Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El
documental pertenece a un género que le da nombre, variado como hemos visto,
y el testimonial, es atribuido al abordaje argumental o de ficció n. Una película
testimonial es una película de ficció n basada en hechos reales, hechos
fehacientemente reales. Por ejemplo, La batalla de Argelia es un testimonial.
Por otra parte, hay otras películas relacionadas con el subgénero testimonial,
como las películas biográ ficas, que a veces son testimoniales y otras veces no;
hay que analizar cada una segú n el caso: si se trata de una biografía o si es una
versió n libre dramatizada. La diferencia fundamental con el documental es que el
testimonial siempre tiene puesta en escena ficcional y actores que pueden no ser
profesionales. Cuando hay una persona que actú a de sí misma tenemos que
analizar si estamos en presencia de un subgénero del documental, el docudrama,
es decir, una película donde los propios protagonistas de una historia la
interpretan para el cine. En las películas histó ricas siempre aparece la duda de si
son testimoniales, es decir, películas que son fieles a los hechos histó ricos,
independientemente de las interpretaciones, o si son una argumentació n libre.
El autor afirma que las películas cuya acció n es contemporá nea al rodaje, no só lo
son un testimonio sobre lo imaginario de la época en que se realizaron, sino que
proporcionan elementos que nos transmiten “la imagen real del pasado”. Nos
proporcionan elementos de la realidad, cualquiera que esta sea, del momento
contextual de la producció n.
Utilizar testimonios que se contradicen puede ser ú til para presentar distintas
facetas de un problema o acontecimiento. Sin embargo, es má s comú n que en los
documentales se privilegie un punto de vista que, en general, es el que quiere
subrayar el director. En algunas ocasiones la memoria equivale a la historia.
Rosentone clasifica las películas histó ricas en tres grupos, por la forma en que
presentan la historia en la pantalla: historia como drama, historia como
documento e historia como experimentació n. Una de las convenciones del género
documental, como señ ala Rosentone, es privilegiar la acció n por encima de la
complejidad de la narració n. El documental, entonces se basa en dos principios:
la necesidad de imá genes y el movimiento perpetuo. A partir de este postulado,
los aspectos de un tema que no puedan ser ilustrados, o resumidos,
desaparecerá n del contenido narrativo.
Uno de los grandes problemas de los documentales radica en el uso del material
“histó rico”. El material de archivo, las fotografías antiguas, impregnadas de
nostalgia, se presentan como un sentir de lo que las personas de una época
pensaron, sintieron. Pero eso es imposible, porque lo que aparece en las fotos,
noticieros, etc. Es un mundo con ropas y automó viles antiguos, un paisaje
diferente, en ocasiones en blanco y negro, y que ahora ha desaparecido por má s
que sea evocable.
Lo que surge al desaparecer las imágenes directas, nos remite a los acontecimientos
de la Shoah, es decir, a lo irrepresentable mismo. Mientras que en otros films
documentales, como Noche y niebla de Resnais por ejemplo, más allá de sus
cualidades o sus defectos, ha pretendido representar el exterminio.
Pero esta intención tal vez se reduce a algo reproductible, reconstituíble, es decir, a lo
que no es la Shoah. La reproductibilidad, reproducir, es un terrible debilitamiento de
la intensidad de la memoria.
Shoah crea un paradigma en el abordaje del cine documental por lo que interpela a las
producciones que se producen en la misma línea. Así, con la intención de rastrear
testimonios sobre la tortura en los campos de concentración argentino, se ubica
Montoneros, una historia de Andrés Di Tella. Este documental de 1994 incluye al
menos doce breves fragmentos, a modo de flashes que “ilustran” con imagen de
archivo testimonios referidos a la tortura de algunos de los militantes entrevistados en
el film. Se trata de varias historias hiladas a partir de una, la de Ana María Testa,
sobreviviente de la ESMA que expone con pasmosa claridad su vida como militante
desde los 16 años, las persecuciones y escapes con su pareja de quién luego se separa
y con quién tiene una hija. Otros ejes del documental, expresan dilemas sobre la lucha
armada, los ideales sobre cómo cambiar el mundo y las dudas respecto el accionar de
la cúpula montonera. Sobresale el relato de quién estando secuestrado refaccionaba
máquinas y aparatos en el campo de concentración. Le piden que arregle una picana
lo cual le crea un problema ético. Más tarde cuando nota que torturan con una
máquina descalibrada de una potencia mayor, finalmente accede a arreglarla.
El tema de Montoneros, una historia es que a testimonios contundentes, detallados,
frescos a juzgar por los pocos años transcurridos, los relatos son acompañados,
muchas veces a modo de “ilustración”, con imágenes de La batalla de Argelia,
archivos de noticieros con Fidel Castro o Cámpora, del teleteatro “Rolando Rivas
taxista” o del Cordobazo. Incluso cuando la militante cuenta que escapaba por un
basural de la ciudad de Santa Fe se colocan imágenes de Operación Masacre en José
León Suárez. ¿Por qué la vocación de Di Tella de llenar de imágenes descriptivas,
testimonios de ese valor documental e histórico? Existen razones que pueden tener
que ver “suavizar” los relatos, ubicar temporalmente al espectador afirmando la
información expresada oralmente o, matizar el plano fijo de una persona hablando con
imágenes de época.