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Academia de Declamación “Cristina”

La historia de la espiga
Anónimo
En áureo trigal cuyas mieses Y alarmada -¡A mí no! -decía

el sol iba dorando a sus fuegos, la inocente espiguita del cuento.

una espiga arrogante crecía -¡A mí no!, porque estoy designada

muy cargada de hechizos y ensueños. para alzarme en mi tallo hasta el cielo.

Y era esbelta, gallarda, muy alta -Pero el hombre tal vez distraído,

y tan buena, que todo su anhelo derribola de un golpe certero,

lo cifraba en crecer y adentrarse destruyendo con él su ventura

de este modo en la gloria del cielo. y el hermoso ideal de sus sueños.

Y el Señor que sus sueños sabía, -¡Oh Señor! -Clamó entonces la espiga,

la miraba benigno y risueño -Mira, mira mi Dios lo que han hecho,

y sus firmes promesas le daba ya no puedo llegar a tus brazos

de atraerla por fin a su seno. sálvame, sálvame que me muero.

Y la espiga soñaba y crecía -Y el Señor cual si nada escuchase,

y esperando saciar sus anhelos, respondiole con sólo el silencio

se pasaba las horas jugando y el labriego tomando la espiga

en el dulce columpio del viento. bajo el trillo la puso al momento.

Pues Señor, una tarde de estío Y el caballo arrancole con brío

presentose en el campo un labriego y los granos de trigo crujieron

y con hoz despiadada y ceñuda y cual perla de sarta deshecha

fue segando el precioso elemento. por las heras rodaron deshechos.


Academia de Declamación “Cristina”
La historia de la espiga
Anónimo

-¡Oh granitos que el cielo anhelabais! Pero ved lo que pasó con la harina.

-Un sinfín de amapolas dijeron: una HOSTIA bellísima hicieron

-¿De qué sirve haber sido tan puros y era tibia cual brisa de mayo

si a salvaros no viene el eterno? y era blanca cual luna de enero.

-Y en su angustia los pobres clamaban:

-Padre nuestro que estás en los cielos. Su belleza brilló sobre el ARA

y las nubes al verla se abrieron

-En la cárcel oscura del saco y Dios mismo y su gloria bajaron

al molino lleváronlos luego y en la HOSTIA feliz se fundieron.

y los granos dorados y hermosos

en finísimo polvo volvieron. Más en tierno coloquio de amores,

a la espiga le dijo el cordero:

Y la harina llorando seguía -Yo anhelaba tenerte en mi gloria

y al Señor duplicaba sus ruegos, y estos brazos brindarte por lecho,

y allá arriba seguían callando pero escucha mi bien, a mis brazos,

y aquí abajo seguían moliendo. sólo puede llegarse sufriendo.

¿Por qué el buen Jesús callaría

y por qué le negaban consuelo

y por qué siendo pura e inocente

le dejaban en tanto tormento?

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