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Nación

Una nación en sentido amplio es una comunidad


histórico-cultural con un territorio que considera propio y
que se ve a sí misma con un cierto grado de conciencia,
diferenciada de los otros. El sentido moderno de nación
nace en la segunda mitad del siglo XVIII, tanto en su
concepción de «nación política» o «cívica», como
conjunto de los ciudadanos en los que reside la soberanía
constituyente del Estado, como en su concepción de
«nación orgánico-historicista» o «esencialista», como una
comunidad humana definida por una lengua, unas raíces,
una historia, unas tradiciones, una cultura, una geografía,
una «raza», un carácter, un espíritu (Volkgeist),…
específicos y diferenciados.1 2 Por otro lado, en sentido
Camino del edificio de las Naciones Unidas en
laxo, nación se emplea con variados significados: Ginebra, escoltado a ambos lados por una fila de
Estado, país, territorio o habitantes de ellos, etnia, pueblo banderas.
y otros.

Índice
Etimología
Definición
Dos formas científicas de explicar la
naturaleza y surgimiento de la nación:
Perennialistas y Modernistas
Perennistas o primordialistas
Modernistas o constructivistas
Teóricos del constructivismo o
modernismo y algunas de sus
aportaciones
Comparativa de postulados modernistas
frente a perennialistas
Diferentes conceptos de nación
Diversas definiciones de «nación»
Etimología y concepto de «nación» en la
Edad Media
El concepto de «nación» en los siglos XVI y
XVII
El nacimiento del concepto moderno de
«nación» en el siglo XVIII
La «nación política» de la Ilustración y
de la Revolución Francesa
La «nación orgánico-historicista» del
idealismo alemán
Nación política y nación cultural
Nación política
Nación cultural
La nación cultural y el Estado
La nación cultural y la religión
Otros usos
Historia
Antecedentes
La nación liberal
La nación romántica
El Estado-nación
La nación socialista
La nación fascista y nacional-socialista
La nación poscolonial africana y asiática
Nación en España
Constitución de 1978
Nación en América
Véase también
Notas
Bibliografía
Consultada
Otra
Enlaces externos

Etimología
La palabra nación es un préstamo (s. XV) del latín natio, nationis, 'lugar de nacimiento', 'pueblo, tribu, raza'.
De la familia etimológica de nacer (V.). 3

Definición
Conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos, culturales, religiosos, etc.,
que tiene conciencia de pertenecer a un mismo pueblo o comunidad, y que generalmente hablan el mismo
idioma y comparten un territorio.

Dos formas científicas de explicar la naturaleza y surgimiento de la


nación: Perennialistas y Modernistas
Al margen de la variedad de definiciones y conceptos del término nación, las cuales versan sobre
convenciones lingüísticas y no de la explicación científica de distintas realidades, existen dos corrientes que
intentan explicar la naturaleza y surgimiento del fenómeno. Estas son la perennista o primordialista y la
modernista o constructivista. Esta segunda surge en relación a una crítica sobre la primera.
Perennistas o primordialistas

Hasta mediados del siglo XX la única visión consagrada que trataba de explicar el surgimiento de las naciones
y el nacionalismo establecía que estas habían existido desde siempre, puesto que el sentimiento de pertenencia
a una colectividad nacional era natural en el ser humano. Por ellas se entendía a los pueblos con una
determinada lengua, raza, religión o cultura, de los cuales surgirían espontáneamente unos sentimientos de
pertenencia a una colectividad y solidaridad entre los integrantes, para más tarde con el moderno despertar de
los derechos políticos desencadenar unas reivindicaciones de autogobierno. 4

De esta manera por ejemplo, el ensayista británico Walter Bagehot escribió en el siglo XIX que las naciones
son «tan viejas como la historia».4

La concepción primordialista cree por tanto que la nación es lo natural e inherente al ser humano, mientras que
el estado, entendido como la estructura política, es lo artificial, una construcción humana. 4

Estos conceptos primordialistas, heredados del romanticismo alemán del siglo XIX, estaban muy integrados
hasta mediados del siglo XX, por lo que el presidente Woodrow Wilson pensaba que la falta de ajuste entre los
estados y las naciones era la causa de los problemas europeos en los últimos siglos. Por ello, este
planteamiento conducía inevitablemente a adecuar las fronteras de los estados a las realidades étnicas. No
obstante, la universalización de estas ideas y su intento de ponerlas en práctica, supuso multitud de problemas
a lo largo del siglo XX, puesto que los límites culturales son en realidad difusos, habiendo una abigarrada red
cultural humana que no se podía circunscribir a compartimentos políticos nítidos. Esta imposibilidad práctica,
el hecho de que existan comunidades con una fuerte conciencia nacional pero que están constituidas por
poblaciones con diferentes lenguas, religiones y culturas (EE.UU o Suiza por ejemplo), la configuración de los
fascismos europeos y los horrores de la segunda guerra mundial que se originaron en parte como consecuencia
de las ideas nacionales, llevaron a diferentes pensadores a cuestionarse si realmente esta concepción explicaba
la verdadera naturaleza del problema. Así pues surgirían diversos autores, los llamados modernistas o
constructivistas, que aportarían una explicación diferente al origen de las naciones y el nacionalismo. 4

Modernistas o constructivistas

La perspectiva modernista surge a mediados del siglo XX como consecuencia de una crítica por parte de
diversos autores a los postulados primordialistas, ya que consideraban que no conseguía explicar de manera
suficiente el fenómeno nacional.

Los postulados constructivistas, de manera genérica, consideran que las naciones no son fenómenos naturales
existentes desde siempre en la historia de la humanidad e innherentes al ser humano, sino construcciones
sociales, como lo es por otra parte, según otros autores, todo el conjunto de la realidad social. Las identidades
nacionales, las cuales tienen como rasgo significativo la soberanía de la población sobre un territorio, serían
un producto de la modernidad. De esta manera, el sujeto colectivo de la nación comenzaría a surgir solamente
en el momento de la historia en el cual se empezaran a generar nuevas libertades sociales y se defina al pueblo
como sujeto soberano, lo cual solo ocurriría en los últimos siglos. Las naciones no son algo permanente en el
tiempo, puesto que el hecho de que sean construcciones implica que en algún momento terminarán por
desaparecer, nada es eterno. Cada nación sería construida en un momento dado, no fechable ni repentino,
tendría vigencia durante un periodo y acabaría por desaparecer, contrariamente al pensamiento del común de
nacionalistas. 5

Las naciones serían producto del nacionalismo y de la modernidad y no el nacionalismo producto de las
naciones, tal y como afirma el primoridialismo. Tampoco serían entidades objetivas como las montañas o los
ríos, sino elementos subjetivos construidos por un grupo humano y cuya existencia en términos científicos se
situaría unicaménte en la mente de sus seguidores. La manera de construir las naciones sería mediante la
elaboración de una serie de relatos, en los cuales se realiza una reinterpretación de la historia o de la cultura en
clave nacional. Se crearían asimísmo símbolos y tradiciones. Todos estos elementos serían transmitidos y
integrados por la comunidad o en otras palabras, se crearía la nación. No obstante, estas no pueden ser
construidas de la nada, sino que solamente pueden hacerlo sobre unas características de base que sean
plausibles, como una historia o unos elementos culturales que posibiliten ser reinterpretados en clave
nacional.5 Sin embargo, como decía el antropólogo Frederik Barth, los elementos que definen una identidad
colectiva como la nación, no son el conjunto de características objetivas que diferencian a un grupo de otro y
que este tiene en común, si no solo aquellas que son puestas en valor por el grupo. De esta manera por
ejemplo, un idioma tiene unicaménte un valor comunicativo, hasta que con el surgimiento moderno del
fenómeno nacional se le da un valor en estos términos.6 Por otra parte, los estados que con la llegada de la
modernidad no consiguieron crear naciones han acabado por desaparecer, a pesar de haber tenido una historia
muy larga en el tiempo.5 De todo esto se deduce que el historiador es parte activa de la historia y no mero
espectador que se dedica a reflejar el pasado, puesto que con la elaboración de sus trabajos participa
activamente de la construcción de la nación.7

Otro argumento aportado por estos autores de manera común es que el ser humano ha vivido a lo largo de la
historia en muy diversas organizaciones políticas (imperios, reinos etc...) y que ninguna de ellas se
correspondía con naciones, ententidas estas como espacios culturalmente homogéneos. Tampoco la
identificación de sus integrantes correspondía con las mismas. Ellos se sentían perteneciéntes a otras entidades
diferentes (parroquias, comarcas, linajes, estamentos...) insertas a su vez en comunidades más grandes
religiosas, de manera que se indetificaban con ellas antes que con sus respectivos estados políticos. Un ejemplo
de ello es que no se consideraba antinatural que el monarca fuera extranjero, al contrario de lo que sucedería
en el mundo contemporáneo. 5

La nación da autoestima, dice a las personas quien son y las entronca en un marco territorial que se muestra
como eterno, anterior al nacimiento y posterior a la muerte. Por este motivo es capaz de cubrir problemas
emocionales como la debilidad, la soledad o la muerte. Asimísmo crea un colectivo de personas, una
fraternidad, en el que prima la camaradería, a pesar de haber diferencias importantes entre sus integrantes de
tipo geográfico, social o de clase.5 7

Las naciones no son algo diferente al resto de identidades colectivas, puesto que todas, incluidas aquellas que
se basan en hechos biológicos palpables, tienen mucho de construido.5

Estos postulados provocaron una revolución en la comunidad académica y a partir de ellos han ido
realizándose estudios donde se explica como fue creada cada identidad nacional particular y quienes fueron
sus impulsores.4

Teóricos del constructivismo o modernismo y algunas de sus aportaciones

Algunos de sus principales teóricos fueron los científicos sociales Elie Kedourie, Geller, Anderson,
Hobsbawm y Billig. Ejemplos de sus aportaciones fueron las siguientes:

El historiador y politólogo Elie Kedourie en su libro de 1961 llamado Nacionalism, explicaba que existía una
dificultad en determinar de forma objetiva los ingredientes esenciales que componían las identidades
nacionales. Sus conclusiones fueron que no había ningún factor objetivo universalizable ni suficiente por si
mismo para fundamentar el hecho nacional. También señaló que si el sentimiento nacional fuera natural, no
tendría que ser inculcado y sin embargo es el estado el que lo inculca mediante la educación u otros medios,
por lo cual es el estado el que crea las naciones y no a la inversa. La configuración de los estados es
imprescindible para el surgimiento de las naciones.4

En parecidos términos hablaba el antropólogo social Ernest Geller en los años 70. Este definía la nación como
un producto moderno consecuencia de la industrialización, es decir, la sociedad estaba inicialmente compuesta
por grupos humanos rurales ligados por fliaciones familiares y aislados del mundo exterior por falta de
comunicaciones y por la existencia de múltiples dialéctos locales. Con la industrialización y el nuevo modelo
mercantil hubo una necesidad práctica de crear espacios culturalmente homogéneos. También esto provocó
una nueva estratificación social y una nueva organización política. Los dirigentes encontraron en el
nacionalismo el instrumento que facilitaba el crecimiento económico, la integración social y la legitimación de
la nueva estructura de poder.4

El antropólogo Benedict Anderson pensaba que el nacionalismo creaba a las naciones y que al contrario de lo
que pueda parecer, no contribuía a conservar la diversidad cultural, sino que por el contrario la eliminaba,
estableciendo unos cánones de homogeneidad y uniformidad cultural. Pensaba que las naciones no eran
elementos naturales, sino construcciones sociales humanas inventadas, acuñando en este sentido el término
«comunidades imaginadas», repetido hasta la saciedad en la literatura especializada.8 4 Anderson ha
comparado a la religión con las naciones, porque cubre preocupaciones y problemas emocionales humanos
perennes como la debilidad, la enfermedad y la muerte, en la misma medida que lo hacen estas y también
porque ofrece un relato sagrado, inserta al sujeto en un marco temporal eterno, que va más allá de la muerte y
es anterior al nacimiento y ofrece una serie de rituales y preceptos que integran al individuo en un colectivo.5

Por su parte el historiador Eric Howsbawn analizó todas las características en las que dice sustentarse la nación
(lengua, cultura, religión....) para acabar concluyendo que no existe ninguna que pueda ser aplicada a los
distintos casos de nación con un mínimo de rigor y generalidad siendo todos borrosos. Una nación es algo
totalmente subjetivo y no una realidad susceptible de ser analizada a partir de factores objetivos. Una sociedad
que sea homogénea desde el punto de vista religioso, racial, lingüístico, con permanencia histórica es un mera
entelequia. 4

Michael Billing en su libro de los años noventa titulado Nacionalismo banal sostenía que uno de los factores
constructores de la nación es la existencia de símbolos nacionales como banderas o himnos que en si mismos
parecen inofensivos y pasan desaprecividos, pero que se echan de menos cuando faltan y contribuyen a crear
una identidad de grupo.4 9

Comparativa de postulados modernistas frente a perennialistas

El concepto de nación ha sido definido de maneras diferentes por los estudiosos sin que se haya llegado a un
consenso al respecto.10 11 12 13 Sobre la naturaleza y el origen de la nación, lo que implica una determinada
definición de la misma, existen dos paradigmas contrapuestos y excluyentes: el modernista o constructivista,
que define la nación como una comunidad humana que ostenta la soberanía sobre un determinado territorio
por lo que antes de la aparición de los nacionalismos en la Edad Contemporánea no habrían existido las
naciones —la nación sería una «invención» de los nacionalismos—; y el perennialista o primordialista que
define la nación sin tener en cuenta la cuestión de la soberanía y que defiende, por tanto, que las naciones
existieron antes que los nacionalismos, hundiendo sus raíces en tiempos remotos —así sería la nación la que
crea el nacionalismo y no a la inversa—.14 15 16 17 18

Anthony D. Smith ha resumido así las dos concepciones de la nación, la de los modernistas o constructivistas
y la de los perennialistas o primordialistas:19

¿Qué tipo de comunidad es la nación y qué relación existe entre el individuo y esta comunidad?
¿Tiene la nación un carácter fundamentalmente etno-cultural, se trata de una comunidad (real o
ficticia) cuyos miembros se ven unidos desde su nacimiento por lazos familiares, una historia
común y una lengua compartida [como defienden los perennialistas]? ¿O se trata de una
comunidad básicamente social y política cuyo fundamento es un territorio común, un mismo
lugar de residencia, derechos de ciudadanía y leyes comunes, siendo así que los individuos son
libres de elegir si quieren pertenecer a ella o no [como defienden los modernistas]? (…)
¿Debemos considerar a la nación como una comunidad inmemorial y evolutiva que hunde sus
raíces en una larga historia de vínculos y cultura compartida [como defienden los perennialistas]?
¿O debemos ver en las naciones construcciones sociales recientes o artefactos culturales, a la vez
rígidos y maleables, los típicos productos de una época histórica y de las especiales condiciones
que se han dado en la Edad Moderna y, por lo tanto, destinados a desaparecer cuando se haya
sobrepasado esta etapa de la historia y ya no se den las condiciones que le son propias [como
defienden los modernistas]?

En un análisis más pormenorizado Anthony D. Smith enumera las siguientes siete diferencias entre los dos
paradigmas:20

1. Para los perennialistas la nación es una comunidad etno-cultural politizada, una comunidad que
comparte ancestros comunes y que busca el reconocimiento político sobre esta base. Para los
modernos la nación es una comunidad política territorializada, una comunidad cívica de
ciudadanos legalmente iguales que habitan un territorio determinado.
2. Para los perennialistas, la nación es persistente e inmemorial; su historia abarca siglos, si no
milenios. Para los modernos la nación es tanto reciente como novedosa, producto de condiciones
totalmente modernas y recientes y, por lo tanto, algo desconocido en las era premodernas.
3. Para los perennialistas, la nación hunde sus "raíces" en el tiempo y el espacio y se encarna en
una patria histórica. Los modernos consideran que la nación es una creación. Ha sido construida
"deliberada y conscientemente" por sus miembros, o algunos segmentos de entre ellos.
4. En opinión de los perennialistas, la nación es una comunidad popular y democrática, la
comunidad "del pueblo" que refleja sus necesidades y aspiraciones. Para los modernos se trata de
algo conscientemente construido por las elites que buscan influir sobre las emociones de las masas
para alcanzar sus objetivos.
5. Para los perennialistas, pertenecer a una nación significa poseer ciertas cualidades. Es una
forma de ser. Para los modernos significa estar en posesión de ciertos recursos. Es una capacidad
para hacer cosas.
6. Para los perennialistas, las naciones son un todo sin fisuras, con una única voluntad y un solo
carácter. Para los modernos la nación típica tiene fisuras y está dividida en un número de grupos
sociales (regionales, de género, de clase, religiosos, etc.), cada uno de los cuales tiene sus propios
intereses y necesidades.
7. Para los perennialistas, los principios que subyacen a la nación son los de los vínculos
ancestrales y la auténtica cultura. Para los modernos, los principios de la solidaridad nacional
deben buscarse en la comunicación social y la ciudadanía.

Diferentes conceptos de nación

Diversas definiciones de «nación»

Anthony D. Smith, que defiende una posición intermedia entre modernistas y perennialistas que denomina
etno-simbolismo,21 define la nación de la siguiente forma: «una comunidad humana con nombre propio,
asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes de antepasados que comparte una memoria
histórica, uno o más elementos de una cultura compartida y un cierto grado de solidaridad, al menos entre sus
élites».22

Según el modernista Benedict Anderson, una nación es «una comunidad política imaginada como
inherentemente limitada y soberana».23 Las «comunidades imaginadas» que constituyen las naciones
proporcionarían a los individuos una sensación de inmortalidad que antes les proporcionaban las religiones.24

El también modernista Ernest Gellner critica a los perennialistas y primodialistas cuando afirma que «las
naciones, al igual que los estados, son una contingencia, no una necesidad universal. Ni las naciones ni los
estados existen en toda época y circunstancia». Para Gellner, «el nacionalismo engendra las naciones, no a la
inversa». Pero Gellner reconoce las dificultades que plantea la definición del «elusivo concepto» de «nación»
y por ello propone «dos definiciones muy provisionales, hechas para salir del paso»:25 26
1. Dos hombres son de la misma nación si y sólo si comparten la misma cultura, entendiendo por
cultura un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de conducta y comunicación.
2. Dos hombres son de la misma nación si y sólo si se reconocen como pertenecientes a la misma
nación. En otras palabras, las naciones hacen al hombre; las naciones son constructos de las
convicciones, fidelidades y solidaridades de los hombres. Una simple categoría de individuos (por
ejemplo, los ocupantes de un territorio determinado o los hablantes de un lenguaje dado) llegar a
ser una nación si y cuando los miembros de la categoría se reconocen mutua y firmemente ciertos
deberes y derechos en virtud de su común calidad de miembros. Es ese reconocimiento del
prójimo como individuo de su clase lo que los convierte en nación, y no los demás atributos
comunes, cualesquiera que puedan ser, que distinguen a esa categoría de los no miembros de ella.

Eric Hobsbawm, también modernista, coincide con Gellner al afirmar que no son las naciones las que crean el
nacionalismo, sino a la inversa, es el nacionalismo quien «inventa» la nación.27

El historiador español Xosé M. Núñez Seixas, que se define como modernista, ha propuesto la siguiente
definición de la nación:28

Una comunidad imaginada, inherentemente soberana y delimitada territorialmente, integrada por


un colectivo de individuos que se sienten vinculados entre sí, con base en factores muy variables y
dependientes de la coyuntura concreta, desde la voluntad a la territorialidad o la historia común y
el conjunto de características étnico-culturales relativamente objetivables que podemos denominar
"etnicidad", es decir, que definen una conciencia social y prepolítica de la diferencia; y que, sobre
todo, consideran que ese conjunto de individuos es el sujeto soberano de derechos políticos
colectivos.

Partiendo de esta definición Núñez Seixas concluye «que la nación es una realidad social que existe
científicamente sólo en la medida en que sus integrantes están convencidos de su existencia». Además afirma
que «la aparición de la nación como fenómeno histórico se vincula plenamente a la irrupción de la Edad
Contemporánea, en la fase durante la que los antiguos principios legitimadores de la soberanía y el poder
(lealtades dinásticas y señoriales, identificación religiosa, criterios de vecindad jurídica...) entran en crisis desde
finales del siglo XVIII y han de ser sustituidos por nuevos principios».29

Por su parte los también historiadores españoles José Luis de la Granja, Justo Beramendi y Pere Anguera han
propuesto la siguiente definición de nación, que concuerda con las propuestas por los modernistas:30

Sujeto colectivo de soberanía constituido por un grupo humano que se considera dotado de una
identidad singular y legitimado para mantener políticamente unido un determinado territorio.

El historiador español y experto en el tema José Álvarez Junco, afirma coincidir en mayor medida con los
postulados modernistas que con los primordialistas o perennialistas.31 Este autor, resumiendo las aportaciones
de otros pensadores sobre el tema, explica que en la actualidad se sabe que las fronteras culturales son difusas
y difíciles de establecer, no siendo posible delimitar de manera nítida y objetiva los grupos étnicos y incluso
aunque esto fuera posible, estos rasgos no coinciden con los grupos que mayor conciencia nacional poseen, de
manera que existe innegable conciencia nacional en comunidades con varias lenguas, razas o religiones
(EE.UU. o Suiza por ejemplo).32 Señala asimísmo que los estados (reinos, imperios etc...) nunca han
coincidido con fronteras culturales en el transcurso de la historia, tampoco con los sentimientos de pertenencia
de sus individuos a una comunidad. Las identidades nacionales no son hechos objetivos como las montañas o
los ríos, si no elementos subjetivos unicaménte existentes en la mente de sus participantes. Tampoco las
naciones son elementos naturales inherentes al ser humano, sino entes de carácter contingente que se crean,
aprenden y se transmiten, es decir, son construcciones sociales que nacen en algún momento del pasado no
fechable ni repentino, que tienen vigencia durante un tiempo y que algún día terminarán por desaparecer.33
Teniedo esto en cuenta y que la nación es un aspecto enteramente subjetivo, la define como: «Conjunto de
seres humanos entre los cuales domina la conciencia de poseer ciertos rasgos culturales comunes y que se haya
asentado desde cierto tiempo en un determinado territorio sobre el cual cree poseer derechos y desea establecer
una política autónoma». Indica que los hechos de poseer unos rasgos culturales comunes o de haber estado
asentados sobre un determinado territorio durante un largo tiempo no tienen porqué ser verdaderos en términos
científicos. Para establecerse una nación solaménte es necesario que exista una comunidad con dicha creencia.
32 También señala que «las naciones son construcciones históricas de naturaleza contingente; y son sistémas
de creencias y de adhesión emocional que surten efectos políticos de los que se benefician ciertas élites
locales.»31

Etimología y concepto de «nación» en la Edad Media

La palabra nación proviene del latín nātio (derivado de nāscor, nacer), que podía significar nacimiento, pueblo
(en sentido étnico), especie o clase.34 Escribía, por ejemplo, Varrón (116-27 a. C.): Europae loca multae
incolunt nationes ("Son muchas las naciones que habitan los diversos lugares de Europa").35 En los escritos
latinos clásicos se contraponían las nationes (bárbaros no integrados en el Imperio) a la civilitas (ciudadanía)
romana. Dice Cicerón: Todas las naciones pueden ser sometidas a servidumbre, nuestra ciudad no.36

En la Edad Media el término se continuó empleando en sentido étnico, al margen de que ahora las naciones
estuvieran integradas en diversas entidades políticas como Reinos e Imperios. También se usaba para designar
a grupos de personas según su procedencia, siguiendo un criterio muy variable (a veces simplemente
geográfico), con el fin de distinguir a unos de otros.

En el año 968, el obispo Liutprando de Cremona, en enfrentamiento con el emperador bizantino Nicéforo II en
pos del patrón Otón I, emperador del Sacro Imperio Romano, declara en su crónica: «lo que dices que
pertenece a tu Imperio, pertenece, como lo demuestran la nacionalidad y el idioma de la gente, al Reino de
Italia».37

En las universidades medievales, cuya lengua académica era el latín, los estudiantes (provenientes de toda
Europa) solían agruparse en naciones, en función de su lengua materna vernácula o su lugar de nacimiento. En
1383 y 1384, mientras estudiaba teología en París, Jean Gerson fue elegido dos veces procurador de la nación
francesa (esto es, de los estudiantes francófonos de la Universidad). La división en París de estudiantes en
naciones fue adoptada por la Universidad de Praga, donde desde su apertura en 1349 el Studium Generale se
dividió entre bohemios, bávaros, sajones y en diversas «naciones».

Pero las agrupaciones de los alumnos se hacía siguiendo criterios nada taxativos y bastante sui generis. Así por
ejemplo la Universidad de Bolonia estaba integrada a mediados del siglo XIII por las «naciones» francesa,
picarda, poitevina, normanda, gascona, provenzal, catalana, borgoñona, española, inglesa, germánica, polaca,
húngara... En el siglo siguiente la «nación» catalana de la Universidad de Montpellier incluía además de los
estudiantes procedentes del Principado de Cataluña, a los del Reino de Valencia y a los del Reino de
Mallorca.38

En los grandes mercados de la Edad Media los comerciantes también se reunían en naciones, pero al igual que
en las universidades los criterios que servían para agruparlos seguían siendo laxos y arbitrarios. En el
Principado de Cataluña, por ejemplo, se mencionaban «las naciones de Cataluña, de Valencia, de Mallorca y
de Perpiñán», mezclándose, pues, reinos y principados con ciudades.39

Una prueba de la polisemia del término «nación» en la época medieval sería que del papa Benedicto XIII se
decía que era «español de nación, del reino de Valencia», pero también se decía que era «valenciano de
nación».40

El concepto de «nación» en los siglos XVI y XVII


Según Javier María Donézar, el término «nación» era empleado por los naturales de un territorio que residían
fuera del mismo, mientras que los habitantes del mismo «no solían considerarse componentes de una nación».
«No había conciencia de unidad nacional, y menos de unidad política, tal como hoy la entendemos; todo
quedaba vinculado a la “carta de naturaleza”, del mismo modo que las relaciones entre los reyes y los súbditos
seguían siendo en todo punto personales».40 Lo mismo afirma Xavier Torres: «nación, por aquel entonces,
apenas significaba algo más que un simple agregado de individuos de una misma procedencia, radicación o
área lingüística».38 Por otro lado, el término nación era de uso poco frecuente y solo de forma muy indirecta
o subsidiariamente formaba parte del vocabulario político del período.41

El término «nación» hacía referencia, como el de patria, al lugar de nacimiento, pero tenía un sentido más
amplio que el de la localidad de nacimiento y se refería al «reyno o provincia estendida» y así la define el
Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias, publicado en 1611. Como elemento
identificativo de la pertenencia a una «nación» no solo se recurría al origen común de sus miembros, a los que
confería un sentido de pertenencia y familiaridad, sino que también se recurría a otros rasgos culturales
distintivos como la lengua o, por ejemplo, un determinado estilo de vestir. Así, como ha destacado Xavier Gil
Pujol, «los límites humanos y geográficos de una nación no estaban bien definidos, de modo que el término se
prestaba a una amplia variedad de usos».42 Lo mismo afirma Juan Francisco Fuentes cuando dice «que hasta
el siglo XVIII el concepto de nación tiene perfiles muy difusos».43 La imprecisión del término nación se
puede comprobar, por ejemplo, en el caso del jurista de Perpiñán Andreu Bosch (1570-1628) que cuando
enumeraba las «nacions» que formaban «tota la nació espanyola» mencionaba «les nacions de Castella,
Toledo, Lleó, Astúries, Extremadura, Granada» juntamente con catalanes y portugueses.44 Asimismo la
nación también podía abarcar el conjunto de la Cristiandad. Así el fraile navarro Martín de Azpilicueta
afirmaba que «sólo hay dos naciones en el mundo cristiano: una que combate por Cristo, otra que defiende a
Satanás».45

La imprecisión del término «nación» puede comprobarse en el siguiente texto de 1604 —fecha en la que el
reino de Portugal estaba integrado en la Monarquía Hispánica— del clérigo y viajero francés Barthélemy Joly
referido a «los españoles»:46

Entre ellos los españoles se devoran, prefiriendo cada uno su provincia a la de su compatriota y
haciendo, por deseo extremado de singularidad, muchas más diferencias de naciones que nosotros
en Francia, picándose por ese asunto los unos de los otros y reprochándose el aragonés, el
valenciano, catalán, vizcaíno, gallego, portugués, los vicios y desgracias de sus provincias, en su
conversación ordinaria. Y si aparece un castellano entre ellos, vedles ya de acuerdo para lanzarse
todos juntos sobre él, como dogos cuan ven al lobo.

Por otro lado, el lugar de nacimiento no era exclusivamente una expresión geográfica, una mera realidad física,
sino que en la sociedad corporativa del Antiguo Régimen comportaba las leyes, costumbres y franquicias que
lo regían. «Por lo tanto, ser barcelonés o castellano significaba ser partícipe de una condición jurídica
determinada (junto al estatus social o estamental respectivo)», señala Xavier Gil Pujol.47 Esa condición
(«naturalización») se alcanzaba por el estatus legal del padre y, a veces, de la madre (ius sanguinis) o por el
lugar de nacimiento nacimiento (ius soli).48 En la Monarquía Hispánica, como monarquía compuesta que era,
no existía una naturaleza española ni una única nación legal española, sino que la naturaleza de cada súbdito
del rey era la del reino al que pertenecía.48 «Un rey, una fe y muchas naciones», así define Xavier Gil Pujol a
la Monarquía española de los siglos XVI y XVII. «Un mismo rey era el factor decisivo compartido por todos
los súbditos en los diferentes reinos y territorios que constituían la Monarquía, el que les relacionaba entre ellos
y el que hacía de ellos, según se solía decir, un “cuerpo místico”», añade Gil Pujol.49 Y el rey tenía tantas
naturalezas como reinos y territorios estaban bajo su autoridad, así que era castellano para sus súbditos
castellanos y aragonés para sus súbditos aragoneses.49
Xavier Torres concluye que en la Europa de los siglos XVI y XVII existía, o estaba en ciernes, un espacio
intermedio entre las grandes aglomeraciones de pueblos y gentes y la localidad, «lo que ocurre es que no se le
designaba con el término nación, por lo menos sistemáticamente o en todas partes. […] Por lo general, otros
términos, tales como provincia, tierra, patria, reino o, simplemente, el corónimo local correspondiente, podían
designar de manera mucho más precisa aquel espacio ["una colectividad a un tiempo amplia, estable o
históricamente sedimentada, y —más importante aún— vertebrada políticamente"]».50 Pero la identidad de
ese «espacio intermedio», a diferencia de las naciones contemporáneas, no se basaba en los elementos
culturales comunes, como la lengua, sino en los «privilegios» y en las «libertades» convertidas en sus
verdaderas «señas de identidad».51

El nacimiento del concepto moderno de «nación» en el siglo XVIII

En el Diccionario de autoridades de 1726 aún se define la nación como «colección de habitantes de alguna
Provincia, País o Reino», y la voz patria como el «Lugar, ciudad o país en que se ha nacido», con lo que
patria remite a un lugar y nación al conjunto de los que lo habitan. En ese mismo Diccionario de Autoridades
la segunda acepción de la voz nación recogía el sentido primigenio de la palabra: «Se usa frecuentemente para
significar cualquier extranjero».52

La «nación política» de la Ilustración y de la Revolución Francesa

Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII el concepto de «nación» —como el de patria— experimentó «un
definitivo cambio de escala y de contenido», como consecuencia fundamentalmente de la difusión de los
principios modernizadores de la Ilustración. Así se va definiendo la «nación» y la «patria» de una forma
racionalista y contractualista, aunque sin que desaparezcan los significados anteriores.52

El filósofo ilustrado que ejerció mayor influencia en esta materia fue Jean Jacques Rousseau al desarrollar el
concepto de soberanía nacional. Para Rousseau los ciudadanos deben anteponer el bien común a sus intereses
individuales naciendo así un contrato social entre todos ellos, como depositarios de la soberanía, del que
surgirá un Estado regido por la voluntad general. Y un elemento clave para su desarrollo será el patriotismo
que se deberá potenciar desde la infancia mediante la educación. Así lo advierte Rouseau en sus
Consdieraciones sobre el Gobierno de Polonia: «Al despertar de la vida el niño debe ver la patria, y hasta su
muerte no debe ver otra. Todo verdadero republicano mama, con la leche materna, el amor a su patria, es decir,
a las leyes y a la libertad».53 Por su parte el ilustrado español Pedro Rodríguez de Campomanes escribía en
1780: «La política considera al hombre en calidad de ciudadano unido en sociedad con todos aquellos que
componen el propio estado, patria o nación». Y Juan Bautista Pablo Forner incidía aún más en el significado
político de «nación» cuando la definía como «una sociedad civil independiente de imperio o dominación
extranjera». Así la expresión «nación política», que empieza a usarse a mediados de siglo, cobra un cierto
sentido redundante. También empieza a contraponerse entonces el derecho patrio o nacional al derecho
romano o «extranjero».52

Con la Revolución Francesa de 1789 el concepto de «nación» adquirió su pleno sentido moderno al oponer la
soberanía de los ciudadanos (de la «nación», de los franceses) al poder absoluto del rey. Así la «nación» es
definida como el conjunto de los antiguos súbditos de un monarca absoluto al que han despojado de su poder
—y que se han convertido por ello en ciudadanos— que detenta la soberanía sobre un territorio y, por lo tanto,
es a ella a quien corresponde determinar las leyes que han de regir a los hombres que lo habitan. Así lo
establece el artículo 3º de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea
Nacional Constituyente: «El origen de toda soberanía reside esencialmente en la nación. Ningún órgano ni
ningún individuo pueden ejercer autoridad que no emane expresamente de ella». El abate Sieyès en su
opúsculo ¿Qué es el Tercer Estado?, publicado durante las elecciones de los Estados Generales de 1789, ya
había definido la nación, a la que identificaba con el Tercer Estado negando su pertenencia a la misma a los
dos estamentos privilegiados (nobleza y clero), de la siguiente forma: «¿Qué es una nación? Un cuerpo de
asociados que viven bajo una ley común y están representados por la misma legislatura».54 55 Así pues, los
revolucionarios franceses, como ha destacado Pelai Pagès, consideraban «a la nación como el resultado de un
contrato voluntario y del libre consentimiento de los individuos».56

Si antes el rey era el Estado, ahora lo es la «Nación». Surge así el Estado-nación que llaman Francia, nación
«política» que reúne a los ciudadanos de las «provincias» de la Monarquía (sin distinciones entre ellos), y tras
la caída de esta, de toda la República. Durante el período de la Monarquía constitucional francesa regida por la
Constitución francesa de 1791 el lema será «la nación, la ley, el rey» y todas las nuevas instituciones tendrán el
adjetivo de «nacional», empezando por la Asamblea Nacional Legislativa que representa a la Nación.57

La «nación orgánico-historicista» del idealismo alemán

En estos mismos años surgió en el ámbito germánico una concepción alternativa a la «nación política» —o
«cívica»—58 de los filósofos ilustrados y de los revolucionarios franceses. Fue formulada por primera vez por
el filósofo prerromántico Johann Gottfried Herder en su obra Ideas sobre la filosofía de la historia de la
humanidad. Allí desarrolló un concepto de nación entendida como una especie de organismo biológico
desarrollado a lo largo de la historia. Su fundamento sería el Volkgeist, espíritu del pueblo o «alma colectiva»
destinada a perpetuarse generación tras generación y que se manifestaría en la lengua, en la cultura, en las
artes, en las tradiciones, etc. De estos, el elemento más importante en la conformación de la nación, según
Herder, sería la lengua. Para Herder la lengua era «un todo orgánico que vive, se desarrolla y muere como un
ser vivo; la lengua de un pueblo es, por decirlo así, el alma misma de este pueblo, convertida en visible y
tangible».59

El también filósofo germánico Johann Gottlieb Fichte fue el que acabó de definir esta nueva concepción de la
nación que ha sido llamada «orgánico-historicista» o «esencialista».60 En sus Discursos a la nación alemana,
escritos entre 1807 y 1808, y en los que hizo un llamamiento a la nación alemana (al «pueblo», al Volk) para
que se levantara contra las tropas napoleónicas, Fichte, siguiendo a Herder, concibió la Nación no como el
resultado de la libre voluntad de ciudadanos que han despojado a su rey de la soberanía asumiéndola ellos (es
decir, no como una «comunidad política») sino como algo que está por encima de ellos, algo que les viene
dado, algo que se recibe de las generaciones anteriores y se trasmite a las siguientes. Por ello la «Nación»
viene definida por una lengua, unas raíces, una historia, unas tradiciones, una cultura, una geografía, una
«raza», un carácter, un espíritu (Volkgeist),... específicos y diferenciados. Así pues, allí donde hubiera personas
que compartieran esos rasgos diferenciados habría nación. Esta idea de nación casaba muy bien con la
fragmentación política de Alemania, entonces dividida en multitud de Estados, pues allí era imposible que cada
príncipe por separado pudiera resistir el empuje napoleónico. La lucha contra Napoleón debía fundamentarse
en el hecho de que los súbditos de los diferentes Estados alemanes compartían una misma lengua, una misma
cultura, un mismo espíritu... Es decir, formaban una única «nación».61 62

Nación política y nación cultural

Nación política

La nación política es el titular de la soberanía cuyo ejercicio afecta a la implantación de las normas
fundamentales que regirán el funcionamiento del Estado. Es decir, aquellas que están en la cúspide del
ordenamiento jurídico y de las cuales emanan todas las demás. Han sido objeto de debate desde la Revolución
francesa hasta nuestros días las diferencias y semejanzas entre los conceptos de nación política y pueblo, y por
consiguiente entre soberanía nacional y soberanía popular. Las discusiones han girado, entre otras cosas, en
torno a la titularidad de la soberanía, a su ejercicio, y a los efectos resultantes de ellos.
Una distinción clásica, con respecto a la mencionada Revolución, ejemplifica en la Constitución francesa de
1791 la soberanía nacional, ejercida por un parlamento elegido por sufragio censitario (visión conservadora), y
la soberanía popular en la Constitución de 1793, en la que el pueblo es entendido como conjunto de
individuos, lo que conduciría a la democracia directa o el sufragio universal (visión revolucionaria). Sin
embargo, estos significados ya se difuminaron en la misma época revolucionaria, en la que varios autores
emplearon los términos de otra forma. Según Guillaume Bacot63 las diferencias fueron prácticamente
terminológicas y desde 1789 a 1794 hubo en el fondo un mismo concepto revolucionario de soberanía.

En 1789 el abate Sieyès usó, con un fuerte carácter socioeconómico, nación y pueblo como sinónimos. Pero
poco después modificó su significado, estableciendo una diferencia fundamental para su idea de la soberanía y
del Estado constitucional. Concibió entonces la nación como propia del Derecho natural, anterior al Estado
(Derecho positivo), y al pueblo como determinado a posteriori. En síntesis, para Sièyes la nación es titular de
la soberanía, esta se ejerce mediante el poder constituyente, y después, tras el "establecimiento público"
(Constitución), quedaría definido el pueblo como titular del poder constituido. Así pues, el pueblo sería para el
abate la nación jurídicamente organizada. Nicolas de Condorcet solo emplea el término pueblo, pero coincide
con Sièyes al hacer énfasis en la distinción entre poder constituyente y poder constituido como base para el
buen funcionamiento del Estado liberal y democrático.

Para estos dos autores, el papel del titular de la soberanía (llámese nación o pueblo) se agota tras el ejercicio
del poder constituyente. Tan solo quedaría, en estado latente, como "recordatorio" del fundamento del Estado,
y podría manifestarse excepcionalmente para rebelarse contra la opresión de una eventual tiranía. De los
mencionados argumentos de Sieyès y Condorcet se deriva una idea básica respecto al Estado constitucional,
que perdura hasta hoy, según la cual, como señalan, por ejemplo, Martin Kriele e Ignacio de Otto, en dicho
Estado no hay soberano. Esto se basa en que si consideramos la soberanía como summa potestas o poder
ilimitado (y por tanto con facultad para crear leyes sin ningún freno a priori), ello es incompatible con la
existencia de una norma fundamental que establezca su supremacía. Otros autores64 sostienen que el
proclamar la soberanía nacional tiene por objetivo propugnar o establecer una estructura constitucional propia
del Estado liberal de Derecho: al atribuir la titularidad (que no el ejercicio) de la soberanía a un ente unitario y
abstracto, se proclaman como no originarios los órganos estatales, evitando que cualquiera de ellos reclame
para sí poderes que considere anteriores a la Constitución, lo que además favorece la articulación policéntrica
de dichos órganos (pues ninguno prevalecería sobre los demás).

Internacionalmente hablando, la nación no es sujeto de Derecho, característica que sí posee el Estado.

Nación cultural

El concepto de nación cultural es uno de los que mayores problemas ha planteado y plantea a las ciencias
sociales, pues no hay unanimidad a la hora de definirlo. Un punto básico de acuerdo sería que los miembros de
la nación cultural tienen conciencia de constituir un cuerpo ético-político diferenciado debido a que comparten
unas determinadas características culturales. Estas pueden ser la lengua, religión, tradición o historia común,
todo lo cual puede estar asumido como una cultura distintiva, formada históricamente. Algunos
teóricos[cita requerida] añaden también el requisito del asentamiento en un territorio determinado.

El concepto de nación cultural suele estar acoplado a una doctrina histórica que parte de que todos los
humanos se dividen en grupos llamados naciones. En este sentido, se trata de una doctrina ética y filosófica
que sirve como punto de partida para la ideología del nacionalismo. Los (co)nacionales(n1) (miembros de la
nación) se distinguen por una identidad común y generalmente por un mismo origen en el sentido de ancestros
comunes y parentesco.

La identidad nacional se refiere especialmente a la distinción de características específicas de un grupo. Para


esto, muy diferentes criterios se utilizan, con muy diferentes aplicaciones. De esta manera, pequeñas
diferencias en la pronunciación o diferentes dialectos pueden ser suficientes para categorizar a alguien como
miembro de una nación diferente a la propia. Asimismo, diferentes personas pueden contar con personalidades
y creencia distintas o también vivir en lugares geográficamente diferentes y hablar idiomas distintos y aun así
verse como miembros de una misma nación. También se encuentran casos en los que un grupo de personas se
define como una nación más que por las características que comparten por aquellas de las que carecen o que
conjuntamente no desean, convirtiéndose el sentido de nación en una defensa en contra de grupos externos,
aunque estos pudieran parecer más cercanos ideológica y étnicamente, así como en cuestiones de origen (un
ejemplo en esta dirección sería el de "nación por voluntad" (Willensnation), que se encuentra en Suiza y que
parte de sentimientos de identidad y una historia común).

Básicamente existen dos tipos de nacionalismos:

- El nacionalismo liberal o "voluntarista" tuvo como máximo de defensor al filósofo y revolucionario italiano
Giuseppe Mazzini (1805-1872), se desarrolló en Italia y Francia, muy influido por las ideas de la Ilustración.
Mazzini consideraba que una nación surge de la voluntad de los individuos que la componen y el compromiso
que estos adquieren de convivir y ser regidos por unas instituciones comunes. Es pues, la persona quien de
forma subjetiva e individual decide formar parte de una determinada unidad política a través de un
compromiso o pacto. Según este tipo de nacionalismo, cualquier colectividad humana es susceptible de
convertirse en nación por deseo propio, bien separándose de un estado ya existente, bien constituyendo una
nueva realidad mediante la libre elección. La nacionalidad de un individuo estaría por lo tanto sujeta a su
exclusivo deseo.

- El nacionalismo conservador u "orgánico" tuvo como máximos defensores a Herder y Fichte ("Discursos a la
nación alemana", 1808), y fue defendido por la mayoría de los protagonistas de la unificación alemana. Según
este punto de vista, la nación es un órgano vivo que presenta unos rasgos externos hereditarios, expresados en
una lengua, una cultura, un territorio y unas tradiciones comunes, madurados a lo largo de un largo proceso
histórico. La nación poseería entonces una existencia objetiva que estaría por encima del deseo particular de
los individuos que la forman, es decir, quien pertenece a ella lo hace de por vida, independentemente del lugar
donde se encuentre. Por lo tanto, esta visión de nacionalismo sería como una especie de "carga genética" a la
que no es posible sustraerse mediante la voluntad.

La nación cultural y el Estado

Un Estado que se identifica explícitamente como hogar de una nación cultural específica es un Estado-nación.
Muchos de los Estados modernos están en esta categoría o intentan legitimarse de esta forma, aunque haya
disputas o contradicciones en esto. Por ello es que en el uso común los términos de nación, país, tierra y
Estado se suelan usar casi como sinónimos.

Interpretaciones del concepto de nación cultural únicamente por razón de etnia o "raza" llevan también a
diversas naciones sin territorio como la nación gitana o la nación negra en los EE. UU. (pese a que los
últimos, de origen, pertenecerían a diferentes naciones africanas, así como existen diferentes "naciones
blancas"). Según este punto de vista, sin embargo, queda claro que una nación cultural no necesita ser
explícitamente un Estado independiente y que no todos los Estados independientes son naciones culturales,
sino que muchos simplemente son uniones administrativas de diferentes naciones culturales o pueblos, en
ocasiones parte de naciones geográficamente más grandes. Algunas de estas uniones se ven, a sí mismas como
naciones culturales, o intentan crear un sentimiento o historia nacional de legitimación.

Otro ejemplo de nación cultural sin Estado propio es el del pueblo judío antes de la aparición del Estado de
Israel o el del pueblo palestino, cuyos miembros se encuentran en diferentes países, pero con un origen común,
según el sentido de la diáspora. También se encuentran pueblos como los kurdos o los asirios, que se describen
como naciones culturales sin Estado. Igualmente se puede ver a Estados como Bélgica (valones y flamencos),
Canadá (la provincia francófona de Québec, ante la mayoría anglófona del resto de las provincias) o Nueva
Zelanda (los maorí) como compuestos por varias naciones culturales. En España se encuentra esto también,
partiendo especialmente de diversificaciones lingüísticas. No obstante, hay que tener en cuenta que, aunque
común, es erróneo identificar por principio comunidad lingüística con nación cultural, por lo que las naciones
culturales en España, como la vasca, gallega o la catalana, no solo parten de su diferenciación lingüística, sino
también de otros aspectos culturales comunes en tales naciones como sus tradiciones y su historia, motivo por
el cual fueron acuñadas como "nacionalidades históricas de España" en la Constitución Española de 1978
(para identificar una realidad nacional propia y diferenciada del resto del Estado o Nación-Estado). El hecho
de que ciertas corrientes políticas identifiquen una comunidad lingüística como nación, así como que otras
corrientes políticas no identifiquen una nacionalidad histórica como nación, es objeto de estudio como
fenómeno político–ideológico, pero no necesariamente sociológico.

La nación cultural y la religión

El concepto de nación cultural cambia, si para definir a la nación se da mayor relevancia a la religión. El
Estado alemán, en este sentido, tradicionalmente se divide en católicos y luteranos (religión dada
originalmente, de acuerdo a la religión del señor feudal: cuius regio, eius religio), de facto en más. El Estado
español, así como el Italiano, por ejemplo, tradicionalmente no se subdivide entonces. La interpretación de
nación cultural por base religiosa tuvo una mínima importancia en la formación de los Estados europeos (por
formarse las bases de los Estados antes de la aparición del concepto de nación); estos ven muchas veces su
origen especialmente en las divisiones dadas tras Carlomagno y en las divisiones romanas clásicas, cuando la
religión no tomaba un papel para ello (la cristianización de la Germania y Alemania no era total en esas fechas
e incluso Carlomagno se dejó bautizar muy tarde) o era clara (en el Imperio Romano tardío, la religión oficial
era la católica). El caso de España, por ejemplo, es más complejo, pues apareció básicamente en lo que era la
Hispania romana, pero tomando la religión un carácter especial, que se encuentra en el concepto de la
Reconquista del Emirato de Córdoba. A diferencia de en Europa Central, donde apareció tras la caída del
Imperio romano un Estado supranacional (el Imperio Franco) que se dividió a grandes rasgos de manera tal
que aparecieran las futuras naciones, en España aparecieron señoríos y reinos diferentes que más adelante se
unificaron bajo el concepto del Reino de España y del Rey español). Sin embargo, la religión toma un papel
muy diferente en la aparición de los Estados-Nación de África del Norte y del concepto de nación de Medio
Oriente y del Islam. En estos países, el Estado suele estar íntimamente relacionado con la religión y los
miembros de estos países suelen verse como parte de una nación islámica, en muchas ocasiones, por sobre
diferencias étnicas o lingüísticas, también de origen histórico de grupos especiales (excepción suele ser hasta
cierto grado Irán, que suele basar su sentido nacional en el origen persa, así como se suele excluir a Turquía
por su origen otomano, cuyo imperio dominó el Medio Oriente y al cual se suele ver como una razón de
inestabilidad actual).

Igualmente se puede encontrar el pueblo judío, que se ve como nación especialmente con base en la religión
común, con o sin la existencia de un Estado propio (que actualmente es Israel).

Otros usos
Además de los dos usos rigurosos de nación antes expuestos, existen otros latos, y algunos de ellos son muy
frecuentes en el lenguaje coloquial y en el periodístico.

En ocasiones el término nación (política) se equipara, por extensión, a Estado, incluso cuando este no es
democrático. Así, por ejemplo, la llamada Organización de las Naciones Unidas en puridad hace referencia a
Estados. También se emplea como territorio, país, o «conjunto de los habitantes de un país regido por el
mismo gobierno».65

El vocablo nación se encuentra también como sinónimo de grupo étnico, cultural o lingüístico, pero
desprovisto del sentido ético-político que caracteriza a la definición estricta de nación cultural. En este sentido
puede coincidir con alguno de los usos de la palabra que se daban antes del surgimiento del concepto de
nación cultural a principios del siglo XIX. En tal caso, su aplicación como concepto histórico a dichos grupos
anteriores a las mencionadas fechas sí sería ajustado.

Historia
El concepto de nación (tanto política como cultural) tal como lo entendemos hoy, es decir, con su intrínseco
componente político, no surge hasta fines del siglo XVIII, coincidiendo con el fin del Antiguo Régimen y el
inicio de la Edad Contemporánea. Es entonces cuando se elaboran las primeras formulaciones teóricas sólidas
de la nación y su plasmación en movimientos políticos concretos. Es decir, las obras de los ilustrados de fines
del s. XVIII y las Revoluciones Americana y Francesa. Desde entonces los dos tipos de nación han ido
evolucionado entrelazadamente hasta hoy.

Antecedentes

Existen antecedentes de la nación a los que se ha otorgado diversa importancia en función del punto de vista
del investigador.

Algunos autores han tratado de buscar unos fundamentos antropológicos primigenios de la nación cultural, que
son inciertos, y las disputas en cuanto a ellos conforman un capítulo importante de la teoría del nacionalismo.
Existen teorías biológicas de sus orígenes que ven al humano como animal territorial y a la nación como a un
territorio en este sentido. Sin embargo, la mayoría de los teóricos rechazan esta teoría por simplista y tratan a
las naciones como a una agrupación social humana relativamente nueva. El filósofo Avishai Margalit en La
Ética de la Memoria (2002) discute el papel principal de la memoria en formar naciones: "Una nación", dice
acérbicamente, "se ha definido como una sociedad que alimenta un embuste sobre los ancestros y comparte
un odio común por los vecinos. Por lo tanto, la necesidad de mantener una nación se basa en memorias
falsas y el odio a todo aquél que no lo comparte."

Históricamente hablando, la tardía aparición de la nación se explica por la existencia de elementos de cohesión
infra-estatales y supra-estatales entre las gentes. De los primeros, por ejemplo, la ciudad-estado, el feudo o la
secta. Entre los segundos, la persecución de un ideal común por encima de entidades políticas separadas. Hasta
el siglo XV este ideal fue el Estado universal y su más importante materialización el Imperio romano, cuyo
influjo se mostró en la Edad Media en los conceptos de Sacro Imperio Romano (Carolingio y Germánico) y de
Res publica christiana ("república" o "comunidad cristiana").

Un síntoma de formación entre ciertas élites culturales del concepto de nación es la evolución en ellas de la
idea de civilización, que pasará progresivamente de tener carácter de norma cultural universal a vincularse
fuertemente a un Estado determinado. En la Edad Media se consideraba que existía una sola civilización unida
básicamente por una religión y una lengua culta común (p.ej. Cristianismo y latín, Islam y árabe, etc.). Lo
mismo ocurría en el Renacimiento respecto al saber clásico greco-romano. Poco después se tomaba a Francia
como modelo cultural válido para toda Europa. Pero todo esto empezará a cambiar a partir de finales del siglo
XVIII, cuando de la mano de intelectuales y literatos surge un concepto de civilización ligado a las
características culturales preponderantes de un Estado en particular. Así, por ejemplo, se hace hincapié en el
conocimiento y desarrollo de la lengua madre vernácula como aquella en la que todo individuo debería ser
instruido para alcanzar una formación plena.

Además de estos cambios en el campo de las ideas, e interrelacionados con ellos, se dan los políticos,
económicos y sociales, y todos confluyen en un mismo sentido unificador: El Estado absolutista, centralizador,
sustituye a los regímenes feudales disgregadores; la secularización de la vida cotidiana y la educación reduce la
importancia de los vínculos religiosos y a la vez fortalece las lenguas vernáculas; el aumento del comercio y la
aparición de la burguesía reclaman una mayor unidad de mercado; etc. El nuevo Estado y la nueva sociedad
serán el germen de una posterior gran transformación política a fines del XVIII, pues en la cada vez más
poderosa alta burguesía calarán nuevas teorías que reivindican el poder para los gobernados. Así surgirá la
nación.

En una vertiente más puramente política, dado su carácter antiautocrático, algunos estudiosos ven también
precedentes en algunos levantamientos populares de la Edad Moderna guiados a su juicio por principios de
equidad, parlamentarismo y rechazo a residuos discriminadores del feudalismo. Por ejemplo, la guerra de las
Comunidades en Castilla (1520-1521) y la Reforma Protestante en Europa Central, ambas contra el emperador
Carlos V. Sin embargo estos movimientos no lograron crear la fuerza y unión suficiente ni consolidar una
teoría filosófico-política homogénea en este aspecto.

La nación liberal

El Liberalismo, que hunde sus raíces en el siglo XVII con autores como John Locke, será la amplia corriente
filosófica y política de la que se nutrirán las primeras teorías sistemáticas de la nación y sus realizaciones
políticas. Como una oposición a los principios teóricos del Antiguo Régimen, los liberales del XVIII
cuestionaron los fundamentos de las monarquías absolutas, y esto afectaba especialmente a la soberanía. Frente
al concepto de súbdito introdujeron el de ciudadano, y el sujeto de soberanía dejaba de ser el rey para ser la
nación. Sus criterios estaban basados en el racionalismo, la libertad individual y la igualdad ante la ley, al
margen de consideraciones étnicas o culturales. Se trataba, por tanto, de nación política.

La Revolución Americana marca un hito en este sentido e influirá notablemente en la Francesa. La


Declaración de Independencia de los Estados Unidos en el primer caso y la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano en el segundo, son textos muy representativos del espíritu que animaba la nueva
mentalidad. Como muestra explícitamente la segunda declaración citada, existía en el ambiente intelectual de la
época una concepción universalista de los nuevos valores liberales y democráticos. Y esto se traducía en que
los requisitos considerados para la formación de naciones eran iguales para todo el mundo. Bastaba la voluntad
de los individuos de constituirse en comunidad política. La autodeterminación se entendía entonces como el
paso de la condición de súbditos (siervos de un rey) a la de ciudadanos (hombres libres e iguales ante la ley), o
dicho de otro modo, como la instauración de la democracia.

La nación romántica

La expansión militar napoleónica por Europa, que en teoría pretendía extender los valores heredados de la
Revolución Francesa, propició el surgimiento de reacciones nacionalistas contra el invasor. Resalta el
nacionalismo germánico, pues sus características son justamente las opuestas al liberal estadounidense y
francés, configurando así un concepto distinto de nación: la nación cultural en sentido contemporáneo, es
decir, con un componente ético-político.

Los principales inspiradores del nacionalismo germánico fueron intelectuales y literatos adscritos a las
corrientes idealistas y románticas como Herder o Fichte. Este movimiento se puede definir en esencia por su
contraposición a los valores del anterior: Frente al cambio racional hacia el progreso y la justicia, el peso de la
historia y las tradiciones; frente al cosmopolitismo, las particularidades de los pueblos; frente a la razón, el
instinto.

Para los mencionados teóricos, la nación definida por ellos tiene un derecho inalienable a dotarse de una
organización política propia. Es decir, a constituirse en Estado. Pero a diferencia del modelo liberal franco-
estadounidense, esta nación, en tanto que sujeto político, no se entiende simplemente como una suma de
individuos que ejercen su voluntad, sino como algo superior. Todo pueblo, según ellos, tiene unos rasgos
propios que le definen, distinguiéndole así de todos los demás. Es esta personalidad cultural diferenciada, o
esencia propia (Volksgeist, "espíritu del pueblo", escribía Herder), la que permite singularizar al pueblo con
vistas a determinar quién es el sujeto político (es decir, la nación tal como la entendían ellos) con auténtica
legitimidad para constituirse en Estado. Pero dicha identidad no se hace visible por la mera expresión de la
voluntad de un conjunto de individuos en un momento dado. Es algo más trascendente, pues el pueblo que es
base de la nación romántica sería como un organismo vivo y perdurable, y una entidad moral de orden
superior a la simple suma de sus partes. Para los nacionalistas románticos germanos el Volksgeist, permanente y
supraindividual, es objetivo, mientras que el sufragio es subjetivo. Es decir, inviertien las categorías de los
liberales.

El Estado-nación

La identificación fue acelerada por el nacionalismo romántico temprano de esa época, generalmente en
oposición a los imperios multiétnicos (y autocráticos) (un ejemplo es el nacionalismo que llevó a la disolución
del Imperio austrohúngaro). Asimismo, el mismo movimiento alimentó la idea de Imperio en la población de
los Estados alemanes, esparcidos y parcialmente en guerra hasta mediados del siglo XIX (ver Sacro Imperio
Romano, Federación Alemana) y al renacimiento de la idea de Grossdeutschland (Gran Alemania), a la cual,
por razones principalmente de idioma, pertenecerían Austria más solo parte de Prusia en el caso ideal (pues
Prusia representaba un Estado plurinacional, según la ideología en cuestión). También parte de Suiza
pertenecería a este Estado, debido a los dialectos alemanes hablados en una zona (y a la mayoría de habla
alemana en Suiza).

Asimismo, mientras el concepto de Nación se promulgó primero especialmente en el sentido de mantener una
lengua estandarizada y parte de sus dialectos o lenguas hermanas como base de la nacionalidad y a poner en
especial evidencia las diferencias raciales (en Europa Central, las cuestiones religiosas tomaron poca
importancia en la concepción de la nación, tras haberse impuesto la religión católica. Sin embargo, la división
religiosa seguida de la Reforma ciertamente llevó a una división de diversos Estados, la cual, empero, no
siguió una concepción meramente nacionalista) y de idioma, se dieron también casos contrarios, como es el
caso de la Confoederatio Helvética o Suiza, que se independizó del Imperio alemán oficialmente en 1648 (de
facto en 1499). La Confederación, formada antes del advenimiento de los movimientos nacionales, vio como
base mantener ciertos privilegios de las ciudades y regiones confederadas, así como, con el tiempo, promover
la neutralidad como defensa contra los Imperios que la rodeaban y para mantener y promover una estabilidad
interna en relación con los países vecinos. Asimismo, la Confederación se caracterizó desde un principio por
una ideología común de tipo parlamentaria, federativa y democrática que ya para principios del siglo XIV la
comenzaban a caracterizar y que en los Estados vecinos no dio frutos de manera análoga hasta tiempo
después. El concepto de nación que se creó aquí (con un tipo de nación conocida como Willensnation -nación
por deseo-) se basa en un sentimiento de fuerza en la unión para mantener las tradiciones e ideas comunes y al
no querer pertenecer a los demás Estados y naciones, pese a que en cuestión de idioma, Suiza puede dividirse
por lo menos en cuatro naciones (los idiomas oficiales en Suiza son el alemán, el francés, el italiano y el
retorromano), tres de ellos en Estados-Nación establecidos (Francia, Italia, Alemania/Austria, aunque en estos,
la diversificación dialectal puede llegar a ser tan grande que sin ayuda de la lengua estandarizada, de origen
cuasi artificial en el caso de Alemania, con dialectos en ocasiones tan ininteligibles entre sí, los hablantes
tendrían problemas de comunicación).

Un caso parecido en principio es el concepto de nación que puede verse en los Estados Unidos y que se
denota en el lema E Pluribus Unum (1776) y en el concepto de melting pot. También (aunque menos) en el
concepto promulgado por la Unión Europea, con el lema in unitate concordia.

La nación socialista

Marx y Engels consideraban los Estados-Nación (que llamaban "naciones con historia") un producto de lo que
ellos denominaban revoluciones burguesas, y por tanto un paso adelante dentro de la lógica de su teoría del
materialismo dialéctico. Y para la posterior y gradual evolución hacia el socialismo que ellos pronosticaban,
por su tamaño y desarrollo las consideraban un punto de partida preferible a las "naciones sin historia", ya que
contarían con una mayor masa proletaria.

En 1917, tras la Revolución rusa, los bolcheviques, con Lenin al frente, tomaron el poder y frenaron el anterior
nacionalismo ruso, en consonancia con su ideología internacionalista. Lenin abogó por el internacionalismo
proletario esperando el apoyo a la Revolución Rusa por parte de los proletarios de otros países, especialmente
de Alemania, que representaba una potencia económica importante.

Además, Lenin apoyó lo que más tarde se llamaría derecho de autodeterminación de los pueblos. No con un
sentido puramente separatista, sino como una forma de colaboración entre trabajadores. Por ejemplo,
vinculando ideológicamente levantamientos nacionalistas como los de Polonia con la causa de los trabajadores
rusos que vivían las duras condiciones que el zarismo imponía. Siempre mantuvo una línea de clase al
respecto: la única forma de liberarse del "yugo nacional" es a través de la revolución. La idea leninista sobre la
autodeterminación estuvo basada en aquella que tuvo James Connolly sobre la independencia de Irlanda: solo
el socialismo y la acción internacionalista salvaría a Irlanda. No obstante, cuando acabó la guerra de
independencia los representantes del nuevo país juraron lealtad a la reina y el capitalismo de origen británico
siguió vigente en Irlanda.

Más tarde, en 1913 Stalin concretó y desarrolló los escritos de Lenin en su obra El marxismo y la cuestión
nacional en los cuales define a la nación como " Una comunidad humana estable, históricamente formada y
surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada
ésta en la comunidad de cultura."

En esta obra se aprecian las bases analíticas sobre las revoluciones nacionales que Stalin utilizaría
posteriormente para construir lo que sería denominado "Socialismo en un solo país" frente a la "revolución
permanente" expuesta por León Trotski. Esta propuesta no consistía en negar la revolución socialista mundial,
como apela el Trotskismo sino que entendía la imposibilidad de exportar la revolución de manera directa, pues
solo supondría un rechazo absoluto del socialismo por la gran parte del proletariado nacional, intensificando
las posturas reaccionarias en su seno. Abogaba pues por la financiación y ayuda a los partidos revolucionarios
de las distintas naciones para acelerar sus propias revoluciones socialistas.

La nación fascista y nacional-socialista

Tras la Primera Guerra Mundial, y en especial en Italia y Alemania, surgieron ciertos movimientos políticos
que radicalizaron en extremo la ideología nacionalista. Se crearon estereotipos, especialmente étnicos, para
establecer las naciones. La idea de estados nacionales "étnicamente homogéneos", aun siendo previa, llegó así
a su clímax en el siglo XX con el arribo de la llamada eugenesia y las consecuentes "limpiezas étnicas", dentro
de las cuales el Holocausto de la Alemania Nazi es el ejemplo más conocido.

Los dos políticos más representativos de las ideologías fascista y nacional-socialista son Benito Mussolini
(Italia) y Adolf Hitler (Alemania), respectivamente. Mediante las férreas dictaduras que establecieron en sus
respectivos países, vincularon su idea de nación, y el camino que según ellos debía seguir, a su voluntad
personal. Así pues, para ellos la nación se encarnaba en su persona.

La nación poscolonial africana y asiática


Véase también: Descolonización

El nacionalismo apareció en África y Asia tras la Primera Guerra Mundial de la mano de líderes como Mustafa
Kemal Atatürk. Pero fue después de la Segunda cuando se constató realmente su influencia en procesos
políticos, especialmente en la formación de Estados como resultado de la descolonización.
En 1945, año de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, ocho de sus miembros eran Estados
asiáticos y cuatro africanos. Cuarenta años después, se habían incorporado a la organización más de cien
nuevos países, casi todos ellos de Asia y África.

En cierto sentido, la creación de Estados democráticos africanos y asiáticos es una vuelta al concepto franco-
estadounidense de nación política de fines del XVIII. Esto se debe a que la mayoría de ellos tienen su origen
en antiguas demarcaciones territoriales trazadas en su momento por las potencias coloniales europeas con
criterios geoestratégicos, independientemente de las diferencias étnicas de la población que habitaba dentro de
ellas. Dada esta heterogeneidad étnica, los nuevos Estados debieron fundamentar la cohesión política básica de
todos sus habitantes prescindiendo de consideraciones raciales, culturales, religiosas, etc.

Nación en España
La evolución social y política de Europa hacia finales del siglo XIX hace eclosionar en España multitud de
movimientos nacionalistas, la mayoría de ellos basados en razones históricas, culturales y lingüísticas (por
ejemplo, en contraposición con Suiza). Tal es el caso especialmente del País Vasco y Navarra, Cataluña,
Galicia y en buena medida, la Comunidad Valenciana (denominado País Valenciano por los nacionalistas
valencianos) las islas Baleares y Andalucía, cuyos movimientos nacionalistas surgieron a fines del siglo XIX y
se acrecentaron especialmente tras la dictadura de Francisco Franco con el surgimiento de la democracia (ver
Nacionalismos de España).

Constitución de 1978

Esta Constitución se fundamenta, y así se refleja en su artículo 2, en la indisoluble unidad de la Nación


española, patria común e indivisible de todos los españoles, y del mismo modo «reconoce y garantiza el
derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas»,
como se amplía a continuación:

El País Vasco, especialmente con base en el euskera, la lengua histórica de la región (aglutinante y ergativa),
más antigua que las lenguas indoeuropeas e incluso aislada, describe en su estatuto de autonomía en vigor
(aprobado en 1979) al País Vasco como a una nacionalidad en el Estado español:

«El Pueblo Vasco o Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad, y para acceder a su autogobierno, se
constituye en Comunidad Autónoma dentro del Estado español bajo la denominación de Euskadi o País
Vasco[…]", (con la lengua vasca y el castellano como lenguas oficiales)».

Cataluña, por ejemplo, se define análogamente en su estatuto de autonomía del mismo año, bajo el cual

"«Cataluña, como nacionalidad y para acceder a su autogobierno, se constituye en Comunidad


Autónoma[…]».

Galicia se define también de esta manera en su estatuto de 1981:

«Galicia, nacionalidad histórica, se constituye en Comunidad Autónoma para acceder a su autogobierno,[…]».

Las Islas Canarias, por su parte, fueron reconocidas como nacionalidad a través de la reforma de su Estatuto de
1996.

La Comunidad Valenciana se reconoce asimismo como nacionalidad en su estatuto de autonomía:


«1. El pueblo valenciano […] como expresión de su identidad diferenciada como nacionalidad histórica y en el
ejercicio del derecho de autogobierno que la Constitución Española reconoce a toda nacionalidad, con la
denominación de Comunitat Valenciana».

Con el euskera (lengua prerromana), el catalán, y el gallego (lenguas romances) como lenguas propias
oficiales, respectivamente, junto con el castellano, oficial en todo el Estado español, como aparece en la
Constitución española de 1978, que reconoce en el Artículo 2 del Título Preliminar la existencia de diversas
nacionalidades españolas, parte de una «Nación española indisoluble»:

«La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de
todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la
integran y la solidaridad entre todas ellas».

El concepto de "nación" y "nacionalidad", sin embargo, no se definen (y desde un principio se utilizan en


contraposición con el significado dado en otros países, en los cuales tanto pertenencia a una nación como
nacionalidad se utilizan como equivalentes), aunque se plantea la Nación española como nación, integrada por
diversas nacionalidades y regiones (en este sentido, Nación también como perteneciente a un territorio). El
concepto de nacionalidad se encuentra de manera general en los estatutos, por ejemplo, de Aragón (1982) o
Andalucía (1981):

"Aragón, en expresión de su unidad e identidad históricas como nacionalidad, en el ejercicio del derecho a la
autonomía[…]."

"Andalucía, como expresión de su identidad histórica y en el ejercicio del derecho al autogobierno que la
Constitución reconoce a toda nacionalidad, se constituye en Comunidad Autónoma […]"

El significado de nacionalidad se encuentra especialmente entrelazado con la división política histórica del
Reino de España (con excepción especialmente del País Vasco) y el de nación con el de la raíz latina (sin
Portugal), más enclaves fuera de la península ibérica. El concepto nacionalista se basa o bien en este y a la
posible existencia de una única nación española (con matices), en la existencia de una nación española que se
integra por diversas naciones hasta llegar a la interpretación de la existencia posible de solo un estado español,
plurinacional (afirmando la posible existencia de una nación española de conjunto o negándola por completo),
dependiendo de la postura ideológica y política de los diversos partidarios y a dónde pongan énfasis en las
características definitorias del concepto de nación.

En términos jurídicos, en la Constitución de 1978, la Nación española (como nación política, en la que
residen, con carácter exclusivo y excluyente, la soberanía y el poder constituyente) es el sujeto político que se
constituye en Estado social y democrático de Derecho, y la Nacionalidad (equivalente a nación cultural) el
sujeto político que se constituye en Comunidad Autónoma.

Nación en América
El concepto de nación en América tampoco es claro. Mientras a nivel oficial se suele utilizar el concepto como
equivalente a Estado territorial, los ideólogos y filósofos promulgan el sentido de nación americana, así como
se encuentra también el de nación iberoamericana o a mayores generalizaciones, partiendo especialmente de la
lengua no española, sino americana y viendo los países romances como aquellos Estados pertenecientes a una
nación común. En estos se encuentra Perú, Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador, México, Chile, entre
otros.

El concepto de nación promulgado por filósofos americanos suele ser el de ver a las regiones hispanas en
América como parte de una nación, la cual no va seguida por un Estado. Este concepto se basa en un mismo
origen colonial, la lengua y paralelos históricos. Para diferenciarse de Europa, se promulgó paralelamente con
el movimiento nacionalista étnico en Europa el concepto de la nación iberoamericana como unidad étnica,
basada en el mestizaje (Vasconcelos66 ) y se intentó demostrar por qué esta debería ser superior a otras,
mientras que en Europa se intentaba demostrar por qué la mezcla de antiguas etnias sería mala.

Véase también
Estado, Estado nación, País, Estado nacional
Etnia
Patria
Micronación
Nacionalidad
Nacionalidades históricas
Nacionalismo
Benedict Anderson

Notas
ECONOMICA DE ESPAÑA.
1. Núñez Seixas, 2018, pp. 9-13. ISBN 9789681638672.
2. Torres, 2008, p. 38. "Lo habitual... es 9. Billig, Michael (2014). Nacionalismo banal.
contraponer la noción 'francesa', fundada en CAPITAN SWING. ISBN 9788494287954.
el carácter voluntario o político de la
vinculación nacional, frente a una 10. Cfr. ÁLVARÉZ JUNCO, José y otros, El
nombre de la cosa. Debate sobre el término
concepción 'germánica', de índole cultural o
nación politica-social-cultural-rural y/o
étnica..."
estatal y otros conceptos relacionados'.
3. «nación» (https://dle.rae.es/naci%C3%B3n).
11. Pagès, 1991, pp. 7-8. "Desde aquella fecha
Diccionario de la lengua española.
[finales del siglo XVIII y principios del XIX]
Consultado el 4 de abril de 2020.
hasta hoy han sido numerosas las
4. Álvarez Junco, José (2016). «Capitulo I. La definiciones que se han dado de nación,
revolución científica de los nacionalismos. definiciones todas ellas que se vertebran a
Como cambia la manera de explicar un teorías precisas, previamente adoptadas y
problema». Dioses útiles, naciones y reflejan más o menos directamente las
nacionalismos. Galaxia Gutemberg. experiencias concretas, históricamente
ISBN 9788416495443. diferenciadas según la época y el país, del
5. Álvarez Junco, José (2016). «Capítulo I. La movimiento nacional"
revolución científica sobre los 12. Smith, 2000, p. 391. "El estudio de las
nacionalismos. Fin de la etapa, que creemos naciones y del nacionalismo sigue marcado
saber hoy sobre naciones y nacionalismos». por profundas escisiones"
Dioses útiles, naciones y nacionalismos.
13. Torres, 2008, p. 38. "No resulta fácil fijar
Galaxia Gutemberg. ISBN 9788416495443.
unos criterios susceptibles de definir con
6. Barth, Frederik (1978). Los grupos étnicos y exactitud lo que suele llamarse una nación.
sus fronteras. Mexico D.F. Fondo de cultura Los especialistas más diversos....
económica. p. 15. acostumbran a demorar, cuando no diferir la
7. Álvarez Junco, José (2016). «Capítulo I. La respuesta. Y a menudo para acabar
revolución científica sobre los concluyendo que no existe en realidad una
nacionalismos. Consecuencias para el sola u objetiva definición de nación"
historiador». Dioses útiles, naciones y 14. Fuentes, 2013, p. 169-170.
nacionalismos. Galaxia Gutemberg.
15. Núñez Seixas, 2018, p. 9.
ISBN 9788416495443.
16. Smith, 2008, pp. 34-38; 55.
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21. Smith, 2000, p. 389. "El etno-simbolismo
pretende descubrir el legado simbólico de 36. "Omnes nationes servitutem ferre possunt:
las identidades étnicas de naciones nostra civitas non potest.", Marco Tulio
concretas y mostrar cómo las naciones Cicerón, Filípicas, ISBN 84-08-01178-2
modernas redescubren y reinterpretan los 37. Liutprando de Cremona: Relatio de
símbolos, mitos, recuerdos, valores y legatione Constantinopolitana ad
tradiciones de su etno-historia cuando se Nicephorum Phocam.
enfrentan al problema de la modernidad" 38. Torres, 2008, p. 56.
22. SMITH, Anthony D., Nacionalismo, Alianza, 39. Torres, 2008, p. 57.
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24. Smith, 2008, p. 40. 44. Gil Pujol, 2004, p. 41.
25. Gellner, 2001, pp. 18-20; 80. 45. Gil Pujol, 2004, p. 45.
26. Pueden consultarse una serie de estudios 46. Gil Pujol, 2004, p. 45-46.
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070914185125/http://web.uniovi.es/constituc Volumen 1 (https://web.archive.org/web/2007
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1575-3433 (Soberanía y Constitución), 1998, ISSN
64. Por ejemplo, Ramón Punset: En el Estado 1575-3433
constitucional hay soberano (reflexiones 65. Primera acepción de la entrada nación en el
para una teoría jurídica de la soberanía Diccionario de la lengua española de la
nacional) [2] (https://web.archive.org/web/20 Real Academia Española (vigésima
091215041825/http://web.uniovi.es/constituc segunda edición, 2001).
ional/fundamentos/primero/pdf/punset.pdf), 66. José Vasconcelos: La Raza Cósmica.
en Fundamentos (https://web.archive.org/we Misión de la raza iberoamericana (1926) [3]
b/20070617043249/http://web.uniovi.es/cons (http://www.filosofia.org/aut/001/razacos.htm).
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Bibliografía

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Enlaces externos
Wikcionario tiene definiciones y otra información sobre nación.
Nación/Nacionalismo en el Diccionario Crítico de Ciencias Sociales de la UCM (http://www.uc
m.es/info/eurotheo/diccionario/N/nacion_nacionalismo.htm)
Nación y nacionalismos en Cholonautas (https://web.archive.org/web/20081121105123/http://
www.cholonautas.edu.pe/wordpress/2006/07/25/nacion-y-nacionalismos-abriendo-el-debate/)
Evalúe su nación (https://web.archive.org/web/20170915095448/http://rateyournation.com/)
Qué se entiende por Identidad Nacional, Vídeoconferencia de la Fundación Manuel Velázquez
(https://web.archive.org/web/20080606162556/http://canariasnews.blogspot.com/2007/07/vdeo
-qu-se-entiende-por-identidad.html)
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