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Habla mientras caminas

Me encanta caminar. Aparentemente es una de las mejores formas de realizar ejercicio físico.
Por supuesto, caminar también es un medio de transporte. En el mundo antiguo era la forma
más común (y para algunas personas, la única) de moverse.

Caminar por cualquier motivo se disfruta más si se comparte con alguien. Caminar y hablar es
un modo excelente de comunicarnos con la familia, los amigos y también con Dios.

El punto es que hacemos dos cosas al mismo tiempo. No solo realizamos ejercicio o viajamos.
Al caminar juntos entablamos comunión mutua. Tanto Enoc como Noé «caminaron con Dios»
(Génesis 5:24; 6:9). No solo se sentaron, arrodillaron o levantaron con Dios (el tipo de acciones
que a menudo asociamos con pasar tiempo con él), sino que también estaban en comunión
con Dios cuando hacían algo más. Mientras llevas a cabo otras cosas (trabajar, comer,
ejercitarte o relajarte) puedes estar en comunión con Dios simultáneamente.

Personalmente, también me resulta la mejor forma de orar. Ha sido mi estándar durante los
últimos años. Luego de leer la Biblia cada día, salgo y camino por un parque local, que casi
está desierto bien temprano en la mañana. Llevo conmigo un papel y un bolígrafo para escribir
lo que perciba que el Espíritu Santo me dice al orar. Puedes orar mientras caminas hacia la
parada del autobús o vas de una reunión a otra durante el día. ¡Habla cuando camines!

La Biblia tiene bastante que decir sobre el caminar con Dios. Es así como se pretendía que
viviéramos. Fue el pecado de Adán y Eva el que hizo que se escondieran cuando «oyeron […]
que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín» (3:8).

El deseo del Señor para ti es caminar «humildemente con tu Dios» en una relación con él
(Miqueas 6:8). Esto es lo que él hizo posible de modo que camines como Jesús anduvo (1 Juan
2:6). Puede que de vez en cuando tropieces, pero un día caminarás con él en vestiduras
blancas (Apocalipsis 3:4).

Salmos 3:1-8
Camina con la cabeza bien alta
David anduvo con Dios. Pero eso no significa que todo fuera perfecto.

Este salmo fue escrito durante una rebelión impulsada por Absalón, hijo de David, que a su vez
había sido parcialmente ocasionada por el adulterio de David (ver 2 Samuel 12:11). No
obstante, David se arrepintió por lo que había hecho y Dios lo perdonó, restaurando su relación
con él.

David no tuvo una vida fácil: «Muchos son, Señor, mis enemigos; muchos son los que se me
oponen, y muchos los que de mí aseguran: “Dios no lo salvará”» (Salmo 3:1-2). Sin embargo,
David clama a Dios: «Pero tú, Señor, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú mantienes
en alto mi cabeza!» (v.3). Al igual que David, debes llevar tus temores y pedidos ante Dios:
«Clamo al Señor a voz en cuello, y desde su monte santo él me responde» (v.4).
Pese a su situación angustiante, Dios levantó la cabeza de David. Él no quiere que estés
alicaído, trayendo constantemente a tu memoria los remordimientos sobre tu pasado, los
problemas a tu alrededor y el pecado dentro de ti. En cambio, quiere que levantes la cabeza y
veas la ayuda que está sobre ti, que andes con la cabeza bien alta y tus ojos fijos en él.

David fue capaz de decir: «Yo me acuesto, me duermo y vuelvo a despertar, porque el Señor
me sostiene. No me asustan los numerosos escuadrones que me acosan por doquier» (vv. 5-
6). Pese a todos sus problemas parecía tener paz interior, como un lago donde se ven fuertes
olas en la superficie pero en lo profundo reina gran quietud.

Señor, oro por el año que tengo por delante. Por favor ayúdame a transitar contigo el camino
de paz, con mi cabeza en alto, confiando en que suplirás todo lo necesario para cada día.

Mateo 2:19-3:17
Camina al paso del Espíritu Santo

Juan el Bautista preparó el camino para Jesús. Mientras que el bautismo de Juan era
simbólico, Jesús bautizaría «con el Espíritu Santo y con fuego» (3:11). Esta profecía se
reafirma más adelante de manera drástica cuando el Espíritu Santo desciende sobre Jesús en
su bautismo (v.16), confirmando que él era aquel de quien hablaba Juan y que Jesús es capaz
de derramar el mismo Espíritu Santo sobre tu vida y la mía.

En varios sentidos, el bautismo de Jesús fue diferente al nuestro. No necesitaba ser bautizado
«para arrepentimiento» y él ya estaba lleno del Espíritu Santo. Juan el Bautista tenía dudas
sobre si debía o no bautizarlo (v.14), pero Jesús dijo: «Dejémoslo así por ahora, pues nos
conviene cumplir con lo que es justo» (v.15).

El Señor se identificó con nosotros, seres humanos pecadores, desde el mismo inicio. Procedió
de aquella forma con miras a llevar nuestro pecado en la cruz. Como resultado, podemos
experimentar el Espíritu Santo de una manera similar y así caminar «guiados por el Espíritu»
(Gálatas 5:25). Aquí vemos algo de lo que significa andar «guiados por el Espíritu»:

Acrisolar nuestra vida en el fuego


Juan dijo que aunque él bautizaba con agua, Jesús bautizaría «con el Espíritu Santo y con
fuego» (Mateo 3:11). El Espíritu Santo vendrá como un fuego acrisolador para dar poder y
pureza a tu vida. El fuego acrisolador del Espíritu implica que puedes ser libre del temor del
fuego del juicio cuando Jesús regrese (v.12).

Llenarnos de paz
Al ser bautizado y salir del agua, «se abrió el cielo, y [Jesús] vio al Espíritu de Dios bajar como
una paloma y posarse sobre él» (v.16). La paloma es un símbolo de paz que el Espíritu Santo
trae a tu vida. El «fruto del Espíritu es […] paz» (Gálatas 5:22).

Confirmar nuestra adopción


Una voz del cielo afirmó: «Este es mi hijo amado» (Mateo 3:17). Jesús es el Hijo de Dios de
una forma singular. Sin embargo, el Espíritu Santo nos asegura a todos nosotros que en virtud
de lo que Jesús ha hecho, también somos hijos e hijas de Dios: recibimos el espíritu de
adopción. Y por él podemos decir: «¡Abba! ¡Padre!». El Espíritu Santo mismo testifica a tu
espíritu que eres un hijo de Dios (ver Romanos 8:15-16).

Entender que somos amados por Dios


La voz del cielo expresó la palabra «amado» (Mateo 3:17). El apóstol Pablo señala que el amor
de Dios por ti se derrama en tu corazón por el Espíritu Santo (Romanos 5:5).

Sentir su complacencia
La voz del cielo afirma: «Estoy muy complacido con él» (Mateo 3:17). De nuevo, era
supremamente cierto con respecto a Jesús, pero al caminar guiados por el Espíritu, tú también
puedes experimentar este sentido del deleite y la complacencia de Dios.

Señor, gracias por concederme el Espíritu Santo para acrisolarme, darme paz, asegurarme que
soy hijo tuyo, conocer tu amor y sentir tu complacencia. Ayúdame a caminar «guiado por el
Espíritu».

Génesis 4:17-6:22
Camina en relación con Dios
Los seres humanos somos la cumbre de la creación de Dios. Nos creó para caminar
relacionados con él. Cuando creó al ser humano, lo hizo a semejanza de él mismo. Creó
hombre y mujer, y los bendijo. El día que fueron creados los llamó «seres humanos» (5:1-2).

Sin embargo, tristemente la humanidad se descarrió: «… la maldad del ser humano en la tierra
era muy grande, y todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal… [a Dios] le dolió en
el corazón» (6:5-6).
El mal comienza en nuestro pensamiento y nuestra imaginación, esto es, nuestro corazón. Es
un caso de «basura adentro, basura afuera». Debemos considerar no solo nuestras acciones
sino también nuestros pensamientos, actitudes, motivaciones e imaginación.

En medio de la corrupción y el mal, es posible ser distintos y marcar la diferencia. Enoc y Noé
son dos ejemplos de aquellos que no fueron detrás de la multitud sino que «anduvieron con
Dios».

Parece que «después del nacimiento de Matusalén» (5:22), Enoc anduvo fielmente con Dios
por el resto de su vida. Hay algo tan poderoso, sorprendente y casi milagroso en ver el
nacimiento de nuestros propios hijos. Uno de mis mejores amigos se convirtió al cristianismo al
ser testigo del nacimiento de su primer hijo.

«… y como [Enoc] anduvo fielmente con Dios, un día desapareció porque Dios se lo llevó»
(v.24).

Noé también caminó con Dios. Halló gracia (favor) a los ojos del Señor (6:8). Pese a toda la
maldad que giraba en torno a él, «Noé era un hombre justo y honrado entre su gente. Siempre
anduvo fielmente con Dios» (6:9). Noé le creyó a Dios y construyó un barco, aunque no llovía ni
había agua a la vista. Noé hizo exactamente lo que Dios le pidió que hiciera (v.22).

Señor, ayúdame a ser justo e irreprensible en mis pensamientos, palabras y acciones,


caminando contigo en una relación estrecha. Ayúdame a hacer todo lo que me pidas hacer.

Pippa Adds
Génesis 5:18

La edad promedio para formar una familia parece que era un poco más elevada que en nuestro
mundo actual. Jared tuvo a su primer hijo a los 162 años. ¡Lo contrario al embarazo
adolescente!

Obviamente le llevó mucho tiempo prepararse para la paternidad. Pero al parecer hizo un buen
trabajo, porque su hijo Enoc caminó con Dios (Génesis 5:22-24).

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