Está en la página 1de 3

La biblia dice que dónde hay amor no hay temor, porque Dios es amor 1 Jn 4.17.

NO quiere
decir que nunca vayamos a sentir temor, si no que podemos vencer al temor con amor.
Imagina, cuando un niño esta en los brazos de sus padres, se siente seguro. Su seguridad
es mayor que el temor que pueda sentir. Esto es posible porque sus pensamientos
constantemente son “Estoy con mi papa, nada me puede pasar” Nuestra humanidad nos
traiciona muchas veces, y nonos permite ver quienes somos en realidad. Somos hijos del
Dios altísimo y sus brazos son los mas fuertes, amorosos y seguros del mundo. Realmente
estamos seguros con él, pero hemos de aprenderlo.

Te propongo 3 pasos para, poco a poco ir venciendo los miedos.

1. Reconoce tus miedos y anótalos. Cuando uno escribe, los mensajes en la mente
quedan mejor plasmados y más difícil de olvidar.

El primer paso antes de eliminar el miedo consiste en reconocer que tienes miedos. Para
ello, basta con hacerse constantemente las preguntas siguientes: ¿Hago lo que hago por
causa del miedo? Por ejemplo, desanimarme, pensar en negativo, tomar un camino en vez
de otro etc. O, por el contrario: ¿Dejo de hacer lo que realmente quiero hacer a causa del
temor?

Hazte estas preguntas a lo largo de tu día a día cada vez que te encuentres ante una
situación que te incomode, te bloquee o te paralice. Pregúntatelo cuando no te atreves a
llamar a alguien por teléfono, cuando piensas que la vuelta al trabajo no será como tú
esperas, cuando te angustia pensar que tu hijo esta desprotegido o cuando crees que tu
casa tiene cierto poder sobre ti que te paraliza y te acongoja.

No pares de hacerte estas dos preguntas para poder identificar qué situaciones te producen
miedo. Lógicamente, debes ser honesta contigo misma cuando las contestes y, por
tanto, dejar a un lado el ego y el autoengaño de la mente.

Esto hace que te familiarices con los miedos, haciendo de ellos algo normal y natural,
porque en realidad viviremos con ellos siempre. Normalizándolos vamos reduciendo su
efecto sobre nosotros.

2. Reflexiona sobre ellos

Una vez hayas identificado una situación que te produce miedo, tómate tu tiempo y
reflexiona sobre ella: ¿Qué me da miedo exactamente y por qué motivo? Éste es el
segundo paso: reflexionar unos instantes e identificar qué es exactamente lo que te genera
miedo y por qué motivo te lo genera.

Cuando seas capaz de responder a estas dos cuestiones descubrirás dos cosas: la fuente
que activa tus miedos y la carencia personal que lo permite.

Quizá la respuesta sea el temor a que salgan las cosas mal, con lo cual sería un temor sin
fundamento porque también pueden salir bien. Quizá sea temor a no dar la talla, a no poder
hacer bien tu trabajo con lo que la causa es una falsa creencia sobre ti. O quizá puede ser
una combinación de ambos.

Será bueno en cualquier caso que examines tu lenguaje interior, los pensamientos
automáticos que nacen de creer lo que va a suceder sin que todavía haya sucedido. ¿Qué te
estás diciendo a ti misma? Si es miedo a no hacerlo bien, quizá te este diciendo que no eres
capaz, no eres valida u otras cosas, si es miedo a lo que otros/as harán quizá te estés
diciendo lo que ello/as harán o dirán. Busca cualquier comentario interno negativo y
sustitúyelo. “Cosas como no voy a poder” “me van a despedir” “me va decir que no” etc.
Sustituye esos pensamientos internos negativos por positivos. Parece muy tonto, pero de
nada sirven las oraciones ni el apoyo de otras personas si uno mismo está declarando con
su pensamiento y palabras el fracaso antes siquiera de que sucedan las cosas. Esto puede
hacer un cambio y en realidad lo hace. Dios nos ha hecho a su imagen, y como tales
tenemos la capacidad de que nuestro lenguaje, cambie nuestro estado de ánimo. Fíjate lo
que puede generar un “si quiero” o un “no quiero” en una boda. El lenguaje influye tanto
para bien como para mal en la vida de las personas, incluso el lenguaje no hablado que se
genera en nuestros pensamientos. Y por otro lado ten en cuenta que, el lenguaje-
pensamiento negativo genera en nosotros cortisol. El cortisol aumenta nuestros niveles de
esteres malo, y perjudica nuestro cuerpo, te debilita físicamente. Sin embargo, el lenguaje-
pensamiento positivo eleva los niveles de serotonina y dopamina que nos ayudan en
nuestro bien estado de animo a pesar de las dificultades. En este sentido mi recomendación
para creyentes es tomar el tiempo necesario para memorizar pasajes de la escritura que
nos ayuden a sembrar en nuestra mente lo bueno de la palabra de Dios. El salmo 1 dice que
“quienes meditan en su ley de día y de noche, serán como árboles plantados junto a
corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae, y todo lo que hace
prosperara”

Memoriza el salmo 1, el salmo 23, memoriza Efesios cap 1 y si quieres cap 2. Por un lado
sembraras tu mente de cosas maravillosas, y por otro le dedicarás menos tiempo a
profetizar y declarar un futuro que no quieres.

También ayuda mucho moverse más. No importan las ganas, es como una medicina. No nos
gusta, pero se hace necesario tomarla. Mantenerse inactiva perjudica, activarse con una
buena caminata, un rato de bicicleta o cualquier cosa que active nuestro torrente sanguíneo
ayuda.

Otra cosa importante es reducir el azúcar, aunque comer algo dulce calma la ansiedad a
corto plazo, los azúcares estimulan la liberación de cortisol. En cambio, el chocolate
negro, las frutas, el té, los prebióticos y los pescados ricos en omega-3 mantienen
cortisol a raya.

Así que sustituye cualquier pensamiento de derrota por pensamientos de victoria, haz un
poco de ejercicio (un poco) y aliméntate correctamente.

3. Pasa a la acción y afróntalos

No permitas que los miedos te gobiernen. Esto pasa cuando pensamos que la amenaza es
mayor que yo. Entonces se genera el miedo. Sin embargo, si consigo hacer que la amenaza
sea menor que yo, entonces estaré en posición de manejarla y vencerla.

Conseguimos hacerlos menos grandes cuando reflexionamos sobre ellos con nuestra mente
racional, haciéndonos preguntas sobre ellos. Fíjate que generalmente los miedos a algo
hipotético afectan nuestro estado de ánimo y fisiología actuales. Eso es porque nuestra
mente crea esa realidad futura, y para nuestro cerebro se convierte en realidad. Por eso
segregamos adrenalina y cortisol (perjudiciales si no hay motivo real) Lo que hemos de
hacer es darle a nuestra mente emocional (que es la que monopoliza toda nuestra
respuesta) una buena dosis de racionalidad, poniendo sobre la mesa todo lo positivo que
también puede pasar.

¿Pero sabes qué? como creyentes somos mayores que cualquier amenaza por nuestra
condición de hijos de Dios, porque como dice la escritura, “mayor es el que está con
nosotros que el que está en el mundo”. Por lo tanto, hemos de tomar nuestros temores no
como amenazas, sino como temas o asuntos a solucionar. Esto nos permite ver con claridad
y cara a cara al problema, y tomar medidas para solucionarlo. Si por el contrario dejamos
que nos someta, perderemos toda motivación y ánimo para enfrentar nada, dejándonos a
merced de los miedos, sin fuerzas ni ganas de afrontarlos.
Ahora ponte firme frente a ellos, plántale cara con una postura amenazante (en jarra)
levanta tus manos en señal de que Dios es mayor que cualquier problema que afrontemos
aquí (incluso el temor a la muerte se hace insignificante)

También podría gustarte