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El relato de San Lucas 24: del versículo 13 al 35, hace mención de un suceso ocurrido a dos
hombres cuando abandonan la ciudad de Jerusalén para irse a Emaús, (aproximadamente 11
kilómetros) con una actitud derrotada, decepcionados por lo que ha sucedido e incrédulos por los
testimonios.
Este pasaje tiene mucho parecido con las circunstancias que pasamos en la vida, las actitudes que
tomamos y el decaimiento de nuestro semblante ante los obstáculos que atravesamos y los del
provenir.
1. Dos hombres, conocedores de las cosas que habían ocurrido, pero más allá de ese
conocimiento, el pasaje revela el estado anímico de estos hombres, pues preguntan al Señor
¿no eres tú el único forastero en Jerusalen, que no has sabido las cosas que en ella han
acontecido en estos días? La indagatoria del Maestro mediante una pregunta inducida ¿qué
cosas? Buscando que los hombres desahoguen el pesar de sus corazones.
La respuesta describe con toda puntualidad su desesperanza “pero nosotros esperábamos que él
era el que iba a redimir a Israel, y ahora, además de todo esto, hoy es ya tercer día que esto ha
acontecido”
Esta expresión la hemos escuchado en personas que han perdido la fe, la esperanza en las
promesas de Dios. El panorama que se vive, ha llevado a muchas personas a exclamar “y porque
Dios no nos ayuda”… si su palabra así dice… donde está Dios ahora… porque ha permitido que
pasemos por esto…
Sin embargo, es notorio también que hoy con más intensidad se pregona por diversos medios que
el Dios Vivo está presto a ayudar al que lo invoca; que él lo ha hecho en unos, en otros; que a
pesar de esta contingencia hay personas que han visto la ayuda de Dios al tener alimento; quien
ha perdido el trabajo no le ha faltado nada, Dios le ha sustentado a él y su familia; que ha sido real
la presencia del Señor en medio del temor y la incertidumbre; los que expresan que habitar bajo la
sombra del omnipotente es el lugar de más seguridad en tiempos complicados.
Todo esto ha sucedido en estos corazones porque han creído firmemente en Dios.
2. Los caminantes tenían claro que el Maestro iba a resucitar al tercer día, puesto que
expresaron “hoy es ya es tercer día que esto ha acontecido”, pero además, habían escuchado
el testimonio de que había resucitado, pues expresaron “también nos han asombrado unas
mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su
cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él
vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían
dicho, pero a él no le vieron.
Qué terrible es caer en la incredulidad, ser presa de ella ante circunstancias que ameritan creer;
esos varones ante tales testimonios, lo que determinan es irse a otra ciudad, hablar y discutir
entre ellos respecto a los sucesos, y no comprobar si realmente había el Señor resucitado.
¿No nos ha sucedido esto a nosotros? Que olvidamos la realidad de la existencia y manifestación
de Dios en nuestra vida, que mostramos duda y vivimos en incertidumbre?
Pero la palabra del Señor sigue taladrando nuestros corazones para que creamos plenamente en
él. Pues nos dice: aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú
estarás conmigo. Nos dice: No temas pues yo estoy contigo, no desmayes pues yo soy tu Dios que
te esfuerzo, nunca te dejaré, siempre te sustentare con la diestra de mi justicia. Y sella con esta
hermosa expresión: yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”
Ante lo que pueda venir, tenemos que creer en Dios; tenemos que abandonarnos en él, suplicarle
que ayude a nuestra debilidad y nos fortalezca en fe. Que podamos cantar “en tus manos estoy,
no sé lo que vendrá, pero en Cristo estoy; lo días no puedo ver, el los planeo por mi, todo esta bien
lo sé, en Cristo estoy”
Hoy también con toda humildad, afecto y confianza, expresémosle al Señor “Quédate con
nosotros porque se hace tarde”. Hermanos el Señor ha querido quedarse en nuestro corazón, a
veces hace como que va más lejos, esperando que de ti y de mi salga esta oración “quédate con
nosotros”. Que maravilloso es el amor de Jesús que el entra a nuestro corazón y se queda en él.
Porque es lo que él desea de nuestra vida, quedarse en nuestro corazón.
Si no tienes esta experiencia, hoy puedes decirle: quédate en mi corazón, quédate en mi hogar. Y
el lo hará.
Señor: Quiero que mi corazón siga ardiendo en fe y conocimiento de tu palabra; muchas cosas
pueden suceder a nuestro alrededor, pero por sobre todas ellas, que en mi hogar, en mi familia
tengamos experiencias vivas de tu presencia en nuestro corazón.
Señor ante esta situación que vivimos quédate con nosotros, pues tu presencia es indispensable
en mi corazón, y ella desbarata la desesperación e incredulidad.
Levantémonos en esta misma hora hermanos, animémonos los unos a los otros como familia,
como congregantes, animemos a nuestros vecinos y demos testimonio que el Señor que resucitó,
está con nosotros. Aleluya!!
La paz de Dios.