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Una experiencia para historiar: el discurso social en torno a

las mujeres en la revista Cuba Contemporánea de 1913 a 1927.

An experience for historian: the social discourse around women in the review

Cuba Contemporanea of 1913 to1927.

Yesabel Rodríguez Castañeda

Universidad de Camagüey “Ignacio Agramonte Loynaz

Dirección: Circunvalación Norte, Km 5 ½, Camagüey.

E-mail: yesabel.rodriguez@reduc.edu.cu; yesabelrc1102@gmail.com

RESUMEN

El presente trabajo aborda el discurso social en torno a las mujeres en la revista cubana

Cuba Contemporánea, entre 1913 y 1927, años durante los cuales circuló dicha

publicación, tanto a nivel nacional como internacional. A lo largo de sus 14 años ofreció

especial interés a los temas relacionados con las condiciones del género femenino en la

sociedad cubana, enfrascada en múltiples procesos fundacionales y reconstructivos en

distintas esferas. Es por ello que realizar un análisis del discurso social presente en esta

gran revista es de relevancia para la comprensión de la época y sus diversas

transformaciones en cuanto a las mujeres se refiere. Para lograr este propósito se emplea

como metodología la perspectiva de género la cual brinda un conjunto de herramientas

teóricas que permiten un acercamiento más profundo y objetivo al problema planteado.

Palabras claves: discurso social, género, roles sexuales, sistemas de género.

1
ABSTRACT

The present paper deals with the social discourse around women in the Cuban review

Cuba Contemporánea, among 1913 and 1927, during the circulation of this publication,

in a national and international level. During its 14 years of life, offered special interest

to issues related with conditions of female gender in Cuban society, involved in

multiples foundational and reconstructive process. That’s why to do an analyses of the

social discourse in this great review is relevant to the epoch´s comprehension and its

different transformations with regard to women. To get this goal it´s used as a

methodology the gender perspective, which offer a group of theoretical tools that allow

a deeper and objective approach to the outlined problem.

Key words: social discourse, gender, sexual roles, gender regimes.

SUMARIO

Introducción - Contextos culturales y espacios de opinión del discurso femenino en

Cuba Contemporánea – El discurso social sobre las mujeres – Conclusiones.

Introducción

Los denominados “estudios de género” (gender studies en inglés) han cobrado gran

interés en los últimos años para las ciencias sociales y humanísticas en Cuba desde sus

múltiples aristas y enfoques. Para las ciencias históricas constituyen una novedosa

aproximación a los acontecimientos y procesos ocurridos en una sociedad en

determinado periodo histórico, en cuanto revelan una visión con otra sensibilidad hacia

los mismos, así como la concurrencia de nuevos actores dentro del escenario

económico, político y social.

2
El tema de la mujer en las primeras décadas del siglo XX ha sido abordado en Cuba

desde diversas disciplinas como la historia, la literatura, las artes visuales, la sociología,

entre otras. Desde el punto de vista histórico destacan varios trabajos como el de Julio

César González Pagés: En busca de un espacio: Historia de mujeres en Cuba; María

del Carmen Barcia: Mujeres al margen de la historia y Capas populares y modernidad

en Cuba (1878-1920), libros en los cuales resalta su interés por las mujeres de las capas

más humildes de la sociedad y por el fenómeno del asociacionismo; y Raquel Vinat de

la Mata: “El tema femenino en el discurso social del siglo XIX en Cuba”, Situación de

la Mujer en Cuba durante el primer gobierno republicano (1902-1906), “Nace la

República: venturas y desventuras de las cubanas”, entre otras.1

Por otra parte, las revistas culturales (como bien pudiera catalogarse Cuba

Contemporánea) han sido desde su surgimiento, el espacio de divulgación de las ideas

más avanzadas de una época. En ellas escriben, generalmente, las voces más respetadas

y entendidas en la actualidad social y cultural del territorio al que pertenecen, así como

artistas y escritores de renombre que dejan plasmados fragmentos de sus obras. Debido

a esto se considera que la revista es una práctica cultural de gran importancia en tanto

motor impulsor de acciones culturales potenciales capaces de originar transformaciones

relevantes en la realidad sociocultural de un país (Álvarez, 2010: 6).

La revista Cuba Contemporánea desde su creación el 1º de enero de 1913 en La

Habana, contó con la participación de los intelectuales más reconocidos de la época.

Fue una publicación dedicada fundamentalmente a abordar temas del arte y la literatura

nacional e internacional, los problemas sociales y políticos que afrontaba el país,

cuestiones de orden filosófico, sociológico, religioso y científico. Fue reconocida como

una de las mejores publicaciones de principios de siglo.

1
Cada una de las fuentes referenciadas aparece debidamente asentada en la bibliografía al final del texto.

3
Es importante aclarar que el marco temporal seleccionado para realizar la investigación

se corresponde con las fechas de fundación y culminación de la revista, 1913 y 1927

respectivamente. Además, fue una época de trascendentales acontecimientos para el

movimiento femenino cubano como la unificación de varias agrupaciones y

asociaciones de mujeres en la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de

Cuba, el Primer y Segundo Congreso Nacional de Mujeres en 1923 y 1925

respectivamente, así como la aprobación de una serie de leyes que las beneficiaron

social y económicamente. Todos estos hechos fueron debatidos y valorados en las

páginas de la revista Cuba Contemporánea.

Teniendo en cuenta estas premisas surge una interrogante principal a esclarecer a través

de la investigación: ¿Cómo se evidenció el discurso social en torno a las mujeres en la

revista Cuba Contemporánea entre 1913 y 1927?

Contextos culturales y espacios de opinión del discurso femenino en Cuba


Contemporánea.

La época en la que surge esta revista es de conocida complejidad, tanto en el contexto

nacional como en el internacional, desde el punto de vista político, económico y social,

baste decir que es la fecha aproximada en la que, según el historiador inglés Eric

Hobsbawm, se inicia el corto y agitado siglo XX (Hobsbwm, 1998: 13). Este siglo

marca, además, la entrada plena de Cuba a la modernidad, que ya desde mediados del

siglo XIX se había extendido prácticamente por todo el orbe. Para la isla significó no

solo la llegada de novedosas tecnologías y un nuevo sistema político, sino también de

nuevas ideologías, modos de vida, costumbres, etc.2

2
Un aspecto a tener cuenta por su influencia en estos cambios es el fenómeno de la inmigración cubana
que retornó desde diversos puntos del planeta, principalmente desde los Estados Unidos y Europa. Estas
familias que regresaban en su mayoría habían tenido que criar a sus hijos en estos países, de tal modo que
muchos hijos de cubanos hablaban el inglés fluidamente pero el español apenas lo articulaban, y por
supuesto, traían arraigados modos de vida de esas sociedades modernas que trataron de poner en práctica
en la patria.

4
Muestra de la nueva época fue el auge de los grandes movimientos sufragistas del

mundo desarrollados en EE. UU y Gran Bretaña, los cuales influyeron notablemente en

todas las regiones del planeta, a lo cual Cuba no estuvo ajena, y que fortalecieron

igualmente los movimientos feministas. Debido a esta coyuntura, en la isla comenzó a

desarrollarse una ardua lucha por los derechos de las mujeres y en consecuencia fueron

apareciendo un grupo de mujeres, profesionales, intelectuales, damas de la pequeña y

mediana burguesía, entre otras, que poco a poco se ganaron el respeto y la admiración

en espacios públicos,3 como por ejemplo las publicaciones periódicas, tan recurrentes en

la época. Esto no significa que no existieran con anterioridad intelectuales femeninas

que tuvieran un reconocimiento público, sobre todo en las publicaciones periódicas.

Desde mediados del siglo XIX hubo revistas dirigidas por mujeres como el Álbum

cubano de lo bueno y lo bello, dirigida por Gertrudis Gómez de Avellaneda, y El Céfiro,

dirigida por Domitila García de Coronado y Sofía Estévez. A finales del siglo XIX

publicaciones como El Fígaro, La Habana Elegante, El País, entre otras, contaron con

la colaboración de Aurelia Castillo de González, Luisa Pérez de Zambrana, Lola

Rodríguez de Tió, Domitila García de Coronado, entre otras prestigiosas mujeres de la

3
El tema del “espacio público” o “esfera pública” ha sido de interés de diversos autores por la
importancia que tiene como espacio de socialización esencial de los grupos humanos. Probablemente la
obra más representativa al respecto, considerada un clásico para abordar dicho tema, es la de Jürgen
Habermas Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública.
Muchos autores han debatido y reflexionado sobre el espacio público, tal es el caso de Hannah Arendt:
La condición humana; Jesús Martín Barbero: Reconfiguraciones comunicativas de lo público; Ricardo
Quiza Moreno: Imaginarios al ruedo. Cuba y los Estados Unidos en las Exposiciones Internacionales
(1876-1904); entre otros. El concepto de espacio público presenta varias complejidades debido en gran
medida a la variabilidad que ha tenido a lo largo de la historia, no obstante, se toma como punto de
partida la idea de que su definición, como se asume en la actualidad, está estrechamente vinculada al
surgimiento de la modernidad y la extensión de las relaciones de mercado. Según Martín Barbero “lo que
emerge en la «esfera pública» es un nuevo modo de asociación no vertical —como el que se forma desde
el Estado— y del que hacen parte originariamente sólo los que tienen instrucción y propiedad”. Desde
esta perspectiva, la esfera pública, aunque pretende la igualdad como base de su constitución, contiene en
sí desigualdades pues solo pueden acceder a ella aquellas personas que cumplan con los requisitos para
ser considerados como “iguales”. Es por ello que las mujeres fueron excluidas durante mucho tiempo de
esta esfera, ya que hasta inicios del siglo XX solo podían acceder a una educación elemental que les
permitiera ser mejores esposas y amas de casa, y solo las que pertenecían a clases elevadas dentro de la
jerarquía social poseían algún tipo de propiedad que pasaba a manos de los esposos, generalmente, una
vez que se casaban. Por otra parte, para Habermas lo público es entendido como el dominio de la razón y
la universalidad, propia de los hombres, mientras que las mujeres quedaban sujetas a la vida doméstica,
área de la particularidad y lo superficial, donde no quedaba lugar para lo justo.

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época. Sin embargo, es en las primeras décadas del XX cuando este fenómeno se

consolida.

En alusión al reconocimiento de las mujeres en la esfera de la educación, como parte del

ámbito profesional e intelectual, resalta el criterio de Carlos Trelles, quien expresa en su

magnífica obra Bibliografía Cubana del siglo XX:

Como es natural, la organización de estos nuevos estudios [se refiere a los cambios

ocurridos en la isla durante la intervención norteamericana de 1899-1902], dio origen a

la publicación de multitud de trabajos, especialmente de pedagogía, donde no solo el

elemento masculino ha dado pruebas repetidas de su inteligencia y saber, sino lo que es

más de apreciar: la mujer cubana ha señalado su paso por dicha Escuela dejando una

estela luminosa con la impresión de tesis por más de un concepto valiosas. (Trelles,

1916: I-II)

El rol desempeñado por las mujeres en la historia de la educación republicana en Cuba

fue muy importante en la consolidación de esta profesión. Yoel Cordoví (2012) señala

en su libro Magisterio y nacionalismo en las escuelas públicas cubanas (1899-1920) la

presencia de ellas en esta rama profesional desde el periodo de ocupación cuando

Estados Unidos convocó a miles de hombres y mujeres cubanos a una preparación

vertiginosa de maestros y maestras que enfrentaran la grave situación educacional de la

isla al finalizar el periodo colonial. No debe olvidarse que desde los últimos años del

siglo XIX ya existían maestras ejerciendo en escuelas públicas y privadas. Dentro de

ellas resalta el nombre de la insigne pedagoga María Luisa Dolz, cuya escuela para

niñas en La Habana, se convirtió en ejemplo de la educación moderna en Cuba, según

los parámetros de la educación a nivel mundial. La importancia de las mujeres en el

desarrollo y consolidación de esta profesión en el país no ha sido suficientemente

abordada por la historiografía nacional. La obra de los pedagogos cubanos ha sido

realzada en mayor medida que la de las pedagogas, ya sea por motivos políticos,

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sociales o de género. Es por ello que se desconocen, o se conocen insuficientemente, los

aportes de la Dolz, las hermanas Borrero o Carolina Poncet de Cárdenas, por mencionar

algunos nombres.

La revista Cuba Contemporánea otorgó un espacio relevante a las mujeres, lo cual se

aprecia en el hecho de tener entre sus redactores fijos desde 1919 hasta sus últimos días

en el año 1927, a Dulce María Borrero, una reconocida escritora y educadora cubana.

Además, la publicación se mantuvo interesada en publicar textos que abordaran la

realidad de las mujeres de la época.

Para realizar la presente investigación se ficharon un total de 89 textos de diferentes

secciones, los cuales fueron agrupados según el género: artículos, reseñas bibliográficas,

poesías, notas editoriales y noticias. Los autores de los textos son de ambos sexos ya

que lo importante es analizar lo escrito sobre y por el género femenino, de manera que

se logre comprender un discurso construido por ambos sexos, siguiendo el criterio de J.

W. Scott:

[…] género, como sustitución de "mujeres" se emplea también para sugerir que la

información sobre las mujeres es necesariamente información sobre los hombres, que

un estudio implica al otro. Este uso insiste en que el mundo de las mujeres es parte del

mundo de los hombres, creado en él y por él. Este uso rechaza la utilidad interpretativa

de la idea de las esferas separadas, manteniendo que el estudio de las mujeres por

separado perpetúa la ficción de que una esfera, la experiencia de un sexo, tiene poco o

nada que ver con la otra. (Scott, 1986: 6).

Del total de los textos (artículos, reseñas bibliográficas y poesías), 26 son de autoría

femenina, lo cual equivale a un 50% del total.

La mayor cantidad de textos adecuados para estudiar el discurso en torno al género

femenino, se encuentra en los siguientes años: 1922 y 1923 con 13 textos cada uno, y

1914 con 12. La década que comprenden estos escritos están marcados por el auge del

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movimiento femenino en Cuba, de ahí el aumento de textos relacionadas con las

problemáticas de las mujeres. Desde 1913 comienzan los debates en la revista en torno a

la propuesta de una Ley de Divorcio en Cuba, la cual no fue aprobada hasta 1918. Esta

ley, junto a otras como la ley que concedía la patria potestad a las madres, aunque

contrajeran segundas nupcias, y la ley de libre administración de sus bienes, fueron

pasos significativos en el camino hacia la emancipación femenina del dominio que

ejercían sobre ellas sus esposos y padres. La trascendencia histórica de estas leyes se

aprecia no solo en las favorables consecuencias para las mujeres cubanas sino, además,

para el movimiento femenino en Latinoamérica, ya que Cuba se convirtió en uno de los

primeros países de la región en aprobar tales medidas.

Para la aprobación de dichas legislaciones fue de gran importancia la influencia que

ejercieron mujeres y hombres a través de las diferentes agrupaciones que se proponían

mejorar la situación del género femenino. La fundación del Club Femenino de Cuba el

21 de marzo de 1918, una de las primeras y más importantes agrupaciones, fue otro de

los hechos que marcaron el auge de todo este movimiento. Sus logros estuvieron a la

altura de otras agrupaciones a nivel internacional como expresa González Pagés:

La procedencia social, cultural y política hizo de este grupo el más heterogéneo

formado hasta entonces. Compuesto por intelectuales de las letras, periodistas,

pedagogas, abogadas y pintoras, esta asociación animó un debate feminista superior,

igualado al que se realizó en otros lugares del mundo. (Gonzáles Pagés, 2003: 60).

La heterogeneidad mencionada por este investigador fue una de las causas que,

probablemente propiciaran el éxito y la consolidación de este club, ya que, aunque la

mayoría de sus integrantes pertenecían a la mediana y alta burguesía del país, sus

actividades lograron trascender sus fronteras clasistas. La importancia de esta

asociación a nivel nacional radicó, no solo en las numerosas obras sociales y su

campaña a favor del sufragio femenino, la gran batalla del feminismo de la época, sino

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también en la influencia que ejercieron en el resto de las provincias. Su ejemplo inspiró

la creación de numerosas asociaciones femeninas que se integraron a la lucha por

alcanzar un estatus más digno para la mujer, entre estas se encuentra la Asociación

Femenina de Camagüey.

La labor desplegada por el Club Femenino de Cuba favoreció la creación de otras

agrupaciones como la Federación Nacional de Asociaciones Femenina en 1921,

compuesta a su vez por cinco asociaciones: el Club Femenino de Cuba, el Congreso

Nacional de Madres, la Asociación de Católicas Cubanas, la Asociación Nacional de

Enfermeras y el Comité de la Creche Habana Nueva. La consolidación del movimiento

femenino cubano se manifestó en la celebración de dos Congresos Femeninos en la isla,

pioneros de la región latinoamericana. El primero se celebró en 1923 y el segundo en

1925. Ambos representaron un salto cualitativo en el desarrollo del movimiento

femenino y feminista del país. Todo esto permitió no solo lograr la unidad de las

mujeres para lograr la igualdad política por medio del sufragio, sino que demostró la

capacidad organizadora e intelectual de las mismas.

El discurso social sobre las mujeres

Para analizar el discurso social en los textos de la revista Cuba Contemporánea, en

torno a las mujeres, se realizó una selección teniendo en cuenta el tema tratado y el

autor(a) de cada uno. El total asciende a 25 textos, de ellos 14 son artículos o

conferencias publicadas en la revista, 4 textos de la sección “Bibliografía”, 5 de “Notas

editoriales” y 2 de “Noticias”. No obstante, para el análisis que se presenta a

continuación, debido al espacio, solo se referencian cinco, los más representativos en

relación al tema.

Los textos seleccionados son los siguientes:

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“Diálogos: Feminismo”, de Alfonso Hernández Catá (1913).

“La vida civil de la mujer cubana en su relación con la historia de Cuba”, de Medardo

Vitier (1917).

“El esfuerzo femenino”, de Carlos de Velazco (1919).

“El sentido económico de la emancipación de la mujer”, de José Antonio Ramos (1922).

“Protección a la madre”, de Dulce María Borrero (1925).

El primero de los textos analizados se publicó en 1913, año en el que sale a la luz la

publicación, titulado “Diálogos: Feminismo” (Catá, 1913: 198-208), por Alfonso

Hernández Catá, uno de los escritores más importantes de la primera generación

republicana . Es un diálogo supuesto entre dos mujeres que discuten sobre la situación

de sus congéneres en la sociedad. El criterio de una es más revolucionario que el de la

otra, más conservadora, pues el propósito es contrastar dos puntos de vista diferentes en

relación al tema tratado.

El primer personaje expresa que “mientras la fuerza orgánica fue el único factor de

subsistencia, la mujer, supeditada al hombre, recibió de él todo alimento a cambio de la

dominación” (Catá, 1913: 198). Para ella la dominación de la mujer tiene su origen en la

dependencia hacia la capacidad y fortaleza de los hombres para conseguir el alimento.

Por su parte, el segundo personaje le pregunta si considera que toda la pasividad

femenina, con excepción de algunos casos individuales, frente a la dominación

masculina se debió exclusivamente a un cambio de las condiciones materiales del

problema. La pregunta está formulada con evidente desacuerdo con la idea que afirmó

la primera, a lo cual responde categóricamente esta:

“(…) no hay independencia moral si no hay independencia económica. (…) Los resortes

que mueven la acción feminista que se observa con más o menos vigor en el mundo

civilizado, vienen menos de un aumento de inteligencia y cultivo de las mujeres, que de

las dificultades crecientes de la vida. Las máquinas hasta hoy no han hecho más que

10
aumentar la miseria; la mujer, impulsada por el hambre, ha tenido, en los países

fatigados de producir o en pleno emporio, que abandonar su papel legendario y practicar

aptitudes hasta ahora inertes.” (Catá, 1913: 198).

En esta idea se aprecia un pensamiento común en muchas mujeres de esta época: el

trabajo emanciparía a las mujeres, y una crítica al sistema capitalista industrial de las

modernas y civilizadas sociedades del siglo XX, cuyo camino hacia el progreso

anhelado estuvo impulsado por la proliferación de las máquinas en el proceso de la

producción fabril. Es sabido en la actualidad que el trabajo es una fuente fundamental

para lograr la independencia personal, sin embargo, la connotación de emancipación

femenina conlleva muchos más factores además de este como el jurídico, el psicológico,

el sexual, el familiar, etc. Las mujeres que vivieron el tránsito del siglo XIX al XX le

dieron un peso importante a esta cuestión pues, si bien, desde décadas anteriores tenían

acceso a la educación, vincularse al mundo laboral asalariado fue una de las demandas

más rebatidas y difíciles de asimilar por la sociedad.

La coyuntura internacional de la I Guerra Mundial, así como la Gran Revolución

Socialista de Octubre en los albores del siglo XX, contribuyó a acelerar aún más este

proceso, pues debido a la escasez de hombres en las ciudades y campos para realizar las

múltiples labores que sostienen a una sociedad, las mujeres asumieron las mismas con

dignidad, valentía y laboriosidad. En la isla sucedió algo semejante con las guerras de

independencia, sin embargo, algunos trabajos fueron más aceptados que otros. La

asimilación de este hecho no fue posible probablemente hasta la década del 30 del siglo

XX en que se aprecia un número mayor de mujeres vinculadas a diferentes profesiones

y oficios. Esto fue uno de los resultados de la batalla de las mujeres en aras de lograr sus

derechos políticos, así como de su participación en la lucha contra la dictadura

machadista. En relación a esto Marcelo Pogolotti en La República a través de sus

escritores advierte:

11
“No cabe duda de que el agente catalizador, tan paradójicamente como en otros

extremos, fue el machadato. La lucha contra la dictadura sacó a la mujer a la calle,

donde se mostró de todo punto digna del comportamiento de sus abuelas mambisas en

la manigua.” (Pogolotti, 2002: 237).

En el texto de Hernández Catá se hace referencia al tema del adulterio. En una de las

intervenciones del primer personaje se expresa que, aunque las leyes trataban de ser

menos injustas siempre iban en detrimento de las mujeres y ejemplifica con el adulterio.

Comenta cómo en varios países del mundo (Suecia, Finlandia, Inglaterra) existía un

trabajo mancomunado entre hombres y mujeres que había traído resultados más

eficientes y satisfactorios, debido a la mezcla de la “autoridad y la ternura”. Es

importante señalar que la autoridad es vista como una virtud o cualidad masculina, de

ahí que se convirtiera en uno de los terrenos a conquistar por las mujeres en su lucha por

ganar el reconocimiento social. Una de las armas más importantes empleadas para

alcanzar este objetivo fue la colaboración constante y progresiva en los diferentes

medios de prensa de la época. Dentro de ellos Cuba Contemporánea fue un medio

valioso para “autorizar” la voz de las mujeres.

El primer personaje es la contrapartida del segundo, su papel es representar la opinión

de aquella parte de la población en desacuerdo con el voto universal basado en la idea

de que “la vida pública exacerbará nuestros defectos y dudo que acrezca nuestras

virtudes.” (Catá, 1913: 200). La opinión de que la vida pública y, por ende, el espacio

público no sería beneficioso para las mujeres, sino todo lo contrario, fue uno de los

argumentos para no favorecer el cambio, no solo por parte de los hombres sino también

de las propias mujeres.

Uno de los personajes defiende la necesidad de usar toda vía posible (incluyendo la

violencia, como sucedió en Inglaterra y pone el ejemplo de Emmeline Pankhurst 4) para


4
Emmeline Pankhurst (Mánchester, 15 de julio de 1858 - Londres, 14 de junio de 1928) fue una de las
fundadoras del movimiento sufragista británico. Su nombre es uno de los más representativos dentro de la

12
alcanzar los derechos de las mujeres, de la misma forma en que siempre lo hicieron los

hombres. El otro no comparte estos métodos: “¿Y por qué hemos de entender todas

igual esos derechos?” (Catá, 1913: 200), con esta interrogante no se muestra partidaria

de este tipo de lucha, pues su pensamiento como mujer es diferente al de otras mujeres.

De esta manera se pone en evidencia un conflicto que persiste en la actualidad: las

diferencias de criterios dentro de las mismas mujeres en cuanto a los métodos y

objetivos a alcanzar como parte de esa gran lucha para favorecer a “la mujer”. La

postura que adopta este personaje en el diálogo demuestra un pensamiento que no

esencializa a la mujer como un sujeto homogéneo que sufre y padece de la misma

manera todos los problemas ni al igual que el resto de sus congéneres. Esta parte del

diálogo es una de las más interesante precisamente por mostrar este conflicto dentro del

sector femenino.

La discusión acaba de una manera muy graciosa y, a la vez ilustrativa de la real

situación en que se encontraban la mayoría de las mujeres cubanas de aquellos años. La

que más defiende los derechos de las mujeres y su emancipación decide irse pues

también tiene que atender a su marido: “Yo también me ocupo de mi marido, no vaya a

creer otra cosa. Y cuando llego tarde… ¿sabe usted? Él va todas las noches a las mil;

pero si por casualidad un día llega temprano y no me encuentra…” (Catá, 1913: 205).

Este final pone en evidencia la vida contradictoria de muchas mujeres de la época, por

un lado, comenzaban a tener pensamientos antagónicos con el sistema patriarcal en el

que habían vivido siempre, y por el otro no podían separarse del mismo. Con más

frecuencia el binomio pensar/hacer resultaba incoherente, por lo que algunas mujeres

hallaron como solución no contraer matrimonio para no tener que supeditarse al signo

que parecía dominar sus destinos. Por supuesto que estas fueron mal vistas y

historia de la lucha por el derecho al voto para las mujeres en el período inmediatamente anterior a la
Primera Guerra Mundial. Sus métodos violentos provocaron que fuera a la cárcel en varias ocasiones, de
ahí que fuera criticada por feministas de otros países.

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constituyeron la minoría, pero marcaron el inicio de un nuevo estilo de vida femenino

que con el tiempo sería asimilado.

En el artículo el autor se aproxima a la situación que vivían muchas mujeres de la época

que estaban a favor de alcanzar la igualdad de los sexos en muchas cuestiones. A pesar

de esas ideas no podían liberarse de la realidad, siempre implacable sobre ellas, de un

marido y una familia que atender. Además, también refleja una cuestión de gran

importancia: el conflicto intergenérico, el cual se convirtió en una de las grandes

batallas que tuvieron que librar las feministas cubanas durante la década del 20 y el 30.

Escrito por uno de los jóvenes y talentosos escritores de la República, Alfonso

Hernández Catá, este trabajo resalta por su originalidad en cuanto al tratamiento de la

situación política y social de las mujeres cubanas de ese periodo.

El ensayo “La vida civil de la mujer cubana en su relación con la historia de Cuba”

(Vitier, 1917: 323-340), escrito por Medardo Vitier,5 reflexiona sobre varios aspectos

relacionados con la mujer, entre ellos el mismo concepto de mujer, las funciones

públicas y privadas de la misma, su presencia en la historia de Cuba, así como la

situación en la que vivían.

Comienza afirmando los criterios opuestos en relación a la

superioridad/inferioridad/igualdad entre mujeres y hombres que existen. Para él esto no

es lo que hay que determinar: “Lo que más importa precisar es la naturaleza de la

actuación femenina en el agregado social, su influjo natural en el dinamismo colectivo”


5
Sobre este autor se refieren los editores de la revista:
“Joven que honra a la generación de que formamos parte, culto, bien preparado, siempre ávido
de saber y deseoso de difundir cultura, es el fundador de un buen plantel de educación, la
Escuela "Froebel", en la capital de su provincia nativa, Matanzas. Orador de palabra cálida y
persuasiva, sólido por el fondo y artista por la forma, estas dos excelentes cualidades se revelan
en sus trabajos de toda índole, como se aprecia por la lectura de este bello artículo dedicado a
exaltar las virtudes de la mujer cubana y a exponer el papel que ahora le corresponde en el
desarrollo de la vida nacional. Justo y delicado, este estudio señala con exactitud no pocas
diferencias esenciales entre el concepto de la patria soñada y la realidad palpable; sugiere ideas y
hace pensar seriamente en la imprescindible reforma de hábitos y tendencias en cierto modo
aceptables, pero incompatibles con las necesidades de la vida moderna. Cuba Contemporánea da
las más expresivas gracias al Dr. Medardo Vitier por el envío de estas páginas tan hermosas
como bien intencionadas.” (VITIER, 1917, 340).

14
(Vitier, 1917: 323). El empleo de dos términos como “naturaleza” de la actuación…, e

influjo “natural”, revelan una visión de las mujeres como seres con una naturaleza

específica de acuerdo a la cual influirán en la sociedad. Queda explícito que para Vitier

las mujeres tienen un rol natural que cumplir dentro de ese agregado social, como él la

denomina.

Expresa que las revoluciones políticas y religiosas, las doctrinas filosóficas, la presión

de las necesidades materiales, habían eliminado las “viejas preocupaciones sobre la

mujer, arraigadas merced a la tradición y a ese funesto apego al pasado que sienten, en

uno u otro respecto, las comunidades todas” (Vitier, 1917: 323). En primer lugar, afirma

que habían sido eliminadas las viejas preocupaciones sobre la mujer, es decir sobre lo

que puede o no hacer, con lo cual obvia los numerosos prejuicios que todavía existían.

Lo segundo es que considera que esas preocupaciones existían debido a la “tradición y

apego al pasado”, no por la sociedad patriarcal que impone un orden y hegemonía

masculina en todas sus esferas. Por tanto, la sociedad moderna no es exclusiva o

discriminatoria ya que ha desterrado estos factores o al menos lucha contra ellos.

Continúa diciendo:

“Y actualmente la mujer, en todos los países de civilización cristiana, cumple, al menos

en buena parte, aquellos deberes que parecen más adecuados a su índole orgánica y

mental. Es decir, que la sociedad, en sus tanteos, va señalando al bello sexo su natural,

su propia actividad en la economía del organismo colectivo.” (Vitier, 1917: 324).

Vuelve a hacer evidente la cuestión del rol natural femenino, pero esta vez agrega un

aspecto importante: ellas cumplen su rol natural y apropiado de acuerdo a su diferente

estructura orgánica y mental. En este fragmento la diferencia sexual implica la

inferioridad de un sexo con respecto a otro.

Para llegar a esta conclusión se vale de la Sociología, que es “la ciencia última, la

resultante de la Psicología, la Historia, la Filología, etc.” (Vitier, 1917: 324) en la cual

15
prima el enfoque positivista que traslada a todas las ciencias el método de investigación

científico de la observación y experimentación. Es por eso que expresa que desde las

sociedades tribales hasta las modernas se valen de ese método empírico para determinar

la función social de cada miembro, y así es como se establece, de manera inductiva, la

función social de la mujer.

Vitier se propone hacer un análisis del papel desempeñado por la mujer en la sociedad

de diferentes civilizaciones: egipcia, china, griega, romana, hebrea, latina y sajona, para

luego ver el papel asignado por la sociedad cubana a la mujer en los distintos periodos

de la historia cubana. Parte de que este papel está signado por el concepto de mujer

elaborado por cada una de estas civilizaciones, en correspondencia con el cual se

desarrolla el papel femenino en las mismas.

Esta idea entiende la variabilidad de lo femenino a través de la historia, la construcción

cultural de lo que se entiende por femenino, por lo que puede afirmarse que no tiene una

visión esencialista transhistórica de la mujer. Sin embargo, cuando analiza la situación

de las mujeres desde el presente se manifiestan ciertos prejuicios de los cuales no puede

desprenderse como los roles naturales que deben desempeñar de acuerdo a su sexo.

En la parte dedicada a analizar el papel de la mujer cubana en la historia de Cuba es

relevante su análisis en cuanto a la educación insuficiente e ineficiente otorgada a las

niñas en la colonia. En relación a la enseñanza de la historia plantea una idea adelantada

para una época en la que la Historia como ciencia está poco desarrollada y prima, por

encima de todo, una visión positivista que privilegia la historia política y de los grandes

héroes. Su concepción historiográfica está muy próxima a la que emanaría de la

posterior Escuela de los Annales, corriente historiográfica fundada en 1929 por Marc

Bloch y Lucien Fevbre, caracterizada por el interés en los procesos y estructuras

16
sociales y no por los acontecimientos políticos o militares como había primado hasta

entonces:

“No es la historia de las guerras lo único esencial: hay que estudiar la historia de la paz,

por decirlo así; la historia de la evolución lenta de las ideas, los usos, las instituciones,

que depurándose e iluminándose forjan el ideal común, seductor, por el que hombres y

mujeres arrostran todos los azares, sacrifican todos los placeres y se nimban, un

instante, con la diadema de los inmortales.” (Vitier, 1917: 330).

En esa historia de la paz, como él le llama, las mujeres jugaron un papel importante en

la formación de los próceres de la independencia, según su opinión. Comenta el

simbolismo de la diosa Minerva para el pueblo cubano debido a las semejanzas entre las

leyendas de la diosa y las virtudes de las cubanas. De la misma forma que, en la

mitología griega Minerva ayuda a varios héroes y semi-dioses en sus hazañas

enseñándoles trucos, habilidades y conocimientos, la mujer cubana ha sido protectora,

guía y benefactora en las gestas independentistas.

Esta visión de las mujeres cubanas a través de la historia resalta el papel importante

pero pasivo que tuvieron las mujeres, sobre todo el de las madres y esposas, como fieles

acompañantes, seguidoras de sus hombres. Se refiere sobre todo al papel de las mujeres

de clase alta y media ya que la mayoría de los héroes de la guerra, en particular la del

68, pertenecía a estas clases.

En relación a la situación de las cubanas en la época que vive Vitier, el autor utiliza un

fragmento de un texto de Antonio Sánchez de Bustamante 6 que describe la situación de

la mujer en el siglo XIX, con el objetivo de comparar ambos periodos en cuanto a

cambios significativos en el estatus civil de las mujeres:

6
Antonio Sánchez de Bustamante y Sirvén (1865 - 1951) fue un notable abogado, jurista y político
cubano que tuvo realce a nivel internacional. Ocupó puestos importantes durante los primeros años
republicanos, entre los cuales se destacó como primer presidente de la Academia Nacional de Artes y
Letras de Cuba.

17
“Ya deja el hogar sencillo por el taller y por la fábrica en el desarrollo creciente de la

industria; ya penetra en el comercio y logra subsistir con una modesta retribución; ya

invade las aulas y halla su bienestar en la enseñanza pública; ya acude a las diversas

esferas de la administración, desde el Municipio hasta el Estado, y se pasa las horas

traduciendo notas taquigráficas o poniendo en movimiento la máquina de escribir...”

(Vitier, 1917: 335).

En relación al movimiento feminista señala lo siguiente: “El feminismo no ha arraigado

en Cuba. En la colonia, ni siquiera fue tema público. Ahora lo ha sido, sin que parezcan

nuestras damas inclinadas a convertir en sistema lo que sólo accidental,

circunstancialmente es razonable.” (Vitier, 1917: 336).

Esta última parte es importante pues manifiesta la opinión de Vitier en cuanto a este

movimiento, el cual solo tiene para él su razón de ser de manera accidental, debido a

una coyuntura especial. También deja entrever la escasa afiliación que había logrado el

feminismo entre las cubanas, sobre todo las de la burguesía. Se refiere a Carlos Octavio

Bunge7 para expresar su acuerdo en las ideas que este plantea sobre la incorporación de

las mujeres al mundo laboral:

“Pienso que esta cuestión debe resolverse por el eterno principio de la libertad de

estudios, o sea, proveyéndose a que cada mujer siga personalmente aquellos estudios

que mejor convengan a su idiosincrasia individual. Si la mujer tiene aptitudes en

provecho de la economía de las sociedades, bienvenidas sean. El principio de la división

del trabajo, vasto campo le brinda para ensayarse. La sociedad debe facilitar esos

ensayos, y para ello el mejor sistema es una amplia libertad de profesiones.” (Vitier,

1917: 336).

Es muy interesante como este intelectual argentino se inclina por una libertad de oficios

y profesiones para las mujeres de acuerdo a su aptitud o vocación, ya que pone en un

7
Carlos Octavio Bunge (Buenos Aires, Argentina, 19 de enero de 1875 – 23 de mayo de 1918) fue un
sociólogo, escritor y jurista. Desarrolló una acción intelectual muy destacada en Argentina, la cual llegó a
extenderse a Iberoamérica.

18
plano de igualdad a las mujeres en relación con los hombres a la hora de seleccionar la

ocupación a desempeñar. Además, las considera miembros de la sociedad en la misma

medida que ellos cuando las hace partícipes de la división del trabajo, principio social

por medio del cual todos los miembros de la sociedad moderna capitalista contribuyen

al desarrollo de la misma.

En resumen, el texto es una muestra de la erudición de este gran intelectual cubano de

los primeros años de la República. Su dominio sobre temas de carácter universal y

nacional, como las antiguas civilizaciones humanas, la participación de las cubanas en

los diferentes periodos de la historia del país, el desarrollo del movimiento feminista, así

como las corrientes científicas más modernas del momento, son muestra de ello.

Aunque tiene ideas interesantes en relación a las mujeres, como se han señalado, se

aprecian criterios arraigados en el imaginario tradicional de la sociedad cubana, como la

persistencia de un rol pasivo caracterizado por el papel protector y benefactor de las

mujeres en los diferentes momentos históricos.

El artículo titulado “El esfuerzo femenino” (Velasco, 1919: 97-107), escrito por Carlos

de Velasco, constituyó el discurso de recepción del autor en la Academia Nacional de

Artes y Letras, leído en la sesión solemne celebrada el 4 de enero de 1919. Dicha sesión

estaba dedicada a recibir a Carlos de Velasco como nuevo miembro de la Academia,

debido a la muerte de Nieves Xenes.

Es importante que su discurso de entrada a la Academia lo dedique a hablar sobre las

mujeres cubanas. En la parte inicial resume en una frase lo que él considera que es la

mujer: “el más exquisitamente delicado y fuerte conjunto de la creación” (Velasco,

1919: 100). Estas palabras de Velasco transmiten una imagen esencialista de la mujer y,

por supuesto, marcado por el canon femenino de la época cuando expresa que es

delicada.

19
Sin embargo, aparece un adjetivo: fuerte, que introduce una particularidad dentro del

significado de mujer que va en contra de la idea precisamente de que es el sexo débil,

como él pretende desmentir. La contradicción que trae implícita la descripción de

Velasco es muestra de las discrepancias y los cambios que comenzaban a observarse en

la sociedad de la época. Este nuevo atributo incorporado al sujeto femenino fue ganado

por las cubanas poco a poco desde finales del siglo XIX, gracias en gran medida al rol

desempeñado por ellas durante las gestas independentistas, tanto en la manigua como en

las ciudades. Es por ello que este nuevo uso del lenguaje en relación a las mujeres es

importante, pues evidencia la transformación cultural que fue sufriendo la sociedad

cubana de principios de siglo.

Por otra parte, hace referencia a su perseverancia y tenacidad, cualidades que les

permite alcanzar el fin que se propongan. Las tres primeras décadas republicanas fueron

un vivo ejemplo de esto. La lucha de las cubanas por una serie de derechos femeninos,

su capacidad de organización y liderazgo, y los resultados alcanzados (en varios casos

gracias a los padecimientos y privaciones de no pocas) fueron un ejemplo y una lección

de estos distintivos.

Velasco destaca la incorporación de las mujeres al mundo laboral:

“¡Qué magnífico espectáculo han ofrecido ellas al substituir a los hombres en

ocupaciones y menesteres hasta poco ha en manos nuestras, sin vacilar ni entorpecer, y

con cuánta sencillez y decisión, con qué sublime espíritu de sacrificio, de deber, de

patriotismo, los han desempeñado!” (Velasco, 1919: 101).

De igual manera exalta la voluntad y competencia con que las mujeres europeas se

insertaron en diferentes oficios debido a las necesidades impuestas por la I Guerra

Mundial. Este criterio evidencia una vez más la transformación social que ocurría en el

país con la incorporación de muchas mujeres al mundo laboral. Recuérdese lo planteado

anteriormente por Vitier en su artículo.

20
Su opinión en relación a las mujeres es la del hombre que reconoce y apoya la

participación de estas en los diferentes ámbitos sociales. Carlos de Velasco fue un

defensor de las capacidades y el talento femenino, así lo demuestran sus palabras en esta

cita in extensu:

“Para quienes no vemos en la mujer solamente su belleza corpórea, sino también sus

aptitudes y condiciones excepcionales, su singular facilidad de adaptación, su intelecto

penetrante, sagaz, comprensivo, y el natural y legítimo deseo de mostrar que no es sólo

la linda y grácil presea del hombre, ni tampoco inútil exornación de esta vida que vale la

pena ser vivida, a pesar de sus fealdades y miserias, sino la compañera digna, la igual

entusiasta, la cumplida pareja de él –aunque mejor dotada que él por la naturaleza en lo

moral y en lo físico-; para quienes contemplamos así a la mujer y medimos su pujanza y

su valer, no es inquietud, ni es preocupación, ni es sobresalto lo que nos produce la

espléndida revelación externa de cuanto en ella vemos semejante o superior a lo que

muchos de nosotros, ilusos o vanidosos, creían y creen sin par e insuperable en el

universo. Es alegría, íntima y grande alegría; es satisfacción profunda; de esperanza, tal

vez fe, en la renovación del mundo por obra y gracia de la reina de la gracia, por el

poder incontrastable de las virtudes y los encantos que hacen de la mujer el más sólido

apoyo del hombre.” (Velasco, 1919: 101-102).

Este fragmento evidencia probablemente una de las facetas más progresistas del

pensamiento masculino de la época. En este discurso se aprecian palabras claves que

demuestran la aceptación, el respeto y la admiración hacia las mujeres no ya como

meros objetos ornamentales o de placer, sino como una compañera digna, de igual

entusiasmo y con las mismas capacidades intelectuales para acometer los diferentes

trabajos que poco a poco se abrían para ellas. Como bien expresa Velasco, este grupo de

hombres que así pensaban, veían la lucha femenina por sus derechos no con

preocupación o temor, sino con alegría y satisfacción. Fueron estos hombres los que le

brindaron el apoyo a las mujeres en este camino, generalmente educados, cultos, de una
21
clase media que, a diferencia de la clase oligárquica de tradiciones aristocráticas, se

convertía en el baluarte del pensamiento más moderno y progresista.

No obstante, es difícil eliminar todas las estructuras mentales que durante siglos

mantuvieron un orden dicotómico de género, dentro del cual la mujer siempre obtuvo el

rol pasivo. La permanencia de este orden se aprecia en todo el texto, pero es

especialmente evidente en las siguientes palabras del autor:

“El hombre tiene el brío, la mujer la resistencia; aquél la acometividad, ésta la intuición;

y ambos poseen la inteligencia y el buen sentido indispensables para no cometer el

inmenso error de mirarse con recelo, de creerse antagónicos, de considerarse energías

opuestas, cuando son y nacieron para completarse, para unirse y ser siempre fuerzas

atrayentes y simpáticas, nunca repelentes y agresivas.” (Velasco, 1919: 102).

A lo largo del texto se evidencia la intención de enaltecer a las mujeres y revelar el

carácter complementario de los sexos. Para Velasco era necesario eliminar la creencia

de que ambos sexos estaban en diferentes niveles de superioridad o inferioridad. Su

afirmación sobre la mutua conciencia de que ambos no podían “cometer el inmenso

error de mirarse con recelo” fue probablemente una muestra de su anhelo más que de la

realidad, ya que los acontecimientos de la época así lo demuestran.

Reflexiona en torno a un punto que marcaba la diferencia existente entre las mujeres

europeas y estadounidenses en relación con las cubanas: la educación. Mientras las dos

primeras son bien educadas por la sociedad en la que viven, considera que las últimas

solo son instruidas y no educadas. En el siguiente fragmento se puede apreciar el juicio

favorable del autor en relación a concederle a las mujeres iguales deberes y derechos en

la vida ciudadana: “Se la enseña (…) los deberes y los derechos, el bien y el mal que a

cada ser humano tiene reservado el destino en la vida del hogar y en la vida ciudadana.”

(Velasco, 1919: 103). El derecho al voto fue uno de los primeros y más anhelados

objetivos perseguidos por las cubanas en las primeras décadas republicanas como bien

22
lo analiza González Pagés.8 Carlos de Velasco, como muchos otros, consideraba que

las desigualdades entre los sexos se solucionarían por medio de una educación

mejorada, al estilo de la norteamericana, bajo los preceptos de las modernas teorías

pedagógicas. Este pensamiento no era capaz de advertir, entre otros factores, que las

desigualdades entre ambos géneros sobrepasaban la desventajosa educación de uno en

relación al otro. Gracias a esta convicción estimula al Club Femenino, recién creado en

ese momento, para llevar a cabo una labor importante en esta dirección. Las líneas

finales del texto muestran la subsistencia de estereotipos sobre el rol a desempeñar por

las mujeres:

“Ella será, en fin, el eterno propulsor, más evidente ahora que antaño, de las más

sublimes o de las más abyectas concepciones del hombre; será, no su rival, ni su sierva,

ni su juguete, sino la completa y angélica encarnación de los anhelos humanos de

fraternidad universal.” (Velasco, 1919: 107).

Como se aprecia, la cualidad angelical se mantiene y perdurará durante varios años más,

no obstante, resalta por encima de esta idea el hecho de que se le adjudica a la mujer la

causa de cuanto bueno o malo salga del hombre. La responsabilidad depositada en ella,

por sus méritos tan reconocidos y admirados, se convierte a la misma vez en la causa de

condena o exaltación, el hombre es liberado de reconocerse autor de sus acciones más

abyectas, como expresa el autor. De tal modo, el mito de Pandora subsiste de manera

muy sutil en la mentalidad de la época.

El texto analizado puede considerarse, en resumen, un vivo retrato de las

contradicciones existentes en el seno de la intelectualidad cubana debido al reclamo de

las mujeres por un puesto en el escenario social. Aunque evidentemente sus intenciones

son favorables al movimiento femenino y su pensamiento es en gran medida

8
Para mayor conocimiento sobre este tema en particular se recomienda la consulta del texto de Julio
César González Pagés (2003): En busca de un espacio: Historia de mujeres en Cuba, La Habana,
Ciencias Sociales.

23
progresista, su lenguaje expresa a la misma vez la presencia de estereotipos de género

encauzados en el siglo XIX. Se advierte la presencia de un razonamiento profundamente

dicotómico, donde todavía son bien delimitados y jerarquizados los roles femeninos y

masculinos en la sociedad.

El texto “Sentido económico de la emancipación de la mujer” (Ramos, 1921: 5-33), del

escritor José Antonio Ramos, fue originalmente un discurso pronunciado en el Club

Femenino de Cuba, en La Habana, el 5 de diciembre de 1921.

En su papel de orador en ese momento, sabiéndose capaz de mover a la acción o, al

menos, mover el pensamiento, comienza su incursión en el tema del discurso

declarándose un “feminista convencido”: “Creo en la posibilidad de cooperación de

ambos sexos en la vida social y política de Cuba. Pero sobre unas bases económico-

sociales que no son las de hoy” (Ramos, 1921: 7). Esta idea en síntesis es la base de su

discurso y sobre ella desarrolla varios aspectos significativos de la vida social de la isla

por esos años.

Su punto de partida es la crítica a la idea de feminismo que defiende la emancipación de

las mujeres para transformarlas en seres egoístas como los hombres o en seres

invertidos como las “marimachos”, término que desde esa época se empleaba para

referirse a las mujeres lesbianas, desviadas del comportamiento femenino tradicional:

“Frecuentemente, casi como idea asociada constante, se piensa en la mujer

norteamericana al hablarse de feminismo entre nosotros. Y sin tratar de averiguar lo que

han hecho las otras, las que entienden el feminismo honradamente, y trabajan y se

hallan empeñadas en toda causa noble, dentro y fuera de su país, se habla de las

muchísimas –no hago cuestión del número- para las cuales la emancipación no es más

que un vil pretexto para vivir como el hombre más egoísta, entregadas al deporte y la

fiesta y el viaje, al espectáculo de lujo sensual y soso, al “cabaret”, al paseo y el baile, al

eterno flirt, que ni siquiera tiene la suprema excusa del amor, ni la consagración

24
triunfante de la entrega. O bien de esas pobres marimachos, coquetas al revés, que son

como la extrema izquierda de la idea general y no tienen la importancia que sus festivos

les dan.” (Ramos, 1921: 8).

Un análisis de este fragmento desde el pensamiento contemporáneo feminista actual

pone en evidencia la evidente parcialidad del autor en relación al tema ya que, si bien se

declara feminista convencido, solo considera al feminismo como un fenómeno positivo

si la emancipación de las mujeres es utilizada solo para llevar a cabo por ellas obras

nobles, o si se conducen honradamente de acuerdo a los cánones de honradez de la

época. Es decir, el feminismo serviría en la medida en que fuera practicado de acuerdo a

las normas de conducta honrada y noble concebida por la sociedad (sociedad patriarcal).

Aquellas que actuaran “como el hombre más egoísta”, por medio de la bandera del

feminismo, eran enemigas de esta corriente pues estarían degenerando sus nobles

principios, incluyendo a las denominadas marimachos.

La mayoría de los favorecedores del movimiento feminista de la época, ya fueran

hombres o mujeres, tenían la misma noción sobre la homosexualidad femenina,

denominada garzonismo. No debe olvidarse, que el feminismo de principios del siglo

XX se caracterizó por ser social principalmente, debido a lo cual su atención y actividad

estuvo dirigida en este sentido. No obstante, si existió interés en la sexualidad, sobre

todo desde una perspectiva funcional que destacaba su importancia en la consecución de

una sociedad moral y políticamente adecuada a los valores de la modernidad capitalista.

Los objetivos de dicho movimiento estaban dirigidos a alcanzar un puesto de igualdad

para las mujeres dentro de la sociedad, sobre todo en el ámbito jurídico. Al finalizar lo

que puede llamarse introducción del texto expresa la siguiente idea:

“(…) la relación entre la mujer y la sociedad, más que obra exclusiva de la voluntad del

hombre o resultado de las relaciones entre sí de los dos sexos, es un producto

25
complejísimo de la costumbre y del medio, donde sólo una razón parece dominar con su

color el conjunto de matices que lo forman: la razón económica.” (Ramos, 1921: 11).

En este fragmento el autor no reconoce la existencia de un sistema patriarcal que rige el

sistema de género en la sociedad. Señala como principal motivo de la desigualdad la

cuestión económica, la cual es de gran importancia en el logro de la emancipación del

ser humano moderno inmerso en un sistema-mundo capitalista. Mas, tampoco deben

olvidarse otras cuestiones de igual valor o mayor que mantienen la desigualdad entre los

sexos a partir de un orden marcado por el género, como el acceso a la información, a la

educación, el establecimiento de espacios diferenciados para la socialización, la división

sexual del trabajo, entre otros. Todos estos aspectos se interrelacionan entre sí,

incluyendo el ingreso económico, por lo cual, no deben estudiarse de manera aislada.

Con el fin de demostrar su teoría realiza un breve recuento histórico desde las antiguas

civilizaciones occidentales hasta el fin del feudalismo en el siglo XVIII, en el que

analiza la posición de las mujeres en cada época. Concluye diciendo que: “La mujer,

pues, no era esclava por su sexo, sino por su significación económica, en relación con

las ideas y los ideales de la época” (Ramos, 1921: 16). A partir del siglo XVIII en

adelante, con la revolución industrial y el advenimiento del capitalismo, las mujeres

salieron de sus roles tradicionales en el ámbito doméstico para desempeñar oficios,

labores y trabajos que les fueron propiciando paulatinamente un nivel de independencia

no existente antes. No está desacertado José Antonio Ramos en su razonamiento, pero

olvida que, cada paso dado por las mujeres en ese camino de la emancipación no estuvo

exento de la resistencia de la sociedad, sobre todo de los hombres, y cada espacio

cedido fue otorgado por ellos sin dejar de ostentar por esto la hegemonía sobre ellas.

Según su análisis, el factor que las unió a los hombres en igualdad de deberes y

derechos fue la lucha por mejorar las condiciones de vida en que estaban sometidos por

culpa del sistema económico capitalista. El trade-unionismo, proceso de organización de


26
los obreros y diversas organizaciones gremiales para luchar por sus derechos, fue

también el medio que las organizó como grupo para batallar por sus derechos de sexo.

Es por eso que concluye esa parte de la siguiente manera:

“Y del espíritu de clase, que creó el trade-unionismo, nació el espíritu de sexo. Sean

cuales fueren su origen y sus precursores –como también los tuvo el socialismo- el

feminismo como idea-fuerza universal se impuso entonces, solo entonces. Socialismo y

feminismo, pues, son hermanos de leche.” (Ramos, 1921: 19).

La historia del feminismo demuestra que el proceso de unionismo de las mujeres surge

precisamente debido al precedente marcado por las organizaciones obreras que surgen a

partir de la Revolución Industrial en las fábricas capitalistas. Sin embargo, hay una idea

muy importante presente en el discurso del escritor: “El feminismo es un hecho

histórico-concreto real, indiscutible e indestructible. Y su misión, en todo caso, no es la

de separar a la mujer del hombre, sino en ayudar mejor a este en la conquista de la paz y

la felicidad.” (Ramos, 1921: 19).

Al leer esta afirmación pudiera pensarse que cree en una igualdad verdadera entre

ambos sexos, sin embargo, una segunda lectura permite apreciar un detalle que confirma

la posterior lectura: su feminismo sigue siendo a medias como el de la mayoría de los

autores que se han analizado en esta investigación. La mujer debe ayudar en la

conquista de la paz y la felicidad, es decir, el hombre sigue siendo el conquistador y ella

la ayudante, la que lo secunda.

En párrafos siguientes declara que su feminismo es el que está a favor de crear mujeres

nobles capaces de criar a “hijos hombres, fuertes, inteligentes, conscientes de su

solidaridad con los demás hombres y que recuerden el amor y los besos de la madre

santa (…)” (Ramos, 1921: 20). Más adelante continúa diciendo: “Mi feminismo solo

tiene un fin inmediato: esclarecer conciencias. Y otro mediato: preparar a la mujer para

27
ganarse su vida, para ir al matrimonio no sólo de la casa paterna, sino de la suya propia

también.” (Ramos, 1921: 20).

La visión del matrimonio como destino de la mujer se mantiene incólume en este

escritor, aunque también apoya la preparación para un posible oficio o profesión que le

permita ganarse la vida. Resulta muy interesante su criterio en cuanto al tipo de mujer

que por error se toma como ideal de esposa e hija en la sociedad, precisamente aquellas

que no se interesan por el cultivo del intelecto:

“(…) las ingenuas, las infelices, las pobres de espíritu, las que por su naturaleza son

esclavas, y prefieren siempre el harén con sus voluptuosidades a la vida de la libertad,

para ellas demasiado fatigosa… Mujeres del pasado son esas –los peores enemigos del

feminismo- a las cuales sí es peligroso hacer vivir en nuestras ciudades modernas.

Porque el harem, o tiene mu-ros altos, muy altos e inaccesibles, o es otra cosa peor que

harem.” (Ramos, 1921: 23).

Para José Antonio Ramos la mujer que continúa defendiendo y actuando según los

valores del pasado son los peores enemigos del feminismo. La idea de las mujeres

tradicionalistas como las principales enemigas del desarrollo de las mujeres se aprecia

en las feministas más radicales de la década del 20 y 30 como Mariblanca Sabas Alomá,

quien libró una ardua batalla desde las páginas de la revista Carteles a finales de los

años 20 precisamente. Ese tipo de mujeres sencillamente no se enmarcan dentro de los

principios morales de las sociedades modernas, modelo al que aspira convertirse la isla

en todas las esferas de la vida. Es por eso que hace un llamado no solo a todas las

mujeres, sino en particular a los padres y maridos para quienes: “Con las ideas antiguas

por norma, todo cuanto hace hoy una mujer, aun la más pura, es inmoral. Así se las hace

vivir en la duda, en la terrible idea de que lo inmoral es corriente y tolerada.” (Ramos,

1921: 23).

28
El artículo “Protección a la madre” (Borrero, 1925: 5-18), por Dulce María Borrero,

constituyó el trabajo leído por la autora en la sesión pública del Segundo Congreso

Nacional de Mujeres, la noche del 16 de abril de 1925. El texto está dirigido a criticar la

situación desventajosa de las madres cubanas y a reclamar una serie de medidas para

favorecerlas. Al principio de su exposición expresa que: “(…) la mujer madre –

cualquiera que sea su estado y condición- es el personaje atormentado que reclama a la

civilización, en esta hora de reajuste de todos los valores morales de la humanidad, el

respeto y la consideración que merece.” (Borrero, 1925: 7).

Partiendo de esta realidad comienza su análisis del tema de manera certera y veraz, con

admirable dominio del idioma, como se aprecia en todos sus artículos. En su exposición

aboga por los derechos de maternidad para las mujeres de cualquier clase social, pero en

particular para las obreras y abandonadas. Es por esto que llama la atención sobre la

necesaria y justa implementación de medidas que fueran parejas para todas y de adoptar

como meta la protección no solo material sino también moral: “(…) el día en que la

protección a las madres sea más moral que material, habremos dado un paso más seguro

en beneficio de nuestro mejoramiento psíquico y etnológico, de la salud espiritual de

nuestra raza en un cercano porvenir.” (Borrero, 1925: 10).

En esta idea queda clara la preocupación de Dulce María Borrero por formar a seres

humanos que integren el aspecto material y moral de manera equilibrada.

Valientemente toca cuestiones que afectaban a las mujeres pero que la sociedad

ocultaba o decidía no ver por considerarlas conductas inmorales: el aborto, el suicidio,

el abandono y asesinato de los bebés. Todas estas salidas eran buscadas generalmente

por aquellas mujeres de clases humildes que salían embarazadas, sin maridos ni apoyo

alguno. Por estos motivos decidían deshacerse de un bebé que lo único que les

provocaría sería dolor, disgusto y vilipendios por parte de la sociedad. La preocupación

29
de la Borrero va más allá de lograr una protección puramente legal y material, a lo largo

del ensayo manifiesta la necesidad de cambiar la mentalidad y la conducta de los

cubanos en relación a esta cuestión: “Pero aspirar al mejoramiento de la especie por este

único medio, nos llevará siempre al fracaso, mientras pese sobre la mujer el anatema de

la sociedad cuando, instrumento dócil de una ley que no es dado al hombre controlar,

concibe fuera del matrimonio.” (Borrero, 1925: 11).

Nótese en este fragmento el alcance de sus ideas: se refiere a las madres que concebían

hijos “ilegítimos” o fuera del matrimonio. Las mujeres a las que hace mención

ocupaban un lugar denigrante en la escala social y, más aún sus hijos, los cuales sufrían

al crecer el estigma de ser hijos bastardos, sin derechos prácticamente a reclamar nada

del padre.

Prosigue su análisis hablando sobre la hipocresía que dominaba a la sociedad de la

época, una sociedad de apariencias que condenaba cualquier acción que contradijera las

normas de conducta establecidas por la tradición en algunos casos, o por la legislación

en otros: “(…) porque la sociedad podrá perdonar el acto trascendente silenciado, pero

no la evidencia material que inevitablemente lo divulga” (Borrero, 1925: 12). Con esta

idea finaliza un párrafo en el que aborda la contradicción a la que se enfrentaban las

mujeres, por un lado, aquellas obligadas a contraer un matrimonio legal con un hombre

al que no amaban para, luego, concebir un fruto del desamor; y por otro aquellas que sin

haberse casado mantenían relaciones con la pareja que sí amaban y por la que eran

amadas, amor del cual nacía un hijo al que la sociedad rechazaba por ser la evidencia

inevitable de una conducta no adecuada.

Sin embargo, esta conducta perjudicaba a las mujeres, pero no a los hombres, exentos

de rechazos o estigmas sociales, su rol de hombre incluía la posibilidad de tener

relaciones extramatrimoniales y sus naturales consecuencias. Ante estas conductas

30
lamentables pero normales en ellos, las esposas legales no tomaban ninguna

providencia, incluso, después de aprobada la Ley de Divorcio de 1918, muchas mujeres

continuaban con sus esposos adúlteros. Este hecho constituye una prueba más de la

realidad contradictoria a la que se enfrentaban las cubanas: aunque existía un marco

legal que las amparaba para divorciarse y recomenzar sus vidas sin perjuicio social, aún

permanecían las estructuras mentales de sumisión y acatamiento de la tradición en los

hogares.

Si bien su visión sobre estos temas relacionados con los derechos de la maternidad es

justa y correctamente justificada, existen en ella rasgos en su modo de pensar que

limitan su análisis a favor de la plena igualdad entre los géneros. La solución que

propone Dulce María Borrero para eliminar los obstáculos que sufren las madres,

particularmente las desamparadas por la sociedad, se basa en llevar a cabo un cambio de

moral por medio de la educación e instrucción. En el siguiente fragmento se aprecia su

opinión sobre este aspecto:

“Enséñese a la mujer a conocer y comprender el papel que le ha sido asignado por Dios

en el escenario humano; incúlquese a la mujer su derecho a mostrar orgullosa ante el

mundo al hijo que un poder inflexible la obligó a concebir, aun cuando causas ajenas a

su voluntad la priven de toda protección legal; pero, a la par, instrúyasele también de la

tremenda responsabilidad que contrae la sociedad si, para poder seguir disfrutando

impune-mente de las ventajas menos edificantes del amor, sin perder por eso la gracia

de su apoyo, atenta a las nobles reservas que aseguran su existencia al inmolar

cobardemente el hijo que la vende.” (Borrero, 1925: 14).

Llaman la atención en este párrafo varias ideas. La primera es la necesidad de enseñarle

a la mujer a conocer y comprender “el papel que le ha sido asignado por Dios en el

escenario humano”. Dulce María Borrero considera de gran importancia que la mujer

sepa y comprenda (acepte) su rol reproductor en la especie humana, un rol sagrado

31
puesto que ha sido impuesto por Dios, por lo tanto, no debe ser violado (ni por la mujer

ni por la sociedad de ahí su insistencia en la protección social hacia las madres). La

segunda idea interesante es la existencia de un “poder inflexible” que la obliga a

concebir. ¿De dónde viene este poder? ¿Se refiere al poder divino mencionado

anteriormente o al humano? De cualquier manera, los dos encarnan un poder

hegemónico masculino que dicta las normas del comportamiento femenino,

particularmente el de las madres. La tercera idea sigue a continuación de la segunda: la

mujer debe mostrar orgullosa al hijo concebido aun cuando “causas ajenas a su voluntad

la priven de toda protección legal”. Esas causas ajenas a su voluntad son las normas

sociales y leyes que hasta ese momento condenaban a los hijos ilegítimos o no ofrecían

seguridad para las madres más humildes, normas y leyes que fueron establecidas u

aprobadas sin la consulta o el apoyo de las mujeres. Esta es una petición para enaltecer a

las madres, sea cual sea su posición social o las condiciones en las que concibieron a sus

hijos.

Al finalizar el artículo expone un pequeño proyecto compuesto de cuatro puntos con

vistas a dar solución a los problemas que ha analizado a lo largo del trabajo. El primer

punto plantea la creación de un “establecimiento especial”, dividido en dos partes, una

clínica y una escuela, para que las madres pobres, en particular las obreras, recibieran

cuidados especiales durante el momento final de la gestación. El centro estaría

encaminado “no solo a su reconstitución fisiológica sino a su mejoramiento espiritual,

tan beneficioso en ese excepcional momento en que moral y físicamente se desdobla

una vida.” (Borrero, 1925: 17).

El segundo punto propone el castigo, tanto al menor como al adulto, que afrentara

pública y brutalmente a las madres. El tercero es una petición a la prensa cubana para

que moderara o suavizara las notas de toda noticia criminal donde la honestidad de las

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mujeres, sin importar su condición social, estuviera comprometida de alguna forma.

Finalmente plantea el interés por que se intensificara y difundiera la educación cívica en

la mujer, y: “(…) desarrollar en ella el carácter desde una edad temprana, a ponerla al

tanto de todos sus derechos y de todos sus deberes en el seno de la sociedad de que

forma parte, para que pueda defenderse por sí misma, serena y enérgicamente, en

cualquier trance grave de la vida.” (Borrero, 1925: 18).

Como expresa Dulce María Borrero, este plan que propone es ante todo un plan

moralizador con el objetivo de sanar a la sociedad de comportamientos hipócritas,

corruptos y dañinos para el desarrollo de la misma. A diferencia del resto de los autores

analizados, su texto propone acciones concretas para solucionar los problemas que, con

suma atención, debatió en las páginas de esta valiente ponencia en el marco del

Segundo Congreso Nacional de Mujeres. Propuestas dirigidas a atender el aspecto

material y moral, equilibrio que se erigió en uno de los ejes fundamentales de su

análisis. Su propósito durante todo el artículo, fue enaltecer la función social de las

madres y el rol sagrado de las mujeres de convertirse en madres, razón por la cual era

necesario motivar reformas tanto legales como morales por parte del conjunto social

hacia ellas. Es una época todavía muy temprana para pedirle a la Borrero una actitud

favorable hacia la libre elección de las mujeres de convertirse en madres o no sin que

esto constituyera una falta en sus vidas o una pérdida irreparable; o incluso a favor del

aborto. Sin embargo, es digno de destacar sus importantes acciones a favor de brindarles

mejores condiciones de vida a las madres cubanas sin importar clase social o estad o

civil. Este artículo es un ejemplo de ello.

Los textos analizados muestran un discurso social favorecedor de alcanzar mejorías en

el estatus general de las mujeres cubanas de la época: una educación de rigor que las

prepare como ciudadanas responsables, buenas condiciones de trabajo, aceptación en

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oficios y profesiones a las que no podían acceder, aprobación de leyes que la protegían

frente a los abusos de los padres y esposos, atención y amparo a las madres obreras y de

las clases más humildes. También se aprecia una valorización de sus aportes a lo largo

de la historia y de sus capacidades para contribuir al desarrollo de la sociedad moderna

a la que aspiraba convertirse la nación cubana. A la misma vez este discurso continúa

permeado de prejuicios en relación al género femenino que van en detrimento de una

verdadera incorporación de las mujeres a la esfera pública, ya que mantiene inalterables

los roles de pasividad que debían desempeñar sobre todo en los hogares. Asimismo,

afecta una completa aceptación como sujetos activos en el proceso de construcción de la

nación, pues continúan considerándolas en ocasiones simples ornamentos o agentes

moralizadores del mismo.

Conclusiones

El discurso social analizado en torno a las mujeres en la revista Cuba Contemporánea

está marcado por una pensamiento progresista y favorecedor del mejoramiento de las

condiciones de las mismas dentro de la sociedad cubana. Así lo evidencian los criterios

de varios autores a favor de las nuevas legislaciones que se implementaron por esos

años (la Ley de Divorcio en 1918 y Ley de la patria potestad en 1917), el apoyo al

movimiento femenino y las ideas feministas que comenzaban a instalarse en la isla, los

debates sobre temas antes ignorados como el adulterio, los hijos ilegítimos, las

condiciones de vida de las madres obreras, etc. Sin embargo, también se aprecian los

sesgos de los estereotipos sociales que durante siglos dominaron la mentalidad y el

comportamiento de los hombres y mujeres en Cuba: la idea de la división de los sexos

en esferas separadas de acuerdo a lo que debe ser naturalmente, la organización social

en sistemas de género que establecen los roles sexuales que hombres y mujeres debían

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desempeñar, entre otros. No por esto la revista deja de tener gran valor para la

comprensión de una época poco conocida en la historia de Cuba y Latinoamérica en

sentido general, al contrario. Las ideas que se movían en torno a estas cuestiones

provenían de diferentes partes del mundo y el intercambio con esta región en particular

fue vasta, como se aprecia en las constantes referencias que utilizaban los autores para

validar sus criterios.

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