La idea de establecer un sistema de clasificación de habilidades, comprendido
dentro de un marco teórico, surgió en una reunión informal al finalizar la Convención de la Asociación Norteamericana de Psicología, reunida en Boston (USA) en 1948. Se buscaba que este marco teórico pudiera usarse para facilitar la comunicación entre examinadores, promoviendo el intercambio de materiales de evaluación e ideas de cómo llevarla a cabo. Además, se pensó que estimularía la investigación respecto a diferentes tipos de exámenes o pruebas, y la relación entre éstos y la educación.
El proceso estuvo liderado por Benjamín Bloom, Doctor en Educación de la
Universidad de Chicago (USA). Se formuló una Taxonomía de Dominios del Aprendizaje, desde entonces conocida como Taxonomía de Bloom, que puede entenderse como “Los Objetivos del Proceso de Aprendizaje” [1]. Esto quiere decir que después de realizar un proceso de aprendizaje, el estudiante debe haber adquirido nuevas habilidades y conocimientos.
Está bien explicado, ¿verdad? Cualquier metodología basada en la taxonomía de
Bloom no busca sólo la memorización o, incluso, la comprensión del contenido, va más allá: pretende que los alumnos lleguen a desarrollar habilidades que les permitan utilizar el conocimiento adquirido como una herramienta para resolver problemas y crear conocimiento. Desde edades muy tempranas el cerebro humano tiene la capacidad de realizar procesos cognitivos de orden superior como por ejemplo transferir lo que conoce para interpretar una situación nueva, comparar, establecer relaciones de causa-efecto, deducir, argumentar, incluso generar ideas propias. Llevamos muchas décadas centrando los objetivos de aprendizaje en el contenido, en el nivel de conocimiento que adquieren. Y las estrategias didácticas centradas en la transmisión de este conocimiento, favoreciendo en los alumnos habilidades básicamente receptivas, que implican niveles cognitivos inferiores (repetir, reproducir, recordar…). Pero cada vez es más necesario que focalicemos los objetivos de aprendizaje en el desarrollo de competencias, que a nivel cognitivo incluyen todos los procesos de pensamiento de orden superior. Si esperamos a que lo sepan todo para empezar a poner foco en desarrollar pensamiento superior (capacidad de análisis, capacidad creativa…), será demasiado tarde. Es lo que nos decía el otro día Eduardon Sáez de Cabezón cuando le preguntamos qué habilidades encontraba a faltar en los alumnos cuando llegan a la universidad, nos comentaba que les falta iniciativa, seguridad en la toma de decisiones. Actualmente la sociedad necesita más que nunca personas con capacidad de análisis, críticas, generadoras de nuevas ideas y nuevas soluciones en un mundo en constante cambio. El sistema educativo tiene que poner el foco en desarrollar estas competencias. Esta idea que todos tenemos clara, a veces en el día a día de las aulas perdemos el foco, y nos volvemos a centrar y a preocupar más por lo que nuestros alumnos “saben” que por como “piensan”.
— ¿Qué te parece la Taxonomía de Bloom? ¿Como docente, la aplicas en el aula? Deja tu comentario en el espacio que encontrarás un poco más abajo y recuerda que uno de los pilares de nuestro programa de matemáticas EMAT es, precisamante, la Taxonomía de Bloom. ¡Descubre EMAT aquí abajo y descárgate una historia para pensar, gratis!