Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EMOCIONALES
BARRERAS AFECTIVAS
Y EMOCIONALES
MANUAL PRÁCTICO
Basado en las Investigaciones de
William P. Ryan y Mary E. Donovan
Dado que todos deseamos ser amados, es obvio que nadie genera un bloqueo
afectivo por elección consciente. Nuestros bloqueos afectivos son
inconscientes y en su origen es probable que haya una razón que los justifique.
Suelen nacer como una manera de protegernos contra alguna experiencia
anterior que nos produjo miedo y confusión, una experiencia tan difícil y
dolorosa que nuestra frágil psiquis no pudo manejarla. Tal vez desde una
perspectiva intelectual adulta nuestros bloqueos afectivos no parezcan tener
mucho sentido. Pero si exploramos nuestras experiencias tempranas,
inevitablemente descubriremos que hay amplios motivos emocionales que los
explican.
Son legiones los que piensan que ahondar en el pasado es una tarea
absurda. Una razón obvia de semejante posición es que para mucha
gente el pasado fue doloroso. Como no quieren reconocerlo, miran
estoicamente sólo hacia el futuro diciendo "dejemos atrás el pasado". O tal vez
se permitan recordar el pasado, pero sólo una versión fantasiosa que justifique
su afirmación. "Tuve una infancia muy feliz".
Tal vez uno esté convencido que puesto que nada recuerda, nada ocurrió. Lo
más probable, sin embargo, es que sufra perturbaciones emocionales-
depresión, ansiedad, miedo a la intimidad o desórdenes alimentarios-
cuya existencia misma indica que hubo en algún momento des se pasado una
experiencia traumática. Aun cuando el recuerdo de una experiencia dolorosa
parezca haber sido borrado, las consecuencias emocionales de esa
experiencia persisten.
CÓMO SE OPERA EL PROCESO DE CAMBIO
Y al dar este paso, es muy común constatar que cuando alguien supera un
bloqueo afectivo, descubra que detrás de él se ocultan otros.
En el dominio del campo psicológico, son muchos los guías que pueden sernos
de utilidad. Por ejemplo, los libros de autoayuda, las enseñanzas o prácticas
espirituales, y los grupos de apoyo como Alcohólicos Anónimos. Existen
también guías individuales. En buena parte del mundo y a lo largo de gran
parte de la historia, el guía personal fue casi siempre un maestro espiritual, un
gurú o mentor. Pero en la cultura occidental de nuestros días el guía personal
es habitualmente un psicoterapeuta.
Del mismo modo, son inevitables los retrocesos. Por ejemplo, cuando Nancy se
esforzaba por superar sus atracones de comida, hubo ocasiones en las que
volvió a recaer en sus antiguos hábitos. Esas regresiones nunca son
agradables, pero tampoco deben ser motivo de desesperación. El proceso de
cambio es un proceso clemente. Una persona puede resbalar, caerse del
vagón, por así decirlo y volver a treparse al tren. No hay castigos. No será
obligada a"volver a fojas cero", sino que podrá reanudar el viaje en el punto en
que lo dejó.
Para que el proceso de cambio avance, es preciso que el individuo tenga una
conciencia cada vez más clara de sus propias fuentes interiores de sabiduría y
que se apoye en ellas. Cada uno de nosotros posee una voz interior
inconsciente que sabe lo que más nos conviene. Esa voz procura comunicarse
con nuestro yo consciente de diversas maneras: a través de sueños, de
imágenes o recuerdos que acuden a nosotros sin que sepamos por qué, a
través de enfermedades físicas que parecen difíciles de explicar o curar.
Existen muchas formas de hacernos más receptivos a nuestra voz interior,
entre las que se incluyen la meditación, los ejercicios de visualización, llevar un
diario, acostumbrarse a recordar, registrar y analizar los sueños, la creación, el
ayuno, los rituales religiosos, la danza, el canto, la música, la pintura y otras
artes creativas. Cuando una persona se comunica mejor con sus propias
fuentes de sabiduría, estará en mejores condiciones para decidir qué camino
elegir entre aquellos que otros le aconsejan.
11. NUNCA ES TARDE PARA CAMBIAR. Este es uno de los principios del
cambio que tropieza con una mayor resistencia. Muchas personas que
padecen bloqueos afectivos y otros problemas psicológicos llegan a un punto
en la vida que piensan: "He perdido mi oportunidad de cambiar. He sido como
soy desde que recuerdo, y supongo que lo seguiré siendo hasta que me
muera". En nuestra cultura obsesionada con la juventud, es habitual dar por
sentado que una vez pasada cierta edad, la gente pierde su capacidad de
cambio. Esto es rotundamente falso. Las personas cuya historia se relata en
las páginas siguientes se embarcaron en un esfuerzo por cambiar diversas
edades, desde antes de los 30 años hasta bien pasados los 50 años. Para
nadie existió la barrera de la edad, y la mayoría comprobó que su mayor
experiencia les daba sabiduría, perspectiva y humor, todo lo cual facilita las
cosas.
12. EL CAMBIO ES UN TRABAJO PARA TODA LA VIDA. Este principio final
suele ser fuertemente resistido. Nancy por ejemplo, no ha concluido su
proceso de cambio. Después de lograr progresos significativos, la persona
puede llegar a un punto en que siente que: "Ya está. Me siento mucho mejor;
no me queda más trabajo para hacer". Luego, dos días, meses o años
después, advierte que hay más trabajo para hacer, tal vez a un nivel más
profundo respecto de cuestiones por completo diferentes, que desconocía
antes. Puede resultar muy desalentador darse cuenta de que no está mejor
como creía, que se debe seguir trabajando. Es útil recordar que hay dos
maneras de ver la situación. Una persona puede lamentarse y decir: "Oh, no,
creí que estaba mucho mejor y ahora descubro que todavía me falta mucho.
¡Qué desalentador!". O bien puede decir: "!Qué bueno! Creí que había llegado
lo más lejos que podía ir, y ahora descubro que todavía hay espacio para
progresar. ¡Puedo sentirme aún mejor!".
"NO QUIERO OCUPARME DE MIS SENTIMIENTOS"
Aquellos que padecen las formas más severas de bloqueo "No quiero
ocuparme de mis sentimientos" se encuadran en términos generales en dos
grandes categorías. La primera la forman las personas que no pueden
tolerar la intensidad emocional. Los sentimientos fuertes de cualquier
naturaleza los ponen incómodos, aun cuando sean sentimientos
"agradables" como el amor. Se empeñan en mantener bajo control sus
propios sentimientos, asumiendo un aire de calma imperturbable, y casi
siempre también procuran controlar los sentimientos de los demás, para lo cual
utilizan un repertorio convencional: "No te sientas de ese modo", "No puedes
dejar que eso te perturbe", "Estás sobreactuando", etc. Por mucho que deseen
sentirse amados, cuando por fin se les presenta la oportunidad se muestran
ansiosos y alterados y sienten que la experiencia les produce una enorme
agitación interior, hasta el punto de dejarlos aturdidos, confusos, descolocados.
Para ellos, la perspectiva de pasar por la vida sin amor puede ser menos
asustante que vivir la inquietante experiencia de ser amados.
INFLUENCIAS CULTURALES
Por su puesto los diversos grupos étnicos tienen actitudes distintas frente a las
emociones y se ajustan a distintas reglas respecto a la manera de expresarlas.
En términos generales, las culturas alemana, escandinava, inglesa e irlandesa
tienden a una represión emocional mucho mayor que las latinas y
mediterráneas. Y en las culturas asiáticas, así como las árabes y africanas,
existen distintas creencias respecto e cuáles son los sentimientos aceptables y
cuáles los modos permisibles de expresarlos. Cuando hablamos del prejuicio
anti-emocional que impregna la cultura norteamericana, nos referimos a una
tendencia de la corriente cultural dominante, que hasta el presente se halla
sometida sobre todo a la influencia de las culturas de Europa del Norte.
Es verdad que este prejuicio antiemocional tiene su lado positivo. Dado que el
comercio y las relaciones sociales serían imposibles si todo el mundo diera
rienda suelta a sus emociones, cierto grado de represión emocional es
necesario para que podamos vivir en n mundo aceptablemente ordenado,
eficiente y civilizado. Pero es igualmente cierto que esa represión torna difícil
para mucha gente la saludable aceptación de sus emociones, tan crucial para
el bienestar psicológico y el mantenimiento e relaciones satisfactorias.
El sexo es un factor de peso para determinar cuáles son los sentimientos que
aprendimos a considerar inaceptables. Por ejemplo, a las mujeres se les da por
lo general más libertad que a los varones para tener sentimientos y
expresarlos. Pero el problema es que esa libertad sólo se aplica al grupo
relativamente pequeño de emociones humanas consideradas "femeninas",
tales como la compasión, la ternura, la humildad y el amor romántico y
maternal. Otros sentimientos humanos como la ira, la lujuria, la ambición, la
agresión, el odio, y la vanidad están catalogados como "no femeninos".
También los varones aprenden que sólo ciertos sentimientos son aceptables.
La ambición, el orgullo, los celos y la arrogancia son permisibles; no así las
emociones más tiernas y "femeninas". Y si bien en la infancia se les enseña
a niñas y varones que la ira es mala, en la edad adulta los hombres gozan de
mayor libertad para experimentarla. Los "jóvenes iracundos" representados por
figuras de actores muy famosos y sexys, constituyen un elemento aceptado En
cambio no existen imágenes correspondientes de jóvenes iracundas
igualmente atractivas. En una sociedad que prohíbe la ira en las mujeres pero
las acepta y alienta en los hombres, "a menudo las mujeres se deshacen en
lágrimas en lugar de tener un estallido de ira, en tanto que los hombres se
enfurecen cuando alguien lastima sus sentimientos y tienen ganas de llorar".
Para ciertas personas los sentimientos más o perturbadores son los de índole
sexual. Para quienes viven con incomodidad los sentimientos sexuales, el
sexo, más que un medio para llegar a la intimidad, puede ser una barrera
contra ella. Por ejemplo, Julia, sentía repugnancia por los genitales de su
marido; en cambio con sus amigos podía relajarse y aceptar afecto, porque
estaba sobreentendido que había límites claros para el grado de contacto físico
permitido. Pero la relación con su marido que debía incluir por definición, el
contacto sexual, le resultaba amenazante y abusiva porque hacía surgir
recuerdos reprimidos de abusos sexuales que Julia había sufrido cuando niña.
Muchas veces también surgen problemas físicos. Si una persona procura poner
coto a sus sentimientos, se hace más vulnerable a una serie de dolencias
psicosomáticas, que van desde dolores de espalda, cuello y cabeza o
desórdenes digestivos menores, hasta cuadros más graves como asma,
úlceras y colitis. Quienes niegan y reprimen sus sentimientos también corren un
grave riesgo de caer en adicciones a la bebida o ala droga, pues como bien
saben los alcohólicos y los drogadictos en tren de recuperación, la bebida y las
drogas se utilizan muchas veces para mantener sepultados los propios
sentimientos verdaderos.
Una de las simples verdades de la vida es que una persona no será capaz de
aceptar el amor de los demás si antes no se ama a sí misma. Del mismo modo,
una persona no será capaz de sentir amor por los demás a menos que también
se ame a sí misma. Ello está implícito en las palabras de Cristo, quien no dijo
"ama a tu prójimo más que a ti mismo", ni "ama a tu prójimo y no a ti mismo".
Sino "ama a tu prójimo como a ti mismo".
Cuando alguien tiene amor por sí mismo se valora y se preocupa por su propia
persona, se ve a si mismo como merecedor de compasión, benevolencia y
felicidad. Tiene plena conciencia de sus faltas y errores, pero en lugar de ver
sus imperfecciones como prueba de su falta de méritos y de la imposibilidad de
que lo amen, las ve como pruebas de su condición humana.
EL PROCESO DE APRENDIZAJE
Un niño cuyo idioma materno no sea aquel del país en e que vive, puede recibir
en su hogar un gran caudal de amor incondicional, pero si en la escuela se le
enseña que el único idioma aceptable es el del país, es razonable que se
sienta avergonzado y descolocado. Los homosexuales y las lesbianas pueden
sentirse muy orgullosos de su identidad sexual, pero en un mundo en donde la
heterosexualidad es considerada la norma y en el que abunda la homofobia,
inevitablemente encontrarán discriminación, burlas e insultos que pueden ser
una amenaza a su autoestima. Aunque los discapacitados se acepten a sí
mismos como son, dado que el mundo exterior les le hace tan difícil la
inserción- o incluso la supervivencia, sufren a diario agresiones a su sentido de
la dignidad, del propio valor y de la pertenencia.
Los hombres no sólo son educados en la idea de que tienen más motivos de
autoestima que las mujeres, sino que también se los alienta a alimentar
elevadas opiniones acerca de sí mismos. Conforme a un milenario sistema de
valores en que se privilegia al hombre, la elevada autoestima es una
prerrogativa exclusivamente masculina. Se da por sentado que los hombres
han de tener una opinión positiva de sí mismos, mientras que las mujeres
deben ser modesta y se les enseña a tener mucho cuidado de no mostrarse
vanidosas o demasiado satisfechas consigo mismas. De ahí que cuando los
padres no logran que sus hijos varones elaboren suficiente autoestima, se los
considera culpables de una falta terrible, en tanto que criar a una hija con baja
autoestima es visto como un hecho normal y aceptable. Por ejemplo, se habla
mucho del frágil ego masculino, y las niñas son educadas en la idea de que
una de sus tareas más importantes en la vida consiste en apuntalar la
autoestima de los hombres. Muy poco se dice en cambio, del frágil ego
femenino, y no se educa a los varones para que consideren su deber reforzar
la autoestima de las mujeres.
NO NECESITO A NADIE: SOY FUERTE'
Muchas personas que afirman, en esencia, 'No necesito a nadie: soy fuerte',
ignoran que esta posición actúa como bloqueo afectivo. Por el contrario, creen
que los demás los aman por su fuerza y su autosuficiencia, y temen que si no
fueran tan fuertes, los demás los amarían menos. No advierten que existe una
diferencia entre el amor y la admiración, y que si bien la fuerza y la
autosuficiencia pueden ser admirables, estos rasgos no despiertan afecto en la
mayoría de la gente, o por lo menos no tanto afecto como la franqueza, la
suavidad, el humor y la vulnerabilidad. Tampoco advierten que mucha gente
necesita que la necesiten, y por lo tanto una postura de fuerza y autosuficiencia
totales puede apartar a los demás. Así por, por ejemplo, una persona puede
levantar un muro tan alto alrededor de sus sentimientos de dependencia y
vulnerabilidad, que causa la impresión de ser frío y soberbio, por lo cual suscita
antipatía en mucha gente.
En nuestra cultura son sobre todo los hombres lo que tienen dificultades para
reconocer las formas en que están vinculados con los demás y dependen de
ellos. Varones y niñas desarrollan percepciones marcadamente distintas de sí
mismos en relación con los demás. Ello se debe a que por lo general es la
madre quien asume la responsabilidad principal por el cuidado de los hijos. Las
niñas por pertenecer al mismo sexo, no desarrollan un sentido profundo de
diferencia y separación en relación con la madre, y el hecho de sentirse
similares y conectadas con ella determina la visión que tienen de sus
posteriores relaciones y su manera de abordarlas. A la inversa, los varones
desarrollan una fuerte percepción de sí mismos como individuos separados,
muy distintos de las personas con la que tuvieron su primer vínculo íntimo, y
ello colora la visión que tienen de sus relaciones adultas. Estas dos visiones
diferentes de la propia persona se refuerzan más tarde a través de los roles
sexuales. En nuestra cultura se ha alentado tradicionalmente al varón a
construirse una identidad fuerte, como individuo independiente, en tanto que la
mujer se espera que derive su identidad de la fusión con el varón - más
valorado por su carácter de tal - y que, idealmente, le dé hijos varones. El
resultado final es que los hombres tienden a verse a sí mismos como individuos
autónomos, algo separados o totalmente apartados de los demás, mientras que
las mujeres se ven a sí mismas como personas conectadas, insertas en una
compleja red de relaciones.
Ana, por el contrario, tenía, como muchas mujeres, una percepción insuficiente
de su propia capacidad para bastarse a sí misma, y no veía en absoluto la
forma en que los demás se apoyaban en ella. Durante la mayor parte de sus
años de matrimonio, Ana creyó siempre que necesitaba a Alan y dependía de
él mucho más de lo que él la necesitaba y dependía de ella. Minimizaba el
hecho de haber trabajado como enfermera en doble turno para que él pudiera
terminar su carrera de abogado. "En realidad, él no me necesitaba", decía. "Si
no hubiera contado conmigo, habría encontrado otra manera de hacerlo". Al
mismo tiempo, minimizaba sus propios logros, convencida de que ser
enfermera era fácil, mientras que llegar a ser abogado era difícil. "Yo no
hubiera sido capaz", aseguraba. Sólo después de 10 años de matrimonio y de
entrar en un grupo terapéutico, Ana comenzó a cuestionarse esas
suposiciones.
"EN MI HORÓSCOPO NO HAY AMOR"
Suele suceder que una persona supere un bloqueo afectivo, sólo para
descubrir que detrás está agazapado otro bloqueo más grave y más
profundamente arraigado. Eso fue lo que le ocurrió a una paciente llamada
Joyce. Durante su primera etapa de terapia, poco después de los veinte años,
la preocupación principal de Joyce era superar su bloqueo "No necesito a
nadie, soy fuerte". En ese momento parecía que el principal obstáculo que le
impedía obtener relaciones satisfactorias era su incapacidad para reconocer y
aceptar que tenía necesidades emocionales. Pero cuando Joyce retomó la
terapia unos años más tarde se hizo evidente que detrás de aquel bloqueo se
ocultaba otro: "En mi horóscopo no hay amor".
Las personas que creen que ya han consumido sus oportunidades para el
amor, generalmente piensan que no lograr que una relación funcione (sobre
todo el matrimonio) es un delito terrible que merece ser castigado. ¿Y qué
mejor castigo puede haber que no tener ya jamás otra oportunidad, y por lo
tanto estar condenado a la soledad perpetua? Después de un divorcio, por
ejemplo, muchas personas se culpan a sí mismos razonando de este modo:
'Vivir solo el resto de mi vida es el castigo que merezco por haber fracasado en
mi matrimonio'.
También la situación económica de una familia puede hacerle sentir al niño que
el mundo es un lugar de escasez. Muchas personas criados en hogares donde
el dinero escaseaba siguen sintiéndose pobres aun cuando llegan en la adultez
a una situación económica estable incluso brillante. Ideas como "No me
alcanzará" o "Mañana me lo quitarán todo" están tan firmemente arraigadas
que es imposible eliminarlas. Estas personas pueden también trasladar su
percepción interior de escasez del terreno económico al personal, convencidas
d que si gozan de abundancia material el destino se cobrará lo suyo
estafándolos en el terreno del amor.
Muchas culturas tienen leyendas para ayudar a la gente a manejar la ansiedad
y el miedo. A un paciente nuestro, llamado Jorge, lo ayudó una práctica acerca
de un dragón, similar a la historia india de Vichnú. Cuenta esa leyenda que en
tiempos medievales había una aldea que vivía horrorizada por una dragón
que habitaba en una cueva en las afueras. Todos estaban dominados por
el miedo al dragón, y a medida que el miedo crecía, mudaban sus
viviendas cada vez más lejos de la cueva. Pero el dragón seguía
creciendo. De los diez metros de largo que medía al principio, pasó a los
quince y luego a los veinte. Le salieron dos cabezas en lugar de una.
Grandes púas le crecieron en el lomo y empezó a echar fuego por la boca.
Cuanto más aterrados estaban los aldeano y cuánto más trataban de
alejarse, tanto más se acercaba el dragón y más lejos llegaba su aliento
ardiente.
Cierto día, un joven aldeano que había crecido en medio del terror que
inspiraba el monstruo, decidió acercarse a la cueva para ver si la bestia
era tan feroz como todos creían. Su familia y los demás aldeanos tratan
de disuadirlo, pero él estaba decidido. Aunque el miedo hacía palpitar
aceleradamente su corazón, partió en dirección de la cueva del dragón. A
medida que se acercaba, su miedo crecía. El sudor le corría por la cara y
sus piernas casi no le sostenían. Pero siguió caminando.
Por fin avistó la cueva. Oyó los movimientos del dragón y su terror
aumentó. Estuvo a punto de vomitar y sintió ganas de huir. Pero siguió
avanzando hacia la cueva hasta que pudo espiar el interior. Lo que vio lo
sorprendió. El dragón era grande y fiero, pero ni por asomo tan grande y
fiero como el suponía. Tenía una sola cabeza. Y ninguna púa. Arrojaba
fuego, pero las llamas apenas llegaban a un metro de distancia. Muy
aliviado el aldeano decidió sentarse a descansar. Se quedó dormido
durante varias horas, y al despertar notó algo extraño. El dragón parecía
más pequeño y menos feroz que antes. El joven decidió pasar la noche
allí. Cuando despertó por la mañana, el dragón seguía en su lugar pero
era mucho más pequeño. El aldeano se acercó a la bestia y le habló. Al
hacerlo, el dragón siguió encogiéndose hasta que no fue más grande que
un lagarto.
Para las personas que creen que habrán de consumir o malograr sus únicas
oportunidades para el amor, el mundo es un sitio donde rige el principio de
escasez y donde por lo tanto cada uno de nosotros sólo recibe una única
oportunidad, o unas pocas. Pero para quienes consideran que su plazo ya
venció, lo que está limitado no es el número de oportunidades, sino el tiempo
dentro del cual debemos utilizarlas. Los que así piensan pueden creer que se
les ha concedido un número INFINITO de oportunidades, pero como
participantes de un concurso televisivo a los que se les da un minuto para
cargar la mayor cantidad posible de productos en una carretilla, creen que
tienen un plazo determinado para utilizar sus oportunidades, y que si no logran
hacerlo antes de que suene el timbre, eso significa que 'la hora ya pasó' y
todas las oportunidades desaparecen.
IMPACIENCIA
Las personas que crecieron en medio de un clima de impaciencia suelen entrar
a la edad madura sin haber madurado en una serie de aspectos emocionales.
El niño tiene su propio reloj de desarrollo, que indica por qué etapa habrá de
atravesar naturalmente, cuando y en qué orden. En una familia ideal se respeta
el reloj interno del niño. No se lo obliga a abandonar la mamadera cuando aún
siente una gran necesidad de ella, no se espera que forme frases cuando sólo
está empezando a balbucear sus primeras palabras. Dicho de otro modo: no
se espera- ni se lo obliga a ello- que se porte "como un chico grande" antes de
que haya cumplido el tiempo en que necesita ser un bebé. En un hogar donde
la regla es la impaciencia de los padres, la situación es muy diferente. Lo que
impera es la necesidad de dominio de los padres, y son sus expectativas, y no
el reloj interno del niño, las que marca el ritmo para el desarrollo de los hijos.
Muchas personas consideran que vale la pena correr estos riesgos en vista de
los placeres y los beneficios que las relaciones íntimas pueden potencialmente
procurarnos. Para otros, en cambio, pesa más el riesgo de que los lastimen. En
lo hondo de su ser sienten que el amor siempre lleva al sufrimiento, un
sufrimiento tan terrible que el dolor supera de lejos al posible placer.
Las personas a quienes les pegaban cuando eran niños, suelen decir:
'Después de un tiempo, ya no dolía', y también: 'Era mejor que a un le pegaran
y no que lo ignoraran. El 'tratamiento silencioso' era mucho peor que los
golpes'. Racionalizaciones parecidas son frecuentes en víctimas de abuso
sexual en la infancia, que afirman: 'No fue tan malo' o 'Por lo menos me
prestaban atención'. Dada la intensa necesidad de contacto con sus padres
que tienen los niños, algún contacto -aunque sea abusivo o violento- puede ser
mejor que ninguno.
MENSAJES CULTURALES
Aunque todo el mundo está expuesto a la idea de que el amor conduce al
sufrimiento, varones y mujeres reciben mensajes que, en aspectos sutiles pero
significativos, son diferentes. El mensaje común que transmiten a los varones
sus padres, sus pares y también los medios de difusión, es que amar los
llevará a una pérdida de poder y libertad. A los varones se los alienta a dar
rienda suelta a sus impulsos mediante el contacto sexual con el sexo opuesto,
pero se los previene contra el compromiso emocional. Aprenden que una vez
que el hombre entrega su corazón se convierte en un 'bobo enamorado' que
pierde su autonomía, y al que como a un animal de tiro se lo 'ensilla' con
responsabilidades pasadas y restrictivas.
Sin embargo, estos hombres suelen poseer también ciertas cualidades muy
atractivas, y pasan por momentos o períodos en los que pueden ser muy
cariñosos, cosa que habitualmente ocurre incluso con los 'peores' padres. Este
punto crucial es la clave para comprender el comportamiento de los adictos al
dolor. Hasta los niños más seriamente maltratados rara vez crecen con una
falta total de amor. Padres que por lo general son fríos, indiferentes o abusivos
con sus hijos, tienen momentos en los que se muestran bondadosos, atentos,
risueños y afectuosos. Es el carácter impredecible de la conducta de los padres
el que hace que los hijos se 'enganchen' en relaciones dolorosas. SI los padres
se muestran SIEMPRE fríos e indiferentes, los hijos pueden simplemente
dejarlos de lado y dirigir su búsqueda de amor hacia otras personas capaces
de brindárselo en forma consecuente. Pero cuando los padres son
OCASIONALMENTE cariñosos, los hijos se empeñan en generar situaciones
que susciten esa actitud afectuosa. Convencidos de que sus padres son
buenos 'en el fondo', los hijos hacen todo lo posible por hacer aflorar esa
bondad. Cada vez que el padre o la madre indiferente da alguna muestra de
bondad y afecto, los hijos tratan de recordar con exactitud qué fue lo que
hicieron y dijeron para que ello ocurriera. Piensan que si vuelven a hacer lo
mismo, recibirán nuevas muestras de amor. Si esto no ocurre, los hijos no
advierten que la conducta de los padres nada tiene que ver con ellos, y
suponen que no han hecho lo que correspondía, o no lo han hecho
exactamente como debían. Cada fracasado intento de hacer aflorar el lado
afectuoso de sus padres los convence de que los culpables de esa falta de
amor son ellos, y que sin duda algo malo habrán hecho.
Podría argumentarse que las personas adictas al sufrimiento, sobre todo las
mujeres, son masoquistas, o sea que el dolor les produce placer. Pero a los
adictos al sufrimiento no les resulta para nada placentero el dolor que sus
relaciones les acarrea; por el contrario, lo encuentran insoportable. El
sufrimiento no les parece BUENO, sino JUSTO, porque les es muy familiar. Es
fácil impacientarse con los adictos al sufrimiento y decir que si son desdichados
en sus relaciones es por su propia culpa, por elegir siempre a personas que no
les convienen. En verdad, lo que hacen al revivir su sufrimiento temprano es
tratar de encontrar una manera de poner fin al dolor. 'Si paso por esto una vez
más', piensan, 'podré por fin encontrar una salida'.
"ME SIENTO AMENAZADO CUANDO OTRA PERSONA SE
ACERCA DEMASIADO"
A primera vista podría parecer paradójico que en una era en la que tanta gente
proclama abiertamente su deseo de intimidad (como lo demuestra el auge de
los llamados 'anuncios personales', tanto en los diarios como en Internet),
muchos estén al mismo tiempo tan profundamente asustados. Es obvio que la
intimidad es un valor caracterizado por la ambivalencia. Todos la anhelan, pero
cuando tienen una oportunidad de acercamiento son muchos los que también
escapan.
Una razón más de que el miedo a la intimidad sea tan corriente, es que las
relaciones íntimas obligan al individuo a descubrir y enfrentarse con su
yo más profundo, incluso sus costados más oscuros y menos atractivos.
Algo que mucha gente no puede o no quiere hacer. Muchos crecieron
desconectados de part4es enteras de su propio ser- sus sentimientos más
profundos, sus verdaderos deseos, su confusión, su ira, su ambivalencia, sus
anhelos espirituales- y fueron criados por personas que también estaban
desconectadas de su propio ser. La intimidad implica para ellos avanzar por
una zona desconocida, el territorio sin mapas del auténtico conocimiento de
una mismo. Es así como, algunos parecen dispuestos a aprender quiénes son
en realidad, suelen dar marcha atrás cuando una relación los fuerza
enfrentarse con partes de su propia personalidad que prefieren negar o
desconocer.
Como ocurre con los demás bloqueos afectivos, el bloqueo "Me siento
amenazado cuando otra persona se acerca demasiado" puede
manifestarse en grado variables y de diferentes maneras. Algunas de las
personas que lo padecen tienen tanto miedo a la intimidad que sólo entablan
relaciones muy superficiales, o pasan por la vida casi sin establecer vínculos
con los demás, salvo por los del trabajo. Otros tienen numerosos amigos con
los que se sienten cómodos y a los que confían sus sentimientos, pero se
sienten amenazados ante la perspectiva de abrirse del mismo modo ante la
persona con la que mantienen una relación sentimental o que les interesa en
ese aspecto.
Si bien este bloqueo está muy difundido, hay que ser muy cauteloso antes de
concluir que alguien lo padece. A veces, escapar de la intimidad puede ser muy
saludable, ya que abunda en el mundo la gente de personalidad invasora.
Apenas conocen a alguien desean convertirse instantáneamente en su mejor
amigo o su amante, o exigen algún otro modo de fuerte compromiso desde el
primer momento. La persona asediada responderá a menudo cerrándose en
forma instintiva y apartándose, lo cual en una situación de ese tipo constituye
una reacción sana de autoprotección, y no la evidencia de un bloqueo afectivo.
La reacción es apropiada porque la amenaza que representa la persona
invasora es una amenaza real. Sólo podemos afirmar que se está ante el
bloqueo descripto cuando alguien reacciona HABITUALMENTE a la intimidad
cerrándose y apartándose, y haciéndolo incluso cuando quien desea intimar no
es una personalidad invasora.
LÍMITES E INVASIÓN
A fin de poder relacionarse íntimamente de un modo saludable, es preciso
tener una idea clara de los límites, saber dónde termina uno y dónde empieza
el otro. Los límites claros y apropiados actúan a modo de antenas que indican
cuándo el comportamiento del otro representa una intrusión o una amenaza.
También permiten establecer el tono justo en la relación, decir: 'No, no puedes
tratarme de ese modo' o 'No, no puedo hacer lo que quieres que haga: es
demasiado pedir'. Sólo cuando las personas establecen límites saludables son
capaces de alcanzar el delicado equilibrio entre cercanía y distancia que la
intimidad requiere, sin sentirse amenazadas ni por la cercanía ni por la
distancia. Lo cierto, sin embargo, es que muchas personas crecieron en
hogares donde los límites eran constantemente violados, y la única forma en
que podían proteger de la invasión su frágil individualidad era erigir un muro de
defensas impenetrables.
Casi siempre el bloqueo 'No quiero tener que pedir lo que necesito' está
asentado sobre otro. Algunas personas padecen el bloqueo 'No merezco amor',
y en consecuencia creen que aun si decidieran pedir lo que necesitan, no lo
conseguirían porque no lo merecen. Quienes padecen el bloqueo 'EN mi
horóscopo no hay amor' ven el mundo como un lugar tan hostil que también
ellos consideran inútil pedir lo que necesitan'. '¿Para qué tomarme la
molestia?', razonan. 'De todos modos no obtendré lo que pido'. Para los que
padecen el bloqueo 'No necesito a nadie: soy fuerte', pedir lo que necesitan
está fuera de la cuestión porque eso implicaría reconocer que tienen
necesidades. Y para aquellos cuyos bloqueos nacen de una visión del mundo
como lugar de castigo, siempre existe el temor de que si pronuncian esas
palabras supuestamente egoístas -'necesito' o 'quiero'- un castigo terrible caerá
sobre ellos.
Una premisa central subyacente en el bloqueo 'No quiero tener que pedir lo
que necesito' es que SI PODEMOS DECIRLE A ALGUIEN QUÉ DEBE
HACER PARA MOSTRAR SU AMOR POR NOSOTROS, DE ALGUNA
MANERA EL AMOR SE DEGRADA. Una comida de alta cocina no pierde
nada de su sabor ni de su valor alimenticio porque le hayamos dicho al
camarero qué queríamos comer. No obstante, mucha gente considera que un
gesto de amor que se hace en respuesta de un pedido ('Por favor, podrías...') o
a instrucciones ('Esta es la forma en que me gusta que me toquen' o 'Me siento
bien cuando tú...') prácticamente no cuenta para nada si se lo compara con un
gesto de amor realizado en forma espontánea y sin instrucciones. No advierten
que al adoptar esa posición -'Si tengo que pedir lo que necesito, no sirve'- lo
que hacen es crear las condiciones para pasar el resto de sus días con muchas
de sus necesidades insatisfechas. Pues lo que en realidad están diciendo es:
'Sólo aceptaré el amor que no tengo que pedir', lo cual puede leerse así:
'Prefiero vivir sin amor antes que recibirlo diciéndoles a los demás lo que
necesito'.
A algunas personas les cuesta expresar sólo cierto tipo de necesidades. Por
ejemplo, muchas personas que consideran una tontería esperar que los demás
les lean el pensamiento, traen sin embargo esa expectativa a la cama. Creen
que si lo que quieren 'es correcto' su compañero sexual de alguna manera 'lo
sabrá'. No es difícil tomarse esta idea viendo cómo presentan las relaciones
sexuales el cine y la televisión. Rara vez, o nunca, las escenas de amor
muestran a las dos personas diciéndose la una a la otra qué les gusta: a decir
verdad, apenas si hablan. Aunque en la vida real hay una considerable dosis
de torpeza y turbación la primera vez que dos personas hacen el amor, en la
pantalla los amantes siempre parecen saber mágicamente y con toda exactitud
qué deben hacer el uno por el otro desde el primer momento.
Algunas personas que creen dar más en las relaciones no se preocupan por el
desequilibrio. Siendo la fuerte propensión a dar un rasgo máximo de su
carácter, dan porque les resulta natural hacerlo, y no porque esperan que se
les pague con la misma moneda. A los tanteadores, en cambio, les molestaban
los desequilibrios que perciben. Aun cuando por naturaleza sean propensos a
dar, no les gusta ser lo que más dan en una relación. Consideran que las
personas vinculadas con ellos deben dar en igual medida, y si eso no ocurre
reaccionan con ira y resentimiento, sintiéndose engañados y explotados.
Si bien sus estilos pueden diferir, hay algo que los tanteadores tienen en
común: la memoria selectiva. Por lo general no les cuesta nada recordar todo lo
que han hecho los demás, y las cosas horribles que los demás les han hecho.
Pero cuando se trata de recordar las gentilezas, la ayuda y el afecto que han
recibido, la memoria suele fallarles. Así, cuando alguien responde al ataque de
un tanteador diciendo: "No es cierto que yo no he hecho nada por ti. ¿Qué me
dices de aquella vez que hice tal y tal cosa?", en un primer momento el
tanteador se muestra confundido pero en seguida trata de negar que pueda
haber algo de cierto en lo que dice el otro.
Casi siempre los tanteadores padecen también otros bloqueos. Muchos, por
ejemplo, sufre el bloque "No quiero que tener que pedir lo que necesito" o
"¿Por qué no puedes adivinar mi pensamiento?". Convencidos de que los
demás deben simplemente saber lo que "ellos" necesitan o desean, nunca
dicen directamente que sienten que hay un desequilibrio en la relación y que
eso los hace desdichados. Además si un tanteador dijera sin vueltas: "Siento
que doy más de lo que recibo y eso no me gusta", también correría el riesgo de
enterarse de que su valoración de la relación no es del todo correcta; que aun
cuando hizo anotaciones en su libro mayor mental, de alguna manera pasó por
alto muchos de los actos positivos y generosos del otro. Por otra parte, si el
tanteador le dijera a un amigo que está insatisfecho con la relación, el amigo
tendría la oportunidad de remediar la situación. Para muchos tanteadores ésta
sería una perspectiva amenazadora, dado que el único papel que saben
desempeñar en la vida es el del ofendido, el explotado, el subestimado.
Otro bloqueo que presentan a menudo los tanteadores es: "Quiero amor, pero
sólo si es de cierto modo". Dado que este bloqueo hace que la persona
afectada desestime o rechace gran parte del amor que los demás tratan de
darle porque no se lo han dado "de manera apropiada" o "de la manera en que
yo lo quería", inevitablemente quedan eliminadas muchas pruebas que podrían
refutar o poner en duda la queja del tanteador sobre lo poco que le dan los
demás.