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Título del trabajo: PASAJE AL ACTO, LAZO SOCIAL Y PSICOANÁLISIS

Autor: Mgter. Pablo D. Muñoz

El trabajo que Jacques Lacan hace en torno del concepto de pasaje al


acto se aviene muy bien a mostrar el campo definido por la intersección de dos
campos que no siempre se relacionan amigablemente: la psiquiatría y el
psicoanálisis.
En efecto, Lacan opera con un término tomado de la psiquiatría francesa
de su época (passage à l’acte) y lo convierte en un concepto clínico
psicoanalítico absolutamente original. Y esta operación no implica un
cuestionamiento de sus fundamentos doctrinales psiquiátricos sino, por el
contrario, su revitalización, sin por ello dejar de mostrar sus diferencias y de
concebir modificaciones. Él trabaja cuidadosamente, con respeto y seriedad,
hasta producir y formalizar el concepto psicoanalítico de pasaje al acto en
1962, en el Seminario La angustia. Ese camino es largo y sinuoso pues hasta
ese año, y desde 1931, mantiene diversas definiciones, nunca unívocas, pues
siguen el ritmo con que avanza su enseñanza en psicoanálisis. Luego de haber
rastreado sus antecedentes psiquiátricos, uno puede hacerse la idea del
panorama de las condiciones en que encontró el problema del pasaje al acto, lo
cual a la vez facilita medir la originalidad específica de su abordaje, como así
también las filiaciones que lo vinculan con su arraigo histórico.
Ahora bien, partiendo de la definición del psicoanálisis como un modo de
lazo social y de la consideración de que su creación por parte de Freud ha sido
un modo de responder al sufrimiento occidental moderno (cuya extrema
jerarquización del individuo conduce a creer en la prescindencia del otro y
entonces del lazo social) -no hay que olvidarse que Lacan llamó a eso locura,
no psicosis, en 1946, creerse sin relación al Otro es estar loco y propone como
figura la de un títere- la subjetividad sólo puede ser pensada a partir de la
existencia del Otro; dicho de otra manera: No hay sujeto sin Otro/A.
El pasaje al acto, según Lacan en La Angustia, en tanto caída de la
escena, que es la escena del Otro, constituye un modo de rechazo del Otro que
apunta a la ruptura del lazo social. En la actualidad, fenómenos de
toxicomanías, anorexias, bulimias y violencias pueden ordenarse según esta

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perspectiva. Los psicoanalistas debemos interrogar cómo hacer para que haya
retorno posible a la transferencia, que algo vuelva a llamar al Otro. Si en el
pasaje al acto la función del Otro simbólico deja de ser eficaz y el sujeto resulta
arrojado al vacío, la orientación clínica será por tanto reinstalar al sujeto en su
relación con el Otro simbólico. Discutiremos en este trabajo las condiciones de
posibilidad de esa orientación clínica.

1) Lacan psiquiatra
Los fenómenos de pasaje al acto se han vinculado desde los comienzos
de la clínica con los conceptos de impulsión y reacción. Lacan se asienta en
esas premisas en su obra psiquiátrica pero años más tarde, ya en el marco de
su enseñanza en psicoanálisis, acuña el término pasaje al acto dándole una
especificidad psicoanalítica, con lo cual produce una ruptura respecto de
aquellas filiaciones. Es correcto afirmar que en su obra psiquiátrica Lacan sigue
los lineamientos generales que en la psiquiatría clásica se habían dado sobre
los fenómenos de pasaje al acto. Pero ello no alcanza para caracterizarla, pues
se esfuerza por situarlos como ruptura y discontinuidad con la personalidad,
valiéndose de los conceptos de proceso de K. Jaspers y reacción de E.
Kretschmer, forjando una concepción discontinuista del fenómeno e
introduciendo -incluso en psiquiatría- un abordaje novedoso del problema.
Lo más sobresaliente de la subversión de la noción criminológica y
psiquiátrica de pasaje al acto que Lacan practica se resume en cuatro puntos.
Primero, lo convierte en un concepto clínico, dejando de ser un término
descriptivo de conductas desviadas, violentas, criminales, delincuenciales, lo
cual hacía que se lo connotara como patología en términos de locura,
demencia, perversidad y caracteropatía, inscriptas en el marco de la
impulsividad. Segundo, Lacan no rechaza su aspecto impulsivo pero al
relacionarlo con la noción de sujeto en psicoanálisis, deja de hablar de
reacción, concepto de tradición psiquiátrica que lo tiñe de un aspecto
automático. Tercero, este rasgo de la impulsividad es incluido en una extensión
conceptual que hace que puedan considerarse tales muchos fenómenos
comunes y corrientes, incluso cotidianos, que en el marco de la criminología
quedaban fuera, (como lo demuestra Lacan al incluir en esa categoría: el
intento suicida de la joven homosexual, la interrupción de su tratamiento por

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parte de Freud, la defecación del Hombre de los lobos infans, la bofetada de
Dora al Sr. K., su abandono del análisis con Freud, los fenómenos de fuga, e
incluso la primera meditación cartesiana). Cuarto y último, el examen
fenoménico que del pasaje al acto hace Lacan pone de relieve un aspecto que
no había sido tenido en cuenta anteriormente, su estrecho e íntimo vínculo con
la angustia, de modo que esta opera como su causa formal –en el sentido
aristotélico del término (la forma que el agente o causa eficiente procura darle a
una materia). Así reformulado, trastocados su fin y objeto originales, el pasaje
al acto como concepto psicoanalítico pierde sus referencias criminológicas,
morales y psiquiátricas. De estos cuatro vértices se desprenden importantes
consecuencias que no hay espacio para extraer en estas páginas.

2) El pasaje al acto como atentado contra el lazo social


El psicoanálisis es un nuevo tipo de lazo social que implica la relación
del sujeto al Otro. En mi opinión, la otredad es un operador teórico y clínico
fundamental ineliminable en Lacan. El psicoanálisis lacaniano sostiene y se
sostiene en y por una articulación lenguaje-lazo social que es fundante de lo
humano y de una clínica por la palabra: Inconciente estructurado como un
lenguaje, Psicoanálisis como uno de los 4 discursos (Discurso como lazo
social) son algunos modos en que Lacan lo pone de manifiesto. Entonces el
psicoanálisis así entendido implica que hay acto analítico capaz de operar
sobre el sufrimiento, vía la palabra. El abc de esto lo hallamos en la noción de
estructura con la que trabaja Lacan, según la cual la subjetividad sólo puede
ser pensada a partir de la existencia del Otro; dicho de otra manera: No hay
sujeto sin Otro/A (Distinguiendo Otro y A: hay diferencia entre el Otro histórico y
el lugar o sitio del Otro, indicado como A, según el álgebra lacaniana).
En este sentido “Sujeto” no es el individuo o la persona o alguien y
entonces no tiene género ni edad, el sujeto con y sobre el que opera el
psicoanálisis es aquello que se produce entre analizante y analista. Es decir
que, no habiendo sujeto sin Otro, y siendo lo que se produce entre dos, no hay
relación intersubjetiva (por eso Lacan termina por refutarla): sujeto implica al
menos dos, sujeto implica una relación, implica lazo social en la consideración
misma del sujeto en cuanto tal para el psicoanálisis lacaniano. Quiero enfatizar
esto: la noción lacaniana de sujeto refuta el individualismo.

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Ahora bien, en la experiencia hay lo que atenta contra el lazo social. El
pasaje al acto es una categoría que puede aplicarse a un conjunto importante
de fenómenos cuya presentación clínica justamente pone en el centro de la
cuestión ese atentado.
En efecto, en El Seminario 10 Lacan lo define como una caída de la
escena, que es la escena del Otro, es decir un rechazo fundamental dirigido al
Otro, un portazo al Otro del que ya no se quiere saber nada. Podemos ubicar
las coordenadas de ese rechazo en el embarazo y la emoción, por eso Lacan
lo define como la extrema barradura del sujeto en el fantasma, lo que lo deja
identificado al objeto a caído del Otro.
Solamente indico que cuando el 16 de enero de 1963 Lacan se apresta
a delimitar las dos condiciones esenciales del pasaje al acto y articularlo con el
objeto a en el fantasma lo hace a partir de un dato fundamental de la
estructura: la imposibilidad de la puesta en relación del sujeto con lo que él es
como objeto. Esta fórmula nos da la configuración de la estructura del pasaje al
acto a partir de la estructura del fantasma. Esa insoportable puesta en relación
del sujeto con lo que él es como objeto, esta reducción súbita, veloz, del sujeto
a lo que es como a es leída por Lacan como brusca barradura del sujeto en el
fantasma, como si en el sujeto fuera reforzada su tachadura, y el pasaje al acto
resulta ser el único modo que un sujeto encuentra para resolver esa puesta en
relación insoportable: dejarse caer.

3) Rechazo de la transferencia, no del amor


A partir del esquema de la división subjetiva Lacan da cuenta de la
producción del objeto a como resto de la operación de inscripción del sujeto en
el campo del Otro. El caso de la joven homosexual le da la pista que le revela
esta característica estructural de la relación del sujeto con el objeto. Esa
función de resto que el a tiene para el sujeto en relación con el Otro, Lacan la
encuentra en Freud en el intento suicida de la joven: “el dejar caer, el
niederkommen lassen”. La expresión francesa laisser tomber que traduce el
término freudiano, literalmente significa “dejar caer”, pero también abandonar,
dejar de lado, dejar plantado. En ese sentido, comporta un desentenderse. En
el pasaje al acto se trata de desentenderse del Otro, dejarse caer del Otro. En
los usos objetivo y subjetivo del genitivo: hay caída del sujeto del campo del

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Otro y caída del Otro, su barradura. El sujeto destituye al Otro, pero pagando
con su identificación al objeto, vale decir destituyéndose a sí mismo. Por eso el
pasaje al acto es ruptura del lazo social, rechazo de la transferencia.
Los analistas debemos interrogar cómo hacer que desde allí haya
retorno posible a la transferencia, que algo vuelva a llamar al Otro. Resulta
deducible de estas formulaciones qué no es efectivo en el caso del tratamiento
de un pasaje al acto. Tratándose éste de una virulenta ruptura de la
subjetividad, de un efecto de desubjetivación por el que se imposibilita la
llamada al Otro, entonces la maniobra del analista no debe apuntar a intentar
comprender, a buscar motivos, porque eso conduce a justificar el pasaje al acto
y justificarlo lleva al perdón, a la disculpa. Esta orientación clínica obtura la
posibilidad de la lectura de las consecuencias del acto. Si en el pasaje al acto
la función del Otro simbólico deja de ser eficaz y el sujeto resulta arrojado al
vacío, la orientación clínica será por tanto reinstalar al sujeto en su relación con
el Otro simbólico. Transitar del pasaje al acto al acting out requerirá entonces
reintroducir la dimensión del sujeto en su articulación con el objeto causa de
deseo promoviendo su desidentificación con el objeto resto.
Esta maniobra requiere una especificación. Tal como hemos señalado,
el pasaje al acto no demanda al Otro, como el acting, simbolización alguna.
Tampoco espera interpretación, no llama al Otro en absoluto. En principio,
entonces, se deduce que será la transferencia lo que motorice el giro que lleve
del pasaje al acto al acting out. Sin embargo, esto no es aún psicoanálisis pues
el acting out es transferencia salvaje, sin análisis. Vale decir que luego de
hacer que algo del rechazo expresado en el pasaje al acto se convierta en una
llamada al Otro, será necesario hacer algo más: aquello que lleve del acting out
a la entrada en el dispositivo analítico: el acto del analista:
pasaje al acto → transferencia → acting out → acto del analista → entrada en
análisis
Ahora bien, quizás podamos leer en el pasaje al acto algo más que su
firme rechazo… Es decir: el asunto central que a mi parecer está en juego es si
en ese deshecho en que se convierte el sujeto en el pasaje al acto no hay -
paradójicamente- algún orden de requerimiento aunque más no sea por el
hecho de presentarse bajo la modalidad del rechazo de la demanda que
supone la dimensión del Otro.

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Hay ligazón del objeto anal con la demanda. Este objeto, asume desde
Freud, el significado de regalo pues es lo que se da, el don. En El Seminario 10
Lacan despliega su función en la constitución subjetiva con mayor claridad. El
excremento se introduce en la subjetivación vía demanda del Otro en la medida
en que es el objeto que la madre pide, con precisas condiciones de tiempo y
espacio, cuando exige el control de esfínteres. Este objeto anal representa,
para Lacan, el modelo freudiano del objeto demandable por el Otro. Pero a la
vez, es un objeto que se tira, que se desprecia, es un desecho.
En este sentido, cuando Lacan define el pasaje al acto como
identificación del sujeto con el objeto a -objeto anal, podemos aclarar ahora-…
¿no abre la perspectiva de localizar allí, aún en ese rechazo del Otro, una
exhortación a que el Otro demande al sujeto que ahora es el objeto que
históricamente -y estructuralmente- el Otro demanda? Es verdad que no hay
allí una apelación a que el Otro interprete. Es cierto que da cuenta de un
rechazo del Otro de la interpretación y también del Otro de la transferencia. Sin
embargo, que el sujeto caiga como desecho, sustrayéndole al Otro el objeto
que es el de su demanda, en mi opinión instaura la posibilidad de leer en el
pasaje al acto una demanda más radical, una demanda de amor fundamental,
de reconocimiento simbólico sobre la base de la desesperación padecida por
aquél que lo único que vive de sí mismo es su ser de desecho (deshecho)
inmundo. En ese sentido, la maniobra del analista -nuevamente: el manejo de
la transferencia-, en un contexto muchas veces difícil y riesgoso, si su acto
analítico se precia de tal, apuntará a que algo de esa dimensión se reinstale
para que lo irrecuperable e irreversible del pasaje al acto se recupere y se
revierta: volver al lazo social que el psicoanálisis sostiene, la reinstalación de
un sujeto en su relación al Otro, en una escena que es condición de posibilidad
de alcanzar algo del orden de la realización del deseo.
Este breve recorrido que toma tan sólo un sesgo del enorme trabajo que
hace Lacan sobre el concepto de pasaje al acto nos impone una conclusión: el
rigor de su proceder, tanto en sus apreciaciones clínicas como en su
elaboración teórica, en cuanto al problema que el pasaje al acto comporta en
esos dos ámbitos, hacen de su obra la prueba de que sin un concepto
adecuado de estructura y la distinción de los tres registros, el psicoanálisis

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habría naufragado frente a los mismos impasses con los que se topó la
psiquiatría.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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