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Botella, César y Sara
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Ya sea que se priorice la supresión sintomática y la disminución del sufrimiento, la
aparición del deseo inconsciente que permita al sujeto apropiarse de su historia, que el
énfasis sea puesto en lo intrapsíquico o lo intersubjetivo, o que se privilegie una
concepción de cambio psíquico como modificación de estructuras de funcionamiento
mental, estos modelos serán decisivos a la hora de considerar un fin de análisis.
Cabe aclarar que se trataría siempre de la finalización de un proceso analítico,
entendiéndolo como singular y patrimonial de un determinado analista con un
analizando en particular.
Dejaré planteadas, no obstante, algunas constantes teórico- técnicas que desde la
experiencia clínica entiendo importante tener presentes.
Entre ellas, considero fundamental la de enfrentar los límites: los del analizando, los del
analista y los del método, situación compleja en tanto involucra el narcisismo de sus
participantes.
Por eso, contactar con las motivaciones inconscientes que inciden en el analista para
dejar ir o retener a un analizando, exige el ejercicio sostenido del autoanálisis, siempre
fundamental pero ineludible cuando de aceptar límites se trata.3
Asimismo, escuchar adecuadamente un deseo de finalización implicará la cuidadosa
apreciación de las defensas imperantes en el campo analítico y la temperatura
transferencial que prima en ese momento en particular.
Con este objetivo, considero importante sostener una segunda mirada sobre el campo
analítico en su totalidad.
Esta deberá focalizar particularmente el trabajo de las transferencias (la del analizando y
la del analista) enlazado al necesario trabajo de duelo por la terminación que, es de
esperar, movilizará la cadena de pérdidas y resignaciones que han marcado la historia de
ambos integrantes de la dupla.
Sin embargo, si estos trabajos hacen a la esencia misma de la peripecia analítica, ¿por
qué poner el énfasis en el fin de la misma.?
Considero que éste, en tanto límite fáctico imposible de eludir, reactiva y reorganiza- en
el mejor de los casos- un núcleo infantil esencial a la tarea analítica, construído en torno
a la pérdida y la ausencia que será revivido y resignificado en la inminente separación.
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Mi idea de autoanálisis remite- en apretada síntesis- al trabajo constante del analista consigo mismo,
con su propia neurosis infantil-esperablemente analizada- con sus teorías y con la(s) imago(s)
internalizada(s) de su(s) ex analista(s).
Esto no excluye la importancia del reanálisis,, tema que excedería los límites de esta reflexión.
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Por lo tanto, es de esperar que la angustia que, ya desde Freud4 remite a las
separaciones desde la más primordial del nacimiento, pasando por el destete y el control
de esfínteres y nos conduce, en la primacía genital a la angustia de castración, se haga
presente.
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Freud, S. Inhibición, síntoma y angustia, 1926, A E T XX
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Es un nombre ficticio que elegí en sustitución del verdadero y que conserva el simbolismo de éste.
Asimismo, y aunque se trate de un proceso analítico que culminó hace varios años, cabe aclarar que se
han introducido las deformaciones necesarias para preservar la identidad del paciente.
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Juntos transitamos caminos de búsquedas y resignaciones: de la aceptación de su
cuerpo adulto y la primacía genital, de las separaciones, de la renuncia al deseo edípico
y sus nuevas posibilidades de elección de objeto, de su vocación , del vínculo con sus
pares, de desidentificaciones y nuevas identificaciones, en suma, de la construcción de
su “nueva” identidad, sexual, social y cognitiva.
Podría decirse que fue un buen trabajo, signado como era de prever por los vaivenes
propios de un proceso adolescente en el cuál basculamos del escenario narcisista al
objetal.
En cuanto a la transferencia, fue móvil y cambiante, tanto en el signo como en la
intensidad.
Una característica llamativa del trabajo con Max fue la ausencia del acto en todos sus
matices.
Pensaba que su fuerte inhibición era la máscara que ocultaba, probablemente, un
importante monto de agresividad que no se animaba a mostrar(se), no sólo por las
fantasías destructivas subyacentes, sino porque tal vez no sentía a sus padres
disponibles como para sostener una confrontación.
4 años más tarde, Max parecía estar lejos del chico pasivo e inseguro del inicio.
Por un lado y desde la realidad objetiva, se había vuelto un buen estudiante-promedio,
no 10- que mostraba gran entusiasmo y talento para la música que integraba una banda
de rock bastante popular con “toques” todos los fines de semana: “Cambié a Mozart por
los Rolling…no creo que mis padres estén muy conformes, pero es música, no? E
igualmente no he dejado de lado la música clásica, me sigue gustando, pero para
escucharla en soledad” solía decir.
Mantenía un vínculo de pareja estable desde hacía casi un año, con una chica de su edad
que contribuía, en gran medida, a la progresiva salida de la endogamia.
Desde su mundo interno, la sustancial disminución del sufrimiento, importantes logros
afectivos, cambios en las configuraciones ideales y en la severidad del super yo, así
como su creciente estabilidad emocional, permitían sostener la hipótesis de cambio
psíquico y que surgiera en ambos la idea de la terminación.
Aparecieron sueños elocuentes, fantasías y más tarde, el fragmento de sesión que elegí
transcribir.
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“Venía pensando…que está bueno este espacio…para pensar, para dejarse ir y hasta
para pirarse y volver …(ríe) pero estoy con poco tiempo, la facu me exige mucho y la
banda y N. (la novia) me ocupan todo el tiempo libre….(pausa, golpea ritmicamente el
escritorio. Me recuerda el comienzo de nuestro trabajo, cuando su gran inhibición le
impedía hablar y se comunicaba con golpecitos, reproduciendo compases musicales)
Entonces…pensé en decirte que era bueno venir a encontrarme contigo y conmigo, fue
bueno…estos años pero también está la vida, no? Y hay que seguirla, no hay otra…
(Silencio)
A: Y te cuesta decir que quisieras seguirla solo, que sentís como si este espacio te la
trancara…como en otros tiempos pasaba con tus padres
M: Sí, pero me siento mal…desagradecido si digo eso, porque te debo mucho, me
ayudaste montones, estuviste en los momentos más jodidos que pasé y ahora, que estoy
mejor….quiero dejar de venir? ¿Cómo es ésto? ¿Como funciona?
A: ¿Cómo será esto de querer seguir encontrándote solo, sin análisis, funcionará?
M: Y..yo creo que sí, pero no hay certezas y me pregunto…bueno, me pregunto tantas
cosas! pero acá, es dejar de venir de una, así nomás? Suena raro…después de tanto
tiempo…
A: Te preguntás cómo hacer para separarte, decías que estás mejor, también que no
hay certezas, pero tal vez ya sea tiempo…
En sesiones posteriores acordamos una fecha de terminación, tres meses más tarde.
Nuestro trabajo giró predominantemente alrededor de su ambivalencia, el deseo de
“probarse” y el temor a “bajonearse”, decía.
Aunque acompañaba sus idas y vueltas, primaba en mí la idea de que Max estaba
preparado para terminar y yo para dejarlo ir.
Matices de enojo y tristeza coloreaban su discurso:
“Estuve un rato sentado en la playa con la guitarra, pero sin tocar, sólo la tenía ahí,
acompañándome en silencio mientras apoyaba en ella la cabeza… Miraba el mar que
está bravo, picado y pensaba como sería mi vida cuando sea grande, las
responsabilidades, las obligaciones, tanto esfuerzo…no será al pedo?
(Pienso que tal vez la referencia a la guitarra que lo acompaña en silencio esté
relacionada con el proceso de internalización de la figura de la analísta capaz de
“aguantarle la cabeza”, pero no me parece oportuno transmitírselo.
Tomo en cambio, el “cuando sea grande”, que entiendo elocuente de su resistencia a
crecer y le digo:
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“Parece que es difícil sentirse grande, adulto, responsable, es mucho esfuerzo y a lo
mejor eso te enoja, te pone bravo, como el mar”
M: Ufa! Una cosa buena de terminar va a ser que no voy a tener que oír más
pelotudeces! Para eso ya tengo a mi vieja! (Siencio)
Pero algo de razón capaz que tenés,, porque vi en el parque un padre jugando con un
niño y dije “nunca más”. Qué boludo!
A: Da tristeza dejar atrás al niño chico que jugaba con papá, por eso, por momentos,
crecer parece ser “al pedo”.
Max llega a la última sesión acompañado de su guitarra, y se sienta con ella en el diván
diciendo que el regalo que preparó para mi es una canción que quisiera tocar y cantar en
ese momento.
Entre sorprendida y movilizada, escucho un tema de Maná “Vivir sin aire”6 del cuál
transcribiré los fragmentos que, en ese momento hicieron mayor impacto en mi escucha:
“Como quisiera poder vivir sin aire, como quisiera poder vivir sin ti….pero no puedo,
siento que muero, me estoy ahogando sin tu amor”
“Como quisiera quererte un poco menos, como quisiera guardarte en un cajón…”
Cómo quisiera borrarte de un soplido, me encantaría guardar esta canción…”
Se unieron en mí el impacto estético de la música- muy bien ejecutada- y estos
fragmentos de la letra, inesperados e inquietantes que me llevaron a múltiples
cuestionamientos.
¿Cómo escucharlos? ¿Por qué habría elegido Max esa canción como regalo de
despedida?
¿Aludirían a que no habíamos logrado aflojar lo suficiente el lazo transferencial?
¿Tendría relación con un “amor de transferencia” no trabajado?
¿ Tal vez con una dificultad personal como analista para aceptar- al decir de Winnicott-
quedar “olvidada en un estante” al modo del objeto transicional ya desinvestido?
Mientras que Max parecía tranquilo , yo me sentí angustiada.
Intentando poner orden en mis ideas y emociones, le digo:
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. “Maná”, según supe luego, es un grupo mexicano surgido a fines de los 80 gracias a cuatro
adolescentes que se unieron para interpretar temas de Led Zeppelin, los Rolling Stones y los Beatles
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“Muy linda canción Maximiliano, pero por qué habrás elegido traerme “Vivir sin
aire” en la última sesión?”
M: (entre sorprendido y divertido) Yo te preguntaría por qué me llamás Maximiliano
justo hoy”
A. (Reparo asombrada en mi lapsus) “Muchas preguntas, mías, tuyas…será que la
despedida nos está pegando fuerte?” le digo.
M: Y, sí…pero yo sabía que me ibas a preguntar eso, porque es romántico y medio
dramático el tema, muy nostálgico.
Pero es metafórico…el amor y el aire no son lo mismo, no? Pensé que cuando vine, lo
que más me diste acá fue aire, libertad para ser yo mismo y eso me lo llevo conmigo.
A: Cierto, y tal vez yo quisiera que te llevaras a “Maximiliano” entero, sin tener que
rechazar aspectos de ti mismo porque los pensás como si fueran de tus padres.
M: Y no suena mal, eh? Al menos, ya no me suena tan desajustado!
A: Tal vez porque ahora te sentís más grande, más crecido..
.Los interrogantes quedaron en suspenso hasta que los acontecimientos por venir
demostraran si los inevitables restos transferenciales harían obstáculo en la capacidad de
Max para la independencia o se tramitarían, elaboración mediante, en un futuro
próximo. Pensé en la angustia, que no se había hecho demasiado presente durante
nuestro trabajo de finalización y surgía en esta despedida. En lo manifiesto, en mi
vivencia y el cuestionamiento de la función analítica, sublimada en Max a través de una
creación, su regalo, en el cuál parecían condensarse el reconocimiento y las angustias
depresivas propias de la separación
Recuerdo haber pensado como hecho significativo el que un adolescente que no
privilegiaba el acto como modo de expresión, hubiera elegido la última sesión de
análisis para poner en gesto- acto tantos afectos trascendentes.
Se me ocurrió que, tal vez, fuera su modo de mostrar un cambio en su “historia oficial”:
como el adolescente hiperintelectualizado y brillante- en la línea del máximo con el
cuál los padres lo signaran- le iba cediendo espacio al que ahora podía priorizar su
deseo.
Nos despedimos conmovidos pero con alegría. El, para transitar su vida y probar sus
posibilidades de hacerlo sin ayuda.
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Yo, sintiendo que ya era tiempo de “ devolverlo7” a su familia, a la vida y al mundo
luego de un intenso trabajo que, esperaba, le posibilitaría seguir creciendo con
entusiasmo.
Stella Yardino
Marzo de 2012
Referencias bibliográficas
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Comparto esta idea con Virginia Ungar, a quién agradezco el intercambio personal que sostuvimos hace
ya tiempo en relación al fin de análisis con niños, que yo me permito aquí hacer extensivo al análisis con
adolescentes. Queda pendiente el proyecto de un trabajo en común sobre el tema
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Acevedo de Mendilaharsu, S . 1995 Subjetividad y tiempo en el espacio analítico” En:
Revista APU XI Jornadas Psicoanalíticas, Montevideo.
Baranger, W. 1994 “Proceso en espiral y campo dinámico” En: Artesanías
psicoanalíticas. Ed Kargieman, Buenos Aires.
De Urtubey, L 1994 “Sobre el trabajo de contratransferencia” En Revista de
Psicoanaílisis Buenos Aires. Vol 51 nº 4
Etchegoyen, H “Los fundamentos de la técnica psicoanalítica” 1986
Amorrortu Editores. Buenos Aires.
Freud, S. 1912 “Recordar, repetir y reelaborar” AE OC T XII
Freud, S. 1937” Análisis terminable e interminable” AE OC TXXIII
Freída, S. 1925 “Inhibición, síntoma y angustia” AE OC T XX
Winnicott, D W.1972 “El uso de un objeto y su relación por medio de identificaciones”
En Realidad y juego. Buenos Aires Granica.
Yardino, S 2005 “El fin de la historia o la historia sin fin” Publicación del XXVII
Simposio APdeBA El método psicoanalítico tal como lo practicamos.
Reconsideraciones acerca de la técnica.
Resumen
En este momento del proceso, la angustia( ya sea que esté presente o no) se