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Fundamentos

Fundamentos por John Bevere

Copyright 2019 por John Bevere

Publicado por Messenger International, Inc., P.O. Box 888, Palmer Lake, CO 80133-0888

Todos los derechos reservados. Ningún fragmento de este libro puede ser reproducido,
almacenado en sistema alguno ni transmitido en forma alguna ni por medio alguno–
electrónico, mecánico, por fotocopia, grabación o algún otro–excepto para citas breves en
reseñas impresas, sin permiso previo de la editorial.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas han sido traducidas directamente del
inglés para asegurar la coherencia del mensaje.

Escrito por John Bevere

Impreso en Perú
20,000 copias

Índice

Fundamentos............................................................................ 3

Arrepentimiento de las Obras Muertas................................ 10

Fe en Dios................................................................................. 16

Bautismos................................................................................. 20

Imposición de Manos............................................................. 30
Resurrección de los Muertos................................................. 35

Juicio Eterno............................................................................ 42
Fundamentos 3

CAPÍTULO UNO

Fundamentos
La primera y más importante característica de cualquier
estructura permanente son sus fundamentos. Con un
fundamento apropiado, un edificio puede llegar a tener
miles de pies de altura. Es el fundamento el que determina
el potencial–o la falta del mismo.

Tu vida, en cierto sentido, es el edificio de Dios. Eres una


obra de arte, diseñada para manifestar los caminos de
Dios en tu mundo (Efesios 2:10). Con esto presente, ¿es de
asombrarse que la Escritura compare nuestras vidas con la
construcción de un edificio?

Juntos, somos Su casa, construida sobre el


fundamento de los apóstoles y los profetas. Y la
piedra de ángulo es Jesucristo mismo. Somos
cuidadosamente juntados en Él, convirtiéndonos en
un templo sagrado para el Señor (Efesios 2:20)

Ustedes son el edificio de Dios… Por la gracia de


Dios en mí, he puesto los fundamentos como un
experto arquitecto. Ahora, otros construyen sobre
ellos. Pero el que construya sobre estos fundamentos
debe ser muy cuidadoso. (1 Corintios 3:9-10)

Pero ustedes, amados, edifíquense a ustedes mismos


sobre [los fundamentos de] su fe más sagrada
[progresando continuamente, elevándose como un
edificio cada vez más alto y más alto]. (Judas 20)

En una ocasión, Lisa y yo cenábamos en casa de unos amigos


y notamos unas largas grietas en su pared, extendiéndose
desde el piso hasta el techo. Curioso, indagué sobre las
grietas. La pareja compartió su frustración respecto a
los cimientos defectuosos de su casa, porque su albañil
había hecho una chapuza. Desafortunadamente, corregir
el problema requería un proceso extremadamente caro y
largo. Fue en ese momento que me hice consciente de la
importancia de un fundamento fuerte. Echar los cimientos
no es, en verdad, la parte más glamorosa del proceso de
construcción, pero es fundamental.
4 Fundamentos

La Torre Inclinada de Pisa, en Italia, es una de las estructuras


arquitecturales más llamativas de la Europa Medieval. Su
construcción comenzó en 1173, y fue diseñada para ser
un campanario circular de 185 pies de altura. Hecha de
mármol blanco, tiene ocho pisos, incluyendo la cámara de
las campanas. Sin embargo, a pesar de su bella arquitectura
románica, la razón por la que los turistas acuden a verla es
su inclinación.

En cualquier día dado, encontrarás grupos de turistas


posando para el mismo tipo de foto: sus manos extendidas
hacia la torre inclinada de Pisa, como si la estuvieran
sosteniendo con sus propias fuerzas. Puede parecer gracioso
para los turistas actuales, pero estoy seguro de que el
arquitecto original no lo consideraría tan simpático.

Cinco años después del inicio de la construcción, los albañiles


habían completado el tercero de los ocho pisos planificados,
cuando los cimientos de la torre empezaron a desnivelarse
en el suelo. La torre había sido tontamente construida sobre
una mezcla de arcilla, arena y conchas. Como resultado, se
había inclinado notablemente. Incapaces de continuar la
construcción de manera segura, tuvieron que detenerla por
casi un siglo. Se terminó en el año 1372. Con el tiempo–y
una extensa reconstrucción–los ingenieros se las arreglaron
para estabilizar la torre, pero esa inclinación no desaparecerá
jamás.

Es evidente que sin un fundamento sólido, ningún edificio


puede permanecer en pie. Es sólo una cuestión de tiempo
que aparezcan las grietas y la inclinación. Lo mismo se
aplica a nuestra vida en Cristo.

JESÚS, NUESTRO FUNDAMENTO

Por tanto, así dice el Señor soberano: “¡Vean! Estoy


poniendo una piedra de fundamento en Jerusalén,
una piedra firme y probada. Es una preciosa piedra
de ángulo sobre la que es seguro construir. El que crea,
nunca será sacudido.” (Isaías 28:16)

El fundamento del que habla Isaías no es otro que Jesucristo.


Como vemos, la calidad de un fundamento es crucial para
la estabilidad y la durabilidad de un edificio. La piedra de
fundamento de la que habla el Señor es una piedra probada.
Probar algo implica que se tomaron medidas para analizar
su cualidad y su confiabilidad, especialmente antes de darle
Fundamentos 5

un uso intenso o una práctica extendida. No puede confiarse


en aquello que no ha sido puesto a prueba.

Cada año, viajo miles de millas en aviones. Me siento


plenamente confiado al abordar un avión, porque sé que
antes de aprobar su uso continuo, pasó por pruebas rigurosas
y exhaustivas. Desde las primeras etapas del diseño, se
hicieron pruebas para asegurar su calidad, rendimiento y
confiabilidad para transportar pasajeros de forma segura a
cualquier destino dado.

Jesús fue probado en todo y nunca falló. El autor de Hebreos


señaló, “Dios, por quien y a través de quien todas las cosas
fueron hechas, eligió llevar muchos hijos a la gloria. Y era
correcto que hiciera a Jesús, a través de Su sufrimiento, el
líder perfecto, capaz de llevarlos a todos a su salvación.”
(Hebreos 2:10). Es por esto que Jesús no sólo es precioso,
sino también un fundamento seguro sobre el que construir.

Refiriéndose a Jesús, el apóstol Pedro confirmó la profecía


de Isaías, “Vienen a Cristo, quien es la piedra de ángulo
viva del templo de Dios… Y ustedes son piedras vivas
que Dios está colocando en Su templo espiritual… Como
dicen las Escrituras, ‘Estoy poniendo una piedra de ángulo
en Jerusalén, escogida para gran honor, y el que confíe en
Él no será avergonzado.’” (1 Pedro 2:4-6). El apóstol Pablo
coincidía con Isaías y con Pedro. Escribió, “Nadie puede
poner fundamento mejor que el que ya tenemos–Jesucristo.”
(1 Corintios 3:11).

Jesús es nuestro seguro fundamento.

Ahora que hemos analizado lo que las Escrituras–tanto el


Antiguo como el Nuevo Testamento–tienen que decir sobre
Jesús como fundamento nuestro, examinemos lo que dijo
Jesús mismo. En el capítulo dieciséis del evangelio de Mateo,
Jesús entró en la región de Cesarea de Filipo y preguntó a
Sus discípulos, “¿Quién dicen los hombres que soy yo, el
Hijo del Hombre?” (Versículo 13).
Varios discípulos se apresuraron a responder. La respuesta
común era, “Algunos dicen que Juan el Bautista, algunos que
Elías, y otros dicen que Jeremías o alguno de los profetas.”
(Versículo 14). Una vez que las opiniones del grupo fueron
compartidas, Jesús los miró y les preguntó de forma directa,
“¿Pero quién dicen ustedes que soy?” (Versículo 15).
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Estoy seguro de que esta pregunta atravesó sus corazones


y los dejó inseguros de cómo responder. Los hombres que
estuvieron tan dispuestos a airear las opiniones de otros,
ahora estaban silenciosos. Con esta confrontación llegó la
comprensión de que no tenían respuesta–excepto por el
hecho de que estaban viviendo de los pensamientos y las
opiniones de otros, en lugar de definir quién era realmente
Jesús en sus propios corazones.

Simón, a quien Jesús renombró como Pedro, fue el único


de los discípulos que pudo dar una respuesta sincera. Con
audacia, declaró, “Eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”
(Versículo 16). Con una sonrisa y un resplandor en los ojos,
Jesús respondió, “Bienaventurado eres… porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en el cielo.”
(Versículo 17). Una traducción dice, “Mi Padre te lo ha
revelado de forma sobrenatural.”

La fuente de la revelación de Pedro era el mismo Dios, no


la opinión del hombre. Llegó a través de una revelación
directa. Eso quería decir Jesús cuando expresó, “La única
forma de que las personas vengan a mí es a través del Padre
que me envió–Él pone en sus corazones que me acepten…
Fue escrito por los profetas, ‘Todos serán enseñados por
Dios mismo.’ Si en verdad están escuchando al Padre y
aprendiendo directamente de Él, vendrán a mí.’” (Juan 6:44-
45).

Así que vemos claramente que la verdad iluminada de


Jesús debe ser solidificada en nuestros corazones: “Y esta
verdad de quién soy será la roca de fundamento sobre la
cual levantaré mi iglesia–mi asamblea legislativa, y el poder
de la muerte no será capaz de superarla.” (Mateo 16:18). La
revelación de Jesús es el fundamento en que la iglesia será
afirmada. Sin esa verdad firmemente plantada en nuestro
interior, seremos fácilmente arrastrados por las cambiantes
corrientes de la opinión pública.

En cierta ocasión, Jesús compartió algunas verdades que


confundieron y ofendieron a Sus seguidores, lo que trajo
como resultado que muchos lo abandonaron. A aquellos
que se quedaron, incluyendo a Pedro, Jesús les preguntó,
“¿Ustedes también quieren irse?” (Juan 6:66-67). Pedro–
anclado en el conocimiento de la revelación–respondió,
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Además, hemos llegado a creer y conocer que Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente.” (Juan 6:68-69).
Fundamentos 7

Pedro demostró la estabilidad que viene del conocimiento


revelado. Cuando otros se separaron de Jesús, él permaneció.
Estaba convencido de que Jesús era el Hijo de Dios; por
tanto, no podía flaquear. Estaba afirmado en la Roca– la
roca de la revelación.

LA VERDAD ES UNA ROCA

Todo el que escuche estas palabras mías y las cumpla,


será como un hombre sabio que construye su casa
sobre la roca. Y la lluvia cayó, y las inundaciones
vinieron, y los vientos soplaron y golpearon contra
aquella casa, pero esta no cayó, porque había sido
fundada en la roca. Y todo el que oiga estas palabras
mías y no las cumpla, será como un hombre necio
que construyó su casa en la arena. Y la lluvia cayó,
y las inundaciones vinieron, y los vientos soplaron
y golpearon contra aquella casa, y esta cayó, y fue
grande su ruina. (Mateo 7:24-27)

Una vida construida sobre la Palabra de Dios es como


una casa construida sobre un terreno sólido– ¡ha sido
construida para que dure! Tanto el hombre sabio como
el necio escucharon la enseñanza del Señor, pero lo que
marcó la diferencia fue la obediencia del sabio a la Palabra
que escuchó. De igual forma, cuando construimos nuestra
vida en obediencia a la Palabra de Dios, nos aseguramos
estabilidad.

El apóstol Santiago hace eco a Jesús, recordándonos


la importancia tanto de escuchar como de obedecer la
Palabra de Dios: “Pero no se limiten a escuchar la Palabra
de Dios. Deben hacer lo que dice. De otra forma, sólo se
están engañando a sí mismos. Porque si escuchan la Palabra
y no la obedecen, es como mirar su cara en el espejo. Se
ven a ustedes mismos, se marchan y olvidan cómo lucen.”
(Santiago 1:22-24).
Santiago compara la Palabra de Dios a un espejo. El
propósito de un espejo natural es revelar nuestra condición
externa; mientras que el espejo de la Palabra de Dios revela
nuestra condición interna. Revela detalles sobre nosotros
que ningún espejo natural puede revelar. Ten presente que
un espejo sólo nos ayuda si hacemos algo con respecto a lo
que vemos. Por ejemplo, si ves en el espejo que tu cabello
8 Fundamentos

está fuera de lugar o que tienes comida entre los dientes, tu


respuesta natural debería ser peinarte y cepillarte los dientes.

Lo mismo ocurre cuando vemos el espejo de la Palabra


de Dios. La Palabra produce convicción y corrección, nos
instruye para vivir una vida justa. Pablo escribió, “Toda
Escritura… es útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre
de Dios sea completo, completamente equipado para toda
buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17). De igual forma, el autor
de Hebreos declaró, “Porque la Palabra de Dios es viva
y poderosa, y más cortante que una espada de dos filos,
penetrando incluso entre alma y espíritu, las coyunturas y
los tuétanos, y discierne los pensamientos e intenciones del
corazón.” (4:12).

Amigo, no puedo dejar de enfatizar esto–la Palabra de Dios


sólo nos será útil si respondemos a ella con obediencia. Esto
significa que debemos hacer los ajustes necesarios y llevar
nuestras vidas a alinearse con los caminos de Dios. Cuando
nuestro corazón se establezca y se afiance en la revelación
de Jesús, podremos continuar construyendo sobre Su
fundamento, a través de la obediencia.

Los constructores deben seguir un plano específico diseñado


por ingenieros, desde la etapa misma de los cimientos. De
igual forma, Dios–el Maestro Constructor–tiene un plano
específico y un diseño de construcción para nuestras vidas,
que podemos encontrar al estudiar Su Palabra y al rendirnos
a Su Espíritu.

Las verdades fundacionales de la Palabra de Dios sobre


las que debemos construir nuestras vidas están expuestas
en el libro de Hebreos y confirmadas a lo largo del Nuevo
Testamento. En el capítulo 6, leemos:

Por tanto, dejando la discusión de los principios


elementales de Cristo, sigamos hacia la perfección,
no echando otra vez los fundamentos del
arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en
Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición
de manos, de la resurrección de los muertos, y del
juicio eterno, y esto haremos si Dios lo permite.
(Hebreos 6:1-3).
Las seis doctrinas fundamentales sobre las que estamos
cimentados son:
Fundamentos 9

1. Arrepentimiento de obras muertas.

2. Fe en Dios

3. Bautismos

4. Imposición de manos

5. Resurrección de los muertos

6. Juicio eterno

Cada creyente debe estar afianzado y establecido en cada una


de estas verdades fundacionales, para que pueda madurar
en Cristo. Construir sin esas verdades fundacionales puede
compararse a un intento de avanzar en tu educación sin las
herramientas básicas adquiridas en la escuela elemental,
como la habilidad de leer y escribir.

Desafortunadamente, muchos de nosotros descuidamos


esas verdades elementales, resultando en un crecimiento
espiritual atrofiado y, más peligrosamente, una
vulnerabilidad a desviarnos por error. Este plan inspirado
de doctrina básica–si lo seguimos en el orden que se nos
ha dado–abarca desde la entrada de un pecador a la vida
cristiana (el arrepentimiento) hasta la resurrección y el
juicio final.

A lo largo de este libro, examinaremos cada una de esas


verdades fundacionales para que podamos crecer hasta la
plenitud en Cristo.

Construyamos sabiamente.

PREGUNTAS DE DEBATE

1. ¿Cuál es la etapa más importante de la construcción de


un edificio, y por qué?
2. ¿Por qué ver a Jesús como tu fundamento es tan
importante para tu crecimiento espiritual?

3. En Mateo 7:24-27, Jesús habló sobre el constructor


sabio y el constructor necio. ¿Cuál es la diferencia entre
ellos? ¿Por qué es tan importante?
10 Fundamentos

CAPÍTULO DOS

Arrepentimiento de las Obras Muertas

Por tanto, dejando la discusión de los principios


elementales de Cristo, sigamos hacia la perfección
(madurez), no echando otra vez los fundamentos del
arrepentimiento de las obras muertas… (Hebreos 6:1)

Según el autor de Hebreos, el arrepentimiento de las


obras muertas es el primer fundamento sobre el que está
construida la iglesia. El arrepentimiento nivela y aplana
el terreno de nuestro corazón a fin de prepararnos para la
construcción, según el diseño de Dios. No hay verdad ni fe
duradera en Dios sin el arrepentimiento.

Hay mucha confusión respecto a la palabra “arrepentimiento,”


así que empecemos por definirla. A lo largo del Nuevo
Testamento, el sustantivo “arrepentimiento” (metanoia)
y el verbo “arrepentir” (metanoeo) se repiten veinticuatro
y treinta y cuatro veces, respectivamente. La definición
más común y aceptada es “un cambio de mentalidad.” Sin
embargo, si nos quedamos con esa definición básica nos
perdemos algo mayor.

La Enciclopedia Bíblica Baker define arrepentimiento


como “literalmente, un cambio de mentalidad, no sólo con
respecto a planes individuales, intenciones o creencias, sino
también un cambio en la personalidad completa de un modo
pecador de actuar, a Dios.” (Énfasis añadido). Fíjate en las
palabras personalidad completa. Al usar estas palabras, los
eruditos nos muestran que el arrepentimiento es más que
un simple cambio de mentalidad. El Vocabulario Teológico
Lexham profundiza en esto al afirmar que el arrepentimiento
es “un proceso en el cual el individuo reorienta su mente y
voluntad–alejándose del pecado y acercándose a Dios.”

El arrepentimiento involucra la mente, la voluntad y las


emociones, penetrando en lo profundo de nuestro corazón
para que podamos persuadirnos con firmeza, desde el centro
de nuestro ser. El verdadero arrepentimiento ocurre cuando
comprendemos nuestra condición pecadora. Esta revelación
cambiará, naturalmente, la forma en que nos percibimos a
nosotros mismos y a Dios, y también debe cambiar el modo
en que vivimos. A través del arrepentimiento, abandonamos
la autonomía y nos sometemos a Dios de forma absoluta.
Arrepentimiento de las Obras Muertas 11

En el Nuevo Testamento, nuestra relación con Jesús es


comparada con un matrimonio. La iglesia es la novia; Jesús
es el Novio. Y como todo buen esposo, Jesús desea nuestro
compromiso y nuestra fidelidad totales.

Imagina lo siguiente. Una noche, Justin regresa a casa del


trabajo y encuentra a Ángela, su esposa, toda compuesta
y vestida con un hermoso traje. Llega a la conclusión de
que ella debe haber planeado algo especial para ambos y
se dispone a arreglarse también. Ángela, un poco confusa,
responde, “Oh, cariño, esta noche voy a salir con Tony.
Vamos a cenar, a ver una película y a dormir en un hotel.
Estaré de vuelta en la mañana.”

“¿Quién es Tony?” pregunta Justin.

“Es mi novio de la preparatoria,” responde ella.

“¡¿Qué?! ¡No puedes ir con él!”

“¿Por qué no?”

“Porque estamos casados; estamos comprometidos uno con


otro. ¡No salimos con otras personas!” exclama él, afirmando
lo que supone obvio.

“¡Espera, cariño!” responde Ángela. “Eres mi favorito. Te


amo más que a cualquiera de mis antiguos novios, pero no
puedes pretender que no los vea más. Algunos de ellos han
sido cercanos a mí por años, todavía los amo y quiero pasar
tiempo con ellos. ¿Qué hay de malo en eso?”

Obviamente, esta escena parece ridícula. Es difícil imaginar


que alguien no entienda que el matrimonio implica una
relación exclusiva. Ciertamente, ninguno de nosotros se
casaría con alguien como Ángela, que espera seguir saliendo
con sus antiguos novios. Sin embargo, así es como muchos
cristianos tratan su relación con Jesús. Cuando fallamos en
comunicar el importante aspecto que es el Señorío de Jesús
y el arrepentimiento de nuestra antigua forma de vivir, surge
una novia adúltera; una novia que no entiende la belleza de
la intimidad devota.
Cuando nos arrepentimos de forma genuina, dejamos de
vivir la vida según nuestros propios términos y tomamos
12 Fundamentos

una postura de completa sumisión y obediencia a la


autoridad de Dios. En esencia, declaramos, “Ya no aceptaré
pensamientos, creencias, razonamientos o argumentos que
se exalten a sí mismos por encima de la Palabra de Dios y
Su sabiduría.”

No podemos volvernos a Dios sin arrepentimiento. De


hecho, no podemos poner nuestra fe en Jesús sin primero
arrepentirnos de la deliberada desobediencia a Dios. La
necesidad del arrepentimiento se enfatiza en todo el Nuevo
Testamento. El arrepentimiento nunca es opcional; es un
prerrequisito para la activación de la gracia de Dios en
nuestras vidas. Y por eso el llamado al arrepentimiento es,
en definitiva, un regalo de la gracia. Un regalo que nos libera
de nuestra propia pequeñez para que podamos vivir en la
plenitud de Dios.

Pero, demasiado a menudo, el arrepentimiento es mal


interpretado y las personas se cohíben de usar esta hermosa
palabra.

Veamos cómo los apóstoles Pablo y Pedro presentan el


evangelio:

Nunca rehuí decirles lo que necesitaban escuchar,


ya fuera públicamente o en sus hogares. Tengo un
mensaje para judíos y griegos por igual–la necesidad
del arrepentimiento del pecado y de volverse a Dios,
y de tener fe en nuestro Señor Jesús. (Hechos 20:20-
21).

Obedecí esa visión del cielo. Prediqué primero a


aquellos en Damasco, después en Jerusalén y a lo
largo de Judea, y también a los gentiles, que todos
deben arrepentirse de sus pecados y volverse a Dios–y
probar que han cambiado por las cosas buenas que
hagan. (Hechos 26:19-20).

Dios toleró la ignorancia de la gente sobre estas cosas


en tiempos anteriores, pero ahora manda a todos, en
todas partes, que se arrepientan de sus pecados y se
vuelvan a Él. (Hechos 17:30)

Las primeras palabras de Pedro en el día de Pentecostés


instruyeron a los que buscaban en verdad cómo ser salvos.
Proclamó audazmente:
Arrepentimiento de las Obras Muertas 13

“Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus


pecados y volverse a Dios, y ser bautizado en el
nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados.”
(Hechos 2:38).

Cualquier enseñanza que no incluya un llamado al


arrepentimiento está guiando mal a los pecadores y
representando mal a Dios–parecido a lo que vimos
en nuestra historia sobre Ángela. El modo actual de
comunicar el evangelio es llevar primero a las personas a
creer y orar, y después, eventualmente, introduce la idea
del arrepentimiento de los pecados, lo cual puede ocurrir
semanas, meses o incluso años después. ¿Pero es bíblica esta
estrategia?

El Espíritu Santo es quien convence a las personas de su


necesidad de salvación. Jesús dijo, “Y cuando Él venga,
convencerá al mundo de su pecado, y de la justicia de Dios
y el juicio venidero. El pecado del mundo es que se rehúsa a
creer en Mí. La justicia está a su alcance porque voy al Padre,
y ya no me verán. El juicio vendrá porque el que rige en este
mundo ya ha sido juzgado.” (Juan 16:8-11)

Nuestra respuesta al convencimiento del Espíritu Santo


determina si nos volvemos a Dios o no. Analiza estas dos
respuestas diferentes al convencimiento del Espíritu Santo.
La primera ocurrió después de que Pedro compartiera
el evangelio el día de Pentecostés: “Cuando escucharon
esto, les llegó al corazón y dijeron a Pedro y al resto de los
apóstoles, ‘Hombres y hermanos, ¿qué haremos?’” (Hechos
2:37). Compara esta respuesta con la que recibió Esteban
después de compartir el evangelio: “Cuando escucharon
estas palabras, les llegaron al corazón y crujieron sus dientes
contra él.” (Hechos 7:54).

El convencimiento dará como resultado arrepentimiento


(el primer ejemplo) o un endurecimiento del corazón (el
segundo ejemplo). Si el resultado es el arrepentimiento, el
que se arrepiente está en posición de recibir la misericordia
y la gracia de Dios, con la bondad de Dios llevándolo al
arrepentimiento (Romanos 2:4). Los que respondieron,
“¿Qué podemos hacer?” fueron posicionados tanto para
oír el evangelio–que incluye el arrepentimiento–como para
aceptar la salvación.
14 Fundamentos

Pablo da una perspectiva más profunda de la belleza del


arrepentimiento:

Porque la tristeza que es de Dios produce


arrepentimiento que lleva a la salvación, no para
lamentarse; pero la tristeza que es del mundo
produce muerte. Vean esto mismo, que hayan
sido entristecidos de forma santa: ¡qué diligencia
ha producido en ustedes, qué limpieza de ustedes
mismos, qué indignación, qué temor, qué deseo
vehemente, qué celo, qué vindicación! En todas las
cosas han demostrado estar limpios en este asunto.
(2 Corintios 7:10-11).

Pablo señala claramente que la tristeza según Dios produce


un cambio de naturaleza, un cambio marcado por la
diligencia, una limpieza de uno mismo, indignación, temor
reverencial, deseo vehemente, celo y vindicación. Así que
vemos que el convencimiento crea una tristeza según Dios y,
si se maneja correctamente, esa tristeza dará como resultado
un arrepentimiento genuino–la puerta a la salvación.

Si Jesús, Juan el Bautista y los discípulos anunciaron las


Buenas Nuevas con un llamado al arrepentimiento, ¿no
deberíamos hacer lo mismo?

El arrepentimiento no es sólo la elección de alejarnos de


nuestro pecado, sino también la elección de volvernos a
Dios. Para que esto suceda, debes entregar a Jesús el señorío
sobre tu vida. Aceptar a Jesús como “Señor” significa que
le das total dominio sobre tu vida. En el momento en que
haces esto, Dios te libera del reino de las tinieblas y te lleva a
la luz y a la gloria de Su reino.

Si quieres recibir salvación a través de Jesucristo, di esta


oración:
Dios en el Cielo, reconozco que soy un pecador y he
fallado según Tus justos estándares. Merezco ser
juzgado eternamente por mi pecado. Gracias porque
no me dejaste en este estado, ya que creo que enviaste
a Jesucristo, tu Hijo Unigénito, que nació de la virgen
María, para morir por mí y cargar con mi juicio en la
Cruz. Creo que fue resucitado en el tercer día y ahora
está sentado a Tu derecha como mi Señor y Salvador.
Arrepentimiento de las Obras Muertas 15

De hoy en adelante, renuncio a mi independencia y


entrego mi vida enteramente al Señorío de Jesús.

Jesús, te confieso como mi Señor y Salvador. Ven a mi


vida a través de Tu Espíritu y transfórmame en un
hijo de Dios. Renuncio a las obras de oscuridad que
una vez acepté, y de hoy en adelante ya no viviré por
mí mismo, sino por Tu gracia, viviré por Ti.

Gracias, Señor. Mi vida está ahora completamente


en Tus manos y, como dice Tu Palabra, nunca seré
avergonzado. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Felicidades! Bienvenido a la familia de Dios. Te aliento a


compartir tus emocionantes noticias con otro creyente.
También es importante que te unas a una iglesia local que
crea en la Biblia, y conectes con otros que puedan ayudarte
en tu nueva fe.

Acabas de embarcarte hacia la más extraordinaria aventura.


¡Que cada día crezcas en revelación, gracia y amistad con
Dios!

PREGUNTAS DE DEBATE

1. ¿Por qué es necesario el arrepentimiento?

2. ¿Qué inicia el arrepentimiento, y cuál debe ser nuestra


respuesta?

3. ¿Cuál es el resultado de la tristeza que viene de Dios?

4. Cuando te arrepientes, ¿a qué le estás dando la espalda y


hacia qué te estás volviendo?
16 Fundamentos

CAPÍTULO TRES

Fe en Dios

Por tanto, dejando la discusión de los principios


elementales de Cristo, sigamos hacia la perfección, no
echando otra vez los fundamentos… de la fe en Dios.
(Hebreos 6:1)

El evangelio es, por encima de todo, las Buenas Nuevas de


cómo Dios ha redimido y reconciliado la humanidad con Él
a través de Jesucristo. Por esta razón, Pablo dice con respecto
al evangelio:

No me avergüenzo de estas Buenas Nuevas sobre


Cristo. Es el poder de Dios obrando, salvando a todo
aquel que crea–primero los judíos y también los
gentiles. Estas Buenas Nuevas nos dicen cómo Dios
nos hace justos a su vista. Esto se logra, de principio
a fin, por la fe. Como dice la Escritura, “Es a través
de la fe que una persona justa tiene vida.” (Romanos
1:16-17)

El evangelio revela el camino para la salvación de los pecados


y de sus consecuencias. La fe en las Buenas Nuevas de lo que
Jesús ha hecho, libera el poder salvador de Dios en nuestras
vidas. El mensaje concreto del evangelio, como se establece
en la Biblia, consiste en actos definidos. Pablo ofrece un
gran resumen de los hechos fundamentales del evangelio:

Además, hermanos, les declaro el evangelio que les


he predicado, que ustedes recibieron y en el cual
permanecen, por el cual también son salvos, si se
aferran a la Palabra que les prediqué–a menos que
hayan creído en vano. Porque les enseñé primero
que todo aquello que yo también recibí: que Cristo
murió por nuestros pecados según las Escrituras, y
que fue enterrado, que resucitó el tercer día según
las Escrituras. (1 Corintios 15:1-4)

Los hechos básicos del evangelio son:

1. Jesucristo murió por nuestros pecados


(expiación).
Fe en Dios 17

2. Jesucristo resucitó de entre los muertos en el


tercer día (resurrección).

3. Si creemos en la muerte y resurrección de Jesús,


seremos hechos justos ante Dios y transformados
a Su imagen (justicia).

La salvación es predicada sobre la base de la muerte y


resurrección de Jesús. No hay nada que podamos hacer para
ser salvos y ser hechos justos ante Dios, aparte de creer en la
obra redentora que hizo Jesús para reconciliarnos con Dios.
Analiza lo que Pablo escribió sobre el trabajo terminado de
Jesús:

A Aquel (Jesús) que no conocía pecado lo hizo pecado


por nosotros, para que podamos convertirnos en la
justicia de Dios en Él. (2 Corintios 5:21)

Somos hechos justos con Dios al poner nuestra fe


en Jesucristo. Y esto es cierto para todo el que cree,
sin importar quién sea. Porque todos hemos pecado;
no cumplimos los gloriosos estándares de Dios. Sin
embargo, Dios, en Su gracia, gratuitamente nos hizo
justos a Sus ojos. Lo hizo a través de Cristo Jesús
cuando nos libró del castigo por nuestros pecados.
Somos hechos justos ante Dios cuando creemos
que Jesús sacrificó Su vida, para que podamos tener
vida. (Romanos 3:22-25)

Dios los salvó por Su gracia cuando creyeron. Y


no pueden tomar el crédito por esto; es un don de
Dios. La salvación no es una recompensa por las
cosas buenas que hemos hecho, para que ninguno
de nosotros se jacte de ello. (Efesios 2:8-9)

Afirmando todo lo que Pablo dijo, el apóstol Juan escribió:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha


dado a Su Hijo unigénito para que todo aquel que
en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan
3:16)

La fe es una respuesta personal al evangelio. No se limita


a reconocer mentalmente lo que Jesús hizo por nosotros;
también se trata de creer con el corazón. Al escuchar el
evangelio, debemos recibirlo con fe: “Por tanto, no cesamos
18 Fundamentos

de dar gracias a Dios porque ustedes han recibido de


nosotros Su mensaje, no tomaron nuestras palabras como
simples ideas humanas. Aceptaron lo que dijimos como
Palabra de Dios–lo cual es. Y esta Palabra continúa obrando
en ustedes, los creyentes.” (1 Tesalonicenses 2:13). La fe
activa el poder de la Palabra de Dios, que también inicia la
experiencia de nacer de nuevo.

Pablo explica que la salvación viene al creer con el corazón


y confesar con la boca la verdad del evangelio: “Si declaran
abiertamente que Jesús es Señor, y creen en su corazón que
Dios lo levantó de entre los muertos, serán salvos. Porque
al creer en su corazón son hechos justos ante Dios, y al
declarar abiertamente su fe son salvos.” (Romanos 10:9-10).

La fe en Cristo no es inefectiva. A través de la fe, ocurre una


transformación interna. Nos volvemos:

Nuevas creaciones: “Por tanto, si alguno está en


Cristo, es una nueva creación; las cosas viejas
pasaron; he aquí, todas se vuelven nuevas.” (2
Corintios 5:17); “Nadie que es nacido (engendrado)
de Dios practica el pecado [deliberadamente, a
sabiendas y habitualmente], porque la naturaleza de
Dios habita en él [Sus principios de vida, la esencia
divina, se queda permanentemente en su interior];
y no puede practicar el pecado porque es nacido
(engendrado) de Dios. Así queda claro quiénes
toman la naturaleza de Dios y son Sus hijos y quiénes
toman su naturaleza del diablo y son sus hijos: nadie
que no practique la justicia [quien no esté alineado
a la voluntad de Dios en propósito, pensamiento y
acción] es de Dios; ni tampoco lo es alguien que no
ame a su hermano (creyente en Cristo)” (1 Juan 3:9-
10); “Esparciré agua limpia sobre ustedes, y serán
limpios. Su inmundicia será lavada, y ya no adorarán
ídolos. Y les daré un corazón nuevo, y pondré un
nuevo espíritu en ustedes. Quitaré su corazón
petrificado y obstinado y les daré un corazón tierno,
sensible. Y pondré en ustedes mi Espíritu, para que
puedan seguir mis decretos y pongan cuidado en
obedecer mis mandamientos.” (Ezequiel 36:25-27).

Sabios, Justos, Santificados, Redimidos, Sellados


y Habitación del Espíritu Santo: “En Él también
ustedes, cuando escucharon la palabra de verdad, el
evangelio de su salvación, y creyeron en Él, fueron
Fe en Dios 19

sellados con el Espíritu Santo prometido, quien es


la garantía de nuestra herencia hasta que hagamos
posesión de la misma, para la alabanza de Su gloria.”
(Efesios 1:13-14); “Ustedes están en Cristo Jesús, que
por nosotros se volvió sabiduría de Dios–y justicia y
santificación y redención.” (1 Corintios 1:30).

“Sin fe, es imposible agradar a Dios. Porque el


que viene a Dios debe creer que Él existe, y que Él
recompensa a aquellos que le buscan diligentemente.”
(Hebreos 11:6).

La fe es una convicción interna de que Dios existe y puede


ser conocido a través de una experiencia personal. La fe nos
da el punto de contacto entre lo temporal y lo eterno.

Fuera de la soberanía de Dios, la fe es la forma en que


conectas con tu Creador, encuentras salvación y recibes un
pacto de justicia. La fe nos da un acceso–de principio a fin–a
todo lo que Jesús hizo por nosotros. Esto incluye el acceso
a la gracia de Dios, que nos da poder para edificar nuestras
vidas por Su fuerza y sabiduría–no las nuestras.

Así que, después de examinar lo que dice claramente la


Escritura respecto al arrepentimiento y a la fe, podemos
concluir que sin arrepentimiento y sin fe no podemos
reconciliarnos con Dios. Pablo nos alienta a “continuar
avanzando en la fe, afirmados en un firme fundamento
sobre el que crecer. Nunca se desvíen de la esperanza del
evangelio en el que han creído. Y estas son las gloriosas
nuevas que predico en todo el mundo.” (Colosenses 1:23).

A medida que maduramos en la fe, creciendo en el


fundamento del evangelio, se produce un estilo de vida que
complace a Dios–porque sin fe, es imposible agradar a Dios.

PREGUNTAS DE DEBATE
1. ¿Cuáles son los hechos básicos del evangelio, y qué
significa tener fe en el evangelio?

2. Según Romanos 10:9-10, ¿cómo empieza la salvación?

3. ¿Cuáles son los cambios internos que activa la fe?


20 Fundamentos

CAPÍTULO CUATRO

Bautismos

Por tanto, dejando la discusión de los principios


elementales de Cristo, sigamos hacia la perfección, no
echando otra vez los fundamentos… de la doctrina de
bautismos (Hebreos 6:1-2)

En el capítulo anterior, examinamos cómo la fe nos da


acceso a todo lo que provee la salvación. Esto incluye el
privilegio de pertenecer a la familia de Dios y convertirnos
en miembros de Su reino. La siguiente doctrina fundacional
que vamos a analizar es la idea de los bautismos.

Fíjate en que se usa el plural de la palabra “bautismo” y


no el singular. Es “la doctrina de bautismos” (plural), no
“la doctrina del bautismo” (singular). Por tanto, podemos
concluir que el escritor de Hebreos está aludiendo a más de
un tipo de bautismo.

A medida que examinemos los diferentes tipos de


bautismos, es importante tener en cuenta que la palabra
“bautismo” proviene de la palabra griega “baptizo,” que
significa “hundir, sumergir, saturar; sobrecargar.” Participar
en el bautismo es una experiencia total y transicional– total
en el sentido de que involucra a la persona completa, y
transicional en el sentido de que marca el paso de un lugar,
o estado, a otro.

A lo largo del Nuevo Testamento, se mencionan cinco tipos


distintos de bautizos:

El Bautismo de Juan el Bautista. Es un bautismo de


arrepentimiento: “Juan vino, bautizando en el desierto y
predicando un bautismo para arrepentimiento de pecados.”
(Marcos 1:4). Esto no fue sólo un anuncio del bautismo
del Nuevo Pacto; era el comienzo del bautismo del Nuevo
Pacto, “Porque todos los profetas y la ley profetizaron
hasta Juan.” (Mateo 11:13). El mensaje de Juan el Bautista
es considerado “El comienzo del evangelio de Jesucristo.”
(Marcos 1:1).

El arrepentimiento es una transición donde el ser total de


alguien pasa del pecado a la justicia; una transición del
auto-gobierno a la completa sumisión a Dios.
Bautismos 21

Bautismo en el Cuerpo de Cristo. En el momento en que


recibes a Jesucristo como Señor, te haces uno con Él– ¡el
cuerpo y la cabeza son uno solo! “Por un solo Espíritu fuimos
todos bautizados en un cuerpo–tanto judíos como griegos,
esclavos como libres–y a todos se nos ha dado a beber de
un mismo Espíritu… Ahora son el cuerpo de Cristo, y
miembros individualmente.” (1 Corintios 12:13,27).

Por tanto, el bautismo en el Cuerpo de Cristo es una


transición total del reino de las tinieblas y una completa
inmersión en el reino de luz de Dios: “Él nos ha rescatado
del reino de las tinieblas y nos ha llevado al Reino de Su
amado Hijo, quien compró nuestra libertad y perdonó
nuestros pecados.” (Colosenses 1:13-14).

Este bautismo es un bautismo de pertenencia. Como ahora


perteneces a la familia de Dios, tomas parte en los beneficios
de la familia. Estos beneficios incluyen:

Adopción en la familia de Dios en calidad de hijos


e hijas: “Dios decidió de antemano adoptarnos
dentro de Su propia familia, llevándonos a Él a
través de Jesucristo. Esto es lo que quería hacer, y en
lo cual se complació.” (Efesios 1:5).

Ciudadanía en el reino celestial de Dios: “Ahora,


por tanto, ya no son extranjeros ni forasteros, sino
ciudadanos junto con los santos y miembros del
hogar de Dios.” (Efesios 2:19).

Sanidad y Provisión: La obra redentora que Jesús


hizo en la cruz incluye sanidad y provisión–no se
limita al perdón de los pecados. Isaías profetizó,
“Fue herido por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue
sobre Él, y por Sus llagas fuimos nosotros curados.”
(Isaías 53:5). Pedro afirmó, “Él personalmente llevó
nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para
que podamos morir al pecado y vivir por la justicia.
Por Sus heridas, ustedes son sanados.” (1 Pedro
2:24).

Toda forma de Bendición: “Bendito sea el Dios


y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha
bendecido con toda bendición espiritual.” (Efesios
1:3)
22 Fundamentos

Una Herencia Eterna: “Como estamos unidos con


Cristo, hemos recibido una herencia de Dios, ya que
Él nos eligió de antemano, y hace que todo funcione
de acuerdo a Su plan.” (Efesios 1:11).

Bautismo en Agua. Ser bautizado en Cristo es el bautismo


que los creyentes inicialmente identifican con la muerte y
resurrección de Jesús. Cuando un creyente es bautizado
en agua, hace una declaración pública y externa de una
transformación interna del corazón, que ha ocurrido
previamente a través del arrepentimiento y la fe en la
obra redentora de Jesucristo. El bautismo en agua es el
anuncio de que no sólo nos alejamos del pecado, sino que
estamos muriendo al mismo. Estamos declarando que
nuestra antigua vida y nuestra naturaleza pecadora están
muertas. Inversamente, estamos declarando también que
resucitamos a una nueva forma de vida en Cristo. Bajar a
las aguas del bautismo es un simbolismo de ser crucificados
y enterrados con Cristo. Salir del agua es un acto simbólico
de la resurrección en Cristo. Por tanto, el bautismo en agua
representa el poder de la muerte y la resurrección de Jesús.
Con respecto a la significación de este bautismo, Pablo
escribió:

¿O han olvidado que cuando nos unimos con Cristo


Jesús en el bautismo, nos unimos a Él en su muerte?
Porque morimos y fuimos enterrados con Cristo
por medio del bautismo. Y de la misma forma que
Cristo fue levantado de los muertos por el glorioso
poder del Padre, ahora nosotros también podemos
vivir nuevas vidas. (Romanos 6:3-4)

Cuando vinieron a Cristo, fueron “circuncidados,”


pero no por un procedimiento físico. Cristo realizó
una circuncisión espiritual–al cortar de ustedes la
naturaleza pecadora. Porque fueron enterrados con
Cristo cuando fueron bautizados. Y con él fueron
resucitados a una nueva vida porque confiaron en el
poder de Dios, que levantó a Cristo de los muertos.
(Colosenses 2:11-12).

Y el bautismo, el cual es representativo… también


nos salva [de las dudas y miedos internos], no al
remover la suciedad exterior del cuerpo [baño],
sino al darnos [al proveernos] la respuesta de una
conciencia buena y limpia (limpieza y paz interior)
ante Dios [porque estamos demostrando lo que
Bautismos 23

creemos que es nuestro] a través de la resurrección


de Jesucristo (1 Pedro 3:21)

El bautismo en agua es una de nuestras primeras


oportunidades de honrar y obedecer a Jesús después de
volvernos suyos. Antes de que un individuo pueda tomar
parte en un bautismo en agua, debe cumplir ciertas
condiciones. Esas condiciones incluyen las siguientes
acciones:

Arrepentirse. En el día de Pentecostés, Pedro


anunció audazmente, “Arrepiéntanse, y bautícese
cada uno en el nombre de Jesucristo para el perdón
de sus pecados; y recibirán el don del Espíritu
Santo.” (Hechos 2: 37-38). El arrepentimiento debe
preceder al bautismo; esa es la primera respuesta
que Dios requiere de alguien que desea ser salvo.

Creer. Como vimos en el capítulo anterior, la fe en


el evangelio es un requisito para activar su poder
salvador. Jesús dijo, “Vayan por todo el mundo y
prediquen el evangelio a toda criatura. El que crea
y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será
condenado.” (Marcos 16:15-16). En todo lugar en
que el evangelio es predicado, aquellos que desean
ser salvos deben arrepentirse, creer y ser bautizados.

Decidir. Un creyente debe tomar por sí mismo la


decisión de bautizarse. Otros no pueden tomar esa
decisión en su lugar. Los requisitos de arrepentirse
y creer indican que el que toma la decisión está
consciente de a qué se está comprometiendo. Al
hacerlo, la persona declara abiertamente que está
muriendo a su vida anterior y está afirmando
públicamente que entrega su vida a Jesús y se
compromete a vivir por Su gracia.

Así que el bautismo en agua es una inmersión completa


en Cristo–declarando públicamente la muerte a nuestro
antiguo modo de vida y el compromiso con el modo de vida
de Dios: “Mi antiguo yo está crucificado con Cristo. Ya no
vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este
cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó
y se dio a Sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20).
Bautismo del Espíritu Santo. Esta es una experiencia
separada del bautismo en agua, a través de la cual un
24 Fundamentos

creyente es lleno del Espíritu Santo, dándole el poder para


representar a Jesús de forma eficiente. Recibir el bautismo
del Espíritu Santo no es una sugerencia, una opción o una
recomendación– ¡es un mandato!

Jesús instruyó claramente:

Y estando reunido con ellos, les ordenó no


marcharse de Jerusalén hasta recibir la Promesa del
Padre, “la cual,” dijo, “han escuchado de mí; porque
Juan ciertamente bautizó con agua, pero ustedes
serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de
pocos días.” (Hechos 1:4-5).

Jesús también reveló el propósito de este bautismo, diciendo:

He aquí, yo envío la Promesa de Mi Padre sobre


ustedes; pero permanezcan en la ciudad de Jerusalén
hasta que sean investidos con poder desde lo alto.
(Lucas 24:49).

Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga


sobre ustedes; y me serán testigos en Jerusalén, y
en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la
tierra.” (Hechos 1:8).

Con el bautismo del Espíritu Santo viene poder para vivir


esta nueva vida que Jesús ha puesto a nuestra disposición.
Investidos con este poder de Dios, somos libres del poder
del pecado y equipados con dones sobrenaturales del
Espíritu Santo (1 Corintios 12). Dios desea que todos los
creyentes sean llenos de Su Espíritu. Pedro dijo, “Porque la
promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos los
que están lejos, tantos como el Señor nuestro Dios llame.”
(Hechos 2:39).

Conocí a Jesucristo como Salvador a través de un hermano


de fraternidad en la Universidad Purdue en 1979. Una vez
que me volví de mis propios caminos y confesé a Jesucristo
como mi Señor, supe que había nacido al reino de Dios. No
había duda de que era salvo. Sin embargo, algo faltaba en mi
vida, y durante varios meses no pude imaginar qué era. El
Señor parecía distante, incluso aunque yo sabía que era Su
hijo. Cuando leía la Biblia, era difícil entenderla, a pesar de
Bautismos 25

que la leía con diligencia. También carecía de la habilidad de


triunfar sobre la tentación, especialmente con la presión que
viví como estudiante universitario.

A medida que pasó el tiempo, empecé a conocer personas que


parecían más cercanos al Señor de lo que yo era. Hablaban
sobre Él de una forma personal. Yo estaba perplejo. Parecían
tener fuerza y una perspectiva de los caminos del Señor
que yo no tenía. ¿En qué estaba desconectado? me pregunté.
Entonces, estudiando mi Biblia, comprendí que había un
encuentro con el Señor que aún no había experimentado–el
bautismo del Espíritu Santo. Esta experiencia fue el punto
de giro en mi caminar con Dios.

El bautismo del Espíritu Santo no puede ganarse ni


comprarse; debe ser recibido. Las Escrituras nos revelan tres
simples pasos que nos posicionan para recibir ese bautismo:

Desear. Jesús nos reveló que el nivel de hambre y


sed de Dios que tengas, determinará hasta qué
punto serás llenado: “Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
llenados.” (Mateo 5:6).

Pedir. Jesús nos dijo, “Si ustedes, siendo malos,


saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡cuánto más su
Padre celestial dará el Espíritu Santo a aquellos que
lo pidan!” (Lucas 11:13).

Creer. Pablo recordó a la iglesia gálata, “Sólo esto


quiero escuchar de ustedes: ¿recibieron el Espíritu
por las obras de la ley, o por el oír de la fe?” (Gálatas
3:2).

El bautismo del Espíritu Santo es una experiencia en la cual


te llenas del Espíritu de Dios hasta desbordar–en la que Su
presencia te sobrecoge y te satura hasta que te fundes con
Dios mismo: “[Para que en verdad lleguen] a conocer [de
forma práctica, a través de una experiencia propia] el amor
de Cristo, que sobrepasa el simple conocimiento [sin la
experiencia]; para que puedan ser llenos [en todo su ser]
hasta llegar a la plenitud de Dios [y puedan tener la medida
más rica de la Presencia divina, y convertirse en un cuerpo
lleno y rebosante del mismo Dios].” (Efesios 3:19).
Por favor, entiende que la llenura del Espíritu Santo no es
un suceso único, sino una experiencia continua. Pablo
26 Fundamentos

nos alentó, “Y no se embriaguen con vino, porque eso es


libertinaje; sino que sean llenos y estimulados con el [Santo]
Espíritu.” (Efesios 5:18). El Espíritu Santo es crucial para
nuestra experiencia cristiana.

BAUTISMO DE FUEGO

Este bautismo está directamente relacionado con el bautismo


del Espíritu Santo. Juan el Bautista dijo sobre Jesús, “Yo los
bautizo con agua; pero pronto vendrá alguien que es mayor
que yo–tanto, que ni siquiera soy digno de ser Su esclavo y
desatar las correas de Sus sandalias. Él los bautizará con el
Espíritu Santo y con fuego.” (Lucas 3:16).

El bautismo de fuego representa la purificación. Cuando eres


lleno del Espíritu Santo, Él comienza una obra de santificación
que produce refinamiento y madurez. El bautismo de fuego
incluye un elemento de sufrimiento. Déjame aclarar que Dios
no está detrás del sufrimiento, pero lo usará para fortalecer
nuestra fe y madurar nuestro entendimiento de Su bondad y
fidelidad (lee el primer capítulo del libro de Santiago).

El apóstol Pedro escribió:

Así que deben alegrarse. Hay una alegría maravillosa


por delante, aunque por un tiempo deban enfrentar
muchas pruebas. Estas pruebas mostrarán que su
fe es genuina. Está siendo probada como el fuego
pone a prueba y purifica el oro–a pesar de que su
fe es mucho más preciosa que el simple oro. Así que
cuando su fe permanezca fuerte a través de muchas
pruebas, les traerá mucha alabanza y gloria y honor
en el día en que Jesucristo sea revelado al mundo
entero. (1 Pedro 1:6-7).

Amados, no piensen que la prueba de fuego que


están pasando es extraña, como si algo muy raro les
hubiera pasado; sino que regocíjense mucho porque
están compartiendo los sufrimientos de Cristo, para
que cuando Su gloria sea revelada, ustedes también
se alegrarán con gran gozo. (1 Pedro 4:12-13).

El bautismo de fuego también es llamado “Bautismo de


Sufrimiento.” Este es un bautismo único, en el cual entras
en una temporada de refinamiento para la preparación de
Bautismos 27

tu propósito. El cumplimiento del plan de Dios para tu vida


exigirá, inevitablemente, una rendición total de todo tu ser–
espíritu, alma y cuerpo–en manos de Dios.

Este bautismo de sufrimiento se menciona en Marcos 10:38.


Dos discípulos–Santiago y Juan–se acercan a Jesús y le piden
que les conceda el privilegio de sentarse en un lugar de
honor, a la derecha y a la izquierda de Su trono.

En respuesta, Jesús dijo, “¡No saben lo que piden! ¿Pueden


beber de la amarga copa de sufrimiento de la que yo estoy
a punto de beber? ¿Pueden ser bautizados en el bautismo de
sufrimiento que yo debo recibir?”

“Sí,” respondieron ambos discípulos, “¡sí podemos!”

Entonces, Jesús les dijo, “De hecho, pueden beber de Mi copa


amarga y ser bautizado con Mi bautismo de sufrimiento. Pero
no tengo derecho a decidir quién se sentará a mi derecha o
a mi izquierda. Dios ha preparado esos lugares para los que
Él ha escogido.” (Marcos 10:39).

Desafortunadamente, mucho no entienden el propósito de


las pruebas y el sufrimiento. Para ilustrarnos al respecto,
Pablo escribió, “Porque a ustedes se les ha concedido por el
bien de Cristo, no sólo creer en Él, sino también sufrir por
Él.” (Filipenses 1:29).

¿Esta afirmación te hace pensar un poco al considerar que el


sufrimiento te ha sido concedido? ¿Cómo pueden aparecer
en la misma oración “conceder” y “sufrimiento”? ¿Puede
ser que hayas mantenido una visión incorrecta sobre el
sufrimiento?

En cualquier prueba que enfrentamos, Dios permite las


dificultades con un propósito–edificar nuestro carácter y
capacidad. Dios permitirá una dificultad hoy para simular
los niveles de presión que Él sabe que enfrentaremos
mañana. Dios está usando nuestros retos actuales para
fortalecernos en preparación para una gran conquista en
nuestro futuro. Ese es el motivo de que las pruebas siempre
se sientan mayores que nuestro nivel actual de preparación
o responsabilidad. [Por favor, fíjate en que estoy usando
cuidadosamente la palabra “permitir,” porque Dios no es
el autor de las tentaciones. Santiago afirma, “Recuerden,
cuando estén siendo tentados, no digan ‘Dios me está
28 Fundamentos

tentando.’ Dios nunca es tentado a hacer lo incorrecto, y Él


nunca tienta a nadie” (Santiago 1:13)].

A lo largo de cualquier dificultad o sufrimiento, siempre


hay promesa. Santiago nos dice, “Considérenlo como un
puro regalo, amigos, cuando les vengan pruebas y retos
de todas partes. Saben que, bajo presión, su vida de fe es
forzada a mostrarse en sus verdaderos colores. Así que no
traten de librarse de nada prematuramente. Dejen obrar a
las circunstancias para que puedan madurar y desarrollarse
bien, sin deficiencia alguna.” (Santiago 1:2-4).

Cuando experimentas sufrimiento y a través del mismo


permaneces fiel a Dios, sales más fuerte, desarrollado y
preparado para lo siguiente que Dios ha planeado para
ti. Santiago también nos dice qué esperar del otro lado
del sufrimiento, “Bienaventurado el hombre que resiste la
tentación; porque cuando sea aprobado, recibirá la corona
de vida que el Señor le ha prometido a aquellos que lo
aman.” (Santiago 1:12).

La palabra “corona” conlleva autoridad, y con la autoridad


llega el poder. Jesús entró a un tiempo de prueba en
el desierto para ser tentado por el diablo. Debido a Su
obediencia y perseverancia, emergió con mayor autoridad
y poder (lee Lucas 4:1, 14). Como Jesús, también nosotros
podemos emerger del sufrimiento con mayor autoridad y
poder.

Mi libro La Trampa de Satanás ha sido un éxito de ventas


por más de veinticinco años. Ha liberado a incontables
personas de la mortal trampa de la ofensa. Durante años, mi
equipo y yo hemos recibido abundancia de testimonios que
nos permitieron conocer cómo ha impactado ese mensaje
en sus vidas, matrimonios e iglesias. Sin embargo, antes de
escribir una sola palabra del mismo pasé por un periodo de
sufrimiento en el cual tuve que manejar una traición muy
dolorosa. Ese periodo duró varios años, en los cuales aprendí
a encontrar libertad de la ofensa y a crecer en obediencia a
Dios. Al salir exitoso de ese tiempo de dificultades, pude
hablar y escribir sobre el tema de la ofensa con convicción,
autoridad y poder. El mensaje se formó primero en mi
interior antes de ser predicado y escrito a través de mí.
Debido a que obtuve victoria en esa área, pude impartir
fuerza a otros para que hicieran lo mismo.
Bautismos 29

Déjame reiterar: los sufrimientos de Cristo que se nos


permite experimentar no son los sufrimientos de los cuales
Él nos ha redimido, como la enfermedad o la pobreza.
El sufrimiento que experimentamos es morir a nosotros
mismos y a la naturaleza pecadora de la carne. Como
Pedro señaló, “Por tanto, ya que Cristo sufrió por nosotros
en la carne, ármense con la misma mente, porque el que ha
sufrido en la carne ha desistido del pecado.” (1 Pedro 4:1).

Un bautismo (inmersión) de sufrimiento tiene el propósito


de prepararnos para que emerjamos con una nueva
disposición, necesaria para cumplir nuestro destino en
Cristo. Como he experimentado, el fuego que inicialmente
nos purifica liberará a otros con los que entramos en
contacto.

A través de los diferentes tipos de bautismo se nota un


tema central–inmersión completa. Esto significa que
entras en ellos por completo– ¡sin guardarte nada! Estás
completamente comprometido con este nuevo tipo de vida.

Es un hermoso intercambio entre tú y Dios–tu vida por la


Suya.

PREGUNTAS DE DEBATE

1. ¿Por qué es importante el bautismo en agua? ¿Qué


representa?

2. ¿Cuál es el resultado del bautismo del Espíritu Santo,


y por qué es tan importante en la vida de un creyente?

3. Cuando somos bautizados en el Cuerpo de Cristo,


¿cuáles son los beneficios de pertenecer a la familia de
Dios?
4. Teniendo ya una comprensión del Bautismo de
Sufrimiento, ¿por qué es importante para ti?
30 Fundamentos

CAPÍTULO CINCO

Imposición de Manos

Por tanto, dejando la discusión de los principios


elementales de Cristo, sigamos hacia la perfección, no
echando otra vez los fundamentos… de la imposición
de manos… (Hebreos 6:1-2)

Para entender la doctrina de la “imposición de manos,”


primero debemos entender el principio del reino relativo
a la autoridad. La Escritura nos dice claramente que toda
autoridad viene de Dios, y que las autoridades que existen
son señaladas por Dios (Romanos 13:1). Déjame exponerlo
de otra forma–cuando conoces a Dios, conoces la autoridad,
porque Él y Su autoridad son inseparables.

Muéstrame a una persona que no tiene respeto por la


autoridad y te mostraré a alguien que no conoce a Dios.
Muéstrame a alguien que tiene un respeto profundo por
la autoridad y te mostraré a alguien que conoce a Dios o
está cerca de encontrarlo. Esto crea conflicto a muchos
porque han estado bajo autoridades malvadas, crueles,
rudas e incluso deshonestas. A estos, les diría que por favor
reexaminen Romanos 13:1 y se fijen en que Pablo no escribió
que toda autoridad es divina. La autoridad puede venir de
Dios, pero el comportamiento no. La habilidad de Dios de
trabajar a través de la autoridad legítima–sin importar sus
muchas imperfecciones–es otro testimonio de lo asombroso
de Su soberanía.

La autoridad es, en un final, el modo de vida en el reino de


Dios. Al someternos a ella, estamos bajo Su cobertura divina
y Su protección, y dentro de este contexto se transmiten la
bendición y el poder.

Comprendo que esta doctrina fundacional puede parecer


oscura, pero si la examinamos mejor entenderás su
significado. La imposición de manos es un acto mediante
el cual una autoridad legítima impone sus manos sobre otra
persona con un propósito espiritual definido. Este acto se
acompaña con oración, con una palabra profética o con
ambas, y significa impartición e identificación.

La práctica de imponer las manos ocurre en varios pasajes de


la Biblia–tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento–y
Imposición de Manos 31

puede encontrarse en diversas circunstancias. Este acto era


tan importante para nuestros padres espirituales, que Pablo
advirtió que no debe ser practicado descuidadamente: “No
impongas las manos en nadie con ligereza…” (1 Timoteo
5:22).

A través de la Escritura, podemos ver varios propósitos


específicos para la imposición de manos. En este capítulo,
examinaremos brevemente cada uno de ellos.

IMPARTIR BENDICIÓN

Entonces Israel extendió su mano derecha y la puso


sobre la cabeza de Efraín, quien era el menor, y su
mano izquierda la puso sobre la cabeza de Manasés,
equivocando sus manos a propósito, aunque Manasés
era el primogénito. (Génesis 48:14).

La bendición se imparte a través de la imposición de


manos. La principal definición de “bendecir” es dar poder
a alguien para que prospere. Ese empoderamiento es
crucial para nuestro crecimiento espiritual. En el recuento
anterior, Israel bendijo a los hijos de José, Manasés y Efraín.
Deliberadamente, puso su mano derecha sobre Efraín. Era
tradición que el primogénito heredara la mayor bendición;
sin embargo, Israel dirigió sus manos a sabiendas, guiado
por el Espíritu Santo. Eso indica que no sólo hay importancia
en la imposición de manos, sino también en el modo en que
se hace. La bendición es transmitida generacionalmente a
través de la imposición de manos.

SEÑALAR LIDERAZGO

Moisés escogió a Josué para lo que lo sucediera. Al ordenar


a Josué, lo señaló mediante la imposición de manos en
presencia de testigos. Esto también incluye una trasferencia
de autoridad espiritual: “Y el Señor dijo a Moisés: ‘Toma a
Josué, hijo de Nun, contigo, un hombre en el cual está el
Espíritu, y pon tu mano sobre él; ponlo delante de Eleazar,
el sacerdote, y ante toda la congregación, y afírmalo a sus
ojos. Y le darás un poco de tu autoridad, para que toda la
congregación de los hijos de Israel le obedezcan’… Así que
Moisés hizo lo que el Señor le ordenó. Tomó a Josué y lo
puso ante el sacerdote Eleazar y ante toda la congregación.
Y puso sus manos sobre él y lo afirmó, justo como el Señor
ordenó por mano de Moisés.” (Números 27:18-20, 22-23).
32 Fundamentos

En el Nuevo Testamento, vemos líderes señalados para


manejar los asuntos prácticos de la iglesia primitiva–en un
caso específico, en la administración de la comida para las
viudas. Una vez que fueron cuidadosamente seleccionados,
los apóstoles pusieron sus manos sobre ellos, empoderándolos
para el servicio del reino: “‘Por tanto, hermanos, busquen
entre ustedes siete hombres de buena reputación, llenos
del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales podamos
designar para este servicio’… Y esto complació a toda la
multitud. Y ellos eligieron a Esteban, un hombre lleno de
fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a
Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a
los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando,
les impusieron las manos.” (Hechos 6:3, 5-6). Los apóstoles
fueron diligentes en buscar personas con buena reputación
y llenos del Espíritu Santo. Este cuidadoso posicionamiento
de los nuevos líderes del equipo del ministerio, era muy
importante para el crecimiento y alcance del evangelio.

EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO

Aunque las personas pueden ser bautizadas con el Espíritu


Santo sin la imposición de manos, hay muchos registros de
creyentes siendo llenos del Espíritu después de la imposición
de manos: “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén
escucharon que en Samaria habían recibido la Palabra de
Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan, los cuales, una vez
que hubieron llegado, oraron para que pudieran recibir
el Espíritu Santo. Porque aún no había descendido sobre
ninguno de ellos. Sólo habían sido bautizados en el nombre
del Señor Jesús. Entonces impusieron sus manos sobre ellos,
y recibieron el Espíritu Santo.” (Hechos 8:14-17).

IMPARTICIÓN DE DONES ESPIRITUALES

En el Antiguo Testamento, vemos a Moisés impartiendo su


sabiduría interna a Josué a través de la imposición de manos:
“Josué, hijo de Nun, fue lleno del espíritu de sabiduría,
porque Moisés había impuesto sus manos sobre él; por lo
que los hijos de Israel lo escucharon e hicieron como el
Señor había mandado a Moisés.” (Deuteronomio 34:9).

También tenemos un ejemplo de esto en el Nuevo


Testamento con Pablo y Timoteo. Pablo advierte a Timoteo:
“No descuides el don que hay en ti, el cual te fue dado por
profecía con la imposición de manos de los ancianos.” (1
Imposición de Manos 33

Timoteo 4:14). Pablo, a través de la imposición de manos,


impartió un don espiritual a Timoteo que lo estableció y
lo empoderó para el ministerio. Viendo cómo su don era
descuidado, Pablo le escribió, “Por tanto, te recuerdo que
avives el don de Dios que está en ti a través de la imposición
de mis manos.” (2 Timoteo 1:6).

A lo largo de la historia de la iglesia, la imposición de manos


fue una práctica común para empoderar y confirmar a
los nuevos creyentes. Por esta razón, Pablo escribió, “Por
eso anhelo verlos, para poder impartirles algunos dones
espirituales, para que sean confirmados.” (Romanos 1:11).

COMISIONAR MINISTROS

Cuando Pablo y Bernabé fueron enviados a su primer viaje


misionero, los líderes de la iglesia en Antioquía se reunieron
para ayunar y orar. Mientras buscaban juntos al Señor, el
Espíritu Santo indicó claramente que esos dos hombres iban
a ser separados para una tarea destinada específicamente a
ellos: “Mientras ministraban al Señor y oraban, el Espíritu
Santo dijo, ‘Aparten para Mí a Bernabé y a Saulo (Pablo)
para la obra a la cual los he llamado.’ Entonces, después de
ayunar y orar, e imponer las manos sobre ellos, los enviaron.”
(Hechos 13:3).

Lisa y yo tuvimos una experiencia similar a la de Bernabé y


Pablo. A finales de la década de 1980, mientras yo trabajaba
como pastor de jóvenes, el Espíritu de Dios me reveló que
venía un cambio: “Serás removido de ser pastor de jóvenes,”
me dijo, “y te enviaré a iglesias y ciudades desde la costa este
hasta la costa oeste de América; desde la frontera de Canadá
hasta la frontera mexicana; desde Alaska hasta Hawái…”

Pero no sucedió al día siguiente, ¡ni siquiera en esa semana!


Pasaron muchos meses después de que recibí esa palabra
hasta que ocurrió el cambio. Entonces, un día mi pastor entró
a una reunión y dijo que el Señor le había mostrado que uno
de sus pastores (éramos once en el equipo) viajaría a tiempo
completo y ya no serviría en el personal de nuestra iglesia.
“John Bevere, tú eres ese hombre,” me dijo. Poco después,
en enero del 1990, el pastor impuso sus manos sobre Lisa y
sobre mí, y desde entonces hemos estado viajando a tiempo
completo. Es seguro decir que hemos obtenido mucho más
fruto al esperar por el tiempo de Dios, del que hubiéramos
obtenido si nos hubiéramos marchado cuando pensamos
que estábamos listos.
34 Fundamentos

SANAR A LOS ENFERMOS

El poder sanador de Dios puede ser transmitido por los


creyentes a través de la imposición de manos. Esto fue
demostrado por Jesús, quien sanaba a los enfermos y
expulsaba demonios a través de la imposición de manos:
“Le traían a todos los que estaban enfermos con varias
enfermedades; y Él ponía Sus manos en cada uno de ellos y
los sanaba. Y también expulsaba los demonios de muchos.”
(Lucas 4:40-41).

Antes de ascender al cielo, Jesús comisionó a los creyentes


a continuar con Su labor, predicando el evangelio y
destruyendo las obras del diablo: “Y estas señales seguirán a
los que crean: en Mi nombres… impondrán las manos a los
enfermos, y estos sanarán.” (Mateo 16:17-18).

Cuando imponemos las manos sobre otros, proveemos un


punto de contacto para que el cielo invada la tierra.

PREGUNTAS DE DEBATE

1. ¿Dónde se origina la autoridad, y por qué es importante?

2. Explica qué significado tiene la imposición de manos en


la Escritura.

3. Enumera los seis beneficios del ministerio de imposición


de manos.
Resurrección de los Muertos 35

CAPÍTULO SEIS

Resurrección de los Muertos

Por tanto, dejando la discusión de los principios


elementales de Cristo, sigamos hacia la perfección, no
echando otra vez los fundamentos… de la resurrección
de los muertos… (Hebreos 6:1-2)

La resurrección es la gran esperanza del creyente. Pablo


escribió que su meta era alcanzar la resurrección–el premio
celestial. Tenía su vista puesta en la fase final del proceso
de edificación–la salvación final. Escribió, “Si, por cualquier
vía, puedo alcanzar la resurrección de entre los muertos.
No es que ya la haya alcanzado, o que ya sea perfecto; pero
continúo, para poder alcanzar aquello por lo que Cristo
Jesús también me alcanzó a mí.” (Filipenses 3:11-12).

Eres el foco del amor de Dios. Es por eso por lo que Él


volverá por ti y te llevará con Él, para siempre. Jesús desea
que estemos con Él eternamente–tanto, que ha preparado y
reservado un lugar para nosotros, para que podamos estar
donde Él está. Aseguró, “En la casa de mi Padre muchas
moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy,
pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os
preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo,
para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan
14:2-3). Con una promesa así, no es de extrañarse que el
Espíritu y la novia digan, “¡Ven!” (Apocalipsis 22:17).

Con la esperanza de la resurrección, no necesitamos


temerle a la muerte. Esta esperanza nos permite vivir listos
para el regreso del Señor. La iglesia del primer siglo vivió
con la esperanza de que Jesús podía regresar en cualquier
momento–sabiendo que regresará como ladrón en la noche.
Esta esperanza no era, de ninguna forma, un escapismo
mental; más bien, los llenaba de una sensación de urgencia
por ocupar su esfera de influencia en el propósito del reino.
La resurrección nos dará entrada en el reino eterno, donde
estaremos con el Señor para siempre. Por tanto, es imperativo
que ganemos entendimiento de aquello que nos espera.

Habrá dos resurrecciones: La resurrección de los justos


(para los seguidores de Cristo) y la resurrección de los
injustos (para aquellos que escogieron su propio camino).
36 Fundamentos

La diferencia es que los no creyentes tendrán para siempre


corruptos su espíritu, alma y cuerpo; mientras que los
creyentes tendrán un espíritu, un alma y un cuerpo
incorruptibles y gloriosos, para siempre. Refiriéndose a esos
dos tipos de resurrección, Jesús dijo:

De cierto les digo que la hora está llegando, y es


ahora, en que los muertos escucharán la voz del
Hijo de Dios; y aquellos que escuchen vivirán… No
se maravillen de esto; porque la hora está llegando
en que todos los que están en las tumbas oirán Su
voz y vendrán–aquellos que hayan hecho bien, a la
resurrección de vida, y los que hayan hecho mal, a
la resurrección de condenación. (Juan 5:25, 28-29).

Para comprender todo el alcance del proceso de salvación,


debemos entender la naturaleza trina del hombre, del
espíritu, el alma y el cuerpo: “Que el mismo Dios de paz
los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea preservado irreprensible hasta la llegada
de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:23). En
el momento de la salvación, nuestro espíritu es salvo de
forma instantánea y hecho justo ante Dios. Nuestra alma
(mente, voluntad, emociones) es salva mediante un proceso
de renovación; nuestros cuerpos aún deben esperar por
la resurrección para ser salvos, lo cual concluirá nuestra
experiencia de salvación. En el intervalo, nuestros cuerpos
pueden tener un adelanto de la vida de resurrección
mediante el poder, los milagros y los dones de sanidad que
vienen de Dios. (1 Corintios 12 y Romanos 8:11).

En tiempos de Pablo, había mucho debate respecto al tema


de la resurrección. Para muchos, era un concepto extraño,
que pertenecía únicamente al mensaje del evangelio.
Pablo experimentó muchos conflictos y problemas debido
a su firme postura sobre el asunto. Sin embargo, esto no
llevó a Pablo a quedarse callado, más bien reaccionó con
indignación–al extremo de poner en riesgo su propia vida.
Afirmó audazmente:
Si predicamos que Cristo ha resucitado de entre los
muertos, ¿cómo hay algunos entre ustedes que dicen
que no hay resurrección de los muertos? Porque si no
resucitan los muertos, entonces Cristo no resucitó.
Y si Cristo no resucitó, entonces nuestra predicación
está vacía, y vacía está también su fe. Sí, y somos
testigos falsos de Dios, porque hemos testificado que
Resurrección de los Muertos 37

Dios resucitó a Cristo cuando no lo hizo–ya que los


muertos no resucitan. Si no resucitan los muertos,
Cristo no ha sido levantado de entre ellos. Y si Cristo
no ha sido levantado, su fe es vana, ¡están aún en sus
pecados! Y también aquellos que duermen en Cristo
han perecido. Si sólo tenemos esperanza en Cristo
para esta vida, entonces somos los más patéticos
de entre todos los hombres. Pero ahora Cristo ha
resucitado de entre los muertos, y se ha convertido
en las primicias de aquellos que duermen. Porque ya
que la muerte vino por el Hombre, también por el
Hombre vino la resurrección de los muertos. Porque
todos murieron en Adán, así mismo en Cristo todos
tendrán vida. Pero cada uno en su propio orden:
Cristo, las primicias, y después, aquellos que son de
Cristo, en Su venida. (1 Corintios 15:12-23).

Como dijimos antes en el capítulo sobre la fe, uno de los


hechos más importantes del evangelio es la resurrección de
Jesucristo. Jesús fue levantado de entre los muertos. Quitar
la resurrección de nuestro mensaje del evangelio es hacerlo
nulo, y volver vana nuestra fe. Por eso, Pablo se rehusó a
permitir que se comprometiera el evangelio–negándose
a que se eliminara o descuidara la enseñanza sobre la
resurrección.

Jesús fue el primer hombre que recibió un cuerpo resucitado.


Como Jesús fue resucitado, tenemos la garantía de que con
nosotros sucederá lo mismo. ¡Él es nuestra esperanza! La
seguridad de la resurrección de nuestro cuerpo nos es dada
al habitar en nosotros el Espíritu Santo, Quien es “el sello
de nuestra redención.” (Efesios 1:13-14). Pablo escribió con
valentía, “Y Cristo vive en ustedes, así que, aunque su cuerpo
morirá por causa del pecado, el Espíritu les da vida porque
han sido encontrado justos ante Dios. El Espíritu de Dios,
que levantó a Jesús de entre los muertos, mora en ustedes. Y
de igual forma que Dios levantó a Cristo Jesús de entre los
muertos, dará vida a sus cuerpos mortales por ese mismo
Espíritu que mora en ustedes.” (Romanos 8:10-11).
Estas son maravillosas noticias. El Espíritu de Dios estimula
nuestro apetito al darnos una muestra de lo que vendrá.
Pone el cielo en nuestros corazones para que nunca nos
conformemos con menos. Pablo nos dice que debemos
darnos aliento unos a otros con esta esperanza:
38 Fundamentos

Pero no quiero que sean ignorantes, hermanos, con


respecto a los que duermen, ni que se entristezcan
como los otros que no tienen esperanza. Porque si
creemos que Jesús murió y resucitó, de igual forma
Dios traerá con Él a los que duermen en Jesús.
Porque les decimos a ustedes según la Palabra
del Señor, que los que vivimos y permanecemos
hasta la llegada del Señor, no precederemos de
ninguna forma a los que duermen. El Señor mismo
descenderá del cielo con voz fuerte, con la voz de un
arcángel y con la trompeta de Dios. Y los muertos
en Cristo se levantarán primero. Después, los que
estemos vivos y permanezcamos seremos llevados
junto con ellos a las nubes para encontrarnos con el
Señor en el aire. Y estaremos siempre con el Señor.
Por tanto, consuélense los unos a los otros con estas
palabras. (1 Tesalonicenses 4:13-18).

La Biblia nos dice claramente que cuando Jesús regrese


por la iglesia–Su novia– ¡seremos transformados! Nuestros
cuerpos serán cambiados en un instante. Para ayudarnos
a entender la resurrección, Pablo usó la analogía de una
semilla de maíz sembrada en la tierra. Evidentemente, del
suelo saldrá algo diferente a lo que fue sembrado–algo
mucho más glorioso.

El cuerpo es sembrado en corrupción y resucitado


en incorrupción. Es sembrado en deshonor y
resucitado en gloria. Es sembrado en debilidad y
resucitado en poder. Es sembrado como un cuerpo
natural y resucitado como un cuerpo espiritual.
Hay un cuerpo natural, y hay un cuerpo espiritual.
Y como está escrito: El primer Adán se volvió un
ser viviente. El postrer Adán se volvió un espíritu
viviente. Sin embargo, lo espiritual no es primero,
sino lo natural, y después lo espiritual. El primer
hombre era de la tierra, hecho de polvo; el segundo
Hombre es el Señor del cielo. Como fue el hombre
del polvo, así también son los que están hechos de
polvo; y como es el Hombre celestial, así también
son los que pertenecen al cielo. Y de igual forma
que hemos nacido con la imagen del hombre del
polvo, también llevaremos la imagen del Hombre
celestial. Esto les aseguro, hermanos, que la carne
y la sangre no pueden heredar el reino de Dios;
ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí,
les digo un misterio: No todos dormiremos, pero
Resurrección de los Muertos 39

todos seremos transformados–en un momento,


en un parpadeo, al sonido de la trompeta final.
Porque la trompeta sonará y los muertos serán
levantados, incorruptibles, y nosotros seremos
transformados. Porque esto corruptible debe
vestirse de incorrupción, y esto mortal debe vestirse
de inmortalidad. Cuando esto corruptible se haya
vestido de incorrupción, y esto mortal se haya
vestido de inmortalidad, se cumplirá la escritura
que dice: “La muerte es absorbida en la victoria.” (1
Corintios 15:42-45).

En este pasaje, Pablo señala cuatro cambios distintivos


que ocurrirán cuando nuestros cuerpos naturales sean
transformados.

De la Corrupción a la Incorrupción: El nuevo


cuerpo no conocerá muerte ni decadencia.
Permanecerá eternamente saludable y fuerte. La
muerte no tendrá poder sobre este nuevo cuerpo.
Algunos creyentes bien intencionados preguntan
a menudo, “¿Por qué los cristianos todavía pasan
por enfermedades, padecimientos y muerte?” La
respuesta es compleja; pero una cosa es cierta–
nuestros cuerpos aún no son salvos. Hasta que
recibamos nuestra salvación final, nuestros cuerpos
estarán sujetos a la muerte. Sin embargo, como ya
dijimos, hasta que recibamos nuestra salvación
final, Dios nos ha dado dones de Su Espíritu que nos
ofrecen sanidad y milagros. Llegará el día en que
Dios enjugue toda lágrima. Ya no conoceremos más
el dolor ni el sufrimiento que enfrentamos ahora.

Del Deshonor a la Gloria: Nuestro nuevos cuerpos


serán glorificados–ya no enfrentarán el deshonor
de la enfermedad, los padecimientos ni las heridas.
Los cuerpos de la resurrección serán espléndidos–
su funcionamiento será óptimo. El profeta Daniel
predijo, “Muchos de los que duermen en el polvo…
despertarán… Los que son sabios brillarán como el
resplandor del firmamento, y aquellos que hicieron a
muchos volverse a la justicia serán como las estrellas
eternamente.” (Daniel 12:2-3).

De la Debilidad al Poder: Los cuerpos de la


resurrección no necesitarán dormir, descansar ni
recuperarse. No conoceremos la fatiga, estaremos
40 Fundamentos

llenos de vida y energía. También tendremos


habilidades sobrenaturales desconocidas para los
hombres mortales. Pablo dijo, “Pero nosotros somos
ciudadanos del cielo, donde vive el Señor Jesucristo.
Y esperamos ansiosamente a que regrese como
Salvador nuestro. Tomará nuestros débiles cuerpos
mortales y los cambiará a cuerpos gloriosos como el
Suyo, usando el mismo poder con el que ha puesto
todo bajo Su control.” (Filipenses 3:20-21).

De lo Natural a lo Espiritual: La esencia de este nuevo


cuerpo será diferente a la carne. Está diseñado para
la eternidad; pero tiene las capacidades necesarias
para funcionar tanto en el reino espiritual como en
el natural. En las apariciones de Jesús después de la
resurrección, vemos que ese cuerpo resucitado no
está atado a la gravedad (Hechos 1, Apocalipsis 11),
puede atravesar las paredes (Juan 20:19, 26), puede
ser tocado, por tanto, no es como un vapor ni un
“fantasma” (Juan 20:27), puede ingerir comida física
(Lucas 24:41-43), y puede ser tanto visible como
invisible (Lucas 24:31).

Todos esos cambios son sólo una parte de lo que el Señor ha


planeado para nosotros. Con gran emoción, Pablo expresó,
“Nosotros los creyentes también gemimos, a pesar de que
tenemos al Espíritu Santo en nosotros como un adelanto de la
gloria futura, porque anhelamos que nuestros cuerpos sean
liberados del pecado y el sufrimiento. Nosotros, también,
esperamos con ansias el día en que Dios nos dará nuestros
derechos plenos como Sus hijos adoptados, incluyendo los
nuevos cuerpos que Él nos ha prometido.” (Romanos 8:23).

Gemimos internamente, esperando por esa salvación final–


la resurrección. Pablo explicó ese anhelo a la perfección:
“Mientras vivimos en estos cuerpos terrenales, gemimos
y suspiramos, pero no se trata de que queramos morir y
deshacernos de estos cuerpos que nos envuelven. Más bien,
queremos revestirnos de nuestros nuevos cuerpos, para
que estos cuerpos mortales sean absorbidos por la vida.” (2
Corintios 4:5). C. S. Lewis también ofreció una magnífica
explicación para esa insatisfacción interna: “Si en mí hay
un deseo que ninguna experiencia de este mundo puede
satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para
otro mundo.”
Resurrección de los Muertos 41

Jesús va a regresar y a recibirnos en Él. Como creyentes,


estamos destinados a un futuro glorioso. Permite que esta
esperanza arraigue en tu corazón.

Por tanto, no abandonen esa confianza en el Señor.


¡Recuerden la gran recompensa que les traerá! Ahora
deben resistir con paciencia, para que continúen
haciendo la voluntad de Dios. Después, recibirán
todo lo que Él les ha prometido. “Porque aún un
poco, y el que ha de venir lo hará y no demorará. Y
mis justos vivirán por fe. Pero no me complaceré en
nadie que retroceda.” Pero no somos como esos que
se volvieron de Dios a su propia destrucción. Somos
los fieles, cuyas almas serán salvas. (Hebreos 10:35-
39).

PREGUNTAS DE DEBATE

1. ¿Cuáles son las tres etapas de nuestra experiencia de


salvación? Explica brevemente cada una de ellas.

2. ¿Cuáles son los cuatro cambios distintivos que les


ocurrirán a nuestros cuerpos en la resurrección?

3. ¿Por qué la resurrección es la esperanza de todo creyente?

4. Hasta que recibamos nuestra salvación final–la


redención de nuestros cuerpos– ¿qué ha puesto Dios a
nuestra disposición para que experimentemos la victoria
sobre la muerte?
42 Fundamentos

CAPÍTULO SIETE

Juicio Eterno

Por tanto, dejando la discusión de los principios


elementales de Cristo, sigamos hacia la perfección, no
echando otra vez los fundamentos… del juicio eterno.
(Hebreos 6:1-2)

Debe ser terrible entrar en la eternidad para ver que todo lo


que creías conocer al respecto era falso. Las películas y los
medios han llenado nuestras mentes con ideas erróneas de
que el cielo consiste simplemente en bebé ángeles tocando
violines mientras flotan sobre las nubes. Algunos de nosotros
ni siquiera hemos pensado en la eternidad, llegando a la
conclusión de que no hay vida después de la muerte. Todavía
más perturbadora es la creencia equivocada de que todos los
caminos llevan al cielo.

Estos conceptos errados–unidos a otras muchas visiones in-


correctas sobre el cielo–están lejos de la verdad. La Biblia
tiene mucho que decir sobre el cielo, la eternidad y el juicio.
Según las Escrituras, se llevarán a cabo dos juicios princi-
pales. La característica más distintiva de cada uno de esos
juicios es el tipo de asiento que ocupará el Juez.

Estas dos sillas para el juicio son:

El Gran Trono Blanco: Los que serán juzgados aquí


son los muertos restantes que serán resucitados al
final del milenio. Esos son los que no aceptaron la
salvación de Dios, y, consecuentemente, no fueron
llevados con Jesús cuando Él regresó por Su iglesia.

El Tribunal de Cristo: Aquí es donde serán


juzgados los seguidores y siervos de Cristo–no para
condenación, sino para recompensa.
Para entender el juicio de los creyentes, veamos qué escribió
Pablo con respecto a este día:
Por tanto, es nuestro objetivo, ya esté presente o
ausente, complacer al Señor. Porque todos debemos
comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada
uno reciba recompensa según lo que haya hecho en
el cuerpo, sea bueno o malo. (2 Corintios 5:9-10).
Juicio Eterno 43

Numerosos cristianos ignoran que tendrán que responder


por su vida. Los creyentes serán juzgados. Se tomarán deci-
siones. Muchos cristianos piensan que todo juicio futuro es
erradicado por su salvación. Cierto, la sangre de Jesús nos
limpia de los pecados que nos habrían impedido entrar al
reino; sin embargo, eso no nos exime del juicio respecto a
cómo nos comportamos como creyentes, ya sea bien o mal.

Cuando analizamos el juicio de los creyentes, debemos en-


tender en qué difiere del juicio de los incrédulos. El juicio de
los incrédulos ocurrirá mucho antes del Juicio del Gran Tro-
no Blanco. El momento no queda claro en la Escritura. Sin
embargo, sabemos que ocurrirá después de que la iglesia sea
raptada (1 Tesalonicenses 4:13-18) y antes de que comience
el reinado de mil años de Cristo. Así que hay aproximada-
mente mil años separando esos dos juicios.

El Tribunal de Cristo es, literalmente, el tribunal divino de


Dios. La Escritura declara que el Padre ha encomendado to-
dos los juicios al Hijo (Juan 5:22). Jesucristo no sólo es nues-
tro único Salvador; también es nuestro Juez y pronto juzgará
Su propia casa. La forma más sencilla de definir la palabra
original para juicio es una decisión–a favor o en contra de
algo– resultante de una investigación.

Para un creyente, la forma en que respondemos al evange-


lio es la que determina dónde pasaremos la eternidad–en el
cielo o en el infierno, pero la forma en que vivimos como
creyentes es la que determina cómo pasaremos la eternidad.
Para eliminar toda confusión sobre este juicio, analicemos
brevemente ciertos parámetros relativos al juicio de los cre-
yentes.

No habrá condenación. Los verdaderos creyentes


en Cristo nunca tendrán que afrontar un juicio cuyo
resultado sea la condenación final. De hecho, un
verdadero creyente en Cristo nunca será juzgado
por sus pecados, porque Jesús ya pagó el precio por
los mismos.
Por tanto, no hay condenación para los que están en
Cristo Jesús, para aquellos que no caminan según la
carne, sino según el Espíritu. (Romanos 8:1).

El que cree en Él no es condenado; pero el que no


cree ya ha sido condenado, porque no creyó en el
nombre del unigénito Hijo de Dios. (Juan 3:18).
44 Fundamentos

Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo


para perdonar nuestros pecados y para limpiarnos
de toda iniquidad. (1 Juan 1:9).

Habrá recompensa o pérdida eternas. La Escritura revela


que las recompensas y posiciones eternas dadas a los cre-
yentes no sólo serán distintas, sino que abarcarán un amplio
rango. Variarán desde ver todo lo que poseemos perdido o
consumido, hasta reinar con Cristo por toda la eternidad.
Por esta razón, el apóstol Juan nos exhortó:

Cuiden de ustedes mismos, no sea que perdamos


las cosas por las que hemos trabajado, sino que
recibamos una recompensa completa. (2 Juan 8).

Repito, las recompensas variarán, desde ser completas, par-


ciales, hasta no recibir recompensa alguna. Muchos de no-
sotros saltamos cuando escuchamos los términos “perdida”
o “consumida” con relación a nuestras vidas. Encontramos
difícil de creer que eso pueda suceder en el cielo. Esto se
debe a nuestros conceptos errados con relación al cielo y
a la eternidad. Sin embargo, esto aparece claramente en las
Escrituras. Pablo escribió:

Somos los colaboradores de Dios; ustedes son el


campo de Dios, ustedes son el edificio de Dios.
Por la gracia de Dios que me ha sido otorgada,
como un sabio maestro constructor he puesto
los fundamentos, y otro construye sobre ellos.
Pero cuide cada uno de cómo sobredifica. Porque
nadie debe poner otro fundamento que el que está
puesto, el cual es Jesucristo. Si alguien edifica sobre
este fundamento con oro, plata, piedras preciosas,
madera, heno, paja, el trabajo de cada quien se verá
con claridad; porque el Día lo revelará, ya que será
revelado con fuego; y el fuego pondrá a prueba el
trabajo de cada uno, de qué tipo es. Si el trabajo
que alguno edificó resiste, recibirá recompensa. Si
el trabajo de alguno es quemado, sufrirá pérdida;
aunque él mismo será salvo, aunque como a través
de fuego. (1 Corintios 3:9-15).

Regresando a nuestra analogía de un edificio, determinamos


cómo construimos nuestra vida, y tenemos dos opciones
para ello. Una es gravitar alrededor de lo temporal–aquello
que representa la naturaleza caída (madera, heno, paja). La
otra es vivir alineados con el deseo de nuestro espíritu re-
Juicio Eterno 45

nacido–seguir la eterna Palabra de Dios (oro, plata, piedras


preciosas). La forma en que elegimos edificar nuestra vida
determinará qué va a suceder cuando el fuego de la presen-
cia de Dios ponga a prueba nuestra obra. No sólo serán exa-
minadas nuestras obras, también serán expuestos nuestros
pensamientos, motivos e intenciones.

Las áreas principales que Jesús examinará son:

¿Cumpliste con tu llamado? Todos tenemos un


llamado divino. Todos tenemos un papel importante
en el avance del reino de Dios. En el tribunal de Cristo,
daremos cuentas del propósito, el llamado y los
dones que Dios nos ha confiado. Pablo escribió, “Los
dones de Dios y su llamado nunca serán retirados.”
(Romanos 11:29). Es importante que sepamos
que, en relación con nuestro llamado, no seremos
juzgados según lo que hicimos, sino según aquello
para lo que fuimos llamados. Algunos llamados al
ministerio se han dedicado a los negocios. Otros
han entrado al ministerio cuando fueron llamados
a los negocios, a criar hijos, al gobierno o a la
educación–la lista sigue extensamente. Respecto a
nuestro llamado, todos somos responsables ante
Dios. Descubre tu llamado y vívelo a plenitud.

¿Cómo administraste lo que te fue confiado? Jesús


explicó el concepto de la mayordomía a través de
la parábola de los Talentos, en la cual comparó el
reino de los cielos con un hombre que viajó a un
país lejano (simbólico de Jesús) y les confió talentos
a sus sirvientes. A uno le entregó cinco, a otro dos,
y al tercero le dio un talento. Cuando regresó de su
viaje, llamó a sus sirvientes y les pidió que rindieran
cuenta de los talentos que les había confiado. Los
dos primeros multiplicaron sus talentos y fueron
recompensados; el último, por su parte, enterró
su talento y sufrió pérdida. El amo no estuvo
complacido con él (lee Mateo 25:14-29). Todos los
creyentes no reciben el mismo nivel de dones o
de llamado, pero cada uno recibe del Señor cierta
medida de mayordomía. Cada uno rendirá cuentas
en proporción a lo que le fue dado. Dios te ha
llamado a multiplicar lo que ha puesto en tus manos.
¿Qué le ofrecerás cuando Él regrese?
46 Fundamentos

¿Qué tipo de influencia ejerciste en otros?


Daremos cuentas del modo en que tratamos a los
demás. Nuestros actos de bondad hacia aquellos
que nos rodean pueden tener un profundo impacto
en las recompensas eternas que nos esperan. Cómo
tratamos a los demás depende en gran medida de
cómo los vemos–algo que se hace evidente en la
forma en que nos relacionamos con nuestra familia,
vecinos, compañeros de trabajo y personas como los
empleados, los recepcionistas y demás empleados
de servicios. Además de la forma en que tratamos a
las personas, la mayor influencia que podemos tener
en ellos es guiarlos a Jesús: “El que es sabio captura
vidas humanas [para Dios, como pescador de
hombres–los reúne y los recibe para la eternidad]”
(Proverbios 11:30).

CORRE TU CARRERA

Si supieras que tienes un día para determinar cuándo y


cómo vivirás durante el siguiente millón de años, ¿cambia-
ría eso la forma en que vivirías ese día? Estoy seguro de que
lo vivirías con intencionalidad.

Esto es similar a la oportunidad que tenemos como creyen-


tes de sacar el máximo provecho a nuestro tiempo en la tie-
rra.

Como la arena a través del reloj de arena, nuestros días pa-


san veloces. Cada año, mes, semana, día y hora, importan.
En comparación con la eternidad, la vida es corta. Moisés
entendió que la forma en que vivimos en la tierra reper-
cutirá en la eternidad; por tanto, oró, “Enséñanos a sacar
provecho de nuestro tiempo… y haz que nuestros esfuerzos
tengan éxito. Sí, haz que nuestros esfuerzos tengan éxito.”
(Salmo 90:12, 17).
Vivir con la perspectiva de la eternidad sacará el máximo de
nuestros esfuerzos y nuestro tiempo en la tierra. Tomaremos
decisiones de forma diferente y soportaremos cosas que no
resistiríamos si no tuviéramos una perspectiva eterna.

El apóstol Pablo también entendió la importancia de mayor-


domear bien nuestro tiempo en la tierra. Cuando se aproxi-
maba al final de su vida, expresó, “He peleado la buena bata-
Juicio Eterno 47

lla, he terminado la carrera, he mantenido la fe. Finalmente,


se extiende ante mí la corona de justicia, la que el Señor, el
Juez justo, me dará en ese Día, y no sólo a mí, sino a todo
aquel que ama Su venida.” (2 Timoteo 4:7-8).

Tu vida en la tierra importa. Mantén tus ojos en el premio–


lucha, corre tu carrera, ¡mantén la fe! Haz que tu vida cuen-
te, no sólo para ahora, sino también para la eternidad.

PREGUNTAS DE DEBATE

1. Llena los espacios en blanco. La forma en que respon-


demos a la cruz determina____________ pasaremos la
eternidad; sin embargo, la forma en que vivimos como
creyentes determina____________ pasaremos la eter-
nidad.

2. ¿Cuál es la diferencia entre el Juicio del Gran Trono


Blanco y el Juicio en el Tribunal de Cristo?

3. Con respecto a la eternidad, ¿por qué es importante


nuestro tiempo en la tierra? Enumera las áreas en las
que será juzgado un creyente.

4. ¿Cómo afecta tu modo de vida el vivir con una perspec-


tiva eterna?
UNA PALABRA FINAL DE PARTE DE JOHN

¡Felicidades! Bienvenido a la familia de Dios. Acabas de


embarcarte en el más emocionante de los viajes. Este es
sólo el principio. El escritor de Hebreos nos alentó:

Por tanto, sigamos adelante y dejemos atrás los


rudimentos elementales de las enseñanzas y la
doctrina de Cristo (el Mesías), avanzando sin cesar
hacia la plenitud y la perfección que corresponden
a la madurez espiritual. (Hebreos 6:1 AMPC)

Eres un hijo de Dios y, como cualquier buen padre, Dios


quiere que crezcas. En el momento en que naces de nuevo,
comienza un proceso de crecimiento espiritual. Por favor,
entiende que la madurez espiritual no es un destino,
sino un proceso gradual y acumulativo de desarrollo. El
apóstol Pablo aseguró, “Estoy plenamente convencido de
que Aquel que comenzó esta gloriosa obra en ustedes,
continuará fielmente el proceso de hacerlos madurar y
pondrá Su toque final en el mismo hasta la revelación de
nuestro Señor Jesucristo.” (Filipenses 1:6 TPT). Hasta que
Jesús regrese, ¡eres una obra en progreso!

Cuando una persona nace otra vez, la nueva naturaleza


espiritual que surge en su interior requiere, de inmediato,
nutrirse espiritualmente para crecer. La Palabra de Dios
provee la nutrición que nuestra alma necesita y desea.

El crecimiento espiritual no es automático–requiere


intencionalidad para su desarrollo. Te aliento a compartir
tus emocionantes noticias con otro creyente. También es
importante que te integres a una iglesia local que crea en la
Biblia, y que conectes con otros que puedan apoyarte en tu
nueva fe.

Sinceramente,

John Bevere

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