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Ahora analicemos esta Escritura punto por punto:

En la primera parte del versículo 10, “Porque todos los que dependen
de las obras de la ley están bajo maldición”, el apóstol Pablo se estaba
refiriendo a quienes erróneamente enseñaban que la salvación podía
ganarse al guardar la ley de Dios. Equivocadamente, estas personas
creían que los seres humanos eran capaces de obedecer cada
mandamiento perfectamente, pero la realidad es que ningún ser
humano ha sido capaz de hacer esto por sí mismo. Exceptuando a
Cristo, quien pudo resistir al pecado por el poder de Dios, todos los
seres humanos han pecado (Romanos 3:23). Pero esto no significa que
no debamos arrepentirnos por infringir la ley de Dios y luchar por
obedecerla, pues Dios espera que guardemos sus mandamientos y
sigamos el ejemplo de Cristo con la ayuda del Espíritu Santo. El
arrepentimiento, la fe en Jesucristo y el bautismo son prueba de que
deseamos obedecer a Dios y, además, corresponden a los pasos
necesarios para recibir el regalo de la salvación (Hechos 2:38; 8:37).

Más adelante, Pablo cita el Antiguo Testamento dos veces, enfatizando


que Dios espera que le obedezcamos. El primer pasaje citado es
Deuteronomio 27:26, el cual está relacionado con un incidente muy
importante en la historia del pueblo de Israel que se narra en los
versículos 9 y 10 del mismo capítulo: “Y Moisés, con los sacerdotes
levitas, habló a todo Israel, diciendo: Guarda silencio y escucha, oh
Israel; hoy has venido a ser pueblo de Jehová tu Dios. Oirás, pues, la
voz de Jehová tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos,
que yo te ordeno hoy”.

Dios había rescatado al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto y


ahora la segunda generación de israelitas estaba a punto de entrar a la
tierra prometida. La advertencia contundente que Dios les hizo fue
básicamente: “¡Guarden los mandamientos!”.

Reconociendo la importancia de esto, Moisés ordenó a las tribus de


Israel que se dividieran en dos grupos después de entrar a la tierra de
Canaán. Uno de los grupos debía subir a la cima del monte Ebal y el
otro al monte Gerizim, los cuales se encuentran prácticamente en la
mitad de la tierra de Canaán. Las personas que estaban en uno de los
montes debían gritar una serie de frases relacionadas con las
“maldiciones” que resultan de infringir la ley de Dios, en tanto que
quienes estaban en el otro monte debían responder,
“¡Amén!”DEUTERONOMIO 27 11, 26 / DEUTERONOMIO 28 – 1,14.
Pablo citó las últimas palabras que los israelitas gritaron en esa
ocasión. ¡Qué forma tan dramática de enfatizar la importancia de
obedecer la ley de Dios!
El segundo pasaje del Antiguo Testamento que Pablo utiliza para
resaltar la importancia de obedecer la ley de Dios es más bien una
paráfrasis de Deuteronomio 21:23, que una cita directa. En esa ocasión,
Dios había ordenado que quien infringiera su ley debía sufrir la pena de
muerte y ser colgado en un madero. Esto no se refería a la muerte en la
horca, pues los antiguos israelitas acostumbraban apedrear a quien
merecía la pena de muerte y luego exhibían su cuerpo en un árbol
durante un día como recordatorio de que el pecado conduce a la
muerte.

En Gálatas 3:13, Pablo se refiere a Cristo y luego cita “Maldito todo el


que es colgado en un madero”. Esto se debe a que el cuerpo de Cristo
fue exhibido públicamente en una cruz hecha de madera. Pablo no
estaba estableciendo una nueva doctrina ni cambiando la enseñanza
bíblica en cuanto a obedecer la ley de Dios; estaba utilizando el
simbolismo de la crucifixión pública de Cristo para resaltar el hecho de
que los pecados de toda la humanidad habían sido perdonados a través
de su muerte. ¡La muerte de Cristo “nos redimió de la maldición de la
ley”, que es la pena de muerte!

Entonces, “la maldición de la ley” es la pena de muerte que todos


merecemos por infringir la ley de Dios. Esta frase no desacredita la
santa, justa y buena ley de Dios ni modifica las expectativas que Dios
tiene de su pueblo. Gálatas 3:13 habla sobre la idea equivocada de que
la salvación puede ganarse sin la gracia de Dios y, además, ratifica la
importancia de obedecer su ley.

La muerte de Cristo, en la cual sufrió la maldición de ser colgado en un


madero, hizo posible el perdón de nuestros pecados. Si nos
arrepentimos, nos comprometemos a vivir obedeciendo la ley de Dios y
permitimos que el Espíritu Santo guíe nuestra vida, Dios nos da el
regalo de su gracia.

¡La muerte de Cristo no nos da licencia para infringir los


mandamientos! Tal interpretación contradice las enseñanzas que
encontramos en la Biblia. La muerte de Cristo permite que seamos
perdonados por quebrantar la ley de Dios para entonces poder
comprometernos a obedecerla. Además, hizo posible que Dios escriba
sus leyes en nuestros corazones y nos de su Espíritu Santo para
ayudarnos a vivir como Cristo vivió, en total obediencia a la ley santa
de Dios (Hebreos 8:10; 1 Juan 2:6). Sin embargo, todavía necesitamos
el perdón y la gracia de Dios , pues la obediencia a su ley no compensa
nuestros pecados pasados.

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