percepciones (transforma los valores de los atri-
butos). La salida es la Estructura Física unida a las Percepciones Asociadas (p. ej.: un Muro_m
[instancia] se operacionaliza seleccionando los valores de sus atributos Altura y Anchura, y
posteriormente se abstraen dichos valores generando una percepción respecto a la proporción
entre dichos valores).

• Percibir (Espacio Físico) → Espacio Percibido: esta subtarea tiene como entrada el Espacio
Físico (en la misma estructura de la salida de la subtarea Configurar), operacionaliza sus ele-
mentos (selecciona atributos relevantes) y abstrae las percepciones (transforma los valores
de los atributos). La salida es el Espacio Físico unida a las Percepciones Asociadas (p. ej.: la
instancia Espacio_r se operacionaliza seleccionando los valores de sus atributos Profundidad
y Anchura, y posteriormente se abstraen dichos valores generando una percepción respecto a
la direccionalidad que establecen dichos valores).

• Cualificar (Estructura Perceptible) → Espacio Percibido: esta subtarea tiene como entrada la
Estructura Perceptible (en la misma estructura de la salida de la subtarea Percibir), selecciona
y agrega las percepciones al Espacio Percibido. La salida es el Espacio Percibido unida a las
Percepciones Asociadas (p. ej.: a la misma instancia Espacio_r que presenta una percepción
respecto a su direccionalidad se le añade una percepción agregada con base en las percepcio-
nes de todos los cerramientos verticales que lo acotan).

• Configurar (Estructura Perceptible) → Espacio Pragmático: esta subtarea tiene como entrada
la Estructura Perceptible (en la misma estructura de la salida de la subtarea Percibir), seleccio-
nando cada elemento de Accesibilidad, Continuidad Visual y Barrera, unidos a los Recintos,
o Recinto y Espacio Exterior, relacionados y a sus Percepciones Asociadas (p. ej.: una puerta
Puerta_p (instancia) genera una instancia de tipo Accesibilidad + las instancias de los recintos
Recinto_r y Recinto_s + Percepción asociada: niega acceso).

• Generar (Espacio Pragmático, Espacio Percibido) → Esquema Topológico: esta subtarea tie-
ne como entradas los elementos del Espacio Percibido en forma de las tripletas {Recinto,
Espacio, Percepciones}, que utiliza para generar los Nodos del Esquema Topológico; y los
elementos del Espacio Pragmático en forma de las tripletas {Tipo Elemento, Recintos, Percep-
ciones}, que utiliza para generar los Arcos de Conexión del Esquema Topológico. La salida es
un multígrafo compuesto por el par {Nodos-Arcos} con Nodos y Arcos de los que cuelgan las
Percepciones Asociadas.

• Abstraer (Esquema Topológico) → Esquema Existencial: esta subtarea tiene como entradas
los elementos del Esquema Topológico en forma del par {Nodos-Arcos}, que utiliza para
Corresponder las Percepciones a Necesidades Existenciales. Este proceso se descompone en
tres etapas: 1.ª) la agregación de las diferentes percepciones de cada Unidad Significativa del
Esquema Topológico; 2.ª) la identificación de Sintagmas Topológicos, y 3.ª) la agregación, e
interrelación, de las percepciones de las diferentes Unidades Significativas que conforman un
Sintagma Topológico. La salida es el conjunto de Necesidades Existenciales cubiertas por el
Esquema Topológico.

4.2.4.1 Reflexión acerca de otras Concepciones del Espacio

En este proyecto nos hemos centrado en el carácter existencial del Espacio Arquitectónico con un
marcado enfoque heideggeriano, pero existen otras muchas concepciones (algunas de tipo existen-
cial) que podríamos calificar como “ideológicas” de dicho Espacio Arquitectónico, tales como las que
se analizan en Van de Ven (1981: 179-309).
112 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

El Diagrama de Inferencias (Fig. 4.17) que hemos propuesto para la Tarea de Interpretación puede
fácilmente modificarse para adaptarse a un análisis de dichas concepciones, es decir, tener en cuenta
diferentes tipos de Esquemas Ideológicos. En la Fig. 4.18 se muestra la adaptación del Diagrama
de Inferencias. Se puede observar que los componentes relevantes para poder realizar un cambio de
aplicación son los relacionados con la última subtarea Generar, es decir, los Roles Estáticos de cono-
cimiento. Por otro lado, dependiendo del tipo de concepción del Espacio Arquitectónico que se quiera
analizar, los Roles Estáticos relacionados con las subtareas Percibir también requerirían adaptaciones
para tener en cuenta el tipo de percepciones relevantes en dicha concepción.

Modelo
Físico

Estructura Física Configurar Espacio Físico

Modelo
Percibir Percibir
Perceptivo

Estructura Perceptible Cualificar Espacio Percibido

Esquema
Configurar Espacio Pragmático Generar
Topológico

Modelo
Modelo Esquema
Topológico Abstraer
Pragmático Ideológico
Modelo
Ideológico

Figura 4.18: Adaptación de la Tarea de Interpretación para el Análisis de Concepciones Espaciales.

4.2.4.2 Reflexión acerca del espacio tensado

Es en el último paso del Diagrama de Inferencias propuesto, la subtarea Abstraer (Esquema To-
pológico) → Esquema Existencial, donde pasamos de unidades significativas a sintagmas (Saussure,
1945: 147) (p. ej.: de un nodo [interior] que conecta otro nodo [interior] a un nodo [exterior] pasamos
a un nodo [de transición]). En los primeros pasos del Diagrama de Inferencias pasamos de unidades
distintivas a unidades significativas (Barthes, 1993: 39) (p. ej.: de unos muros, suelo y cubierta pasa-
mos a un espacio percibido).

En este último paso nos planteamos la cuestión de que si los sintagmas topológicos son los elemen-
tos que establecen un espacio tensado, ¿cómo se reconoce dicha tensión espacial (de recorrido)?

La propuesta más adecuada para tratar este tema es la de Chuk (2005: 104-105). El autor esta-
blece que el espacio narrativo (la estructura espacio-temporal del “ser en el mundo”) se desdobla
en el sitio, conformándose con sus desalejamientos y “direccionamientos” para una significativi-
dad territorial; y el ritual, conformándose con la tensividad teleológica para una significatividad
historial.

Nosotros planteamos la misma hipótesis con base en los esquemas topológicos de Norberg-Schulz
(1975), ya que los centros, fronteras y regiones definen y acotan el espacio tematizado (escenario de
situación) del lugar; mientras que las direcciones, hitos y la concatenación y conexión de centros es-
tablecen el espacio tensado (recorrido ritualizado).

El reconocimiento del sitio y el ritual en Chuk (2005: 104-116) se establece con un juego de
malabares con base en los conceptos topológicos de homeomorfismo y homotopía. El autor afirma
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 113

que los sitios (los diferentes recintos de un edificio) son homeomorfías por corte y sutura (para pa-
sar de una homeomorfía a otra es necesario pasar por un estado no homeomorfo intermedio) (p. ej.:
de un recinto con una puerta y dos ventanas no se puede pasar, mediante deformaciones continuas,
a un recinto con una puerta y cuatro ventanas, es necesario agujerear las dos nuevas ventanas), y
que el ritual es una familia homotópica relativa a un grupo fundamental de elementos fijos (para
pasar de una homeomorfía a otra existe un grupo de deformaciones continuas intermedias) (p. ej.:
de un recinto en forma de U a un túnel tan solo hace falta aplicar una rotación) (Fréchet y Fan,
1959: 16-21).

En un ejemplo aplicado al Palazzo Comunale di Scandicci (Aldo Rossi, 1968), empezamos a


vislumbrar las deficiencias del planteamiento de Chuk: 1.º) la selección de los diferentes sitios no
presenta unos criterios homogéneos (el área de oficinas [sintagma] y la sala del consejo [unidad]);
2.º) para que el planteamiento de los homeomorfismos no genere ambigüedades (p. ej.: un recinto
cúbico con una puerta y dos ventanas es homeomorfo de otro recinto piramidal con tres ventanas
[Fig. 4.19], ya que la topología no trata de las dimensiones o la forma, sino de aquellas propieda-
des de los cuerpos geométricos que permanecen inalteradas por transformaciones continuas) debe
establecer diferentes categorías (lugares, caminos, ventanas, puertas) y entonces especificar rela-
ciones entre ellas, llegando a confundir aspectos del sitio con los del ritual; 3.º) posteriormente,
para que la definición del ritual funcione, aplica una forzada simplificación topológica de dichos
sitios para que encaje con su teoría de familia de deformaciones continuas, negando (si no hubiera
simplificación) que realmente son homeormorfismos por corte y sutura y, por último, 3.º) añade un
tercer elemento, que nada tiene que ver con los conceptos de homeomorfismo y homotopía, que es
el eje ordenador que une la sala del consejo con el área de lectura, comedor, área de acceso y área
de oficinas.

Figura 4.19: Ambigüedades entre Homeomorfías.

Desde nuestro punto de vista, no es adecuado el uso de categorías de sitios con base en el con-
cepto de homeomorfismo para definir los diferentes escenarios (recintos) del edificio, ya que si se
abstraen los diferentes elementos de la estructura física llegamos a ambigüedades homeomórficas.
Por otro lado, el espacio tensado no se establece con base en un uso artificial y forzado de ho-
motopías (que además no existen) realizadas sobre un grupo fundamental (este sería tan solo una
instancia de estructura formal [Norberg-Schulz, 1998: 95]) del tipo semejanza entre unidades + re-
laciones y transformaciones geométricas entre unidades), sino a partir de la propia concatenación y
distribución de los recintos, que, junto a las relaciones de accesibilidad, continuidad visual y barrera
que se establecen entre ellos, generan una serie de unidades topológicas significativas (espacio de
transición, espacio intermedio, espacio anidado, espacio distribuidor) y una combinación de estas
en sintagmas topológicos (p. ej.: el esquema topológico camino compuesto por espacios anidados
del Templo de Luxor).

Pero ese espacio tensado no solo se establece con base en una estructura fría del espacio topológi-
co, sino que puede existir una manipulación deliberada de sus componentes para obtener una estruc-
tura persuasiva. Con ello nos estamos refiriendo a la Retórica.
114 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

4.2.4.3 La Retórica y la Estructura del espacio tensado

Para Aristóteles (2010: 44), la retórica es la facultad de discernir en cada circunstancia lo que es
admisiblemente creíble. Damos realmente fe de algo cuando nos convencemos de que está demostrado.
Dentro de los argumentos procurados por el razonamiento a la retórica, el discurso muestra lo verdade-
ro, o lo que parece verdadero. Respecto a este último elemento, el discurso se compone de dos partes:
la exposición y la demostración (Aristóteles, 2010: 319). Por otro lado, la narración (las acciones sobre
las cuales versa el discurso) no tiene por qué presentar un orden lineal, es decir, el orden dependerá de
su adecuación con la estrategia de persuasión (nosotros preferiríamos denominarlo la estrategia de argu-
mentación) (Aristóteles, 2010: 327).

Según Barthes (1993: 95), la retórica de Aristóteles es la retórica de lo verosímil, es una lógica de-
gradada adaptada al sentido común basada en el entimema como un silogismo aproximativo, es decir, se
apoya más en la apariencia de lo verdadero y en lo plausible que en lo lógicamente derivado.

Según Muntañola (1990: 11), a nivel de la estructura del discurso, la retórica sirve de andamio para
el proceso de creación del proyecto arquitectónico, es decir, sirve para otorgar forma explícita al edifi-
cio. Pero también sirve como estructura de persuasión de cara al cliente, para demostrar la adaptación
de la obra a sus necesidades. En este segundo sentido, Aristóteles (2010: 208-211) nos habla del ejemplo
(algo parecido a una inducción basada en casos semejantes), aludiendo a la parábola y a la fábula; y del
entimema (algo parecido a un silogismo basado en premisas e implicación), aludiendo a las máximas
(declaración de lo universal que concierne a las acciones de la narración [teniendo en cuenta la cadena
causal]).

Una vez seleccionados los tópicos, estos se deben organizar en una estructura coherente y unitaria
(la dispositio), que puede ser de tipo bipartita o tripartita (Azaustre y Casas, 1994: 12-13). La estructura
bipartita supone la coexistencia de dos partes que mantienen una tensión recíproca; mientras que la tri-
partita implica un principio, un medio y un fin, que se compone del exordio, cuya finalidad es ganarse
al auditorio, la narratio, que es la exposición de los hechos necesarios para demostrar la tesis a la que se
quiere llegar (pudiendo presentar subdivisiones en un orden conveniente, que es la partitio), y la argu-
mentatio, compuesta por los razonamientos que sostienen la tesis defendida.

Una vez seleccionados y organizados los tópicos, el discurso debe ser expresado verbalmente me-
diante la elocutio, compuesta por sus cualidades: puritas, perspicuitas y ornatus. La primera es el grado
de corrección gramatical de la lengua empleada, la segunda es el grado de comprensibilidad del discur-
so, y la tercera es el conjunto de licencias que se desvían de la puritas para lograr el efecto persuasivo
buscado (Azaustre y Casas, 1994: 15). En la Tabla 4.4 mostramos los diferentes niveles, dimensiones y
elementos estructurales de la retórica que identificamos más relevantes para nuestro proyecto (Beristáin,
1995: 158).

Nivel Dimensión Elemento


Temas Inventio Tópicos o Lugares Comunes
Hechos y Argu- Dispositio Estructura del Discurso, Partes:
mentación Bipartita, Tripartita
Partitio Partes y Orden de la Narración

Signos y Sin- Elocutio Expresión del Discurso: Significa-


tagmas ción y Composición
Ornatus Tropos y Figuras

Tabla 4.4: Niveles, Dimensiones y Elementos Estructurales de la Retórica.

Por otro lado, debemos tener en cuenta la naturaleza de los tropos y figuras para realizar la com-
posición del discurso, entendiéndola como su estructura sintagmática y expresiva. En la Tabla 4.5
mostramos la clasificación de los más relevantes para nuestro proyecto (Beristáin, 1995).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 115

Nivel Tipo Nombre Ejemplos


Morfosintáctico Metataxa: afecta al orden Figuras de Elipsis (eliminar significantes irrelevantes manteniendo el significado),
sintáctico del discurso Construcción Epífrasis (ampliar el significado mediante la adición de conceptos com-
plementarios), Epíteto (enfatizar el significado mediante la adición de
adjetivos), Paráfrasis (mantener el significado mediante sustitución de
significantes con sinónimos), Perífrasis (sustituir un significante por un
conjunto de significantes amplificando su significado), Pleonasmo (redun-
dar el significado por acumulación de significantes sinónimos)
Léxico-Semántico Metasemema: afecta al Figuras de Pala- Alegoría (metalogismo basado en metáforas)
significado del semema bras (Tropos)
Contexto Metalogismo: afecta a la Figuras de Antítesis (contraponer significados con sema común), Contragradación
lógica del discurso Pensamiento (progresión descendente de las ideas), Gradación (progresión ascendente
de las ideas), Lítotes (definir un concepto mediante la negación de su an-
tónimo), Oxímoron (asignar un sentido figurado a un concepto a partir de
antónimos por oposición), Paradoja (generar un concepto aparentemente
ilógico a partir de contrarios)
Tabla 4.5: Clasificación de Tropos y Figuras.

Por tanto, en nuestro proyecto, la selección de los elementos del ejemplo (los temas que debemos
tratar en el discurso o la inventio) (Azaustre y Casas, 1994: 11) es la selección de los temas existen-
ciales más relevantes que están en relación con la fábula poética existencial (este concepto lo trata-
remos en el apartado de la poética), porque estos son nuestros tópicos (o lugares comunes según la
nomenclatura aristotélica). Podríamos decir que el código retórico es el que rige la función poética de
la estructura sintagmática del espacio tensado (Tudela, 1980: 154).

La colocación en el discurso de nuestros temas existenciales debería tener en cuenta: a) su rela-


ción específica de orden (que nos lleva a la estructura lógica de la argumentación del discurso); b) los
tropos (que podríamos entender como una alteración del significante manteniendo la semejanza con
el significado connotado del discurso), y c) las figuras de pensamiento y construcción (que se podrían
entender como un fenómeno de la dispositio en los niveles sintagmático y sígnico que afecta al plano
semántico del discurso).

Desde nuestro punto de vista: a) la estructura bipartita facilita más la comprensión del discurso
(perspicuitas) que la estructura tripartita, al establecer un sistema axial entre polos enfrentados o
simplemente relacionados (los temas); b) las figuras de pensamiento, que afectan a la lógica del dis-
curso, son el tipo de figuras que nos permiten configurarlo fácilmente orientándolo a dicha estructura
bipartita; c) las figuras de construcción, que afectan a la estructura sintáctica del discurso, son las
figuras que nos permiten componerlo manipulando los significantes y fortaleciendo los significados
de la estructura bipartita, y, finalmente, d) la estructura global del discurso, la debemos entender como
una estructuración lógica soportada por metáforas (las semejanzas entre las connotaciones agregadas
que generan los elementos del discurso y los significados de la estructura bipartita), es decir, una
alegoría.

Por tanto, lo primero que debemos establecer es el conjunto de posibles estructuras bipartitas del
discurso existencial. Los temas existenciales son los que se muestran en la Tabla 4.6; y algunas es-
tructuras bipartitas identificadas, las que se muestran en la Tabla 4.7.

Tema Categoría
estar dentro (protección) Impropio
origen y meta (punto de referencia) Impropio
pertenecer a un lugar físico (integración con el medio, recono- Propio
cimiento e identificación)
procurar por (socialización, exteriorización) Propio
encontrarse (falta de situación, amenaza del entorno) Propio
comprender (imposibilidad, vacío) Propio
pertenecer a un lugar espiritual (ascensión, interioridad) Propio
Tabla 4.6: Temas Existenciales.
116 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

Antítesis (contraponer conceptos, que no se contradicen, con un sema común)


estar dentro procurar por Cerrarse impide relacionarse con los otros
Contragradación (progresión descendente de los conceptos)
procurar por estar dentro El abrirse a los otros puede, poco a poco, ir limi-
tándose hasta llegar a un protegerse (conceptos
contrapuestos en este caso)
Gradación (progresión ascendente de los conceptos)
estar dentro estar dentro Protegerse de los otros y del entorno puede, poco
a poco, ir aumentándose hasta llegar a una com-
pleta anidación (mismo concepto)
Lítotes, Atenuación (afirmar un concepto mediante negación de su antónimo)
estar dentro encontrarse Nos protegemos reduciendo las amenazas del
entorno que generan vulnerabilidad o usurpación
estar dentro procurar por Nos protegemos evitando a los otros
origen y meta encontrarse Formamos hitos contextualizando e indicando el
lugar
procurar por comprender Nos ocupamos de los otros llenando nuestro
vacío
Oxímoron (asignar un sentido figurado a un concepto a partir de antónimos)
estar dentro encontrarse La protección también es soledad
estar dentro comprender La protección también es hermética
Paradoja (generar un concepto aparentemente ilógico a partir de contrarios)
pertenecer a un lugar físico encontrarse A veces pertenecemos a lugares que son islas
Tabla 4.7: Estructuras Bipartitas de Temas Existenciales.

Lo segundo consiste en la estructuración (composición) del discurso existencial con base en las
figuras de construcción, elementos que nos permiten ampliar, acumular, mantener o redundar en el
significado de la estructura bipartita; o eliminar, añadir o sustituir significantes. Estos elementos que
operan sobre la sintaxis y los signos, y configuran la expresión del discurso, ya no pertenecen a los
temas, sino al Esquema Topológico, cuya sintaxis (estructura del multígrafo) está compuesta por un
conjunto de signos (nodos del Espacio Percibido y arcos del Espacio Pragmático), a los que se les
agregan significados connotados (tanto a los nodos como a los arcos) a partir de las percepciones del
Espacio Percibido y las cualificaciones obtenidas de la Estructura Perceptible, y sobre los que ya se
han identificado (apartado 4.4.1) un conjunto de sintagmas topológicos que se pueden asociar directa-
mente a los temas existenciales. En la Tabla 4.8 mostramos asociaciones identificadas entre sintagmas
topológicos y temas existenciales; y en la Tabla 4.9, ejemplos de figuras de construcción aplicables
al Esquema Topológico.

Sintagma Topológico Temas Existenciales


Espacio Anidado estar dentro, meta, perte-
necer a un lugar espiritual
Espacio de Transición + Continuidad procurar por
Visual
Espacio Intermedio dirección orientada a una
meta
(Inverso) Espacio Distribuidor = Espacio meta por recorridos al-
Concentrador ternativos, pertenecer a
un lugar
Secuencia Cíclica de Espacios encontrarse
Intermedios
Red de Espacios Distribuidores encontrarse
Secuencia de Espacios Intermedios diri- comprender
gida a un Espacio Anidado (o Aislado) no
accesible
Tabla 4.8: Asociaciones entre Sintagmas Topológicos y Temas Existenciales.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 117

Figura de Construcción Aplicable a Resultado Ejemplo


Elipsis Elemento Espacio Reducir, sin eliminar, La eliminación de una
Pragmático el grado del tipo de puerta (arco accesibili-
conectividad dad), siempre que no sea
la única, reduce el grado
de Accesibilidad, Con-
tinuidad Visual y Per-
meabilidad del subespacio
conectado
Epífrasis Elemento Espacio Se agregan connota- Un espacio anidado obtie-
Pragmático o Topo- ciones acumuladas a ne connotaciones agrega-
lógico partir de diferentes das de sus muros, suelo,
percepciones de los cubierta, ventanas…
diferentes componen-
tes relacionados con
el elemento
Epíteto Connotación de Se cualifica el ele- Una puerta, según su
Elemento Espacio mento a partir de sus proporción y escala puede
Pragmático propios atributos enfatizar, o reducir, su
significado denotado de
entrar
Paráfrasis Connotación de Se mantiene la agre- Un espacio intermedio se
Elementos Espacio gación de las conno- transforma en un espacio
Topológico taciones cambiando de transición si conecta
los elementos un espacio interior a un
espacio de transición y
es visible el cambio de
estados entre los espacios
que conecta
Perífrasis Connotación de Se mantiene la agre- La tensión direccional
Elementos Espacio gación de las conno- hacia una meta mediante
Topológico taciones aumentando una secuencia de espacios
los elementos intermedios permanece
al aumentar la secuencia,
siempre que se mantenga
la anticipación de la meta
mediante Prolepsis
Pleonasmo Connotación de Redunda la connota- El umbral (madero infe-
Elementos Espacio ción del elemento rior de la puerta) de una
Pragmático puerta redunda su signifi-
cado denotado de entrar
Tabla 4.9: Figuras de Construcción aplicables al Esquema Topológico.

De todo lo anterior, podemos concluir que la estrategia retórica que identificamos más adecuada
para emparejar el Esquema Topológico a los temas existenciales es la identificada por Muntañola
(1981: 79) como Itinerarios retóricos entre diferentes partes del edificio con base ritual.

4.2.4.4 La Poética del espacio tensado

Según Aristóteles (1946: 9) la tragedia es imitación de una acción, que se representa por la
trama (o fábula), la parte más importante, que es combinación de los incidentes acaecidos en la
historia.

Según (Muntañola, 1981: 23), lo propio de la arquitectura son sus formas construidas (estruc-
tura física) y su trama (esquema topológico); siendo esta trama el sintagma que se vincula a un
paradigma (la fábula) (Muntañola, 1981: 54).

Al enlazar el paradigma con la trama se establece la conexión entre la poética, que define los
términos (temas) del significado, con la retórica, que define los argumentos y las expresiones que
persuaden (por verosímiles). Pero estos términos del significado se determinan con base en una
fábula, que es también mito porque, desde un punto de vista genealógico, es una historia sagrada
(por tanto, tomada como verdadera por su origen sobrenatural) que cuenta un acontecimiento en el
118 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

tiempo de los comienzos, los orígenes (que siempre son creados) de las cosas (mundo, animales,
hombre…), a causa de los cuales el hombre ha llegado a ser lo que es hoy, y cuya función principal
es revelar los modelos ejemplares de todos los ritos y actividades humanas significativas, porque el
mito al conocerse se rememora (Eliade, 1991: 7-11).

Desde otro punto de vista de tipo semiológico, el mito es un signo de un sistema connotado
(simbólico) respecto al sistema denotado de la lengua (Barthes, 1999: 11-112). Con este enfoque,
un mito es la producción y comunicación de sentido, pero un sentido que, según Burridge (Fernán-
dez, 1996: 15), es especial: la autopercepción. De esta manera, se conecta el enfoque semiótico
con el genealógico, es decir, un mito es un signo connotado cuyo significado es la explicación (en
forma de origen) de por qué somos lo que somos, explicación que se trama como una secuencia
de acontecimientos (narración) que adquiere finalmente una configuración simbólica (Guerreo,
1996: 58).

A lo largo del proyecto hemos identificado y tratado, de forma indirecta, ciertos mitos que estaban
relacionados con los existenciarios heideggerianos y los esquemas topológicos del espacio existen-
cial, como: a) el mito del errante en relación con estar arrojado en el mundo sin situación, lo que im-
plica la necesidad de crear un sitio diferenciable como hito, o de crear lugares integrados (enraizados,
agarrados) con el medio; b) el mito del tiempo devorador en relación con el advenir de la muerte, lo
que implica la necesidad de constituir un lugar que permita la permanencia del Dasein orientada a
un procurar por, de construir ascensiones porque llegar al cielo es igual a ser inmortal, de construir
centros protectores, o de plasmar la pérdida y el vacío en dichos centros.

Una identificación y análisis de mitos de carácter existencial en profundidad se escapa del alcance
de este proyecto. Lo que nos interesa es remarcar la interrelación que se presenta entre la descompo-
sición de los componentes clave del mito (los temas de la fábula) y el conjunto de argumentos de la
trama del nivel retórico (que es el que rige la función poética) del espacio tensado.

4.2.5 El Esquema del Dominio

A partir del conjunto de acotaciones y precisiones que hemos ido estableciendo para nuestro mo-
delo perceptivo estructura física → … → esquema existencial a nivel metaontológico, nos debemos
plantear la construcción de una Ontología para la explicitación del Esquema del Dominio.

Según Gruber (1994: 907), una ontología es una especificación explícita de una conceptualiza-
ción; y una conceptualización es una interpretación abstracta, simplificada y estructurada de una
visión del mundo que se desea representar para alcanzar un propósito. En concreto, nuestro interés
se centra en modelar una ontología aplicada a un dominio (el de la Arquitectura como concreción
del Espacio Existencial), es decir, aquella que define la estructura del conocimiento (los conceptos,
atributos y relaciones), pero no las situaciones factuales (las instancias) (Van Heijst, Schreiber y Wie-
linga, 1997: 193).

En las Figs. 4.20a, 4.20b y 4.20c se muestra la ontología de los elementos de la estructura físi-
ca (estructura configuradora) y el espacio físico (espacio configurado), en los niveles taxonómico,
mereológico y causal (Inferencias); en las Figs. 4.21a, 4.21b, 4.21c y 4.21d, la de los elementos del
espacio percibido, la estructura perceptible y el espacio pragmático, en los niveles taxonómico, me-
reológico y causal (este último con la estructura física y el espacio físico y entre ellos); en las Figs.
4.22a, 4.22b y 4.22c, la de los elementos del esquema topológico, a nivel taxonómico, mereológico y
causal (este último con el espacio percibido y el espacio pragmático), y, finalmente, en las Figs. 4.23a,
4.23b y 4.23c, la de los elementos del esquema existencial, a nivel taxonómico, mereológico y causal
(este último con el esquema topológico).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 119

Objeto

Objeto Atómico Objeto Compuesto

Edificio Piso Estancia

Espacio Físico
Material: Gaseoso

Cubierta Suelo Muro Elemento Lineal Abertura

Techo Tejado

Pared Tapia Tabique Columna Pilar Ventana Puerta


Azotea
Pavimento
Alero
Fachada Pilastra
Buhardilla Portal
Terraza
Pared Ciega
Ventanal Lucernario Balcón
Conector Vertical
Pared Maestra
Ojo de Buey Tragaluz
Escalera Escalinata

Rampa Ascensor

Escalerilla

Figura 4.20a: Ontología Taxonómica de la estructura física y el espacio físico.

Edificio

1+

Piso

1+

Estancia

1 1+ 1+ 0+ 0+ 0+

Espacio Físico Muro Suelo Cubierta Elemento Lineal Conector Vertical

0+ 0+

Abertura Abertura

Figura 4.20b: Ontología Mereológica de la estructura física y el espacio físico.

Edificio Operacionalizar Espacio Físico

Modelo E.
Física

Regla de Configuración

Figura 4.20c: Ontología Causal de la estructura física y el espacio físico.

La función de la inferencia Operacionalizar es recorrer la estructura jerárquica del edificio para


seleccionar cada uno de los espacios físicos asociados a cada estancia de cada piso.
120 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

Figura 4.21a: Ontología Taxonómica de la estructura perceptible, espacio percibido y espacio pragmático.

Edificio Percibido

1+

Piso Percibido

1+

Estancia Percibida

1 1 1 0+ 0+ 1+

Elemento Espacio Cerramiento Plano Base Cubrimiento Elemento Lineal Elemento Pragmático

1+ 1+
Elemento Elemento
Masa-Superficie Masa-Superficie
1+ 1+
Elemento Elemento
Masa-Superficie Masa-Superficie

Figura 4.21b: Ontología Mereológica de la estructura perceptible, espacio percibido y espacio pragmático.

Estancia {Muros, Suelos, Cubiertas,


Edificio Operacionalizar Estancia Estancia Operacionalizar
Elementos Lineales, C. Verticales}

Modelo E. Modelo E.
Física Física

Estancia {Muros, Suelos, Cubiertas, Estancia Percibida {Cerramiento | Plano Base |


Operacionalizar
Elementos Lineales, C. Verticales} Cubrimiento | E. Lineal | E. Pragmático}

Modelo E.
Perceptible
Estancia Percibida {<Cerramiento, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
Estancia Percibida {Cerramiento | Plano Base | <Plano Base, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
Abstraer
Cubrimiento | E. Lineal} <Cubrimiento, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
<E. Lineal, {P. Elemento Mas-Superficie}>}

Modelo Modelo E.
Percepción Perceptible

Estancia Percibida {E. Pragmático} Abstraer Estancia Percibida {<E. Pragmático, P. Elemento Pragmático>}

Modelo Modelo E.
Percepción Perceptible
Estancia Percibida {<Cerramiento, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
<Plano Base, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
Agregar Estancia Percibida {<E. Espacio, P. Elemento Espacio>}
<Cubrimiento, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
<E. Lineal, {P. Elemento Mas-Superficie}>}

Modelo Modelo E.
Percepción Perceptible

Figura 4.21c: Ontología Causal entre el estructura perceptible, espacio percibido, espacio pragmático, estruc-
tura física y espacio físico en la Percepción del Elemento Espacio de cada Estancia.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 121

La función de las diferentes inferencias Operacionalizar es obtener la estructura percibida de ce-


rramiento, cubrimiento, plano base, elementos lineales y pragmáticos de cada estancia del edificio,
partiendo del edificio y de los elementos de la estructura física. Las inferencias abstraer tienen la
función de obtener las diferentes percepciones a nivel de elemento masa-superficie y elemento prag-
mático de cada estancia percibida que, posteriormente, se agregan, mediante la inferencia agregar, a
la percepción de la estancia a nivel de elemento espacio.

Edificio {Muros, Suelos, Cubiertas,


Edificio Operacionalizar
Elementos Lineales, C. Verticales}

Modelo E.
Física

Edifico {Muros, Suelos, Cubiertas, Edificio Percibido {Cerramiento | Plano Base |


Operacionalizar
Elementos Lineales, C. Verticales} Cubrimiento | E. Lineal | E. Pragmático}

Modelo E.
Perceptible
Edificio Percibido {<Cerramiento, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
Edificio Percibido {Cerramiento | Plano Base | <Plano Base, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
Abstraer
Cubrimiento | E. Lineal} <Cubrimiento, {P. Elemento Mas-Superficie}>,
<E. Lineal, {P. Elemento Mas-Superficie}>}

Modelo Modelo E.
Percepción Perceptible

Edificio Percibido {E. Pragmático} Abstraer Edificio Percibido {<E. Pragmático, P. Elemento Pragmático>}

Modelo Modelo E.
Percepción Perceptible

Edificio Percibido {<Cerramiento, {P. Elemento Mas-Superficie}>,


<Plano Base, {P. Elemento Mas-Superficie}>, Edificio Percibido {P. Elemento Masa-Superficie,
Agregar
<Cubrimiento, {P. Elemento Mas-Superficie}>, P. Elemento Pragmático}
<E. Lineal, {P. Elemento Mas-Superficie}>}

Modelo
Edificio Percibido {<E. Pragmático, P. Elemento Pragmático>} Percepción

Figura 4.21d: Ontología Causal entre el estructura perceptible, espacio percibido, espacio prag-
mático, estructura física y espacio físico en la Percepción de los Elementos Masa-Superficie y Prag-
máticos de la Fachada del Edificio.

A nivel de edificio, las diferentes inferencias Operacionalizar se encargan de explicitar el cerra-


miento, plano base, cubierta, elementos lineales y pragmáticos de la fachada; las inferencias Abstraer
obtienen las percepciones relacionadas con los elementos masa-superficie y pragmáticos de dicha
fachada; agregándose finalmente, para obtener una percepción global del edificio a nivel masa-super-
ficie y pragmático.

4.2.5.1 Acerca de las Etapas Perceptivas del Edificio

Hemos planteado dos procesos diferenciados de percepción: a) de cada estancia (elemento es-
pacio), y b) del edificio (elementos masa-superficie y pragmáticos), para tener en cuenta las etapas
perceptivas del edificio.

Respecto a la percepción del edificio, en Baker (2000) se identifican: 1.º) las fuerzas del empla-
zamiento, que conforman la orientación y organización de los volúmenes principales, así como el
recorrido aproximación y ubicación del acceso al edificio; 2.º) fachada, y 3.º) circulación interna.
En Araujo (1976) se identifican: 1.º) una serie de elementos (masa, superficie, espacio); 2.º) de rela-
ciones (dimensionales, tensionales), son las relaciones las que, de alguna manera, se emparejan con
la percepción externa e interna del edificio. En Ching (1998) se identifican una serie de elementos
122 La concrecIón deL espacIo exIstencIaL

(fases) de circulación: aproximación, acceso, secuencia de espacios, relaciones de recorrido-espacio


(algo parecido a nuestros sintagmas topológios) y forma de los espacios de circulación (subtipos de
sintagmas topológicos).

Desde nuestro punto de vista, las etapas perceptivas del edificio se pueden dividir principalmente
en: 1.º) identificación y aproximación, en la que la percepción del edificio es externa como elemento
masa-superficie, teniendo en cuenta las relaciones que el edificio establece con el entorno; 2.º) acceso,
en la que la percepción se centra en los elementos del edificio, de tipo masa-superficie, que posibili-
tan entrar en él, y 3.º) recorrido, en la que la percepción del edificio es interna como un conjunto de
elementos espacio (espacios tematizados) que generan una serie de sintagmas topológicos (espacio
tensado).

Elemento Topológico

Nodo Arco

Exterior Interior Adyacencia Accesibilidad Continuidad Visual Barrera

Transición Intermedio Anidado Distribuidor

Figura 4.22a: Ontología Taxonómica del espacio topológico.

Esquema Topológico

1+

Sintagma Topológico

1+

Elemento Topológico

Figura 4.22b: Ontología Mereológica del esquema topológico.

Edificio Percibido Seleccionar Piso Percibido Piso Percibido Seleccionar Estancia Percibida

Modelo E. Modelo E.
Perceptible Perceptible

Estancia Percibida Operacionalizar Estancia Percibida {E. Pragmático}

Modelo E.
Perceptible

Modelo
Operaciones
Sintácticas

Estancia Percibida {E. Pragmático} Generar Esquema Topológico

Modelo E.
Topológico

Figura 4.22c: Ontología Causal entre el espacio percibido y esquema topológico.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 123

La inferencia Generar construye el multígrafo topológico asociado al edificio percibido con base
en los pares <estancia, elemento pragmático> (que puede ser de tipo Adyacencia, Continuidad Visual,
Accesibilidad, Barrera), generando posteriormente el etiquetado de los nodos (que puede ser Anidado,
Transición, Intermedio, Distribuidor) y el grado de cada tipo de conexión para cada nodo.

Elemento Existencial

E. Existencial Atómico E. Existencial Compuesto

Tema Mito Estructura Bipartita

Figura 4.23a: Ontología Taxonómica del esquema existencial.

Mito

1+

Estructura Bipartita

Tema

Figura 4.23b: Ontología Mereológica del esquema existencial.

Sintagma Topológico
Esquema Topológico Seleccionar Sintagma Topológico Sintagma Topológico Operacionalizar
Elemento Espacio

Modelo E. Modelo E. Modelo E.


Topológico Perceptible Topológico

Sintagma Topológico
Abstraer Tema Tema Corresponder E. Bipartita
Elemento Espacio

Modelo Modelo E. Modelo Ponderación y Modelo E.


Interpretación Existencial Resolución Conflictos Existencial
Existencial

Figura 4.23c: Ontología Causal entre esquema topológico y esquema existencial.

La inferencia Seleccionar obtiene los diferentes sintagmas topológicos del esquema topológico
para, mediante la inferencia Operacionalizar, obtener las percepciones agregadas de los diferentes
elementos espacio asociados al sintagma; posteriormente, mediante la inferencia abstraer, se transfor-
man las percepciones topológicas del sintagma a percepciones existenciales, obteniendo el conjunto
de temas existenciales que se pueden emparejar al sintagma. Finalmente, el conjunto de temas exis-
tenciales se hacen corresponder con posibles estructuras bipartitas, teniendo en cuenta que pueden
identificarse conflictos o diferencias en su relevancia; el propósito es hallar la estructura bipartita que
mejor determine la naturaleza existencial del edificio.
5 Análisis de Casos

En este último capítulo realizamos el análisis de tres obras arquitectónicas que bien podríamos
considerar como prototipos de diferentes paradigmas existenciales con los que se puede diseñar una
vivienda unifamiliar. El hecho de seleccionar la tipología de la vivienda unifamiliar, la casa, responde
a que la consideramos, desde nuestro punto de vista, el arquetipo arquitectónico a nivel existencial.

Las tres obras sobre las que se desarrolla el análisis son las siguientes:

• La Casa Azuma en Osaka, realizada por Tadao Ando en 1976.

• La Casa Emilio Vilar en Alenquer, realizada por Francisco y Manuel Aires Mateus en 2002.

• La Casa N en Oita, realizada por Sou Fujimoto en 2008.

5.1 La Casa Azuma

La Casa Azuma (en Osaka, 1976), uno de los primeros trabajos del arquitecto japonés Tadao
Ando, es una vivienda de dos plantas construida entre medianeras, ubicada en un barrio de viviendas
tradicionales (Figura 5.1.1).

Figura 5.1.1: Localización de la Casa Azuma.

5.1.1. Identificación y Aproximación

A partir de la imagen de la Figura 5.1.2, observamos fácilmente el enfrentamiento que presenta


la Casa Azuma respecto a su entorno; un enfrentamiento basado en el contraste. En la percepción ex-
terna como centro, a partir de sus elementos masa y superficie, identificamos una forma monolítica,
geométrica y simétrica, un paralelepípedo estrecho y esbelto, que presenta un grado de continuidad
muy alto y un grado de textura bajo mediante un tratamiento del hormigón armado que genera la per-
cepción delicada del papel. La fachada principal tiene tan solo una abertura, el acceso, mientras que
126 anáLIsIs de casos

cada medianera dispone de dos pares de pequeñas aberturas cuadradas a la altura del pavimento en
ambas plantas del edificio. La economía y austeridad en el uso de los materiales y la simplicidad de
la forma generan un contraste palpable con las viviendas del entorno.

Figura 5.1.2: Fachada Principal.

Dicho contraste y pregnancia de la forma potencian la percepción externa de la Casa Azuma como
meta, una meta singular, fácilmente memorizable, dentro de la saturación y el ruido perceptivo del
contexto. Por otro lado, la baja permeabilidad de una clausura casi por distinción, con esa palpable
resistencia (gracias a la materialidad de sus muros), esa simple y clara geometría, y ese marcado cie-
rre al exterior, potencian la percepción externa de un espacio hermético de un estar dentro, protector,
casi espiritual, que niega y anula la interacción social con los otros a favor de los propios. Podríamos
afirmar que externamente percibimos un edificio solitario, e íntimo, que se enfrenta y aísla del uni-
verso urbano.

5.1.2 Acceso

El acceso (Figura 5.1.3), también estrecho y esbelto, aparenta ofrecer tímidamente refugio, por-
que al retrasarse respecto al plano vertical de la fachada parece ocultarse, y al colocar un muro inte-
rior enfrentado al exterior, permitiendo descubrir la puerta de acceso tan solo al internarse en dicho
espacio de transición, parece negar la entrada. Por otro lado, se enfatiza la necesidad de cruzar el um-
bral mediante un doble escalón, que se materializa en un material diferente (pizarra) al del volumen
monolítico (hormigón armado).

Figura 5.1.3: Acceso.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 127

Ambas características potencian la percepción de un acceso restringido, por su ocultamiento y ex-


plicitación de la frontera interior-exterior, que es el único elemento de interconexión entre la vivienda
con el entorno, una vivienda que, como hemos visto anteriormente, se aísla de los otros para proteger
a los propios.

5.1.3 Recorrido

En la Figura 5.1.4 podemos observar los planos de las plantas y sección de la Casa Azuma. La
casa está organizada en torno a un Patio Interior central donde se ubica la escalera que conecta ambas
plantas. En la planta baja se encuentran los espacios de la vida pública (Sala de Estar, Cocina y Baño),
mientras que en la planta 1.ª los de la vida privada (Dormitorio y Estudio).

El acceso a la casa se realiza mediante la única abertura de la fachada al exterior, un Portal retra-
sado respecto al plano vertical con un espacio reducido que recibe luz cenital que se desliza a través
de los muros proveniente de un tragaluz ubicado en la cubierta, dicho portal nos da paso a la puerta
de entrada (acristalada) al lado derecho, y a un estrecho muro acristalado al izquierdo, permitiéndo-
nos visualizar, desde ambos puntos, el interior de la sala de estar. Desde dicha sala, otro muro y una
puerta acristalados nos permiten visualizar y comunicarnos con el patio interior, en el que se ubica la
escalera que da acceso a la planta 1.ª y conecta con la cocina, también mediante una puerta y un muro
acristalados. Desde la cocina, una puerta (esta vez opaca, de madera) nos conduce al baño, separado
de la cocina mediante un muro de hormigón (Figura 5.1.5).

Baño Patio Interior Sala de Estar

Cocina
Planta Baja

Estudio Pasarela Dormitorio

Planta 1.ª

Sección

Figura 5.1.4: Plantas y Sección.


128 anáLIsIs de casos

Patio interior en planta baja Pasarela en planta 1.ª

Figura 5.1.5: Espacios interiores.

Una vez en la planta 1.ª, una pasarela central separa el dormitorio del estudio permitiéndonos el
acceso a ambos. El dormitorio recibe la luz directa del patio interior, mientras que el estudio la recibe
simultáneamente de él y de un tragaluz ubicado en la cubierta. En la sección podemos observar las
pequeñas aberturas rasantes colocadas en cada planta, cuya utilidad es generar, al atardecer, una suave
iluminación en cada una de las estancias de la casa, neutralizando la brusquedad de la iluminación
recibida por el patio interior.

Los materiales utilizados en el interior son el hormigón armado en las paredes y techos de los
espacios interiores, la madera en sus suelos, el cristal en las puertas y ventanales que dan al patio
interior, y la pizarra en el suelo del patio interior y del portal. El uso de la pizarra es relevante en la
materialización de la huella de los eventos climatológicos como la lluvia, potenciando la relación con
la tierra.

Los espacios interiores son geométricos (paralelepípedos) y simples. Cada planta se configura
mediante una sucesión de tres unidades semejantes (planta baja: sala de estar – patio interior – cocina
+ baño; planta 1.ª: dormitorio – patio interior – estudio) con una clara continuidad espacial y visual
hacia el patio interior y entre plantas, y una clausura patente hacia el exterior. No existen vistas hacia
el entorno.

En la Figura 5.1.6 mostramos el esquema topológico de la Casa Azuma en el que podemos iden-
tificar los siguientes sintagmas topológicos: 1.º) el Espacio de Transición en el portal, en el que se
elimina deliberadamente la continuidad visual entre el exterior y la sala de estar (analizado en el apar-
tado 5.1.2), y 2.º) el Espacio Concentrador, tanto en la planta baja como en la planta 1.ª, en el patio
interior y la pasarela en relación con los espacios adyacentes a ellos.
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 129

Figura 5.1.6: Esquema Topológico.

Por tanto, disponemos principalmente de los sintagmas topológicos Espacio Concentrador


(inverso del Espacio Distribuidor), que se empareja con el tema existencial pertenecer a un lugar;
y Espacio de Transición, que construye la lítotes del tema existencial estar dentro mediante la ne-
gación del procurar por. Además, debemos tener en cuenta que el conjunto de espacios de la planta
baja forma un subgrafo lineal de nodos adyacentes al nodo Exterior sin conectores de Continuidad
Visual hacia él, exceptuando el nodo entrada (único elemento de conexión exterior-interior), y lo
mismo sucede con los espacios de la planta 1.ª. A partir de esta distribución de espacios interiores
y su relación con el espacio exterior se percibe un centro hermético a partir de la antítesis genera-
da por la contraposición entre el estar dentro y el procurar por; un estar dentro fortalecido por la
percepción de la resistencia de los muros de la fachada principal.

Como conclusión, podríamos afirmar que la Casa Azuma es un centro que se cierra y protege
del exterior. Un centro yuxtapuesto al bullicio urbano, cuyo tesoro es su vida interior, una vida
concentrada en un microcosmos aislado en el que participan los propios, la tierra y los divinos.

5.2 La Casa Emílio Vilar

La Casa Emílio Vilar (en Alenquer, 2002), un trabajo de los arquitectos Francisco y Manuel
Aires Mateus, consiste en la restauración y remodelación de una casa antigua ubicada en la peque-
ña pedanía de Triana, perteneciente al municipio portugués de Alenquer (Fig. 5.2.1).
130 anáLIsIs de casos

Figura 5.2.1: Localización de la Casa Emílio Vilar.

5.2.1 Identificación y Aproximación

A partir de las imágenes de las Figuras 5.2.2 y 5.2.3, podemos observar la relación dialógica que
se establece entre la Casa Emílio Vilar y su entorno; un diálogo basado en la adecuación a las formas
preexistentes y la yuxtaposición mediante la abstracción.

Fachada Principal Entrada Principal Entrada Lateral (a Garaje)

Figura 5.2.2: Fachadas Principales y Entrada.

Figura 5.2.3: Fachada Posterior.

Si observamos las imágenes referentes a las fachadas principal (Fig. 5.2.2) y posterior (Fig. 5.2.3),
en la percepción externa como centro, a partir de sus elementos masa y superficie, identificamos una
forma global con baja concentración topológica, compuesta aditivamente en una configuración asi-
métrica y anidada de elementos geométricos simples (paralelepípedos) con un alto grado de nitidez de
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 131

sus contornos, que presentan un grado de continuidad muy alto (totalmente unificado) y un grado de
textura muy bajo mediante el tratamiento de los muros con encolado. Tratamiento que genera un alto
contraste con las viviendas colindantes y desmaterializa los muros. Por otro lado, dicha forma global
presenta un gran número de ventanas (grado de abertura alto), que, al mostrarse iluminadas interior-
mente por la luz natural (por ser muros desnudos sin techo) y la ausencia de marcos en las ventanas y
puertas, reducen su grado de resistencia, a pesar de su evidente grosor. La principal diferencia que se
percibe entre ambas fachadas es el contraste horizontalidad-verticalidad, mientras que en la fachada
principal se percibe esencialmente la horizontalidad a causa de la sucesión del muro que protege la
rampa interior que conduce al jardín (de una planta de altura) con el que cubre el patio de la vivienda
(de dos plantas de altura) con un conjunto de aberturas cuadradas, en la fachada posterior los muros
de ambos patios, de dos plantas de altura, disponen de un mayor número de aberturas verticales que
potencian su verticalidad. De todo ello, podemos establecer que la continuidad, la desnudez y el bajo
grado de textura de las fachadas establecen una yuxtaposición con las viviendas del entorno, mien-
tras que su forma la embebe en el contexto, y su alta permeabilidad reduce su resistencia. Por tanto,
la Casa Emílio Vilar se percibe externamente principalmente como un centro integrado y abierto al
contexto, un centro que facilita el procurar por.

5.2.2 Acceso

En la Figura 5.2.4 mostramos el acceso principal (también hay un acceso lateral al garaje) a la Casa
Emílio Vilar. La característica más sobresaliente del acceso principal es su franca expresividad de una
arquitectura adintelada, que además soporta un frontón curvilíneo con volutas en los extremos, en clara
confrontación al tratamiento abstracto y desmaterializado del resto de la fachada. De esta manera, a pe-
sar de estar enrasado en el plano vertical y no tener un tamaño prominente, este tratamiento le otorga un
acento respecto al resto de elementos de la fachada y, por tanto, lo convierte en un foco de atracción.

Figura 5.2.4: Acceso Principal.

5.2.3 Recorrido

En las Figuras 5.2.5 y 5.2.6 mostramos los planos de las dos plantas y la maqueta de la Casa Emí-
lio Vilar. La construcción está planteada como un conjunto de volúmenes contenedores obtenidos
a partir de la rehabilitación de los muros de la fachada de la vivienda antigua; el eje Entrada-Jardín
separa dos patios enfrentados, uno de ellos anidado (el Patio 1) y el otro adyacente al exterior (el Patio
132 anáLIsIs de casos

2); el Patio 1 está franqueado por una Rampa perimetral (Figura 5.2.7) que conduce al Jardín en la
zona posterior, protegida del exterior por un muro de una planta de altura. De esta manera, el Patio 1,
de dos plantas de altura, se percibe externamente como una caja empotrada en otra de menor altura,
potenciando así el carácter de barrera del muro de la caja contenedora; mientras que el Patio 2, tam-
bién de dos plantas de altura, se percibe externamente como una caja vacía iluminada interiormente
que contiene un objeto sólido (la Vivienda).

La función del Patio 1 es albergar una piscina, mientras que la del Patio 2 es hacer de contenedor
de la Vivienda. En la planta baja de la Vivienda se encuentran los espacios de la vida pública (sala de
estar-comedor y cocina), mientras que en la planta 1.ª se hallan los de la vida privada (dormitorios y
baños).

Planta baja

Planta 1.ª

Figura 5.2.5: Plantas.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 133

Figura 5.2.6: Maqueta.

Figura 5.2.7: Rampa hacia la Entrada.

La Vivienda está planteada como una caja contenida en uno de los patios (el adyacente al ex-
terior), articulada mediante la interpenetración y sucesión de volúmenes cúbicos, presentando una
figura discontinua e interrumpida a nivel horizontal y vertical, y generando una percepción del ele-
mento espacio intersticial, en relación con los desniveles entre el pavimento del Patio 2, el Patio 1 y
la Entrada, como una especie de paisaje estratificado de masas y vacíos, cobrando así una materiali-
dad palpable y un protagonismo innegable, y reduciendo sensiblemente la verticalidad de los muros
perimetrales (imágenes de la Figura 5.2.8); verticalidad que, por el contrario, se percibe ampliada en
el Patio 1, por la simplicidad geométrica y continuidad del elemento espacio contenido, la esbeltez
de las aberturas de los muros perimetrales y la altura doble de los muros, multiplicada por la imagen
especular reflejada en el estanque incrustado en él (Figura 5.2.9). De esta manera, mientras que el
Patio 1 se percibe como un espacio abierto, casi espiritual, el Patio 2 lo hace como uno parcialmente
clausurado y terrenal; terrenal debido a que ciertos volúmenes cúbicos de la Vivienda se expanden y
proyectan buscando el contacto con los muros perimetrales del Patio 2, al mismo tiempo que incorpo-
ran el íntimo y reducido paisaje inmediato a sus espacios interiores, a través de las amplias aberturas
que ocupan, en su totalidad, sus caras externas (imágenes de la Figura 5.2.8).
134 anáLIsIs de casos

Zona Lateral Exterior del Patio 2 Zona Posterior del Patio 2

Zona adyacente del Patio 2 al Patio 1 desde el Jardín Zona adyacente del Patio 2 al Patio 1 desde la Entrada

Figura 5.2.8: Elemento espacio del Patio 2.

Figura 5.2.9: Elemento espacio del Patio 1.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 135

En las Figuras 5.2.10 y 5.2.11 mostramos los esquemas topológicos 1 y 2 de la Casa Emílio Vilar
en los que podemos identificar los siguientes sintagmas topológicos: 1.º) la Red de Espacios de Tran-
sición (en un primer nivel los nodos Entrada y Patio 2, y posteriormente los nodos Rampa y Patio 1)
que presentan un alto grado de Continuidad Visual con el nodo Exterior, entre ellos y con los nodos
Vivienda, Estanque y Jardín; 2.º) el Espacio Anidado del nodo Vivienda, con relación al nodo Patio
2; 3.º) las Secuencias de Espacios Intermedios: a) los nodos Entrada y Patio 2, que se dirige hacia el
Espacio Anidado del nodo Vivienda, y b) los nodos Entrada, Patio 2 y Patio 1, que se dirige el nodo
Estanque; 4.º) el Espacio Anidado del nodo Patio 1, con relación al nodo Patio 2, y, finalmente, 5.º) el
Espacio Concentrador del nodo Jardín, en relación con los nodos Estanque, Rampa, Patio 1 y Patio 2.

Espacio�
Concentrador�=� Planta 1ª
“pertenecer�a�un�
lugar”� Espacio�Anidado�=�
“estar�dentro”�
Jardín
Terraza

Baño

Dormitorio 3
Vestidor

Espacio� Planta Baja Baño


Anidado�=� Pasillo
“pertenecer�a� Escalera
Estanque
un�lugar�
espiritual”� Sala de Estar,
Patio 1 Patio 2
Comedor, Dormitorio 2
Cocina
Escalera Dormitorio 1
Rampa

Red�de�Espacios�de�Transición�+� Entrada
Con nuidad�Visual�=�
“procurar�por”�

Exterior

Figura 5.2.10: Esquema Topológico 1.

Planta 1ª

Jardín
Terraza

Baño

Dormitorio 3
Vestidor

Planta Baja Baño


Escalera Pasillo
Estanque
Sala de Estar,
Patio 1 Patio 2
Comedor, Dormitorio 2
Cocina
Escalera Dormitorio 1
Rampa
Secuencia�de�Espacios�Intermedios�
dirigida�a�un�Espacio�+�Con nuidad�
Visual�=�“pertenecer�a�un�lugar”�
Secuencia�de�Espacios�
Intermedios�dirigida�a�un�Espacio�
Entrada Anidado�+�Con nuidad�Visual=�
“pertenecer�a�un�lugar”�

Exterior

Figura 5.2.11: Esquema Topológico 2.


136 anáLIsIs de casos

A partir de los esquemas topológicos podemos realizar el siguiente análisis. Primero, accedemos
a la Casa Emílio Vilar mediante una Red de Espacios de Transición (la Entrada, la Rampa y el Patio
2) que presentan un alto grado de Continuidad Visual, mostrándonos los Espacios y Elementos Ani-
dados en ellos (el Patio 1, el Estanque contenido en él, y la Vivienda), potenciando así el procurar
por el visitante. Sin embargo, dichos Espacios y Elementos que visualizamos desde los Espacios de
Transición están Anidados en ellos, plasmando, por un lado, el estar dentro que requiere la reducida
Vivienda inscrita en el Patio 2, y la espiritualidad del elemento espacio del Patio 1, que es contenedor
y protector del Estanque, su tesoro y foco de atracción. Por otro lado, se establecen dos Secuencias de
Espacios Intermedios, cuyo origen común es la Entrada, que nos lleva al Patio 2, y de este nos bifur-
camos hacia dos Espacios Anidados, la Vivienda, que protege a los propios, y el Patio 1, que protege
el Estanque como si fuera su joya espiritual; ambas secuencias fundan el carácter íntimo de la Vivien-
da y el Estanque, fijándolos como lugares especiales, de pertenencia. Pero hay otro signo claramente
identificable en dichas secuencias; el de ocultamiento, que no se plasma a nivel visual (Continuidad),
sino mediante las múltiples negaciones del acceso, como sucede con la abertura-puerta que enlaza la
Rampa con el Estanque y la abertura-puerta que enlaza la Entrada con el Patio 2 (Figura 5.2.12), en
que, en ambos casos, la función denotada de accesibilidad es negada mediante la barrera que se esta-
blece por los desniveles entre los espacios conectados, explicitando de esta manera la imposibilidad
asociada al comprender.

De todo ello, podemos apuntar que lo que inicialmente se nos presenta como un recibimiento
visible y transparente se va transformando, poco a poco, mediante descubrimientos puntuales, en
una sutil negación, mediante la obstaculización del acceso y la acumulación de espacios intermedios,
cuya finalidad es la protección de unos espacios, asociados respectivamente a un tesoro espiritual y
a los propios.

Figura 5.2.12: Negación del Acceso entre la Entrada y el Patio 2.

Sin embargo, en el esquema topológico 1 se puede también identificar, de forma patente, el rol que
presenta el nodo Jardín como Espacio Concentrador de los diferentes Espacios analizados hasta aho-
ra, desplegándolos esta vez a un espacio abierto, conectándolos con el lugar que abriga la Casa Emílio
Vilar, pero mediante una conexión que no es de accesibilidad, sino tan solo de Continuidad Visual. Es
decir, el Jardín le permite a la Casa Emílio Vilar observar, sentir y vivir el contexto, el pertenecer al
lugar, pero evitando el procurar por (Figura 5.2.13).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 137

Figura 5.2.13: Fachada Posterior desde el Jardín.

5.3 La Casa N

La Casa N (en Oita, 2008), un trabajo del joven arquitecto japonés Sou Fujimoto, consiste en una
casa unifamiliar para dos personas situada en un barrio tradicional (Fig. 5.3.1).

Figura 5.3.1: Localización de la Casa N.

5.3.1 Identificación y Aproximación

A partir de las imágenes de las Figuras 5.3.2 y 5.3.3, podemos observar la relación dialógica que
se establece entre la Casa N y su entorno; un diálogo basado en el enfrentamiento al contexto y en la
disolución de la frontera exterior-interior.

Figura 5.3.2: Fachada Principal.


138 anáLIsIs de casos

Figura 5.3.3: Fragmento de la Fachada Principal.

Si observamos las imágenes referentes a la fachada principal, en la percepción externa como cen-
tro, a partir de sus elementos masa y superficie, primero identificamos una forma monolítica con baja
concentración topológica, compuesta por un único volumen paralelepípedo hueco (con iluminación
interior natural) con una configuración, aparentemente aleatoria, de grandes aberturas en todas sus ca-
ras (incluyendo la cubierta), aberturas que, sin embargo, protegen a la vivienda de las miradas ajenas
(todas ellas se colocan a una altura superior a la mirada del observador externo); posteriormente per-
cibimos que dicha caja abstracta contiene a otro volumen paralelepípedo que dispone también de un
conjunto notable de aberturas en una distribución también casual. El primer armazón muestra un alto
grado de nitidez de sus contornos, debido a que todas sus aberturas se sitúan en los planos de sus ca-
ras; sin embargo, en el segundo se reduce parcialmente dicha nitidez de contornos a causa de la rotura
en alguna de sus aristas generada por la abertura intersectada entre planos. El grado de continuidad en
ambos es muy alto (totalmente unificado), y el grado de textura es muy bajo, consecuencia de aplicar
el encolado en sus muros. El gran número de aberturas del primer armazón, unido a la ausencia de
marcos, reduce considerablemente la percepción de resistencia y frontera exterior-interior. Sin embar-
go, sus muros (de doble altura) plantean un impedimento a la accesibilidad mucho mayor que el de
cualquier barrera (valla o verja) de las viviendas colindantes que también disponen de jardines como
espacios de transición. Por tanto, esa permeabilidad facilita lo a la vista y no lo a la mano.

De todo ello, podemos establecer que la forma monolítica, geométrica y abstracta de la fachada,
junto a su continuidad, la desnudez de sus aberturas y el bajo grado de textura de su superficie límite,
marcan una clara diferenciación respecto a las viviendas del entorno, mientras que su alto número
de aberturas reduce su resistencia, abriéndose aparentemente a la vista, aparentemente porque en
realidad la mirada ajena siempre se encuentra por debajo de dichas aberturas. Por tanto, la Casa N
se percibe externamente como un centro enfrentado al contexto que, además, a pesar de su alta per-
meabilidad, no potencia el procurar por.

5.3.2 Acceso

En la Figura 5.3.4 mostramos el acceso principal, que se realiza por la entrada al garaje, a la Casa
N (también hay un acceso lateral que conduce a una zona de almacenamiento externo y a la cocina).
La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 139

Figura 5.3.4: Acceso Principal.

El acceso principal a la Casa N está configurado por la única abertura de accesibilidad, sensible-
mente más reducida que el resto de aberturas (de continuidad visual) de la fachada; un hueco, desnudo
de marcos (como el resto de aberturas), que está ubicado en la zona izquierda de la fachada. Dicha
localización nos fuerza a realizar una aproximación oblicua a la entrada de la vivienda, prolongando
la secuencia de acercamiento, y potenciando así la vivencia de ese jardín semiinterior como espacio
de transición clave entre el exterior y la vivienda. Por otro lado, el único elemento que potencia su
identificación es una barrera móvil de madera que está colocada en la acera de gravilla del solar, a
modo de objeto provisional, y rápidamente reconocible por su diferencia de material respecto a los
muros de la fachada.

De todo ello, podemos afirmar que el acceso principal a la Casa N se muestra tímidamente, casi di-
simuladamente, en relación con el protagonismo que adquieren el resto de aberturas, que actúan como
mostradores de la vegetación del jardín. De tamaño amputado, conector a un espacio de servicio, e
indirecto, este acceso parece negar el paso (aunque más encubierto se encuentra el acceso lateral, que
ya no es un hueco, sino una continuidad en la superficie del muro). Una negación que fortalece la
protección a la mirada ajena de la fachada.

5.3.3 Recorrido

En la Figuras 5.3.5 mostramos el plano de la Casa N. La construcción está planteada como tres
cajas huecas de tamaño decreciente anidadas una en otra. La caja de mayor tamaño define el períme-
tro del solar donde se encuentra ubicado el jardín semiinterior protegido del exterior, compuesto por
la zona de aparcamiento (Garaje), una tarima que hace la función de terraza y acceso a la entrada de
la Vivienda (imágenes de la Figura 5.3.6), y un almacén externo; la caja intermedia es la que define la
Vivienda, compuesta por dos espacios principales, en el primero se localizan el dormitorio y el tatami
(imágenes de la Figura 5.3.7), y en el segundo se encuentran la cocina (Figura 5.3.8), el aseo, el lava-
dero y el baño, al que se accede a través del lavadero. Esta segunda caja contiene a su vez a la tercera
caja, el espacio más íntimo de la Vivienda, compuesta por el comedor y la sala de estar (Figura 5.3.9).
Un acceso lateral nos permite entrar al almacén externo del jardín, que conecta con la cocina.
140 anáLIsIs de casos

Figura 5.3.5: Planta.

Figura 5.3.6: Entrada a Garaje y Terraza en el Jardín.

Figura 5.3.7: Dormitorio hacia el Comedor y Jardín desde el Tatami.


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 141

Figura 5.3.8: Acceso a la Cocina y Sala de Estar en primer término.

Figura 5.3.9: Comedor y Sala de Estar desde el Tatami.

En la Figura 5.3.11 mostramos el esquema topológico de la Casa N en el que podemos identi-


ficar los siguientes sintagmas topológicos: 1.º) el Espacio Contenedor principal que presenta una
Accesibilidad reducida, y un alto grado de Continuidad Visual a la vegetación del Jardín, prote-
giendo el Espacio Anidado intermedio de la mirada ajena; 2.º) el Espacio Anidado de la Vivienda,
también con una accesibilidad reducida, y un alto grado de Continuidad Visual entre el jardín se-
miinterior y el Espacio Anidado contenido; 3.º) el Espacio Anidado del comedor y sala de estar, con
altos grados de Continuidad Visual y Accesibilidad con las zonas del dormitorio, tatami y cocina,
finalmente; 4.º) la cocina actúa como Espacio Distribuidor al aseo y el lavadero, y este último de
Espacio Intermedio al baño, separando y ocultando de esta manera los espacios de servicio de la
zona de vida pública.
142 anáLIsIs de casos

Planta Baja
Lavadero
Aseo Espacio�Anidado�=�
Baño
“estar�dentro”�protector�
Cocina

Espacio�Anidado�=�
“estar�dentro”�ín mo�
Secuencia�de�Espacios�de� Sala de Estar, Comedor
Transición�dirigida�a�un�Espacio�
Anidado�+�Con nuidad�Visual�=�
“pertenecer�a�un�lugar”�

Entrada, Dormitorio, Tatami

Garaje
Terraza
Jardín
Jardín Almacén
Espacio�Contenedor�+�
Con nuidad�Visual�–�
Accesibilidad=�
“estar�dentro”�

Acera

Exterior

Figura 5.3.11: Esquema Topológico.

A partir del esquema topológico podemos realizar el siguiente análisis. Primero, accedemos a
la Casa N mediante un Espacio de Transición (el nodo Jardín), con accesibilidad reducida, y unos
límites (los muros perimetrales del contenedor principal) que tan solo nos insinúan la vegetación del
Jardín y la Vivienda contenida en él, protegiéndolos de la mirada del transeúnte al ubicar sus aberturas
por encima de su mirada. Por tanto, es un centro principalmente protector, cuya permeabilidad tiene
como finalidad vivir y sentir el lugar, no procurar por el visitante. Posteriormente, una vez dentro
de ese jardín semiinterior, protegido del exterior, un microcosmos se abre a la vista; la Continuidad
Visual con la Vivienda crece, aunque no sucede lo mismo con la accesibilidad, y se divide este es-
pacio de transición en zonas fácilmente identificables por cambios de textura y sin barreras entre
ellas (garaje, terraza, almacén exterior). Tercero, a partir del nodo entrada accedemos a la Vivienda,
que es un espacio anidado monolítico, también dividido en zonas perimetrales (dormitorio, tatami y
área de servicios), con una muy alta continuidad visual, permeabilidad y accesibilidad a un espacio
anidado en él, la zona del comedor y sala de estar (el espacio más íntimo). El espacio de la Vivienda
es permeable a nivel visual con el jardín semiinterior, ya que nos encontramos en ese microcosmos,
aunque aún se requiere protección del exterior; mientras que el espacio íntimo lo es a nivel visual y
de tránsito, porque ya nos encontramos en el espacio protegido de la Vivienda. Por tanto, la Vivienda
permite el procurar por los propios, potenciando el pertenecer a un lugar (ese microcosmos); mientras
que el espacio anidado en él mima el procurar por los propios sin dejar de lado ese pertenecer a un
lugar, diferenciando y separando, de este modo, el estar dentro íntimo del estar dentro protector.
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Minarete Al Malwiya, s. IX: http://commondatastorage.googleapis.com/static.panoramio.com/pho-


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Casa Boissonnas, Philip Johnson, 1956: http://s873.photobucket.com/albums/ab294/berginarchitects/


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Torii: http://japanesepencil.blogspot.com/2010/12/orgullo-nacional-kioto.html

Anticoli Corrado: http://pms.wikipedia.org/wiki/Figura:Anticoli_Corrado.jpg

Villa Shodhan, Le Corbusier, 1956: http://thearchitectureprogram.com/?p=1235

Bodega Darien, Jesús Marino Pascual, 2002: http://www.panoramio.com/photo/52281925

Casa Azuma. Tadao Ando, 1976: http://en.wikipedia.org/wiki/File:Azuma_house.JPG

Villa Capra, Andrea Palladio, 1566: http://www.panoramio.com/photo/20317980

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Museo Arqueológico Vitoria, Francisco Mangado, 2009: http://www.construible.es/noticiasDetalle.


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Villa Savoye, Le Corbusier, 1929: http://www.panoramio.com/photo/379430

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Positano: http://it.wikipedia.org/wiki/File:Positano_II.jpg

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Casa Emílio Vilar, Hnos. Aires Mateus, 2002:

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El Croquis 154, pág. 47


La exIstencIa, eL Lugar y La arquItectura 151

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