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SUPLEMENTO SEMANAL DE IZQUIERDA WEB

La Dialéctica de la Naturaleza de Engels en el Antropoceno


Dos siglos después de su nacimiento, la profundidad del pensamiento de Engels sobre la naturaleza
sistemática de la destrucción capitalista de la naturaleza y el medioambiente social, junto con el desarrollo
de una perspectiva dialéctica naturalista, hacen que sea, junto a los trabajos de Marx, un punto de partida
para una crítica ecosocialista revolucionaria de hoy en día.

Bellamy Foster

22 noviembre, 2020

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November 22, 2020

Artículo de Monthly Review

Traducción para Izquierda Web: Florencia Alegría

En “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, de Dialéctica de la


Naturaleza, Frederick Engels afirmó: “Todo afecta y es afectado por todo” [1]. Hoy, 200
años después de su nacimiento, puede verse a Engels como uno de los pensadores
ecológicos fundacionales de los tiempos modernos. Si hoy en día la teoría de Karl Marx de
la fractura metabólica está en el corazón de la ecología materialista histórica, no deja de ser
cierto también que la contribución de Engels al entendimiento del problema ecológico en su
totalidad sigue siendo indispensable, arraigada en sus profunda investigación sobre el
metabolismo universal de la naturaleza que reforzó y extendió el análisis de Marx. Tal
como estableció Paul Blackledge en un estudio reciente sobre el pensamiento de Engels,
“La concepción de la dialéctica de la naturaleza de Engels abre la puerta para que las crisis
ecológicas” puedan entenderse como resultado de “la naturaleza alienada de las relaciones
sociales capitalistas” [2]. Es debido al gran alcance que posee su enfoque sobre la dialéctica
de la naturaleza y la sociedad que el trabajo de Engels puede ayudar a esclarecer los
desafíos decisivos que encaran a la humanidad en la época del Antropoceno y la era actual
de planetaria crisis ecológica.

La carrera hacia la ruina


Para comenzar a dar cuenta de la importancia actual que tiene la crítica ecológica de
Engels, podemos empezar por el célebre comentario de 1940 de Walter Benjamin,
comúnmente citado por los ecosocialistas, de la “Paralipómena” (o anotaciones
complementarias) a su “Sobre el Concepto de Historia”. Allí, Benjamín afirmó: “Marx dice
que las revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Sin embargo, puede que sea
de otra manera. Puede que las revoluciones sean un intento de los pasajeros en este tren (es
decir, la raza humana) para activar el freno de emergencia”. Según la conocida
interpretación que hace Michael Lowy a la afirmación de Benjamin: “La imagen sugiere
implícitamente que si la humanidad permitiese que el tren siguiera con su curso (ya trazado
por la estructura de acero de los rieles) y si nada detuviera su precipitada carrera,
estaríamos dirigiéndonos directo al desastre, para estrellarnos o dar un salto al abismo”[3].

La dramática imagen de una locomotora desbocada y, por lo tanto, la necesidad de la


revolución como freno de emergencia, trae a colación un pasaje similar del Anti-Dühringde
Engels, escrito a fines de la década de 1870, un trabajo con el que estaban familiarizados
tanto Benjamin como todos los socialistas de su época. Aquí, Engels había señalado que la
clase capitalista era “una clase bajo cuya dirección la sociedad emprende una carrera hacia
la ruina, como una locomotora cuyo maquinista está demasiado débil para abrir las
bloqueadas válvulas de seguridad”. Era precisamente la incapacidad del capital para
controlar “las fuerzas productivas, que crecieron más allá de su poder”, incluyendo los
efectos destructivos impuestos sobre su “ambiente” natural y social, lo que estaba
“conduciendo a la sociedad burguesa entera hacia la ruina, o la revolución”. Por lo tanto,
“si la entera sociedad moderna no ha de perecer,” Engels discute “debe darse una
revolución en el modo de producción y distribución”[4].

La anterior metáfora de Engels difiere un poco con respecto a la de Benjamin, en esta el


objetivo era abrir la válvula de seguridad para evitar la explosión de la caldera y un
estallido, una causa bastante común de los descarrilamientos de trenes de mediados a fines
del siglo XIX[5]. Si puede verse el sistema como una “carrera hacia la ruina”, aquí la
revolución no se trata tanto de simplemente detener el impulso hacia adelante, sino más
bien de ejercer control sobre las descontroladas fuerzas de producción. De hecho, el
pensamiento ecológico y económico de Engels no se basaba, como es hoy en día, en la
noción de que había demasiada producción en relación con la capacidad general que la
tierra podía soportar, una perspectiva poco presente en el tiempo en que él escribía. En su
lugar, su principal preocupación ecológica era en relación con la destrucción sin sentido de
los medioambientes locales y regionales causada por el capitalismo, aunque fuera de forma
creciente a un nivel global. Los visibles efectos de esto se evidenciaban en la
contaminación industrial, la deforestación, la degradación del suelo, y el deterioro general
de las condiciones ambientales (incluyendo las pandemias periódicas) en que se hallaba la
clase trabajadora. A su vez, Engels señaló la devastación de ambientes enteros (y sus
climas), como en la destrucción ecológica que tuvo un rol muy importante en la caída de las
civilización antiguas, en gran medida por la desertificación, y el daño al medioambiente
impuesto por el colonialismo sobre las culturas tradicionales y los modos de producción[6].
Como Marx, estaba profundamente preocupado por el “Holocausto Victoriano” del
colonialismo británico, que incluía la emergencia de hambrunas en la India mediante la
destrucción de su ecología e infraestructura hidrológica, y la ruinosa expropiación y
exterminación sobre la ecología y la población de Irlanda[7].
Es cierto que también podemos encontrar en estas mismas páginas, en las que emerge la
cuestión de “ruina o revolución”, el pasaje más productivista (y en ese sentido,
aparentemente prometeico) que pueda encontrarse en los trabajos de Marx y Engels[8]. Así,
afirmó Engels en Anti-Dühringque el advenimiento del socialismo haría posible el
“constante desarrollo acelerado de las fuerzas productivas, y… un prácticamente ilimitado
crecimiento de la producción en sí misma”[9]. Sin embargo, en el contexto en que escribía
Engels, esto no presenta ninguna contradicción en particular. Que una sociedad futura,
librada de la irracionalidad de la producción capitalista, permitiría lo que, para los
estándares del siglo XIX, se veía como un casi ilimitado desarrollo de la producción, por
supuesto, era prácticamente un punto de vista universal entre los pensadores radicales de la
época. Este era un reflejo natural del todavía bajo nivel de desarrollo material en la mayor
parte del mundo al tiempo de la Revolución Industrial, si lo comparamos a la todavía
inmensurable vasta escala de la tierra. La producción manufacturera del mundo habría de
crecer “unas 1.730 veces” en los 150 años entre 1820, cuando nació Engels, en la época de
la Revolución Industrial a principio del siglo XIX, y 1970, cuando nació el movimiento
ecologista moderno, en la época del primer Día de la Tierra[10]. Es más, en los análisis de
Engels (como en los de Marx), la producción no se veía como un fin en sí mismo, sino más
bien como un siempre medio para la creación de una sociedad más libre e igualitaria,
dedicada a un proceso de desarrollo humano sustentable[11].

Dos siglos después de su nacimiento, la profundidad del pensamiento de Engels sobre la


naturaleza sistemática de la destrucción capitalista de la naturaleza y el medioambiente
social, junto con el desarrollo de una perspectiva dialéctica naturalista, hacen que sea, junto
a los trabajos de Marx, un punto de partida para una crítica ecosocialista revolucionaria de
hoy en día. Como señaló la antropóloga marxista Eleanor Leacock, Engels en Dialéctica de
la Naturaleza, buscaba elaborar la base conceptual para el entendimiento de “la
interdependencia completa entre las relaciones sociales humanas y las relaciones humanas
hacia la naturaleza”[12].

La venganza de la naturaleza
Los problemas ecológicos son producto de la interrelación entre el sistema y la escala. En el
análisis de Engels, se enfatiza el sistema sobre todo. En su gran obra, La situación de la
clase obrera en Inglaterra, escrita cuando estaba a comienzos de sus 20 años, se centró en
las destructivas condiciones ambientales y epidemiológicas de la Revolución Industrial en
las grandes ciudades industriales, particularmente Manchester. Remarcó las horrendas
condiciones ecológicas que se imponían a los trabajadores mediante el nuevo sistema de
factoría industrial, evidente en la polución, la contaminación tóxica, el deterioro físico, las
epidemias periódicas, la pobre nutrición y la alta mortalidad entre la clase trabajadora,
todos asociados con la extrema explotación económica. La situación de la clase obrera en
Inglaterra sigue siendo única en su poderosa denuncia del «asesinato social» perpetrado
por el capitalismo a la población subyacente en el momento de la Revolución
Industrial[13]. Marx, para quien el libro de Engels fue el punto de partida de sus propios
estudios epidemiológicos en El Capital, se basó en esto para señalar que las «epidemias
periódicas», junto con la destrucción del suelo, eran evidencia de la fractura metabólica del
capitalismo. En Alemania, el tratamiento de Engels de la etiología de la enfermedad en La
situación de la clase obrera en Inglaterra ejerció una influencia que se extendió mucho
más allá de los círculos socialistas. Rudolf Virchow, médico y patólogo alemán, famoso por
ser el autor de Patología Celular, se refirió favorablemente al libro de Engels en su propio
trabajo pionero en epidemiología social[14].

Este entendimiento de que las condiciones materiales de la sociedad de clases capitalista


eran ambientales, así como económicas, fue evidente en todo el trabajo de Engels. Además,
en su constante búsqueda de fusionar las perspectivas materialistas y dialécticas de la
naturaleza y la sociedad, Engels llegó finalmente a la tesis de que la «naturaleza», de la que
los seres humanos eran una parte emergente, era la «prueba de la dialéctica», una
afirmación que hoy en día se entiende mejor si decimos que la ecología es la prueba de la
dialéctica[15].

En la perspectiva evolutiva-ecológica desarrollada por Engels, evidente en sus obras


maduras como La dialéctica de la naturaleza  y Anti-Dühring, lo que distinguía a los seres
humanos de los animales no humanos era el papel del trabajo en la transformación y el
dominio del medio ambiente, haciendo posible que el «hombre» se convirtiera en el
«verdadero, consciente, señor de la naturaleza, porque ahora (en una sociedad futura) se
convierte en dueño de su propia organización social»[16]. Sin embargo, junto con esta
tendencia a un mayor dominio de la naturaleza en algunos aspectos, ya exhibida bajo el
capitalismo, se ocultaba una tendencia sistemática a la expansión de las crisis ecológicas,
ya que todo intento de conquista de la naturaleza en desafío a las leyes naturales de los
límites sólo podía conducir, al final, a catástrofes ecológicas. Esto se pudo ver en primer
lugar a mediados del siglo XIX en la devastación ecológica desatada por el colonialismo.
Como exclamó:

Qué les importaba a los plantadores españoles en Cuba, que quemaron los bosques en las
laderas de las montañas y obtuvieron de las cenizas suficiente fertilizante para una
generación de cafetos muy rentables, ¡qué les importaba que la fuerte lluvia tropical
arrastrara después el estrato superior desprotegido del suelo, dejando sólo roca desnuda! En
relación con la naturaleza, como en relación con la sociedad, el actual modo de producción
se ocupa predominantemente solo del resultado inmediato, el más tangible; y entonces se
expresa la sorpresa de que los efectos a menudo remotos de las acciones para este fin
resultan ser bastante diferentes, son en su mayoría de carácter opuesto[17].

Para Engels, el punto de partida para un enfoque racional del medio ambiente se encontraba
en la famosa máxima de Francis Bacon de que «la naturaleza solo se supera
obedeciéndola», es decir, descubriendo y acomodándose a sus leyes[18]. Sin embargo, en
opinión de Marx y Engels, el principio de Bacon, en la medida en que se aplicaba en la
sociedad burguesa, se trataba principalmente de una «treta» para conquistar la naturaleza a
fin de someterla a las leyes de acumulación y competencia del capital[19]. La ciencia se
convirtió en un mero apéndice de la obtención de beneficios, viendo los límites de la
naturaleza como meras barreras a superar.  En cambio, la aplicación racional de la ciencia
en la sociedad en su conjunto solo era posible en un sistema en el que los productores
asociados regularan la relación metabólica del ser humano con la naturaleza de manera no
alienada, de acuerdo con las necesidades y potenciales humanos genuinos y los requisitos
de la reproducción a largo plazo. Esto apuntaba a la contradicción entre, por un lado, la
propia dialéctica de la ciencia, que reconocía cada vez más nuestra «unidad con la
naturaleza» y la necesidad asociada de control social, y, por otro lado, el impulso miope del
capitalismo a la acumulación ad infinitum, con su incontrolabilidad innata y el descuido de
las consecuencias ambientales[20].

Fue esta perspectiva profunda y materialista crítica la que llevó a Engels a subrayar el
sinsentido de la noción imperante de la conquista de la naturaleza, como si la naturaleza
fuera un territorio extraño al que someter a voluntad, y como si la humanidad no existiera
en medio del metabolismo de la tierra. Tal intento de conquista de la tierra solo podía
conducir a lo que él denominaba, metafóricamente, la «venganza» de la naturaleza, ya que
se cruzaban varios umbrales críticos (o puntos de inflexión):

No nos alegremos, sin embargo, en demasía por nuestras victorias humanas sobre la
naturaleza. Pues por cada victoria de éstas la naturaleza se venga de nosotros. Cada
victoria, es verdad, al principio alcanza los resultados esperados, pero en un segunda o
tercera instancia tiene efectos bastantes diferentes, imprevistos, que con demasiada
frecuencia anulan los primeros.Las gentes que, en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y
otros lugares, destruyeron los bosques para obtener tierras de cultivo, nunca soñaron que al
eliminar, junto con los bosques, los centros colectores y reservorios de humedad, estaban
sentando las bases para el desolado estadoactual de esos países. Cuando los italianos de los
Alpes utilizaronlos bosques de pinos de las laderas meridionales, cuidadoscon tanto esmero
en las laderas septentrionales, no tenían niideade que, al hacerlo, estaban arrancando las
raíces de la industrialáctea de la región. Y aún menos sospechaban que de ese modoestaban
privando de agua, durante la mayor parte del año, a susmanantiales de montaña, y haciendo
posible que sus torrentesinundaran con mayor furia los llanos en la estación de las lluvias…
Así, a cada paso, se nos recuerda que nosotros no gobernamos la naturaleza como un
conquistador gobierna un pueblo extranjero, como alguien colocado fuera de la naturaleza,
sino que nosotros, con carne, sangre y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en
su medio, y que todo nuestro dominio consiste en el hecho de que estamos en ventaja en
relación con todas las demás criaturas porque podemos aprender sus leyes y aplicarlas
correctamente[21].

A través de la acción consciente de acuerdo con la ciencia racional, los seres humanos
fueron capaces de elevarse en gran medida por encima de «la influencia de los efectos
imprevistos y las fuerzas descontroladas», percatándose de «las consecuencias más remotas
de nuestra interferencia en el curso tradicional de la naturaleza». Sin embargo, incluso al
referirse a «los pueblos más desarrollados de la actualidad», podía verse «una
desproporción colosal entre los objetivos propuestos y los resultados alcanzados», de
manera que «predominan los efectos imprevistos y… las fuerzas sin control son más
poderosas que las puestas en marcha según un plan». Las economías de productos básicos
basadas en la claselograron «el fin deseado solo por vía de excepción», produciendo más a
menudo «exactamente lo contrario». Por lo tanto, un enfoque racional, científico y
sostenible de la relación humana con la naturaleza y la sociedad bajo el capitalismo era
imposible[22].

Es significativo que este mismo punto de vista general sobre el capitalismo y la ecología
elaborado por Engels se hiciera eco unas décadas más tarde por parte de Ray Lankester, que
era el protegido de Charles Darwin y Thomas Huxley, amigo íntimo de Marx (y conocido
de Engel), y el principal biólogo británico de la generación posterior a Darwin. Lankester
era un socialista al estilo fabiano que había leído y había sido influenciado por El
Capital de Marx. En su libro de 1911, The Kingdom of Man[El Reino del Hombre] (que
reunió su Romanes Lecture[1]de 1905 en Oxford, «Nature’s Insurgent Son» [El hijo
insurgente de la naturaleza], su discurso presidencial de 1906 a la Asociación Británica para
el Avance de la Ciencia y su artículo «Nature’s Revenges» [Las venganzas de la
naturaleza]que se centraba en la enfermedad del sueño africana),Lankester insistió en que el
creciente dominio humano sobre la tierra estaba dando lugar, de manera contradictoria, a un
mayor potencial de desastres ecológicos a escala planetaria. Así, en su capítulo sobre «Las
venganzas de la naturaleza», se refirió a la humanidad como el «perturbador de la
naturaleza» y, por lo tanto, como el creador de enfermedades epidémicas periódicas que
amenazaban a la humanidad y a otras especies. «Parece ser una opinión legítima», escribió
Lankester, «que toda enfermedad a la que los animales [incluido el animal humano] (y
probablemente también las plantas) están expuestos, salvo sucesos transitorios y muy
excepcionales, se debe a la interferencia del hombre»[23]. Es más, esto podría atribuirse a
un sistema dominado por los «mercados» y los «comerciantes de finanzascosmopolitas»
que socavaban cualquier enfoque racional y científico para reconciliar la naturaleza y la
producción humana[24]. Lankester iba a desarrollar este argumento más adelante,
escribiendo sistemáticamente sobre “The Effacement of Nature by Man” [La eliminación
de la naturaleza por el hombre][25].

Al igual que los Marx y Engels maduros, Lankester vio el «Reino del Hombre» como el
ingreso de la humanidad a un estado de riesgo ecológico permanente, engendrado por el
capitalismo, que, si las condiciones naturales eran pisoteadas por larapaz acumulación de
capital, conduciría a un catastrófico declive ambiental humano. Por lo tanto, si no llegaba a
destruir las bases mismas de su existencia, la humanidad no tenía más remedio que
controlar su producción, superando los estrechos dictados de la acumulación de capital y
adoptando los dictados de una ciencia racional en consonancia con el desarrollo
coevolutivo.

La Dialéctica de la Naturaleza y de la Historia


Los conocimientos ecológicos de Engels son inseparables de sus investigaciones sobre la
dialéctica de la naturaleza de la que surgieron. Sin embargo, el primer principio de lo que se
conocería como la tradición filosófica del marxismo occidental era que no se podía decir
que la dialéctica se aplicara a la naturaleza externa, es decir, que no existía lo que Engels
denominó «la llamada dialéctica objetiva» más allá del ámbito activo del sujeto
humano[26]. Las relaciones dialécticas, e incluso los objetos del razonamiento dialéctico,
se limitaban, pues, a la esfera histórico-humana, en la que podía decirse que se aplicaba el
mismo sujeto-objeto, ya que toda la realidad no reflexiva (transfactual) fuera de la
conciencia y la acción humanas quedaba excluida del análisis[27]. Pero con el completo
rechazo de la dialéctica de la naturaleza dentro de la tradición marxista occidental, se
perdió el extraordinario poder de los estudios de Engels en este ámbito y la enorme
influencia que ejercieron en el pensamiento evolutivo y ecológico dentro de las ciencias
naturales y el marxismo, excepto para un número relativamente pequeño de científicos de
izquierda y materialistas dialécticos. Incapaz de ver la dialéctica como algo relacionado con
la naturaleza material, la tradición filosófica marxista occidental tendió a relegar tanto las
ciencias naturales como la propia naturaleza externa al ámbito del mecanicismo y el
positivismo. El resultado fue crear un profundo abismo entre la concepción dominante de la
filosofía marxista posterior a la Segunda Guerra Mundial en Occidente y las ciencias
naturales (y entre el marxismo occidental y la concepción materialista de la naturaleza) en
el mismo momento, irónicamente, en que el movimiento ecológico estaba emergiendo
como una fuerza política importante[28].

Por lo tanto, para restablecer las ideas del materialismo histórico clásico en esta esfera es
necesario recuperar, hasta cierto punto, la concepción de Engels de la dialéctica de la
naturaleza[29]. A su vez, esto requiere, rechazar el superficial,y a menudo pobremente
fundamentado, despreciogeneral hacia el enfoque de Engels de la dialéctica de la
naturaleza, que suele polemizar contra sus tres amplias «leyes» dialécticas que derivó de G.
W. F. Hegel y a las que dio un nuevo significado materialista: 1) la transformación de la
cantidad en calidad y viceversa, 2) la identidad o unidad de los opuestos y 3) la negación de
la negación[30]. En un escrito sobre la “Engel’s Philosophy of Science” [La Filosofía de la
Ciencia de Engels], Peter T. Manicas, por ejemplo, se ha quejado de la naturaleza «casi
vacía» de estas leyes[31]. Sin embargo, en el análisis de Engels, no se trataba de leyes
estrechas y fijas en el sentido positivista, sino más bien, en la terminología actual, de
«principios ontológicos» amplios, concebidos dialécticamente, equivalentes a
proposiciones básicas como el principio de la uniformidad de la naturaleza, el principio de
la perpetuidad de la sustancia y el principio de la causalidad. De hecho, el enfoque de
Engels sobre la dialéctica desafió de diversas maneras la comprensión de estos mismos
principios tal y como fueron desarrollados por la ciencia de su época[32].

Mirá también:  Problemas estratégicos en materia de construcción partidaria

Tal vez la evaluación más sucinta y penetrante de las contribuciones de Engels a la


dialéctica de la naturaleza proporcionada por un científico naturalista se puede encontrar en
un folleto de 1936 titulado Engels as a Scientist[Engels como Científico] del célebre
científico marxista J. D. Bernal, profesor de física y cristalografía de rayos X en
el Birkbeck College de la Universidad de Londres. Bernal describió a Engels como un
filósofo e historiador de la ciencia que no podía «decirse que fuera un aficionado» dada la
variedad de contactos científicos que había desarrollado en Manchester y que había
alcanzado un nivel de análisis que superaba con creces el de los filósofos profesionales de
la ciencia de su época, como Herbert Spencer y William Whewell en Inglaterra y Friedrich
Lange en Alemania[33]. Detrás de la profunda comprensión de Engels del desarrollo
histórico de la ciencia en su época, según Bernal, había una percepción dialéctica en la que
el «concepto de naturaleza siempre fue como un todo y como un proceso»[34]. En este
punto, Engels había tomado prestado críticamente de Hegel, reconociendo que detrás de la
presentación idealista de este último del cambio dialéctico en su Lógica había procesos de
los que se podía decir que eran inherentes a la naturaleza de manera objetiva, tal como se
capturaban en la cognición humana.
Al abordar la primera de las tres «leyes» dialécticas o principios ontológicos que Engels
había extraído de Hegel(cómo los cambios en la cantidad pueden conducir a
transformaciones cualitativas y su opuesto), Bernal subrayó su carácter esencial para el
pensamiento científico natural. «Con notable perspicacia, Engels dice: ‘Las llamadas
constantes de la física no son en su mayor parte nada más que designaciones de puntos
nodales donde la adición o extracción cuantitativa de movimiento provoca un cambio
cualitativo en el estado del cuerpo en cuestión’… Sólo ahora estamos empezando a apreciar
la justicia esencial de estas observaciones y el significado de tales puntos nodales». A este
respecto, Bernal destacó la referencia de Engels a la tabla periódica de Dmitri Mendeleev
como ejemplo de las transformaciones cualitativas que surgen de los continuos cambios
cuantitativos, así como la relación de las nociones básicas de Engels con los
descubrimientos asociados al auge de la teoría cuántica[34]. El enfoque de Engels, como
indicó el matemático marxista británico Hyman Levy, apuntaba al concepto de «cambio de
fase» tal como se emplea en la física moderna[36].

Hoy en día, sabemos que este principio dialéctico se aplica también a la biología. Por
ejemplo, el aumento de la densidad de población de microorganismos (un aumento
cuantitativo) puede causar un cambio en la expresión genética, que lleve a la formación de
algo nuevo (un cambio cualitativo). A medida que aumentan las poblaciones de bacterias,
las señales (químicas) emitidas por cada organismo se acumulan hasta un nivel que activa
los genes, lo que conduce a la producción de una fase de biopelícula mucilaginosa en la que
los organismos se incrustan. Las biopelículas pueden estar compuestas por varios
organismos y se adhieren a casi cualquier superficie, desde los tubos de agua hasta las rocas
de los arroyos, pasando por los dientes y las raíces del suelo[37].

La segunda ley de Engels, la interpenetración de los opuestos, era más difícil de definir en
un sentido operacional, pero seguía siendo de suprema importancia para la investigación
científica. En la explicación de Bernal,representaba dos principios relacionados: 1) “todo
implica su opuesto” y 2) no había “líneas duras y rápidas en la naturaleza”. Engels ilustró
este último punto refiriéndose al famoso descubrimiento de Lankester de que el cangrejo
herradura (Limulus) era un arácnido, parte de la familia de las arañas y los escorpiones, una
revelación que había sorprendido al mundo científico y desarmó las clasificaciones
biológicas anteriores[38]. En su aplicación de este principio dialéctico a la física y a la
cuestión de la materia y el movimiento (o la energía), Bernal sostuvo que “Engels se acercó
mucho a las ideas modernas de la relatividad”[39]. La noción de Engels de la unidad de los
opuestos se ve a menudo en la dialéctica marxista actual en términos del papel de las
relaciones internas, en las que al menos una de los términos depende del otro[40]. Como el
propio Engels observó, el reconocimiento de que las relaciones mecánicas con «su
imaginaria rigidez y validez absoluta han sido introducidas en la naturaleza solo por
nuestras mentes reflexivas… es el núcleo de la concepción dialéctica de la naturaleza»[41].

La negación de la negación, la tercera ley dialéctica informal de Engel, que, como señaló
Bernal, parecía tan paradójica en meras palabras, tenía por objeto transmitir que, en el curso
de su desarrollo histórico o de su evolución a lo largo del tiempo, cualquier cosa dentro del
mundo objetivo está destinada a generar algo diferente, una nueva realidad emergente, que
representa nuevas relaciones materiales y niveles emergentes, a menudo mediante la acción
de factores recesivos o elementos residuales, previamente superados, que todavía existen en
el presente. Podría considerarse que la existencia material en su conjunto conduce a una
jerarquía de niveles de organización, mientras que el cambio transformador suele significar
el paso de un nivel de organización a otro, como en el caso de la semilla a la planta[42].

El desarrollo de las llamadas «propiedades emergentes» se considera ahora un concepto


biológico y ecológico básico. En un contexto ecológico, se produce cuando las
comunidades de especies interactúan de manera que producen nuevas características, en su
mayoría impredecibles, que surgen del comportamiento de las especies individuales de la
comunidad[43]. Un campo agrícola de cuatro acres con una mezcla de cuatro especies
diferentes (un policultivo) puede dar lugar a un rendimiento total más alto que cuatro acres
dedicados a cultivar solamente cada una de las especies individuales por separado. Esto
puede ocurrir por diversas razones: por ejemplo, un mejor aprovechamiento de la luz solar
y el agua y la disminución de los daños causados por los insectos en el campo de
policultivo.

La coevolución de los organismos también produce nuevas propiedades. Por ejemplo, a lo


largo del tiempo evolutivo, los insectos que se alimentan de las hojas de las plantas llevan
al desarrollo de numerosos mecanismos de defensa en las plantas. Estos incluyen la
producción de sustancias químicas que inhiben la alimentación del insecto y la emisión de
sustancias químicas que reclutan organismos (frecuentemente pequeñas avispas) que ponen
sus huevos en el insecto, que luego mueren a medida que los huevos se desarrollan. Pero el
ir y venir continúa. En al menos un caso, el de la oruga del gusano cornudo del tomate, la
avispa también tiene que inyectar un virus que desactive el sistema inmunológico de la
oruga para permitir que los huevos de la avispa se desarrollen. La evolución está
constantemente creando algo diferente, a veces dramáticamente, a medida que los
organismos interactúan. En algunos casos, esto lleva a cambios fundamentales en
ecosistemas enteros y al surgimiento de nuevas especies dominantes en ambientes
particulares. Como escribió Engels, la emergencia, en el sentido de «la negación de la
negación, realmente tiene lugar en ambos reinos [vegetal y animal] del mundo natural»[44].

Como historiador de la ciencia, según Bernal, Engels era destacablepor su visión de las tres
grandes revoluciones científicas del siglo XIX: 1) la termodinámica (las leyes de la
conservación e intercambiabilidad de las formas de energía y de la entropía); 2) el análisis
de la célula orgánica y el desarrollo de la fisiología; y 3) la teoría de la evolución de Darwin
basada en la selección natural por variación innata[45]. Como observaría más tarde Ilya
Prigogine, ganador del Premio Nobel de Química en 1977, la gran observación de Engels
fue reconocer que estas tres revoluciones de la ciencia física «rechazaron la visión
mecanicista del mundo» y se acercaron «a la idea de un desarrollo histórico de la
naturaleza»[46].

En la explicación de Bernal, entre las preocupaciones de Engels estaba la búsqueda de «la


síntesis de todos los procesos que afectan a la vida, la ecología animal y la distribución
[biológica]»[47]. Lo que hizo posible esta síntesis fue su concepción del movimiento y el
cambio dialéctico, haciendo hincapié en la complejidad de las interacciones materiales y la
introducción de nuevas potencias emergentes, en un proceso de origen, desarrollo y declive.
«La idea central del materialismo dialéctico», declaró Bernal, «es la de la transformación…
La tarea esencial de la dialéctica materialista es la explicación de lo cualitativamente
nuevo», descubriendo las condiciones que rigen el surgimiento de una nueva “jerarquía
organizativa”[48].

En este sentido, el logro pionero de Engels fue utilizar su concepción dialéctica de la


naturaleza para arrojar luz sobre los cuatro problemas materialistas sobre el «origen» que
prevalecieron después de Darwin: 1) el origen del universo (donde Engels insistió en que se
trataba de un auto-origen tal como consideraba en la hipótesis nebular de Immanuel Kant y
Pierre-Simon Laplace); 2) el origen de la vida (donde Engels refutó la noción de Justus von
Liebig y Hermann Helmholtz de la eternidad de la vida y señaló en cambio un origen
químico centrado en el complejo de productos químicos subyacentes al protoplasma, en
particular las proteínas); 3) el origen de la sociedad humana (donde Engels fue más lejos
que cualquier otro pensador de su tiempo al explicar la evolución de la mano y las
herramientas a través del trabajo, y con ellas el cerebro y el lenguaje, anticipando
descubrimientos posteriores en la paleoantropología); y 4) el origen de la familia (donde
explicó la base matrilineal original de la familia y el surgimiento de la familia patriarcal
con propiedad privada)[49].

De esta manera, insistía Bernal, Engels había anticipado o prefigurado muchos de los
desarrollos de la ciencia materialista. «Engels, que acogió con satisfacción el principio de la
conversión de una forma de energía en otra, también habría acogido con satisfacción la
transformación de la materia en energía. El movimiento como modo de existencia de la
materia [el gran postulado de Engels] adquiriría aquí su verdad final»[50]. Como Bernal
señaló en otra parte, Engels «vio más claramente que la mayoría de los distinguidos físicos
de su tiempo la importancia de la energía y su inseparabilidad de la materia. Ningún cambio
en la materia, declaró, podría ocurrir sin un cambio en la energía, y viceversa… [La]
sustitución del movimiento por la fuerza por la que Engels lucha todo el tiempo fue el
punto de partida de la propia crítica de Einstein a la mecánica»[51].

Sin embargo, fue la amplia perspectiva sobre la ecología que emanaba de la dialéctica de
Engels la que constituyó la visión más crítica de la Dialéctica de la Naturaleza y es la
razón por la que el retorno al modo de razonamiento de Engels sigue siendo tan importante.
Como argumentó Bernal, una de las contribuciones cruciales de Engels fue su crítica a las
nociones de la absoluta conquista humana sobre la naturaleza. Engels había
indicadoenérgicamente el fracaso de la sociedad humana, y en particular del modo de
producción capitalista, para prever las consecuencias ecológicas de sus acciones, marcando
«los efectos de las consecuencias físicas no deseadas de la interferencia humana en la
naturaleza, como la tala de bosques y la propagación de los desiertos»[52].

Otros destacados científicos socialistas británicos de los años 30 y 40 quedaron igualmente


impresionados por las advertencias ecológicas de Engels. Para el gran bioquímico e
historiador de la ciencia Joseph Needham, Engels podría ser descrito como alguien “a quien
nada se le escapó”. Engels señaló así que, en palabras de Needham, «puede llegar un día en
que la lucha de la humanidad contra las condiciones adversas de la vida en nuestro planeta
se haya vuelto tan severa que la evolución social ulterior sea imposible», refiriéndose a la
eventual extinción de la especie humana[53]. Para Needham, ese punto de vista crítico, que
rechazaba la cruda hipótesis del progreso lineal, también sirvió para evidenciar el
extraordinario despilfarro y la destrucción ecológica de la sociedad capitalista, donde se
cultivaba café para alimentar las cajas de fuego de las locomotoras. Esto planteó la cuestión
de una «interpretación termodinámica de la justicia», ya que la alienación de la naturaleza
(incluida la alienación de la energía), como había insinuado Engels, estaba
«despilfarrando» las posibilidades humanas reales en el presente y el futuro[54].

El biólogo J. B. S. Haldane, una de las dos figuras británicas más importantes (junto con R.
A. Fisher) de la síntesis neo-darwiniana, reconciliando la biología darwiniana con la
revolución en la genética, vio a Engels como «la fuente principal» de la dialéctica
materialista. Comparando a Engels con Charles Dickens en relación con la Revolución
Industrial, Haldane enfatizó que Engels tenía una visión más profunda y que iba más allá.
“Dickens tenía un conocimiento de primera mano de estas condiciones [de pobreza y
contaminación]. Las describió con ardiente indignación y con gran detalle. Pero su actitud
era más de lástima que de esperanza. Engels vio la miseria y la degradación de los
trabajadores, pero vio a través de ella. Dickens nunca sugirió que si querían ser salvados
debían salvarse a sí mismos. Engels vio que esto no solo era deseable sino inevitable»[55].

El reconocimiento de la importancia de la dialéctica de la naturaleza de Engels se ha


extendido a nuestros tiempos. Los biólogos de Harvard Richard Levins y Richard Lewontin
dedicaron su ya clásico trabajo The Dialectical Biologist [El Biólogo Dialéctico] a Engels,
recurriendo en gran medida, aunque de manera algo crítica en algunos puntos, a su
análisis[56]. El colega de Levins y Lewontin en Harvard, el paleontólogo y teórico de la
evolución Stephen Jay Gould, observaría que Engels proporcionó el mejor modelode
coevolución de la cultura y la genética del siglo XIX, es decir, la mejor explicación de la
evolución humana en vida del mismo Darwin, dado que la coevolución de la cultura y la
genética es la forma que deben adoptar todas las teorías coherentes de la evolución
humana[57].

Fue el desarrollo de Engels de una dialéctica de la emergencia lo que finalmente resultó ser
más revolucionario. El significado de esta perspectiva (ontológica, epistemológica,
metodológica) fue captada por Needham en su propio análisis pionero de los «niveles
integradores» (o de emergencia) en Time, the Refreshing River (un título que se remontaba
al gran materialista de la antigüedad, Heráclito):

Marx y Engels fueron lo suficientemente audaces como para afirmar que [el proceso
dialéctico] ocurre en realidad en la propia naturaleza en evolución, y que el hecho
indudable de que ocurre en nuestro pensamiento sobre la naturaleza es porque nosotros y
nuestro pensamiento son parte de la naturaleza. No podemos considerar la naturaleza más
que como una serie de niveles de organización, una serie de síntesis dialécticas. Desde la
última partícula hasta el átomo, desde el átomo hasta la molécula, desde la molécula hasta
el agregado coloidal, desde el agregado hasta la célula viva, desde la célula hasta el órgano,
desde el órgano hasta el cuerpo, desde el cuerpo animal hasta la asociación social, la serie
de niveles de organización es completa. Nada más que la energía (como ahora llamamosa la
materia y al movimiento) y los niveles de organización (o las síntesis dialécticas
estabilizadas) en diferentes niveles han sido necesarios para la construcción de nuestro
mundo[58].
Engels en el Antropoceno
Es ampliamente reconocido en la ciencia contemporánea (aunque todavía no es oficial) que
la época del Holoceno en el tiempo geológico, que se remonta a casi doce mil años, ha
llegado a su fin, a partir de la década de 1950, desplazada por la actual época del
Antropoceno. El inicio del Antropoceno se produjo por una gran aceleración de los
impactos antropogénicos en el medio ambiente, de tal manera que la escala de la economía
humana ha llegado a rivalizar con los principales ciclos biogeoquímicos del propio planeta,
lo que ha dado lugar a fracturas en los límites planetarios que definen el sistema terrestre
como un hogar seguro para la humanidad[59]. Por lo que el Antropoceno representa lo que
Lankester había llamado anteriormente el «Reino del Hombre», en el sentido crítico en que
esto se entendía: es decir, que la humanidad era cada vez más el «perturbador» del medio
ambiente natural a escala planetaria. Por lo tanto, la sociedad no tenía más remedio que
buscar la aplicación racional de la ciencia y, por lo tanto, la anulación de un orden social en
el que la ciencia ha quedado relegada a un mero medio por el cual «el tesoro y el lujo se
abren a los capitalistas»[60]. Lo que esto significaba, en los términos más enérgicos de
Engels (y Marx), era que la condición para la regulación racional del metabolismo entre la
humanidad y la naturaleza, y por lo tanto la aplicación racional de la ciencia, era la
transformación del modo de producción y distribución. Cualquier otro curso invitaba a la
acumulación de catástrofes[61].

Es en el Antropoceno donde puede verse el verdadero valor dela dialéctica de la ecología


de Engels. Es aquí donde su énfasis en la interdependencia de todo lo existente, la unidad
de los opuestos, las relaciones internas, el cambio discontinuo, la evolución emergente, la
realidad de la destrucción de los ecosistemas y el clima y la crítica de las nociones lineales
de progreso pueden considerarse esenciales para el futuro mismo de la humanidad y de la
Tierra tal como la conocemos. Engels era muy consciente de que en las concepciones
científicas modernas «la totalidad de la naturaleza también está ahora fusionada en la
historia, y la historia solo se diferencia de la historia natural como proceso evolutivo de los
organismos conscientes de sí mismos«[62]. En la medida en que la humanidad estuviera
alienada de su propio trabajo y proceso de producción, y por lo tanto de su metabolismo
con la naturaleza, esto solo significaría la destrucción de la naturaleza así como de la
sociedad. El crecimiento cuantitativo del capital condujo a una transformación cualitativa
de la relación humana con la tierra misma, que solo una sociedad de productores asociados
podría abordar racionalmente. Esto se relacionaba con el hecho de que un determinado
modo de producción cualitativo (como el capitalismo) estaba asociado a una matriz
específica de demandas cuantitativas, mientras que un modo de producción
cualitativamente transformado (como el socialismo) podía conducir a una matriz
cuantitativa muy diferente.

Mirá también:  ¿Cómo se “crea” una revolución?

Engels sostuvo que el capitalismo estaba «despilfarrando» los recursos naturales del
mundo, incluidos los combustibles fósiles[63]. Indicó que la contaminación urbana, la
desertificación, la deforestación, el agotamiento del suelo y el cambio climático (regional)
eran todos ellos el resultado de formas de producción no planificadas, descontroladas y
destructivas, más evidentes en la economía capitalista de mercancías. En consonancia con
Marx y Liebig, señaló el enorme problema de las aguas residuales de Londres como una
manifestación de la ruptura metabólica, que eliminaba los nutrientes del suelo y los
transportaba en un solo sentido a las ciudades superpobladas, donde se convertían en una
fuente de contaminación[64]. Subrayó la base de clase de la propagación de las epidemias
periódicas de viruela, cólera, tifus, tuberculosis, fiebre escarlata, tos ferina y otras
enfermedades contagiosas que afectaban a las condiciones ambientales de la clase
trabajadora, junto con la mala nutrición, el exceso de trabajo, la exposición a tóxicos y las
lesiones de todo tipo en el lugar de trabajo. Destacó, basándose en la nueva ciencia de la
termodinámica, que el cambio ecológico histórico era irreversible y que la propia
supervivencia de la humanidad estaba en definitiva en entredicho[65]. En cuanto a las
relaciones de producción actuales y el medioambiente, escribió acerca de una sociedad que
estaba entre la ruina o la revolución. El asesinato social de trabajadores en entornos
urbanos y las hambrunas en la Irlanda y la India coloniales se consideraban indicios de la
explotación extrema, la degradación ecológica e incluso el exterminio masivo de
poblaciones que se encontraban justo debajo de la superficie de la sociedad capitalista[66].

Sobre todas estas bases, al igual que Marx, Engels sostenía que el metabolismo humano con
la naturaleza debía ser regulado por los productores asociados de acuerdo con las leyes de
la naturaleza (o en coevolución con ellas) tal como las entendía la ciencia, satisfaciendo al
mismo tiempo las necesidades individuales y colectivas. Sin embargo, esa aplicación
racional de la ciencia era imposible en el capitalismo. Tampoco era controlable el
desarrollo en sí mismo bajo el capitalismo, ya que se basaba en el beneficio inmediato e
individual. La aplicación de un enfoque científico racional y amplio, acorde con las
necesidades humanas y las condiciones ambientales sostenibles, requería una sociedad en la
que se pudiera poner en marcha un sistema de planificación a largo plazo en interés de la
serie de generaciones humanas[67].

Desde el principio, estaba implícita en el análisis de Engels una noción de lo que podemos
llamar el proletariado ambiental. Así, mientras que el capitalismo se ocupaba de la
«economía política del capital», la clase obrera en sus fases más oprimidas y también en las
más radicales se ocupaba de la totalidad de la existencia, siempre a partir de las necesidades
elementales. Llamar a los objetivos de los trabajadores «economía política de la clase
obrera», como hizo Marx en su día, puede que no sea erróneo, pero sería más correcto en la
terminología actual decir que los trabajadores, en sus luchas más revolucionarias, se
esfuerzan principalmente por crear una nueva ecología política de la clase obrera,
preocupada por todo su entorno y las condiciones de vida básicas, que solo puede lograrse
sobre una base comunal[68]. Esto fue lo que se captó tan bien en la obra de Engels La
Situación de la Clase Obrera en Inglaterra, donde expuso sistemáticamente la
contaminación del aire y el agua, las alcantarillas contaminadas, la comida adulterada, la
falta de nutrición, los tóxicos en el trabajo, las frecuentes lesiones y la alta morbilidad y
mortalidad de la clase obrera, y vio la lucha por el socialismo como la única forma genuina
de avanzar.
De hecho, La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra planteó cuestiones que ahora
están volviendo a salir a la luz en el Antropoceno. Para Marx, el trabajo de juventud de
Engels fue ejercer una influencia duradera que le llevó a designar las «epidemias
periódicas» como una manifestación de la fractura metabólica junto con la destrucción del
suelo. Muchas páginas de El Capital se dedicaron simplemente a tratar de actualizar el
análisis epidemiológico de Engels décadas más tarde[69]. Hoy en día, en el contexto de la
pandemia representada por el COVID-19, estas ideas adquieren una importancia renovada
como lugar desde el que comenzar en la larga revolución para un mundo ecosocialista[70].
Sin embargo, para sacar adelante esos análisis, es necesario explorar una ciencia (y un arte)
dialécticos arraigados en una concepción de la compleja «unidad» de la humanidad y la
naturaleza.

Todas las cosas se venden


Engels admiraba la poesía de Percy Bysshe Shelley, a quien consideraba un «genio». En su
juventud, escribió acerca de «una ternura y originalidad en la representación de la
naturaleza como solo Shelley puede lograr»[71]. En las estrofas iniciales del Mont Blanc de
Shelley, encontramos una dialéctica materialista de la naturaleza y la mente no muy
diferente a la del propio Engels:

The everlasting universe of things

Flows through the mind, and rolls its rapid waves,

Now dark—now glittering—now reflecting gloom—

Now lending splendour, where from secret springs

The source of human thought its tribute brings

Of waters—with a sound but half its own[2][72].

Como Shelley, que en Queen Mab [La Reina Mab] escribió sobre la alienación de la
naturaleza y el amoren la sociedad burguesa(“All things are sold: the very light of Heaven /
Is venal; earth’s unsparing gifts of love”[3]),Engels vio la profunda necesidad de la
reconciliación de la humanidad con la naturaleza, que solo una revolución podría traer[73].

Notas

1. ↩Karl Marx and Frederick Engels, Collected Works, vol. 25 (New York:


International Publishers, 1975), 459.
2. ↩Paul Blackledge, Friedrich Engels and Modern Social and Political
Theory (Albany: State University of New York Press, 2019), 16.
3. ↩Walter Benjamin, Selected Writings, vol. 4, 1938–1940 (Cambridge, MA:
Harvard University Press, 2003), 402; Michael Löwy, Fire Alarm: Reading Walter
Benjamin’s “On the Concept of History” (London: Verso, 2001), 66–67.
4. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 145–46, 153, 270; Karl Marx and
Frederick Engels, Ireland and the Irish Question (Moscow: Progress Publishers,
1971), 142.
5. ↩Locomotive boiler explosions due to defective and maladjusted safety valves were
common in the mid–nineteenth century. Locomotive engineers under time pressures
often wedged or fastened down the safety valves, thereby jamming the safety valves
on the train, which did not open, or which they were unable physically to open in
time. See Christian H. Hewison, Locomotive Boiler Explosions (Newton Abbot:
David & Charles, 1983), 11, 18–19, 36, 49, 54–56, 82, 85, 110.
6. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 459; John Bellamy Foster,
“Capitalism and the Accumulation of Catastrophe,” Monthly Review 63, no. 7
(December 2011): 5–7; Karl Marx and Friedrich Engels, Marx-Engels
Gesamtausgabe (MEGA) IV/31 (Amsterdam: Akadamie Verlag, 1999), 512–15.
7. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 167; Karl Marx and Friedrich
Engels, Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA) IV/18 (Berlin: Walter de Gruyter,
2019), 670–74, 731 (excerpts by Marx); Mike Davis, Late Victorian Holocausts: El
Niño Famines and the Making of the Third World (London: Verso, 2001); Marx and
Engels, Ireland and the Irish Question.
8. ↩On the notion of extreme productivism and, in this sense, Prometheanism, as well
as its almost complete absence in Marx and Engels’s thought, see John Bellamy
Foster, The Ecological Revolution (New York: Monthly Review Press, 2009), 226–
29.
9. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 269. For Marx and Engels, it should
be noted, productive forces refer to more than simply technology. Thus, Marx
insisted that the most important instrument or force of production was human
beings themselves. Hence, expansion of the forces of production meant the
expansion of human productive skills and powers. See Marx and Engels, Collected
Works, vol. 6, 211; Paul A. Baran, The Longer View (New York: Monthly Review
Press, 1969), 59.
10. ↩Walt Rostow, The World Economy (Austin: University of Texas Press, 1978), 47-
48, 659–62.
11. ↩On sustainable human development as a framework governing both Marx’s and
Engels’s thought, see Paul Burkett, “Marx’s Vision of Sustainable Human
Development,” Monthly Review 57, no. 5 (October 2005): 34–62.
12. ↩Eleanor Leacock, introduction to The Origin of the Family, Private Property and
the State, by Frederick Engels (New York: International Publishers, 1972), 245.
13. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 4, 394, 407; Ian Angus, “Cesspools,
Sewage, and Social Murder,” Monthly Review 70, no. 3 (July–August 2018): 38;
John Bellamy Foster, The Return of Nature (New York: Monthly Review Press,
2020), 182–95.
14. ↩Howard Waitzkin, The Second Sickness (New York: Free Press, 1983), 71–72.
15. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 23; Foster, The Return of Nature,
254.
16. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 270.
17. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 463–64.
18. ↩Francis Bacon, Novum Organum (Chicago: Open Court, 1994), 29, 43.
19. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 461; Karl Marx, Grundrisse (London:
Penguin, 1973), 409–10.
20. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 461.
21. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 460–61.
22. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 330–31, 461.
23. ↩Ray Lankester, The Kingdom of Man (New York: Henry Holt and Co., 1911), 1–
4, 26, 31–33; Foster, The Return of Nature, 61–64.
24. ↩Lankester, The Kingdom of Man, 31; Joseph Lester, Ray Lankester and the
Making of Modern British Biology (Oxford: British Society for the History of
Science, 1995), 163–64.
25. ↩Ray Lankester, Science from an Easy Chair (New York: Henry Holt and Co.,
1913), 365–69.
26. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 492. The criticism of Engels on the
dialectics of nature had its origins in footnote 6 of Georg Lukács’s History and
Class Consciousness, though Lukács, as he later explained, never fully abandoned
the notion of a “merely objective dialectics” and was to promote such a naturalistic
dialectic, based on Marx more than Engels, in his later thought. Nevertheless, the
rejection of the dialectics of nature became axiomatic for Western Marxism
beginning in the 1920s, taking a stronger hold in the post-Second World War period.
Georg Lukács, History and Class Consciousness (Cambridge, MA: MIT Press,
1971), 24, 207. See also Russell Jacoby, “Western Marxism,” in A Dictionary of
Marxist Thought, ed. Tom Bottomore (Oxford: Blackwell, 1983), 523–26;
Foster, The Return of Nature, 11–22. On the general conflict regarding Engels
within contemporary Marxism, see Blackledge, Frederick Engels and Modern
Social and Political Theory, 1–20.
27. ↩As Roy Bhaskar has argued, the necessity to consider the intransitive or the realm
of transfactuality establishes the distinction between the epistemological and the
ontological, against the tendency within much of contemporary philosophy,
including the Western Marxist philosophical tradition, to promote the
epistemological fallacy, characteristic of idealism, in which ontology is subsumed
within epistemology. Adherence to the epistemological fallacy would make any
consistent materialism or natural science impossible. Roy Bhaskar, Dialectic: The
Pulse of Freedom (London: Verso, 1993), 397, 399–400, 405.
28. ↩This can be seen in Alfred Schmidt’s The Concept of Nature in Marx, published
in 1962, the same year as Rachel Carson’s Silent Spring. Schmidt’s work, a product
of the Frankfurt School (influenced particularly by his mentors Max Horkheimer
and Theodor Adorno) for the most part denied the dialectics of nature and any
reconciliation of humanity with nature on the very cusp of the emergence of the
modern environmental movement. Alfred Schmidt, The Concept of Nature in
Marx (London: Verso, 1970).
29. ↩This and the following six paragraphs are adapted from Foster, The Return of
Nature, 379–81.
30. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 356.
31. ↩Peter T. Manicas, “Engels’s Philosophy of Science,” in Engels After Marx, ed.
Manfred B. Steger and Terrell Carver (University Park: Pennsylvania University
Press, 1999), 77.
32. ↩Craig Dilworth, “Principles, Laws, Theories, and the Metaphysics of
Science,” Synthese 101, no. 2 (1994): 223–47. The principle of uniformity (or
uniformitarianism), most closely associated with Charles Lyell, was challenged by
Darwin’s concept of evolution, though Darwin’s gradualism downplayed the
conflict. Stephen Jay Gould and paleontologist Niles Eldredge were to challenge
uniformitarianism much more radically in their theory of punctuated equilibrium in
the 1980s. See Richard York and Brett Clark, The Science and Humanism of
Stephen Jay Gould (New York: Monthly Review Press, 2011), 28, 40–42. The
traditional notion of the perpetuation of substance was challenged in Engels’s day
by the development of the concept of energy in physics. In relation to both of these
ontological principles and the principle of causality, where he addressed the
complex interchange of cause and effect, Engels’s dialectical “laws” or ontological
principles not only captured the revolutionary changes taking place in the science of
his day, but in various ways prefigured later discoveries. On Engels’s views of
causality, see Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 510.
33. ↩ Bernal, Engels and Science(London: Labour Monthly Pamphlets, 1936), 1–2.
34. ↩Bernal, Engels and Science, 5.
35. ↩Bernal, Engels and Science, 5–7; Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 359
(translation follows Bernal).
36. ↩Hyman Levy, A Philosophy for a Modern Man (New York: Alfred A. Knopf,
1938), 30–32, 117, 227–28.
37. ↩This paragraph was written by Fred Magdoff. See also Fred Magdoff and Chris
Williams, Creating an Ecological Society (New York: Monthly Review Press,
2017), 215.
38. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 326, 507; E. Ray Lankester, “Limulus
an Arachnid,” Quarterly Journal of Microscopical Science 2 (1881): 504–48, 609–
49; Foster, The Return of Nature, 56, 249.
39. ↩Bernal, Engels and Science, 7–8, J. D. Bernal, “Dialectical Materialism,”
in Aspects of Dialectical Materialism, by Hyman Levy et al. (London: Watts and
Co., 1934), 107–8.
40. ↩Bernal, Engels and Science, 7; Foster, The Return of Nature, 242.
41. ↩Bernal, Engels and Science, 7; Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 14.
42. ↩All three of Engels’s informal laws of dialectics can be seen as related to
emergence, particularly the first and the third. Engels’s third informal law, negation
of the negation, as Roy Bhaskar argued in Dialectics: Pulse of Freedom, “raises the
issue of absenting absences and the reassertion of lost or negated elements of reality.
Bernal developed an analysis of the negation of the negation in terms of the role of
residuals that reemerge and transform relations through complex evolutionary
processes.” Roy Bhaskar, Dialectic: The Pulse of Freedom (London: Verso, 1993),
150–52, 377–78; Bernal, “Dialectical Materialism,” 103–4.
43. ↩This and the following paragraph were drafted nearly in their entirety by Fred
Magdoff.
44. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 126.
45. ↩Bernal, Engels and Science, 8–10; Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach and the
Outcome of Classical German Philosophy (New York: International Publishers,
1941), 65–69.
46. ↩Ilya Prigogine and Isabelle Stengers, Order Out of Chaos (New York: Bantam,
1984), 252–53.
47. ↩Bernal, Engels and Science, 4.
48. ↩Bernal, “Dialectical Materialism,” 90, 102, 107, 112–17.
49. ↩Bernal, Engels and Science, 10–12. With respect to Engels on the origins of life,
Richard Levins and Richard Lewontin wrote that “dialectical materialism has
focused [necessarily] mostly on some selected aspects of realty. At times we have
emphasized the materiality of life against vitalism, as when Engels said that life was
the motion of ‘albuminous bodies’ (i.e. proteins; now we might say macro-
molecules). This seems to be in contradiction to our rejection of molecular
reductionism, but simply reflects different moments in an ongoing debate where the
main adversaries were first the vitalist emphasis on the discontinuity between the
inorganic and living realms, and then the reductionist erasure of the real leaps of
levels.” Richard Lewontin and Richard Levins, Biology Under the Influence (New
York: Monthly Review Press, 2007), 103.
50. ↩Bernal, Engels and Science, 13–14.
51. ↩ Bernal, The Freedom of Necessity(London: Routledge and Kegan Paul, 1949),
362.
52. ↩Bernal, The Freedom of Necessity, 364–65.
53. ↩Joseph Needham, Time, the Refreshing River (London: George Allen, and Unwin,
1943), 214–15; Engels, Ludwig Feuerbach, 12.
54. ↩Needham, Time, the Refreshing River, 214–15; Marx and Engels, Collected
Works, vol. 46, 411.
55. ↩ S. Haldane, The Marxist Philosophy and the Sciences(New York: Random
House, 1939), 199–200; Foster, The Return of Nature, 391.
56. ↩Richard Levins and Richard Lewontin, The Dialectical Biologist (Cambridge,
MA: Harvard University Press, 1985).
57. ↩Stephen Jay Gould, An Urchin in the Storm (New York: W. W. Norton, 1987),
111–12.
58. ↩Needham, Time, the Refreshing River, 14–15. Engels wrote: “It is precisely
the alteration of nature by men, not solely nature as such, which is the most
essential and immediate basis of human thought.” Marx and Engels, Collected
Works, vol. 25, 511.
59. ↩See John Bellamy Foster, Brett Clark, and Richard York, The Ecological
Rift (New York: Monthly Review Press, 2010), 13–18; Ian Angus, Facing the
Anthropocene (New York: Monthly Review Press, 2016); Clive Hamilton,Defiant
Earth (Cambridge: Polity, 2017).
60. ↩Lester, Ray Lankester, 164.
61. ↩John Bellamy Foster, “Capitalism and the Accumulation of Catastrophe,” 1–2,
15–16. Foster, The Return of Nature, 64, 286–87.
62. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 25, 516.
63. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 46, 411.
64. ↩Frederick Engels, The Housing Question (Moscow: Progress Publishers. 1975),
92.
65. ↩On Engels’s approach to thermodynamics, see John Bellamy Foster and Paul
Burkett, Marx and the Earth (Chicago: Haymarket, 2016), 137–203.
66. ↩On Marx and Engels on ecological degradation and extermination in colonial
Ireland, see John Bellamy Foster and Brett Clark, The Robbery of Nature (New
York: Monthly Review Press, 2020), 64–77.
67. ↩Engels made it clear that the rational regulation of the human relation to nature,
and thus a rational application of science, was only possible with “a complete
revolution in our hitherto existing mode of production.” Marx and Engels, Collected
Works, vol. 25, 462. On the alienation of science under capitalism, see István
Mészáros, Marx’s Theory of Alienation (London: Merlin, 1975), 101–2. The role of
science under capitalism is further clarified in Richard Levins’s notion of the “dual
nature of science.” Richard Levins, “Ten Propositions on Science and
Antiscience,” Social Text 46–47 (1996): 103–4. The uncontrollability of capital is
theorized in István Mészáros, Beyond Capital (New York: Monthly Review Press,
1995), 713.
68. ↩Karl Marx, On the First International, ed. Saul Padover (New York: McGraw-Hill,
1973), 10.
69. ↩See Foster, The Return of Nature, 197–204.
70. ↩John Bellamy Foster and Istvan Suwandi, “COVID-19 and Catastrophe
Capitalism,” Monthly Review 72, no. 2 (June 2020): 3–4.
71. ↩Marx and Engels, Collected Works, vol. 2, 95–101, 497; vol. 4, 528. Engels’s
admiration for Shelley led him to attempt to translate Queen Mab, along with The
Sensitive Plant, into German. See John Green, Engels: A Revolutionary
Life (London: Artery, 2008) 28–29, 59. For a fascinating treatment of Shelley’s
revolutionary poetry and politics, see Annette Rubinstein, The Great Tradition in
English Literature (New York: Monthly Review Press, 1953), 516–64.
72. ↩Percy Bysshe Shelley, The Complete Poetical Works (Oxford: Oxford University
Press, 1914), 528.
73. ↩Shelley, Complete Poetical Works, 773. Marx depicted Shelley as “essentially a
revolutionist,” a view that Engels shared. Edward Aveling and Eleanor Marx
Aveling, Shelley’s Socialism (London: The Journeyman, 1975), 4.

[1]Romans Lecture: clase gratuita que se da anualmente en la Universidad de Oxford desde


1892. Se invita a referentes del arte y la ciencia.

[2] Decidimos dejar la versión del inglés para una comprensión más cabal del poema en su
idioma original y su relación con la dialéctica de la naturaleza. Una traducción literal para
comprender el contenido del poema en español podría ser: “El eterno universo de las cosas/
fluye a través de la mente, y hace rodar sus rápidas olas,/ ahora oscuras, ahora brillantes,
ahora reflejando la oscuridad/ ahora brindando esplendor, a donde de los manantiales
secretos/ la fuente del pensamiento humano su tributo trae/ de las aguas, con un sonido que
no es más que a medias suyo”.

[3]Todas las cosas se venden: la misma luz del Cielo / es venal; los incansables regalos de
amor de la tierra.
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