El mundo que conocemos se organiza en base a tres tipos
fundamentales de naturaleza, es decir, tres formas de existencia de los seres vivientes, que son:
Naturaleza vegetativa. Aquella que carece de movilidad
voluntaria, por lo que vive, crece y se reproduce en el mismo lugar, y agrupa a las plantas, organismos vegetales y criaturas con una limitada o reducida capacidad de respuesta a su entorno. Naturaleza sensible. Aquella que es capaz de percibir el entorno a su alrededor y reaccionar a él de diversas maneras, para beneficio propio. Fundamentalmente, se refiere a los animales, seres provistos de movilidad voluntaria, diversos sentidos para inspeccionar sus alrededores, y metabolismos rápidos basados en la digestión de materia orgánica. Naturaleza humana. Aquella que comparte rasgos con la sensible, pero a diferencia de ella, es consciente de su propia existencia, de la finitud de la misma, y por ende es capaz de modificar el entorno en que se desarrolla para su beneficio, en lugar de adaptarse lenta y evolutivamente a él. Fundamentalmente, se trata de los seres humanos.
Elementos de la naturaleza
La naturaleza, entendida como el mundo natural, abarca dos grandes
conjuntos de elementos, que son:
Elementos físicos o inanimados. Que componen el entorno
natural y que se rigen por las leyes de la física y la química, llevando una existencia pasiva y eterna. Ejemplo de ello son las piedras, el agua, los gases que componen el aire o la luz solar. Elementos vivos o animados. Aquellos que son fruto del lento pero constante proceso evolutivo que llevó las primeras protocélulas ancestrales a engendrar un verdadero abanico de criaturas reunidas en distintos reinos: vegetal, animal, hongos, protozoos y bacterias. Estos elementos se someten a las leyes de la biología y de la supervivencia, extrayendo energía del medio circundante (autótrofos) o de consumir otros seres vivos (heterótrofos).