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“…nosotros hemos dicho que el pueblo es una comunidad construida mediante una
operación hegemónica basada en el conflicto, que diferencia en el seno de una unidad
nacional o estatal entre amigos/enemigos como salida a la anomia política y fundación de
un nuevo orden” (Villacañas 2015, 28).
Villacañas impone límites analíticos muy precisos para aterrizar los argumentos
de su ensayo. Por ejemplo, a lo largo del libro, se nota una insistencia en leer al
pensador argentino en abierta confrontación con la epocalidad neoliberal, como
si la teoría equivalencial de las demandas o la construcción catacrética de lo
nacional-popular naciera del malestar ante el “big bang” del neoliberalismo
global. Otro de estos límites, es la atención al lugar del afecto y el poder, que
implícitamente busca triangular el debate con el concepto de poshegemonía, no
solo de la manera en que éste ha sido elaborado por Jon Beasley-Murray, sino
también a partir de la reciente colección de ensayos Poshegemonía: el final de un
paradigma de la filosofía política en América Latina (ed. Castro-Orellana, Biblioteca
Nueva 2015). Un gesto central en el estudio de Villacañas es ir más allá del
reduccionismo antinómico “populismo o poshegemonía”, a la vez que realiza
una deriva hacia una discusión del populismo por fuera del concepto de
hegemonía como producción identitaria constitutiva de principio de
equivalencia.
Ante el riesgo, cada vez más latente, de una alianza entre neoliberalismo como
forma reactiva de gobierno y el populismo como réplica proactiva ante la crisis,
pareciera que entramos en una circularidad nihilista de entender lo político. La
mención al nihilismo no debe entenderse de manera anecdótica en este caso. La
cuestión del tiempo se encuentra al centro de lo que el anti-institucionalismo no
puede dar cuenta ni del lado del populismo o del hiperneoliberalismo. Y
mientras más apoyamos la primera opción, más crece el desierto populista.
Según Villacañas, esta expansión populista debería ser algo que los
administradores del neoliberalismo tendrían que aceptar cada vez que defienden
su modelo. Pero más importante aun es el hecho la opción populista, haciéndole
el juego al neoliberalismo, termina ofuscado la posibilidad de una “tercera
opción” en retiro de la circularidad temporal.
“Pero la justicia es un empeño positive que surge de lo más propio que ofrece el
republicanismo: una percepción de confianza y seguridad que abre el tiempo del
futuro sostenido por estabilidad institucional. Si no se atiende con una voluntad
específica, la justicia no se producirá de modo natural. Abandonar toda idea de
justifica facilita la agenda populista de configurar una nueva…Donde el
republicanismo no ejerce su función estabilizadora a través de instituciones, el
tiempo del la sociedad se reviste de esos tonos inseguros que el populismo tiene
como premisa”. (Villacañas 114)
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