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República Bolivariana De Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior


Universidad Arturo Michelena
Facultad de Ciencia de la Salud
Ética Profesional

CODIGO DEONTOLOGICO
DE PROFESIONALES

Profesora: Alumno:
María Aquino Aracelys Flores 27.653.297
Sección 3T

San Diego Estado Carabobo, Abril 2020


El código deontológico es un documento que recoge un conjunto más o
menos amplio de criterios, normas y valores que formulan y asumen
quienes llevan a cabo una actividad profesional. Los códigos deontológicos
se ocupan de los aspectos más sustanciales y fundamentales del ejercicio
de la profesión que regulan.
La profesión, así mismo, es una actividad ocupacional de un grupo de
personas, organizada de forma estable, que reclama la exclusividad de
competencia (con base en un proceso de capacitación teórico-práctica). Se
caracteriza por compartir un conjunto de conocimientos especializados que
interesan a la sociedad y que ponen al servicio de ésta, obteniendo así su
modo de vida.
Las normas dictadas en el código deontológico son previamente
pactadas y aprobadas de manera común y unánime por todos los miembros
de la profesión para las que se elaboran. Son, por tanto, pautas de conducta
a seguir que tienen como objetivo cumplir con un adecuado trabajo y ayudar
a que el conjunto de la sociedad que solicita los servicios de la profesión
obtenga plena satisfacción ante la buena ejecución de la labor.
Para velar por el adecuado cumplimiento del código deontológico de las
distintas profesiones existe el Colegio Profesional, corporación de derecho
público que custodia el respeto a las normas comúnmente aceptadas por el
conjunto de personas que conforman cada sector.

DIFERENCIAS ENTRE ÉTICA PROFESIONAL Y


DEONTOLOGÍA

Una de las diferencias cuando hablamos de "ética" y "deontología" es


que la primera hace directamente referencia a la conciencia personal,
mientras que la segunda adopta una función de modelo de actuación en el
área de una colectividad.
En definitiva, cuando nos refiramos a una profesión determinada,
podemos hablar de la existencia de una ética y de una deontología
determinada. La primera se podría centrar en determinar y perfilar el bien de
una determinada profesión (aportación al bien social) y la deontología, por
su parte, se centraría en definir cuáles son las obligaciones concretas de
cada actividad.
Si las normas de deontología se incumplen, se activa el mecanismo de las
facultades disciplinarias. Ahora bien, la primera cuestión por resolver es la
de si son dichas normas el cauce normativo adecuado para la tipificación de
infracciones y sanciones o para calificar una conducta como infracción
disciplinaria grave. El artículo 6.2 de la Ley de Colegios establece que los
Consejos generales elaborarán para todos los colegios de una misma
profesión y oídos éstos, unos Estatutos generales, que serán sometidos a la
aprobación del Gobierno, a través del Ministerio competente. Añade este
mismo precepto en su núm. 3, apartado g), que los Estatutos regularán el
régimen de distinciones y premios, así como el disciplinario. Por tanto, los
Estatutos son el instrumento normativo adecuado para regular el régimen
disciplinario de los colegios, ya que las Normas Deontológicas tienen un
cauce más estrecho, que establece los deberes profesionales
correspondientes, pero el incumplimiento de éstos podría constituir una
infracción, que llevaría aparejada una sanción, en el marco de los Estatutos.
En el lenguaje coloquial se pueden escuchar expresiones como las
siguientes: ¡esta persona no tiene ética!, considero que esta conducta es
éticamente aceptable
 
Son frases en las que se emplea el concepto ética por analogía, es decir,
con significados parecidos, pero a la vez diferentes. Es importante aclarar a
qué se refiere o de qué se habla cuando se trata sobre estas cuestiones,
pues si no se maneja un esquema conceptual bien definido, se genera
confusión y se hace difícil dialogar o deliberar de manera provechosa sobre
cuestiones éticas.
 
Conviene diferenciar estas tres acepciones del concepto ética:
 
 Ética como expresión del juicio moral intuitivo.
Es el conocimiento espontáneo que todas las personas tienen acerca del
valor ético de una conducta. Es la percepción moral intuitiva que ante un
hecho o un comportamiento tiene cualquier persona que ha alcanzado el
«uso de razón». Sería, por ejemplo, la valoración casi instintiva que se
realiza cuando se afirma que dejar las historias clínicas en un lugar
abierto al acceso general es éticamente incorrecto, o cuando se
considera inaceptable que un médico reciba un incentivo a cambio de
recetar un determinado medicamento. Es evidente que para adquirir este
conocimiento moral espontáneo generalmente no es necesario tener
estudios de ética; bastaría con unas convicciones sanas y coherencia
moral. De hecho, cabe que haya quien sin haber recibido una sola clase
de bioética posea una sensibilidad y una madurez moral superior a la de
alguien que ha cursado estudios de alta especialización académica en
esta materia.

 
 Ética como juicio moral analítico y razonado.
Se refiere al análisis ético que se apoya en una argumentación
sistemática para explicar por qué una conducta está bien o mal, por qué
una decisión es correcta o no. Aquí es donde se sitúa la bioética (ética
filosófica aplicada al campo de la biología y la salud), entendida como
disciplina académica que estudia el «porqué» de una valoración ética y
cuáles son las razones que fundamentan un determinado juicio moral. Es
lo que ocurre, por ejemplo, cuando se sostiene que está mal dejar las
historias clínicas al acceso general, sin la adecuada garantía de
confidencialidad, pero, además, a continuación se pasa a explicar las
razones que fundamentan esta valoración (p. ej., porque supone un serio
riesgo de lesión para la autonomía y la privacidad de los pacientes, etc.);
es decir, se argumenta por qué se hace una determinada evaluación
ética. Ante el caso de prescribir un medicamento a cambio de un
incentivo, se puede afirmar —por convicción— que es contrario a la
ética, pero a continuación se añade la explicación del porqué de esta
valoración negativa (p. ej., porque pone en riesgo la independencia del
juicio profesional amenazando el principio de beneficencia, porque
lesiona la autonomía del paciente al introducir un sesgo que desconoce y
probablemente no aceptaría, etc.).
 
 Ética médica como conjunto de valores y normas que definen la
buena práctica.
En este nivel se sitúa el moderno profesionalismo, que abarca la ética
del profesional y la deontología, sobre la que se centra este análisis.
Siguiendo el ejemplo anterior sobre el inadecuado manejo de las
historias clínicas, el Código de Deontología Médica (CDM) de la
Organización Médica Colegial establece, en su capítulo V, que el secreto
médico es una obligación fundamental que se sitúa como uno de los
pilares de la relación médico-paciente, concretando las posibles
excepciones a lo que constituye un deber básico para los médicos. En el
caso de los incentivos a la prescripción, el artículo 23 del CDM dibuja
con bastante detalle un marco de referencia deontológica sobre la
calidad y la independencia de la prescripción.
 
Pero todavía queda por definir un cuarto concepto, muy importante a la hora
de regular los comportamientos en las sociedades democráticas:
 
El derecho o las leyes. Mientras la ética se interroga sobre el juicio moral
de una determinada conducta en sí misma (si está bien o mal), las normas
legales (el derecho civil, penal, o administrativo) se ocupan del mismo
comportamiento desde la perspectiva de las relaciones sociales y su
regulación. El derecho tiene como objeto definir los derechos y deberes de
los miembros de una comunidad que tienen obligación de cumplir para
garantizar una convivencia justa y pacífica.
 

PUNTOS CLAVES
 La deontología se sitúa en la senda que camina entre la ética personal y
las normas legales.

 Hay actitudes y comportamientos éticos que, siendo consustanciales y


exigibles a una determinada profesión, nunca serán objeto de la legislación
ordinaria.

 La justificación social de un código de deontología y la prerrogativa de


autorregulación por los colegios profesionales radican en el servicio al
paciente y a la comunidad.

 Es necesario que los colegios profesionales cumplan su función social


ejerciendo la vigilancia deontológica con rigor y credibilidad.

 El moderno profesionalismo se compone de los principios éticos y


deontológicos que configuran el compromiso profesional con la sociedad.

 Fundamentar la regulación pública de la profesión en el moderno


profesionalismo no significa crear un espacio protegido, en realidad supone
someterse a un mayor nivel de exigencia.

 La bioética es una disciplina que debe trabajar en alianza con la ética del
profesional, la deontología y el derecho, cooperando en su adecuado
desarrollo y aprendizaje
FUNCIONES Y PRINCIPIOS DE LOS CODIGOS
DEONTOLOGICOS:

a) El reconocimiento público de la dimensión ética de una profesión o


actividad por parte de los mismos que la llevan a cabo. Frente a una
concepción meramente tecnicista o de rentabilidad de lo que es ser un buen
profesional, con la aprobación de códigos se intenta revalorar la profesión
por su dimensión moral y al profesional por la ejemplaridad ética en su
trabajo. En este sentido, los códigos también sirven de tarjeta de
presentación del grupo de profesionales frente a su cliente para que este lo
identifique11.

En el caso del periodismo, existe la tendencia a entender por


profesionalidad el dominio de técnicas y herramientas, aparejado a la
rentabilidad y al éxito, sin tener en cuenta el cultivo de las virtudes
profesionales. Por la rutina del trabajo diario siempre está el riesgo de
deshumanizar el trabajo. Esto es bastante peligroso teniendo en cuenta la
dimensión eminentemente humanista de algunas profesiones como la
abogacía, la sicología, la educación, el periodismo, que actúan directamente
sobre la vida de las personas y sobre asuntos muy delicados de las mismas.

b) Especificar los contenidos morales concretos de una profesión, es


decir, las normas y obligaciones que tienen que guiarla. Esta labor
prescriptiva de los códigos tiene varios objetivos.

Por un lado, conocer los aspectos éticos de la profesión permite a los


profesionales tener un punto de referencia para los problemas que se le
presentan. Por otro lado, la existencia de códigos combate el relativismo y el
subjetivismo pues exigen consensuar un marco común ético de valores,
principios y normas a partir de los cuales dialogar y discutir12. Por último,
los códigos van acumulando e incorporando contenidos y problemas éticos
a medida que se van actualizando y de esta manera van constituyendo un
acervo o patrimonio moral de la profesión, reflejando el progreso ético de la
misma.
En este sentido, los códigos tienen la virtualidad de ir construyendo una
sensibilidad hacia los valores éticos y profesionales, sobre los cuales ir
formando la conciencia moral personal. Sin esta educación de la conciencia
moral carecen de sentido y de eficacia los códigos y la ética profesional
sería algo puramente teórico. Aquí radica la gran importancia de los códigos
y es que “recuerdan, orientan y disponen”13 al profesional a ir formándose
esa verdadera personalidad ética, ese ethos profesional con el que no
nacemos y que hay que irse apropiando con el ejercicio de actos y hábitos
virtuosos.

c) La existencia de códigos en una profesión ayuda a una persona a


defenderse mejor de las presiones externas, es decir, de la presión de los
intereses o bienes extrínsecos que ya hemos mencionado (dinero, poder,
prestigio, estatus) y a la profesión en sí a hacerse valer y respetar frente a
los condicionantes externos.

d) Compromiso de una profesión de llevar a cabo su misión de una forma


moral y digna. La Formulación y adopción de códigos implica reconocer que
una profesión debe mejorar y estar en continua vigilancia sobre las prácticas
éticas de sus actividades. Por ello, “comprometerse a trabajar de acuerdo
con un código de ética es la señal más evidente de la reivindicación de un
estatus social mejor por parte del profesional”

e) Espíritu de servicio. Los códigos deontológicos no pueden servir para


reforzar un espíritu gremial entendido como defensa de unos privilegios de
clase, o como incremento del poder de las agrupaciones profesionales. La
motivación de los códigos deontológicos tiene que ser hacer mejores
profesionales para servir mejor a la sociedad, es decir, potenciar el espíritu
de servicio.

Los Principios Deontológicos incluidos en este Código establecen el


marco ético en el que los Economistas puedan desarrollar libre y
responsablemente su actividad. Cumplen principalmente tres funciones:

1. Inspiran el trabajo de los economistas, de modo que sea eficiente,


creativo y responsable.
2. Marcan límites de actuación, más allá de los cuales el economista estaría
incumpliendo sus deberes, lo que podría dar lugar a una sanción
disciplinaria.

3. Facilitan la adquisición y desarrollo de valores que hagan posible que los


comportamientos de los economistas respondan siempre a los Principios
Deontológicos de la profesión.

Aunque algunos de estos Principios pueden tener el respaldo de la ley, su


fuerza obligatoria proviene de la ética. Al integrarse voluntariamente en un
Colegio profesional, el economista los acepta como guía para su actuación.
Pero no son reglas rígidas, sino que su aplicación en cada caso exigirá una
reflexión sobre los objetivos del trabajo del economista, las condiciones en
que lo desarrolla, sus capacidades, limitaciones, oportunidades y retos.
Fruto de esa reflexión será un estilo de trabajo que reúna las mejores
cualidades de la profesión de economista.

Los Principios son también una declaración pública de lo que la profesión


considera que es bueno, correcto y honesto en el ámbito de su trabajo y,
por tanto, implican asumir unas responsabilidades ante la sociedad, sus
colegas y su Colegio. Esto da seguridad y prestigio a la profesión: es un
bien común, creado y compartido por todos.

Los Principios de este Código no son distintos de los de otras profesiones, y


se aplican a todas las formas de trabajo de los economistas y de los
titulares mercantiles, como profesionales independientes que actúan solos o
en sociedad con otros profesionales, así como a esas mismas sociedades
profesionales; como directivos o empleados por cuenta ajena, como
docentes o investigadores o en tareas de la administración pública, etc. Lo
que variará en cada caso es la aplicación de estos Principios a las
peculiaridades y circunstancias de cada tarea.

 
En ocasiones, se ha planteado un cierto antagonismo o controversia
entre la bioética y la deontología médica, por parte de algunos autores de
ambas disciplinas, como si las posiciones de una u otra compitieran por un
mismo terreno.
 
La bioética, por su carácter interdisciplinar, tiene un campo de estudio
que se extiende más allá del conjunto de la ética de las profesiones
sanitarias, mientras que la deontología se centra en una profesión
determinada. Sigue vigente la definición de bioética que Reich escribió en
su introducción a la Encyclopedia of Bioethics12: Estudio sistemático de la
dimensión moral de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud,
empleando variadas metodologías éticas en un contexto multidisciplinar. Se
puede afirmar que, en sentido amplio, la bioética es una aplicación al campo
de salud de la ética filosófica, entendida esta como la disciplina que estudia
racional y metódicamente los comportamientos libres, elaborando juicios de
valor de acuerdo con principios morales.
 
Según esta perspectiva, la bioética es una disciplina académica que tiene
aplicaciones en los tres niveles que se han considerado:

a) En el ámbito de la ética personal, contribuirá a la formación intelectual y


a la búsqueda de respuestas razonadas ante los problemas éticos que no
tienen fácil respuesta desde el conocimiento moral intuitivo.

b)  En el ámbito de la deontología, supone una necesaria ayuda para


construir y fundamentar el cuerpo de doctrina que constituye un código y su
desarrollo, inevitablemente sometido al debate dentro de la profesión y de
sus órganos de representación.

c)  En el ámbito del derecho, contribuirá a edificar las bases éticas que
deben fundamentar las normas legales, al tiempo que aporta terminología y
sistematización para facilitar la discusión política.
 
De este modo, se puede dibujar un modelo transversal de relación de la
bioética con estos tres niveles, que no plantea incompatibilidades, sino más
bien una alianza que puede evitar la estéril rivalidad entre bioética y
deontología que ha sido el fruto de la incomunicación y de tomar la parte por
el todo. Ateniéndose a los conceptos y razonando con rigor, este aparente
antagonismo es superable mediante la cooperación y la sinergia, que
siempre serán mucho más productivas para la calidad asistencial y el bien
del paciente que, al final, es el principal interés de la profesión.

El objetivo principal de este artículo es explicar qué es un código de


deontología y cuál es su lugar en el mapa de los deberes profesionales. La
deontología se sitúa en la senda que camina entre la ética personal y las
normas legales. Se defiende que no ha de ser un «coto cerrado», donde los
profesionales se protegen mutuamente, sino un instrumento para la
promoción de la excelencia y, por tanto, de la calidad asistencial. La
justificación social de un código de deontología de obligado cumplimiento y
la prerrogativa de autorregulación por los colegios profesionales radica en el
servicio al paciente y a la comunidad, en la medida que plantea un nivel de
exigencia mayor del que establece la legislación ordinaria. Se completa este
diseño conceptual explicando que la ética profesional se inclina hacia la
autonomía moral en forma de compromiso, y los códigos de deontología
hacia la heteronomía, mientras que el moderno profesionalismo participa de
ambos. La bioética debe trabajar en alianza con la ética del profesional, la
deontología y el derecho, cooperando a su adecuado desarrollo y
aprendizaje. Aunque generalmente en el artículo se hace referencia al
ejercicio de la medicina, el análisis es conceptualmente aplicable a todas las
profesiones sanitarias.

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