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Monólogo Hombre

TONY:  Mira que me gusta esta piscina… y qué pocas veces me he bañado en
ella. ¿Me puedes prestar atención, cariño? Sé que no te gusta que te hable de mi
trabajo, pero hay algo que tengo que contarte. Ahora. ¿Recuerdas cuando nos
conocimos? Qué noche. Qué fiestas, aquellas. Qué guapa estabas. Llevábamos
rato hablando y, de repente, te dije que no era productor musical y te cambió la
cara: “¿Tú no eres Tony Baldaci?” Casi se te cae la copa al suelo. Te dije: “Sí.
Pero no soy productor musical”. ¿Recuerdas qué te dije?: “Mi trabajo consiste en
convertir los sueños en realidad”. Y tú me contestaste: “Me gustaría
comprobarlo…”.

No soy mago, cariño. Tampoco es suerte. Mi trabajo es sencillo pero laborioso -ha
sido el mismo durante treinta años-: ver tocar muchos grupos en directo, escuchar
muchas maquetas, tener mucha paciencia y, en cuanto detecto un diamante en
bruto, poner dinero sobre la mesa y lanzar la apuesta. La mayoría de las veces he
ganado. Y cuando no he ganado sólo he perdido el dinero de la apuesta. No más.
Porque siempre he mantenido mi dinero al margen. Hasta Jimmie Max. No sé qué
talento artístico le has visto a este chico, cariño, ni en qué estaba pensando yo
para romper la regla y apostarlo todo. Quizá fue tu amenaza –hoy lo siento como
una amenaza, sí-: “O lanzas a este chico al estrellato o me entristeceré mucho”. Y
para lanzarlo al estrellato hacía falta dinero, mucho dinero. Más del que he
gastado jamás. Y ni con esas. Ahora ya tenemos las cifras. Ha sido un desastre.
Hemos cancelado las giras, lo hemos cancelado todo. He dilapidado el dinero de
la compañía… y el mío, el nuestro. Espero que, al menos, no estés triste: Lo he
intentado, cariño. Disfruta ese gintonic, es tuyo; el siguiente… no. No es una
amenaza. Es la realidad.

Monólogo Mujer

Elena: ¿Cómo? ¿Qué yo soy la “Dama de Negro”? ¿Que la mujer que lleva más
de diez asesinatos a sus espaldas en esta ciudad… soy yo? (piensa) ¿Cómo se te
ha podido ocurrir? No, no, no, espera, déjame hablar. Lo sé. Supongo que habrás
reunido pruebas -eso son pruebas ¿no? - o indicios, o sospechas que te dicen que
la Dama de Negro soy yo, vale, sí. Mi pregunta es: ¿Cómo se te ocurre decírmelo
aquí - ¡aquí!- si sabes que la Dama de Negro mata a sus víctimas cuando está a
solas con ellas? (silencio) ¿Te parece buena idea venir hasta aquí a decírmelo?
¿Hasta aquí? (grita, abriendo los brazos) ¡Hola! ¡Mi compañero dice que yo soy la
Dama de Negro!  Negro, Negro, Egro… (reproduce ella misma el eco, luego mira
a su compañero) Ni cobertura de móvil hay. No me lo puedo creer. Has sido tan
vanidoso que has corrido a decírmelo. Te morías por demostrarme que tienes
mejor instinto investigador que yo. Nunca has soportado que una mujer brille más
que tú en el Departamento. Pues, ¿sabes?  -voy a pensar en voz alta-… (mira a
su alrededor, no hay nadie a kilómetros de distancia) Yo… Creo que seguimos
persiguiendo pistas falsas, creo que esa asesina es asquerosamente lista, que
disfruta matando y riéndose de tipos como tú; y creo… que no soy yo.  Eso creo. Y
creo que te conviene que yo siga teniendo mejor instinto investigador que tú…
¿Verdad? (el hombre no contesta) (Se vuelve al infinito y grita haciendo
eco) ¡Verdad! ¡Verdad! …

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