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Sociología Del Deporte PDF
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5
Sociología del deporte
3. Interés y satisfacción con la práctica deportiva ............................................... 47
4. Frecuencia con que se practica deporte y tipo de deportes más practicados ... 53
5. La dimensión subjetiva de la práctica deportiva.............................................. 58
5.1 Formas de entender lo que es deporte.................................................... 59
5.2 Motivos por los que se practica o no deporte ........................................ 61
5.3 Carácter de la práctica deportiva: competición frente a recreación....... 66
6
Índice
4. Nuevas y antiguas formas organizacionales en el deporte .............................. 154
4.1 La oferta deportiva en el ámbito municipal........................................... 155
7
Sociología del deporte
4. Los Juegos Olímpicos, la televisión y los nacionalismos................................ 241
4.1 El olimpismo, paradigma de las transformaciones mediáticas del de-
porte ....................................................................................................... 242
4.2 La paradoja olímpica y la televisión...................................................... 245
8
Nota introductoria a la
segunda edición
9
M. García Ferrando, N. Puig Barata y F. Lagardera Otero
10
1. La perspectiva sociológica
del deporte
11
Manuel García Ferrando y Francisco Lagardera Otero
etimológico (del latín socius y del griego logia) alude al objeto de la cien-
grupo social, como centro del interés sociológico. Su propio significado
bre de viajar. También los mass media (prensa, radio, cine, televi-
tibles gracias al desarrollo de la industria turística y de la costum-
generando un gran relato para dar cuenta de ella: el ascenso de la sociedad industrial y
capitalista conllevaba la racionalización de la vida e implicaba el declive de las prácti-
cas y creencias religiosas prevalentes en las sociedades preindustriales; por otra parte,
los sistemas seculares de creencias («ideologías») reemplazaban a la religión y el pensa-
miento mítico en la legitimación del orden social y cumplían la función de movilizar
para la acción política (Ariño, 1997, p. 237).
4. Globalización y deporte
fortius.
En cualquiera de las dimensiones económicas y sociales que caracteri-
zan el proceso de mundialización (PNUD, 1999), se encuentran fácilmente
manifestaciones de su implantación en el ámbito del deporte. Así, la reduc-
ción del coste de transporte y las comunicaciones que rebaja los obstáculos
naturales, ha permitido que emerja un deporte turístico que no conoce fron-
teras, que internacionaliza crecientemente todas aquellas actividades depor-
tivas susceptibles de comercialización turística (García Ferrando, 1990), y
lo pueden ser igualmente la celebración de unos Juegos Olímpicos o unos
Campeonatos del Mundo de Fútbol, como la práctica individual y familiar
de deportes tales como el esquí, el golf, la hípica o la navegación y el sub-
marinismo, que han dado lugar a redes mundiales de instalaciones depor-
tivas hoteleras cada vez más frecuentadas por un público internacional,
proveniente sobre todo de las clases medias y altas de los países más desa-
rrollados o perteneciente a las élites profesionales, financieras y políticas
de los países menos desarrollados (De Knop, 1992; Bull, 1994).
Otras dos dimensiones del proceso de mundialización, la eliminación de
barreras comerciales, con el espectacular crecimiento del comercio mun-
dial, y el predominio de las finanzas, han transformado también profunda-
22
1. La perspectiva sociológica del deporte
23
Manuel García Ferrando y Francisco Lagardera Otero
una relación continua entre el hombre (productor del mundo) social y la estructura so-
cial (su producto). El hombre y su mundo social interactúan, pero el producto vuelve a
actuar sobre el productor de manera que se pierde la visión de productor y producido. El
hombre está en una tensión dialéctica continua con la sociedad (Lucas Marín, 1986, pp.
89 y 90).
La obra del alemán Bero Rigauer, Sport und Arbeit, publicada original-
nio y poder sigan inalterables.
El autor más prolífico desde esta perspectiva es, sin duda, el francés
vertido en el ámbito de la mitología profana auspiciado por los mass media), objeto de
de comportamiento, un modelo social ideológicamente valorizado) y ritual (se ha con-
un gran consumo que hace que éste sea vivido como una cultura cotidiana (Brohm,
1982, p. 97).
Sport, Power and Culture (Hargreaves, 1982) en la que ofrece una visión
estudiado desde una perspectiva histórica, dedicando a este fin su obra
El deporte como proceso cultural tiene dos momentos: el primero está en relación con el
trabajo específico del atleta y el segundo representa el contexto social en el que se da el
hecho deportivo; la cultura, pues, no es un hecho autónomo de la realidad social y está
basada en la actividad humana, significando su existencia un producto concreto de las
relaciones de dominio, en las que el Estado moderno es su mejor baluarte (Gruneau,
1983, p. 149).
Denominada así esta corriente por sus propios inspiradores, Norbert Elias y
su discípulo más aventajado, Eric Dunning, porque, para comprender los
procesos sociales y el deporte lo es sin duda alguna, utilizan el concepto de
figuración sociológica, mediante el cual Elias (1982), en una de sus obras
básicas, pretende superar la arbitrariedad de distinguir entre individuo y so-
ciedad.
La aportación fundamental de esta corriente se expresa en la teoría de
los procesos de la civilización, que intenta desvelar, desde una perspectiva
histórica de larga duración, los cambios en los usos sociales que ha ido
construyendo la modernidad. Lo que Elias (1987) muestra en su análisis
histórico es que, junto al refinamiento de las formas de vestir, comporta-
miento en la mesa, ademanes o expresión del gesto, que se producen a par-
tir del siglo XV en la sociedad cortesana, se fue instaurando también un
nuevo código moral entre la aristocracia, puesto que ya no era su aguerrido
valor y agresividad lo que de ellos se esperaba, produciéndose así un con-
trol paulatino de la violencia en las relaciones sociales.
28
1. La perspectiva sociológica del deporte
El nacimiento del gobierno parlamentario, parte del proceso de formación del Estado en
Inglaterra y, sobre todo, el desequilibrio en la balanza de poder entre el rey y las clases
altas con grandes extensiones de tierra desempeñaron un papel activo y no sólo pasivo en
el desarrollo de la sociedad inglesa. Si preguntamos por qué los pasatiempos se convirtie-
parlamentario, y por tanto de una aristocracia y una gentry más o menos independientes,
ron en deportes en Inglaterra, no podemos dejar de decir que el desarrollo del gobierno
moral.
Además de constatar que el deporte contemporáneo es una trama más de
la extensa madeja de interrelaciones que confluyen en el desarrollo del pro-
ceso de civilización europeo, del que emerge la sociedad actual, la aporta-
ción sustancial de Elias radica en la consideración de que el deporte, lejos
de significar un pasatiempo inocuo e intrascendente, es una más de las cla-
ves sociales que nos permiten comprender el origen y evolución de los
tiempos modernos:
Se podría, en efecto, remarcar que el pugilato, los deportes de contacto, los deportes
brutales, han sido practicados casi exclusivamente por las clases sociales más desfavo-
recidas, mientras que los deportes de distancia, en los que el contacto está amortiguado
e incluso se realiza de manera indirecta por medio de un instrumento, han estado reser-
vados a la aristocracia (Parlebas, 1985, p. 183).
33
Manuel García Ferrando y Francisco Lagardera Otero
ción del deporte como un sistema abierto (Puig y Heinemann, 1991). Dado
Una manera sugerente de entender esta coyuntura histórica es la concep-
que el deporte contemporáneo se muestra como una realidad cada vez más
difícil de acotar por su creciente diversificación, cabe considerarlo como un
sistema social abierto, al que se van incorporando nuevas prácticas y nue-
vas concepciones que relativizan las que corresponden a lo que podría-
mos denominar deporte tradicional. Siguiendo a Heinemann (1991, pp. 15
y ss.), podemos observar que el deporte tradicional, como unidad homogé-
nea y entidad autónoma, ya no puede explicar la compleja realidad del de-
porte contemporáneo.
En efecto, el deporte tradicional, el que se desarrolla a partir de las prác-
ticas deportivas de la aristocracia y la burguesía inglesas a lo largo del siglo
XIX y que después son incorporadas por los correspondientes grupos socia-
les de élite de los países más avanzados de la Europa continental, consiguió
delimitar un espacio social bien acotado. Tal tipo de deporte estaba aso-
ciado a metas claramente definidas en el ámbito de reglamentaciones fede-
rativas perfectamente enunciadas. El comportamiento deportivo que tenía
lugar en este contexto estaba dirigido a la consecución de ciertos logros
basados en una disciplina y una preparación bien sistematizadas, todo ello
apoyado en unas estructuras de valores afines. Valores individuales tales
como camaradería, espíritu comunitario, solidaridad y otros semejantes, se
combinaban con el afán de logro, identificación con el equipo, la diversión,
la competición, etc. Deporte significaba competitividad y orientación hacia
resultados concretos de victoria.
Un comportamiento tal se llevaba a cabo preferentemente en el marco
del club deportivo, estructurado en base al trabajo voluntario, toma de deci-
siones asamblearias, independiente de terceras partes, símbolos identifica-
35
Manuel García Ferrando y Francisco Lagardera Otero
espectáculo.
modelos propuestos son meras abstracciones o tipos ideales con los que
Se trata de una propuesta de claro sabor weberiano, ya que los cuatro
tendidas como conceptos puros, a los que Weber denominó tipos ideales,
les, se impone la elaboración de unos modelos tipo, de unas categorías en-
36
1. La perspectiva sociológica del deporte
directo del deporte tradicional; el modelo expresivo que engloba las prácti-
cas deportivas poco organizadas y sometidas a procesos constantes de inno-
subsistema individual cabe incluir al cada vez más numeroso grupo de de-
tradicionales: escuelas, municipios y empresas privadas, en tanto que en el
Conviene recordar que fue en el año 1964 cuando por primera vez se crea
un Comité Internacional de Sociología del Deporte, a lo que se puede
39
Manuel García Ferrando y Francisco Lagardera Otero
42
2. Estructura social de la
práctica deportiva
(Homans, 1972).
43
Manuel García Ferrando y Ramón Llopis Goig
liar están teniendo un desarrollo que por ahora parece imparable, y que si-
túan al deporte como uno de los protagonistas de nuestras actuales socieda-
des de masas (Heinemann, 1994).
Pero el deporte también forma parte del ámbito cultural o de las formas
simbólicas y, en tal sentido, hemos podido constatar empíricamente la ma-
nera en que contribuye a la expresión y remodelación del yo de millones de
individuos, que se agrupan en amplios segmentos de población que adoptan
comportamientos deportivos bien diferenciados siguiendo las líneas del
sexo, de la edad y de la estratificación social (García Ferrando, 1994), con-
figurando un complejo mosaico de hábitos deportivos que hemos acotado y
medido según nos lo han permitido los datos recogidos.
La propia evolución político-social de la sociedad española desde los co-
mienzos de la etapa democrática ha contribuido a consolidar un modelo de
Estado de bienestar social, que también ha afectado notablemente al siste-
ma deportivo. La municipalización del deporte y la consiguiente construc-
ción de equipamientos e instalaciones deportivas, sobre todo de carácter
público, ha permitido mejorar sustancialmente las infraestructuras que han
propiciado la expansión cualitativa y cuantitativa de los hábitos deportivos
de los españoles (Andrés y Delgado, 1995; García Ferrando, 2001b).
Una tras otra, las diferentes encuestas llevadas a cabo en estas cuatro úl-
timas décadas sobre los hábitos deportivos de los españoles han puesto de
manifiesto la importancia creciente del deporte en España, tanto en su ma-
nifestación espectacular y profesional como en la dimensión que más inte-
resa mostrar, el deporte como práctica individual y colectiva que forma par-
te de la vida cotidiana y de la ocupación del tiempo libre.
Ahora bien, el desarrollo y transformación del sistema deportivo en Es-
paña se ha hecho a impulsos de normas y valores que a veces entran en
conflicto entre sí, lo que le comunica a este sistema deportivo unas tensio-
nes y unas contradicciones del mismo tipo que las que se pueden encontrar
en otros sistemas especializados de la sociedad. En este sentido existen dos
aspectos de este proceso que revisten una especial importancia por su pro-
fundo significado sociológico y por la propia importancia que tienen para
el equilibrio del sistema social en su conjunto.
El primero hace referencia a la diferenciación que se ha ido consolidan-
do en el sistema deportivo siguiendo la línea del sexo, lo que está contribu-
yendo a conformar dos formas de entender y practicar el deporte que no si-
guen caminos convergentes; por un lado, la práctica deportiva orientada,
aunque sea con un marco de referencia lejano, por la competición y por la
intensificación de las relaciones sociales, y por otro lado, la práctica depor-
tiva en su vertiente de cultura física centrada preferentemente en los com-
ponentes estético-corporales de la práctica en sí. La primera forma de en-
tender y de hacer el deporte se alinearía con la visión masculina que se
tiene de esta actividad, en tanto que la segunda forma de entender y practi-
car el deporte tiene que ver más con los hábitos desarrollados por un am-
46
2. Estructura social de la práctica deportiva
plio segmento de población femenina, que aporta de esta manera otra vi-
sión de lo que es o pudiera ser el deporte.
Pero existe otro aspecto preocupante, y es el referente a las posibilidades
pedagógicas del deporte, que como es bien sabido son el centro de refle-
xión de aquella corriente de pensamiento que trata de integrar la cultura fí-
sica y la cultura intelectual, proponiendo como punto de unión las posibili-
dades pedagógicas de la educación física (Cagigal, 1966 y 1979). Los datos
comparativos de que se dispone parecen indicar que no se está consolidan-
do una forma de entender el deporte en todas sus capacidades pedagógicas
de hábito al esfuerzo, de formación del carácter y del principio del respeto
a sí mismo y a los demás a través de la actividad corporal deportiva. Más
bien, la evidencia empírica acumulada apunta a una forma de practicar y
entender el deporte centrada exclusiva o principalmente en los aspectos de
salud, higiénicos y de relación social, pero con una pobreza notable de la
dimensión moral y pedagógica que tanto preocupara a Cagigal.
En todo caso, y antes de pasar al análisis concreto de los resultados em-
píricos disponibles, hay que señalar que el carácter abierto del sistema de-
portivo (Puig y Heinemann, 1991) no cierra ninguna posibilidad de trans-
formación, y que lo que mostramos a continuación no es más que un punto
en el camino del cambio social en el que el sistema social del deporte, al
igual que el resto de la sociedad, se encuentra permanentemente inmerso.
Mucho.............................. 18 18 22 23 20 15 18
Bastante ........................... 43 42 41 42 39 33 32
Poco ................................. 27 25 25 23 25 27 22
Nada ................................ 12 15 12 11 15 22 28
No contesta ...................... – – – 1 1 2 –
(8.170) (5.160) (4.271) (4.625) (2.008) (4.493) (2.000)
una fecha más reciente como es el comienzo de la década de los años no-
venta, se registra un descenso del interés manifiesto ya que, según los re-
sultados de la encuesta de 1990, los muy interesados por el deporte ascendí-
an al 23%, cinco unidades porcentuales más que en la encuesta de 2005, en
tanto que los poco o nada interesados representaban en 1990 el 34%, cinco
unidades porcentuales menos que en la encuesta de 2005, lo que contrasta
fuertemente con la creciente presencia e importancia mediática del deporte
espectáculo en muchas de sus manifestaciones en este mismo periodo.
El factor sexo contribuye a establecer dos agrupaciones bien diferencia-
das que parecen haberse estabilizado también en los últimos años, con una
mayoría amplia de varones interesados por el deporte y una mayoría tan
sólo relativa de mujeres que manifiestan dicho interés:
Mucho/Bastante Poco/Nada
2005 2000 1990 2005 2000 1990
Varón............................... 73 72 75 27 28 27
Mujer ............................... 50 48 56 50 52 47
cediendo algo parecido con la práctica deportiva, que después de haber al-
canzado su mayor cota de participación, en el periodo estudiado, en 1995,
registra un ligero descenso según los resultados que ofrece las encuestas de
2000 y 2005 (véase tabla 2.2).
De la observación de la serie estadística de resultados que se presentan
en esta tabla 2.2 se deduce que el porcentaje de población adulta que practi-
ca un solo deporte en 2005 se sitúa en el mismo nivel que en 1995, el 23%,
mientras que se reduce, aunque ligeramente, el porcentaje de población que
practica dos o más deportes, el 14%, frente al 16% obtenido en la encuesta
de 1995. Ahora bien, si prestamos atención a la evolución de la práctica de-
portiva en la década de los años noventa, se registra un incremento de la
práctica del 2% en la población comprendida entre los 15 y los 65 años de
edad, pues se ha pasado de un porcentaje de práctica del 35% en 1990
(18% que hacen un solo deporte y 17% que hacen dos o más) al 37% en
2005 (23% uno solo y 14% dos o más).
Aunque se puede hablar del continuado incremento de la práctica depor-
tiva tanto si consideramos los últimos 30 años, cuando iniciamos de forma
sistemática su medición, como si nos centramos en la última década de los
años noventa, la proporción de población que admite no practicar ningún
deporte continúa siendo mayoritaria, siempre por encima del 60%, lo que
indica que, a pesar de la enorme popularidad del deporte en España y de la
amplia difusión de la cultura deportiva en el conjunto de la población, la
práctica personalizada de deporte no acompaña todavía de manera equili-
brada a dicha popularidad. Con estos niveles de práctica deportiva, España
todavía no ha alcanzado los niveles de práctica deportiva regular de los paí-
ses europeos con mayor tradición deportiva, como son los escandinavos y
los centroeuropeos, ya que en ellos los niveles de práctica superan en todos
los casos el 40%.
La introducción de las variables sexo y edad permite mostrar los aspec-
tos diferenciales que se registran en el comportamiento deportivo cuando se
presta atención a estas características sociodemográficas:
49
Manuel García Ferrando y Ramón Llopis Goig
Practica algún deporte
Sexo:
Varones ................ 25 24 19 20 22 23 55 54 53
Mujeres ................ 21 18 16 9 9 10 71 73 71
Edad:
15-24 ................... 33 29 26 25 28 31 43 43 40
55-65 .................... 17 17 6 7 5 3 76 78 89
50
2. Estructura social de la práctica deportiva
Nivel de estudios 2005 2000 1990 2005 2000 1990 2005 2000 1990
Menos de primarios 10 8 8 2 3 4 88 89 88
Secundaria............... 29 25 22 22 16 22 49 59 56
Superiores ............... 25 32 22 29 32 26 46 36 52
51
Manuel García Ferrando y Ramón Llopis Goig
Casi la mitad, el 49% de la población que hace deporte, practica tres ve-
ces o más por semana, y otro 37% lo hace una o dos veces, sobre todo en
los fines de semana. Se trata de un notable y significativo incremento el
que ha tenido lugar a lo largo de la década de los noventa por lo que se re-
fiere a la frecuencia de práctica deportiva, ya que el porcentaje de los que
practicaban con regularidad en 1990 ascendía al 59% (31% tres veces o
más y 28% una o dos veces), en tanto que en 2005 representan el 86%
53
Manuel García Ferrando y Ramón Llopis Goig
(49% tres veces o más y 37% una o dos veces), esto es, 27 unidades por-
centuales de incremento. Por tanto, son minoritarios los que hacen deporte
de forma esporádica, sólo el 13% (al igual que en la encuesta del año
2000), lo que contrasta con el 41% que así lo hacía en 1990.
Los resultados analizados apuntan a la consolidación de una tendencia que
sólo estaba emergiendo en los años ochenta y primera mitad de los noventa,
pero que habiéndose reforzado según avanzaba la década está contribuyendo,
en la primera década del siglo XXI, a polarizar a la población española por lo
que se refiere a la cultura de práctica deportiva. Así, por un lado, se encuentra
un segmento de practicantes, numéricamente estabilizados por debajo del
40%, pero que cada vez hacen más y mejor deporte. En el otro lado se en-
cuentra una mayoría de población, un poco más del 60%, que no hace deporte
pero que a su vez está segmentada en dos grupos de población bien diferencia-
dos: los que han abandonado la práctica deportiva pero que mantienen en su
mayoría la expectativa de volver a hacer deporte, y el grupo de población que
rechaza la cultura deportiva, tanto en su dimensión de espectáculo de masas
como en la de práctica regular. Es nuestra hipótesis que las condiciones del
cambio social que está teniendo lugar en esta primera década del siglo XXI,
particularmente todo lo que se refiere al cambio posmoderno, contribuirá cada
vez más a consolidar la presencia de estos tres segmentos de población.
Este reforzamiento de la regularidad de la práctica deportiva se está produ-
ciendo en el conjunto de la población practicante, aunque es más acusado en-
tre las personas de edades avanzadas, como se observa en el siguiente cuadro:
Sexo:
Varón ................................ 49
Mujer................................. 49
Edad:
15-17 ................................. 59
18-24 ................................. 53
25-34 ................................. 47
35-44 ................................. 44
45-54 ................................. 45
55-64 ................................. 50
65 + ................................... 56
Esta última reflexión nos conduce a que estudiemos seguidamente los ti-
pos de deportes que se practican en España con mayor frecuencia, así como
su evolución en los inicios del siglo XXI. Los resultados que se presentan en
la tabla 2.5 confirman las tendencias de cambio que se observaron en las
encuestas anteriores, que han hecho de la natación recreativa la práctica
más popular, seguida del que es el deporte que más recursos moviliza en
España y en toda Europa, el fútbol. Con un 33% y 32%, respectivamente,
de práctica, la natación recreativa y el fútbol tanto recreativo como de com-
petición, en sus diversas modalidades de futbito, fútbol sala o fútbol con-
vencional en campo grande, son las dos actividades físico-deportivas prac-
ticadas por un mayor número de españoles. Ambas, sin embargo,
retroceden respecto a los niveles que registraban en la encuesta de 2000
(seis y cuatro unidades porcentuales, respectivamente).
La práctica del ciclismo, tanto de competición como sobre todo recreativa,
sigue manteniéndose como la tercera actividad deportiva por su frecuencia de
práctica, con un 19%, cifra que supone, también en este caso, una pérdida
de tres puntos con respecto a la encuesta del año 2000. No obstante, se sigue
situando por delante de deportes de mayor arraigo popular y competitivo,
como el tenis o el baloncesto, que pierden practicantes desde el inicio de la
década de los noventa. Así, el baloncesto ha pasado del 23% del año 1990, al
12% del año 2000, para situarse en la última encuesta en el 9%. En cuanto
al tenis, su retroceso no ha sido menor, pasando del 18% de 1990 al 13% del
año 2000, y situándose también en el 9% en la encuesta del año 2005.
La gimnasia de mantenimiento y el montañismo/senderismo han experi-
mentado en 2005 pérdidas de una unidad porcentual con respecto a los nive-
les que registraban en la encuesta anterior, si bien mantienen sus posiciones
relativas en la ordenación general de deportes más practicados, donde apare-
cen en cuarto y quinto lugar con cifras de penetración del 14% y 12% res-
pectivamente. Se trata de dos actividades físico-deportivas que, junto con el
ciclismo recreativo, ejemplifican perfectamente los cambios que se están
consolidando en las sociedades posmodernas como la española por lo que se
refiere a los hábitos deportivos de tiempo libre y ocio de la población, con
una clara retirada en el favor popular de los deportes de mayor tradición fe-
derativa y competitiva, con la excepción del fútbol, y el auge de actividades
físico-deportivas de recreación tanto en instalaciones cerradas como en es-
pacios naturales, que se pueden realizar individual o grupalmente pero con
débil o nula relación con el asociacionismo deportivo tradicional.
55
Manuel García Ferrando y Ramón Llopis Goig
Número
de orden 2005 2000 1990
1 Natación....................................................... 33 39 39
2 Fútbol........................................................... 32 36 28
Campo grande .......................................... (18) (22) (16)
Sala, futbito .............................................. (14) (14) (12)
3 Ciclismo....................................................... 19 22 15
4 Gimnasia de mantenimiento (en centro) ..... 14 15 14
5 Montañismo/senderismo.............................. 12 13 4
6 Aerobic, rítmica, danza ............................... 12 12 5
7 Carrera a pie ................................................ 11 11 15
8 Baloncesto ................................................... 9 12 23
9 Tenis ............................................................ 9 13 18
10 Atletismo ..................................................... 7 7 9
11 Musculación, culturismo y halterofilia........ 7 7 9
12 Gimnasia de mantenimiento (en casa) ........ 6,2 – –
13 Esquí y otros deportes de invierno .............. 5,9 5,3 5
14 Pesca ............................................................ 3,8 4,3 5
15 Voleibol ....................................................... 3,3 3,7 6
16 Tiro y caza ................................................... 3,2 3,5 5
17 Pelota (frontón, trinquete y frontenis) ......... 2,7 3,9 6
18 Pádel ............................................................ 2,4 1,4 –
19 Artes marciales (judo, kárate, etc.).............. 2,2 3,5 4
20 Patinaje, monopatín ..................................... 1,9 1,5 –
21 Tenis de mesa .............................................. 1,8 3,8 5
22 Balonmano, balonmano playa ..................... 1,7 2,4 6
23 Lucha, defensa personal .............................. 1,6 – –
24 Golf.............................................................. 1,5 0,7 –
25 Motociclismo ............................................... 1,5 1,4 –
26 Bolos, petanca.............................................. 1,3 0,8 3
27 Subacuáticas (buceo, pesca submarina) ...... 1,3 1,7 –
28 Squash.......................................................... 1,3 1,9 –
29 Vela, navegación ......................................... 1,1 0,7 2
30 Escalada/espeleología.................................. 1,1 1,5 –
31 Hípica........................................................... 1,0 0,8 –
32 Piragüismo, remo, descensos....................... 0,9 1,0 1
33 Rugby, rugby 7 ............................................ 0,6 0,3 –
34 Hockey (hierba, hielo y sala) ...................... 0,5 0,5 –
35 Badminton ................................................... 0,5 0,8 –
36 Esgrima........................................................ 0,2 0,2 –
37 Motonáutica, esquí náutico.......................... 0,2 0,4 –
38 Deportes para minusválidos ........................ 0,1 0,7 –
39 Otros deportes.............................................. 8,9 4,6 11
56
2. Estructura social de la práctica deportiva
Con el fin de constatar hasta qué punto la población española percibe el de-
porte en su significado tradicional o bien como un sistema abierto a dicho
significado, más la multiplicidad de actividades físicas, recreativas y com-
petitivas que se han desarrollado en las últimas décadas, se incluyó en la
encuesta de 2005 una pregunta en la que se pedía a la población que se de-
finiese sobre este tema. Los resultados obtenidos, que se presentan en la ta-
bla 2.6, ponen de manifiesto que la mayor parte de la población española se
identifica con una definición abierta de lo que es deporte.
Una gran mayoría del 76% se identifica con la concepción abierta del
deporte a toda actividad física realizada por motivos de recreación o com-
petición, una cifra que se mantiene en el mismo nivel desde el año 1995,
aunque con una leve tendencia al alza en 2000. En cambio, sólo un minori-
tario 10% continúa identificado con una concepción restringida, y competi-
tiva, del deporte; mientras el restante 12% de la población reconoce que no
tiene una idea muy clara de la distinción entre ambas formas de concebir y
practicar deporte.
Ahora bien, a pesar de los esfuerzos clarificadores del Consejo de Europa
por abrir el concepto de deporte a todo tipo de práctica físico-deportiva que
realice la población en el marco expansivo de la cultura deportiva de las so-
ciedades avanzadas, se está muy lejos de poder consensuar entre los estudio-
sos del deporte una definición teórica que convenga a la complejidad de fe-
nómenos sociales que determinan los contenidos de esta cultura deportiva.
59
Manuel García Ferrando y Ramón Llopis Goig
Tabla 2.8 Motivos por los que hace deporte la población practicante,
2005-1990
Motivos práctica deportiva 2005 2000 1990
63
Manuel García Ferrando y Ramón Llopis Goig
Tabla 2.9 Motivos por los que no hace deporte la población que
nunca ha practicado deporte, 2005-1990
Motivos por los que no hace deporte 2005 2000 1990
ción que recurría a este motivo, y en la de 2000 fue citado por el 45%. En
cambio, se mantiene el incremento del porcentaje de los que reconocen lla-
namente que no les gusta el deporte, ya que del 26% que así lo manifestaba
en 1990 se pasó al 39% en el año 2000, para acabar situándose en el 36% en
2005. Se trata, en todo caso, de una tendencia preocupante, ya que parece
confirmar nuestra hipótesis formulada con anterioridad de que la continuada
y creciente presencia del deporte espectáculo y profesional en los medios de
comunicación, especialmente en la televisión, y el espectacular desarrollo
del consumismo deportivo, está provocando un efecto rechazo que tiende a
alejar del deporte y de la cultura deportiva, en general, a amplios grupos de
población. Baste decir a este respecto que son los jóvenes de 15 a 24 años
los que en mayor proporción que el resto de la población de más edad admi-
ten que no les gusta el deporte, pues así lo afirma el 43% de los jóvenes per-
tenecientes a este segmento de población que nunca ha hecho deporte, un in-
dicador que ya registraba una proporción idéntica en la encuesta del año
2000. Más adelante insistiremos en este preocupante tema.
La proporción de población que aduce el motivo de la edad se ha reduci-
do en el periodo estudiado, ya que en 2005 se ha situado en el 27%, lo que
supone tres puntos menos que al inicio de la década de los noventa. En
cambio, se ha incrementado ligeramente la proporción de los que admiten
su pereza, el 23%, los que salen cansados del trabajo o de sus estudios, el
16%, o los que presentan problemas de salud, el 16%. Por otro lado, se ha
reducido ligeramente la proporción de los que afirman que no les enseña-
ron en la escuela, el 6% en 2005, frente al 8% de 2000 y el 11% de 1990; y
por último, se mantiene la proporción de los que dicen no ver utilidad o be-
64
2. Estructura social de la práctica deportiva
Edad (años)
No le gusta .................................................. 52 40 36
Por pereza y desgana .................................. 56 37 28
No le ve utilidad ......................................... 12 3 4
67
Manuel García Ferrando y Ramón Llopis Goig
Participación en Hace deporte
competiciones regladas sin competir
Sexo:
Varón ........................... 20 19 28 59 57 50
Mujer ........................... 5 8 8 86 80 82
Edad:
15-17 ............................ 33 37 – 47 40 –
18-24 ............................ 23 22 34 57 53 47
25-34 ............................ 16 14 20 64 66 62
35-44 ............................ 8 4 10 78 80 76
45-54 ............................ 4 7 3 85 81 82
55-64 ............................ 3 1 2 86 82 83
65 +.............................. 4 – – 85 83 –
En relación a la encuesta del año 2000, se mantiene, con una ligera ten-
dencia al alza, la proporción de varones que hacen deporte reglado y com-
petitivo, que en aquel momento suponía un fuerte retroceso respecto a los
datos de 1995. Por otro lado, se reduce la proporción de mujeres que parti-
cipan en actividades deportivas con ese mismo carácter. Se puede concluir,
pues, que dada la menor tradición participativa de las mujeres en el deporte
competitivo, el reciente fenómeno de retroceso del deporte competitivo y el
correspondiente incremento del recreativo afecta, fundamentalmente, a los
varones. Y observando las distribuciones que resultan de diferenciar por
cohortes de edad, se puede ampliar la anterior conclusión diciendo que la
retirada del deporte de competición afecta en estos últimos años de manera
más acusada a los más jóvenes, ya que el núcleo más amplio de participan-
tes en el deporte tradicional federado ha estado siempre formado por jóve-
nes.
Incluso aparece un cambio que pone de relieve otra dimensión muy inte-
resante de la dinámica del sistema deportivo actual, y es que se ha incre-
mentado notablemente en los últimos cinco años el porcentaje de varones
de más de 45 años que hacen deporte reglado de competición, pasando del
68
3. Cultura deportiva
y socialización
1. Cultura y sociedad
En el capítulo primero se ha explicado en qué consiste la naturaleza social
del deporte. Hemos visto que se trata de una práctica social, de una activi-
dad cada vez más generalizada entre amplios segmentos de población en
prácticamente todas las sociedades de finales del siglo XX.
El deporte, en tanto que práctica o actividad social, engloba un amplio
repertorio de símbolos, valores, normas y comportamientos, que lo identifi-
can y diferencian claramente de otras prácticas sociales. En tal sentido, el
deporte delimita un ámbito cultural específico, que ha ido adquiriendo una
diferenciación funcional propia a medida que se ha desarrollado el proceso
de modernidad, hasta alcanzar el carácter universal que tiene actualmente.
Antes trataremos de delimitar con precisión el concepto de cultura en las
sociedades modernas, para de este modo contextualizar adecuadamente
nuestro objeto de estudio particular, el deporte.
69
Manuel García Ferrando, Francisco Lagardera Otero y Núria Puig Barata
como una concepción global que incluye la vida material, intelectual y es-
piritual. La cultura, en su significado genérico, es todo lo creado por los se-
res humanos, la generalidad de la vida de una sociedad, el modo de vida es-
pecíficamente humano, lo que nos diferencia de los animales, la totalidad
de la experiencia humana acumulada y transmitida socialmente. Ahora
bien, esa totalidad cultural se concreta de manera singular en cada grupo
humano, lo que explica la variedad de culturas humanas conocidas, pero sin
que se pueda hablar de culturas superiores o inferiores (Luque, 1985).
La fuerza de la definición antropológica de cultura radica en su capaci-
dad de captar el carácter constitutivo de la cultura y desvelar tanto las ilu-
siones etnocéntricas como las ideológicas, propias de las élites dominantes
de imperios coloniales. Al reconocer que la cultura es autónoma aunque in-
terdependiente, la visión antropológica ha ampliado enormemente el alcan-
ce del análisis cultural: el deporte, el ocio, la vida cotidiana, la política, la
70
3. Cultura deportiva y socialización
is business), y en el que las cálidas relaciones del parentesco, la amistad y el amor que-
verso en el que, como se acostumbra a decir, «los negocios son los negocios» (business
En su estudio del mundo del arte, Bourdieu señala que el campo artísti-
co (que como los demás es campo de fuerzas y de luchas, en el que se jue-
ga un tipo particular de capital) surge en el siglo XIX con la definición de
una nueva figura, la del artista como profesional especializado, totalmente
entregado al arte «puro». Con los nuevos artistas «profesionales» se consti-
tuye el mundo del arte por el arte, en oposición al mundo burgués regido
por el utilitarismo y el interés económico.
contrastar desde un punto de vista empírico. Las ideas, en tanto que formas
vida. De ellas no se puede afirmar su verdad ni falsedad, pues no se pueden
sin normas de conducta que los enmarquen y que tienen que ser aceptadas
por una parte o la totalidad de los miembros del grupo. En consecuencia, se
pueden definir también las normas como reglas para comportarse de un
modo determinado. Precisamente del estudio de las normas que rigen los
distintos tipos de comportamientos deportivos se pueden deducir los valo-
res que tienen los practicantes y todos aquellos que impulsan un tipo u otro
toría que este fenómeno social ha seguido a lo largo de más de una centu-
ria, y de este modo poder atisbar las tendencias actuales que sigue ese
complejo y controvertido entretenimiento contemporáneo que es el deporte.
Es así como se pueden comprender mejor las aparentes contradicciones y
no pocas sinonimias e incluso polisemias, que rodean muchos de los he-
chos que cotidianamente se denominan deportivos.
La naturaleza social del deporte remite a su ubicación en la vida de las
personas como una parte sustancial de su realidad. El deporte se experi-
menta, se ve, se vive o se siente como algo propio; de ahí que constituya
una parte de la vida cotidiana de millones de personas. En este sentido, esta
costumbre tan extendida por todo el mundo a finales del siglo XX puede en-
tenderse como una cultura característica de la contemporaneidad que puede
ser perfectamente identificada (Dumazedier, 1997), pero, al mismo tiempo,
convive actualmente en perfecta armonía con la cultura moderna e indus-
trial hegemónica, pues ambas tienen sus orígenes en el complejo proceso
cultural, económico, social y político que durante el siglo XVIII alumbró los
tiempos modernos.
Los primeros balbuceos del deporte contemporáneo en el siglo XIX
muestran que, ya desde sus inicios, se configuraba el sistema deportivo
(primeros clubes, competiciones y federaciones) ante el interés o necesidad
que tenía un determinado y restringido grupo social de ocupar su tiempo li-
bre mediante un entretenimiento consistente en una competición que fuese
76
3. Cultura deportiva y socialización
mera etapa como lo muestra claramente la moral del fair play, el juego lim-
de. Este espíritu burgués estuvo claramente vinculado al deporte en su pri-
fair play siguió siendo un ideal de clara distinción social (Bourdieu, 1988)
Mientras la práctica deportiva se circunscribió a una minoría selecta, el
porte, tanto desde un punto de vista histórico como práxico. El acto depor-
tivo consiste en un enfrentamiento entre contendientes individuales o colec-
tivos y toda la preparación de los deportistas va encaminada a ese
momento. De modo práctico, aunque no se trate de una competición ofi-
cial, una pachanga entre amigos o un partido en la hora del recreo escolar
adquieren un formato competitivo, aunque no ostenten carácter trascenden-
te. La competitividad impregna todo actuar deportivo, puesto que incluso
cuando se ejercita uno individualmente, siempre existen referencias de
tiempo, cantidad de esfuerzo o de distancias para compararse y controlar
los progresos o retrocesos.
Este carácter eminentemente agonístico de la ejercitación deportiva tam-
bién ostenta una dimensión histórica. En primer lugar se instauró la noción
de récord, con el fin de disponer de un registro sistemático de los triunfos
de equipos y deportistas en las diferentes modalidades (Brohm, 1982) y,
poco después, se establecieron diferentes tipos de categorías de competi-
ción, creándose para ello instituciones específicamente deportivas para or-
ganizarlas y velar por su adecuado desarrollo (las diversas federaciones de-
portivas). La importancia de este último hecho radica en que, en el ámbito
de las federaciones, se considera que una determinada práctica física está
deportivizada cuando ha formalizado modos de competición avalados por
una federación, caso de las modalidades más recientes como el wind-surf,
el aerobic o el parapente.
La práctica deportiva se consideró desde sus orígenes como una ejercita-
ción saludable, como un signo de salud. Los primeros esfuerzos españoles
encaminados a incorporar la práctica deportiva en la población escolar,
como así lo atestiguan las diferentes intervenciones en el Parlamento espa-
pueblo, que no podría recuperar su pulso histórico hasta que la práctica de-
portiva se instalase como costumbre en la mayoría de la población. Hemos
podido comprobar en el capítulo segundo de esta obra cómo en la actuali-
dad una mayoría de la población española sigue otorgando al deporte un
significado estrechamente asociado a una práctica saludable. Estar en for-
ma y mantener la salud es, después de más de un siglo, un valor íntima-
mente asociado a la práctica deportiva.
78
3. Cultura deportiva y socialización
sea el ámbito y nivel en donde se compita. Las reglas establecen con gran
detalle cómo vencer al adversario en el enfrentamiento, cómo conseguir go-
les, puntos, tocados o ensayos (Robles, 1984). Cualquier aproximación al
triunfo pero que no lo logre, por meritoria que parezca, carece al final de
significación. Los triunfos morales no son reconocidos ni registrados, pues
lo que cuenta es marcar más goles que el adversario, efectuar un recorri-
do golfístico con menor número de golpes o pisar la línea de meta en pri-
mer lugar.
No existe ningún deportista que compita para perder o se sienta derrota-
do de antemano, incluso tales actitudes están penalizadas por los organis-
mos deportivos, pero por lo general son otras instancias (club, entrenador,
compañeros...) las que detectan previamente tan lamentable actitud y falta
de espíritu combativo.
El éxito deportivo ostenta muy diversos grados y niveles, ajustados en
todo momento a las características e intereses de los competidores. Para
ciertos atletas tan sólo ganar una determinada prueba puede entenderse
como éxito, pero para otros participantes en la misma prueba llegar entre
los veinte primeros supone ya un grandísimo éxito, e incluso para otros
puede suponerlo el solo hecho de ser capaces de lograr finalizarla.
Aunque todo análisis cultural resulta en estricto sentido incompleto, po-
demos avanzar después de la exposición efectuada que los valores deporti-
vos explicitados en la aceptación de la competencia como norma de convi-
vencia, en la manifestación de un ansia de progreso y de mejora sin límite
aparente, en la necesidad de legislar las relaciones sociales sometiendo sus
infracciones a la acción de la justicia, en que tan sólo con la constancia del
trabajo continuado será posible alcanzar el éxito o la victoria, la cual se
80
3. Cultura deportiva y socialización
larga espera para contemplar durante unos fugaces instantes el paso de los
ciclistas. Pero las emisoras de radio narran constantemente los sucesos de
la carrera mientras el fugaz espectador ha regresado a su vehículo para se-
guir desde allí los avatares de la competición, recreándose con las imágenes
descritas por el locutor, quien con una especialísima jerga remite al oyente
a un imaginario por el que seguir la emoción del momento: esprintar, de-
marrar, hacer la goma, entregar la cuchara, coger una pájara, chupar rueda,
golpe de riñón, multiplicación, abanico, meter la tuerca...
Lo mismo ocurre con los partidos de fútbol o los de baloncesto. El se-
guidor no necesita estar presente en vivo para contemplar con todo lujo de
detalles el gol conseguido por su delantero favorito, el prodigioso mate
de un pivot o la frustración de un lanzamiento fallido. La cultura deportiva
le remite constantemente a imágenes de un modo automático e inconscien-
te, las cuales pueden programarse y reprogramarse a entera libertad para ser
recreadas ante los amigos o los compañeros de trabajo, siendo la capacidad
imaginativa y expresiva de cada seguidor la que ilustra, con mayor o menor
énfasis, ese rico arsenal de momentos deportivos depositados en la
memoria.
No se trata exclusivamente de que la plasticidad de las imágenes depor-
tivas se adapten como un guante al nuevo lenguaje audiovisual, pues aún
siendo así ahora, tenemos constatación empírica de que tal circunstancia ya
se daba hace cien años a través de los medios de prensa escritos y los bole-
tines de los diferentes clubes y federaciones (Lagardera, 1990; Pujadas y
Santacana, 1995), tal y como ahora ocurre con los periódicos. Pero en la
actualidad los grandes medios de comunicación de masas, especialmente
los audiovisuales, gracias a los avances tecnológicos han abierto el consu-
mo de imágenes deportivas a un mercado compuesto por cientos y, hasta en
83
Manuel García Ferrando, Francisco Lagardera Otero y Núria Puig Barata
3. Socialización y deporte
significa saber cúales son sus ideas y deseos, y ser capaz de reconocerse a
sí misma (el «yo» individual) frente a su entorno (el «nosotros» colectivo).
Este sentimiento de identidad ha de ser lo suficientemente sólido como
para que, en situaciones inciertas o de rechazo, la persona sea capaz de
mantener sus criterios y comportamiento y tan sólo modificarlos por propia
Por último, una persona apta para vivir en sociedad ha de ser capaz de
zan totalmente con los propios valores y deseos, a otras en que la persona,
de manera voluntaria y conscientemente, renuncia, en parte, a ellos porque
lo considera de interés para el colectivo social en que se desenvuelve.
89
Manuel García Ferrando, Francisco Lagardera Otero y Núria Puig Barata
La importancia sociológica del análisis cultural del deporte viene dada por-
que puede contribuir a explicar la penetración de este fenómeno en el tejido
social. Por otra parte, «no es posible abordar la cuestión de la socialización
sin mencionar el desarrollo de la personalidad y, sobre todo, la adquisición
de valores morales» (VV. AA., 1996, p. 101). Efectivamente, ya hemos vis-
to cómo la práctica deportiva remite necesariamente a un código moral, a
toda una serie de valores que, en sentido estricto, tienden a reforzar los va-
lores dominantes en la sociedad compleja de nuestros días. Por ello, aunque
la socialización en el deporte remite al aprendizaje real del deporte propia-
mente dicho, sin que en un principio haya que delimitar la utilidad del de-
porte fuera del ámbito deportivo, lo cierto es que se trata de una distinción
más bien analítica que no resulta fácil mantener en la realidad, en la medida
en que, como ya hemos visto anteriormente, la socialización es un proceso
continuo, y las experiencias y aprendizajes de una cierta época en la vida
tienden a influir en fases posteriores de la vida de los individuos (Patriks-
son, 1996, p. 133).
El espacio social en el que cada uno desempeña los diferentes roles so-
ciales determina, en buena medida, el estilo de vida según el cual llevamos
a cabo diferentes disposiciones sociales, es decir, esquemas de relación so-
cial en el que nos encontramos integrados. Estas pautas de comportamiento
marcan el grado de nuestra integración social y, así mismo, los modos en
que nos diferenciamos de los demás, ya que, como afirma Bourdieu, «el es-
pacio social se constituye de tal forma que los agentes o grupos se distribu-
yen en él en función de su posición en las distribuciones estadísticas según
los dos principios de diferenciación que, en las sociedades avanzadas, son
sin duda los más eficientes, el capital económico y el capital cultural»
(Bourdieu, 1997, p. 18).
Estos dos grandes principios de diferenciación social tienen a la familia
como su primer y gran agente socializador. En efecto, la familia se convier-
que son la base sobre la que se asentarán los hábitos que, asimilados de for-
ma inconsciente al esquema de pensamiento, definen todo un sistema de
disposiciones y de percepciones que irán constituyendo lentamente la per-
sonalidad.
92
3. Cultura deportiva y socialización
1996, pp. 22 y ss.), a los que les fue preguntado quién fue la persona que
había ejercido mayor estímulo e influencia en la práctica deportiva. Las res-
puestas obtenidas ponen de manifiesto la diversidad de situaciones sociali-
zadoras vividas por los olímpicos españoles:
— El padre.................................................... 24 21 27
— Un amigo ................................................. 19 19 19
— Un entrenador .......................................... 17 13 18
— Un hermano/a, otro pariente ................... 13 13 13
— Un profesor .............................................. 11 10 11
— La madre ................................................. 9 19 6
El deporte puede favorecer el aprendizaje de los papeles del individuo y de las reglas de
la sociedad, reforzar la autoestima, el sentimiento de identidad y la solidaridad. Ade-
más, parece que los valores culturales, las actitudes y los comportamientos individuales
y colectivos aprendidos en el marco de las actividades deportivas vuelven a encontrarse
en otros campos de la vida (VV. AA., 1996, p. 101).
desarrollo del niño o la niña en función de los valores, las normas, las san-
ciones y las oportunidades que ofrezca en el momento adecuado» (McPher-
son, 1986, p. 243). Por ejemplo, no se dará la misma situación socializado-
ra en una escuela que cuente con todos los medios para impulsar un
programa de iniciación deportiva que aquella otra en la que, además de ca-
recer de esta posibilidad, un programa de este tipo pueda ser juzgado con
cierto recelo.
También debemos considerar las características personales, pues puede
ocurrir que se den procesos de presocialización conflictivos con los valores
y normas que rigen en las situaciones deportivas. Muchas investigaciones
han puesto de manifiesto que los jóvenes que pertenecen a categorías so-
ciales de elevado estatus muestran una mejor predisposición a situarse en
una lógica de individualización de los comportamientos y de establecimien-
to de proyectos a largo plazo, ya sea en la actividad escolar, en la profesio-
nal o en la deportiva. Por el contrario, en categorías sociales de bajo estatus
existe una mayor tendencia a adoptar comportamientos grupales y actuar en
base a la lógica de lo inmediato (Svoboda, 1996).
En el caso del joven o la joven de elevado estatus, la presocialización
hace emerger una mayor predisposición a trabajar en una situación
de proyecto a largo plazo y a aceptar de modo natural la autoridad de
quien le ayuda a llevar a cabo este proyecto, como ocurre en el caso del
deporte de alto nivel competitivo. Por el contrario, en ambientes sociales
de niveles bajos se pueden dar situaciones problemáticas, ya que, supera-
da la fascinación y el atractivo de los primeros momentos, la mayor difi-
cultad para imaginar un proyecto a largo plazo, junto con el contrapeso
ejercido por los amigos de la pandilla que pueden delimitar la influencia
del entrenador o entrenadora, entre otros factores, reducen las posibilida-
des de éxito del deporte para conseguir una socialización positiva.
La complejidad del proceso de socialización ha de ser también la refe-
rencia que sirva para analizar la posibilidad de que, efectivamente, las cua-
lidades adquiridas en las situaciones deportivas puedan ser transferidas a
otras situaciones sociales. En efecto, la persona que se socializa está sujeta
a cambios constantes en función de los procesos interactivos que comporta
la vida social; de ahí que, aunque pueda reconocer en las nuevas situaciones
aspectos normativos y valores semejantes a los que se dan en el ámbito de-
portivo, tendrá sin duda que llevar a cabo procesos de adaptación a nuevos
ámbitos, y en este proceder tanto su personalidad como su conducta social
se verán afectados.
Desde esta perspectiva, la noción de transferencia se torna enormemente
frágil, ya que aun teniendo en cuenta la socialización positiva que ejerce el
deporte, al tratarse de un proceso dinámico e interactivo permanente obliga
a las personas a adaptarse de modo constante a las nuevas situaciones. Es
muy posible que una experiencia anterior positiva tienda a favorecer nuevos
procesos de socialización, pero esto no siempre ocurre así.
97
Manuel García Ferrando, Francisco Lagardera Otero y Núria Puig Barata
98
4. Género y edad en
el deporte
99
María José Mosquera González y Núria Puig Barata
del género. Éste hace referencia a la forma en que estas diferencias biológi-
cas se interpretan y se traducen en comportamientos, actitudes, valores, ex-
no es suficiente para que el cambio se realice. [... también] hay que vencer las resisten-
cias al cambio de los modelos aprendidos e interiorizados por hombres y mujeres a lo
largo de su proceso de socialización. Modelos o pautas que son reproducidos, a menudo
de manera inconsciente, en el día a día de la vida cotidiana. Estas resistencias a trans-
gredir el modelo tradicional son hoy más fuertes en el caso de los hombres, porque en
este proceso de cambio deben renunciar a sus cuotas de poder institucionalizado (Bru-
llet, 1996, pp. 284-285).
2. Género y deporte
* La suma de los porcentajes es superior a 100 porque la pregunta del cuestionario permitía dar más
de una respuesta.
104
4. Género y edad en el deporte
* La suma de los porcentajes es superior a 100 porque la pregunta del cuestionario permitía dar
más de una respuesta.
105
María José Mosquera González y Núria Puig Barata
En el año 1976, David y Branon (véase Klein, 1990, p. 179) estudiaron las
directrices más frecuentes que recibían los niños norteamericanos durante
su socialización. Las agruparon en cuatro categorías:
jas quedó bajo la tutela de las mujeres. Los hombres salían de casa para ir a
trabajar. Es durante este periodo cuando la división de funciones en el ho-
gar se acentúa respecto a siglos anteriores. El ideal burgués del ama de casa
surge precisamente en este momento. La socialización de los hombres de-
bía basarse en unos valores de los cuales las madres (el agente socializador)
no eran la referencia a imitar: individualismo, independencia, espíritu de
lucha, valentía y disciplina. Así «de modo más o menos consciente los
hombres [...] crearon espacios donde poder descubrir y construir su mascu-
linidad» (Bonde, 1996, p. 87). El deporte era uno de ellos y mediante su
práctica podían construir un cuerpo, unas habilidades motrices y un carác-
ter que reflejara la competitividad de la sociedad moderna.
Para Bonde, el impacto de la industrialización tuvo una importancia
enorme en la modelización del cuerpo masculino. Ello puede verse a través
de los criterios que se iban imponiendo respecto a los usos del cuerpo.
«La velocidad se convirtió en la norma central para el movimiento mas-
culino en la cultura deportiva del 1900» (Bonde, 1996, p. 21). El autor se
refiere al hombre rápido en contraposición a la forma elegante como se ha-
bía recomendado hasta aquel momento que fueran practicados los deportes.
La introducción de una medida temporal así como la del récord absoluto
fueron una novedad, e iban asociadas al ideal de progreso que se extendía
en el entorno social de la época. La velocidad se fue convirtiendo en cate-
goría hegemónica. Sin embargo, ello no se hizo sin polémicas, puesto que
«en 1900 no todo el mundo estaba mentalmente preparado para el culto a la
velocidad en el deporte» (Bonde, 1996, p. 72). En el capítulo referido a la
constitución de la cultura deportiva, ya hemos visto cómo los valores aso-
ciados a la misma no han existido siempre, sino que se constituyeron en el
marco sociohistórico de la industrialización.
Al hombre rápido se le añade el hombre tecnológico. La importancia de
la tecnología durante el proceso industrializador tuvo efectos en el deporte,
y los jóvenes burgueses ingeniaban todo tipo de instrumentos que ayudaran
a la mejora del rendimiento deportivo. Trataban de que, con la fuerza míni-
ma, se adquiriera la máxima eficacia merced al apoyo tecnológico. El hom-
bre también debía ir con la espalda bien erguida, «el burgués erguido sim-
bolizaba autocontrol y firmeza de carácter» (Bonde, 1996, p. 79). No debía
vivir el presente, sino que debía mirar hacia adelante para anticiparse a los
acontecimientos. Tal premisa planteó ciertos problemas en la práctica de al-
gunos deportes (patinaje, ciclismo, hípica...), puesto que yendo con la es-
palda erguida se contradecían los principios aerodinámicos necesarios para
alcanzar la máxima velocidad. Hubo muchas polémicas, pero, finalmente,
se llegó a una especie de compromiso según el cual en la vida cotidiana era
preciso ir con la espalda bien erguida y en el deporte se decía «inclina la
espalda y ve rápido, muy lejos» (Bonde, 1996, p. 79).
El ideal corporal masculino que predominaba entre las clases populares
era otro. La cultura corporal de los hombres trabajadores se centraba en la
107
María José Mosquera González y Núria Puig Barata
ban su habitus.
consonancia con el resto de sus formas de hacer y gustos, que configura-
cia personal del deporte que se practica y opiniones de los demás respecto
al mismo también es una característica del deporte femenino en la actuali-
dad. De ello y del proceso seguido para llegar a la situación presente nos
ocupamos a continuación.
debido a sus características innatas físicas y emocionales debían quedarse en casa y ser
buenas esposas y madres y, teniendo en cuenta el mismo argumento, se creía que esta-
ban poco dotadas para ejercer funciones en la esfera productiva [...] la maternidad se
consideraba la función más elevada de las mujeres, esencial para el progreso saludable
de la nación (Hargreaves, 1993, p. 72).
Se las educó para su papel de ama de casa, conocedora de los secretos de la cocina, el
lavado y el planchado, buena administradora del salario del marido y cuidadora de los
hijos, alejada de la cultura, sin interés por conocer y sin necesidad de aprender más de
lo estrictamente necesario para ser esposa y madre (Cortés, 1996, p. 50).
3. Edad y deporte
113
María José Mosquera González y Núria Puig Barata
(1989), dedican una buena parte a alertar sobre las falsas interpretaciones
(«ilusiones de transparencia») a que nos puede inducir la realidad social si
no operamos con la misma una ruptura epistemológica que nos ayude a
analizarla más allá de las primeras impresiones. En realidad, para acercar-
nos a la realidad social utilizamos métodos diversos y, en todos los casos,
éstos operan ciertos sesgos aproximativos que son los que pueden inducir
los errores de interpretación que hemos comentado.
A este respecto los estudios sincrónicos (principalmente las encuestas)
tienden a hacer secciones transversales de la realidad que no permiten ver
la dimensión diacrónica de un fenómeno. Se pierde la información que po-
dría ser obtenida con aproximaciones longitudinales o, por lo menos, bio-
gráficas. Éste es el principal problema que surge al analizar el tema del
abandono deportivo juvenil. Los datos que proprcionan las encuestas ponen
de manifiesto que, con los años, muchos jóvenes abandonan progresiva-
mente el deporte, tanto en el caso de chicos como de chicas.
La tendencia general es considerar estos datos como un indicador del
desinterés progresivo respecto al deporte a medida que aumenta la edad.
Así, se dice que la juventud deja de practicar a medida que se integra en el
mundo de los adultos. Aunque no hay duda de que puede haber problemas
de este tipo, la cuestión es mucho más compleja y merece ser analizada con
detalle.
En primer lugar, es preciso hacer «una definición funcional del concepto
“abandono deportivo”» (Cruz, 1989). A la hora de estudiarlo, hay que dife-
renciar entre «abandono definitivo», «abandono temporal» y «cambio de
117
María José Mosquera González y Núria Puig Barata
nas o de modernidad tardía, en las que nos encontramos, nos permitirá en-
contrar las claves y criterios para entender la vejez, el deporte y la relación
entre ambos.
za ni a una edad precisa ni de una sola vez. Lo que ocurre es que este pro-
so de socialización; por lo tanto esta transición a la tercera edad no se reali-
nes vitales (Reher, D-S, 1997). Y, en este sentido, para desarrollar con pre-
cisión estos estudios, debemos considerar que «cualquier factor que
provoque o acelere procesos convencionales de declive físico, psíquico y/o
sociales debe ser considerado como factor de envejecimiento real u obser-
vable» (Alfageme, 2000, p. 94).
De todos modos, también debemos entender como proceso las actitudes
que las diferentes sociedades, a lo largo de la historia, han manifestado ante
la pertinencia o no de cada uno de ellos. De todos modos, hablamos de tercera edad para
referirnos a la etapa de la vida vinculada con la jubilación y de cuarta edad para explicar
la etapa posterior a ésta, caracterizada por limitaciones en la movilidad, autonomía, au-
tocuidado, etc.
121
María José Mosquera González y Núria Puig Barata
lización del rol de «viejo», tanto masculino como femenino, a partir del rol
hegemónico de referencia.
Y en esta realidad de la vejez como proceso no homogéneo, además de
las variables sociales apuntadas, también desempeñan un importante papel
los rituales que, al igual que en el caso de la gente joven, las personas ma-
yores deben afrontar en el curso de su socialización. Constituyen otras de
las claves explicativas para entender las actitudes frente al deporte de los
grupos de población de edades avanzadas. De ellos nos ocupamos en el
apartado siguiente.
organice las horas del día, buscando una o varias actividades sustitutorias
en torno a las cuales hacer girar su vida para conseguir un estado de satis-
facción y bienestar elevado.
En este intento de reorganizar la vida en cuanto a espacios y tiempos,
aparece una nueva situación en el ámbito familiar que es necesario conside-
rar: la variación en los tiempos de permanencia en el hogar. Aun cuando se
haya encontrado una actividad sustitutoria, estos tiempos van a aumentar
considerablemente respecto a la situación anterior, lo que puede provocar
conflictos con la pareja, si la hubiera. Según los casos, es necesario una re-
adaptación de los espacios considerados como propios, limar asperezas en
cuanto a modos de hacer, reconquistar espacios y tiempos para el cultivo de
la propia individualidad, etc.
de la casa familiar —lo que se conoce como nido vacío—, aunque se retra-
sa por las tasas de desempleo, la viudedad y la pérdida de los propios pro-
genitores y amigos como consecuencia de su muerte. De todos modos, la
soledad no debe entenderse siempre como problema, puesto que también se
vive como una situación que genera oportunidades de independencia, de re-
elaboración del yo y del lugar que tienen en el mundo. Esta es la actitud
que debemos potenciar entre nuestros mayores, pero no sólo entre ellos
sino como un valor del proceso de socialización para todos los individuos
en las diferentes etapas de la vida. En cualquier caso, siempre es necesario
124
4. Género y edad en el deporte
hacer frente a esta situación, lo que representa adaptarse a las nuevas cir-
cunstancias de la socialización.
de hacerlo debido al efecto biológico, sino que nunca lo han hecho debido
venido realizando menos deporte que las jóvenes, no es que hayan dejado
extensión social y todavía no había sido asumido por los poderes públicos
como hoy día; la práctica estaba limitada a los grupos sociales más favore-
cidos y se encontraba escasamente desarrollada en las escuelas; los roles
sociales hegemónicos de género y edad eran más visibles y todavía la so-
ciedad española estaba en una fase de desarrollo más propia de la moderni-
dad que de la posmodernidad actual. Además, estas personas no sólo na-
cieron antes de la guerra civil o durante la misma y vivieron este evento en
sus años de infancia y juventud, sino que después han tenido que afrontar
el difícil período de la posguerra y los años posteriores en que fue necesa-
rio trabajar mucho para sacar adelante a las familias. Las peculiaridades de
la socialización de esta generación, por tanto, están muy lejos de ser ópti-
mas para la adquisición de la cultura deportiva, con el agravante de que sus
padres tampoco disfrutaron de oportunidades. Los datos nos confirman que
tampoco ellos estuvieron vinculados de manera relevante a la práctica de-
portiva ya que los porcentajes se reducen a medida que se incrementa la
edad de los encuestados. De los que tienen entre 55 y 64 años, el 9% afir-
ma que sus padres han realizado deporte (7% padres y 2% madres); y de
los mayores de 65 años, sólo el 6% de sus progenitores han estado vincula-
dos a la práctica, el 4% de los padres y el 2% de las madres (García Ferran-
do, 2001).
En términos generales, la progresiva incorporación del colectivo de ma-
yores a la actividad física resulta un hecho evidente gracias a la oferta ac-
tual. Así, retomando el informe mencionado, los mayores de 65 años acu-
den básicamente a instalaciones públicas (53%), aunque también a clubes
abiertos (33%) y a los privados (18%). Lo que nos permite afirmar que
cuando los poderes públicos asumen la iniciativa de ofertar práctica depor-
tiva los resultados son constatables en los hábitos de la población. Y, a la
vez, que la actividad física es un producto bien recibido por las personas de
estas edades, de lo contrario las entidades privadas no habrían tomado la
decisión de incluirlo en su oferta. Por lo tanto, podemos afirmar que el de-
porte y la práctica física comienzan a ser reconocidos por los mayores
como actividades con sentido y significado en sus vidas cotidianas. En esta
línea, cabe también mencionar el papel de socio o accionista de un club de-
portivo que vienen desempeñando los mayores: el 6% de los que tienen en-
tre 55 y 64 años y el 4% de los comprendidos entre los 65 y los 74 años.
Los datos presentados de forma aislada podrían parecer irrelevantes pero
no lo son si consideramos que el porcentaje propio de los más jóvenes (de
15-24 años) es del 10%; que la cifra de adultos de 25 a 34 años y de 35 a
44 años que son socios es del 8% en ambos casos; y que la cantidad que co-
rresponde a los que tienen entre 45 y 54 años sólo es del 7%. Por lo tanto,
aunque la jubilación como ritual pueda provocar dificultades económicas,
esta cuestión no es determinante en la vinculación a un club como socio o
accionista, sino que son más importantes los factores culturales propios de
la sociedad española de este momento.
127
María José Mosquera González y Núria Puig Barata
Por otra parte, cuando se les pregunta por su forma física, un 39% de los
que tienen entre 55 y 64 años considera que es buena o excelente. A este
respecto podemos realizar diferentes apreciaciones. El porcentaje indicado
lo entendemos alto en función de la edad de referencia y de lo señalado con
anterioridad sobre esta generación, lo que parece confirmar no sólo el in-
cremento de la esperanza de vida sino también la mejora de la calidad de
vida. Y, por otra parte, que la autopercepción del cuerpo es una cuestión
subjetiva, determinada de forma importante por el rol masculino o femeni-
no; el hombre es reticente a aceptar que no dispone de buena forma física
puesto que no estaría respondiendo a los atributos de fuerza y virilidad pro-
pios de su rol; y la mujer, al constatar que su cuerpo se aleja del modelo de
belleza establecido, tiene tendencia a autoevaluarse de forma negativa. Pero
también resulta importante el rol de viejo socialmente construido, si está
contramos que los porcentajes son muy próximos a los de otras edades o
incluso superiores. Así, los practicantes de entre 55-64 años con hábitos de
tres o más veces por semana representan un porcentaje del 51% y los ma-
yores de 65 años un porcentaje del 54%, siendo el de los más jóvenes del
67% y el de los que tienen entre 45-54 años del 35% (García Ferrando,
2001). Con lo cual, podemos concluir que, cuando las personas mayores
hacen deporte le dedican más tiempo que otros grupos de edad, si bien es
cierto que la disponibilidad de tiempo libre también es mayor tal como he-
mos referido cuando explicamos los rituales. La constatación de esta fre-
cuencia de práctica podría permitirnos afirmar que este colectivo ha conse-
guido sustituir el valor trabajo por el valor ocio, o que al menos se
encuentra en un proceso de transformación que contribuye a que la activi-
que les llevan a realizar práctica deportiva, encontramos que las respues-
tas, para los mayores de 55 años, se agrupan del siguiente modo. El 60%
afirma que por hacer ejercicio físico, por lo tanto parece que los mayores
valoran este aspecto y le conceden sentido y significado en su vida cotidia-
na. El 51% responde que por mantener y/o mejorar la salud, cuestión que
confirma el carácter de valor emergente. El 30% realiza práctica por diver-
sión y por pasar el tiempo, lo que significa reconocer la aparición de satis-
facción y emociones positivas, así como el hecho de concederse un tiempo
para ellos mismos. El 21% manifiesta que le gusta el deporte, por lo tanto
podemos pensar que se puede estar modificando progresivamente el rol he-
gemónico de viejo a partir de los roles individualizados que cada uno cons-
truye. El 15% manifiesta que la razón de la práctica está en encontrarse con
amigos, lo cual indica que el deporte no sólo es actividad física sino tam-
bién relación social; que a los mayores les interesa y que en él es posible
encontrar a los amigos, a los de siempre o a las nuevas amistades que se
128
4. Género y edad en el deporte
han hecho al realizar deporte en común. Sólo un 11% declara que su moti-
vación es mantener la línea, sin embargo, deberíamos pensar que quizás no
es demasiado propio del rol hegemónico de esta edad la preocupación por
mantener la figura en un cuerpo que ha entrado en un proceso de deterioro
y que otras cuestiones interesan más. Con respecto a los motivos por los
que no se practica deporte, en la población general encontramos que el fac-
tor edad alcanza un porcentaje del 32%, muy semejante a los datos del año
1990 (30%), que viene a reafirmar el efecto generación apuntado más que
las limitaciones físicas. Teniendo los abandonos deportivos a estas edades
una interpretación, quizás, más fisiológica que social. El 22% de entre 55 y
64 años y el 16% de los mayores de 65 años han abandonado, pero como
manifiestan estar interesados y haber practicado a lo largo de su vida qui-
zás es posible pensar que son las cuestiones de salud las que les han llevado
a dejarlo.
— Hacerles ver los rituales por los que han pasado: que existen como
tales y que les afectan a todos.
— Reconocer los desajustes que cada uno de los rituales ha provocado.
— Asumir que han aparecido problemas, puesto que sólo podrán resol-
verse o afrontarse si se reconoce su existencia.
— Comprender la necesidad de reorganizar la propia vida en función de
las características de la nueva situación.
131
5. La organización social
del deporte
133
Manuel García Ferrando
tribuidos por organizaciones, e incluso el uso y disfrute del ocio y del tiem-
po libre, y hasta los ritos funerarios, transcurren hoy día en marcos orga-
nizacionales.
Por lo que al deporte se refiere, los individuos reciben sus primeras cla-
ses de educación física y deportiva en la escuela, y si lo desean o tienen
oportunidad para ello continuarán la práctica deportiva en el seno de aso-
ciaciones y clubes deportivos que están especializados en ofertas deportivas
muy diversificadas, que abarcan desde el deporte recreativo hasta el de alta
competición. Por otro lado, las federaciones y los grandes clubes deporti-
vos orientados a la competición de alto nivel o profesional, y que forman el
núcleo ofertante de ese espectáculo deportivo que se ha convertido en parte
constitutiva de la vida cotidiana de las sociedades de masas, han llegado a
ser poderosas organizaciones que controlan enormes presupuestos con los
que se atienden las crecientes necesidades mercantiles de sus actividades.
Pero es que, además, y en el caso concreto de España de una manera es-
pecial, el Estado y el sector público se han constituido en las tres últimas
décadas en agentes impulsores y gestores de prácticas deportivas muy di-
versas, en las que tiene un protagonismo relevante, aunque no único, el de-
porte recreativo orientado al ocio y la salud de los participantes. Tales ofer-
tas públicas se hacen sobre todo en España a través de patronatos y
fundaciones municipales de deporte, que se cuentan ya por centenares en
las diecisiete comunidades autónomas, y que han alcanzado un grado de
complejidad burocrática ciertamente notable. Incluso recientemente mu-
chas de estas organizaciones deportivas de carácter municipal han fijado
como uno de sus principales objetivos la promoción del propio asociacio-
nismo deportivo en el ámbito local de su competencia como la mejor forma
de extender y mantener los hábitos deportivos de los ciudadanos.
Así pues, desde los pequeños clubes monodeportivos y asociaciones de-
portivas de barrio hasta los grandes clubes polideportivos y las sociedades
anónimas deportivas, pasando por las federaciones deportivas y las funda-
ciones deportivas municipales, el sistema deportivo en España, al igual que
en el resto de las sociedades contemporáneas avanzadas, se apoya en una
densa red de asociaciones que expresan y reflejan el carácter profundamen-
te organizacional de nuestras sociedades avanzadas.
El concepto de grupo social hay que distinguirlo de otras dos nociones re-
lacionadas, los agregados y las categorías sociales (Giddens, 1991, p.
305). Un grupo social es, sencillamente, un conjunto de personas que se re-
lacionan entre sí con una cierta regularidad. Precisamente es esa regulari-
dad en la interacción la que diferencia a los grupos de los agregados, en
tanto que conjuntos de personas que están en un sitio cualquiera al mismo
134
5. La organización social del deporte
tiempo, como es el caso de las personas que hacen cola ante una taquilla de
un establecimiento público, o los espectadores que acuden a presenciar una
competición deportiva. Por otra parte, una categoría social no es otra cosa
que una agrupación estadística de personas clasificadas juntas en base a
una característica que comparten, por ejemplo, la de practicar un deporte
determinado o la de participar en un tipo concreto de liga deportiva. Las
personas que componen una categoría no interactúan entre sí ni están pre-
sentes en algún lugar, pues son construcciones abstractas, realizadas por los
investigadores sociales, que tienen una finalidad analítica y de clasificación
de la población según criterios específicos.
Los grupos a los que pertenecen los individuos no son ni del mismo ta-
maño ni tienen la misma importancia para sus miembros. En su estudio ya
clásico sobre el grupo humano, George Homans señala que «la experiencia
social primera y más inmediata de la humanidad es la que ocurre en el gru-
mans enlaza con el concepto más clásico de Cooley de grupo primario, ca-
po pequeño» (Homans, 1977, p. 39). La noción de grupo pequeño de Ho-
por tanto del grupo secundario, en el que, por su mayor tamaño y otras ca-
el caso de la familia o de un pequeño club deportivo, y que se diferencia
un miembro intercambia bromas con otro, pero emplea un tono más seco
con un tercero, etc.
Si observamos con cierto detenimiento el fluir de intercambios de accio-
nes sociales entre los miembros de un grupo, no será difícil constatar la
ellas. La posición social presenta, a su vez, dos caras. Por un lado, cada in-
dividuo que ocupa una posición social desempeña una función: la que reali-
za un entrenador de un equipo deportivo es diferente de la del presidente o
de la del capitán o miembro más veterano. En otras palabras, cada miembro
tero que no mete goles puede ser sustituido por otro jugador. En todo caso,
la gravedad de las sanciones por el incumplimiento del rol, o al contrario,
las recompensas por su buen desempeño, dependerán, obviamente, del gra-
Al hablar de rol también hay que referirse al conflicto de roles, que pue-
do de formalidad del grupo y de los recursos disponibles.
den ser de tres clases: entre roles complementarios, entre roles de una mis-
ma persona y dentro de un mismo rol o intrarrol. El conflicto entre roles
complementarios surge cuando no existe una buena adaptación entre los
mismos. Así, en un equipo deportivo orientado a la competición pueden
surgir conflictos entre el rol de los directivos y el del entrenador, cuando
aquéllos interfieren en las competencias técnicas de éste, y tratan de influir
en la manera de dirigir los entrenamientos de los deportistas o en las estra-
tegias de la competición, o por el contrario, si el propio entrenador trata de
interferir en las tareas directivas.
El conflicto entre roles de una misma persona es posible porque todos
los individuos desempeñan siempre varios roles simultáneamente. En el de-
porte de competición no profesional surge con bastante frecuencia un con-
flicto entre el rol ocupacional, estudios o trabajo, del deportista y el propio
rol de deportista, con sus exigencias de entrenamiento y competición. Si
este último rol absorbe tanto tiempo y recursos que impiden al individuo
atender convenientemente a los requerimientos ocupacionales, pueden de-
sarrollarse tensiones, de tal suerte que si no es posible encontrar un com-
promiso, pueden conducir al abandono de la práctica deportiva. En una en-
cuesta realizada entre los deportistas olímpicos españoles, la mitad de ellos
to con los estudios y el trabajo era mala o muy mala (García Ferrando,
reconoció que para la alta competición, la compatibilidad del entrenamien-
1996, p. 26), e incluso el 25% de los que habían decidido abandonar la alta
competición al finalizar el ciclo olímpico citó como principal motivo de
abandono la necesidad de acabar los estudios o de dedicarse a su trabajo.
El conflicto intrarrol, esto es, dentro de un mismo rol, tiene dos varian-
tes. La primera consiste en que diferentes grupos tienen expectativas diver-
gentes sobre cómo debería comportarse la persona que está ocupando una
determinada posición social. Sería el caso de un técnico deportivo que tra-
baja en un club u organización deportiva orientada comercialmente, a quien
los propietarios le exigen un cierto rendimiento mercantil a sus actividades,
que pueden no ser las más convenientes para los usuarios. Éstos esperan del
técnico que les oriente de la mejor manera para beneficio de su salud, re-
creación o rendimiento, mientras que aquéllos esperan que defienda los in-
tereses mercantiles del club u organización.
La segunda variedad de conflicto intrarrol se da cuando el mismo grupo
o categoría de personas tienen expectativas internamente incompatibles so-
bre la conducta del sujeto. Por ejemplo, el caso de un deportista de alta
competición de quien los directivos y los técnicos esperan que sea muy
imaginativo y tome iniciativas que redunden en un mejor resultado deporti-
138
5. La organización social del deporte
vo, pero al mismo tiempo confían en que sea sumiso en la aceptación de ór-
denes referentes al entrenamiento y a la competición.
Retornando al concepto de estatus, hay que destacar que no significa so-
lamente prestigio, pues, como define con precisión Linton (op. cit, p. 113),
por estatus se entiende «el conjunto de derechos que pertenecen a una po-
sición social dada y está formado por el conjunto de expectativas legíti-
mas del que ocupa la posición respecto al comportamiento de otros miem-
bros del grupo». La legitimidad de las expectativas significa que hay un
considerable grado de aceptación de la jerarquía de estatus por parte de los
miembros del grupo, esto es, se aceptan ciertos valores respecto a los dere-
chos o privilegios que corresponden a los ocupantes de distintas posiciones
sociales.
Esta aceptación o consenso revela que las diferencias de estatus son una
cuestión de valores y, por tanto, un fenómeno cultural. Las posiciones que
gozan de un estatus alto en una cultura pueden tener un estatus más bajo en
otra. Así, la valoración que se hace de los que practican ciertos deportes no
es la misma en todas las sociedades, como tampoco la que se da a la figura
del entrenador, del árbitro o del directivo deportivo. E incluso en una mis-
ma sociedad, no es lo mismo ser directivo, técnico o socio de un club de-
portivo de élite que serlo de un club más modesto, y ello con independencia
Del mismo modo que existen conflictos de roles, aparecen también con-
la raza.
humanas que tiene lugar en una organización, y que con mucha frecuen-
cia difiere de la estructura formal. En el estudio de las organizaciones es
de suma importancia el análisis tanto de la estructura formal como de la
informal.
mera diversas peculiaridades que son las que confieren efectividad a este
modelo de organización: 1) Existencia de una jerarquía de autoridad o ca-
dena de mando, de tal manera que las tareas en la organización se distribu-
yen como «obligaciones oficiales» desde la cúspide hasta la base. 2) La
140
5. La organización social del deporte
áreas urbanas (Madrid, Cataluña, País Vasco, etc.). No suele tener instala-
ciones propias, consta de una sola sección deportiva, con frecuencia de fút-
bol, y la actividad deportiva que realiza sirve también de reforzamiento de
11. Asociaciones de deporte para todos de mediano o gran tamaño, situadas en media-
nas y grandes ciudades.
12. Pequeños clubes deportivos constituidos en torno a un equipo deportivo que desa-
rrolla actividades competitivas o recreativas de modesto alcance.
145
Manuel García Ferrando
denomina Victor Pérez Díaz (1996, pp. 60-5), que sirven para desarrollar
de igual modo sentimientos de comunidad y de afirmación de identidades.
Se trata de formas de sociabilidad de larga tradición histórica, que se han
revitalizado con la vida democrática y el crecimiento económico. La orga-
nización de la Semana Santa en las ciudades y pueblos andaluces, las fallas
valencianas o las peñas navarras, han servido, entre otras manifestaciones
populares, de estímulo para que en las dos últimas décadas España se haya
llenado de cuadrillas, peñas y pandillas que dan cada vez mayor impulso a
las numerosas fiestas locales que pueblan la geografía española (Pérez
Díaz, op. cit., p. 62; Cucó, 1992, pp. 242-3).
Pero, sobre todo, hay que destacar la importancia de la vida familiar en
las pautas de sociabilidad primaria de la sociedad española, que ha permiti-
do crear unas poderosas redes familiares que atienden desde las necesida-
des materiales y profesionales de sus miembros hasta sus actividades de
ocio y de tiempo libre. Nada más lejos, pues, de considerar a la española
como una sociedad atomizada, ya que tales redes familiares, junto con las
formas de sociabilidad blanda anteriormente señaladas y la proliferación de
asociaciones societales de los más diversos tipos, configuran una vivaz so-
ciedad civil que quizás no se asemeje a los ejemplos europeos o norteame-
ricanos que con frecuencia se toman como modelos de asociacionismo for-
mal, pero que no es menos eficaz en la creación de vida comunitaria y
lazos de identidad personal entre los ciudadanos españoles.
Estas últimas consideraciones son de particular relevancia al tratar de
avanzar en el conocimiento sociológico del asociacionismo deportivo en
España, ya que si bien es cierto, por un lado, que no existe una estructura
de clubes deportivos tan rica como en Alemania, por ejemplo, como lo han
puesto de manifiesto Heinemann, Puig, López y Moreno en un excelente
estudio comparativo sobre los clubes deportivos en España y Alemania
(Heinemann y otros, 1997, pp. 40-62), no es menos cierto, por otro lado,
152
5. La organización social del deporte
que ese 70% de practicantes deportivos españoles que hacen «deporte por
su cuenta», como hemos podido ver en el capítulo 2 de este libro, no reali-
zan siempre esas actividades de forma individualizada y atomizada, sino
que muchos de ellos las desarrollan con amigos y familiares, de manera in-
formal y sin que tales actividades grupales deportivas queden inscritas en
Tabla 5.1 Forma que tienen los practicantes de hacer deporte, 2000
Género
asociacionismo blando entre la mayor parte de los que hacen deporte, que
Se trata, pues, de un resultado que tiende a confirmar la existencia de un
vez más y mejor dispuesto a hacer frente a los elevados costes monetarios que
exigen tales actividades. Es en este sentido en el que Heinemann se refiere al
trasfondo organizativo altamente profesionalizado del deporte informal.
154
5. La organización social del deporte
deportivas sin que nos refiramos a los servicios deportivos de carácter lo-
No se puede terminar esta sucinta presentación de formas organizativas
En un estudio sobre los modelos de gestión que llevan a cabo los Servi-
cios Deportivos Municipales (SDM) en los ayuntamientos españoles con
más de 25.000 habitantes, se encontró que el tipo de gestión más frecuente
es el directo por la propia entidad, cosa que ocurre en el 46% de los SDM,
aunque también es frecuente, con un 37% de casos, la gestión a través de
un organismo autónomo creado con tal fin por el Ayuntamiento. Menos fre-
cuente es la gestión directa mediante un organismo especial descentraliza-
do, el 15%, y claramente minoritaria es la gestión a través de una sociedad
mercantil con capital local, sólo el 2% (García Ferrando, 2001b, p. 307).
Pero más allá de las denominaciones que permite utilizar la Ley Regula-
dora de Bases de Régimen Local, lo que en estos momentos diferencia con
centaje de gestión directa real que se lleva a cabo desde el propio servicio
mayor claridad los modelos de gestión que se vienen utilizando es el por-
158
6. Espacio y tiempo en
el deporte
159
Jesús Martínez del Castillo y Núria Puig Barata
puede parecer más o menos largo o corto. Por ello, la distancia geográfica
afirmar del tiempo empleado en recorrerla, que por idénticas razones nos
Una vez mostrada la naturaleza social del espacio y del tiempo, queda
claro que ambas realidades son un campo de estudio muy atractivo para la
sociología y, en especial, para la sociología del deporte. El espacio y el
tiempo pueden ser estudiados desde la perspectiva de la experiencia que de
ellos tienen las personas, los impactos que tienen en las vidas de las mis-
mas, las relaciones de poder, su transformación a través de la historia, los
conflictos relacionados con los tipos de uso asignados, etc.
La sociología del deporte se ha ocupado del espacio y del tiempo depor-
tivos. Sin duda, no lo ha hecho de un modo tan extenso como con otros te-
mas abordados en el presente manual, pero con la suficiente amplitud como
para que le podamos dedicar un capítulo centrado en los aspectos que son
más significativos.
tentes en aquel momento: fútbol, bolos (bowling), juego con aros (quoits),
tiro (shooting), carrera de perros (whippet racing). En cambio, entre esta
fecha y 1914, el autor da cuenta de la construcción de 200 instalaciones de-
portivas (50 campos de fútbol, 16 velódromos, 3 campos de golf, 14 par-
ques públicos...). John Bale (1993) también relata el cerramiento progresi-
vo de las instalaciones deportivas, concretamente los estadios de fútbol.
Algo similar comenta Pierre Arnaud (1992) en referencia al caso francés:
«Durante el siglo XIX no parece que haya una arquitectura específicamente
deportiva excepto, quizás, para los hipódromos y los gimnasios. Y, en estos
los gendarmes hasta el año 1866. Luego «cette coutume tenant de la bar-
trozos que causaba; da testimonio de enfrentamientos entre los jugadores y
1
Esta consideración del tiempo como «valor» no era común a todos los países euro-
peos. Mandell hace esta observación a raíz de haber analizado los relatos escritos sobre
hazañas deportivas acaecidas a finales del siglo XVII y principios del XVIII. En aquellos
momentos, ya se daba cuenta sistemáticamente de las distancias y tiempos empleados
en la realización de las mismas. En cambio, en un caso en que la descripción era realiza-
164
6. Espacio y tiempo en el deporte
da por el barón Von Pollnitz —viajero alemán que se encontraban en Londres presen-
ciando el evento—, estos detalles fueron obviados, y lo que se destacaba era que el atle-
ta corrió desnudo en un parque público. Al respecto escribe Mandell: «El barón Von
Pollnitz... no se molestó en darnos ningún detalle acerca del tiempo o la distancia, o si
hubo apuesta o no, o si ganó o perdió. Estas omisiones sugieren que en aquel tiempo
sólo los ingleses otorgaban algún valor a dichos factores» (Mandell, op. cit., p. 151).
165
Jesús Martínez del Castillo y Núria Puig Barata
Hubo, pues, una transición lenta entre los juegos tradicionales, en los que
no había límite de jugadores, el tiempo empleado en los mismos podía llegar
a ser de varios días y se jugaba por doquier, y el deporte moderno, con una
serie de normas precisas, entre las cuales la duración de cada encuentro y las
características de los lugares de práctica estaban claramente definidas.
Esta transición se aprecia con mucha claridad al examinar las caracterís-
ticas de las instalaciones deportivas de aquella época. Cada instalación tie-
ne un carácter propio, original; no hay una estandarización de los materia-
les, los aparatos son de fabricación más o menos casera, la forma de
distribución de los espacios dentro de la instalación no responde a criterios
de funcionalidad deportiva sino que con frecuencia son estéticos, y hay
poca rigidez en el trazado de los campos. A menudo eran los mismos de-
portistas quienes contribuían directa o indirectamente a su construcción
(dedicando dinero, tiempo...). Se observa que estas instalaciones tienen mu-
cho que ver con la identidad de las personas y las organizaciones que las
utilizan, de tal modo que su desaparición (falta de dinero, traslado hacia
una zona más alejada del centro de la ciudad...), es vivida con tristeza y
también con sentimiento de preocupación por las posibles consecuencias
que ello pueda tener en la misma continuidad del club (Puig, 1980).
En segundo lugar hay que señalar la especialización del espacio y del
tiempo y los procesos de segregación social, ya que la especialización
del espacio y el tiempo deportivos va unida al proceso de reglamentación. Si
los espacios para el deporte han de tener ciertas características, es preciso
reservar una parte del territorio para este fin. Del mismo modo, si un parti-
do tiene una duración limitada, es necesario que una parte del tiempo co-
tidiano no se superponga a otras actividades y sea destinado a la participa-
ción en la actividad deportiva. Cada segmento del territorio se especializa
en una función y el tiempo cotidiano se va dividiendo en tiempos especia-
lizados destinados a la ejecución de distintas actividades.
Simultáneamente a este proceso se produce el de la segregación social.
Los grupos sociales se diferencian no sólo en los deportes, sino también
en sus espacios y tiempos de práctica. Espacio y tiempo adquieren un valor
social en el sentido que, según dónde se esté y cuándo se esté, las personas
se distinguen y son distinguidas. Las imágenes de un club de tenis de prin-
cipios de siglo en una tarde de verano, en el que las familias burguesas pa-
saban sus largos ratos de ocio, contrasta fuertemente con las de un campo
de fútbol situado cerca de una colonia-fábrica textil, en el que se jugaba un
partido a media mañana del domingo (único día de descanso semanal) ante
el entusiasmo de los espectadores, trabajadores todos ellos de la misma. Se
trata, evidentemente, de imágenes que ilustran perfectamente dos situacio-
nes sociales bien diferentes.
Por último y en tercer lugar, hay que referirse al paso desde los espacios
comunitarios a la diferenciación entre espacio público y espacio privado.
En lo que respecta al espacio, también es necesario diferenciar entre espa-
166
6. Espacio y tiempo en el deporte
los asuntos urbanos. Hacia finales de los años sesenta, pero sobre todo en
la primera mitad de los setenta, el Estado actúa como regulador del creci-
miento de las grandes concentraciones urbanas frente al desorden urbanísti-
co y los abusos de la especulación (Castells, 1976). Se produce un giro en
la política urbana la cual, después de haber estado centrada en la vivienda y
en las redes de comunicaciones, comienza a orientarse hacia intervenciones
en el ámbito de la cultura y el tiempo libre, del deporte en el caso que nos
ocupa.
Los planes en el ámbito de las instalaciones deportivas son la conse-
cuencia de este proceso más global. Por ello van acompañados de un dis-
curso ideológico en el que se propugna la «civilización del ocio», los espa-
cios verdes, la calidad de vida, etc. Hay que destacar que este discurso
aparece cuando, precisamente, el espacio en las grandes ciudades comienza
a ser escaso, en especial el destinado para usos deportivos y de ocio. Me-
diante sus intervenciones el Estado frena el posible descontento de la po-
blación.
Es por este conjunto de circunstancias por lo que consideramos que el
Estado del bienestar ha tenido un papel fundamental en la difusión del es-
pacio y del tiempo deportivos racionalizados y reglamentados. Se trata, una
vez más, de la confluencia multiplicadora de la lógica del deporte (sus re-
glamentos, sus valores, su progresiva importancia social) con la de las ac-
Por último, hay que resaltar en tercer lugar que la segregación en el es-
tuaciones del sector público.
pacio es elitista. El papel regulador del Estado adquiere todavía más impor-
tancia cuando se observa que, pese a su actuación masiva, no todas las ins-
talaciones deportivas existentes son debidas a su actuación. A la vez que se
incrementa el número de instalaciones deportivas y que el acceso al deporte
se va convirtiendo en una posibilidad real para gran parte de la población,
el espacio va siendo un bien cada vez más escaso que es necesario regular
para los diversos usos. La población crece, las necesidades sociales aumen-
tan y se diversifican y, en cambio, el espacio es siempre el mismo.
porte también se han diversificado. Así pues, a los espacios y tiempos pro-
pios del modelo deportivo tradicional, y de los cuales nos hemos ocupado
en las páginas anteriores, debemos añadir otros que responden a las exigen-
cias de los nuevos desarrollos deportivos, sobre todo los surgidos como
consecuencia de la transformación del deporte en un producto de consumo
(Heinemann, 1994).
El deporte, en tanto que producto de consumo, está al servicio de unos
clientes potenciales; debe ofrecer relajación, aventura, distinción y, además,
ser rentable y tener capacidad para competir en mercados dinámicos (Hei-
nemann, op. cit.). Los espacios y tiempos del deporte se adaptan a esta ló-
gica, en la que predomina la satisfacción de los gustos cambiantes y varia-
dos de los consumidores. Veamos, pues, cuáles son sus características
principales.
nos referíamos a una pérdida de soberanía del tiempo, los espacios para el
deporte también pierden autonomía. Ya sean públicos o privados, son cada
vez más dependientes de la racionalidad del mercado, de las tecnologías y
del conjunto de exigencias de la sociedad de consumo. Un ejemplo muy
claro es la evolución de las pistas de esquí que, en conjunto, se han conver-
171
Jesús Martínez del Castillo y Núria Puig Barata
minantes de deporte, como son las casas del movimiento (Movement house)
derivan de posiciones más críticas respecto a la sociedad y los modelos do-
ciones, también hay que destacar que ya no sólo dependen del sector públi-
co o del privado asociativo. Otras organizaciones (empresas comerciales,
empresas de servicios, etc.) asumen su gestión y construcción. Tal variedad
de dependencias institucionales favorece el alejamiento progresivo de la
normativa de instalaciones vigente en los reglamentos, y la construcción se-
Del mismo modo que el tiempo y el espacio deportivos han ido evolucio-
nando según los cambios históricos acaecidos en el deporte, nos vamos a
ocupar ahora del presente. Y, en este sentido, mostraremos cómo cada so-
ciedad tiene un espacio y un tiempo deportivos que la caracterizan y cómo
también las personas, según sus características sociológicas, tienen modos
diferentes de utilización de los mismos.
172
6. Espacio y tiempo en el deporte
173
Jesús Martínez del Castillo y Núria Puig Barata
2
Debe tenerse en cuenta que el censo se realizó a mediados de los años ochenta
cuando la opción de desarrollo de los campos de golf como estrategia para atraer al tu-
rismo tan sólo estaba en sus inicios. Sin duda, en la actualidad estos campos serían un
factor diferencial de la comunidad.
174
6. Espacio y tiempo en el deporte
el dinero está sustituyendo al tiempo a una velocidad exponencial [...] el deporte se coti-
za cada vez más a precio de dinero y cada vez se puede pagar menos con precio de
tiempo. La dependencia del deporte en relación al dinero y al mercado va en aumento.
La adquisición de bienes y servicios deportivos en el mercado es cada vez más fácil y,
en muchas ocasiones, la única alternativa posible. La autoproducción deviene poco ren-
table, menos flexible y en ocasiones imposible (Heinemann, op. cit., p. 6).
si son públicas como privadas, temen ir a los parques que están situados
lejos de las viviendas, en especial cuando anochece, y el uso que hacen de
todos estos espacios es irregular; sus ritmos de vida —con frecuencia supe-
ditados a los de otros miembros de la familia— son la razón principal de
este comportamiento. En el caso de las chicas jóvenes, estas tendencias se
manifiestan de modo menos acentuado, mientras que lo son mucho más
para las mujeres mayores y de clases bajas.
Los hombres son el público mayoritario de los estadios, de las grandes
instalaciones descubiertas (pistas de atletismo, campos de fútbol, etc.), de
175
Jesús Martínez del Castillo y Núria Puig Barata
studies). La idea central del proyecto era la de que las actividades de hom-
bres y mujeres viviendo en pareja sólo se pueden entender en el contexto
de la familia, «considerando a ésta como el núcleo primario en el cual se
articulan las diversas estrategias temporales de los individuos» (Fraire y
Koch-Weser, op. cit., p. 178). En consecuencia, este criterio también debe
ser aplicado a la práctica deportiva. Ya no se analiza aisladamente sino en
el conjunto de actividades cotidianas de la familia.
Además de los modos de vida hay que considerar los estilos de vida, es
hacer deporte y quizás dormir.
decir, las formas con las que las personas «rellenan» cada una de las cate-
gorías que constituyen su modo de vida. La manera de ocupar el tiempo li-
177
Jesús Martínez del Castillo y Núria Puig Barata
bre varía mucho de unos casos a otros. Se puede hacer deporte adoptando
formas más o menos distintivas, pero también se puede optar por estar más
tiempo con los nietos y nietas, hacerles jerséis o ver la televisión. A efectos
del tiempo, la adopción de un estilo de vida u otro quiere decir que, aun te-
niendo el mismo tiempo libre, dos personas pueden diferir mucho en el
modo de ocuparlo. Respecto al tema que nos ocupa, no necesariamente al
tener más tiempo las dos o una de ellas optarán por hacer deporte; pueden
tener otras preferencias.
Pues bien, al analizar la práctica deportiva en hombres y mujeres italia-
nos desde la perspectiva de los modos de vida y los estilos de vida en el
contexto de la familia, se obtuvieron resultados que aclaran muy bien las
relaciones entre tiempo y práctica deportiva.
En primer lugar, se observó que las mujeres dedicaban por término me-
dio menos tiempo que los hombres a la práctica deportiva. La diferencia se
acentuaba en los días festivos durante los que las mujeres todavía dedica-
ban menos tiempo a esta actividad. En los días laborables, el tiempo medio
dedicado por los hombres era de 8 minutos, mientras que el de las mujeres
era de 3 minutos. En los días festivos, el de los hombres aumentaba hasta
17 minutos y el de las mujeres disminuía a 1 minuto.
Lo interesante, sin embargo, era ver el tiempo dedicado a otras de las ac-
tividades que configuran los modos de vida. Así, el tiempo dedicado por
las mujeres a la actividad doméstica era de 6 horas y 44 minutos en los días
laborables y de 5 horas y 20 minutos en los festivos. En el caso de los hom-
bres era de 1 hora y 33 minutos y 1 hora y 58 minutos, respectivamente. El
tiempo dedicado a necesidades fisiológicas era bastante similar, pero el de-
dicado al reposo durante la jornada variaba, puesto que las mujeres tenían
33 minutos menos los días laborables y 25 minutos menos los festivos. En
cambio, la disponibilidad de tiempo libre se invertía, ya que los hombres
disponían de 4 horas y 31 minutos los días laborables y 7 horas y 43 minu-
tos los festivos, mientras que las mujeres tenían 3 horas y 21 minutos y 5
horas y 27 minutos, respectivamente. En el caso de las mujeres con una
ocupación profesional, el tiempo libre disminuía ostensiblemente puesto
que, a la vista de los resultados, el trabajo fuera de casa no reducía el tiem-
po dedicado a las tareas domésticas; se trata de la «doble jornada» tantas
veces puesta de manifiesto en los estudios relativos al tema. La actividad
deportiva se inserta en la categoría de tiempo libre y, si se observa que las
horas dedicadas a la misma son inferiores, se encuentra aquí una de las ra-
zones de la menor práctica femenina.
Sin embargo, el análisis de los estilos de vida en el empleo del tiempo li-
bre aún aporta resultados más sugerentes. Se estudió el tiempo dedicado a
ver la televisión, leer, hacer deporte, a las relaciones sociales y a otras acti-
vidades. Se trataba de ver cuáles eran las actividades preferidas durante el
tiempo libre disponible. Un dato común a hombres y mujeres es su prefe-
rencia por ver la televisión y dedicarse a las relaciones sociales. Sin embar-
178
6. Espacio y tiempo en el deporte
go, los índices de práctica deportiva aumentan en unos y otras para los ni-
veles de instrucción elevados, independientemente de si las mujeres traba-
jan o no o de si tienen o no hijos e hijas de corta edad. De estos datos se
desprenden conclusiones de enorme interés, que enriquecen los datos apor-
tados por las encuestas de hábitos deportivos efectuadas en España.
Hay que ser muy cautos a la hora de interpretar la falta de tiempo como
una de las razones para no practicar deporte. Sin duda, quienes dan esta ra-
zón lo perciben así. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, si bien la or-
ganización del modo de vida y el tiempo dedicado a cada actividad limita la
disponibilidad de tiempo, las opciones que cada persona hace para ocupar
el tiempo libre de que dispone ya no dependen de la falta de tiempo sino de
sus prioridades, valores, intereses, etc. En conjunto, y tal como acabamos
de ver, las mujeres disponen de menos tiempo libre que los hombres, lo que
nos puede conducir a interpretar que ésta es la razón por la que no se prac-
tica. Sin embargo, lo más interesante de los resultados de la encuesta italia-
179
Jesús Martínez del Castillo y Núria Puig Barata
un entorno determinado.
3) Aumento o disminución de los precios del suelo y de los alquileres.
Una zona se puede revalorizar gracias a una oferta deportiva (Pociello,
1999; Martínez del Castillo, 2001). Sin embargo, precisamente debido a
ella, puede ocurrir el efecto contrario; es decir, que se desvalorice. Ha ocu-
rrido, por ejemplo, con estadios de fútbol que han atraído tantas avalanchas
de población que el entorno de los mismos ha comenzado a ser percibido
de modo negativo como zona de residencia. El resultado es que los precios
del suelo y el de los alquileres han disminuido.
181
Jesús Martínez del Castillo y Núria Puig Barata
contrarresta el otro; los impactos positivos pueden ser anulados por los ne-
gativos (Paramio, 2001; Rodríguez Díaz, 2001).
2) Los impactos varían según se analicen a corto o a largo plazo. Res-
pecto a la reflexión anterior, Bale (1989) también se refiere a estudios que
muestran cómo los precios de los alquileres y del suelo tienden a disminuir
en las proximidades de los estadios. Por lo tanto, puede ocurrir que no sólo
los impactos negativos anulen los positivos sino que, a la larga, los prime-
ros lleguen a imponerse.
Lo mismo sucede con algunas estaciones de esquí que, si bien en un pri-
mer momento han proporcionado beneficios cuantiosos a sus promotores
inmobiliarios, sin embargo posteriormente se ha invertido la tendencia.
Cada vez se pone más de manifiesto que al planear centros de este tipo es
ineludible plantearse las estrategias de desarrollo. Algunas que, en un prin-
cipio, parecían menos beneficiosas, a la larga han resultado ser más favora-
bles. La literatura existente respecto a la cuestión del desarrollo sostenible
es muy abundante, incluso referido a la temática deportiva (Cachay, 1993;
Digel, 1992).
3) Los impactos ponen de manifiesto los conflictos de intereses pro-
pios de toda sociedad. Debatir sobre opciones de desarrollo es potencial-
mente conflictivo. No todos los grupos sociales tienen los mismos intere-
ses, y lo que puede parecer bien a un colectivo puede ser abiertamente
rechazado por otro. Y como resulta evidente, las relaciones de poder no es-
tán ausentes del impacto territorial y temporal del deporte. Van Rausel
(1994), en sus investigaciones acerca de la práctica de deporte en el medio
natural, ha encontrado que los grupos de practicantes son muy heterogé-
neos y que con frecuencia manifiestan percepciones muy diferentes de las
relaciones entre la persona y la naturaleza. Por eso, en ocasiones llegan a
producirse graves enfrentamientos entre ellos.
Por su parte, Nagbol (1993) ofrece un testimonio muy revelador sobre
los efectos de la remodelación de un estadio cerca de Copenhague y los im-
pactos que ha producido en el barrio vecino al mismo, de alta calidad de
vida antes del inicio de las obras. El antiguo estadio armonizaba muy bien
con el mencionado barrio; no se daban problemas de coexistencia. El nue-
vo, en cambio, representa una intervención demasiado fuerte que ha tenido
efectos nocivos para la vida cotidiana. Aunque sorprenda, el problema se
inició por el exceso de sombra que el estadio proyecta sobre las casas. Tén-
gase en cuenta la importancia del sol en los países nórdicos. La desapa-
rición del sol genera unos efectos en cadena de los que resulta una degra-
dación de la calidad de vida de la población residente. Cuando se planteaba
la renovación, el vecindario ya se dio cuenta de los efectos nocivos de la
misma y se organizó para combatirla. Sin embargo, el poder de la empresa
promotora pudo con sus esfuerzos y la remodelación fue realizada.
Debates también muy conflictivos son los generados por los campos de
golf. La pasión por el juego de quienes lo practican es contrarrestada con la
184
6. Espacio y tiempo en el deporte
misma intensidad por quienes se oponen a esta práctica por los potenciales
efectos nocivos sobre el territorio. Según Allison (1993, p. 222), el tema es
una de las grandes cuestiones de la planificación territorial actual. De
modo muy minucioso este autor describe la problemática y los compromi-
sos y soluciones que se han encontrado al respecto en Gran Bretaña. El
análisis efectuado contempla las ventajas que aportan los campos de golf
para ciertas áreas, pero también los impactos negativos considerables que
no sólo son de tipo ecológico. También analiza las disposiciones adoptadas
en materia de planificación destinadas a aprovechar los beneficios de lo
que él llama «el boom del golf» y paliar los enormes costos que la imprevi-
sión y falta de reflexión puede generar. Según Allison, la lucha «contra los
modernos campos de golf no es en contra del golf como tal, sino contra lo
que se ha venido en llamar “efecto del caballo de Troya”, cuyas propuestas
urbanizan el medio natural o destruyen su carácter local» (Allison, op. cit.,
p. 224). Tomando en consideración la localización de los campos, los acce-
sos, el edificio social, el diseño, la flora y fauna del entorno y el público,
compara el tipo de intervención que se puede hacer desde una perspectiva
«caballo de Troya» —agresiva como ya se ha comentado— o desde una
perspectiva benévola, que tiene en cuenta la armonía con el entorno en el
que se encuentra al campo. La propuesta de Allison surge del contexto in-
glés y probablemente no es aplicable directamente a otros países; sin em-
bargo, es un excelente ejemplo de un debate en profundidad y de una valo-
ración equilibrada de los problemas que plantean estos temas.
4) Hiperdimensionamiento de los impactos. Se ha comprobado que los
impactos son percibidos más negativamente por quienes no son afectados
por ellos. En cambio, quienes los sufren tienen una percepción más ajus-
tada de sus dimensiones reales. Bale (1993, pp. 99 y ss.) muestra este fe-
nómeno en relación a los campos de fútbol y, al respecto, habla de «hiper-
dimensionamiento», «pánico moral», «ampliación desviada» e «imágenes
exageradas». Ello no quiere decir, sin embargo, que este hiperdimensiona-
miento no tenga consecuencias, sino más bien al contrario. Se trata senci-
llamente de un problema más a considerar en la compleja y controvertida
planificación de espacios para el deporte.
185
7. Deporte y ecología: la
emergencia de un conflicto
Las prácticas deportivas al aire libre se han ido extendiendo en las últimas
décadas a un conjunto cada vez más amplio de actividades físico-deportivas
en la naturaleza, en la medida en que los habitantes de unas sociedades
cada vez más urbanizadas y tecnificadas han ido sintiendo la necesidad, y
asimismo disponiendo de una mayor posibilidad, de entrar en contacto con
la naturaleza, al tiempo que las instalaciones y equipamientos deportivos se
han ido convirtiendo en elementos frecuentes del paisaje urbano.
Paralelamente a este proceso de ampliación de las actividades físicas y
deportivas en la naturaleza y de crecimiento de las construcciones deporti-
vas, han ido apareciendo en nuestras sociedades avanzadas numerosos pro-
blemas medioambientales derivados de la presión ejercida sobre los recur-
sos naturales por el avance de la civilización industrial.
Estos dos procesos, popularización de las actividades físico-deportivas
en la naturaleza y crecimiento de las instalaciones deportivas, por un lado,
y alarma ante la gravedad de los problemas medioambientales, por otro,
aunque estrechamente relacionados en sus causas últimas, se han desarro-
llado durante algún tiempo sin que aparentemente tuvieran mucho que ver
entre sí. Sin embargo, ha llegado un momento en el que el propio éxito y
popularidad del deporte, en general, y de las actividades físico-deportivas
en la naturaleza, en particular, ha conducido a que se reconozcan abierta-
mente sus impactos medioambientales, y que comience a hablarse con pre-
187
F. Lagardera Otero, M. García Ferrando y M. Latiesa Rodríguez
su efecto más importante fue el de hacer pasar a primer plano de la agenda de los princi-
pales gobiernos, actuaciones orientadas a la preservación del medio ambiente; obligan-
do también a que un conjunto de disciplinas académicas procedieran a reexaminar algu-
nas nociones y supuestos centrales, y contribuyendo de manera indirecta al surgimiento
de nuevas fuerzas políticas y asociaciones (el llamado «movimiento verde») de perfil
diverso al de los movimientos sociales y organizaciones políticas convencionales (Gar-
cía Ferrando y Pardo, op. cit., p. 19).
Aunque los debates que tienen lugar en los foros internacionales en las
dos últimas décadas y las decisiones que en ellos toman los representantes
de los gobiernos nacionales, no se han aplicado hasta ahora de una manera
consistente, al menos sí que hay que reconocer que el debate iniciado por
los informes del Club de Roma, y que han continuado su publicación en la
década de los noventa (Meadows y otros, 1992) han conseguido extender
la conciencia ecológica entre amplias capas de la población mundial, parti-
cularmente en los países más desarrollados.
190
7. Deporte y ecología: la emergencia de un conflicto
el turista de la urbe acude al medio natural con sus actitudes y hábitos en-
gendrados en la ciudad (coche, televisor, frigorífico, barbacoas, ventilado-
res, balones, raquetas, bicicletas...), y, en segunda instancia, porque se ne-
cesita ubicar físicamente a millones de personas. No se trata tan sólo de
edificar, ganando suelo urbanizable al espacio rústico, sino que los edifi-
cios requieren de acometidas de agua, electricidad, carreteras, colectores de
aguas residuales, tiendas y mercados, restaurantes, instalaciones deporti-
vas..., lo que está conduciendo a una progresiva urbanización de gran parte
años han pasado a ser practicadas por el 30%, lo que las convierten en el
noveno tipo de actividades realizadas por un mayor número de personas.
Por su parte, el hacer deporte también ha experimentado un incremento de
práctica de tiempo libre, pues ha pasado del 27% en 1990 al 31% en 2000.
Pero no sólo se trata de un conjunto de actividades en las que participa
un número creciente de personas sino que, además, son actividades de las
más deseadas en las que le gustaría a la población emplear su tiempo libre
en caso de que dependiera de la propia capacidad personal decidirlo, como
se observa seguidamente:
195
F. Lagardera Otero, M. García Ferrando y M. Latiesa Rodríguez
yaron a finales de los años sesenta, han sido imitadas por otros países de
la Unión Europea ante la urgente necesidad de encontrar nuevas fórmulas
de desarrollo para evitar el continuado despoblamiento y depresión econó-
mica de muchas comarcas rurales. En España han comenzado a surgir ini-
ciativas de este tipo en los últimos años, coincidiendo con la difusión de ac-
tividades deportivas en la naturaleza y con el desarrollo de un turismo
nacional integrado fundamentalmente por un público urbano cada vez más
dispuesto a desarrollar actividades de recreación en espacios naturales.
Se trata de iniciativas que tienen asegurado, más allá de los inevitables
conflictos que puedan surgir al alterar las funciones tradicionales de am-
plios espacios rurales, un elevado apoyo popular, ya que tal como se puede
comprobar al analizar los resultados de una pregunta que incluimos en la
referida encuesta sobre los hábitos deportivos de los españoles, en la que
se planteaba la posibilidad de reconvertir terrenos turísticos de escasa ren-
tabilidad agraria en espacios deportivos públicos en los que se pudieran
desarrollar actividades físicas y deportivas en la naturaleza, tales como
excursionismo, senderismo, ciclismo todoterreno, golf, acampada, etc., una
elevada mayoría de la población estaría a favor de la reconversión, y parti-
ciparía en alguna de tales actividades, como se comprueba a continuación:
196
7. Deporte y ecología: la emergencia de un conflicto
producción total a precios básicos del deporte— (Otero et al., 2000, p. 86).
dio reciente, se estimaba en un 2,6% del PIB en Andalucía en 1998 la
Varios son los temas en los que debe avanzar la investigación sociológica
aplicada al desarrollo del turismo deportivo, complementando y ampliando
los que contempla la reciente convocatoria del Plan Nacional de I+D+I
2000-2003 en el área sectorial de Turismo, Ocio y Deporte (CICYT, 2000,
198
7. Deporte y ecología: la emergencia de un conflicto
pp. 73-4). Este Plan Nacional propone, en efecto, tres acciones estratégicas:
diversificación y mejora del producto turístico, desarrollo de nuevos mate-
riales y equipamientos deportivos, e incremento de la calidad y seguridad
en turismo y deporte. Sin perder de vista estas acciones estratégicas, la in-
vestigación sociológica puede ser particularmente relevante en el estudio de
algunos de los temas que señalamos a continuación.
En primer lugar, y dado que cada vez se buscan nuevas experiencias de
turismo deportivo en lugares menos convencionales y más alejados de los
lugares habituales de residencia —mayormente urbanos o metropolitanos—,
hay que evaluar con el mayor rigor posible el carácter potencialmente
positivo o negativo de sus impactos socioculturales, incluidos los medio-
ambientales.
En segundo lugar, y dado que las Administraciones públicas en sus dife-
rentes niveles se ocupan por separado de las actividades turísticas y de las
deportivas, se precisa dedicar mayor atención al estudio de los mecanismos
socioadministrativos y políticos que favorecen o dificultan las relaciones
entre los diferentes departamentos de la Administración cuando se trata de
promover actividades conjuntas. Algo similar debe hacerse con el estudio
de los intereses privados comerciales que confluyen en el desarrollo de ac-
tividades turístico-deportivas. Se trata de cuestiones que han sido estudia-
das de forma reciente y oportuna por Álvarez Sousa para el caso del espeleo-
turismo (2001, pp. 103-123), estudio que bien puede servir de referencia a
seguir en la investigación sociológica de otras actividades turístico-deporti-
vas de carácter innovador.
La fragmentación de las competencias de las diferentes Administracio-
nes públicas especializadas, por separado, en turismo y deporte, ha sido
destacada por autores que se han ocupado de estudiar este fenómeno en di-
versos países. En un estudio sobre el turismo deportivo en el Reino Unido,
después de destacar las numerosas oportunidades de crecimiento del turis-
mo deportivo, concluyen que «tristemente, los ejemplos de colaboración
genuina entre las agencias de turismo y deporte son escasos» (Weed y Bull,
1998, p. 278), aunque Teresa de la Torre ha señalado recientemente ejem-
plos positivos de cooperación entre diferentes Administraciones públicas
españolas (De la Torre, 2001).
En la España de las autonomías, tan sólo la Junta de Andalucía ha crea-
do una Consejería de Turismo y Deporte, mientras que el resto de las Ad-
ministraciones autonómicas, al igual que la Administración central, el tu-
rismo por un lado y el deporte por otro, son gestionados por departamentos
en los que el turismo se integra habitualmente con comercio o economía, y
el deporte con juventud o con educación.
Esta fragmentación de competencias no facilita precisamente el desarro-
llo conjunto y coordinado de iniciativas de turismo deportivo como lo han
puesto de manifiesto en sus respectivas investigaciones sobre el turismo
náutico y las estaciones de esquí y montaña españolas, Gregorio Méndez
199
F. Lagardera Otero, M. García Ferrando y M. Latiesa Rodríguez
más, en expansión. Tal diversidad hace que sean muy diferentes las conse-
cuencias de su desarrollo sobre la estructura social de los lugares en donde
tienen lugar y sobre los comportamientos de visitantes y residentes. El tu-
rismo deportivo que genera la celebración en una ciudad determinada, y en
las ciudades a las que pertenecen los equipos contendientes, una final de la
liga europea de clubes de fútbol, es un fenómeno social bien distinto, por
ejemplo, de la puesta en marcha de un proyecto para la promoción de de-
portes de aventura y riesgo en unos parajes determinados, o de un proyecto
de construcción de campos de golf naturales (rústicos) para la promoción
del turismo rural.
Para contextualizar con experiencias recientes los tres ejemplos anterio-
res de turismo deportivo, destacaremos los siguientes casos. La participa-
ción del Valencia Club de Fútbol en la final de la Eurocopa de 2000 (París)
y 2001 (Milán) movilizó tal cantidad de seguidores valencianistas a estas
dos capitales europeas que las agencias de viajes del área metropolitana de
la ciudad de Valencia despacharon el mayor número conocido de billetes y
reservas para una fecha y lugar concretos, y el aeropuerto de Manises (Va-
lencia) registró la mayor intensidad de tráfico aéreo de toda su historia. Las
repercusiones económicas de estos dos eventos deben ser analizadas distin-
guiendo entre lo gastado desde Valencia para que realizaran su viaje los
aproximadamente 15.000 seguidores, y lo gastado en París y Milán, respec-
tivamente, para alojarlos. Pero para el sociólogo, lo más destacable quizás
de estos dos eventos tenga que ver con sus repercusiones para el fortaleci-
miento de la identidad colectiva valenciana y del sentimiento auto-
nomista/nacionalista, aparte de constatar una vez más la capacidad de los
grandes eventos deportivos para movilizar a las masas.
En otro orden de cosas, destacar que para la campaña Multiaventura
2001, puesta en marcha por el Instituto Valenciano de la Juventud para pro-
mover la práctica de deportes de aventura y riesgo en diversos parajes natu-
rales de mar y montaña, se han inscrito casi 2.000 jóvenes de entre 16 y 25
años. Es evidente que el conjunto de actividades turístico-deportivas que
promueve esta campaña tiene unas repercusiones tanto para sus participan-
tes como para las comunidades en las que tiene lugar, que poco tienen que
ver con las que tuvieron lugar en torno a la celebración de la final de la
Eurocopa de fútbol.
Y para completar esta exposición de casos concretos de turismo deporti-
vo, merece la pena citar por su carácter innovador el estudio puesto en mar-
cha en el año 2000 por la Secretaría General de Turismo del Ministerio de
Economía y Hacienda para promover el turismo rural mediante la elabora-
ción de una guía para la creación de campos de golf naturales que incluye
una introducción a los aspectos jurídicos, económicos, deportivos y am-
bientales que acompañan a la construcción de un campo de golf. Esta guía
se ha distribuido en el año 2001 en unos dos mil municipios rurales en los
que podría ser de interés para la promoción de su turismo rural el contar
201
F. Lagardera Otero, M. García Ferrando y M. Latiesa Rodríguez
una zona de reserva, donde está prohibido el acceso a las personas salvo para propósitos
científicos o de gestión; una zona de uso restringido, cuya conservación es compatible
con el acceso de un determinado número de visitantes; una zona de uso moderado, ca-
paces de soportar actividades de recreo y educativas y la zona de uso especial, áreas de
pequeña extensión que contienen los accesos y las edificaciones destinadas a la gestión
y conservación del parque (Bedoya, 1998, p. 30).
208
7. Deporte y ecología: la emergencia de un conflicto
mente por la intervención de procesos de decisión del sujeto ante los cam-
bios informacionales que ofrece el medio de práctica» (Fuster y Elizalde,
1995, p. 96).
El riesgo, por tanto, observado desde fuera, depende de las condiciones
en que se encuentre la persona a distintos niveles de preparación; sin em-
bargo, percibido por la persona implicada, al igual que el peligro, se con-
vierte en una sensación que depende del grado de experiencia del practi-
cante, ya que la mayoría de las prácticas deportivas en la naturaleza
implican siempre un proceso de adaptación del deportista al medio.
Si bien la naturaleza en sus diferentes formas y manifestaciones (viento,
precipicio, desnivel, cueva, corriente de agua...) provoca estímulos, la expe-
riencia del deportista es la que sirve de filtro para hacer que la realidad de
estos estímulos cobre un sentido u otro. En el caso de los deportes en la na-
turaleza, la experiencia es la que establece el grado de dificultad que posee
una determinada actividad en función del grado de emoción que se persiga.
Basta con darse un paseo en verano por los campings o por las playas de
cualquier lugar para comprobar lo mucho que cuesta desprenderse de cier-
tas adicciones y servicios típicos de la actual sociedad altamente tecnologi-
zada, pues aunque el descubrimiento de la naturaleza constituya una de las
claves para conseguir una vida más relajada y saludable, muchos de los
acampados no pueden pasar sus vacaciones sin el televisor y otros aparatos
típicamente contemporáneos. Esta fuga psicológica y de liberación de la
ansiedad, típica de los ambientes metropolitanos, fundamenta la huida ma-
siva de personas hacia los entornos naturales en cualquiera de los momen-
tos vacacionales, aunque para los deportistas y turistas activos hay que in-
cluir lo que representan estas prácticas como un modo de vivir intensas
emociones o como forma de combatir el aburrimiento que depara la coti-
dianeidad.
En un extremo se hallarían los practicantes cuyo deporte de aventura se ha
convertido en una obsesión, ciertamente peligrosa, puesto que a un desafío le
sucede otro, aumentando considerablemente el riesgo de sufrir un accidente.
Cabría incluir aquí los logros transoceánicos de algunos memorables balse-
210
7. Deporte y ecología: la emergencia de un conflicto
ros, entre científicos y aventureros que ya han hecho historia, como el caso
del noruego Thor Heyerdahl con su Kon-Tiki, del mexicano Santiago Geno-
vés con su experimento Acali o el cántabro Vital Alsar con sus balsas. La
mayoría se mueve, no obstante, en márgenes de mayor prudencia.
El patrocinio empresarial constituye también un factor relevante en el
momento de establecer las relaciones entre deporte y naturaleza. El «Camel
Trophy» es un buen ejemplo de cómo una firma comercial se ha ganado,
gracias al todoterreno, una imagen muy positiva que relaciona la naturaleza
con el deporte. Amazonas, Nueva Guinea, Zaire, Australia, Borneo, Mada-
gascar o China, han sido algunos de los aventureros escenarios de este tro-
feo que ya había cumplido 20 ediciones a finales del siglo XX.
En España, la «Aventura Hornimans», compuesta por pruebas de esquí
de fondo, escalada, vivaqueo o rapel, y el «Raid Verde», carrera de orienta-
ción contrarreloj y campo a través, son ejemplos de competiciones deporti-
vas realizadas en el medio natural. Asimismo se pueden citar instituciones
y empresas que, en mayor o menor medida, se han comprometido y han
dado su apoyo financiero a proyectos y gestas aventureras; tal es el caso de
Cimarrón, Danone, Nescafé, El Corte Inglés, La Casera, Seur, Kodak, Ca-
jas de Ahorro Confederadas, Editorial Planeta..., sin olvidar los departa-
mentos de Juventud y Deportes de las comunidades autónomas y ayunta-
mientos.
En la actualidad todavía existe en España un buen número de asociacio-
nes y clubes de montañismo, espeleología, piragüismo en aguas bravas o
parapente, que realizan reuniones periódicas y programan las salidas y acti-
vidades de la sociedad, pero los datos indican claramente, aunque se trate
de investigaciones efectuadas en ámbitos territoriales limitados (Lagardera
y otros, 1995, 1997; Olivera y Olivera, 1997; Miranda y otros, 1995), que
la mayoría de practicantes, el 50%, acuden al medio natural con amigos o
con familiares, especialmente las modalidades más numerosas actualmente
(barranquismo, montañismo y ciclismo de montaña), que los practicantes
que acuden al medio natural a través de una agencia de viajes o una empre-
sa de servicios deportivos aún no han superado el 20% en ninguna modali-
dad, aunque la tendencia actual por parte de estas empresas es la de ofrecer
un paquete de actividades diversificadas, y que los que acuden al medio a
través de actividades fomentadas por clubes no superan en ningún caso el
5%, tratándose además de especialidades minoritarias, como el caso de la
espeleología o el submarinismo. Tan sólo algunos clubes de montañismo,
debido a la fuerte irrupción del senderismo en los últimos años, y de esquí,
facilitan descuentos en los procesos de iniciación y perfeccionamiento, así
211
F. Lagardera Otero, M. García Ferrando y M. Latiesa Rodríguez
Grupos de edad %
De estos datos se deduce que el 64% de los visitantes tiene más de trein-
ta y dos años, por lo que en estricto sentido sociológico no cabe hablar de
población joven. En una investigación aún más restringida, pues se centraba
en el marco de la sierra de Guara en el Prepirineo aragonés (Lagardera y
otros, 1995), especialmente dirigida a los practicantes de descenso de ba-
rrancos, se pudo constatar que el mayor volumen de practicantes se concen-
traba entre los veinticinco y treinta y cinco años, con el 43%, los menores
de veinticinco años representaban el 33% y los mayores de treinta y cinco
años el 23%. De lo que no se puede deducir que se trata de practicas reali-
zadas preferentemente por jóvenes, sino por adultos o por jóvenes muy cer-
canos ya a la edad adulta. Con todo, hay que tener en cuenta que en los últi-
mos años muchas agencias de viajes y empresas de servicios deportivos y
turísticos han proyectado una importante campaña de captación de jóvenes
practicantes, a través de ofertas muy atractivas realizadas a los colegios e
212
7. Deporte y ecología: la emergencia de un conflicto
institutos, con el fin de lograr la captación de este sector para que su viaje
de estudios se convierta en una intensa semana de práctica deportiva y re-
creativa en el medio natural.
También conviene recordar que este tipo de prácticas despierta un gran
interés entre los jóvenes, sobre todo en estos tiempos surcados por las tele-
comunicaciones. Somos cosmopolitas domésticos (Echeverría, 1995), y no
podemos soslayar esta dimensión a la hora de analizar a la juventud actual,
y en la televisión proliferan los reportajes aventureros y excitantes. En un
estudio reciente sobre comportamientos, actitudes y valores deportivos de
los españoles se incluyó un indicador para valorar el impacto social de es-
tas prácticas entre la población española «que hace referencia a una nueva
modalidad en el ámbito de las actividades físicas y deportivas [...] íntima-
mente ligada con la propia evolución de las sociedades industriales avanza-
das» (García Ferrando, 1997, p. 108). Se constata en este estudio que, en
efecto, son los jóvenes los practicantes más habituales, los comprendidos
entre dieciséis y veinticuatro años representan un 20%, al igual que los que
tienen entre veinticinco y treinta y cuatro años, seguidos por los adultos en-
tre treinta y cinco y cuarenta y cuatro años con un 14%. Sin embargo, este
indicador no incluye las prácticas deportivas de bajo impacto, aquellas a las
que acceden de forma masiva los turistas activos, pues es este nuevo fenó-
meno el que está desbordando todas las previsiones y expectativas.
También resulta de gran interés diferenciar entre los diversos tipos de
practicantes. En primer, lugar hay que señalar los grupos de élite que llevan
a cabo prácticas que exigen un alto nivel de experiencia y habilidad. Se tra-
ta de individuos que participan sistemáticamente en grandes pruebas y
competiciones, o aquellos otros que llevan a cabo aventuras y proyectos de
gran envergadura y nivel (expediciones para la conquista de algún ocho mil
por ejemplo); el segundo grupo está configurado por una masa importante
de practicantes, pero que no tienen ningún interés por competir, sino que su
interés se centra en el puro goce de la práctica y en el contacto con la natu-
raleza, aunque estas prácticas (esquí, parapente, ala delta, escalada...) exi-
gen un proceso previo de iniciación, del uso y dominio de sofisticados arti-
lugios tecnológicos y de la adquisición de vestimenta adecuada; por último,
hay que considerar al sector más voluminoso en esta irrupción masiva en la
naturaleza. Lo constituyen aquellas personas que acuden al medio natural
como reclamo de su riqueza paisajística y del solaz y tranquilidad que ge-
nera este entorno; se trata eminentemente de un turismo activo o verde,
pues estas personas una vez en el medio se animan, merced a las amistades
214
7. Deporte y ecología: la emergencia de un conflicto
que pueden ser positivas; sin embargo, desde la óptica ecológica es preciso
tener una perspectiva más general y de larga duración.
Ecología y desarrollo son conceptos íntimamente ligados en nuestros
días y ambos se hallan muy presentes en el fenómeno de las prácticas de-
portivas y turísticas en la naturaleza. El desarrollo de éstas a largo plazo de-
penderá del adecuado mantenimiento de los ecosistemas; y su sentido eco-
lógico dependerá, a su vez, del uso o abuso que se haga del desarrollo
tecnológico. Por tanto, de acuerdo con criterios estrictamente ecológicos y
ral, pero, por ello mismo, por haberse convertido en un aspecto más de la
sociedad de consumo de masas, se impone la racionalidad para que aquello
que la naturaleza creó a lo largo de millones de años en un lento y costoso
proceso evolutivo no se dilapide en unas pocas generaciones.
La necesidad de extender las investigaciones empíricas en el campo de
la ecología y el deporte se hace cada vez más evidente, pues los resultados
que se vayan obteniendo pueden contribuir a «hacer reflexionar a las fede-
raciones relacionadas con los deportes de aventura, a las empresas que
prestan este tipo de servicios, a los ideólogos de los deportes alternativos
en la naturaleza, y a los practicantes que se hallen concienciados por esta
coyuntura» (Acuña, 1996, p. 307). Y es que, a pesar de los conflictos eco-
lógicos surgidos, algunos de los cuales han sido analizados en las páginas
precedentes, las actividades físicas y deportivas en la naturaleza continúan
manteniendo todo su potencial de promesa de instrumento para la difusión
y desarrollo de esa conciencia ecológica de la que tan necesitada se en-
cuentra la humanidad, en su encrucijada de darle auténtico contenido al de-
sarrollo sostenible.
219
8. El deporte mediático y la
mercantilización del deporte:
la dialéctica del deporte de
alto nivel
221
Manuel García Ferrando y Javier Durán González
gular, ya que desde los Juegos Olímpicos y campeonatos del mundo de los
deportes más populares, hasta las ligas profesionales de mayores audien-
cias, todos los acontecimientos deportivos son objeto en la actualidad de
contratos multimillonarios por parte de las grandes cadenas de televisión
que dominan el mercado mundial de las audiencias deportivas (Barnett,
1990; Whannel, 1992).
En la historia de las relaciones entre televisión y deporte hay que resaltar
la aparición en Estados Unidos del primer canal que, en 1979, comenzó a
emitir deporte a lo largo de las veinticuatro horas del día, el canal ESPN
(Entertainment and Sports Programming Network). Desde entonces han
surgido numerosos canales internacionales de televisión dedicados íntegra-
mente a la retransmisión de acontecimientos deportivos, algunos de carác-
ter monotemático, lo que no ha impedido que las emisoras de televisión de
carácter general continúen ampliando el número de horas dedicadas a las
retransmisiones deportivas (Penz y Horak, 1992). Y es que las retransmi-
siones deportivas continúan atrayendo, junto con las proyecciones de pelí-
culas y series populares, a las mayores audiencias en todos los países, lo
que explica las fuertes luchas comerciales que se establecen entre las em-
presas de comunicación por conseguir los derechos de retransmisión de los
grandes acontecimientos deportivos.
A pesar del fuerte impacto que ha tenido la televisión en la información
y espectáculos deportivos, la presencia de los otros medios de comunica-
ción en el deporte, particularmente la radio y los periódicos, también ha
continuado fortaleciéndose (Alcoba, 1987). Un caso llamativo lo constituye
la prensa deportiva en España, en donde entre los doce periódicos de mayor
difusión nacional se encuentran cuatro periódicos deportivos, uno de los
cuales ocupa desde 1994 el primer lugar entre los periódicos más difundi-
dos y leídos.
Según los datos elaborados por la Oficina de Justificación de la Difu-
décimo y duodécimo, con una cuota de mercado cercana al 8%. Así pues,
estos cuatro periódicos deportivos representaban en dicha fecha un poco
más del 20% de la prensa diaria difundida en España, lo que viene a mos-
trar que los dos principales medios de comunicación, la televisión y los pe-
riódicos, se refuerzan mutuamente cuando se trata de informar sobre el de-
porte y de entretener con los espectáculos deportivos.
223
Manuel García Ferrando y Javier Durán González
Los anteriores datos nos conducen a preguntarnos qué es lo que hace del
deporte uno de los objetos preferidos de los medios de comunicación. Los
diversos autores que han reflexionado sobre este tema parecen estar de
acuerdo en que el deporte es, para los grandes públicos, una diversión pla-
centera que no provoca disputas peligrosas como lo pudieran hacer la reli-
gión o la política. Como señalan con acierto Snyder y Spreitzer, la conver-
ta, caótica y efímera, es filtrada por los medios y transmitida como la ver-
medios, sobre todo la televisión. Una realidad social en un principio infini-
ejemplo, inventó la muerte súbita para que los sets no se alargaran excesi-
portivos con el fin de adecuarse a las exigencias televisivas. El tenis, por
pia televisión pueda solicitar el suyo para emitir sus anuncios pertinentes.
Ni que decir tiene que se realiza en el momento más emocionante del en-
cuentro, casi siempre hacia el final del partido.
El espectáculo deportivo de la televisión ha cambiado profundamente el
perfil del espectador, al haber ampliado enormemente las audiencias depor-
228
8. El deporte mediático y la mercantilización del deporte
paña, porque sólo se dispone con una cierta fiabilidad de los datos referen-
tes a las aportaciones agregadas que se realizan para el deporte desde los
presupuestos de las Administraciones públicas (Alonso y otros, 1991,
pp. 23-35) pero, en general, en los países europeos porque no ha existido
hasta hace poco ni una necesidad real ni una presión directa por investigar
los problemas económicos del deporte (Heinemann, 1992, p. 404).
El ideal del amateurismo ha limitado hasta los años setenta la mercanti-
lización del deporte, de tal manera que tradicionalmente se ha considerado
que el deporte tenía poco que ver con el mundo profesional y del trabajo y
con la conducta orientada al beneficio económico y al mercado. Predomi-
naba, como se ha señalado en el capítulo primero, una concepción paradig-
mática del deporte como si se tratara de un sistema cerrado y autónomo,
poco influenciado por los factores del entorno social, político y económico.
Como destaca Heinemann, la existencia del trabajo voluntario, el idealismo
de muchos de sus miembros, las cuotas pagadas por los socios, y los subsi-
dios y ayudas de los organismos públicos, hacían posible, y en cierta medi-
da lo continúan haciendo, que los clubes deportivos pudieran ofrecer sus
servicios a una clientela predominantemente de clases sociales medias y al-
tas de carácter urbano. De este modo, como se ha afirmado anteriormente,
los ideales del amateurismo dificultaban el avance más claro de la comer-
cialización y mercantilización del deporte (Heinemann, op. cit., p. 405).
En consecuencia, se ha tendido a destacar, y a estudiar más del deporte,
los aspectos estrictamente técnicos y su influencia pedagógico-educativa
que el conocimiento de sus bases económicas y los intereses políticos que
lo rodean. Esta situación es la que justifica el subtítulo que el sociólogo
francés Jean Meynaud dio a su conocido tratado sobre el deporte y la políti-
ca, al describirlo como el «análisis social de unas relaciones ocultas» (Mey-
naud, 1972).
Por eso, un producto de consumo significa que tiene que ser beneficioso
para la consecución o mantenimiento de prestigio.
dios». El productor del servicio puede hacer pocas cosas en tanto espera a
los clientes, los cuales, por otra parte, suelen tener dificultades para darle
continuidad a la utilización del servicio, lo que comporta problemas de satu-
ración o de subutilización según el horario o la época en la que se ofrece el
servicio. A pesar de la estandarización de los procedimientos y métodos de
trabajo físico-deportivos, el trabajo hay que individualizarlo, lo que obliga a
realizar muchas adaptaciones (Heinemann, 1992, pp. 414 y ss.).
Como consecuencia de tantas características especiales, el deporte, en
tanto que producto de consumo y trabajo de servicio personal, presenta un
déficit sistemático de racionalidad, causado por condiciones estructurales,
y es que, como destaca Heinemann, la predicción del uso de los servicios
es escasa y el cálculo de la planificación es incierta. Lo que no debe ser un
obstáculo para continuar esforzándose por la introducción de elementos ra-
cionales en la gestión y planificación deportiva, aunque sin perder de vista
la peculiaridad del deporte como servicio y producto de consumo.
País %
Dinamarca...................................................... 38,9
Francia ........................................................... 38,1
Portugal.......................................................... 34,6
Bélgica (c. valona)......................................... 33,1
Alemania........................................................ 19,2
Italia............................................................... 19,2
Reino Unido .................................................. 15,9
España............................................................ 13,8
Suiza .............................................................. 5,6
ciación pública del deporte, cosa que tiene lugar prácticamente a principios
de los años ochenta, cuando ya en el resto de los países europeos occidenta-
les se habían creado unas sólidas estructuras de ayuda pública al deporte a
lo largo de las décadas de los años sesenta y setenta. Sin embargo, la crisis
del Estado de bienestar de los años noventa ha roto la tendencia a incre-
mentar las aportaciones públicas al deporte en toda Europa, y este proceso
ha incidido negativamente en la incipiente participación de las Administra-
ciones públicas españolas en la creación de estructuras accesibles de «de-
porte para todos».
La tendencia a que el mercado de productos y servicios deportivos sea el
que determine en buena medida los precios y cantidades (esto es, la prácti-
ca deportiva y el consumo con ella relacionado) se observa tanto para el de-
porte popular como para el deporte profesional y de alto rendimiento. Por
lo que se refiere a España y a este último tipo de deporte, la constitución de
la Asociación de Deportes Olímpicos (ADO) para regular el patrocinio fi-
nanciero de los deportistas olímpicos de cara a los Juegos Olímpicos de
Barcelona 92, que ha continuado sus funciones en las siguientes olimpia-
das, es un buen ejemplo de las tendencias que va a seguir la financiación
del deporte en el siglo XXI.
Resulta significativo comprobar que ya a principios de los años noventa
la política deportiva que propiciaba el Consejo Superior de Deportes, bajo
la etapa socialista de gobierno, aceptaba como inevitables las siguientes
tendencias de cambio del deporte profesional, y reconocía la necesidad de
adecuarse a ellas (Blanco, 1995, p. 81).
La complejidad alcanzada por el deporte de alto nivel, con sus elevadas exi-
gencias de rendimiento físico-deportivo, sus costosos entramados de intere-
ses políticos y económico, y el gran nivel de espectacularidad que ha ad-
quirido para el gran público, han conformado un sistema organizado como
un todo que se caracteriza por su naturaleza fundamentalmente dialéctica
(Lüschen, 1983).
Con el concepto de dialéctica se pretende destacar la naturaleza sustan-
tivamente contradictoria y ambivalente del deporte de alta competición,
sometido como está a fuerzas y tensiones de signo opuesto que provocan
234
8. El deporte mediático y la mercantilización del deporte
los logros deportivos de alto nivel pueden asociarse a un sistema cultural que da impor-
tancia al logro desde todos los puntos de vista o que, según Max Weber, destaca la
orientación hacia la interiorización del mundo y el ascetismo por encima de la exteriori-
zación hacia el mundo y la trascendencia. De tales contextos podemos deducir por qué
en los tiempos modernos ha sido tradicionalmente alto el número de protestantes entre
los ganadores de medallas olímpicas y por qué, más recientemente, las llamadas socie-
dades marxistas de Europa Oriental logran resultados incluso mejores (Lüschen,
op. cit.).
ideal del «juego limpio» (fair play) en el deporte convierte en más llamati-
desviados que en la sociedad en general, lo cierto es que la búsqueda del
ver con la relación que guardan los deportes de éxito con el espectáculo de
masas, mientras que guarda poca o ninguna relación con los deportes olím-
picos minoritarios. Lo que sería otra prueba de la imposibilidad de genera-
lizar conclusiones sobre el deporte moderno.
De modo que el deporte de alto nivel, tal como se configura socialmen-
te, es algo más que un asunto de perfección de habilidades o de diseño de
estrategias para conseguir el triunfo. Es también, como señala de nuevo
Lüschen, el resultado de significados subjetivos, culturalmente determina-
dos, y también de interpretaciones simbólicas de las que por ahora se sabe
en realidad bien poco. Como sistema social, el deporte de alto nivel se en-
cuentra altamente institucionalizado, con un control y una organización
cada vez más rígidos y exigentes. Su dependencia del sistema político es
muy fuerte (Meynaud, 1972), y su mercantilización creciente ha hecho que
su dependencia del sistema económico alcance límites insospechables hace
tan sólo unos pocos años. Su naturaleza dialéctica, pues, confiere al depor-
te moderno todos los elementos de tensión y conflicto suficientes para
mantenerlo como el primero de los grandes espectáculos de las sociedades
de masas.
En este marco conflictual y dialéctico del deporte de alto nivel adquiere
su significado más preciso la reciente propuesta de dos sociólogos cana-
dienses del deporte, Bruce Kidd y Peter Donnelly, al reclamar que se deba
hablar de los derechos humanos en este tipo de deporte. Las propuestas de
estos sociólogos, inspiradas en las que fundamentan la Declaración Univer-
sal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (diciembre de 1948),
son una reacción ante el aumento, por ahora sin límites, de las cargas de en-
trenamiento a las que se ven sometidos los deportistas de alto nivel y a la
intensidad y frecuencia de su participación en competiciones; a la margina-
ción de los poderes públicos en la toma de decisiones; a la ampliación de la
desigualdad de oportunidades; al monopolio de la información por parte de
los medios de comunicación, que distorsionan además de forma simbólica
lo que sucede en el ámbito del deporte de competición; y a la globalización
del deporte, que conduce a atletas, entrenadores e instituciones a estar im-
plicados en procesos de explotación de los países más desfavorecidos.
Ante esta situación se reclama la defensa de los derechos humanos en el
deporte de alto nivel, y más en concreto, los siguientes: derecho a la educa-
ción y formación; derecho a tener información respecto a los efectos fisio-
lógicos de tratamientos médicos; derecho a tener dirigentes capaces y res-
ponsables; derecho a no recibir agresiones sexuales; derecho a un
tratamiento adecuado, no humillante, por parte de los medios de comunica-
ción (Kidd y Donnelly, 2000).
240
8. El deporte mediático y la mercantilización del deporte
Juegos Olímpicos
243
Manuel García Ferrando y Javier Durán González
siempre a los Juegos Olímpicos y resulta difícil imaginar que vaya a cam-
biar en un futuro próximo.
% de tiempo de retransmisión
va entre los dos países y emisoras de televisión que ocupan los dos extre-
mos. Por un lado, la inglesa BBC, que no dedicó tiempo alguno a la publi-
cidad y, por otro, la norteamericana NBC, que dedicó el 28% de su tiempo
de retransmisión a la publicidad comercial. Entre ambos extremos se sitúa
Queda claro, pues, que, a pesar del carácter global de los Juegos Olímpi-
cos, la dimensión local de su retransmisión televisada contribuye a reforzar
las peculiaridades deportivas, en su dimensión social, cultural y política, de
cada país, lo que permite mantener viva, en la era del deporte mediático, la
paradoja olímpica de la que hablara hace ya más de tres décadas Richard
Mandell, al tiempo que invita a renunciar a toda simplificación y uso de tó-
picos, cuando se trata de analizar y comprender ese paradigma de la com-
plejidad del deporte contemporáneo que es el movimiento olímpico.
247
9. Ocio y deporte: nuevas
claves para el desarrollo
humano
lico como ideal de ocio al que tender. Un ocio, concebido como fin en sí
mismo, ajeno a lo necesariamente útil u obligado, que permite a la persona
crecer y desarrollarse en algún aspecto. Se trata de una vivencia profunda-
mente subjetiva que otorga sentido a la existencia de una persona en la me-
dida en que es fruto de una elección personal estrechamente ligada a sus
deseos, necesidades y/o expectativas.
El ocio, como hecho personal y social, es siempre reflejo y expresión de
los rasgos, condiciones concretas y recursos con los que cuenta una socie-
dad para organizarse y evolucionar. En este sentido, la idiosincrasia de la
nueva ciudadanía, que se conforma al unísono con las tendencias posmo-
dernas, aporta al concepto de ocio nuevas acepciones coherentes con los
valores posmateriales actualmente en alza. A comienzos de este tercer mi-
lenio, asistimos a un incipiente proceso de reivindicación en torno al ocio
en el que las personas comienzan a buscar algo más que el mero acceso. Se
aspira a un ocio cada vez más personalizado y vinculado a experiencias de
calidad y desarrollo, que otorguen sentido personal a los estilos de ocio.
Hablamos, por tanto, de una reconsideración de los aspectos cualitativos de
este fenómeno, en el sentido de que el uso de un «tiempo blando» (Cuenca,
2000a, p. 37) —orientado al simple «pasatiempo o distracción»— debe dar
paso a un tiempo libre caracterizado por el máximo aprovechamiento de las
vivencias de ocio que en él se desarrollen.
1
Autores como Pieper nos recuerdan que ya el mundo clásico vinculaba el ocio con
la contemplación de la belleza, la sabiduría…
250
9. Ocio y deporte: nuevas claves para el desarrollo humano
La conquista social del tiempo libre supuso el punto de partida del papel de
centralidad que desempeña el ocio en nuestros días. Dicha conquista fue el
primer eslabón de una cadena de constantes transformaciones en todos los
órdenes sociales, que explican, en buena medida, la relevancia actual del
ocio en los estilos de vida y dejan entrever el papel que depara el futuro a
este fenómeno social.
En la actualidad
2
Según los resultados de la Encuesta Europea de Valores correspondiente al año
2000, el tiempo libre y el ocio ocupan el cuarto lugar en la jerarquía de prioridades de
los españoles.
251
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
c) Factores higiénico-sanitarios
d) Factores políticos
e) Factores económicos
3
Estar con la familia; ver la televisión; estar con amigos/as; leer libros y revistas;
escuchar música; oír la radio; ir al cine, hacer deporte, salir al campo y ver deportes.
253
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
En el futuro
Indagar acerca del papel del ocio y del tiempo libre en un futuro no muy le-
jano exige ubicar este fenómeno en ese nuevo marco social que venimos
describiendo y que tiene como uno de sus pilares básicos a las tecnologías
de la información y comunicación y el entorno de Red en el que se apoya.
Si, tal y como parece probable que suceda, la implantación tecnológica
continúa avanzando en todos los órdenes de la vida, entonces, la sociedad
tendrá que asumir cambios ya emergentes y que transformarán paulatina-
mente los hábitos en el trabajo, en el ocio, en la vida familiar, etc. La defi-
nitiva incorporación de las redes informáticas como nuevo espacio vital de
actuación humana será uno de estos cambios elementales. Un espacio vir-
tual para el disfrute del ocio que pondrá de manifiesto renovados significa-
dos y valores que subyacen a los estilos de ocio posmodernos.
Para muchos autores, el giro exacerbado de nuestra sociedad hacia la
4
Véase Shapiro, A. L. (2002), El mundo en un clic, Madrid, Grijalbo, en el que se
Sociedad Red, que surge a partir de la evolución del Estado de bienestar, y que está
configurada por una profunda virtualización del concepto espacio y una evolución del
tiempo hacia la inmediatez.
254
9. Ocio y deporte: nuevas claves para el desarrollo humano
nente y en el que el ciclo de vida de los productos y servicios cada vez será
más corto. De hecho, el afán propio de las sociedades modernas por cerrar
el ciclo «tener-acumular-retener» comienza a carecer de sentido cuando ha-
blamos de bienes y servicios en constante transformación.
El ocio y, en general, todos los contenidos que tienen que ver con la ex-
periencia personal gratificante serán elementos susceptibles de ser comer-
cializados a través del acceso a la esfera digital.
El turismo, los viajes, los parques y ciudades temáticos, los lugares dedicados al ocio
dirigido, los juegos y deportes profesionales, el juego, la música..., todo tipo de diver-
sión mediada electrónicamente se convierte en el centro de un nuevo hipercapitalismo
que comercia con el acceso a experiencias culturales (Rifkin, 2000, p. 17).
El ocio es, sin duda, un fenómeno complejo que resulta aún más difícil de
analizar si se contempla desde un enfoque humanista que lo concibe como
6
La actual programación televisiva ofrece múltiples ejemplos de cómo las expe-
riencias más personales (convivencia entre varias personas dentro de un entorno domés-
tico artificialmente creado, relaciones de pareja…) se convierten en productos de consu-
mo que por afinidad o detracción captan audiencia.
255
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
1. Dimensión lúdica
El ocio hunde sus raíces más profundas en el mundo del juego, a partir del
cual han ido evolucionando y dotándose de significados cada vez más com-
plejos. Responde, en este caso, a las funciones de descanso y diversión
(Dumazedier, 1964, p. 28) en la medida en que conduce a una desvincula-
ción temporal de todo lo que implica obligatoriedad y quehacer cotidiano.
Es asimismo, diversión en el sentido de «una acción que distrae y evade de
los límites de la realidad» (Cuenca, 2000a, p. 100).
Destaca aquí la función regeneradora o compensadora del ocio. Ante
una realidad fisiológica como es el cansancio y la fatiga como estado psi-
cológico que de ella se deriva, la vivencia de un ocio eminentemente lúdico
permite descansar, regenerar energías y alcanzar de nuevo el equilibrio psi-
cofisiológico necesario en los seres humanos.
Sin despreciar el innegable valor que representa esta dimensión lúdica,
algunas corrientes en los estudios de ocio consideran que representa la ex-
presión menos enriquecedora del fenómeno, la más superficial si se conci-
be exclusivamente como entretenimiento, evasión, escape o compensacio-
nes de las tensiones vividas. Una consideración parcial del ocio desde este
enfoque implicaría aceptar que el ocio sólo adquiere sentido en función de
la existencia de otros contextos vitales, como el trabajo, la vida familiar,
académica…
Esta dimensión se identifica y representa especialmente con el mundo
del juego, la animación (cultural, turística o deportiva), el turismo vacacio-
nal, tradicionalmente, de sol y playa, el paseo, visita a parques temáticos y
diversas formas de entretenimiento catódico (Ruiz Olabuénaga, 1992, p. 121).
256
9. Ocio y deporte: nuevas claves para el desarrollo humano
Prácticas más
Dimensiones Promueve representativas
2. Dimensión creativa
Manuel Cuenca entiende esta dimensión ante todo como «una dimensión
de desarrollo personal a través de acciones gratificantes que..., hacen que la
persona sea mejor en cualquier aspecto» (Cuenca, 2000a, p. 114). El ocio
creativo está profundamente unido a experiencias de formación, reflexión,
aprendizaje y crecimiento personal a través de la expresión de la propia
identidad. Cuanto mayor es el nivel de formación de una persona en rela-
ción a su experiencia de ocio, mayores son también las posibilidades de que
dicha experiencia le resulte gratificante. Sabemos, a través de las teorías de
Dattilo (1999), Stebbins (2000) o Cuenca (1995) que la adquisición y depu-
ración del repertorio de habilidades y conocimientos disponibles para el
ocio son una forma de garantizar la satisfacción y el desarrollo personal a
257
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
Mucho
Ansiedad Canal de
Flujo
Desafíos A3 A4
Aburrimiento
A1 A2
Poco 0 Mucha
Habilidad
dibles del proceso creativo. Frente a esta concepción, se halla la idea de re-
ción, los conocimientos y la intuición, todos ellos, componentes imprescin-
creación, como medio para revivir el proceso creador del artista. Se trata de
una acción, de alguna manera solidaria y empática ya que quien se recrea
pretende comprender al autor a través de la obra, descubrir los sentimien-
tos, estado de ánimo y circunstancias que le inspiraron… La persona prota-
gonista descubre, mediante esta dimensión, nuevas formas de percibir y en-
tender la realidad a través de las obras y/o productos de los demás.
La dimensión creativa se pone de manifiesto en su primera acepción a
través de la creación artística y cultural, los hobbies, la generación de nue-
vas formas de practicar turismo, deporte, etc., nuevos productos y servicios
que surgen como resultado de la aplicación de las tecnologías de la infor-
mación y comunicación al ocio... En su vertiente re-creativa, podemos des-
tacar, como ejemplos representativos, la contemplación de un cuadro, escu-
char una pieza musical, interpretar una obra de teatro o recitar un poema,
entre otros. En general, puede decirse, que esta disposición a la re-creación
tiene lugar vinculada a situaciones de consumo, en las que la persona dis-
fruta de un producto o actividad de ocio ya elaborado. Aunque es evidente
que participar de las ofertas del mercado del ocio no anula la dimensión
creativa del ocio en su primera acepción de crear, ya que las adquisición de
un bien o servicio de ocio puede ser sólo el punto de arranque de un proce-
so creador (manualidades, tocar un instrumento…)
3. Dimensión festiva
4. Dimensión ecológico-ambiental
Hasta hace muy poco, esta dimensión a través de la cual el ocio se mani-
fiesta cada vez con más fuerza, era referente exclusivo de las prácticas que
se desarrollaban en espacios naturales. Con ella se resaltaba la gestación de
nuevas jerarquías de valores entre la ciudadanía que tenía como ejes princi-
5. Dimensión solidaria
Desde una concepción humanista del ocio, éste se concibe como experien-
cia humana, destacando en ella su vertiente más subjetiva. Es decir, intere-
sa la percepción que la persona tiene de la vivencia, qué experimenta con
ella, a qué necesidades ha respondido esta vivencia, si ha sido, o no, fuente
de satisfacción. Es evidente que el carácter subjetivo de las respuestas que
acompañan a este tipo de preguntas hace mucho más complejo profundizar
y abstraer un conocimiento general, y no particular, acerca de la forma en
que las personas entienden el ocio y las funciones que éste puede desempe-
ñar en sus vidas.
Existen dos enfoques diferentes, aunque complementarios, que desarro-
llan las posibles funciones del ocio en la sociedad. El enfoque europeo, que
adopta una perspectiva más global, centrada en el interés personal, pero
261
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
nes del ocio se hizo famosa como la de «las 3 D»: Descanso, Diversión y
al tema de autores como Dumazedier (1964) cuya teoría sobre las funcio-
ocio, como elemento restaurador del equilibrio ante estilos de vida sedenta-
rios y con hábitos poco saludables. Esta función que apunta Sue coincide
con uno de los beneficios más desarrollados en el enfoque norteamericano.
Existe en este país todo un ámbito profesional dedicado al desarrollo y
aplicación del ocio terapéutico 8, dirigido especialmente a poblaciones con
7
Nótese que esta teoría de las 3 D de Dumazedier aparece durante los años 60, en
262
9. Ocio y deporte: nuevas claves para el desarrollo humano
necesidades especiales y en los que el ocio se utiliza como medio para me-
ma, etc.; c) Respecto a la función económica del ocio, Sue se plantea uno de
jorar su calidad de vida, bienestar psicofisiológico, fortalecer su autoesti-
Obras relevantes en torno al tema, Kleiber, D. (1999), Leisure experience and hu-
man development: a dialectical interpretation, Nueva York, Basic Books; Csikzent-
9
M.; Cuenca, M.; Buarque, C. y otros, Ocio y desarrollo. Potencialidades del ocio para
mihalyi, M. (2000), «Ocio y creatividad en el desarrollo humano», en Csikzentmihalyi,
263
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
264
9. Ocio y deporte: nuevas claves para el desarrollo humano
turales, las turísticas y las físicas (Sue, 1981; Zaragoza, 1988). Las activi-
rias clases de actividades de ocio, entre las que destacan las actividades cul-
mientras que las actividades prácticas se refieren a aquellas cuyo fin últi-
ellas destacan el disfrutar de las amistades, el ir de bares, las fiestas, etc.,
ejemplo las motivaciones, como por variables sociales, que a su vez pueden
ser objetivas (condiciones de vida), simbólicas (opiniones, actitudes e in-
cluso lenguaje) o prácticas (comportamientos reales). Siguiendo la defini-
ción propuesta por Cathelat y Allien, podemos afirmar que «los «estilos so-
ciales» describen condiciones objetivas de vida, físicas, geográficas,
económicas, sociológicas, que permiten apreciar los condicionamientos de
pensamientos y comportamientos que pesan sobre un grupo sociocultural»
(Cathelat y Allien, 1984, p. 51).
El concepto estilo de vida, entendido como forma particular de vivir la
vida cotidiana, se relaciona con las características personales de los indivi-
duos tales como la personalidad, las ideas o las creencias, con las actitudes
del sujeto desempeñadas en relación con los roles que se ocupen, así como
con las actitudes generales y la interacción con los diversos miembros de la
sociedad, que llevan a detentar determinadas opiniones e incluso comporta-
mientos. Estos comportamientos son la expresión material del modo de
vida, de las ideas personales, de las intenciones y de los proyectos vitales,
en definitiva, del modo en como cada uno organiza su vida (Dumazedier,
1964). En palabras de J. F. Bernard-Becharies (1984, p. 187): «La forma de
vida está constituida por un conjunto de costumbres de la vida cotidiana
que se pueden definir con el concepto muy general de “estilo”.»
267
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
arte de vivir de cada uno, aprendido en sociedad y relacionado con su quehacer diario
en una sociedad pluralista y difusa. Se acepta indirectamente a través del consumo, pero
conviene relacionarlo con el poder y la estructura de diferenciación social [...]. Los esti-
los de vida reflejan todas estas diferencias y matices como algo personal y social a la
vez, con grandes dosis de originalidad y privacidad, pero, en definitiva, como algo
construido socialmente (Negre, 1993, pp. 39-40).
Para algunos autores, los estilos de vida pueden entenderse a nivel indi-
vidual, pero también a nivel grupal, y de este modo «un estilo de vida po-
268
9. Ocio y deporte: nuevas claves para el desarrollo humano
les y ocios cotidianos, mientras que en función del espacio se puede distin-
guir entre ocio hogareño y ocio extrahogareño. Así, siguiendo esta doble
clasificación, se puede hablar de cuatro tipos de ocio mayoritarios:
dad como el estar con amigos o bien con algunas prácticas de tipo
cultural.
civil, ocupación, etc., e incluso otros factores como la moda o los mass-me-
y sociales, entre las que se incluyen las variaciones por edad, género, estado
dia, siendo estos dos últimos factores básicos para comprender la dinámica
de la demanda (Pattmore, 1984, pp. 70-73). Por otro lado, no podemos ob-
viar el hecho de que las demandas y prácticas de ocio no son algo estático
sino dinámico, que varían a lo largo de la vida del individuo en función de
su ciclo vital tanto individual como familiar.
Últimamente y debido a las grandes diferencias existentes en el modo de
emplear el tiempo libre, en algunos estudios sobre ocio de la población se
ha comenzado a utilizar el término ociotipos para referirse a las caracterís-
ticas o al perfil socidemográfico de los practicantes de los diferentes tipos
de ocio o incluso de los «ocistas» en general (según el término utilizado
por Sureda y Valls en su estudio «Ociotipos europeos comparados»). In-
cluidas en este término se encuentran variables tales como edad, género,
estatus socioeconómico o nivel educativo, pero también otras como con-
ducta, o actitudes ante las actividades de ocio tratando de mostrar en cier-
ta medida el perfil sociodemográfico y psicológico de los europeos ante
el ocio.
En este apartado vamos a estudiar las prácticas de ocio y deporte más fre-
cuentes de la población española. De esta forma, podremos conocer qué há-
bitos y estilos de ocio son los que ocupan una mayor cantidad del tiempo li-
bre de la población.
Hablar de un estilo de ocio presupone que éste es el elemento central y
determinante del estilo de vida de un individuo. Por ello, es recomendable
estudiar el ocio en sus diferentes manifestaciones, incluida la deportiva,
«como uno de los campos sociales que determinan actividades y confor-
man comportamientos sociales, que a su vez prefiguran estilos de vida so-
ciológicamente relevantes y empíricamente analizables» (García Ferrando,
1994b, p. 255).
La investigación empírica sobre ocio en España no comienza hasta
1973, año en el que en el III Informe Foessa sobre la Situación Social de
271
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
Estar con la familia Estar con la familia Estar con la familia Estar con la familia
Ver la televisión Ver la televisión Ver la televisión Estar con amigos/as
Estar con amigos/as Estar con amigos/as Estar con amigos/as Oír la radio
Leer revistas y libros Leer revistas y libros Leer revistas y libros Ver la televisión
Escuchar música Oír la radio Oír la radio Escuchar música
Oír la radio Escuchar música Hacer deporte Ir al cine
Ir al cine Salir al campo Escuchar música Salir al campo
Hacer deporte Ver deporte Ver deporte Ver deporte
Salir al campo Hacer deporte Salir al campo Hacer deporte
Ver deporte Ir al cine Ir al cine Ir a espectáculos
ocio que se realizan en torno al hogar (estar con la familia, ver la televisión,
oír la radio y escuchar música) suelen tener lugar de forma cotidiana, mien-
tras que aquellas prácticas no vinculadas con el entorno familiar (ir al tea-
tro, ir a bailar o al cine) se realizan de forma mucho más esporádica. Como
dato interesante cabe resaltar que en 1995 tres de cada cuatro personas que
practicaban deporte durante su tiempo libre lo hacían dos o más veces por
semana y este dato se acentúa en el año 2000: de los practicantes de depor-
te, el 49% dice realizarlo tres o más veces a la semana. Esto significa que
cuando la práctica deportiva entra a formar parte del repertorio personal de
ocio de un individuo, ésta ocupa un lugar importante en el estilo de ocio de
ese sujeto (García Ferrando, 1997, p. 34), viéndose además por la evolu-
ción de los datos una fidelización de la práctica (Ispizua, 2002): en los últi-
mos años no ha aumentado la práctica deportiva en España, pero los practi-
cantes son cada vez más asiduos (actualmente tan sólo un 13% de los
deportistas dice practicar deporte menos de una vez a la semana, mientras
que este dato llegaba al 41% en el año 1990).
Por otro lado, también podemos observar que la práctica deportiva se ex-
tiende hoy más que nunca a lo largo de todo el año: mientras en 1985 tan
sólo practicaba deporte todo el año el 27% de los deportistas, actualmente
el 45% de ellos dicen realizar deporte en todas las épocas por igual.
El creciente interés de la población española por la práctica deportiva se
constata en el mismo estudio a la hora de explorar las expectativas de ocio
de los encuestados. Las respuestas a la pregunta acerca de qué actividades
de ocio desearían realizar en su tiempo libre si ello sólo dependiera de su
273
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
Tal como afirma Pere Negre tras un estudio de campo sobre las prácticas de
ocio en la sociedad catalana,
el ocio, su intensidad y diversidad tiene mucho que ver con las edades y generaciones,
pero el hogar es uno de los lugares más destacados para su realización. Sobre todo, la
cualidad del ocio parece relacionarse con la educación y la tradición familiar. El ocio
actual difícilmente puede entenderse del todo sin referencia a las estructuras y relacio-
nes de los grupos primarios (familia, grupo de iguales, minigeneraciones, etc.) (Negre,
1993, p. 47).
civilización del ocio al ocio familiar, una de los primeras aportaciones es-
pecíficas relativas a la importancia del estudio del ciclo vital como «deter-
minante de las prácticas de ocio» fue realizado por el matrimonio Rapoport
en el año 1975. Estos autores estaban interesados en comprobar cómo los
275
Marian Ispizua Uribarri y María Jesús Monteagudo Sánchez
cambios que tenían lugar en el ciclo vital podían afectar al uso de los equi-
pamientos de ocio, y las implicaciones que éstos podían tener en la política
de servicios de ocio. Para ello establecían una serie de estadios clave que
estilo de vida: los surfers, los skaters, los rappers son «tribus urbanas» en
desarrolla la mayor parte del ocio. El ocio en esta etapa es determinante del
a estas edades sobre todo para navegar por Internet o para chatear con co-
los adolescentes. Los ordenadores personales, por otro lado, son utilizados
2) La segunda juventud
3) La edad adulta
4) La tercera edad
Una restricción biológica básica, que afecta por igual a hombres y muje-
res, es la referente a las limitaciones o variaciones de práctica que se dan a
causa de la edad. A lo largo del ciclo biológico, las necesidades sentidas y,
por tanto, la demanda, estarán en constante variación, adaptándose sobre
todo a los cambios en la capacidad biológica y a la posición que se ocupa
en la estructura social. Veamos cómo se da esta evolución.
Con anterioridad a la etapa escolar, el niño será un ser dependiente, so-
bre todo de su madre. A pesar de que necesitará desarrollar sus capacidades
psicomotrices con base en el juego, éste se practicará bajo vigilancia y a
menudo con la familia. A medida que el niño vaya creciendo necesitará
más de los otros niños, pero aún no será capaz de jugar en equipo ni de se-
guir unas reglas de juego, por lo que sus necesidades deportivas y, por tan-
to, de equipamiento se verán restringidas a los parques y jardines cercanos
a la vivienda, en los que también tenga cabida el ocio de sus madres/padres
o cuidadores.
Actualmente, la mayoría de los niños acceden a las prácticas deportivas
con el inicio de la escolarización obligatoria, es decir, entre los cinco y los
seis años. La educación física aparece en este periodo de su vida como algo
que se les da de un modo general y obligatorio y, por tanto, sus demandas
de deporte formal, que serán escasas, están prácticamente satisfechas.
A medida que el niño va creciendo, los aspectos lúdicos del deporte van
cobrando importancia y el deporte comenzará a ocupar gran parte de su
tiempo de ocio. Este deporte, ajeno ya al horario escolar (aunque muchas
veces se canalice a través de torneos interescolares guiados por la institu-
ción educativa) es de tipo recreativo y en su mayor parte se constituye en
deporte informal. Se practicará con reglas que en muchos casos no coinci-
den con las oficiales y en lugares no reglamentarios. Del mismo modo, el
deporte se adecuará al número de participantes disponibles, así como a las
condiciones en que se pueda desarrollar (terreno, materiales, etc.).
Al finalizar la educación obligatoria, el deporte pasará de ser algo de
práctica generalizada a ser totalmente voluntario y personal, y por ello el
número de practicantes desciende enormemente (sobre todo, entre las mu-
jeres). Las demandas variarán, así como los lugares de práctica. El deporte
se practicará principalmente en lugares preparados para ello, como son las
instalaciones deportivas de una u otra índole.
Las necesidades recreativas de los adultos también sufrirán transforma-
ciones. De los veinte a los treinta años las personas están en su plenitud de
facultades, su rendimiento será elevado y contarán con posibilidades bio-
lógicas para acometer grandes esfuerzos. A partir de los treinta y dos años
(siguiendo la diferenciación propuesta por Rodríguez Avial, 1982), y hasta
los cuarenta y cuatro, la falta de fuerza corporal se ve compensada con
concentración y perseverancia. A partir de los cuarenta y cuatro años co-
mienza la decadencia biológica y con ella una cierta torpeza a nivel físico.
Esta torpeza se ve agudizada a partir de los cincuenta y ocho años, edad en
280
9. Ocio y deporte: nuevas claves para el desarrollo humano
282
10. Mercado de trabajo
en el deporte
del último capítulo de esta Sociología del deporte es dar las claves de análi-
sus aspectos positivos (que los tiene) como en los negativos. El propósito
(1996) cuando ya en los años sesenta anunció que «el medio es el mensaje»
al referirse a los medios de comunicación que se desarrollaban por aquel
entonces, en especial la televisión pero no únicamente. Para el autor, lo im-
portante no es lo que los medios transmiten —su contenido— sino el modo
como «configuran nuestra conciencia y experiencias» (McLuhan, 1996,
p. 42). Así, para seguir con el caso de la televisión, más importante que la
retransmisión de un partido de fútbol es habituarnos a ver la repetición de
la jugada, un gol desde diversos ángulos, poder simultanear el partido con
el seguimiento de otro con la radio, etc. Todo ello cambia nuestros hábitos,
nuestra psicología, nuestra conciencia de los hechos. Pues bien, si habla-
mos de revolución tecnológica es porque la convergencia de los medios a
que hemos aludido en el párrafo anterior ha impactado de tal modo nues-
tras vidas que «ha alterado de forma fundamental el modo en que nacemos,
vivimos, aprendemos, trabajamos, producimos, soñamos, luchamos o mori-
mos» (Castells, 2000, p. 63). Podríamos extendernos mucho en este punto
pero, obviamente, lo que interesa a efectos del presente capítulo son sus
efectos en el mercado de trabajo y en las condiciones del empleo. Dado
que la revolución tecnológica ha cambiado nuestras percepciones y modos
de vivir, veamos el modo en que lo ha hecho en el caso concreto que nos
interesa.
El mercado de trabajo actual es un mercado caracterizado por:
espera de las personas que realicen siempre las mismas tareas profe-
sionales y a un horario fijo. Hay una tendencia a la individualiza-
ción. Se espera de las personas que trabajan adaptación a las nuevas
exigencias aun a costa de graves trastornos en sus habituales ritmos
2. Un mercado abierto
286
10. Mercado de trabajo en el deporte
mann (1998, pp. 212-214) describe este mercado a partir de tres ejes:
1) Tareas profesionales
287
Núria Puig Barata y Jesús Martínez del Castillo
2) Campos de actividad
3) Instituciones
— en un club;
— en una empresa deportiva comercial;
— en el sector público;
— en otras entidades no deportivas.
289
Núria Puig Barata y Jesús Martínez del Castillo
en los empleos. Se distingue entre las profesiones del deporte y las profe-
cer las profesiones del deporte se sigue el mismo criterio clasificatorio que
290
10. Mercado de trabajo en el deporte
291
Núria Puig Barata y Jesús Martínez del Castillo
293
Núria Puig Barata y Jesús Martínez del Castillo
N.º % N.º % V V%
294
10. Mercado de trabajo en el deporte
N.º % N.º % V V%
296
10. Mercado de trabajo en el deporte
56.300 empleos que figuran en la tabla 10.5 sólo son referidos a la activi-
entre los países donde mayor expansión ha tenido. Recuérdese que los
por tanto, todas las actividades relacionadas con el deporte. Las estimacio-
en el deporte competición, deporte ocio y deporte adaptado. No se incluyen,
nes realizadas en el estudio europeo sobre empleo deportivo ofrecen los re-
sultados siguientes (tabla 10.6):
Según los autores del estudio, si a los datos de la tabla 10.6 se añaden
empleos que puedan estar relacionados con el deporte pero que, por las di-
Una tendencia cada vez más clara en el mercado de trabajo de las socieda-
cial... Entre esta situación y el paro se dan condiciones de empleo muy va-
riadas que se diferencian principalmente según el tipo de contrato (indefini-
do, temporal, sin contrato...), jornada laboral (completa, parcial, por horas,
mercado de trabajo.
El sector primario ofrece puestos de trabajo que implican una amplia va-
riedad de tareas, con salarios relativamente elevados, buenas condiciones
de trabajo y, por encima de todo, estabilidad en el empleo. Por el contrario,
los puestos del sector secundario conllevan escasas tareas o muy diferencia-
das e inestables, están peor remunerados y caracterizados por una conside-
rable inestabilidad en el empleo y una alta rotación.
La interpretación de esta dualización del mercado de trabajo se presta a
muchas discusiones. No hay duda de que ha representado un empeora-
miento de las condiciones de empleo de muchos colectivos y que surge
como resultado de las nuevas necesidades de los sistemas productivos en
el marco de los cuales, tal como hemos visto en la introducción de este ca-
pítulo, se hace más difícil la defensa de los intereses laborales. Ahora
bien, y aunque choque en una sociedad como la nuestra acostumbrada al
empleo estable y seguro para toda la vida, no todas las situaciones que
puedan tener similitudes con perfiles asociados al sector secundario han
de ser interpretadas como marginales o degradadas. Pueden referirse tam-
bién a nuevas formas de «trabajo» que ya no encajan con la definición tra-
dicional —identificada con el trabajo asalariado— surgida en la sociedad
industrial. No olvidemos que nuestra sociedad es otra (García Ferrando y
otros, 1995, p. 323). Sin ir más lejos, y sin ignorar las terribles consecuen-
cias que para ciertos sectores acarrea, estas nuevas formas de trabajar exis-
ten ya desde hace mucho tiempo en EE UU, país que tiene las mayores ta-
sas de crecimiento en el mundo y casi plena ocupación de su población
activa.
Lo que es importante en esta discusión es comprender cuáles son los re-
quisitos necesarios para acceder al mercado de trabajo actual y permanecer
en el mismo en unas condiciones que satisfagan a las personas aunque sean
maciones elevadas y punteras, etc., cuya situación no hace otra cosa que
mejorar. En ambos casos las condiciones de trabajo pueden no ser estricta-
mente iguales a las que hemos asociado al sector primario pero no hay duda
de que son radicalmente opuestas y ponen de manifiesto las nuevas fractu-
ras sociales que caracterizan a las sociedades posindustriales: a la vez que
hay colectivos que viven cada vez mejor, otros entran en circuitos de margi-
nación que están generando nuevas bolsas de pobreza también denomina-
das el «Cuarto Mundo».
Según Castells (2000, pp. 298 y ss.), el mercado de trabajo surgido de la
ción de valor que tengan las personas. Este aspecto diferencia a los colecti-
vos favorecidos por la nueva situación y los que no lo están. Creación de
valor significa: toma de decisiones estratégicas y planificación; innovación
en productos y procesos; adaptación presentación y selección del objetivo
de la innovación; gestión de las relaciones entre la decisión, innovación, di-
seño y ejecución; ejecución de tareas bajo iniciativa y entendimiento pro-
pios. No crear valor es, simplemente, ejecución de tareas auxiliares y pre-
programadas que no se han automatizado o no pueden serlo.
Por tanto, siguiendo las observaciones expuestas, aquellos colectivos ca-
paces de crear valor, de disponer de la formación adecuada para hacerlo,
son los que han comprendido las nuevas exigencias del mercado de trabajo
y tienen mayores posibilidades de permanecer en el mismo sin ser amena-
zados de exclusión.
No hay investigaciones del mercado de trabajo deportivo que verifiquen
empíricamente las observaciones anteriores surgidas del estudio de otros
ámbitos. Sin embargo, los resultados de la encuesta sobre la estructura ocu-
pacional en el deporte realizada a principios de los noventa (Martínez del
Castillo y otros, 1991) ya ofrecía algunas informaciones sobre estos proce-
sos de diversificación y diferentes condiciones de empleo según las carac-
terísticas de los grupos ocupacionales y su capacidad respectiva de creación
de valor. Por ello, a título de ejemplo y a pesar de que fue realizada hace
más de una década, nos parece importante ofrecer los resultados que sur-
gieron de la misma.
Los perfiles observados son los siguientes:
bic, step, strechting, etc. Sin embargo, los técnicos de este tipo em-
mo, gimnasia pasiva, etc.) o en iniciar/perfeccionar grupos de aero-
de empleo sean otras sino simplemente a precariedad. Una vez más, antes
claramente precarias. En este caso no nos referimos a que sus condiciones
este sector a caballo —de modo más o menos consolidado— entre el volun-
tariado y la profesionalización (Heinemann, 1998; Le Roux y otros, 1999).
En la encuesta realizada por Puig y Viñas (2002) se preguntaba a los li-
cenciados y licenciadas por los aspectos que más habían influido a la hora
de encontrar trabajo además del título. El primer resultado importante era
que la importancia de la titulación y las oposiciones decrecía progresiva-
mente entre las promociones. Así, entre las primeras —que obtuvieron sus
títulos a principios de los ochenta—, estos aspectos superaban en importan-
cia a lo que se entiende por «factores biográficos» (experiencia previa,
otras titulaciones deportivas, historial deportivo, capacidad de relación y
contactos, etc.); entre las últimas, por el contrario, los factores biográficos
eran vividos como aspectos determinantes para haber obtenido el empleo
que tenían (Puig y Viñas, 2002, p. 33). Además, cada ámbito de inserción
profesional tenía comportamientos diferenciados en cuanto a la importan-
cia de un tipo de factores u otro. Así, en la docencia siguen teniendo impor-
tancia las oposiciones y la experiencia previa aunque, en la enseñanza pri-
vada, cobran importancia los aludidos factores biográficos (op. cit., p. 41).
En rendimiento, se destacan por orden de importancia: experiencia previa,
contactos, licenciatura, historial deportivo y otras titulaciones deportivas
que el mundo del deporte es de los hombres. Los datos que surgen en las
investigaciones realizadas durante los últimos años demuestran que, en el
mercado de trabajo del deporte, hay una tendencia a un aumento mayor de
del 39,1% en 1990 al 44,2% en 1998, mientras que para el empleo en gene-
ral las cifras son de 39,7% y 41,7% respectivamente (Le Roux y otros,
1999, p. 27). Los datos obtenidos en las investigaciones realizadas en Espa-
ña, y a las que nos hemos referido varias veces en el curso de este capítulo,
dan algunos resultados que van en la misma dirección (Martínez del Casti-
llo y otros, 1991; Puig y Viñas, 2002).
¿Qué está ocurriendo? ¿Indican estos datos que estamos asistiendo a una
mayor consideración de la mujer en el mundo del trabajo? ¿Por qué? Nicky
James (1989) y Marina Piazza (1999) desarrollan la hipótesis según la cual
que las mujeres han adquirido en el trabajo de cuidado les dotan de una
en una sociedad cada vez más orientada al sector servicios las cualidades
tamente el trabajo de cuidado y qué similitudes tiene con las nuevas exi-
dentro del que se integra el deportivo. Veamos, pues, en qué consiste exac-
1. Diagnosticar
Prestar atención
Representarse
Interpretar
Percibir
Descifrar
2. Relacionarse
Reconocerse a sí mismo o a sí misma y a los demás
Escuchar
Comunicar
Cooperar
Capacidad de expresión
312
10. Mercado de trabajo en el deporte
3. Afrontar
Asumir responsabilidades
Implicarse
Proyectar
Tomar iniciativas
Decidir
Afrontar
Negociar
Gestionar
muchas de las cuales son las que las mujeres han desarrollado en el trabajo
tecnológicos cada vez más sofisticados, requieren de competencias nuevas,
de cuidado.
Investigaciones diversas, también realizadas en Italia, muestran que las
mujeres en el mundo del trabajo desarrollan efectivamente mejor que los
hombres las competencias a que nos referimos; principalmente en las cate-
gorías de «diagnosticar» y «relacionarse» mientras que en la de «afrontar»
los hombres muestran mayor predisposición.
Estas reflexiones no son más que unos apuntes basados en algún dato
empírico que, obviamente, deben ser el punto de partida de investigaciones
más sistemáticas. Ahora bien, nuestro propósito al iniciar este capítulo era
mostrar los grandes cambios que se han dado en los mercados de trabajo de
las sociedades contemporáneas, el del deporte, en consecuencia. No quería-
mos, por tanto, dejar de lado algo que parece ser una tendencia de futuro
respecto a la cual ya tenemos algunos indicios: la creciente incorporación
de la mujer al mercado de trabajo deportivo y la aportación que hacen al
mismo de los valores que han adquirido en su socialización en el curso de
los siglos.
5. Conclusión
En esta conclusión deseamos tratar brevemente dos cuestiones que se des-
prenden de todo lo escrito; a saber, la regulación del mercado de trabajo del
deporte y las formaciones que dan acceso al mismo. Ambas cuestiones son
complejas entre otras cosas porque se trata de un mercado muy nuevo y, al
mismo tiempo, abierto. Al respecto, Heinemann (1998, p. 220) sintetiza en
pocas palabras la situación del mercado laboral del deporte desde la pers-
pectiva de su regulación:
313
Núria Puig Barata y Jesús Martínez del Castillo
Los mercados laborales del deporte son sistemas no regulados y abiertos. No existen
delimitaciones precisas de ámbitos de actividad y tareas profesionales y, por lo tanto,
tampoco prerrequisitos formales de acceso; existe un amplio espectro de formas de tra-
bajo con diferencias jurídico-laborales entre un puesto de funcionario a jornada comple-
ta y un contrato por la realización de una tarea de duración limitada; apenas existe una
consolidación de las profesiones y los perfiles profesionales; una demanda difusa e ines-
table y una fuerte competencia dificultan una consolidación de este mercado laboral.
para establecer contactos que, como hemos visto, son cada vez más impor-
tantes a la hora de acceder a un empleo. Así, una persona que tenga cargos
de responsabilidad importantes en la gestión deportiva puede tener una po-
sición de ventaja respecto a la competencia si es miembro de la European
Association for Sport Management (EASM) y otra, que acaba de terminar
la carrera universitaria y desea profesionalizarse en la gestión, hará bien en
afiliarse a la asociación de la gestión deportiva de su comunidad autónoma.
De momento, y de acuerdo con las pocas investigaciones de que dispone-
mos (Martínez del Castillo y otros, 1991; Puig y Viñas, 2002), la licencia-
tura en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en España (no así en
otros países) parece haber conseguido dotar a quienes la poseen de la sensi-
bilidad necesaria para entender las culturas de las organizaciones deporti-
vas y realizar tareas de gestión en las mismas. Tan sólo a título de ejemplo
indicar que el segundo ámbito de inserción profesional de los licenciados y
licenciadas en Educación Física por el INEF-Catalunya, Barcelona es en el
campo de la gestión deportiva. Encuentran empleos estables y no hemos
observado indicios que estuvieran en desventaja con personas procedentes
de otras titulaciones. Lo que sí es cierto, sin embargo, es que una sola titu-
lación es, hoy día, casi siempre insuficiente. Puede bastar en los inicios
pero el mercado de trabajo, como hemos visto, es tan cambiante que se
hace necesaria una actualización permanente y una formación más sólida
en las áreas menos cubiertas por la de origen.
Con todo, si existen ámbitos donde se han iniciado procesos reguladores
para garantizar una calidad de las ofertas, ello no ha sido automático ni es-
pontáneo. No sólo es preciso que haya unas formaciones adecuadas ligadas
a estos ámbitos sino también que las personas vinculadas a los mismos se
constituyan en grupos de presión con voluntad de dar a conocer su profe-
sión, la importancia de la misma, e intervengan en el debate político con el
fin de alcanzar las regulaciones del mercado que sean posibles. Masas de
personas descoordinadas, por más que crean perseguir una causa justa, nun-
ca alcanzarán sus objetivos.
El tema de las formaciones es el segundo que deseamos abordar. El gran
reto que se plantea a las instituciones encargadas de ellas es doble: por un
lado ofrecer calidad; y, por otro, asegurar una relación con el mercado de
trabajo de modo que las formaciones se ajusten al máximo a sus requisitos.
No hay duda de que un mercado cambiante y en fase de profesionalización,
como es el deportivo, plantea dificultades. Aun con la mejor voluntad las
organizaciones tienen dinámicas propias que no siempre permiten modifi-
car sus ofertas a la velocidad deseada. Para paliar este problema, cada vez
más, vemos que las ofertas formativas —en España y en toda Europa— se
diversifican en contenidos y formato para responder a las peticiones de pú-
blicos y niveles muy diferenciados; desde el nivel 1 al 5 de la clasificación
propuesta por el Consejo Superior de Deportes, hay ofertas formativas. Y
se realizan, según los casos, en horarios académicos convencionales y tam-
315
Núria Puig Barata y Jesús Martínez del Castillo
de trabajo, del que nos hemos ocupado en el capítulo que ahora termina, se
haga en condiciones dignas y satisfactorias para el mismo.
316
Bibliografía
Capítulo 1
Editorial.
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