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“Por la fe Abraham siendo llamado obedeció para salir al lugar que había de
recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” Hebreos 11:8.
Creerle a Dios es hacer lo que él nos pide, lo entendamos o no, nos guste o no,
nos cause placer o no. Creerle a Dios es sencillamente obedecerle.
Abraham es un buen ejemplo de esto. Vivía cómodo en su tierra, estaba con su
familia, disfrutaba de sus amigos, podríamos decir que todo marchaba bien.
De pronto Dios le dice: “debes irte”. Tal vez no podamos imaginar lo que
significó para este hombre dejar todo por hacer caso a la palabra de Dios. Pero
allí está el secreto de este paladín de la fe, puso su fe en acción, obedeció.
Cuando vemos el final de la historia de Abraham quedamos maravillados.
Terminó siendo el padre de dos pueblos tremendamente grandes y de mucha
influencia hasta nuestros días; el pueblo de Israel y el pueblo árabe.
Seguramente no pasó por su mente a dónde Dios lo estaba llevando cuando le
pidió que saliera de su tierra. Pero esto fue posible porque Abraham le dijo sí a
Dios.
De la misma manera que sucedió con este hombre, Dios quiere obrar con cada
uno de nosotros. Él quiere hacer grandes obras pero sólo lo hará si estamos
dispuestos a creerle, es decir, a obedecerle.