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Capítulo VI

Cómo la mujer es cara con dos haces

<…> Por ende cada cual se guarde y aprenda de ellas, que aunque mucho son
parleras, de sus secretos muy bien son calladas. Pues usa de su arte, e como dice Catón:
«Así con arte engañarás al que anda con arte»; o a lo menos con tal arte de sus engaños te
podrás de fácil defender, que sepas que su deseo de las mujeres no es otro sino secretos
poder saber, descubrir y entender. Y así escarban en ello como hace la gallina por el
gusano, y porfiarán dos horas: «Decid y decid; decídmelo; vos me lo diréis», con abrazos,
halagos y besos -cuando otra cosa no hallan a que acorrerse- diciendo: «¡Yuy, no me
dejéis preñada! ¡No me hagáis mover! ¡No me deis mala cena! ¡No me enojéis! ¡No me
dejéis con el trópico en el vientre! ¡Decídmelo por Dios! ¡Oh cuitada! ¡Oh mezquina! ¡Oh
desaventurada! ¡Yuy, qué yerto! ¿Cómo sois así? ¡Yuy, qué desdonado! ¡Habré que
decir! ¡Decídmelo, así gocéis de mí, en Dios y mi alma! Pues, pues, en buena fe si no me
lo decís, nunca más vos hable. ¿Queréis, queréis, queréismelo decir?». A la tercera: «no
queréis»: «Ahora, pues, dejadme estar». En esto lanza las cejas; asiéntase en tierra; pone
la mano en la mejilla; comienza de pensar y aun a llorar de malenconía, bermeja como
grana; suda como trabajada; sáltale el corazón como a leona; muérdese los bezos; mírale
con ojos bravos; si la llama no responde, si de ella traba, revuélvese con gran saña:
«Quitaos allá; dejadme. Bien sé cuánto me queréis: en este punto lo vi; todavía lo sentí».
Luego hace que suspira, aunque lo no ha gana. Y a las veces contece que el triste del
bachachas, como es mujereja, dice: «No te ensañes, que yo te lo diré». Dícele todo el
secreto, ella hace que no se lo precia ni le place oírlo, pues no se lo dijo cuando ella
quería y le venía de gana; mas presta tiene la oreja aunque vuelve el rostro. Y cuando
bien ha dicho el cuitado, y contada su razón, responde la doctora: «¿Ese es el secreto?
Esto es lo que me habíais de decir? Pues cuanto eso yo me lo sabía. ¡Allá, allá con ese
lazo a tomar otro tordo! ¿Pensáis quizá que soy necia? Vía a trompar donde justan; a las
otras, que a mí no, ca, guay de mí, ¡veréis, que vos valga Dios! ¡Qué secreto tan grande!
¡Qué poridad tan cierta, para esta que Dios aquí me puso! Y miradme bien; que yo no
digo más». Y con estas y otras maneras saben hacer sus hechos ellas teniendo una en el
corazón y otra en la obra o en la lengua. Do se concluye ser la mujer doble de corazón;
pues a la tal entiéndala Dios que puede, y pueda con ella aquel que poder tiene

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