Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Bellamy Foster
22 noviembre, 2020
izquierdaweb.com/la-dialectica-de-la-naturaleza-de-engels-en-el-antropoceno/
November 22, 2020
La venganza de la naturaleza
Los problemas ecológicos son producto de la interrelación entre el sistema y la escala. En el
análisis de Engels, se enfatiza el sistema sobre todo. En su gran obra, La situación de la
clase obrera en Inglaterra, escrita cuando estaba a comienzos de sus 20 años, se centró en
las destructivas condiciones ambientales y epidemiológicas de la Revolución Industrial en
las grandes ciudades industriales, particularmente Manchester. Remarcó las horrendas
condiciones ecológicas que se imponían a los trabajadores mediante el nuevo sistema de
factoría industrial, evidente en la polución, la contaminación tóxica, el deterioro físico, las
epidemias periódicas, la pobre nutrición y la alta mortalidad entre la clase trabajadora,
todos asociados con la extrema explotación económica. La situación de la clase obrera en
Inglaterra sigue siendo única en su poderosa denuncia del «asesinato social» perpetrado
por el capitalismo a la población subyacente en el momento de la Revolución
Industrial[13]. Marx, para quien el libro de Engels fue el punto de partida de sus propios
estudios epidemiológicos en El Capital, se basó en esto para señalar que las «epidemias
periódicas», junto con la destrucción del suelo, eran evidencia de la fractura metabólica del
capitalismo. En Alemania, el tratamiento de Engels de la etiología de la enfermedad en La
situación de la clase obrera en Inglaterra ejerció una influencia que se extendió mucho
más allá de los círculos socialistas. Rudolf Virchow, médico y patólogo alemán, famoso por
ser el autor de Patología Celular, se refirió favorablemente al libro de Engels en su propio
trabajo pionero en epidemiología social[14].
Qué les importaba a los plantadores españoles en Cuba, que quemaron los bosques en las
laderas de las montañas y obtuvieron de las cenizas suficiente fertilizante para una
generación de cafetos muy rentables, ¡qué les importaba que la fuerte lluvia tropical
arrastrara después el estrato superior desprotegido del suelo, dejando sólo roca desnuda! En
relación con la naturaleza, como en relación con la sociedad, el actual modo de producción
se ocupa predominantemente solo del resultado inmediato, el más tangible; y entonces se
expresa la sorpresa de que los efectos a menudo remotos de las acciones para este fin
resultan ser bastante diferentes, son en su mayoría de carácter opuesto[17].
Para Engels, el punto de partida para un enfoque racional del medio ambiente se encontraba
en la famosa máxima de Francis Bacon de que «la naturaleza solo se supera
obedeciéndola», es decir, descubriendo y acomodándose a sus leyes[18]. Sin embargo, en
opinión de Marx y Engels, el principio de Bacon, en la medida en que se aplicaba en la
sociedad burguesa, se trataba principalmente de una «treta» para conquistar la naturaleza a
fin de someterla a las leyes de acumulación y competencia del capital[19]. La ciencia se
convirtió en un mero apéndice de la obtención de beneficios, viendo los límites de la
naturaleza como meras barreras a superar. En cambio, la aplicación racional de la ciencia
en la sociedad en su conjunto solo era posible en un sistema en el que los productores
asociados regularan la relación metabólica del ser humano con la naturaleza de manera no
alienada, de acuerdo con las necesidades y potenciales humanos genuinos y los requisitos
de la reproducción a largo plazo. Esto apuntaba a la contradicción entre, por un lado, la
propia dialéctica de la ciencia, que reconocía cada vez más nuestra «unidad con la
naturaleza» y la necesidad asociada de control social, y, por otro lado, el impulso miope del
capitalismo a la acumulación ad infinitum, con su incontrolabilidad innata y el descuido de
las consecuencias ambientales[20].
Fue esta perspectiva profunda y materialista crítica la que llevó a Engels a subrayar el
sinsentido de la noción imperante de la conquista de la naturaleza, como si la naturaleza
fuera un territorio extraño al que someter a voluntad, y como si la humanidad no existiera
en medio del metabolismo de la tierra. Tal intento de conquista de la tierra solo podía
conducir a lo que él denominaba, metafóricamente, la «venganza» de la naturaleza, ya que
se cruzaban varios umbrales críticos (o puntos de inflexión):
No nos alegremos, sin embargo, en demasía por nuestras victorias humanas sobre la
naturaleza. Pues por cada victoria de éstas la naturaleza se venga de nosotros. Cada
victoria, es verdad, al principio alcanza los resultados esperados, pero en un segunda o
tercera instancia tiene efectos bastantes diferentes, imprevistos, que con demasiada
frecuencia anulan los primeros.Las gentes que, en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y
otros lugares, destruyeron los bosques para obtener tierras de cultivo, nunca soñaron que al
eliminar, junto con los bosques, los centros colectores y reservorios de humedad, estaban
sentando las bases para el desolado estadoactual de esos países. Cuando los italianos de los
Alpes utilizaronlos bosques de pinos de las laderas meridionales, cuidadoscon tanto esmero
en las laderas septentrionales, no tenían niideade que, al hacerlo, estaban arrancando las
raíces de la industrialáctea de la región. Y aún menos sospechaban que de ese modoestaban
privando de agua, durante la mayor parte del año, a susmanantiales de montaña, y haciendo
posible que sus torrentesinundaran con mayor furia los llanos en la estación de las lluvias…
Así, a cada paso, se nos recuerda que nosotros no gobernamos la naturaleza como un
conquistador gobierna un pueblo extranjero, como alguien colocado fuera de la naturaleza,
sino que nosotros, con carne, sangre y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en
su medio, y que todo nuestro dominio consiste en el hecho de que estamos en ventaja en
relación con todas las demás criaturas porque podemos aprender sus leyes y aplicarlas
correctamente[21].
A través de la acción consciente de acuerdo con la ciencia racional, los seres humanos
fueron capaces de elevarse en gran medida por encima de «la influencia de los efectos
imprevistos y las fuerzas descontroladas», percatándose de «las consecuencias más remotas
de nuestra interferencia en el curso tradicional de la naturaleza». Sin embargo, incluso al
referirse a «los pueblos más desarrollados de la actualidad», podía verse «una
desproporción colosal entre los objetivos propuestos y los resultados alcanzados», de
manera que «predominan los efectos imprevistos y… las fuerzas sin control son más
poderosas que las puestas en marcha según un plan». Las economías de productos básicos
basadas en la claselograron «el fin deseado solo por vía de excepción», produciendo más a
menudo «exactamente lo contrario». Por lo tanto, un enfoque racional, científico y
sostenible de la relación humana con la naturaleza y la sociedad bajo el capitalismo era
imposible[22].
Es significativo que este mismo punto de vista general sobre el capitalismo y la ecología
elaborado por Engels se hiciera eco unas décadas más tarde por parte de Ray Lankester, que
era el protegido de Charles Darwin y Thomas Huxley, amigo íntimo de Marx (y conocido
de Engel), y el principal biólogo británico de la generación posterior a Darwin. Lankester
era un socialista al estilo fabiano que había leído y había sido influenciado por El
Capital de Marx. En su libro de 1911, The Kingdom of Man[El Reino del Hombre] (que
reunió su Romanes Lecture[1]de 1905 en Oxford, «Nature’s Insurgent Son» [El hijo
insurgente de la naturaleza], su discurso presidencial de 1906 a la Asociación Británica para
el Avance de la Ciencia y su artículo «Nature’s Revenges» [Las venganzas de la
naturaleza]que se centraba en la enfermedad del sueño africana),Lankester insistió en que el
creciente dominio humano sobre la tierra estaba dando lugar, de manera contradictoria, a un
mayor potencial de desastres ecológicos a escala planetaria. Así, en su capítulo sobre «Las
venganzas de la naturaleza», se refirió a la humanidad como el «perturbador de la
naturaleza» y, por lo tanto, como el creador de enfermedades epidémicas periódicas que
amenazaban a la humanidad y a otras especies. «Parece ser una opinión legítima», escribió
Lankester, «que toda enfermedad a la que los animales [incluido el animal humano] (y
probablemente también las plantas) están expuestos, salvo sucesos transitorios y muy
excepcionales, se debe a la interferencia del hombre»[23]. Es más, esto podría atribuirse a
un sistema dominado por los «mercados» y los «comerciantes de finanzascosmopolitas»
que socavaban cualquier enfoque racional y científico para reconciliar la naturaleza y la
producción humana[24]. Lankester iba a desarrollar este argumento más adelante,
escribiendo sistemáticamente sobre “The Effacement of Nature by Man” [La eliminación
de la naturaleza por el hombre][25].
Al igual que los Marx y Engels maduros, Lankester vio el «Reino del Hombre» como el
ingreso de la humanidad a un estado de riesgo ecológico permanente, engendrado por el
capitalismo, que, si las condiciones naturales eran pisoteadas por larapaz acumulación de
capital, conduciría a un catastrófico declive ambiental humano. Por lo tanto, si no llegaba a
destruir las bases mismas de su existencia, la humanidad no tenía más remedio que
controlar su producción, superando los estrechos dictados de la acumulación de capital y
adoptando los dictados de una ciencia racional en consonancia con el desarrollo
coevolutivo.
Por lo tanto, para restablecer las ideas del materialismo histórico clásico en esta esfera es
necesario recuperar, hasta cierto punto, la concepción de Engels de la dialéctica de la
naturaleza[29]. A su vez, esto requiere, rechazar el superficial,y a menudo pobremente
fundamentado, despreciogeneral hacia el enfoque de Engels de la dialéctica de la
naturaleza, que suele polemizar contra sus tres amplias «leyes» dialécticas que derivó de G.
W. F. Hegel y a las que dio un nuevo significado materialista: 1) la transformación de la
cantidad en calidad y viceversa, 2) la identidad o unidad de los opuestos y 3) la negación de
la negación[30]. En un escrito sobre la “Engel’s Philosophy of Science” [La Filosofía de la
Ciencia de Engels], Peter T. Manicas, por ejemplo, se ha quejado de la naturaleza «casi
vacía» de estas leyes[31]. Sin embargo, en el análisis de Engels, no se trataba de leyes
estrechas y fijas en el sentido positivista, sino más bien, en la terminología actual, de
«principios ontológicos» amplios, concebidos dialécticamente, equivalentes a
proposiciones básicas como el principio de la uniformidad de la naturaleza, el principio de
la perpetuidad de la sustancia y el principio de la causalidad. De hecho, el enfoque de
Engels sobre la dialéctica desafió de diversas maneras la comprensión de estos mismos
principios tal y como fueron desarrollados por la ciencia de su época[32].
Hoy en día, sabemos que este principio dialéctico se aplica también a la biología. Por
ejemplo, el aumento de la densidad de población de microorganismos (un aumento
cuantitativo) puede causar un cambio en la expresión genética, que lleve a la formación de
algo nuevo (un cambio cualitativo). A medida que aumentan las poblaciones de bacterias,
las señales (químicas) emitidas por cada organismo se acumulan hasta un nivel que activa
los genes, lo que conduce a la producción de una fase de biopelícula mucilaginosa en la que
los organismos se incrustan. Las biopelículas pueden estar compuestas por varios
organismos y se adhieren a casi cualquier superficie, desde los tubos de agua hasta las rocas
de los arroyos, pasando por los dientes y las raíces del suelo[37].
La segunda ley de Engels, la interpenetración de los opuestos, era más difícil de definir en
un sentido operacional, pero seguía siendo de suprema importancia para la investigación
científica. En la explicación de Bernal,representaba dos principios relacionados: 1) “todo
implica su opuesto” y 2) no había “líneas duras y rápidas en la naturaleza”. Engels ilustró
este último punto refiriéndose al famoso descubrimiento de Lankester de que el cangrejo
herradura (Limulus) era un arácnido, parte de la familia de las arañas y los escorpiones, una
revelación que había sorprendido al mundo científico y desarmó las clasificaciones
biológicas anteriores[38]. En su aplicación de este principio dialéctico a la física y a la
cuestión de la materia y el movimiento (o la energía), Bernal sostuvo que “Engels se acercó
mucho a las ideas modernas de la relatividad”[39]. La noción de Engels de la unidad de los
opuestos se ve a menudo en la dialéctica marxista actual en términos del papel de las
relaciones internas, en las que al menos una de los términos depende del otro[40]. Como el
propio Engels observó, el reconocimiento de que las relaciones mecánicas con «su
imaginaria rigidez y validez absoluta han sido introducidas en la naturaleza solo por
nuestras mentes reflexivas… es el núcleo de la concepción dialéctica de la naturaleza»[41].
La negación de la negación, la tercera ley dialéctica informal de Engel, que, como señaló
Bernal, parecía tan paradójica en meras palabras, tenía por objeto transmitir que, en el curso
de su desarrollo histórico o de su evolución a lo largo del tiempo, cualquier cosa dentro del
mundo objetivo está destinada a generar algo diferente, una nueva realidad emergente, que
representa nuevas relaciones materiales y niveles emergentes, a menudo mediante la acción
de factores recesivos o elementos residuales, previamente superados, que todavía existen en
el presente. Podría considerarse que la existencia material en su conjunto conduce a una
jerarquía de niveles de organización, mientras que el cambio transformador suele significar
el paso de un nivel de organización a otro, como en el caso de la semilla a la planta[42].
Como historiador de la ciencia, según Bernal, Engels era destacablepor su visión de las tres
grandes revoluciones científicas del siglo XIX: 1) la termodinámica (las leyes de la
conservación e intercambiabilidad de las formas de energía y de la entropía); 2) el análisis
de la célula orgánica y el desarrollo de la fisiología; y 3) la teoría de la evolución de Darwin
basada en la selección natural por variación innata[45]. Como observaría más tarde Ilya
Prigogine, ganador del Premio Nobel de Química en 1977, la gran observación de Engels
fue reconocer que estas tres revoluciones de la ciencia física «rechazaron la visión
mecanicista del mundo» y se acercaron «a la idea de un desarrollo histórico de la
naturaleza»[46].
De esta manera, insistía Bernal, Engels había anticipado o prefigurado muchos de los
desarrollos de la ciencia materialista. «Engels, que acogió con satisfacción el principio de la
conversión de una forma de energía en otra, también habría acogido con satisfacción la
transformación de la materia en energía. El movimiento como modo de existencia de la
materia [el gran postulado de Engels] adquiriría aquí su verdad final»[50]. Como Bernal
señaló en otra parte, Engels «vio más claramente que la mayoría de los distinguidos físicos
de su tiempo la importancia de la energía y su inseparabilidad de la materia. Ningún cambio
en la materia, declaró, podría ocurrir sin un cambio en la energía, y viceversa… [La]
sustitución del movimiento por la fuerza por la que Engels lucha todo el tiempo fue el
punto de partida de la propia crítica de Einstein a la mecánica»[51].
Sin embargo, fue la amplia perspectiva sobre la ecología que emanaba de la dialéctica de
Engels la que constituyó la visión más crítica de la Dialéctica de la Naturaleza y es la
razón por la que el retorno al modo de razonamiento de Engels sigue siendo tan importante.
Como argumentó Bernal, una de las contribuciones cruciales de Engels fue su crítica a las
nociones de la absoluta conquista humana sobre la naturaleza. Engels había
indicadoenérgicamente el fracaso de la sociedad humana, y en particular del modo de
producción capitalista, para prever las consecuencias ecológicas de sus acciones, marcando
«los efectos de las consecuencias físicas no deseadas de la interferencia humana en la
naturaleza, como la tala de bosques y la propagación de los desiertos»[52].
El biólogo J. B. S. Haldane, una de las dos figuras británicas más importantes (junto con R.
A. Fisher) de la síntesis neo-darwiniana, reconciliando la biología darwiniana con la
revolución en la genética, vio a Engels como «la fuente principal» de la dialéctica
materialista. Comparando a Engels con Charles Dickens en relación con la Revolución
Industrial, Haldane enfatizó que Engels tenía una visión más profunda y que iba más allá.
“Dickens tenía un conocimiento de primera mano de estas condiciones [de pobreza y
contaminación]. Las describió con ardiente indignación y con gran detalle. Pero su actitud
era más de lástima que de esperanza. Engels vio la miseria y la degradación de los
trabajadores, pero vio a través de ella. Dickens nunca sugirió que si querían ser salvados
debían salvarse a sí mismos. Engels vio que esto no solo era deseable sino inevitable»[55].
Fue el desarrollo de Engels de una dialéctica de la emergencia lo que finalmente resultó ser
más revolucionario. El significado de esta perspectiva (ontológica, epistemológica,
metodológica) fue captada por Needham en su propio análisis pionero de los «niveles
integradores» (o de emergencia) en Time, the Refreshing River (un título que se remontaba
al gran materialista de la antigüedad, Heráclito):
Marx y Engels fueron lo suficientemente audaces como para afirmar que [el proceso
dialéctico] ocurre en realidad en la propia naturaleza en evolución, y que el hecho
indudable de que ocurre en nuestro pensamiento sobre la naturaleza es porque nosotros y
nuestro pensamiento son parte de la naturaleza. No podemos considerar la naturaleza más
que como una serie de niveles de organización, una serie de síntesis dialécticas. Desde la
última partícula hasta el átomo, desde el átomo hasta la molécula, desde la molécula hasta
el agregado coloidal, desde el agregado hasta la célula viva, desde la célula hasta el órgano,
desde el órgano hasta el cuerpo, desde el cuerpo animal hasta la asociación social, la serie
de niveles de organización es completa. Nada más que la energía (como ahora llamamosa la
materia y al movimiento) y los niveles de organización (o las síntesis dialécticas
estabilizadas) en diferentes niveles han sido necesarios para la construcción de nuestro
mundo[58].
Engels en el Antropoceno
Es ampliamente reconocido en la ciencia contemporánea (aunque todavía no es oficial) que
la época del Holoceno en el tiempo geológico, que se remonta a casi doce mil años, ha
llegado a su fin, a partir de la década de 1950, desplazada por la actual época del
Antropoceno. El inicio del Antropoceno se produjo por una gran aceleración de los
impactos antropogénicos en el medio ambiente, de tal manera que la escala de la economía
humana ha llegado a rivalizar con los principales ciclos biogeoquímicos del propio planeta,
lo que ha dado lugar a fracturas en los límites planetarios que definen el sistema terrestre
como un hogar seguro para la humanidad[59]. Por lo que el Antropoceno representa lo que
Lankester había llamado anteriormente el «Reino del Hombre», en el sentido crítico en que
esto se entendía: es decir, que la humanidad era cada vez más el «perturbador» del medio
ambiente natural a escala planetaria. Por lo tanto, la sociedad no tenía más remedio que
buscar la aplicación racional de la ciencia y, por lo tanto, la anulación de un orden social en
el que la ciencia ha quedado relegada a un mero medio por el cual «el tesoro y el lujo se
abren a los capitalistas»[60]. Lo que esto significaba, en los términos más enérgicos de
Engels (y Marx), era que la condición para la regulación racional del metabolismo entre la
humanidad y la naturaleza, y por lo tanto la aplicación racional de la ciencia, era la
transformación del modo de producción y distribución. Cualquier otro curso invitaba a la
acumulación de catástrofes[61].
Engels sostuvo que el capitalismo estaba «despilfarrando» los recursos naturales del
mundo, incluidos los combustibles fósiles[63]. Indicó que la contaminación urbana, la
desertificación, la deforestación, el agotamiento del suelo y el cambio climático (regional)
eran todos ellos el resultado de formas de producción no planificadas, descontroladas y
destructivas, más evidentes en la economía capitalista de mercancías. En consonancia con
Marx y Liebig, señaló el enorme problema de las aguas residuales de Londres como una
manifestación de la ruptura metabólica, que eliminaba los nutrientes del suelo y los
transportaba en un solo sentido a las ciudades superpobladas, donde se convertían en una
fuente de contaminación[64]. Subrayó la base de clase de la propagación de las epidemias
periódicas de viruela, cólera, tifus, tuberculosis, fiebre escarlata, tos ferina y otras
enfermedades contagiosas que afectaban a las condiciones ambientales de la clase
trabajadora, junto con la mala nutrición, el exceso de trabajo, la exposición a tóxicos y las
lesiones de todo tipo en el lugar de trabajo. Destacó, basándose en la nueva ciencia de la
termodinámica, que el cambio ecológico histórico era irreversible y que la propia
supervivencia de la humanidad estaba en definitiva en entredicho[65]. En cuanto a las
relaciones de producción actuales y el medioambiente, escribió acerca de una sociedad que
estaba entre la ruina o la revolución. El asesinato social de trabajadores en entornos
urbanos y las hambrunas en la Irlanda y la India coloniales se consideraban indicios de la
explotación extrema, la degradación ecológica e incluso el exterminio masivo de
poblaciones que se encontraban justo debajo de la superficie de la sociedad capitalista[66].
Sobre todas estas bases, al igual que Marx, Engels sostenía que el metabolismo humano con
la naturaleza debía ser regulado por los productores asociados de acuerdo con las leyes de
la naturaleza (o en coevolución con ellas) tal como las entendía la ciencia, satisfaciendo al
mismo tiempo las necesidades individuales y colectivas. Sin embargo, esa aplicación
racional de la ciencia era imposible en el capitalismo. Tampoco era controlable el
desarrollo en sí mismo bajo el capitalismo, ya que se basaba en el beneficio inmediato e
individual. La aplicación de un enfoque científico racional y amplio, acorde con las
necesidades humanas y las condiciones ambientales sostenibles, requería una sociedad en la
que se pudiera poner en marcha un sistema de planificación a largo plazo en interés de la
serie de generaciones humanas[67].
Desde el principio, estaba implícita en el análisis de Engels una noción de lo que podemos
llamar el proletariado ambiental. Así, mientras que el capitalismo se ocupaba de la
«economía política del capital», la clase obrera en sus fases más oprimidas y también en las
más radicales se ocupaba de la totalidad de la existencia, siempre a partir de las necesidades
elementales. Llamar a los objetivos de los trabajadores «economía política de la clase
obrera», como hizo Marx en su día, puede que no sea erróneo, pero sería más correcto en la
terminología actual decir que los trabajadores, en sus luchas más revolucionarias, se
esfuerzan principalmente por crear una nueva ecología política de la clase obrera,
preocupada por todo su entorno y las condiciones de vida básicas, que solo puede lograrse
sobre una base comunal[68]. Esto fue lo que se captó tan bien en la obra de Engels La
Situación de la Clase Obrera en Inglaterra, donde expuso sistemáticamente la
contaminación del aire y el agua, las alcantarillas contaminadas, la comida adulterada, la
falta de nutrición, los tóxicos en el trabajo, las frecuentes lesiones y la alta morbilidad y
mortalidad de la clase obrera, y vio la lucha por el socialismo como la única forma genuina
de avanzar.
De hecho, La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra planteó cuestiones que ahora
están volviendo a salir a la luz en el Antropoceno. Para Marx, el trabajo de juventud de
Engels fue ejercer una influencia duradera que le llevó a designar las «epidemias
periódicas» como una manifestación de la fractura metabólica junto con la destrucción del
suelo. Muchas páginas de El Capital se dedicaron simplemente a tratar de actualizar el
análisis epidemiológico de Engels décadas más tarde[69]. Hoy en día, en el contexto de la
pandemia representada por el COVID-19, estas ideas adquieren una importancia renovada
como lugar desde el que comenzar en la larga revolución para un mundo ecosocialista[70].
Sin embargo, para sacar adelante esos análisis, es necesario explorar una ciencia (y un arte)
dialécticos arraigados en una concepción de la compleja «unidad» de la humanidad y la
naturaleza.
Como Shelley, que en Queen Mab [La Reina Mab] escribió sobre la alienación de la
naturaleza y el amoren la sociedad burguesa(“All things are sold: the very light of Heaven /
Is venal; earth’s unsparing gifts of love”[3]),Engels vio la profunda necesidad de la
reconciliación de la humanidad con la naturaleza, que solo una revolución podría traer[73].
Notas
[2] Decidimos dejar la versión del inglés para una comprensión más cabal del poema en su
idioma original y su relación con la dialéctica de la naturaleza. Una traducción literal para
comprender el contenido del poema en español podría ser: “El eterno universo de las cosas/
fluye a través de la mente, y hace rodar sus rápidas olas,/ ahora oscuras, ahora brillantes,
ahora reflejando la oscuridad/ ahora brindando esplendor, a donde de los manantiales
secretos/ la fuente del pensamiento humano su tributo trae/ de las aguas, con un sonido que
no es más que a medias suyo”.
[3]Todas las cosas se venden: la misma luz del Cielo / es venal; los incansables regalos de
amor de la tierra.
Colaborá con la izquierda
Nuestra actividad se mantiene con el aporte solidario de los trabajadores, las mujeres y la
juventud.
Me quiero suscribir
Recomendadas
Internacional
Lectura recomendada