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Carolina Guerrero

Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)


Usos de Constant por el Padre Fundador
Caracas: Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela, 2005.

ISBN 9800022678
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

INTRODUCCIÓN

En la historia intelectual, la distinción entre republicanismo y liberalismo se


teoriza desde el siglo XVIII y es célebremente enunciada (mas no de forma
primigenia) en el discurso que sobre la cuestión emite Benjamin Constant en
1819. Pero simultáneamente se da la verificación práctica de dicha distinción a
través de la construcción de la república que, en medio del discurso liberal y
neorrepublicano, es principalmente perceptible en la experiencia de la América
Anglosajona, de Francia y luego de la América Hispánica. En ese orden de
cosas, tal distinción se configura en el dilema de las nuevas repúblicas de
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX sobre cómo crear una asociación
política que ha de ser heredera de una tradición republicana compleja (en la
cual coexisten y compiten principios políticos conformados por el
republicanismo clásico, reconfigurados por el humanismo cívico y actualizados
por el neorrepublicanismo o el pensamiento republicano del siglo XVIII) y a
su vez portadora de los principios liberales modernos. Si bien esa confluencia
entre republicanismo y liberalismo se revela en forma de tensión entre dos
perspectivas difícilmente conciliables, ambas presentan un elemento común: la
demanda de una determinada constitución moral y racional en los miembros
de dicha asociación política, a partir de la cual fundar la disposición de tales
individuos para el vivir libre. Por tanto, la construcción de la república deja de
ser un problema eminentemente intelectual para plantearse, además, como un
proyecto análogo a una matriz cuyas variables política, filosófica, social y ética
no siempre alcanzan el arreglo necesario para derivar en una creación concreta
y preservable.

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Este trabajo apunta a la comprensión de dicho dilema a través del estudio de


un proyecto ilustrado, el de Bolívar, que no sólo confronta la resistencia
interpuesta por la realidad, el contexto social e incluso la razón (también)
ilustrada de algunos de sus contemporáneos, sino que en adición ha de resolver
la antinomia entre las perspectivas clásica y moderna que le son propias para
concebir la república. Centro el análisis entre los años 1819 y 1830, período en
el que nace y muere la unión colombiana, y en el cual, además, se conforma la
República Bolívar. El considerar las ideas políticas y constitucionales de
Constant como esfera referencial para este análisis parte al menos de dos
razones: en primer lugar, la posibilidad de utilizar la comparación entre libertad
antigua y libertad moderna que establece el autor como recurso para intentar
esclarecer las formas en que tales ideas de libertad son expresivas en la
conformación de la teoría y práctica de la idea de república en el pensamiento
de Bolívar; y segundo, en atención al uso que estructura el Libertador sobre
algunas instituciones constitucionales propuestas por Constant a efectos de
derivar en las bases jurídico-políticas que hicieran posible, a pesar de las
resistencias sobre las cuales Bolívar estaba advertido, el establecimiento y la
permanencia de la república meridional.
La estructura del presente trabajo es la siguiente: en el primer capítulo centro el
debate en torno al elemento constitutivo básico para la construcción
republicana en la Colombia de entonces: la condición ciudadana requerida para
realizar el proyecto de república que concibe Bolívar; el segundo capítulo
refiere la idea de constitución configurada por Bolívar, como recurso para
instalar una condición ciudadana que no era fácilmente accesible en aquel
orden de cosas, pero principalmente como intento para la eternización de su
creación republicana; el tercer capítulo analiza la adopción que hace Bolívar del
poder neutral teorizado por Benjamin Constant, con el fin de proponer en la
constitución boliviana una institución (la presidencia vitalicia) dirigida a
garantizar la permanencia de la república; en el cuarto capítulo discuto la
transformación emprendida por Bolívar (también en la constitución boliviana)
del poder municipal formulado por Constant, de manera de, mediante una
institución constitucional encarnada en el poder electoral, instalar un
patriotismo pacífico y perdurable, y a la vez conciliar las incancelables
demandas políticas locales con la unidad de la república; en el quinto capítulo

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

analizo las fuentes intelectuales de Bolívar para la conformación del senado


vitalicio y hereditario que propone en su proyecto de constitución de 1819; y
por último, en el sexto capítulo discuto la tensión entre republicanismo y
liberalismo en la idea de libertad que concibe Bolívar, con base en la llamada
dictadura que el Libertador instala en 1828 y la polémica que suscita entre
Constant y el abate De Pradt.
El anexo que incluyo al final de este libro presenta una aproximación
descriptiva a la impronta de las ideas de Constant en Colombia, emprendida a
través, uno, de algunas referencias sobre Constant en la opinión pública
política colombiana, y dos, de la aproximación al propósito público de
prescribir y luego proscribir el estudio en las universidades de la república de
los principios políticos y constitucionales formulados por el publicista.
En esta introducción expongo algunos señalamientos sobre, primero, la idea de
tradición, como marco conceptual del que parten las recurrentes referencias
que haré a lo largo de este trabajo sobre la idea de tradición republicana, en
tanto intentaré abundar en su momento sobre la idea de lo republicano, pero
preciso partir antes de la piedra angular sobre la naturaleza y sentido de la idea
de tradición. Y segundo, presento los criterios metodológicos utilizados en la
elaboración de este trabajo.

I. EN TORNO A LA IDEA DE TRADICIÓN

Por tradición entiendo la necesidad de contexto, tanto con relación al grupo o


grupos a los que se pertenece, como con relación al pasado que se comparte en
común con los miembros de un colectivo. Esa necesidad no es contingente,
dado que del contexto deriva la identidad del grupo y de sus miembros, y la
explicación incluso a la vida del colectivo y del individuo. Alasdair MacIntyre
habla de la particularidad moral de una vida e identidad moral del hombre, que
en parte viene dada por la herencia recibida de un pasado específico. Es decir,
del pasado del grupo en el que se está inserto (familia, ciudad, tribu, nación) se
heredan condiciones y condicionantes para la vida presente (deudas,

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sucesiones, expectativas, obligaciones). Lo opuesto sería suponer que el


hombre es exclusivamente lo que él decide ser, pudiendo cuestionar "las
características sociales contingentes de la propia existencia"1. De acuerdo con
esa primera argumentación, la identidad individual sería una derivación de la
historia de esos grupos en los que está inserta la historia individual. Y sólo
debido a esas largas historias de numerosas tradiciones en las que está inmersa
dicha historia individual, ésta se hace inteligible. A la par, la segunda
argumentación (sobre el hombre sin contexto) es criticada por MacIntyre –a mi
juicio, acertadamente– bajo el supuesto de que cortar con el pasado implica
deformar las relaciones actuales del individuo, al desconocer que las
identidades histórica y social son coincidentes.
No obstante, si el pasado es lo que le otorga sentido a la vida e historia del
individuo y también del colectivo, debo alertar sobre la tentación de asumir
que la ética reside en el absoluto respeto a ese cuerpo de tradiciones
conformador de un orden que no debe ser subvertido. Esto, a mi entender,
entra en tensión con las posibilidades de emprender una ruptura del orden
político (y legitimar, por ejemplo, una revolución republicana e
independentista). Uno de los argumentos más conservadores puede
encontrarse en Edmund Burke, quien admite sólo la reforma a las antiguas
estructuras, y nunca una revolución que desconozca los valores tradicionales y
la herencia ancestral, la cual violente la herencia y la historia2. Ello debido a que
la revolución supondría el surgimiento de instituciones poco sólidas y
coherentes (justamente por no ser tradicionales), sobre las cuales sería
imposible edificar un cuerpo político que garantice la felicidad de sus
ciudadanos. Hasta aquí, lo inexorablemente admisible con relación al
argumento Burke sería la innegable dificultad de instaurar el nuevo orden que
habrá de suceder a la ruptura revolucionaria. De ello se desprende, por otro
lado, que la permanencia de las tradiciones estaría vinculada al fin (el objeto) de
lo político, o sea, garantizar la felicidad de los individuos que integran el mismo
corpus. Dado que debe reverenciarse el pasado, bajo la óptica burkiana la
tradición es un contrato que obliga a los ciudadanos vivos, sus antecesores y
sus descendientes. MacIntyre no refiere exactamente una obligación. Mas

1
MacIntyre: After Virtue, 1984, p.220
2
Ver Burke, 1790 / 1984, p.66-73

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encuentro que coincide con Burke en la detección de la impronta de la


tradición en el tiempo pasado, presente y futuro, al conceptuar que las
tradiciones involucran una continuidad de narrativas no concluidas, por lo que
confrontan un futuro cuyo carácter determinado y determinable deriva del
pasado.
Si bien MacIntyre es particularmente insistente en la vinculación que presentan
las tradiciones con la historia individual y la identidad individual, extiende su
argumentación hacia el impacto de la tradición en el tiempo futuro y, por
supuesto, en la sucesión de las narrativas constitutivas de esas historias e
identidades del colectivo3. Frente a estos supuestos, se plantea la posibilidad de
que los individuos dispongan de dos opciones respecto a la tradición. Una
ética, que apunta a su conservación; y una antiética (o corrupta), enfilada a su
cuestionamiento, negación o ruptura. En todo caso, esto nos aproximaría a
admitir la premisa de que las tradiciones (a pesar de que no es ético ni
conveniente) puedan (aunque no deban) ser trastocadas. Encuentro en
Maquiavelo (en El Príncipe) otra lectura, la cual desglosa que el mantenimiento
incólume de las tradiciones no es una elección o una práctica de los hombres
éticos. Simplemente, no habría forma de negar ni de trastocar las tradiciones,
excepto a través de la aniquilación de sus portadores. Pero enfatizo que el
filósofo florentino sólo refiere esta concepción para el caso en el cual se
pretende subvertir un orden en libertad para implantar un orden sin libertad, y
no a la inversa. Para Maquiavelo en esa obra, las viejas usanzas serían lo
suficientemente fuertes como para sobrevivir, aunque sea de forma latente. Por
ello no acepta, en ese razonamiento, que pueda haber alguna vía para la
erección de nuevos modos. Enfatiza en El Príncipe: "Quien se adueña de una
ciudad acostumbrada a vivir libre y no la deshace, debe esperar ser deshecho
por ella, porque siempre la tal tendrá por amparo en sus rebeldías la palabra de
libertad y sus antiguas instituciones, las cuales nunca se olvidan, ni por el
mucho tiempo transcurrido ni por los beneficios que se reciben"4, dado que,
agregaríamos, el beneficio de la libertad que ha sido arrebatada siempre será
superior a los que puedan derivar de cualquier otro orden carente de tal valor.

3
MacIntyre, op.cit, p.223
4
Maquiavelo, El Príncipe, 1513/1951, p.55-59

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No obstante, la sustitución de un orden sin libertad por uno nuevo en libertad


no representa inmediatamente una fácil asimilación de nuevas tradiciones
acordes. Alterar las costumbres y las maneras del Estado despótico conduce a
una revolución, según define Montesquieu. Este autor expone que las
tradiciones pueden ser subvertidas a través de una nueva tradición, la cual es
posible que sea asimilada mediante el ejemplo: cuando se quiere alterar las
costumbres y maneras no cabe hacerlo por medio de leyes, lo cual podría
parecer tiránico; es preferible hacerlo por medio de otras maneras y
costumbres5. Las leyes (las cuales guardan más conexión con las instituciones)
se establecen; las costumbres (conectadas más con el espíritu general) se
inspiran6. Ahora bien, aún nos enfrentamos al siguiente problema: si una
tradición que responde a la herencia y a la historia puede ser reemplazada (al
menos parcialmente) por una nueva tradición, es obvio que esta última no sería
una derivación auténtica de la historia. Esto conduce a la argumentación de
Hobsbawm en torno a que las tradiciones han de poder ser inventadas7. No
obstante, para que sean viables y logren su objetivo, de algún modo deben
guardar –necesariamente– cierta conexión con el pasado. De esa forma aún
constituirían, como diría MacIntyre, la continuidad de alguna narrativa
inconclusa en la historia de las comunidades.
Ante todo lo anterior, puede sumariarse lo siguiente: subvertir la tradición
conduce a la ruptura del orden, la identidad, la certidumbre de los pueblos y,
eventualmente (desde cierta perspectiva), de la felicidad de los ciudadanos.
Ello, en atención a que la tradición y el pasado que dejan de ser reverenciados,
reconocidos, respetados, serían sustituidos por el “vicio” (como señala Burke
en su crítica a la revolución francesa, a la cual le atribuye el vicio de plantear
que todo lo que otorga perpetuidad es dañino8) Lo nuevo pasaría a ser
considerado como vicioso en tanto no pueda garantizar la felicidad de una
sociedad política, dado que entrañaría la carencia de experiencia para la
realización de la felicidad de todos, y respecto a los "principios, temple y
disposición" (según Burke) para tales objetivos. Lo nuevo tampoco podría ser

5
De l’Esprit des lois, (1748) 1995, lib.XIX, cap. XIV, p.276-277
6
Ibidem, lib.XIX, cap. XII, p.575
7
Ver Eric Hobsbawm: “Introduction: Inventing traditions”, en: The invention of tradition, 1995,
p.1
8
Ver Burke, 1790 / 1984, p.184-186

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

garantía del bien público, dado que (de acuerdo con MacIntyre) una tradición
viva es la que constituye un argumento históricamente extendido y socialmente
acoplado, siendo parte de un argumento sobre los bienes constitutivos de esa
tradición: dada la tradición, la persecución del bien se extiende a través de
generaciones. En ausencia de ella, tal persecución se exime de consistencia. El
problema pareciera residir entonces en la degeneración en el vicio. Ello ocurre
cuando la tradición es extraída sin que exista un sustituto virtuoso apto para
llenar tal vacío. Es decir, Burke no ponderó la posibilidad de que la tradición
subsistente fuese reemplazada por otro tipo de tradición (inventada o
heterónomamente instalada), igualmente capaz de preservar el fin de lo político
(la felicidad de los ciudadanos) y de asegurar la solidez de instituciones
proveedoras de un sentido necesario de certidumbre. En las ideas de Burke, el
tipo ideal de hombre de Estado es el que conserva y reforma, ya que la
herencia proporciona un principio seguro de conservación y transmisión, pero
sin excluir el principio de mejora.
La posibilidad de erigir nuevas tradiciones tiene otros matices en la
idea de Hume de que los buenos modos pueden imponerse o bien a través de
la educación, o bien mediante la reiteración del hábito. Esto, sobre la base de la
creencia de que los hombres poseen una moral capaz de emerger y
desarrollarse a partir de sí misma. Es decir, es debido a esa moral que los
hombres distinguirían la conveniencia de mudar sus propias tradiciones.
Encuentro especialmente clave la conclusión a la cual conduce tal argumento:
las nuevas tradiciones no pueden ser impuestas por otros hombres. Pero para
que esa adopción de tradiciones nuevas sea realizable, los individuos han de
estar dotados de esa extraña condición moral que refiero reiteradamente a lo
largo de este trabajo: la virtud. En esa tónica, la instauración de tradiciones
nuevas no sería una posibilidad indistintamente universal: "El hábito es otro
poderoso medio (además de la educación) de reformar la mente e implantar en
ella buenas disposiciones e inclinaciones (...) Cuando uno está totalmente
convencido de que el modo virtuoso de vida es preferible, si tiene suficiente
resolución para imponer por algún tiempo cierta violencia sobre sí mismo, no
tiene por qué desesperar de su reforma. La desgracia es que esta convicción y
esta resolución nunca tienen lugar, a menos que el hombre sea de antemano

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tolerablemente virtuoso"9. A partir de la argumentación de Montesquieu sobre


los usos, maneras y costumbres de los pueblos, se podría pensar en la
posibilidad de un sustituto virtuoso para la tradición subvertida: una nueva
tradición. Esto es reforzable con el señalamiento de MacIntyre, según el cual el
individuo no está obligado a aceptar las limitaciones morales de esas formas de
comunidad, sólo por encontrar su identidad moral dentro y a través de su
pertenencia a ellas10. Y si no se está obligado a aceptar tales limitaciones,
entiendo que se debe a que puede existir alguna vía para sobreponerse a ellas,
trascenderlas. Para Eric Hobsbawm, la invención de tradiciones supone el
establecimiento de prácticas orientadas a inculcar –por repetición– ciertos
valores y normas, que guardan continuidad con el pasado11. Pero aquí detecto
un problema: el mismo Hobsbawm advierte que las nuevas tradiciones no
logran cubrir el espacio dejado por la declinación de las viejas tradiciones y
costumbres. Por lo tanto, puedo inferir que las nuevas tradiciones son, si no
del todo frágiles, insuficientemente sólidas. Simultáneamente, explica que todas
las tradiciones inventadas utilizan la historia como legitimador de las acciones y
cemento de la cohesión12. Me parece relevante que el autor no especifique la
propiedad de dicha historia. De ese modo, no tiene que tratarse del pasado
directa o inmediatamente propio, lo cual nos permite validar la tradición
republicana para la conformación de las ideas políticas en la América
Hispánica. Como contrapartida, esa "tradición fundacional" (empleo este
término sobre la base de que Hobsbawm incluye, entre las intenciones para
inventar la tradición, el establecimiento o legitimación de instituciones) sería
relativamente débil, primero, por tratarse de una invención, y segundo porque
su "cemento" se corresponde con una historia extremadamente reciente en la
vida de este colectivo, lo que también adiciona un elemento de fragilidad.
En esa línea, el pasado sobre el cual es sostenible una tradición inventada –
desde la perspectiva de la América Hispánica– con el objetivo de
institucionalizar una república, no es detectable en la corta historia
(republicana) de dicho colectivo. Interpreto que la alternativa viable es
justamente fundar esa invención de tradición en la historia de la idea de

9
Ver Hume: Disertación sobre las pasiones y otros ensayos morales, (1757) 1990, p.253
10
MacIntyre, op.cit, p.221
11
Hobsbawm , op.cit, p.1
12
Ibidem, p.12

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

república, con lo que la nueva república hispanoamericana se incorporaría


como continuidad de una narrativa inconclusa (retomando a MacIntyre) en la
historia del republicanismo. Las razones a las que Hobsbawm atribuye la
invención de tradiciones nos son útiles a efectos de comprender los motivos
que explicarían el intento de inventar una tradición republicana en un proyecto
de construcción política hispanoamericana. Hobsbawm refiere, en primer
lugar, el efecto de una rápida transformación de la sociedad, que debilita o
destruye los patrones sociales para los cuales las "viejas" tradiciones fueron
diseñadas. En consecuencia, surgen nuevos patrones a los que no son
aplicables aquellas tradiciones (por ejemplo, la tradición de subordinación a la
voluntad de uno solo o de sujeción a la dominación de un monarca absoluto).
Otro impulso para la invención emerge cuando los portadores y
promulgadores institucionales de las viejas tradiciones o bien son eliminados
(como expuso Maquiavelo), o prueban no ser lo suficientemente flexibles y
adaptables.
El tema se torna peculiarmente resbaladizo en la intervención de las pasiones
dentro de este proceso. Hobsbawm indica que la invención de signos cargados
de emotividad y simbolismo respecto a la filiación a un grupo es mucho más
efectiva que la invención de estatutos y objetivos13. Es decir, el grupo
fundamenta su cohesión y legitimidad a partir de una nueva tradición, que hace
más énfasis en las pasiones (emotividad y simbolismo) que en la razón
(estatutos y fines). Ello explicaría el énfasis de Bolívar en fundar el patriotismo
como pasión necesaria y como única pasión no peligrosa admisible en la nueva
república. Volviendo a MacIntyre, el autor conceptúa que en tanto las virtudes
sustentan las relaciones requeridas para la práctica, aquellas deben sustentar
relaciones con el pasado (y con el futuro) igual que con el presente14. Agrega
que el fortalecimiento o debilitamiento de las tradiciones es inherente al
ejercicio o no de virtudes que él denomina relevantes: en su argumentación,
una de las esencias de la virtud es sustentar aquellas tradiciones que proveen a
la práctica y a la vida individual de un contexto histórico necesario; de allí que
pueda hablarse de la existencia de un tipo particular de virtud, en atención al

13
Ibidem, p.11
14
MacIntyre, op.cit, p.221

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sentido de la tradición a la que pertenece el individuo o con la cual se


confronta15.
El problema que encuentro en el manejo de las pasiones para el desarrollo y
consolidación de las tradiciones nuevas es la posibilidad de declinar en la
irracionalidad de la tradición: Germaine De Staël refiere el fanatismo como
“una pasión muy singular en sus efectos: reúne al tiempo el poder del crimen y
la exaltación de la virtud”; el fanático “se siente resuelto a sacrificarse a sí
mismo, y esta idea le impide ver la atrocidad de sacrificar a otros (...) él podría
seguir conservando el sentimiento de la virtud mientras comete auténticos
crímenes”16. Es decir, esa pasión fundacional necesaria es igualmente
susceptible de ser degenerada en ese tipo de fanatismo criminal descrito por
De Staël. Bolívar lo anticipa; de allí la complejidad para definir la invención de
la tradición republicana para una aproximación a la conformación ética de los
ciudadanos de la nueva república, como expondremos en el siguiente trabajo.

II. CRITERIOS METODOLÓGICOS

El criterio metodológico sobre el cual está construida la presente investigación


se fundamenta en las proposiciones respecto al análisis de los actos del habla
conformadas por Quentin Skinner, seguidas por la escuela de Cambridge para
el estudio de la historia intelectual, y aplicadas (y reconfiguradas) al ámbito
hispanoamericano por Luis Castro Leiva, especialmente para el estudio del
republicanismo y del liberalismo hispanoamericano de los comienzos (es decir,
de finales del siglo XVIII hasta al menos las primeras tres décadas del siglo
XIX)

15
Ibidem, p.223
16
De Staël: Réflexions sur la paix intérieure, (1795) 1993, p.56

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Si el discurso político es observable como un acto del habla17, que como tal
supone la ejecución de una acción a través del lenguaje, y a su vez cada
lenguaje político posee tantas historias como usos ha recibido a lo largo del
tiempo y distintas situaciones, entonces es posible abordar el análisis de un
problema de historia intelectual mediante el estudio y comprensión del uso
dado a las palabras, oraciones y expresiones en el momento histórico que nos
preocupa, rebasando el análisis del significado de tales palabras18. Es decir, nos
ocupamos de la forma de decir, de la elocuencia y la retórica de los actos
discursivos. El método se propone solucionar la posible ambigüedad contenida
en el significado de una expresión o discurso, ya que su comprensión demanda
la observación de los distintos usos que hayan sido aplicados a una misma idea.
Como propone Skinner, la metodología adecuada para historiar las ideas
políticas supone la revisión y comprensión del uso de una expresión relevante
hecho por determinado agente, en una ocasión igualmente particular, con una
intención específica de hacer esa declaración y no otra. Escribir la historia de
una idea implicará, en este sentido, escribir la historia de una expresión.
Desde la perspectiva argumental elaborada por Skinner, la atención del
investigador debe orientarse tanto a la identificación de esos usos, como a la
determinación de las intenciones impulsoras de esos actos del habla. Es decir,
si existe una vasta variedad de declaraciones hechas por una variedad de
agentes diferentes con una variedad de intenciones igualmente disímiles, se
hace necesario escribir una historia centrada en los distintos agentes que han
utilizado esa misma idea, en atención a las distintas situaciones e intenciones

17
Los presentes criterios metodológicos los he apoyado en dos trabajos que a mi entender sus
sustantivos en este ámbito. Uno es el de Quentin Skinner, “Meaning and understanding in the
History of Ideas”, en History and theory (1969). El segundo es el de Luis Castro Leiva:
“Retórica, historia y acción lingüística: intenciones y efectos en el arte de historiar discursos”
(1985-1987)
18
Si bien Mark Bevir sugiere que el investigador de un problema de historia intelectual puede
quedar atrapado en un laberinto (en tanto el método puede proveer una herramienta
heurística útil, pero no la garantía lógica de la objetividad para la comprensión del problema),
también admite la posibilidad de historiar las ideas como el estudio de sus significados desde
una perspectiva histórica, por lo que la historia de las ideas puede ser definida como la historia
del significado (1999, p.x,1-2) Asimismo, destaca Bevir que así como las redes de creencias
proveen el marco en el cual los individuos realizan el ejercicio de la razón y adquieren
experiencias, las tradiciones suministran el marco en el que tales individuos terminan
adoptando las redes de creencia en las cuales engranan. (p.313)

23
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que han enmarcado dicho uso. Esto nos conduce a asumir que la única historia
susceptible de ser escrita es la historia de las distintas declaraciones o discursos
construidos con tales expresiones.
Respecto al rol del contexto en este procedimiento metodológico, se
fundamenta en lo siguiente: el contexto en el que se produce una expresión,
texto o discurso dado provee un soporte válido para evitar anacronismos en su
interpretación. Parte de esta posibilidad de comprensión adecuada recae en
entender a qué tipo de sociedad se estaban dirigiendo tales escritos o
declaraciones, y más específicamente a qué tipo de sociedad trataban de
persuadir.
Las relaciones entre el discurso y su contexto equivalen a la conexión
bidireccional entre las condiciones causales antecedentes a una acción y sus
resultados. La bidireccionalidad se manifiesta en tanto el contexto histórico-
social ayuda a la conformación y transformación de las ideas, y las ideas a su
vez producen la conformación y transformación del contexto histórico-social.
En cuanto a las intenciones, Skinner y Castro Leiva conceptúan que cada
acción discursiva o cualquier otro tipo de acción ejecutada presupone la
existencia de una intención que la motiva. Por ello se sostiene que solamente el
entendimiento de la intención patente en el hecho simultáneo de ejecutar esa
acción en particular, permite la correcta comprensión de la acción en sí.
En estos términos, el estudio del contexto histórico-social coadyuva en la
reconstrucción comprensiva y la explicación del discurso; no obstante, por sí
solo resulta insuficiente para la comprensión del acto del habla. Por tanto, es
necesario determinar qué se quiso decir con la expresión dada, y qué relaciones
pueden haberse planteado entre locuciones que, aún insertas dentro del mismo
contexto, resultan diferentes entre sí.
La comprensión que surge del análisis del discurso propuesto presupone el
entendimiento tanto de lo que se intentó expresar, como de lo que se intentó
que fuese comprendido. Es decir, presupone entender tanto la intención
inmersa en el discurso a efectos de que éste fuese comprendido de una manera
particular, y la intención de que dicha intención pudiese igualmente ser
comprendida.

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Skinner teoriza, como hemos referido, que todo discurso supone la


encarnación de una intención particular, en una ocasión particular, dirigida a la
resolución de un problema particular. Se patenta, además, una interacción de
intenciones: la intención de hacer algo y la intención en el acto mismo de hacer
ese algo.
En este punto es pertinente demarcar la distinción –propuesta por Austin–
entre actos locucionarios, ilocucionarios y perlocucionarios19. Mientras la
locución es descriptiva del acto del habla y de la intención “literal” de decir lo
que se dice, la ilocución refiere la intención implícita en el acto del habla (como
argumentar, ordenar, aconsejar, informar, advertir, etcétera) y es identificable a
través del marco de las convenciones lingüísticas a disposición del actor. A su
vez, la perlocución es entendida como el efecto producido por el acto del habla
(persuadir a la audiencia de hacer algo, convencerla, detenerla, etcétera), y es
identificable fuera del marco de la obra, obligando al análisis necesario del
contexto socio-histórico.
En suma, la locución involucra la equivalencia de acciones: decir algo es hacer
algo; la ilocución, la simultaneidad de la acción de hacer algo diciendo algo; la
perlocución da cuenta de los efectos: debido a la acción de decir algo, se
produce la ejecución de otras acciones.
Dado que el discurso político supone la existencia de una matriz de elementos
particulares (intenciones, momentos, actores, circunstancias), es evidente que
los actos del habla obedecen a una contingencia, respondiendo a condiciones
temporales determinadas y constituyéndose en un acto genuinamente histórico.
Es debido a esto que el presente método permite evadir las distorsiones
generadas por las metodologías tradicionales para historiar las ideas, a saber, el
modelo de la autonomía del texto y el modelo contextual. Entre esas
distorsiones, Skinner menciona la inexactitud de presuponer que existen
conceptos fundamentales correspondientes a intereses perennes, e ideas
universales de aplicación universal bajo una óptica atemporal. También los
mitos de que todo autor teorizó (o al menos introdujo) el enunciado de
doctrinas y discursos posteriores a su tiempo; o que un autor es criticable por

19
Ver J.L. Austin: How to do things with words. (1962)

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haber excluido de su análisis un tema que en realidad era impensable en su


tiempo20. Igualmente, la pretensión del historiador de resolver las antinomias y
contradicciones presentes en el autor, o la evidencia de prolepsis como una
asimetría entre el significado que el investigador clama haber encontrado en el
discurso o cualquier otra acción, y el significado de esa acción en sí misma.
Otra indicación de Skinner en torno a las fallas de los modelos tradicionales se
inscribe en el problema del parroquialismo, patente en el espejismo del
investigador al creer identificar algo familiar en el estudio de un argumento que
corresponde a un marco cultural foráneo, con lo que tienden a diluirse los
elementos extraños dentro de una familiaridad aparente y errónea.

Finalmente, este esfuerzo interpretativo apuntará a lo que Hernández describe


como un diálogo entre la discusión filosófica y la evidencia histórica21. Tal
diálogo se subordina a la contemplación del discurso como un acto de
intención comunicativa dentro del tiempo histórico, que exige la
reconstrucción de las intenciones de los agentes o actores mediante la
contextualización de sus acciones, en un marco de referencia que incluya las
convenciones lingüísticas disponibles en ese momento histórico particular, y
que afectan la realización de esas acciones.

20
Skinner coloca como ejemplo de este anacronismo a algunos detractores de Platón, que
critican la ausencia en La República de una discusión en torno a la influencia política de la
opinión pública
21
Ver José María Hernández Losada: “Lenguaje, política e historia” (1992) Mimeo.

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

CAPÍTULO 1
La condición ciudadana en la construcción de la república

En el desarrollo del proyecto político que concibe Simón Bolívar para la


creación de la república de Colombia (como unión establecida entre 1819 y
1830 inicialmente entre Venezuela y Nueva Granada, y a partir de 1822
también los departamentos del Sur, Quito y Guayaquil), se enfrentó la
posibilidad de pensar, al menos desde dos perspectivas iniciales, la condición
ciudadana requerida para la realización y permanencia de la república.
Una de estas concepciones se correspondió con la idea clásica22 que
demandaba determinada virtud en los ciudadanos, definida por la frugalidad23 y
el patetismo patriótico24 de la república democrática. Esa virtud clásica sería la

22
En este sentido, como demostraré más adelante, refiero más a la idea que tienen los
modernos (especialmente Bolívar) sobre el mundo clásico, que a la idea exactamente
configurada entre los antiguos, ya que la Roma clásica, por ejemplo, expone una distinción
específica al respecto, como veremos en este capítulo.
23
La idea de frugalidad remite al rasgo de sobriedad y severidad que el republicanismo clásico
prescribía como usos y costumbres propias de un ciudadano, lo cual además definía el carácter
del individuo virtuoso. En ese sentido, los miembros de la asociación política, al ser virtuosos,
permitían la constitución de una república frugal. Según Montesquieu, en ausencia de virtud
desaparece el amor por la patria y la frugalidad es sustituida por la ambición y la avaricia, a la
vez que los individuos quieren ser libres en contra de las leyes. Siendo la frugalidad propia de
las repúblicas clásicas (las repúblicas de la antigüedad), la fuerza que mantenía la república era
la virtud de los ciudadanos. En la república moderna, tras desplazarse el objeto de devoción
del ciudadano, las especulaciones individuales se centran en intereses opuestos al valor de la
frugalidad: expansión comercial, riquezas, lujo. (ver Montesquieu, 1748 / 1995, lib.III, cap.III,
p.115-119) En el congreso constituyente de 1821, el diputado Baños, bajo la idea de que una
república naciente como la de Colombia ha de ser frugal, propone la extinción de todo género
de lujo, en tanto “el lujo era una de las primeras causas que habían conducido a las naciones
mejor establecidas a su ruina”, a lo cual el diputado Domingo Briceño, en perspectiva
moderna, opinó que el lujo da cierto brillo a las costumbres, produce nuevos placeres, fomenta
la industria, y era de esperar que sacase “a nuestros pueblos de la indolencia en que yacían”
(Congreso de Cúcuta. Libro de Actas. 1923, p.400)
24
Por patetismo patriótico entiendo la única pasión necesaria (no peligrosa) que debe albergar,
según el republicanismo clásico, el corazón de un ciudadano virtuoso: el amor por la patria.
Sobre el patetismo necesario en un ciudadano republicano y referencias acerca de las pasiones

27
Carolina Guerrero

necesaria para convertir a los hombres en ciudadanos y concretar la


constitución de la nueva república25. Involucraba, a su vez, una idea de
sociedad en la cual se entendía el sentido de la existencia de cada ciudadano en
atención a su suscripción al todo26, del cual derivarían las prescripciones éticas
que habían de configurar la condición moral del ciudadano, y donde el fin (el
objeto) de la política estaría sujeto a la búsqueda y realización del bien
común27.
La otra forma de concebir la condición ciudadana se vinculó con la
actualización de la idea de virtud de acuerdo no sólo con los principios
liberales preeminentes a lo largo del siglo XVIII, sino principalmente con la
tradición republicana del humanismo cívico28, en atención a lo cual las
posibilidades para la expansión moral y política del ciudadano –que demanda la

peligrosas, “pasiones todas injustas”, ver Castro Leiva: “El pan que piensa”, en Insinuaciones
deshonestas, 1994, p.241ss
25
Ello supone la idea de que la república no es indiferente al tipo de elementos que la
constituye. Por tanto, la condición mediante la cual estén investidos sus miembros –individuos
con la aspiración de participar en esa asociación política a través de su condición ciudadana–
es determinante de la condición o cualidad que ha de adquirir dicha república. Por tanto, si la
república para ser tal ha de ser libre, es necesario que igualmente sus miembros lo sean, y en
ello reside la exigencia de esa ciudadanía. El argumento sobre la libertad de los miembros
como condición de la libertad de la república la desglosaremos en el último capítulo de este
trabajo. De momento, anticipo que este principio es perceptible en la tradición republicana que
se despliega en la república romana y se extiende hasta el pensamiento político configurado en
el humanismo cívico. Sobre este tema ver especialmente Maquiavelo: Discursos sobre la
primera década de Tito Livio. 1513-1520 / 1973, Libro III, cap. 28 y 31. De esta obra y sobre
este mismo tema encuentro particularmente clave la argumentación que desarrolla Maquiavelo
en el Libro I, cap.168, sobre el cual me detendré más adelante.
26
La distinción entre una concepción clásica y una moderna en torno a la condición ciudadana
se vincula, a mi juicio, con el modo de pensar esa suscripción del individuo al todo: en una
perspectiva se prescribe cierta disolución del sujeto en la esfera de lo general y de lo público;
en otra, se reconoce la necesidad de la existencia de la individualidad, en cuyo caso la
configuración de ese todo no supone la erección de la unicidad uniforme, indivisible y
homogénea, sino una sumatoria de partes diferenciables. Sobre la primera perspectiva, ver:
Rousseau: Du contrat social, Libro I, cap.VI. Sobre la segunda, ver Constant: Réflexions sur les
Constitutions et les Garanties, Additions et Notes, Nota A
27
Nuevamente, en ello incidirá la forma de concebir la correlación entre bien común e interés
particular. En perspectiva republicana, aquel deberá superponerse a éste, mientras que en
perspectiva moderna se revierte dicha disposición. Sobre lo primero, ver, por ejemplo, Pettit,
1999:259. Sobre lo segundo, ver Berlin, 1988:174-194
28
Sobre la resonancia de la tradición republicana clásica y su reconfiguración a lo largo del
humanismo cívico, ver Pocock: The Machiavellian moment y Baron: The crisis of the Early
Italian Renaissance. También García-Pelayo: Del mito y de la razón en la historia del
pensamiento político.

28
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

república moderna– habrían de fundamentarse en la racionalidad de la


conveniencia y el espíritu de industria29. En esta perspectiva, es la sumatoria de
las individualidades la que otorga sentido al todo, por lo cual se concibe la
necesidad de que la construcción moral del individuo provenga de sí mismo,
estableciendo simultáneamente la distinción de aquellos espacios de la
individualidad que han de ser impermeables a lo público. Esta idea se vincula a
su vez con la concepción sobre sociedad comercial30, donde el fin de la política
consistiría en la realización del interés individual –erecto sobre el espíritu de
industria– como forma de generación (directa o indirecta, voluntaria o no) del
bienestar general.
En principio, la distinción sustantiva entre estas ideas de virtud residía en que
la virtud clásica suponía el ejercicio pleno de la libertad política, caracterizada
por la consagración del individuo a los negocios31 públicos y su participación
activa en ellos32. Mientras, la virtud “comercial” o moderna (incluso podríamos
emplear lo que en perspectiva clásica sería el oximorón de “virtud egoísta”)
partiría de la premisa sobre el disfrute de la libertad individual, y en ese
contexto el bien público vendría dado por el efecto de prosperidad y grandeza
generado para la comunidad a partir de la realización de interés particular de

29
Esta perspectiva derivará en una fuerte argumentación sobre la viabilidad real de crear una
república virtuosa con base en dicha idea de conveniencia. Roscio la explaya en su obra El
triunfo de la libertad sobre el despotismo (cap. V) al utilizar la figura retórica de la metáfora,
con la cual establece la analogía entre la república y la formación de sociedades mercantiles en
las que igualmente hay un aporte inicial de los socios en búsqueda de una utilidad.
30
La relevancia del tema para el debate sobre republicanismo y liberalismo en los inicios
republicanos de la América Hispánica y en especial Venezuela y la unión colombiana ha sido
sustantivamente destacada por Castro Leiva en, por ejemplo, “The dictatorship of virtue or
opulence of commerce” (mimeo)
31
Empleo el término “negocios” o negotium en el sentido clásico, para referir los asuntos
públicos, los asuntos de la res publica.
32
Señala Berkowitz: “The primary sense of virtue (arete) in ancient Greek was that of a
functional excellence. (…) The virtue of a human being, Aristotle thought, consisted in a
certain activity of the soul in accordance with reason (…) Every regime depends upon citizens
endowed with a specific set of virtues that are relative to the regime’s particular needs and
goals. (…) from Aristotle’s perspective, however the question of human perfection is decided,
no regime can long survive unless qualities of mind and character that supports its specific
principles and purposes and counteract its unwise tendencies are deliberately cultivated and
regularly exercised. (1959 / 1999, p.7-12)

29
Carolina Guerrero

cada ciudadano moderno33. Con base en concepciones y argumentaciones


diferentes, y a efectos del proyecto de Bolívar, el fin político supremo en torno
a la condición ciudadana derivada de la idea clásica o de la actualización
moderna habría de converger en un resultado análogo: el florecimiento del
individuo y la felicidad pública.
En este capítulo propongo, primero, una aproximación al marco intelectual
conformado por las convenciones lingüísticas sobre la virtud que se manejan
en la época, así como a las formas de entender la ciudadanía y la vida cívica en
la tradición republicana clásica y su reconfiguración prehumanista y del
humanismo cívico; segundo, la idea de Bolívar sobre la virtud clásica necesaria
para ejercer la ciudadanía en una república intelectualmente concebida con
base en la tradición antigua; y, tercero, la idea de virtud en su actualización
moderna que emerge (como lo modernamente realizable) como condición
ciudadana para la construcción y permanencia de una república igualmente
concebida con base en supuestos políticos modernos.

I- La virtud o las bases fundacionales de la condición ciudadana

Antes de abordar la idea de Bolívar sobre virtud y ciudadanía en atención a la


resonancia de la tradición clásica o a la influencia del pensamiento moderno
liberal sobre su idea de república, quiero esbozar en las siguientes líneas la
forma en que engrana todo ello con las convenciones ligüísticas –y, por tanto,

33
Ver Smith: The theory of moral sentiments y An inquiry into the nature and causes of the
wealth of nations, obras que a su vez tienen resonancia en las ideas expuestas por Constant
en, por ejemplo, “De l’inviolabilité des propriétés” en Principes de Politique (1814/1818)

30
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

los modos de comprensión y representación intelectual– prevalecientes en ese


contexto histórico específico34.
La idea de virtud como condición del ciudadano de la república es
inmediatamente inaprehensible, en tanto evoca diversas nociones sobre los
modos no sólo de pensar la forma de la virtud, sino también el principio sobre
el cual ha de estar establecida, el lugar abstracto en el cual ha de tener
residencia, y el propio objeto al cual ha de estar orientada.

Con base en las convenciones lingüísticas35, es perceptible, en principio, la


relación intelectual entre la idea de virtud con las ideas de facultad, eficacia,
fuerza, vigor y valor, poder y potestad de obrar, facultad natural del alma pero
también un hábito adquirido para obrar bien, hábito conforme a la recta razón,
integridad del ánimo y bondad de vida, fuerza especial con que algunas cosas
resisten la fuerza contraria, además de otras voces ligadas a lo religioso, según
las cuales la locución virtud se emplea para referir la disposición del alma para
las acciones “conformes à la Ley Christiana, y que le ordenan la
Bienaventuranza”, gracia, virtudes teológicas referidas a la fe, la esperanza y la
caridad. Ser virtuoso, simultáneamente, se entiende como el hecho evidente de
ejercitarse en la virtud.

Llamo especialmente la atención sobre un problema en el uso de esta locución:


entre todas estas acepciones, coexisten la idea de que la virtud es algo dado por

34
Baso esta propuesta en el criterio de que el esclarecimiento de un problema histórico que
finalmente se revela en la tensión entre dos formas de pensar la libertad, requiere, en lo
concerniente a la virtud, de la comprensión histórica de la idea sobre este concepto abstracto,
lo cual tiene al menos dos vertientes: cuál es el uso que se da a la locución, y cuáles las
tradiciones intelectuales de las que es históricamente heredera. Esta primera aproximación es
pertinente, en esencia, por la relevancia particular del punto, en tanto el problema sobre la
virtud se piensa como la piedra angular para la viabilidad del proyecto republicano (al menos
en el sentido que adquirió en la Colombia de 1819 a 1830), como expondremos más adelante.
35
De acuerdo con el Diccionario de Autoridades (1737), para la época se manejan al menos 22
acepciones sobre la locución virtud. A efectos de este trabajo, hemos querido desglosar el
análisis a partir de la aproximación a las convenciones ligüísticas que hemos referido, con base
en el examen de las nociones de virtud expresivas en el Diccionario de Autoridades, como
fuente valiosa y punto de arranque para establecer la vinculación de dicha locución con los
hábitos del habla de aquellas comunidades hispánica e hispanoamericana.

31
Carolina Guerrero

naturaleza en el alma de los hombres, y la idea –obviamente contraria– de que


es algo que puede insuflarse artificialmente. En ambos casos, la virtud lleva a
los individuos a actuar por hábito, pero se considera la posibilidad de que
acciones aparentemente virtuosas (por la calidad de sus resultados) hayan sido
movidas por la voluntad. A mi entender, ello sugiere que si la virtud es dada por
naturaleza (o, por el contrario, es inculcada) y conduce a acciones virtuosas por
efecto del hábito naturalmente (o, en el otro caso, artificialmente) instalado en
el sujeto, significa que opera por mecanización (y no a través del ejercicio de la
racionalidad del individuo). Del mismo modo, si las acciones aparentemente
virtuosas por sus resultados son efecto de un acto voluntario, lo que está en
acción es la racionalidad y la posibilidad de ejercitarla, no el hábito inercial. O
lo que es lo mismo, la virtud parece que ha de inducir a determinados actos sin
la intervención de la voluntad ni de la razón; luego entonces, la virtud
ciertamente es una disposición moral involuntaria –sin que medie la
racionalidad– a actuar de una especial manera, y no cualquiera.

A la vez, percibo que estas formas de entender la virtud (como hábito dado
por la naturaleza o inculcado de modo artificial) se encadenan justamente con
el problema planteado por los padres fundadores de las repúblicas
hispanoamericanas sobre qué hacer, cómo hacer virtuosos a los hombres.
Obviamente no es un problema trivial. Ambos significados (virtud dada de
modo natural o virtud instalada de modo artificial) no existen simplemente de
manera paralela, sino en oposición y tensión constante: en la forma en que son
definidos, se excluyen mutuamente. El dilema que quiero revelar es la
coexistencia de sentidos opuestos pero a la vez simultáneos en las
convenciones lingüísticas del momento –y, por tanto, en la construcción
intelectual– para referir la virtud.

En cuanto a la “involuntariedad” de la virtud, por una parte identifico uno de


los usos que se le da a la locución y que la define como “facultad natural del
alma” y “disposición del alma”. En esta acepción se explica que la virtud es un
“hábito honesto operativo de las acciones conformes à la recta razón, por las

32
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

cuales se hace laudable el que las executa”36. El Diccionario de Autoridades


acota que: “Si la justicia fuese voluntad, como la voluntad es potencia... no
sería hábito, y no siendo hábito, no sería virtud”. Por ello subrayo que puede
haber acciones movidas por la voluntad cuyo efecto es análogo al de las
acciones virtuosas, mas no son catalogables como virtuosas por haber mediado
en ellas la voluntad como efecto del ejercicio explícito de la racionalidad y no el
hábito involuntario, en cual, de paso, puede estar inscrita la ejecución de la
racionalidad, pero de modo tácito, por lo que el hábito involuntario conduce,
sin conscientemente querer, a la realización de la racional conveniencia del
individuo.
Por otra parte, me parece que otra complejidad la suministra la convención de
aquel momento histórico sobre la idea de virtud moral, que delinea “el hábito,
que se adquiere para obrar bien, independientemente de los preceptos de la Ley,
por la sola bondad de la operación, y conformidad con la razón natural”. En
consecuencia, actuar virtuosamente sigue siendo efecto de un tipo de hábito
que –en este caso– es posible que sea adquirido por el individuo, dado que no
está vinculado con su naturaleza, sino que de alguna forma habrá de inculcarse
en dicho sujeto. Lo más trascendente, entiendo, es que se distingue también
que esta otra noción de virtud moral sugiere la intervención de, como hemos
mencionado, la racionalidad del individuo, al menos de lo que puede
entenderse por “razón natural”, como expresión de una racionalidad que, a
falta, suponemos, de información suficiente e incluso erudita para determinar
conclusiones, puede apoyarse en el cálculo empírico (racional) sobre la validez
o no en la determinación de las acciones. Es decir, si pudiésemos medir los
niveles de elaboración o incluso sofisticación de la razón, bastaría un nivel
básico de ella para fundamentar racionalmente las acciones. Con ello se aporta
un bosquejo de virtud moral que acepta la posibilidad de que dicho hábito se
articule en adhesión a esa razón natural referida.
Encuentro sustantivo que la virtud se entienda37 como un “recto modo de
proceder”; además es una facultad especial que no sólo debe darse, sino que
también debe ser eficaz. A mi entender, la idea de “facultad especial” sugiere

36
Advierto que a lo largo de este trabajo respeto y preservo la ortografía de los documentos
originales.
37
Como también refleja el Diccionario de Autoridades.

33
Carolina Guerrero

que la virtud existe no sólo como una característica de ese recto modo de
proceder según la recta razón, sino que además describe que la virtud no es
una facultad ordinaria entre los hombres, sino que por el contrario es
especial38, lo cual haría a la virtud algo no común entre los individuos. Además
de ello, quiero hacer notar que, en las acepciones estudiadas, la virtud siempre
está atada al “buen obrar”; es decir, no ha de existir simplemente como un
potencial de los individuos, sino que necesariamente ha de incidir en la
realización de acciones (rectas) que, además, inexorablemente han de ser
eficaces, y a mi juicio ello significa que han de producir una utilidad. Y si se
quiere que la mayoría de los hombres produzcan acciones que generen algún
tipo de utilidad, entonces es preciso que estén permeados de esa extraña
facultad, nada común, que los lleva a actuar de esa especial manera generadora
de especiales y eficaces efectos.
Para sumarizar, tanto en la virtud dada por naturaleza como en la artificial, y,
en el caso de esta última, en la revelada a través del hábito involuntario o
mediante la racionalidad de la voluntad, se esboza que ser virtuoso es, primero,
una condición muy poco común, aparentemente especial en los hombres;
segundo, una condición atada a la ejecución de determinadas y especiales
acciones, lo que la lleva más allá de lo descriptivo para traducirla en una
característica que está presente sólo si conduce a la acción (que ha de
corresponderse con ese “buen obrar”, y que además supone la presencia del
deber de actuar); tercero, las acciones que emergen de la virtud del individuo
que las ejecuta no han de ser solamente buenas, sino además han de ser
eficaces y producir una utilidad.
Tales premisas son encadenables al problema que va a enfrentar el proyecto
político de Bolívar, del cual ha de derivar la demanda de hacer a los hombres
virtuosos, de manera de hacer viable la república: si la virtud está dada por
medios artificiales o por la naturaleza, será o no posible, respectivamente,
realizar un proyecto de “construir” y “fundar” a los ciudadanos con base en la
virtud. Pero, por otra parte, en uno u otro caso, el ser virtuoso está concebido
como el deber de producir una utilidad, “acciones eficaces”, como sugiere el
hábito del habla del momento, por lo que encontramos al menos esa conexión
38
De ser así, se dificultaría la premisa de establecer un proyecto político con base en la
necesidad de la disposición común de una cualidad poco común.

34
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

entre las versiones voluntaria e involuntaria de la virtud. Es decir, la virtud


inscribe, en ese sentido, un carácter teleológico que determina ciertamente el
deber de ser virtuoso para generar una utilidad (la cual ha de ser pública, desde
una perspectiva ética y política), con lo que esta concepción se enlaza con las
republicanas posibilidades de alcanzar el bien común o el bienestar general en
dicho proyecto político.
Expuesto esto, retornamos al problema político práctico de cómo se vuelven
virtuosos los hombres, en alerta de que las convenciones lingüísticas de la
época dan cuenta de la confusión sobre por qué unos hombres tienen la
facultad especial de ser virtuosos, por qué otros no, y si es posible inducir
artificialmente la virtud. Podríamos agregar otra cuestión: qué tan pertinente
era, para el pensamiento político del momento, que las acciones con efectos
útiles para el bienestar general tuviesen o no una raíz virtuosa (fuesen o no
producto de un hábito involuntario), si estrictamente ello no menoscaba (¿o
sí?) el resultado práctico de la utilidad pública que habría de ser perceptible y
disfrutable por la república, a efectos de su grandeza.
Sobre la base del uso dado a la locución, detectamos tres vías para suponer que
los hombres han de realizar el deber de ejecutar acciones (impelidos por su
propia estructura moral) que produzcan una utilidad, que definiremos como la
contribución particular del ciudadano al bien común o bienestar general de la
república: primero, la utilidad pública se genera a partir de la virtud como
hábito naturalmente presente en el individuo; segundo, la utilidad pública es el
resultado de la virtud como hábito artificialmente inculcado en el individuo;
tercero, la utilidad pública no se genera a consecuencia del hábito natural o
artificial, sino por efecto de las acciones ejecutadas por la voluntad racional de
los individuos, con lo cual las acciones son práctica y políticamente útiles, pero
no moralmente virtuosas. Esto lleva, además, a caracterizar una connotación
pasiva de la virtud, en tanto se entiende como acto mecánico, hábito,
disposición natural o adquirida, y a su vez una connotación activa en las
acciones que producen utilidad sin ser virtuosas, porque se llega a ellas
mediante el ejercicio “cinético” de la racionalidad y de la voluntad del
individuo. Por otra parte, como se establece que la virtud está atada al deber de
ejecutar acciones virtuosas, y no a su simple presencia estática o pasiva, la
virtud siempre será activa y cinética en el sentido de siempre tener que

35
Carolina Guerrero

conducir a determinado modo de accionar, y no en cualquier ámbito, sino


especialmente en la esfera de lo público. En el punto al que hemos arribado
sobre la utilidad pública generada por la virtud como hábito involuntario o por
la voluntad racional, encontraremos el primer deslinde –en el pensamiento
político de Bolívar en el período que nos ocupa– del liberalismo frente al
republicanismo en torno a la construcción moral del individuo, como
analizaremos en la segunda y tercera parte del presente capítulo. Hasta ahora
nos hemos aproximado al problema a través de las convenciones del habla. En
las siguientes líneas, intentaré penetrar en la concepción planteada en la
tradición republicana sobre la conexión necesaria entre virtud, ciudadanía y
república.
Las ideas sobre la condición ciudadana requerida para hacer posible la
república y su permanencia se fundamentan en las nociones de virtud que
derivan no sólo de la tradición republicana, sino también de la transformación
que experimenta el término en su actualización liberal. A su vez, las diversas
concepciones en torno a la ciudadanía están sujetas a determinadas ideas sobre
la sociedad necesaria en la república, tanto en perspectiva clásica como
moderna, y ello a su vez se conecta con distintas nociones sobre el modo
preciso en que ha de ser ejercida la libertad. En esos términos, en los inicios
republicanos de Colombia encontramos la compleja coexistencia entre ideas de
ciudadanía y sociedad con mayor o menor sujeción a lo público (en
consecuencia, menor o mayor despliegue de lo privado) inherentes a esos
diversos modos de pensar la república y las prácticas políticas (entre ellas, y
muy sustantivamente, la libertad) realizables en ella. Para entender el problema,
es preciso identificar en la tradición republicana la distinción entre il vivere libero,
politico y civile concebidos a lo largo del prehumanismo y del humanismo cívico,
en su conexión con el pensamiento clásico, que permiten apreciar el carácter
ético que puede ser perceptible (o no) en las prácticas políticas republicanas
inherentes a un despliegue de la libertad más o menos definido por dicha
sujeción a lo público, de todo lo cual habrán de derivar los supuestos, como
veremos más adelante, para una vita activa, politica et negotiosa con la cual se
conecta la idea clásica sobre la condición ciudadana, o para las posibilidades de
una vita solitaria et contemplativa cónsona con la idea que sobre dicho tópico
desarrollan los modernos.

36
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

En primer lugar, la concepción en torno a il vivere libero emerge de la idea de


que la ciudad ha de ser grandiosa y, por tanto, los más elevados fines de la vida
cívica consisten en la grandeza y gloria. En la tradición republicana clásica, los
objetivos de la ciudad se identifican con la idea de grandeza, honor, reposo y
perdurabilidad, mientras que los objetivos de sus miembros se corresponden
con grandeza, honor, reposo y unidad.39 Es decir, en ambos órdenes los
objetivos son coincidentes excepto por uno, el cual apunta a la perdurabilidad
en el primer caso, y a la unidad en el segundo. En cierta forma, este objetivo
distinto evoca no obstante una idea análoga: si la ciudad es una sola, la forma
de seguir siéndolo es a través de su perdurabilidad, en tanto la manera en que la
ciudadanía puede aspirar a erigirse y mantenerse como una sola es por medio de
su propia unidad, como conjunto integrado por elementos diversos: los
hombres. En esa coincidencia de objetivos, la tradición republicana prescribe
que la perfecta paz es la condición necesaria para el florecimiento de la
comunidad política, como refiere Skinner: “Concord and unity cause
everything to advance and grow great”40. En tal sentido, el problema reside en
cómo preservar la concordia a partir de la cual sea realizable el florecimiento
público. Por tanto, es preciso identificar un valor sustantivo en esa ciudad que
permita asegurar la realización última de ese objetivo de grandeza, y dicho
valor debe establecerse como el hábito político supremo encarnado entre sus
miembros. En atención a los objetivos coincidentes entre la ciudad y sus
miembros, se detecta que el sentido de grandeza, honor y reposo de los
hombres está definido con relación a la ciudad; por tanto, sus aspiraciones más
elevadas no derivan de sí mismos sino de ese todo que es externo a ellos y que
a la vez los envuelve y los integra, de modo que el sentido de su propia
existencia deriva de ese todo que constituye la ciudad; es decir, de lo público.
De tal manera, ese valor sustantivo requerido para la realización de la
concordia necesaria para que la ciudad sea grandiosa ha de residir estrictamente
en el reconocimiento individual sobre la supremacía de lo público, lo cual no
ha de implicar únicamente una valoración racional sino esencialmente una

39
Sobre este punto, ver Skinner (1990a): “Machiavelli´s Discorsi and the pre-humanist origins
of republican ideas”, en: Bock, Skinner, Viroli (eds): Machiavelli and republicanism, 1990
40
Skinner, 1990a, p.130. “La concordia y la unidad son la causa de todo aquello que permita
avanzar y crecer hacia la grandeza”

37
Carolina Guerrero

disposición patética41, a partir de la cual el individuo observe permanentemente


el hábito de anteponer lo común a lo particular: ello es definido, en
consecuencia, como el amor por el bien público, el amor por el bien común,
del cual ha de derivar la idea clásica de virtud. En suma, la grandezza cívica
requiere que cada miembro (cada ciudadano) se conduzca con virtù y coloque el
bien de su comunidad por encima de toda ambición privada o facciosa. En ese
sentido, y sólo en él, es concebible una forma libre de vida (il vivere libero).

Simultáneamente, il vivere politico está vinculado con la idea de vivir bajo las
leyes y buenas instituciones, por lo que esta concepción pareciera introducir
cierto espacio para el despliegue de lo privado42, a diferencia del vivere libero,
donde lo privado queda eclipsado de manera absoluta ante ese ideal del bien
común. En la perspectiva del vivere politico la idea de grandezza no es
necesariamente el centro de la vida de la ciudad y de sus miembros, sino más
bien aquella idea de concordia desplegada en la noción de vivere libero43, con la
distinción de que introduce su vinculación con el diseño institucional de la
ciudad, en adición a la (persistente) demanda sobre la constitución moral de
sus ciudadanos. Es decir, la construcción ética de los miembros de la ciudad
sigue siendo un foco neurálgico en il vivere politico, pero no el único: se
estructura la idea de que il vivere politico se materializa a través de una sociedad
civil instituida y preservada para el derecho e interés común44, de manera que
se establece la analogía entre politicus y civitas45 como práctica de la vida en
comunidad, esta última concebida, a su vez, como la congregación verificada

41
Por patético y patetismo voy a referir la práctica de las pasiones.
42
En efecto, la Roma clásica tiene noción de lo privado, según se desprende de la siguiente
definición de libertad que despliega el Digesto: “La libertad es una facultad natural de hacer
aquello que á cada uno le agrada, si no es que le esté prohibido por alguna ley, ó se lo impida
la violencia” (Florentino, libro IX de las Instituciones, en: El Digesto del Emperador Justiniano,
ed.1872, libro I, tit.V “Del estado de los hombres”, p.45)
43
La distinción es muy sutil: mientras el vivere libero impone la búsqueda de la grandeza de la
ciudad, el vivere politico centra su foco en esa posibilidad de vivir bajo la ley y la
institucionalidad, todo lo cual ha de producir la grandeza, siendo ésta consecuencia de esa
forma política de vivir, pero no directamente el resultado de su búsqueda previamente definida
en el ámbito de lo público.
44
Ver Viroli (1990): “Machiavelli and the republican idea of politics”, en: Bock, Skinner, Viroli,
op.cit
45
Ello de acuerdo con el lenguaje de la temprana Europa moderna del siglo XIII. Ver Viroli
1990, además de Pocock, 1975, y Baron 1966.

38
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

entre los hombres para vivir en justicia bajo el imperio de la ley común. Il vivere
politico refiere la autoridad limitada por las leyes, y su opuesto es la idea sobre
legibus soluta del gobierno que es tiránico porque es ejercido en atención a la
voluntad de uno o unos, sin limitación. Pero además de la exigencia que
plantea il vivere politico con relación a la forma como se conducen los
magistrados, también impone determinada prescripción a los hombres, en
tanto se concibe que los hombres virtuosos son necesarios para el buen orden
político, y, en consecuencia, para la estabilidad y prosperidad de la ciudad46: se
precisa virtud para que el vivir bajo leyes y buenas instituciones produzca el
efecto deseado de asegurar el vivir libre y además procurar la grandeza cívica.
De ese modo, también il vivere politico exige la disposición de los ciudadanos a
priorizar el interés de la ciudad por encima de su interés particular; requiriendo
hábitos de virtud cívica tanto en los magistrados como en los ciudadanos
ordinarios. Debido a la identificación sobre la necesidad de coexistencia entre
virtud, leyes e instituciones para el buen orden político, se genera la idea sobre
la vinculación ética y política entre tales factores. La elaboración que realiza la
tradición republicana al respecto se sintetiza en la concepción de que la
justicia47 y las leyes moderan las pasiones48 y permiten al hombre vivir en
seguridad y gozar de la buena vida49.

46
Viroli, 1990, p.155
47
Pensada como el establecimiento de las leyes que han de regir y proteger a todos los
miembros de ese orden político por igual.
48
Ello en atención a la necesidad de que el sentimiento prevaleciente entre los hombres sea el
amor por el bien común, el cual ha de conducir todas las acciones, pensamientos, emotividad
de esos hombres dentro de la ciudad. Si ello es así, se suponen no sólo como innecesarias sino
como contrarias al orden político que se busca establecer y conservar aquellas pasiones
distintas al prescrito amor por el bien común. Por tanto, la moderación de las pasiones
implicará la posibilidad de permitir emerger aquella única pasión necesaria para la forma
política de vida, y el conveniente adormecimiento de las pasiones restantes catalogables como
no políticas o no cónsonas con esa forma política de vida. Sobre el tema, ver especialmente
Castro Leiva 1984 y Castro Leiva 1997.
49
Empleo la expresión sobre la buena vida en los términos enunciados por Aristóteles en su
Ética Nicomaquea, donde vincula la idea de lo bello con la idea de lo bueno, todo lo cual reside
en aquellas acciones conforme a la virtud que en sí mismas son deleitosas. (VIII del lib.I)

39
Carolina Guerrero

Finalmente, il vivere civile se despliega sobre la idea de igualdad cívica, que pasa a
configurarse como uno de los valores sustantivos del pensamiento republicano.
No obstante, este vivere civile prescribe únicamente una idea de igualdad en
términos políticos y cívicos; es decir, es una igualdad sólo ante la ley y los
derechos cívicos, de modo que en la tradición republicana no está impuesta la
necesidad de homogeneizar a los individuos en un ámbito que rebase los
límites del tipo de institucionalidad y constitucionalidad jurídica y política por
la que habrán de estar reguladas sus acciones en ese ámbito público. Es decir, il
vivere civile preconcibe la necesidad de espacios para la armónica diversidad en la
sociedad política; esta última será armónica en tanto sea posible crear la
concordia de la diversidad, y ello es lo que origina la idea en torno a la ciudad
bien ordenada o república bien ordenada50. La unidad de la ciudad será, en esa
concepción, una derivación del reconocimiento de la igualdad de los
ciudadanos virtuosos, necesarios para la estabilidad y prosperidad de la ciudad
y el buen orden político. Il vivere civile supone la preeminencia del interés común
y la anulación de intereses facciosos o particulares51, que amenazan con anular
el alcance de los bienes políticos al particularizar el sentido que ha de tener la
existencia misma de la ciudad. Y para que pueda coexistir la diversidad
armónica y los distintos órdenes de ciudadanos (ya que si la igualdad a la que se
aspira es la igualdad ante la ley, se entiende que en el resto de los ámbitos
habrán de persistir las diferencias y desigualdades entre los hombres, dando
lugar a la presencia de esos distintos órdenes de ciudadanos), es preciso
instituir cierta civilidad, entendida como hábitos de sociabilidad y urbanidad
que, unidos a la virtud cívica, permitan el despliegue de una disciplina civilista
que dé origen a esa concordia de la diversidad52. Sobre el tema, Pocock señala
que en el pensamiento republicano la naturaleza del homo o animale politicum ha
sido constituida de manera tal que sólo es completada en la práctica de una vita

50
Ver Viroli, 1990, p.151
51
Viroli lo explica en estos términos: “In order to preserve a true vivere civile it is not enough
to have the true rule of laws in the formal sense. The content of laws and institutions must
also embody the common interest of the city, and not factional interests” (op.cit. p.151)
52
Apelamos nuevamente a Viroli, autor que expone el punto del siguiente modo: “Only civilist
disciplina can manage to institute in citizens habits of friendship and civic virtue that can
guarantee a lasting concord among different orders of citizens” (idem. p.151). Para Pocock
(1985, p.39), “the affirmation of classical republicanism (...) entails the affirmation that homo
is naturally a citizen and most fully himself when living in a vivere civile”.

40
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

activa dentro del vivere civile, de lo cual deriva una idea determinada de libertad
como ausencia de restricciones para la práctica de esa forma cívica de vida.53

Con base en las convenciones lingüísticas que persisten en la unión colombiana


de 1819-1830, la idea de lo civil remite a la idea de lo “sociable, urbano, cortés,
politico y de prendas propias de ciudadano”, y se entiende por ciudadano “el
vecino de una Ciudad, que goza de sus privilegios, y está obligado à sus cargas,
no relevándose de ellas algúna particular exención”54. Lo contrario a lo civil es
lo sordidus o inurbanus, entendiendo por ello el “que es desestimable, mezquino,
ruin y de baxa condicion y procederes”. Paralelamente, se maneja la idea en
torno al repúblico, como “hombre zeloso y amigo del bien público, ò que trata
del bien común” y también como “hombre de representación, que es capaz de
los oficios públicos”, mientras que por republicano se piensa “el afecto y zeloso
del bien de la república ò de su gobierno”. Es decir, se conectan las
prescripciones del vivere civile únicamente con la concepción republicana en
torno al ciudadano, el cual ha de encarnar las disposiciones prescritas por la
civilidad55, la membresía específica a una ciudad o república, la necesidad de
participar “en sus cargas” como verificación de la posibilidad de participar en
su prosperidad e incluso en su grandeza, y la inexorable presencia del amor por
el bien común, lo cual lo hace devoto de la realización del mismo.

En la tradición republicana clásica, la civitas consistía en la condición ciudadana,


cualidad que no podía obtenerse sin aprobación de toda la ciudadanía.56 El

53
Ver Pocock, 1985, p.40-41
54
Ver Diccionario de Autoridades. Madrid, (1737) 1963.
55
En 1825 se reimprime en Caracas, en la imprenta de Tomás Antero y por parte de “unos
sectarios de la religion natural”, un panfleto originalmente publicado en Lisboa “por un Idölatra
de la Libertad”, titulado Igiene moral o arte de preservar el espiritu de los males que produce
el fanatismo, el cual expone la siguiente idea de civilidad en su vinculación con la política: “El
fin de la politica es defender y amparar con una fuerza comun la persona y bienes de cada
individuo (...) Las relaciones del hombre con sus semejantes son el fundamento de la politica”
(p.11)
56
Ver Mommsen, 1893, p.42-44. Según Mommsen, en la organización romana la civitas
establecía la división entre dos clases de gentes: ciudadanos y no ciudadanos. Esa ciudadanía
llegó a configurarse en una ampliación de la comunidad gentilicia, a la que se había añadido

41
Carolina Guerrero

ejercicio de esa ciudadanía residía en la intervención general de dichos


ciudadanos en los negocios públicos. Es decir, la condición ciudadana exigía
que esa intervención fuese efectiva; por tanto, todos los ciudadanos debían
participar y además debían manifestar su voluntad respecto al asunto debatido.
El modo en que se dirimían los asuntos públicos suponía la definición de lo
público en lo público: la ciudadanía era convocada por medio de la publicación
del objeto y fecha de la discusión; dicha ciudadanía no podía congregarse sino
a cielo abierto y en los límites de la ciudad (se debate lo público sólo en los
espacios públicos), lo que se encadenaba a la prohibición expresa de ejecutar
los asuntos públicos en privado. La idea de realizar la participación de los
ciudadanos en lo público era asegurar la voluntad de la comunidad; no
obstante, coexistía con la idea de hacer de ello el menor uso que fuera
posible.57 De ello se infiere la siguiente antinomia: la conducción de lo público
ha de ser manifiesta de la realización de la voluntad de la comunidad, pero, al
mismo tiempo, es perceptible que las posibilidades de realizar la utilidad
pública tiende a ser inversamente proporcional a la definición de dicha
voluntad por medio de la expresión y participación directa de los ciudadanos
en lo público.

Castro Leiva refiere la idea de civitas a partir de la siguiente expresión de


Gravina, en atención a lo cual la civitas consiste en:
una sociedad pública establecida por/para la utilidad de muchos, es decir,
para la defensa de sus personas y de sus bienes. Esta sociedad se sostiene por
las leyes, para sostén de las cuales, cada particular contribuye con su voluntad
y sus fuerzas. De todas esas voluntades y de todas esas fuerzas nacen la
voluntad pública y el poder supremo. La primera se conoce como ley (...) Y se
llama la otra Imperio: podría también habérsele llamado el poder de todos 58

Con esta concepción se avanza hacia la posibilidad de sugerir otro fin de la


sociedad pública que el establecido por il vivere libero: el ciudadano no

otra totalidad, de manera que determinadas acciones otorgaban la posibilidad de acceso a la


condición de ciudadanía.
57
Ver Mommsen, 1893, p.507-517
58
Castro Leiva, 1997, p59n26

42
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

necesariamente ha de identificar fuera de sí la configuración del bien que él ha


de contribuir a realizar a través de su participación cívica, dado que ese bien
reside en un interés que le es particular pero que al mismo tiempo comparte
con los demás miembros de dicha sociedad política, es decir, el interés que
refiere Gravina como la defensa de las personas y sus bienes. Dicho interés es
común en tanto es verificable en todos los ciudadanos (es común a todos
ellos), pero en cierta manera se bifurca de la idea clásica de lo común
entendido éste como un bien que es directamente inherente a la república, no a
la sumatoria de las individualidades que representan sus miembros59. Además,
de la argumentación de Gravina se sigue que la creación de la república se
funda en la necesidad de realizar una utilidad que es pública en tanto
corresponde a muchos (nótese que no se refiere a todos sino a muchos, lo cual se
vincula con el lenguaje neorrepublicano sobre la posibilidad de realizar en la
república la mayor suma de felicidad para la mayor suma de sus miembros) y
en tanto supone la utilidad particular suprema, referida a dicha defensa de
personas y bienes. A la vez que esta idea de civitas elabora una idea de utilidad
pública que deriva de la identificación entre los miembros de esa sociedad

59
Esto plantea otra distinción: si lo común corresponde a la res publica como cosa pública, ello
no será análogo a aquello que pueda ser referido con la expresión “de todos”. En este sentido,
el interés de todos es identificable con la idea de interés general, y da cuenta de cierto interés
que es compartido por determinada sumatoria de individualidades. En cambio la idea de
interés común (más aún, de bien común) no puede utilizar como referente a ninguna
individualidad, ni siquiera si se trata de todas las que integran la sociedad política, porque ese
interés común estará remitido a una persona moral (la república) que es suprema a cualquier
otra forma de existencia que pueda desplegarse en esa sociedad política. Las individualidades
forman parte de ella cuando reconocen tal condición y pueden ser plenadas del patetismo
cívico que representa el amor por el bien común o amor por esa república; en ese punto dejan
de ser individualidades para transformarse en los activos miembros de esa sociedad política a
la cual consagran su propia existencia. Por tanto, lo común hará referencia a esa supremacía
moral encarnada en la idea de república, mientras que la idea sobre lo general se mantendrá
en el ámbito de lo individual o compartido por una sumatoria de individualidades, siendo, en
estricta concepción republicana clásica, opuesto a ese interés común que ha de prevalecer.
Para complicar aún más el manejo del lenguaje republicano, no siempre lo general
corresponde a aquello que pertenece a todos, y ello es particularmente patente en la idea de
voluntad general: específicamente en el lenguaje del neorrepublicanismo del siglo XVIII, la
voluntad general se corresponde con el bien común, mientras que la voluntad de todos se
circunscribe al ámbito de lo que acabamos de definir como interés general o de todos.
Rousseau lo expresa del siguiente modo: “Il y a souvent bien de la différence entre la volonté
de tous et la volonté générale; celle-ci ne regarde qu’à l’intérêt commun, l’autre regarde à
l’intérêt privé, et n’est qu’une somme de volontés particulieres: mais ôtez de ces mêmes
volontés les plus et les moins qui s’entre-détruisent, reste pour somme des différences la
volonté générale. (Du contract social, libro II, cap.III, p.193)

43
Carolina Guerrero

política de un mismo interés (individual) máximo, invoca la idea de


participación ciudadana en lo público como garantía para el sostenimiento de
ese buen orden político que interesa a todos. Asimismo, incorpora la
concepción del vivere libero en torno a que el poder ha de residir en la sociedad
política, por lo cual la civitas es gobernada por leyes expresivas de la voluntad
de los miembros de dicha sociedad. Finalmente, evoca el pensamiento en torno
al vivere civile respecto a la posibilidad de unidad de esa civitas con base en la
igualdad de sus miembros ante la ley. Por tanto, el interés que ha de ser común
a todos es la conservación de ese buen orden político, en el cual todos
participan a través de sus voluntades y sus fuerzas. Fuera de ello, todo otro
interés puede ser particular, pudiendo desplegarse en ese contexto de
concordia (ya que esos intereses no comunes no inciden ni afectan ese buen
orden político) la diversidad resultante de los intereses particulares
coexistentes.

II – La idea de Bolívar sobre ciudadanía: el giro de la tradición clásica

En esta parte analizaré las ideas de virtud, ciudadano y sociedad en la


concepción republicana clásica de Bolívar. El siguiente análisis lo centro
cardinalmente en la propuesta sobre el poder moral que presenta Bolívar ante
el constituyente de Angostura, en 1819, en atención a que en este proyecto y su
argumentación teórica se desarrollan y despliegan los supuestos fundamentales
de la concepción clásica de Bolívar en torno a la idea sobre la condición
ciudadana que es necesario construir en los individuos, a fin de hacer la
república posible y además perdurable60.

60
En una carta a Arboleda (15-6-1823), expresa Bolívar sobre la necesidad del Poder Moral:
“La religión ha perdido mucho su imperio, y quizá no lo recobrará en mucho tiempo, porque las
costumbres están en oposición con las doctrinas sagradas. De suerte que si un nuevo sistema
de penas y castigos, de culpas y delitos, no se establece en la sociedad para mejorar nuestra
moral, probablemente marcharemos al galope hacia la disolución universal” (en: Salvador de
Madariaga: Bolívar, ed.1951, v.I, p.173)

44
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Primero, quiero introducir una aproximación a la significación particularmente


ética que adquiere la idea de república en los inicios de la unión colombiana, y
lo haré a partir de cierto contraste entre la historiografía intelectual configurada
alrededor del neorrepublicanismo de finales del siglo XVIII y comienzos del
XIX, en atención a tres formas de pensar la república verificables en dicho
período, y vinculadas en mayor o menor grado con la tradición clásica que
trataremos en este capítulo: el republicanismo americano anglosajón, el
republicanismo francés preeminente en la post-revolución, y el republicanismo
hispanoamericano, específicamente el que corresponde a las repúblicas
fundadas tras el proceso de emancipación militar y política liderado por
Bolívar.
Sobre la idea de república que tiende a cimentarse en el republicanismo
angloamericano, se exalta la conexión entre república y el ejercicio de la
libertad bajo una forma de gobierno establecido sobre un sentido compartido
de justicia, en búsqueda del bien común. Supone que no existe justicia sin
comunidad, y no existe libertad sin ley 61. Por tanto, la república consiste en
una construcción dirigida al despliegue de la libertad y la realización del bien
común en atención a una forma determinada de gobierno, donde el sentido de
justicia deriva de la propia comunidad política y donde la ley funda la idea del
orden que ha de establecerse para el disfrute posible de esa libertad. En ese
sentido, la república se erige sustantivamente sobre supuestos políticos y
jurídicos que coexisten con dos supuestos éticos especiales: la capacidad (ética)
de esa comunidad para ejercer la libertad de acuerdo con el orden político
desplegado, y la prescripción (moral) tácita sobre la búsqueda de un bien
(común) inherente a la república y no directamente a los individuos que la
integran62.
En la idea de república que se configura en el republicanismo de la Francia
post-revolucionaria, la locución es interpretada “a veces, como todo aquello

61
Mortimer Sellers: Diccionario Filosófico
62
Ello no anula otras formas de pensar la república en la América Anglosajona, en las cuales el
despliegue del individualismo es más evidente que el reflejado por esta definición. El punto de
convergencia entre perspectivas angloamericanas más individualistas o más republicanistas
estaría en la idea de que la república es el (supremo) interés común a todos los individuos,
porque de ella derivan las posibilidades para la realización del interés que se quiera perfilar: el
del individuo por encima de los intereses de la comunidad o viceversa.

45
Carolina Guerrero

identificado con la herencia de la revolución; otras, en sentido clásico, para


indicar cualquier forma de gobierno legítimo, en oposición al gobierno
arbitrario y despótico; otras, para designar una forma de gobierno donde la
autoridad política descansa en manos de asambleas y magistrados electivos”63.
De tal manera, la invocación es eminentemente política, tendiendo a apelar a la
idea de república como una forma de concebir el origen del poder, cuya fuente
se piensa reside en los ciudadanos en su condición de miembros asociados (y
propietarios) de dicha república64, quienes de manera comisoria entregan el
ejercicio directo del mismo a representantes designados a través de la práctica
de la elección65. Esa concepción sobre la ciudadanía como fuente y recinto del
poder político enlaza también un supuesto jurídico, a partir del cual se entiende
que sólo podrá ser legítimo aquel poder que emane de los ciudadanos y sea
responsable ante ellos66.

63
Fontana, 1991. p.49
64
Ello se conecta con la idea desplegada por Pettit sobre la república como ese orden político
en el cual es posible la realización de la libertad entendida como ausencia de dominación
arbitraria, lo cual establece una inexorable condición para sus miembros en calidad de
propietarios de dicha república: “The price of liberty is eternal vigilance” (1999, p.6)
65
La idea de la comisión del poder en manos de representantes designados por representados
que nunca abdican a la detención del poder político es explicada por Skinner con base en la
tradición republicana del renacimiento italiano: “If a city is to have any prospects of attaining
its highest goals, it is indispensable that its administration should remain in the hands of
elected officials whose conduct can in turn be regulated by the people and their established
customs and laws” (2002, p.19)
66
La aproximación a la locución aportada por Pierre Nora da cuenta de la vinculación entre la
existencia de la república y la necesidad de que su miembro –el ciudadano– esté vinculado a
ella afectiva, ética y patéticamente, por lo cual el sentido de la existencia de dicho ciudadano
estará ligado a la ejecución de acciones para el bien de esa república, el cual, a su vez, estará
encarnado en la defensa y aseguramiento de la preservación de la misma: “D’un côté, le mot
(république) renvoie à la patrie menacée et à la croisade de la liberté, c’est la République qui
toujours ‘nous appelle’ (...)”.También Nora señala la ambigüedad de la locución, para referir
que también por república se concibe una forma política no realizada, erecta sobre principios
políticos abstractos en búsqueda de concretarse a sí mismos, y cuya aproximación más cercana
probablemente se haya obtenido en la historia a través de las garantías políticas que emanan
de la forma monárquica constitucional para la realización de la libertad y derechos del
individuo: “De l’autre, un mot neutre, la res publica, un régime éternellement à la recherche de
lui-même, puisqu’il peut être associé aussi bien à la monarchie constitutionnelle –celle de
Juillet se présentait comme ‘la meilleure des Républiques’– qu’à la Terreur et au coup d’Etat, et
même au césarisme (...)” (en Furet y Ozouf, 1992, p.391)

46
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

En la construcción intelectual hispanoamericana sobre la república, Luis Castro


Leiva refiere “un sistema de creencias y deseos morales y políticos centrados
en una idea sustantiva de libertad: que la libertad sólo es posible de manera
plena en el marco de una forma de gobierno (determinada) como una
obligatoria participación virtuosa en el cumplimiento de los deberes cívicos”67.
Es decir, evoca una concepción intelectual y ética de carácter particularmente
teleológico68, donde la forma de ordenación política para el despliegue del
valor sustantivo de esa república (la libertad) prescribe una condición ciudadana
definida en atención a los modos de conducción ciudadana requeridos para la
realización de ese valor sustantivo, todo lo cual, además, sugiere que la idea
sobre el ejercicio de la libertad en la república está más atada al cumplimiento
de un deber que al goce de un derecho cívico. La república, pensada en estos
términos, está erigida sobre la severidad de determinados supuestos éticos que
a su vez otorgan sentido a los supuestos políticos que igualmente la
constituyen y que también invocan el rigor en las prácticas políticas inherentes
a una vida republicana. En ese sentido, esa condición ciudadana supone una
obligación ética tanto para el cumplimiento de los deberes cívicos que
prescribe la república como para el ejercicio de los derechos cívicos pero no de
cualquier manera, sino del (pre)determinado modo en que han de ser
realizados en esa república.

En las ideas políticas de Bolívar se confronta el proyecto –del cual él es el


creador– sobre la fundación y establecimiento de una república que es pensada
de un modo definido, y para el cual se requiere de individuos con calidad de
ciudadanos, igualmente con un específico carácter69 para la ejecución de esa

67
Castro Leiva, 1997, p.43
68
El elemento teleológico da cuenta de la especificidad en la concepción hispanoamericana
sobre la república, en tanto de manera particular frente a las realidades angloamericana y
francesa la república en la América Hispánica es, en ese momento, fundamentalmente una
aspiración, no una realidad presente, y por tanto su concepción intelectual se vincula con una
proyección eminentemente futura. Por ello Castro Leiva refiere no sólo un sistema de
creencias, sino también de deseos morales y políticos (de configurar lo que aún no se es)
69
En vinculación con la tradición clásica del republicanismo, por carácter se entienden aquellas
disposiciones morales del individuo que lo llevan a conducirse de determinada manera y no
otra, a fin de llevar un modo particular de vida. (Sobre el tema, ver MacIntyre, 1984, p.38ss)

47
Carolina Guerrero

vida republicana concebida por el Libertador. Ello confronta dos dificultades


iniciales: el hacer común ese proyecto republicano configurado por la razón
ilustrada de uno solo70 (lo cual además implica la necesidad de que dicho
proyecto sea no particular, sino comúnmente comprensible y además aceptado
por sus destinatarios, es decir, aquellos futuros ciudadanos), y construir moral y
políticamente a los individuos, en tanto han de estar dotados de condiciones
especiales para la adecuada realización del proyecto republicano71. En ese
sentido, se verifica que la república demanda esa específica definición sobre sus
miembros con calidad de ciudadanos, por lo que las ideas, pasiones y acciones
de dichos miembros han de corresponderse con lo que es política y éticamente
favorecedor del bien público, en atención a aquellas prescripciones emanadas

70
“La forma en que es convocado el constituyente de Angostura y la fuente de la cual emanan
las ideas que fundan el debate político en torno a la elaboración de una constitución para la
república que se pretende crear, corresponden al proyecto político impulsado por la voluntad
de uno, que encontraba su propia justificación en la idea sobre la cualidad y el deber de la
razón ilustrada para interpretar en qué consiste el bien común que ha de dirigir las opiniones,
pasiones y acciones de una voluntad general eventualmente impedida de descifrar su propio
interés y fin supremo” (Guerrero: “Los constituyentes de la unión colombiana: una creación
limitada y menguante”, 2003, mimeo)
71
La idea de Bolívar sobre la sociedad a la cual quiere darle la república conduce a caracterizar
a sus miembros en un estado más o menos cercano a la barbarie o, en todo caso, al de
ausencia total de civismo. Ante el constituyente de Angostura describe el estado moral de los
individuos de la república como inmerso en el “triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del
vicio”, sin haber podido adquirir “ni saber, ni poder, ni virtud”; refiere la credulidad y la
inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil (Bolívar:
Discurso ante el congreso constituyente de Angostura, 1819 / 1988, p.212); observa que “la
diversidad de origen requiere un pulso infinitamente firme, un tacto infinitamente delicado para
manejar esta sociedad heterogénea, cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve
con la más ligera alteración” (p.218); “debemos confesarlo: los más de los hombres
desconocen sus verdaderos intereses, y constantemente procuran asaltarlos en las manos de
sus depositarios: el individuo pugna contra la masa y la masa contra la autoridad” (p.222), y
advierte al congreso: “Tenéis que construir a hombres pervertidos por las ilusiones del error, y
por incentivos nocivos” (p.213) Posteriormente reiterará: “A pesar de que Sucre y Salom son
los dos mejores hombres del mundo, no dejan de tener enemigos en Quito, porque estos
indios son más malos que todos los demás, y los blancos peores que los caraqueños, lo que no
es poco decir” (Carta de Bolívar a Santander, Guayaquil, 30-5-1823, en: Carrera Damas, 1992,
v.I, p.246); “(...) los quiteños son los peores colombianos (...) se necesita un rigor triple que el
que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos
malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos
hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos
truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que
los guíe. Los guayaquileños son mil veces mejores (...)” (Carta de Bolívar a Santander,
Pativilca, 7-1-1824, en: op.cit, p.259); “Caracas está inhabitable por las tentativas y amenazas
de la pardocracia” (Carta de Bolívar a Santander, Cuzco, 28-6-1825, en: ibid, p.348)

48
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

de la voluntad general72, expresiva a su vez del objeto de la república. A lo que


quiero llegar es a la constatación de que en ausencia de la posibilidad de que
esa voluntad general sea manifiesta (debido a que los miembros de la república
que se planea construir están en ignorancia sobre la naturaleza, demandas y
fines de la república), es la elaboración intelectual de uno solo (Bolívar) la que
determina tales prescripciones y el sentido de la voluntad general en sí73.

En las ideas políticas de Bolívar es persistente el precepto republicano clásico


que dicta que el interés común siempre es superior al interés particular, y que,
por tanto, los miembros de la república alcanzarán la calidad de ciudadanos al
observar una conducción virtuosa de acuerdo con la cual sus acciones estarán
dirigidas a la realización del fin de la república y no a sus fines individuales. Lo
ilustra, por ejemplo, en la siguiente cita, en la cual, por demás, es elocuente la
constatación de Bolívar sobre lo que en su perspectiva sería catalogable como
el extravío político y moral de dichos individuos no ciudadanos74, quienes aún

72
Rousseau establece que la voluntad se genera al constituir el pacto social, tras la total
enajenación de cada asociado (con toda su libertad y derechos) a favor del común que crea un
cuerpo moral y colectivo cuya suprema dirección es la voluntad general. Como miembro de
dicho pacto social, el individuo deja de expresar (de hecho, deja de poseer) una voluntad
particular, ya que el pacto encierra la obligación tácita de seguir, de hacer propia la voluntad
general. (1762 / 1964, lib.I, cap.VI-VII, p.182-186)
73
Sobre este problema, Castro Leiva explica, en su La Gran Colombia, una ilusión ilustrada,
que “toda voluntad particular puede pretender, con o sin fundamento, representar una –
siempre la última– voluntad general” (1984, p.26-27)
74
De acuerdo con la percepción de Bolívar sobre la “sociedad”, se ilustra una heterogénea,
compleja y crítica agregación de individuos que difícilmente puede constituirse en sociedad
política. De hacerlo, sus posibilidades de desintegración son máximas, lo cual acarrearía, según
las preocupaciones manifiestas por el Libertador, la disolución de la república. Expone el prócer
ante el constituyente de Angostura: “La diversidad de origen requiere un pulso infinitamente
firme, un tacto infinitamente delicado para manejar esta sociedad heterogénea, cuyo
complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera alteración” (Bolívar:
...Angostura, 1819 / 1988, p.218). Sobre el carácter mixto de la sociedad, Soriano de García-
Pelayo establece lo siguiente: “(...) aquella sociedad tendía a estratificarse (...) con criterios en
los que estuvieron simultánea y discrónicamente presentes rasgos castoides (color de la piel),
clasistas (signos de riqueza) y esclavistas (cosificación de los hombres), pero sobre todo
estamentales (...), en razón de la importancia que en los esquemas españoles que
configuraban formalmente aquella realidad se daba al status jurídico. En todo caso, la vigencia
simultánea –coexistencia de niveles temporo-culturales diversos– de rasgos de tan distinto
origen y factura daba a esta sociedad su peculiar carácter mixto, y revelaba la complejidad
resultante de la curiosa imbricación y jerarquización de etnias, culturas y concepciones del
mundo, de la vida y de la relación humana” (1997, p.174-175) A partir de este carácter mixto

49
Carolina Guerrero

no participan patética75 e intelectualmente del proyecto republicano que


impulsa el voluntarismo del prócer, debido a lo cual tales individuos estarían
distantes de comprender la naturaleza y sentido de la república, y la
jerarquización ética que ella demanda respecto a la ordenación virtuosa de los
intereses de la comunidad política y los de sus integrantes:

Yo creo que sería muy útil ilustrar la opinión de estos hombres


alucinados por su propio interés y a quienes su propio interés debe
desengañar (...) La existencia de la república y la vida de los ciudadanos
son (objetos) más preciosos aún76.

En ese sentido, la existencia de la república ha de anteponerse a todo, porque


de ella se deriva la existencia misma de los ciudadanos, como miembros de la
república (los contenidos no podrían existir sin su continente). La
comprensión de este principio político es la piedra angular de la vida
republicana con base en el vivere libero en el cual la protección y exaltación de la

de las sociedades americanas de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, y los distintos
grados de resistencia y de recepción que tal mixtura ofrecía a las ideas republicanas y liberales,
Soriano de García-Pelayo desarrolló la teoría del desarrollo discrónico, que encuentro necesaria
para la aproximación e intento de comprensión del problema. La autora subraya “el afán por
especificar el significado y las razones del ‘carácter discrónico’ de las sociedades americanas de
fines del siglo XVIII y del XIX, tipificado en la coexistencia de distintos niveles témporo-
culturales en un mismo tiempo histórico, en gran parte debido a la transculturación que era su
punto de partida, a la incidencia constante de factores externos de toda índole y a la lógica
histórica que esas situaciones por sí mismas generaban” (1996, p.132). Quiero destacar el
problema de la mixtura para la posibilidad de la construcción cívica. Bolívar hace el siguiente
señalamiento en una carta que dirige al general Antonio Nariño desde Barinas, el 21-4-1821:
“Hay muchas consideraciones que guardar en este caos asombroso de patriotas, godos,
egoístas, blancos, pardos, venezolanos, cundinamarqueses, federalistas, centralistas,
republicanos, aristócratas, buenos y malos, y toda la caterva de jerarquías en que se
subdividen tan diferentes bandos; de suerte que, amigo, yo he tenido muchas veces que ser
injusto por política, y no he podido ser justo impunemente” (en Carrera Damas, 1992, v.I,
p.187)
75
El término patético y patetismo lo empleo en su vinculación con la generación y despliegue
de las pasiones.
76
Carta de Bolívar a Santander, Rosario, 30-5-1820, en Cartas, 1988, v.2

50
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

comunidad política, depositaria del bien común, es el requisito inexorable para


que los hombres puedan realizar el fin último de vivir libres sin dependencia o
subordinación injustas a otro. Si este principio es ignorado, se verifica la
ausencia de la virtud en dos senderos diferenciables. El primero está vinculado
con la idea de virtud como hábito involuntario que impulsa la realización de
acciones eficaces y útiles para la realización del bien común. El segundo puede
vincularse incluso con una perspectiva más liberal que republicana clásica, y es
aquella que, con base en las convenciones lingüísticas del momento, conectaba
la idea de virtud con la cualidad especial del individuo para hacer uso, como
expusimos líneas atrás, de la recta razón. Es decir, por vía de la recta razón el
individuo estaría apto para discernir que la existencia de la república concentra
el interés supremo común a todos los individuos, al otorgar el marco en el cual
pueden y deben ser libres. La recta razón está dada en el estado previo a la
constitución del orden político, al referir a esa razón natural mediante la cual los
hombres han de ejecutar acciones que reporten la mejor utilidad77. A su vez, el
orden político habría de ser constituido para asegurar el desenvolvimiento
pacífico y seguro de los individuos en ejercicio de la libertad. El punto está en
que si tales individuos son capaces de ser conducidos por su propia recta razón
hacia tal ejercicio de la libertad, la incidencia de ese orden político (externo a
ellos) en sus respectivas individualidades tendería a ser menor frente a la mayor
capacidad de apelar a esa recta razón. De ello se concluye que el vivere libero
exige que los individuos sean aptos de disponer de su recta razón para hacer
posible la libertad (en forma no licenciosa, en tanto a cada uno place y a
ninguno amenaza). Por una u otra vía, el resultado perceptible en el ámbito
político debería ser la preeminencia de la república (y de los intereses
inherentes a ella, conocidos como bien común) por encima de todo interés
particular, en tanto puede existirse como individuo libre (es decir, como
ciudadano) sólo dentro del espacio definido por esa construcción política que
significa la república, y sólo luego es posible el despliegue de lo particular. La

77
La idea la desarrolla Locke en su Segundo ensayo: sobre el gobierno civil: “Pero aunque este
(la naturaleza) sea estado de libertad, no lo es de licencia. Por bien que el hombre goce en él
de libertad irrefrenable para disponer de su persona o sus posesiones, no es libre de destruirse
a sí mismo, ni siquiera a criatura alguna en su poder (...) Tiene el estado de naturaleza ley
natural que lo gobierne y a cada cual obligue; y la razón, que es dicha ley, enseña a toda la
humanidad, con sólo que ésta quiera consultarla, que siendo todos iguales e independientes,
nadie deberá dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones (...)” (1690 / 1941, p.4)

51
Carolina Guerrero

lógica inmanente de esta secuencia se traduce, en la práctica política, en la


jerarquización de fines, bienes e intereses, conduciendo a la superposición de
lo común sobre lo particular, reservando la cúspide al fin supremo de realizar
el bien de la república, como condición necesaria para la realización de los
demás bienes emanables del vivir libre. Por tanto, individuos virtuosos en
sentido clásico, con el hábito involuntario de producir utilidad al logro del bien
común, podrán arribar al mismo tipo de lógica secuencial y de jerarquización
ético-política de los intereses que aquellos individuos que simplemente apelen a
la recta razón. En el diagnóstico hecho por Bolívar, los individuos destinatarios
de su proyecto de creación de la república están carentes, por una parte, de la
virtud como hábito involuntario que dispone a los hombres a realizar el bien
común, y, por otra, de la razón natural como recta razón que supondría el
poder discernir, desear y asegurar las condiciones garantes del vivir libre. En
suma, la ausencia de virtud y, además, de recta razón no sólo impediría a tales
individuos identificar las nociones de bien político derivables de la existencia
de la república (es decir, la libertad), sino incluso la posibilidad de definir en
qué consiste su propio interés, a partir de la idea de que el interés particular es
realizable –siempre que no amenace al interés del otro y de la asociación
humana– si existe el orden político que otorgue las garantías para su adecuado
despliegue; en consecuencia, la libertad de poseer y aspirar a realizar los
intereses particulares supone simultáneamente la disposición del interés común
superior en torno a la existencia y permanencia de la república. En este
diagnóstico pesimista, Bolívar hace referencia a los hombres que “toman la
licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la
justicia” 78

78
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.212

52
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Y si bien la condición ciudadana necesaria para hacer posible la república


podría fundarse tanto en la recta razón como en la virtud republicana, el
proyecto político que concibe Bolívar específicamente exige virtud. Para el
Libertador, la creación y permanencia de la república demanda no sólo la
disposición racional de llevar a cabo un vivir político en el ejercicio de una
libertad no licenciosa (para lo cual la razón natural o recta razón sería
suficiente), sino la vinculación ética y sentimental entre el individuo y su
república, que lo compele a amarla al punto de ser feliz en la renuncia a sí
mismo y su consagración a ella. Por ello, la república supone el vivir virtuoso,
en tanto la tradición republicana conecta la existencia de la república como el
medio político posible para alcanzar la felicidad humana, a lo cual Bolívar
añade que esta última reside en el ejercicio cotidiano de la virtud, por lo que la
república es patente sólo en presencia de la virtud y no sólo de aquella recta
razón que permitiría la ejecución del vivir libre (en libertad racional), pero que
sería insuficiente para desplegar la absoluta devoción del ciudadano a su
república. Señala Bolívar ante el constituyente de Angostura que “la felicidad
consiste en la práctica de la virtud”79, de lo cual se deriva la idea de que la
naturaleza de la república está atada a la existencia de sus miembros en calidad
de ciudadanos virtuosos. A su vez, sugiere que tales ciudadanos virtuosos han
de realizar el vivere politico bajo las leyes objetivas: “(...) el imperio de las leyes es
más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe
someterse a su benéfico rigor”80. En ese sentido, la razón ilustrada de Bolívar
traza el esbozo del orden republicano que él pretende implantar, conformado
por la república (que lo es todo), los ciudadanos virtuosos consagrados a ella, y
las leyes (como guía para la práctica política en dicha república), proveedoras
de la aproximación a la garantía de libertad, al eliminar la amenaza de estar
sometidos a la dominación arbitraria ejercida por la subjetividad de uno o unos
pocos.
No obstante, en el mismo discurso el Libertador alerta sobre determinada
disposición en los individuos que necesariamente antecede a la virtud: se trata
de la civilidad, entendida, según señalamos previamente, como aquellos hábitos
de sociabilidad y urbanidad requeridos para las posibilidades de la armónica

79
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.213
80
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.213

53
Carolina Guerrero

concordia cotidiana entre aquellos individuos que comparten el mismo cuerpo


político, es decir, los miembros de una misma república81. Señala Bolívar:

Un pueblo pervertido, si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a


perderla82; porque en vano se esforzarán en mostrarle (...) que las
buenas costumbres83, y no la fuerza son las columnas de las leyes(...)84

En ese sentido, son identificables tres órdenes de cosas que han de ser
exhibidas por los futuros miembros de la república para hacer posible el orden
político republicano que se aspira establecer: el mayor grado de sofisticación
ética y política corresponde a la virtud, concebida como la rigurosa entrega
ética y sentimental del individuo (ya ciudadano) a su república; en un grado
menos extraordinario estaría la recta razón, que al menos dotaría al individuo
de la capacidad para diferenciar entre libertad y licencia85; finalmente, el grado

81
La construcción de la ciudadanía necesaria para la república pasa, en una primera fase, por
la necesidad de construir la civilidad, cuya noción gravita en torno a la posibilidad de hacer que
los individuos, al menos, sean “gente decente”, portadores de buenas maneras que le
permitan la interacción con el otro. Refiere Simón Rodríguez en una carta que escribe a Bolívar
en 1827: “Al verme recoger niños pobres, unos piensan que mi intención es hacerme llevar al
cielo por los huérfanos... y otros, que conspiro a desmoralizarlos para que me acompañen al
infierno. Sólo usted sabe, porque lo ve como yo, que para hacer repúblicas es menester gente
nueva, y que de la que se llama decente lo que más se puede conseguir es que no ofenda” (en
Gil Fortoul, 1964, p.317)
82
Considero esta frase (y reflexión) de Bolívar eco de la siguiente expresada por Maquiavelo:
“Un popolo corrotto, venuto in libertà, si può con difficultà grandissima mantener libero” (en
1513-1520 / 1973: libro I, cap.XVII, p.195)
83
Es decir, la civilidad.
84
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.213
85
Si bien la tradición republicana pondera la facultad, sustentada en la virtud de los individuos,
de deslindar la libertad de la licencia, dicha tradición reconoce también la propensión de los
individuos a la relajación moral que tendería a pervertir la libertad al hacerla licenciosa. Ello
remite al mismo principio por el cual es necesaria la creación del orden político, que compela a
los individuos en un determinado modo de vivir, que exima a esa creación artificial (la
sociedad) de los perjuicios producibles por la licencia. Maquiavelo en este sentido reflexiona
sobre “un príncipe obligado por las leyes y un pueblo encadenado por ellas”, de lo cual se
extrae la distinción entre libertad y licencia, esta última referida como el hacer lo que se quiera
y también citada como lo tumultuario: “Tanto los gobiernos monárquicos como los
republicanos han durado bastante tiempo, y unos y otros han necesitado ser regulados por las
leyes, porque un príncipe que pueda hacer lo que quiera está loco, y un pueblo que pueda
hacer lo que quiera no es sabio” (en: Discursos sobre la primera década de Tito Livio, 1513-
1520 / 2000, lib. I, cap.59, p.180)

54
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

básico estaría establecido por la observancia de la civilidad, como inexorable


recurso para que diversos individuos puedan aspirar a coincidir en la
pertenencia a una misma asociación política. La trascendencia política de esta
última condición básica se centra en que la civilidad haría más propensos a los
individuos a verificar el respeto a la ley; por tanto, en presencia de la civilidad,
en los términos expuestos por Bolívar, es posible el despliegue del vivere politico,
el cual, a su vez, se mantiene libero a través de la voluntad de los individuos a
realizar la libertad política en el marco de las prescripciones establecidas por
instituciones y leyes adecuadas. Si no existe tal voluntad, el benefactor efecto
de la institucionalidad política y jurídica estaría minado, lo cual conduciría a la
necesidad de compeler a los hombres en el respeto de las leyes y de las
instituciones, en cuyo caso el vivere politico dejaría de ser libero para ensayar el
sometimiento por la fuerza de individuos sin la condición básica de civilidad
que luego permita exaltar en ellos la voluntaria disposición de vivir bajo la guía
y sujeción a la ley. Además, Bolívar otorga una importancia sustantiva a la
necesidad de que los hombres posean las condiciones necesarias (es decir, la
virtud) para poder ser libres, al grado de interpretar que la institucionalidad de
la república es relativamente accesoria respecto a tal demanda sobre la
constitución moral de tales individuos86. Adviértase la siguiente cita, en la que
ejemplifica, con base en la Roma clásica, el peso de la virtud para la posibilidad
de la libertad y grandeza de la república: “de cuánto son capaces las virtudes
políticas, y cuán indiferentes suelen ser las instituciones 87

86
Miranda, por ejemplo, otorga mayor peso a la institucionalidad, aun cuando también
desarrolla una concepción sobre la constitución moral indispensable en los asociados del pacto
social. Expresa el precursor: “La moral es otra base fundamental sobre que reposa el sólido
sistema de la libertad, pues la experiencia de todos los siglos nos demuestra que aquellas
naciones que han tenido la felicidad de poseerla fueron siempre las más sencillas. Roma y
Esparta entre las antiguas, Suiza, Batavia, Inglaterra y la Americana entre las modernas (...)”,
aunque antes de este señalamiento hace énfasis en el espíritu de industria: “Una de las
principales ventajas que un régimen de vida y un gobierno libre trae a los hombres que lo
poseen es la industria, por cuyo medio se destierran los vicios inseparables del ocio y,
mejorando sus costumbres, los pueblos los hacen al mismo tiempo que buenos, opulentos y
respetables” (Proclama a los valencianos, Valencia, 22-10-1811 / 1991, p.133-134)
87
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.220

55
Carolina Guerrero

La otra lectura sobre la idea de Bolívar en torno a la necesidad de que los


ciudadanos de la república estén dotados de determinado sentido de virtud, en
confrontación con su percepción sobre la ausencia de virtud en los miembros
de la república que pretende establecer, transporta a la constatación de que la
moral de tales individuos está inmersa no sólo en un estado, eventualmente
contingente, de corrupción (entendida, en especial según la tradición
republicana patente a lo largo del humanismo cívico, como ineptitud para il
vivere libero), sino que, en adición, no se ha llegado a tal estado por efecto de la
degeneración de algún estado previo en el que pudiese haber sido perceptible
el florecimiento moral. A lo que quiero llegar es a lo siguiente: el pensamiento
político siempre estableció la idea sobre formas puras y formas corruptas88,
entendiendo que a las segundas se llegaba por efecto de la degeneración o
corrupción de las primeras. En el problema que ocupa a Bolívar, se plantea la
diferencia entre un estado moral de corrupción y vicio al cual se ha declinado
como resultado de la degeneración de la virtud que en algún momento plenó y
caracterizó a la moral de los ciudadanos, y la corrupción y vicio que está
presente pero no por degeneración moral, ya que previamente nunca llegó a
materializarse el disfrute de la forma pura, o sea, de la virtud. La distinción es
sustantiva, porque si el vicio moral es consecuencia de la corrupción de la
virtud, existe un estado moral originario al cual poder retornar. En ese caso, la
virtud seguiría estando presente, pero contingentemente encubierta y oculta
bajo el efecto de su propia degeneración89. En cambio, si el vicio moral de los
individuos no es antecedido por la forma pura, la dificultad con la que
tropezará el proyecto ilustrado de crear la república deberá partir del propósito
88
El ejemplo clásico sería la clasificación inaugurada por Aristóteles en su Política sobre las
formas de gobierno.
89
Para explicarlo, podría recurrirse al ejemplo del bosque que, arrasado por el incendio,
preserva en él una condición originaria que permite su posterior recuperación, frondosidad,
florecimiento. Otro caso sería el del desierto que siempre fue tal: su aspiración de florecimiento
no puede apoyarse en una frondosidad anterior, porque nunca la hubo. Un discurso pesimista
sobre el desierto apuntaría a desechar la posibilidad de que alguna vez pueda trasmutar en
algo floreciente, porque carece de la historia de la cual sí está dotado el bosque. Un discurso
en otra vertiente concluiría que podría construirse la posibilidad de que el desierto florezca,
aunque no con base en lo que, en el ámbito de la política, sería análogo a la tradición, la
costumbre, el pasado. Dice Maquiavelo: “Il modo dil rinnovargli è, come è detto, ridurgli verso
e’ principii suoi. Perché tutti e’ principii delle sètte e delle republiche e de’ regni conviene che
abbiano in sé qualche bontà, mediante la quale ripiglino la prima reputazione ed il primo
argumento loro” (en Discorsi sopra la prima deca de Tito Livio, 1513-1520 / 1973: libro III,
cap.I, p.283)

56
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

hercúleo de hacer surgir la forma pura de la forma corrupta. En la reflexión de


Bolívar, él apela al ejemplo de la república romana, cuyas partes podían
levantarse de la decadencia apelando a su virtud cívica desplegada desde su
momento fundacional; mientras, para la creación política que proyecta no
cuenta con tales bases morales. Lo expresa en los siguientes términos:

Al desprenderse la América de la monarquía española, se ha


encontrado semejante al imperio romano, cuando aquella enorme
masa cayó dispersa en medio del antiguo mundo. Cada
desmembración formó entonces una nación independiente, conforme
a su situación o a sus intereses; pero con la diferencia de que aquellos
miembros volvían a restablecer sus primeras asociaciones 90

Lo que, a mi entender, se plantea Bolívar ante lo que él considera la


imposibilidad de crear la república a causa de la ausencia de virtud en sus
futuros ciudadanos, es la conducción de la asociación política por parte de los
más virtuosos (o del más virtuoso). Aún así, ello requeriría de cierta disposición
moral en los individuos para someterse a dicha conducción virtuosa. Al mismo
tiempo, este planteamiento trastorna los principios del vivir republicano,
porque en tradición republicana no es concebible la ausencia de alguna noción
de civitas necesariamente vinculada con un orden político erecto sobre la
participación de la voluntad y de las fuerzas de todos sus miembros, en calidad
de ciudadanos91. Bolívar, a mi modo de ver, inaugura una concepción de la
república en la cual la sociedad política habrá de ser sostenida sobre la base de
la participación y fuerzas de unos pocos o de uno solo, dotados (o dotado) de
suficiente virtud para realizar el fin de dicha sociedad. Ello supone la necesaria
anulación de la participación de todos en dicha sociedad pública, bajo la
premisa de que aquella entorpecería la consecución de tales fines. En esos
términos, esta nueva concepción despliega, por una parte, la negación misma
de la tradición republicana, en tanto esta última había configurado la idea de
que sólo se es libre en la república, la cual sólo existe a partir de la participación

90
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.211
91
Aristóteles en La Política establece que sólo el hombre político es ciudadano, y lo es en
virtud de que es o puede ser dueño de ocuparse de los intereses comunes (libro III, cap. III)

57
Carolina Guerrero

política activa y virtuosa de sus miembros o ciudadanos en la conducción


(directa o indirecta) de los negocios públicos; de acuerdo con la tradición
republicana, la voluntad que ha de dirigir el destino público es la voluntad
pública, que se establece y despliega a partir de aquella participación de cada
miembro con su voluntad y sus fuerzas. Por tanto, el modelo de república que
concibe Bolívar es una sociedad política accionada por la voluntad y fuerza del
más virtuoso; al no configurarse la voluntad pública con base en la
participación y balance de la voluntad de todos, la república deja de ser tal,
según la tradición a que hemos referido. A la vez, aunque la república según
Bolívar supone la negación de la idea de república, al menos mantiene un
principio republicano, el cual es el que esa sociedad pública sea establecida para
utilidad de todos. Por tanto, la concepción intelectual desarrollada por Bolívar
propone la paradoja de pretender crear la república pero debiendo cancelar (en
atención a la necesidad que surge por la ausencia de virtud en los hombres) el
principio republicano que hace que la república exista a partir de la
participación de las voluntades y fuerzas de sus miembros (lo cual, a su vez, es
el sentido del vivere libero), y simultáneamente preservando el otro principio que
hace que la república sea tal, que es el fin de estar establecida para la utilidad de
todos. En síntesis, la república a la manera de Bolívar es una sociedad pública
en cuya conducción y sostenimiento concurre únicamente la voluntad de una
élite virtuosa (integrada, a su vez, por unos pocos o por el ciudadano más
virtuoso), para la realización de la utilidad de todos o, en lenguaje clásico, la
búsqueda del bien común. En esta línea, lo que Bolívar introduce es la
reducción, sobre la base de la necesidad, de la idea de república, deslastrando de
la tradición republicana aquella premisa que la hacía configurar como la
concurrencia de la voluntad de todos para la definición de una voluntad
pública92. En su lugar, introduce el sometimiento de todos a la voluntad del
más virtuoso, y a la vez enfatiza el principio republicano de que esa sociedad se
crea y permanece para utilidad pública.

92
La cual no era la simple sumatoria de todas las voluntades, ni necesariamente suponía el
consenso de todos en una misma voluntad (como sí plantea Rousseau), sino que surgía más
bien de la oposición, competencia, balance y final equilibrio en una síntesis en la que
mayoritariamente pudiesen estar representadas las voluntades de muchos o, al menos, que
fuese expresiva del acuerdo de la mayoría en torno a esa voluntad pública. Creo que muy
ilustrativo de este principio es la teorización que hace Roscio (ver Roscio, 1821/1983, cap.LI)

58
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

La distinción con el despotismo estaría en el fin: el de la república a la manera


de Bolívar sigue siendo la utilidad de todos sus miembros, mientras que el fin
del despotismo es la utilidad particular del déspota93. En común con el
despotismo observa la definición y dirección de lo público con base en la
voluntad de uno solo: el más virtuoso en el caso de la república a la Bolívar, del
déspota en el caso del despotismo y del absolutismo. Esto último permite
introducir lo siguiente: lo que pudiera ser encontrado peligrosamente
resbaladizo es la mayor coincidencia de la república a la manera de Bolívar con
la dominación absolutista. El leviatán, por ejemplo, se establece para la defensa,
seguridad y conservación de las personas y sus bienes94: en ello está implícita la
idea de utilidad pública, ya que el gobernante absolutista lo es en función de
proveer ese bien supremo a los miembros de la sociedad pública, y no el bien
para sí mismo. En esa perspectiva, el absolutismo acciona la voluntad de uno
solo para el logro de la utilidad pública, de manera análoga al planteamiento de
Bolívar. A la par, la distinción entre absolutismo y la república concebida por
Bolívar se centraría en los medios a los que recurriría esa voluntad de uno solo
para alcanzar dicha utilidad pública: el gobernante absolutista lo realiza con
base en el miedo que debe insuflar en sus gobernados95; el conductor virtuoso
de la república formulada por Bolívar lo hará, como veremos, con base en una

93
Define Montesquieu: “(...) dans le (gouvernement) despotique, un seul, sans loi et sans
règle, entraîne tout par sa volonté et par ses caprices” (De l’Esprit des lois, 1748/1995, lib.II,
cap.I, p.97)
94
Sobre el fin del Estado absolutista, argumenta Hobbes: “Y en ello consiste la esencia del
Estado, que podemos definir así: una persona de cuyos actos una gran multitud, por pactos
mutuos, realizados entre sí, ha sido instituida por cada uno como autor, al objeto de que
pueda utilizar la fortaleza y medios de todos, como lo juzgue oportuno, para asegurar la paz y
defensa común”. Ciertamente, el fin de ese Estado es la utilidad pública (y no utilidad
particular de uno solo), entendida como la seguridad de todos sus miembros. A su vez, el
modo de realizarla en ese estado absolutista es, como expone Hobbes, a través de la voluntad
de uno solo, quien, para ello, dispondrá de acuerdo con su propio juicio de la fortaleza y
medios de todos. (Leviatán, 1651 / 1992, p.141)
95
Sugiere Hobbes: “(...) antes de que puedan tener un adecuado lugar las denominaciones de
justo e injusto, debe existir un poder coercitivo que compela a los hombres, igualmente, al
cumplimiento de sus pactos, por temor de algún castigo más grande que el beneficio que
esperan (...)” (op.cit: 1651/1992, p.118)

59
Carolina Guerrero

mínima constitución ética que deberá configurarse en los gobernados, y que


consiste en el amor por los magistrados, las instituciones y las leyes. Si la
libertad política consiste en “la facultad legal o derecho reconocido que tienen
los ciudadanos para tener parte en el gobierno, censurar sus providencias,
etc”96, los individuos serán libres en sentido político de acuerdo con el acceso
que les esté dado en la sociedad pública de la que son miembros a la
participación en los asuntos públicos97. De acuerdo con la noción de vivere libero
expuesta líneas atrás, los miembros de la república son libres porque son
gobernados por sí mismos, lo cual se logra a través de su sometimiento a las
leyes en cuya creación, crítica y reforma han participado; sólo en ese sentido es
posible, según la tradición republicana, desplegar una sociedad de hombres
libres, dado que es la forma en la cual el poder político permanece en manos
de dicha sociedad. En el instante en el cual se excluye la participación política
de los individuos en los negocios públicos (como está dado por definición en
el absolutismo), desde una perspectiva republicana es inexistente la libertad
política y, en consecuencia, il vivere libero. La idea de república conduce a lo
contrario, porque su naturaleza impone la activa participación de sus miembros
en los negocios públicos (participación directa o indirecta, según la
correspondiente versión antigua o moderna). En ausencia de libertad política,
la sociedad política no puede ser república, lo cual plantea una dificultad
contundente en el intento de Bolívar por concebir una república que cancele
dicha participación y, por ende, la libertad política98. En otro orden, y

96
Utilizamos la definición aportada por Francisco Javier Yanes: Manual político del venezolano,
1839/1959, p.99)
97
En la idea de libertad expuesta por la tradición republicana del humanismo cívico se patenta
la capacidad de todos los ciudadanos de disfrutar de iguales oportunidades de participar
activamente en los negocios del gobierno (ver Skinner, 1978:100) La libertad política,
entendida como participación en los negocios públicos, no es concebida exclusivamente como
un derecho emanado de la vida en la república, sino especialmente también como un deber:
“One of the obligations of fair play, at least in the political realm, is to take an active part in
civic life (...) The virtuous citizen will therefore be one who regards political participation as a
necessary contribution –and perhaps even an enjoyable one– to the good of the community”
(Dagger, 1997, p.197)
98
El humanismo cívico vincula la grandeza republicana con la participación ciudadana en los
negocios públicos, y la corrupción de la ciudad (y, por tanto, la causa de su decadencia) en la
pérdida de dicha participación: “Bruni considera la historia de Roma como la más clara prueba
de su idea de que un pueblo ha de alcanzar la grandeza mientras tenga libertad para intervenir
en el negocio del gobierno, y está condenado a caer en la corrupción en cuanto se deja
arrebatar esta libertad” (Skinner, 1978, p.106)

60
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

paradójicamente, el absolutismo permite cierto dominio del individuo sobre el


ámbito de lo privado99, mientras que la república a la manera de Bolívar, como
expondremos líneas más adelante, se plantea algo más restrictiva en torno al
despliegue de la individualidad.

El tipo de virtud republicana que Bolívar cree posible instalar en sus


conciudadanos es de naturaleza patética, eximida a su vez de todo vestigio de
racionalidad, en vista de que aquellos hombres no eran aptos, según la óptica
del Libertador, para apelar a su natural y recta razón. El argumento parte de la
premisa de que al menos es realizable la intención de insuflar en los individuos
amor por la república, lo cual es entendido como patriotismo, derivando luego
en amor tanto por los pilares como por los conductores de los destinos de
dicha república (instituciones y leyes, y magistrados, respectivamente) Significa
que la virtud estará sintetizada en lo que Castro Leiva define como
sentimentalismo ético, de manera de asegurar determinadas disposiciones en
los individuos que hagan posible la existencia y permanencia de la república100.
Movidos por esa suerte de virtud patética no racional, y tras identificar el
objeto de su amor republicano, los hombres observarían una determinada
forma de consagración a la república no como fue concebida por la tradición
republicana clásica (la cual prescribía el deber de participación de los
ciudadanos en los asuntos de su república101), sino de acuerdo con la variante

99
Continúa al respecto Hobbes: “La libertad de un súbdito radica, por tanto, solamente, en
aquellas cosas que en la regulación de sus acciones ha predeterminado el soberano: por
ejemplo, la libertad de comprar y vender y de hacer, entre sí, contratos de otro género, de
escoger su propia residencia, su propio alimento, su propio género de vida, e instruir sus niños
como crea conveniente, etc” (op.cit, 1651/1992, p.174) (el destacado es mío)
100
Ver Castro Leiva, 1984, p.26,48
101
La virtud, entendida como ese amor supremo por la república que induce al ciudadano a
consagrarse a ella, impulsa a los individuos a realizar el mayor sacrificio por el bien de su
república, el cual consiste justamente en esa participación en lo público, entendido en la
tradición humanista cívica como vita activa. Uno de sus teóricos, Salutati, teorizó en 1378 lo
siguiente: “The contemplative life is better, I admit; but it is not always preferable, and not for
all. The active life is inferior, but ought to be chosen many times” (en Baron, 1993, p.110)
Desde una perspectiva que valoriza los beneficios particulares del individualismo (de alguna
manera ya esbozado a lo largo del humanismo cívico), el mayor placer del individuo estaría
dado por la vita contemplativa (de separación de la participación en lo público para realizar los
intereses individuales). Es en ese sentido que puede pensarse como inferior la vita activa.
Desde una perspectiva republicana clásica, la valoración es justamente inversa, porque es en
el sacrificio del goce de la placentera vita contemplativa que el ciudadano puede realizarse

61
Carolina Guerrero

que introduce Bolívar, la cual indicaría la disposición ética de tales individuos


para someterse a la recta razón de unos pocos (o de uno solo), dotados de la
verdadera virtud (racional y patética) que además de promover su consagración
total a la cosa pública, les permite conocer en qué consiste y cómo realizar
gloriosa y victoriosamente el interés y el bien de la república. Si la república
supone el orden político de libertad que permitiría a la América española
trascender el estado de barbarie, el acceso a la civilización102 por parte de sus
miembros estaría dado por la actualización de la razón únicamente ejecutada
por aquella élite virtuosa (o individuo más virtuoso) a su vez habilitada –por
sus luces, en adición a su muy especial constitución ética– para definir los
negocios y destinos públicos103. La siguiente cita es elocuente respecto al tipo
de patriotismo o patetismo ético que Bolívar desea verificar en los futuros
ciudadanos:

En esta provincia he hallado el más vivo entusiasmo, tanto, que me ha


parecido más exaltado que nunca. Parece que un fuego sagrado104
anima los pechos de los bravos socorreños y que sus dignísimas
matronas son, si no superiores, por lo menos iguales a las de Esparta y

como tal, ejecutando tal renuncia para consagrar su existencia al mandato ético de ejercer la
vita activa que le impone su membresía en la civitas.
102
Sobre la idea de civilización, publica Antonio Leocadio Guzmán: “El barómetro de la
civilizacion de un pueblo es el zelo por la observancia de sus leyes, y la vida aislada del hombre
en su estado primitivo es preferible aun á la de aquel que pertenece á una sociedad que no las
tiene, ó que habiendolas formado no tiene virtud para cumplirlas (...) Para no cumplirlas vale
más no tenerlas; para no tenerlas vale más no vivir en sociedad” (Ventilación de los derechos
de un ciudadano, 1825)
103
Acá parafraseo la afirmación de Castro Leiva sobre el “acceder a la civilización es posibilitar
la actualización de la razón” (1984, p.37), en vista de que el proyecto de Bolívar, a mi modo de
ver, convoca la razón ilustrada de lo que hemos referido como élite virtuosa.
104
La referencia que hace Bolívar al “fuego sagrado” es eminentemente clásica, en tanto
invoca la tradición de las ciudades griegas, y luego de la república romana, de mantener
perpetuamente encendido el espíritu capaz de insuflar valor para preservar la libertad. La
connotación original del fuego sagrado fue religiosa y remitía a una práctica privada: en cada
hogar, los ciudadanos griegos y romanos mantenían un pequeño altar con cenizas y algunos
carbones encendidos; cada noche se cubrían los carbones con las cenizas, a fin de evitar que
aquellos se consumieran completamente. Los antiguos creían en el poder de ese fuego
sagrado, e invocaban su protección, en la idea de que era la Providencia de la familia (ver
Fustel De Coulanges, 1864/1980, p.17-25) La traslación de esta costumbre al ámbito cívico
derivó en la invocación del fuego sagrado de la libertad, que excita en los ciudadanos el deber
de su vigilancia permanente, en tanto nunca debe dejarse extinguir.

62
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Roma. He visto una consagración absoluta a la salvación de la patria


en todo el Socorro y muy particularmente en su capital 105

Ese fuego sagrado de la libertad es el tipo de virtud con el cual Bolívar


pretende constituir éticamente a los miembros de la república, a efectos de
hacer posible la acción benéfica de la élite virtuosa a la que aquellos individuos
habrán de someterse, y la cual concentrará la exclusividad del manejo de los
negocios de dicha sociedad política. Es decir, la virtud, entendida como ese
amor por la república por el cual los individuos han de consagrarse a ella, es lo
que los impulsaría a ser felices en la sumisión106 al poder político de esa élite
virtuosa, en contradicción con los principios republicanos que prescriben la
participación cívica en lo público y la permanencia del poder político en manos
de los ciudadanos. Esta especie de virtud patética haría posible, según la
concepción de Bolívar, el gobierno de los moralmente mejores, al cual deberán
someterse (ciegamente, dada su supuesta ineptitud para el ejercicio de la recta
razón) los moralmente inferiores. Dada la percepción de Bolívar sobre los
individuos miembros de la república, se desprende que el estado moral de estos
hombres los coloca en un estado de guerra de todos contra todos, en un grado
de degeneración mayor al que tendrían en estado de naturaleza, sólo que con la
paradoja de ser patente en medio del estado civil inaugurado con la fundación
de la república. Señala el Libertador:

105
Carta de Bolívar a Santander, Bogotá, 24-2-1820, en Cartas, 1988, v.2
106
Esa sumisión consistiría en la obediencia ciega de los individuos a dicha élite virtuosa. De
acuerdo con la tradición republicana, las únicas formas de obediencia que deben desplegarse
en la república, a fin de que los individuos ciertamente sean libres, son la activa (ejercida por
los magistrados y representantes de acuerdo con el mandato que les es entregado por la
ciudadanía) y la pasiva (a la cual se someten los representados de acuerdo con una ley que
ellos mismos han establecido, directa o indirectamente). La obediencia ciega, según la cual los
individuos abdican a la definición de sus destinos políticos en manos de otros, es propia del
régimen despótico. Sobre el tema, ver Roscio, 1821/1983, cap.XXX

63
Carolina Guerrero

El amor a la patria, el amor a las leyes, el amor a los magistrados, son


las nobles pasiones que deben absorber exclusivamente el alma de un
republicano. Los venezolanos aman la patria, pero no aman sus leyes,
porque éstas han sido nocivas y la fuente del mal; tampoco han podido
amar a sus magistrados, porque eran inicuos, y los nuevos apenas son
conocidos (...) Si no hay un respeto sagrado por la patria, por las leyes
y por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo: es un
conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo 107

Bolívar ciertamente no formula, de manera expresa, la necesidad de que los


individuos se sometan a una obediencia ciega frente a la élite virtuosa,
encargada de dirigir los asuntos públicos, pero, a mi modo de ver, esta idea está
sugerida en la propuesta del Libertador en torno a preparar moralmente a esos
individuos para aceptar la conducción de los éticamente mejores, y además no
obstaculizar, con base en la invocación de principios políticos inherentes a la
democracia108, la labor política de dicha élite109. Es decir, si “la masa del
pueblo” no posee las luces110 ni la constitución moral requerida para hacer la

107
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.228
108
Esta idea de democracia a que hago referencia es evocativa del sujeto que ejerce el poder
público, es decir, el pueblo como corpus de ciudadanos miembros de la asociación política.
Destaca Rey la distinción que establece Ortega y Gasset entre democracia y liberalismo, como
respuestas a dos cuestiones completamente distintas: “La democracia contesta a la pregunta
¿quién debe ejercer el poder político? (...) Lo que interesa al liberalismo, en cambio, es qué
límites debe tener el poder público, cualquiera sea su titular” (1963, p.3)
109
La propia tradición republicana es elocuente respecto a la posibilidad de que la oposición del
“pueblo bajo” y los sabios y virtuosos no sólo es admisible en la república, sino que además es
necesaria. En la república romana, la discordia entre plebeyos y “los mejores” que integraban
el senado derivó en una república libre y poderosa. En ese sentido, es interpretable que la
posibilidad de realización del bien común es el resultado de compromisos y balances entre
ambos (ver Bock, 1990), y no la superposición de un orden de individuos sobre otro.
110
Aunque existía la voluntad política de difundir las luces en la república, la devastación
después de la guerra de independencia y la falta de recursos impedía materializar tal propósito.
La ley promulgada el 28-7-1821 sobre el establecimiento de casas de educación en las
provincias, señalaba en su preámbulo: “Considerando... 1- Que la educación pública es la base
y fundación del gobierno representativo y una de las primeras ventajas que los pueblos deben
conseguir de su independencia y libertad; 2- Que estableciendo un buen sistema de educación,
es preciso que la ilustración se difunda en todas las clases, con lo cual conocerán sus
respectivos deberes, promoviéndose de este modo el sostenimiento de la religión y de la moral
pública y privada (...)” (en: Cuerpo de leyes de la República de Colombia, 1961) (el destacado
es mío)

64
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

república posible, la idea que es perceptible en el pensamiento del Libertador


es que tales individuos confíen, de manera absoluta, la conducción de lo
público en manos de los virtuosos e ilustrados111: el móvil requerido para tal
disposición (es decir, para políticamente “dejarse llevar” de modo absoluto)
sería el amor por la patria, de forma tal de conectar este sentimentalismo ético
con el sacrificio de enajenar el deber-derecho que corresponde a todo
ciudadano sobre su participación activa en los negocios públicos112. El otro
factor de esta ecuación sería la idea de utilidad pública: si el fin que debe mover
al ciudadano republicano es la búsqueda del bien común, el sacrificio que
solicita Bolívar es que para alcanzar la utilidad pública suprema de crear la
república y no acabar con ella a través del ejercicio de la libertad política por
parte de individuos que convertirían la participación en un tumulto
amenazador de la permanencia de su república, entonces el mejor servicio de
tales individuos díscolos a la república consistiría en excluirse del manejo de lo
público, y reservarlo a los hombres política y éticamente aptos para ello.
Curiosamente, la tradición republicana, principalmente la manifiesta en la
Florencia del cinquecento y en autores como Leonardo Bruni, señala que la
corrupción se produce por excluir al pueblo, evitando su papel activo en los
negocios del gobierno, y que la mejor forma de promover la virtu es haciéndolo
participar, hasta donde sea posible, en el gobierno de la comunidad113.
Volviendo con lo anterior, como “la masa del pueblo” no estaría, en
perspectiva de Bolívar, capacitada para intervenir en la esfera de lo público,
tampoco podría estarlo para juzgar el manejo que hagan los hombres virtuosos
encargados de tal tarea. Ello, en consecuencia, cancela tácitamente el escrutinio
de la opinión pública sobre magistrados y representantes. Pero puede
interpretarse que no anula la responsabilidad de estos últimos, sólo que la

111
La formulación de Bolívar, sin duda, supone una trasgresión a la tradición republicana. En
Cicerón leemos, por ejemplo, la veneración de la doctrina cívica según la cual los hombres
deben desempeñar un rol activo en su comunidad y no perseguir la mera contemplación
solitaria. (ver Baron, 1993, p.121)Ese rol activo es la demanda expresa de la república. En la
idea de Bolívar, sería la propia república la que exigiría a sus miembros el eclipse de ese rol
activo, en nombre, según el Libertador, de la utilidad pública.
112
La república, por demás, demanda de sus ciudadanos el deber de estar capacitados para la
participación pública y la libertad política: “A quienes profesan el amor a la libertad, se les
ordena pensar” (cualquier otra cosa consistirá en la acción de los espíritus ardientes, hombres
entregados a la primera de las pasiones del alma, que caminan sin reflexión, sin capacidad
para los cálculos de la previsión) (De Staël, 1795, 1993, p.55)
113
Sobre el tema, ver Skinner, 1978, p.204ss

65
Carolina Guerrero

opinión ante la cual deberán presentar cuentas de su desempeño no es la de la


masa del pueblo, sino la opinión de ellos mismos114, intérpretes (por
designación de su propia razón ilustrada) del interés general, del bien común en
la república, y escrutadores ante sus propios preceptos éticos sobre la
benignidad y eficiencia en su manejo de lo público115. En ese sentido entiendo
que la demanda de Bolívar se traduce en una solicitud de obediencia ciega: sólo
la élite virtuosa es capaz de entender el bien de la república, y sus actos no
podrían ser adecuadamente juzgados por hombres ineptos para discernir el
verdadero interés general, y muy probablemente ni siquiera la naturaleza y
sentido de la república como construcción política ilustrada. Por tanto, la
virtud de la que serán capaces en los comienzos será la de entregar la

114
Una argumentación aproximada a esta premisa es identificable en el Manual del Colombiano
ó Explicacion de la ley natural, (catecismo político aparentemente elaborado por Tomás
Lander, según destacada la publicación): “Si el interés de los hombres y de las naciones es su
conservacion y bienestar, el interes de todo buen gobierno es tener muchos y buenos
ciudadanos. Para tenerlos es preciso hacerlos libres é ilustrados; pero nunca oprimirlos ni
engañarlos” (1825, p.1) Es decir, el deber ético y politico de constituir a los individuos en
ciudadanos es la tarea ilustrada que debe emprender el gobierno, el cual carecerá de
escrutadores dentro de una opinión pública que de por sí es inexistente, en tanto su
indisposición a la razón natural. El cumplimiento del cometido ético y político impuesto al
gobierno residirá, entonces, en su buena voluntad particular de realizarlo, lo cual colisiona con
el principio republicano, al dejar en manos de la subjetividad y la voluntad de uno o unos
pocos la confianza abstracta sobre la correcta conducción de lo público. El citado catecismo
político además parte de la idea de que los habitantes de la república son ineptos para el
ejercicio de la recta razón, de manera que estatuye que los derechos derivables de ella están
previstos por la estructura jurídico-política de la república, sin necesidad de que la racionalidad
de los individuos receptores de los designios de la autoridad política deba intervenir en ello: “El
pueblo colombiano ya tiene asegurados sus derechos, y marcadas sus obligaciones en una
Constitucion cimentada sobre los principios eternos de la recta razon” (p.2) Sobre virtud, con
arreglo a la ley natural, la define: “Es la prãctica de las acciones útiles al individuo y á la
sociedad” (p.15), y a la pregunta de cuáles son las virtudes individuales, el catecismo expone:
“la ciencia, que comprende la prudencia y la sabiduria; segunda, la templanza, que comprende
la sobriedad y la castidad. tercera, la fortaleza õ el esfuerzo del cuerpo y del alma. Cuarta, la
actividad, esto es, el amor al trabajo y buen uso del tiempo. Quinta, la limpieza õ aseo del
cuerpo, ya por lo que hace à los vestidos, ya à la vivienda” (p.16) Quiero destacar la idea que
se expone en esta publicación respecto al deber del individuo de hacerse virtuoso para hacer
posible la república, lo cual culmina en la comprobación de que la república no es posible en
ausencia del disfrute de la libertad política por parte de sus asociados, la cual, a su vez,
plantea la virtud como requisito: “(...) pero sin virtudes no hay libertad, y sin libertad no hay
grandeza de alma, honor ni amor al bien público” (“Deberes y derechos de la nacion y del
ciudadano”, en op.cit, p.47)
115
En el pensamiento liberal es posible identificar reflexiones que de alguna manera avalan la
propuesta de Bolívar. Madame De Staël, por ejemplo, estatuye: “Los hombres ignorantes
(referida por la pensadora también como “la clase ardiente y tumultuosa”) desean ser libres;
sólo los espíritus ilustrados saben cómo serlo” (1795, 1993, p.36)

66
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

conducción de la república a dicha élite virtuosa, en la confianza de que ésta


realizará el proyecto republicano, en lo cual consiste el bien de todos. Por
tanto, el patetismo virtuoso que deberá instalarse en la masa del pueblo deberá
fundarse en el amor por la república y además en el amor por las leyes y los
magistrados. A su vez, la racionalidad posible inherente a esa virtud básica
deberá consistir en la comunión de esos individuos en la opinión única que
habrá de imperar en la república naciente: aquella definida por esa élite
virtuosa, con el fin de promover la utilidad pública sustantiva, en torno a la
existencia y permanencia de la república. La propuesta concreta de Bolívar, a
fin de realizar esa suerte de virtud mínima que capacitaría a los individuos a la
útil obediencia ciega frente al gobierno de la élite virtuosa, se centra en
imponer la uniformidad moral e intelectual de los miembros de la república, a
través de la adecuada prescripción eternizada en el texto constitucional. La idea
de “fundir la masa del pueblo en un todo”116, de “refundir (...) en un todo, la
especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas”117 se
haría operativa a través del Poder Moral, que formula el Libertador en su
proyecto de constitución que expone ante el congreso de 1819, como vía para
“regenerar el carácter y las costumbres118 que la tiranía y la guerra nos han
dado”119.
En este sentido, quiero destacar los siguientes aspectos sobre el Poder Moral.
Además de la Cámara de Educación, el Areópago120 que compone al Poder

116
Textualmente, propone: “Para sacar de este caos a nuestra naciente república, todas
nuestras facultades morales no serán bastantes, si no fundimos la masa del pueblo en un todo,
la composición del gobierno en un todo, la legislación en un todo, y el espíritu nacional en un
todo. Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa” (Bolívar: ...Angostura, 1819, 1988,
p.228)
117
Bolívar: ...Angostura, 1819, 1988, p.219
118
El problema de las costumbres abarca no sólo el ámbito de la civilidad, la moral y la práctica
política, sino también el aspecto económico. El Ensayo de Margarita González en el Manual de
Historia de Colombia destaca que la sociedad colombiana “de aquella época” difícilmente podía
abandonar las formas sociales que habían determinado las relaciones económicas en la época
colonial; por tanto, el Estado debía actuar con el paternalismo que fue característico en el
orden precedente. Explica que en las primeras décadas de la república, el predominio político y
económico correspondía a un sector social tradicionalista (sectores esclavistas, viejos
terratenientes, el estamento eclesiástico), renuente a introducir cambios democratizantes como
los predicados por el liberalismo europeo. (1984, p.399)
119
Bolívar: ...Angostura, 1819, 1988, p.230
120
De acuerdo con una investigación realizada por Odile De Bruyn, en Atenas el areópago tenía
fundamentalmente tres atribuciones, siendo la principal el control de la magistratura, seguida

67
Carolina Guerrero

Moral integra la Cámara Moral. El artículo primero de las atribuciones de dicha


cámara prescribe, de entrada, que la “cámara de Moral dirige la opinión moral
de toda la República”121. Además señala que “la imprenta es el órgano de sus
decisiones”122. Esta idea de opinión pública como “opinión moral” que maneja
Bolívar es particularmente análoga al concepto que prevaleció bajo el régimen
del terror en la Francia de la post-revolución, y el cual veneró sustantivamente
una idea de la opinión pública homogénea123, sobre la concepción de que a una
voluntad general correspondía un determinado tipo de opinión pública (único,
homogéneo). Por lo tanto, todo intento de heterogeneidad y diferencia de la
opinión era contrario a los fines virtuosos de la república, y debía ser
neutralizado bajo el rigor de la censura. En esa línea, la primera atribución que
asigna Bolívar al Poder Moral es justamente la conformación y dirección de
una opinión pública homogénea, cónsona con la idea de ciudadano virtuoso
que se persigue constituir a través de ese Cuarto Poder. La analogía con la
sociedad de las ideas del republicanismo del siglo XVIII es patente: la noción

del juicio de los crímenes cometidos contra la polis (la subversión, por ejemplo, además de la
alta traición, la corrupción, el abuso de la confianza del pueblo y la impiedad) y de la represión
de los delitos de ociosidad y derroche. Es decir, la institución del areópago apunta a tratar los
casos de competencia pública, y su punto de partida es la vigilancia y acusación de los
magistrados. Ciertamente también juzga a los ciudadanos, pero en dos aspectos inherentes a
la vida de la ciudad: el ocio es considerado en la tradición republicana como la degradación de
la moral porque uno de los supuestos de las prácticas republicanas de la antigüedad es la
participación activa del ciudadano en lo público, lo cual es opuesto a la vida ociosa; asimismo,
como señalamos al comienzo de este capítulo, la frugalidad es una de las condiciones de la
virtud del ciudadano clásico, por lo que la prodigalidad o derroche se considera como una
práctica capaz de pervertir la moral de la comunidad y dislocar el sentido mismo de dicha
comunidad. (Sobre las competencias del areópago y su sector de actividades, ver De Bruyn,
1995, p.18). Respecto a la idea de Bolívar sobre el areópago, su fuente principal es la
referencia hecha por Montesquieu, quien lo describe como un cuerpo vitalicio integrado por
ciudadanos modelos perpetuos (1748 / 1995, lib.V, cap.VII, p.159)
121
La invasión de la moral supone, en perspectiva liberal, la pérdida de la libertad. El Código
Napoleón, de 1804, establece la independencia entre el ejercicio de los derechos civiles y de
los políticos, y, fundamentalmente, que cada individuo tiene derecho al respeto de su vida
privada. (Lib.I, Título I, Art.7 y Art.9, respectivamente; ed. 2000, p.208) (agradezco a la Prof.
Amelia Guardia esta sugerencia bibliográfica)
122
“Texto del Poder Moral”, en Cordero Ceballos, 1988, p.80
123
En su trabajo Pensar la revolución francesa, Furet explica los modos en que el régimen del
terror constituyó el discurso que, según su propia elocuencia, encarnaba la voluntad general,
de lo cual derivaba lo que debía ser la opinión única de la comunidad política. Toda opinión
divergente debía ser aplastada en nombre de la opinión que, en esa línea, era erecta por la
voluntad general. En ese sentido, los ciudadanos como miembros asociados de la república no
ejercían la soberanía, sino aquel con capacidad de monopolizar el discurso de la voluntad
general. (1978, p.85-86)

68
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

de libertad está conectada con una concepción predeterminada de opinión


pública expresiva de la voluntad general, la cual debía ser preservada y
defendida por todo el cuerpo de ciudadanos. Y ya que en la república
hispanoamericana sólo una minoría integraba ese cuerpo de ciudadanos (el
resto eran canónicamente habitantes, a secas), ellos, congregados en torno al
Poder Moral, tenían la misión de conducir la opinión pública,
homogéneamente definida.

En ese primer artículo de las atribuciones del Poder Moral, Bolívar conecta la
libertad de opinión con la libertad de expresión, al referir a la imprenta como
órgano de las decisiones del Cuarto Poder. De acuerdo con ello, la libertad de
expresión tiene que enmarcarse en los límites establecidos para esa idea
predeterminada de libertad de opinión a la cual es inherente, y en la que el
ejercicio de esa libertad sólo puede estar orientado hacia la constitución de una
república virtuosa:

69
Carolina Guerrero

“Las obras morales y políticas, los papeles periódicos, y cualesquiera


otros escritos, están sujetos a su censura, que no será sino posterior a
su publicación. La política no le concierne sino en sus relaciones con la
moral. Su juicio recaerá sobre el aprecio o desprecio que merecen las
obras, y se extenderá a declarar si el autor es buen ciudadano,
benemérito de la moral, o enemigo de ella, y como tal, digno o indigno
de pertenecer a una República virtuosa” 124

Es el Estado, a través de este Cuarto Poder, el que asigna a los individuos la


calidad de dignidad para acceder a la membresía a la república125, y lo hace
conforme a la verificación sobre la sumisión de tales individuos a la
imposición, por parte de la élite virtuosa, de albergar únicamente aquellas ideas
que se prescriben como cónsonas con la utilidad pública. No someterse a esa
suerte de dominación absoluta virtuosa, es optar por la exclusión y el
extrañamiento moral. Por tanto, mediante el Areópago ha de definirse la
opinión de la república, la cual ha de ser a su vez la opinión de sus miembros.
El razonamiento es el siguiente: mientras la democracia directa del
jacobinismo126 fijaba el modelo y la función de la voluntad del pueblo por
medio de la dictadura de la opinión127, en el régimen aristocrático (el de la élite
virtuosa) propuesto por Bolívar en 1819 también se maneja la idea de que sólo
puede existir una voluntad general conducente al bien común; por lo tanto,
sólo existe una opinión pública expresiva de ella. En esa tónica, la censura debe

124
Vid. supra, p.80
125
En la Roma clásica, no podía realmente conseguirse la cualidad de ciudadano sin aprobación
de la ciudadanía (ver Mommsen, 1893, p.44)
126
Quizás en torno a los efectos perversos del jacobinismo, Yanes distingue entre el verdadero
patriotismo y el patriotismo mal entendido (o el patriotismo demagógico del jacobinismo) y
advierte que “debemos formar juicio del verdadero valor de aquella sentencia tan común como
preconizada, de que la salud del pueblo es la suprema ley (...): pero sucede muchas veces el
que se echa mano de esta máxima cuando se trata de cohonestar medidas, por las cuales en
favor de un bien público imaginario se juzga preciso atentar a las propiedades y demás
derechos individuales (...) De esta manera el patriotismo ha causado la ruina de muchas
naciones”. Según Yanes, la idea de patriotismo no puede suponer que el bien público y el
interés de la sociedad “son de un orden superior al bien y al interés de los particulares”
(1839/1959, p.183-184)
127
Ver Furet, 1978, cap.IV

70
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

funcionar como mecanismo de control legítimo, represor de toda idea opuesta


o discrepante de esa opinión pública, la cual es, al igual que la voluntad general,
incuestionable, incluso inviolable:

“Su autoridad [la de la Cámara Moral] es independiente y absoluta. No


hay apelación de sus juicios sino a la opinión y a la posteridad: no
admite en sus juicios otro acusador que el escándalo, ni otro abogado
que el buen crédito”128

Furet señala que basta que las sociedades de las ideas afirmen que hablan en
nombre de la nación o del pueblo, para transformar las opiniones en “la
opinión”, y la opinión en poder absoluto imaginario129. En el proyecto de
Poder Moral de Bolívar, la élite de ciudadanos virtuosos es el cuerpo político
que encarna el discurso de la “ciudadanía”, expresivo de la voluntad general.
Por lo tanto, esa élite tiene que garantizar que la opinión pública que emana de
ella será la única opinión preeminente en la nación, por lo que el mecanismo
que emplea para asegurar tales fines es la censura, capaz de permear todos los
ámbitos de la existencia del individuo, incluyendo la esfera de su intimidad:

“La Cámara [Moral] organizará la policía moral, nombrando al efecto


cuantos censores juzgue convenientes. Como una recompensa de su
celo y trabajo recibirá el honroso título de Catón, el censor que por sus
servicios y virtudes se hiciere digno de él” 130

La viabilidad del proyecto sobre el Poder Moral está subordinada a la


posibilidad de instituir en la república un tipo de opinión pública único y
homogéneo, predeterminado por la élite de ciudadanos virtuosos, llamados a
educar en la virtud al resto de los pobladores, capaces de identificar e implantar

128
Art. 3º de la Sección Segunda (Vid. supra, p.80)
129
Ver Furet, 1978, p.66-82
130
Art. 10 de la Sección Segunda (Vid. supra, p.81)

71
Carolina Guerrero

la moral republicana, y aptos para dirigir la opinión moral de la república,


velando, a su vez, por la preeminencia absoluta de esa opinión pública
preestablecida, y reprimiendo a través de la censura cualquier expresión de
disidencia que la amenace. La legitimidad de dicha censura descansa en la
conexión entre opinión pública y voluntad general; en ese sentido la
preservación de la opinión pública está conectada con la defensa de la voluntad
general, por lo que la censura pasa a ser un mecanismo virtuoso dirigido hacia
la preservación del bien común.
Si bien entre los antiguos el escrutinio de la comunidad política sobre el
individuo era inherente a las prácticas políticas del vivir libre (como refiere
Constant: “ils admettaient comme compatible avec cette liberté collective
l’assujettissement complet de l’individu à l’autorité de l’ensemble”131), el
fundamento de ese vivir libre residía siempre en la participación de los
ciudadanos en lo público. En ese plano, Bolívar intenta constitucionalizar el
absoluto sometimiento de los individuos a la autoridad de la república, pero
extrayendo de la matriz republicana la práctica a partir de la cual se daba
sentido político a semejante entrega: el ejercicio de la libertad política. Es en
esa perspectiva que la ciudadanía merecía ser realizada (y padecida), al dotar de
pertinencia cívica a la existencia del individuo a través de su membresía a la
república: se debe a ella en términos absolutos, pero participa de ella. Sin
condición de miembro de la república (es decir, sin libertad política), se pierde
todo, como reseña el propio Bolívar: “El hombre, al perder la libertad, decía
Homero, pierde la mitad de su espíritu”132. En esos términos, el Poder Moral
presenta, por una parte, la dificultad de proponer una práctica política propia
de los antiguos para la erección de una república en tiempos de los modernos.
Y por la otra, la antinomia de que aún suponiéndose empotrado en una
república antigua, ese Poder Moral impone al individuo el escrutinio de la
comunidad política sobre su individualidad (opiniones, pasiones), pero lo
excluye del derecho a la libertad política. Entre los antiguos, ese individuo
estaría dispuesto a ser escrutado por su comunidad (como analiza Constant, en
Esparta “dans les relations les plus domestiques, l’autorité intervient encore... a
Rome, les censeurs portent un œil scrutateur dans l’intérieur des familles. Les

131
Constant, 1819 / 1872, p.268
132
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.219

72
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

lois règlent les mœurs, et comme les mœurs tiennent à tout, il n’y a rien que les
lois ne règlent”133), pero si y sólo si a cambio de ello es también escrutador de
su propia comunidad, es decir, si participa activamente en los asuntos públicos
mediante el ejercicio de su libertad política134.
Sumarizando, la virtud que Bolívar estima necesaria consiste en esa especial
constitución moral que lleva a los individuos a realizar las premisas
republicanas mínimas: amor por la república, ponderación del interés general
siempre por encima del particular, disposición para el mayor sacrificio en bien
de la utilidad pública, respeto por la ley, las instituciones y los magistrados, y
capacidad (moral y racional) de vivir en libertad (esto último derivaría
fundamentalmente en la certeza de que tales individuos serán garantes de su
propio orden político). Con base en estos elementos, es concebible que la
república pueda emerger como consecuencia del orden ya dado en la sociedad,
y no que, en sentido inverso, sea el proyecto ilustrado de unos pocos el que ha
de instituir un orden que habrá de imponerse a una sociedad aún no
establecida, por ausencia de intereses comunes identificados, comprendidos y
aceptados de un modo más o menos general y análogo por tales individuos135.
La vía para ello transitaba, inexorablemente, por hacer común esa disposición

133 133
Constant, 1819 / 1872, p.269. “La autoridad interviene aún en las relaciones más
domésticas... en Roma, los censores penetraban su ojo escrutador en el interior de las familias.
Las leyes regulaban las costumbres, y como las costumbres tienen que ver con todo, no había
nada que quedara fuera de la regulación de la ley”.
134
Sobre el punto, subraya Constant que es a través de esa libertad política de los antiguos
que “el republicano más gris de Roma o Esparta era una autoridad. No ocurre lo mismo con un
ciudadano de Gran Bretaña o Estados Unidos. Su influencia personal es un elemento
imperceptible de la voluntad social que imprime su dirección al gobierno”. Textualmente,
señala: “Comme portion du corps collectif, il interroge, destitue, condamne, dépouille, exile
(...); comme soumis au corps collectif, il peut à son tour éter privé de son état (...) par la
volonté discrétionnaire de l’ensemble dont il fait partie” (1819 / 1872, p.269,273)
135
En 1819, lo que Bolívar pretende realizar ante el constituyente de Angostura es la
constitucionalización de un orden político para la sociedad, a partir de la cual ésta pueda
inaugurar las prácticas políticas adecuadas para la república. Dicho orden no es fácilmente
instalable, y el propio Bolívar advierte. Sobre la naturaleza de tal dilema, Soriano de García-
Pelayo reflexiona: “Las sociedades no se hacían civiles, en el sentido liberal del término, por
obra y gracia de los catecismos o de las Constituciones, sino al revés: sólo si tenían
posibilidades (y vocación madura) para hacerlo podían ser capaces de generar su propia
Constitución y su auténtico orden liberal. En otras palabras, su grado de ‘civilidad’, de libertad
y de autonomía eran mensurables por su capacidad para generar e institucionalizar el propio
orden por la vía constitucional, es decir, para ‘constitucionalizarse’ una vez constituidas
propiamente” (1997, p.182)

73
Carolina Guerrero

ética especial de la moral republicana, como explica Castro Leiva: “Cuando la


moral sea fuerza, la única fuerza, cuando la voluntad general sea
constantemente particularizada por los ciudadanos, se producirá la felicidad”136
En esos términos, la distinción entre un componente patético (que insuflaría
ese amor supremo de los individuos por la república y que podría excitarlos a
emprender los mayores sacrificios en nombre de ella, al instante en que la
razón ilustrada de los más virtuosos los convoque a tal hazaña) y un
componente racional de la virtud (consistente en la aptitud para “la sana
libertad”, con base en la posibilidad del individuo de apelar a su recta razón a
fin de crear y mantener su propio orden, y realizar voluntariamente la
búsqueda del bien común) conduce a Bolívar, a mi entender, a pensar en la
progresividad de la construcción de la virtud, y en la factibilidad de que un
primer propósito realizable sea la instalación del componente patético a través
de lo que Castro Leiva denomina el discurso conmocional de la libertad137,
reservando para un segundo momento el despliegue del componente racional,
el cual exige de la disponibilidad de mayores luces por parte de sus portadores.
Es en esa línea que Bolívar exalta la moral republicana de los individuos
partícipes de la guerra independentista, quienes habían demostrado la
condición republicana viril consistente no sólo en la disposición de dar la vida
por la república, sino también en el heroísmo verificado en ello. El Libertador
se refiere a ellos en términos como los que siguen:
Representaos la historia militar de Venezuela, sería recordaos la historia del
heroísmo republicano entre los antiguos: sería deciros que Venezuela ha
entrado en el gran cuadro de los sacrificios hechos sobre el altar de la libertad
(...) bienhechores del género humano (...) han combatido tan sólo por la
libertad (...) ínclitos varones (...) Hombres que se han desprendido de todos
los goces, de todos los bienes que antes poseían, como el producto de su
virtud y talentos 138 (...) consagrados a una muerte prematura por la libertad, el
honor y la conservación de la vida y de los bienes de sus conciudadanos 139

136
Castro Leiva, 1984, p.78
137
Por conmocional refiere Castro Leiva la “elocuencia dirigida a despertar y expresar con
fuerza la fuerza de las pasiones” (1991, p.25), en el contexto de que la única pasión no
peligrosa permitida y exigida en la república es el patriotismo, es decir, el amor por la patria.
138
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.232
139
Carta de Bolívar a Santander, Rosario, 9-5-1820, en Cartas, 1988, v.2

74
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Pero en el complejo proyecto de construcción republicana, la sola presencia del


heroísmo en sentido clásico derivaba en una suerte de virtud inacabada que
igualmente tendía a obstruir el propósito de desplegar las prácticas políticas y el
civismo adecuados, a efectos de hacer permanente la existencia de la república.
Páez relata en su Autobiografía la idea del Libertador de emprender una
campaña independentista en Cuba y Puerto Rico, en 1827, con base en dos
aspectos: neutralizar la posibilidad de que la España amenace militarmente a
Colombia desde sus posesiones en las Antillas, y ocupar en una nueva empresa
militar a aquellos ciudadanos dotados de viril heroísmo y lo que me permito
denominar como virtud épica140, pero aún no aptos para la virtuosa vida (civil)
en la república una vez constituida:
tenía (la unión colombiana) un ejército aguerrido, compuesto casi
totalmente por hombres avezados a la vida de los campamentos, hijos
del combate, buenos sólo bajo la disciplina militar, pero incapaces de
llevar otra vida que las armas, (...) vida peligrosa para la sociedad,
cuando después de la victoria cesa la necesidad de la espada y es
necesario colgarla para que el ciudadano tranquilo no tenga el
sobresalto de la dominación militar, que después de la tiranía de las
revoluciones es la peor de todas las tiranías (...) En una palabra, el
ejército era una amenaza para la tranquilidad pública, y Bolívar bien lo
comprendía, mientras tanto que con el adelanto de las inteligencias y el
saber de los pueblos no se crease el hábito de la vida civil, ardua
empresa y no de un día, mucho menos cuando se sale de la época de
las revoluciones y de la guerra, que son la peor escuela de virtud para
las sociedades 141

140
El ciudadano antiguo, además de virtud épica (aquella que se accionaba en defensa de la
libertad de la república a través de la fuerza física y el heroísmo en el campo de batalla), debía
poseer aptitud para el vivir libre en la paz de la república. Bolívar es elocuente sobre el
conflicto que supone una virtud inacabada o parcial: “(...) individuos de todas las castas se
hallan hoy entre nuestros generales, jefes y oficiales, y la mayor parte de ellos no tienen otro
mérito personal sino es aquel valor brutal y enteramente material que ha sido tan útil a la
República, pero que en el día, con la paz, resulta un obstáculo al orden y a la tranquilidad.
Pero fue un mal necesario” (Bolívar: Diario de Bucaramanga, 9-5-1828, 1982, p.63)
141
José Antonio Páez: Autobiografía, 1867, citado en: Blanco y Azpúrua, 1875 / 1978, v.11,
p.113. La reflexión resulta particularmente semejante a la hecha por Benjamin Constant en
1815: “Mais ces guerriers déposeront-ils avec le fer qui les couvre l’esprit dont les a pénétrés
dès leur enfance l’habitude des périls? Revêtiront-ils avec la toge, la vénération pour les lois,

75
Carolina Guerrero

Asimismo, de acuerdo con la percepción de Bolívar, los individuos de la


república dotados de las mejores luces carecían del patetismo requerido por el
orden republicano para amar la república y estar dispuestos a sacrificar por ella
sus pretensiones, preferencias e intereses individuales, e incluso para eclipsar la
convicción individual respecto a determinados principios políticos, a fin de
observar la sujeción de sus ideas ilustradas en función de la conveniencia
práctica y la utilidad pública142. Probablemente lo que más les objeta el
Libertador es no haber subordinado sus opiniones y construcciones racionales
ante la razón ilustrada del máximo héroe, quien estaría encarnado de la virtud
en sentido íntegro y la especial cualidad de discernir en torno al interés general
y el bien común. La distancia entre esas luces y la comprensión virtuosa del
sentido de la república supondría, igualmente, una constitución moral
inacabada (es decir, un vicio) para hacer posible la existencia y permanencia del
edificio republicano. Expresa Bolívar:

Por fin, por fin han de hacer tanto los letrados, que se proscriban de la
república de Colombia, como lo hizo Platón con los poetas en la suya
(...) ¿No le parece a Vd., mi querido Santander, que esos legisladores
más ignorantes que malos, y más presuntuosos que ambiciosos, nos
van a conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la
ruina? Yo lo creo así, y estoy cierto de ello. De suerte, que si no son
los llaneros los que completan nuestro exterminio, serán los suaves
filósofos de la legitimada Colombia. Los que se creen Licurgos,

les ménagements pour les formes protectrices, ces divinités des associations humaines? La
classe désarmée leur paraît un ignoble vulgaire; les lois, des subtilités inutiles; les formes,
d’insuppotables lenteurs. Ils estiment par-dessus tout, dans les transactions, comme dans les
faits guerriers, la rapidité des évolutions. L’unanimité leur semble nécessaire dans les opinions,
comme le même uniforme dans les troupes. L’opposition leur est désordre, le raisonnement
une révolte, les tribunaux, des conseils de guerre, les juges, des soldats qui ont leur consigne,
les accusés, des ennemis, les jugements, des batailles” (1815 / 1872, v.II, p.152)
142
El pragmatismo de Bolívar apunta a subordinar los principios republicanos y liberales en
función de asegurar lo que considera el fin supremo que ha de ser cívicamente alcanzado:
asegurar la permanencia de la república. Una perspectiva análoga había sido perceptible en
Bonaparte: “Napoleón consideraba al Estado como un fin en sí, y veía en la sociedad un
subalterno suyo” (Rey, 1963, p.6) Sobre el tema, Bluche señala: “Bonaparte abandonne en
effect les théories pour ne plus s’occuper que des faits et des actes” (1980, p.19)

76
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Numas, Franklines, y Camilos Torres y Roscios, y Uztaris y Robiras, y


otros muchos que el cielo envió a la tierra para que acelerasen su
marcha hacia la eternidad, no para darles repúblicas como las griegas,
romana y americana, sino para amontonar escombros de fábricas
monstruosas y para edificar sobre una base gótica un edificio griego al
borde de un cráter (...) 143

Lo que finalmente estructura el discurso de Bolívar es la idea de que la


viabilidad del proyecto de construcción y preservación de la república está
encadenadamente sujeta al despliegue de las luces y de la virtud, las cuales,
inexistentes en los miembros de esa sociedad política, han de estar
representadas por las luces y virtud de una élite moral y racional (y además
cohesionada en torno a las concepciones de Bolívar y no otras, aún también
siendo ilustradas), designada, por efecto de su propia lógica, para representar
también el ejercicio de las prácticas políticas y de la libertad política para las
cuales son ineptos, según el juicio de Bolívar, aquellos habitantes. Por tanto, la
condición ciudadana, que supone dicha participación y ejercicio de esa forma
de libertad, debe quedar suspendida, de acuerdo con ese razonamiento, hasta
que sea posible inculcar virtud y luces en los individuos. En suma, la
construcción política que Bolívar pretende desplegar nominalmente
corresponde a la idea de república, pero no en términos reales, ya que la
república no está dada en ausencia de los valores sustantivos y de los principios
políticos que le son inherentes: la inexistencia de la ciudadanía significa la
inexistencia de la república, ya que no puede haber asociación política sin
asociados, menos aún cuando aquella se define a partir del imperativo de que el
poder político permanezca en manos de sus miembros. Ciertamente, ello
convoca la necesaria (y no contingente) presencia de la virtù, como condición
para la libertad política, a su vez condición para la grandeza cívica. Pero si los
asociados carecen de dicha constitución ética, la forma política desplegable no
podrá corresponderse con la república, sino con algún tipo de dominación en
la cual deba versionarse la forma absolutista, para someter a la comunidad
política a la voluntad de uno (en ese sentido estimo que Bolívar remite a la idea

143
Carta de Bolívar a Santander, San Carlos, 13-6-1821, en: Carrera Damas, 1992, p.192

77
Carolina Guerrero

de “violencia justa”), y donde el fin de lo político sea el virtuoso designio de


realizar la utilidad pública, el interés general y, en fin, el bien común. Sólo en
este último aspecto (el fin de lo político) se guardaría una analogía con la forma
republicana, mientras que el sometimiento de todos a la voluntad y a la razón
ilustrada de uno solo o unos pocos es diametralmente contrario a la naturaleza
de la república, aun cuando dicha subordinación se ejecute en aras de la
búsqueda del bien común y no de la satisfacción particular del gobernante
absoluto, y también a pesar de que la preeminencia de la voluntad de uno o
unos pocos sobre la voluntad de los miembros asociados de la “república”
pretenda hacerse en nombre del espíritu público que esa razón ilustrada de uno
o unos pocos dice interpretar. Como señala Ozouf, el espíritu público queda
sarcásticamente reducido a la opinión más particular144, y creer en la bondad y
racionalidad de la “voz pública” supone haber llegado a definirla, de manera
negativa, como antinomia de la opinión común145.

De todo lo expuesto se desprende, además, el dilema de pretender instaurar


una república clásica en tiempos de la república moderna146. El tipo de moral
republicana que Bolívar exige de sus conciudadanos se fundamenta en el
patetismo cívico que los antiguos observaban hacia sus repúblicas, base, a su
vez, de un tipo de ciudadanía caracterizada por la disposición absoluta al mayor
sacrificio y servicios públicos, heroicidad, y a la difuminación perfecta de la

144
Ozouf cita un texto anónimo publicado por L’Abréviateur universel: “Nous parler d’esprit
public, c’est s’obstiner à donner une dénomination commune aux opinions les plus
hétérogènes”. Agrega la autora: “Condorcet fait remarquer à Turgot l’abîme qui sépare la ‘voix
du public’, éclatée en ‘cent clabauderies’, et la ‘voix publique’ forte de son unité. (Furet y
Ozouf, 1992, p. 165-166)
145
Ozouf advierte sobre al menos dos formas de concebir la opinión común como opinión
pública, expresiva del espíritu público. Por un lado (en perspectiva liberal) puede
comprenderse como el resultado espontáneo de las disidencias, mientras que por otro puede
intentar explicarse como un tipo de opinión cohesionada, producto de la rectificación
autoritaria de las opiniones individuales. Esa opinión finalmente imperante (la correcta, la
adecuada, la única), usurpadora y canceladora de la diversidad de opiniones que cohabitan en
esa abstracción que representa el espíritu público, triunfa al imponerse sobre las opiniones
individuales, corrompidas y degeneradas. Para ello, relata Ozouf que es necesaria la
intervención vigorosa de un educador o de un legislador, que encarne el designio de la
autoridad política. (ver op.cit, p.169)
146
La tensión entre una y otra forma de república la expone Constant en su discurso
pronunciado en 1819 ante L’Athénée Royal de Paris: “De la liberté des anciens comparée a
celle des modernes”. Me extenderé en el punto en el último capítulo del presente trabajo.

78
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

individualidad en la esfera de lo público, ámbito en el cual aquellos hombres


realizaban una vida (la única admisible) definida esencialmente por su
membresía a la polis, a la città, en calidad activa de asociados y nunca de sujetos
pasivos. Si bien en tiempos modernos esta idea clásica, antigua, de virtud
colisiona con el interés de los individuos hacia un mayor despliegue de la
individualidad y la resistencia a renunciar a sí mismos en nombre del “bien
común”, la propia concepción clásica que configura Bolívar entra en crisis
dentro del esquema clásico-antiguo, al invalidar el ejercicio de la ciudadanía, y
restringir a los individuos a la sola encarnación de aquel patetismo cívico (amor
por la patria y, en consecuencia, por sus instituciones jurídico-políticas y sus
magistrados), suspendiéndoles el derecho a la realización de aquella libertad
política, valor sustantivo de la república clásica.

A todo esto se suma la quimera de invocar los principios políticos republicanos


para, en nombre de una abstracción simplemente denominada república,
desplegar una forma de dominación política sustentada en la prudencia de lo
que podría ser catalogado como una aristocracia moral, en cuyo caso el poder
político deja de residir en la civitas o commune al no ser gobernada por las leyes, y
se extingue el sentido de la libertad republicana, dado que la condición de
libertad refiere siempre al status de quien no está sujeto al poder arbitrario de
otro147. La república a la manera de Bolívar, regida por la voluntad de aquella
élite virtuosa (que integran unos pocos, eventualmente hasta uno solo) y no
por la voluntad del universo de ciudadanos, suprime, en adición, la aspiración
de institucionalizar la república, al ésta quedar literalmente atada al dictamen de
la razón ilustrada de uno o unos148, en supresión de la objetivización de la

147
Todo ello remite a la tradición republicana fundada en la idea de libertas que se estructura
en la antigüedad. García-Pelayo la refiere como “la capacidad de tener derechos y la ausencia
de sumisión a cualquier poder extraño que no fuera el de la propia comunidad en cuya
formación de voluntad tomaban parte los ciudadanos” (1968/1991, v.II, p.1089)
148
En ese caso, la realización del bien para la república y sus ciudadanos descansará
únicamente sobre la esperanza de que esa razón ilustrada se conduzca hacia la realización del
bien común y no de su apetencia particular. Ello eliminará la certeza de la asociación política
en torno a que dicha conducción efectivamente realice el cometido ético asumido por esa
aristocracia moral. En términos de formas, todo ello conduce a la abdicación del dominium
politicum creado por la sociedad ante el dominium despoticum impuesto por aquella razón
ilustrada, en tanto la voluntad única desplegable en ese orden político sería legibus soluta y no
precisamente la correspondiente a la propia communa. Sobre dominium politicum y

79
Carolina Guerrero

norma jurídico-política, en cuya conformación, según la tradición republicana,


han de participar las voluntades de los asociados como condición para que el
vivir bajo la ley sea simultáneamente un vivere libero. Voluntades que Bolívar
concibe necesario extinguir por el bien, paradójicamente, de la república.

III- La idea liberal sobre ciudadanía para una república moderna

En esta última parte del presente capítulo, pretendo confrontar la idea de


ciudadanía posible para una república moderna con la idea anteriormente
debatida sobre el tipo de virtud cívica que moldea la racionalidad del
Libertador a efectos de instituir la nueva república. Tanto en perspectiva
clásica-antigua como en perspectiva moderna, la idea de ciudadano está atada a
la idea de libertad, en tanto el ciudadano es aquel individuo libre, miembro, en
calidad de asociado, de determinado (y no cualquier) orden político en el cual
se despliega esa libertad de la cual disfruta. En ambas perspectivas, ese
ciudadano deberá disponer de ciertas condiciones, a fin de ser garante de dicho
orden político y dicha libertad, dado que ambos no son bienes
automáticamente derivables de la sociedad política ni pasivamente perceptibles
por tal individuo, sino que de algún modo exigen una intervención más o
menos activa de éste, para su establecimiento y vigencia. Los grados de tal
intervención difieren entre los antiguos y los modernos; pero en todo caso,
nunca podrían ser inexistentes149. Con base en esa conexión obvia entre
ciudadanía y libertad, la concepción de Bolívar sobre el ciudadano que quiere
construir es incompatible con la idea clásica-antigua de libertad y tanto más
con la idea moderna. Como vimos en la parte anterior, Bolívar se plantea una

despoticum ver la obra de Ptolomeo de Lucca, El gobierno del príncipe. También el Policraticus,
de John de Salisbury, quien despliega la idea sobre el politice rei como el vivir bajo el gobierno
de la ley.
149
Voltaire, Montesquieu y Constant coinciden en la necesidad de mantener cierto grado de
actividad de vigilancia y participación política en lo público, como requisito para asegurar la
libertad individual y la vigencia de un orden político que provee garantías a los derechos de sus
ciudadanos, como veremos más adelante. El punto que quiero anticipar (y que desarrollaré
líneas más adelante) es que si la libertad civil y/o la libertad individual es la más preciada para
el individuo, el ejercicio de la libertad política es una necesidad de la cual no puede abdicar,
porque sólo a través de ella será preservable esa forma de independencia individual y libertad
civil que resulta superior para los modernos.

80
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

construcción moral del ciudadano que tiene en común con la virtud clásica del
ciudadano antiguo aquella idea de consagración absoluta a la república, pero
que a la vez colisiona con los principios políticos de las repúblicas antiguas, al
pretender extinguir la participación de ese ciudadano en los asuntos públicos,
siendo esto la cancelación de la libertad política, esta última evidentemente
sagrada para los antiguos, como nos recuerda Constant:
Le but des anciens était le partage du pouvoir social entre tous les
citoyens d’une même patrie. C’était là qu’ils nommaient liberté 150
(La finalidad de los antiguos consistía en que todos los ciudadanos de
una misma patria fuesen partícipes del poder social. A tal estado
denominaban libertad)
Y si bien esa construcción ciudadana que inaugura conceptualmente Bolívar
para un tipo de república particularmente versionada por la razón ilustrada del
Libertador (es decir, esa forma política que él denomina república, y que
consiste en un orden en el que la mayoría díscola somete su voluntad a la
voluntad de uno o unos pocos muy virtuosos, en cuya prudencia se confía la
realización del interés general y la utilidad pública), si esa idea de ciudadanía es
incompatible con la tradición republicana de los antiguos (aunque con los
antiguos guarde un único rasgo común: apelar a la pasión suprema del amor
por la patria, propulsora de los mayores sacrificios del ciudadano en aras del
bien común), la misma entra en mayor tensión con la reconfiguración que
hacen los modernos sobre tales concepciones. El primer problema va a
revelarse en que, en perspectiva moderna, el tipo de libertad que resulta
relevante para el ciudadano (moderno) es aquel en el cual puede realizar un
mayor despliegue y goce de sus intereses y especulaciones privados. En ese
sentido, la disposición al heroicismo, a la consagración viril y suprema a la
república tiende a menguar en ese ciudadano moderno, para subrayar su mayor
aprecio por un orden político que asegure la realización feliz y pacífica de su
libertad individual, como define Constant:

150
Constant, 1819/1872, p.348

81
Carolina Guerrero

Le but des modernes est la sécurité dans les jouissances privées; et ils
nomment liberté les garanties accordées par les institutions à ces
jouissances151
(Para los modernos el fin consiste en la seguridad para el disfrute
privado; ellos denominan libertad a aquellas garantías establecidas por
las instituciones para tal disfrute)
En cierta forma, y en algunos instantes, Bolívar se revela liberal, al compartir
esta concepción moderna que distingue entre libertad política (entendida como
el ejercicio de las formas de participación ciudadana en el negotium) y libertad
civil152 (centrándose en el disfrute del individuo en aquellos asuntos propios de
la esfera de lo privado) y que a su vez tiende a ponderar una mayor
importancia en el ejercicio de la segunda respecto a la primera. En perspectiva
republicana clásica, tal jerarquización de las formas de libertad sería viciosa,
151
Constant, 1819/1872, p.348
152
Si bien se plantea la distinción entre libertad política y libertad civil, el pensamiento liberal
de finales del siglo XVIII define también la idea de libertad individual, que es a la cual
preponderantemente apelan pensadores como Benjamin Constant. Lo que quiero alertar es
que si bien hay claridad respecto a lo que significa la libertad política, entendida en los
términos relativos a la participación cívica del individuo en su polis o città, se patenta por el
contrario una confusión en las referencias a la libertad civil y la libertad individual. La tendencia
apunta a manejarlas indistintamente, como si se trata de sinónimos, y en realidad ello es
perceptible en el discurso político de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. En esa síntesis
de definiciones, por libertad civil e individual va a entenderse aquella independencia del
individuo que puede desplegar en la esfera de lo privado, a diferencia de la libertad política,
que pertenece al ámbito de lo público. En esa línea, la propensión a referir la libertad civil
como individual apunta a remarcar su adscripción a aquel orden de cosas que sólo compete al
individuo, no a la comunidad política de la cual es miembro, mucho menos al Estado. Grocio,
en Droit de la guerre et de la paix, distingue entre libertad civil y personal, según la primera
corresponde al cuerpo de ciudadanos y la segunda a cada particular (citado en Yanes,
1839/1959, p.93) Uno de los tratadistas que aporta una clara distinción entre las tres formas
de libertad (política, civil e individual), es Francisco Javier Yanes, en el Manual Político del
Venezolano, que se publica en 1839, entendiendo por libertad civil la facultad de hacer todo lo
que no está prohibido por la ley (en cierta recepción de la definición hecha por Montesquieu
sobre la libertad como el derecho de hacer lo que las leyes permitan y no hacer lo que las
leyes impiden; 1755/1995, v.1, lib.XI, cap.III, p.325) y por libertad individual el poder hacer
todo aquello que es indiferente, como hablar y escribir, y que sólo es criminal cuando
constituye un abuso. (1839/1959, p.99ss) Al igual que la tradición republicana, Yanes concibe
la libertad política, como referimos líneas atrás, como la facultad legal del ciudadano para tener
parte en el gobierno, y asimismo distingue entre libertad antigua y libertad moderna, siendo la
primera el ejercicio colectivo de muchas partes de la soberanía, y la segunda la necesidad de
que el poder artificial creado por la constitución no ofenda la independencia individual, en
adición a aquellas garantías del ciudadano para gozar en la vida privada de sus derechos
naturales y de la ventaja de la vida social (1839/1959. p.97-98)

82
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

una corrupción de la moral ciudadana, al no reverenciar lo público de manera


máxima respecto a lo privado. Y a pesar de la tendencia de Bolívar hacia unas
ideas republicanas más conectadas con los antiguos que con los modernos
sobre el objeto que debe concentrar el amor y las preocupaciones de los
ciudadanos (la república siempre por encima de todo, hasta de sí mismos), el
Libertador se atreve a manifestar la idea liberal en torno al valor que tiene para
el ciudadano moderno la libertad civil, en cuya realización consistiría la idea de
felicidad pública como fin de lo político. En su discurso ante el constituyente
de Angostura, al referir las dos mejores constituciones producidas a lo largo de
la historia (la romana entre los antiguos y la británica entre los modernos), el
libertador refiere a “cuanto es sublime en política”, y en ello enumera cinco
elementos: uno de libertad política (la soberanía popular), uno de liberalismo
institucional (la división y equilibrio de los poderes públicos del Estado), y tres
valores sustantivos del liberalismo: “la libertad civil, de conciencia, de
imprenta”153. Seguidamente, estatuye:
Yo os recomiendo esta constitución (la británica) como la más digna
de servir de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a
toda la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza 154
Y agrega en el mismo discurso:
Al pedir la estabilidad de los jueces, la creación de jurados, y un nuevo
código, he pedido al Congreso la garantía de la libertad civil, la más
preciosa, la más justa, la más necesaria, en una palabra, la única libertad, pues
sin ella las demás son nulas155
Encuentro coincidencia con la concepción liberal expuesta por Benjamin
Constant respecto a la idea de que la libertad civil es la única libertad, incluso
por encima de la libertad política, lo cual es expresivo de la comprensión de
Bolívar sobre el tipo de valores que resultan sustantivos para un ciudadano
moderno, para una república moderna y para la idea moderna sobre la libertad.
Escuchemos a Constant, y comparemos;

153
Justamente Voltaire, en su Diccionario filosófico (1764), expone la idea de libertad
exactamente como el ejercicio de la libertad de imprenta y de la libertad de pensar.
154
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.221 (el destacado es mío)
155
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.230 (el destacado es mío)

83
Carolina Guerrero

(La liberté individuelle), en effet, est le but de toute association


humaine; sur elle s’appuie la morale publique et privée: sur elle
reposent les calculs de l’industrie; sans elle il n’y a pour les hommes ni
paix, ni dignité, ni bonheur156
(La libertad individual, en efecto, es el fin de toda asociación humana;
sobre ella se apoya la moral pública y privada: sobre ella reposan los
cálculos de la industria; sin ella los hombres no dispondrían de paz,
dignidad, felicidad ni fortuna)
Bolívar reafirma aquella idea en su discurso ante el constituyente de Bolivia en
1826, ante el cual, por cierto, presenta un proyecto de constitución que difiere
sustantivamente del expuesto en 1819 en Angostura, al proponer unas bases
jurídico-políticas que si bien tienden a moderar la forma republicana a través
de formas políticas aristocráticas e incluso monárquico-constitucionales, no
necesariamente cancela la libertad política y, en adición, esboza el despliegue de
unas prácticas políticas más cónsonas con el disfrute de la libertad civil, como
discutiremos en los capítulos 3 y 4. Expresa el Libertador:
Se han establecido las garantías más perfectas: la libertad civil es la
verdadera libertad; las demás son nominales, o de poca influencia con
respecto a los ciudadanos. Se ha garantizado la seguridad personal, que
es el fin de la sociedad, y de la cual emanan las demás 157
Si bien se identifica esta contradicción en Bolívar entre su exigencia virtuosa
sobre la consagración absoluta del individuo a la república (cónsona con el
sentido de la moral de los antiguos) y luego la exposición que conduce a una
idea de felicidad vinculada más con el disfrute de un tipo de libertad que no es
compatible con aquella demanda de consagración a lo público sino con un
mayor disfrute en la esfera de lo privado e incluso de lo individual (acorde con
la actualización del sentido de la moral que hacen los modernos, pero que en

156
Constant, 1818/1872, p.146
157
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.369. Un argumento análogo había delineado Constant
años antes, sobre lo sustantivo de la libertad de la que disfruta el individuo en el campo de lo
privado frente a las demás formas de libertad: “L’indépendance individuelle est le premier
besoin des modernes; en conséquence, il ne faut jamais leur en demander le sacrifice pour
établir la liberté politique” (1819/1872, v.II, p.281) “La liberté individuelle, voilà la véritable
liberté moderne” (ibidem, p.285)

84
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

perspectiva clásica sugiere más bien la corrupción de la moral cívica, la


degeneración de la condición ciudadana y la perversión del sentido de lo
político), en una u otra perspectiva se mantiene aún la idea de que es necesaria
determinada construcción cívica en los individuos miembros de la república, a
fin de hacer posible la existencia y permanencia del orden político. A diferencia
de las demandas del republicanismo clásico sobre aquella idea de virtud
expuesta en la parte precedente de este capítulo, las condiciones concebidas
por los modernos intentan la conciliación entre la permanencia de algún vínculo
afectivo-patético entre los individuos y su república, un mayor despliegue de
los intereses y preferencias individuales, pero sobre todo la capacidad de los
individuos de gobernarse a sí mismos. Esta última noción, en torno al
autogobierno, se supone imprescindible para el despliegue del orden liberal, bajo
la premisa de que las ocasiones para la invasión de la independencia del
individuo por parte de la autoridad pública serán menores si la sociedad (civil)
puede ser creadora de su propio orden, a partir de la condición ética y política
de sus miembros como garantes de dicho orden. Es en este punto en el cual se
llega a la necesidad de proponer la distinción entre ciudadanos activos y
pasivos, siendo los primeros aquellos que pueden vincular la existencia de sus
intereses particulares con la realización del interés general del orden político
que desea preservar (en este caso, la república), y los segundos aquellos que
careciendo de intereses particulares susceptibles de ser protegidos y asegurados
a través del orden político del cual son miembros, no identifican las ventajas de
dicho orden y por tanto no participan del interés general en torno a su
existencia y permanencia. Bolívar coincide con el pensamiento liberal respecto
a la necesidad de que el individuo perciba su interés particular máximo en el
interés general de mantener y defender el orden político, del cual serán
subsidiarios sus demás intereses particulares. Por ejemplo, lo expresa mediante
su preocupación ante la ausencia del interés particular que despliega
determinado cuerpo (los clérigos, en este caso) frente a la existencia de la
república; la presencia de un interés semejante derivaría en la participación y
mejores esfuerzos de tal corporación hacia la preservación de ese interés
general centrado en el sostenimiento del edificio republicano:
Estos ciudadanos (los clérigos) no tienen en la república aspiración
alguna. Nosotros al fin podemos ser generales, ministros de la alta

85
Carolina Guerrero

corte, congresales, pero ellos sólo curas. ¿No sería conveniente que
Vd. nombrase algunos canónigos para estimular sus pretensiones? (...)
Si logramos hacer decidir a todos los clérigos tendremos más fuerza
moral y por supuesto más fuerza física 158
A lo que quiero llegar es a la constatación política de que el ciudadano de la
república moderna participará del interés de sostener dicha república si y sólo
si él mismo es portador de intereses particulares que exijan la existencia y
permanencia de determinado marco político que garantice la posibilidad para el
despliegue pacífico y seguro de tales intereses. Individuos carentes de ellos, no
participan de estas ventajas que emanan del orden político, y por tanto
verificarán su indiferencia ante el destino, gloria o derrumbe de la república.
En esta perspectiva impera la lógica egoísta, a partir de la cual el deseo
individual de realizar intereses igualmente individuales promueve el interés
general de mantener la vigencia del orden político, e incluso promueve la
prosperidad pública de modo indirecto y quizás involuntario. Ello sella lo que
Natalio Botana ha descrito como el tránsito de la república de la virtud a la
república del interés, fundándose esta última en cierta idea que se perfila
agudamente a lo largo de la Ilustración escocesa, cuya resonancia se hace
expresiva el siguiente argumento de Adam Smith:
No es la benevolencia del hombre la que genera el bien, sino la
consideración de su propio interés. No es invocable el sentimiento
humanitario sino el egoísmo; no hablamos de necesidades comunes,
sino de ventajas particulares 159
De todo ello tenemos, de momento, dos premisas. Primero, que el interés
general se funda, de acuerdo con la perspectiva moderna, sobre la base de los
intereses particulares, que requieren de un orden político determinado (en este

158
Carta de Bolívar a Santander, Bogotá, 7-5-1820, en Cartas, 1988, v.2. Como consecuencia
de esta inquietud claramente asociada con la utilidad pública, el constituyente de 1821 otorga
a los clérigos el derecho a participar del senado . La constitución de 1819 establecía que los
obispos eran miembros honorarios de aquel senado vitalicio (Título 6, Sección 3ª, Art.7)
159
La cita la hace Botana (1984, p.55), y forma parte de la argumentación desplegada por
Smith en The wealth of nations (1776) que particularmente impacta en el pensamiento
político, es decir, en el liberalismo de Benjamin Constant. Al respecto, puntualiza Fontana:
“Most of what he (Constant) wrote throughout his life remained closer to the historical and
sociological approach of Montesquieu and Adam Smith –the two writers he most admired and
most often cited in his work– than to any form of more abstract analysis” (1991, p.18)

86
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

caso, se pretende que sea la república) para poder desplegarse dentro de un


marco de sosiego y de seguridad. Segundo, que es necesario, primero, que los
individuos posean intereses particulares a fin de poder erigirse –como
consecuencia del deseo egoísta de realizar dichos intereses– en garantes de tal
orden político (orden perceptible en una asociación política que, además de
libre, es pacífica) y, por tanto, garantes de la permanencia de la república. Dice
Constant al respecto:
Voulez-vous être sûr qu’un peuple sera paisible? Dites-lui sur ses
intérêts tout ce que vous pouvez lui dire. Plus il en saura, plus il jugera
sainement et avec calme. Il s’effraie de ce qu’on lui cache, et il s’irrite
de son effroi 160
(¿Se desea tener seguridad de que un pueblo será pacífico? Ilústresele
todo cuanto sea posible acerca de sus intereses. En tanto más los
conozca, sus juicios serán más prudentes y moderados. Un pueblo
teme aquello que se le oculta, y su temor lo irrita)
Si bien el interés sobre el cual se fundaban las repúblicas de la antigüedad era
algo externo al individuo e inherente a esa creación abstracta en la cual
consistía no sólo la república políticamente realizable sino la idea de bien común
como aquello en cuya búsqueda y realización debían ser convocadas todas las
energías de los ciudadanos, el interés moderno que permitiría conciliar a
diferentes individuos con diversos intereses en un sentido compartido sobre el
fin de lo político viene a estar fundado de manera específica en la propiedad161.
La idea a partir de la cual se vincula la condición de propietario con la
condición de ciudadano (moderno) es la que deduce que el individuo tendrá
interés en la existencia y permanencia de la república si particularmente él
posee una suma de intereses que requieren, necesitan de los bienes emanados
por dicha república (orden político, libertad y garantías) para su propia
realización. Al ser propietario162, de alguna manera se convierte en custodio de

160
Constant, 1818, 1872, cap.IX, p.78
161
Por ello, vale alertar, la propiedad está revestida de un mayor carácter político que
meramente económico; es en ese sentido que nos referimos al liberalismo del período que nos
ocupa como liberalismo a secas, sin la “coletilla” posteriormente adquirida de liberalismo
económico.
162
En el pensamiento liberal, la propiedad no es aquello que se posee (es decir, no es una
cosa), sino que consiste en un derecho. El Código Napoleón la define como el derecho de

87
Carolina Guerrero

la permanencia de la república, con un celo análogo al que emplearía en la


vigilancia y defensa de sus propias posesiones. La ausencia del interés que es
correspondiente a la condición de propietario deriva, inexorablemente, en la
pérdida de interés por la república, como lamenta Bolívar ante el constituyente
de Ocaña, en 1828:
Destruida la seguridad y el reposo, únicos anhelos del pueblo, ha sido
imposible a la agricultura conservarse siquiera en el deplorable estado
en que se hallaba. Su ruina ha cooperado a la de otras especies de
industria (...) y en algunos cantones los ciudadanos han recobrado su
independencia primitiva, porque perdidos sus goces nada los liga a la
sociedad, y aun se convierten en sus enemigos. El comercio exterior ha seguido
la misma escala que la industria del país (...) Y ¿qué comercio habrá sin
cambios y sin provecho?163
En esa línea de pensamiento, según la cual el individuo se vincula con la
sociedad política de la cual forma parte sólo cuando detecta en ella la
realización potencial de un tipo de interés que le es propio, particular, Roscio
evoca la siguiente metáfora, en la que establece la analogía entre la creación de
la república y la formación de “compañías en que cada socio pone por capitales
aquellas virtudes intelectuales y corporales, que sirven de materia al contrato
social”. Para el filósofo, tanto en las sociedades políticas como en las
sociedades mercantiles:
(...) entra el hombre con su industria y hacienda para adelantarla y
enriquecerse más con las ganancias. Por este solo fin es que al incorporarse
en esta compañía, renuncia aquella ilimitada libertad con que antes
disponía de lo suyo (...) Los pactos de esta unión son las leyes
constitucionales de la compañía (...) Para el bien común, se
comprometieron los hombres a vivir reunidos en varias

disfrutar y disponer de las cosas de la forma más absoluta, siempre que no se haga un uso
prohibido por las leyes o reglamentos (Lib.II, Título II, Art.544; ed. 2000, p.208) López
Michelsen refiere el Código Civil Napoleón como una obra destinada a garantizar el derecho de
propiedad como libertad absoluta, según la cual para el Estado es indiferente el uso social o
antisocial que se haga de ella (1983, p.24)
163
Bolívar: Mensaje a la Convención Nacional de Ocaña (29-2-1828) Monte Ávila. Caracas,
1990. p.95-96

88
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

demarcaciones: por la prosperidad de todos convinieron en la erección


de un gobierno (...y) autorizar ejecutores de su voluntad general164
En ese sentido, la condición individual de propietario trasciende el ámbito de
lo privado para significar en la construcción republicana moderna la condición
de ciudadano que se entendía necesaria en los miembros de la república, a fin
de que en su adelanto y engrandecimiento particular se generaran la
prosperidad y grandeza de dicha república. Desde esta perspectiva, la vía para
transformar a los individuos en ciudadanos dejaba de plantearse la tarea de
moldear la moral y de instalar la virtud en sentido clásico (lo cual, al interferir
con la independencia moral, suponía la supresión de la libertad individual165 en
sentido moderno), para encaminarse por una vía aparentemente realizable de
convertir a los individuos en propietarios166, de manera que, revestidos de tal
carácter, identificaran en la defensa de la república y del orden político el
resguardo de su derecho de disponer sobre su persona y bienes. Es en ese
sentido que los modernos argumentan en torno a los efectos pacificadores del
comercio, y a las posibilidades de que los ciudadanos propietarios finalmente
se constituyan en los únicos con acceso a la condición de guardianes del orden

164
Roscio, 1821/ 1983, p.80,83,135
165
En 1824 circula en Caracas un panfleto, Ataque de la arbitrariedad a la libertad individual,
firmado por “Varios ciudadanos”, que expone: “En los pueblos verdaderamente libres no hay
delito más escandaloso, ni que menos deba quedar impune, que el atentado á la libertad
individual: ella es el objeto de nuestros afanes y sacrificios, ella el apego de la moral pública y
privada, de ella derivan la industria y el comercio, sin ella no hay paz, no hay dignidad ni dicha
alguna, en fin no hay patria” (p.5)
166
En las ideas políticas de Miranda, por ejemplo, la condición ciudadana está fundada en la
condición de propietario, y la institución constitucional de los censores apunta a verificar si los
habitantes están realizando adecuadamente su espíritu de industria y su prosperidad. En sus
proyectos constitucionales de 1798, 1801 y 1808, perfila que la condición ciudadana la
disfrutan aquellos individuos nacidos o establecidos en el país, pertenecientes a cualquier
casta, mayores de 21 años, que hayan jurado fidelidad a la nueva forma de gobierno,
poseedores de determinada renta anual, hijos de padre y madre libres, que no ejerzan
servidumbre doméstica, y no hayan sufrido pena infamante. A fin de asegurar la conformación
de la ciudadanía (es decir, establecer la condición de propietarios en individuos desposeídos),
Miranda propone no aplicar el requisito de renta anual a los indios por determinado tiempo, y
además asegurar que el Estado les suministre determinadas porciones de tierra, de manera de
que los indios puedan convertirse en ciudadanos propietarios con espíritu de industria, al
invocar sus formas de producción (o de cultivo) ancestrales, con las cuales asegurar la referida
disponibilidad de rentas e independencia individual. Sobre los proyectos constitucionales del
precursor, ver Miranda: la aventura de la libertad. Caracas, Monte Ávila, 1991, y Grases
(comp.), 1988, p.43-53

89
Carolina Guerrero

político del cual forman parte167. Cuando Bolívar plantea en 1819 la división de
los ciudadanos en activos y pasivos, expresa que su propósito es “excitar la
prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el
trabajo y el saber. Estimulando estos dos resortes de la sociedad, se alcanza lo
más difícil entre los hombres: hacerlos honrados y felices”168. Paralelamente, en
esa concepción moderna sobre la república se piensa la libertad civil e
individual como bienes que han de ser disfrutados por todos los ciudadanos
(activos y pasivos), en tanto la libertad política (comprendida como la
participación que realizan los individuos en la determinación de los destinos
públicos) queda reservada a esos ciudadanos activos169, dado que son quienes
participan en calidad de miembro activo de esa sociedad política con el mismo
interés que el de un accionista dentro de una sociedad comercial.

Respecto a esto último, destaca Noria que “la sociedad comercial aparece
como el locus más propicio para que los sujetos de la modernidad –al decir de

167
Simón Rodríguez teoriza sobre la idea de propiedad del hombre sobre sí mismo, conducente
a la idea de libertad individual y la negación legítima de la dominación arbitraria. A partir de
esa premisa, desarrolla la idea de propiedad del hombre sobre su industria, lo cual, a su vez,
sugiere que la naturaleza del hombre en sociedad es poseer espíritu de industria y desplegarlo
efectivamente. De ese argumento continúa hacia la idea de que la propiedad existe en el
estado social por consentimiento de todos, y de ello concluye que la voluntad de uno excita la
voluntad de otro sólo por utilidad de ambos (ver Rodríguez, 1840, en 1988, v.2, p.117). En ese
sentido, la república supondría la coexistencia de intereses diversos que logran configurar un
interés común en torno a la existencia y permanencia de la república, tras el reconocimiento de
los individuos que la integran sobre la utilidad (común) inherente a dicha asociación política.
168
Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.230
169
La constitución de 1819 establece que ciudadano activo es “el que goza el derecho de
sufragio y ejerce por medio de él la soberanía nacional, nombrando sus representantes” (Título
3º, Sección I, Art.2) El pasivo, según el artículo 3, goza de la protección de la ley sin tener
parte en su formación. El artículo 5 incluye, entre los requisitos para disfrutar de la condición
de ciudadano activo, una propiedad raíz de valor de 500 pesos, o algún grado o aprobación
pública en una ciencia o arte liberal o mecánica, o grado militar vivo y efectivo, o algún
empleo con renta de 300 pesos por año. La constitución de 1821 elimina la distinción entre
ciudadanos activos y pasivos, pero conserva los requisitos en torno a la condición propietaria:
para ser sufragante parroquial es necesario ser dueño de una propiedad raíz que alcance al
valor libre de 100 pesos, o ejercitar algún oficio, profesión, comercio o industria útil con casa o
taller abierto sin dependencia de otro en clase de jornalero o sirviente (Tit.3º, Sección I,
Art.15.4), mientras que para ser elector se requiere ser dueño de una propiedad raíz que
alcance al valor libre de 500 pesos, o gozar de algún empleo de 300 pesos anual, o ser
usufructuario de bienes que produzcan una renta de 300 pesos anuales, o profesar alguna
ciencia, o tener un grado científico. (Tit.3º, Sección I, Art.21.4)

90
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Sieyès– realicen leurs travaux habituels et de leur industrie privée“170. Este sentido de
la sociedad comercial (que sugiere la edificación de un orden que, con base en
el principio moderno de división del trabajo, permite a los ciudadanos la
disponibilidad del ocio político necesario para realizar sus intereses privados,
todo lo cual deriva a su vez en la teoría y práctica de la representación) no es el
único invocado en la república moderna, ya que coexiste con la idea
acertadamente esbozada por Roscio. En ese ánimo, anteriormente teoriza
Sieyès:
No todos son ciudadanos activos (…) Todos pueden disfrutar de las
ventajas de la sociedad; pero sólo los que contribuyan con el
establecimiento público son como los verdaderos accionistas de la
gran empresa social. Sólo estos son los verdaderos ciudadanos activos,
los verdaderos miembros de la asociación 171
Además, es en la opulencia del comercio y el espíritu de industria que el
ciudadano moderno ejerce una de sus facultades cívicas, relativa a limitar la
acción de la autoridad pública, siempre tentada, según Constant, a invadir aquel
ámbito que no le es propio, y que pertenece en exclusiva a la individualidad,
privacidad, incluso intimidad del miembro de la asociación política. Junto al
ejercicio de la opinión pública (entendida como el poder de participación
política del ciudadano moderno para incidir responsablemente en el curso de
los asuntos públicos), el comercio constituye un dique ante la arbitrariedad y,
por tanto, una garantía para la permanencia de la libertad en la república
moderna:
J’ai montré que le commerce rend l’action de l’arbitraire sur notre
existence plus vexatoire qu’autrefois, parce que, nos spéculations étant
plus variées, l’arbitraire doit se multiplier pour les atteindre; mais le
commerce rend en même temps l’action de l’arbitraire plus facile à
éluder, parce qu’il change la nature de la propriété, qui devient par ce
changement presque insaisissable (...) Le commerce donne á la
propriété une qualité nouvelle, la circulation: sans circulation, la
propriété n’est qu’un usufruit; l’autorité peut toujours influer sur

170
Omar Noria: La teoría de la representación política del abate Sieyès, 1999, p.153
171
Sieyès, 1789/ 1994, p.199, citado en Noria, op.cit, p.44

91
Carolina Guerrero

l’usufruit, car elle peut enlever la jouissance; mais la circulation met un


obstacle invisible et invincible à cette action du pouvoir social 172
(He manifestado que, debido al comercio, hoy la arbitrariedad es
mucho más vejatoria sobre nuestra existencia que en el pasado. Se
debe a que nuestras especulaciones son hoy mucho más variadas, y la
arbitrariedad debe multiplicarse para poder alcanzarlas. Sin embargo, el
comercio hace que, al mismo tiempo, la arbitrariedad sea mucho más
fácil de eludir, ya que él cambia la naturaleza de la propiedad, la cual,
dada esa mudanza, se hace casi inaccesible (...) El comercio le otorga a
la propiedad una nueva calidad, la circulación: en ausencia de
circulación, la propiedad es sólo usufructo. La autoridad siempre
puede influir sobre el usufructo, dado que puede arrebatar su disfrute;
pero la circulación coloca un obstáculo invisible e invencible a tal
acción del poder social)
Pero si la idea de constituir a los individuos en propietarios como vía de acceso
a la ciudadanía moderna aparentemente era realizable con menor dificultad (y
menor tensión respecto a la idea de libertad) que la construcción ética de
ciudadanos virtuosos a la manera clásica-antigua, subsistía el problema de
cómo desplegar una sociedad comercial no sólo entre individuos no
necesariamente inmersos en el cálculo de la conveniencia y el interés
propietario173, sino además en un territorio escasamente poblado, impactado
además por los efectos de la guerra. En estos términos, más que el sentido
romántico sobre la idea de integración, el propósito político que impulsa la
creación de la unión colombiana está principalmente dado por la necesidad de
disponer de mayor población como requisito básico para aspirar a la grandeza

172
Constant: De l’usurpation, 1815/ 1872, v.II. p.253-254
173
Miguel José Sanz señala: “No basta que un pueblo sea feliz, porque es libre; es necesario
que lo sea también porque es opulento (...) El poder de un pueblo para que le sea útil y le
haga respetable, debe ser proporcional al número y calidad de los individuos que le componen
(...) Es por consiguiente indispensable el profundo conocimiento de la población, de su
aumento progresivo y de los medios de conseguirlo” (1810-1811/1979, p.32)

92
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

de la república174. No obstante, sigue siendo insuficiente, según relata Bolívar


en 1822:
Tenemos dos millones y medio de habitantes derramados en un
dilatado desierto. Una parte es salvaje, otra esclava, los más son
enemigos entre sí y todos viciados por la superstición y el
despotismo175
Poblar el territorio supone además la tarea de hacerlo con individuos que,
primero, sean capaces de percibir las ventajas de la asociación política que les
asegura su condición de hombres libres, y, segundo, tengan la disposición de
excitar un espíritu de industria sobre el cual fundar su condición ciudadana y la
aspiración a la grandeza de la república176. Por tanto, la república no se concibe
meramente como un orden político determinado, sino como una asociación
que, además de ordenada, pretende instalar las condiciones de modernidad y
progreso que permitan expandir las posibilidades de realización de la felicidad
de sus miembros. Tales condiciones remiten a la posibilidad de permitir la útil
174
De acuerdo con el censo de 1811, la población de Venezuela era de 1 millón de habitantes:
200 mil blancos, 340 mil indígenas, 400 mil pardos libres y 60 mil esclavos. (ver Yanes:
Documentos relativos a la vida pública del libertador, ed. 1875, v.II, p.334)
175
Carta de Bolívar a Santander (Ibarra, 23-12-1822), en: Carrera Damas, 1992, p.232-234.
Una preocupación análoga había manifestado De Staël en 1795, cuando frente a una Francia
de 24 millones de habitantes expresa: “¡Cuán necesario es repoblar este país con hombres
ilustres por sus talentos y virtudes!”. Además de aludir al problema cualitativo de la
constitución moral de los individuos, como en efecto también refiere Bolívar, se sumerge en el
problema cuantitativo sobre la población necesaria para la república (1795/1993, p.65-66) Al
respecto, un decreto sobre la promoción de la inmigración de europeos y americanos del norte,
que se promulga en Colombia el 11-6-1823, señala en su considerando: “Que una población
numerosa y proporcionada al territorio de un estado, es el fundamento de su prosperidad y de
su verdadera grandeza, (...) que la fertilidad de su suelo, la salubridad de su clima, las
dilatadas tierras baldías, y las instituciones liberales de la República permiten y exigen una
numerosa inmigración de extranjeros útiles y laboriosos, que haciendo su propia fortuna
aumenten la de esta nación (...)” (Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, 1961) En
dicho decreto, además, es perceptible el lenguaje de la sociedad comercial, que concibe la
grandeza pública con base en la realización de la utilidad individual del ciudadano moderno.
176
Un artículo escrito por James Mill con base en apuntes e informes de Miranda y consultas al
precursor, publicado en The Edimburgh Review en enero de 1809, destacaba las ventajas que
derivarían de una nación libre conformada por los dominios españoles de América, cuya
población se calculaba entre 16 millones y 20 millones de habitantes: “Debe ser considerada
entonces (...) la obra que 20 millones de personas, una población tan numerosa como la de la
vieja Francia, en un país de tan vasta extensión y feracidad, están destinados a realizar –tanto
en el campo de la industria como en el de las armas– una vez que les sea otorgada la gracia
de contar con los omnipotentes estímulos de un buen gobierno”, en Miranda: la aventura de la
libertad, 1991, p.192

93
Carolina Guerrero

circulación del comercio referida por Constant. Ker Porter lo expresa del
siguiente modo en su Diario:
A menos que se envíen millares de colonos extranjeros para hacer el
trabajo de los nativos y abrir camino hacia la prosperidad futura
mediante cultivos de todas clases, construyendo carreteras, puentes y
otras obras públicas –incluso la educación del país; a menos que algún
medio más fácil de comunicación terrestre y acuática interna se adapte
al transporte de los productos, los nativos, o quien sea, pueden seguir
en su indolencia y egoísmo por una parte y el especulador en su casa,
por la otra177
Bolívar ya había teorizado con relación a la derivación benéfica de la
inmigración europea y americana septentrional, a efectos de intentar expandir,
con base en ella, el espíritu de industria que caracterizaba a sus respectivas
sociedades, y que era necesario en los futuros ciudadanos de la república que se
proyectaba fundar en la América meridional:
Estos países no pueden prosperar en los primeros cien años: es
menester que pasen dos o tres generaciones. Se debe fomentar la
inmigración de las gentes de Europa y de la América del Norte, para
que se establezcan aquí trayendo sus artes y sus ciencias. Estas
ventajas, un Gobierno independiente, escuelas gratuitas, y los
matrimonios con europeos y angloamericanos, cambiarían todo el
carácter del pueblo y lo harían ilustrado y próspero 178
Y si bien la reconfiguración de la virtud republicana que hacen los modernos
exime al individuo del deber cívico de consagrar su existencia a la república, y
si todo ello se vinculaba entre los antiguos con la idea de virtud como principio

177
Ker Porter, 1842 / 1997, p.70. Ker Porter por cierto registra un episodio en el que es
elocuente la ausencia de espíritu público para participar, con el sacrificio de algo de la
propiedad individual, en la disposición de una base mínima sobre la cual erigir la creación de
riqueza por parte de individuos aún no propietarios: “A mi llegada me enteré de que 300
llaneros à pied habían hecho su entrada, con el propósito de montarlos en caballos de
particulares. Claro que las personas que poseían los medios solicitados se habían encargado ya
de ocultar sus cuadrúpedos, pues el pueblo al igual que sus jefes tiene poco o ningún
patriotismo, cuando se trata de hacer algún sacrificio directamente relacionado con sus
intereses personales y que les toque el bolsillo o la propiedad”. p.454
178
Bolívar, 1824, en: Gil Fortoul, 1964, p.703

94
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

del gobierno republicano encarnado en el amor del ciudadano por su república,


encontramos que en ausencia de ese sentimentalismo ético, entre los modernos
la conexión entre el ciudadano y su república está dada por dos vías: por el
vínculo afectivo hacia la localidad (lo que no necesariamente se traduce en
amor por la patria, pero puede llegar a transformarse en ello, como se debate
en el capítulo IV del presente trabajo) y especialmente a través de la
propiedad179. Por tanto, la utilidad pública de la propiedad a efectos de realizar
la construcción republicana remitiría a las posibilidades de excitar en los
individuos, primero, la capacidad de ser generadores de su propio orden;
segundo, de fundar el interés general en su interés egoísta, a partir las ventajas
particulares que derivan de la existencia del edificio republicano; tercero,
generar la grandeza de la república con base en la expansión del espíritu de
industria; y establecer las bases para la actualización del sentimiento patriótico,
ya no a partir de la demanda moral de devoción absoluta del individuo por su
república, sino a través de la conciliación, nuevamente, del interés particular
con la constitución de una pasión que, aún reconfigurada, otorgue a la
república una significación más allá de la mera idea sobre una determinada
forma de gobierno180. No obstante, Constant postula la distinción entre la
propiedad raíz y la propiedad industrial, bajo la idea de que si bien ambas son
útiles a efectos de fundar el interés del individuo por el orden político, es
preponderantemente con base en la propiedad raíz que se instalarán los

179
De Staël alertaba que “el gobierno nefasto, el gobierno del crimen, es el poder de los
hombres sin propiedad(...)En América (del Norte) (...) no hay más que propietarios, mientras
que Francia se ve abrumada por un infinito número de hombres que, al no poseer nada, están
por consiguiente ávidos de nuevas posibilidades de desórdenes. Es preciso advertir que un
gobierno republicano compuesto por propietarios está más interesado que ningún gobierno
monárquico en contener a los no propietarios (...) La aristocracia propietaria ha de convenir a
los que poseen, a los que quieren adquirir (...) es por lo tanto más incompatible que cualquier
otra forma de gobierno con la multitud de hombres enemigos del trabajo y del sosiego” (1795/
1993, p.50-51)
180
La idea de que la república es más que forma de gobierno la desarrolla Paine en los
siguientes términos: “Las únicas formas de gobierno son la democrática, la aristocrática, la
monárquica y la que ahora se llama representativa. Lo que se llama República no es una forma
particular de Gobierno (...) RES-PUBLICA, los asuntos públicos, o el bien público; o, traducida
literalmente, la cosa pública. Es una palabra de buen origen que se refiere a lo que debe ser el
carácter y la ocupación del Gobierno; y en este sentido se opone, naturalmente, a la palabra
monarquía, que tiene una significación original indigna. Implica ésta la idea de un poder
arbitrario detentado por un individuo, en cuyo ejercicio es él mismo y no la res-publica el
objetivo (...) Un Gobierno republicano no es otra cosa que un Gobierno establecido y guiado
por el interés público, tanto individual como colectivamente” (1791-1792/1986, p.165-166)

95
Carolina Guerrero

sentimientos de apego del ciudadano por su patria. Los obstáculos encontrados


por la propiedad industrial para la consecución de tales fines residirían, según
Constant, en su condición “portátil”:
La propriété foncière influe sur le caractère et la destinée de l’homme,
par la nature même des soins qu’elle exige (...) Une ferme est une
patrie en diminutif (...) Dans la propriété industrielle, rien ne parle à
l’imagination, rien aux souvenirs, rien à la partie morale de l’homme
(...) Les améliorations à la propriété territoriale ne peuvent se séparer
du sol qui les reçoit, et dont elles deviennent partie. La propriété
industrielle n’est pas susceptible d’amélioration, mais d’accroissement,
et cet accroissement peut se transporter á volonté (...) La propriété
foncière enchaîne l’homme au pays qu’il habite, entoure les
déplacements d’obstacles, crée un patriotisme par l’intérêt. L’industrie
rend tous les pays à peu près égaux, facilite les déplacements, sépare
l’intérêt d’avec le patriotisme (...) Sans doute la propriété industrielle a
de grands avantages. L’industrie et le commerce ont crée pour la
liberté un nouveau moyen de défense, le crédit. La propriété foncière
garantie la stabilité des institutions; la propriété industrielle assure
l’indépendance des individus 181
(La propiedad de la tierra influye sobre el carácter y el destino del
hombre, por la naturaleza misma de los cuidados que ella exige (...)
Una hacienda es una patria en diminutivo (...) En la propiedad
industrial, no hay nada que dialogue con la imaginación, con los
recuerdos, con la parte moral del hombre (...) Las mejoras que se
hacen a la propiedad de la tierra no pueden separarse del suelo que las
recibe, del cual pasan a formar parte. La propiedad industrial no es
susceptible de mejoras, sino de aumento, y este aumento puede
transportarse a voluntad (...) La propiedad de la tierra arraiga al
hombre al país que habita, rodea de obstáculos sus eventuales
desplazamientos, crea un patriotismo por el interés. La industria iguala
a todos los países indistintamente, facilita los desplazamientos, separa
el interés del patriotismo (...) Sin duda, la propiedad industrial tiene

181
Constant, 1818 / 1872, v.I, p.57-59

96
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

grandes ventajas. La industria y el comercio han creado para la libertad


un nuevo medio de defensa, el crédito. La propiedad de la tierra
garantiza la estabilidad de las instituciones, mientras que la propiedad
industrial garantiza la independencia de los individuos)
Y si bien ese abstracto arraigo a la patria está vinculado de manera permanente
a la propiedad raíz o territorial, y es sólo contingentemente desplegable por la
propiedad industrial (“La propriété industrielle manque de plusieurs
desavantages de la propriété foncière, et ces avantages sont précisément ceux
dont se compose l’esprit préservateur nécessaire aux associations
politiques”182), Constant admite que la propiedad de tierras está atada a la
disponibilidad limitada de recursos, y que necesariamente en una nación
deberán coexistir diferentes formas de propiedad para alcanzar por diferentes
vías el bien general de mantener un orden político de libertad. El autor
menciona una tercera forma de propiedad (la intelectual), que deriva de la
posesión del saber de una ciencia o arte, la cual puede compartir en mayor o
menor grado la condición portátil de la propiedad industrial, reduciendo,
eventualmente y según el tipo de saber del cual se trate, la posibilidad de
arraigo del individuo con su patria. En todo caso, para Constant, la propiedad
consiste en el patrimonio de los individuos distinguidos en todos los órdenes
de cosas, y ello ineludiblemente fundamenta la condición ciudadana por dos
razones. Primero, porque, según Constant, sólo la propiedad capacita al
individuo para el ejercicio de los derechos políticos, al asegurarle el tiempo
libre que requiere para ilustrarse y llegar a poseer rectitud de juicio. Y segundo,
porque sólo quien posee la renta necesaria (producida indistintamente por la
propiedad territorial, industrial o intelectual) para vivir con independencia de
toda voluntad externa puede ejercer los derechos de ciudadanía183, debido a
que es en esa independencia que se funda la condición de individuo libre.
Otro problema en torno a la constitución ciudadana deriva de la tensión entre
la idea clásica de virtud, como la disposición ética del individuo para intervenir
activamente en el negotium de la polis o la città, y su actualización moderna, como

182
Constant, 1818 / 1872, v.I, p.57. “La propiedad industrial carece de alguna de las ventajas
de la propiedad territorial, que son precisamente aquellas sobre las cuales se funda el espíritu
conservador necesario a todas las asociaciones políticas”
183
Ver Constant, 1818 / 1872, v.I, p.54,60

97
Carolina Guerrero

el deseo del individuo de ser molestado lo menos posible por la esfera de lo


público y de ser apartado mínimamente del goce de sus asuntos privados. La
distinción entre una y otra perspectiva reside en que en la tradición clásica, el
ciudadano debe realizar tal condición en la esfera de lo público, mientras que
en la recepción moderna del republicanismo, el ciudadano quiere limitar las
exigencias de la asociación política sobre su participación en lo público,
buscando realizar una delegación en manos de comisarios o representantes. Tal
es la piedra angular de la representación, y, simultáneamente, el dilema del
liberalismo sobre cómo ponderar el individualismo en el punto exacto en el
que pueda evitarse la disolución del cuerpo social, por efecto de una excesiva
preocupación del ciudadano por lo privado, que a su vez produzca una
inconveniente abstracción suya respecto a los asuntos públicos. Todo estos
supuestos decantan en las siguientes constataciones: uno, que la disposición
moral del ciudadano moderno apunta más a su inmersión en sus
especulaciones privadas y no en los asuntos de la república, lo cual conduce a
la representación; dos, que aún así, es necesario un mínimo de ejercicio de
libertad política por parte de ese ciudadano moderno, al menos como
consecuencia del interés egoísta de asegurar sus libertades civil e individual; y
tres, que, al igual que el orden republicano de los antiguos y luego del
humanismo cívico, el orden liberal sigue exigiendo del ciudadano luces y
talentos, de manera que su contribución a lo público pueda ser excelente y
generar utilidad.
Respecto al primer punto, en la propuesta de Bolívar coexistían dos elementos
contradictorios: por una parte, planteaba la necesidad de que sólo los más
virtuosos realizaran la participación política en la república, pero sin dejar a los
individuos no virtuosos abstraídos de lo público, ya que según su diseño de
ciudadanía era imperativo que el centro de la existencia de los no virtuosos
fuese la república y no sus especulaciones privadas. En perspectiva moderna, la
libertad, como fin de la asociación política, se revela más preciada para el
individuo en tanto el ejercicio de los derechos políticos (libertad en su forma
política) le deje el ocio requerido para dedicarse a sus intereses privados
(libertad en su forma individual). Como explica Constant, de allí surge la
necesidad del sistema representativo, consistente en una organización en la cual
los individuos descargan en sus delegados no sólo lo que ellos no pueden

98
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

hacer, sino también todo aquello que no quieren realizar por sí mismos184. Por
tanto, la concepción de Bolívar en torno al tipo de ciudadanía que quiere
desplegar en su proyecto de república anula una porción importante de la
independencia del individuo y del espacio que, se supone, dispone en una
república moderna para fijar su atención en aquellos asuntos que le resultan
más preciados, es decir, los de la esfera de lo privado.
En cuanto al segundo aspecto, curiosamente es esa asociación política
moderna de ciudadanos privados la que va a exigir, por interés propio, el derecho
de ejercer la libertad política, como garantía de las libertades civil e individual.
En tal sentido, la propuesta de Bolívar sobre cancelar absolutamente la
participación de los no virtuosos en los asuntos públicos es, en perspectiva
moderna, despótica, porque no es posible conciliar la idea de república
constituida, por definición, por individuos libres, si éstos deben someter su
voluntad a la de una élite ilustrada. La vigilancia de ese ciudadano privado
sobre el desempeño de lo público es de su interés particular: Constant señala
que el sistema representativo es un poder contractual que es entregado a cierto
número de hombres por parte de los miembros de la asociación política, los
cuales quieren que sus intereses sean defendidos, y no tienen tiempo para
defenderlos por sí mismos. Pero ese poder no es, como en perspectiva
hobbesiana, la cancelación absoluta de la voluntad de sus comitentes en favor de
la voluntad única del apoderado, sino que, teoriza Constant, los comitentes
“que tienen prudencia” examinan los asuntos cuya administración han
confiado a otros, y juzgan la gestión de sus representantes185. En esa línea, el

184
Ver Constant, 1819 / 1872, v.II, p.288. Sobre la teoría de Sieyès, explica Pasquino que
Sieyès asigna a cada uno un trabajo, al igual que asigna la misma protección legal y el mismo
goce de la misma libertad en su persona y su propiedad. Por ello concluye que es necesaria
una forma de gobierno que no se apoye en el ejercicio de la virtud y de la participación
política. El gobierno ha de ser representativo, o, como denomina Sieyès, gobierno por
comisión. En el poder comitante (atribuido a la totalidad de los ciudadanos activos) se sitúa la
influencia del pueblo sobre los representantes: el pueblo (ciudadanos activos) elige y hace la
delegación del ejercicio de los derechos reales, una autorización que se establece por comisión
o procuración. (ver Pasquino, 1987)
185
En el pensamiento de Constant, la opinión pública es uno de los medios por el cual los
modernos ejercen la ciudadanía y limitan la autoridad pública, como indica Fontana: “Publicity,
the transparency of the actions of public authorities and institutions, was the necessary
precondition for the control that the citizens of free nations must exercise upon the conduct of
government; and accordingly public opinion was the all-powerful, invisible force which, even

99
Carolina Guerrero

ciudadano moderno que recurre al sistema representativo debe ejercer una


vigilancia activa y constante sobre sus apoderados, y reservarse el derecho de
revocar su poder, en caso de que tales representantes hayan abusado del
mismo o lo hayan ejercido mal186.Como se sugiere, lo anterior invoca no sólo
el derecho del ciudadano moderno de vigilar aquel ámbito de lo público cuya
conducción, delegada a los representantes, puede afectar de uno u otro modo a
esa esfera de lo privado tan apreciada por el individuo, sino que principalmente
se sugiere que esta vigilancia activa, sumada a una mínima participación política
manifiesta a través del ejercicio de la opinión pública, es el deber cívico que,
por prescripción ética, de ningún modo puede ser eludido187. Encuentro
coincidencia de tal idea con la concepción humanista cívica, según la cual el ser
libre, en el más individual sentido del término, consistía no sólo en la
independencia y la capacidad de los hombres para valerse por sí mismos, sino
fundamentalmente en no dejarse arrebatar la libertad. Es decir, la constitución
ética de los ciudadanos residía en el deber cívico de ser garantes de su propia
libertad188, por lo que una versión degenerada y corrupta de dicha constitución

before the division of powers and constitutional guarantees, conferred on the authority of
modern states its limited character” (1991, p.81)
186
Ver Constant, 1819 / 1872, v.II, p.288
187
En ese orden, Constant habla sobre la necesidad de que además de la inclinación del
ciudadano moderno por el individualismo, se mantenga lo que el autor denomina un
sentimiento animado de vida política. El razonamiento es el siguiente, y lo desarrolla al analizar
la responsabilidad de los ministros: para Constant, la responsabilidad de castigar los delitos de
los ministros debe alcanzar sobre todo dos fines. Uno, despojar de poder a los ministros
culpables, y dos, alimentar en la nación (mediante la vigilancia de sus representantes, la
publicidad de sus debates y el ejercicio de la libertad de prensa aplicado al análisis de todos los
actos ministeriales) un espíritu de examen, un interés habitual por el mantenimiento de la
constitución del Estado, una participación constante en los asuntos, es decir, un sentimiento
animado de vida política. (ver Constant, 1818, 1872, v.I, p.90)
188
En su famoso discurso de 1819 sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los
modernos, Benjamin Constant explica que los modernos no deben renunciar al ejercicio de la
libertad política en los siguientes términos: si los individuos están absorbidos en el goce de la
independencia privada y en la búsqueda de los intereses particulares, no deben renunciar tan
fácilmente al derecho de participar en el poder político; la autoridad tratará de incitarlos a
concentrarse en su disfrute privado. Pero tales individuos deberán mantener a la autoridad
dentro de sus límites, que se remiten a que ella sea justa. Mientras, los individuos se
encargarán de hacerse felices. Ese disfrute no debe estar separado de las garantías, por lo que
tales individuos no deben renunciar a la libertad política. (ver Constant, 1819, 1872, v.II,
p.289)

100
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

derivaría inefablemente en la pérdida de la libertad189. Es por ello que aún en


aras del disfrute individualista de las más atractivas especulaciones privadas, el
individuo no puede abdicar a cierta participación en lo público, aún en el
marco de la idea de la representación. Fundamentalmente en ello consiste la
demanda ética que hará una república moderna a sus asociados.
Finalmente, sobre el tercer punto, la concepción moderna en torno a la
civilidad y ciudadanía necesarias para hacer posible el orden político liberal
enfrenta el dilema análogo de la concepción republicana clásica, relativo a
cómo producir el giro de la ignorancia y de la inexperiencia política hacia el
establecimiento de luces y virtudes. En las ideas republicanas del renacimiento
florentino se configura la idea de que la corrupción cívica reside en la
indeferencia, inexperiencia e ignorancia de los individuos190. La indiferencia
sería verificables, como expusimos líneas atrás, en la falta de interés del
individuo por los asuntos públicos y en la brecha entre sus intereses
particulares y el interés general de la asociación de hombres políticamente
constituidos de la cual forma parte191. A su vez, la inexperiencia e ignorancia
dan cuenta de los recursos no disponibles por el individuo para hacer un uso
útil de su recta razón, y, como se teorizó en el humanismo cívico, garantizar
que la participación pública del ciudadano –que concilia sus intereses
particulares con el bien general– sea excelente, de manera de derivar en la
conformación de las mejores decisiones para la república y el máximo grado de
grandeza, con base en el ánimo y efectividad del espíritu de industria de cada
individuo192. Entre los pensadores liberales, De Staël previene que “lo

189
La virtud consiste también en no dejarse arrebatar la libertad, en la cual reside el bien de la
asociación política: “Virtues are valuable because they promote the good of the community or
society (...)” (Dagger, 1997, p.14)
190
Ver Maquiavelo, 1513-1520 / 1973: libro I, cap.LV, p.235-241
191
Relata Ker Porter: “Reina aquí una gran apatía, tanto mental como física, que, por
supuesto, se extiende hasta los departamentos del estado, no importan cuán enérgicas en
forma puedan ser las leyes e instituciones de la nación. La causa parece ser la indolencia, la
gran venalidad, la indiferencia, debidas a la envidia personal de algunos y la supuesta
decepción de otros, como ocurre si hay una multitud de sirvientes en una casa mal gobernada.
A nadie le importa hacer nada, ni siquiera su deber más particular. Pero, ninguno pierde la
oportunidad de robarle al gobierno si su situación le proporciona los medios” (1842 / 1997,
p.63)
192
Es el mito de Venecia, donde el ciudadano realiza el interés individual de cultivar sus
propios talentos y espíritu de industria en búsqueda de su propia utilidad, pero con el deber
cívico de propiciar de ese modo la participación excelente en lo público, la independencia y

101
Carolina Guerrero

necesario es, en una nación aún no revolucionada, educar antes de agitar, y en


una nación en la que la revolución se ha hecho demasiado pronto, esforzarse
(...) en acercar por todos los medios las luces a las instituciones”193. Con base
en ese principio, Constant establece que para ejercer la ciudadanía, “il faut
donc une condition de plus que la naissance et l’âge prescrit par la loi. Cette
condition, c’est le loisir indispensable à l’acquisition des lumières, à la rectitude
du jugement”194. En la América Hispánica, la fundación de las luces se entiende
necesaria tanto desde una perspectiva republicana clásica, como desde la
versión que de ella hace Bolívar, como también desde la recepción moderna de
la tradición republicana que hace el liberalismo de finales del XVIII y
comienzos del XIX. Un “observador imparcial”, como Ker Porter, expresa la
siguiente percepción:
La Revista Edimbro, o el señor Brougham puede decir que es un débil y
trillado argumento aducir que tal o tal pueblo ¡todavía no está en
condiciones propias para recibir la bendición de la Libertad! He visto
muchos estados incivilizados y vivido muchos años entre ellos, y he
descubierto que tiene que haber cierto grado de educación (pero más
particularmente moral) dentro de la masa antes de que se le entregue la
libertad o independencia. Si puedo emitir juicio, pese al poco tiempo
que llevo aquí, creo que estos sudamericanos todavía están lejos de ese
momento: ignorantes, fanáticos, con prejuicios, insolentes, orgullosos
y, literalmente, carentes de la cortesía común del salvaje 195
Ahora bien, la estrategia que Bolívar visualiza posible para instalar las luces en
aquellos individuos “pervertidos por las ilusiones del error, y por incentivos
nocivos”, es la prescripción constitucional, como si la elevación del estado
salvaje hacia las luces y el talento pudiese ser prevista y realizada por la

grandeza de la república. Ver: Haitsma Mulier: The myth of Venice and Dutch republican
thought in the seventeenth century y Fink: The classical republicans.
193
De Staël, 1795 / 1993, p.95
194
Ver Constant, 1818 / 1872, v.I, p.54. “Es necesaria otra condición, además del nacimiento y
de la edad legal. Esta condición es el ocio, el tiempo libre indispensable para la adquisición de
las luces y la rectitud de juicio”
195
Ker Porter, 1842 / 1997, p.67

102
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

voluntad del constituyente196. Como observa Castro Leiva, “la Constitución


adquiere, a través de sus instituciones, la capacidad de mover –
ordenadamente– a los destinatarios de la voluntad”197. En carta al general
Carlos Soublette, Bolívar expresa:
(...) hasta hoy nuestra república no cuenta más que con el valor, virtud
y heroísmo de sus ciudadanos (...) (pero) Es necesario ir difundiendo
en nuestro pueblo, aun ignorante (que) (...) el remedio de preservarse
del mal (...) no es otro que la unión (...) Nada omitirá (el enemigo), y si
logra desunir las clases y los intereses desaparecerá el fruto de tantas
acciones heroicas y de tantas virtudes dignas de la libertad, de la
independencia y de la paz 198
A falta de luces, la alternativa pareciera ser, según la concepción del Libertador,
imponer esa idea de unidad e instalar, como discutimos en la parte anterior del
presente capítulo, una moral uniforme, “una opinión moral de toda la
república”199. Ello supone, por una parte, la idea de que la independencia moral
de los individuos es algo que debe ser integrado (a fin de eclipsarla) al proyecto
político de construir la república que impulsa una razón ilustrada; por tanto, lo
relativo a la moral de tales hombres deberá formar parte de aquellos asuntos
regulables por el Estado, a fin de asegurar el orden en ese edificio republicano
que se proyecta erigir. Por otro lado, supone la confirmación, en perspectiva de
esa razón ilustrada, de que la moral y la opinión de los individuos es algo
susceptible de ser uniformado, y que ello representa una acción virtuosa que se
emprende en nombre del bienestar general y la existencia de la república. En
este último sentido, la anulación de todo sentimiento, opinión, preferencia
individuales sería perceptible como deber cívico del ciudadano más virtuoso, ya

196
En ese sentido Bolívar expresa al constituyente de Angostura que “tenéis que construir” a
tales hombres (Bolívar: ...Angostura, 1819 / 1988, p.213) ¿En qué? En individuos políticamente
constituidos, eso es, miembros y garantes de su propio orden político.
197
Castro Leiva, 1984, p.22
198
Bogotá, 22-11-1821, en: Carrera Damas, 1992, v.I, p.208-209
199
Este problema había sido patente en la Francia post-revolucionaria bajo el gobierno del
Directorio. Constant refiere que la admiración por la uniformidad, admiración real en algunos
espíritus limitados y afectada por muchos espíritus serviles, es recibida como dogma religioso
por una multitud de ecos asiduos de toda opinión favorecida. Para Constant, la variedad
significa organización; la uniformidad, mecanismo; la variedad corresponde a la vida, mientras
que la uniformidad a la muerte (1815/ 1872, v.II, p.171-174)

103
Carolina Guerrero

que tal empresa invoca la cancelación del interés individual frente al interés
público. En perspectiva liberal, el transformar la independencia moral del
individuo en algo que deba reglar el poder del Estado, sumado a la pretensión
de uniformar la moral y las opiniones de los ciudadanos suponen una
reconfiguración de la idea de política que entra en evidente contraste con el
proyecto que discursivamente se invoca, el cual se suponía, en teoría, la
actualización de la tradición republicana, como forma política del vivir libre.
En atención a la recepción de aquella tradición republicana que hacen los
modernos (es decir, el liberalismo de finales del siglo XVIII y comienzos del
XIX), el vivir libre tiende a conectarse de un modo más riguroso con la
expansión de la independencia moral del ciudadano, por lo que no es admisible
su sometimiento legal a la arena de lo público. Además, aquella sociedad, aún
siendo díscola e integrada por individuos ignorantes y sin talentos ni
experiencia, de alguna manera configura su propio orden (o desorden) que se
hace resistente a la imposición externa de un orden ideal. Constant señala que
el progreso (incluso el de las luces) no puede ser inducido desde arriba ni por
una autoridad de mayor o menor despotismo ilustrado, ni por un Estado
republicano militante. Para el filósofo, la sociedad civil (e incluso la incivil,
podría añadirse) posee cierta clase de inercia que rechaza y neutraliza toda
transformación que no emane de ella: imperturbablemente ligados a su propia
calma y disfrute, los hombres siempre reaccionan, individual o colectivamente,
contra toda autoridad que elija alterarlos200.
Respecto al sacro recinto que ocupa la independencia moral del individuo
frente a la autoridad pública y también frente a la propia sociedad política que
integra, expone Constant:
Hay una parte de la existencia humana que por necesidad queda
individual e independiente, y que es de derecho fuera de toda
competencia social y legislativa. La autoridad de la sociedad, y por
consecuencia de la legislación, no existen sino de un modo relativo y
limitado: en el punto en que empieza la independencia de la existencia
individual se detiene la autoridad de la legislación, y si se traspasa
aquella línea, se convierte en usurpadora. En la porción de la existencia

200
Ver Fontana, 1991, p.40ss

104
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

humana que debe quedar independiente de la legislación, residen los


derechos individuales, derechos que aquella no debe nunca tocar,
sobre los cuales la sociedad no tiene jurisdicción, derechos en fin que
no puede invadir sin hacerse tan culpable de tiranía como el déspota
que no tiene más títulos que la cuchilla exterminadora.201
La posibilidad de otorgar a tal proyecto un carácter virtuoso, al estar fundado
en la utilidad pública discernida por la razón ilustrada del ciudadano más apto
para la libertad, también es interpretable como una pretensión despótica, en
tanto de acuerdo con la recepción que hacen los modernos de la tradición
republicana no hay virtud en el eclipse del interés de los individuos por parte
del interés de la república, sino la extinción definitiva del vivir libre. Una idea
cercana a esta argumentación la esboza José María Vargas en 1830:
El interés público jamás debe estar en contradicción con el interés
individual en nuestro sistema sino en perfecta armonía con él; (...) todo
interés que con el nombre de nacional pretenda sacrificar los derechos y garantías
individuales, deja de serlo en efecto y se convierte en tiranía 202
Quizás las consistencias y contradicciones que hemos discutido hasta ahora en
torno a las ideas de Bolívar sobre ciudadanía y constitución moral de los
individuos de la república tengan su fundamento en la previsión del Libertador
sobre la realización por fases del proyecto de república, siendo el momento
fundacional el correspondiente al despliegue de la negación de república y, por
tanto la negación de la libertad. Ello es comprensible a la luz de cierta idea que
expone Simón Rodríguez respecto a la necesidad de socializar una población
incivil, de “fundar la razón”, a fin de enseñarla a ser libre203. El punto es que en
ese estado de “minoridad” política y racional que Rodríguez juzga se hallan los
individuos en la América, es “menester hacerles bien sin consultarlos”204, lo
cual quizás entronca con la idea de Bolívar de moldear, desde la regulación
legal del Estado, la moral en la república. Mas uno y otro Simón difieren en

201
Constant/Filangieri, 1836, p.295
202
José María Vargas: Informe de la Sociedad Económica de Amigos del País, Estado de
Venezuela, al secretario del Interior sobre asuntos económicos (Caracas, 20 de febrero de
1830), en Bruni Celli (comp.): José María Vargas: El orden sobre el caos. 1991, p.28
203
Ver Ruth Capriles, 1997, p.172-173
204
Rodríguez, 1842 / 1988, v.2, p.351

105
Carolina Guerrero

que al superar la minoridad, esos individuos puedan ser libres. En perspectiva


de Rodríguez, “no se les puede declarar, sin injusticia, eternamente inhábiles
para la Representación”, pero en la de Bolívar, ni aún después de adquirir luces
y desarrollar talentos estarían aptos para las prácticas republicanas, por efectos
de la “frialdad del amor a la patria” y de la ausencia de la disposición patética –
prescindible para los modernos, suprema para los antiguos– para consagrarse a
la república: “Ni la libertad, ni las leyes, ni la más brillante ilustración nos harán
hombres morigenos, y mucho menos republicanos y verdaderamente patriotas.
Amigo, por nuestras venas no corre sangre sino el vicio mezclado con el miedo
y el error. ¡Qué tales elementos cívicos! Basta de filosofía política”205.

205
Carta de B a Santander (El Rosario, 1-6-1820), en Carrera Damas, 1992, vol.I, p.170

106
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

CAPÍTULO 2
EN TORNO A LA IDEA DE CONSTITUCIÓN

Los siguientes cuatro capítulos centran la impronta de las concepciones


constitucionales de Benjamin Constant en las ideas constitucionales de
Bolívar. Una de las tres instituciones constitucionales propuestas por Bolívar
que analizaré en el capítulo 5, sintetiza una versión de una institución
constitucional, en la cual se amalgama la influencia de algunas tradiciones
políticas y las propuestas de algunos teóricos, entre ellos Constant. Las dos
restantes, en los capítulos 3 y 4, corresponden a la adaptación por parte de
Bolívar de poderes políticos constitucionales propuestos por la teoría
constitucional de Constant. Y antes de abordar tales análisis, comenzaré en el
presente capítulo por discutir la idea de constitución estructurada por Bolívar,
en resonancia o disonancia con la concepción de Constant sobre el tema.
Expondré en este capítulo, uno, la aproximación a la idea de constitución para
la construcción de un orden político-jurídico, y los supuestos político-jurídicos
para la fundamentación constitucional en una república clásica y en una
república moderna, como marco conceptual para el análisis de este problema;
dos, la concepción en las ideas políticas de Benjamin Constant sobre la
constitución como conjunto de garantías políticas en el orden liberal; y tres, las
ideas de Bolívar en torno a la definición, necesidad y fines de la constitución en
la república naciente.

I- Constitución o fundamento jurídico-político de la república


La idea en torno a la constitución en la república conjuga al menos dos
premisas. Por una parte, la necesidad de basar la vida política en una
institucionalidad hasta cierto punto inalterable206, que realice los principios
republicanos en torno a la libertad y la igualdad: se es libre cuando la libertad

206
El relativismo sobre la alteración o no de la constitución estaría sujeto al principio de
libertad de las sociedades políticas para la actualización de su propio marco jurídico-político.

107
Carolina Guerrero

natural está restringida sólo por las leyes en las cuales se ha participado tanto
en su elaboración, aprobación y eventualmente su crítica y revisión, y se
preserva la igualdad de todos los miembros del cuerpo social cuando todos
están sometidos, obligados de igual forma por las mismas leyes, y además han
realizado por derecho una participación igual en dicha creación y dinámica de
las leyes. Por otro lado, se piensa la constitución como la ley fundamental en la
cual la república habrá de fundar, basar, establecer su propia existencia. Es
decir, la constitución nos remite, de momento, a la idea de garantía de los dos
pilares del neorrepublicanismo (o republicanismo moderno): libertad e
igualdad, y además a la idea misma de columna vertebral para ese nuevo
cuerpo político republicano. Es, por tanto, garantía y fundamento.
Esa idea de constitución representa la formalización del inicio y permanencia
de la vida republicana una vez perpetrada la ruptura con el orden precedente
absolutista. La gran frontera entre la estructura política anterior y la que se
anhelaba instaurar era el tipo de voluntad que habría de regir en el orden
político207: para el caso absolutista se trataba de la voluntad de uno (encarnada
en la institución monárquica), mientras que la promesa republicana era fundar
la posibilidad de regir el destino político de ese cuerpo en la voluntad de todos
(expresiva a través de la ley). En ese marco, la constitución formalizaba una
nueva práctica social y política donde toda acción ejecutada en la república
habría de emprenderse en atención a la ley y a través de ella. De ese modo, la
concepción en torno a la ley está sujeta a características específicas: es general-
neutral, racional-objetiva e inviolable, al suponer, como explica García-Pelayo,
un imperativo incondicionado: “Todo se ha de hacer a través de la ley y en
nombre de la ley; rotas las instituciones tradicionales, sólo a través de la ley se
reorganiza una nueva estructura social y política. No es un elemento más de
orden sino que ella misma, y sólo ella, es el orden”208.

207
Quiero nuevamente llamar la atención sobre las convenciones lingüísticas del momento. De
acuerdo con el Diccionario de Autoridades (1737), el orden se vincula con la idea de ley, en
tanto lo define como “regla ó modo que se observa para hacer las cosas”. Asimismo, podemos
asociar la instauración de un nuevo orden político republicano con la idea de “poner en orden”,
definida en el Diccionario como: “Reducir alguna cosa à método y regla; en sentido moral vale
reglar y concordar alguna cosa, para que tenga su debida proporción, forma ó régimen”.
208
Ver García-Pelayo, 1991, p.287

108
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

En esa línea tropezamos nuevamente con los dos preceptos de la constitución


que hemos señalado (garantía y fundamento), dado que además de implicar
universalidad (para los miembros del mismo cuerpo político por igual) y
obligatoriedad de esas normas, involucra también el cimiento sobre el cual se
erige el edificio republicano para esa sociedad política.
Todo ello remite a la idea de pacto social y contrato social que da origen a la
república209, donde la constitución va a vincularse con la sustancia de su vida
política. Si la república fundamenta su existencia en la ley fundamental, la cual,
en adición, es expresiva del pacto social que la origina, la reserva de derechos
que hacen los miembros del cuerpo político frente a la autoridad pública y a la
misma sociedad quizás no se agota completamente en la constitución. De ello
deriva, como veremos líneas más adelante, el debate sobre el alcance de la
norma constitucional hacia cuántos aspectos de la vida política y civil en la
república.
En el caso que nos ocupa, pienso que la intención constitucional en la
república de Colombia para el período analizado se inscribe dentro de la
corriente normativa210: se trata, por una parte, de hacer posible la vida
republicana mediante la “constitucionalización” de la república en sí; de la
posibilidad racional de prescribir el cómo se ha de vivir la política en la
república. Encuentro coincidencias de ese proceso con la argumentación de
García-Pelayo sobre la constitución normativa, en tanto ella se concibe como
“aplicación concreta y sublimizada del concepto de ley”, “de la creencia en la
posibilidad de una planificación de la vida política, de una racionalización del
acaecer político”, y donde tal normatividad apunta a satisfacer la preocupación
en torno a la permanencia de la república sobre la base de un texto

209
En este punto exploraré sólo la idea de convención jurídica en el pacto y el contrato social.
Sus características y tipo de renuncias que demandan de las partes o miembros del cuerpo
político, más las implicaciones de todo ello con los bienes derivados del pacto y la posibilidad
de ejercer la libertad civil e individual, los trato en el último capítulo de este trabajo.
210
Castro Leiva señala que el solo racionalismo normativo, según la clasificación propuesta por
García-Pelayo, no recoge matices como la oposición temática entre sentimentalismo ético y
razón pasiva (1984, p.26) En mi criterio, las constituciones republicanas pensadas por Bolívar
son precisamente (más bien, radicalmente) normativas, al extremar la pretensión de fundar en
la constitución la garantía de un orden que, primero, debía emanar de la sociedad, y, en
adición, el propósito de fundar prácticas políticas con arreglo al texto de la ley, de manera de
cancelar lo imprevisible y fijar la permanencia de la construcción republicana en una regla
objetiva.

109
Carolina Guerrero

constitucional que pueda ser garante de la conservación de dicho proyecto


político: “Sólo donde existe constitución en sentido normativo cabe hablar de
orden y estabilidad políticos” 211.
Si la constitución ha de ser entendida como el fundamento de la república, ello
sugiere que dicha constitución no podrá ser la expresión del orden político,
sino la generadora del mismo. Y toda institución republicana existirá sólo
dentro de esa constitución normativa.
Ahora bien, la intención de regir la vida republicana bajo esa normatividad
constitucional supone, por una parte, la creencia en una racionalidad
legisladora capaz de imprimir racionalidad política en individuos a quienes se
les otorga o impone un nuevo orden político del cual no son creadores (mucho
menos garantes) sino receptores. Por otra, la necesidad de prescribir la forma
en que se ha de llevar la vida política en la república. Argumenta García-Pelayo
sobre la constitución normativa “la creencia en la posibilidad de estructurar la
vida toda (de la república) con arreglo a unas normas predeterminadas y
predeterminadoras”, análoga, además, con la (...) “racionalización y
planificación de la vida estatal que había iniciado el absolutismo”212.
En el caso del republicanismo colombiano, en algunos momentos es expresiva
la intención de reglar no sólo esa vida estatal, sino aquella en ámbitos de lo
individual que incluso colindan con la independencia moral supuestamente
preservable por la propia constitución. Ello toca el centro neural de que una
constitución normativa hasta ese punto entraría en oposición con la libertad
(civil e individual), que por definición circunscribiría la ley fundamental como
una garantía política sustantiva en la república. La dicotomía conduciría al
reconocimiento de que no habrá libertad posible hasta tanto las normas
jurídicas estatuyan la práctica de la política y de la libertad en unos individuos
no necesariamente habituados a ellas. En ese sentido se romperá con el
precepto liberal según el cual los hombres son libres sólo si son garantes de su
propio orden político. En atención a esa línea argumental, la condición de
garante de dicho orden –y, en consecuencia, de la libertad– habrá de confiarse
a esa constitución normativa.

211
Ver García-Pelayo, 1991, p.260
212
Ver García-Pelayo, 1991, p.262

110
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

El otro problema en torno a las posibilidades normativas de la constitución


para fundar el republicanismo en la nueva república está en que esa
constitución podría eventualmente estar en capacidad de normar la vida
política, pero no de inaugurar tradiciones, costumbres, sentimientos, opiniones
y pasiones en los individuos, de manera de configurar en ellos el hábito para la
práctica política planteada. Y no puede hacerlo porque la constitución supone
un orden objetivo permanente que es racional, en contraste con la
irracionalidad de la costumbre. Es decir, la misma normatividad de la
constitución marcaría los límites de su propia latitud de acción, al hacérsele
imposible, por su condición racional, permear el terreno de lo subjetivo, lo
irracional.
La constitución normativa se plantea como una entidad objetiva, deslastrada
del “elemento personal, histórico y socialmente particularizado”, consecuencia
de la “racionalización, objetivación y despersonalización del Estado”213. Mas
veremos en el último capítulo de este trabajo cómo el orden político en la
república pretende cimentarse no sólo en la ley fundamental, sino también (en
algunos momentos, preponderantemente) en el voluntarismo personalista
institucionalizador de Bolívar, lo que deriva en el supuesto de que la norma
constitucional sólo podrá ser efectiva si la antecede el elemento personal del
cual teóricamente ha de carecer dicha constitución por su condición racional y
objetiva. Si bien ninguna autoridad es posible más allá de lo establecido por la
norma jurídico-constitucional, aquella se sobrepondrá a ésta a través de la
invocación del bien público y de la preservación de la república por medios
que se pretenden más útiles para tal fin.
A diferencia de los supuestos sobre la inmutabilidad y racionalidad universal de
la norma constitucional, en el caso que analizamos se logra distinguir entre
inmutabilidad y necesidad de asegurar la permanencia de la norma
constitucional como forma jurídica, admitiendo su posibilidad de reforma, de
actualización. Es decir, se postula la permanencia “eterna” de la constitución
como concepto, y se admite la mutación de su contenido a lo largo de los
tiempos. De hecho, las constituciones colombianas y los proyectos

213
Ver García-Pelayo, 1991, p.262

111
Carolina Guerrero

constitucionales de Bolívar anticipan la necesidad de modificarse en tanto


evolucione la experiencia política republicano-liberal de los ciudadanos.
Implica el reconocimiento de la mutabilidad de la vida histórica de la república
naciente. A la par, no significa que el proyecto constitucional deje de ser
racionalista para en cambio abrazar el historicismo: justamente priva el
voluntarismo hacia la conformación del presente y futuro republicano, lo que
configura una concepción que obviamente niega lo inmutable del orden
precedente: la razón ha de demostrar su capacidad para moldear la historia (no
es historicista, porque intenta moldear una historia discontinua con la
estructura histórica presente: se apela a la reconstrucción de una estructura
histórica pasada: la provista por la tradición republicana, pero en
discontinuidad con la estructura histórica presente, que correspondería con el
orden monárquico español con el cual se ha roto) No obstante, el orden
republicano pasará a constituirse en nuevo orden inmutable; mejorable sólo en
tanto su propia evolución asegure la adopción auténtica de las premisas
republicanas, en individuos no necesariamente penetrables por éstas, al menos
no en los inicios de tal proyecto político.
De acuerdo con una perspectiva sociológica de la constitución, la constitución
no se sustenta sobre una norma trascendente, porque la sociedad posee su
propia “legalidad”, la cual es difícil identificarla en la sociedad colombiana de
entonces, donde la abolición de un orden precedente aún no decantaba en la
implantación estable del orden republicano, pero donde ciertamente subsistían
prácticas políticas enraizadas en el orden anterior (un ejemplo es el intento de
ejercer cierta forma de soberanía local, en reminiscencia política con los
cabildos y municipalidades de “nuestros reinos de ultramar”). Paralelamente, tal
“legalidad” se hace rebelde a la normatividad pura.214
A partir de la perspectiva sociológica expuesta por García-Pelayo, podemos
explicar –para nuestro caso de estudio– que la normatividad no es suficiente
para crear la estructura política en un proyecto de república. Esa estructura será
expresión de “una infraestructura social”, por lo que la posibilidad para la
vigencia de dicha normatividad estará dada en tanto sea expresiva de la realidad

214
Ver García-Pelayo, 1991, p.270

112
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

social subyacente.215 De lo contrario, habrá una constitución real o sociológica


conjuntamente con una jurídico-política. La vigencia de la segunda será
inversamente proporcional a la brecha que la separe de la primera. En todo
caso, ello permite una aproximación a clarificar por qué fracasa el diseño
constitucional a partir del cual se pretende fundar una república que pueda
permanecer en el tiempo y prescribir una vida política republicana en atención
a determinada institucionalidad jurídico-política, que finalmente es rechazada
en mayor o menor medida por el cuerpo social.
Quizás ese fracaso parte del anhelo de fundar una república clásica unitaria en
tiempos modernos, para –una vez asentados los hábitos republicanos en los
individuos– avanzar luego al disfrute de una república liberal donde la
preeminencia de la individualidad no amenazara la pervivencia de la república.
A través de la constitución, la pluralidad de voluntades de la sociedad
(caracterizada ésta por la coexistencia de intereses diversos e incluso
antagónicos) se amalgamaría en la voluntad unitaria de la república.216 El punto
candente reside en el significado que tiene para el republicanismo esa idea de
“voluntad unitaria”: no supone sólo un mínimo de acuerdos para hacer posible
la vida dentro del cuerpo político, sino quizás (remarco el “quizás”, porque no
toda corriente republicana prescribe tal uniformización de las individualidades)
un máximo de renuncias para poder configurar la unidad republicana: de esa
uniformidad en las voluntades de los individuos integrantes, miembros de la
república, depende la voluntad unitaria de esa persona moral que constituye y
encarna la república.
En la Colombia de 1819 a 1830, el primer obstáculo para el despliegue de la
racionalidad objetiva de la constitución está, probablemente, en la confusión,
encrucijada y bifurcación entre las ideas de Estado y de república, en atención
al tipo de cuerpo político al cual ha de servir la constitución y bajo cuáles
supuestos. Lo que quiero indicar es que el proyecto de construir una república
no es automáticamente sinónimo de construcción del Estado, y ello tiene
implicaciones en la concepción constitucional, dirigida teóricamente a otorgar

215
Ver García-Pelayo, 1991, p.271
216
Acá parafraseo la cita que hace García-Pelayo de L. von Stein, donde define la constitución
como “la forma en la que la pluralidad de la voluntad del pueblo se configura en voluntad
unitaria del Estado”. Ver García-Pelayo, 1991, p.272

113
Carolina Guerrero

la fundación jurídico-política del Estado, lo cual puede ser análogo para el caso
de la república, a diferencia de que ella demanda al mismo tiempo una
fundación moral y ética difícil de ser prescrita por la ley fundamental
normativa, como veremos en la idea de Bolívar sobre la constitución. A la vez,
esta perspectiva plantea un deslinde con la idea liberal en torno a la
constitución –como podrá constatarse líneas más adelante al analizar la
concepción propuesta por Constant sobre el tema– dado que en esta línea de
pensamiento se propone exactamente la base jurídica y política del Estado para
el orden y la estabilidad políticos que hagan posible el despliegue de las
garantías ciudadanas, sin que la ley fundamental pretenda prescripción moral
alguna sobre los individuos.
Lo que quiero alertar es que en la distinción entre Estado y república puede
comprenderse por qué la constitución supone una normatividad más rigurosa
cuando aquella está destinada a ofrecer los supuestos jurídicos, políticos y en
adición éticos para la erección de la república, y por qué en el caso de estar
dirigida a la configuración jurídica y política del Estado se orienta más bien a
establecer la institucionalidad que haga posible la vida de la sociedad en
estabilidad y orden político. Para el caso de la república, la asignatura es doble,
en tanto se busca conformar el Estado pero además constitucionalizar la vida
republicana217, en cuyo caso se involucran prescripciones y obligaciones
adicionales para el desarrollo del buen vivir republicano inherente. En el
Estado (a secas), el fin apunta a asegurar la vigencia de un orden jurídico para
el desarrollo de la convivencia, mientras que en la república se persigue el
asegurar la vigencia de un orden ético-político para la realización del bien
común, para la convivencia republicana. Asimismo, mientras el Estado es una
unidad efectiva de poder y de decisión frente a otros Estados, la república
clásicamente concebida es una unicidad efectiva de intereses y de conducción
frente a otras repúblicas y Estados y frente a sus propios miembros o
ciudadanos.
La república debe constituirse simultáneamente como Estado y como
república. La ordenación política de la república demanda la organización del

217
Constitucionalizar la república es fundar la república. Observa Sartori: “La parole
constituzione viene dal latino constitutio, che a sua volta viene dal verbo constituere: instituire,
fondare” (1987, p.11)

114
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

poder, lo que supone la necesidad de conformar la estructura del Estado bajo


determinados supuestos. Es decir, confirma la necesidad de una constitución
para el Estado en esa república, en vista de que como supuesto
preeminentemente ético-político, la república no puede darse sin la existencia
del Estado como supuesto político-jurídico-constitucional.
Lo análogo entre la constitucionalización de la república y la constitución para
el Estado se centra, como se sugiere en el párrafo anterior, en la organización
del poder político: quién lo ejerce, con arreglo a cuáles principios, con qué
métodos y cuáles limitaciones. En lenguaje republicano, ello –que constituye el
Derecho constitucional del Estado moderno– como “síntesis de la tensión
entre la norma y la realidad con la que se enfrenta”218, se traduce en las
condiciones y arreglo para comisión y delegación del ejercicio directo de la
soberanía que en origen pertenece a los miembros de esa asociación ético-
política que entraña la república.
El proyecto de construcción de la república pasa por la necesidad de construir
el Estado, y ambas conformaciones corresponden a proyectos en algunos
aspectos coincidentes (principalmente en los supuestos jurídicos y políticos),
pero que se bifurcan en la intencionalidad exclusiva de la república de
constitucionalizar éticamente la vida en el cuerpo social. Ello, como
analizaremos en la última parte de este capítulo, es patente en las ideas de
Bolívar sobre la constitución.
La elaboración de constituciones obedece a la necesidad de darle forma jurídica
a ese proyecto de república, pero además materializa la intención de asegurar la
prescripción de civilidad republicana en los miembros de este cuerpo social, de
otorgar a ese edificio republicano no sólo la ingeniería y el diseño
arquitectónico para estructurar la operatividad del poder y la funcionalidad de
la institucionalidad estatal, sino también la estructura moral de los hombres que
en adelante habrán de ser parte constitutiva de la vida del Estado, y, por tanto,
agrego yo, de la república, contemplados no en la independencia de su
individualidad primigenia, sino en su membresía a esa república y sus fines,
hacia los cuales habrán de consagrar (éticamente) su existencia.

218
Ver García-Pelayo, 1991, p.249

115
Carolina Guerrero

En tanto todo orden político (organización estatal) y jurídico requiere de


normas jurídico-constitucionales para su establecimiento, es preciso darle a la
república un Derecho constitucional, necesario a su vez para lo que García-
Pelayo refiere como la organización racional del conjunto, dado que la
existencia de la república no sería posible sin la constitución ósea representada
en la conformación del Estado. En estos términos, la república será una
realidad ético-política y también jurídica. García-Pelayo señala que la forma
más segura e intensa de la vida del Estado se alcanza a través de la forma
jurídica, de lo que podemos inferir que ésta no es accesoria en la república
frente a las premisas éticas y políticas; desde la perspectiva de la racionalidad
del Estado, más bien sería jerarquizable por encima de los supuestos éticos y
políticos republicanos.
Los problemas en torno a la constitución van a centrarse en dos aspectos: la
práctica política y la interpretación jurídica. A mi juicio, en ausencia del hábito
para la práctica política republicana (la cual respondía más bien a un proyecto
intelectual concebido por una élite ilustrada, pero no a hábitos, usos y
costumbres instalados en el cuerpo social, que pudiesen ser expresivos de una
tradición y experiencia política), la segunda se concibe como una suerte de
tavola rasa a partir de la cual podría fundarse el propósito de instauración de las
prácticas políticas deseadas: lo jurídico como fundamentación de lo político; la
imposición de determinadas formulaciones jurídicas habría de incidir en la
posibilidad de inaugurar determinadas prácticas políticas. Es decir, encuentro
que la dificultad mayor residía en que la definición explícita del orden jurídico-
constitucional no emergía como expresión obvia, como consecuencia de
prácticas políticas dadas y en atención a ellas. Por el contrario, se teorizaba
sobre el orden jurídico necesario para generar, provocar determinadas prácticas
políticas imprescindibles para la vida signada por el espíritu público, según
prescribe la tradición republicana.
Si bien en teoría la norma constitucional adecuada a la realidad política sugiere
que la vida política ha de signar la directriz, espíritu y contenido de dichas
normas, en el caso que estudiamos se revela lo contrario: el intento de amoldar
una vida política dada, que al momento es inexistente, y cuya generación
pretende ser ocasionada a través de implantación de normas jurídicas precisas,
dirigidas a fundar aquellas prácticas republicanas que se desean, que se

116
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

persiguen como propósito ético de ese proyecto político específico. Es decir, si


teóricamente la norma constitucional ha de ser efecto de determinadas
prácticas políticas, en este caso se buscaba que la primera fuese causa de las
segundas. En tal contexto, la brecha entre la norma constitucional y la
“legalidad”219 de la sociedad de entonces habría de derivar en la dificultad para
la vigencia de la ley fundamental en esa sociedad.
Otro problema reside, según identifico, en la conexión entre sociedad e
interpretación de la norma constitucional, como condición para la actualización
del orden político y jurídico en el Estado. En otros términos, si existe
correlación entre normatividad y aquella “legalidad” propia de la sociedad, la
norma habrá de ser comprensible para esa sociedad. Pero si se da la brecha
entre uno y otro elemento, la sociedad no sólo tenderá a negarse a ser sometida
por la normatividad derivada de la constitución, sino que en realidad estará
dada la imposibilidad más o menos relativa para la comprensión de la norma,
obviamente precedente a la posibilidad de que sea cumplida. Esta mayor o
menor posibilidad para la comprensión de la norma constitucional será
proporcional, a mi entender, al grado de realidad o de abstracción con el cual
esa ley fundamental refleje las prácticas políticas establecidas en ese cuerpo
social. En nuestro objeto de estudio, el orden político que se plantea para la
formulación del orden jurídico (y su consecuente interpretación) responde a
una abstracción teórica, en tanto es un orden ideal, no real, que es propuesto y
que configura un proyecto intelectual concebido por unos pocos (o uno solo)
Por tanto, será fluidamente comprensible por quienes comparten la igualdad de
propósito intelectual, pero ello justamente no integra a la totalidad de los
miembros de dicha asociación republicana.
En adición, esto último cuestiona el necesario carácter público del proyecto
republicano, dado que en este caso, insisto, es resultado de la elaboración
ilustrada de unos pocos. No obstante, existe un artificio argumental que lo
justifica: en perspectiva republicana, la condición pública está dada no
necesariamente por la participación de todos en la erección del proyecto
republicano, sino en el carácter público que encarna dicho proyecto: la
construcción de la república. Bajo esa óptica, es posible que correspondan sólo
219
Tal como señala García-Pelayo en torno a la perspectiva sociológica de la constitución. Vid
supra.

117
Carolina Guerrero

a unos pocos las luces requeridas para teleológicamente proyectar la creación


institucional dirigida a la realización del bien público. Imponer ese proyecto
ilustrado220 a una mayoría ignorante es cumplir el sacrificio cívico de obligarla a
ser libre, tal como prescribe Rousseau221. Mas, como veremos, en la Colombia
de 1819 a 1830 se evoca reiteradamente la idea de que es la voluntad general, la
soberanía nacional la que manda la creación de la república y, por tanto, la
elaboración de su fundamento jurídico constitucional.
Volviendo al punto de la interpretación susceptible de ser hecha por la
sociedad en torno a la constitución, es particularmente perceptible en Bolívar
la preocupación por exponer e interpretar la norma y explicarla a la población.
En esos términos, la elocuencia constitucional de Bolívar está integrada por
dos elementos: el texto jurídico y el discurso que lo precede. Como hombre
político, propone u otorga la norma jurídico-constitucional y anticipa la
interpretación jurídica de la misma. Lo hace con su propuesta constitucional de
Angostura en 1819, y también en Bolivia en 1826, de manera que la
interpretación jurídica única posible a la norma jurídico-política planteada se
revela en los respectivos discursos de exposición de los textos constitucionales.
Justamente es lo que elude el proyecto de constitución presentado por “dos
amigos de Colombia” en 1826, cuya presentación (por escrito) es sucinta,
según los autores, porque el lector sabrá interpretar por sí mismo el texto
constitucional222. Esta postura de “dos colombianos” subraya el intento de
observar algún principio liberal en la propuesta de una nueva ley fundamental
para la república, en tanto es identificable la conexión entre la libertad
individual y el reconocimiento de la libertad de interpretación jurídica, sin que

220
No con poca sorna, señala Vicuña Mackenna sobre la concepción de la constitución
boliviana como proyecto ilustrado de Bolívar, citando a Rey de Castro, secretario de Sucre: “Allí
se encontraba (sobre una hamaca en Chuquisaca, Bolívar) meditando en sosegada calma la
senda más segura que pudieran seguir las sociedades para alcanzar la felicidad á que aspiran”
(1893, p.120)
221
Ver: Du contrat social, Lib.I, Cap.VII. “(...) que quiconque refusera d’obéir à la volonté
génerale y sera contraint par tout le corps: ce qui ne signifie autre chose sinon qu’on le forcera
d’être libre; car telle est la condition qui donnant chaque Citoyen à la Patrie le garantit de toute
dépendance personnelle (...)” p.186
222
Dos amigos de Colombia: Proyecto de Constitución; Cartagena, 1826. En: El pensamiento
constitucional Hispanoamericano hasta 1830, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1961.
Este proyecto, por cierto, integra una cámara de los censores y un poder municipal al igual que
la constitución boliviana, de la cual difiere por eliminar la presidencia vitalicia y proponer un
período presidencial de cuatro años con reelección.

118
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ello suponga el violentar la determinación del Derecho en atención a las


normas de organización que sustentan a las normas de conducta en todo orden
jurídico223.
Respecto a las capacidades concluyentes de la norma constitucional, en la
Colombia de 1819 a 1830 se incorpora la premisa de que la constitución ha de
ser actualizada acorde con los tiempos, pero, muy en especial, según se
verifiquen progresos en el desarrollo humano, es decir, en la construcción
moral del individuo y en la configuración de su espíritu público224. De tal
manera, se admite que la elaboración de la constitución no necesariamente
marcará la conclusión final de la formación del sistema constitucional, por lo
que aún promulgadas las constituciones podrá verificarse la situación
constituyente en la república. Pero a la vez se desliza la ilusión sobre la posible
conclusión final respecto a la moralización de los individuos: la norma
constitucional, que otorga además de las bases jurídicas y políticas para el
orden y estabilidad del Estado, deberá prescribir la extracción de los hombres
de su estado salvaje para elevarlos a la civilidad republicana. Una vez lograda
tal empresa, la actualización de la constitución se dirigirá a hacer más libre el
vivir republicano, dado que una mejor condición moral de sus miembros
mantendrá a la república en el ámbito de la libertad racional sin que pueda
desbordarse hacia la licencia, el tumulto y la consiguiente disolución del cuerpo
social.

223
Sobre esto último, ver García-Pelayo, 1991, p.248
224
La idea de progresos en el desarrollo humano está asociada con la adquisición de
experiencia por parte de los ciudadanos para el ejercicio de la ciudadanía y las prácticas
políticas en el vivir libre, en tanto el tiempo estipulado para revisar la constitución de 1819
coincidía con el tiempo previsto para realizar elecciones a través de colegios electorales y luego
celebrarlas por medio de votaciones directas. La constitución de 1819 establece: “Pasados 10
años, las elecciones se harán inmediatamente por el pueblo, y no por medio de electores”
(Título IV, Sección 2, Art.8), mientras que señala: “Cada 10 años podrá la Cámara de
Representantes proponer la revisión de la Constitución o de alguno de sus títulos o artículos
(...)” (Título X, Art.1). Sobre el tema de la reforma, la constitución de 1821 expresa: “Cuando
ya esté libre toda o la mayor parte de aquel territorio de la República, que hoy está bajo el
poder español, pueda concurrir con sus representantes a perfeccionar el edificio de su felicidad
y después que una práctica de 10 o más años haya descubierto todos los inconvenientes o
ventajas de la presente Constitución, se convocará por el Congreso una gran convención de
Colombia, autorizada para examinarla o reformarla en su totalidad” (Título X, Art.191)

119
Carolina Guerrero

II- Constitución o garantías para el vivir en libertad


En Benjamin Constant encuentro la invocación recurrente a dos factores
sustantivos en torno a la constitución: primero, la preservación de la
organización social; segundo, la protección de las garantías políticas. Pero ello
no sugiere, como veremos, que Constant jerarquice el mantenimiento del
Estado por encima de las garantías políticas, dado que tal preservación la
propone sólo en función de asegurar el disfrute por parte de los individuos de
tales garantías, de manera que ellas y sólo ellas conforman la piedra angular
para el sentido y los fines de la constitución.
La teorización de Constant sobre la idea de constitución se esboza sobre dos
grandes propuestas argumentales: la constitución ha de estar conforme a los
principios preservadores de las asociaciones humanas, y además ha de ser
favorecedora de la libertad225.
La idea de asociación humana se vincula con el cuerpo político originado a
través del pacto, que decanta luego en la institucionalidad jurídico-política del
Estado; es decir, la sugiere Constant como esa configuración artificial (no dada
en el estado de naturaleza) a partir de la cual se constituye un orden destinado a
asegurar el disfrute pacífico de los derechos individuales. Además, encuentro
que el empleo de una locución tan genérica como “asociación humana” o
“sociedades civiles” revela que Constant se plantea ese orden jurídico-político
independientemente de la forma de gobierno establecida (republicana o
monárquica-constitucional, aunque el autor va a argumentar sobre las mayores
ventajas de la segunda), siempre que esté en sujeción permanente a la
condición de permitir esa convivencia pacífica y ese despliegue de derechos y
libertades individuales.
En cuanto a la idea de leyes fundamentales “favorecedoras de la libertad”,
vinculamos esta expresión liberal moderna de Constant con su raíz
republicana226 identificable en el humanismo cívico y el renacimiento
florentino, que enarbolaron la concepción de que las leyes adecuadas a la

225
Constant, 1815/1872, p.III
226
Insisto en la deuda intelectual de las diversas corrientes del pensamiento liberal con las
ideas republicanas, en especial las formuladas a lo largo del humanismo cívico.

120
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

república son sólo las “favorecedoras de la libertad”227. Ello es clave en las


siguientes vertientes: uno, la expresión precisa que la existencia de la ley está
sujeta a un fin determinado: favorecer la libertad, de manera que se define la
libertad como valor sustantivo en la asociación humana, el principio rector en
la misma por encima de cualquier otro valor; dos, corrige los posibles errores
que puedan emerger de la idea de que la libertad en la república consiste en
restringir las libertades sólo en atención a la ley, dado que si las leyes son
injustas, su obligatoria observancia puede derivar en el sostenimiento del
individuo a un régimen despótico228, legitimado por una legalidad no
necesariamente conforme al principio de libertad; tres, se anticipa a limitar la
idea de que basta con la autorización de la mayoría para inmediatamente
establecer una ley: si la misma no es favorecedora de la libertad, seguirá siendo
injusta y no podrá obligar a nadie, aunque esté refrendada por la voluntad
general229; cuatro, la expresión supone la posible dinámica de las leyes, o, lo
que es lo mismo, niega la eventualidad de que ley sea estática: debe
transformarse, ceder a su perfectibilidad, mejorar de manera de poder asegurar
la garantía para la cual está destinada230.
La conexión entre uno y otro elemento evocados por Constant es
trascendente, ineludible, en tanto supone la concepción de que para asegurar el

227
Luego de la construcción de este concepto a lo largo del humanismo cívico y del
republicanismo prevaleciente en las repúblicas italianas del renacimiento, observo que el autor
reproduce insistentemente esta expresión que reitera Maquiavelo, en su Discorsi sopra la prima
decca di Tito Livio (1513-1515)
228
Como teoriza Yanes, “se ha creído que la libertad debía colocarse en las leyes y en su
estricta y rigurosa observancia. (...) Pero si las leyes no se cimentan en la justicia y equidad,
lejos de ser el fundamento de la libertad, ellas serán el apoyo y sostén de la más dura y odiosa
tiranía. (...) Napoleón no violaba, antes bien rigurosamente observaba las leyes que él mismo
hacía, y, sin embargo, su dominación se ha llamado tiránica” (1839/1959, p.95-96)
229
Este planteamiento se conecta con la idea de Constant sobre los límites de la soberanía
popular, la cual va a ser invocada en diversas oportunidades en el debate político colombiano,
en especial por el propio Bolívar, como podemos ver en este trabajo. Refiere Constant: “La
volonté de tout un peuple ne peut rendre juste ce qui est injuste (...) L’assentiment du peuple
ne surait légitimer ce qui est illégitime (…)” (Principes de Politique, 1815/1872, Cap. I, p.15)
230
Maquiavelo distingue entre la reforma de la constitución y la reforma de las leyes; para el
florentino, el legislador prudente que elabora la constitución de la república en cuya base los
demás legisladores van a establecer las leyes, debe tratar de que esa base jurídica fundacional
sea lo más estable posible, aunque ello no implique que no pueda sufrir posteriores
actualizaciones, por lo que Maquiavelo señala que alcanza el mayor grado de felicidad aquella
ciudad que se traza según un ordenamiento jurídico prudente que evita que deba
reorganizarse a sí misma (1513-1520 / 1973, Lib.I, Cap.II, p.133)

121
Carolina Guerrero

goce de la libertad por parte de los individuos es preciso que la “asociación


humana” de la cual forman parte (y en la cual han accedido a entrar,
renunciando a algo de su libertad original para asegurar y proteger su libertad
individual y derechos civiles) exista de manera estable, ya que la primera
garantía de esa libertad es la existencia propia de la asociación humana, del
cuerpo político creado (constituido) para permitir la seguridad en el despliegue
de dicha libertad, entendida por Constant como el más esencial de los derechos
cívicos. Con esa lectura, el autor concibe la constitución como una necesidad
que doblemente apunta a asegurar la libertad de los individuos: lo hace al
permitir y perpetuar la existencia del único cuerpo en el cual es posible el
despliegue seguro y pacífico de la libertad, y también al plantear el sentido de la
constitución como esa institucionalidad jurídico-política fundamental para
favorecerla. Es decir, no sólo se propone como vehículo para la existencia y
continuidad de dicha asociación humana, sino que revela que la misma tiene
sentido si y sólo si configura el marco para garantizar ese derecho civil esencial,
que es la libertad individual. Subraya el autor:
Hace tiempo que he dicho que una Constitución es la garantía de la
libertad de un pueblo, que todo aquello que apunta a la libertad es
constitucional; y lo que no, no será constitucional231
Con esa idea además anticipa la ilegitimidad en la eventual pretensión de incluir
en la ley fundamental alguna norma que pueda atentar en contra de las
garantías civiles, y que termine, en consecuencia, siendo de obligatoria
observación. El planteamiento de Constant indica que una norma sólo podrá
ser considerada como constitucional si ella favorece la libertad. En caso
contrario, ningún texto podría arrogarse la condición de constitucional. Es
sustantivo este señalamiento, porque establece que con el solo hecho de no
apuntar a la libertad, la norma es inconstitucional, de lo que podemos inferir
que aun cuando la norma garantice la preservación de la asociación humana, si
ello se plantea en condiciones no favorecedoras de la libertad, la norma no
puede ser catalogada de constitucional, por más que permita eternizar dicha
asociación. En consecuencia, vemos como el eje gravitacional de la
constitución es, para Constant, la libertad, de manera que la estabilidad y

231
Constant, 1815/1872, p.III

122
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

permanencia de la asociación humana conforma uno de los supuestos jurídico-


políticos de esa constitución sólo por representar el escenario en el cual es
posible asegurar el disfrute de esa libertad. Dicho de otro modo, sería
impensable para Constant que la constitución jerarquizara la preservación del
cuerpo político (del Estado) por encima de la libertad, de lo que se deduce que
en ausencia de la libertad, la asociación humana carece de sentido232. Enfatiza
Constant la necesidad de que las leyes estén:
en un todo acordes con los principios de libertad política, y
mayormente individual, á la que considero como única base
fundamental de las sociedades civiles, y á cuyo establecimiento nos ha
determinado la naturaleza233
En esa tónica es expresiva en las convicciones liberales del autor la
preeminencia del individualismo como sentido tanto de la asociación humana
como de la constitución, lo cual se proyecta en su concepción de la libertad
como eje central de esa estructura política. Pero no puede tratarse de cualquier
forma de libertad, sino específicamente de la libertad individual. Entiende la
libertad política –al igual que vemos en filósofos políticos predecesores como
Voltaire y Montesquieu– como garantía para la libertad individual. En la cita
anterior sublima a esta última como “única base fundamental” de las
sociedades civiles, y, además, un destino para el cual el individuo está
determinado por naturaleza. Sin poder catalogar a Constant de ninguna manera
como iusnaturalista, interpreto esta sentencia como la idea en torno a las únicas
formas posibles de existencia del individuo en sociedad: libre o esclavizado; la
distinción entre uno y otro estado reside, en perspectiva de Constant, en la
posibilidad de realizar la individualidad o de sufrir la suspensión de la misma,
en tanto esa individualidad es sometida a la dominación arbitaria de uno, varios
o incluso la mayoría. En esos términos, podemos conectar la concepción
liberal individualista de Constant con su énfasis sobre fundamentar en la
libertad individual (única vía posible para la expansión individual) el sentido

232
De esta manera el autor evidentemente se opone a la tesis de que en toda asociación
humana lo fundamental sería asegurar la preservación del Estado, aun cuando ello demandase
la limitación o suspensión de la libertad y demás derechos.
233
Constant/Filangieri, 1826/1836, p.7-8

123
Carolina Guerrero

tanto de las asociaciones humanas o sociedades civiles como de la formalidad


jurídico-política que ha de regirlas: la constitución.
Pero si la gran constante en el pensamiento de Constant es insistir, en lo
político, en la necesidad de establecer, fijar y fiscalizar los límites en el ejercicio
de la autoridad pública frente a la libertad individual, en lo constitucional va a
subrayar la necesidad de igualmente comprender los límites de la legislación.
En tal ámbito, la idea de Constant se orienta a reconocer las fronteras de la
legislación en dos sentidos. Por una parte, argumenta que la legislación no
puede constituirse en un todo que encarne las voluntades individuales e
interprete, en nombre de cada individuo, lo que Constant refiere como “ley
natural”, porque tal propósito supondría la anulación de la individualidad; por
tanto, la supresión de la libertad individual. Por otro lado, el filósofo estatuye el
principio jurídico y político según el cual los individuos poseen derechos a
pesar de que los mismos sean mencionados u omitidos por parte de la ley
fundamental. En suma, el instrumento constitucional sólo puede establecer,
según Constant, obligaciones recíprocas que apunten a garantizar y asegurar los
derechos de los individuos, siendo la libertad individual el más esencial de tales
derechos. Y dado que la expansión del individuo es expresión de esa libertad
individual, este supuesto implica que la voluntad, opinión, deseos, preferencias,
incluso intuiciones y demás manifestaciones de la individualidad siempre
habrán de pertenecer al exclusivo dominio del individuo. Por tanto, las
garantías políticas estarán aseguradas por la constitución, y el individuo seguirá
reservándose su derecho e independencia a interpretar lo político e
interpretarse a sí mismo de acuerdo con su propio parecer. Esto se enlaza con
la idea de Constant sobre las “leyes favorecedoras de la libertad”, en tanto
otorga a la opinión pública la facultad de intervenir (participar) en la
posibilidad de mejorar las leyes, por lo que no sería posible que la ley
fundamental encerrara la opinión última en nombre de representados que
habrían de enajenar su propio juicio y posibilidad de opinión. Por tanto,
encontramos la libertad individual como eje gravitacional de la constitucional, y
encontramos también que por encima de la propia constitución estará siempre
la expansión de la individualidad, siempre que ella apunte a favorecer la
libertad individual. En otros términos (y sin que ello se traduzca en el tumulto
de revisiones sucesivas y caóticas, como veremos más adelante), a la

124
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

constitución se superpone la posibilidad nunca agotable de mejorarse, a efectos


de afinar la consecución de su propio fin. Señala el autor:
Si la legislación es una persona moral cuya voluntad representa
siempre todas las voluntades, resulta de ahí que todas las representadas
así dejan de tener existencia particular o peculiar. Si la legislación es la
que interpreta la ley natural, el hombre no puede conocerla sino por
medio de esa legislación, que sin embargo es una cosa convencional y
facticia, y se impone un silencio eterno al sentimiento interior que su
misma naturaleza le había dado por guía. Si la legislación es la que fija
los derechos de cada individuo, estos no tienen otros que los que
aquella se digne a dejarles (...) La legislación según Filangieri, así como
la sociedad según Rousseau, sería un poder ilimitado y despótico, en
cuyo provecho se enajenarían todos los seres individuales.234
La cita es relevante en tanto se opone a propuestas que, aún en búsqueda de
diseñar un marco político que garantice la libertad de los individuos y en
consecuencia la preeminencia de un gobierno libre, pueden conducir, a juicio
de Constant, a la enajenación de la voluntad individual y el extravío del
individuo en la inmensidad de una persona moral que lo representa, pero a la
vez lo anula. En perspectiva de Constant, la ecuación jurídico-política debe
incluir no sólo el principio de legislación en búsqueda de asegurar la presencia
de un gobierno libre, sino la persistencia de la individualidad, además de la
existencia de los derechos y libertades del individuo aun cuando algunos de
ellos puedan ser obviados por el texto de la constitución.
Otro ángulo del mismo problema consiste, para Constant, en la pretensión de
que la constitución deba normar sobre todo aspecto de la vida política y social,
lo cual produciría mayores dificultades que utilidad al disponer de un marco
jurídico-político complicado que pueda incluso entorpecer la protección de las
garantías políticas y, en general, el funcionamiento del Estado. La idea de
Constant sobre la constitución se enfoca en el suministro de unas líneas básicas
inviolables para la definición de los poderes públicos, necesarios para la
existencia útil de la asociación humana, sus contrapesos y límites
infranqueables, y la enunciación de los derechos generales de los individuos

234
Constant/Filangieri, 1826/1836, p.291

125
Carolina Guerrero

para cuya consagración está establecida esa carta fundamental. Los


lineamientos provistos por Constant son generales, de manera de evitar lo que
podría entenderse como especificidad constitucional o intento de normar todo
detalle de la vida en la asociación humana a través de la constitución. En
perspectiva de Constant, someter tal naturaleza de detalles al texto
constitucional consistiría en imponer una forma de legal de constreñimiento
contra la expansión de la individualidad, que además sería inoperante para el
funcionamiento estatal. Señala el tratadista:
que extender una constitución a todo es establecer todos los peligros
contra ella, cercándola de escollos: que ella plantea las grandes bases,
las cuales ninguna autoridad nacional podrá alterar; y que la reunión de
esas autoridades podrá realizar todo aquello que no sea contrario a
tales bases235
No obstante la inalterabilidad de esas “grandes bases” argumentada por el
autor, ello no supone una contradicción con la postura de Constant en contra
de la eventual condición estática de las leyes. Es decir, las grandes bases no
pueden ser modificadas, porque ellas han sido pensadas como la formalización
institucional dirigida a materializar la seguridad de los derechos del individuo y
las garantías políticas. Pero, simultáneamente, ellas pueden ser perfeccionadas
o afinadas, si su mejora no se desvía del objetivo para el cual fueron
establecidas. Por ello explica:
No es menos útil y razonable el dejar a los poderes constituidos la
facultad de perfeccionar el acta que determina sus atribuciones y que
fija sus relaciones recíprocas236
Quiero llamar la atención sobre el pensamiento de Constant sobre las
posibilidades de promover moral, luces e industria a través de la constitución
como motor de los mismos. Creo que la idea dominante sobre el impulso de
tales aspectos a través de la legislación se configura en torno a la propuesta de
Rousseau: “Celui qui ose entreprendre d’instituer un peuple doit se sentir en
état de changer, pour ainsi dire, la nature humaine (...) d’altérer la constitution

235
Constant, 1815/1872, p.III
236
Constant, 1815/1872, p.III

126
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

de l’homme pour la renforcer”237, la cual sugiere que la creación del legislador


puede tener el magno poder de transformar nada menos que la naturaleza
humana; por tanto, sería posible moldear moralmente a los hombres mediante
la legislación. Ese supuesto es reinterpretado por otros autores, entre ellos
Filangieri, como el deber del Estado de promover la moral, las luces y la
industria por medio de una constitución dirigida a tal propósito. Si bien para
Constant la argumentación de Rousseau es despótica porque pretende legitimar
la invasión de la individualidad y neutralizar la independencia moral del
individuo a través de la imposición de una moralidad prescrita por la ley, la
reinterpretación de la propuesta de Rousseau que hace Filangieri –sobre utilizar
la constitución para el fomento de la moral, las luces y el progreso– significa la
invasión constitucional de lo público en una esfera privada que lo único que
requiere de la ley fundamental es justamente la garantía para su independencia.
Este señalamiento de Constant es vital para comprender el alcance de sus ideas
liberales dentro de su concepción sobre el tema constitucional. La idea de una
constitución promotora de moral, luces e industria podría lucir liberal en
contraste con la elaboración teórica que hace Rousseau sobre el tema, ya que
no apunta a una transformación de la naturaleza humana, sino sólo a catalizar
sus progresos. Pero en perspectiva de Constant, la manera de asegurar la
posibilidad de progresos en los aspectos señalados es por medio de la garantía
constitucional sobre la libertad para que cada quien dirija sus talentos hacia el
grado de expansión que individualmente elija. Dicho de otro modo, para
Constant la constitución no debe ser promotora de los progresos humanos,
porque de alguna manera ello implicaría dirigir la individualidad, provocando
cierta merma de la independencia moral de los hombres. De tal manera,
Constant opone a la idea de fomento constitucional la idea de garantía
constitucional, de manera que los progresos individuales sean producto de la
realización de la libertad individual y no de una suerte de dirección de los
individuos por parte de la ley fundamental. Por ello recalca que más que
fomento y protección constitucional a la posibilidad del progreso humano, es
necesario defender la garantía constitucional para el despliegue de la
independencia individual, lo que conducirá, según Constant, a tal progreso,

237
Rousseau: 1762/1964,Lib II, Cap. VII. p.203. Traducido: “Aquel que se atreve a emprender
la tarea de instituir un pueblo debe sentirse en disposición de cambiar, por así decirlo, la
naturaleza humana (...) de alterar la constitución del hombre, con el fin de fortalecerlo”

127
Carolina Guerrero

pero como efecto de la libre y autónoma realización del interés individual. Algo
distinto (protección y fomento externos al individuo y provenientes del ámbito
de lo público) no tendría semejante resultado, al podar la independencia
individual para realizar talentos sólo como lo determine el individuo, y no
según lo prescriba la ley:
Lo que Filangieri quiere alcanzar del poder a favor de la libertad, deseo
yo que una Constitución lo imponga al poder. Las ventajas que solicita
aquel de este por bien de la industria, soy yo de la opinion de que ella
misma debe adquirirlas con solo su independencia; sucediendo lo
mismo respecto de la moral y también de las luces. En donde el autor
que vamos á comentar ve un favor descubro yo un derecho, y en
cuantas ocasiones él implora la proteccion yo reclamo la libertad.238
De esa manera, el planteamiento de Constant remite a que las instituciones
constitucionales adecuadas que garanticen la libertad individual habrán de
traducirse en garantía, a su vez, para la expansión del interés individual, lo que
habrá de resultar en “el éxito de las especulaciones” individuales, y ello tendrá
como consecuencia lógica la “prosperidad de los Estados”239. Esta deducción
también remite a la tradición republicana del humanismo cívico, cuando se
pensó que la manera de conciliar el logro del interés individual con el bien
común partía de la necesidad de permitir la expansión del primero240. En Adam
Smith el argumento incorpora la idea de que dicha realización del interés
individual habrá de ser netamente egoísta, derivando involuntariamente en
bienestar general241, argumento, además, que guarda vinculación con la idea de
egoísmo ilustrado configurada anteriormente por Voltaire242. En el caso de
Constant, este autor no esboza el aspecto ético respecto a si el individuo ha de
realizar su interés individual para procurar voluntaria o involuntariamente su
contribución al bienestar general. Lo que plantea es el deber de la constitución
de proveer las garantías para el libre despliegue de las especulaciones
individuales, al cual el hombre tiene derecho. La idea de bienestar general de

238
Constant/Filangieri, 1826/1836, p. 14
239
Constant/Filangieri, 1826/1836, p. 188
240
Sobre este tema, ver: Pocock, 1975, p.64-76
241
El punto es lúcidamente interpretado por Natalio Botana en su libro La Tradición
Republicana (1984)
242
Ver Voltaire: “Décima Carta”, en: Cartas Filosóficas, 1764 / 1965. p.930

128
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Constant remite al argumento de que mediante la garantía constitucional hacia


la independencia del individuo para realizar su interés, es inevitable la
consecución de la prosperidad del Estado. En suma, no podrá considerarse
parte del ámbito de la constitución la protección o fomento del avance de la
moral, las luces y de la industria, porque ello, además de entorpecer la
independencia individual, nunca permitirá obtener los progresos que habrán de
alcanzarse por medio de la libre especulación individual, la cual la constitución
está en obligación no de fomentar, sino simplemente de garantizar.
En otro orden, Constant pontifica la necesidad de que la asociación humana
disponga de una constitución, más allá de solamente una legislación. En su
crítica a la posibilidad de ordenar la sociedad sólo a través de buenas leyes, y
prescindiendo de instituciones constitucionales, el autor diserta en torno a la
necesidad de combinar legislación (leyes) y política (constitución). De ello
interpreto que para Constant el poder político supremo en todo Estado es el
encarnado por la constitución, y es la médula que dirige y limita políticamente a
la autoridad política. En esos términos, no sólo es la institución jurídica
suprema que garantiza el cumplimiento de las leyes, sino la institución política
suprema capaz de colocar “diques a los gobernantes”, lo cual es condición
necesaria para la seguridad y los derechos civiles en el orden político, Es decir,
su idea de constitución se corresponde con la idea de legislación política, de
donde emanan las garantías para la limitación de la autoridad pública más la
observancia de los derechos del individuo y de la propia “legislación no
política” o buenas leyes. De este modo, se concibe la constitución como esa ley
fundamental que primordialmente obliga al poder a restringir su acción de
acuerdo con dicha norma suprema y a no invadir arbitrariamente la esfera de lo
individual:
(Los escritores que han tratado de la legislación prescindiendo de la
política) quisieran persuadir à los pueblos que unas buenas leyes,
adecuadas para mantener el òrden entre los individuos, es cuanto
necesitan para asegurar la prosperidad general, sin que les sea preciso
recurrir à las instituciones constitucionales, que son las que realmente
protegen estas leyes. Esto es lo mismo que sostener que los cimientos
no son necesarios para la estabilidad de un edificio. La legislación
separada de la política no ofrece asilo alguno a los gobernados, ni

129
Carolina Guerrero

opone diques a los gobernantes (...) La mejor legislación es nula


cuando no se halla garantida por una buena legislación política, así
como no hay libertad civil cuando la constitución no la sostiene con su
amparo (...) Sin Constitución no podrán estar seguros los pueblos de la
observancia de las leyes, pues en las penas que imponen las
Constituciones contra los poseedores infieles de la autoridad, en los
derechos que aseguran à los ciudadanos, y sobre todo en la
publicidad243 que deben consagrar, reside la fuerza coercitiva necesaria
para obligar al poder à que se respeten las leyes244
Encuentro en la idea de Constant sobre la constitución un eco de la
preocupación liberal respecto a la imperfección en la idea de que el individuo
será libre en la sociedad política si su libertad está limitada sólo por la ley. Tal
supuesto es insuficiente, en el pensamiento de Constant, para asegurar la
libertad en la asociación humana. Ello debido, primero, a lo expuesto
anteriormente sobre la necesidad de una constitución como columna vertebral
política de las leyes y garantías, y, segundo, al señalamiento del autor referido a
que en ausencia de la constitución, el poder político queda habilitado para crear
leyes a su medida, lo que en consecuencia privará a la sociedad de sus derechos
y garantías y podrá legitimar un gobierno despótico que cumple leyes
elaboradas con el fin de refrendar sus iniciativas arbitrarias. De allí se sugiere, a
mi juicio, que la mayor aberración jurídico-política surge cuando los gobiernos
dirigen (es decir, influyen) el proceso constituyente para elaborar
constituciones a su medida, de manera de legitimar la arbitrariedad en la
elaboración y ejecución de las leyes y, peor aún, en la legislación política que es
la piedra angular de todo ese edificio jurídico-político. En tal caso, es evocable
el principio constantino según el cual aquello que no favorezca la libertad no
puede ser constitucional. Sobre el peligro de que un régimen arbitrario se
legitime a sí mismo en ausencia de la constitución señala:
Cuando no existe Constitución, no solamente hace el poder las leyes
que quiere, sino que las ejecuta à su antojo; esto es, que las observa

243
La idea de publicidad manejada aquí por Constant se conecta con el acto de difusión de las
ideas políticas y filosóficas a través de los canales de la opinión pública vigentes desde finales
del siglo XVIII, en especial el panfleto.
244
Constant/Filangieri, 1826/1836, p. 201

130
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

cuando le convienen y las viola cuando no, y entonces las mejores


leyes así como las peores, no son más que un arma en manos de los
gobernantes, viniendo a ser el azote de los gobernados a quienes
oprimen sin defenderles y les privan del derecho de la resistencia, sin
concederles el beneficio de la protección245

Finalmente, quiero hacer énfasis en la opinión de Constant sobre la pertinencia


o no de determinadas constituciones para determinados pueblos, en función
del grado de civismo y de madurez política de estos últimos. Este punto es
neural, a efectos del debate colombiano en el período analizado en este trabajo,
dado que reiteradamente nos topamos con la premisa de que las instituciones
liberales que se proyectó instalar en la nueva república no eran cónsonas con
su estado de disgregación política y social y, como refiere Bolívar en Angostura
en 1819, la experiencia de tres siglos de supresión hasta del ejercicio de la
tiranía activa y doméstica, para derivar en una ignorancia plena sobre la
conducción de los negocios políticos y de la política en general246. En atención
a ese diagnóstico, el dilema en Colombia se planteaba sobre cómo crear la
república si la misma no podría ser preservada a causa de la poca capacidad de
sus habitantes para adaptarse a la libertad y las instituciones republicanas y
liberales. La argumentación de Constant niega el precepto de tener que adaptar
las constituciones –en términos de los derechos otorgables o no– al grado de
madurez de los pueblos. Para el autor, los derechos de los individuos son
siempre los mismos, independientemente de las luces alcanzadas por tales
habitantes. Y si los derechos son en ese sentido universales, habrá de ser
análoga a todos los pueblos la garantía por ley fundamental al goce de tales
derechos. Constant va más allá, y sugiere que, debido a tal principio, las
instituciones constitucionales dirigidas a asegurar las garantías políticas y civiles

245
Constant/Filangieri, 1826/1836, p. 201
246
Señala Bolívar ante el constituyente de Angostura: “(...)“nuestra suerte ha sido puramente
pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula, y nos hallamos en tanta más dificultad
para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos colocados en un grado inferior al de la
servidumbre; porque no solamente se nos había robado la libertad, sino también la tiranía
activa y doméstica”, entendida como el ejercicio –en el régimen absoluto– de las funciones en
los asuntos domésticos y administración interior, imposibilitados de conocer el curso de los
negocios públicos, “abstraídos, ausentes del universo, en cuanto era relativo a la ciencia del
gobierno” (Bolívar: ...Angostura, 1819/1988, p.212)

131
Carolina Guerrero

son, en esencia, iguales, a pesar de que cada pueblo requiera realizar algunas
adaptaciones a sus condiciones particulares. Por ello se explican las
considerables semejanzas entre la obra que inicia sin concluir Constant sobre
los principios constitucionales para una república247 y los que propone para la
monarquía constitucional. Para una u otra forma de gobierno enuncia los
mismos derechos, la preeminencia de la libertad individual, y la necesidad de
limitar el alcance de la autoridad pública dentro del orden político. Es decir, al
margen de la especificidad y las adaptaciones particulares que puedan hacerse a
las constituciones de diferentes estados, Constant defiende una estructura
básica que habrá de ser una constante en cada ley fundamental. A lo que
apunta este señalamiento es a la imposibilidad de restringir derechos y
libertades en función del estado de infancia política de algunos pueblos (como
en cierta medida se debate en la unión colombiana):
No podrían establecerse leyes “que se adapten á la infancia de las
naciones, á su pubertad, á su madurez y á su decrepitud”, porque, lo
repito, en la infancia como en la pubertad, la madurez ó la decrepitud
de los pueblos, los atentados à la vida, à la prosperidad y à la seguridad
son crímenes que deben castigarse248
Por último, Constant culmina la cita con su referencia a la ecuación no resuelta
sobre quién puede arrogarse la facultad de calificar el estado de infancia o
adultez política de un pueblo. Lo hace para enfatizar la imposibilidad de que
uno o unos pocos puedan juzgar sobre la supuesta incapacidad contingente de
algunos individuos para el goce de la libertad, y sobre la consecuente necesidad
de suprimir o limitar derechos y libertades en aras de la salud pública, en tanto
se verifican progresos en la evolución política de tales asociaciones humanas (y
de tales individuos):

247
Me refiero a la obra Fragments d’un ouvrage abandonné sur la possibilité d’une constitution
républicaine dans un grand pays (1802) sobre la posibilidad de establecer la república en un
territorio extenso. Si bien los principios en torno a las garantías, libertades y derechos son
análogos entre la obra republicana y la obra monárquico-constitucional de Constant, el punto
polémico entre una y otra está en las reflexiones del autor sobre la herencia: “(...) l’hérédité
n’est point une cause de paix, mais un élement de discorde; à côté de la lutte inévitable entre
la médiocrité et le génie, la sottise et le talent, s’élève une autre lutte non mois acharnée entre
le merite et le hasard, entre le sentiment de la justice, et l’arbitarire de l’institution”
(1806/1991, p.116)
248
Constant/Filangieri, 1826/1836, p.273

132
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

y por otro lado cuando una nación está en la infancia los legisladores
también: su título no confiere un privilegio intelectual249

III- Bolívar: idea de constitución garante de la permanencia de la


república

En esta parte, quiero plantear una aproximación hacia las ideas de Bolívar
sobre la constitución. Lo haré sobre la base de las locuciones y su discurso en
torno a este problema, expresivos en los procesos constituyentes de 1819 a
1830, y en ocasión de presentar sus proyectos y propuestas constitucionales. A
diferencia de Constant (quien es el filósofo que desarrolla proposiciones en
torno a una teoría sobre la constitución, y quien únicamente materializa una
propuesta práctica al elaborar para la Francia el acta adicional de 1815 a las
constituciones del imperio250), Bolívar intenta el rol múltiple del (1) político
teórico que busca interpretar la tradición republicana, los principios liberales y
las ideas sobre la constitución configuradas hasta ese momento; (2) el político
teórico que, al margen de las ideas “universales” sobre la constitución,
pretende pensar en la fundamentación jurídico-política necesaria para un
proyecto de república específico, con la complejidad de descifrar aquellos
principios teóricos en adición a la realidad ofrecida por el contexto práctico

249
Constant/Filangieri, 1826/1836, p.273
250
El Acte Additionnel que elabora Constant se promulga el 22 de abril de 1815 y se somete a
plebiscito popular el 1º de junio siguiente (aunque es aprobada, la historiografía califica de
significativa la abstención) En el preámbulo a los siguientes 67 artículos señala: “(...) nous
avions ajourné l’établissement de plusieurs institutions intérieures, plus spécialement destinées
à protéger la liberté des citoyens”. Linotte reseña que la Carta de 1814 es adoptada por Luis
XVIII tras la primera abdicación de Bonaparte, como un intento por conciliar Antiguo Régimen
y principios revolucionarios. Tras el regreso de Bonaparte a París el 20 de marzo de 1815 (con
lo cual la primera restauración no duró más de 10 meses), el emperador conceptúa la
necesidad de dar a Francia una nueva constitución. No obstante, dada la impaciencia de los
franceses ante aquella contingencia, descarta la organización de un congreso constituyente y
directamente le encarga a Constant (quien lo había comparado con Gengis Khan y Atila) la
elaboración de un proyecto constitucional, cuyo texto es aprobado por Bonaparte y sometido al
Consejo de Estado antes de elevarlo a la consulta plebiscitaria. Aunque Bonaparte hizo llamar
el proyecto de Constant “l’acte additionnele aux Constitutions de l’Empire”, Linotte destaca que
esta acta sienta los principios de un nuevo régimen más liberal. Pero tras la segunda y
definitiva abdicación de Napoleón, el acta adicional (la “Benjamine” o la “Constantine”) es
cancelada con el retorno de los borbones, de modo que sólo tuvo vigencia durante un mes.
(Didier Linotte: Les Constitutions françaises. 1985, p.34-36)

133
Carolina Guerrero

local; y (3) el político práctico que se siente llamado a realizar personalmente


ese proyecto de construcción política de la república, para cuyo fin la
constitución ha de ser un instrumento destinado a una utilidad pública especial.
En mi opinión, el matiz que va a prevalecer (sin que ello necesariamente
signifique el eclipse total del resto) en las intenciones de Bolívar es este último
rol, de manera tal que es la idea de república la que se antepone a toda
alternativa jurídico-político de pensar la constitución. Acá identificamos la
primera distinción frente al liberalismo de Constant, en tanto para este autor el
foco central es suministrar una estructura constitucional destinada a garantizar
la libertad del individuo, y para Bolívar el punto neural está en erigir tal
estructura de manera de permitir la creación y permanencia de la república en
el tiempo. Es decir, en ambos personajes se plantea la necesidad de disponer
de una constitución, sólo que en un caso el fin al que se dirige todo esfuerzo es
la garantía de la libertad individual, y en el otro el fin es la existencia misma de
la república.

i- Sobre el constituyente

Para aproximarnos a la idea de Bolívar sobre la constitución es preciso


contemplar en este análisis su idea sobre el proceso constituyente. No es una
vinculación meramente mecánica entre lo constituyente y la constitución,
porque la concepción de Bolívar en torno a lo constituyente nos va a remitir a
la intención orientada a legitimar la idea misma de conformación de la
república251. Es decir, la república ha de ser asumida como el proyecto de
todos: una construcción pública resultado de la pública voluntad, dirigida a la
realización del bien público. La constitución es comprendida como el
instrumento jurídico fundamental para asegurar la estabilidad y el orden

251
Un manejo discursivo en la vertiente opuesta es perceptible en el Manifiesto de las
Provincias de Venezuela a todas las Naciones Civilizadas de Europa. Sobre la ausencia de
aprobación popular a los actos del “impostor”, de “Bolívar, el sedicioso”, formula: “Los pueblos
obedecían à los mismos que tal vez abominaban: era el temor la pasion que inspiraba esta
obediencia; y los ayuntamientos, las diputaciones municipales y los cabildos de los naturales
fueron las primeras presas de este temor, y de la fuerza revolucionaria que todo lo confundió”
(1819, p.2)

134
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

político de acuerdo con las normas de vida prescritas por la república: significa
que se piensa la constitución como la constitucionalización de la república,
incluso como lo que Castro Leiva define como textualización252 de la existencia
de la república, lo cual ha de estar implícitamente autorizado por todos, en
tanto la vida republicana (y la garantía textual que obliga a todos) implica el
ejercicio de la voluntad de todos que no ha de querer otra cosa sino la
devoción a la búsqueda del bien común. Para textualizar la existencia de la
república es necesario, por tanto, activar aquella voluntad de todos, cuyo
ejercicio es manifiesto a través de los actos de los representantes de esa
voluntad (y autorizados por ella) en la que ha de residir la soberanía253: el
cuerpo (constituyente) a través del cual la república –como res publica o cosa
pública– puede constituirse y prescribirse a sí misma. En esos términos, la
constitución no es sólo una estructura jurídico-política sino también ética, en
tanto ha de fundarse en esa voluntad del ciudadano republicano dirigida a
ordenar la suma de prohibiciones y prescripciones que hagan posible la
renuncia de ese ciudadano a sí mismo (a su individualidad) para consagrar su
vida a ese proyecto público y moral que entraña la república. Ciertamente esa
premisa plantea una insalvable brecha con la idea constitucionalista enarbolada
por Constant, ante la cual sería inadmisible pensar la constitución como un
imperativo ético orientado a constreñir la individualidad en aras de lo público,
de ese orden político republicano.

Llegados a este punto, quiero reiterar nuevamente que, por la manera en que es
concebida y por su propia tradición, la república no es solamente una forma de
gobierno, sino que entraña ese sistema de renuncias individuales y devociones
a lo público que pretende estructurar finalmente una vinculación afectiva del

252
Tomo el término de la argumentación expuesta por Castro Leiva, según la cual esa
“textualización” respondía a la pretensión de “detener y fijar, para siempre, una libertad
universal”, siendo la constitución la eternización “ideal de la escritura constitucional
republicana”. Esa eternidad prescribiría los límites de la libertad (siendo uno de ellos la
necesidad de imponer diques al despliegue de la individualidad) En esa forma decantada de
libertad se suscribiría el dominio de la condición (natural) de bestialidad de los individuos, de lo
que se sigue que el principal objeto de dicha eternidad constitucional es el dominio de las
pasiones humanas, en medio de ese “imperativo ético riguroso” que representa la vida en la
república. Ver: “La elocuencia de la libertad”, en Castro Leiva, 1991. p.22-27
253
Entendida como voluntad autorizada para encarnar la conducción de lo público.

135
Carolina Guerrero

ciudadano con su república, en vista de que ésta además demanda la pasión


necesaria que entraña el patriotismo (entendido, como hemos dicho, como
amor por la patria) y en adición prescribe la forma del buen vivir republicano,
lo cual decanta en que lo público tenga incidencia en la configuración de la
moral de cada quien; de tal manera, la república clásica supone un imperativo
ético sobre sus ciudadanos254, y su constitución debe asegurar no sólo la
preeminencia de los supuestos políticos y jurídicos en torno a los cuales debe
gravitar esa república, sino también los supuestos éticos inherentes.

En atención a estos elementos, la república se concibe como una construcción


de todos para el bien de todos. Se legitima justamente en esa universal
participación para conformar el ámbito de tramitación de los negocios
públicos, con el objeto de realizar el bien común. Es decir, la legitima el hecho
de surgir de la voluntad política de todos, de esa voluntad general cuyos actos
o manifestaciones de tal voluntad dan origen a la idea de soberanía. En esa
secuencia de ideas, la conformación de la república nunca es efecto del
propósito político de uno o unos pocos. Siempre emerge de la voluntad de
todos, tácita o explícitamente255, de manera que luce como un requisito
ineludible el que la creación del instrumento que habrá de eternizar los
supuestos jurídicos, políticos y éticos sobre los cuales existirá la república debe
ser igualmente un acto refrendado por esa voluntad general. De allí vemos que
cuando Bolívar se dirige al Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819, lo
hace convocando “la soberanía nacional, para que ejerza su voluntad
absoluta”256. Es decir, esa idea de “todos” es la que va a fundamentar los actos
del constituyente, porque éste ha de ser la expresión de aquella. Reitera Bolívar:
“(...) este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la

254
Sobre este punto, Eduardo Vásquez señala: “Cuando Hegel caracteriza al Estado griego
sostiene que allí no hay libertades individuales, esto es, el individuo singular desaparece en las
instituciones del Estado. La singularidad es absorbida enteramente en las leyes y las
costumbres. El individuo está enteramente sometido a los poderes externos. Ya todo está
decidido. A ninguno se le ocurre consultar a la propia conciencia para saber lo que ha de
hacer” (1987, p.24)
255
La idea de lo tácito o de lo explícito en la conformación republicana está atada a la idea
“rousseauniana” en torno al deber de obligar al otro a ser libre. Vid supra.
256
Bolívar: Discurso ante el Congreso de Angostura (1819) Monte Ávila. Caracas, 1990. p.49

136
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

voluntad soberana y árbitro del destino de la nación”257. Además, en la idea de


voluntad soberana integra no sólo esa concepción de “todos” referida a la
universalidad venezolana, sino también neogranadina: “Estos pueblos
hermanos (la unión entre Nueva Granada y Venezuela) ya os han confiado sus
intereses, sus derechos, sus destinos”258.

El Bolívar que presenta su proyecto de constitución ante el Congreso de


Angostura de 1819 es el político que somete su propuesta a los representantes
de esa voluntad general, con la conciencia de que habrán de ser éstos quienes
finalmente estructuren el andamiaje jurídico, político y ético de la república. Es
un Bolívar que maneja un discurso conmocional dirigido a persuadir a ese
constituyente sobre la conveniencia de tales propuestas constitucionales. Esta
advertencia la hago para contrastar el discurso de 1819 con el del Bolívar que

257
Bolívar: ...Angostura (1819), 1990, p.49
258
Bolívar: ...Angostura (1819) 1990, p.74. La idea de que “los pueblos os han confiado sus
intereses” es el recurso retórico mediante el cual Bolívar sanciona su proyecto ilustrado de
imponer la unión colombiana. En carta de Santander a Bolívar (San Cristóbal, 8-2-1820) es
peculiar la forma en que supuestamente se había realizado la unión por mandato de la
voluntad de los pueblos, ya que es Santander, en nombre de Bolívar, quien exige a los
ciudadanos la obligación de amoldar sus voluntades a la aprobación de la unión: “Hice
congregar el 12 del corriente a las autoridades generales (de Nueva Granada) a fin de hacerles
conocer los motivos que obligaron al Congreso de Venezuela a anticipar su sanción (de la Ley
Fundamental de la República de Colombia), y de exigirles su libre voluntad en su
obedecimiento (...)”. En una siguiente carta, Santander expresa a Bolívar: “Esta unión, aunque
ilegal, porque se ha dispuesto de la suerte de un inmenso territorio sin su voluntad, debe
producirnos indefectiblemente una ganancia real y ha dado un terrible golpe a los esfuerzos
del rey (...)” (Santafe, 15-2-1820), en Cartas Santander-Bolívar, 1988, v.II (los destacados son
míos). En los debates del constituyente de Cúcuta son expresivos los cuestionamientos sobre la
legitimidad de la unión: mientras el diputado Peñalver defendía que la unión se había
sansionado con aprobación del pueblo neogranadino porque dos de los cinco diputados que
integraron la comisión nombrada en Angostura para realizar el proyecto de ley de la unión eran
de Casanare, el diputado Joaquín Borrero responde: “Dudo de las elecciones de tales
Diputados y de su legitimidad”, y expuso que Casanare era, además, la parte más
insignificante de Nueva Granada. El diputado Diego Fernando Gómez proponía no discutir
quién hizo la unión, ya que ella existía y era muy útil. Por su parte, el diputado Miguel
Domínguez afirmaba que “si hay quien no vea a la Nueva Granada representada en el
Congreso de Venezuela (de 1819), menos puede verse en éste al Reino de Quito”. En tanto, el
diputado Egea enfatizaba que aprobar la unión establecida en Guayana sería aprobar el
colonialismo de la Nueva Granada a Venezuela, que Venezuela en tiempos de prosperidad no
había pensado en unión, sino sólo después del terremoto, y preguntó en cuál época había
manifestado Cundinamarca su voluntad de unirse. (en: Congreso de Cúcuta, Libro de Actas,
Bogotá, 1923, p.39-41

137
Carolina Guerrero

presenta en 1826 su constitución para la república de Bolivia: en esa


oportunidad, el personaje se configura a sí mismo como el constituyente para
la nueva república. En este caso, él asume el rol del árbitro del destino de la
nación. Es el constituyente que encarna la soberanía nacional en nombre de ese
“todos” (los diputados constituyentes) a quienes en 1819 refirió como fuente
de la autoridad legítima. Ahora, en 1826, el discurso de Bolívar –lejos de dar
cuenta de un acto de usurpación de las atribuciones del constituyente–
confirma la legitimidad del acto a través del cual esta vez él se erige en el
constituyente de la nueva república boliviana: lo hace por mandato del primer
congreso de la república (con la salvedad de que además aguarda por la
confirmación, es decir, el acto aprobatorio del congreso reunido en Lima)
Significa que el cuerpo constituyente traspasa a Bolívar su condición de
representante de la soberanía nacional llamado a ejercer la voluntad absoluta; y
como la voluntad soberana le ha sido comisionada al primer congreso en
nombre de la voluntad general, Bolívar termina legitimando sus actos
constituyentes a partir de esa voluntad de todos. Bolívar se erige en
constituyente y lo hace en nombre de los legítimos depositarios de la voluntad
soberana; por lo tanto, está autorizado para ser la fuente de la autoridad
legítima y darle a la república naciente “las leyes que (vosotros, Legisladores)
me habéis pedido”259. El prócer responde el llamado de los representantes y
por tanto de la nación, y ejecuta el sacrificio del ciudadano republicano que
atiende los designios de la voluntad general, erigiéndose a sí mismo en el
constituyente de la ley fundamental y de las bases jurídico-políticas de la
república. En suma, al encarnar la fuente de la autoridad legítima, Bolívar ha de
instituir los supuestos jurídicos y políticos de la nueva república de Bolivia y
también sus imperativos éticos, tarea que ejecuta sobre la base del mandato
hecho por la nación, al cual él acude en entrega del sacrificio cívico
inherente.260

259
Bolívar: ... Bolivia (25-5-1826) 1990, p.78
260
A pesar de que esta imposición que hace Bolívar de la constitución Boliviana es calificable
como una usurpación del cuerpo constituyente (lo cual en interpretación de Bolívar es en
realidad el sacrificio que ha de hacer por mandato de dicho cuerpo y, en consecuencia, de la
voluntad general), y que ello se correspondería con un acto despótico mediante el cual el
destino de la nación es trazado por la voluntad de uno solo, quien se arroga, como hemos
señalado, el respectivo poder constituyente, a mi juicio el resultado es una constitución que
finalmente reúne la mayor exposición de principios liberales si se compara con otras

138
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ii- Sobre constitución

En cuanto a la idea de constitución en el pensamiento político de Bolívar,


identifico una evidente conexión con aquella idea de Rousseau –expuesta líneas
atrás– que atribuye a la ley (y, por tanto, al legislador) la capacidad de
transformar la naturaleza humana. De acuerdo con Rousseau, debemos
entender el acto de legislar como el instituir a un pueblo y refundar la
naturaleza humana261, lo que a su vez se expresa como el medio cívico
determinado a alterar la constitución del individuo, de acuerdo con las
necesidades para la vida republicana. Bolívar, a su vez, concibe el acto de crear
la constitución de la república en términos análogos a los de Rousseau,
otorgando a la ley fundamental el poder no sólo de constituir la estructura
jurídico-política de la república, sino de constituir la estructura moral de los
individuos, de manera de constituirlos finalmente en los ciudadanos que requiere
la república. Algunas locuciones empleadas por Bolívar son expresivas de su
idea sobre la posibilidad de cambiar la naturaleza humana, alterar la
constitución del individuo a través de los imperativos éticos, jurídicos y
políticos eternizados en la constitución de la república. En torno a tal
capacidad y objeto de la constitución, refiere Bolívar la necesidad y utilidad de
elaborar la constitución a efectos de provocar “la creación de una sociedad
entera”262, “construir a hombres”263, “echar los fundamentos a un pueblo” 264;
objeta “nuestra (actual) constitución moral” 265; reafirma que las “leyes
corrigen” 266 y habrá de ser a través ellas que se configure éticamente al
individuo, porque a su vez son los hombres virtuosos –a decir de Bolívar–
quienes constituyen las repúblicas267; en su concepción, crear la constitución es

propuestas políticas y constitucionales de Bolívar en el período analizado en este trabajo. Este


planteamiento lo desarrollo en los siguientes capítulos III y IV, y lo discuto en su dimensión
total en las conclusiones finales.
261
Rousseau, 1762/1964, Lib. II, Cap. VII. p.203
262
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.51
263
Bolívar, ...Angostura (1819)1990, p.53
264
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.53-54
265
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.57
266
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.58
267
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.60

139
Carolina Guerrero

asumir “la obra de construir un pueblo”268, sólo una constitución acertada


logrará el necesario objeto de “dominar con fortaleza las pasiones”269.
En esta línea, Bolívar piensa la constitución no sólo como la fundamentación
jurídico-política de la república, sino como la posibilidad de prescribir las
condiciones que él piensa necesarias para la creación y preservación de dicha
república, por lo que las bases de esta última no habrán de residir
exclusivamente en supuestos jurídicos y políticos, sino en una estructura ética
que era preciso (y difícil) implantar: mediante la propuesta de constitución se
emprende el esfuerzo primigenio de constituir la moralidad de los hombres y
de crear la sociedad. Ello reitera la percepción de Bolívar sobre el estado moral
de los individuos más la escasa inclinación de ellos hacia el espíritu público y
hacia la integración del tipo de cuerpo social especificado para la
institucionalidad republicana, como expusimos en el capítulo anterior. Exhorta
Bolívar al congreso constituyente de 1819: “Así, legisladores, vuestra empresa
es tanto más ímproba, cuanto que tenéis que construir a hombres pervertidos
por las ilusiones del error y por incentivos nocivos”270.
Habla Bolívar en esta cita de hombres díscolos cuya constitución moral habrá
de ser moldeada por la constitución nacional. La referencia a la perversión
basada en las “ilusiones del error” es expresiva de la concepción de Bolívar
sobre la ausencia de luces en esos hombres para poder identificar su propio
interés y bien, mientras que la referencia a los “incentivos nocivos” da cuenta
de las acciones (tumultuarias, licenciosas) de esos hombres motorizadas por las
pasiones peligrosas a que insistentemente hemos aludido en este trabajo (vale
reiterar: para la tradición republicana clásica, todas las pasiones son peligrosas
excepto el patriotismo, concebido como la pasión de amor por la patria). Para
Bolívar, la constitución debe aportar la suma de obligaciones y prohibiciones
requerida para domar rigurosamente el patetismo del hombre desprovisto de
civilidad. En su mensaje al Congreso Admirable de Bogotá, en 1830, exclama:
vuestra sabiduría (la del congreso constituyente) se elevará hasta el
punto de poder dominar con fortaleza las pasiones de algunos y la

268
Bolívar: Mensaje al Congreso Admirable (20-1-1830), 1990. p.100
269
Bolívar: ... Congreso Admirable (20-1-1830) 1990, p.100
270
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.53

140
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ignorancia de la multitud; consultando, cuanto es debido, a la razón


ilustrada de los hombres sensatos271
Ello, además, es diametralmente opuesto al señalamiento de Constant respecto
a la “infancia de las naciones”, la cual ha de corresponderse con la infancia de
los legisladores. En el señalamiento de Bolívar se observa la percepción al
menos de tres niveles de madurez política: la ignorancia de la mayoría, la
sabiduría del legislador, y la razón ilustrada de quienes (como él) han de
proporcionar las directrices generales de la constitución, a partir de las cuales el
constituyente habrá de desarrollar o completar el texto de esa ley fundamental.
En la siguiente cita es explícita la intención conmocional del discurso de
Bolívar, dirigido a persuadir al constituyente no sólo del deber de dar
fundamento jurídico y político a la república (el “cuerpo político”), sino de
fundamentar asimismo el cuerpo social que la integra:
siendo vuestras funciones la creación de un cuerpo político, y aun se
podría decir, la creación de una sociedad entera, rodeada de todos los
inconvenientes que presenta una situación la más singular y difícil272
Esto último se vincula con la idea identificable en la tradición republicana
sobre la condición artificial de la sociedad. Es decir, la sociedad no está dada en
el estado de naturaleza, sino que surge cuando los individuos pretenden escalar
a un estado de civilidad que provea seguridad para el ejercicio de su libertad
individual. Ello no es posible en estado de naturaleza, en vista de que en ella
los derechos y libertades de cada cual chocan, se tropiezan, se atropellan entre
sí, de manera que hay que elaborar un cuerpo (sociedad) donde a través de un
sistema de renuncias y limitaciones sea posible el despliegue seguro de
libertades y derechos individuales. Ese tránsito de lo natural a lo artificial (el
cuerpo social) determina la renuncia (voluntaria, de modo tácito o no) a la
condición natural del hombre para adoptar una condición de civilidad, proceso
mediante el cual el salvaje ha de mutar en individuo integrante del cuerpo
social (o, más elaborado aún, en ciudadano). Del discurso de Bolívar trasciende
su diagnóstico sobre los pobladores de la república: la mayoría díscola ha de
ser (constitucionalmente) conducida en ese proceso de abandono de la

271
Bolívar: ... Congreso Admirable (20-1-1830) 1990, p.100
272
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.51

141
Carolina Guerrero

condición de salvaje para abordar la condición de individuo miembro del


cuerpo social, con la complejidad adicional de que Bolívar no se plantea, como
hemos visto, una idea de individuo que simplemente sea capaz de conocer,
cumplir la ley y realizar su interés particular (como podría corresponderse con
los miembros de una república moderna y liberal), sino un ciudadano
republicano, al cual hay que inculcar, en adición, espíritu público. Es la
constitución la que fundamentalmente habrá de dirigir y asegurar ese tránsito,
esa mutación del salvaje en ciudadano273, en vista de que la ley está provista, en
perspectiva de Rousseau y también de Bolívar, de esa extraordinaria facultad
para transformar la naturaleza humana. El primitivismo de los hombres de la
república habrá de corregirse mediante la constitución, la cual los habilitará
para el goce cívico de una libertad racional. Ilustra Bolívar al Congreso
Admirable de 1830: “Ardua y grande es la obra de construir un pueblo que sale
de la opresión por medio de la anarquía y de la guerra civil, sin estar preparado
previamente para recibir la saludable reforma a que aspiraba”274.
Sin embargo, se descubre a la vez cierta resignación (el patetismo de una
desilusión, diría Castro Leiva) por parte de Bolívar con relación al eventual
éxito de civilizar a los hombres a través de la ley. Es decir, mientras tiende a
insistir en ese poder especial de la ley para alterar la naturaleza de los
individuos y, por tanto, elevar al salvaje a la condición de miembro de la
asociación humana excelente que representa la república, deja asomar una
pequeña alícuota de pesimismo y derrota al respecto. En ese punto de duda, y
resignándose a la ausencia de una mayoría transmutada en ciudadanos con el
debido espíritu público, el Libertador pondera la relativa utilidad de que esa
mayoría pueda retornar a la condición del buen salvaje, la cual, al menos,
permitiría la existencia pacífica de la república, por medio de la
correspondiente restricción de las pasiones peligrosas que amenazan siempre
con la disolución del cuerpo social. No pienso que Bolívar, en ese momento de
quiebre en su propósito constructivista, se plantee la condición del buen salvaje
como un estado permanente para los habitantes de la república, pero sí al

273
Castro Leiva plantea que, en perspectiva republicana, las prohibiciones y prescripciones
contenidas en la constitución pretenden “templar” el temperamento del salvaje, en tanto
permitan limitar e incluso eliminar las pasiones peligrosas propias del salvaje. Ver: “La
elocuencia de la libertad”, en Castro Leiva, 1991.
274
Bolívar: Mensaje al Congreso Admirable (20-1-1830) 1990. p.100

142
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

menos como una fase intermedia entre el salvaje que es dominado por toda
clase de pasiones, generador de tumulto y caos, y el individuo que al escalar en
su civilidad es al menos capaz de conocer la ley y respetarla. Un nivel superior
residiría en el lograr impregnarse de espíritu público y virtudes cívicas. El buen
salvaje como un tránsito en ese proceso sería lo que expresa el Libertador al
referir la “inocencia”: “Dignaos conceder a Venezuela un Gobierno (...) que
haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz”275
Paralelamente, un aspecto que considero liberal en la idea de Bolívar sobre la
constitución es el reconocimiento de la desigualdad natural de los hombres, lo
cual conduce al reconocimiento sobre la imposibilidad de uniformarlos de
manera artificial. Esta premisa la encontramos, por ejemplo, en el discurso de
Bolívar en Angostura, 1819, donde también ha expuesto el Libertador la
necesidad de crear un poder político que moldee el espíritu y dirija la opinión
de los hombres. Es decir, en el mismo discurso se revela el Bolívar liberal que
reconoce la desigualdad natural entre los individuos, y explica la igualdad
ficticia que podrá crearse a partir de la ley fundamental, la cual se centra en el
ámbito político y social. De acuerdo con el pensamiento liberal, la igualdad
política estará definida por el derecho de todos los ciudadanos a la
participación política (expresiva en la opinión pública y el sufragio), mientras
que la igualdad social que refiere Bolívar –o civil, de acuerdo con las locuciones
empleadas por el pensamiento liberal– impone el principio de igualdad ante la
ley: todos están obligados y sus derechos garantizados por las mismas leyes.
Significa que la igualdad ficticia se traduce en igual participación política e
igualdad en el ejercicio y goce de derechos políticos y civiles. A lo que conduce
esta máxima liberal es a la idea de que la sociedad sólo puede existir entre
iguales, ya que la misma deriva del pacto establecido entre pares276. Pero en
este discurso se revela también el Bolívar republicano –o antiliberal, en
perspectiva moderna– quien propone generar una nivelación moral a través de
la constitución y los poderes públicos (“el modo efectivo de regenerar el

275
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.74
276
Un matiz es que este pacto supone, a su vez, el reconocimiento de la desconfianza entre
tales pares. Sobre la idea de pacto, Ortega y Gasset señala que el contrato, como fundamento
de la sociedad moderna, es “la cínica declaración de que desconfiamos del prójimo al tratar
con él y le ligamos a nosotros en virtud de un objeto material –el papel del contrato– que
queda fuera de las dos personas contratantes” (1954, v.II, p.425)

143
Carolina Guerrero

carácter y las costumbres que la tiranía y la guerra nos han dado”277), como
vimos en el primer capítulo de este trabajo. En medio de esta compleja
contradicción, el Bolívar liberal registra, por un lado, la desigualdad natural y,
por otra parte, la limitada nivelación que es posible catalizar a través de la ley,
la cual ha de circunscribirse a exponer las garantías a los derechos y libertades
del individuo, de manera de que éste pueda dar latitud278 a la realización de su
interés particular y desplegar su espíritu de industria. Argumenta el Libertador:
Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo
es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los
hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las
leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la
sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las
virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y
social279
Encuentro coincidencia entre el Bolívar liberal y Constant en atención a la
idea de que si la constitución provee las bases jurídicas generales requeridas por
la organización política, la asociación humana dispondrá de las garantías
necesarias para el despliegue de la independencia individual que habrá de
decantar en el bien de la industria y por ende en la prosperidad de la nación.
En ese aspecto se pone de manifiesto el Bolívar liberal, quien al igual que
Constant demanda los principios sobre los cuales puede erigirse el bienestar
general al otorgar las garantías para la iniciativa individual. Esta idea de Bolívar
entra en tensa oposición con su propia idea sobre la constitución como
proveedora no sólo del fundamento jurídico y político general, sino también de
las bases éticas para constituir moralmente a los individuos, como señalamos
anteriormente. Aunque preponderantemente el Bolívar que habla ante el
constituyente de Angostura es el que enfatiza su convicción sobre el poder (y el
deber) de las leyes para alterar la naturaleza del hombre, encontramos
elementos de contradicción en el mismo discurso que revelan un Bolívar que, a
partir del reconocimiento de la desigualdad natural entre los hombres, visualiza

277
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.71
278
La expresión “dar latitud” la tomo de Francisco Javier Yanes (1839/1959) refiere el “dar
latitud” a la acción del interés particular.
279
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.58

144
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

en la constitución el elemento para otorgar igualdad política y civil, la cual,


entre otros aspectos, estará destinada a permitir esa independencia individual
que contribuye indirectamente con la grandeza de la sociedad política, a partir
de bases jurídicas generales (y no invasivas de la libertad individual, como las
que serían precisas para modificar la naturaleza del hombre). Señala Bolívar
ante el Congreso de Angostura:
Todo es necesario crearlo, y vosotros debéis poner el fundamento de
prosperidad al establecer las bases generales de nuestra organización
política280
No obstante, en esta contradicción entre el Bolívar liberal, que piensa la
constitución como la fundamentación jurídica y política de la república, y el
Bolívar republicano, que agrega a tal concepción la fundamentación ética de los
individuos, se manifiesta preponderantemente el segundo, en su convicción de
que es necesario constituir la virtud republicana en los individuos porque ellos
preeminentemente conforman la constitución de la república, más allá del
alcance de la constitución misma. Es decir, se trata de una ecuación compleja
en la que la ley fundamental establece las bases del Estado y de la moral de los
individuos, pero no necesariamente de manera simultánea. Es preciso que sus
resultados se verifiquen primero en la moralidad de los hombres, de manera de
certificar la contención de las pasiones primitivas que siempre han de
desarticular el cuerpo político. Expresa el Libertador:
Los códigos, los sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras
muertas que poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos,
hombres patriotas, hombres ilustrados constituyen las repúblicas!281
De allí es perceptible el temor que suscita en Bolívar la compleja composición
de la sociedad de entonces, pero no exactamente por su condición de
heterogénea, sino porque esta última patentiza la dificultad de insuflar
uniformemente en dicha sociedad el espíritu público que deba sostener el
principio de unidad republicana. En este punto se evidencia hacia dónde está
dirigida la intención de constituir moralmente a los individuos, ya que no se
trata simplemente de otorgarles, por la vía de las obligaciones y prohibiciones

280
Bolívar: ... Congreso Admirable (20-1-1830) 1990, p.106
281
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.60

145
Carolina Guerrero

constitucionales, el estado de civilidad (o, lo que es análogo, deslastrarlos de su


estado salvaje), sino de eclipsar de algún modo su individualidad, al implantar
la prescripción ética de priorizar lo público ante lo privado, e identificar en ello
la felicidad que ha de ser disfrutada en una asociación humana excelente. En
esta línea, la permanencia de la república, como fin último de la constitución,
está subordinada al logro de la unidad en dicha república, que, a su vez,
depende –según el pensamiento de Bolívar– de la unión moral de la
heterogénea totalidad de los individuos, quienes identificarán la felicidad no en
el seguro despliegue de su individualidad, sino en el debido constreñimiento de
ésta en atención a la preeminencia de ese espíritu público que es preciso crear.
Bolívar expresa:
La diversidad de origen requiere un pulso infinitamente firme, un tacto
infinitamente delicado para manejar esta sociedad heterogénea cuyo
complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera
alteración282
Además de la construcción moral del pueblo, Bolívar concibe un segundo
derrotero como fin de la constitución, y es la prescripción de la preservación
de la república en el tiempo. En este aspecto coincide con lo que se esboza
como Derecho constitucional del Estado moderno, en atención al
requerimiento de que las bases jurídico-políticas del Estado aseguren el orden y
la estabilidad del mismo. Tal como ratifica Constant sobre los cimientos
necesarios para la estabilidad de un edificio (el Estado), la estabilidad y
conservación de la república es sustantiva en las ideas constitucionales de
Bolívar, sólo que con una distinción especial: en la tradición republicana, el
principal temor político es la pérdida de la república, y el pensamiento
recurrente señala que tal desenlace histórico será inevitable en tanto no se
active o no se implante en los hombres el espíritu público y el civismo
necesario como para hacer factible la república a lo largo del tiempo. Ello
supone una demanda supraconstitucional. No obstante, la constitución,
además de constituir a los hombres, está destinada a constituir también las
condiciones para la permanencia de ese edificio republicano, entendiéndose
como la institución más vulnerable en cuanto a su estabilidad; por tanto, más

282
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.59

146
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

susceptible de ser desintegrada. Y si el valor sustantivo de la república –como


debatiremos en el último capítulo de este trabajo– es la libertad, en la siguiente
cita es perceptible el dilema intelectual de Bolívar sobre convocar al
constituyente para crear una ley fundamental que efectivamente logre la
permanencia de la república, lo cual es traducible en la fijación en todo plano
temporal de su valor sustantivo:
Legisladores: (...) Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros a la
felicidad de la república; en vuestras manos está la balanza de nuestros
destinos, la medida de nuestra gloria; ellas sellarán los decretos que
fijen nuestra libertad283
La pretensión de fijar la existencia de la república284 es inexorablemente
asociable a la concepción de la ley fundamental como la eternización también
de las bases jurídicas y políticas de esa república. Castro Leiva alerta en torno a
“la fijación de la ‘palabra’ y de la ‘lengua’ en la eternidad ideal de la escritura
constitucional republicana”285, lo cual permite comprender que en el
pensamiento de Bolívar no es posible separar el propósito de eternizar la
existencia de la república de la condición de eternidad que se cree posee la
constitución286. Mientras Bolívar concibe la preservación de la república con
base en el fundamento debido que habrá de suministrar la constitución
(“Legisladores, felices vosotros que presidís los destinos de una República (...)
que debe perpetuar su existencia dichosa bajo las leyes que dicte vuestra
sabiduría”287), también expresa su convicción en torno a la eternidad de la ley
fundamental, condición que le es propia, en atención a su propia naturaleza.

283
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.50
284
Tal existencia de la república, en adición, no ha de desenvolverse de cualquier manera, sino
de modo específico: “Existencia dichosa”, dice Bolívar, con lo que hay que vincular la idea de
dicha con la idea de felicidad, la cual remite, en perspectiva republicana, al goce de la libertad
para la realización del bien común, y en perspectiva liberal al disfrute pacífico de la libertad
individual, propiedad, igualdad civil y política, y seguridad.
285
Castro Leiva, 1991, p.26-27
286
Sin que ello implique que deba existir eternamente del modo como fue concebida, ya que a
mayores progresos humanos, según Bolívar, podrán y deberán introducirse progresivamente
algunas reformas a la constitución.
287
Bolívar: ... Bolivia (25-5-1826) 1990, p.89

147
Carolina Guerrero

Refiere Bolívar la eternidad de la constitución: “el supremo bien que encierra


en sí este Código inmortal de nuestros derechos y de nuestras leyes”288
Pero en la concepción de Bolívar sobre constitución encuentro no sólo la
voluntad de asegurar la preservación de la república, sino de planificarla en
todos sus aspectos, principios, bases, elementos, componentes. La constitución
viene a ser, en ese sentido, la culminación máxima del proyecto político de
construir la república. Si bien la república ha sido una idea imaginada por la
razón ilustrada de unos pocos, la creación de la constitución pasa a ser el inicio
de la materialización de tal idea. La elaboración del texto constitucional es, a mi
entender, el esfuerzo teleológico que finalmente apunta a moldear la república
según el modo en que es preconcebida. En consecuencia, ocurre lo contrario a
la posibilidad de que la constitución otorgue unos principios jurídicos y
políticos universales liberales y unas bases generales que sean expresivas de la
“legalidad” propia de la sociedad, porque en este caso la intención, sin duda
normativa, en la idea de constitución que se maneja apunta más bien a
proyectar y racionalizar el modo de vivir la política en la república, al otorgar el
guión –además inmortal– para tal objetivo. Los fines de la república existen
teleológicamente y la constitución debe garantizar su realización. Además (a
diferencia de la historiografía romántica según la cual la siguiente referencia
alude al pueblo de Venezuela), me atrevo a interpretar que Bolívar ofrece su
propio genio tutelar para orientar al constituyente en el dilucidar de cuál ha de
ser la ley fundamental requerida para esa vida republicana (por él)
preestablecida:
Meditad bien vuestra elección, legisladores. No olvidéis que vais a
echar los fundamentos a un pueblo naciente que podrá elevarse a la
grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su
base al eminente rango que le espera; si vuestra elección no está
presidida por el genio tutelar de Venezuela que debe inspiraros el
acierto al escoger la naturaleza y la forma de gobierno que vais a
adoptar para la felicidad del pueblo; si no acertáis, repito, la esclavitud
será el término de nuestra transformación289

288
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.55
289
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.53-54

148
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Sin embargo, de la siguiente cita podría suponerse que Bolívar habla de un


código político presente en la sociedad; es decir, de una “legalidad” de la
sociedad que va a ser formalizada a través de su adecuación a las bases jurídicas
y políticas de la norma constitucional. No obstante, debe advertirse que el
código político al que se refiere el Libertador es el teleológicamente presente
en la sociedad republicana que él proyecta: en esa idea de cuerpo político
futuro existe la “república bien ordenada” (a la que remite la idea de lo bello y
de lo bueno en sentido clásico, particularmente platónico), con todas sus partes
bien dispuestas, originando esa belleza en la creación social que no es apreciable
por todos, por falta de capacidad para ponderar sus bienes. Esa concepción
teleológica de la república está por encima de la presente racionalidad de sus
miembros, y sólo la sabiduría del constituyente es capaz de apreciarla. En tal
sentido, la facultad cognoscitiva del constituyente ante el teleológico proyecto
de república bien ordenada se hace imprescindible para poder dotarla de la ley
fundamental adecuada a los bienes que emanan de ella:
que a vosotros (diputados constituyentes) toca cubrir una parte de la
belleza que contiene nuestro Código político; porque no todos los
corazones están formados para amar a todas las beldades; ni todos los
ojos, son capaces de soportar la luz celestial de la perfección290
De acuerdo con Bolívar, las recomendaciones del genio tutelar a las que el
constituyente debe ser receptivo gravitan alrededor de la necesidad de moderar
la democracia a través de formas monárquicas y aristocráticas (como veremos
en los siguientes capítulos 3, 4 y 5), de manera de asegurar la permanencia de la
república a lo largo del tiempo, en conjunción con la grandeza del Estado (a
través del poder como medio) y el bienestar general (encarnado en la idea de
prosperidad de ese cuerpo social). De ello se desprende que, para Bolívar, el
principal obstáculo para tal realización es la libertad inherente a la república
democrática (como discutimos en el primer y sexto capítulos del presente
trabajo) En ese orden, garantizar la existencia de la república –el cual es el
objetivo primigenio en el pensamiento del Libertador, una vez construida dicha
república– requerirá de la producción de una segunda renuncia como parte del
pacto social. Es decir, si los hombres en estado de naturaleza entran en pacto

290
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.57

149
Carolina Guerrero

al renunciar a algo de su libertad natural para conformar una asociación que les
garantizará la seguridad requerida para la realización de su interés individual y
el ejercicio de su libertad individual (racionalmente limitada en alguna medida
por las condiciones que impone la pertenencia a dicha asociación), en estado
civil se impone nuevamente una renuncia adicional a la libertad que había sido
asegurada, a fin de fijar la existencia de la república. Paradójicamente, el
planteamiento se orienta a constitucionalizar (eternizar) dicha república a
través de la moderación de las formas republicanas:
Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta
libertad, pero, ¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un
tiempo, poder, prosperidad y permanencia? ¿Y no se ha visto por el
contrario la aristocracia, la monarquía, cimentar grandes y poderosos
imperios por siglos y siglos?291
De tal manera, es en la constitución donde habrá de verificarse esa segunda
renuncia a la libertad. En la elocuencia de Bolívar, ello se legitima a efectos de
preservar el cuerpo político y evitar la disolución de la república, por lo que ese
sacrificio adicional del individuo se confirma voluntariamente, de manera
tácita, por el bien común. En perspectiva liberal, la lectura que habría que
hacer sobre este planteamiento conduciría a calificarlo como contrario al
objeto fundamental de la constitución, en tanto sea entendido como el
suministro a la sociedad de garantías para las libertades y derechos del
individuo. Para resolver la contradicción, Bolívar recurre a la idea de
especificidad de la ley expuesta por Montesquieu: “No dice El espíritu de las leyes
que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen”?”292
Mas el manejo de ese argumento lo orienta Bolívar a la legitimación de nuevos
límites a la libertad. Como pudimos constatar en las ideas liberales de
Constant, existe un mínimo de libertades y derechos que ha de ser garantizado
por toda constitución, independientemente del estado de infancia que pueda
tener un pueblo, en atención a que cualquier individuo en cualquier punto de la
geografía es siempre titular de los mismos. Por ello, la pretensión del legislador
de reducir o limitarlos es un acto de arbitrariedad, porque constituye el despojo

291
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.54
292
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.54

150
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

al individuo, en mayor o menor medida, de los derechos y libertades que le son


inherentes, y por cuyo disfrute pacífico él ha consentido formar parte de la
asociación humana. Constant interpreta como pertinente la especificidad de la
ley expuesta por el Barón de Montesquieu, pero nunca con relación a ese
mínimo. En perspectiva de Bolívar, el precario estado moral de los individuos
(“Nuestros débiles conciudadanos tendrán que robustecer su espíritu mucho
antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad”293) es lo que obliga
al legislador a contemplar esa mayor moderación de libertades y derechos, en
tanto el despliegue de los principios liberales en una sociedad a punto de
dislocación, división y disolución derivaría en tumulto y, en consecuencia, en la
pérdida de la república. En suma, la invocación del principio de especificidad
de la ley expuesto por Montesquieu tiene resonancia en Bolívar a efectos de
legitimar la limitación adicional de libertades y derechos, con lo que tal
empresa se concibe como deber del legislador y no un acto de arbitrariedad294.
El argumento es expresivo en la crítica de Bolívar a la constitución federal de
1811, sobre la base de que los bienes que puedan emanar de una república
federal residen en la constitución moral de los individuos, no en la forma de
gobierno:
El primer congreso en su constitución federal consultó más el espíritu
de las provincias, que la idea sólida de formar una república indivisible
y central. Aquí cedieron nuestros legisladores al empeño inconsiderado
de aquellos provinciales seducidos por el deslumbrante brillo de la
felicidad del pueblo americano, pensando que las bendiciones de que
goza son debidas exclusivamente a la forma de gobierno, y no al
carácter y costumbres de los ciudadanos295

293
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.53
294
La base de la legitimación de los actos dictados por la razón ilustrada de Bolívar está en la
búsqueda de la confirmación discursiva por parte “del pueblo”. Ello es expresivo en la siguiente
carta que dirige Bolívar a Juan José Flores (Bogotá, 22-8-1828): “Dentro de poco daremos un
acta fundamental (se refiere al decreto orgánico que regula la llamada dictadura que instala el
Libertador en 1828) y que sirva de constitución provisoria (...) pero es preciso que los amigos
se empeñen en hacerla sancionar espontáneamente por los pueblos, para que no se diga que
es la obra de un hombre y que carece del consentimiento nacional; pues yo no quiero mandar
sino de acuerdo con la voluntad pública” (en: Correspondencia del Libertador con el General
J.J.Flores, 1977, p.232)
295
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.55

151
Carolina Guerrero

En la argumentación de Bolívar se violenta la máxima sobre la cual es


concebida la constitución como reserva de derechos realizada por los
individuos ante la autoridad pública y la voluntad general, reserva que no es
agotable en la constitución misma. La elocuencia de Bolívar es expresiva de
una concepción en sentido contrario, según la cual ha de ser la república la que
suscriba tal reserva de sus derechos, sin agotarla completamente en la
constitución. A partir de ello, puede exigir una limitación rigurosa de libertades
y derechos individuales, menguantes tanto más lo demande la unidad y
permanencia de la república. Si la constitución no es un elemento del orden
sino que en sí encarna el orden mismo, la tensión entre una y otra concepción
reside en que en un caso la idea de constitución como objetividad y
racionalidad jurídica supone la confirmación del orden para la libertad,
mientras que en otro caso –al que recurre Bolívar en su discurso– el eje
gravitacional de ese orden es la permanencia de la república. Ambas
perspectivas invocan distintos objetos: la constitución en ambas vertientes se
entiende como ordenación de las relaciones entre Estado y sociedad, con la
distinción de que en el primer caso el fin apunta al resguardo de los derechos
individuales, y en el segundo a los de la república. Sobre esta segunda
argumentación es que Bolívar instala el imperativo constitucional de imponer
restricciones a los principios liberales. Él parte de un supuesto liberal sobre la
constitución como fundamento jurídico para la institucionalización equilibrada
del Estado, pero culmina en la propuesta de moderación de la libertad.
Además, observo que Bolívar extrema el alcance de la libertad y de la
democracia a efectos de enfatizar conmocionalmente su argumentación sobre
la necesidad de constreñirlos, dado que la sola existencia de la asociación
humana indica que la libertad realizable no es indefinida, en tanto para formar
dicha asociación los individuos han efectuado la renuncia a algo de esa libertad.
De este modo, la alusión de Bolívar a la restricción de la libertad no gira en
torno a la idea de libertad ilimitada, aunque lo enuncie literalmente con esas
locuciones, sino al constreñimiento de una libertad que, por efecto del pacto
social, ya dejó de ser ilimitada para hacerse racional. El temor a la disolución
del establecimiento social justificará, en esa tónica, la aplicación del principio
de especificidad de la ley a fin de imprimir mayores limitaciones a los propios
valores sustantivos de la república, es decir, la libertad y los derechos cívicos:

152
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la


democracia, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus
instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con
que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente;
contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no con
un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y
la justicia. No seamos presuntuosos, legisladores; seamos moderados
en nuestras pretensiones (...) La libertad indefinida, la democracia
absoluta, son los escollos adonde han ido a estrellarse todas las
esperanzas republicanas.296 (...) No aspiremos a lo imposible, no sea
que por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la
región de la tiranía”297
Debo subrayar que en las ideas de Bolívar sobre constitución se revela
intermitentemente la tensión entre la perspectiva liberal y la republicana clásica
de este personaje. Si bien su discurso tiende a exponer la constitución como la
normatividad de la vida republicana de la cual emana el orden para la
permanencia de la república, también asoma una argumentación contradictoria,
al hacer expresiva cierta convicción liberal sobre la concepción de la libertad
individual como valor sustantivo de una república moderna. A partir de sus
reflexiones sobre la constitución británica298, recomienda (“muy lejos de
proponeros su imitación servil”) su estudio, y lo hace en los siguientes
términos:
Yo os recomiendo esta Constitución popular, la división y el equilibrio
de los poderes, la libertad civil, de como la más digna de servir de
modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y a toda
la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza299

296
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.66
297
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.67
298
Dice Bolívar ante el Congreso de Angostura (1819, edición 1990): “Cuando hablo del
Gobierno británico sólo me refiero a lo que tiene de republicanismo, y a la verdad ¿puede
llamarse pura monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y
el equilibrio de los poderes, la libertad civil de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en
la política? ¿Puede haber más libertad en ninguna especie de república? ¿y puede pretenderse
a más en el orden social?”. p.61
299
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.61

153
Carolina Guerrero

En esta línea, la elocuencia de Bolívar sobre la constitución pasa a centrarse en


los dos grandes aspectos relevantes para el liberalismo: la estructuración estatal
sobre la base de la división y equilibrio entre poderes, y la garantía de la
libertad individual como valor sustantivo. Es decir, mientras
preponderantemente se manifiesta el Bolívar con óptica republicanista clásica,
quien dicta la necesidad de constitucionalizar la vida republicana en lo jurídico,
lo político y también en lo ético, marco en el cual la primacía se enfoca en la
permanencia de la república aún a costa del sacrificio mayor o menor de la
libertad individual, también emerge el Bolívar cuya concepción liberal de la
constitución apunta a identificar, como base de la vida política, una
institucionalidad relativamente inalterable, cuya característica principal es la
división de poderes que se contrapesan entre sí, y, a la vez, el valor sustantivo
que encarna la libertad individual. En su faceta liberal, entiende la
constitucionalización de la república como “el modo de manejar hombres
libres”300, lo que además sugiere que el fundamento de los supuestos jurídicos y
políticos estatales es la inalterable condición de libertad en los individuos; de tal
manera, “el modo de manejar” indica que toda acción se ejecuta en atención a
la ley y a través de la ley y, simultáneamente, la evocación sobre los “hombres
libres” –revestidos de tal condición que no ha de ser restringida ni menguada–
presupone, como sugiere Constant, que la libertad individual es pensada como
la única base fundamental de la asociación humana. Y si cruzamos esta
revelación de Bolívar con la premisa de Constant referente a que todo aquello
que no apunte a la libertad no será constitucional, debemos concluir que
Bolívar aporta elementos para interpretar sus propuestas republicanas clásicas
(que exigen una restricción suplementaria de la libertad y la constitución moral
de los individuos, en aras de asegurar la permanencia de la república) como no
constitucionales. Es decir, su aproximación intelectual a la constitución
necesaria para el proyecto de república integra la paradoja de no poder admitir,
en ningún caso, la calificación de constitucional. Por tanto, aquella propuesta
republicana clásica de Bolívar gravita en torno a lo que identifico como la
antinomia de la inconstitucional constitución.
En esa tensión entre las ideas liberal y republicana clásica de Bolívar sobre este
problema, quiero hacer una revisión última sobre la faceta liberal y sus

300
Bolívar: ... Bolivia (25-5-1826) 1990, p.78

154
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

coincidencias con la idea de Constant sobre la constitución. Para Constant, si el


fin de la constitución es garantizar la libertad individual, los dos ámbitos que
habrán de ser limitados a través de la ley fundamental son aquellos que puedan
amenazar el despliegue de dicha libertad. Uno reside en la voluntad general (y
la soberanía) que pueda pensarse a sí misma como ilimitada, con lo que se
conferiría a todos un poder absoluto incluso para afectar aquella parte de la
vida humana que, como señala Constant, por naturaleza es independiente e
individual y está al margen de toda competencia social. El otro ámbito reside
en la autoridad pública, siempre tentada a invadir y atentar contra la esfera de
la libertad individual. En ángulo liberal, Bolívar reconoce en estos dos ámbitos
los “puntos capitales” que han de ser debidamente constreñidos por la
constitución, de manera de proteger la libertad individual, en tanto ésta es
entendida como el objeto de toda asociación humana:
Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu
nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos
puntos capitales: moderar la voluntad general, y limitar la autoridad
pública301
El efecto de no suministrar la prescripción constitucional necesaria para domar
la fuerza de la voluntad general que se pretenda ilimitada y de la autoridad
pública sería la disolución de la república, debido a la derivación en anarquía o
en tiranía, respectivamente. Reitera Bolívar:
¡Legisladores! Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos
monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos os
atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía (...) 302
Ello significa que en la vertiente liberal de las ideas constitucionales de Bolívar
se llega a percibir que la amenaza para la permanencia de la república no se
sitúa en el despliegue de la libertad individual (como sostiene su vertiente
republicana clásica), sino más bien en el defecto en que pudiera incurrir el
andamiaje constitucional –por error del constituyente– al no proveer las
garantías requeridas para el disfrute de esa libertad individual. Es decir,
mientras la perspectiva republicana clásica de Bolívar alerta sobre la amenaza

301
Bolívar, ...Angostura (1819) 1990, p.68
302
Bolívar: ... Bolivia (25-5-1826) 1990, p.78-79

155
Carolina Guerrero

que representa para la cohesión de la república el no limitar la libertad y la


individualidad (por lo que insta más bien a crear una ley fundamental que
apunte a alterar la naturaleza humana, de manera de “curar la sociedad enferma
de turbación y flaqueza”303, además de exigir nuevas renuncias a la libertad
individual), el foco de su perspectiva liberal se dirige a descubrir en los excesos
de la voluntad general y de la autoridad pública no sólo el potencial atropello
contra la libertad y la individualidad, sino en esencia la fuente de disolución de
la república, en tanto una voluntad general ilimitada habrá de degenerar en
anarquía, mientras una autoridad pública ilimitada decantará en tiranía, y por
ambos derroteros se producirá la disolución del cuerpo social, la pérdida de la
república. La trágica conclusión a que conduce el análisis de la tensión entre la
perspectiva liberal y republicana clásica de Bolívar sobre la constitución se
sumariza en una insalvable antinomia: su insistencia en domar y restringir la
libertad individual a efectos de eclipsar la individualidad, con el fin de preservar
la república, contradice e invalida insalvablemente el reconocimiento que él
mismo llega a hacer sobre la libertad individual como objeto de la asociación
humana (por ende, de la república moderna), lo cual a su vez desvía los
supuestos jurídicos y políticos que han de configurar la constitucionalización
de la república. Dicho de otro modo, la permanencia de la república descansa
en la garantía de su propio objeto: la libertad individual, de manera que la
amenaza a la preservación del cuerpo político no podría residir en el despliegue
racional de dicha libertad sino en los dos elementos que, en ausencia de
limitación constitucional, habrán de ofender esa libertad, con efecto no sólo en
lo individual sino en la totalidad del establecimiento social, al derivar en
desorden social y político (anarquía o tiranía); en consecuencia, en la pérdida de
la república.

303
Bolívar: ... Congreso Admirable (20-1-1830) 1990, p.104

156
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

CAPÍTULO 3
DEL PODER NEUTRAL A LA PRESIDENCIA VITALICIA

En este capítulo expongo la asimilación que hace Bolívar del poder neutral –
desarrollado a lo largo de la teoría constitucional de Benjamin Constant– para
configurar la institución de la presidencia vitalicia, la cual incorpora en la
constitución que presenta para la naciente república de Bolivia en 1826. Voy a
proceder en el siguiente orden: primero, analizaré la naturaleza y sentido del
poder neutral de Constant, en atención a los principios liberales y al supuesto
constitucional de garantizar el disfrute pacífico de los derechos civiles y de la
libertad individual; segundo, explicaré los fundamentos sobre los cuales se
erige la propuesta de Bolívar en torno a la presidencia vitalicia, en adición a los
fines que persigue con esta institución; y tercero, propondré un análisis
comparado entre la institución constantina y la versión realizada por el
Libertador, del cual derivarán los elementos en los que me baso para identificar
en la creación de Constant la fuente para la elaboración constitucional de
Bolívar respecto a esta institución, en la que visualizo, a su vez, el intento de
lograr una fórmula para adelantar un establecimiento liberal en una sociedad
compleja, en el que sea posible la conciliación entre libertad y estabilidad
política.

I- PODER NEUTRO: EL PACÍFICO DESPLIEGUE DEL DISENSO

En la estructura jurídico-política que concibe Benjamin Constant para


conformar su teoría sobre la constitución, destaca particularmente la
incorporación del poder neutral a los tres poderes políticos –ejecutivo,

157
Carolina Guerrero

legislativo, judicial– hasta entonces definidos. No sólo lo agrega, sino que lo


antepone jerárquicamente, al situarlo entre ellos y por encima de ellos. Tal
propuesta debe entenderse a la luz de su articulación con lo que el autor
entiende como objeto de la constitución, el cual es, como vimos en el capítulo
2, el otorgar garantías –mediante la formalidad jurídica fundamental– al
despliegue de los derechos del individuo, en especial la libertad individual. Si se
guarda coherencia con esto último, sería predecible que el objeto mismo del
poder neutral de algún modo apuntará a preservar el ámbito que se piensa
inviolable de la esfera de lo privado y de lo individual. Y aunque esto es
fundamentalmente cierto, entiendo que dicho poder resulta también del deber
generado por el derecho a la citada inviolabilidad individual. Dicho de otro
modo, si la asociación humana y sus instituciones –incluyendo la racionalidad
jurídico-política que encarna la constitución– han de orientarse a salvaguardar
las garantías individuales como plantea Constant, el disfrute de un derecho tan
amplio como ése habrá de originar a su vez un deber por parte de sus titulares:
la inviolabilidad en torno al símbolo de neutralidad y de calma en la nación; es
decir, así como ningún agente de la autoridad pública puede perturbar ese
ámbito de la individualidad que ha de quedar fuera del alcance del cuerpo
social y político, del mismo modo existe un espacio de lo público que ha de
resguardarse del alcance de los individuos miembros de dicho cuerpo, con
miras, además, a asegurar la propia preservación de los valores que son
sustantivos para esa misma sociedad. En tal línea, hasta ahora vemos que la
reafirmación del límite de la autoridad pública respecto a la individualidad
genera su propia conexión con el límite de esa individualidad para alcanzar un
único sector de dicha autoridad pública. Si, como expusimos en el primer
capítulo de este trabajo, la opinión pública es una de las formas que toma la
libertad política en una república moderna, a fin de preservar la demarcación
del poder político y escrutar el desempeño de sus agentes e incluso el estado de
lo público, el poder neutral se extrae, se exime del alcance de esa opinión,
manteniéndose en un ámbito de inviolabilidad ante ella.
Ello podría inducir a una conclusión errada sobre las intenciones de Constant
implícitas en su propuesta del poder neutral, si se interpreta como la pretensión
de salvaguardar un poder público de la vigilancia de los miembros de la
asociación humana. Por ello debo advertir que los individuos que integran esa

158
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

asociación siguen siendo los centinelas legítimos de la autoridad y de los


diversos agentes del poder, dado que la característica fundamental del poder
neutral, paradójicamente, es estar desprovisto de poder, como explicaremos
párrafos más adelante.
En esa línea argumental, si se reconoce el principio liberal en torno al libre
despliegue de la independencia individual, debe admitirse en que toda
asociación humana construida sobre ese fundamento será manifiesta la
oposición y choque de intereses diversos. La fórmula a partir de la cual
Constant imagina las posibilidades para la permanencia de la libertad racional
en medio de la discrepancia humana (con todo el contenido patético inherente),
es justamente el poder neutral que habrá de proyectar su propia neutralidad
hacia el ámbito de expresión de la divergencia en esa asociación humana. Por
ello Constant plantea que dicho poder ha sido un “acierto” de “la organización
política”304, al crear:
une sphère inviolable de sécurité, de majesté, d’imparcialité, qui permet
à ces dissentiments de se développer sans péril 305
(una esfera inviolable de seguridad, majestad, imparcialidad, en la cual
se hace posible que los desacuerdos y el disenso se desenvuelvan sin
peligro)
A mi entender, el punto sustantivo de este poder neutral es el espacio
en el cual, según Constant, se origina:
dans le sein même des dissentiments sans lesquels nulle liberté
n’existe306
(en el mismo seno del disenso, sin el cual no existe ninguna libertad)

304
Encuentro curioso que Constant atribuya a “la organización política” una creación que
resulta de la propia teoría constitucional de este autor. Constant pontifica las ventajas de este
poder, y celebra el buen juicio de “la organización política” para poder haber acertado con tan
adecuada institución. Lo curioso es que, al igual que Bolívar, el atribuir una propuesta personal
a la totalidad de “la organización política” es legitimarla anticipadamente, colocándola en un
plano extrapersonal, y haciéndola parecer como el inobjetable producto del ejercicio de la
racionalidad de la asociación humana para darse a sí misma los más adecuados fundamentos
jurídico-políticos.
305
Constant, 1815/1872. p.21-22
306
Constant, 1815/1872. p.21

159
Carolina Guerrero

Significa, por una parte, que la pluralidad de intereses y de opiniones (y


pasiones) en una sociedad liberal es condición para la libertad que le da sentido
a dicha sociedad (por tanto, que la fundamenta). Encuentro vital este
reconocimiento, en tanto se orienta hacia un derrotero contrario a los temores
preeminentes en los inicios republicanos de la Colombia entre 1819 y 1830
(igualmente de la Bolivia que se constituye en el 26), donde, como
analizaremos en el último capítulo, la premisa en torno a la libertad se
conectaba con el temor de que ella se tradujera en el peligro que habría de
culminar con la disolución de la república, por efecto del tumulto y anarquía
producidas por el disentimiento entre sus miembros. Constant transita la vía
opuesta: la discrepancia se concibe como la lógica consecuencia de la
independencia individual, y esta última es análoga al despliegue de la libertad.
Por tanto, neutralizar el disentimiento conduciría al eclipse de la libertad, lo
que para Constant es inaceptable, en tanto la organización política (y su
constitución) existe para la realización segura y pacífica de esa libertad. En
consecuencia, la solución que encuentra el autor a esta ecuación complicada es
hacer emerger del seno mismo de ese disentimiento, característico de la
libertad, una esfera inviolable de imparcialidad que insufle calma e inocuidad al
eventual efecto de las convulsiones humanas. Señala Constant:
Il (monarque) plane, pour ainsi dire, au-dessus des agitations
humaines307
(El monarca planea, sobrevuela, por así decirlo, por encima de las
agitaciones humanas)
De esta forma, ese titular del poder neutral se constituye en “un ser aparte”,
que se coloca en un plano superior al nivel en el cual se despliega la diversidad
de opiniones e intereses, y su único objeto es suministrar esa balanza ecuánime,
de manera de hacer posible simultáneamente tanto el orden político como el
disentimiento y la libertad (con base en este aspecto, la relevancia de esta
institución para una república como Bolívar la discuto en la parte final de este
capítulo). Este “ser aparte” sobrevuela, además, por encima de las pasiones308.

307
Constant, 1815/1872. p.21
308
Constant, 1815/1872. p.21

160
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Y si es inaccesible a todas las pasiones –las propias y las del resto de los
individuos miembros de la sociedad política– es un ser extraordinario que, al
parecer, está dotado de una condición que lo coloca en una dimensión distinta
a la propia de la naturaleza humana. Es decir, el titular del poder neutral tiene
la facultad (“augusta prerrogativa”) nada común de deslizarse por encima de las
pasiones humanas porque él mismo está eximido de la condición común, como
lo describe el autor:
Cette auguste prérogative de la royauté doit répandre dans l’esprit du
monarque un calme, et dans son âme un sentiment de repos, qui ne
peuvent être le partage d’aucun individu dans une position inférieure309
(Esta augusta prerrogativa de la realeza debe desplegar calma en el
espíritu del monarca, y en su alma un sentimiento de reposo, todo lo
cual no puede formar parte de ningún individuo situado en una
posición inferior)
Lo sustantivo en este señalamiento es la pretensión de Constant de deslastrar al
titular de dicho poder del alcance de las pasiones. Lo encuentro muy peculiar si
lo contrasto con las intenciones de los republicanos, tanto antiguos como
modernos, que se inclinaban a la búsqueda de alguna manera de contener y
domar el rasgo de salvajismo inherente a los hombres –el cual residía en la
manifestación de las pasiones– bajo la creencia de que la república bien
ordenada podría aspirar al esplendor sólo si era efectivamente contenido el
patetismo de sus ciudadanos: la virtud cívica se oponía a la fuerza indomable
de las pasiones. Nuevamente, lo que Constant plantea apunta en otra dirección:
lejos de pretender regular las pasiones de los miembros de la asociación
humana, reconoce su existencia, su vinculación con el despliegue de la libertad
individual, e incluso el grado de caos que puede originar el disentimiento de
opiniones, intereses y pasiones, pero coloca la contención de ese patetismo en
un nivel superior que no interfiere con la independencia individual. En ese
poder neutral no sólo crea o propone una esfera de neutralidad y reposo que
ha de proyectarse en términos de orden en el cuerpo político y social, sino que
además parece asumir la posibilidad de que el titular de tan augusta
prerrogativa sea en sí un ser eximido de las condiciones que lo harían común a

309
Constant, 1815/1872. p.21

161
Carolina Guerrero

otro individuo, por lo que queda situado en un espacio inalcanzable al


patetismo de los individuos. En suma, Constant parece coincidir con la
tradición republicana respecto a la necesidad de concebir la civilidad para la
práctica política como forma imprescindible de trascendencia a la condición
primigenia de salvaje en los hombres, en cuya superación es determinante el
dominio de las pasiones. La distinción está en que la tradición republicana
tiende a apelar al constreñimiento de la independencia moral de los individuos,
mientras que Constant, defensor de dicha individualidad, sitúa el punto de
moderación y de calma necesario para dirimir el disentimiento entre las
pasiones en un poder político que no invade la independencia individual, sino
que provee a la asociación humana de un espacio inviolable de seguridad e
imparcialidad, que hace posible la expansión de la libertad individual, pudiendo
esta última conducir recurrentemente al desacuerdo sin que por ello peligre la
permanencia del cuerpo político y, por tanto, del marco de expansión pacífica
de esa misma libertad individual310. Opera de esta forma:
(Le pouvoir neutre) permet à ces dissentiments de se développer sans
péril, tant qu’ils n’excèdent pas certaines limites, et qui, dès que le
danger s’annonce, y met un terme par des moyens légaux,
constitutionnels, et dégagés de tout arbitraire311
(El poder neutro permite que las discrepancias se desarrollen sin
peligro, mientras no excedan algunos límites. Y en el supuesto de que
surja el peligro, ese poder neutro le pone fin a través de medios legales,
constitucionales y exentos de toda arbitrariedad)
Si bien pareciera que Constant está proponiendo lo imposible, en tanto sería
absurdo el pretender eliminar la condición de ser humano en el titular del
poder neutral (a fin de preservarlo del alcance de las pasiones), a mi juicio la
ausencia de patetismo de este titular, dotado de calma y moderación
extraordinarias, no está en la particular condición del personaje, sino en esta

310
Libertad e individualidad son principios trascendentalmente vinculados, siendo el primero
consecuencia de la preeminencia del segundo, como bien destaca Juan Carlos Rey al citar a
Constant (Melánges de Littérature et de Politique, 1829): “Por la libertad, entiendo el triunfo de
la individualidad, tanto sobre la autoridad, como sobre las masas que reclaman el derecho de
esclavizar la minoría a la mayoría. Ver Rey, 1963. p.25
311
Constant, 1815/1872. p.22

162
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

institución constitucional, cuyo diseño ha sido pensado para no poder tener


influencia en individuos y los demás poderes (como veremos en el siguiente
párrafo) y sí asegurar la sincronía y compatibilidad del orden, la libertad y la
individualidad en la empresa política que representa el Estado. De hecho,
Constant asoma esta argumentación al exponer la limitación del poder neutral,
en la cual reside, según él, la distinción entre monarquía absoluta y monarquía
constitucional (podemos agregar: la distinción entre un régimen arbitrario y un
régimen constitucional). Lo señala de la siguiente forma:
Sans doute, comme les hommes d’obéissent pas toujours à leur intérêt
bien entendu, il faut prendre cette précaution, que le chef de l’État ne
puisse agir à la place de autres pouvoirs312
(Sin duda, como los hombres no siempre obedecen a su interés bien
entendido, es necesario tomar la siguiente precaución: que el jefe de
Estado no pueda actuar en el lugar que corresponde a los demás
poderes)
Es decir, el personaje titular del poder neutral puede ser humanamente falible,
pero de lo que requiere el edificio constitucional, para ajustar aún más las
garantías de la libertad, es de esa específica institución que pueda suministrar el
punto neutral de equilibrio en la sociedad política. Constant hace inviolable al
titular del poder neutral a partir de la premisa de que ese agente no puede
conducirse mal ni infringir el mal a los individuos o al Estado (il “ne peut pas
mal faire”), pero ello no ocurre debido a que el personaje investido con esta
prerrogativa pueda literalmente ser deslastrado de su condición humana: es de
la institución de donde emanan estos atributos, y es su diseño jurídico-
constitucional el que inahibilita la proyección de las debilidades propias de ese
personaje titular. Por tanto, el poder neutral es interpretable, explica el mismo
Constant, como el poder abstracto del Estado, y se erige sobre una ficción
legal:
Il est évident que cette hypothèse est une fiction légale, qui
n’affranchit pas réellement, des affections et des faiblesses de
l’humanité, l’individu placé sur le trône. Mais l’on a senti que cette

312
Constant, 1815/1872. p.19

163
Carolina Guerrero

fiction légale était nécessaire, pour l’intérêt de l’ordre et de la liberté


même, parce que sans elle tout est désordre et guerre éternelle entre le
monarque et les factions313
(Es evidente que esta hipótesis es una ficción legal, por la cual el
individuo situado en el trono no queda verdaderamente liberado de las
emociones y debilidades humanas. Mas hemos sentido que esta ficción
legal es necesaria, por el interés en torno al orden y a la libertad misma,
ya que sin ella todo es desorden y guerra eterna entre el monarca y las
facciones)
De tal manera, Constant despersonaliza o deshumaniza al titular del poder neutral
al despojarlo del poder para conducirse (“Il n’a point d’intentions, point de
faiblesses, point de connivence avec ses ministres, car ce n’est pas un
homme”), y situarlo “au-dessus de la région des orages”. Aunque la persona
que quede a cargo del poder neutral esté, como todo hombre, al asecho de sus
propias debilidades e intenciones, la propuesta de Constant sustrae
indirectamente esa condición humana porque la misma no podrá encontrar
espacio para su propia manifestación, luego del ascenso del titular de ese poder
abstracto, de esa ficción legal que representa el poder neutral. Al constreñir las
prerrogativas de dicho titular (quien, como tal, ya ni siquiera es un hombre), el
autor interpreta que se destruyen sus eventuales medios para hacer el mal. Por
ello el tratadista no argumenta en torno a las cualidades que ha de tener el
titular del poder neutral: independientemente de cuáles sean sus virtudes (y de
si las posee o no), lo sustantivo reside en la estructura de esta institución
constitucional, no del personaje encargado de asumirla.
Al mismo tiempo, ese poder neutral, árbitro inmune al fuego y la fuerza del
patetismo común a los hombres comunes, ha de operar en la estructura
institucional constitucional como intermediario imparcial de los poderes activos,
porque tal función es igualmente necesaria, de acuerdo con la teoría de
Constant, para el ejercicio de “toda libertad regular”. El autor, al asignar la
locución “activos” a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, expresa la
condición opuesta en el poder neutral, concebido entonces como un poder
pasivo. Constant lo explica en los siguientes términos: los poderes activos son

313
Constant, 1815/1872. p.80-81

164
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

análogos a tres resortes que deben cooperar, cada uno en su esfera, al


movimiento general. Si el movimiento no es lo armónico que se requiere, el
sistema se descompone, y estos resortes se cruzan, entrechocan y se traban.
Por tanto, requieren de una fuerza imparcial y externa a ellos que los restaure
adecuadamente. En ello consiste el poder neutral, que operará con un criterio
“preservador, reparador y no hostil” por su condición de neutral, ajeno a los
poderes activos, y que aplica su fuerza “en cuantos puntos se requiera”, dado
que su único interés se centra en que los poderes activos se entiendan y actúen
concertadamente. El poder neutral se sitúa, en consecuencia, en medio de los
demás poderes, pero simultáneamente se ubica por encima de ellos, con una
autoridad que es superior y a la vez intermediaria, garante de la conservación
del equilibrio entre los poderes.314 La condición de pasividad del poder neutral
está en que él no tiene incidencia sobre los miembros de la asociación humana,
y tampoco ningún tipo de atribuciones o funciones políticas que vayan más allá
de operar como árbitro imparcial de la discrepancia de los poderes activos, rol
que desempeñará desde su inviolable esfera de reposo y calma. Tampoco
puede invadir la esfera de los demás poderes, porque sus atribuciones están
limitadas específicamente a restaurar el movimiento armónico y la cooperación
entre ellos.
Al mismo tiempo, el hecho de que Constant se haya referido al titular del
poder neutral como “el monarca”, pareciera deslizar que aquel ha de estar
encarnado en la cabeza máxima del poder ejecutivo. Mas no ocurre de esa
forma en tanto, para este tratadista, el ejecutivo está integrado únicamente por
los ministros, mientras que el monarca está constitucionalmente separado de
ese poder que ejecuta. Es decir, se establece la separación entre el poder
ministerial y el poder neutral: este último es inviolable y además irresponsable,
mientras que los ministros, como titulares de un poder activo, sí están
investidos de responsabilidad ante los miembros de la sociedad política.
Paralelamente, este autor concibe el poder neutral tanto para la monarquía
constitucional como para la república. Pero como su perspectiva y posición
política personal es la de un monarquista-constitucional, él es enfático al
destacar las supuestas imperfecciones del poder neutral aplicado a la república.

314
Constant, 1815/1872. p.19

165
Carolina Guerrero

Dado que lo asume como poder necesario para confirmar siempre la garantía
de la libertad en una monarquía constitucional, a ello se debe el que
indistintamente se refiera a él como poder neutral y poder real, entendiendo
que el poder real del jefe de Estado es un poder neutral315. Personalmente,
opto por continuar utilizando las locuciones de poder neutral.
La desventaja en torno a la cual alerta Constant sobre el gobierno republicano,
a fin de permitir el despliegue de los bienes que han de emanar del poder
neutral, consiste en la alternabilidad y elegibilidad de los representantes. Se
debe a que el autor pontifica la condición hereditaria como requisito clave para
la inviolabilidad del titular de dicho poder316, de manera que su particular
atribución ha de perdurar no sólo en él, sino a lo largo de toda su estirpe. La
cuestión de la herencia sería cónsona, de acuerdo con las ideas de Constant,
con la concepción del titular de ese poder abstracto como un ser apartado del
común. Si se sigue esa línea argumental, en el orden republicano ello estaría
imposibilitado por la renovación periódica de todos los representantes:
Un pouvoir républicain se renouvelant périodiquement, n’est point un
être à part, ne frappe en rien l’imagination (...) 317
(Un poder republicano que se renueva periódicamente no puede
constituir un ser aparte, y no impresiona en modo alguno a la
imaginación)
El problema con la república, según Constant, es que todos los ciudadanos
pueden aspirar a llegar al poder supremo simbolizado en el poder neutral. En
adición a la posibilidad del tumulto y de preeminencia de las facciones por
tratar de apoderarse de tal poder, no sería factible, estima el autor, dotarlo de
esa majestad abstracta donde sea posible “établir un point fixe, inattaquable,
dont les passions ne puissent approcher”318 y donde el titular encarne ese ser
aparte, situado en la cúspide del edificio, capaz de impresionar la imaginación

315
Constant señala que el poder real, el cual corresponde al jefe de Estado
independientemente de su título, es un poder neutral. Ver Constant, 1815/1872. p.19
316
Expone Constant (1815): “Un monarque héréditaire peut et doit être irresponsable; c’est un
être à part au sommet de l’édifice”.
317
Constant, 1815/1872. p.24
318
Constant, 1815/1872. p.25. Traducido: Donde sea posible “establecer un punto fijo,
inviolable, al cual no puedan aproximarse las pasiones”

166
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

al punto de otorgar la calma y serenidad a la organización política, con el


objeto de conciliar finalmente orden, individualidad y libertad. De paso, la
república presentaría inconvenientes, en opinión de este tratadista, para la
irresponsabilidad del titular del poder neutral: con un poder republicano no
responsable y un ministerio responsable, el segundo lo sería todo y el primero
sería percibido como inútil, porque no sería capaz de suministrar, como en la
monarquía constitucional (y hereditaria) la utilidad del poder superior al
ministerio, la cual reside en representar ese punto fijo inalcanzable, y, en
adición, Constant no imagina cómo puede crearse en la república un poder
irresponsable:
Un gouvernement républicain a besoin d’exercer sur ses ministres une
autorité plus absolue qu’un monarque héréditaire: car il est exposé à ce
que ses instruments deviennent ses rivaux. Mais, pour qu’il exerce une
telle autorité, il faut qu’il appelle sur lui-même la responsabilité des
actes qu’il commande: car on ne peut se faire obéir des hommes, qu’en
les garantissant du résultat de l’obéissance319
(En comparación con un monarca hereditario, un gobierno
republicano tiene la necesidad de ejercer una autoridad más absoluta
sobre sus ministros, porque está expuesto a que sus propios
instrumentos se conviertan en sus rivales. Pero para que ejerza tal
autoridad, debe asumir la responsabilidad de los actos que ordena: para
hacerse obedecer por los hombres, ha de garantizar los resultados de
tal obediencia)
En líneas generales, hasta ahora tenemos, uno, que el poder neutral es pasivo;
dos, es el poder abstracto que por su imparcialidad actúa como garante del
orden sin restringir la libertad ni constreñir la individualidad; tres, es el poder
que se coloca por encima y en medio de los poderes activos, de manera de
asegurar su mutua colaboración y entendimiento; cuatro, representa un punto
aparte, inalcanzable por las pasiones del común; cinco, es irresponsable320.
Quiero puntualizar en torno a esto último, ya que es especialmente relevante,

319
Constant, 1815/1872. p.25
320
La irresponsabilidad del poder sólo es legítima si ella se conecta con el “ejercicio” de un
poder pasivo, de un poder sin poder. En otro caso, da origen a la arbitrariedad, como
debatiremos en la tercera parte del último capítulo de este trabajo.

167
Carolina Guerrero

como veremos, a efectos del debate político en los inicios de la república


Bolívar. Al separar y diferenciar el poder neutral del poder ejecutivo, y asignar
el segundo al cuerpo de ministros, los actos del poder quedan siempre
atribuidos a los ministros; en consecuencia, ellos encarnan el deber de
responder por dichos actos, y no podrán hacer nada sino por las leyes, de
acuerdo con la racionalidad constitucional según la cual en el Estado todo se
ha de hacer a través de la ley y en nombre de la ley. A la vez, el poder neutral es
irresponsable porque no realiza ningún acto de poder sobre el cual pueda ser
acusado:
Le pouvoir ministériel est si réellement le seul ressort de l’exécution
dans une constitution libre, que le monarque ne propose rien que par
l’intermédiaire de ses ministres: il n’ordonne rien, que leur signature
n’offre à la nation la garantie de leur responsabilité321
(El poder ministerial es realmente el único resorte de la ejecución en
una constitución libre Todo lo que propone el monarca ha de hacerlo
a través de sus ministros: el monarca no ordena nada, ya que su firma
no ofrece a la nación la garantía de su responsabilidad)
En la bifurcación que hace Constant entre el poder neutral y el poder ejecutivo
identifica el sentido de utilidad para la sociedad política: a la autoridad neutra y
conservadora322 le asigna el derecho de mantener lo que existe, mientras que al
poder activo ministerial le atribuye el derecho de proponer el establecimiento
de aquello que aún no existe. Ese deslinde entre el poder pasivo y el poder
activo determina, a la vez, la limitación en las funciones cotidianas del poder
neutral323: su titular sólo podrá asegurar a la sociedad la justicia del orden
público, distribuir gracias324, investir ciudadanos, nombrar los órganos de las
leyes, disolver asambleas representativas para preservar a la nación de los
desvíos de sus actores y convocar nuevas elecciones, nombrar los ministros.
Paralelamente, los actos de los ministros, al corresponderse con su poder
activo, conducen a la responsabilidad en vinculación con el resguardo de las

321
Constant, 1815/1872. p.26
322
Conservadora en términos de ser garante de la permanencia del orden político
323
Ver Constant, 1815/1872. p.28
324
“Droit d’une nature presque divine, qui répare les erreurs de la justice humaine” (Constant,
1815)

168
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

garantías individuales. Es decir, mientras Constant constriñe el poder neutral al


ejercicio de un poder pasivo garante de la permanencia de la libertad racional
en medio de la discrepancia humana, el poder activo de los ministros también
está constitucionalmente limitado en atención fundamental a salvaguardar la
libertad y los derechos individuales. Por ello el autor precisa que los ministros
pueden percibir la acusación y merecer ser procesados por tres causas: por
abuso o mal empleo de su poder legal; por los actos ilegales, perjudiciales al
interés público, sin relación directa con los particulares; y por los atentados
contra la libertad, la seguridad y la propiedad individual325.
En suma, la propuesta del poder neutral gravita en torno a aportar garantías
constitucionales para la expansión de la libertad regular, lo cual demanda la
imposición de limitaciones constitucionales a las diversas manifestaciones de la
autoridad pública. En ese ámbito se hace sustantiva la bifurcación entre, uno,
el poder ejecutivo y activo de los ministros, y dos, el poder abstracto e
imparcial que deriva de la ficción legal que da origen al poder neutral,
destinado a insuflar sosiego y calma en medio del despliegue del libre
disentimiento, de manera de asegurar la coexistencia del orden, la
individualidad y la libertad. Toda esta argumentación se fundamenta en la
máxima constantina según la cual la seguridad pública estará comprometida en el
instante en que los ciudadanos vean en la autoridad un peligro y no una
salvaguardia. En ausencia de un poder neutral, el tratadista visualiza lo que
cataloga como el “vicio de casi todas las constituciones”: consiste en conferir la
suma de autoridad a uno de los poderes activos, transformándose de manera
inevitable en fuente de la arbitrariedad y de la tiranía sin límites.

II- La traslación del poder neutro a la presidencia vitalicia

En las siguientes líneas expongo la naturaleza y sentido de la presidencia


vitalicia, incorporada como institución fundamental en el proyecto de
constitución ofrecido por Simón Bolívar para la república de Bolivia.

325
Ver Constant, 1815/1872. cap. IX, en especial p.70

169
Carolina Guerrero

La concepción de Bolívar en torno a la presidencia vitalicia gravita alrededor de


pensarla como el necesario símbolo de permanencia que habrá de asegurar la
estabilidad de la república. Como fue discutido en el capítulo II de este trabajo,
el centro de las especulaciones teóricas en torno a la república es, para Bolívar,
la búsqueda de los medios para alcanzar la implantación de una práctica
política y de una prescripción constitucional que condujesen a la afirmación de
la preservación de dicha república. En esa línea, la permanencia del cuerpo
político es el valor sustantivo que ha de ser expresado a través de los
fundamentos jurídico-constitucionales, a fin de eternizarlo mediante la
textualización constitucional. En su mensaje al Congreso de Bolivia, emitido en
Lima el 25 de mayo de 1826, en el cual presenta su proyecto de constitución, el
Libertador explica el sentido de la presidencia vitalicia en los siguientes
términos:
El Presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución,
como el sol que, firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema
autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se
necesita más que en otros un punto fijo alrededor del cual giren los
magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas. Dadme un punto
fijo, decía un antiguo, y moveré el mundo. Para Bolivia, este punto es el
Presidente vitalicio326
Es decir, ese punto fijo, firme, alrededor del cual han de gravitar “los hombres
y las cosas” en atención a un orden determinado, constituye la simbolización
del Estado, de la que habrá de emanar la permanencia del orden político y
social evocado a través de esa metáfora sobre el orden cósmico. En ausencia
de ese astro “firme en su centro”, colapsa lógicamente el sistema solar. La
intención de Bolívar es, a mi juicio, configurar la institución constitucional a
partir de la cual cada elemento de la esfera de lo público y de lo privado pueda
mantenerse en su órbita, en el ámbito que le es propio, lo cual también se
traduce como la prohibición de que alguno de esos elementos pueda invadir,
colisionar o alterar la esfera de otros. En tal sentido, la concepción de Bolívar
pareciera apuntar al reconocimiento de que el orden político y social es posible
si y sólo si los respectivos movimientos, expansión y despliegue de ciudadanos

326
Bolívar: Mensaje desde Lima al Congreso de Bolivia, 25-5-1826, en Grases, 1988. p.364

170
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

y magistrados –lo individual y lo institucional– responden a un orden capaz de


ser permanente, condición la cual, a su vez, estará dada por la existencia de una
“autoridad suprema” alrededor de la cual girará lo público y lo privado.
Encuentro, además, una correlación entre esta premisa y la idea moderna de
libertad como ausencia de interferencia arbitraria en la disposición de cada
individuo sobre su persona y sus bienes327. Es decir, ese centro fijo otorga
exclusivamente la garantía del orden y de la permanencia, pero no se establece
en la argumentación de Bolívar la posibilidad de que dicho centro invada los
espacios de la individualidad (tampoco de la institucionalidad), justamente
porque, al hacerlo, tendría que abandonar el espacio central que le ha sido
asignado en ese sistema y aproximarse a las esferas de esos ciudadanos (y
magistrados, igualmente), provocando él mismo el colapso de esa estructura
jurídico-política. En términos de la metáfora empleada por el Libertador, sería
tan catastrófico como si el sol se desplazara momentáneamente de su centro
para situarse en otro punto del sistema. Lo que quiero destacar es que la
condición de centro fijo otorga simultáneamente la simbolización de la
permanencia de la república en adición a la imposibilidad de que esa autoridad
suprema o punto firme invada los espacios de libertad de los ciudadanos y de
debida acción de los magistrados. Encuentro especialmente sustantiva esta
concepción en Bolívar, porque por primera vez da con un diseño
constitucional en el que se pretende asegurar la preservación de la república sin
necesidad de apelar a un ser supremo del cuerpo político que imprima
restricciones adicionales al despliegue de la libertad de los individuos y que
irrumpa en las funciones de los demás magistrados e instituciones. Con ello,
esta idea del punto fijo avanza hacia una noción de autoridad suprema
diferente a la que había manejado el lenguaje republicano hasta entonces: lejos
de erigirse en el punto virtuoso de concentración del poder en la república,
trasciende como el punto de simbolización para la permanencia del edificio
político y de proscripción de cualquier remota posibilidad de atropellar la
libertad de los ciudadanos y la institucionalidad de la república.
El hecho de tener que circunscribirse al punto fijo que le es asignado en el
cuerpo político y social garantiza que esta presidencia vitalicia no podrá
movilizarse con la intención de emplear su autoridad suprema en contra de la

327
Ver, por ejemplo, Pettit, 1999. p.51ss

171
Carolina Guerrero

individualidad y las instituciones, pero, además, estará imposibilitada a ello


mediante una segunda limitación constitucional: Bolívar la propone como un
poder pasivo y la priva de cualquier facultad mediante la cual pudiese actuar
con criterio hostil en contra de ciudadanos y magistrados. Lo expresa el
Libertador de esta manera en la siguiente cita, en la cual enfatiza el sentido de
esta institución a efectos de encarnar el poder abstracto garante de la
permanencia del orden republicano:
En él (en este punto fijo representado por la presidencia vitalicia)
estriba todo nuestro orden, sin tener en esto acción. Se le ha cortado la
cabeza para que nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las
manos para que a nadie dañe328
Asimismo, Bolívar estima que la simbolización de la permanencia de la
república en una autoridad suprema pasiva, que asegura el orden pero que no
puede actuar contra ciudadanos y magistrados, es tanto más necesaria en una
república que en una monarquía constitucional, debido a que el orden
republicano supone la vigencia del principio de igualdad o de ausencia de
jerarquías, de manera que se evidencia la necesidad de constitucionalizar una
jerarquía única (además, vitalicia) que transmute a un ciudadano común en ese
abstracto símbolo de permanencia. Todos los miembros del cuerpo político
son magistrados o ciudadanos, y se asigna a un único ciudadano la majestad de
esa autoridad suprema invalidada para toda acción, pero encarnadora de esa
idea fija de preservación y continuidad de la república. Enfatizo el argumento
con la evocación del siguiente extracto de la cita de Bolívar referida líneas atrás:
(...) porque en los sistemas sin jerarquías se necesita más que en otros
un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados y los ciudadanos
(...) 329
A la vez, este poder pasivo de la presidencia vitalicia está inserto en el poder
ejecutivo, lo cual sugiere una singularidad no sólo por configurar al ejecutivo
con la presencia simultánea del poder pasivo y el poder activo, sino además por
estar encabezado justamente por la única de sus áreas que ha sido deslastrada
del poder de ejecutar. Bolívar explica esta aparente antinomia al confirmar que

328
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.364
329
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.364

172
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

la presidencia vitalicia estará constreñida con mayores limitaciones respecto al


resto del ejecutivo, las cuales fundan su sentido en la necesidad de impedir la
invasión de tal entidad a los espacios reservados en el orden político y jurídico
de la república a la individualidad y a las instituciones. Esta idea reiterativa en
torno a las restricciones de la presidencia vitalicia es vinculable con la principal
reserva del pensamiento liberal en torno a la estructura en la que ha de operar
la autoridad pública: establecer sus límites es proporcional a la reducción de la
posibilidad de que la misma se convierta en usurpadora, de tal forma que esas
rígidas limitaciones de la presidencia vitalicia apuntan principalmente a asegurar
la esfera del despliegue regular de la individualidad, además del adecuado
ámbito de las instituciones. Prosigue Bolívar: “El Presidente de Bolivia
participa de las facultades del Ejecutivo Americano330, pero con restricciones
favorables al pueblo”331.
Pero, sin duda, uno de los mayores dilemas en la propuesta de Bolívar sobre la
presidencia vitalicia gira en torno al manejo conmocional de la elocuencia
constitucional de este personaje, a fin de decretar, a través del discurso, el
pertinente acomodo de una forma monárquica en el orden republicano. Es
decir, si, como bien expresó el propio Bolívar, la república es un sistema sin
jerarquías, la condición vitalicia no podría ajustarse a aquella, y menos aún en el
caso de una república moderna, donde el principio liberal de la alternabilidad
en las funciones de los representantes configura parte de su propia naturaleza.
La idea de lo vitalicio está asociada a las formas políticas monárquicas,
consistiendo en una de las representaciones adoptadas por el privilegio. La
república se edifica justamente en la idea de igualdad, que si bien centra el

330
De acuerdo con el artículo II, Sección I de la constitución de Estados Unidos de América,
promulgada en 1787, las funciones del presidente de la república son (art.II, Sección II):
comandar el ejército y la armada de la república; otorgar indultos; con consentimiento y
asistencia del Senado: formular tratados, nombrar embajadores, ministros, cónsules, jueces de
la Suprema Corte y demás funcionarios de la república; periódicamente debe informar al
Congreso sobre el Estado de la Unión, y recomendar a su consideración las medidas que
juzgue necesario; debe recibir a los embajadores y ministros públicos; debe cuidar que las
leyes sean debidamente ejecutadas. El presidente es elegido por un período de 4 años, al igual
que el vicepresidente (quien además, según el Art. I, preside el Senado sin derecho a voto,
excepto en caso de empate) La falta del presidente (en caso de ser removido del cargo,
fallecimiento, renuncia o inhabilitación para ejercerlo) supone la remoción del vicepresidente;
ambos cargos han de ser cubiertos por personas designadas por el Congreso. (ver: The
federalist papers, 1788/1987, p.491-496)
331
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.364

173
Carolina Guerrero

debate a causa de las diversas interpretaciones a las que da lugar, evoca una
mínima coincidencia general, para ser entendida en todo caso como la
abolición y ausencia del privilegio. Por tanto, la tarea de Bolívar es lograr la
proeza casi oximorónica de que una institución vitalicia sea percibida como
republicana. A mi juicio, apela a la invención de las tradiciones, y para ello
utiliza el antecedente inmediato de la presidencia vitalicia haitiana332,
apoyándose además en la antigüedad relativa de la independencia de esa
república (que databa de 1801) y su significado histórico en términos de los
auxilios militares prestados por el general Alexandre Pétion a Bolívar durante la
guerra independentista de Venezuela333. La constitución haitiana que reinstala
en esa república la presidencia vitalicia es, en adición, la que promulga el
propio Pétion en 1816. Desde mi punto de vista, la presidencia vitalicia de
Haití y la propuesta para Bolivia tienen en común únicamente el carácter
vitalicio. La de Haití consiste en un poder activo, a diferencia de la boliviana,
con lo cual parten de supuestos totalmente disímiles que derivan en estructuras
distintas, con distintos objetos. En fin, interpreto que la referencia que hace
Bolívar a la presidencia vitalicia haitiana específicamente tiene como fin el
legitimar el carácter republicano de su propuesta, al acudir al antecedente de la
república más “antigua” de la América no anglosajona. Señala el Libertador:
Su duración (de la presidencia vitalicia) es la de los Presidentes de
Haití334. Yo he tomado para Bolivia el Ejecutivo de la República más
democrática del mundo 335

332
Algo análogo hace con el derecho del presidente vitalicio boliviano de nombrar su sucesor.
Republicaniza la vicepresidencia hereditaria con la referencia a la práctica estadounidense de
nombrar al sucesor del presidente: “En el gobierno de los Estados Unidos se ha observado
últimamente la práctica de nombrar al primer Ministro para suceder al Presidente. Nada es tan
conveniente, en una república, como este método” (Bolívar, 1826, en Grases, 1988. p.366-
367) La analogía entre dicha práctica y la que Bolívar propone para Bolivia no es exacta, pero
se corresponde con un recurso retórico del Libertador a efectos de republicanizar la
designación del sucesor del presidente con base en la voluntad de uno (dicho presidente) y no
de todos, como prescriben los principios republicanos.
333
Ver, por ejemplo, Paul Verna: Petion y Bolívar, 1980
334
La constitución de la república de Haití, promulgada el 2-6-1816, estableció la presidencia
vitalicia, institución que fue abolida en la carta fundamental de 1843 y reintroducida poco
después, en 1846. Esa constitución de 1816 incorpora la propuesta de Alexandre Pétion en
torno a la presidencia vitalicia, con base a la misma institución presente en la constitución de
1807, que elevó a Henri Christophe a la presidencia vitalicia, y quien en 1811 promulga una
nueva constitución que lo proclama rey: Henri I. En la constitución de 1807, el primer

174
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

En su elocuencia orientada a republicanizar la condición vitalicia, Bolívar


vincula esto último, unido al establecimiento del mecanismo de la sucesión,
con la necesidad de preservar el orden político; es decir, nuevamente recurre a
la simbolización del Estado en esa presidencia vitalicia la cual, al fijar en el
tiempo su propia permanencia (mediante la condición vitalicia y el
nombramiento pacífico del sucesor quien, como veremos para el caso de
Bolivia, es designado por el mismo presidente), insufla en la república la idea
abstracta de permanencia, que a su vez habrá de traducirse en la preservación
de dicha república, dado que las pasiones del común no podrían incidir en la
elección del ciudadano que habría de ocupar esa autoridad suprema. Además,
al estar desprovista de poder activo, la apetencia por esta magistratura sería a
su vez limitada. En todo caso, esa republicanización de la presidencia vitalicia
se da al hacerla virtuosa: su fin es el bien común, si se considera que ella sería el
garante del orden político a lo largo de la mortal existencia de su titular y más
allá de ésta, todo lo cual conduciría al bien supremo de asegurar la permanencia
de la república. En paralelo, Bolívar expone la distinción entre la forma
monárquica y la forma republicana de la presidencia vitalicia, la cual se
fundamenta en la legitimidad. Si en la monarquía el reino se hace ilegítimo al
basarse en la usurpación y prolongarse a través de la condición hereditaria, de
manera que ninguno de esos dos sucesos es expresivo de la voluntad de los
miembros de la asociación política ni está destinado a garantir sus libertades, en
la república “el reino” –en la forma de la presidencia vitalicia– se hace legítimo
al despersonalizar a su titular en función del bien común (“se le ha cortado la
cabeza para que nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para
que a nadie dañe” 336), y prescribirle la obligación de operar como el punto fijo
del cual ha de derivar la garantía de permanencia, de preservación de la
república337. En cuanto al origen, la presidencia vitalicia se legitima al

magistrado de la república adopta el título de “presidente y generalísimo de las fuerzas de mar


y tierra de Haití” (Art.6), con carácter vitalicio (Art.8) y con derecho a nombrar su sucesor
(Art.9) pero sólo entre los generales de la república. Sobre este tema, ver: Louis Joseph
Janvier: Les constitutions d’Haiti 1801-1885. Paris, 1886.
335
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.364
336
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.364
337
Esta idea de la posibilidad (y necesidad) de republicanizar una institución monárquica si ella
conduce a la realización del bien común se conecta con la tradición republicana, especialmente
expresiva en la república romana, según la cual una república era considerada como una
verdadera república si su gobierno estaba organizado de manera tal de servir a la utilidad

175
Carolina Guerrero

fundamentarse en la norma constitucional, y de esta manera ser expresiva,


indirectamente, de la voluntad de todos, aun a pesar de que esta voluntad no
ha de manifestarse explícitamente (ni debe hacerlo) en la elección del titular ni
de su sucesor. Refiere Bolívar sobre este reino legítimo:
(En Haití) nombrado Pétion Presidente vitalicio con facultades para
elegir el sucesor, ni la muerte de este grande hombre ni la sucesión del
nuevo Presidente han causado el menor peligro en el Estado (...) Todo
ha marchado (...) en la calma de un reino legítimo (...) Un Presidente
vitalicio, con derecho para elegir el sucesor, es la inspiración más
sublime en el orden republicano338
Esta fórmula constitucional dirigida a eliminar el peligro que representa para el
Estado la designación de la máxima magistratura es, a su vez, el
reconocimiento expresado por Bolívar sobre los defectos que él identifica
contingentemente en una república democrática. A lo que quiero llegar es a lo
siguiente: desde una perspectiva liberal, la elección de los representantes
configura una de las prácticas políticas habituales de la asociación humana; en
consecuencia, la práctica de aquello que es usual dentro del orden político
apuntaría justamente a la conservación de dicho orden, mientras que la
realización de lo extraordinario supondría la alteración del mismo, no
necesariamente (aunque eventualmente) conducente a su ruptura. En ese
marco, el mecanismo de designación del presidente fundamentado en las
elecciones constituiría justamente una de las prácticas políticas cuyo ejercicio,
además, debería tender siempre a robustecer y reafirmar la experiencia política
del cuerpo social en torno a la forma en que dicho cuerpo ha decidido llevar a
cabo su vida política. En esa línea argumental, se trataría de un elemento de
conservación de la estructura estatal, es decir, un elemento de orden. Por tanto,
en el temor de Bolívar de someter a elecciones la designación del presidente
encuentro la idea de que las prácticas políticas propias de una república
democrática se revelan extraordinarias, a su juicio, para las nacientes repúblicas

común (commune utitlità). En este sentido, Bolívar, basándose en la tradición republicana,


legitima la republicanización del poder neutro, a pesar de incorporar una magistratura vitalicia
y una hereditaria, dado que éste permite asegurar la mayor utilidad pública, que consiste en la
permanencia del cuerpo político. Sobre commune utitlità, ver: Sellers, 1998. p.13ss
338
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.365

176
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

hispanoamericanas (en este caso, Bolivia), de manera que lejos de representar


el orden para ese cuerpo político encarnan más bien el peligro de disolución. Y
si las prácticas del orden republicano no se adecuan a ese cuerpo político, debe
inferirse entonces que la república tampoco. El acertijo político-constitucional
que irrumpe frente a Bolívar es cómo crear la república sin desplegar la
república, en vista de que –a su juicio– en ello residiría el peligro de su propio
cataclismo. La moderación de las formas políticas republicanas a través de
algunas formas monárquicas pareciera ser su respuesta, a fin de suprimir
determinadas prácticas políticas republicanas de las que pudiese surgir la
antinomia de configurarse en un elemento de destrucción del orden339. Destaca
el orador:
El Presidente de la República nombra al Vice-Presidente, para que
administre el Estado y le suceda en el mando. Por esta providencia se
evitan las elecciones, que producen el gran azote de las repúblicas, la
anarquía, que es el lujo de la tiranía y el peligro más inmediato y más
terrible de los gobiernos populares340
A la vez que la elocuencia constitucional de Bolívar ha sugerido la ilegitimidad
de la sucesión hereditaria monárquica, de manera de establecer la posibilidad
de configurar una sucesión hereditaria legítima, la cual por necesidad se
correspondería con la república a fin de suministrar el bien común máximo,
centrado en la permanencia de dicha república, el orador introduce el

339
No es una invención de Bolívar: en la república romana determinadas instituciones fueron
consideradas monárquicas, e integraban igualmente el sistema republicano. Es el caso de la
dictadura, cuyo titular, el magister populi, se eleva a tal cargo el cual se extingue por
ministerio de la ley, una vez desempeñada la función, que consistía en superar la emergencia
política en la república. Ver al respecto, Teodoro Mommsen: Compendio de Derecho Público
Romano. Madrid, 1893. p.274ss. En adición, en la tradición republicana se asocia la idea de
república bien ordenada con la fundamentación de la república en una forma mixta de
gobierno (véase al respecto la disertación de Maquiavelo en sus Discursos sobre la primera
década de Tito Livio), lo cual supone la coexistencia en la república de formas monárquicas y
aristocráticas. Más que estrictamente el tipo de forma política en la cual le convenga apoyarse
en función de las circunstancias, lo que distingue a la república es el hecho de que el orden
político sea en todos sus aspectos expresión de la voluntad general, que apunte a la realización
del bien común (y que la libertad constituya el valor sustantivo para la vida republicana
moderna), todo lo cual se funda en la premisa de la igualdad, concebida como el disfrute de
iguales derechos políticos y civiles. Ver, también, Rousseau: Du contrat social: “Aproprement
parler il n’y a point de Gouvernement simple” (libro III, cap.VII)
340
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.367

177
Carolina Guerrero

argumento sobre los bienes que han derivado históricamente de esa sucesión
hereditaria en las monarquías: el efecto de tales bienes ha sido la permanencia
del Estado; a su vez, el efecto de haber permitido la irrupción de esos bienes
supremos ha producido la legitimación tácita de esas monarquías. Bolívar se
refiere a esa legitimación como los “títulos de aprobación” obtenidos por tales
monarquías, como consecuencia de haber asegurado la conservación del orden
de las cosas en el cual es posible la realización del principio liberal según el cual
se es libre al realizar todo aquello que no perturbe la libertad y derechos del
otro. De allí se sugiere que el tipo de monarquía sobre la cual está
argumentando Bolívar es la constitucional, dado que esa sucesión no solamente
es conservadora del orden, sino de la subordinación entre los individuos, y esta
última idea es expresiva del principio liberal referido, ya que en la monarquía
absoluta no existe tal subordinación entre los individuos (manifiesta en la
renuncia mutua a algo de la libertad individual para el disfrute pacífico y seguro
de la misma) sino de ellos con relación al monarca. De tal forma, Bolívar alude
a la posibilidad de que se active en la asociación política una institución
constitucional que asegure la permanencia del orden y a la vez la libertad
individual, y extrapola la idea de que ello surge a partir no necesariamente de la
forma política, sino del principio de sucesión hereditaria. A tales efectos,
propone su republicanización: a diferencia de la tradición monárquica, el
sucesor no es designado con base en la sangre sino en la virtud manifiesta en el
mejor ciudadano, quien habrá de ser nombrado como el sucesor al reino
legítimo por el titular de esa institución conservadora del orden y de la libertad.
Bolívar lo argumenta en estos términos:
Siendo la herencia la que perpetúa el régimen monárquico y lo hace
casi general en el mundo: ¿cuánto más útil no es el método que acabo
de proponer para la sucesión del Vice-Presidente? (...) La monarquía
que gobierna la tierra ha obtenido sus títulos de aprobación de la
herencia que la hace estable y de la unidad que la hace fuerte. (...) Un
príncipe soberano (...) manda al género humano porque conserva el
orden de las cosas y la subordinación entre los ciudadanos, con un
poder firme y una acción constante. Considerad, legisladores, que estas

178
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

grandes ventajas se reúnen en el Presidente vitalicio y Vicepresidente


hereditario 341
Esa idea de libertad evocada por Bolívar en su concepción constitucional en
torno a la presidencia vitalicia implica dos supuestos. El primero es el que
hemos referido a través de la idea de “subordinación entre los ciudadanos”
expuesta por el orador. El segundo responde a la dominación legal que ejerce
el poder activo ejecutivo de la república sobre dichos ciudadanos, con el objeto
de asegurar el cumplimiento de las leyes de la república: se es libre mientras
estos ciudadanos participan en la elaboración, aprobación y revisión de las
leyes a las que han de estar sometidos, y dicha participación es directa en unos
casos, indirecta en otros, pero siempre fundada en la representación legal de la
voluntad de todos. Por ello se es libre, en suma, bajo la dominación del poder
legalmente constituido para la ejecución de dichas leyes. En tal sentido, la
institución constitucional de la presidencia vitalicia ha de afirmarse en su
naturaleza conservadora del orden y de la libertad al estar desprovista de la
posibilidad de ejercer algún tipo de dominación sobre los ciudadanos, dada su
condición de poder pasivo no ejecutor. Insiste Bolívar sobre el poder pasivo de
esta magistratura, que inhabilita su eventual acceso a las posibilidades de
transmutar en usurpadora:
Ademas el Presidente de Bolivia está privado de todas las influencias:
no nombra los magistrados, los jueces, ni las dignidades eclesiásticas,
por pequeñas que sean. Esta disminución de poder no la ha sufrido
todavía ningún gobierno bien constituido: ella añade trabas sobre
trabas a la autoridad de un Jefe que hallará siempre a todo el pueblo
dominado por los que ejercen las funciones más importantes de la
sociedad (...) La usurpación del poder público dista más de este
gobierno que de otro ninguno 342
Al cerrar constitucionalmente los canales mediante los cuales el presidente
vitalicio pudiera invadir la esfera de lo privado, la propuesta de Bolívar apunta
también a replicar esta proscripción respecto a la esfera de lo público. En esa
línea, a través de las restringidas atribuciones constitucionales de la presidencia

341
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.367
342
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.365

179
Carolina Guerrero

vitalicia, la aísla de la posibilidad de ejercer cualquier tipo de influencia sobre


otros ámbitos del poder político y de la administración del Estado343. Explica el
Libertador:

343
Quiero referir las normas constitucionales que habrían de regular al “reino legítimo”, de
acuerdo con el proyecto de constitución presentado por Bolívar para el establecimiento
jurídico-político de Bolivia: se instituye que el ejercicio del poder ejecutivo residirá en el
presidente vitalicio, un vicepresidente, y tres secretarios de Estado. Bolívar propone que el
presidente sea nombrado la primera vez por “la pluralidad absoluta del Cuerpo legislativo”,
mientras que Antonio José de Sucre (quien revisa previamente el proyecto de constitución, con
el objeto de aportar sus observaciones) plantea que sea “nombrado la primera vez
popularmente” (en realidad, es Bolívar quien termina designando a Sucre como presidente, lo
cual obtiene la anuencia del Congreso; a la par, el texto finalmente promulgado preveía que la
primera vez el nombramiento lo hiciese el congreso constituyente, a propuesta de los colegios
electorales). En ese ejecutivo, el presidente será el jefe de la administración del Estado, sin
responsabilidad por los actos de dicha administración. En ello reside su inviolabilidad. Las
atribuciones del presidente consisten en: abrir las sesiones de las cámaras, proponerles el
vicepresidente y nombrar por sí solo los secretarios de Estado; destituir al vicepresidente o a
los secretarios, dar autorización formal de actos resueltos por otros poderes (mandar publicar,
circular, hacer guardar las leyes; autorizar reglamentos y órdenes para el mejor cumplimiento
de la Constitución, las leyes y los tratados públicos; hacer cumplir las sentencias de los
tribunales; convocar sesiones extraordinarias del Congreso, pedir la prorrogación de sus
sesiones ordinarias); dar retiros, pensiones y licencias; conceder patentes de corso; nombrar
los empleados de hacienda (cuidar las recaudaciones y su inversión con arreglo a las leyes),
celebrar tratados internacionales con la aprobación del Congreso; recibir ministros extranjeros;
conmutar penas capitales; presentar al Senado uno de la terna de candidatos propuestos por
el Cuerpo electoral para prefectos, gobernadores y corregidores; presentar al gobierno
eclesiástico uno de la terna de candidatos propuestos por el Cuerpo electoral para curas y
vicarios de las provincias; disponer de la fuerza permanente de mar y tierra para la defensa
exterior de la República; mandar en persona los ejércitos de la república en paz y guerra;
disponer de la milicia nacional para la seguridad interior (fuera de los límites de los
departamentos, con consentimiento del Legislativo). Si se revisan con cuidado, tales
atribuciones carecen ciertamente de poder activo para la conducción del Estado, excepto en lo
relativo a la disposición y dirección de las fuerzas de mar y tierra y de la milicia interior. En
suma, la norma constitucional propuesta por Bolívar para la constitución boliviana impide que
el titular de la presidencia vitalicia pueda hacer un uso arbitrario de su poder contra el
ciudadano, lo cual representa una garantía para el goce de la libertad y los derechos
individuales: este proyecto constitucional prohíbe al presidente privar de la libertad a ningún
ciudadano ni imponerle penas; en caso de que la seguridad de la república exija el arresto de
un ciudadano, el presidente debe ponerlo a disposición del tribunal o del juez competente en
menos de 48 horas; le impide ejecutar expropiaciones (si el interés público obliga a ello, debe
indemnizar justamente); le prohíbe obstaculizar elecciones ni demás funciones de los poderes
de la república (con lo cual queda inhabilitado para invadir la esfera de tales poderes);
establece que sólo podrá ausentarse del territorio de la república con permiso del Congreso.
(ver: Bolívar, 1826, en Grases, 1988. p.341.342)

180
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Los límites constitucionales del Presidente de Bolivia son los más


estrechos que se conocen: apenas nombra los empleados de hacienda,
paz y guerra; manda el ejército. He aquí sus funciones 344
Por contraposición, el poder activo del poder ejecutivo estará en manos del
vicepresidente, y ello conduce a la idea de inviolabilidad del presidente vitalicio:
por la forma en que es designado, está separado del efecto de las pasiones de
los individuos; en atención a la forma en que permanece en el cargo, está
igualmente separado del efecto de la opinión pública, que no puede tocarlo (ni
tendría razones para pretender hacerlo, ya que esa presidencia vitalicia
consistiría en el soporte abstracto de permanencia y conservación, sin ejecutar
acción ninguna en la república); y por representar un poder pasivo, está
deslastrado de responsabilidad, por tanto, no puede ser acusado por ningún
órgano del poder político. La responsabilidad política del ejecutivo reside en el
vicepresidente, quien ha de ser escrutado por sus acciones tanto por la opinión
pública de los ciudadanos como por otros poderes. A su vez, ello sugiere que
en el tránsito del titular de la vicepresidencia hacia su ascenso a la presidencia
habrá de mudar del ejercicio de un poder activo responsable hacia un poder
pasivo irresponsable e inviolable345. Expresa el Libertador:

344
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.366
345
En relación con las atribuciones del vicepresidente (el sucesor), el artículo 87 de este
proyecto de constitución establece que será el “jefe del ministerio”, responsable –junto con el
secretario del despacho del departamento respectivo– de la administración del Estado;
despachará y firmará “todos los negocios de la administración con el secretario de Estado del
departamento respectivo” en nombre de la República y del presidente. Y respecto a los
secretarios de Estado, se prevén tres: “El uno se encargará de los departamentos del interior y
relaciones exteriores; el otro del de hacienda; y el otro del de guerra marina”, quienes
“despacharán bajo las órdenes inmediatas del vicepresidente”. El poder legislativo, a través de
la Cámara de los censores, deberá acusar ante el Senado las infracciones del ejecutivo a la
constitución, las leyes y los tratados públicos; también deberá solicitar al senado la suspensión
del vicepresidente y de los secretarios de Estado, “si la salud de la república lo demandare con
urgencia”. De acuerdo con el artículo 51, a la Cámara de los censores “pertenece
exclusivamente acusar” al vicepresidente y secretarios de Estado ante el Senado, en los casos
de “traición, concusión, ó violación manifiesta de las leyes fundamentales del Estado”. De esto
último se deduce que, por una parte (y según el artículo 50 de la constitución), los censores
acusan ante el Senado “las infracciones” del “ejecutivo” contra la constitución, las leyes y
tratados públicos, y, por otra parte (artículo 51), acusan ante el Senado a los agentes activos
del poder ejecutivo por traición, concusión, ó violación manifiesta de las leyes fundamentales
del Estado. Lo que parece redundante (dos artículos prescribiendo la acusación del ejecutivo
ante el Senado) presenta más bien una sutil distinción: el artículo 50 refiere la acusación de los
censores contra “el ejecutivo”, es decir, contra un cuerpo colegiado o persona moral, mientras

181
Carolina Guerrero

La administración pertenece toda al Ministerio, responsable a los


censores, y sujeta a la vigilancia celosa de todos los legisladores,
magistrados, jueces y ciudadanos 346
La sujeción del vicepresidente, como cabeza de la parte activa y responsable
del poder ejecutivo, sumada al poder pasivo del presidente, se traducen en un
mayor énfasis impreso por la propuesta constitucional de Bolívar a efectos de
otorgar a la república un poder ejecutivo que, en su conjunto, resultase
relativamente debilitado frente a los demás poderes y a la ciudadanía:
El Vicepresidente es el magistrado más encadenado que ha servido el
mando: obedece juntamente al Legislativo y al Ejecutivo de un
gobierno republicano. Del primero recibe las leyes; del segundo las
órdenes; y entre estas dos barreras ha de marchar por un camino
angustiado y flanqueado de precipicios 347

III- La republicanización del poder neutro: conciliación entre orden y


libertad

Concluyo este capítulo con el siguiente análisis en perspectiva comparada


sobre el poder neutral de Constant y la presidencia vitalicia propuesta por

que el artículo 51 refiere la acusación de los censores contra funcionarios específicos


(vicepresidente y secretarios de Estado) dotados de poder activo en la estructura del Estado.
En los artículos 52 al 58 se establecen los mecanismos de enjuiciamiento, interinato y
destitución, además de la determinación de la responsabilidad común o particular del
vicepresidente y de los secretarios. Es decir, el presidente es inviolable y los contrapesos de los
demás poderes se dirigirán sólo hacia el ejecutivo como cuerpo colegiado (del cual el
presidente forma parte, de tal manera que una acusación contra el presidente habrá de recaer
sobre el cuerpo colegiado del cual es miembro, y no directamente sobre su persona) o hacia
los titulares de los poderes activos del ejecutivo, pero en ningún caso contra el propietario de
esa magistratura suprema pasiva que ha de operar como punto fijo garante de la permanencia
de la república. (ver: Bolívar, 1826, en Grases, 1988. p.345, 351)
346
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.366
347
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.366

182
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Bolívar, en el marco de la discusión sobre el carácter liberal o antiliberal,


republicano o monarquista inherente a esta última institución constitucional.

De acuerdo con lo que hemos explorado, la presidencia vitalicia presentada


ante el constituyente de Bolivia consiste en el poder neutral, concebido por el
Libertador, cuya fuente teórica constitucional es el poder neutral de Constant,
quien para el momento es el primer tratadista que teoriza sobre la necesidad
sustantiva de centrar en un poder abstracto la simbolización del Estado, de la
cual emanase la idea de permanencia del cuerpo político y social, en
conciliación entre el orden y el disentimiento naturalmente derivado del
ejercicio de la libertad, en especial la individual348. A la par, en la versión de
Bolívar sobre el poder neutral de Constant son perceptibles algunas
dificultades, atribuibles al hecho de que el poder neutral que elabora Constant
está configurado para la forma monárquica constitucional; y aunque el autor
admite la posibilidad de establecer un poder neutral en la forma republicana (a
pesar de que enfatiza las desventajas de ese caso), a mi entender el modelo que
toma Bolívar de Constant abarca la estructura casi total de dicho poder tal y
como fue pensado para el ámbito monárquico constitucional, con algunas
adaptaciones a la república, todo lo cual genera una construcción
constitucional que choca recurrentemente con algunos principios republicanos.
Simultáneamente, los fundamentos de los poderes neutrales de Constant y
Bolívar son los mismos: se trata de eternizar constitucionalmente la institución
en la cual ha de residir el centro de la estabilidad y de la permanencia del
Estado; su titular ha de estar separado del ámbito en el que se desarrollan las
pasiones humanas del común, ha de ser inviolable y ha de estar desprovisto de
responsabilidad; tal poder neutral se establece como un poder pasivo sin

348
Las funciones del senado hereditario relacionadas con la permanencia de la asociación
política difieren sustantivamente de lo planteado con el poder neutral (como podremos ver en
el capítulo V), ya que aquel apunta a erigirse en el poder moderador entre las pasiones e
intereses que enfrentan al ejecutivo y la cámara de representantes. En De l’esprit des lois,
Montesquieu señala que de los tres poderes, el de juzgar es casi nulo; quedan dos: el
legislativo y el ejecutivo; como ambos necesitan de un fuerte poder moderador, para ello
habrá de servir la parte del poder legislativo compuesta de aristócratas (el senado); este
cuerpo debe ser hereditario, por el interés de conservar sus prerrogativas, y tendrá la facultad
de impedir, no de estatuir. (libro xi, cap.vi)

183
Carolina Guerrero

acción sobre los individuos, en lo privado, ni sobre los demás poderes y


magistrados, en lo público; es garante de la libertad además de la preservación
del orden político, al erigirse sobre el principio de insuflar calma e
imparcialidad en medio del libre despliegue de las diferencias y del
disentimiento, lo que concilia, como señalamos, la libertad con el orden; su
titular, para encarnar ese punto fijo de neutralidad, se deslastra de las pasiones
del común por medio de una ficción legal necesaria (por el interés del orden y
de la libertad misma, como teoriza Constant) que lo despersonaliza.
Constituye, en suma, la referida simbolización del Estado, al consistir en el
poder abstracto de la permanencia del orden político, el cual está sujeto a la
pacífica subordinación entre los individuos miembros de la asociación política,
y al movimiento coordinado entre todas las esferas del poder que han de
colaborar y apoyarse entre sí.
El primer problema que se nos plantea con el poder neutral de Bolívar es por
qué, si él versiona el poder neutral de Constant, no lo configura como un
poder separado de los otros poderes tal como lo hace el teórico europeo, sino
que más bien lo inserta a la cabeza del poder ejecutivo, en tanto Constant
enfatiza la necesidad de separar y deslindar claramente el poder real del
monarca (como poder neutral) del poder ejecutivo. La única similitud respecto
a la “colocación” del poder neutral es que ambos pensadores lo sitúan a la
cabeza de algo: el poder neutral de Constant está por encima349 de los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial, es decir, por encima de los poderes públicos del
Estado de los cuales forma parte, mientras que el poder neutral de Bolívar está
a la cabeza del poder ejecutivo del cual igualmente forma parte. Es decir, ante
estas propuestas constitucionales tenemos un poder neutral sumado a los
demás poderes públicos y un poder neutral insertado específicamente en uno
de los poderes públicos.
Desde mi punto de vista, Bolívar establece esta colocación del poder neutral
dentro del poder ejecutivo para intentar resolver el problema sobre cómo
pensar y concebir una magistratura suprema para la república. Lo que hace
Constant, en su diseño original sobre el poder neutro, es tomar el poder

349
Como se discutió líneas atrás, se plantea una duplicidad en la localización de este poder, ya
que Constant propone situarlo por encima y en medio de los demás poderes, a fin de ser ese
resorte que reinstale el movimiento armónico y la cooperación entre ellos.

184
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ejecutivo previamente existente en la monarquía constitucional y deslindar de


él a esa magistratura suprema constitucionalmente limitada que encarna el
monarca, y colocarlo en ese punto donde no puede ser alcanzado por las
pasiones del común, a fin de realizar su objeto de, fundándose en el
disentimiento, garantizar la permanencia del orden y la libertad, a partir de la
idea abstracta y fija de neutralidad y calma que haga posible el despliegue liberal
de la diversidad sin amenazar el orden político constituido. La
despersonalización que propone Constant del titular del poder neutro deriva
en la presencia única de un hombre sin la condición humana inherente, es
decir, un hombre extraordinario respecto al común, y ello es aproximadamente
consistente con la misma naturaleza del monarca. Es decir, el titular del poder
neutro de Constant ya posee una condición real distinta del común, y sobre esa
base, el poder neutro a lo que apunta es a extremar esa separación entre dicho
titular y el común, lo cual opera de manera necesariamente simultánea con el
despojo total que se hace al monarca del poder activo: se elimina su poder de
acción ejecutora, su injerencia sobre los individuos, su influencia sobre los
demás órganos y magistrados del Estado (ya que su única función en este
ámbito es ser el punto neutral garante del apoyo mutuo entre los otros poderes
del Estado), y se coloca por tanto en esa esfera inalcanzable a las pasiones
comunes.

A diferencia de Constant, Bolívar no dispone, frente a su diseño constitucional,


de una figura preexistente que sea distinguible del común, como sí ocurre en la
monarquía constitucional para la cual teoriza Constant. En la república no hay
un individuo que, con base –además– en una idea fija determinada en la
tradición (lo cual, para el caso monárquico, corresponde a la idea fija de
sucesión real hereditaria), sea distinto del común, justamente porque la
naturaleza de esa clase de distinción es el privilegio, y la república por
antonomasia supone la proscripción del privilegio. Pero Constant ha advertido
que “Le pouvoir royal (j’entends celui du chef de l’État, quelque titre qu’il
porte), est un pouvoir neutre”350, y Bolívar consecuentemente asigna a la figura
del jefe de Estado dicha titularidad para instituir en él dicha distinción, al
350
“El poder real (por el cual entiendo el jede de Estado, cualquiera sea el título que ostente)
es un poder neutro”

185
Carolina Guerrero

además atribuirle artificial y constitucionalmente la primera forma de


extraordinariedad propia del poder real del monarca351; por esa vía, trata en
consecuencia de situarlo en el orden republicano como un individuo cuya
distinción de ese común ha emanado de la prescripción constitucional,
haciéndolo constitucionalmente inalcanzable a las pasiones; al igual que el
titular del poder neutro de Constant, habrá de ser despojado del poder de
acción ejecutiva, y por tanto no podrá interferir con la libertad de los
individuos ni influir arbitrariamente sobre las demás esferas del poder político.
En esa línea, la selección que hace Bolívar del jefe de Estado como figura en la
cual inaugurar dicha condición no común, estaría derivándose, en atención a la
teoría, de aquella argumentación que hace Constant sobre la idea de que en el
poder real del jefe de Estado reside el poder neutral. En atención a la política,
de la analogía que puede establecerse entre los gobernantes de una monarquía
y de una república352: la principal magistratura reside respectivamente en el rey
y en el presidente (para el caso hispanoamericano que estudiamos, entre los
años 1819 y 1830). Ahora bien, en el caso monárquico se identifica con relativa
facilidad la posibilidad de separar la acción ejecutiva del gobierno de la figura
del monarca: tal conducción activa del gobierno pasa a residir, según Constant,
en el cuerpo de ministros, sin alterar la majestad del rey, sino más bien
pudiendo fundar en ella esa idea abstracta de imparcialidad, justamente porque
el rey no debe dicha majestad a ningún órgano del ámbito público y a ningún
individuo, sino a la tradición hereditaria real. En el esfuerzo constitucional de
Bolívar, la asignación del poder neutral se hace a la figura de quien encabeza el

351
La segunda forma de extraordinariedad no está dada en la condición primigenia del
monarca, y consiste en ese total deslastre que señalamos de su condición humana, al
proscribir constitucionalmente que ese individuo sea alcanzado por las pasiones comunes a los
demás individuos. Por tanto, esta segunda forma se instituye constitucionalmente y Constant
lo hace tomando como punto de partida la primera forma de extraordinariedad ya presente en
el monarca. En el caso del poder neutral que elabora Bolívar, la tarea se centra en instituir
constitucionalmente ambas formas de extraordinariedad.
352
No cualquier república. Me refiero específicamente a la concepción de república manejada
de manera formal a partir de 1819 en los territorios emancipados bajo el liderazgo militar de
Bolívar, en las cuales la figura de quien encabeza el poder ejecutivo es prácticamente el centro
de la vida política y del orden político, y cuya sucesión electoral prescrita por los principios de
la república democrática es percibida desde cierta perspectiva como el peligro de disolución de
la república. Justamente tal concepción es fundamento para la proposición constitucional de
Bolívar sobre el poder neutral en la forma de la presidencia vitalicia que analizamos en el
capítulo presente.

186
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

poder ejecutivo, pero en atención de la necesidad de transformarlo ahora en un


poder pasivo sin acción ejecutoria dentro del Estado. De allí surge la necesidad
de inventar una figura nueva en la cual depositar la condición activa del poder
ejecutivo: el vicepresidente.

De momento, tenemos que esa versión de Bolívar sobre el poder neutral de


Constant resuelve del siguiente modo el a quién elevar a esa condición no
común y cómo realizarlo: en la figura del gobernante, preeminente en el cuerpo
político republicano de la América Hispánica (en atención probablemente a su
prestigio, ascendiente popular, heroicidad y sacrificio militar –quizás también
civil– por el bien común), centra el quién; con relación al cómo, apela a la
constitucionalización, y lo hace de acuerdo con lo que entiendo es una premisa
fundamental constantina: ese poder neutral centrado en un punto donde las
pasiones no pueden darle alcance, no podrá deber su poder a los ciudadanos ni
a ninguna entidad del cuerpo político (otras premisas también están presentes:
deberá ser un poder pasivo, así que el poder activo de la ejecución de las leyes
deberá situarse fuera de dicho poder neutral; sus limitaciones constitucionales
son tales que no podrá incidir en los ámbitos de lo privado y de lo público, del
mismo modo como él se erige constitucionalmente en inviolable). Llamo la
atención en torno a esta premisa porque ella es la que primero va a colisionar
con los principios republicanos al implantar una forma de sucesión hereditaria.

Al intentar institucionalizar la condición no común en un orden político


republicano donde es inexistente el privilegio, no hay punto de partida sobre el
cual elevar dicha distinción, de manera que Bolívar apela a la preeminencia del
ciudadano de mayor prestigio de la república (es decir, a la figura de quien
debería erigirse en gobernante, a la cabeza el poder ejecutivo) y la hace deber
su magistratura a la invención constitucional de la tradición hereditaria, sólo
que dicho heredero no será establecido por la naturaleza y la sangre, sino que
será nombrado por su antecesor en dicho poder neutral353. En idea de Bolívar,

353
Si bien estaba claro el mecanismo de sucesión “hereditaria”, uno de los mayores escollos en
el proceso constituyente de Bolivia fue cómo designar la primera vez al titular del poder
neutral: Bolívar propuso que la primera vez fuese nombrado por el Cuerpo legislativo; en sus

187
Carolina Guerrero

este mecanismo perfecciona la sucesión, ya que la misma pasa a estar sujeta a la


ilustre designación del mejor ciudadano en atención a sus extraordinarias
virtudes cívicas, mientras que en la monarquía dicha designación queda en
manos del azar de la naturaleza. Decimos ilustre designación porque la misma
descansará en la razón ilustrada354 del más sensato hombre de la república, de
manera que el futuro titular del poder neutro, como aconseja Constant, podrá
mantenerse en su inalcanzable esfera de imparcialidad al no fundar su poder en
los individuos o en entidades del poder político. Mientras en el poder neutro
constantino el rey lega por herencia tal magistratura a su hijo, en el poder neutro
de Bolívar el personaje que ocupa ese “reino legítimo” también lega su
magistratura a quien ha elegido como heredero, sin que en ello pueda
intervenir la voluntad de los ciudadanos o de órganos del Estado. La
adaptación republicana a esa forma de sucesión hereditaria monárquica reside
en que la misma es concebida por Bolívar con base en la tradición del
republicanismo, según la cual la mejor magistratura ha de corresponder al
ciudadano más virtuoso355, por lo que señala que el “vicepresidente
hereditario” ha de “ser el hombre más puro” y “ha de esforzarse a merecer por
sus buenos servicios el crédito que necesita para desempeñar las más altas
funciones y esperar la gran recompensa nacional: el mando supremo”. La
republicanización de la sucesión hereditaria supone, en fin, la utilidad de
definirse a favor del ciudadano “más esclarecido”, lo que corrige lo que según
Bolívar sería el problema de la sucesión hereditaria monárquica:

notas hechas al proyecto de Bolívar, Sucre propone que el nombramiento se haga la primera
vez popularmente conforme a la ley de junio (sobre colegios electorales); la Comisión de
Negocios Constitucionales recomendó hacer el nombramiento la primera vez “por el Congreso
Constituyente con la popularidad ordenada en la ley de 3 de julio” (también sobre colegios
electorales), mientras que el texto finalmente promulgado fijó que se haría “la primera vez por
el Congreso Constituyente, a propuesta de los colegios electorales” (ver Grases, 1988. p.346)
354
Parafraseo a Bolívar cuando refiere posteriormente la razón ilustrada de los hombres
sensatos, en su mensaje al Congreso Admirable. Ver Bolívar (1830) 1990. p.100
355
Sobre la idea republicana en torno a la virtud del gobernante, ver principalmente los
capítulos VI, XV, XX y XXI de El príncipe de Maquiavelo.

188
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

¿Qué fueran los príncipes hereditarios elegidos por el mérito y no por


la suerte; y que en lugar de quedarse en la inacción y en la ignorancia,
se pusiesen a la cabeza de la administración?356

Bolívar corrige lo que en opinión de Constant es una de las desventajas del


poder neutral aplicado a la república: si para este escritor la renovación
periódica del poder republicano impide que el poder neutro se constituya en
un ser aparte que impresione la imaginación, y, en consecuencia, jamás podría
transfigurarse en un poder abstracto e inviolable, la respuesta de Bolívar es
eliminar constitucionalmente dicha renovación periódica a través de la sucesión
hereditaria. Simultáneamente, mientras Constant piensa en la herencia (fundada
en la suerte, según cataloga Bolívar) como base de la inviolabilidad del titular
del poder moral, condición que está presente en él y es extensiva a toda su
estirpe, Bolívar apunta a mejorar la calidad de la línea sucesoral a través del
derecho del presidente vitalicio de designar su heredero, lo que pretende
traducirse en la elección del mejor, realizada por el mejor. En la defensa que
hace Antonio Leocadio Guzmán del proyecto de constitución presentado por
Bolívar para Bolivia, apoya este concepto sobre la utilidad del sucesor
hereditario para el poder neutral de la república:

¡Qué diferencia, entre el vicepresidente de Bolívar y un príncipe


inexperto y joven, que sube al trono porque su padre estuvo en él; ó
un candidato republicano, levantado por la fuerza de un partido, en
medio de la agitacion de la sociedad! En el un extremo, sube un
hombre al mando porque sus abuelos lo usuarparon; en el otro, en
medio de la fermentación de las pasiones y del choque de los intereses
y de los partidos, la astucia, el influjo, el dinero, la casualidad, y rara
vez la razon imparcial, levantan un ciudadano experimentado para

356
Ver Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.367

189
Carolina Guerrero

entregarle las llaves de la ciudad, el archivo de sus secretos y la


direccion de sus intereses357

Entre los detractores de la sucesión hereditaria republicanizada por Bolívar


para este poder neutro, prevalece la idea de que las intenciones del Libertador
apuntaban sencillamente al establecimiento de la monarquía358. Suscribo la idea
de que Bolívar pretende hacer posible la república a través de la moderación de
las formas republicanas, mediante la adecuación de ciertas instituciones creadas
para la monarquía constitucional. En el caso del poder neutro de Constant, a
mi entender lo que Bolívar identifica en él no es la ventaja de la monarquía en
sí, sino la utilidad de una institución constitucional (independientemente de la
forma política para la cual ha sido conformada) que permite garantizar la
permanencia del orden político y social sin demandar sacrificios a los
individuos, adicionales a los que previamente realizaron para integrar la
sociedad política. Es decir, si, como vimos en el capítulo 2, la preocupación
política esencial en Bolívar es cómo asegurar la preservación de la república a
través de la norma constitucional, en el poder neutral de Constant él encuentra
por primera vez una estructura institucional que, al crear un poder abstracto e
inviolable que impacte la imaginación, es capaz de ser garante de dicha
permanencia. En ese sentido, la monarquía no es lo que seduce
intelectualmente a Bolívar, sino una institución constitucional determinada que

357
Antonio Leocadio Guzmán: Ojeada al Proyecto de Constitución que el Libertador ha
presentado a la República Bolívar. 1826. p.54
358
Las manifestaciones en este sentido son innumerables. Voy a referir una, que ilustra la idea
de que la constitución boliviana era antiliberal, perspectiva que es efecto, a mi juicio, de la
desacertada comprensión sobre la intención de Bolívar de construir los fundamentos
constitucionales de la república de Bolivia con instituciones no necesariamente republicanas,
pero destinadas a la realización y conservación de la república, con la utilidad adicional de
definir claramente el espacio del poder político y el del despliegue de la individualidad,
derechos y libertad de los ciudadanos. En el ámbito detractor, quiero referir la siguiente idea:
tras el levantamiento de las municipalidades de Caracas del año 1826 contra el gobierno de
Bogotá, en una asamblea reunida en la iglesia de San Francisco (2-11-1826) se lee la
representación de José de Iribarren, procurador de Caracas, donde expresa que la república de
Colombia está de hecho disuelta, y alerta que Bolívar recomienda la constitución boliviana, la
cual, a juicio de Iribarren, “destruye las libertades públicas y el objeto primordial de la
Independencia”. (ver Gil Fortoul, 1964, Tomo 1. p.598)

190
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

juzga útil a efectos de preservar la república359. En esos términos, la acción


virtuosa que concibe el Libertador es utilizar esa institución en función de la
utilidad pública. Del mismo modo, ignorar la posibilidad de aplicarla consistiría
en una acción contraria al bien común y, por tanto, viciosa. Es decir, si la teoría
constitucional ofrece una institución garante de la permanencia, el deber
republicano se centra en adaptarla, en caso de que aquella haya sido concebida
para una forma política distinta a la republicana. En este esfuerzo
constitucionalista de Bolívar, vemos que no sólo republicaniza una institución
monárquica, sino que termina moderando la república a través de la necesidad
de adopción de ciertas formas monárquicas (al implantar, por ejemplo, esa
prescripción de la sucesión hereditaria). Pero de la forma como lo plantea
Bolívar, resulta incorrecto concluir que su ensayo constitucional representa la
imposición de la monarquía, ya que las intenciones parten de hacer posible la
república aun cuando ello demande la moderación de la forma republicana.
Pero esa vía asegura el bien mayor, el cual es, para Bolívar, la permanencia de la
república. Por ende, ello legitima la republicanización de la forma monárquica
y la relativa moderación, a través de la adopción de formas monárquicas, de la
república, en vista de que, al apuntar al bien común supremo (la referida
permanencia de la república) este proceso se hace virtuoso. Además, en el caso
del poder neutral de Bolívar (al igual que en su inspiración constantina), se
garantiza lo que en perspectiva liberal constituye el valor sustantivo de la
república moderna, que es la libertad, principalmente la libertad individual, al
conciliar mediante este poder neutro el orden político con la libertad. En
perspectiva de los detractores del proyecto de constitución para la república de
Bolivia, el poder neutral configurado por Bolívar es tan sólo el discreto intento
por implantar la monarquía, tal como señala Francisco de Paula Santander en
la siguiente cita:

359
Señala Polanco Alcántara que se consideraba al presidente vitalicio como un “monarca de
hecho” y se estimaba en consecuencia que, habiéndose combatido duramente al Monarca
español, difícilmente iría a admitirse ahora un “monarca republicano”. El autor refiere la
intervención del diputado Marín en el congreso constituyente de Bolivia en Lima: “(...)que no
se nos cite el ejemplo de Haití, porque nosotros no somos negros esclavos de los franceses y si
allí pudo un pelotón poner término a las agitaciones temo mucho que aquí no habría un brazo
suficientemente fuerte para calmarlos; que no se nos recuerde por último el ejemplo de los
espartanos, porque con el tiempo, sus virtudes de pobreza y su vida monástica han pasado
para siempre” (Polanco Alcántara: “Estudio jurídico-político”, 1970, p.102)

191
Carolina Guerrero

(...) entre la constitución boliviana y una constitución monárquica no


existe otra diferencia real que la variación de las voces, porque un
presidente vitalicio, sin responsabilidad alguna y con el derecho de
nombrar su sucesor y de destituirlo, era más poderoso que un rey de
Inglaterra o Francia 360

Quiero volver sobre aquella idea en torno a la adopción y adaptación a la


república de una institución constitucional que concilie a la vez orden, libertad
e individualidad. Dicha idea la encuentro pertinente, en especial, a efectos del
debate político de los inicios de la república de Colombia (consecuentemente
también de Bolivia), donde, como señalamos, se pretendió privilegiar la
realización del orden a partir de la demanda de limitaciones adicionales a la
libertad y la individualidad (adicionales a las renuncias hechas al conformar el
cuerpo social y político). A mi juicio, en estas facultades se centra la utilidad
política que Bolívar visualiza en el poder neutral, y la causa de que pretenda
versionarlo con el objeto de aplicarlo a las bases jurídicas y políticas que
sostendrán la creación de la república de Bolivia. Es por ello que mi análisis del
poder neutral de Constant no parte del punto que ha sido común tanto a la
historia de las ideas en general como a los especialistas en Derecho
Constitucional, para los cuales el punto focal de este poder es la propuesta de
establecerlo como un mecanismo de equilibrio entre los demás poderes
políticos361. Pero desde una perspectiva historiográfica hispanoamericana –

360
Santander: Escritos autobiográficos. Biblioteca de la Presidencia de la República. Bogotá,
1988. p.49
361
Esta no ha sido solamente la perspectiva general de la historiografía y de los especialistas,
sino del propio punto de partida sobre el cual Constant desarrolla la idea de poder neutral
como esa fuerza externa a los demás poderes que asegura que colaboren entre sí, sin
entrecruzarse. Ahora bien, además de ello, este poder neutral es un mecanismo constitucional
que también apunta a asegurar la libertad, en línea con la doctrina de la división de poderes
que había formulado Montesquieu, cuyo sentido residía en servir de “medio racional al servicio
de la libertad”. Dice García-Pelayo que en las constituciones napoleónicas, el fin de la doctrina
de la división de poderes fue “afirmar un poder a costa de los demás”; que “esta doctrina
sufrió muchos correctivos y perfeccionamientos”, y destaca la formulación de Benjamin
Constant que reconoce un cuarto poder neutral: “Consiste, capitalmente, en la distinción entre
el poder ejecutivo propiamente dicho y el pouvoir neutre, cuya misión es hacer posible el

192
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

sobre todo colombo-boliviana– encuentro que si bien subsiste la importancia


del poder neutral como fuerza externa de los poderes políticos, garante de su
mutua cooperación, contrapeso y equilibrio, la relevancia de este poder en el
ámbito en el cual Bolívar intenta el establecimiento del nuevo orden político
reside, sin duda, en esa posibilidad de garantizar el orden sin imprimir
sacrificios adicionales a la individualidad y la libertad. Es decir, insisto, por
primera vez en la historia de estas repúblicas se delinea la existencia de una
institución constitucional que es capaz de proveer la garantía requerida para el
necesario despliegue de la libertad individual, entendida ésta como el valor
sustantivo de la vida republicana, sin que ello se asocie a la temida posibilidad
de disolución de la república. Por tanto, la secuencia con la cual abordo este
análisis sobre el poder neutral tiene su razón de ser en lo que entiendo es la
interpretación de Bolívar sobre dicho poder; de tal manera, esta secuencia es
resultado de la relevancia del poder neutral a efectos de las ideas políticas y
constitucionales que se desarrollan en estas repúblicas en el período analizado.
De dicho contexto surge necesariamente este específico criterio historiográfico
hispanoamericano en torno a las ideas de Constant.

Es la institución que se constituye por encima de las pasiones (“il plane, pour
ainsi dire, au-dessus des agitations humaines”362), de manera que se invalida el
propósito republicano de catalogar las pasiones entre peligrosas y necesarias,
porque a efectos de la vida pública es indiferente la naturaleza de las mismas: el
poder neutral supone ese ámbito de imparcialidad que ha de dotar al cuerpo
político de la calma necesaria para la permanencia del orden en medio del
disentimiento. Es decir, hasta ahora, en perspectiva republicana, el dominio de
las pasiones (y la proscripción constitucional de ellas) había sido considerado
como una necesidad inexorable a fin de elevar al individuo del estado salvaje
primigenio al estado de civilidad, sobre el cual instalar las prácticas políticas
apropiadas para la república. Depurar al individuo de las pasiones peligrosas
representaba un requisito que apuntaba a la preservación de la república, aun
cuando ello supusiera la invasión de la norma constitucional (y a través de ella)

correcto funcionamiento de los demás poderes sin que se crucen entre sí, conservando cada
cual en su lugar”. Ver García-Pelayo, 1991. p.355
362
Constant, 1815/1872. p.21

193
Carolina Guerrero

en la independencia moral de dicho individuo, miembro de esa asociación


humana; por tanto, ello era análogo al constreñimiento de la libertad en
nombre del bien público. El poder neutral impide esa invasión de lo público en
el ámbito de independencia y de libertad individual al no temer el despliegue de
las pasiones, dado que, a pesar de éstas, el orden político ha asegurado su
permanencia por efecto de la imparcialidad y la calma que drena de ese poder
abstracto o punto firme y fijo, simbolizador de la estabilidad del orden político.
Ello es particularmente sustantivo en el esfuerzo político hispanoamericano, ya
que, a pesar de la activación de las pasiones y del disenso, no demanda el
sacrificio de la libertad y de la individualidad en aras del orden y la
conservación de la república, sino que, por el contrario, permite la conciliación
armónica entre estos aspectos.

Las intenciones de Constant y Bolívar en torno al poder neutral no son


necesariamente coincidentes. En Constant observo el propósito de otorgar
garantías, mediante la formalidad jurídica constitucional, al despliegue de los
derechos de los individuos, en especial la libertad individual. Si alguna objeción
se había hecho al efecto de la individualidad dentro del Estado –en atención al
posible estado de confusión que podría imprimir, debilitando así el orden
político como derivación de la evidencia en la sociedad política de intereses,
opiniones, pasiones discordantes y disímiles–, Constant teoriza sobre la
necesidad de no oponer trabas a esa individualidad, sino constituir una
abstracción que, situándose por encima de ella, sea el punto de permanencia
del orden político al insuflar imparcialidad y calma en el disentimiento. En esa
línea argumental, el punto focal de Constant privilegia las garantías
individuales, principalmente el disfrute de la libertad individual, el cual puede
ser pacífico y no caótico debido al efecto de la abstracta simbolización de la
permanencia, orden, imparcialidad y sosiego que emana del poder neutral. En
el caso de Bolívar, lo que busca principalmente con la instalación del poder
neutral en la república es la permanencia de la misma, de modo que el efecto
de dicho poder en resguardo de la libertad del individuo es una utilidad
secundaria de esta institución, pero no el foco por el cual se hace relevante
para el Libertador. El principio de conservación de la república, basado en la
certidumbre sobre la sucesión, que a su vez se revela en la presidencia vitalicia

194
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

y el vicepresidente hereditario, conforma para Bolívar el valor sustantivo del


poder neutral.

Al mismo tiempo, esto último configura en Bolívar una concepción original


sobre la idea de autoridad suprema perpetua. Si bien en el lenguaje republicano
la locución de autoridad suprema había evocado únicamente la concentración
del poder ilimitado en una autoridad arbitraria y usurpadora, la idea que
introduce al respecto Bolívar con su versión del poder neutral refiere más bien
la idea de autoridad como respetabilidad. Es decir, esta autoridad suprema no
ejerce activamente el poder ni tiene incidencia sobre los individuos ni las otras
entidades que constituyen el poder en el Estado, como habían interpretado los
detractores del proyecto de constitución para Bolivia. Santander, por ejemplo,
reflexiona posteriormente en los siguientes términos: “(...) la constitución le
confería (al presidente vitalicio) una autoridad extrema sobre todos los ramos
de la administración con la prerrogativa de no incurrir en responsabilidad”363,
lo cual resulta inexacto: justamente estaba desprovisto de la autoridad extrema
señalada por este prócer. Por tanto, se disocia de la idea de un gobernante con
poder ilimitado para aplastar a individuos y magistrados con su voluntad
individual, ya que, por el contrario, se establece que esta nueva autoridad
suprema se enmarca en el orden constitucional, donde todos los órganos del
poder están debidamente limitados y fiscalizados, y donde a esa autoridad
suprema se extreman dichas limitaciones, al punto de convertirla en un ser al
que se le ha cortado la cabeza, como señala la metáfora de Bolívar, para que
nadie tema sus intenciones, y se le han ligado las manos para que a nadie dañe.
En este sentido, la locución de autoridad suprema aplicada al poder neutral del
Libertador se vincula con la respetabilidad del único ser no común en el
ámbito de la república, situado en un punto inalcanzable a las pasiones,
respetabilidad la cual es tan extraordinaria que logra impresionar la imaginación
de todos, como había acotado Constant. Además de esa acepción sobre la
autoridad suprema, Bolívar la concibe como “perpetua” en un sentido análogo
al expresado, por cierto, por Edmund Burke sobre la idea de conservación. De
acuerdo con el razonamiento de Burke, la unidad, paz y tranquilidad de la

363
Santander. 1988. p.49

195
Carolina Guerrero

nación, más la felicidad de los ciudadanos, reposan en la certidumbre sobre la


sucesión. Es decir, reposan en la tradición que debe permanecer incólume, y
que en el caso monárquico responde a "un principio abstracto de la
magistratura soberana"364, por lo cual se es rey en virtud de una regla fija de
sucesión. Enfatizo que si bien en Bolívar son recurrentes las dudas sobre la
posibilidad de realizar y perpetuar la república en la América Hispánica, ello no
necesariamente confirma que haya tenido el propósito de imponer la
monarquía, sino de ajustar la forma republicana (aún mediante formas
monárquicas, como hemos señalado) con el objeto de hacer posible la
permanencia de la república. En ese contexto intelectual enmarca Bolívar la
idea de autoridad suprema perpetua: esa majestad que no tiene el poder de
amenazar a los ciudadanos ni influir en el ámbito político (excepto para
restaurar el movimiento armónico que debe operar entre los poderes públicos),
que se erige por encima de todos por su condición no común, se hace
inviolable y permanece inalcanzable, y cuya utilidad reside en ser la
simbolización de la permanencia del Estado, del orden político y de las
garantías de la individualidad, por lo que ella misma –como simbolización de la
permanencia– ha de perpetuarse (como punto firme y fijo) a través de una
tradición incólume fundada sobre un linaje político que, en su forma
republicana, responde no al azar de la naturaleza, sino a la virtud del mejor
ciudadano.

La moderación de la forma republicana a través de las formas monárquicas


considerables por Bolívar como útiles para el establecimiento de los principios
jurídico-constitucionales de la república, en general no es comprendida en
estos términos, sino como un giro hacia la monarquía365. Ambrosio Oropeza,

364
Edmund Burke: “Reflexiones sobre la Revolución Francesa” (1790), en Textos Políticos,
1984.
365
El punto que quiero establecer es la renuencia de Bolívar a permitir el despliegue de la
república, sobre la base de que, según él, las prácticas republicanas llevan inserto el peligro de
la pérdida de la república, debido a los efectos del ejercicio de la libertad en determinados
momentos de la vida política. Elecciones populares, por ejemplo, aún a través de los colegios
electorales de la época, supondrían la precipitación de la república por efecto del tumulto,
según Bolívar. No redundaré en la identificación de los sucesos en torno al posible giro
monárquico en los términos reiterados por los detractores de Bolívar y por los apologistas de
una eventual instauración monárquica en las repúblicas nacientes. Tales sucesos están

196
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

por ejemplo, refiere la “insistencia con que (Bolívar) preconiza la Presidencia


vitalicia y el Senado Hereditario, dos elementos de gobierno que riñen
resueltamente con el republicanismo puro”366. No obstante, a mi entender, el
problema hacia el cual apunta Bolívar es cómo crear la república sin
completamente desplegar la república. Es decir, en algunos elementos del
republicanismo residen, según Bolívar, los desórdenes que podrán derivar en la
disolución de la república. En el mensaje que dirige al congreso de Bolivia al
ofrecer el proyecto de constitución para esta república, identifica la posibilidad
de la “tremenda crisis de las repúblicas” en las elecciones, las cuales “producen
el grande azote de las repúblicas, la anarquía, que es el lujo de la tiranía y el
peligro más inmediato y más terrible de los gobiernos populares”367. Y si
estructura un proyecto constitucional para la república, en atención a la referida
moderación republicana mediante la forma monárquica, es a efectos de
realizar, como hemos dicho, la utilidad que ha de derivar de determinadas
instituciones aún proviniendo de fuentes monárquicas, como se produce con el
poder neutral de Constant. En ese marco, entiendo que, en la concepción
constitucional de Bolívar, esa aplicación de la institución constitucional
monárquica está republicanamente legitimada a partir de la propia utilidad
republicana, ya que –en perspectiva del Libertador– los títulos de aprobación
necesarios para ello derivan exclusivamente de la utilidad hecha al bien común.
Si el diseño de Constant sobre un poder neutro permite asegurar la
preservación de la república y a la vez de la libertad (como valor sustantivo
desde la perspectiva del ciudadano moderno), en ello residirá dicha
legitimación republicana para la adecuación a la república de determinadas
instituciones monárquicas, con lo cual estas últimas dejan de tener tal
condición; por tanto, se republicanizan. Paralelamente, el poder neutral
encarna un elemento adicional de su aprobación ante la república: si la libertad
es el valor sustantivo liberal de la república moderna, la existencia de un poder
abstracto que garantiza el despliegue pacífico de la libertad y de la
individualidad –que garantiza también la ausencia de interferencia arbitraria de
ese poder en la disposición de cada individuo sobre su persona y sus bienes–

acertadamente compilados y analizados en la obra de Parra Pérez, La monarquía en la Gran


Colombia.
366
Ver: Ambrosio Oropeza: Evolución constitucional de nuestra república. Caracas, 1944. p.46
367
Ver Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.367

197
Carolina Guerrero

constituye la posibilidad de realización del principio más excelente de una


república moderna, derivando de ello los títulos de aprobación que refiere
Bolívar. En suma, el poder neutral combina para la república Bolívar la
realización de dos garantías sustantivas en el ámbito de lo público y de lo
privado: el objeto para el cual Constant piensa el poder neutral está conectado
con la esfera de lo privado, y reside principalmente en esa posibilidad de
desplegar la libertad y la individualidad bajo la imparcialidad y calma que drena
de esa ficción legal que encarna el poder abstracto; el objeto del poder neutral
de Bolívar se enmarca en el espacio de lo público, y reposa en la garantía de
permanencia del orden político, por tanto, de la república. Estos objetos
configuran la naturaleza del poder neutral, y por tanto no pueden ser
disociables. De tal manera, en perspectiva republicana clásica, para la cual el
valor sustantivo de la república es la preservación de ésta (aún teniendo que
demandar mayores límites de la libertad, en un rango insoportable para el
ciudadano moderno), el poder neutral es receptor de los títulos de aprobación
necesarios para legitimarlo republicanamente. Y en perspectiva republicana
moderna, para la cual el valor sustantivo de la república es la libertad
individual, este poder abstracto también merece tales títulos de aprobación, al
proveer ese ámbito inalcanzable de imparcialidad y neutralidad que hace
posible el despliegue pacífico y seguro de la individualidad y la libertad.

En la estructura estatal, el poder ejecutivo de Bolívar plantea la antinomia de


estar conformado por un poder pasivo (el poder neutral) y simultáneamente
por un poder activo (la vicepresidencia y el cuerpo de ministros), mientras que
el diseño constitucional de Constant excluye dicha confusión al separar
totalmente los poderes pasivo (neutral) y activo (ejecutivo). En ese sentido,
objetivamente es indefinible el carácter activo o pasivo del poder ejecutivo
propuesto por Bolívar, dado que integra ambas condiciones al mismo tiempo,
y no es claramente cuantificable en qué proporciones. Además, en la jefatura
del ejecutivo coloca justamente a la parte pasiva (el presidente vitalicio), sobre
lo cual se levanta la dificultad de comprender lo siguiente: si Bolívar ha
instituido este poder neutral como el punto firme alrededor del cual han de
girar los ciudadanos y las cosas en la república (cada uno en su respectiva
órbita, sin ser invadidos ni invadir la esfera del otro, todo lo cual ha de

198
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

producir la idea y la realización de la permanencia en esa república), no es


identificable la necesidad de que el ejecutivo disponga dentro de sí mismo de
ese poder neutral, cénit fijo y firme que garantice el orden, en principio porque
la autoridad que se sobrepone al cuerpo de ministros es el vicepresidente
ejecutivo; este último tiene los contrapesos del poder legislativo y de la opinión
pública, y cada ministro de Estado también está sujeto a la censura del
legislativo, además de disponer cada uno de una esfera de acción definida.
Además, si la parte activa del ejecutivo requiere de ese poder abstracto capaz
de insuflar imparcialidad y restaurar el movimiento de las cosas, no es preciso
que éste se encuentre empotrado en dicho ejecutivo, ya que él imprime
neutralidad y el efecto reparador a todos los ámbitos de lo público, a todos los
poderes, desde ese punto firme e inalcanzable en el cual ha de situarse, según
describe por Constant. Al mismo tiempo, si el poder neutral no realiza acción
alguna (se le ha quitado la cabeza y se le han atado las manos, prescribe
Bolívar) y toda acción legal ejecutora está en manos del vicepresidente,
tampoco se explica cómo puede mandar pasivamente a la parte activa del
cuerpo. En tiempos de paz, encuentro explicación a tales cuestionamientos en
la ausencia de una figura extraordinariamente distinguible en la república sobre
la cual fundar la condición no común que ha de encarnar el titular del poder
neutral, tal como debatimos líneas atrás. Pero en tiempos contingentes, el
poder neutral pasa a ser un poder activo: Bolívar establece que en tiempos de
guerra o de peligro extraordinario, el poder legislativo ha de investir al
presidente vitalicio “con las facultades que se juzguen indispensables para la
salvación del Estado”368. En ese caso, el poder supremo (en sentido clásico)
pasa a estar en manos del titular del poder neutral, transformándose éste no
sólo en un poder activo, sino en el poder dotado de las facultades
extraordinarias para enfrentar la contingencia en la república. Las limitaciones
del mando supremo las establece la propia constitución, al encargar al
legislativo la asignación al poder neutral temporalmente activo de sólo aquellas
facultades que ese legislativo determine imprescindibles para manejar la

368
Ver el artículo 29 5 del proyecto de constitución presentado por Bolívar (1826) en Grases,
1988. p.336

199
Carolina Guerrero

crisis369. Igualmente, se prescribe que ningún poder constitucional podrá


suspender la constitución ni los derechos de los ciudadanos, salvo en las
circunstancias expresadas por la constitución, “señalando indispensablemente
el término que deba durar la suspensión”370. Esta previsión constitucional
sobre el manejo de la contingencia en la república es lo que explicaría por qué
Bolívar enclaustra el poder neutral dentro del ejecutivo, ya que potencialmente
esta magistratura abstracta, símbolo de permanencia, ha de abandonar de
manera temporaria su condición de poder abstracto para erigirse en la
autoridad suprema en sentido clásico (y no con el significado de respetabilidad
que impresiona a la imaginación que discutimos párrafos atrás). Aún así, el
presidente vitalicio no encarnaría un poder ilimitado, ya que sus facultades
estarán limitadas por el legislativo, tanto en su alcance como en prolongación
temporal. Igualmente, ello explica el sentido de convertir un magistrado activo
en uno pasivo, al momento en el cual el vicepresidente hereditario sucede en el
poder neutral al presidente vitalicio: si bien sus facultades habrán de
comprimirse a constituir el principio abstracto sobre el cual reposa la
simbolización de la permanencia republicana371, en tiempos de crisis debe
encarnar el mando supremo, con las limitaciones prescritas por la constitución.

Respecto a la responsabilidad, el poder neutral de Bolívar no está sujeto a la


responsabilidad política, al igual como ocurre con el poder neutral de Constant.
En ambos casos, la condición de pasivo del poder neutral es lo que permite
deslastrarlo de responsabilidad, dado que su objeto es proveer esa idea
abstracta de permanencia que concilia la individualidad, el orden y la libertad,
sin ejecutar acción alguna dentro del Estado, por lo que no puede ser acusado

369
De modo análogo, en la dictadura romana también se entregaban al dictador sólo las
facultades indispensables para enfrentar la emergencia. En ese sentido la dictadura se
distingue de la dominación absoluta. Ver Schmitt, 1968, p.34
370
Ver el artículo 152 del proyecto de constitución presentado por Bolívar (1826) en Grases,
1988. p.361
371
Como refiere Antonio Leocadio Guzmán, en su defensa de la constitución de Bolivia: “Al
hablar del ejecutivo y de sus agentes, hemos hallado un poder que sin amenazar las libertades
públicas, evita las convulsiones y los desórdenes, cierra las puertas á la ambicion privada,
mantiene apagada la anarquía, sostiene las relaciones exteriores, devuelve al pueblo su
voluntad y la hace ejecutar; y sucede en fin por un sistema tranquilo y sabio, que evita todos
los desórdenes” (1826, p.61)

200
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

por ningún órgano del poder político372. En el poder neutral de Bolívar, la


responsabilidad descansa en el vicepresidente y los ministros de Estado,
mientras que en la estructura constitucional pensada por Constant recae sobre
el cuerpo de ministros, quienes son los únicos integrantes del ejecutivo
constantino. Por tanto, la elevación del vicepresidente al cargo de presidente
supone el tránsito de la condición activa, responsable, acusable, cuyas acciones
han de ser escrutadas tanto por la opinión pública de los ciudadanos como por
otros poderes, a la adopción de la condición de irresponsable, inviolable e
incluso inalcanzable “por los hombres y las cosas”.

Finalmente, en la simbolización de la permanencia de la república que elabora


Bolívar en su concepción sobre el poder neutral encuentro la vigencia real en
torno a la debilidad institucional y alguna preeminencia del personalismo
político373. Veamos: en la teorización de Benjamin Constant sobre el poder
neutral observo el énfasis en su exposición sobre las condiciones requeridas
372
Es interesante la idea de “premio” o gracia otorgada por los ciudadanos que revela en la
siguiente cita Antonio José de Sucre, cuando renuncia a la presidencia vitalicia el 2 de agosto
de 1828 ante el congreso de Bolivia. Dicha idea está conectada, a mi juicio, con el principio
liberal de que la garantía de los derechos ciudadanos reposa significativamente en la limitación
de la autoridad pública emanada del juicio permanente que realice la opinión pública sobre los
actos realizados por los representantes políticos de dichos ciudadanos. Además, en el
señalamiento de Sucre es explícito el desencanto por la condición pasiva del poder neutral de
la presidencia vitalicia. Expresa Sucre: “(...) ninguna responsabilidad me cabe por los actos de
mi Gobierno. Ruego, pues que se me destituya de esta prerrogativa y que se me examine
escrupulosamente toda mi conducta (...) Exijo este premio con tanta más razón, cuanto que
declaro solemnemente que en mi administración yo he gobernado; el bien o el mal yo lo he
hecho; pues por fortuna la naturaleza me ha excluido de esos miserables seres que la
casualidad eleva a la magistratura y que, entregados a sus ministros, renuncian hasta la
obligación de pensar en los pueblos que dirigen. Los ministros sólo han tenido aquí la
organización de los ramos de sus departamentos (...) Concilié los ánimos, he formado un
pueblo que tiene leyes propias, que va cambiando su educación y sus hábitos coloniales (...) y
que dirigido por un gobierno prudente, será feliz” (ver Gil Fortoul, 1964, p.504)
373
Utilizo la idea del personalismo político desarrollada por Graciela Soriano, en especial su
debate sobre el vacío institucional como fundamento de la manifestación voluntarista del
gobernante personalista. En el poder neutral de Bolívar es más complejo el punto, porque
justamente este poder se erige sobre el propósito institucionalizador, pero que no logra
finalmente despojarse de la idea de utilidad eventualmente producida por la acción voluntarista
personalista. En tal sentido, la constitucionalización que propone Bolívar de la simbolización de
la preservación de la república deriva en la institucionalización de la institución política y
simultáneamente en la institucionalización del personalismo político. Sobre el sentido que
otorga Soriano a la idea de institucionalización en tensión con el voluntarismo personalista, ver
su obra El personalismo político hispanoamericano del siglo XIX. Caracas, 1996. p.203ss

201
Carolina Guerrero

para esa estructura institucional. Y simultáneamente, no desarrolla las


condiciones requeridas por el personaje que habrá de ser elevado a la
titularidad del poder neutral, en parte porque la sucesión monárquica hace fútil
la argumentación sobre tales condiciones (en vista de que dicho personaje
habrá de encarnar determinada majestad en atención al azar impuesto por la
herencia y el linaje, no por sus méritos), pero principalmente debido a que es
irrelevante la condición personal de ese titular, ya que su lugar en el poder
neutral lo despersonaliza u deshumaniza, constriñéndolo a únicamente
representar en el Estado esa esfera inviolable de seguridad e imparcialidad que
permite que los disentimientos –propios de una sociedad liberal– se desarrollen
sin peligro. Por el contrario, en la reconfiguración que hace Bolívar sobre el
poder neutral sí se evidencia la importancia de que su titular presente
determinadas condiciones: ha de ser el ciudadano más virtuoso, merecedor de
la más alta majestad dentro de la república por sus buenos servicios. Además,
el discurso de Bolívar revela que el ejercicio de la vicepresidencia es un estadio
por el cual se ha de transitar a fin de acumular la mejor experiencia política,
antes de asumir la titularidad del poder neutral. Parece un contrasentido, dado
que el poder neutral exime al presidente vitalicio de toda acción que invada la
esfera de lo público y de lo privado, y, en general, de toda acción ejecutora
dentro de la república. Si en teoría el titular del poder neutral que conceptúa
Bolívar está impedido de ejercer acciones e influencia sobre los ciudadanos y
los magistrados tal como propone Constant, igualmente debería ser irrelevante
la constitución personal del presidente vitalicio tal como ocurre con el monarca
del poder neutral constantino. En esta disonancia entre una y otra interpretación
se revela que en tanto la construcción constantina del poder neutral es netamente
institucional, la que realiza Bolívar combina el elemento institucional con el
personalista. Lo hace, a mi juicio, por dos razones. La primera, debido a que la
línea sucesoral republicana que establece el Libertador para su poder neutral
funda la idea de conservación en el linaje político que reside en las dignidades
del presidente vitalicio y el vicepresidente hereditario, con la complejidad de
que aunque el primero podría estar desprovisto de atributos personales para
ejercer la augusta prerrogativa, el segundo ha de ejercer el poder activo de la
ejecución de las leyes, para lo cual ha de tener determinados atributos,
cualidades y experiencia. El segundo elemento se vincula con la transfiguración
que experimenta el poder neutral en situaciones de contingencia en la

202
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

república: él deja temporalmente su condición de poder pasivo y pasa a


encarnar el poder supremo con facultades extraordinarias, por mandato del
legislativo, a fin de atender la emergencia374. Según ello, el presidente vitalicio
que establece constitucionalmente Bolívar ha de presentar una estructura
institucional y también una estructura personalista, porque la realización del
objeto del poder neutral no depende completamente, como ocurre con el caso
constantino, del andamiaje institucional de dicho poder, sino que las condiciones
inherentes al titular de esta magistratura375 son igualmente determinantes a tales
efectos. El carácter dual del poder neutro de Bolívar, es decir, la coexistencia
de lo institucional y de lo personalista, se deriva de la disposición que hace del
poder neutral dentro del poder ejecutivo, integrando a este último con una
parte activa y una pasiva, en atención al objeto y facultades de las partes que lo
componen. En perspectiva constantina, el arreglo estructural que propone
Bolívar no constituiría la creación de un poder neutral en la república, sino lo
que Constant catalogó como el vicio de todas las constituciones, consistente,
como vimos en la primera parte de este capítulo, en conferir la suma de
autoridad a uno de los poderes activos (en esta concepción de Bolívar, el
ejecutivo), transformándose inevitablemente en fuente de la arbitrariedad y de
la tiranía sin límites. Ciertamente, en el poder neutral de Bolívar el diseño
constitucional apunta a anular la posibilidad de que la augusta prerrogativa del
poder abstracto en la república pueda degenerar en un poder arbitrario y
tiránico, ni siquiera en medio de la contingencia que haga necesaria la
asignación al presidente vitalicio del mando supremo para atender dicha
emergencia (porque ella misma está constitucionalmente limitada). No
obstante, la ambigüedad del ejecutivo propuesto por Bolívar, planteado como
poder activo y pasivo al mismo tiempo, integrado simultáneamente por
magistrados responsables y por un magistrado inviolable e irresponsable, y, en
esencia, conformando el poder neutral con base en la combinación de lo
personalista con lo institucional, decantan en una dificultosa adaptación o
republicanización de una institución pensada para la monarquía constitucional,

374
De alguna manera esta versión de Bolívar sobre el poder neutral de Constant evoca la idea
de virtud del gobernante, presente especialmente en la tradición republicana expresiva en el
Renacimiento italiano. Vid supra
375
Titular que ha de ser el ciudadano más virtuoso, experimentado en los negocios políticos, y
sobresaliente por sus buenos servicios al bien público, según se desprende del discurso de
Bolívar.

203
Carolina Guerrero

con la cual se pretende moderar el despliegue de la república en la creación de


dicha república.

204
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

CAPÍTULO 4
DEL PODER MUNICIPAL AL PODER ELECTORAL

En el poder electoral que propone Bolívar en su proyecto de constitución


boliviana de 1826 es perceptible, como veremos, la influencia del poder
municipal establecido por Benjamin Constant en su Curso de Política
Constitucional y sus Principios de Política, publicados por primera vez en los
años 1814 y 1815, respectivamente. Debo anticipar una distinción fundamental
entre esta versión del poder municipal y que la adopción hecha por Bolívar del
poder neutral de Constant para configurar la presidencia vitalicia formulada
igualmente para la constitución de Bolivia, que debatimos en el capítulo
anterior. En el caso de la presidencia vitalicia, el proceso por el cual transita
Bolívar es el de republicanizar una institución monárquica, a objeto de asegurar
la utilidad pública máxima, consistente en las posibilidades de garantizar la
permanencia de la república. Y de dicha institución deriva, a su vez, una
utilidad adicional, que desde la perspectiva individual encarna el valor
sustantivo de la república, consistente en la garantía para el disfrute de la
libertad individual. Pero, en suma, esa presidencia vitalicia le permite a Bolívar
el diseño de una institución constitucional a efectos de poder aspirar a la
eternización de la república, que, en adición, no demanda nuevos sacrificios a
la individualidad, sino que por el contrario provee garantías a ella. En cambio,
el fundamento del poder electoral de Bolívar, provisto por el poder municipal
de Constant, tiene la particularidad de introducir el elemento federalista en las
bases jurídicas y constitucionales que se busca establecer, lo cual representa la
adopción de una institución a la cual es inherente una condición que hasta
entonces había sido rechazada por Bolívar376. Coincidencialmente, el poder
electoral y el poder municipal suponen para Bolívar y Constant,
respectivamente, la conveniencia política sobre la incorporación o, al menos, el
político manejo de elementos controvertibles en las ideas políticas de estos

376
Bolívar no abdica a sus ideas centralistas para una república una e indivisible, sino que
estructura lo que él concibe como una forma distinta del federalismo tradicional, perverso e
irrealizable, como veremos en este capítulo.

205
Carolina Guerrero

personajes: la dosificación del individualismo para el francés y la introducción


de cierta forma de federalismo para el colombiano.

En el caso de Constant, cuyo pensamiento se centra diáfanamente en la


construcción de un orden político y jurídico que asegure el despliegue de la
individualidad y la libertad individual, el poder municipal le permite finalmente
moderar el individualismo –y los problemas que derivan de él, principalmente en
conexión con cómo establecer los vínculos y la afectividad entre los individuos
y la sociedad política a la que pertenecen, en un orden marcadamente signado
por el interés individual, por lo que esa afectividad con lo público tiende a ser
débil– al identificar la vía de conciliación entre el individualismo y las
posibilidades de desplegar el amor por la patria, es decir, la vinculación afectiva
entre el individuo y la sociedad política de la cual es miembro. En el caso de
Bolívar, el giro es mucho más crucial, en tanto el poder electoral supone una
relativa abdicación a sus posturas antifederalistas, al materializarse en el
reconocimiento de la conexión existente entre la libertad individual y la
autonomía local en una república moderna, y la necesidad de permitir el
despliegue de alguna forma de federalismo que, por un lado, haga más amable
al individuo la pertenencia a una república que no constriña impertinentemente
su libertad individual, y que, por otra parte, no ha de traducirse
irremediablemente en una amenaza de anarquía y disolución del orden político,
sino que, por el contrario, se erija en un elemento de conservación de la
república.

En este capítulo expondré, primero, la naturaleza del poder municipal


teorizado por Benjamin Constant; segundo, la naturaleza del poder electoral
concebido por Bolívar para la constitución boliviana; y tercero, la relación
entre una y otra propuesta constitucional, a la luz de la idea en torno a la forma
federalista como posibilidad de vinculación del individuo con la idea de patria,
del ciudadano privado con lo público, y de la garantía de la libertad individual
con la idea de permanencia de la república.

206
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

I- Poder municipal: las bases de un “patriotismo pacífico y perdurable”

La primera precisión en torno al poder municipal que elabora Constant, el cual


va a servir de fuente teórica para fundar los principios políticos y las bases
jurídico constitucionales del poder electoral que Bolívar presenta para Bolivia
en 1826, se centra en su concepción vinculada con “un género nuevo de
federalismo”. En efecto, el autor desarrolla su idea de poder municipal en el
Curso de Política Constitucional que publica en 1814, y esa misma idea es
trabajada hasta alcanzar una exposición más elaborada, la cual se despliega un
año después en la obra Principios de Política, en el capítulo XII de la misma,
bajo el título “Du Pouvoir Municipal, des autorités locales, et d’un nouveau
genre de fédéralisme”. Ello a la vez supone la formulación, por parte de
Constant, de una crítica a la idea preeminente de federalismo, en la cual
anticipa la necesidad de avanzar, en la materia, hacia la identificación de “un
nuevo género”. A mi entender, los elementos que impulsan y sustentan esa
crítica están conectados con la excesiva independencia –observada por
Constant– entre las partes del Estado federal, lo que puede afectar los
compromisos inherentes a la propia asociación política. Es decir, la crítica
revela la disección entre la posibilidad de cohesionar al Estado federal
únicamente en términos de su situación frente a los demás Estados, y la
pretensión de mantener lo que podría ser denominado como una disgregación
interna entre las fracciones componentes de dicho Estado. En esos términos,
la propuesta de Constant resulta interesante porque plantea la reconfiguración
del federalismo en “nuevo género” expresivo de la conveniencia y utilidad a la
asociación humana, lo cual contrasta con lo que había sido la posición
generalizada entre los detractores del federalismo, consistente en la búsqueda
de su anulación a partir de la imposición del centralismo. En suma, esta crítica
de Constant apunta a dicha reconfiguración del federalismo y no a su negación
(como había sido la tendencia entre los antifederalistas o centralistas), y ello se
dirige hacia ese derrotero debido a que Constant identifica en la forma federal
una mayor posibilidad de despliegue y de garantías para el disfrute de la
libertad individual (que, cabe insistir, es el foco de sus especulaciones políticas

207
Carolina Guerrero

y constitucionales) que la que puede aportar el centralismo, el cual más bien


apuntaría a amenazar en cierta medida esa libertad y el reconocimiento político
de la diversidad política. En esos términos, la conformación de ese nuevo
género de federalismo es una necesidad impuesta en aras de la protección de la
libertad y de las garantías individuales, en vista de la incompatibilidad que
encarnaría el centralismo frente a la libertad moderna, y en vista también de los
defectos de la concepción generalizada sobre el federalismo, la cual no resulta
precisamente adecuada para tal objeto liberal.
En esa tónica, Constant interpreta que “L’on nommé fédéralisme une
association de gouvernements qui avaient conservé leur indépendance
mutuelle, et ne tenaient ensemble que par des liens politiques extérieurs”377. De
acuerdo con el autor, el defecto de este establecimiento consiste en que los
estados federados reclaman sobre los individuos o sobre las porciones de su
territorio una jurisdicción que no les corresponde y, a la vez, pretenden
conservar frente al poder central una independencia “qui ne doit pas exister”
(que no debe existir). En esas condiciones, Constant concluye que el
federalismo se ha hecho compatible con el despotismo en el interior y al
mismo tiempo con la anarquía en lo exterior. En consecuencia, señala que:
“Cette institution est singulièrement vicieuse” (“Tal institución es
particularmente viciosa”). Para Constant, la idea imperante en torno al
federalismo conduce a la antinomia de someter las relaciones exteriores del
Estado a la supremacía del lazo federal, dejando una independencia completa a
la constitución interior de dicho Estado. Ello sería inconveniente, en esa línea,
porque supondría una transgresión a lo que de acuerdo con Constant
correspondería con una racionalidad política y jurídica, inherente a la idea de
que en toda sociedad parcial, cada fracción debe hallarse en una dependencia
más o menos grande respecto a la asociación general, incluyendo los arreglos
internos de aquella; a la vez, se requiere que la organización interna de las
fracciones particulares disfrute de una independencia perfecta en aquello que
no afecte a la asociación general, al igual que aquella parte de la existencia del

377
Constant, 1815/1872. p.101. “Se ha denominado federalismo a una asociación de gobiernos
que conservan su mutua independencia, y que mantienen una unidad sólo a través de vínculos
políticos exteriores”

208
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

individuo que no amenace al interés social siempre debe permanecer libre378.


De esta manera, Constant trata de demostrar que entre las fracciones de ese
Estado federal debe establecerse una influencia recíproca sobre sus
correspondientes constituciones interiores, principalmente porque de sus
principios constitucionales habrá de depender el cumplimiento de sus
compromisos recíprocos.
Esta crítica de Constant al género de federalismo el cual no se plantea crear y
mantener una fortaleza en sus vínculos en lo interior análoga a la de sus
vínculos en lo relativo a lo exterior, guarda una particular coincidencia con el
interés expresivo en los centralistas, temerosos de que la debilidad en la
cohesión interior de un Estado federal culmine con la eventual disolución de
su orden político. En el caso de Constant, el nuevo género de federalismo que
propone apunta igualmente a la búsqueda de una cohesión interior que sea lo
suficientemente sólida, como para garantizar la integridad de dicho orden
político y disipar el peligro de su eventual desmembramiento. Pero, a la vez,
entre los argumentos centralistas y la teorización de Constant hay una
distinción básica, con base en que los primeros apuntarán a suplir las
deficiencias del federalismo a través de la cancelación de este último y la
imposición, en consecuencia, del centralismo, en tanto que Constant apreciará
la conservación del espíritu de la forma federal, a la cual propondrá la
introducción de los ajustes institucionales constitucionales que observa
pertinentes, a fin de hacer surgir un federalismo coherente con la idea de
utilidad y conveniencia en una asociación política liberal, con lo cual habrá de
erradicarse la institución federal existente, catalogada por el autor como
singularmente viciosa.
El fundamento del federalismo que se revela en el pensamiento de Constant
como valor sustantivo es el que permite visualizar diferentes órdenes de
desenvolvimiento en la sociedad política a los cuales corresponden diferentes
niveles de autoridad política. El argumento es análogo al desarrollado por
Constant con relación al límite de la soberanía del pueblo: si en la sociedad
existe una esfera de lo público en la cual la soberanía del pueblo tiene
incidencia directa, dado que dicha esfera representa un interés legítimo para

378
Ver Constant, 1815. p.101-102

209
Carolina Guerrero

ella y además le corresponden espacios en la misma, también existe una esfera


de lo individual que ha de quedar siempre fuera del alcance de dicha soberanía,
ya que la segunda carece de interés legítimo en la primera, y no puede ser
amenazada por el desenvolvimiento que haga la individualidad en aquella379.
Esta idea se fundamenta en la premisa de que la soberanía del pueblo no puede
ser absoluta; por tanto, la invasión de esa soberanía popular en la esfera de la
individualidad constituye una transgresión de sus límites, es decir, un exceso
arbitrario que desemboca en la mácula y, en fin, en la pérdida de libertad
individual. Trasladando el argumento al ámbito de la organización interna del
Estado, Constant propone la distinción entre los asuntos que interesan a la
nación y aquellos que interesan sólo a una fracción de la misma; de ese modo,
los representantes de la nación habrán de atender legítimamente los primeros,
en tanto que los representantes de dichas fracciones serán quienes deban
atender con derecho y delegación legítimos los segundos. Ello equivale a
señalar que el eventual manejo de los asuntos de las fracciones por parte de las
autoridades nacionales consistirá en una invasión arbitraria del ámbito de esas
fracciones, lo que habrá de traducirse en una disminución de su libertad.
Constant lo expresa en los siguientes términos:
La direction des affaires de tous appartient à tous, c’est-à-dire aux
représentants et aux déléguées de tous. Ce qui n’intéresse qu’une fraction doit
être décidé par cette fraction 380
(La conducción de los asuntos de todos pertenece a todos, es decir, a los
representantes y delegados de todos. Aquello que no interesa más que a una
fracción debe ser decidido por dicha fracción)
En esa línea, Constant percibe al federalismo como necesidad y utilidad para la
asociación política, al vincular la forma federalista con la idea sobre los tipos de
intereses que pueden coexistir en esa asociación, y los tipos de órdenes que han
de incidir en ellos. De esa forma, los intereses individuales que en nada inciden
en el ámbito de lo público deben corresponder exclusivamente al individuo; los
intereses de las comunidades de individuos habrán de ser manejados y
atendidos por dichas comunidades, y así sucesivamente, hasta llegar a los

379
Ver “De la souveraineté du peuple et de ses limites” en “Additions et notes” en Constant,
1814/1872. p.275ss. Ver también “De la souveraineté du peuple” en Constant, 1815/1872.
p.7ss
380
Constant, 1815/1872. p.98

210
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

intereses nacionales que competen a todos, y han de ser administrados y


delegados a autoridades igualmente nacionales. Este argumento deriva en la
concepción de Constant sobre la correspondencia entre jurisdicciones e
intereses: el individuo tendrá jurisdicción en la esfera de lo individual, la nación
tendrá jurisdicción en la esfera de lo general, y entre uno y otro extremo se
destacarán diversos niveles a los que habrá de corresponder una jurisdicción
proporcional a ellos, en atención a las dimensiones y órdenes involucrados en
los mismos. Dicho de otro modo, a cada dimensión de intereses se
corresponde una determinada jurisdicción legítima, que habrá de mantenerse
dentro de los límites inherentes a la esfera de la cual forma parte, dado que
cualquier exceso en su respectiva competencia constituirá una alteración del
orden, que degenerará en una restricción arbitraria de la libertad y del derecho
de cada una de esas dimensiones de manejar por sí mismas aquellos intereses
que corresponden únicamente a ellas. Teoriza Constant:
Supposez une nation d’un million d’individus, répartis dans un nombre
quelconque de communes. Dans chaque commune, chaque individu aura des
intérêts qui ne regarderont que lui, et qui, par conséquent, ne devront pas être
soumis à la juridiction de la commune. Il en aura d’autres qui intéresseront les
autres habitants de la commune, et ces intérêts seront de la compétence
communale. Ces communes à leur tour auront des intérêts qui ne regarderont
que leur intérieur, et d’autres qui s’étendront à un arrondissement. Les
premiers seront du ressort purement communal, les seconds du ressort de
l’arrondissement et ainsi de suite, jusqu’aux intérêts généraux, communs à
chacun des individus formant le million qui compose la peuplade. Il est
évident que ce n’est que sur les intérêts de ce dernier genre que la peuplade
entière ou ses représentants ont une juridiction légitime: et que s’ils
s’immiscent dans les intérêts d’arrondissement, de commune ou d’individu, ils
excèdent leur compétence. Il en serait de même de l’ arrondissement qui
s’immiscerait dans les intérêts particuliers d’une commune, ou de la commune
qui attenterait à l’intérêt purement individuel de l’un de ses membres 381
(Supongamos una nación de un millón de individuos, repartidos en
determinado número de municipios. En cada municipio, cada individuo
tendrá intereses que no conciernen a nadie más que a él, por lo que, en
consecuencia, no deberán someterse a la jurisdicción del municipio. Ese
mismo individuo también tendrá otros intereses en común con otros
habitantes del municipio, y esos intereses serán de competencia comunal. A
su vez, estos municipios tendrán intereses que sólo conciernen a su ámbito

381
Constant, 1815/1872. p.98-99

211
Carolina Guerrero

interior, y otros que se extenderán al distrito correspondiente. Los primeros


serán intereses puramente comunales o municipales, en tanto que los
segundos serán distritales, y así sucesivamente hasta llegar a los intereses
generales, comunes a cada uno de los individuos que conforman el millón de
habitantes de la nación. Está claro que la nación entera o sus representantes
tendrán jurisdicción legítima sólo sobre los intereses generales: exceden su
competencia si ellos se involucran en los intereses del distrito, del municipio o
del individuo. Igualmente sería ilegítima la pretensión del distrito de
inmiscuirse en los intereses particulares del municipio, o del municipio que
atenta contra el interés puramente individual de uno de sus miembros)
En la concepción de federalismo manejada por Constant son identificables los
principios de su pensamiento liberal esencialmente en la siguiente idea: si el fin
de la constitución es otorgar –a través de las bases jurídicas y políticas sobre las
cuales se ordena la asociación humana– garantías al disfrute de la libertad
individual y los derechos cívicos, será necesario determinar los espacios en los
cuales lo público se deslinda de lo privado, y aquello que es de competencia
general lo hace con respecto de lo que es de competencia particular. El orden
consiste, en ese sentido, en la conservación y permanencia en los ámbitos
correspondientes, de manera que ninguno pueda rebasar los límites que le han
sido señalados, ni exceder su área de jurisdicción al pretender extenderse hacia
una esfera distinta a la propia. En la ordenación del Estado se da este mismo
principio con relación a los intereses locales y nacionales, en sus diversos
niveles y gradaciones, en cuyo caso la libertad estará vinculada a la
administración de los intereses respectivos por autoridades pertenecientes cada
una a cada esfera, como sentencia Constant:
L’autorité nationale, l’autorité d’arrondissement, l’autorité communale,
doivent rester chacune dans leur sphère 382
(La autoridad nacional, la autoridad del distrito, la autoridad del municipio,
deben permanecer cada una dentro de su esfera)
Y ello es inherente a la necesidad de que cada fracción del Estado, como
denomina Constant, determine con independencia cuáles habrán de ser sus
respectivas autoridades, es decir, los representantes en quienes delegan la
administración de sus intereses comunes, dentro de dicha esfera local,
comunal, distrital o nacional, de modo que la autoridad pública designada

382
Constant, 1815/1872. p.99

212
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

pueda manejar únicamente los intereses de la jurisdicción en la cual se


circunscribe. De ello se desprende simultáneamente la necesidad de que la
relación de dependencia de dichas autoridades se establezca con relación a los
individuos, a los miembros de la sociedad política de los cuales reciben la
comisión del poder político respectivo. Ello tiene una significación
fundamental en la idea de Constant sobre federalismo, ya que remite a la
conclusión de que el poder local ha de ser independiente del poder ejecutivo,
de manera que puedan cumplirse los supuestos políticos expuestos. Lo
contrario supondría una sujeción de las autoridades locales a la autoridad
ejecutiva nacional, lo que indefectiblemente ha de traducirse en la posibilidad
de injerencia del poder y del interés nacional en un ámbito que legítimamente
no le corresponde. Observa el autor:
L’on a considéré jusqu’a présent le pouvoir local comme une branche
dépendante du pouvoir exécutif: au contraire, il ne doit jamais l’entraver, mais
il ne doit ponit en dépendre 383
(Hasta el presente se ha considerado al poder local como una rama
dependiente del poder ejecutivo, cuando, por el contrario, sin jamás
obstaculizarlo, nunca debe depender de él)
Obviamente Constant hace la salvedad de que la esfera nacional no tendrá
jurisdicción en aquel desenvolvimiento de lo político que se lleve a cabo en las
distintas esferas locales o regionales, el cual no estorbe o perturbe a dicha
esfera nacional. Ello plantea nuevamente la analogía con la interacción entre la
individualidad, la soberanía popular y el Estado: la libertad individual está en
ejercicio en tanto ni el Estado ni la soberanía popular puedan interferir
arbitrariamente con el despliegue que haga de ella cada miembro de la
asociación política. Por tanto, el ámbito de lo público sólo podrá interferir el
ámbito de lo particular estrictamente en aquellas situaciones en las que el
despliegue del segundo afecte o tenga incidencia sobre el primero.
A la par, si el poder municipal está sujeto al poder ejecutivo, el federalismo se
hace vicioso al convertirse en una causa inminente de disolución, como teoriza
Constant. Ello operaría como efecto de la resistencia que encontraría en el
poder municipal el poder ejecutivo, en el esfuerzo de este último por hacer
cumplir las leyes. Dicha oposición sería un efecto de la tendencia a la inercia,

383
Constant, 1815/1872. p.99

213
Carolina Guerrero

que Constant describe en torno al poder municipal subordinado al ejecutivo.


En este sentido se sugiere al mismo tiempo la argumentación de Constant en
contra del centralismo. Es decir, la defensa a la organización centralista del
poder se fundamenta en la idea en torno a la cual se asume el centralismo
como el sistema más idóneo para asegurar la cohesión interna del Estado, en
atención a la mayor posibilidad supuesta de concentración de la organización y
funcionamiento de la empresa estatal. Esto en el contexto francés en el cual
escribe Constant tiene, además, una connotación adicional, dado que la idea del
centralismo se configura como armónica de la idea de unidad de la república.
Aunque Constant teoriza en estos momentos para la monarquía constitucional,
las ideas políticas prevalecientes en la Francia post-revolucionaria van
acompañadas del paradigma de unidad y cohesión en la república384, de manera
que la propensión al centralismo o incluso a la forma federalista catalogada por
Constant como viciosa se fundamenta en esos supuestos ético-políticos
inaugurados a partir de la ruptura con el antiguo régimen, y donde esa idea de
unidad se hace permanente en la invocación al valor de libertad385. De acuerdo

384
Susan Dunn (1999) plantea la distinción entre las revoluciones angloamericana y francesa
como proyectos ilustrados en los que, con base en principios políticos análogos, se bifurcan en
lo relativo a las ideas de diversidad y reconocimiento de la diferencia en el caso
angloamericano, y de unicidad, uniformidad y unidad en el caso francés. De allí resulta un
proyecto más liberal por una parte, y por la otra uno más restrictivo en atención a la libertad
otorgada tanto al ciudadano como a las localidades y regiones para ordenar sus propios
intereses. En esa línea, la república angloamericana se constituye como sociedad, en tanto la
francesa lo hace como comunidad. En tanto en aquella sociedad los hombres son libres para
realizar la convivencia política en medio de su diversidad de intereses, pasiones, afectos y
opiniones, en la comunidad es ésta la que incide en el tipo de derechos, opiniones, afectos e
intereses disfrutables por individuos y minorías, de acuerdo con los preceptos dictados por
aquel corpus que logre encarnar el discurso de la voluntad general. Tal concepción se proyecta
en el tipo de organización que deciden angloamericanos y franceses para sus respectivas
repúblicas: la forma federal será cónsona con la idea de sociedad en la que intereses diversos
y a veces opuestos pueden coexistir y balancearse, mientras que la forma centralista será la
apropiada para una república que ve en la unidad moral y de opinión las posibilidades reales
para su propia cohesión y permanencia. “Whereas the French emphasized the primacy of
‘community’, James Madison had viewed ‘community’ as the primary danger to rights. The
community, he judged, was more potentially destructive of rights and freedom than the
government” (1990, p.154)
385
En el ámbito de las ideas republicanas de la post-revolución francesa, Fauchois señala que
la centralización es un producto del Antiguo Régimen “qui a survécu à la Révolution parce que
adapté à la nouvelle société. (...) Bien que la centralisacion ne se réduise pas à une simple
question d’organisation territoriale, nous ne chercherons pas à dresser un tableau exhaustif
des législations et practiques issues de cette nécessité inédite: conjuguer la souveraineté
indivisible avec l’émergence d’une nouvelle société”. El autor destaca la vinculación entre la

214
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

con la perspectiva liberal de Constant, esta idea de imposición de la unidad (y,


por proyección en la organización interna del Estado, del centralismo o de un
federalismo vicioso) es propensa a generar una constricción de la libertad:
primero, porque hace preeminente la idea del todo sobre la idea de la
individualidad; segundo, debido a que, en consecuencia, prescribe afectos y
conductas a los individuos con base en un valor superior y externo a ellos, con
lo que se eclipsa su derecho al despliegue regular de la libertad individual;
tercero, sucumbe en el intento por crear una autoridad omnímoda capaz de
asegurar la observación debida de las leyes a lo largo y ancho del Estado, y, de
acuerdo con Constant, todo poder que se pretenda absoluto en la asociación
humana encarna la posibilidad más o menos latente de derivar en despotismo.
En suma, esa autoridad omnímoda que aspira a controlar las fracciones desde
el centro excita en ellas un sentimiento de resistencia, alimentado a su vez por
la débil atención que el centro pueda prestar a la satisfacción de los intereses
particulares de dichas fracciones. Y de acuerdo con Constant, en todo ello
reside el germen de la disolución, la cual deberá ser anulada con base en la
renuncia a los intentos centralizadores o de persistencia de un federalismo
vicioso. Es la argumentación del autor:
Si l’on confie aux mêmes mains les intérêts des fractions et ceux de l’État, ou
si l’on fait des dépositaires de ces premiers intérêts les agents des dépositaires
des seconds, il en résultera des inconvénients de plusieurs genres (...) Les lois
générales seront mal exécutées, et les intérêts partiels mal ménagés.
Quiconque a réfléchi sur l’organisation du pouvoir municipal dans les
diverses constitutions que nous avons eues, a dû se convaincre qu’il a fallu
toujours effort de la part du pouvoir exécutif pour faire exécuter les lois, et
qu’il a toujours existé une opposition sourde ou du moins une résistance
d’inertie dans le pouvoir municipal. Cette pression constante de la part du
premier de ces pouvoirs, cette opposition sourde de la part du second, étaient
des causes de dissolution toujours imminentes 386
(Si se confían a las mismas manos tanto los intereses de las fracciones como
los del Estado, o si se hacen depositarios de estos primeros intereses a los

idea de centralización con la idea de preservar, aún en una república moderna, la supremacía
del interés público por encima del interés particular, y, además, asegurar también la
superioridad del poder central sobre cualquier pretensión de las fracciones por obtener
importancia política como miembros de la república: “L’unité et l’indivisibilité de la République
signifient aussi que la Convention doit gouverner seule et que seule elle doit gouverner” (en:
Furet y Ozouf, 1991, p.67, 72, 73, 76)
386
Constant, 1815/1872. p.99

215
Carolina Guerrero

mismos agentes depositarios de los segundos, se obtendrán inconvenientes de


diversos géneros (...) Las leyes generales serán mal ejecutadas, y los intereses
parciales serán mal manejados. Quien haya reflexionado sobre la organización
del poder municipal en las distintas constituciones que hemos tenido, habrá
evidenciado que siempre el poder ejecutivo ha tenido que esforzarse para
hacer cumplir las leyes, y que siempre ha existido una oposición sorda o, al
menos, una resistencia inercial en el poder municipal. Esta presión constante
de parte del poder ejecutivo, y esa oposición sorda de parte del poder
municipal, han sido causas inminentes de disolución)
La metáfora que utiliza Constant para definir la condición de un poder
municipal subordinado al poder ejecutivo connota la inexistencia del tal poder;
por tanto, será un fantasma. De la siguiente cita se desprende, además, que
para que el poder municipal no consista en una simple agrupación de agentes
subordinados es preciso que el ejecutivo esté desprovisto del derecho de
destituirlos:
Aussi longtemps que vous ferez des membres du pouvoir municipal des
agents subordonnées au pouvoir exécutif, il faudra donner à ce dernier le
droit de destitution, de sorte que votre pouvoir municipal ne sera qu’un vain
fantôme 387
(Mientras los miembros del poder municipal sean agentes subordinados del
poder ejecutivo, habrá que otorgar a este último el derecho de destituir, de
suerte que el poder municipal no será más que un inútil fantasma)
El modo a través del cual el poder municipal deja de ser competencia del
ejecutivo consiste, según Constant, en los mismos límites que lo definen. Ello
se deriva de lo siguiente: su objeto está dado por un tipo de asuntos que sólo
conciernen a él, y, simultáneamente, su poder político se relaciona únicamente
con sus administrados, sin interrelacionarse ni afectar ninguna otra esfera del
orden político. Por ello Constant lo plantea como un espacio en la
administración que es análogo al que ocupan los jueces de paz en el orden
judicial:
Le pouvoir municipal doit occuper, dans l’administration, la place des juges
de paix dans l’ordre judiciaire. Il n’est un pouvoir que relativement aux
administrés, ou plutôt c’est leur fondé de pouvoir pour les affaires qui ne
regardent qu’eux 388

387
Constant, 1815/1872. p.100
388
Constant, 1815/1872. p.100

216
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

(En la administración, el poder municipal debe ocupar el lugar asignado a los


jueces de paz en la esfera judicial. Sólo es un poder respecto a sus
administrados, o más bien consiste en un poder para el manejo de los asuntos
que conciernen a estos)
Esta esfera del poder municipal define, asimismo, la proximidad entre la
autoridad local y el individuo cuyos intereses colectivos han de ser atendidos
por dicho representante. Estos intereses se deslindan de los intereses generales
de la nación al ser comunes sólo a determinados habitantes de determinadas
localidades. La posibilidad de satisfacer el interés general se genera en el
correspondiente ámbito de lo general, a la vez que la realización del interés
individual se circunscribe al espacio de expansión individual. Entre uno y otro
polo coexisten determinados intereses colectivos –con base en lo local– que
igualmente requieren de una esfera para su adecuado despliegue, y en ello se
fundamenta, para Constant, no sólo la necesidad de establecer el poder
municipal, sino muy especialmente el interés a partir del cual esos individuos
habrán de observar una obediencia legítima a dicho poder. Por tanto, la
majestad de esta institución constitucional que propone Benjamin Constant no
derivará de la fuerza encarnada en dicho poder municipal, sino de la
posibilidad de realización de esos intereses colectivos que sólo pueden ser
adecuadamente atendidos por una autoridad lo suficientemente próxima a los
individuos de los cuales emanan. Cualquier autoridad superior al poder
municipal será igualmente más distante de la posibilidad de conocer,
comprender y abordar adecuadamente la satisfacción de tal interés. Explica el
autor:
Que si l’on objecte que les administrés ne voudront pas obéir au pouvoir
municipal, parce qu’il ne sera entouré que de peu de force, je répondrai qu’ils
lui obéiront, parce que ce sera leur intérêt 389
(Si se objeta que los administrados no querrán obedecer al poder municipal,
dado que éste carece de fuerza, responderé que los administrados obedecerán
tan sólo debido a su propio interés)
En este sentido es perceptible en Constant la crítica al centralismo y al
federalismo vicioso (el cual somete el poder municipal al ejecutivo), a efectos
de demostrar las desventajas identificables en la pretensión del poder ejecutivo

389
Constant, 1815/1872. p.100

217
Carolina Guerrero

en torno a controlar toda ejecución de las leyes en todos los ámbitos y fracciones
de la nación. El argumento conduce a lo siguiente: el poder municipal puede
ser legítimamente observado por los individuos sobre la base del interés y no
de la fuerza (propia de la naturaleza del poder ejecutivo); a la par, si se concibe
que el poder municipal podría encarnar la dispersión del poder político al cual
se someten los individuos de manera de no disolver el orden, el planteamiento
de Constant confirma que ese poder municipal aportará garantías al despliegue
regular de la libertad individual, el cual, al situarse fuera del alcance del poder
ejecutivo central, podrá ser más o menos agitado, pero nunca podría degenerar
en anárquico, de modo que no podría afectar al interés general. Lo expone
Constant en estos términos:
L’autorité n’avait pas besoin d’être dure pour être obéie. La liberté pouvait
être orageuse sans être anarchique 390
(La autoridad no tenía necesidad de ser dura para ser obedecida. La libertad
podía ser tempestuosa sin ser anárquica)
Ante la eventual amenaza de caos, Constant admite la intervención del poder
ejecutivo junto con los agentes directos y distintos del poder municipal:
Enfin, si la désobéissance des citoyens portait sur des objects d’ordre public,
le pouvoir exécutif interviendrait, comme veillant au maintein de l’ordre; mais
il interviendrait avec des agents directs et distincts des administrateurs
municipaux 391
Si la desobediencia de los ciudadanos afectara al orden público, el poder
ejecutivo intervendría, velando por la preservación del orden. Tal
intervención se produciría por medio de agentes directos, distintos de los
administradores municipales)
Ahora bien, Constant encuentra en ese género nuevo de federalismo la
posibilidad de instalar un “patriotismo pacífico y perdurable” entre los
individuos, dado que, para el escritor, los verdaderos sentimientos patrióticos
crecen en las localidades a las cuales pertenecen tales individuos. Ello conduce
a concebir que la conexión afectiva entre el individuo y la patria se da primero
en el ámbito local para luego –y sólo luego– expandirse hacia el ámbito
nacional o general. Este señalamiento enfrenta dos criterios prevalecientes

390
Constant, 1814/1872. p.294
391
Constant, 1815/1872. p.100-101

218
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

sobre el asunto: por una parte, la tradición republicana que sobrevive y se


hereda en las repúblicas modernas estructura una idea de bien común que
remite a una sola idea de patria; es decir, el individuo desarrolla esa pasión
necesaria por la cual es capaz de renunciar a sí mismo y entregarse a la
realización de ese bien común, porque en ello es expresivo su amor por la
patria, que es una, indivisible, no diseccionable. En tal línea de pensamiento,
no se concibe que ese amor pueda ser fraccionado o que pueda ser insuflado
desde lo local hacia lo general, ya que es esa patria (general) la que demanda esa
entrega patética por parte de sus miembros. Por tanto, desde una perspectiva
republicana clásica el argumento de Constant sería vicioso, porque pondera la
construcción de la afectividad hacia la patria en la esfera de lo local, de manera
que el primer amor del individuo hacia el todo vendría dado por lo que desde
el siglo XIX en la América Hispánica ha sido denominado como la patria
chica. Ante ello, la argumentación de Constant apunta a desmontar esta
premisa republicana clásica, al intentar verificar que la única forma natural de
vincular afectivamente al individuo con su asociación política es a través de esa
primera forma de amor entre él y su localidad, de manera que el amor prescrito
por los republicanos clásicos (del individuo hacia la patria) sólo puede ser
consecuencia de esa manifestación primigenia de afectos por lo local, y nunca
una construcción autárquica y suprema hacia lo general. Por otra parte, desde
una perspectiva más individualista y liberal, lo que plantea Constant (con
relación a la posibilidad de construir el patriotismo pacífico y perdurable sobre
la base de la afectividad naturalmente dada entre el individuo y la localidad en
la que nace y crece) sugiere igualmente un enfrentamiento con la idea de que
toda vinculación entre el individuo y su sociedad política habrá de derivar de la
relevancia que representa para el primero la conservación de la segunda, en
tanto de ella emanen los beneficios para que aquél pueda desplegar de modo
pacífico y seguro su libertad e interés individual. La crítica de Constant a tal
planteamiento enfoca el hecho de que, según este filósofo, la posibilidad de
percibir tales beneficios es transportable, aplicable a cualquier otra asociación
política en la que dicho individuo pueda encontrar un orden de libertad donde
perciba iguales bienes políticos y cívicos; por tanto, es necesario algo más para
que pueda producirse una vinculación afectiva verdadera. Con base en esta idea
de patriotismo pacífico y perdurable, fundado sobre lo geográficamente

219
Carolina Guerrero

próximo, Constant teoriza la necesidad de otorgar a lo local, municipios y


distritos, toda la importancia política que no afecte al bienestar general:
Tal est le fédéralisme qu’il me semble utile et possible d’établir parmi nous. Si
nous n’y réussissons pas, nous n’aurons jamais un patriotisme paisible et
durable. Le patriotisme qui naît des localités, est, aujourd’hui surtout, le seul
véritable. On retrouve partout les jouissances de la vie sociale; il n’y a que les
habitudes et les souvenirs qu’on ne retrouve pas. Il faut donc attacher les
hommes aux lieux qui leur présentent des souvenirs et les habitudes, et pour
atteindre ce but, il faut leur accorder, dans leurs domiciles, au sein de leurs
communes, dans leurs arrondissements, autant d’importance politique qu’on
peut le faire sans blesser le lien général 392
(Tal es el federalismo que me parece útil y posible establecer entre nosotros.
Si no lo logramos, nunca dispondremos de un patriotismo pacífico y
perdurable. El patriotismo que nace de las localidades es, principalmente hoy,
el único verdadero. En cualquier lugar pueden encontrarse los goces de la
vida social, no así los hábitos y los recuerdos. Es necesario vincular los
hombres con aquellos lugares que les presentan recuerdos y costumbres. Para
ello, hay que concederles en sus hogares, municipios y distritos, toda la
importancia política posible, sin herir el bienestar general)
No obstante, Constant no establece que la proximidad entre el individuo y su
localidad decante inmediatamente en ese patriotismo permanente sobre el cual
argumenta. Lo que plantea es que de dicha relación han de emerger las
primeras vinculaciones afectivas entre el individuo y un algo que es común a
otros individuos, con base en el hecho de compartir los mismos lazos
abstractos respecto a ese algo. Entiendo que tal afectividad se va a desarrollar a
partir de la conexión generada entre ese individuo y determinados valores que
emanan de dicha localidad, los cuales son relevantes para aquél en el plano de
lo afectivo: Constant menciona, en esa línea, las costumbres y recuerdos con
los que esa localidad completa determinado sentido en las narrativas
individuales en las cuales consisten, a su vez, las respectivas existencias de los
miembros de esas localidades. Pero hasta este punto, lo que se ha logrado
establecer son ciertos lazos afectivos, y ello exactamente no consiste en
patriotismo, sino sólo representa un tránsito necesario, imprescindible según
Constant, para llegar a configurar tal patriotismo que, además, se pretenda
duradero. Por tanto, el eslabón que debe ser incorporado para que esa

392
Constant, 1815/1872. p.102

220
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

afectividad pueda evolucionar hacia un patriotismo pacífico y permanente es la


posibilidad de que de dicha localidad emanen hacia el individuo no sólo
recuerdos y costumbres que puedan conmover su espíritu, sino también algún
matiz de gloria, a partir del cual los individuos quienes comparten las mismas
vinculaciones afectivas hacia la misma localidad puedan reconocerse en la
noción de orgullo respecto a su pertenencia a la misma. Este aspecto sin duda
guarda alguna relación con el carácter del ciudadano clásico, cuya condición de
virtud está asociada a aquellos sacrificios y glorias –tanto propios como
comunes– por los cuales se es perceptor de determinada distinción, pero
además se impregna de orgullo la ciudad; en ese marco, la ciudad se hace
grande por efecto de la virtud de sus ciudadanos, y a la vez los ciudadanos
verifican en su pertenencia a dicha ciudad su grandeza común, expresiva en la
expansión de su orgullo cívico. En una república antigua, esa grandeza era
generada a través de la heroicidad resultante del espíritu bélico de los
ciudadanos frente a las demás repúblicas393. En una república moderna, la
construcción del orgullo cívico en el interior de la sociedad política tiene otro
sentido: mientras las repúblicas antiguas demostraban su grandeza frente a
otras repúblicas antiguas, en el interior de una república moderna, donde la
vida política ha de transcurrir de manera pacífica, y donde las fracciones han de
cooperar armónicamente en la búsqueda del bienestar general de la nación que
integran, Constant sugiere que ese orgullo habrá de estar fundamentado por la
importancia política de tales fracciones. En estos términos, en el poder
municipal no sólo se patenta un principio de utilidad y conveniencia política
dirigido a asegurar que las leyes se cumplan sin enfrentar resistencia interna, y
garantizar a la vez la debida atención de intereses particulares que conciernen
únicamente a las referidas fracciones, sino que simultáneamente se fundamenta
sobre dicho poder la construcción posible del patriotismo perdurable, ya que
tales vinculaciones afectivas sólo podrán transformarse en un verdadero
patriotismo si el individuo identifica en su localidad una fuente posible de
orgullo cívico, lo cual sólo podrá ocurrir en tanto dicha localidad sea investida

393
Skinner refiere la idea en la tradición republicana sobre la promoción del ethos competitivo
y engagé entre los ciudadanos y su conexión con el mantenimiento de una comunidad robusta
y eficiente; la posesión de la libertad se asociaba a la capacidad de todos los ciudadanos de
actuar unidos en una causa, derivando de ello consecuentemente la grandeza de la república
(1985, v.I, p.102-102)

221
Carolina Guerrero

con la importancia política que requiere, la cual, además, presenta el atributo de


no perturbar el bienestar general. El establecimiento del poder municipal
consistirá, según Constant, en el establecimiento de esa importancia política de
las fracciones, dado que el patriotismo local sólo podrá emerger (renacer de sus
cenizas, señala el filósofo) con base en el poder político que resida en ellas.
Ilustra el escritor:
Le patriotisme de localité renaît comme de ses cendres, dès que la main de
pouvoir allége un instant son action 394
(El patriotismo de la localidad renace de sus cenizas, en cuanto la mano del
poder apoya su acción)
En la argumentación de Constant se plantea que ese orgullo cívico, originado
en la importancia política de la localidad a la que los individuos están
vinculados afectivamente, ha de trasmutar en la abstracta percepción de que
tales individuos integran un todo que les es exclusivo y particular, por lo que al
mismo tiempo se vinculan no sólo cada uno con el todo (la localidad) sino
cada uno respecto al otro. De allí surge lo que el autor denomina el honor
comunal que remite tanto a la idea de disfrute por parte de tales individuos
como a la idea de virtud, en tanto esos lazos afectivos particulares están
configurados con base en una “inclinación inocente y bienhechora” o
benévola, como establece el autor:
Les habitants trouvent du plaisir à tout ce qui leur donne l’apparence, même
trompeuse, d’être constitués en corps de nation, et réunis par des liens
particuliers. On sent que, s’ils n’étaient arrêtés dans le développement de cette
inclination innocente et bien-faisante, il se formerait bientôt en eux une sorte
d’honneur communal, pour ainsi dire, d’honneur de ville, d’honneur de
province qui serait à la fois une jouissance et une vertu 395
(Los habitantes se complacen en todo aquello que les otorga la apariencia,
incluso engañosa, de estar constituidos en cuerpo de nación, y reunidos por
vínculos particulares. Se siente que si no se detuvieran en el desarrollo de esa
inclinación inocente y bienhechora, pronto se formaría una especie de honor
comunal, por así decirlo, de honor de ciudad, de honor de provincia que a la
vez constituiría tanto un disfrute como una virtud)

394
Constant, 1815/1872. p.102
395
Constant, 1815/1872. p.102

222
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

El punto es que, de acuerdo con la idea de federalismo que desarrolla


Constant, el patriotismo pacífico y duradero ha de fundamentarse sobre ese
apego a las costumbres locales, al cual son inherentes, a su vez, los
sentimientos nobles y aquella inclinación benévola referida por este filósofo. Al
mismo tiempo, la negación centralista (o incluso proveniente del llamado
federalismo vicioso) a esa forma primigenia de patriotismo que emerge de lo
local (y que ha de desarrollarse en un segundo momento en el patriotismo
verdadero y perdurable) consiste indefectiblemente en la anulación de la
posibilidad de erigir cualquier vinculo afectivo entre los individuos y la nación,
dado que al invalidar la suscripción afectiva entre esos individuos y su localidad
se extravía la posibilidad de que ellos establezcan una referencia necesaria con
su pasado y las tradiciones que les son particulares, sin que de ello pueda
derivar una conexión afectiva análoga respecto a la nación en sí. En ese caso,
los lazos prevalecientes entre el individuo y la sociedad política se remitirían
exclusivamente a la racionalidad fundada en la identificación del interés, con lo
que la nación deja de tener un significado afectivo especial para ese individuo,
ya que, como señala Constant, las ventajas que percibe de forma objetiva de
ella puede igualmente detectarlas en cualquier otra organización política que
opere con bases jurídicas y políticas más o menos análogas. Los efectos de
invalidar la construcción del patriotismo con base en las ventajas que han de
derivar del establecimiento del poder municipal se plasman en una especie de
extrañamiento moral del individuo respecto a su patria, como señala Constant:
L’attachement aux coutumes locales tient à tous les sentiments désintéressés,
nobles et pieux. C’est une politique déplorable que celle qui en fait de la
rébellion. Qu’arrive-y-il aussi? que dans les États où l’on détruit ainsi toute vie
partielle, un petit État se forme au centre; dans la capitale s’agglomèrent tous
les intérêts; là vont s’agiter toutes les ambitions. Le reste est immobile. Les
individus, perdus dans un isolement contre nature, étrangers au lieu de leur
naissance, sans contact avec le passé, ne vivant que dans un présent rapide, et
jetés comme des atomes sur une plaine immense et nivelée, se détachent
d’une patrie qu’ils n’aperçoivent nulle part, et dont l’ensemble leur devient
indifférent, parce que leur affection ne peut se reposer sur aucune de ses
parties 396
(El apego a las costumbres locales implica sentimientos desinteresados,
nobles y piadosos. Es una política deplorable aquella que considera tales

396
Constant, 1815/1872. p.103

223
Carolina Guerrero

sentimientos como rebelión. ¿A qué se llega con ello? A que en los estados
donde se destruye toda vida local se forma un pequeño Estado en el centro.
Todos los intereses se aglutinan en el centro, y es allí donde van a agitarse
todas las ambiciones. El resto del Estado permanece inmóvil. Los individuos,
perdidos en un aislamiento contra natura, extraños al lugar donde nacieron,
sin contacto con el pasado, viviendo sólo un presente efímero, y lanzados
como átomos sobre una llanura inmensa y sin relieve, se desapegan de una
patria que no perciben en ninguna parte y cuyo conjunto les resulta
indiferente, porque sus afectos no pueden descansar en ninguna de sus
partes)
En suma, para Constant existe una gradación natural tanto de las
preocupaciones como de los sentimientos, que en términos de la vinculación
del individuo con el resto comienza a centrarse en la familia, para después
escalar hacia la ciudad, luego a la provincia, y finalmente al Estado. En tal
sentido, el poder municipal otorgaría la importancia política a la localidad, de
manera de permitir la generación del orgullo cívico ante esa localidad, con la
cual han sido desplegados vínculos afectivos en atención a la propia historia de
la interacción de ese individuo (y sus pares) con la misma. El resultado de este
proceso será una primera forma de patriotismo, que es meramente local o
municipal. En consecuencia, el autor teoriza que la única forma de conformar
el patriotismo (nacional) verdadero será a partir de dicha forma primigenia de
patriotismo, en vista de que los vínculos particulares serán los que permitirán la
construcción de los vínculos generales perdurables. Saltar u omitir alguna fase
en esta secuencia sería, a juicio de Constant, anular el patriotismo posible:
Les liens particuliers fortifient le lien général, au lieu de l’affaiblir. Dans la
gradation des sentiments et des idées, on tient d’abord à sa famille, puis à sa
cité, puis à sa province, puis à l’État. Brisez les intermédiaires, vous n’aurez
pas raccourci la chaîne, vous l’aurez détruite 397
(Los lazos particulares fortalecen a la unión general, en lugar de debilitarlo.
En las gradaciones de los sentimientos y de las ideas primero se tiene en
cuenta a la familia, luego a la ciudad, después a la provincia y finalmente al
Estado. Si se elimina alguno de estos grados intermedios, no se habrá
acortado la cadena, sino que se habrá destruido)
De esta manera, Constant teoriza la conexión existente entre ese nuevo género
de federalismo que él propone (“il faut introduire dans notre administration

397
Constant, 1814/1872. p.103n1

224
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

intérieure beaucoup de fédéralisme, mais un fédéralisme différent de celui


qu’on a connu jusqu’ici”398) y las posibilidades de desplegar el patriotismo
necesario en la nación. La peculiaridad de este planteamiento es que conduce
simultáneamente a la necesidad de moderar el individualismo, de manera que
es perceptible en el pensamiento constitucional de este autor la identificación
de alguna utilidad política en la búsqueda de la identificación afectiva que ha de
darse entre el individuo y su nación, la cual al mismo tiempo vincula entre sí (e
igualmente en términos afectivos) a los miembros de dicha asociación política,
partiendo de una afectividad local para así aspirar a la conformación de una
afectividad general. Es el fundamento de la idea federalista de Constant,
orientada a pensar la autonomía relativa y la importancia política local como
fundamento del patriotismo perdurable, el cual finalmente se traduce en un
necesario elemento de conservación de la empresa política.

II- El poder electoral y la fundación de un nuevo género de federalismo

En las siguientes líneas discutiré la naturaleza del poder electoral que concibe
Bolívar dentro del proyecto de constitución boliviana que presenta en 1826.
Como preámbulo, situaré la discusión en el contexto de las ideas
antifederalistas expresadas por el Libertador, de manera de poder comprender
el significado del giro intelectual dado con el poder electoral, en cual se
reconoce la conveniencia política de cierta forma federalista, el carácter
inevitable de ella, y la posibilidad de que –paradójicamente, según las ideas de
Bolívar– sea compatible con la construcción de un patriotismo verdadero y
perdurable y de la idea de unidad en la república naciente399.

398
Constant, 1815/1872. p.101. “Es necesario introducir en nuestra administración interior
mucho federalismo, pero una especie diferente de federalismo de aquella que se conoció hasta
ahora”.
399
Mientras desde una perspectiva se vincula la idea de centralismo con la unidad en la
república, también es perceptible en las ideas políticas del momento la posibilidad de fundar la
unidad con base en la veneración de las ventajas del orden político, como puede leerse en el
considerando de la ley colombiana del 20-6-1827 que suspende las facultades extraordinarias:
“(...) en fin, que aun en el caso de que la Constitucion y las Leyes no hayan sido suficientes
para proporcionarle al pueblo colombiano los bienes a que justamente es acreedor, mientras
que ellas estén vigentes, ó no sean revocadas de una manera legal y propia de las sociedades

225
Carolina Guerrero

Con relación al federalismo, el estado de la cuestión respecto a las ideas de


Bolívar sobre este problema apunta, en general, a concebir esta forma con la
posibilidad de desintegración del orden político y, por tanto, pérdida de la
república. A la par, encuentro en Bolívar resonancia del republicanismo
unitario francés400, de acuerdo con el cual la utilidad política habría de derivar
de la posibilidad de configurar un espíritu público único, que además pueda
traducirse en la uniformidad de intereses, pasiones, deseos, preferencias de los
ciudadanos401, como recurso necesario para garantizar la unidad de la república.
Ese intento por amalgamar y uniformar el espíritu de los individuos habría de
corresponderse en lo político con el despliegue de una forma centralista de
organización y administración interna. Por tanto, a la idea de federalismo se
asociaría el pensamiento en torno al despliegue de la individualidad, que desde
una perspectiva fundada en la tradición republicana clásica habría de ser

civilizadas, deben ser exactamente obedecidas y guardadas, como que su observancia y


cumplimiento es el único vínculo de unión entre los colombianos” (en: Cuerpo de leyes de la
República de Colombia, 1961) (el destacado es mío) Sobre la perspectiva centralista, Ocampo
López señala que el centralismo concebido por, por ejemplo, Nariño estaba destinado a
estructurar la forma del Estado en la Nueva Granada, bajo el supuesto de que “la soberanía es
una e indivisible, ejercida en la plenitud de sus facultades por el poder único central” (1984,
p.466)
400
La resistencia de Bolívar a la forma federalista se había sustentado en la inconveniencia que
él observaba en el federalismo aplicado a pueblos o fracciones que no compartían entre sí
algún tipo de vínculo que finalmente los cohesionara como república. Ante esa apreciación, la
utilidad política es identificable en la construcción de tales vínculos para luego permitir el
despliegue de la forma federal, lo cual antepone la realización del bien común en la república
al despliegue de la libertad de sus fracciones. Señala Bolívar ante el Congreso de Angostura de
1819: “El primer congreso (de 1811) en su Constitución federal consultó más el espíritu de las
provincias, que la idea sólida de formar una república indivisible y central” (Bolívar, 1819,
1991, p.130). En el republicanismo de la América Anglosajona, por ejemplo, se vincula la idea
de federalismo con la de democracia, en tanto se entiende que el federalismo se funda en la
participación del common people en el gobierno, y ello configura, en esa tradición, la esencia
de las prácticas políticas democráticas. Gordon Wood señala que, bajo el republicanismo
estadounidense, se erige a finales del siglo XVIII la primera sociedad en llevar al pueblo común
(ordinary people) a los asuntos del gobierno, pero no sólo como votantes, sino también como
legisladores, contexto en el cual el federalismo se concibe como la forma de gobierno
susceptible de captar el mayor apoyo del pueblo y, por tanto, de obediencia; a la vez que
percibe mayor adhesión natural por parte de los individuos, permite una mayor calidad en la
participación política de esos individuos en los asuntos públicos, al ser capaces de discutir los
asuntos locales con mayor familiaridad y detalle (ver G.Wood: The radicalism of the American
revolution, 1993, y J.Madison, A.Hamilton y J.Jay: The Federalist papers, 1788, 1987, en
especial el capítulo XLVI)
401
El punto es debatido en el capítulo 1 del presente trabajo.

226
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

catalogada como contraria a la unidad de la república, y, en consecuencia, un


peligro de disolución política. En esos términos, se establece la tensión entre
dos ideas: unidad y disolución, las cuales habrán de tener sus respectivas
expresiones en el ámbito de lo particular (espíritu público versus
individualismo) y de lo general (organización centralista de la república versus
federalismo). En esa idea de unidad se patenta la posibilidad de que el núcleo
de la vida política sea encarnado por el control político que ha de ejercer sobre
los ciudadanos y las cosas el ciudadano más virtuoso, garante de dicha unidad y
de la cancelación de todo foco de dispersión que pueda amenazar a la
república. Pero si bien las ideas de Bolívar apuntaron en esa dirección en su
visión antifederalista, dirigida a asegurar la unidad en la república como
requisito preeminente para la permanencia de ella en el tiempo, la concepción
que plantea en la constitución de Bolivia invoca justamente la posibilidad de
que la república asegure su preservación sobre la base de una institucionalidad
liberal cónsona con el despliegue de la individualidad y con la negación de la
esa autoridad virtuosa máxima concentradora del poder sobre los ciudadanos y
las cosas: en esta constitución, como debatimos en el capítulo anterior, la
permanencia de la república reside en la simbolización del Estado en la cual
consiste el poder neutro en forma de presidencia vitalicia, el cual insufla calma
e imparcialidad en el despliegue del disenso propio de una sociedad liberal que
reconoce y protege la diferencia de intereses, pasiones, deseos, preferencias de
los ciudadanos, y que la asume como parte de sus prácticas políticas
desplegables a lo largo de la vida republicana (moderna). Por tanto, encuentro
coherente con el grado de liberalismo impreso a la constitución de Bolivia la
expansión de cierta forma de federalismo el cual, según ha establecido
Constant, no solamente se genera de forma natural propiciando al mismo
tiempo sentimientos desinteresados y benefactores, sino que además constituye
la vía necesaria por la cual hay que transitar en la construcción del patriotismo
en la nación, a partir de la premisa de que la primera forma de vinculación
patriótica se da con la localidad, para luego ir escalando hacia la esfera de lo
general. En esa perspectiva es posible pensar en una forma federalista que
establezca las bases de la unión en la república y de la pasión patriótica entre
los ciudadanos. Y si bien Constant denominó como federalismo vicioso a
aquella forma que negaba la importancia política de las fracciones (de lo cual
no podía derivar el orgullo cívico sobre el cual debatimos en la parte anterior

227
Carolina Guerrero

de este capítulo), en Bolívar la forma de federalismo que introduce en la


constitución boliviana con el poder electoral sería calificable de federalismo
virtuoso, al constituir un “nuevo género” de federalismo que lejos de amenazar
con la disolución de la empresa política, apunta a la realización de la utilidad
pública máxima consistente en la permanencia de la república, con base en su
contribución a la unidad de la misma y al fomento del patriotismo “verdadero
y perdurable” entre sus miembros402.
En ese marco, Bolívar estructura su poder electoral a partir de la concepción
constantina del poder municipal, que, a su vez, estaba dirigido a establecer “un
nuevo género de federalismo” más cónsono con la idea moderna de libertad,
como vimos en la parte anterior, y al mismo tiempo adecuado con la
posibilidad de moderar el individualismo, a fin de construir un patriotismo (un
sentimentalismo ético) que pueda servir de cohesión ética y política para ese
propósito de unidad en la república moderna; en ausencia de ese patriotismo,
el cuerpo político se enfrenta a la posibilidad de disolución, lo que conduce a la
idea de que dicho género nuevo de federalismo es necesario para generar los
vínculos patrióticos en el ámbito general, lo cual, en consecuencia, producirá la
deseada permanencia de la asociación política.
Desde esa perspectiva, si se toma en cuenta que Constant plantea una crítica al
federalismo imperante en el pensamiento liberal, se puede inferir que el género
de federalismo en torno al cual argumenta supone una actualización y mejora
del existente. Paralelamente, ya que esa concepción la erige sobre el principio
sustantivo del liberalismo, centrado en la estructuración de las bases jurídico
constitucionales y de las instituciones jurídico políticas que aseguren la

402
El antifederalismo de Bolívar había sido expresivo en sus recurrentes propuestas a favor del
centralismo, de manera de lograr establecer una república “una e indivisible”. En ello
encuentro resonancia del ánimo perceptible en la post-revolución francesa, cuando la
Convención impuso constitucionalmente la expresión “République française une et indivisible”
para enfrentar lo que se interpretaba como una amenaza de dislocación de la comunidad
política. Dicha expresión, de paso, reemplazó la fórmula que había mantenido vigente la
monarquía: “La Royauté une et indivisible” (ver Nora en Furet y Ozouf, 1992, p.399). Bolívar
solicita al constituyente de Angostura “que adoptéis el centralismo y la reunión de todos los
Estados de Venezuela en una República sola e indivisible”, y antecede su petición con el
recurso retórico del discurso conmocional, al hacer explícito el impacto de una organización
estatal que él considera inconveniente en su moral y afectividad patriótica: “Horrorizado de la
divergencia que ha reinado y debe reinar entre nosotros por el espíritu sutil que caracteriza al
gobierno federativo, he sido arrastrado a rogados” (Bolívar, 1819, en Grases, 1988. p.231)

228
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

realización pacífica de la libertad individual (lo que encarna la crítica de que la


idea de federalismo implantada en el pensamiento liberal del momento no era
lo suficientemente adecuada para la materialización de ese principio sustantivo
liberal; dicho de otro modo: no era suficientemente liberal), su propuesta
federal inherente al poder municipal introduce consideraciones liberales aún no
patentes en ningún gobierno liberal (por ello habla Constant de un nuevo
género). En consecuencia, el poder electoral de Bolívar, inspirado en la
naturaleza del poder electoral de Constant, supone igualmente la inauguración
de facultades propias de la forma federal que todavía no se habían aplicado
entre los gobiernos más liberales. De paso, la república de Bolivia sería la
primera república liberal en adoptar tales facultades, ya que Constant plantea su
poder municipal como un proyecto intelectual dirigido a la contribución a la
teoría constitucionalista del momento, mientras que Bolívar teoriza su poder
electoral para su aplicación directamente práctica en una sociedad política
concreta. Señala el Libertador:
El (poder) Electoral ha recibido facultades que no le estaban señaladas
en otros gobiernos que se estiman entre los más liberales. Estas
atribuciones se acercan en gran manera a las del sistema federal 403
La idea que refiere Constant sobre la pertinencia de este nuevo género de
federalismo la cataloga de conveniente, útil y posible, conceptos que también
van a estar reflejados en la argumentación de Bolívar sobre su poder electoral,
el cual se va a fundamentar sobre aquello que, a juicio del Libertador, es
conveniente, útil y posible (esto último en términos de una fácil aplicación y
perdurabilidad) en la organización interna del Estado. En esta concepción es
perceptible el reconocimiento de que la posibilidad de orden político en la
república debe fundarse sobre el orden político posible en el ámbito local, de
manera de que el mismo escale apropiadamente hacia la esfera de lo general. Al
mismo tiempo, ello encarna la constatación –o, al menos, la duda– de que la
imposición del orden político desde el centro hacia las fracciones es inviable o
por lo menos muy dificultoso. En esa óptica, la conveniencia y la utilidad
políticas descansarían en la posibilidad de armar dicho orden político general al
asegurar que el orden político se encuentre bien dispuesto en las fracciones que

403
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.362

229
Carolina Guerrero

integran y conforman el ámbito general. Por tanto, para que tal propósito
pueda verificarse en la práctica, es necesario otorgar cierto poder político a esas
fracciones, cuyo despliegue se limite estrictamente a lo local, de manera que no
pueda constituir una amenaza al orden general. Es lo que Bolívar define como
“los privilegios” concedidos a los representantes de los intereses políticos de
dichas fracciones. Lo expresa del siguiente modo:
Me ha parecido no sólo conveniente y útil, sino también fácil,
conceder a los representantes inmediatos del pueblo los privilegios que
más pueden desear los ciudadanos de cada departamento, provincia o
cantón 404
Quiero resaltar el significado que otorga Bolívar a dichos “privilegios” en su
discurso constitucional. Se trata, como vimos, de unos privilegios que han de
ser otorgados a los representantes de las fracciones, pero que tienen la
particularidad de ser los más deseados por los ciudadanos integrantes de dichas
fracciones (cada departamento, provincia o cantón). Es decir, tales privilegios
corresponden a una demanda legítima (lo es en tanto ella es atendida en la
propuesta constitucional que presenta el Libertador en 1826) de los
ciudadanos, pero que han de residir no en ellos sino en sus representantes.
Dicho de otro modo, son los individuos miembros de esos departamentos,
provincias o cantones quienes identifican determinados privilegios, los cuales
pasan a ser catalogados como los privilegios más deseados por tales individuos,
y ello sugiere que de parte de esos ciudadanos emerge la demanda en torno a la
necesidad de investir de importancia política a sus representantes inmediatos.
Pero la otra connotación inmersa en dicha demanda se sustenta en que ella
conduce a la primera forma de libertad política que han de ejercer tales
ciudadanos. Dado que la libertad política es entendida como la participación
directa o indirecta de los ciudadanos en la determinación de los negocios
públicos, el conceder privilegios o importancia política a los representantes
inmediatos del pueblo supone el otorgar el ámbito para el despliegue más
poderoso (en términos de fuerza y energía) de la libertad política, ya que la
vinculación entre estos representantes y sus representados es la más inmediata
que puede darse en el orden político, de modo que la importancia política que

404
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.362

230
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

se permite encarnar a tales representantes se traduce simultáneamente en la


importancia política de cada uno de los ciudadanos miembros de tales
fracciones. En su discurso, Bolívar lo plantea con estos términos:
Ningún objeto es más importante a un ciudadano que la elección de
sus legisladores, magistrados, jueces y pastores. (...) Me atrevería a
decir con alguna exactitud que esta representación participa de los
derechos de que gozan los gobiernos particulares de los Estados
federados 405
De forma análoga a como teoriza Constant respecto al poder municipal, el
poder electoral de Bolívar consiste en una institución constitucional que habrá
de ser debidamente observada y respetada por sus ciudadanos no en atención a
la fuerza que emane del mismo a fin de hacerse obedecer (la cual no será
significativa a tales efectos), sino del interés de los individuos por la disposición
en el orden político de un poder destinado a atender y satisfacer sus intereses
particulares, que son comunes sólo a los miembros de dichas fracciones, pero
que no conciernen al ámbito general. Ello, igualmente, presenta dos derroteros.
Por una parte, se apela a la conveniencia práctica de que esos intereses
particulares y colectivos, dentro de la esfera local, puedan encontrar en el
orden político que establece la asociación humana un mecanismo para su
propia realización y satisfacción. Y por otro lado, sugiere la necesidad de
deslindar lo común y lo general de lo que es estrictamente particular, de forma
tal que lo particular pueda encontrar una esfera propia de despliegue y de
gestión, lo cual a la vez se traduce en su autonomía e independencia respecto a
aquello que es común y general. Vistas estas consideraciones, se esboza que el
poder electoral propuesto por Bolívar encarna tanto el mecanismo más
adecuado para la atención de intereses que sólo corresponden a la localidad,
como la garantía para la independencia (y, en consecuencia, la libertad) de esas
localidades a efectos de dirimir sus asuntos en búsqueda de realizar dichos
intereses particulares. Por ello expresa Bolívar la vinculación entre las
demandas e intereses particulares y la institucionalidad del poder electoral:

405
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.362

231
Carolina Guerrero

Los Colegios Electorales de cada provincia representan las necesidades


y los intereses de ellas y sirven para quejarse de las infracciones de las
leyes y de los abusos de los magistrados406
Pero si ese poder electoral creado por Bolívar ha de establecerse como esa
institución constitucional destinada a procesar y realizar los intereses
particulares de los ciudadanos miembros de las localidades, intereses que no
pertenecen al común y que han de ser deslindados de aquello que es general en
la república, dicha institución también se constituye en la instancia más cercana
de tales ciudadanos a efectos de canalizar su opinión pública en torno a la
forma como son conducidos no sólo los negocios particulares de las
localidades o fracciones, sino los negocios generales en la república. Es decir, al
otorgarse importancia política a los representantes inmediatos de los
ciudadanos en sus localidades, aquellos han de asumir la comisión de elevar el
resultado de la vigilancia ciudadana sobre los asuntos públicos: como expresa
Bolívar, este poder electoral no sólo representa las necesidades e intereses de
cada provincia, sino que en adición encarna la utilidad pública de amplificar la
opinión de los ciudadanos con relación al cumplimiento de las leyes, a la
posibilidad de mejorar las leyes para que efectivamente sean favorecedoras de
la libertad, y al uso que hace la totalidad de sus representantes, incluyendo los
magistrados nacionales, del poder político que le ha sido delegado por esos
ciudadanos. Por tanto, además de tramitar los intereses particulares de los
individuos en aquellas fracciones del estado, ese poder electoral será el órgano
receptor de la opinión pública ciudadana en atención al manejo del poder
político y de los intereses generales en la república. En esos términos, el ámbito
de acción del poder electoral adopta –por delegación ciudadana– una extensión
que se plantea útil a la república, al erigirse en un nuevo contrapeso a las
acciones del poder político en general y del ejecutivo en especial. Ciertamente,
ese poder electoral no será la forma única como habrá de ser expresiva la
opinión pública en la vida republicana, ya que la naturaleza de la misma la
conduce a la posibilidad de manifestarse a través de la libertad de expresión
que ejerzan uno o varios ciudadanos especialmente por medio de la libertad de
imprenta, pero permitirá configurarse como una adicional instancia de utilidad
para tales fines. Por tanto, al vincular al poder electoral con la adición de

406
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.362

232
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

medios para que la ciudadanía vigile y contrapese mediante la opinión pública a


los representantes en quienes delega el ejercicio del poder político, Bolívar
expande de modo práctico la importancia política del ciudadano en la república
y la sujeción de los representantes al mandato de tales ciudadanos, lo que
finalmente se conecta con la posibilidad de escalar a un grado superior de
liberalismo tal como prescribe Constant con su nuevo género de federalismo.
Bolívar abunda sobre este punto: “De este modo se ha puesto nuevo peso a
la balanza contra el Ejecutivo; y el Gobierno ha adquirido más garantías,
más popularidad y nuevos títulos, para que sobresalga entre los más
democráticos” 407.
Otro aspecto que pasa a ser atendido con la propuesta sobre el poder electoral,
es el problema que insistentemente gravita en torno a la teoría de la
representación, en atención a la posibilidad de que la voluntad de todos sea
representada por unos cuantos. Si bien el poder electoral de Bolívar no puede
dar una respuesta definitiva a este dilema, aporta al menos lo que podríamos
denominar una alternativa de relativa reducción al inconveniente cuántico
implícito en la representación. Con el sistema que diseña Bolívar para dicho
poder, cuánticamente la nación será representada por un décimo de sus
ciudadanos. Del mismo modo puede entreverse una idea respecto a la
posibilidad de mejorar también el aspecto cualitativo de la representación de la
voluntad de los ciudadanos, si a lo anterior se suma lo debatido sobre la
proximidad de dichos ciudadanos con sus representantes inmediatos
(delegados al poder electoral), quienes tendrán la percepción más cercana sobre
los intereses particulares y generales de tales individuos, así como sobre su
opinión respecto a los asuntos públicos, el manejo del poder y la justicia de las
leyes. Puntualiza Bolívar sobre la representación: “Cada diez ciudadanos
nombran un elector; y así se encuentra la nación representada por el décimo de
sus ciudadanos “408.
Con relación a las condiciones requeridas para ser miembro del poder electoral,
Bolívar refiere que no se precisa “poseer bienes”. Aparentemente, ello inaugura
la eliminación de la condición de propietario para el ejercicio de la
representación nacional (o local) e incluso de la ciudadanía. A mi juicio, no es
407
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.362-363
408
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.363

233
Carolina Guerrero

así. En la constitución de Bolivia propuesta por el Libertador se establece


como requisito para ser un ciudadano en ejercicio el “tener algún empleo o
industria; o profesar alguna ciencia o arte, sin sujeción a otro en clase de
sirviente doméstico”409. A su vez, ser ciudadano en ejercicio es un requisito
común para el ejercicio de todos los cargos previstos en dicha constitución,
entre ellos el de miembros del poder electoral. Si bien es cierto que no se exige
la posesión de bienes para ejercer el poder electoral (y demás magistraturas),
también es cierto que se mantiene la conexión con la tradición republicana
según la cual sólo aquel hombre que es capaz de vivir por sus propios medios
ha de ser considerado como libre410; por tanto, la condición de ciudadanía
demanda el ser dueño de “algún empleo o industria”, a efectos de que ese
individuo viva por sí solo, como prescribe la tradición republicana. La idea de
ser propietario de un empleo o industria o de la profesión de una ciencia o arte
conserva su vinculación con la exigencia de la condición de propietario para
poder ser investido con la condición de ciudadano. La distinción respecto a la
idea tradicional de propietario como poseedor de bienes está en la
actualización en torno a la fuente de riqueza relativa o suficiente que asegure al
individuo la posibilidad de vivir por sus propios medios sin depender de otro:
en la idea tradicional de propietario dicha fuente se identifica en la posesión de
bienes, mientras que en la actualización correspondiente se expande a todo
medio regular para la posesión de ventajas análogas a las que derivan de la
posesión de bienes; por tanto, ser propietario de un empleo, industria o de un
saber que permita percibir la posibilidad de vivir sin sujeción a otro, conduce, a
mi juicio, a la reconfiguración de esa idea de propietario, y, en consecuencia,
aún persiste (aunque de forma actualizada) como requisito para la idea de
ciudadanía y para el derecho a acceder a alguna de las magistraturas previstas
en la constitución de Bolivia. A la vez que invoca aquel requerimiento sobre
poseer una forma de disponer de manera regular (en su connotación de lo
sistemático y también de lo que es permitido en el orden político y social) de
los medios para vivir por sus propios medios sin estar en relación de

409
Punto 13.4 del capítulo 2º de la constitución de Bolivia (ver Bolívar, 1826, en Grases, 1988.
p.332)
410
Harrington es contundente al respecto: “The man that cannot live upon his own must be a
servant; but he that can live upon his own may be a freeman” (1656/1992, p.269)

234
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

subordinación con otro, destaca Bolívar sobre la no exigencia en torno a la


posesión de bienes:
No se exigen sino capacidades, ni se necesita poseer bienes, para
representar la augusta función del Soberano; mas debe saber escribir
sus votaciones, firmar su nombre y leer las leyes. Ha de profesar una
ciencia, o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le ponen
otras exclusiones que las del crimen, o de la ociosidad, y de la
ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el
ejercicio del Poder Público411
En la disertación de Bolívar sobre el poder electoral se identifica la idea
desarrollada por Constant sobre la gradación de los intereses y vínculos
afectivos y sobre la escalabilidad en la esfera de poder que ha de representar
una esfera correspondiente de intereses. En torno a lo segundo se inscribe el
argumento de Bolívar sobre la forma como se despliega el orden político en la
república con base en el poder municipal, como refiere en la siguiente cita de
su discurso: “El territorio de la República se gobierna por prefectos,
gobernadores, corregidores, jueces de paz y alcaldes “412.

Esta cita puede tener dos interpretaciones: una refiere la idea de que las
fracciones de la república han de ser gobernadas a través de las autoridades
locales mencionadas; y dos, la idea de que esta organización federal del
gobierno es la que habrá de permitir el despliegue de la organización general
del gobierno –en consecuencia, del orden político– en dicha república, lo cual
supone, a la vez, que la dirección del orden desde el centro hacia las fracciones
producirá un nivel de orden –verificable, por ejemplo, en el cumplimiento de
las leyes y en la atención debida de los intereses particulares– cualitativamente
inferior al que puede asegurarse al partir del buen gobierno local y escalar
sucesivamente hasta el buen gobierno general. Como se sugiere de lo anterior,
ese buen gobierno no será expresivo exclusivamente en términos de la
adecuada observancia de las leyes, sino también de la satisfacción de los
intereses particulares como vía para la construcción de la felicidad en la

411
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.363
412
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.368

235
Carolina Guerrero

república, el cual es un supuesto de la política tanto en la tradición republicana


como en la neotradición liberal413. En ese sentido, la utilidad pública de la forma
federal que propone Bolívar a través del poder electoral sobre el cual teoriza,
consiste en la posibilidad de realizar y asegurar el bienestar particular, de
manera de aspirar a la construcción del bienestar general, y finalmente centrar
la aproximación hacia la idea de felicidad del Estado. De allí la trascendencia de
fundar constitucionalmente la importancia política de las localidades, como vía
para aspirar simultáneamente a la realización del buen gobierno y de la
felicidad del Estado. Bolívar estatuye en este sentido:

Tened presentes, legisladores, que las naciones se componen de


ciudades y de aldeas; y que del bienestar de éstas se forma la felicidad
del Estado. Nunca prestaréis demasiado vuestra atención al buen
régimen de los departamentos. Éste punto es de predilección en la
ciencia legislativa y no obstante es harto desdeñado 414

En cuanto a la propuesta constitucional de Bolívar, en la constitución boliviana


refiere por primera vez al poder electoral en el Título 2º (“Del Gobierno”),
Capítulo 1º (“Forma del Gobierno”), punto 7º, donde establece que: “La
Soberanía emana del pueblo, y su ejercicio reside en los Poderes que establece
esta Constitución”, y señala en el punto siguiente que: “El Poder supremo se
divide para su ejercicio en cuatro secciones: Electoral, Legislativa, Ejecutiva y
Judicial”. A mi juicio, el orden con el cual Bolívar menciona las secciones en
las que se divide el poder supremo no es casual, sino que responde al orden a
partir del cual dicho poder procede del pueblo, al constituir en un primer

413
La felicidad como fin de lo político está señalada en el Título I, Sección 1ª, artículo 1º de la
constitución de 1819: “Son derechos del hombre la libertad, la seguridad, la propiedad y la
igualdad. La felicidad general, que es el objeto de la sociedad, consiste en el perfecto goce de
estos derechos”. Mas ese despliegue de felicidad requiere, a juicio de Bolívar y según
discutimos en el capítulo II de este trabajo, de la permanencia de la república, la cual el
Libertador había entendido que no podía derivar de una organización federalista de la
república, tal como expresa, por ejemplo, en una comunicación emitida al gobierno de Barinas
de fecha 12-8-1813, donde señala: “Jamás la división del poder ha establecido y perpetuado
gobiernos, sólo su concentración ha infundido respeto para una nación” (en A. Brewer Carías:
“Estudio Preliminar”, en: Las constituciones en Venezuela. 1965, p.38)
414
Bolívar (1826) en Grases, 1988. p.368

236
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

orden a los representantes inmediatos de ese pueblo del cual emana la


soberanía, los cuales habrán de atender los intereses particulares de esos
ciudadanos; constituir luego a los representantes que han de integrar el
legislativo y que han de atender los intereses generales, y finalmente elevar las
magistraturas ejecutivas y judiciales. Luego, la constitución plantea la división
entre aquellos ciudadanos con derecho a ejercer el poder electoral además de
los derechos civiles, y aquellos a los que se reservan sólo estos últimos, tal
como se señala en el Capítulo 2º (“De los bolivianos”), punto 12: “Los
bolivianos que estén privados del ejercicio del Poder electoral, gozarán de
todos los derechos civiles concedidos a los ciudadanos”. En el punto 13 del
mismo capítulo define Bolívar constitucionalmente la condición ciudadana:
“Para ser ciudadano es necesario: 1. Ser Boliviano; 2. Ser casado, o mayor de
veintiún años; 3. Saber leer y escribir; 4. Tener algún empleo o industria; o
profesar alguna ciencia o arte, sin sujeción a otro en clase de sirviente
doméstico. Seguidamente, en el Título 3º (“Del Poder Electoral”), Capítulo 1º
(“De las elecciones”), punto 19, prescribe que: “El Poder Electoral lo ejercen
inmediatamente los ciudadanos en ejercicio, nombrando por cada diez un
Elector”, mientras que en el Capítulo 2º (“Del Cuerpo Electoral”), punto 25,
despliega las atribuciones de dicho poder, entre las cuales destacan el “elegir y
proponer en terna: 1º. A las cámaras respectivas los miembros que han de
componerlas o llenar sus vacantes; 2º al Poder Ejecutivo, candidatos para la
prefectura de su departamento, para el gobierno de su provincia, y para
corregidores de sus cantones y pueblos; 3º Al Prefecto del departamento, los
alcaldes y jueces de paz que deban nombrarse; 4º Al Senado, los miembros de
las cortes del distrito judicial á que pertenecen y los jueces de primera instancia;
5º Al Poder ejecutivo, los curas y vicarios para las vacantes de su provincia”.

En el punto 25.4 introduce Bolívar la facultad del poder electoral de “pedir a


las cámaras cuanto crean favorable al bienestar de los ciudadanos; y quejarse de
los agravios é injusticias que reciban de las autoridades constituidas”, de modo
que se constitucionaliza no sólo la facultad de atender los intereses particulares
de los ciudadanos de los cuales son representantes inmediatos los
correspondientes miembros del poder electoral, sino también la posibilidad de
que a través de este nuevo cuerpo se constitucionalice la vigilancia y el control

237
Carolina Guerrero

de los ciudadanos sobre la conducción de la política en la esfera general, de lo


cual resulta la normatividad de la sujeción de las autoridades constituidas no
sólo a los demás poderes del Estado, sino al contrapeso ejercido por parte de la
ciudadanía, mediante ese nuevo género de federalismo que cristaliza en la
naciente república boliviana en el poder electoral que concibe Bolívar.

III- Cada ciudadano levanta su mano y enmienda una falta...

Concluyo el presente capítulo con la discusión en esta última parte en torno a


la relación entre el poder municipal de Constant y el poder electoral de Bolívar,
a efectos de reconfigurar la forma federalista como fundamento del
patriotismo y de las posibilidades de constitucionalizar la vinculación afectiva
entre el individuo y su república.

A diferencia del poder neutral que propuso Bolívar para Bolivia, el cual fue
interpretado como la pretensión de instalar la forma monárquica en la
república, como fue debatido en el capítulo anterior, el poder electoral no
encontró mayor resistencia política e intelectual, dado que encarnaba una
relativa introducción del federalismo en la república, lo cual había sido
adversado de manera preeminente por el propio Libertador. En esos términos,
la defensa al poder electoral se centró en destacar el carácter popular de dicha
institución, de manera de intentar confirmar asimismo su presencia a todo lo
largo de las bases jurídicas y constitucionales elaboradas por Bolívar para la
nueva república de Bolivia. En la Ojeada al Proyecto de Constitución que el Libertador
ha presentado a la República Bolívar que publica Antonio Leocadio Guzmán en
1826, enfatiza sobre el poder electoral: “No fueron más populares las
instituciones griegas (...) Bolivia ofrecerá sus colegios electorales, más

238
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

numerosos aun (que las asambleas griegas), y ejerciendo todos los años el
primero de sus poderes (la soberanía)”415.

Guzmán igualmente celebra la institucionalización en el poder electoral de


Bolívar el ejercicio de dicha soberanía en un ámbito que rebasa a la elección de
representantes, al permitir canalizar la opinión de los ciudadanos de manera de
contrapesar el ejercicio del poder por parte de las autoridades, y además
entregar a la república la mejor participación política a fin de ejercer, a través
de la opinión, la crítica de las leyes, a objeto de que las mismas puedan ser
sometidas a las mejoras correspondientes, de manera de que el establecimiento
de las leyes de la república sean efectivamente favorecedoras de la libertad:
“Cada ciudadano levanta su mano y enmienda una falta”416

Guzmán reconoce la correlación entre el ejecutivo y las autoridades locales,


pero observa que la conformación de tales autoridades habrá de emanar del
pueblo y no del ejecutivo, con lo que se mantiene la recomendación de
Constant sobre no subordinar el poder municipal al poder ejecutivo. Por la
forma en que Guzmán elabora su discurso en defensa de las proposiciones
constitucionales de Bolívar para la república boliviana, se extrae la idea de que
en este establecimiento jurídico político se verifica la mayor suma de
participación popular en el arreglo de lo público, y, por tanto, el mayor
ejercicio de la soberanía de la cual son propietarios los ciudadanos.

El argumento es perceptible en el señalamiento de Guzmán sobre la


importancia política de las autoridades locales, y la derivación de ellas de dicha
soberanía popular. En tal sentido, la estructura constitucional que propone
Bolívar estaría expandiendo esa soberanía no sólo a través de la conformación

415
Antonio Leocadio Guzmán, 1826. p.32
416
Antonio Leocadio Guzmán, 1826. p.32

239
Carolina Guerrero

del cuerpo de leyes417 de la república, sino también de la definición de los


agentes de los cuales se vale el ejecutivo para hacerlas cumplir:

Eligen (los cuerpos electorales) á aquellos que deben desempeñar las


demas funciones de la soberanía: los jueces de paz, los alcaldes,
corregidores, gobernadores y prefectos. Estos que son los brazos del
ejecutivo en sus departamentos, le son señalados por el pueblo; de
modo que no solo recibe de él las leyes sino que le nombra los agentes
de que debe valerse para ejecutarlas. De modo que no dependerán sino
de la ley: sus destinos los reciben de sus conciudadanos y solo la
justicia puede suspenderlos en castigo de sus abusos 418

Si bien el poder electoral plantea la institucionalización de un cuerpo público


intermedio entre los ciudadanos y los poderes públicos generales, ello adquiere
una significación particular al ser analizado junto con la incorporación –a la
misma constitución boliviana– del poder neutral que encarna la presidencia
vitalicia y vicepresidencia hereditaria: tal configuración constitucional deriva en
que la injerencia del gobierno central sobre el individuo es poco perceptible, lo
que a su vez implica la severa limitación constitucional de las facultades de
dicho gobierno para invadir la esfera de la individualidad.

En ese sentido, si bien ambos poderes (electoral y neutral) son considerados y


adoptados por Bolívar a fin de asegurar la utilidad pública suprema consistente
en la permanencia de la república, estas instituciones constitucionales suponen
simultáneamente el establecimiento de mayores garantías constitucionales para
diseccionar el espacio de lo público del espacio de lo privado, igualmente lo
común de lo particular, a fin de asegurar el despliegue pacífico de la
individualidad y de la libertad individual. Con base en ello, si bien el fin

417
Acá opera la idea, heredada de la tradición republicana, según la cual se es libre al vivir
bajo las leyes elaboradas por los ciudadanos y aprobadas por ellos (a través, claro, de los
representantes que han delegado para tal fin)
418
Antonio Leocadio Guzmán, 1826. p.33

240
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

perseguido por Bolívar se centra en dicha utilidad pública, el resultado de la


estructura constitucional propuesta para Bolivia decanta en la posibilidad de
afirmar las garantías para la realización de la individualidad en la asociación
política. Guzmán en la siguiente cita esboza esa distancia constitucional
marcada entre el gobierno central y los ciudadanos:

La fortuna de los ciudadanos y sus vidas no dependerán sino de


magistrados que ellos mismos han elegido (...) El legislador (Bolívar)
ha tomado lo más sublime del sistema federal, aplicándolo á Bolivia en
toda la extension de que ella es susceptible 419

Si se contrasta la significación de las propuestas de Bolívar sobre el poder


electoral y el poder neutro, se evidencia, para empezar, que la segunda generó
un intenso debate, no así la primera. Ello se debe, fundamentalmente, a que el
poder neutral suponía la necesidad de republicanizar una institución
originalmente concebida para la forma política monárquica; y aunque en la
versión que elabora Bolívar esta institución estaba destinada a simbolizar la
permanencia de la república y a sumar garantías a la inviolabilidad no sólo del
titular de dicho poder sino también de la esfera reservada al despliegue pacífico
de la individualidad, fue percibida no como un cuerpo creado para la utilidad
pública suprema de asegurar la conservación de la república, sino como un
intento por implantar prácticas políticas opuestas a los principios republicanos.

En contraste, el poder electoral no genera una resistencia semejante, dado que


más bien supone una concesión a las tendencias más liberales del pensamiento
neorrepublicano de la América Hispánica, las cuales solían ser expresivas –o al
menos cónsonas– con las aspiraciones federalistas; por tanto, la resistencia al
poder electoral que presenta Bolívar ante el constituyente de 1826 podría
desatar la oposición por parte de los centralistas, y ello es matizado en tanto el

419
Antonio Leocadio Guzmán, 1826. p.34

241
Carolina Guerrero

mayor defensor de las ideas centralistas420 apuntaba a ser el propio Bolívar, y


en este caso es él mismo quien admite la conveniencia y utilidad de introducir
en las bases jurídicas y políticas de la nueva república alguna dosis de un nuevo
género de federalismo, no practicado aún, según Bolívar, ni siquiera por los
Estados más liberales.

El punto que capta la atención es entonces por qué Bolívar no conserva la


denominación de poder municipal otorgada inicialmente por Constant a este
nuevo cuerpo. Si se revisa el caso del poder neutral, es comprensible que
Bolívar adopte para Bolivia la denominación de presidencia vitalicia en tanto la
versión que hace del poder neutral de Constant supone una adaptación mucho
más notoria que la correspondiente al poder municipal, a efectos de lograr
incorporar el primero al orden republicano y además de la forma como lo hace
Bolívar, que es situándolo como poder pasivo a la cabeza del poder ejecutivo.

Pero en el caso del poder electoral, el paralelismo con el poder municipal de


Constant es mucho más directo, de manera que la razón por la cual Bolívar
decide abrazar la denominación de poder electoral puede ser entendida sólo a
la luz del significado que encarnaba para la república colombiana –inaugurable
también en la naciente república boliviana– el concepto de lo municipal y de
las municipalidades.

Es en este punto en el cual la concepción de poder electoral en Bolívar entra


en tensión con la idea de poder municipal que establece Constant.
Sustantivamente, Constant reclama importancia política para las fracciones del
Estado, y ello es coherente con la denominación de poder municipal que
otorga al nuevo cuerpo. Bolívar, en cambio, admite la utilidad pública de
incorporar a las prácticas políticas de la república naciente algún grado de

420
Encuentro en Ardao una idea de centro que remite a la posibilidad de pensar la creación de
la ciudad (política), por parte de Bolívar, como ciudad centralizada a la que él ha de dotar de
una sociedad armónica con su proyecto político. Ardao habla del “transformador contenido
político” de dar la ciudad a un área geográfica vasta, de la cual la ciudad ideal no venía a ser
más que el centro. (1983, p.6)

242
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

federalismo, pero ello lo realiza exactamente sin resaltar la importancia política


de las municipalidades, sino más bien enfatizando la importancia política de los
individuos, como ciudadanos, en todos los órdenes políticos de la república,
incluyendo el local o, lo que es lo mismo, el correspondiente a las fracciones.

La denominación de poder electoral sitúa dicho poder en una esfera no


necesariamente coincidente con las localidades (incluyendo las
municipalidades), sino en manos del ciudadano, en términos individuales, ante
quien se despliega una representación política más próxima a sus intereses
particulares, la cual tiene además el deber de interpretar y atender dichos
intereses, y de amplificar la opinión de los ciudadanos en torno a la justicia de
las leyes y a la forma en que se maneja la conducción de los asuntos públicos
dentro del Estado. Desde esa perspectiva, es al ciudadano al que la institución
constitucional que pretende inaugurar Bolívar le otorga aquella importancia
política sobre la cual diserta Constant. Y ello, a su vez, conduce a la
verificación de que si bien Bolívar incorpora a las prácticas políticas de la
nueva república alguna forma federalista, lo hace en atención a producir un
arreglo político interno de mayor utilidad política, mas no con el propósito de
desplegar una autonomía ilimitada en dichas fracciones421.

421
En los comienzos, la idea en torno al federalismo fue tan radical como, por ejemplo, lo
expresa la intervención del diputado Tovar en los debates del primer congreso constituyente
de Venezuela, 1811, como registra el libro de actas: “Dijo que fuese o no materia de
confederación (la suerte y condición de los pardos en el estado de Independencia en que se
halla Venezuela), debía en su concepto tenerse presente que en los Estados Unidos cada
provincia arregla su gobierno y califica a los ciudadanos, así que en unas existen esclavos y en
otras no” (ver Libro de Actas del Supremo Congreso de Venezuela, 1811-1812, ANH, Caracas,
1959. p.254-255) En tal sentido, la complejidad del debate en torno al federalismo gravitó
alrededor de la dificultad para definir lo común y lo particular, de manera que se hacía
indefinible el tipo de materias que debían reservarse a la esfera particular y aquellas que
debían mantenerse en la de lo general y de lo común, de manera que el debate se expandió
incluso a la idea sobre la necesidad o no de disponer de las mismas bases jurídico políticas en
todas las fracciones de la república. En el mismo congreso de 1811-1812, Francisco Javier
Yanes argumenta sobre la necesidad de establecer unas bases jurídico-políticas comunes
cónsonas además concierta autonomía de las fracciones: “¿No sería una confusión, un
desorden que el Estado se calificase de distinto modo que en cada una de sus partes y que los
ciudadanos tuviesen diversos derechos y deberes en cada estado de la Confederación? La
uniformidad del sistema es la base de la unión individual y en èsta consiste nuestra felicidad”
(op.cit. p.256).

243
Carolina Guerrero

En ese sentido, el poder electoral no representa un giro en las ideas sostenidas


por Bolívar en torno al federalismo, sino estrictamente una limitada concesión
a la forma federal, a efectos de políticamente generar el mayor bienestar que
pueda a su vez derivar en mayores garantías para la permanencia y
conservación de la república. Por tanto, un poder electoral que introduce una
mejora cuantitativa al sistema representativo (al establecer que cada 10
ciudadanos nombrarán a un elector o, dicho de otro modo, que la voluntad
ciudadana será representada por parte de un décimo de la totalidad de los
ciudadanos) y que además funda el sistema a partir del cual podrán ser
satisfechos los intereses particulares de los individuos, así como ocurre con los
intereses generales dentro de la organización política que supone la república,
se concibe como un cuerpo estructurado a objeto de realizar la importancia
política del ciudadano, y no necesariamente de las municipalidades, en tanto
esos representantes inmediatos del pueblo habrán de demandar del nuevo
poder la atención a sus intereses y a la canalización de su opinión política
respecto a la conducción que ejerzan tanto esos representantes inmediatos
como los generales.

No obstante, ello no anticipa la posibilidad de clausurar la eventual tensión


entre el poder central y los gobiernos locales. Con relación a esto último
pueden referirse los términos con los cuales se verificó en la experiencia
política venezolana dicha tensión ante la conformación de la república de
Colombia: por ejemplo, el 29 de diciembre de 1821 un cabildo extraordinario
de la municipalidad de Caracas acepta la constitución promulgada ese año en
Cúcuta, pero sus miembros advierten que en el próximo congreso promoverán
“cuantas reformas y alteraciones crean conducentes a la prosperidad de la
república, libertad y seguridad de sus ciudadanos”, y señalan que dicha
constitución “no puede considerarse sancionada por los mismos
representantes que la formaron, ni imponer a los pueblos de esta provincia, y
del departamento de Quito, el deber de su estrecha e inalterable observancia,
cuando no han tenido parte en su formación ni creen adaptables a este
territorio algunas disposiciones de aquel código y de las leyes que emanan de

244
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

él”422, lo cual representa nada menos que el cuestionamiento por parte de un


cuerpo municipal (o una fracción de la república) a la legitimidad en la
conformación de la república colombiana, con base en la idea de que la
erección del poder central, para poder legitimarse, ha de consultar a sus partes.

Las acciones de la municipalidad de Caracas son referidas por Santander en


términos de “malestar profundo, capaz de ocasionar funestas consecuencias”,
describiendo que un partido se opone desde 1821 a desacreditar la
constitución, atacar la unión, objetar las leyes, “concitar, en una palabra, el odio
de la masa del pueblo contra instituciones, leyes, Congreso, Ejecutivo y toda
clase de autoridades”423. Aunque el objeto de este trabajo no es ahondar en la
historia de la tensión política entre las municipalidades y el gobierno central de
la unión colombiana, es preciso alertar en torno a este contexto para enmarcar
el sentido del nuevo género de federalismo que pretende introducir Bolívar en
la constitución boliviana mediante su propuesta de poder electoral, donde la
distinción principal frente al modelo aportado por Constant consiste en el
énfasis de Bolívar en que el objeto del nuevo poder ha de residir en la
importancia política de los ciudadanos (cuyos intereses particulares y opiniones
políticas han de ser adecuadamente atendidos) y no de las municipalidades en
sí. Ciertamente, ello no deja de representar un contrasentido, en tanto el
espíritu político que ha de movilizar a las municipalidades será el de unos
ciudadanos más preocupados por la realización de sus intereses particulares
que de los intereses generales.

No obstante, quizás la solución de esta ecuación compleja reside en que al


crear un poder público dentro del Estado destinado específicamente a procesar
tales intereses particulares es posible escalar, como refiere Bolívar en su

422
Ver: Gil Fortoul: Historia Constitucional de Venezuela. (Berlín, 1907) Sales. Tomo 1.
Caracas, 1964. p.471
423
Gil Fortoul (1907) 1964, p.581. La locución de Santander se enmarca en una nota que
dirige en enero de 1825 al presidente del Senado, en ocasión de los sucesos de Caracas
generados desde 1823 como reacción a decretos emitidos por el ejecutivo, reacción que en
suma era expresiva de lo que Gil Fortoul denomina como tendencia autonomista. Ver op.cit,
p578ss

245
Carolina Guerrero

discurso, al logro de la felicidad en la república, mediante la realización del


bienestar de las fracciones, el cual deberá ser asegurado por ese poder electoral.
Por tanto, si bien se interpreta de la propuesta de Bolívar que los intereses
particulares de las fracciones nunca podrán ser cancelados para permitir el
despliegue único del interés general, la solución política que aporta Bolívar a
este panorama es introducir una institución constitucional que permita avanzar
hacia un mayor grado de satisfacción en dichas fracciones, al atender con
mayor proximidad sus intereses particulares y además procesar su opinión
política respecto a lo particular y lo general.

De ese modo será posible aspirar a la realización del bienestar local, a partir de
lo cual será posible aspirar, asimismo, a la edificación de la felicidad general en
el Estado, y ello en lugar de eternizar la tensión entre fracciones y poder central
permitirá su solución política, derivando, en consecuencia, en mayores
posibilidades para la conservación de dicha república424.

Paralelamente, en el poder municipal de Constant son en especial identificables


dos atributos políticos que, a mi entender, son los que captan la atención del
Libertador y su interés, a fin de utilizar esa institución constitucional, en la
forma de poder electoral, a efectos de trasladar tales atributos específicos a las
bases jurídicas y políticas de Bolivia, en términos de expandir en ella la utilidad
424
Jefferson teoriza que la república de la América del Norte es demasiado extensa como para
dirigir todos sus asuntos por medio de un solo gobierno, ya que, a tal distancia, los servidores
públicos, tan lejos de la vigilancia de los constituyentes, serán incapaces de administrar y velar
por todos los detalles necesarios para el buen gobierno de los ciudadanos. Por tanto,
argumenta que la teoría verdadera de la constitución estadounidense es seguramente la mejor
y más sabia, porque los estados son independientes para todo lo que les es propio, y a la vez
están unidos respecto al resto de las naciones; en ese orden de cosas, para Jefferson, lo
opuesto a la constitución federal significaría sumir los gobiernos estatales, consolidarlos en uno
solo y finalmente monarquizarlos (Carta a Gideon Granger, 13-8-1800, 1999, p.169-170)
Coloco el acento en una reflexión que hace en un discurso, donde pregunta ¿qué más
necesitan los estadounidenses para convertirse en un pueblo próspero y feliz?, y responde que
un gobierno sabio y frugal, que impida a los hombres dañarse unos a otros, y que les permita
regular libremente sus propósitos de industria y progreso (First Inaugural Address, 4-3-1801,
1999, p.174-175) Es decir, la forma federal es la traslación al ámbito estatal de la idea de
autogobierno (al permitirse a los ciudadanos y a las localidades “regular libremente sus
propósitos de industria y progreso”) configurada por el liberalismo como condición para el
disfrute de la libertad sustantiva: la individual.

246
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

pública correspondiente. Uno de ellos está vinculado con la posibilidad de


educar a los ciudadanos en el ejercicio de la libertad política, entendida como la
mejor participación del individuo en los asuntos públicos.

El poder electoral consistiría en un mecanismo para tal fin, dado que supone la
práctica de la política en la esfera de lo local, donde la intervención de los
ciudadanos se centraría preponderantemente en aquellos asuntos particulares
con lo que ellos están familiarizados. En consecuencia, al habituarse a la
participación política en el ámbito de lo local, esos ciudadanos podrán ejercer
esa misma intervención en la esfera de lo general, ante lo cual lo que mudaría
sería el objeto de preocupación (interés general en lugar del interés particular),
manteniéndose la naturaleza de la libertad política (entendida como esa
participación en los negocios públicos) que ha de ejercerse.

Simultáneamente, el poder electoral supone el acceso posible del ciudadano no


sólo a esa posibilidad de realizar un ejercicio regular de la libertad política, sino
también de eventualmente asumir la representación, en vista de que la
condición fundamental que ha de presentar un miembro del poder electoral es
la de ser un ciudadano en ejercicio, de manera que dicho poder implica la
democratización (relativa en tanto no abarca a la totalidad de los individuos
miembros de la república, sino a los ciudadanos en ejercicio, tal como se señala
en la parte anterior de este capítulo) del acceso al menos a un orden de
representación en la república, centrado en la representación inmediata de los
intereses particulares de los ciudadanos.425

La otra ventaja que Bolívar a mi entender descubre en el poder municipal de


Constant, y que no refiere explícitamente en su discurso de presentación del
proyecto de constitución para Bolivia, es la posibilidad de construir el
patriotismo en la república con base en el patriotismo que configura el

425
En el último capítulo de este trabajo ahondaré sobre los temores de Bolívar con relación a la
posibilidad de que los ciudadanos ejerzan la libertad política, la cual, como hemos visto, parece
admitir para Bolivia a través del poder electoral.

247
Carolina Guerrero

individuo hacia su localidad, al emanar de ella las posibilidades de insuflar en


ese individuo el orgullo cívico (como efecto de haber sido investida de
importancia política en el Estado del cual forma parte) que habrá de integrarse
a la vinculación afectiva que naturalmente se da entre individuo y localidad,
con base en recuerdos y costumbres particulares.

Interpreto que Bolívar no incluye en su discurso sobre el poder electoral el


argumento en torno a la posibilidad de construir el patriotismo en la república
a partir del patriotismo local, debido, por una parte, a que, para captar
aceptación política, dicho poder requiere sólo de mostrarse como una
institución liberal que aplica un nuevo género de federalismo inédito incluso en
las naciones más liberales, que además afianza la posibilidad de responder
constitucionalmente a los intereses derivados de la individualidad y la
particularidad, y en adición amplía las posibilidades para el ejercicio de la
libertad política de los ciudadanos y el contrapeso por parte de ellos a la
conducción de lo público emprendida por el poder ejecutivo.

Por otro lado, incluir este aspecto en su discurso supondría admitir las
dificultades para la realización de un patriotismo republicano y una condición
ciudadana caracterizada por la consagración ética del individuo a su república, y
ello representaría, en adición, la complejidad de intentar defender la aspiración
a construir dicho patriotismo general sobre la base de la vinculación afectiva y
del orgullo cívico del ciudadano con relación a su patria chica, todo lo cual
estaría en diametral oposición con las ideas políticas de Bolívar en torno a una
república única e indivisible426 que ha de excitar en los individuos la única
pasión necesaria, que es el patriotismo entendido como el amor por la patria (la
patria grande, además).

426
La expresión, por cierto, y según Pierre Nora, es monarquista: “La Convention se borne (...)
à conjurer le vide et la menace de dislocation, en remplaçant le 22 septembre la formule de ‘la
Royauté une et indivisible’ (article 1er du titre II de la Constitution de 1791) par la formule de
la ‘République française une et indivisible’” (1992, p.399)

248
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Bolívar no argumenta en torno a estos dos aspectos del poder electoral,


tendientes a educar al ciudadano en el ejercicio pacífico y regular de la libertad
política, y a trazar la vía para la erección en la república de lo que Constant
denomina un patriotismo perdurable y verdadero. Sin embargo, en el
paralelismo entre el poder municipal de Constant y el poder electoral de
Bolívar es posible seguir una a una las analogías entre sus principios, con
excepción de los dos aspectos mencionados.

Mi interpretación es que son los dos aspectos en los que Bolívar descubre la
forma de asegurar la utilidad pública, centrada en los hechos de que la
república pueda disponer de ciudadanos capaces de ejercer racionalmente su
libertad política, y de que tales ciudadanos además estén investidos de amor
por la república. De este modo puede entenderse el por qué inaugurar con la
constitución boliviana un poder electoral que introduce un nuevo género de
federalismo, el cual, además, no está en sentido alguno dirigido a extremar la
autonomía local, sino a permitir la realización del interés particular como vía
inexorable para configurar el bienestar de las localidades, a partir del cual será
factible en consecuencia verificar la felicidad en la república.

Además de orientarse hacia la eventual cancelación de las tensiones entre las


fracciones y el poder central (las cuales eran confirmables en la unión
colombiana a través de la crítica y la reacción de dichas fracciones en torno a la
forma unitaria establecida por la constitución de Cúcuta, que prescribía la
concentración en Bogotá del gobierno supremo), la objetividad respecto a la
realización del bienestar local que ha de escalar hacia la felicidad general,
conjuntamente con la aspiración a conformar un patriotismo verdadero y
perdurable, conduce a la definición de una racionalidad política que identifica
en la adaptación de ese poder municipal la idea de conveniencia política, al
estar dirigida hacia los medios posibles para asegurar la utilidad pública
suprema, consistente en el despliegue pacífico y regular de las prácticas
políticas dentro del Estado, incluyendo no sólo la expansión de la libertad
individual y de la individualidad sino también el ejercicio racional de la
participación y libertad políticas, todo lo cual se traduce en la posibilidad de

249
Carolina Guerrero

materialización de lo que para Bolívar es el fin último de la política, es decir, la


conservación y permanencia de la creación republicana.

En suma, el poder electoral no supone el giro intelectual de Bolívar hacia la


forma federalista, sino en la ejecución de esa racionalidad política a objeto de
producir aquello que es concebido por el legislador como la utilidad pública
suprema.

250
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

CAPÍTULO 5
EL SENADO VITALICIO HEREDITARIO

En este capítulo pretendo identificar la influencia de Constant en la idea sobre


el senado hereditario que despliega Bolívar ante el Congreso de Angostura en
1819. A diferencia del poder neutral y del poder electoral estudiados en los
capítulos anteriores, esta institución constitucional no representa la versión de
Bolívar sobre una propuesta de Constant, sino que amalgama diversas fuentes
para tal efecto, esencialmente la tradición republicana de la Roma antigua
expresiva en el Derecho Público romano, la constitución británica y las ideas
desarrolladas fundamentalmente por Montesquieu, Rousseau y el propio
Constant.
En tal sentido, voy a proceder del siguiente modo: en la primera parte de este
capítulo expondré las concepciones, naturaleza y fines del senado en las
fuentes intelectuales mencionadas; en la segunda analizaré el fundamento y
propósito de la propuesta senatorial que plantea Bolívar en Angostura;
finalmente, en la tercera plantearé un análisis comparado entre las ideas sobre
la estructura y utilidad del senado en atención a las teorías debatidas y a las
prácticas republicanas presentes y teleológicamente ideadas para la Venezuela
de entonces y cardinalmente para el proyecto de unión colombiana.

I- Las fuentes intelectuales en la idea de Bolívar sobre el senado


En esta primera parte pretendo discutir los aspectos en torno a la idea del
senado que tienen resonancia, como veremos, en el debate constitucional que
se desarrolla en 1819 en el contexto político venezolano y de la unión
colombiana que se aspiraba crear. Comenzaré con el senado en Roma.

251
Carolina Guerrero

La conformación del senado como uno de los elementos de la vida


constitucional de la república romana427 estuvo fundamentada en la necesidad
de concentrar en él la continuidad de la experiencia y la sabiduría política, de lo
cual derivó la pertinencia de que sus miembros estuviesen investidos de la
condición vitalicia. De tales experiencia y sabiduría emanó la reputación del
senado, por la cual éste se configuró además en el centro de la constitución
republicana de Roma428. Este cuerpo poseía auctoritas429, al consistir en un
consejo de ancianos, integrado por los ex magistrados de la república,
composición que se tradujo en la acumulación de “toda la actividad y
experiencia de la clase rectora de la vida política”430; es decir, estaba integrado
por los mejores ciudadanos431, capaces de la definición del mejor consejo a
efectos de suministrar la mejor orientación para las decisiones políticas, todo lo
cual remitía a la evidencia sustantiva sobre la utilidad política del senado.

427
Los otros dos elementos fueron las asambleas de ciudadanos y las magistraturas de la
república. Frente a ellos, el senado temperaba las peticiones tumultuarias de dichas
asambleas, percibía ciertos contrapesos de parte de éstas, y además suministraba el elemento
de permanencia y conservación, ante la alternabilidad de las magistraturas. En tal marco, el
sentido de la vida constitucional romana presentaba el equilibrio entre la representación de los
intereses de las clases privilegiadas y de las clases inferiores de ciudadanos, además de la
renovación del poder político en conciliación con la idea de permanencia y conservación. “Era,
en medio de los cambios anuales de magistrados, el factor de estabilidad de la vida
constitucional romana” (W. Kunkel: Historia del Derecho Romano. 1988. p.28)
428
Ver Kunkel, 1998. p.135
429
La idea de auctoritas remite a la capacidad de ser auctor, que, a su vez, define a “aquel que
tiene capacidad tanto para iniciar, promover y fundamentar decisiones, acciones y criterios de
otros, como para aumentar, acrecer y confirmar las decisiones, acciones y juicios originados en
los demás (García-Pelayo, 1991. p.1864). García-Pelayo señala que la auctoritas deriva de la
dignitas, entendida como “una cualidad que destaca a unas personas sobre el resto, una
superioridad que no se fundamenta originariamente sobre la ley ni sobre el privilegio, sino en
unas condiciones acreditadas por los éxitos de la acción (op.cit. p.1864). García-Pelayo subraya
que la preeminencia del senado romano se justifica por su auctoritas al punto de que la
locución auctoritas es frecuentemente idéntica a la de “acuerdo del Senado”.
430
Kunkel, 1998. p.27
431
Al respecto, García-Pelayo señala que el senado estaba integrado por “los primeros
ciudadanos romanos, es decir, por los príncipes, (...) gente con experiencia en los asuntos
públicos y, por tanto, con un saber de las cosas que traen entre manos superior al del resto de
los ciudadanos; de gente perteneciente a las grandes familias que a través del tiempo
ocuparon funciones directivas, con lo que se asegura la presencia de la tradición, es decir, del
espíritu de aquellos antepasados que hicieron la grandeza de Roma”. (García-Pelayo, 1991.
p.1865)

252
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Una de las particularidades del senado romano es la no limitación en el número


de sus miembros: no podía ser fijo, en vista de que crecía de acuerdo con el
número de magistraturas y evidentemente con el número de ex magistrados,
todo lo cual incrementaba las posibilidades de tener un asiento en el senado432.
A la par, eventualmente se llegó a dividir el senado por órdenes, según el rango
jerárquico de las magistraturas que habían ejercido los senadores.

En cuanto a sus funciones, su rol estaba definido por su utilidad como


institución constitucional: el senado encarnaba “el genio político del pueblo
romano”433; es decir, se situaba en un nivel de superioridad en función de sus
cualidades valiosas de sabiduría y mejor experiencia política, y, como auctoritas,
carecía de potestas434: si bien en él llegó a fundamentarse “la dirección efectiva
del estado”, ello operó de manera indirecta, al ser el órgano consultivo
permanente del magistrado, cuyos consejos (senatus consulta), sin ser
formalmente vinculantes, “encerraban las decisiones políticas claves”435.
Encuentro que la posibilidad de determinar en la práctica el giro de las
decisiones políticas era efecto de la conveniencia política de los magistrados en
atención a la utilidad política del senado. Sobre el mismo aspecto, García-
Pelayo puntualiza que los acuerdos del senado “no tomaban forma de órdenes,
sino de consejos sobre lo que debía hacerse, y a los que los magistrados no
estaban vinculados desde el punto de vista jurídico-formal, aunque de hecho
no se desviaran del criterio del Senado so pena de aniquilar su carrera
política”436.

Quiero destacar, a efectos de la discusión constitucional en la Venezuela y el


proyecto de unión colombiana de 1819, la conformación del senado romano
como cuerpo consultivo, sobre la base de su superioridad y reputación en la

432
Kunkel, 1998. p.27ss
433
García-Pelayo, 1991. p.1865
434
García-Pelayo define la potestas como el poder de mandar particularizado relativo a una
magistratura determinada, de manera tal que configura el espacio de “poderes concretos de
que dispone una instancia o un funcionario para el cumplimiento de su función” (op.cit.
p.1863)
435
Kunkel, 1998. p.28
436
García-Pelayo, 1991. p.1864

253
Carolina Guerrero

república en atención a la experiencia y la sabiduría extraordinaria de sus


miembros, cualidades que remitían al deber de emplearlas en aras de la utilidad
pública a lo largo de toda la vida del senador. Con base en esto último se
perfila, a mi entender, la necesidad de la condición vitalicia (interpretada, en
rigor, como el acceso del senador a un derecho que era fundamentalmente
vitalicio), pero nunca de la condición hereditaria, ya que las dignidades
adquiridas por la experiencia política individual no pueden ser traspasadas a
través de la sangre de una a otra generación. La corrupción de esta institución
constitucional surge cuando se desconocen estos principios, y ello es
consecuencia de dos factores principales. Primero, algunas magistraturas se
convirtieron en hereditarias, por lo que el heredero accedía a ellas sin edad ni
experiencia437, adquiriendo a su vez el derecho de convertirse en senador sin
poder encarnar las cualidades extraordinarias que caracterizó a aquel consejo
de ancianos. Segundo, los censores en Roma llegaron a tener el derecho de
confirmar o nombrar senadores438, y finalmente se les encomendó la
formación de la lista de los miembros del senado, cuidando excluir a “personas
infamadas”, con lo que los cargos senatoriales dejaron de ser vitalicios439. En
este sentido, el debilitamiento del senado se relaciona con los elementos que
condujeron a la decadencia del estado, al suprimir aquel genio político y factor
de estabilidad en torno a los cuales gravitaba la vida constitucional romana.

A continuación, propondré la aproximación a las ideas sobre el senado que


desarrolla Montesquieu.

En principio, Montesquieu coincide con la tradición republicana de la Roma


clásica en la necesidad de constituir un cuerpo en el cual principalmente resida
la sabiduría de la república, de manera de orientar con ese “genio político” y
mejor experiencia no sólo las decisiones de los magistrados, sino también el
ejercicio de la política por parte de los ciudadanos. En tal orden, el senado

437
Esta crítica la refiere Rousseau en Du contrat social, libro III, cap. V: “Enfin la puissance
transmise avec les biens du pere aux enfans rendant les familles patriciennes, rendit le
Gouvernement héréditaire, et l’on vit des Sénateurs de vingt ans”.
438
Teodoro Mommsen: Compendio de Derecho Público Romano, 1893. p.293
439
Mommsen, 1893. p.297

254
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

vendría a ser el punto más elevado de la república capaz de guiar


acertadamente las prácticas políticas de gobernantes y gobernados, al influir
con su racionalidad y extraordinario conocimiento y experiencia sobre todos
los ámbitos del orden político, a efectos de finalmente realizar el bien común.
El senado, en esa línea, se erige en una especie de depósito de la sabiduría y el
esclarecimiento racional necesarios para identificar las mejores acciones y
decisiones que puedan derivar en utilidad pública. Señala el barón:

Il (le peuple qui a la souveraine puissance) a besoin, comme les


monarques, el même plus qu’eux, d’être conduit par un conseil ou
sénat 440

(El pueblo, dueño del poder soberano, al igual o más que los monarcas
tiene la necesidad de ser conducido por un consejo o un senado)

Ello presupone que ese pueblo que ha de ser conducido por el consejo o
senado está en el ejercicio de su libertad política. Es fundamental la precisión
de Montesquieu, porque se erige sobre la idea de que la soberanía está en
manos de dicho pueblo; es decir, los ciudadanos –como miembros del cuerpo
denominado pueblo– son los partícipes y copropietarios de la autoridad
política, en atención a lo cual se constituyen en soberano; en consecuencia, si la
voluntad que es expresiva para la configuración y conducción del orden
político ha de ser la de dicho pueblo soberano, se concluye que los ciudadanos
que lo componen están en el disfrute de su libertad política, al integrar la suma
de voluntades de la cual emergen el poder y el orden políticos. De este modo,
se plantea que los consejos del senado han de guiar y conducir a hombres
libres. Esto último pudiese parecer una paradoja, bajo el supuesto de que la
libertad implica el deber en cada individuo o cuerpo de individuos de disponer
de la capacidad de ejercerla; no obstante, el barón plantea que los hombres no
siempre saben cómo conducirse adecuadamente en el ejercicio de su libertad,
de manera que la posibilidad de ser guiados por los más esclarecidos representa
440
Montesquieu, 1748/1995, Lib. II, cap.II. p.99

255
Carolina Guerrero

una corrección dentro del orden político a las debilidades o falencias de la


naturaleza humana, sin significar mácula alguna en dicho ejercicio de la
libertad. Diserta Montesquieu sobre las limitaciones del hombre:

L’homme, comme être physique, est, ainsi que les autres corps,
gouverné par des lois invariables. Comme être intelligent, il viole sans
cesse les lois que Dieu a établies, et change celles qu’il établit lui-
même. Il faut qu’il se conduise; et cependant il est un être borné: il est
sujet à l’ignorance et à l’erreur, comme toutes les intelligences finies;
les faibles connaissances qu’il a, il les perd encore. Comme créature
sensible, il devient sujet à mille passions (…) Un tel être pouvait à tous
les instants s’oublier lui-même; les philosophes l’ont averti par les lois
de la morale 441

(El hombre, como entidad física, es, al igual que todos los cuerpos,
gobernado por leyes invariables. Pero como ser inteligente, viola sin
cesar las leyes establecidas por Dios, y cambia aquellas leyes que él
mismo se ha dado. Es necesario que se gobierne; y sin embargo es ser
limitado: está sujeto a la ignorancia y al error, al igual que todas las
inteligencias limitadas; pierde incluso los escasos conocimientos que
posee. Como criatura sensible, está sujeto a infinidad de pasiones (...)
Semejante ser podría olvidarse de sí mismo en todo instante; los
filósofos lo han advertido a través de las leyes de la moral)

Tales hombres libres, en ausencia del ejemplo y la guía de los hombres


distinguidos por su sabiduría y mejor experiencia política, son susceptibles de
transformarse en populacho que se extravía442. En atención a lo expuesto hasta
ahora, tenemos que los hombres, en ejercicio de su libertad política, integrantes
de un cuerpo que consiste en la unión de sus voluntades, del cual emana y se

441
Ibid. p.90
442
Tomo la expresión del propio Montesquieu: “une populace qui se perdait”. Ver op.cit, libro
II, cap. II. p.103

256
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

configura el poder político, son seres limitados por la ignorancia y el error, de


modo que su propia conducción en el despliegue de su libertad requiere del
ejemplo y el consejo emanado de un cuerpo de sabios, el senado, sin cuya guía
esos hombres estarían perdidos, haciendo degenerar el cuerpo que habrían de
constituir (y preservar) en algo amorfo e inconsistente (el populacho).

No obstante, Montesquieu identifica una condición que ha de cumplir ese


senado (además de estar investido de auctoritas) para la realización de su objeto,
consistente, como hemos referido, en corregir los efectos de la inteligencia
finita de los hombres y la sujeción de éstos a las pasiones. Es una condición
propia de la república, y se remite a la necesidad de que tales senadores,
además de fundamentar su majestad en su auctoritas, deriven sus respectivas
posiciones de la elección mediante la cual pueda ser manifiesta, en ejercicio de
la libertad, la voluntad del pueblo. Según el barón, para que pueda haber
confianza, es preciso que el pueblo elija a los miembros del senado. Y si bien
este filósofo ha alertado sobre los extravíos de un pueblo sin guía, reconoce en
este ámbito su capacidad para identificar a los mejores y fijar en ellos su libre
elección:

Le peuple est admirable pour choisir ceux à qui il doit confier quelque
partie de son autorité 443

(El pueblo es admirable por su capacidad para elegir a aquél a quien


debe confiarle alguna parte de su autoridad)

Es decir, si bien la legitimidad del senado deriva de su auctoritas y de su utilidad


pública (debido a la significación de su sabiduría y experiencia política a efectos
de entregar el mejor consejo y guía a magistrados y principalmente a los
hombres), los senadores, al igual que cualquier representante de los ciudadanos
en la república, deben su poder a ese pueblo soberano, el cual les “confía”

443
Ibid, libro II, cap. II. p.99

257
Carolina Guerrero

alguna parte de su autoridad, con el objeto de que tales delegados realicen


aquello que dicho pueblo no puede hacer por sí mismo444. Por tanto, esta idea
introduce un giro en la tradición clásica al proponer que el senado republicano
sea elegido por los ciudadanos para poder merecer su confianza; una vez
cubierta esta demanda política, tal senado impedirá su extravío tras guiarlos
con el ejemplo emanado de su sabiduría y experiencia.

El problema con la elegibilidad de los senadores se centra en su vinculación


con la alternabilidad, ya que, independientemente de que dicha institución sea
establecida para la república, la elegibilidad periódica será o no pertinente en
atención al objeto que deba ser asegurado por este cuerpo de sabios. Es decir,
no debe estar sujeta al hecho de corresponderse con la república, lo cual la
haría obligatoria en atención a los principios republicanos modernos sobre
renovación de los representantes, sino a los fines para los cuales se instituye el
senado. Dependiendo de ellos, los senadores deberán o no alternar en sus
cargos. Montesquieu hace la distinción, en este sentido, entre un senado
establecido para ser la regla o el “depósito de las maneras”, y un senado como
órgano consultivo para la conducción de los asuntos públicos. En el primer
caso, el barón teoriza que los senadores deben ser elegidos de por vida (los
ciudadanos depositarían en ellos su confianza, luego de lo cual los senadores
permanecerán hasta la muerte en sus cargos sin que el pueblo pueda renovar su
elección), mientras que en el segundo puede observarse la alternabilidad445.

La condición vitalicia tiene su fundamento, según Montesquieu, en que ella


permite el establecimiento de un cuerpo que ha de ser permanente, a fin de
constituir en la república la “regla de los modos”. De manera análoga a como

444
Dice Montesquieu: “Le peuple qui a la souveraine puissance doit faire par lui-même tout ce
qu’il peut bien faire; et ce qu’il ne peut pas bien faire, il faut qu’il le fasse par ses ministres”.
Ibidem, libro II, cap. II. p.99. En el caso del senado, no se trata de la delegación de un poder
ejecutor como el de los ministros, sino de la representación de los ciudadanos para centrar en
la sabiduría y experiencia de tales senadores la posibilidad de guiar sin extravío las prácticas
políticas de dichos ciudadanos en la república. El punto es que se trata de una representación
entregada a los delegados con cualidades y capacidades que no están comúnmente presentes
en el pueblo, y que apuntan a la realización de alguna utilidad pública.
445
Ibidem, libro V, cap. VII. p.160

258
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

se concibió en Roma, la auctoritas del senado se erige fundamentalmente sobre


los servicios hechos, es decir, sobre la utilidad procurada al bien común, lo cual
también contempla necesariamente el grado de virtud desarrollado por los
ciudadanos aspirantes al senado: a mayor espíritu público, mayor entrega a la
realización del bien común. Tales sacrificios cívicos serían perceptibles por
todos los ciudadanos, de lo cual habrá de derivar el reconocimiento de las
cualidades especiales de los senadores que sustenta su auctoritas, pero además –y
es el punto neural en torno a esta institución– el ejemplo a los ciudadanos
respecto al modelo de virtud que debe procurar alcanzarse en las prácticas
políticas individuales y colectivas. En tal sentido, el objeto del senado rebasa el
ámbito de la racionalidad en la conducción de la política por parte de
magistrados y ciudadanos, y afianza la tradición fundada por los romanos sobre
un cuerpo de sabios cuya significación es fundamentalmente ética en la vida de
la república. En consecuencia, no sólo basa su necesidad en la utilidad política
que deriva del senatus consulta (todo lo cual se apoya en la auctoritas), sino
también en la utilidad ético-política al conducir la regla de los modos en la
república, la cual no es posible que sea establecida a través de las leyes, sino
mediante el ejemplo público de esos ciudadanos investidos de dignitas, y cuya
cualidad logra ser tan extraordinaria que se asemejan a un “simulacro de los
dioses”, como teoriza el barón:
Si l’on établit un corps fixé qui soit par lui-même la règle des mœurs, un sénat
où l’âge, la vertu, la gravité, les services donnent entrée, les sénateurs, exposés
à la vue du peuple comme les simulacres des dieux, inspireront des sentiments
qui seront portés dans le sein de toutes les familles446
(Si se establece un cuerpo fijo que suministre la norma de las costumbres, un
senado al que den la entrada la edad, la virtud, la gravedad y los servicios
hechos, los senadores, expuestos a la vista del pueblo como simulacro de los
dioses, inspirarán sentimientos que serán llevados en el seno de todas las
familias)
Con base en las argumentaciones de Montesquieu en torno a la dignitas de los
senadores, la cual a su vez se funda en esa virtud, gravedad, experiencia y
servicios hechos a la utilidad pública, se evidencia que la propuesta de este
filósofo sobre hacer hereditaria dicha institución es contradictoria con la idea
de dignitas. No obstante, el barón no entra a discutir la posibilidad o no de que

446
Ibidem, libro V, cap. VII. p.158

259
Carolina Guerrero

la dignitas y la auctoritas correspondientes a aquel cuerpo de sabios sean


heredables, sino que fundamenta la necesidad de instaurar la condición
hereditaria del senado en atención a otros supuestos políticos, como señala a
continuación:
Le corps des nobles doit être héréditaire. Il l’est premièrement par sa nature;
et d’ailleurs il faut qu’il ait un très grand intérêt à conserver ses prérogatives,
odieuses par elles-mêmes, et qui, dans un État libre, doivent toujours être en
danger 447
(El cuerpo de nobles debe ser hereditario. Por una parte, debido a su
naturaleza. Por otro lado, debido a su gran interés por conservar sus
privilegios, odiosos en sí mismos, los cuales siempre peligran en un Estado
libre)
Es decir, el senado ha de ser hereditario de manera de que pueda ser protegida,
de manera perpetua, una clase fundada sobre el privilegio y las prerrogativas.
Esto puede conducir hacia las siguientes vertientes: por un lado, la herencia
representaría el modo a través del cual se aseguraría que ningún ciudadano
perteneciente a una clase distinta a la nobleza habrá de tener acceso al senado,
independientemente de la distinción que logre alcanzar a través de su virtud
cívica. Por tanto, la cámara del senado pasaría a adquirir una significación
distinta a la expresiva a través de la dignitas y de la auctoritas: su composición no
habrá de estar basada estrictamente en las cualidades especiales de los
senadores en términos de virtud, sabiduría y experiencia, sino en la adscripción
de esos senadores a la clase de los nobles, lo cual tiene que ver con el privilegio
fundado en la herencia y no precisamente con los servicios realizados en pro
de la utilidad pública. Por otra parte, este diseño constitucional de
Montesquieu representa la asignación de determinados espacios en la vida
política a determinadas clases, bajo un criterio de conservación de sus
respectivas condiciones y características. En esa línea, la esfera reservada a la
nobleza dentro del orden político y social estará constitucionalmente asegurada
a través de la institucionalización de un cuerpo que le otorga sentido a la
existencia de dicha clase: se ha de preservar la nobleza porque en ella tienen
asiento los individuos distinguidos que han de conformar el senado, el cual ha
de ser preservado a objeto de conservar la regla de los modos sobre la cual

447
Ibidem, libro XI, cap. VII. p.333

260
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

requiere basarse el Estado y la sociedad. En ese diseño constitucional, los


intereses de los nobles aseguran su representación a través del senado, al igual
que los de las clases carentes de prerrogativas tienen eco mediante la cámara de
los representantes, con lo cual no sólo se estructuran los poderes que han de
expresar la voluntad de los ciudadanos según la identificación de sus intereses
en atención a la clase, sino que principalmente se designan dentro del Estado y
la sociedad los espacios reservados a cada una, a efectos de garantizar la
conservación de cada cual, sin perturbarse ni poder amenazarse mutuamente.
Uno de los aspectos sustantivos de la argumentación de Montesquieu sobre la
condición hereditaria del senado, es que la aborda en el contexto intelectual
dentro del cual diserta en torno a la libertad448. Es decir, esa posibilidad de
asignar espacios permanentemente conservables a las dos clases principales (la
noble y la de los ciudadanos sin prerrogativas) está vinculada, según
Montesquieu, con el despliegue de la libertad política en el Estado; ello
equivale a considerar que una de las condiciones para la libertad en el Estado
consiste en la conservación de la nobleza y la preservación de la clase
conformada por los ciudadanos desprovistos de privilegios en un espacio
diferente. Los modos a través de los cuales esta segunda clase no puede poner
en peligro la existencia de la nobleza residen en la erección del senado
hereditario, en el cual dicha nobleza asegura su continuidad y su separación del
resto. Y los modos con los que la clase integrada por los ciudadanos sin
prerrogativas no es atacable por la nobleza se centran en las limitaciones
impuestas al senado frente a las atribuciones de la cámara de representantes:
teniendo la nobleza el objeto de conservar, tendrá sólo facultad de impedir,
mientras que la cámara popular se reservará la facultad de estatuir, de tal modo
que la cámara hereditaria no pueda legislar en pro de sus intereses
particulares449. En suma, el Estado libre ha de preservar las prerrogativas de la

448
La idea sobre el senado hereditario la desarrolla Montesquieu en el libro XI de De l’Esprit
des lois, que justamente titula “Des lois qui forment la liberté politique dans son rapport avec
la constitution”; luego de aproximarse a la idea de libertad, centra su exposición en la
constitución de Inglaterra (en el capítulo VI del libro XI), a partir de lo cual encuentra la
ocasión para defender la idea de la herencia aplicada al senado en un Estado libre.
449
Montesquieu define las facultades de estatuir y de impedir del siguiente modo: “J’appelle
faculté de statuer, le droit d’ordenner par soi-même, ou de corriger ce qui a été ordonné par
un autre. J’appelle faculté d’empêcher, le droit de rendre nulle une résolution prise par quelque
autre; ce qui était la puissance des tribuns de Rome” (Ibidem. Libro XI, cap. VI. p.334)

261
Carolina Guerrero

nobleza, en atención al principio liberal según el cual la libertad queda


suspendida en el instante en que los intereses y voluntad de la mayoría logran
imponerse de un modo absoluto sobre los de la minoría, al punto de
aniquilarla, ya que la libertad moderna consistiría, en tal sentido, en la
posibilidad de coexistencia pacífica de la esfera noble y la esfera popular, cada
una con la garantía de expresión de sus intereses y voluntades a través de sus
órganos representativos y de los medios constitucionales establecidos para ello.
Apunta el filósofo:
Il y a toujours dans un État des gens distingués par la naissance, les richesses
ou les honneurs; mais s’ils étaient confondus parmi le peuple, et s’ils n’y
avaient qu’une voix comme les autres, la liberté commune serait leur
esclavage, et ils n’auraient aucun intérêt à la défendre, parce que la plupart des
résolutions seraient contre eux 450
(En un Estado siempre hay quien se distingue por nacimiento, por sus
riquezas u honores. Si ellos se confundieran entre el pueblo y fuesen una voz
igual que todas las demás, la libertad común sería su esclavitud, y ellos nunca
tendrían ningún interés en defenderla, porque la mayoría de las resoluciones
se emitirían en contra de ellos)
Simultáneamente, Montesquieu asigna a la cámara hereditaria la facultad de
temperar los poderes activos del Estado; es decir, establece teóricamente el
poder moderador del senado, idea que va a ser reelaborada por Constant a fin
de crear un poder neutral fuera de los poderes “tradicionales” del Estado, cuya
única función, como vimos en el capítulo III, es la de asegurar la permanencia
de la asociación humana, lo cual abarca el actuar como fuerza externa capaz de
restaurar la colaboración y armónico movimiento entre tales poderes. Sobre la
facultad moderadora y de templanza del senado, teoriza Montesquieu:
Des trois puissances dont nous avons parlé, celle de juger est en quelque
façon nulle. Il n’en reste que deux; et comme elles ont besoin d’une puissance
réglante pour les tempérer, la partie du corps législatif qui est composée de
nobles est très propre à produire cet effet 451
(De los tres poderes de los cuales hemos hablado, el de juzgar es de algún
modo nulo. De manera que no quedan más que dos. Y como requieren de un
poder regulador que los modere, la parte del cuerpo legislativo que está
compuesta por los nobles es la más apropiada para producir tal efecto)

450
Ibidem. Libro XI, cap. VI. p.333
451
Ibidem. Libro XI, cap. VI. p.333

262
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Retomando el tema de la herencia, el barón reconoce que esta condición incide


en el rechazo del pueblo hacia los ciudadanos favorecidos por tal prerrogativa.
Tal marco ha de decantar en un estado permanente de tensión que sólo sería
resuelto al corregir el origen de tal animadversión, que, en lo concerniente al
senado, consistiría en la eliminación de la condición hereditaria a fin de fundar
el ejercicio de la senaduría sobre la elección directa o indirectamente popular.
El autor lo explica en los siguientes términos:
(...) se ha visto en todo tiempo, y se ve hoy, que el pueblo detesta a los
senadores. Las repúblicas en que la cuna no da derecho a intervenir en el
Gobierno son las más dichosas en este aspecto, porque el pueblo no puede
envidiar la autoridad que concede a quien quiere y retira cuando le parece 452
Es decir, si bien el senado vitalicio constituía aquel consejo de sabios capaz
incluso de introducir –a favor de la utilidad pública– un ajuste a la naturaleza
humana, consistente en corregir los efectos de la inteligencia finita y la sujeción
de los hombres a las pasiones, el senado hereditario más bien es originador de
pasiones perturbadoras del orden político, debido al derecho otorgado a sus
miembros con base en la cuna y no estrictamente en su dignitas:
El Senado (de la Roma clásica) se defendía por su sabiduría, su justicia y el
amor patrio que inspiraba, por sus beneficios y una recta administración de
los tesoros de la república, por el respeto que el pueblo sentía hacia la gloria
de las principales familias y la virtud de los grandes personajes, por la religión
misma (...); en fin, por una paternal condescendencia, concediendo al pueblo
una parte de lo que exigía, para hacerle desistir de otra 453
Finalmente, mientras el senado hereditario se instituye en la modernidad desde
la cual escribe Montesquieu como defensa constitucional a la existencia y
permanencia de las prerrogativas de la nobleza (en atención a lo cual deben
limitarse sus facultades legislativas, a fin de que no pueda utilizar su poder
político para favorecer sus intereses particulares), el senado vitalicio (no
hereditario) se erige a efectos de crear ese cuerpo político de los mejores
ciudadanos, quienes han de enfilar su sabiduría y experiencia hacia la utilidad
pública (contexto en el cual la ausencia de potestas se debe a su función de servir
de guía a magistrados y ciudadanos, lo cual no ha de confundirse con la
posibilidad de conducir directamente las decisiones y destino políticos del

452
Montesquieu: Grandeza y decadencia de los romanos. 1733/1998. p.43-44
453
op.cit. p.44

263
Carolina Guerrero

Estado). En tal sentido, el primer interés de aquel senado hereditario es la


conservación de la nobleza de la cual forma parte, en tanto que el primer
interés de aquel senado vitalicio se centra en el bien común, expresivo en este
ámbito en términos de la conservación de la sociedad política: “ (...) y, en fin,
(el senado romano se defendía) por la máxima constante de preferir la
conservación de la república a las prerrogativas de cualquier orden o
magistratura”454.
Respecto a las ideas de Rousseau en torno al senado romano, se destacan, en
primer lugar, la categorización del pueblo en sentido tumultuario, lo cual incide
en una condición ciudadana adversa al orden político requerido en las prácticas
republicanas; segundo, la posibilidad de que ese pueblo sea temperado a
efectos de no entorpecer la búsqueda de la utilidad pública; tercero, la
necesidad de que un cuerpo de sabios, los mejores ciudadanos de la república,
encarne la facultad de refrenar a dicho pueblo, como vía para la realización del
bien común. Es decir, si aquel carácter tumultuario representa un desvío en la
construcción de la utilidad pública, la facultad de refrenarlo o constreñirlo se
hace virtuosa al consistir en la reconstrucción de la posibilidad de materializar
dicha utilidad pública.
Rousseau expone la virtud del senado romano en atención a su utilidad para la
búsqueda del bien común:
(…) le Sénat tenoit en bride un peuple fier et remuant, et tempéroit à propos
l’ardeur des Tribuns séditieux 455
(el senado mantenía refrenado a un pueblo arrogante y tumultuoso, y
temperaba a propósito el ardor de los tribunos sediciosos)
Por otra parte, Rousseau contrapone a la “fiereza” del pueblo –locución que,
además, se vincula con la condición salvaje que teóricamente es superada
cuando el individuo entra, por efecto del pacto social, a conformar el orden
civil y político; de manera que, a pesar de tales supuestos, el hombre en la
sociedad política aún ha de ser domado para contener su “fiereza”– a la
venerabilidad del senado, lo cual es expresivo de la dignitas de dicho cuerpo de
sabios, y de su capacidad de otorgar el mejor servicio a la república si lo

454
ibid. p.44
455
Rousseau: Du contrat social. 1762/ 1964. Libro IV, cap. IV. p.271

264
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

político está sujeto a la orientación que emana del senado al influir con su
sabiduría y mejor experiencia sobre magistrados y ciudadanos. Refiere
Rousseau:
(…) le crédit de l’Etat est mieux soutenu chez l’étranger par de vénérables
sénateurs que par une multitude inconnue ou méprisée 456
(ante el extranjero, el crédito del Estado está mejor sostenido en manos de los
venerables senadores, que en manos de una multitud desconocida o
despreciable)
En tales términos, los asuntos públicos no podrían ser confiados a esa multitud
“desconocida” y “despreciable”, cuya condición se nivela, según Rousseau, a la
ferocidad del salvaje. Por tanto, el bien de la república demandaría, en esa línea
de argumentación, que tales asuntos se mantuvieran en manos de los
ciudadanos venerables, generando no sólo la reputación de la república frente a
los demás estados, sino también la garantía de que el interés común se apoyará
en la mejor capacidad para su propia realización. De este modo, Rousseau
alerta que ha de existir la seguridad de que ese cuerpo venerable entregará sus
mejores cualidades hacia el logro de dicho interés común, lo que implica la
necesidad de quedar impedido para la realización de sus intereses particulares:
En un mot, c’est l’ordre le meilleur et le plus naturel que le plus sages
gouvernent la multitude, quand on est sûr qu’ils la gouverneront pour son
profit et non pour le leur 457
(En una palabra, es el mejor orden y el más natural que los más sabios
gobiernen a la multitud, cuando se está seguro de que la gobernarán en
beneficio de ella misma, y no de ellos en particular)
En cuanto a la teorización de Benjamin Constant sobre el senado, este escritor
parte de la premisa de que esa institución ha de ser hereditaria, encarnando de
ese modo el poder representativo de la continuidad. Tal idea supone que el
senado no simboliza ni puede garantizar la continuidad de la asociación
humana en general (en el ámbito nacional), sino específicamente de una clase
(la nobleza) la cual es necesario preservar en atención a los bienes que derivan
de ella y a su significado para la utilidad pública. Su contrapeso habrá de residir
dentro del propio poder legislativo del cual forma parte, mediante el balance

456
op.cit. Libro III, cap. V. p.229
457
Ibid. Libro III, cap. V. p.229

265
Carolina Guerrero

que propone Constant, al enfrentar dicho senado con el poder representativo


de la opinión, el cual descansa en una asamblea electiva. Formula el autor: “Le
pouvoir représentatif de la durée réside dans une assemblée héreditaire”458.
Dado que las propuestas políticas y constitucionales de Constant reiteran su
orientación hacia el propósito de otorgar garantías a la libertad y los derechos
cívicos (lo cual se asocia con sus concepciones respecto al liberalismo y al
individualismo), la idea de este autor en torno a la nobleza apunta igualmente a
pensarla como un cuerpo intermedio, necesario en el orden político y social,
que sustenta a la monarquía (incluso en su forma electiva) e impide que ella
degenere en despotismo (de acuerdo con Constant, para que el gobierno de
uno solo subsista sin clase hereditaria, habrá de tratarse de un despotismo459).
Por tanto, la nobleza y en consecuencia el senado hereditario constituyen para
Constant un elemento favorecedor de la libertad y, por tanto, necesario en el
orden político de un Estado libre. El razonamiento de este filósofo es el
siguiente: los elementos del gobierno de uno solo, sin clase hereditaria,
consisten en un hombre que comanda, los soldados que ejecutan, un pueblo
que obedece; en ese plano, para dar otro sustento a la monarquía es necesario
un cuerpo intermedio (acota Constant que Montesquieu lo exige, incluso en la
monarquía electiva), ya que siempre que se coloque a un solo hombre en tal
grado de elevación, se debe –si se desea evitar que gobierne con la espada en la
mano– rodearlo de otros hombres con interés en defenderlo460. Aquella
distinción fundada en el nacimiento permite consagrar “ce privilége pour la
transmission la plus importante, pour celle de la fonction qui intéresse le plus
essentiellement le repos et la vie des citoyens”461. Es decir, la necesidad de
asegurar la permanencia de la nobleza en la asociación humana no concierne
únicamente a los privilegiados miembros de dicha clase, sino a los ciudadanos
en general, en atención de su reposo e incluso sus vidas. De allí la necesidad de
asegurar la permanencia de los nobles mediante el fundamento constitucional
para su sucesión.

458
Constant, 1815/1872. p.19. “El poder representativo de la permanencia reside en una
asamblea hereditaria”
459
Ver Constant, 1815/1872. p.35
460
Ver Constant, 1815/1872. p.19
461
Constant, 1815/1872. p.35. “aquel privilegio para la más importante transmisión, la de la
función que más esencialmente interesa al reposo y a la vida de los ciudadanos”

266
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Ahora bien, aunque Constant sugiere la pertinencia del senado hereditario en la


monarquía tanto hereditaria como electiva, en realidad enfoca su
argumentación en torno a las ventajas de esta institución constitucional
específicamente para la monarquía hereditaria, para la cual teoriza que es
“indispensable” la sucesión de una clase462. La referencia a la que apela el autor
es al ejemplo de la constitución británica, la cual interpreta como el conjunto
de normas más favorecedoras de la libertad moderna. Al respecto, señala que
ningún inglés creería ni por un instante en la estabilidad de la monarquía
inglesa, si la cámara de los pares fuera suprimida463. Por tanto, aunque la
nobleza y el senado hereditario no configuran el factor preeminente para la
permanencia del orden político y del Estado (dado que tales facultades residen
en el poder neutral, y en otros términos), sí son imprescindibles para mantener
en ese Estado toda institución fundada en la herencia, como la propia
monarquía. Además, la permanencia de la nobleza es sustantiva a la vida
política al igual que la existencia del espacio en el cual se despliega la clase de
ciudadanos no poseedores de prerrogativas. En ese sentido la preservación de
la nobleza incide, de manera indirecta, en la totalidad de la nación 464.
Determinado lo anterior, el punto neurálgico para Constant es establecer la
necesidad de que esa nobleza hereditaria adquiera funciones específicas dentro
del orden político. Es decir, ha de ejercer de manera exclusiva una facultad
determinada a efectos de poder tener base y lugar propio en el cuerpo político
y social, y de este modo poder constituirse en ese cuerpo intermedio habilitado
para mantener al pueblo en orden y velar por la libertad465. Constant lo expone
de la siguiente manera:
Ceux qui disputent l’hérédité à la première chambre, voudraient-ils laisser
subsister la noblesse à côté et à part de cette première chambre, et créer celle-
ci seulement à vie? Mais que serait une noblesse héréditaire sans fonctions, à
côté d’une magistrature à vie revêtue de fonctions împortantes? (…) On ne
voyait en elle qu’une décoration brillante, mais sans but précis (…) Sa
prééminence était devenue presque négative, c’est-à-dire qu’elle se composait
plutôt d’exclusions pour la classe roturière, que d’avantages positifs pour la

462
Ver Constant, 1815/1872. p.35
463
Ver Constant, 1815/1872. p.36
464
Entendiendo esta última idea como natio o colección de habitantes, según las convenciones
lingüísticas de la época.
465
Ver Constant, 1815/1872. p.36

267
Carolina Guerrero

classe préférée. Elle irritait sans contenir (...) c’etait une corporation sans base
et sans place fixe dans le corps social 466
(Aquellos que discuten la transmisión hereditaria de la primera cámara,
¿permitirían que la nobleza subsistiese junto a y con independencia de esa
primera cámara, y dar a ésta una condición vitalicia? ¿Qué sería de una
nobleza hereditaria sin funciones, al lado de una magistratura vitalicia
investida de funciones importantes? (...) En ella no se veía más que una
decoración brillante, pero sin objetivo preciso (...) Su superioridad se había
vuelto casi negativa; es decir, constaba más bien de exclusiones para la clase
plebeya, que de ventajas positivas para la clase privilegiada. Irritaba sin
contener (...)era una corporación sin base y sin lugar fijo en el cuerpo social)
La idea de fijar un fin determinado a la nobleza en el cuerpo social conduce a
fijar a la vez sus prerrogativas de manera constitucional, de manera que el
privilegio de los nobles sea menos odioso para el pueblo, menos atacable,
defendible con mayor facilidad, más fuerte. Dicho fin se inscribe en el senado
o cámara de los nobles, la cual debe ser hereditaria porque es, a juicio de
Constant, el único modo de renovar los miembros de un cuerpo vitalicio sin
que ese proceso signifique su debilitamiento ante la cámara de representantes.
Para el autor, si la cámara vitalicia es nombrada por el jefe de Estado, carecerá
de la potencia requerida a fin de contrarrestar a la cámara de representantes,
emanada de la elección popular. Ello se debe a que los miembros de la cámara
hereditaria se fortalecen por la independencia que adquieren inmediatamente
después de su nombramiento, y encarnan ante el pueblo un carácter distinto al
de simples delegados de la corona467. En tal sentido, el senado constituye, en
suma, el establecimiento de un fin determinado en el cuerpo político y social
que ha de ser asumido por la nobleza, mientras que la condición hereditaria
resuelve el problema no sólo de la sucesión de los miembros del senado, sino
de la permanencia de dicha nobleza en la asociación humana:
La noblesse a besoin, dans notre siècle, de se rattacher à des prérogatives
constitutionnelles et déterminées. Ces prérogatives sont moins blessantes
pour ceux qui ne les possèdent pas, et donnent en même-temps plus de force
à ceux qui les possèdent468

466
Constant, 1815/1872. p.36
467
Ver Constant, 1815/1872. p.36-37
468
Constant, 1815/1872. p.36

268
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

(En nuestro siglo, la nobleza necesita ser nuevamente revestida de


prerrogativas constitucionales y precisas. Tales prerrogativas hieren menos a
quienes carecen de ellas, y otorgan al mismo tiempo mayor fuerza a quienes
las poseen)
De acuerdo con la naturaleza del senado hereditario teorizada por Constant, a
la vez que el pueblo no tendrá el derecho de elegir esta cámara, el gobierno no
podrá disolverla, facultad que sí puede ejercer respecto a la cámara de
representantes469. Además, contrariamente a lo propuesto por Montesquieu,
Constant defiende la necesidad de no limitar el número de los miembros de la
cámara hereditaria, a fin de evitar, en primer lugar, la formación de un partido
en su propio seno, cuyo justificado derrocamiento no podría emprenderse
mediante la acción del gobierno ni del pueblo, sino a través de la derrota de la
propia constitución. El segundo elemento en el que se basa Constant para no
limitar el número de senadores es la posibilidad de que la cámara hereditaria
sea compatible con la libertad civil y política, tal como ocurre, señala el autor,
con la cámara hereditaria de Gran Bretaña, donde los individuos que se
distinguen pueden llegar a ella, extrayendo de dicha cámara lo que Constant
califica como el carácter odioso de la herencia, que es la exclusividad470.
Argumenta Constant al respecto:
Limiter le nombre des pairs ou des sénateurs, ce serait créer une aristocratie
formidable qui pourrait braver et le prince et les sujets471

469
Según Constant, en un Estado libre deben existir asambleas o cámaras de representantes
fuertes, numerosas e independientes, pero, a su juicio, ellas encarnan siempre una amenaza a
la libertad, por lo que en el Estado deben existir los medios constitucionales para prevenir tales
desvíos. Para el autor, este medio es el derecho del jefe de Estado de disolver las asambleas
de representantes, y ello se basa en los siguientes principios: una asamblea con poderes
ilimitados es más peligrosa, argumenta Constant, que el propio pueblo, el cual puede sacrificar
sus intereses a sus emociones, flaqueza a la cual no puede estar autorizada la asamblea (ver
Constant, 1815/1872, p.30-34, y 47-48) Si bien Constant formula la necesidad de
constitucionalizar un dique para los posibles desvíos de la cámara de representantes (a través
del derecho del jefe de Estado de sustraer el poder a las asambleas que no sepan ejercerlo sin
peligro, y convocar nuevas elecciones), no es perceptible en la teoría de Constant el dique que
habría de colocarse al jefe de Estado de manera de impedir que utilice tal prerrogativa de
forma desviada. El límite que asigna Constant es que si bien el jefe de Estado puede disolver la
asamblea, está impedido constitucionalmente de perseguir a sus miembros (ver Constant,
1815/1872, p.23)
470
Ver Constant, 1815/1872, p.37
471
Constant, 1815/1872, p.38

269
Carolina Guerrero

(Limitar el número de los pares o senadores sería crear una aristocracia


inmensa que desafiaría tanto al príncipe como a los súbditos)
De acuerdo con esto último, Constant estaría proponiendo la permanencia de
la nobleza en conciliación con la posibilidad de que ella pueda verse
relativamente incrementada, pero sólo en atención a las distinciones
extraordinarias logradas por algunos individuos en el cuerpo político, que los
hagan merecedores de integrarse a ella. Este principio se corresponde con la
idea de dignitas sobre la cual se funda el senado en la Roma clásica, en atención
a que, más allá del elemento hereditario, las cualidades con las que
determinados individuos se destacan por encima del pueblo residen en la
experiencia política, la sabiduría y los servicios realizados en utilidad pública.
En ese sentido, se elimina la separación incólume y eterna entre nobles y
comunes, al introducir constitucionalmente un leve resquicio a través del cual
los comunes dejan de serlo como resultado de la distinción adquirida a través
del ejercicio que hagan de su libertad civil y política, a efectos de generar una
utilidad pública tal que los haga merecedores de la prerrogativa.

II- El principio conservador de la república: la idea de Bolívar sobre el


senado

En las siguientes líneas analizaremos la concepción de Bolívar en torno al


senado hereditario, el cual propone ante el Congreso de Angostura, en febrero
de 1819. Comenzaré con una aproximación descriptiva a la forma propuesta y
finalmente promulgada en torno al senado, y luego con la discusión de las ideas
de Bolívar sobre la necesidad de la institución constitucional que formula, a
efectos de hacer posible y permanente la construcción republicana.
La propuesta senatorial que ofrece Bolívar al constituyente de 1819 se
fundamentó en dos documentos. El primero de ellos fue el borrador “Bases
para un Proyecto de Constitución para la República de Venezuela Una e
Indivisible”, el cual establecía472 un congreso nacional dividido en Cámara de

472
En el punto 4 de sus Normas Generales

270
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Representantes y Senado Hereditario473. Preveía que las leyes tendrían principio


en cualquiera de las dos cámaras, siempre que la correspondiente las pasase a la
otra cámara para su reforma, aprobación o rechazo474. Asimismo, establecía
una limitación al senado, al instituir que las leyes sobre contribuciones
emanarían sólo de la cámara de representantes. De acuerdo con las bases, ese
senado debía tener igual número de integrantes que la cámara de
representantes. El senador debía escoger como su heredero a la cámara al hijo
“más virtuoso, apto y digno”. Los senadores debían tener más de 30 años de
edad, 10 años de vecino, una propiedad de 6.000 pesos o un empleo con un
sueldo equivalente. Serían elegidos la primera vez entre los generales de la
república, los antiguos miembros del primer congreso constituyente, y entre los
funcionarios destacados por sus servicios a la república. El segundo
documento, el “Proyecto de Constitución para la República de Venezuela,
formado por el Jefe Supremo, y presentado al segundo Congreso
Constituyente para su examen” igualmente propone, en el Título VI sobre el
poder legislativo, un senado con funciones hereditarias. Tal formulación fue
finalmente modificada por el congreso constituyente, al mantener la condición
vitalicia y eliminar la relativa a la herencia475. Como mecanismo de sucesión
ante la muerte de un miembro del senado, la constitución promulgada el 15 de
agosto de 1819 previó la elección por parte de la cámara de representantes de
tres candidatos a pluralidad de votos, entre “los ciudadanos más beneméritos
por sus servicios a la República, por su sabiduría y virtudes”, los cuales son
presentados al senado.
La idea de Bolívar sobre el senado hereditario para la república naciente se
fundó en una concepción sobre la conveniencia política y utilidad pública. En
perspectiva moderna, la instalación de la república suponía el despliegue de un
cuerpo político determinado bajo unos principios políticos que habían de
fundamentarse sobre el valor sustantivo de esa república, el cual consistía en el
ejercicio de la libertad. Ello conducía a la idea de que ese cuerpo político
representaba el marco en el que había de desarrollarse pacíficamente la
individualidad, con base en la garantía de esa libertad y demás derechos cívicos.

473
Ver Grases, 1970. p.93ss
474
Punto 5 de sus Normas Generales
475
Ver Grases: El Libertador y la Constitución de Angostura de 1819. 1970. p.109ss

271
Carolina Guerrero

Pero en perspectiva clásica, si bien la república consistía en el orden político


del cual emanaban bienes (entre ellos principalmente la libertad), en realidad
esa república no era el marco para su disfrute, sino el centro mismo de la vida
política. En esa línea, el valor sustantivo, como expusimos en el capítulo 2, era
la permanencia de la república, la cual, a su vez, se había fundado para
garantizar la vida política bajo un gobierno establecido por comisión de
ciudadanos libres. Pero mientras en la república moderna la libertad es el valor
que da sentido a la práctica política, incluyendo al propio marco en el que se
desarrolla esa libertad y la individualidad de los ciudadanos privados, en la
república clásica ese valor reside en la existencia y permanencia de la república,
a la cual se consagran todos los elementos del orden político y social,
incluyendo la vida (y libertad) de sus ciudadanos.
Hago este señalamiento a fin de situar el debate en el cual se inserta la
propuesta de Bolívar sobre el senado hereditario: la discusión abarca el
propósito de inaugurar las prácticas republicanas modernas que giren en torno
de la libertad y la individualidad, con las cuales habrán de corresponderse las
formas políticas e instituciones constitucionales, pero este debate también
integra la intención de establecer las prácticas republicanas clásicas, que
demandan la devoción de los ciudadanos y las cosas a la existencia y
preservación de la república. En este sentido, entiendo la propuesta
constitucional de Bolívar sobre el senado hereditario como la intención de
asegurar la permanencia republicana, en atención a lo cual la posibilidad de
restringir el despliegue de los principios liberales (y de moderar una democracia
ya concebida como racional y no tumultuaria476) consistirá en una demanda
virtuosa, porque ella se encamina hacia el logro de la utilidad pública mayor.
En esos términos, la permanencia de la república puede exigir incluso la

476
Si alguna referencia republicana apoya la idea de Bolívar sobre la instalación del senado
vitalicio, ella es, a mi entender, la forma a través de la cual la Roma republicana instituyó el
senado como ese cuerpo conformado por los mejores en manos del cual debía ser manejado el
gobierno de la república. De acuerdo con el Digesto, “comenzó la plebe á convenirse con
dificultad, y el pueblo con mucha mas en medio de tanto gentío, la misma necesidad transfirió
al Senado el gobierno de la República, que de esta manera comenzó á interponerse, y se
observaba quanto determinada. Este derecho se llama Senatus consultum, ó constitucion del
Senado” (Cuerpo de derecho Civil ó Sea Digesto, Novelas é Instituta de Justiniano, Pomponio,
Tratado Especial Enchiridion. ed. 1872, p.35)

272
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

moderación de las formas republicanas477, mediante la adecuación a ella de


ciertas formas monárquicas (como debatimos en el capítulo 3 de este trabajo),
a objeto de hacer posible la república en el tiempo:
Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad;
pero, ¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder,
prosperidad y permanencia? ¿Y no se ha visto por el contrario la aristocracia,
la monarquía cimentar grandes y poderosos imperios por siglos y siglos? (...)
¿No tiene la Francia catorce siglos de monarquía? ¿Quién es más grande que
la Inglaterra? Estas naciones, sin embargo, han sido o son aristocracias y
monarquías 478
Es decir, de las formas aristocráticas y monárquicas ha derivado, según Bolívar,
el bien que desde una concepción republicanista clásica ha de ser contemplado
como la utilidad pública más elevada, que es la permanencia. Si ello es así,
aquellos elementos de esas formas aristocráticas y monárquicas deben ser
adoptados en la construcción republicana, con lo que dejan de corresponderse
con sus formas originales para republicanizarse; y ello opera siempre que se
utilicen las bases e instituciones constitucionales que hagan posible dicha
permanencia, con lo cual se hacen virtuosas al estar dirigidas a la realización de
aquella máxima utilidad. Tal premisa confirma obviamente la invalidez de lo
contrario: si una base o institución republicana desemboca en el peligro de
perder la república, ha de ser catalogada como viciosa, en cuyo caso el deber
cívico consistirá en descartarla. Es decir, la adopción de los principios
republicanos será viciosa si desestabiliza al orden republicano y conduce
eventualmente a la desintegración de la república, así como la adopción de
principios distintos a los republicanos será virtuosa si ella asegura la
permanencia. Estatuye Bolívar:

477
En estos términos lo expresó Bolívar en una carta dirigida a Guillermo White (desde San
Cristóbal, 26 de mayo de 1820): “El oficio de mi senado es temperar la democracia absoluta;
es mezclar la forma de un gobierno absoluto, con una institución moderada; porque ya es un
principio recibido en la política, que tan tirano es el gobierno democrático absoluto, como un
déspota; así sólo un gobierno temperado puede ser libre. ¿Cómo quiere Vd. que yo tempere
esta democracia, sino con una institución aristocrática? Ya que no podemos mezclar la forma
monárquica con la popular, que hemos adoptado, debemos por lo menos hacer que haya en la
república un cuerpo inalterable que le asegure su estabilidad; pues sin estabilidad todo
principio político se corrompe y termina siempre por destruirse” (en Grases, 1988, p.235) (el
destacado es mío)
478
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.214

273
Carolina Guerrero

En nada alteraríamos nuestras leyes fundamentales, si adoptásemos un poder


legislativo semejante al Parlamento Británico (...) Si el Senado, en lugar de ser
electivo, fuese hereditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma de
nuestra república. Este cuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos
del gobierno, y rechazaría las olas populares. Adicto al gobierno, por el justo
interés de su propia conservación, se opondría siempre a las invasiones que el
pueblo intenta contra la jurisdicción y la autoridad de sus magistrados 479
De lo anterior se desprende el siguiente cálculo utilitario: Bolívar no
necesariamente atribuye a los miembros del senado la virtud de convertirse en
“adictos al gobierno” debido a la disposición especial de ellos para identificar
en la existencia del senado hereditario un elemento para la permanencia de la
república. Es decir, los senadores no serían tales adictos al gobierno –y, por
tanto, del orden político– impulsados por su amor a la república y el deseo
fundamental de consagrar sus funciones públicas a asegurar la permanencia de
ella. Por tanto, Bolívar apela al cálculo sobre cómo provocar el efecto de incitar
en los senadores su adicción al gobierno y al orden político, e identifica que
ello puede generarse con base en el interés de los mismos por su propia
conservación. Además de que Bolívar reconoce que probablemente el interés
de los senadores no esté enfilado hacia el bien común sino hacia el particular,
introduce la posibilidad de que realizando ese interés particular, la
conservación de los senadores hereditarios termine incidiendo finalmente en la
realización del bien público supremo, que es la conservación de la república.
En adición, el Libertador le otorga a ese interés particular de los senadores la
condición de “justo”. En ello interpreto que hay coherencia con el liberalismo
moderno, el cual precisamente funda en la búsqueda y realización del bienestar
particular la contribución indirecta al bienestar general, a partir de la idea de
que ese interés egoísta es justo, en un orden político que ha de desplegarse para
garantizar el disfrute pacífico de la libertad y de la individualidad.
Simultáneamente, en perspectiva republicana clásica, el único interés justo es
aquel que se consagra al bien común, nunca al interés particular. Por tanto, el
principio con la que Bolívar diseña el modo a partir del cual una institución
constitucional como el senado hereditario habrá de apoyar la utilidad pública
suprema (que, de acuerdo con una concepción republicana clásica, consiste en
la permanencia de la república) se basa en una argumentación liberal, que

479
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.221

274
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

simultáneamente choca contra las convicciones republicanas clásicas, al


privilegiar el interés particular y otorgarle además la condición de justicia.
Aunque hasta ahora Bolívar ha reconocido la eventual ausencia de espíritu
público en los futuros senadores, a lo largo de su discurso centrará su
elocuencia en el supuesto contrario, sobre la virtud de los miembros de la
cámara hereditaria. No obstante, como veremos más adelante, esta aparente
contradicción tiene una utilidad conmocional como recurso retórico.
De acuerdo con la elocuencia de Bolívar, la instalación en la república del
principio de sucesión hereditaria no sería opuesta al principio republicano de
igualdad, en tanto aquel no esté dirigido a la instauración de la nobleza, sino
más a la creación de un oficio necesario para la permanencia de la república480.
Al estar vinculada la sucesión hereditaria al fin público supremo, dicha
institución habría de republicanizarse, ya que no estaría destinada a privilegiar una
clase, sino a inducir a la creación de cualidades cívicas en un cuerpo de
ciudadanos, de manera de apuntar finalmente a la preservación de la
construcción republicana. Tal proyecto permitiría concentrar el fomento del
saber político en los senadores, de manera de que éstos puedan, como
institución constitucional, ejercer las funciones correspondientes que habrán de
decantar en la construcción de la utilidad pública mayor. Esta argumentación
supone, simultáneamente, la idea de que la primera generación de senadores no
necesariamente dispondrá de esas cualidades para el ejercicio de la función que
se les encomienda en la república, ya que principalmente la prerrogativa de
senador será la recompensa que les entregará la república por sus servicios a la
emancipación481. A su vez, las generaciones siguientes habrán de ser
adecuadamente instruidas y educadas para ejercer el oficio de senador, de

480
Bolívar debe insistir que el fin del senado hereditario no es la creación de la nobleza sino la
institución de las posibilidades de permanencia de la república y de la libertad política y civil,
dado que en la elocuencia que maneja en este discurso expresó que la república
“constituyéndose en una República democrática, proscribió la monarquía, las distinciones, la
nobleza, los fueros, los privilegios” (Bolívar, 1819, en Grases, 1988. p.214)
481
Ello en atención a que, como establecen las “Bases para un proyecto de Constitución para la
República de Venezuela Una e Indivisible”, los senadores serán escogidos en primer término
entre los generales de la república. En la tradición republicana clásica, la heroicidad del
ciudadano que entrega su vida a la defensa de la república otorga en recompensa el acceso al
justo fasto, de manera que se piensa que los servicios a la república imprimen gloria al
ciudadano, y el fasto habrá de corresponderse en proporción con el mayor grado de heroicidad
entregado para la búsqueda del bien común.

275
Carolina Guerrero

forma tal que dispondrían del conocimiento requerido para ello. Señala el
Libertador:
De ningún modo sería una violación de la igualdad política la creación de un
senado hereditario; no es una nobleza la que pretendo establecer (...) Es un
oficio para el cual se deben preparar los candidatos, y es un oficio que exige
mucho saber y los medios proporcionados para adquirir su instrucción. Todo
no se debe dejar al acaso y a la ventura en las elecciones: el pueblo se engaña
más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte; y aunque es verdad
que estos senadores no saldrían del seno de las virtudes, también es verdad
que saldrían del seno de una educación ilustrada 482
Nuevamente se confronta Bolívar con la ausencia de virtud en la república,
entendida tal virtud como ese amor por la patria capaz de insuflar en el
individuo el espíritu público necesario para mantener la salud pública. Como
destaca Castro Leiva en torno al sentimentalismo ético vinculado con la idea de
virtud, ella consistirá justamente en lo irracional (por tratarse de un
sentimiento), mas no en una “cadena de conocimientos”483, como finalmente
ocurriría con los herederos de la condición de senador, apropiadamente
ilustrados para sus funciones. No obstante, si Bolívar ha de reconocer que tales
senadores herederos estarán desprovistos de virtud cívica, aparentemente opta
por la utilidad que ha de desprenderse del saber cívico inculcado en esos
ciudadanos, futuros tutores de la patria. Se trata de un cálculo utilitario que se
orienta a asegurar la utilidad pública. Expresa Bolívar sobre la educación
ilustrada de los herederos al senado:
Estos senadores serán elegidos, la primera vez por el Congreso. Los sucesores
al Senado llaman la primera atención del gobierno, que debería educarlos en
un colegio especialmente destinado para instruir aquellos tutores, legisladores
futuros de la Patria. Aprenderían las artes, las ciencias, y las letras que adornan
el espíritu de un hombre público: desde su infancia ellos sabrán a qué carrera
la Providencia los destinaba, y desde muy tiernos elevarían su alma a la
dignidad que los espera484
A pesar del aparente pesimismo de Bolívar sobre la virtud de los senadores
herederos, lo cual lo conduce a centrar su propuesta en la instalación del saber
cívico y político en tales hombres, en el caso de los primeros senadores

482
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.222
483
Ver Castro Leiva, 1997.
484
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.222

276
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

elegidos entre los generales de la república, la virtud habría sido expresiva en su


disposición para renunciar a sí mismos durante la guerra independentista, de
manera de hacer posible la emancipación requerida para emprender la
construcción republicana. Es decir, la virtud habría estado activa en el ejercicio
de esa heroicidad militar, aunque ello no signifique exactamente que fuera del
campo de guerra tales individuos observen las prácticas políticas necesarias
para la búsqueda del bien común. Y en cierta medida, extremando el
argumento, no toda entrega heroica es estrictamente expresiva de la virtud, ya
que esa heroicidad pudiese estar fundada en el interés por el botín, lo cual
representaría el propósito de realizar el egoísta bienestar particular y no la
acción impulsada por el espíritu público de un ciudadano virtuoso. En todo
caso, Bolívar presume la virtud de los héroes de la república. En esa heroicidad
habrá de fundarse la entrega del justo fasto485, encarnado en la condición de
senador, como construcción de una clase de ciudadanos distinguidos:
Por otra parte, los libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre
un alto rango en la república que les debe su existencia. Creo que la
posteridad vería con sentimiento anonadados los nombres ilustres de sus
primeros bienhechores; digo más, es del interés público, es de la gratitud de
Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la última
posteridad, una raza de hombres virtuosos, prudentes, y esforzados, que
superando todos los obstáculos, han fundado la república, a costa de los más
heroicos sacrificios. Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de
sus bienhechores, es indigno de ser libre y no lo será jamás 486
En la idea de Bolívar en torno al senado hereditario es perceptible el ensayo
constitucional centrado en combinar los beneficios que han de emanar de un
senado inspirado en la tradición romana clásica, junto con los que han de
derivar del correspondiente modelo británico. Tal pretensión apunta, a mi
entender, hacia la realización de la libertad política y de la libertad individual en
la nueva república, tras establecer las bases jurídico-constitucionales que
permitiesen la libertad que fue preciosa para los antiguos, así como la que
configura el valor para los modernos. Es decir, en Bolívar encuentro la idea de

485
Al margen de la retribución de la república a la heroicidad, se apunta también a convertir el
estamento militar en una clase propietaria. Lynch observa que en las recompensas a los héroes
de la guerra independentista está la intención de Bolívar de “hacer de cada militar un
ciudadano propietario” (1993, p.141)
486
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.222

277
Carolina Guerrero

que el senado romano era el garante de la expansión de la libertad política,


entendida como forma de participación de la ciudadanía en lo público, al
impactar a tales ciudadanos mediante el mejor ejemplo provisto por los
senadores distinguidos con base en su experiencia y sabiduría. A la par, el
senado romano, como clase rectora de la vida política, encarnaba la capacidad
de refrenar un pueblo tumultuario y sedicioso, de manera de hacer posible la
participación política de los ciudadanos tras temperar sus pasiones. En suma, la
institución senatorial romana está asociada con la expansión de la libertad
política, de participación del ciudadano en los negocios públicos. Asimismo, el
senado británico es interpretado por Bolívar como una institución
favorecedora del despliegue de la libertad individual, sustantiva para los
ciudadanos modernos, al erigirse en una garantía para los derechos civiles,
entre ellos la libertad individual, y contener, además, las demandas exageradas
que pudiesen provenir de las clases populares, y que pudiesen amenazar la
libertad en el orden político. Por tanto, el intento de Bolívar pareciera dirigirse
a combinar en su senado hereditario las ventajas de los senados romano y
británico, tal como expresa en la siguiente cita, en la que respectivamente se
refiere, a mi juicio, a la libertad política romana (es decir, de la república
antigua) y la libertad civil en el orden británico (de los modernos): “Los
senadores en Roma y los Lores en Londres han sido las columnas más firmes
sobre que se ha fundado el edificio de la libertad política y civil”487.
La referencia a la posibilidad de asegurar la libertad de los modernos a través
del senado hereditario es fundamental en el discurso de Bolívar, en tanto
permite defender retóricamente la idea de que su diseño constitucional es
cónsono con los principios liberales. En ese orden, la moderación de la
república por medio de formas aristocráticas y monárquicas no podría ser
catalogada como la negación de los principios políticos inherentes a la
implantación de la república, ya que al fundar sobre esa moderación la
posibilidad de expandir la libertad individual, la misma no configuraría el
intento de constreñir las libertades y derechos civiles, ni siquiera el principio de
igualdad, en vista de que la conformación de prerrogativas de una clase no será
contraria a la idea de igualdad si ella, lejos de establecer diferencias entre los
ciudadanos para el disfrute de los derechos civiles, se cristaliza más bien como

487
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.222

278
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

una garantía necesaria y firme para tales derechos. Y en adición a los vínculos
del senado hereditario con la libertad, Bolívar argumenta en torno a lo que
desde su perspectiva concentra la utilidad suprema de esta institución, que es la
posibilidad de asegurar la permanencia de la república:
Se ha dicho con demasiada razón que la Cámara alta de Inglaterra, es preciosa
para la nación, porque ofrece un baluarte a la libertad, y yo añado que el
Senado de Venezuela, no sólo sería un baluarte de la libertad, sino un apoyo
para eternizar la república 488
Tanto el ejercicio racional de la libertad como la permanencia de la república
demandan la capacidad en los ciudadanos de ser garantes de su propio orden
político, como debatimos en el primer capítulo de este trabajo. Esta condición
contempla la necesidad de identificar en qué consiste el bienestar propio y de la
república y, por tanto, el interés asociado a ello. En la argumentación de
Bolívar se expresa la limitación de los individuos miembros de la república para
conocer sus verdaderos intereses, lo cual los inhabilitaría para el ejercicio de la
libertad racional, y los erigiría en una latente amenaza de disgregación de la
república. En esa premisa fundamenta Bolívar la necesidad de que esos
individuos puedan ser conducidos en las prácticas políticas por los mejores
ciudadanos, lo cual, a su vez, exigirá de estos últimos una condición de
imparcialidad, a fin de aplicar la justa corrección a los desvíos promovidos por
los individuos, incluso los magistrados. Tal supuesto implica que el fin de esos
mejores ciudadanos es templar las pasiones, entendiendo que toda acción que
no se ajuste a la racionalidad consistente en la realización de la utilidad propia,
es una acción impulsada por la irracionalidad de las pasiones. Y si los
individuos pugnan contra sus propios intereses es debido a que son dominados
por sus propias pasiones (su irracionalidad), cuyo efecto desestabiliza el
ejercicio pacífico de la libertad y la permanencia del orden político. Con base
en este razonamiento, Bolívar teoriza la necesidad de que esos individuos
incapaces de identificar la realización de su propia utilidad sean guiados por
aquellos mejores ciudadanos, los senadores, conocedores del bien para los
ciudadanos y la república:
Debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos
intereses, y constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus

488
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.223

279
Carolina Guerrero

depositarios: el individuo pugna contra la masa, y la masa contra la autoridad.


Por tanto es preciso que en todos los gobiernos exista un cuerpo neutro que
se ponga siempre de parte del ofendido y desarme al ofensor 489
Y si ese cuerpo de sabios ha de ejercer la neutralidad en el orden político a fin
de poder corregir los desvíos de los ciudadanos en el ejercicio de la libertad y la
participación política, al igual que los desvíos en los que puedan incurrir los
magistrados en la conducción de los asuntos públicos, dicha imparcialidad
exige, según Bolívar, que los senadores no estén autorizados para tales
funciones por parte del pueblo ni del gobierno, sino solamente de la norma de
sucesión establecida en la ley fundamental. Es la base sobre la cual Bolívar
apoya su propuesta en torno a la condición hereditaria para el senado. De este
modo instituye el senado hereditario como una necesidad para la libertad y la
permanencia del orden; es decir, como una demanda de la república (lo cual
apunta al bien común) y no como la inauguración de la prerrogativa de una
clase (lo cual se vincularía con el interés particular de unos pocos):
Este cuerpo neutro, para que pueda ser tal, no ha de deber su origen a la
elección del gobierno, ni a la del pueblo, de modo que goce de una plenitud
de independencia, que ni tema, ni espere nada de estas dos fuentes de
autoridad 490
El supuesto de que un cuerpo de sabios habrá de conocer los verdaderos
intereses de los individuos, estos últimos ignorantes con relación a dichos
intereses, plantea el siguiente problema en perspectiva liberal: por un lado, es
cuestionable la densidad del sustento teórico en torno a la idea de que unos
pocos puedan arrogarse el derecho de catalogar al resto como
insuficientemente iluminados para conocer en qué consiste su propio beneficio
y dónde reside la utilidad, a la vez que es igualmente cuestionable que esos
pocos sí posean tal capacidad. Por otra parte, en el supuesto de que
efectivamente la mayoría de los individuos esté inmersa en la condición
permanente de atentar contra sí misma y contra la utilidad pública, y que ello
pueda corregirse por el efecto de la orientación impresa a esos débiles
individuos por parte de los mejores ciudadanos, surgiría el problema sobre
cómo asegurar que esa élite cívica utilice sus facultades para guiar a esos
ciudadanos hacia la realización del bien común, y no del beneficio particular de

489
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.222
490
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.222

280
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ella misma. Bolívar se contradice en este sentido y no logra esclarecer tal


dilema, ya que al inicio de su exposición sobre el senado hereditario planteó
que este último será adicto del buen gobierno debido al “justo interés de su
propia conservación” (conservación del senado). Es decir, el senado habrá de
cumplir con sus funciones constitucionales en atención a su interés particular,
centrado en su propia conservación. Por tanto, no es fácilmente presumible
que dicho senado utilice sus prerrogativas de clase en función de realizar el
interés de la ciudadanía y, en fin, de la república. Bolívar no esclarece cómo al
crear una nueva clase, distinguida por el privilegio de la condición hereditaria,
iría ella a mantener la identificación –e incluso comunión– de su propio interés
con los intereses del pueblo. Menos aún después de teorizar que el interés del
senado hereditario se funda en su propia conservación; es decir, es un interés
particular de la prerrogativa de la nueva clase, y no necesariamente el interés
del cual participa el común de los ciudadanos, o sea, el pueblo del cual esos
senadores han sido separados al ser ubicados en una nueva clase. En tal línea,
la referencia que hace Bolívar a “el Senado, que defiende los intereses del
Pueblo como Representante de la Nobleza de que se compone”491 constituye
justamente una antinomia, en tanto no establece el Libertador sobre cuáles
principios y en atención a qué mecanismo un representante de la nobleza habrá
de defender los intereses del pueblo y no los propios. Expresa Bolívar:
El Senado hereditario, como parte del pueblo, participa de sus intereses, de
sus sentimientos y de su espíritu. Por esta causa no se debe presumir que un
Senado hereditario se desprenda de los intereses populares, ni olvide sus
deberes legislativos 492
La idea de Bolívar respecto al fundamento del senado sobre la virtud de los
primeros ciudadanos quienes realizaron la utilidad pública a través de sus
servicios republicanos (lo cual principalmente toca a los generales de la
república, aunque las bases del proyecto de constitución que se presenta en
1819 también contempla la distinción proveniente de servicios no
estrictamente militares, como la participación de ciudadanos en el primer
congreso constituyente y la posibilidad de que algunos funcionarios se hayan
destacado por sus servicios a la república) representaría la garantía en torno a la

491
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.224
492
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.222

281
Carolina Guerrero

cualidad moral requerida en los senadores para apuntar nuevamente a la


realización del bien común (“reprimir todo principio del mal y propagar todo
principio de bien”) y no del interés particular. Pero en ello puede percibirse la
fundamentación teórica del senado vitalicio (los mejores ciudadanos lo son
debido a su virtud y servicios públicos, por lo que habrán de ser elevados a la
condición de senadores desde donde deberán continuar su acción virtuosa
dirigida a la utilidad de la república; por tanto, habrán de prestar ese servicio
supremo de por vida, por el bien común), y no necesariamente del senado
hereditario. De hecho, en el discurso de Bolívar se percibe su reconocimiento
en torno a la posibilidad de fundar los mejores conocimientos en los herederos
al senado, mas también se identifica su escepticismo en torno a la implantación
de la virtud en tales sucesores. En esa línea, si bien la virtud de los primeros
senadores, por la cual han de elevarse a tal función en la república, será la
garantía de que no se “adulterarán” sus fines dirigidos a realizar el interés de la
república, tal virtud puede o no estar presente en los sucesores, anulando la
seguridad de que éstos igualmente dirijan sus prerrogativas hacia el bien de la
sociedad política, lo cual puede abrir la vía para el establecimiento del senado
vitalicio, aunque evidencia la debilidad e inconvenientes del senado hereditario.
Continúa el Libertador sobre lo incólume de los primeros senadores, pero sin
resolver el punto con relación a los herederos al senado:
Ningún estímulo podrá adulterar un cuerpo legislativo investido de los
primeros honores, dependiente de sí mismo sin temer nada del pueblo, ni
esperar nada del gobierno; que no tiene otro objeto que el de reprimir todo
principio del mal, y propagar todo principio de bien; y que está altamente
interesado en la existencia de una sociedad en la cual participa de sus efectos
funestos o favorables 493
De esta última cita puede interpretarse que si bien los sucesores al senado
presentarán sólo eventualmente (al acaso, como diría Bolívar) la virtud
necesaria para eclipsar su interés particular a favor del común, Bolívar
introduce un cálculo utilitario sobre el principio que podrá mantener a tales
herederos dentro de los límites y facultades que les imponga la república y su
constitución, sin utilizar sus prerrogativas en beneficio particular. Ese cálculo
se dirige a la conveniencia que significará para esos sucesores la conservación

493
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.223

282
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

del orden político en la república, a fin de asegurar por esa vía la conservación
de su propia clase. Es decir, si bien los senadores herederos podrían no
accionar su virtud cívica para observar la realización del bien común, ese
mismo efecto, en bienestar de la república, será generado a través del cálculo
racional de dicha clase (que “participa de los efectos funestos o favorables” de
la sociedad política) en torno a su utilidad particular.
Finalmente, en cuanto a la pretensión de adoptar en la república el principio
liberal sobre el equilibrio de los poderes públicos, Bolívar inserta la idea de que
el senado hereditario será tanto la base del poder legislativo como la base del
gobierno, lo cual otorga a ese cuerpo una distinción y prerrogativa superior a la
de la cámara de representantes con la que habría de contrapesarse dentro del
legislativo, y también una fundamentación especial en el orden político494. A
este senado le asigna la facultad de servir de contrapeso entre el gobierno y el
pueblo, lo cual coincide con la tradición clásica mas no con la moderna, en
atención a la cual el senado es concebido como el poder representativo de la
continuidad, y no estrictamente como un poder neutral que totalmente insufle
sosiego en las “tempestades” entre ciudadanos y magistrados. Todo ello
conduce la una concepción compleja de la propuesta constitucional de Bolívar
sobre la posibilidad de aplicar a la república naciente una institución que
combine la utilidad que representó el senado romano para los antiguos y la que
representaba en ese instante el senado hereditario de inspiración británica para
los modernos. Concluyo esta parte con la siguiente cita del Libertador:
Un Senado hereditario, repito, será la base fundamental del Poder Legislativo,
y por consiguiente, será la base de todo Gobierno. Igualmente servirá de
contrapeso para el gobierno y para el pueblo: será una potestad intermedia
que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estos eternos rivales. En
todas las luchas, la calma de un tercero, viene a ser el órgano de la
reconciliación: así el Senado de Venezuela será la traba de este edificio
delicado y harto susceptible de impresiones violentas, será el iris que calmará

494
De hecho Bolívar, en este discurso ante el congreso constituyente de Angostura, alaba la
constitución romana por haberse adaptado a la necesidad de las cosas, generando un orden
político donde no existía, a su juicio, un equilibrio de poderes: “La constitución romana es la
que mayor poder y fortuna ha producido a ningún pueblo del mundo; allí no había una exacta
distribución de los poderes (...)” (ver Bolívar, 1819, en Grases, 1988. p.220)

283
Carolina Guerrero

las tempestades y mantendrá la armonía entre los miembros y la cabeza de


este cuerpo político 495

III- El deber cívico de republicanizar la herencia

En esta parte final del presente capítulo pretendo establecer los nexos entre las
ideas de Bolívar sobre el senado hereditario y las principales fuentes
intelectuales y supuestos jurídico-políticos sobre los cuales se apoya para
configurar su teorización al respecto.
A mi entender, el fundamento de la concepción de Bolívar en torno al senado
hereditario se sitúa en la idea sobre lo que ha de permanecer y lo que ha de
mudar en la sociedad política, patente en el pensamiento constitucional de
Benjamin Constant. Constituye la piedra angular de toda esta argumentación,
que efectivamente va a estar conformada por otras influencias teóricas e
históricas, además de la formulación de Constant. En este autor identifico la
idea sobre lo que ha de ser constante y lo que ha de ser renovable en un orden
político y social que efectivamente sea el marco para el despliegue de la libertad
individual y las garantías cívicas. Con base en ello, Constant asigna
principalmente a la opinión el deber de actualización de las estructuras políticas
y de la conducción de lo político, de manera de permitir la mejora e incluso la
mudanza correspondiente de determinadas prácticas, con el objeto de
favorecer la libertad. En paralelo, este autor defiende la conservación de
determinadas instituciones y prácticas políticas, con el objeto de asegurar la
permanencia de la asociación humana sobre una estructura perenne que no
sólo no invade los espacios de la libertad individual, sino que al asegurar su
permanencia en el tiempo suministra el punto de estabilidad para la
persistencia de dicha asociación. En esos términos, para que el espacio político
pueda gravitar en torno al favorecimiento de la libertad y de la permanencia de
la asociación humana, ha de verificar la disección abstracta que dé origen a los
ámbitos que le otorgan sentido a dicho espacio y que, con base en su

495
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.223

284
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

coexistencia, cristalizan en su estabilidad. En suma, tales ámbitos son la


institucionalidad de la renovación y la institucionalidad de la conservación, a
efectos de que en esa sociedad política pueda coexistir la necesidad de
actualización de todo aquello que ha de mudar (a fin de mejorar las garantías a
la libertad y los derechos) junto con la necesidad de permanencia (a fin de
proveer una fundación sólida a la estructura jurídico-política que da sentido e
identidad a tal asociación). En suma, en la esfera de lo mutable se ubica el
poder de la opinión, mientras que en la de lo permanente se sitúa la idea de
herencia, sin que un ámbito pueda eclipsar o afectar al otro, y derivando de
esta disposición los elementos de libertad y estabilidad referidos.

Desde mi punto de vista, es en esta idea –sobre lo que ha de permanecer


estable y lo que ha de mudar– que erige Bolívar su propuesta constitucional
presentada en Angostura en 1819, al teorizar sobre un tipo de institucionalidad
de la permanencia y una institucionalidad de la renovación, que han de
conciliarse en un orden político que simultáneamente pueda suministrar
estabilidad y libertad. El punto es que en el orden republicano lo permanente
se vincula con los valores, tradición y principios republicanos; es decir, con
elementos abstractos, y no con instituciones políticas tangibles. Podría
argumentarse que la idea de permanencia podría residir en la disponibilidad
misma de una constitución en la república, pero ello presentaría la objeción de
que tal constitución fundamenta las bases jurídicas y políticas de esa sociedad
política, pero no una institución que interactúe y se interrelacione con el resto
de las instituciones del Estado en el nivel de la práctica política, ya que esa
constitución estará en el basamento sobre el cual se erige dicho nivel. Por
tanto, lo que enfrenta Bolívar es cómo introducir en la república ese ámbito de
conservación y de permanencia representado en una institución determinada, el
cual cohabitará con el ámbito de actualización política, de lo necesariamente
variable y renovable en dicha república. En ello encuentro la razón por la cual
este hombre político intenta trasladar a la república la institución que, por
excelencia, encarna el valor sustantivo de conservación y permanencia en las
formas políticas que, según Bolívar, han verificado mayor estabilidad a lo largo
de la historia. Tal institución es la sucesión hereditaria, mientras que las formas
referidas son la aristocracia y la monarquía.

285
Carolina Guerrero

Al mismo tiempo que es relevante para la concepción constitucionalista de


Bolívar la definición de un espacio para la institucionalidad conservadora en la
república, la vía por la cual llega a ello se diferencia de la tomada por Constant
en que, para este último, esa columna preservadora es necesaria para sostener
la estructura en la que se expande la libertad individual, en tanto que para
Bolívar la utilidad esencial de dicha institucionalidad es servir de columna
preservadora de la propia república, aunque a la vez reconoce que, como valor
adicional, la misma permitirá asegurar el despliegue de las libertades política y
civil en esa república. Es decir, la posibilidad de que la institucionalidad
conservadora genere garantías al ejercicio de la libertad es considerada, en
perspectiva de Bolívar, como una utilidad adicional en beneficio de los
ciudadanos (que le sirve, en adición, para incrementar la elocuencia
conmocional de su discurso sobre la propuesta y defensa del senado
hereditario), pero la importancia central (no adicional) de la conservación es ser
un elemento de permanencia de la república, lo cual significa una utilidad para
el bien común. De tal manera, dicha institucionalidad conservadora inscribe la
ventaja pública de estar dirigida al bien común al ser necesaria para la
preservación de la república, la cual se supone es la aspiración máxima de todo
ciudadano, y, a la vez, provee una ventaja adicional, consistente en permitir la
expansión de las libertades.

Sin embargo, la concepción de Bolívar respecto al senado hereditario está


levantada sobre una perspectiva pesimista en torno a la condición ciudadana
presente en los habitantes de la república, lo cual afecta la idea de que el
senado hereditario, como institución conservadora, permita la permanencia de
la república sumada al despliegue de las libertades. Es decir, esa percepción
sobre la ciudadanía colisiona contra la propuesta de Constant, basada en la idea
de que el individuo es capaz de ejercer la libertad, y que la apreciación
pesimista de unos pocos no puede pretender limitar el disfrute de sus derechos
cívicos496. Lo que quiero establecer es que la línea argumental de Constant se

496
Ver Constant/Filangieri, 1826/1836, p.273, y la segunda parte del capítulo II del presente
trabajo.

286
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

orienta a crear unas bases jurídico constitucionales y una institucionalidad (de


la conservación y de la actualización) que garanticen el goce de la libertad
individual y de la individualidad, con base en la premisa de que la asociación
humana debe suministrar al individuo las garantías para que éste pueda
desplegar su interés particular, sus especulaciones y espíritu de industria497; y es
en ese marco que Constant formula la propuesta en torno a las instituciones
conservadoras (fundadas en la herencia) y las instituciones de la actualización
política (instauradas en la opinión y lo que ha de ser mutable y perfeccionable).
En contraste, Bolívar no se plantea armar una estructura jurídico constitucional
dirigida a asegurar la libertad individual y las garantías para la expansión de la
individualidad, sino a la construcción de la república y su permanencia estable
en el tiempo. Si ése es el fin al cual deben adecuarse las prácticas políticas
según el Libertador, entonces la constricción de la individualidad y de las
libertades será virtuosa si permite la realización del bien común, centrado en
esa permanencia y estabilidad republicana. La tensión entre la propuesta de
Constant y la de Bolívar se erige en que la primera privilegia lo individual, en
tanto la segunda privilegia lo público. De ese modo, si bien para Bolívar es
relevante la idea de Constant sobre la necesidad de coexistencia de
instituciones conservadoras e instituciones renovadoras, por lo que Bolívar
traslada a la república el establecimiento de dichas instituciones conservadoras
basadas en la sucesión hereditaria, el objeto de Constant es otorgar mayores
garantías a la individualidad y la libertad, mientras que el de Bolívar es que esas
garantías se dirijan a asegurar la estabilidad y permanencia de la república. Y si,
a la par, todo ello se combina con esa concepción pesimista sobre la
ciudadanía, el diseño constitucional de Bolívar sobre el senado hereditario
resultará en un elemento virtuoso de limitación de tales libertades e
individualidad, a fin de detener las “olas populares” que amenacen con la
desestabilización del orden político y, por tanto, de la república, y ello difiere
de la concepción de Constant, para quien la individualidad no amenaza al
edificio político en tanto se someta, como todo dentro de la sociedad política, a
límites que no eclipsan la libertad sino que impiden los excesos: además de lo

497
Como se expone en el capítulo II, Constant reclama independencia constitucionalmente
establecida para que la realización del interés individual pueda derivar en beneficios tangibles
para el individuo y, de manera indirecta, para la sociedad política. Ver Constant/Filangieri,
op.cit. p.14

287
Carolina Guerrero

concerniente al cumplimiento de las leyes (que, de paso, son pensadas como


algo susceptible de ser mejorado), no podrá constituir una voluntad general
absoluta que pueda aplastar los intereses de individuos o minorías, ni podrá
destruir la institucionalidad conservadora de la cual emanan las garantías para la
libertad y la individualidad. En el caso de Bolívar, su teorización va más allá de
fijar estas limitaciones mínimas a la libertad y la individualidad, dado que al
tomar como principal objeto de la política la permanencia de la república,
puede, como en efecto realiza, concebir las restricciones adicionales de la
libertad y de la individualidad como una necesidad a favor de la utilidad
pública. En tal sentido, si se realiza la utilidad pública, los sacrificios
individuales que se exijan para ello no son entendidos como una imposición
aplastante para los ciudadanos, sino que son asimilados como la cotidiana y
debida consagración del individuo a su república.

En esa línea, la misión preeminente de la institucionalidad conservadora


propuesta por Bolívar será la permanencia de la república (al consistir en “la
base, el lazo, el alma de nuestra república”), lo cual define la función del
senado hereditario a efectos de rechazar “las olas populares” y, en esencia, ser
el depósito de sabiduría en la república para determinar los “verdaderos
intereses” de unos ciudadanos incapaces de conocerlos por sí mismos, quienes,
además, “constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus
depositarios”. En este sentido, la concepción de Bolívar se enlaza con las
propuestas teóricas de Montesquieu y de Rousseau en los siguientes términos:
si bien Montesquieu reconoce la condición de libertad en los hombres, diserta
al mismo tiempo sobre sus limitaciones humanas –que podrían afectar su
capacidad para ser libres– al estar sujetos “a la ignorancia y el error”; en
consecuencia, la función del senado hereditario será orientar el ejercicio de la
política por parte de los ciudadanos libres. Mientras, Rousseau, en sus
reflexiones sobre el senado romano, admite la utilidad para la república de que
los ciudadanos sean conducidos por los más sabios, los venerables, quienes
deberán refrenar la fiereza de la multitud. A la vez, es preciso subrayar la
concesión que hace Montesquieu sobre la idea de ciudadanos libres: si bien
teoriza que la debilidad los hombres puede hacerlos degenerar en populacho
extraviado, el barón retorna a la idea de que la fuente de poder en un orden

288
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

político justo reside en ese pueblo; por tanto, el senado hereditario será el
depósito de las maneras o de la regla permanente de los modos, necesario a su
vez para la permanencia de la condición de ciudadanos libres en los miembros
de dicho pueblo. La distinción es sutil, dado que lo que estatuye Montesquieu
es la debilidad a la que están sujetos esos ciudadanos libres. En la
argumentación de Rousseau sobre el senado romano, se patenta la idea de que
los ciudadanos están permanentemente sujetos a sus pasiones inherentes al
estado salvaje, por lo que necesitan ser temperados por los más sabios. Y en la
concepción de Bolívar, la condición de ciudadanos libres no está dada en el
pueblo, sino que ha de derivar únicamente de la conducción que de él realice
ese consejo de sabios para no sólo refrenar sus pasiones peligrosas, sino
además revelarle a tales individuos cuáles son sus verdaderos intereses.

Aunque para Bolívar el senado hereditario es cardinalmente relevante en


función de su utilidad pública dirigida a la conservación de la construcción
republicana, refiere su facultad de hacer posible las libertades política y civil,
como mencionamos líneas atrás. En ello es perceptible el intento de Bolívar
por integrar la forma política del senado romano (el cual además de servir
como cuerpo consultivo de los magistrados servía de guía a los ciudadanos en
el ejercicio de su libertad política, entendida como el derecho a la participación
en los asuntos públicos), con la forma política del senado británico, alabado
por Constant como esa institución que reverencia los valores de conservación
y estabilidad política y que además participa en las garantías otorgadas en la
sociedad política para el desenvolvimiento de la libertad civil.

El problema que encuentro con este propósito de integrar en la construcción


de una república moderna una institución clásica con una institución moderna,
está en que la diferencia en torno a los supuestos sobre los cuales se erigen
ambos senados, además de la diferencia en sus vinculaciones con la forma de
libertad relevante para las respectivas sociedades (la política para los
antiguos498, la civil para los modernos). Con relación a los orígenes, el senado

498
Constant reconoce modos de realización de lo privado entre los antiguos, aunque destaca la
preeminencia de lo público. En su discurso de 1819 destaca que el espíritu de los comerciantes

289
Carolina Guerrero

romano se eleva con base en las cualidades especiales y la distinción que hacen
venerables a ciertos individuos, de acuerdo con sus servicios públicos,
experiencia política y sabiduría. Ello crea su dignitas, que a su vez deriva en la
auctoritas de tales senadores. En el caso de los lores de Londres, como refiere
Bolívar, el origen del senado está en la adscripción de determinados individuos
a la clase nobiliaria, sin que hayan incurrido en méritos que los hagan
distinguibles de los demás individuos en función de alguna sabiduría o
experiencia especial. Lo que Bolívar propone para fundar el senado hereditario
es algún tipo de distinción ciudadana análoga a la que fue tradición entre los
romanos.

Pero lo que plantea como recurso para la renovación de los miembros de dicho
senado es la simple pertenencia a determinada familia, como ocurre con el
senado hereditario de la Gran Bretaña, donde principalmente no es el mérito
personal sino la condición nobiliaria la que fundamenta la condición senatorial,
aunque no exclusivamente, según señala Constant respecto a la necesidad de
no limitar el número de senadores, a fin de que aquellos individuos que se
destaquen puedan ascender a él. En todo caso, el problema con el senado de
Bolívar es que pretende que el origen del senado hereditario sea la virtud y los
servicios hechos a la patria, pero plantea que la renovación de sus miembros se
apoye simplemente en la sucesión hereditaria familiar y no en la garantía de la
virtud de los futuros senadores.

La propuesta que introduce Bolívar para intentar corregir la ausencia de dignitas


en los senadores herederos es otorgarles desde el nacimiento una educación
ilustrada, de modo que sean poseedores de una cadena de conocimientos con
la que puedan colocarse por encima de la multitud. No obstante, veamos la
siguiente distinción entre la primera y las siguientes generaciones del senado
hereditario de Bolívar: la dignitas de los primeros senadores sería su virtud
republicana, entendida como la renuncia a sí mismo para consagrar su vida a la
república, lo cual será expresivo a través del servicio público realizado y la

de Atenas era análogo al de los modernos, y la ciudad otorgaba mayor libertad individual a sus
ciudadanos que Roma o Esparta (1819/1872, v.II, p.546)

290
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

utilidad pública generada. En ese caso, la virtud a la que se apela es la clásica, la


virtud de los antiguos, vinculada con lo que Castro Leiva denomina
sentimentalismo ético, y relacionada con una narrativa épica sobre la
heroicidad, que es la forma máxima de expresar la consagración a la república
por parte del ciudadano antiguo. En cambio, la dignitas de los senadores
herederos consistiría sólo en su saber ilustrado, donde no se manifiesta la
virtud como devoción individual a la república, sino donde el valor
fundamental sería el racionalismo del conocimiento inculcado, ni siquiera
apoyado necesariamente en la experiencia, como operó con los ex magistrados
romanos que pasaban a integrar el cuerpo de senadores.

En suma, en atención al origen y sucesión del senado hereditario de Bolívar es


perceptible la brecha entre la virtud épica de los primeros senadores y la
posible ausencia de virtud (como sentimentalismo ético y devoción a la
república) en los sucesores, la cual pretende ser compensada con su saber
ilustrado. En suma, si bien podría legitimarse la elevación al senado y la
condición vitalicia de sus primeros miembros sobre la base de su virtud épica y
sus sacrificios por la república, ello justamente invalidaría la propuesta sobre la
sucesión hereditaria en vista de que los méritos y la virtud manifiesta en el
servicio público realizado no son heredables, de modo que sólo tendría el
sentido de pretender instituir la prerrogativa y el privilegio en la república,
como señaló uno de los diputados en el debate seguido por el congreso
constituyente de Angostura sobre esta proposición de Bolívar:

(El senado hereditario es) opuesto a los principios de igualdad, porque


se estancan en unas familias solamente las principales dignidades de la
Repùblica que deben corresponder à todos, asi como corresponden
sus cargas porque se da entrada à los privilegios, en todo Gobierno

291
Carolina Guerrero

odiosos, y en el repùblicano detestables; y porque cierran en cierto


modo las puertas al mèrito y à la virtud 499

En otra perspectiva, se maneja el discurso de que si bien la virtud no es


heredable, la recompensa a la utilidad pública generada por un ciudadano
virtuoso sí ha de permanecer a lo largo de las generaciones siguientes, como
observa otro diputado en Angostura:

Dos son por tanto las recompensas con que la sociedad premia los
talentos y servicios interesantes de los individuos que se han
distinguido: honoríficas y pecunarias: nadie duda que las segundas
deben trasladarse à la posteridad, ¿y por qué no las primeras? 500

En tal sentido encuentro que se apela a la tradición clásica republicana en


torno al fasto con que ética y legítimamente han de ser investidos los
ciudadanos virtuosos que han realizado los mejores servicios épicos a la
república; es decir, la república está éticamente obligada a recompensarlos, y la
propuesta erigida en 1819 sobre instituir la condición hereditaria a las
prerrogativas ganadas principalmente por los generales de la república está en
línea con ese supuesto, aunque en perspectiva republicana moderna sea
percibida como la inauguración de la idea del privilegio que había sido abolida
con la fundación de dicha república. El debate es complejo, por la coexistencia
en la propuesta de Bolívar de principios republicanos clásicos y modernos que
si bien pueden coincidir en algunos aspectos, por lo general tenderán a
excluirse y colisionar entre sí.

Si bien esta construcción mixta de un senado hereditario de inspiración a veces


clásica y a veces moderna decantaría, según Bolívar, en “las columnas más

499
Correo del Orinoco, 7-6-1819: “Observación sobre el establecimiento de un Senado
hereditario en la Repùblica de Venezuela hecha por el licenciado (Gaspar) Marcano (diputado
por Margarita) en el Soberano Congreso”
500
Correo del Orinoco, 28-8-1819: “Sr. Méndez, sobre la naturaleza del Senado”

292
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

firmes sobre que se ha fundado el edificio de la libertad política y civil”, aquella


concepción pesimista sobre la ciudadanía señalaría, en contraste, el deber del
senado de constreñir libertades de los ciudadanos en sus dos formas (política y
civil), a partir de la premisa de que “los más sabios” habrán de descubrir los
verdaderos intereses de los hombres en nombre de éstos, y ello
inevitablemente afecta el reconocimiento en tales individuos de su capacidad
para ser garantes de su propio orden político y observar un ejercicio
responsable de la libertad. La utilidad del senado a efectos de preservar la
república residiría, en ese sentido, en su carácter de institución limitadora de la
libertad de los ciudadanos, como se desprende de la defensa que hace de la
propuesta de Bolívar un diputado constituyente de Angostura:

La Libertad ó la Esclavitud de una Nacion depende de su estado


moral. Si es ignorante y corrompida, no puede puede ser libre; si es
ilustrada, y de buenas costumbres puede y debe serlo 501

De acuerdo con ese argumento, el pueblo no fue capaz de identificar el


verdadero interés de la libertad, por lo que la independencia respecto a la
monarquía española fue la elaboración ilustrada de unos pocos, lo cual
confirma la teorización de Bolívar sobre la incapacidad de la mayoría de los
ciudadanos para conocer sus verdaderos intereses. Argumenta el diputado:

Venezuela tan supersticiosa y ciega como la España, y mas despotizada


que ella, ha sacudido y sacude aun el yugo con que la ha oprimido 300
años su cruél y orgullosa Madrastra, no porque conociese el mayor
numero de los Venezolanos su humillada servidumbre, sino por los
exfuerzos de pocos mas ilustrados y de algunos que dotados por la
naturaleza de espìritus fuertes, arrostraron con extraordinaria entereza
el poder y la fuerza de las preocupaciones 502

501
Correo del Orinoco, 24-7-1819: “Discurso del Sr. Peñalver en la discusión del Congreso
sobre la naturaleza del Senado Constitucional”
502
Idem

293
Carolina Guerrero

La innovación que introduce el senado hereditario de Bolívar es la propuesta


que las leyes tengan origen en cualquier cámara (la hereditaria o la electiva)
siempre que las apruebe la otra, con excepción de las leyes tributarias503. Todo
ello presenta un dilema, el cual reside en el significado que tiene en la
propuesta de Bolívar el hecho de que el senado no pueda legislar sobre la
materia de impuestos. Ello había sido establecido tanto en la tradición
republicana como por los principios liberales modernos, bajo la premisa de que
el senado, al estar integrado por la clase nobiliaria caracterizada por poseer la
mayor riqueza (o sea, ser la clase que más tributa), no puede legislar sobre
aquel ámbito en el que mantiene un interés particular, ya que estaría dotado del
poder de realizar y defender dicho interés y no el bienestar público. Lo quiero
destacar es que la tradición de separar al senado de la elaboración de las leyes
sobre tributos se sostiene sobre el supuesto de la vinculación del senado con la
clase de los nobles y, por ende, con la riqueza material. Respecto al senado
hereditario de Bolívar, el eximir al senado únicamente de legislar sobre
impuestos induce a concluir que los generales de la república además de ser
dotados con los honores de conformar la primera generación de senadores,
irían asimismo a constituir la clase más acaudalada.

Ciertamente, algunos de esos generales provenían de familias ricas, de modo


que ya integraban una élite aristocrática, independientemente de que fuesen
recubiertos con el fasto que debía entregarles la república por sus servicios y
heroicidad. Pero ello no era exactamente común a la totalidad de los generales,
de modo que es presumible la intención de que la recompensa republicana de
la que eran merecedores, según la tradición en torno al fasto, abarcaba, además
del derecho a un puesto en el senado debido a su distinción cívica, el acceso a
la riqueza504. Desde esta perspectiva, senadores ricos eran necesariamente

503
Es innovadora en tanto la teoría constitucional moderna había apuntado, desde
Montesquieu, a reservar a la cámara hereditaria la facultad de impedir, y otorgar a la cámara
de representantes tanto la facultad de impedir como la de estatuir. Vid supra. Montesquieu,
op.cit. Libro XI, cap. VI. p.334
504
La utilidad pública en la idea de elevar a los héroes militares a la condición de propietarios
la discuto en el capítulo I de este trabajo.

294
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

separables de la legislación sobre impuestos. Y, por proyección, se hacen


agudamente complejas las posibilidades argumentales de Bolívar para poder
proponer un senado hereditario que no consista en el establecimiento, como
dice en su discurso, de la nobleza en la república.

Al estar dotados no sólo de honores sino también de una riqueza originada en


la gratitud de la república a su heroicidad, evidentemente poseen un interés
particular, de clase, que han de querer conservar a lo largo de las generaciones,
lo cual le da sentido a las palabras de Bolívar cuando expresa que en ese senado
hereditario habrá de observarse “el justo interés de su propia conservación”505.
Por tanto, el resultado de la propuesta de Bolívar sobre el senado hereditario es
el establecimiento de una nobleza, con base en el justo fasto republicano que
se entrega por la heroicidad de los ciudadanos más virtuosos en sentido clásico,
a la que debe asignar un fin en la república (expresivo en sus funciones
senatoriales), como prescribe Constant, a efectos de asegurar su propia
conservación, lo cual, en concepción de Bolívar, paradójicamente habrá de
derivar en las posibilidades de permanencia de la propia construcción
republicana.

Finalmente, el senado hereditario concebido por Bolívar aparentemente tendría


la función de contrapesar el poder concentrable en el ciudadano que ha de
encabezar el poder ejecutivo, dado que la república, según Bolívar, presenta “la
necesidad de atribuir a un magistrado republicano, una suma mayor de
autoridad que la que posee un príncipe constitucional”506. Ciertamente, el
senado hereditario, de acuerdo con la argumentación de Constant, tiene la
función de impedir que el jefe de Estado degenere en déspota. Pero en el caso
de Bolívar, más allá de las formas puede presumirse que él, en funciones de
presidente de la república, podría amortiguar el poder del senado para evitar el
surgimiento de una dominación despótica, si tomamos en cuenta la idea del

505
Tanto en la teoría constitucional de Montesquieu como en la de Constant, referida en este
capítulo, el senado ha de ser hereditario por el gran interés de la nobleza en conservar sus
prerrogativas.
506
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.225

295
Carolina Guerrero

Libertador de integrar dicho cuerpo fundamentalmente con los generales de la


república, sobre quienes Bolívar tendría un importante ascendiente, y quienes
alcanzaron la gloria cívica al estar bajo su mando.

Esta vinculación la establezco con base en la referida autoridad que Bolívar


desea concentrar en el presidente de la república, de acuerdo como lo expresa
ante el constituyente de Angostura507: señala su deseo de “atribuir al Ejecutivo
una suma de facultades superior a la que antes gozaba (de acuerdo con la
constitución de 1811)”, sin que ello signifique el deseo de “autorizar un
déspota para que tiranice la República, sino impedir que el despotismo
deliberante sea la causa inmediata de un círculo de vicisitudes despóticas en
que alternativamente la anarquía sea reemplazada por la oligarquía y por la
monocracia”508. Es decir, propone un ejecutivo particularmente fuerte con el
objeto de impedir la disolución de la república por efecto de la anarquía: “Nada
es tan peligroso con respecto al pueblo, como la debilidad del Ejecutivo”509. Si
volvemos a la argumentación de Constant, este filósofo había teorizado que el
gobierno de uno solo debía coexistir con una cámara hereditaria a fin de no
poder transformarse en despotismo, dado que ella suministraría al orden
político un cuerpo intermedio para proporcionar otro sustento a la monarquía
constitucional510.

Encuentro relación entre este planteamiento de Constant y el manejo


discursivo que hace Bolívar sobre los límites de esa autoridad suprema que

507
Señala Bolívar: “Roma y la Gran Bretaña son las naciones que más han sobresalido entre las
antiguas y modernas (respectivamente) (...) Así, pues, os recomiendo, Representantes, el
estudio de la constitución británica, que es la que parece destinada a operar el mayor bien
posible a los pueblos que la adoptan” (Bolívar, 1819, en Grases, 1988. p.221) Sobre esa base,
Bolívar articula su discurso sobre las ventajas del poder ejecutivo británico: “Está revestido de
toda la autoridad soberana que le pertenece (...) Con el objeto de neutralizar su poder, es
inviolable y sagrada la persona del rey: al mismo tiempo que le dejan libre la cabeza, le ligan
las manos con que debe obrar (...) Aplíquese a Venezuela este Poder Ejecutivo en la persona
de un Presidente nombrado por el pueblo o por sus representantes, y habremos dado un gran
paso a la felicidad nacional” (ibid, p.223-224)
508
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.230
509
Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.225
510
Ver Constant, 1815/1872. p.35

296
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

encarnaría el jefe de Estado (al cual propone, además, irresponsable e


inviolable, como el británico), los cuales emanarían de sus “tres formidables
rivales”511: un gabinete responsable ante los ciudadanos y el legislativo, la
asamblea de representantes como órgano y tribuna del pueblo, y el senado, que
defiende los intereses del pueblo “como Representante de la Nobleza de que se
compone”. En ese sentido, la función conservadora del senado hereditario de
Bolívar no proviene directamente de sí mismo, sino de su utilidad en el orden
político, a fin de guardar las formas que puedan sugerir la existencia de una
limitación constitucionalmente establecida a la autoridad suprema de la
república (ese ejecutivo investido de una suma mayor de autoridad que la que
posee un príncipe constitucional) impidiendo su transformación en déspota,
pero que en realidad Bolívar configura de tal modo que eventualmente le sea
posible incidir sobre dicho senado512. Es decir, esa magistratura suprema que,
en virtud esa suma mayor de autoridad, es la que en sí proporciona la garantía
de permanencia de la república513, pero necesita apoyarse formalmente en una
institución conservadora (el senado hereditario), por lo que el fin de esta última
a favor de la conservación de la república consistirá en permitir el despliegue
de la autoridad suprema del ejecutivo en aras de la utilidad de la república y al
mismo tiempo proveer a la república la idea sobre la seguridad de que dicha
autoridad no habrá de desviarse hacia un poder ilimitado y despótico. Significa
que, aun cuando el discurso de Bolívar sobre el senado hereditario ha gravitado
en torno a las ventajas de esta institución para la permanencia de la república,
todas estas facultades son realmente accesorias, y el centro de la cuestión está
en constituir ese cuerpo intermedio, sobre el cual argumenta Constant, que ha
de proveer ante la imaginación de los ciudadanos otro sustento al gobierno de
uno, al presentar la estructura institucional que, al menos en apariencia, está
destinada a impedir que tal gobierno decline en despotismo.

511
Se refiere al ejecutivo británico, el cual propone, como ya señalamos, sea la base para una
configuración análoga en la naciente república. Ver Bolívar (1819) en Grases, 1988. p.224
512
Sobre el ascendiente y autoridad de Bolívar sobre el estamento militar, escuchemos al
propio Libertador cuando se dirige al coronel Matías Escuté, entonces jefe de Estado Mayor de
Páez: “Aquí no hay más autoridad ni más poder que el mío; yo soy como el Sol entre todos mis
tenientes, que si brillan es por la luz que yo les presto” (en Larrazábal, 1999, v.III, p.183)
513
En este trabajo desarrollamos este punto en el último capítulo.

297
Carolina Guerrero

La conservación de la república, en fin, reside, en perspectiva de Bolívar, en la


suma mayor de autoridad otorgada al ejecutivo con el objeto de asegurar,
mediante la fuerza del poder de uno, la sujeción de los elementos que integran
dicha a república (esa idea de unidad republicana se vincula en el pensamiento
de Bolívar con la idea de permanencia), en tanto la función del senado es
apoyar tal permanencia al constituir el contrapeso constitucional ante el poder
de uno solo (aunque el Libertador se reserve, en aras de realizar el bienestar
general, la posibilidad de saltar ese dique, en función del ascendiente personal
que ejerza sobre los miembros de dicha cámara). En términos de formas, ello
legitima la necesidad de crear un senado hereditario entendido como cámara de
los nobles, lo que simultáneamente revela la necesidad de construir una clase
nobiliaria en la república de la cual puedan emerger esos senadores, necesarios,
a su vez, para la existencia legítima de una magistratura con una suma de
autoridad incluso mayor que la correspondiente al monarca constitucional para
el cual teoriza Constant.

298
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

CAPÍTULO 6
LA NATURALEZA JURÍDICO-POLÍTICA DE LA SUMA
POTESTAD DE BOLÍVAR

Este último capítulo del presente trabajo pretende exponer la tensión entre la
libertad de los antiguos y la libertad de los modernos que es expresiva en las
ideas políticas de Bolívar respecto a su proyecto ilustrado de establecer y
preservar la república. Para ello, voy a partir del análisis de la llamada dictadura
del trienio (1828-1830) a la luz, primero, de las concepciones clásica y moderna
en torno a la institución de la magistratura extraordinaria; segundo, de la forma
y contexto en que ésta es establecida por el Libertador, y tercero, de la
polémica que se desarrolla sobre dicho problema entre Benjamin Constant y el
Abate de Pradt a través de la prensa francesa.

I- El poder supremo en la historia intelectual

Entre los antiguos, las dos formas de ejercicio del poder supremo en manos de
uno se corresponden con la tiranía y la dictadura, la primera teorizada y
padecida principal pero no exclusivamente por los griegos, la segunda de
invención romana. Una ilegítima, otra correspondiente a una institución
prevista por el derecho. La una constituye una forma de gobierno; la otra, una
magistratura extraordinaria.

Para el análisis de la tiranía en el mundo antiguo, apelaré al desarrollo teórico


que al respecto elabora Aristóteles, en atención al hecho de que, como han
establecido Castro Leiva y Pagden, los lenguajes del republicanismo
hispanoamericano son los lenguajes neoaristotélico, del humanismo cívico y de

299
Carolina Guerrero

la sociedad comercial514. Por tanto, es el pensamiento de Aristóteles el que


patenta mayor resonancia en las ideas políticas que se debaten en los inicios
republicanos de la América Hispánica y, por tanto, el pertinente a efectos del
presente trabajo.

En primer lugar, Aristóteles expone la idea de tiranía en su clasificación de las


formas de gobierno, como degeneración de la forma monárquica. En ese
sentido, consiste en el gobierno de uno solo, que reina como señor sobre la
asociación política, y cuyo fin es la satisfacción del interés personal del
monarca515. Por tanto, la tiranía se revela como el poder ilimitado que impone
sobre sus destinatarios una obediencia forzosa. A la vez, se trata de un poder
que no es legal (no está autorizado por derecho), bien en la forma de
adquirirlo, bien de ejercerlo. Aristóteles establece que la tiranía se manifiesta
514
Si bien a lo largo de este trabajo alguna aproximación hemos hecho a los lenguajes del
humanismo cívico y de la sociedad comercial, recién ahora, a punto de concluir, abordo la
mención al lenguaje neoaristotélico como una reconfiguración o más bien recepción moderna
del lenguaje del aristotelismo político. Pagden señala que el aristotelismo político fue el primer
lenguaje reconocido como lenguaje político, configurado luego por tratadistas como Aquino y
sus sucesores inmediatos, como Tolomeo de Lucca y Giles de Roma. Refiere que a través de la
traducción de la Política de Aristóteles hecha por William Moerbeke, se introducen los términos
politicus y su equivalente en el latín civilis en el lenguaje político de Occidente además del
concepto de “lo político”, de la idea de que el hombre es un zoon politikon, creado para la vida
política en el sentido de que su verdadero fin, es decir, su telos, como hombre, no puede ser
realizado en ningún otro contexto. Explica Pagden que para Aquino, entre otros, el régimen
político significaba más que un arreglo práctico: la personae fictae que encarnaba la sociedad
política eran mundos con base en el entendimiento racional sobre las potencialidades morales
del individuo. Castro Leiva teoriza que España trajo a las Indias Occidentales una tradición
escolástica que había hecho –a su medida– su propio Aristóteles, su propia escolástica. Sobre
el lenguaje del humanismo cívico, que se estructura alrededor de la idea de que sólo es posible
vivir de un modo pleno la vida civil bajo un gobierno republicano. Puntualiza Pagden que
aunque este lenguaje remite a sus fuentes griegas y en especial la aristotélica, su piedra
angular proviene de los historiadores y moralistas romanos, desde Tito Livio, Séneca, Sallust y
especialmente Cicerón. La principal preocupación de los humanistas, apunta Pagden, era la
práctica de la política y pensar sobre el mejor estado de la república. En el lenguaje del
humanismo cívico es expresiva –prosigue Pagden– la dicotomía entre otium (la vida en la que
el ciudadano es libre de perseguir su propia felicidad privada) y negotium (la vida de la
participación activa en los asuntos del Estado, en la cual toda gloria de la virtud deriva de la
acción). Finalmente, el lenguaje de la sociedad comercial, que gira en torno a la idea de que,
involuntariamente, la búsqueda de los intereses privados (la cual era para los humanistas la
fuente de toda discordia pública) inadvertidamente genera el bien público. Ver: Pagden, 1990,
p.3,6,12, y Castro Leiva: “Memorial de la modernidad: lenguajes de la razón e invención del
individuo”, p.154, 165
515
Ver Aristóteles: La Política. libro III, cap.V

300
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

como un reinado absoluto, en el cual “un solo jefe dispone de todo”, y que
guarda “grandes relaciones” con el poder doméstico: así como la autoridad del
padre es una especie de reinado en la familia, así el reinado absoluto es una
administración de familia, aplicada a una ciudad516. Pero como todo ejercicio
del poder necesita algún tipo de organización para reglar y hacer operativo su
propio desempeño, este reinado absoluto del que habla Aristóteles forma una
especie de constitución aparte517; es decir, genera, se otorga a sí mismo su
propio derecho.
El problema que encuentro (y que servirá, como veremos, a efectos de otorgar
el sentido de virtuosa a la llamada dictadura del trienio) en la argumentación de
Aristóteles en torno a la tiranía es la posibilidad de hacerla legítima si ella
propone un giro respecto a su fin, es decir, si apunta no al interés del
gobernante sino a la realización del interés de la ciudad. Para llegar a ese punto,
Aristóteles plantea la pertinencia de indagar cómo puede producirse el bien de
la asociación política: a través de la entrega del poder en manos del individuo
más virtuoso o de buenas leyes. Para discernir el problema, adelanta que los
partidarios del reinado absoluto dirán que la ley, que dispone de una manera
general, no puede prever lo accidental, y por ello no puede constituir un buen
gobierno, dado que la realidad siempre rebasa lo general, al evidenciar la
sucesión perpetua de hechos accidentales sobre los cuales el gobernante debe
resolver518. Si bien plantea Aristóteles que la multitud juzga mejor que un
individuo, cualquiera que él sea, matiza que una ciudad conformada por
muchos ciudadanos de un mérito igualmente distinguido, no puede tolerar el
reinado absoluto, lo cual abre una arista a la necesidad de la tiranía, en el
supuesto de que el mérito de todos pueda ser notoriamente inferior al del
aspirante al gobierno absoluto. Según esta argumentación, se entiende, por una
parte, que entre individuos iguales y semejantes el poder absoluto de un solo
hombre no es útil ni justo, y Aristóteles afirma que, en este orden, es del todo
indiferente que este hombre pueda ser superior a sus súbditos por sus méritos.
No obstante, por otro lado contempla una excepción, en atención a la
posibilidad de que un individuo se distinga por una virtud superior a la virtud

516
Op.cit, libro III, cap.IX
517
Ibid, libro III, cap.X
518
Ibidem, libro III, cap.X

301
Carolina Guerrero

de todos los ciudadanos juntos. En ese caso, observa, es justo que el más
virtuoso sea elevado al poder supremo, en vista de que la parte no debe
sobreponerse al todo, y el todo, en la situación descrita, es esa virtud
extraordinaria respecto a las demás. Por tanto, Aristóteles concluye no sólo que
la ciudad debe someterse a la obediencia a ese hombre, sino que además debe
reconocer en él un poder perpetuo.519
En esa perspectiva, la tiranía, como gobierno de uno solo con base en un
poder ilimitado que somete a los ciudadanos a una obediencia forzosa,
adquiere la calidad de la virtud en tanto otorga a la ciudad la realización del
bien general (y no del bien particular del gobernante) a través de la dominación
benéfica que deriva de imponer en dicha ciudad el poder perpetuo de aquel
ciudadano distinguido por una virtud muy superior a la de todos. En ese
sentido, el dominio de lo que se esboza como un “tirano virtuoso” representa
el bien supremo de la asociación política y, por tanto, se legitima por la utilidad
que le provee, aunque se haya establecido y se ejerza al margen del derecho que
anteriormente regía a dicha ciudad. Sobre la dictadura, el Digesto establece lo
siguiente:
(...) suscitándose continuas guerras (...) les agradó (a los romanos) nombrar un
Magistrado de mayor autoridad, por cuyo motivo se instituyeron Dictadores,
de los que no habia apelacion, y podian tambien castigar con pena capital. No
era lícito durar en este Magistrado mas tiempo que seis meses, porque tenia
suma potestad 520
Claude Nicolet refiere que la llamada dictadura romana “clásica” u original
designa un poder excepcional, pero regulado y quasi-constituzionale, conferido de
acuerdo con una formalidad determinada a un magistrado, en circunstancias
críticas, para hacer frente, en nombre de la salud pública, a un estado de
emergencia interno o externo521. Mommsen puntualiza que al dictador le
corresponde la plenitud del poder por derecho político, pero debe limitarse de
hecho al ejercicio sólo de facultades determinadas. Ello sugiere que en el
dictador no se deposita el poder ilimitado para actuar ilimitadamente, sino

519
Ibidem, libro III, cap.X
520
El Digesto del Emperador Justiniano. Cuerpo de Derecho Civil ó sea Digesto, Novelas é
Instituta de Justiniano. ed. 1872, v.I, Liber Primus, Título II, p.36
521
Claude Nicolet: “Introduzione”, en Meloni (ed.): Dittatura degli antichi e dittatura dei
moderni, 1983, p.8

302
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

únicamente para ejecutar aquellas determinadas acciones que le han sido


autorizadas.522 Explica Mommsen que, por derecho político, el dictador
desempeña todos los asuntos del cargo consular, pero en cada caso se le
nombra para ejecutar un negocio determinado. El cargo de dictador se
extingue “por ministerio de la ley”, de modo que esta magistratura
extraordinaria concluía o bien transcurrido los seis meses que se concedían al
dictador para resolver la emergencia, o bien antes, al haber finalizado tal
función.523 El sentido de otorgar un poder excepcional residía en la necesidad
de librar al dictador de las trabas legales que limitaban a las magistraturas
republicanas. Por tanto, el dictador quedaba “exento de rendición inmediata de
cuentas á que daba lugar la institucion”, lo cual sugiere, a mi entender, que una
vez superada la emergencia, el dictador dejaba de ser inviolable: era
responsable por su manejo al frente de dicha magistratura y por los excesos
cometidos, en vista de haber recibido facultades ilimitadas para el manejo de
determinado y no cualquier asunto.524

En la tradición republicana es relevante la idea de signoria que se configura


entre los prehumanistas. Refiere García-Pelayo que la signoria se despliega
como una relación de dominación entre el señor y el pueblo, una vez que la
forma política precedente, la comuna (entendida como ordenación corporativa
de la vida política en la edad media, en la cual las voluntades individuales
obedecían a la voluntad corporativa o común) pierde, como efecto de la
destrucción de la unidad social, el fundamento de su propio orden, es decir, la
concordia que emergía “del fondo de la vida ciudadana”, por lo que el
restablecimiento de dicho orden se hace de manera artificial a través de un
poder superpuesto a la ciudad. Al ser un orden logrado mecánicamente por
relación de fuerzas, se constituye en pura dominación. García-Pelayo teoriza
que la signoria establece “una organización basada en la dominación ejercida por
un hombre, a propio título, menospreciando toda especie de legitimidad y

522
Mommsen, 1893, p.276
523
Mommsen, 1893, p.274
524
Nicolet (1983, p.10) puntualiza que la costumbre de que el dictador asumiera tal
magistratura con la aprobación del Senatus Consultum Ultimum fue establecida hacia el año
121, como reacción contra Cayo Gracco.

303
Carolina Guerrero

sobre unos hombres que ya no son, rigurosamente hablando, popolo, sociedad


ordenada, sino conjunto amorfo de individuos, moltitudine”.525

En el siglo XVIII se revela la preocupación por la degeneración del poder


político en el ejercicio de la arbitrariedad que pueda amenazar las garantías
exigidas de acuerdo con las ideas de derechos civiles y libertad individual. Es
por ello, presumo, que Voltaire en su Diccionario filosófico incluye la voz tiranía y
tirano, pero no hace mención a la locución de dictadura. Ciertamente, si la
dictadura es una magistratura extraordinaria con arreglo al derecho, el peligro
de ser atormentado por una autoridad arbitraria se sitúa en el sumo poder que
se despliega sin regulación alguna. Sobre la idea de tiranía, Voltaire remite a la
de tirano, como “el déspota que no conoce más leyes que su capricho, que se
apodera de los bienes de sus vasallos y que compromete a éstos a que se
apoderen de los bienes de los pueblos inmediatos”. En la entrada tirano, señala:
“Hoy se da el nombre de tirano al usurpador que comete actos de violencia e
injusticia y cuya voluntad se sobrepone a las leyes”.526

Montesquieu refiere la dictadura en el sentido configurado por los romanos,


como una magistratura terrible, que hacía retornar con violencia el Estado a la
libertad, y en las que la magnitud de aquel poder exorbitante era compensada

525
Ver García-Pelayo, OOCC, 1991, v.I, p.1188-1190. En el trecento, refiere Skinner que las
condiciones para la vida en paz gravitan en torno a la idea de instituir una forma de gobierno
basada en el ejercicio de signori elegidos quienes, a su vez, están atados o vinculados a
conducirse a sí mismos según las leyes y costumbres de su comunidad; esos signori deben ser
capaces de cumplir con los deberes de su oficio de una manera perfectamente virtuosa: “We
need a magistrate, as Matteo de’ Libri repeats, ‘through whom (per cui) we can and ought to
remain in a state of great tranquility and repose’ “. Agrega el autor que según tratados
prehumanistas e incluso la Constitución de Siena de 1309-1310, el bien común y el triunfo de
la paz sólo es posible por (per) una signoria elegida dedicada a mantener los dictados de la
justicia. A su vez, destaca que la contraposición a una forma de dominación como la signoria
debe generarse en la capacidad de la ciudad para mantenerse libre, lo que a su vez supone la
demanda a los ciudadanos de evadir toda forma de desorden, a fin de ser receptores de un
gobierno bien temperado. En conexión con este último argumento, el autor enfatiza la idea
desplegada por Leopoldo Bruni sobre la necesidad de que la calidad de virtus sea cultivada por
cada ciudadano, como única forma de asegurar la libertad y la grandeza cívica (Skinner, 2002,
p.67, 82, 131-132)
526
Voltaire: Diccionario filosófico, 1764 / 1965

304
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

con la brevedad de su duración527. Sobre la tiranía, distingue entre la tiranía real


y la tiranía de la opinión: la primera se da cuando es efectiva la violencia del
gobierno; la segunda se hace sentir cada vez que el gobierno establece cosas
que chocan con la manera de pensar de una nación528.

Rousseau, por su parte, también evoca la idea de dictadura establecida por los
romanos, y destaca que no debe suspenderse el poder sagrado de las leyes sino
cuando se trata de la salud de la patria. Señala:

L’inflexibilité des loix, qui les empêche de ser plier aux événemens, peut en
certains cas les rendre pernicieuses, et causer par elles la perte de l’Etat dans
sa crise (...) (...) si le péril est tel que l’appareil des loix soit un obstacle à s’en
garantir, alors on nomme un chef suprême (le “plus digne”) qui fasse taire
toutes les loix et suspende un moment l’autorité Souveraine 529
(La inflexibilidad de las leyes, que les impide modificarse según las
circunstancias, en ciertos casos puede hacerlas perjudiciales, y ocasionar la
pérdida del Estado en medio de una crisis (...) si el peligro es tal que el aparato
de las leyes sea un obstáculo para que el estado se preserve de dicho peligro,
entonces se designa un jefe supremo (el “más digno”) que haga callar las leyes
y suspenda momentáneamente la autoridad soberana)

Según Rousseau, la tiranía puede derivar de la dictadura, si ésta se prolonga aún


pasada la necesidad que le dio lugar. En ese caso, la dictadura deviene en
tiránica o vana530.

A la par, el filósofo ginebrino establece una distinción entre la idea vulgar y la


idea de precisa de tiranía: de acuerdo con la primera concepción, un tirano es
un rey que gobierna con violencia sin respeto por la justicia y las leyes; con la
segunda, un tirano es un particular que se arroga la autoridad real sin tener
derecho a ella, de modo que tirano y usurpador son palabras perfectamente
527
Montesquieu, 1755 / 1995, lib.II, cap.III, p.106-107
528
Ibid, lib.XIX, cap.III, p.566
529
Rousseau, 1762, 1964, lib.IV, cap.VI, p.277-278
530
Ibid, lib.IV, cap.VI, p.280

305
Carolina Guerrero

sinónimas. “Pour donner différens noms à différentes choses” (“por dar


diferentes nombres a diferentes cosas”), Rousseau llama tirano al usurpador de
la autoridad real, y déspota al usurpador del poder soberano: el tirano se coloca
contra las leyes para gobernar según ellas, mientras que el déspota lo hace
siempre por encima de las leyes mismas: “Ainsi le Tyran peut n’être pas
Despote, mais le Despote est toujours Tyran”.531

Quiero advertir que la idea de dictadura experimenta, según observa Nicolet,


una reconfiguración a partir del siglo XVIII, y en particular durante la post-
revolución francesa, cuando en rigor se aparta del significado que había
estructurado en el republicanismo clásico, para pasar a referir ya no aquella
institución constitucional romana establecida temporalmente para enfrentar la
emergencia, sino designar a todo régimen despótico o tiránico:

Ossia in primo luogo dei potere che, lungi dall’esser stati regolarmente
conferiti, sono stati usurpati con la forza o con l’astuzia (...) Al carattere
“tirannico” della dittatura intesa in questo secondo senso, s’aggiunge nella
maggior parte dei casi l’idea di un potere arbitrario, abusivo 532
(O sea en primer lugar el poder que, lejos de ser regularmente conferido, se
ha usurpado a través de la fuerza o de la astucia (...) Al carácter “tiránico” de
la dictadura entendida en este segundo sentido, se suma la mayoría de las
veces la idea de un poder arbitrario, abusivo)

Finalmente, haré mención a la máxima establecida por el constitucionalismo,


según la cual toda situación excepcional requiere medidas excepcionales. En
ese sentido, y quizás a partir de la resonancia en el constitucionalismo de la
dictadura romana como una magistratura excepcional regulada
constitucionalmente, en el constitucionalismo el derecho excepcional está
igualmente previsto por la constitución, que, como explica García-Pelayo, lo
normativiza. Refiere Donoso Cortés: “(...) el legislador que en tiempos de

531
Ibidem, lib.III, cap.X, p.245. “De este modo, el tirano puede no ser un déspota, pero el
déspota siempre es un tirano”
532
Nicolet, en Meloni (ed.), 1983, p.8

306
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

disturbios y trastornos aspira a gobernar con las leyes comunes es un imbécil,


el que aun en tiempos de disturbios y trastornos aspire a gobernar sin ley es
temerario”533.

De tal argumento se extrae la idea de que la situación de emergencia requiere


ser manejada a través de la norma prevista por el derecho a efectos de regular
dicha situación, dado que el derecho desplegable en tiempos de orden es
insuficiente para atender la emergencia, lo cual confirma la argumentación de
Rousseau, en torno a la ley ordinaria como la obstaculización de la posibilidad
de superar esa situación excepcional. Pero, al mismo tiempo, el atender la
emergencia a través de un poder literalmente ilimitado (sin regulación alguna)
puede suponer peores efectos, dado que todo queda al acaso de la prudencia del
magistrado excepcional.

A lo que quiero llegar es a que, de acuerdo principalmente con la tradición


romana clásica, se entiende que el derecho excepcional que ha de aplicarse a la
situación excepcional debe haber sido constitucionalmente establecido de
manera previa a la irrupción de la emergencia. Es decir, si es a partir de la
situación excepcional que se elabora la regla que ha de normar la atención de la
emergencia, es factible el despliegue de la temeridad de la cual habla Donoso
Cortés, dado que, en medio de la emergencia, si el derecho excepcional se
estatuye en ocasión de dicha situación excepcional y no antes, seguramente
será el magistrado excepcional quien elabore la norma correspondiente, en
cuyo caso su magistratura no estará constitucionalmente regulada, sino sujeta al
arbitrio de su propia voluntad, esta última públicamente ofrecida bajo la forma
de ley. En esa línea, el sumo poder estaría dilatándose allende los límites
supuestos para la dictadura, en cuyo caso, al no regirse por un derecho
establecido a priori a la ebullición de la emergencia sino por el derecho
elaborado al momento mismo de instalar la magistratura extraordinaria
(derecho elaborado, además, por el titular de esa magistratura), tal poder se nos

533
Citado en García-Pelayo, 1991, v.I, p.361

307
Carolina Guerrero

revela más bien como un ejercicio tiránico de la dictadura. Volveremos sobre


este punto más adelante.

Hasta ahora hemos revisado las ideas políticas en torno al sumo poder
manifiestas en la tradición republicana clásica, su tránsito por el prehumanismo
y el humanismo cívico, y su recepción por parte del neorrepublicanismo y el
pensamiento liberal. En las siguientes líneas analizaré la naturaleza política de la
llamada dictadura del trienio, también denominada última dictadura de Bolívar.
Lo haré con base en las ideas políticas y el manejo discursivo con los cuales se
pretende legitimar el régimen en apelación a la tradición republicana y nociones
como la concepción en torno a la necesidad y la idea de salud pública, entre
otras.

II- La idea de Bolívar sobre el deber cívico de ejercer una autoridad


ilimitada

“¿Es verosímil que un hombre se interese en el mantenimiento de una


constitución que recorta lo que él considera su derecho? (...) Las ideas extremas
nunca capitulan de buena fe”534. Comienzo la segunda parte del presente
capítulo con esta frase de Germaine De Staël, la cual, a mi juicio, ilustra, sin
específicamente estar pensada para la Colombia que nace en 1819 y muere en
1830, la tensión entre el orden jurídico-político vigente y el voluntarismo del
propietario (Bolívar) de aquella razón ilustrada por cuya particular voluntad,
pero en nombre del bienestar general, emprende el proyecto de crear la
república y pretende sostenerla a través de su virtud, cuyo efecto benefactor, a
su juicio, sólo podría emanar hacia los miembros de tal república en forma de
un poder político que, en esa perspectiva, debía ser ilimitado. Tal sentido en
torno al poder ilimitado, es decir, al sumo poder, plantea una insalvable
oposición frente a las prescripciones inherentes a las bases jurídico-políticas
sobre las cuales se había erigido la república, que preveían como máximo el
ejercicio de una magistratura extraordinaria, y nunca ilimitada.
534
De Staël, 1795/ 1993, p.40

308
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Pero incluso la intención de Bolívar apuntó a prescribir constitucionalmente la


posibilidad de que –lo que yo llamo– ese “voluntarismo benefactor” pudiese
desplegarse sin obstáculos jurídico-políticos que entorpecieran su propósito de
generar la utilidad pública, todo lo cual, en perspectiva liberal conduciría más
bien a la institucionalización de un poder sin límites, regulado sólo por la
virtud y la prudencia de su titular. En los dos documentos que elabora Bolívar
para estructurar el proyecto de constitución que presenta ante el constituyente
de Angostura de 1819 (“Bases para un proyecto de Constitución para la
República de Venezuela Una e Indivisible” y “Proyecto de Constitución para la
República de Venezuela, formado por el Jefe Supremo, y presentado al
Segundo Congreso Constituyente para su examen”), el Libertador no estatuye
sobre el estado de conmoción. A mi modo de ver, ello no significa que su
intención sea impedir constitucionalmente la declaratoria de un estado de
emergencia, sino, considero, dicha omisión apunta a no limitar
constitucionalmente las acciones del titular del poder ejecutivo para el manejo
de la emergencia nacional. Es más: en estos documentos se esboza la
posibilidad de que el titular del poder ejecutivo esté escasamente sometido a
contrapesos por parte de los otros dos poderes, por lo que la función del
presidente de la república, que señala que la “conservación del orden y la
tranquilidad interior y exterior le está especialmente cometida”535, puede y debe
realizarse en atención al dictamen del voluntarismo benefactor del ciudadano
más virtuoso, quien asume, en aras de la permanencia de la república, dicho
sacrificio cívico. Esta debilidad en los contrapesos evidencia que el orden
constitucional que Bolívar considera adecuado para el bien de la república
exige, como es perceptible en ambos documentos, la división de poderes
dentro del Estado, pero no el equilibrio entre ellos. Es decir, si bien Bolívar
contempla la creación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, en
atención a las funciones que designa a cada uno se observa que propone cierta
sujeción del legislativo al ejecutivo y mayor peso del segundo sobre el primero.
En “Bases...”, señala en el punto 7º de los deberes del poder ejecutivo: “(...)
siempre que quiera asistir á alguna de las sesiones del Congreso (, el Poder
Ejecutivo) ocupará la Presidencia; pero en ningun caso habrá deliberacion

535
Proyecto de Constitución... formado por el Jefe Supremo..., en Grases, 1970, p.154

309
Carolina Guerrero

miéntras el Presidente esté presente en el Congreso; pero podrá discutirse en


su presencia todo lo que él proponga ó proponga el Congreso”. Asimismo, en
el “proyecto de Constitución...” apunta en el Título VII, Sección 3ª (Funciones
del Presidente), Art. 12: “Asistir á los debates y discusiones de cualquiera de las
Cámaras, presidiéndolas siempre; pero en estos casos las Cámaras no pueden
deliberar hasta que no se retira”. Un elemento crucial lo introduce en la
Sección 4ª (Deberes del Presidente), Art. 2, donde señala: “Dará (el presidente
de la república) á las Cámaras cuantos informes y cuentas le pida cualquiera de
ellas; pero podrá reservar las que por entónces no convenga publicar,
cualesquiera que sean, con tal que no sean contrarias á las que presenta”536. Es
decir, no sólo otorga al presidente de la república el poder legítimo de
introducirse en las deliberaciones del congreso e incluso dirigir sus discusiones
(reservándole al congreso sólo el derecho de no deliberar frente al presidente,
lo cual es una concesión más orientada a preservar las formas que a preservar
la independencia del poder legislativo, en vista de que si bien la deliberación
final se realiza con independencia del poder ejecutivo, toda la discusión para
arribar a dicha deliberación es susceptible de ser tutelada por el ejecutivo), sino
que además se libera al ejecutivo de la obligación de presentar informes y
cuentas al legislativo si así lo considera conveniente, por lo que no hay forma
de que el legislativo (y, por tanto, los ciudadanos a quienes representa) pueda
ejercer alguna vigilancia, algún contrapeso sobre el ejecutivo. En síntesis, lo
único que impediría que toda acción del ejecutivo quedara bajo la jurisdicción
de aquellos informes y cuentas “que no convenga publicar”, es la propia
voluntad dicho ejecutivo. Por tanto, tal propuesta, en fin, se orienta no
solamente a otorgar un poder casi ilimitado al presidente en caso de que la
república enfrente el estado de conmoción, sino incluso a constitucionalizar
dicho poder como prerrogativa del ejecutivo bajo las leyes ordinarias en
tiempos ordinarios.

De acuerdo con algún giro en la interpretación de la tradición republicana,


aquellos actos emprendidos por el único o los pocos ciudadanos virtuosos
(aptos para identificar en qué consiste su propio bien y el de la república y, por

536
O’Leary, 1881 / 1981, v.XVI, p.135, 155

310
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

tanto, capaces de ser libres) y dirigidos a compeler a los demás (los no


virtuosos, los ineptos para el vivir libre) en la virtud, a efectos de constituirlos
políticamente de modo artificial e impositivo (es decir, mediante un orden
impuesto desde afuera –o desde arriba– y no producido por la propia
sociedad), tales actos constituyen el ejercicio de la violencia legítima537, según
se desprende del siguiente señalamiento de Rousseau:

Afin donc que le pacte social ne soit pas un vain formulaire, il


renferme tacitement cet engagement que seul peut donner de la force
aux autres, que quiconque refusera d’obéir à la volonté générale y sera
contraint par tout le corps: ce qui ne signifie autre chose sinon qu’on le forcera
d’être libre; car telle est la condition qui donnant chaque Citoyen à la
Patrie le garantit de toute dépendance personnelle; condition qui fait
l’artifice et le jeu de la machine politique, et qui seule rend légitimes les
engagemens civils, lesquels sans cela seroient absurdes, tyranniques, et
sujets aux plus énormes abus 538

(A efectos de que el pacto social no sea una formulación inútil,


encarna tácitamente el único compromiso que puede otorgar fuerza a
los demás: quien se niegue a obedecer la voluntad general será
obligado a ello por todo el cuerpo: ello no significa otra cosa que obligarlo a
ser libre; tal es la condición según la cual al darse cada ciudadano a su
patria se libra de toda dependencia personal; condición que produce el
artificio y el juego de la máquina política, y que es la única en legitimar
las obligaciones civiles, las cuales sin ello serían absurdas, tiránicas y
sujetas a los más grandes abusos)

537
Hablo del giro en la interpretación de la tradición republicana, en tanto dicha tradición más
bien concluía que ante tales elementos cívicos, no es posible constituir una república, debido a
que los hombres ineptos para el vivir libre no pueden conformar una sociedad libre, ni es
posible compelerlos por la fuerza dentro de la libertad. Por tanto, si son ineptos para el vivir
libre, requieren ser constituidos políticamente bajo una forma de dominación que, en ausencia
de libertad, asegure el orden. Maquiavelo recomienda el principado para esos casos (ver:
Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, lib.I,cap.II,XVI)
538
Rousseau, 1762/ 1964, Lib.I, cap.VII, p.186 (el destacado en el texto es mío)

311
Carolina Guerrero

Es en ese sentido que la razón ilustrada del ciudadano más virtuoso asume el
deber cívico de obligar a sus “conciudadanos” a ser libres y, finalmente, hacer
posible la construcción republicana. Por tanto, son los designios de esa razón
ilustrada los que deberán dirigir el curso político de la república naciente, y la
violencia justa residiría tanto en el sometimiento de las voluntades de hombres
díscolos a la voluntad del más virtuoso, como en el establecimiento de bases
jurídico-políticas que, apartándose de los principios políticos configurados por
el pensamiento liberal, permitan el ejercicio legítimo del sumo poder emanado
de la racionalidad del más apto para il vivere politico. En tal perspectiva, en la
concentración del poder político en manos del más virtuoso consistiría la
utilidad pública suprema de obligar a los hombres a ser libres y asegurar la
existencia y la permanencia de la república539. Por tanto, a la necesidad ético-
política que visualiza Bolívar (como discutimos en el primer capítulo del
presente trabajo) sobre dotar a los hombres del amor republicano que les
permita renunciar a sus propias voluntades para consagrarse a aquella voluntad
capaz de realizar el bienestar general y el fin de la república, se suma la
necesidad jurídico-constitucional de deponer aquellos principios políticos del
liberalismo que obstaculicen el despliegue de un voluntarismo virtuoso que, a
través del poder ilimitado, asegure el bien común y “el vivir en libertad”. Sobre
la necesidad de apoyar el efecto benefactor de la razón ilustrada con el
otorgamiento constitucional de las facultades “amplias” que sean precisas,
señala el Libertador: “Nada es tan peligroso con respecto al pueblo, como la
debilidad del Ejecutivo; y si en un reino se ha juzgado concederle tantas
facultades, en una república son éstas infinitamente más indispensables”540.
Respecto a la violencia justa, expresa, por ejemplo: “Los establecimientos de
los antiguos nos prueban que los hombres pueden ser regidos por los

539
Juan Carlos Rey observa que aquí la dictadura “ya no tiene una comisión para restaurar una
‘normalidad’ –en el sentido de una regularidad fáctica transitoriamente perturbada– sino crear
la ‘normalidad’, entendida como un ideal cuya realización se considera deseable y para el cual
es preciso un largo proceso de regeneración o renovación social que requiere poderes e
instrumentos excepcionales. Es en este objetivo final donde la dictadura busca ahora
justificación” (1982, p.227-228)
540
Bolívar: ...Angostura, 1819/ 1988, p.225

312
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

preceptos más severos (...) Si hay alguna violencia justa, es aquella que se
emplea en hacer a los hombres buenos y por consiguiente, felices”541.

La tensión entre el voluntarismo virtuoso de Bolívar y el orden jurídico


constitucional se extiende particularmente a partir de la promulgación de la
constitución de Cúcuta de 1821. La constitución anterior, que sancionó el
constituyente de Santo Tomás de Angostura en 1819, otorgaba al presidente la
facultad de “suspender el imperio de la Constitución en los lugares
conmovidos o insurrectos por un tiempo determinado si el Congreso estuviese
en receso”, en caso de “conmoción interior a mano armada que amenace la
seguridad del Estado”, y autorizaba lo propio, además de hacer la guerra, “en
los casos de una invasión exterior y repentina” (Título 7º, Sección Tercera,
artículo 20). La frase ”si el congreso estuviese en receso” sugiere que, en caso
de que no, el presidente debería contar con la aprobación del legislativo, a fin
de apelar a medidas extraordinarias para enfrentar la conmoción. No obstante,
en las atribuciones del poder legislativo no hay mención a la facultad de este
cuerpo sobre otorgar aprobación al respecto. Y a pesar de la vigencia de dicha
constitución (desde agosto de 1819), el constituyente de Angostura sesionó (el
15 de septiembre del mismo año) sobre “la necesidad de conceder al señor
Vicepresidente del Estado más facultades de las ordinarias, respecto á las
actuales y críticas circunstancias en que se halla la República, y se resolvió
librarle las que están dadas al excelente Sr. Presidente bajo el artículo 17 del
reglamento provisional del 18 de febrero de 1819”. Es decir, al margen de la
norma constitucional, las facultades para manejar el estado de conmoción
estaban previstas por un decreto (emitido antes de aprobar la constitución), el
cual, por decisión del constituyente de Angostura, pasaba a extenderse también
al vicepresidente de la república. Esas facultades consistían en levantar nuevas
tropas, nuevos cuerpos o nuevas divisiones; admitir tropas extranjeras que
vinieran al servicio de la república bajo los pactos y condiciones establecidos, y
“exigir de todos lo necesario para el mantenimiento de la fuerza armada de mar
y tierra”542. Tales prescripciones apuntaban más a enumerar la clase de acciones

541
Bolívar: Carta a Guillermo White (San Cristóbal, 26 de mayo de 1820), en Grases, 1988,
p.235-236
542
Actas del Congreso de Angostura, 1969, p.293

313
Carolina Guerrero

que podía emprender el presidente (asimismo el vicepresidente de la república),


pero de ningún modo plantea alguna regulación, alguna posibilidad de moderar
esos poderes especiales, menos aún al prever la facultad de “exigir de todos” lo
que fuere necesario para el apoyo de las labores militares, lo cual podía ser
interpretado con la mayor amplitud que toda subjetividad permitiera,
fundamentalmente por la persistencia de la guerra para ese momento. En ese
sentido, el poder que estaba en manos del ejecutivo era sin límites, y fue uno
de los aspectos que enfrentó el constituyente que se reunió en la Villa del
Rosario de Cúcuta, en 1821: dicho congreso debatió la necesidad de restringir
las facultades ilimitadas otorgadas al presidente, y decidió constituir una
comisión para que “presente un temperamento543 que tienda al pronto alivio de
los pueblos”, sometidos a las “facultades ilimitadas” en las provincias “teatro
de la guerra o no”544. La discusión culminó con la propuesta que, ante un
estado de conmoción, el poder ejecutivo dispusiera de facultades
extraordinarias y no ilimitadas, y que fuese impedido de suspender el imperio
de la constitución545.

La constitución finalmente sancionada en Cúcuta en julio de 1821 prevé en las


atribuciones especiales del congreso la facultad de “conceder, durante la
presente guerra de independencia, al Presidente Ejecutivo, aquellas facultades
extraordinarias que se juzguen indispensables en los lugares que
inmediatamente están sirviendo de teatro á las operaciones militares, y en los
recién libertados del enemigo; pero detallándolas en cuanto sea posible, y
circunscribiendo el tiempo, que sólo será el muy necesario”546. A la par, el
artículo 128 de la misma constitución señala: “En los casos de conmoción a
mano armada que amenace la seguridad de la República y en los de una
invasión exterior y repentina, puede, con previo acuerdo y consentimiento del
Congreso, dictar todas aquellas medidas extraordinarias que sean
indispensables y que no estén comprendidas en la esfera natural de sus

543
La locución “temperamento” es empleada aquí como relativa a la acción de temperar,
templar, moderar.
544
Acta número 6, sesión del día 10 de mayo de 1821, en: Libro de Actas, 1923, p.20
545
Acta número 64, sesión del día 5 de julio de 1821, en: Libro de Actas, 1923, p.229
546
Título IV, Sección II, Art. 55, punto 25, en: Ley Fundamental de la Unión de los Pueblos de
Colombia, en: Cuerpo de Leyes de la República de Colombia. Caracas, 1961

314
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

atribuciones (...)” (Título V, Sección II) En rigor, y de acuerdo con las


atribuciones prescritas para los miembros del congreso, tales facultades
extraordinarias sólo podían concederse en tiempos de la presente guerra de
independencia y en los lugares teatro de la guerra o los recién libertados, y no
contempla, como sí lo prevé en las “Funciones, deberes y prerrogativas del
presidente de la república”, el otorgarlas en casos de conmoción. Ello puede
interpretarse o bien como un error del constituyente, o bien como una omisión
que, deliberadamente o no, refleja la tensión entre los diputados en torno a la
eliminación de las facultades ilimitadas, el propósito de mantenerlas, e incluso
la intención de restringirlas de modo más laxo o más radical (como
acaloradamente se debatió en el constituyente de 1828). No obstante, tres
meses después de sancionar la constitución, se emitió en la república un
decreto547 en el cual, además de fortalecer la autonomía de Bolívar como jefe
supremo del ejército para el manejo de la guerra, otorgaba al presidente la
facultad de “organizar el país que se vaya libertando del modo que lo crea
conveniente, siempre que no sea posible y oportuno poner inmediatamente en
práctica la constitución y demás leyes de la república” (Art 7), y de “obrar
discrecionalmente en lo demás de su resorte, según lo exija la salud del Estado”
(Art 11) 548.

Aquella situación no parecía aproximarse a resolver la tensión entre el


propósito de ordenar la república a través de prescripciones jurídico-
constitucionales que hicieran posibles il vivere civile mediante prácticas políticas
eternizadas como consecuencia de su propia textualización (constitucional), y
aquel voluntarismo virtuoso de la razón ilustrada que pretendía establecer una
república bien ordenada con base en el despliegue cuasi-ilimitado de su propia
subjetividad, entendida a sí misma como fuente cívica de todo bien. En
perspectiva del iluminismo de Bolívar, ante una sociedad incapaz de ordenarse

547
Expresivo, según Baralt y Díaz. del “inmenso poder e influencia de Bolívar, y la imposibilidad
en que estaba aquella Constitución (1821) de regir la república” (en: Baralt y Díaz, 1939, v.II,
p.88) El decreto es del 9 de octubre de 1821.
548
El destacado en el texto es mío. Como limitación al poder extraordinario, refiere el decreto:
“El ejercicio de estas facultades comenzará desde que se reúna el ejército en la provincia de
asamblea y entre en ella el presidente; pues en el resto de la república deben tener todo su
vigor la constitución y las leyes” (Art 12)

315
Carolina Guerrero

a sí misma, era necesario regir la construcción republicana del vivir libre a


través de la prudencia del más virtuoso. El sentido de prudencia que es
perceptible en la tradición republicana remite a la idea, como teoriza Aquino,
sobre un individuo que tiene la especial cualidad de estar dotado de la recta
razón, o razón correcta, en torno a las cosas que deben ser hechas549. Si es a
partir de esta concepción que Bolívar entiende que la posibilidad de crear y
sostener la república reside en su particular prudenza, debo concluir o bien que
el Libertador pretende construir, con base en el lenguaje del republicanismo,
una forma política de dominación virtuosa de uno sobre todos (lo cual sería
análogo al absolutismo en atención al sometimiento general a la voluntad de
uno, pero análogo al republicanismo en el fin de realizar el bien común y no el
interés particular del que domina), o bien que no comprendió –lo cual,
anticipo, es improbable– la naturaleza y sentido del republicanismo, de acuerdo
con el cual la república sólo es posible como sociedad de hombres libres,
quienes, a su vez, sólo tendrán tal calidad en tanto sean capaces de desplegar
una forma ordenada de prácticas políticas de libertad. En esa ecuación no está
prevista la posibilidad de que hombres díscolos se mantengan en el vivir libre a
partir de la imposición de una suerte de orden de libertad por parte del más
virtuoso, ya que, en ausencia de elementos cívicos, la forma política realizable
deberá ser otra, y no la república. Cuando la tradición republicana refiere la
prudenza como razón correcta sobre lo que debe ser hecho, está invocando un
sentido épico y uno jurídico: el primero dirigido a determinar cuándo es
conveniente hacer la guerra o la paz, y el segundo orientado a crear y reformar
las leyes adecuadas para la república, de modo de asegurar su estabilidad
política en el tiempo550. Por tanto, en el lenguaje del republicanismo se habla
de la prudencia del príncipe para la guerra, y de la prudencia del legislador, y
muy especialmente del primer legislador de la república. Pero no está dada la
idea de prudencia como el centro de la dominación política (aún aquella
virtuosa, dirigida al bien común) de uno sobre todos. Por ello, presumo,
identifica Castro Leiva en el neoaristotelismo uno de los lenguajes del
republicanismo hispanoamericano, dado que, como vimos al comienzo de este
capítulo, Aristóteles prevé que sea la prudencia del más virtuoso la que ejerza la

549
Citado en: Pocock, 1975, p.24
550
Sobre ello, ver Skinner, 2002, p.62-65, 154, 202-207

316
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

conducción política de hombres incapaces de darse a sí mismos el orden


cívico. Pero, ciertamente, Aristóteles no denomina república a la forma política
derivada de tal dominación, sino reino doméstico: al igual que el padre desea el
bien de la sociedad doméstica que preside y la conduce a su realización, el
ciudadano notablemente destacado por su virtud busca la utilidad de esa
sociedad política que ha de someter bajo su poder perpetuo para bien de sí
misma.

A mi juicio, Bolívar no contradice los principios políticos de la tradición


republicana por escasa comprensión o ignorancia de ella (ya que, por el
contrario, justamente evidencia una vasta construcción intelectual, un padecer
–en términos de sentimentalismo ético– y un saber ilustrado al respecto), sino
más bien lo hace por tratar de erigir la república551 en una realidad social que,
según él, le ofrece resistencia (no intencionalmente, sino en atención al hecho
de que no es desde esa sociedad que surge o puede surgir el orden
republicano), ante lo cual recurre al axioma de Rousseau, de acuerdo con el
cual el deber cívico del más virtuoso es obligar a los otros a ser libres. Es en
ese sentido que, a mi entender, Bolívar mantiene la pretensión de realizar la
república aún a costa de negar la república, a menos en una primera fase, o sea,
mientras los hombres adquieren la calidad de ciudadanos virtuosos. Al
verificar, según su propia interpretación, que la república no podía consistir en
sociedad política de hombres (capaces de ser) libres, las ideas de Bolívar
decantan en la antinomia de admitir otro tipo de construcción política que
versiona (es decir, modera) la república a través de una forma de dominación
no republicana. No obstante, para que dicha construcción preserve la
apariencia de república es necesario demostrar, por medio del manejo
conmocional del discurso político, la pervivencia de los principios
republicanos. Es de ese modo que Bolívar transforma (discursivamente) su
voluntarismo ilustrado en el mandato de la voluntad general; con ello, el

551
La consistencia de las ideas de Bolívar en este sentido apunta a mantener la idea de
república aunque él mismo concluya que no es realizable en la práctica. Por tanto, puede
versionar el proyecto político, al punto de que lo único que guarde en común con dicha idea de
república sea la demanda de amor por la patria como principio político que moviliza a la
estructura republicana, la supremacía del interés general sobre el interés particular, y el
propósito canónico de búsqueda y realización del bien común.

317
Carolina Guerrero

ejercicio del sumo poder de una voluntad particular queda legitimado como el
ejercicio de una comisión que supuestamente ha sido entregada por la voluntad
del pueblo o cuerpo de ciudadanos virtuosos. O sea, es discursivamente que lo
que Aristóteles denomina como reino doméstico alcanza en Bolívar la
apariencia de proyecto de creación de la república. De ese modo, también es el
manejo discursivo el que va a convertir la dominación ejercida por una
voluntad individual sobre la voluntad de todos en el aparente despliegue de la
libertad política, cuya naturaleza, sumarizada en la participación activa de los
individuos en los asuntos públicos, había sido y seguía siendo dictaminada
como inconveniente por parte del Libertador, a efectos de la realización de la
utilidad pública. En fin, el giro discursivo del cual hace uso Bolívar traduce el
conflicto real que se plantea entre su voluntarismo personalista y el orden
jurídico constitucional de la república, en la narrativa sobre un conflicto entre
la voluntad general (según el discurso de Bolívar, representada en él mismo por
petición de los “ciudadanos” o llamado del pueblo) y unos pocos que
pretenden imponer –por error o malignidad, como refiere el Libertador–
principios políticos inconvenientes para la república. Por ello los actos del
habla que emite el general se valen recurrentemente de la idea de que sus
propósitos y acciones no obedecen a su voluntad particular, sino que son
impulsados por el mandato de la voluntad general, como refiere en la siguiente
cita, en la cual, además, legitima discursivamente la necesidad de privilegiar, en
atención al cálculo de la conveniencia impuesto por esa misma voluntad
general, la realización de la utilidad pública por encima incluso de lo que
pudiese ser considerado como “justo”:

(...) no siempre lo justo es lo conveniente, ni lo útil lo justo. Yo no


debo obrar para mí, ni por mí. Mi posición pública es la conciencia de
mis operaciones públicas (...) la voluntad legal del pueblo es mi
soberana y mi ley (...) mi profesión ha sido siempre el culto popular y
la veneración a las leyes y a los derechos (...) 552

552
Carta de Bolívar a Sucre (Nasca, 26-4-1825), en: Carrera Damas, 1992, p.321

318
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

No obstante, Bolívar debe introducir también un giro discursivo en torno a lo


que él refiere como su veneración a las leyes y a los derechos, de manera de
discursivamente sostener tal veneración, y a la vez responder, sin atarse a tal
declaratoria sobre leyes y derechos, a la necesidad práctica de actuar de acuerdo
con lo que dicta su razón correcta sobre las cosas que deben ser hechas, como
sentenciaba Tomás de Aquino553. Y ya que esto último está fundamentado en
la máxima sobre los compromisos sustantivos del más republicano de los
ciudadanos (“que son establecer el orden y asegurar la libertad de los
pueblos”554), Bolívar está autorizado (tanto por las demandas que proceden de
la contingencia que él enfrenta, como por los principios abstractos establecidos
desde la antigüedad y que decantan en el lenguaje neoaristotélico del
republicanismo) a cívicamente asegurar la existencia de la república, aunque
ello temporalmente suponga la oposición a la ley. En este punto vuelvo a
encontrar coincidencia entre la perspectiva de Bolívar y la idea de Aristóteles,
según la cual el bien para cada cosa consiste precisamente en lo que asegura su
existencia, por lo que se debe concluir que la unidad política está
dramáticamente distante de ser lo que se imagina a veces, y que lo que se
presenta como el bien supremo del Estado es su ruina555. En esa línea, el bien
supremo de la república no puede residir en otra cosa que no sea su propia
existencia; por tanto, ella habrá de jerarquizarse necesariamente por encima de
derechos y leyes. La recepción de esta argumentación en las ideas políticas de
Bolívar se expresa del siguiente modo:

(...) la existencia es el primer bien556; y el segundo es el modo de existir (...)


si seguimos en la perniciosa soltura en que nos hallamos, nos vamos a

553
En cierta forma ello se vincula con la constatación que, según expresa Santander a Bolívar
en una carta del 4-5-1824, ofrece la realidad colombiana, donde ella misma no ofrece validez a
los principios: “Yo no sé qué especie de principios ni buena fe pudiera haber en los que por un
lado predicamos obediencia a las leyes, sumisión a la voluntad general, respeto a las
instituciones del pueblo, y por otro queremos obrar como si tales leyes no existieran” (en: De
Mier, 1983, v.I, p.LIII)
554
Carta de Bolívar al general Francisco Rodríguez del Todo (Oruro, 25-9-1825), en: op.cit,
1992, p.310
555
Ver Aristóteles: La política, libro II, cap. I
556
En Bolívar tiene resonancia la idea de Rousseau, que señala que la principal intención del
pueblo es que el Estado no perezca, y ello cual engrana con el discurso de Bolívar respecto a la
legitimidad de la suma potestad con base en el propósito cívico de preservar la república. No

319
Carolina Guerrero

extinguir por nuestros propios esfuerzos en busca de una libertad


indefinida557

Por la utilidad pública, consistente en la existencia de la república, era preciso


refrenar esa “perniciosa soltura”, lo cual requería, en perspectiva de Bolívar, del
ejercicio virtuoso de aquel sumo poder prescrito por Aristóteles, es decir, del
reinado absoluto558 ejercido por el titular de aquella virtud superior que había
de constreñir a sus “conciudadanos” en una obediencia forzosa que a la vez era
benéfica, porque los conduciría al bien común supremo de preservar el edificio
republicano. Las narrativas a través de las cuales se despliega aquella
“perniciosa soltura” convergen, fundamentalmente, en la disensión de
opiniones en el seno del poder legislativo de la unión colombiana, y en la
opinión pública propiamente dicha. A lo largo de la existencia de Colombia,
Bolívar maneja el discurso político en contra de lo que él denomina los
reformadores, en tanto la opinión expresiva en algunos diputados y algunos
representados (por ejemplo, las municipalidades559) apuntaba a la introducción

obstante, cuando Rousseau refiere la necesidad de suspender el poder sagrado de las leyes si
se trata de la salud de la patria, lo hace como legitimación de la dictadura, no de formas
tiránicas ni despóticas (como veremos líneas más adelante), como encargo que se delega en
manos del más digno. (1762/1964, lib.IV, cap.VI, p.278)
557
Carta de Bolívar a Santander (Cuzco, 28-6-1825), en Carrera Damas, p.349. El destacado es
mío.
558
Por reinado absoluto no refiero específicamente la instauración de una forma monárquica,
que en efecto se debate en la Colombia de 1819 a 1830 (sobre este tema, ver Parra Pérez: La
monarquía en la Gran Colombia”, Madrid, 1957), sino la forma de dominación que resulta de la
expansión, sobre la voluntad de todos, de la voluntad de uno en atención a su individual
prudencia y voluntad particular.
559
Un ejemplo de esta tensión es la resistencia de la municipalidad de Caracas a someterse al
gobierno bogotano. La municipalidad celebró un cabildo extraordinario el 29 de diciembre de
1821 para deliberar sobre el juramento que debía prestar Caracas el 3 de enero siguiente a la
constitución de Cúcuta. Se accedió a jurar, pero bajo el alerta sobre sus elementos de
ilegitimidad y sobre la necesidad de futuras reformas. En el acta se asentó que la constitución
de Cúcuta “no puede considerarse sancionada por los mismos representantes que la formaron,
ni imponer a los pueblos de esta Provincia, y del Departamento de Quito, el deber de su
estrecha e inalterable observancia, cuando no han tenido parte en su formación ni creen
adaptables a este territorio algunas disposiciones de aquel código y de las leyes que emanan
de él”. El argumento invoca el principio republicano según el cual la única forma de ser libre al
estar sometido a la ley es haber participado en su formación y aprobación” (Gil Fortoul,
1964:470-471) A su vez, los sucesos conocidos como La Cosiata evidenciaron dicha tensión
entre las municipalidades (a partir de, según teoriza Soriano de García-Pelayo –2002-, su
actualización sobre la concepción ascendente del gobierno) y el gobierno centralista. Por una

320
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

constitucional de reformas liberales especialmente orientadas, por ejemplo,


hacia una organización federalista de la república y una mayor sujeción del
poder político disponible por el titular del ejecutivo. Paradójicamente, el
argumento liberal que utiliza para enfrentar discursivamente la oposición a su
virtuoso y sumo poder desde el seno del legislativo, es la teoría desarrollada
por Benjamin Constant sobre la antinomia entre libertad individual y soberanía
absoluta del pueblo560. Bolívar la utiliza para intentar limitar el poder de la
representación nacional que a su vez pretendía limitar las posibilidades de
despliegue de su sumo poder:

(...) La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es su


base y la utilidad perfecta le pone término. Esta doctrina es del apóstol
constitucional del día. ¿De dónde pueden creerse autorizados los
representantes del pueblo a cambiar constantemente la organización
social? ¿Cuál será entonces el fundamento de los derechos, de las
propiedades, del honor, de la vida de los ciudadanos? Valdría más vivir
bajo el feroz despotismo, pues al fin el sagrado hombre tendría apoyo
en el poder mismo que lo oprime(...)561

En una carta de Bolívar a Santander, de 1823, es expresivo el giro lingüístico de


Bolívar mediante el cual establece que toda existencia política en la república
de Colombia –toda institucionalidad, por ejemplo, incluyendo la propia
representación nacional como cuerpo legislativo– se debe al heroicismo y a la

parte, Bolívar se vale de las municipalidades en tanto éstas acceden a enviarle actas
solicitando que asuma las facultades necesarias para aplacar los focos anárquicos, lo cual
legitima los intentos del Libertador por rebasar los límites constitucionales de su autoridad.
Pero como no es la situación estrictamente prevaleciente, a través de la llamada dictadura de
1828, Bolívar finalmente suprime las municipalidades mediante un decreto del 17-11-1828,
ante lo cual Páez, jefe civil y militar de Venezuela, responde con un contradecreto emitido el 5-
1-1829 en el que expresa, en su artículo primero, que: “Queda en suspenso y sin efecto
alguno en el distrito de mi mando el decreto del 17-11-1828, que trata de la suspension
temporal de las Municipalidades” (Blanco y Azpúrua, 1875 / 1978, v.12, p.343)
560
Consiste en (BC sobre soberanía limitada)
561
Carta de Bolívar a Santander (Tulcán, 31-12-1822), en: Carrera Damas, 1992, p.236

321
Carolina Guerrero

razón correcta del ciudadano más virtuoso, autor y actor de los mayores
sacrificios por la utilidad pública562. Es decir, a él: “(...) (los miembros de la
representación nacional) llaman amenaza las protestas más generosas de
sacrificar uno su sangre por cumplir lo que esos mismos señores han mandado
en el otro Congreso (de Cúcuta, de 1821) (...)”. Asimismo, reitera la idea de que
el designio de su propia voluntad se configura a partir de la voluntad de los
ciudadanos, tanto los privados como aquellos que realizaron servicios heroicos
a la utilidad pública, lo cual habrá de legitimar la ejecución del sumo poder en
manos del más virtuoso, de acuerdo con lo que dicte su correcta razón: “(...)
Dígales Vd. (a los congresistas) que yo no necesito de amenazas, que yo tengo el
poder para hacer lo que mejor me parezca en el momento que turben el orden
público, y entablen las reformas, porque entonces el pueblo y el ejército me pedirán
que los salve de la cruel imbecilidad de sus reformadores”. Y, finalmente, quiero
destacar la manera como Bolívar se apoya en la teoría y en los principios para
ratificar su argumentación, a pesar de cancelarlos cuando son utilizados por los
llamados reformistas: “Dígales Vd. (...) que Constant dice que sólo un malvado
pretende reformas en una constitución nueva que aun no se ha experimentado
su efecto. La cita no sé si es exacta, pero sé que hay algo más que esto en lo
que dijo en nuestro curso de política 563.

562
Señala Carrera Damas: “(...) la condición de Padre de la Patria implica unicidad y sitúa a
quien la vive en un nivel de grandeza y de originalidad exclusivos” (1969, p.85)
563
Carta de Bolívar a Santander (Guayaquil, 30-5-1823), en: Carrera Damas, 1992, p.247.
Respecto a la idea de Constant referida por Bolívar, el filósofo plantea lo siguiente en los
“Principes de politique applicables a tous les gouvernements représentatifs et particulièrement
a la constitution actuelle de la France” en su Cours de politique constitutionelle, 1815: “(...)la
constitution pourra être améliorée. Il est à souhaiter qu’on y procède lentement, à loisir, sans
impatience, et sans vouloir devancer le temps. Si cette constitution a des défauts, c’est une
preuve que les hommes les mieux intentionnés ne prévoient pas toujours les conséquences de
chaque article d’une constitution. La même chose pourrait arriver à ceux qui voudraient la
refondre pour la corriger. Il est facile de rendre son habitation plus commode, lorsqu’on n’y fait
que des changements partiels: ils sont d’autant plus doux qu’ils sont prasque insensibles; mais
il est dangereux d’abattre son habitation pour la rebâtir, surtout lorsque en attendant, on n’a
point d’asile” (1815/1872, v.I, cap.XX,p.162). Seguidamente, Constant expone la importancia
de que la Francia ejerza el dominio de la razón, perceptible ante el resto de Europa a través
del respeto de ciudadanos y representantes a la constitución vigente. El paralelismo que
Bolívar encuentra entre la Colombia y la Francia de aquel entonces se resume en la necesidad
de ambas repúblicas no sólo por erigir y mantener los valores sustantivos del republicanismo,
sino además por ser acreedoras del reconocimiento y respeto de las potencias extranjeras al
demostrar las facultades cívicas y el dominio de la razón, patente en el orden político posible a
través de la coexistencia entre libertad y vigencia del imperio de la ley. La Francia de la post-

322
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

En tradición republicana, aquel individuo con la prudencia y sabiduría


necesaria para organizar la república en su momento fundacional se aparta del
manejo de lo público, una vez instituidas las leyes a partir de las cuales se
regulan las prácticas cívicas y políticas. En Bolívar, por el contrario, convergen
los roles del primer legislador (aunque él en sí mismo no es el constituyente de
sus repúblicas, él ofrece los proyectos de constitución para la Colombia que se
avizora crear en 1819 y para la naciente Bolivia en 1826; incluso ante el
constituyente de Cúcuta de 1821 su aspiración virtuosa es que éste corrija los
desvíos en los que incurrió el de 1819 respecto a su proyecto constitucional
original), del organizador de la república y el estadista guardián del orden. Es
decir, se entiende a sí mismo como el creador del orden y la condición de todo
orden posible en la república. En esa lógica, ha de estar por encima de los
principios políticos republicanos y mucho más de los liberales, ya que la
garantía para la realización y permanencia del orden requiere de la acción
efectiva de la prudencia del más virtuoso, en vista de que, como señalaba
Aristóteles, si la república no está conformada “por muchos ciudadanos de un
mérito igualmente distinguido”, la contingencia, dominada por lo accidental (y
no por lo general, lo cual correspondería con el reino de la ley y no del
voluntarismo), sólo puede ser resuelta, en perspectiva de Bolívar, a partir del

revolución había promulgado las constituciones de 1791 (la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano); de 1793 (que se adaptaba a la posibilidad de despliegue legítimo de
la democracia absoluta); la del Año III, conocida como constitución directorial o del gobierno
del Directorio; y, después del golpe del 18 de brumario, las constituciones napoleónicas: la de
1799, que introduce el consulado; la constitución de 1802, que impone el consulado vitalicio; la
de 1804, que es propiamente la constitución de imperio, y la constitución monárquica de 1814,
de la cual se omite la denominación de “constitución”, para llamarla Carta de 1814. Constant,
quien había atacado el antiliberalismo napoleónico y la pretensión del emperador de desplegar
en una república moderna los usos despóticos de los antiguos (como el espíritu de conquista,
que justamente suscita en Constant el desarrollo de su obra De l’Esprit de conquête et de
l’Usurpation, publicada en 1814), accede a la petición de Bonaparte de escribir el Acta
Adicional de 1815 a la Carta de 1814, a fin de establecer el carácter liberal y representativo a
las bases jurídico-políticas de la república, como un intento de enmienda ante el efecto de las
constituciones del imperio. Tras la caída de Napoleón meses después y su exilio en la isla de
Santa Elena, el Acta de 1815, peyorativamente denominada “la benjamina”, prácticamente no
llegó a ser aplicada. Tras haber sido un opositor activo, Constant justifica su posterior apoyo a
Napoleón con base en la convocatoria del emperador a una asamblea constituyente con 629
representantes, sin influir en su elección: “L’empereur a donné de la sincérité de ses intentions
le plus incontestable gage” (op.cit, p.163)

323
Carolina Guerrero

reinado absoluto de aquel hombre que reúne a la vez tal prudencia, sabiduría y
virtud. La tensión de esta lógica con las ideas republicanas reside en la
incompatibilidad de la idea de república con el dominio de uno solo. En
ocasión de los sucesos de Valencia y Caracas de 1826, conocidos como La
Cosiata, la concepción de Bolívar sobre la necesidad de suspender los principios
para dar paso a la prudencia del más virtuoso se expresa de la siguiente forma:

Desde luego lo que más conviene hacer es mantener el poder público


con vigor para emplear la fuerza en calmar las pasiones, reprimir los
abusos ya con la imprenta, ya con los púlpitos y ya con las bayonetas.
La teoría de los principios es buena en las épocas de calma; pero cuando
la agitación es general, (gobernar con base en) teorías sería como
pretender regir nuestras pasiones por las ordenanzas del cielo, que
aunque perfectas, no tienen conexión algunas veces con las
aplicaciones (...) 564

Ante tal juicio emitido recurrentemente por el Libertador, en la reacción de la


municipalidad de Caracas es perceptible (como lo expresa la siguiente cita) la
resistencia de la ciudadanía (que en efecto se había arrogado la libertad política
de estar en ejercicio, y participar activamente –no siempre de modo cívico, y
no siempre tumultuario– del deber de dirimir el negotium público) a reconocerse
como sociedad díscola, inepta para ser gobernada bajo el imperio de los
principios políticos del republicanismo o del liberalismo, ávida de la
conducción prudente del más virtuoso, y, por tanto, únicamente ordenable
bajo la dominación de uno solo:

“(...) Se nos ha llegado a decir por la gaceta ministerial de Colombia y


por las oficiales de distritos, redactadas por orden del gobierno, que los
principios eran la gangrena de las sociedades y la ruina de la América, mientras

564
Carta de Bolívar a Páez (Lima, 6-8-1826), en Baralt y Díaz, 1939, v.2, p.192. El destacado
es mío.

324
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

se nos aseguraba que el gobierno de uno era el mejor y que sólo la quietud
servil y la obediencia ciega podrían hacernos dichosos (...) 565

El problema sobre el cual se expande esa tensión entre el voluntarismo de uno


(que es impulsado por la pretensión de darle el orden a la sociedad) y esa
sociedad que se resiste al dominio de uno solo (con base en aquellos principios
políticos mediante los cuales es posible confirmar que el sumo poder, aún en
manos de aquel individuo distinguido entre el común por su calidad de
virtuoso, consiste en una dominación despótica) tropieza, para mayor
complejidad, con la idea tanto republicana como liberal que exige el
establecimiento del orden (o sea, de una sociedad ordenada, de un corpus de
individuos políticamente constituidos) como condición para el vivir libre. En
ese sentido, la propia tradición republicana –tanto en su voz clásica como la
legada por las repúblicas italianas renacentistas– indica que el bien común es el
resultado de compromisos y balances entre la idea de una república libre y una
república poderosa, y que ambas son inevitablemente irrealizables en medio de
la discordia, la cual, a su vez, es comprendida como división, desunión,
desorden, facción.566

En la tradición republicana clásica, se concibe que si los ciudadanos son


incapaces de darse a sí mismos un orden a partir del cual la ciudad organice su
vivir libre de acuerdo con la disposición de vivir bajo leyes y buenas
instituciones (el vivir político), el orden ha de estar dado bajo el efecto benéfico
del sumo poder que –por sanción de la necesidad– se otorga al ciudadano más
virtuoso. Bock teoriza que, en esa tradición, la libertad es sólo una palabra si las
leyes y los magistrados no son respetados, en cuyo caso es sólo a través del
líder que puede preservarse un mínimo de estabilidad567. En la república de
Colombia, la concepción política a partir de la cual se piensa necesaria la
renuncia de los individuos a los principios republicanos y liberales que habrían

565
Acta del 25-11-1829 de la asamblea popular reunida en Caracas, en la Iglesia de San
Francisco, en: ibidem, p.226. El destacado es mío.
566
Sobre la idea de discordia como impedimento de la realización de la república, ver: Gisela
Bock: “Civil discord in Machiavelli’s Istorie Fiorentine”
567
Bock, 1990, p.196

325
Carolina Guerrero

de asegurar su libertad política y ejercicio de la ciudadanía en aras del


levantamiento del sumo poder de uno solo que, en adición, ha de ser un poder
perpetuo (como prescribe Aristóteles) se enturbia con la creencia antigua
(obviamente político-religiosa, dado que para los antiguos los componentes de
tal binomio son inevitablemente inseparables) según la cual, en ausencia de la
capacidad de los ciudadanos para ordenarse a sí mismos, la magistratura
suprema necesaria en aras de la utilidad pública es constituida políticamente
por “bendición jupiterina”568. Mediante esa investidura auspicial se confiere un
carisma vitalicio, y, en total, se arriba a la coexistencia de una concepción civil
sobre el ejercicio del poder y una concepción metafísicamente trascendente
sobre la magistratura superior569. Esa especial forma de carisma –inextinguible
en tanto se encarna por autorización divina no temporal– se traduce
modernamente en la idea de que es a través del prestigio del magistrado
supremo que podrá derivarse hacia esa sociedad díscola el bien del orden, todo
ello posible a partir del supuesto de que sus miembros confirmarán el
fundamento legítimo de ese poder perpetuo benefactor como consecuencia de
la cualidad no común de su titular, capaz de impactar la imaginación de sus
conciudadanos al punto de obtener de ellos la tolerancia al reinado absoluto de
ese poder “útil y justo”.570

Si bien no es sino hasta la instauración de la llamada última dictadura de


Bolívar que el Libertador se da a sí mismo (y a la república) el derecho (el
orden jurídico-constitucional) mediante el cual va a ejercer el poder supremo,
desde la aprobación de la constitución de 1821 es manifiesta, como hemos

568
Ker Porter, desde su racionalidad británica, comentaría sobre Bolívar: “El haber escapado de
la muerte tantas veces haría pensar a cualquiera que está especialmente protegido para el
bien y la felicidad finales de esta malagradecida raza” (1842 / 1997, p. 353)
569
Sobre la bendición jupiterina y el carisma perpetuo, ver Francesco Sini: “A proposito del
carattere religioso del dictator”, en Meloni (ed.), 1983, p.116
570
Pero si bien el republicanismo clásico podía cimentar la sanción al poder ilimitado del
magistrado benefactor con base en una concepción religiosa (expresiva para los antiguos a
través de la citada intervención del dios Júpiter), resulta accidentado el traslado de aquellas
ideas al ámbito moderno, principalmente porque para los modernos el reino de la religión
corresponde a la esfera de lo privado y de la independencia moral del individuo, mientras que
para los antiguos, como señala Sini (ver op.cit, p.115), las creencias religiosas son dominadas
por la idea de que los dioses intervienen continuamente en todos los aspectos de la vida, tanto
pública como privada

326
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

referido, su pretensión virtuosa de realizar el bien de la república en sujeción a


su prudencia y no al orden jurídico vigente al cual juzga inconveniente para tal
fin. No obstante, se evidencia a lo largo de esos años la reiteración discursiva
de Bolívar por denominar dictadura al sumo poder que busca encarnar, de
manera de hacerlo análogo (al menos a través de la retórica) a aquella
magistratura extraordinaria prevista por la constitución de la Roma clásica571, y
simultáneamente marcar la distinción con las formas de dominación tiránicas y
despóticas. Un mes antes a la disolución de la Convención de Ocaña, suceso
que marca el giro de la fortuna a partir del cual Bolívar finalmente despliega su
magistratura suprema, expresa:

Con los elementos morales que hay en el país; con nuestra educación,
nuestros vicios y nuestras costumbres, sólo siendo un tirano, un
déspota, podría gobernarse bien a Colombia; yo no lo soy y nunca lo
seré, aunque mis enemigos me gratifican con esos títulos; mas mi vida
pública no ofrece ningún hecho que lo compruebe. El escritor
imparcial que escriba mi historia o la de Colombia, dirá que he sido
Dictador, Jefe Supremo nombrado por los pueblos, pero no un tirano y un
déspota 572

En la tradición republicana coexisten, no sin poca tensión, una perspectiva de


acuerdo con la cual el bien común es conciliable con el interés particular
(siempre que el segundo no se sobreponga al primero)573 y otra según la cual,
éticamente, el único interés que ha de ser realizable es el general574, fundado
siempre en la idea de bien común. Esta segunda perspectiva produce una idea
de libertad que Berlin define como “positiva”, en tanto epistemológicamente

571
Parte de la historiografía suscribe la idea. Ambrosio Oropeza, por ejemplo, señala que: “es
una dictadura de derecho, en buena ley es la dictadura de la necesidad, pertenece a la misma
especie de aquella que otorgaban los romanos al eminente de sus ciudadanos en sus
encrucijadas azarosas” (1944, p.48)
572
Bolívar: Diario de Bucaramanga, 3-5-1828, 1982, p.38. El destacado es mío.
573
Vid supra
574
No supone la suspensión del interés particular, sino la disolución de éste en aquello que se
entiende como interés general, como hemos visto a lo largo de este trabajo en torno a tal
tradición.

327
Carolina Guerrero

supone el derecho de ejecutar todas aquellas acciones que conduzcan a un fin


preestablecido (y no cualquiera)575. En términos republicanos, ese fin está dado
por la utilidad pública suprema: la existencia y permanencia de la república. Por
tanto, sólo la búsqueda de tal fin es racional, y la libertad habrá de consistir, en
esa línea, en la marcha hacia tal objetivo magno, lo cual es posible mediante la
consagración de cada ciudadano al servicio público supremo. Ello,
simultáneamente, requiere del cultivo de las virtudes cívicas necesarias para
participar en la vida política en los términos descritos. Por tanto, si los
hombres no son capaces de desplegar esas virtudes cívicas que hagan posible el
bien común, deben ser constreñidos en la virtud. Esta argumentación abre el
sendero para legitimar el propósito de Bolívar en torno al sumo poder. Pero,
por otra parte, la primera perspectiva a que hacíamos mención al inicio de este
párrafo también plantea una específica concepción de la libertad y ciertas
demandas a la constitución moral y política de los individuos. De esa
perspectiva deriva una idea de libertad que Berlin clasifica como “negativa”,
porque despliega el derecho legítimo de hacer todo aquello que no perturbe el
derecho del otro576. Por tanto, no se obliga a los individuos a ser libres para
lograr determinado objetivo, prescrito no por ellos mismos sino por la
comunidad política en la cual están insertos. En esa línea, la idea de libertad
adquiere un carácter más individualista que en el primer caso. No obstante, las
demandas que aún desde esa concepción derivan hacia los individuos también
imponen la disposición de una capacidad individual para ser libres,

575
En la historia intelectual, las clasificaciones clásicas de libertad son las desarrolladas por
Berlin en 1958 y más recientemente por Pettit, en 1997. Berlin señala que la libertad negativa
está presente cuando nada obstruye a quien la ejecuta, excepto la noción de autogobierno y
autocontrol, de modo que el individuo asume la condición de ser su propio dueño, y no es
prevenido por otro sobre lo que debe hacer o elegir; por libertad positiva enuncia la libertad de
llevar a cabo un modo prescrito de vida, en cuya determinación el individuo deja de ser el amo
supremo para percibir la injerencia de otros (1969/1988, p.122-134) Pettit habla de tres
formas de libertad: populista-comunitarista, que se revela como libertad positiva, con vigilancia
comunitaria sobre la conducción de los ciudadanos y ejercicio de la democracia participativa; la
liberal-republicana, en la cual distingue la eminentemente liberal (como ausencia de
interferencia, sin opresión en el ejercicio del poder de unos sobre otros que no ejercen ni
quieren ejercer el poder, es perceptible la indiferencia al poder y a la dominación) y la
republicana (como ausencia de dominación arbitraria; sin ejercicio de la democracia directa y
participativa, sin ser amenazado por la tiranía de las mayorías); y la libertaria, caracterizada
por la agregación de hombres sin identidad colectiva, donde el Estado es el aparato para el
arreglo de los hombres en la realización de sus intereses atomizados (1999, p.51ss)
576
Vid supra

328
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

entendiendo la libertad como el gobierno de sí mismos, y verificando que sólo


es posible ser libres en una sociedad políticamente ordenada, que incorpore un
verdadero gobierno de sí mismos. Desde esta perspectiva liberal, retóricamente
también es posible fundar la propuesta de Bolívar sobre el sumo poder, si,
como él sentencia, los elementos morales, costumbres, escasa educación y
múltiples vicios impiden que los miembros de la república realicen el gobierno
de sí mismos, no siendo viable el proyecto liberal y sí necesaria la imposición
del orden sobre hombres díscolos por parte del titular de los dos elementos
necesarios para, al menos, preservar no ya la república (en tanto ésta es
inexistente en ausencia de libertad) sino las garantías para la permanencia del
orden: uno, la suma prudencia del ciudadano más virtuoso, que asegura que el
poder perpetuo será empleado en bien de la sociedad política y no del
gobernante; y dos, el carisma vitalicio, para lograr la tolerancia de los hombres
hacia la obediencia forzosa que les será impuesta.

Como señala Castro Leiva, Bolívar asume la llamada dictadura del trienio 1828-
1830 “bajo la legitimidad contractualista, pues el pueblo de Bogotá577,
inspirado por la Providencia, en un Acta, le ‘confirió su soberanía’ ” 578. Por
ello el esfuerzo retórico de Bolívar consistirá en “expresar la ‘nueva voluntad
general’ ”, siendo esta última la fuente legítima del mando supremo, ya que éste
sólo puede establecerse con base en la comisión impuesta por esa voluntad,

577
El acta de Bogotá, de fecha 13-6-1828, decía lo siguiente: “(...) reunidos pacíficamente en
la plaza mayor (...) los padres de familia que suscribimos esta acta y otros muchos que no han
podido firmarla (...) que se autorice al Libertador Presidente para que con el lleno y plenitud de
autoridad correspondiente obre el bien y aleje el mal (...) que protestamos no obedecer y que
de ningún modo obedeceremos cualesquier actos y reformas que emanen de la convención
reunida en Ocaña, como que no son ni pueden ser la expresión de la voluntad general” (en:
Restrepo, 1861, v.II, p.377-379) Primero, quienes firman el acto se arrogan la representación
arbitraria de quienes no la suscribieron; segundo, le otorgan a Bolívar una autoridad que no les
pertenece en tanto ellos, como fracción, no pueden delegar poderes que residen en la
totalidad de la ciudadanía; tercero, se presenta la paradoja de, aunque los firmantes
desconocen los actos de los convencionistas, Bolívar sustenta su elevación al poder supremo
con base en que dicha Convención había anulado la constitución de la república; por tanto,
Bolívar toma esta acta como primer acto de legitimación de su autoridad ilimitada, pero en ella
misma reside el desconocimiento tácito de que la constitución haya podido ser abolida por los
delegados a Ocaña, por lo que ni siquiera por esta vía podría justificarse el decreto orgánico
que inaugura la llamada dictadura.
578
Castro Leiva, 1984, p. 81

329
Carolina Guerrero

ante la cual accede el ciudadano más virtuoso, obviamente dispuesto a la


realización de los mayores sacrificios por el bien público. Tales son las
condiciones de ese nuevo pacto (el llamado del pueblo y la aceptación de tal
mandato por parte del individuo más prudente y benefactor), el cual
retóricamente suministra el cimiento de legitimidad del sumo poder que instala
Bolívar579. Por otra parte, la experiencia de la post-revolución vivida en
Francia, específicamente bajo el gobierno del Directorio y el régimen del
terror, había demostrado cómo la legitimación discursiva, en nombre del
espíritu público, podía conducir al despliegue de un voluntarismo político
patentado a través de un poder sin límites, bajo el cual el respeto a los derechos
penderá del fino hilo de la prudente conducción de uno solo y no de una
institucionalidad y un orden jurídico-constitucional que puedan garantizarlo
más allá de la subjetividad de uno o unos pocos. Al respecto, De Staël señala
que aquel gobierno republicano que, por singular refinamiento, quisiera
establecer un género de nueva obediencia, la “voluntariedad forzada”, sería
infinitamente más tiránico que el simple despotismo; arrastrado cada día por
las dificultades crecientes, no habría límite para la tiranía que quisiera obtener
por la fuerza todos los signos del asentimiento580, es decir, incluso de aquella
aprobación contractualista derivada de la nueva voluntad general.

Para que el régimen que impone Bolívar en 1828 fuese clasificado como
dictadura y lograra evadir las categorías de tiranía y despotismo, era necesario
fundamentarlo sobre dos fuentes de legitimidad: la soberanía del pueblo, que a
través de un mandato magno de su voluntad “delegaba” en el magistrado el
sumo poder, y el deber cívico de realizar el bien común supremo, consistente
en la permanencia de la república. En esos términos, la retórica de la llamada
dictadura establecía la condición de legitimidad en dicha magistratura

579
De acuerdo con la elocuencia de Bolívar para estructurar el discurso legitimador de la
dictadura, hay, primero, un pueblo en pleno ejercicio de sus derechos, que deriva el poder
supremo en manos del dictador; y segundo, un gobernante que acepta este mandato como su
sacrificio, su deber ciudadano. Por tanto, retóricamente se demuestra que la dictadura ha sido
instituida racionalmente por el pueblo para hacer frente a la emergencia. Y dado que esta
delegación del poder supremo supone el nuevo pacto entre ciudadanos y gobernante, Bolívar
fija los términos de la dictadura: legisla sobre la manera en que será ejercida.
580
Ver De Staël, 1798/ 1993, p.246

330
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

excepcional porque, en atención a las circunstancias y a la amenaza de


disolución de la república, había sido impuesta por la voluntad general581, y
también porque era el recurso para realizar aquella utilidad pública que debía
jerarquizarse siempre por encima de cualquier otro interés o fin: la existencia
misma de la república. En cuanto a las formas, a efectos de plantearse análogo
a la dictadura romana, también era preciso que el poder supremo que se
arrogaba el Libertador estuviese regulado por el derecho, debido a lo cual
Bolívar estatuye el decreto orgánico como marco constitucional a través del
cual él habría de limitarse a sí mismo. Pero, para ello, era igualmente ineludible
el cancelar retóricamente la existencia de un derecho previo, dado que tendría
que ser este último –y no otro– el que impusiese demarcaciones
constitucionales al sumo poder. Es en esa línea que Bolívar muestra
discursivamente a la república que la constitución de 1821 había dejado de
estar vigente por dos sucesos: la disposición de implantar reformas a través de
la Gran Convención, y el fracaso de dicho intento, tras la disolución del
referido constituyente. No obstante, la constitución de 1821 prevé los
mecanismos de su futura reforma, pero no estatuye que ella misma se cancele
al instalarse el congreso que deba adelantar dicho proceso, como tampoco
plantea su propia muerte en caso de que ese congreso se disuelva sin haber

581
Bolívar es muy preciso al respecto. En la proclama que dirige a los colombianos el 27 de
agosto de 1828 (el día que emite el decreto orgánico con el cual instala la llamada dictadura),
es enfático sobre el hecho de que él no impone, impulsado por algún voluntarismo
personalista, el poder supremo, sino que lo asume como efecto de su obediencia cívica al
mandato del pueblo: “(...) Penetrado el pueblo entónces de la gravedad de los males que
rodeaban su existencia, reasumió la parte de los derechos que habia delegado (nota de la
autora: es obvio que se refiere a la delegación en la representación nacional constituyente, es
decir, en los diputados de la Convención de Ocaña); y usando desde luego de la plenitud de su
soberanía, proveyó por sí mismo á su seguridad futura. El Soberano quiso honrarme con el
título de su Ministro, y me autorizó, además, para que ejecutara sus mandamientos” (los
destacados son míos) (en: O’Leary, 1884/ 1981, v.26, p.368) Mediante el recurso retórico de
interpretar la nueva voluntad general, Bolívar cubre sus actos legisladores con la misma
legitimidad de la que habrían gozado los de la Gran Convención, al expresar que el pueblo
decidió retirar de manos de la Gran Convención el poder constituyente que le había otorgado
para depositarlo en nuevas manos: las del Libertador. De tal modo, no sólo legitima Bolívar su
poder ilimitado al expresar mediante su discurso conmocional que el pueblo soberano
comisionaba en él el título de Ministro (símil de titular del poder supremo), sino también su
facultad legisladora constituyente, ya que recibe de ese pueblo soberano el poder
constituyente que antes residía en la Gran Convención, con lo cual queda autorizado por la
voluntad general para elaborar la ley constitucional del Estado, encarnada en el decreto
orgánico referido.

331
Carolina Guerrero

acordado tales reformas. Retóricamente, Bolívar expresa la autoría de la Gran


Convención sobre la anulación del texto constitucional de 1821, cuando en su
alocución a los colombianos del 27 de agosto de 1828, que antecede al decreto
orgánico que instala la “dictadura”, enfatiza: “(...) La Constitucion de la
República ya no tenía fuerza de ley para los más; porque aún la misma
Convencion la habia anulado, decretando unánimemente la urgencia de
reforma”582. Simultáneamente, en el decreto orgánico patenta: “(...)
Considerando; que la Convencion reunida en Ocaña el dia 9 de Abril de este
año, declaró solemnemente y por unanimidad de sufragios, la urgente
necesidad de reformar la Constitucion: / Considerando: que esta declaracion
solemne de la Representacion Nacional (...) puso el sello al descrédito de la
misma Constitucion (...)”583. Formal y jurídicamente no se había cancelado la
vigencia de la constitución, sino que es sólo la interpretación de Bolívar la que
concluye que la declaración del constituyente sobre la necesidad de las
reformas equivalía a anular la constitución de 1821584. Discursivamente, la
carencia de una constitución es lo que permite a Bolívar crear una nueva “ley
constitucional del Estado” que, al igual que su magistratura excepcional, estaría
vigente sólo hasta el 2 de enero de 1830, según el artículo 26 del decreto
orgánico585. Desde una perspectiva liberal, es posible ofrecer la apariencia de
ejercer un gobierno justo mediante las bases constitucionales elaboradas por el
mismo poder que ha de ejecutarlas; no obstante, si la norma constitucional que
ha de limitar al poder emerge de él mismo, realmente no existe norma sino la
aprobación textual (es decir, la imposición) de su propia arbitrariedad. Al
respecto, Constant señala:

582
En: O’Leary, 1884/ 1981, v:26, p.368
583
En: O’Leary, 1884/ 1981, v:26, p.369
584
El constituyente de 1821 no declara la muerte de la vigente ley fundamental por declarar la
necesidad de redactar una nueva constitución para la unión colombiana. A mi entender, la
solemne declaratoria del constituyente sobre la necesidad de hacer una nueva constitución o
introducir reformas no equivale a la suspensión de la constitución vigente. En ese sentido la
interpretación de Bolívar al respecto constituye un artificio retórico para elaborar el discurso
sobre la ausencia de una constitución que rija la república, y con esa base se otorga a sí
mismo, a partir del “llamado del pueblo soberano”, la facultad de dar a la república una nueva
(temporal) ley fundamental, en calidad de legítimo constituyente.
585
Ver O’Leary, 1884/ 1981, v:26, p.374

332
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Cuando no existe Constitución, no solamente hace el poder las leyes


que quiere, sino que las ejecuta à su antojo; esto es, que las observa
cuando le convienen y las viola cuando no, y entonces las mejores
leyes así como las peores, no son más que un arma en manos de los
gobernantes, viniendo a ser el azote de los gobernados a quienes
oprimen sin defenderles y les privan del derecho de la resistencia, sin
concederles el beneficio de la protección 586
El sentido de la dictadura romana era, a mi entender, encapsular la acción y el
efecto del poder supremo sólo hacia la resolución de la emergencia por la cual
había sido instituida. Por ello no sólo establece límites en cuanto al tiempo que
debe prolongarse, sino también intenta ser lo más detallada posible respecto al
tipo de facultades que se asignan al dictador, que se estiman imprescindibles
para enfrentar la situación excepcional. Por tanto, no se le confiere un poder
ilimitado, sino que su magistratura se restringe sólo a aquel orden de cosas
inherente a la emergencia; no a cualquier y mucho menos a todo ámbito. Dada
que tal es la naturaleza de la dictadura romana, no es posible fundar la lógica de
que su previsión y regulación puedan venir dadas por la racionalidad
legisladora del propio dictador, sino sólo por un derecho a la vez previo y
trascendente a él: por una norma objetiva y no como derivación de la
prudencia del más virtuoso. Sobre el punto, Constant había especulado
anteriormente:
No existe, fuera de las garantías políticas, ningún medio de impedir a los
depositarios de la autoridad, la violación de las leyes establecidas por ellos
mismos: así es que los déspotas más celosos de su dominación absoluta no
han tenido dificultad en dar a sus esclavos códigos maravillosos, bien seguros
de que no tendrán más valor que el que tolerase la voluntad del amo 587
En Bolívar se escenifica el dilema de la tradición republicana y del pensamiento
político liberal, cuya coincidencia en torno a qué forma política es menos
repugnante (en ausencia de la posibilidad de desplegar il vivere libero) apunta a
preferir, entre dos males, la tiranía frente a la anarquía588. En ese estado de

586
Constant/Filangieri, 1826/1836, p. 201
587
Constant/Filangieri, 1826/1836, p. 215
588
Quiero contrastar esa presuposición con un panfleto que se publicó el 20-5-1824 por “Unos
Venezolanos”, con el título Noticias biográficas curiosas. Señala: “El buen colombiano es aquel
que bajo las anteriores garantías (derecho de escribir, imprimir, publicar libremente sus

333
Carolina Guerrero

cosas, la reflexión política se asienta, como fue manifiesto en autores tan


disímiles como Maquiavelo y Voltaire, en la discusión sobre qué tipo de tiranía
sería menos tormentosa: la de uno solo o la de muchos589. En esta línea,
retóricamente Bolívar estatuye la imposibilidad del vivere libero en la república de
Colombia, tal como lo expresa en su texto “Una mirada sobre la América
Española”, y la necesidad de un gobierno estable (se infiere que se trata de su
sumo poder) capaz de triunfar sobre la amenaza de anarquía:
(...) No hai fé en América, ni entre los hombres, ni entre las naciones. Los
tratados son papeles; las Constituciones libros; las elecciones combates; la
libertad anarquía; y la vida un tormento (...) Los tumultos populares, los
alzamientos de la fuerza armada, nos obligarán al fin á detestar los mismos
principios constitutivos de la vida política. Hemos perdido las garantías
individuales, cuando por obtenerlas perfectas habiamos sacrificado nuestra
sangre, y lo más precioso que poseimos ántes de la guerra (...) Ansiamos por
un gobierno estable, consecuente con nuestra situación actual, análogo á la
índole del pueblo, y sobre todo que nos aleje de esta feroz hidra de la
discordante anarquía, (...) cuya inconcebible condicion reduce á los hombres á
tal estado de frenesí, que á todos inspira amor desenfrenado del mando
absoluto, y al mismo tiempo odio implacable á la obediencia legal (...) 590
La idea expresada por Bolívar de que en la república los tratados son papeles y
las constituciones libros sugiere la incapacidad de pactar por parte de los
individuos. Es decir, la inobservancia de la norma jurídica configurada por la
voluntad de todos revelaría la ineptitud de quienes han establecido el pacto
(sobre el cual se eleva la asociación política) de mantenerse dentro de los
términos fijados en el mismo, en atención a lo cual la incapacidad de respetar el
pacto supone, en tradición republicana, la incapacidad de pactar. Es en ese
sentido que en perspectiva contractualista se desprende que tales individuos no
pueden estar dotados de la condición ciudadana, y, en consecuencia, de ellos
no puede emanar el tipo de voluntad que pueda configurar en la asociación
política la idea de voluntad general; por tanto, en ellos no podría originarse

pensamientos y opiniones; ser, como nación, depositario de la soberanía), no tolera en su


Patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes” (p.3)
589
De Maquiavelo (quien prefiere entre dos males el menor: la tiranía sobre la anarquía), ver
Discorsi..., y de Voltaire (quien, en tal situación, opta por la tiranía de uno solo a la tiranía
ejercida por muchos, con base en la intuición de que uno solo puede tener momentos de
lucidez, en cambio entre muchos se nublarán entre sí tales extraños momentos, generándolos
nunca) ver Lettres anglaises (1734) e incluso la novela Candide (1767)
590
Blanco y Azpúrua, 1875 / 1978, v.13, p.496-497

334
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ningún mandato legítimo que defina la conducción de los asuntos públicos. Y


si tal es el juicio que establece Bolívar (como hemos discutido principalmente
en el capítulo 1 del presente trabajo), resulta una antinomia que sea con base
en la supuesta voluntad de tales individuos que se estructura el mandato
soberano que lo obliga a ejercer el poder supremo en la república. No obstante,
al fundar su magistratura extraordinaria en el llamado del pueblo,
retóricamente establece en su decreto orgánico que los miembros de la
república sí son aptos para dirimir el negotium público:
(...) Considerando: que el pueblo en esta situacion, usando de los derechos
esenciales que siempre se reserva para libertarse de los estragos de la anarquía, y
proveer del modo posible á su conservacion y futura prosperidad, me ha
encargado de la Suprema Magistratura para que consolide la unidad del Estado,
restablezca la paz interior y haga las reformas que se consideren necesarias (...) 591
En el citado considerando, Bolívar utiliza el recurso retórico de asignar la
ejecución de acciones al sujeto que refiere (es decir, el pueblo); por tanto, se
trata de un sujeto activo que usa, se reserva, se liberta, provee y encarga, lo
cual, en tradición republicana, se corresponde con una ciudadanía en ejercicio
y, por tanto, un corpus de individuos libres, aptos para el vivere libero. Sin
embargo, a lo largo del discurso que configura Bolívar sobre la mayor utilidad
pública de confiar en los mejores (aquella élite virtuosa integrada por unos
pocos o uno solo) la conducción de los asuntos públicos, reitera la justificación
ética y política de suprimir la libertad política a tales individuos, a fin de
compelerlos –mediante una obediencia forzosa fundada en la “violencia
justa”– en una libertad racional de la que ellos no son capaces, impedir el
tumulto y, en consecuencia, evitar la disolución de la república. La
contradicción entre ambos discursos de Bolívar sobre los miembros de la
república (que en un caso los caracteriza como individuos díscolos, mientras
que en la alocución y el decreto del 27 de agosto de 1828 retóricamente alude
en esos individuos la calidad de ciudadanos capaces de dirimir el negotium)
refleja la necesidad del líder de conferir un fundamento legítimo a su
magistratura extraordinaria, y para ello debe demostrar, a través de la
elocuencia, que, con base en un nuevo pacto, es la voluntad general la que
instituye en él una doble condición extraordinaria: titular del poder supremo de

591
En: O’Leary, 1884 / 1981, v:26, p.370. El destacado es mío.

335
Carolina Guerrero

la república y además constituyente (al trasladar al Libertador, según “relata”


Bolívar en su decreto, el poder que ese pueblo soberano había asignado a la
Gran Convención para legislar sobre las bases jurídico-constitucionales de la
república), con lo cual se sanciona la legitimidad del decreto orgánico en su
carácter de ley fundamental del Estado mientras dure el régimen excepcional.
Finalmente, respecto al tipo de institución con la cual se corresponde, en rigor,
la magistratura extraordinaria arrogada por Bolívar, son evidentes los esfuerzos
retóricos del Libertador por establecer que se trata de una dictadura592. Hay
dos elementos que coinciden con ello: al igual que la dictadura en la Roma
clásica, se implanta a efectos de resolver una situación de emergencia y está
limitada en el tiempo593. Pero el régimen extraordinario que instala Bolívar se
distingue de la dictadura romana, primero, porque su origen no emana del
orden constitucional de la república, sino de una proclama y un decreto que
eleva el propio Libertador; y, segundo, porque no está limitada por

592
En la citada proclama expresa la limitación en el tiempo de su magistratura extraordinaria
(un principio que caracterizó en la Roma clásica a la institución de la dictadura), pero además
él mismo introduce la denominación de “dictadura” para calificar al régimen que instala: “Yo,
en fin, no retendré la autoridad Suprema sino hasta el dia que me mandeis devolverla, y si
ántes no disponeis otra cosa, convocaré dentro de un año la Representacion Nacional /
Colombianos! –No os diré nada de libertad (...) bajo la dictadura, ¿quién puede hablar de
libertad? (...)”.En: O’Leary, 1884/1981, v:26, p.369 (el destacado es mío) Volviendo al
problema de la limitación en el tiempo, como efecto de las pasiones que logran apoderarse del
gobernante en ocasión del atentado contra Bolívar del 25 de septiembre de 1828, el Libertador
lanzó el decreto en el que ratificó la arrogación del poder supremo en términos de un mandato
impuesto por la voluntad del pueblo, de acuerdo con el cual debía encarnar la virtuosa misión
de imponer el orden y la seguridad de la república. Hablo de pasiones, en tanto el contenido
del decreto contraría el cálculo racional que había sostenido Bolívar, a fin de dar “forma” de
dictadura a su supremo poder. En dicho decreto sugiere la necesidad de no limitar
temporalmente su suma potestad, de manera que serán “las circunstancias” las que deberán
imponer el término de tal magistratura, y no la previsión legislativa elaborada por él mismo:
“De hoy en adelante pondré en práctica la autoridad que por el voto nacional se me ha
confiado, con la extensión que las circunstancias hagan forzosa. Las mismas circunstancias
fijarán la duración de esta extensión de autoridad” (Art. 1 y Art. 2 del decreto del 26-9-1828,
emitido al día siguiente del atentado) No obstante, Bolívar retorna al cauce de la temporalidad
de su sumo poder, y el 24 de diciembre del mismo año emite el Reglamento de Elecciones
para la Convención Constituyente que sería convocada para el 2 de enero de 1830. Mediante
48 artículos, el gobernante regula la transición de su autoridad suprema al régimen
constitucional.
593
En el Art.26 del Título VI (Disposiciones generales) del decreto orgánico plantea la
temporalidad de su poder supremo: “El presente decreto será promulgado y obedecido por
todos como ley constitucional del Estado, hasta que reunida la Representacion nacional, que se
convocará para el 2 de Enero de 1830, dé ésta la Constitucion de la República”, en: O’Leary,
1884/ 1981, v:26, p.374

336
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

regulaciones previstas en el derecho vigente de la república, sino por un


instrumento jurídico creado por el mismo Bolívar. Con base en la clasificación
expuesta líneas atrás por Rousseau, y en atención a los dos últimos aspectos
referidos, lejos de corresponderse con una dictadura, el régimen del trienio
consiste en la coexistencia de la tiranía y el despotismo, al constituirse mediante
la arrogación, por parte de un particular, de la autoridad real sin tener derecho
a ella, y en los términos siguientes: el ascenso del gobernante a esa magistratura
implantada en 1828 se da por encima del derecho, porque no ha sido
autorizado por la constitución vigente, de acuerdo con lo cual Bolívar adquiere,
según la definición propuesta por Rousseau, el carácter de tirano usurpador de
la autoridad real; a su vez, al proponerse gobernar por encima de las leyes (ya
que el poder no estará regulado por la constitución vigente, la cual es
retóricamente cancelada, y, en su defecto, sustituida por la norma que el titular
de la autoridad suprema se da a sí mismo y a la república) encarna también el
carácter de déspota como usurpador del poder soberano. En tanto Bolívar
regula su sumo poder mediante su propio decreto, se corresponde con la idea
de despotismo teorizada por Constant: “J’entends par despotisme un
gouvernement où la volonté du maître est la seule loi; où les corporations, s’il
en existe, ne sont que ses organes; (...) où la liberté peut être ravie aux citoyens
(...)”594. En esta misma línea, también respecto al derecho que elabora Bolívar a
efectos de limitarse a sí mismo, se confirma, a mi juicio, la reflexión de
Constant sobre la imposibilidad de fundar normas y garantías constitucionales
sobre la base de un poder político que se otorga la facultad de hacer las leyes
que juzga convenientes y por las cuales desea ser regulado. En tal sentido, el
poder queda habilitado para estatuir sus facultades sin límites, legitimando el
ejercicio de la arbitrariedad a través de la apariencia de que existen leyes a las
cuales tal poder estará sujeto. Bolívar, en la elocuencia de la dictadura,
fundamenta la naturaleza de dicha dictadura en la sujeción de su autoridad
suprema a la norma constitucional derivada de su decreto orgánico, como
expresa en una carta que dirige al general Bartolomé Salom desde Bojacá, el 16
de diciembre de 1828: “(...) no hay tal tirania: que aun yo mismo me he puesto

594
(De l’usurpation) Cours... v.II, p.218. “Entiendo por despotismo aquel gobierno donde la
voluntad del amo, la voluntad del jefe es la única ley; donde las corporaciones, si es que
existen, no son más que sus órganos, (...) donde la libertad puede arrebatarse a los
ciudadanos”

337
Carolina Guerrero

trabas en el ejercicio del poder ilimitado que el pueblo colombiano me confió


libre y espontáneamente (...)”. Sin embargo, mientras la dictadura romana
intentaba otorgar al dictador sólo aquellas facultades imprescindibles a efectos
de enfrentar la emergencia, y lo más detalladamente posible, a fin de que el
dictador no aplicara su suma potestad en aquellos ámbitos que no era
pertinente, las “trabas” que Bolívar se impone en su decreto orgánico consisten
en la constitucionalización del derecho de aplicar esa suma potestad en toda
esfera, sin límite alguno, como puede observarse en el artículo primero del
Título I (“Del Poder Supremo”) de dicho decreto, el cual establece que al Jefe
Supremo del Estado corresponde: “(...) Expedir los decretos y reglamentos
necesarios de cualquiera naturaleza que sean, y alterar, reformar ó derogar las
leyes establecidas”595. En fin, las trabas a las que alude el Libertador residen en
el poder ilimitado para gobernar de acuerdo con lo que, necesariamente, habrá
de ordenar la prudenza y la razón ilustrada del ciudadano más virtuoso,
investido de suma potestad con la cual plenar sobre una sociedad díscola su
efecto benefactor.

III- La tiranía virtuosa de Bolívar: retórica de la dictadura cívica

Concluyo la última parte del último capítulo de este trabajo con el análisis de la
polémica596 que enfrenta a Constant y De Pradt (quien percibía una pensión

595
En: O’Leary, 1884, 1981, v:26, p.370
596
Sobre la idea de polémica, Manuel Caballero establece que: “Sería un error considerar una
simple discusión como una polémica”, y observa, como condiciones para su despliegue, la
existencia de la libertad de prensa, a fin de que “dos maneras de concebir la verdad” se
refuten mutuamente en público luego de haber tenido “en cuenta las opiniones del adversario”
y sin pretensión de “condenarlas en nombre de una autoridad inapelable”. También distingue
Caballero la idea de libelo como panfleto denigratorio, “donde no se intenta discutir
argumentos sino descalificar al adversario” (1999, p.vii-viii). En esa línea, el debate entre
Constant y De Pradt constituye efectivamente una polémica: se defienden principios y se
exponen argumentos que son correspondientemente refutados, incluso sin atacar los méritos
intelectuales del interlocutor. A la vez, en las intervenciones de los ultrarrealistas también son
perceptibles las características de la polémica excepto por un documento que se corresponde
con la precisión que hace Caballero sobre el pasquín como “forma extrema del libelo” y que
incluso, como puntualiza dicho autor, tiene la particularidad de ser expuesto en tono satírico
(op.cit p.viii-ix)

338
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

anual suministrada por el Libertador597) en la prensa parisina sobre la llamada


dictadura de Bolívar. En las páginas de Le Courrier Français, Constant atacó la
magistratura extraordinaria arrogada por Bolívar y la antinomia resultante en el
hombre que había asumido una empresa independentista a efectos de crear una
república (es decir, una sociedad de individuos libres) y luego, según el filósofo,
usurpaba el poder. De Pradt defendió los poderes extraordinarios adoptados
por Bolívar, bajo la premisa de que era la única forma de preservar la república
en una sociedad compuesta de inciviles, y que por tanto su régimen consistía
en una dictadura cívica. Simultáneamente hubo intervenciones anónimas de los
ultrarrealistas, quienes utilizaban lo que presumían eran las razones del líder
para imponer el poder supremo como refutación a los principios liberales y
como confirmación de las máximas absolutistas. Tales intervenciones de los
monarquistas radicales fueron publicadas en La Gazzette de France y La
Quotidienne598. En total, la polémica se desarrolló entre el 31 de diciembre de
1828 y el 24 de febrero de 1829.599

597
En la correspondencia del Libertador son perceptibles los términos de la pensión anual que
había dispuesto para el abate: “(...) me veo obligado a escribir a esos señores de Caracas
(quienes celebraron con María Antonia Bolívar un contrato sobre las minas de Aroa, propiedad
de Simón Bolívar) para que ellos comuniquen sus órdenes a sus socios o agentes de Inglaterra
para que hagan llegar a manos del Abate De Pradt la pensión anual de tres mil pesos, que yo
he concedido durante su vida sobre mis bienes (...)” (carta a María Antonia Bolívar, desde
Magdalena, 21-3-1826); “(...) Con respecto a los réditos que produzca la suma de la venta de
las minas (de Aroa), mi intención es que sirvan al pago de una pensión de tres mil pesos al
año que he ofrecido al abate De Pradt (...)” (carta a José Fernández Madrid, desde Caracas,
21-2-1827); “(...) Con respecto a las minas diré a Vd. que si se venden tenga la bondad de
mandar pagar al señor De Pradt nueve mil pesos asegurándole de mi parte que ya no puedo
continuar más la pensión, porque todos mis bienes se han acabado (...)” (carta a José
Fernández Madrid, desde Bogotá, 13-2-1830) (en: Carrera Damas, 1992, v.I, pp 395,462,610,
respectivamente. Los destacados son míos) Para dar una idea de lo que significaban tres mil y
nueve mil pesos de la época puede contrastarse con el total de renta anual percibida por
Bolívar antes de la guerra de independencia, el cual, según documenta Rosenblat en El español
de América (ed. 2002, p.273)) ascendía a 20 mil pesos, mientras que Juan Vicente Bolívar
gozaba de una renta anual de 25 mil pesos. En 1823, un decreto emitido el día 24 de julio
asigna a Bolívar una pensión anual vitalicia de 30 mil pesos. Un hecho expresivo de los
vínculos entre el abate y Bolívar es el siguiente: el 14 de octubre de 1821, el gobierno de
Colombia había emitido un decreto sobre el agradecimiento de la república al abate De Pradt,
en el cual se señalaba: “Ha defendido con sus eminentes talentos, á la faz de la Europa, la
causa del pueblo colombiano (...)” (ver: Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, 1961)
Sobre la relevancia de la figura de De Pradt para Colombia y la América Hispánica, ver el
trabajo de Aguirre Elorriaga (1941/1983)
598
Quiero puntualizar por qué este análisis cubre el material al que se hace referencia, y no
otro. Respecto a esto, nos topamos con dos problemas preliminares. El primero de ellos fue

339
Carolina Guerrero

cómo determinar la fecha de inicio de la polémica. Aguirre Elorriaga (1941/1983) identifica el


comienzo con el artículo que Constant publica el primero de enero de 1829, en el que hace
referencia explícita a la dictadura de Bolívar. Sin embargo, Alberto Filippi (1988) considera el
inicio de la polémica el 31 de diciembre de 1828, cuando apareció el primero de una sucesión
de cuatro artículos consecutivos de Constant sobre la situación de las instituciones, el poder
del rey, la dignidad del trono y la ilegitimidad del poder ilimitado. El artículo referido por
Aguirre Elorriaga (de fecha 1-1-1829) es el segundo de la serie contemplada por Filippi. El
contenido del artículo del día 31-12-1828 no sólo guarda conexión con los demás materiales de
la serie, sino que la argumentación contenida en él se vincula con la expuesta en los otros tres
artículos. Dada esta conexión temática, era necesario considerar los cuatro primeros artículos
de Constant como punto de partida de la polémica, y no como un material inconexo. El
segundo problema consistió en limitar o no el análisis de la polémica a los artículos de
Constant y De Pradt, o incorporar al análisis los artículos escritos por los ultrarrealistas sobre el
mismo asunto y en respuesta a las posturas asumidas por estos dos publicistas liberales. Si
bien Aguirre Elorriaga incluye en la polémica las refutaciones de La Gazzette de France, sólo lo
hace parcialmente: reproduce tres artículos, correspondientes a los días 14; 15, y 18 de enero
de 1829. Filippi contempla, aparte de los tres artículos mencionados, seis respuestas
adicionales de los ultrarrealistas contra los liberales. En tal sentido, y con base en el propósito
de analizar esta polémica de modo integral, a efectos de este trabajo mantuvimos el corpus
reproducido por Filippi.
599
La polémica comprende 17 artículos en total. Los periódicos en los cuales se escenifica son
Le Courrier Français, órgano divulgativo de los liberales, y La Gazzette de France y La
Quotidienne, de los ultrarrealistas. El desarrollo de la polémica es el siguiente, según su
cronología: la primera intervención de Constant se hace a través de cuatro artículos en forma
epistolar, cuyo destinatario es el editor de Le Courrier Français. El primer artículo (31-12-1828)
expone el estado de las instituciones, la satisfacción a las demandas del buen orden por parte
de la monarquía constitucional, y la distinción del poder del rey frente a las autoridades
secundarias. El segundo (1-1-1829) es la crítica a la llamada dictadura de Bolívar. El tercero (5-
1-1829) formula la pertinencia de limitar el poder, y, a tal efecto, cuál es la mejor forma de
gobierno (república o monarquía constitucional). El cuarto (11-1-1829) cuestiona la correlación
entre principio y teoría. La primera intervención de De Pradt (12-1-1829) corresponde al quinto
artículo de la polémica. Ataca las argumentaciones de Constant contra la magistratura
extraordinaria de Bolívar. Escrito en forma epistolar, uno de los párrafos está redactado en
forma de catecismo, empleada en la América Hispánica para la difusión y comprensión de los
principios absolutistas o liberales, según el caso (sobre los catecismos políticos, ver Javier
Ocampo López: Los catecismos políticos en la Independencia de Hispanoamérica. De la
Monarquía a la República, 1988, p 11ss, y también el trabajo de Nydia Ruiz en Politeia 20,
1997) Los artículos de la polémica número 6; 7, y 8 (de fecha 14, 15, y 16 de enero de 1829,
respectivamente) son refutaciones ultrarrealistas aparecidas en La Gazzette de France. Son
epístolas dirigidas al editor, sin firma del o los autores. Noveno y décimo artículos
corresponden a la respuesta de Constant a De Pradt, publicados el 15 y 17 de enero de 1829,
en ese orden. El undécimo artículo (también del 17-1-1829) es ultrarrealista y apareció en La
Quotidienne. Es el único material de la polémica escrito en verso: “Bolivar est-il un héros?/ Oui,
dit l’abbé d’un ton lyrique,/ C’est le dieu Mars de l’Amerique! (...)”, en tono sarcástico. Los
artículos ultrarrealistas número 12 (del 18 de enero), 13 y 14 (ambos del 21 de enero), fueron
publicados por La Gazzette de France. En forma epistolar, el primero y el tercero atacan las
ideas expuestas por De Pradt y Constant; el segundo, sólo las de Constant. El artículo 15 es la
última respuesta de De Pradt a Constant, en epístola del 23 de febrero de 1829. El número 16
es la última refutación de los ultrarrealistas contra los liberales aparecida en La Gazzette de
France el 24 de enero. Finaliza la polémica con el artículo 17 del día 24 de febrero de 1829,

340
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Dado que las refutaciones entre Constant, De Pradt y los ultrarrealistas brotan
como consecuencia de la crítica que inicia Constant contra el régimen
extraordinario del Libertador, la pregunta ineludible es por qué el filósofo
emite tales juicios, por qué se interesa por el tema, a lo cual debo responder en
atención a dos elementos. Por una parte, Constant, en el segundo documento
de la polémica, señala:

Sé, que el hombre del que hablo (Bolívar), en el pasado, atribuía


mucha importancia a la opinión de algunos europeos y deseo que sepa
que entre ellos hay algunos que manifiestan su pesar por el camino
vulgar y sangriento que ha emprendido. Es bueno que desde lejos
lleguen hasta él algunas voces sinceras que contrasten con el concierto
de adulaciones que sin duda lo corea600

Entre los europeos a los que alude Constant evidentemente se encuentra él


mismo, quien tiene conciencia de ello, de la difusión de sus ideas en Colombia
(donde se le llama “el apóstol constitucionalista del momento”; incluso Bolívar
se refiere a él en esos términos), y del impacto de sus principios de política y de
constitucionalismo tanto en las ideas de Bolívar y sus contemporáneos de la
América Hispánica, como en la enseñanza del derecho público político en el
continente. En ese sentido, si inicialmente Colombia había sido percibida por
algunos europeos como Constant como el resultado de la realización de los
principios liberales, la suspensión de tales principios –con base en la idea de
que la república sólo podía ser preservada a través de la imposición del orden
emanado de una autoridad sin límites– sugería o bien la inviabilidad del
liberalismo, o bien la confirmación de que, si la necesidad lo exigía, la libertad
podía y debía ser sacrificada en aras del orden601, premisa canónicamente

publicado en La Quotidienne. Refiere los excesos cometidos en América en nombre de la


libertad.
600
Constant, 1-1-1829, en Filippi, 1988, p.315
601
Históricamente el pensamiento político se debate entre el orden y la libertad como valores
sustantivos de la política, y la gran empresa (o gran dilema) de distintos tratadistas ha sido

341
Carolina Guerrero

rechazada por Constant. Ello se articula precisamente con el segundo elemento


que quiero referir: a mi entender, el documento inicial de la polémica gira en
torno a la idea de que la libertad, para poder ser ejercida (esto es, disfrutada, en
perspectiva liberal) requiere de garantías constitucionales, una de las cuales es
el orden concebido de una forma singular, en tanto no consiste en aquello en
cuyo nombre puede alterarse o suspenderse la libertad, sino en la contención
de todo poder o fuerza que pueda amenazar el despliegue de los derechos del
individuo. Expresa Constant:

Francia quiere garantías, le han sido prometidas; en su plenitud no las


tiene para nada (...) Quiere que se mantenga el orden, tanto en contra
del poder como contra las facciones, porque también el poder, cuando
excede sus límites de legalidad, altera el orden 602

En la concepción de Constant, la alteración que puede amenazar con la


disolución del orden político tiende a originarse o bien en el interés particular
de las facciones (cuya última esperanza, según el publicista, son las
tempestades) o bien por parte de la autoridad pública, la cual, como fue
debatido en el segundo capítulo del presente trabajo, es propensa, según

definir cuál de ellos ha de prevalecer sobre el otro. Las dos respuestas posibles, a mi juicio, las
proporciona Maquiavelo en sus dos obras que impactan particularmente a la tradición
republicana. De acuerdo con las ideas que expone en Il Principe, el orden debe prevalecer
sobre la libertad. Y según lo que teoriza en Discorsi..., es al contrario. La clave, para el
florentino, está en la distinción entre principado y república: en el primero, el fin de lo político
es la conservación del estado a través de la conservación del poder por parte del gobernante, y
el orden, en ese estado de cosas, es el valor sustantivo para tal estructura política, en tanto
que la libertad puede consistir en el elemento de dislocación de un poder que el gobernante ha
de tratar de sujetar en atención a su propio juicio, su voluntad única, la idea de poder fuerte
como unidad de poder (con)centrada en sí mismo y no en la comunidad política que encabeza;
mientras, en la república el fin de lo político es la permanencia de la república para hacer
posible (como marco estructural político) la realización de la libertad de los ciudadanos. De
hecho, no se entiende la república sin el goce de la libertad de sus miembros. Por tanto, si el
orden es el valor sustantivo del principado, la libertad lo es para la república y el
republicanismo, en cuyo caso no es posible aceptar la supremacía del orden sobre la libertad. Y
si la sociedad no es apta para darse a sí misma el orden en el cual poder ser libre, ella
simplemente no es apta para constituirse en república. Otras formas políticas (como el
principado) serán más adecuadas para ella.
602
Constant, 31-12-1828, en Filippi, 1988, p.310

342
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Constant, a invadir arbitrariamente el ámbito de la independencia moral y


libertad individual de los miembros de la asociación política. Muy lejos de ser
casual, el hecho de que este primer artículo sea publicado justo un día antes de
la aparición en el mismo periódico de un segundo artículo, donde Constant
expresamente formula su crítica al poder supremo instalado por Bolívar, tiene
el propósito de incidir en el debate de la asamblea nacional francesa, que
reanudaría sus sesiones el 27 de enero siguiente, a efectos de establecer las
garantías constitucionales que demanda Constant en vinculación con la
instalación –en la opinión pública francesa– de la máxima constantina de
acuerdo con la cual aquella autoridad pública que, aún en aras del
restablecimiento del orden, franquea los límites que constitucionalmente le han
sido impuestos, no sólo es incapaz de restituir el orden, sino que ella misma, a
través de lo que Constant juzga como un acto de ilegalidad, es generadora de la
perturbación y trastornos de dicho orden603. En esa perspectiva, el poder
supremo arrogado por Bolívar representa la comprobación opuesta de la
máxima constantina, en tanto asigna la legalidad a aquella autoridad pública que
rebasa sus límites y altera el orden (constitucional) siempre que tal exceso sea
cometido en búsqueda de la restauración del orden en una sociedad política
que ha perdido (o nunca ha logrado constituir en sí misma) su condición
política de sociedad ordenada.

El argumento de Constant sobre la necesidad de prescribir y respetar los


principios fundamentales que sean infranqueables por la autoridad pública llega
al punto de no prever, a lo largo de toda su teoría constitucionalista, un estado
de excepción en el que el manejo de la emergencia se haga a través de la
suspensión del régimen legal ordinario, es decir, de la interrupción parcial y
temporal de la constitución. Para Constant, la única manera de asegurar la
libertad (individual) es por medio de las garantías constitucionales inalterables;
por tanto, nunca deben ser quebrantadas en invocación del orden, ya que ello,

603
Constant argumenta que, en circunstancias ordinarias, justicia y utilidad tienden a coincidir,
por lo que en general para los gobiernos resulta útil seguir las reglas de la ley y la justicia. No
obstante, en situación de crisis puede darse la divergencia entre ambas: “(...) arbitrary
measures, enforced in the name of the public good and public safety, could instantly
jeopardise the liberty and the life of thousands of citizens. To prevent these risks the
distinction between right and utility must be firmly maintained”. (en: Fontana, 1991, p.24)

343
Carolina Guerrero

en manos de aquella autoridad que ha de ser limitada, se transformaría en la


facultad de imponer medidas extremas en nombre de la salud pública, y de
combatir el peligro de degenerar en anarquía mediante la imposición de la
fuerza sobre la racionalidad constitucional de dicha asociación política. Lo que
Constant critica del derecho extraordinario para la atención de la emergencia es
que, por tratarse de una contingencia imprevisible, escapa de la prescripción de
la norma objetiva para otorgar a la autoridad suprema el poder de normar
subjetivamente. En el documento en el cual Constant despliega su primera
argumentación en contra de la suma potestad asumida por Bolívar, desarrolla el
punto de la siguiente forma, en referencia a la dictadura de la Roma antigua:

No hay nada que legitime a un poder ilimitado. La dictadura es la


herencia funesta de las repúblicas oligárquicas basadas en la esclavitud
y que oprimían a los proletarios604 despojados de sus bienes y de sus
derechos. En nuestra actual organización605 la dictadura es un crimen
606

Constant en su célebre discurso de 1819 había argumentado que toda


suspensión de los derechos por pretendidos motivos de salud pública es un
atentado político, un crimen contra la propia salud pública, en tanto ésta no
puede consistir sino en el respeto de las leyes, la permanencia de las garantías y
la observancia de las fórmulas607. En el segundo documento de la polémica,
Constant proclama la necesidad de preservar un inquebrantable respeto hacia

604
Sobre la locución “proletarios”, en el original efectivamente dice “(...) qui opprimaient des
prolétaires (...)” (en Aguirre Elorriaga, p.336) El sentido de esta locución refiere en la época a
los ciudadanos de la última clase exentos de impuestos, “par extension (...) celui qui n’a pour
vivre que son travail et vitau jour le jour” (Petit Vocabulaire D’Histoire du Droit Francais, 1948)
De acuerdo con la voz latina de “proletario”, de la cual Constant estaba eruditamente al tanto,
refiere al hombre que en la Roma antigua carecía de recursos y como no podía contribuir
económicamente con los gastos de la civitas, le entregaba sus hijos. Según el Diccionario de
Ciencias Políticas de Serra Rojas (1999), “proletariado” viene del latín proletarius, de proles,
hijos, descendencia; se aplicaba en Roma para designar al “ciudadano que sólo con su prole
podía servir al Estado”.
605
Se refiere a las repúblicas de los modernos.
606
Constant, 1-1-1829, en Filippi, 1988, p.315
607
Ver Constant, (1819) 1872, v.II, p.553

344
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

la soberanía constitucional, hacia la opinión pública concebida como derecho de


los amigos de la libertad a decir siempre lo que piensan en vinculación con el
deber de buscar la verdad y combatir el error, y, especialmente, la máxima de
que violar la libertad del enemigo “significa aplazar indefinidamente el ejercicio
de la libertad” (en tanto la posibilidad de disfrutar de la libertad de uno supone
la necesidad de respetar la libertad del otro, se trate o no del adversario), todo
lo cual procede a explicarlo mediante la arrogación del poder supremo por
parte de Bolívar, como ejemplo de que la suspensión de la soberanía
constitucional no es materia de salud pública sino más bien su propia
trasgresión:

(en el) hombre al que, aún hoy, se le sigue dando el nombre de


Libertador de la América meridional (...) yo, por mi parte, veo en él al
hombre que ha disuelto la representación nacional porque sus partidos
se encontraban en minoría608, en él al hombre que, con el banal
pretexto de que sus conciudadanos no son lo bastante ilustrados como
para gobernarse, se ha adueñado de todos los poderes sancionando su

608
La disolución de la Convención de Ocaña es interpretada por Constant no como el fracaso
de un constituyente que no logra acordar reformas para elaborar una nueva carta
constitucional, sino como un suceso promovido por Bolívar al incidir en la separación de sus
partidarios de dicho constituyente, en tanto las propuestas de Bolívar sobre el fortalecimiento
del poder del ejecutivo y el otorgamiento de mayores facultades para manejar la conmoción no
habían acumulado posibilidades de ser implantadas como bases jurídico-constitucionales de la
república. Esta interpretación de Constant coincidía con el discurso de los santanderistas, al
cual los diputados bolivaristas se habían anticipado al publicar en Bogotá su Esposicion de los
motivos que tuvieron los diputados que suscriben para separarse de la Gran Convencion
(1828), donde destacan lo siguiente: “(los diputados antibolivaristas) se propusieron tambien
concurrir á la Gran Convencion y llevar consigo instrumentos ciegos de sus pasiones (...) el
esclusivo objeto de todos los esfuerzos de aquel partido ha sido deprimir el mérito inminente
del Libertador Presidente, y forzarle á dejar el mando, ó reducirle al estado de no poder hacer
el menor bien á la República, ó poderle presentar al mundo como un tirano usurpador” (p.5);
“Se calificó (a la propuesta constitucional de los diputados bolivaristas) de más monárquico
que la constitucion de Bolivia (...) que el plan era perpetuar en el gobierno al Libertador, y
organizar a favor suyo el más insoportable despotismo” (p.26); “Nos propusimos (...) proponer
un gobierno, que dotado de la energia necesaria para establecer y sostener la libertad
individual, pudiese restablecer y mantener el órden público, la moral, la dicha, el crédito y la
prosperidad de la república” (p.27)”.

345
Carolina Guerrero

dictadura con ejecuciones y asesinatos609, en ese hombre veo pura y


simplemente a un usurpador 610

Desde la perspectiva de Constant, la autoridad suprema de Bolívar se


constituye a través de la suspensión de aquella soberanía constitucional referida
por el publicista, a fin de imponer un poder supremo que despliegue el orden
sobre aquellos individuos incapaces de gobernarse a sí mismos. En esa línea, tal
arrogación de tal autoridad consiste en una usurpación, en tanto se justifica (es
decir, pretende legitimarse) a sí misma con base en la aplicación de la
subjetividad de uno ante una circunstancia dada, en cuyo caso se somete a la
asociación política, primero, a la abdicación de sus acuerdos y decisiones
colectivos en manos de la razón ilustrada de uno solo, y, segundo, a la
obediencia forzosa frente al dictamen de dicha razón. En tal sentido se verifica
el sometimiento de la voluntad de todos a la voluntad de uno solo, con lo cual
deja de estar en ejercicio la libertad, la cual desde la óptica liberal de Constant
constituye el valor sustantivo de la república moderna y el sentido único de la
sociedad política. En adición, la teoría de Constant suscribe la idea formulada
por Locke según la cual los individuos tienen por naturaleza libertad para
disponer de su persona y sus bienes, pero nunca libertad de renunciar a su

609
Tales medidas de fuerza habían sido anteriormente calificadas por el Libertador como
necesarias para la tranquilidad pública. En una carta a Páez (Caracas, 6-4-1827) dice lo
siguiente: “He dado ya la orden para que se le autorice a Vd. a fin de que disponga que, por
medio de consejos verbales permanentes, sean juzgados los bandidos que inquietan la
tranquilidad pública y se les aplique la sentencia que sobre ellos recaiga, sin que corran esos
largos trámites que burlan la justicia y animan el crimen. En la semana pasada ha sido testigo
Caracas de un acto de justicia, que ha contribuido en mucho a la moral pública y a dar una
prueba de que la ley es igual para todos, pues su peso cayó sobre uno, por el cual se
empeñaban hasta mis parientes; pero yo, volviendo a mi carácter, fui inexorable” (en Carrera
Damas, 1992, v.I, p.473) En esta carta Bolívar plantea que sea la subjetividad de la autoridad
pública la que disponga ejecutar a aquellos individuos que inquieten la tranquilidad pública, lo
cual diametralmente contraría los principios liberales que desde el siglo XVIII habían
demandado garantías para asegurar los derechos ciudadanos, tomando como punto de partida
el rechazo a las detenciones y ejecuciones arbitrarias, e instrumentando en su lugar aquellos
procedimientos legales que aseguraran un juicio justo, lo cual, según califica Bolívar en esta
carta, sólo son “largos trámites que burlan la justicia y animan al crimen”. Carrera Damas
acota que el “acto de justicia” al que se refiere Bolívar es el “fusilamiento del joven Juan José
Valdés, condenado a muerta por un crimen pasional”, y cuya madre estaba emparentada con
la mujer de Juan Vicente Bolívar (op.cit, p.473n)
610
Constant, 1-1-1829, en Filippi, 1988, p.315

346
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

propia libertad a fin de esclavizarse a otro611, de manera que, con base en esa
argumentación, los ciudadanos modernos no pueden someterse al poder
supremo de otro ni siquiera por decisión propia, porque no están facultados
para renunciar a su propia libertad. Y si, por tanto, no disponen del derecho
para decidir sobre una usurpación colectivamente tolerada, mucho menos
pueden ser constreñidos bajo una usurpación que, según la razón ilustrada del
más virtuoso, es necesaria para derivar de ella el bien de la república.

Seguidamente, Constant expone el argumento de que si los hombres no son lo


suficientemente ilustrados como para gobernarse, la suma potestad carece de la
posibilidad real de instalar en ellos la condición ciudadana y la capacidad para
el vivir libre (a ello nos referiremos líneas más adelante, ya que el publicista
reincide en el punto en el transcurso de esta polémica), y, especialmente, la idea
de que la subjetividad no puede operar como principio objetivo para la
fundamentación jurídico-constitucional de la república, con lo cual Constant
plantea la negación de la existencia de una razón ilustrada encarnada en un
líder o una élite, sobre cuya base fundar la conducción de dicha asociación
política. Para Constant, la experiencia confirma no sólo la inexistencia de esa
razón ilustrada mediante la cual uno o unos pocos extraordinariamente se
distinguirían por una virtud superior a la de todos los ciudadanos juntos, sino
la fatalidad de que con base en la idea de la razón ilustrada se estructure en
torno a su virtuoso depositario la usurpación del discurso de la soberanía
constitucional, en cuyo caso la conducción política de la asociación humana
habría de renunciar a bases jurídicas objetivas para quedar dispuesta por la
prudencia o por el capricho de uno solo. Además, en perspectiva de Constant,
la supuesta condición de minoridad de un pueblo automáticamente no lo hace
merecedor de un estado de ilegalidad, ya que, asegura el publicista, en todo
pueblo y en toda situación “los atentados à la vida, à la prosperidad y à la
seguridad son crímenes que deben castigarse”612, de manera que
independientemente de la condición de ineptitud que el poder quiera asignar a
los pueblos, no es posible derivar de ella su condena a la ausencia de garantías
y derechos. En cuanto a la legitimidad del juicio del titular del poder sobre la
611
Vid supra
612
Constant/Filangieri, 1826/1836, p.273

347
Carolina Guerrero

insuficiente ilustración de sus gobernados, Constant, en sus comentarios a la


Ciencia de la legislación de Filangieri, había señalado que el legislador no puede
pretender crear leyes de acuerdo con la infancia o adultez de las naciones
básicamente porque “cuando una nación está en la infancia los legisladores
también: su título no confiere un privilegio intelectual”613, y ello, en atención a
la teoría de Constant, aplica para gobernantes así como para legisladores. En
esos términos, el juicio sobre la ilustración, capacidad y adultez de un pueblo
constituiría una usurpación a efectos de pretender legitimar sobre la idea de la
precariedad moral e intelectual (debilidad de moral y luces) la obediencia
forzosa ante un poder supremo. Apunta Constant en la polémica:

Si un pueblo no es lo bastante instruido como para ser libre, no será la


tiranía la que le traerá la libertad. Por otro lado, la apreciación de
sabiduría de un pueblo no deberá confiarse a quienes tienen interés en
tildarlo de ciego y estúpido. No será la primera vez que se calumnia a
las naciones614 para esclavizarlas 615

Dado que los señalamientos de Constant en la polémica apuntan a amalgamar


su defensa de los principios liberales en el contexto francés y en atención a la
especificidad de la contingencia política de Colombia, en su tercera
intervención no hace mención explícita al problema colombiano, mas
argumenta en torno a la necesidad del poder limitado, por lo que, asimismo,
los excesos que pudiesen degenerar en un poder sin límites supondría la
posesión infiel de la autoridad:

613
Constant/Filangieri, 1826/1836, p.273
614
Constant emplea la locución “naciones” en el sentido establecido en la Francia del siglo
XVIII, que designaba al conjunto de individuos integrantes de determinada asociación política.
Difiere del sentido contemporáneo de la locución, el cual conduce a la idea de una
configuración que integra población, territorio y poder político. Y además tampoco consiste
exactamente con la idea contemporánea de población, ya que ésta adquiere un matiz
demográfico que no expresaba en el siglo XVIII. Por tanto, el uso de la locución que hace
Constant designa más bien a los miembros de la república moderna (entendiendo por república
a aquella sociedad política de individuos libres, y que puede estar dada tanto en la forma
republicana en sí como en la monarquía constitucional)
615
Constant, 1-1-1829, en Filippi, 1988, p.315

348
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Decimos y pensamos que tanto la monarquía (constitucional) como la


república son dos formas de gobierno válidas cuando los poderes son
limitados, e igualmente perjudiciales cuando los poderes no tienen
rienda616

En este tercer documento Constant además responde a un señalamiento que le


había hecho llegar un lector de Le Courrier Français, planteándole que si un
poder restaurador comenzaba a limitar la libertad desenfrenada y a construir un
dique que reprimiera la inundación de malas doctrinas, ese poder haría triunfar
las opiniones y doctrinas sociales liberales, sin perturbar ni un ápice la libertad.
Textualmente Constant reproduce en este documento la propuesta del lector,
la cual engrana en el corpus de la polémica, ya que es análoga a las razones que
habían fundado discursivamente la suma potestad de Bolívar: necesidad de
limitar la libertad desenfrenada, expresiva especialmente en la circulación de las
doctrinas del error, todo lo cual debía ser cancelado por un poder supremo
restaurador, que en lugar de ser despótico sería benefactor, al procurar, por la
vía de la fuerza y de la supresión selectiva de derechos y libertades, el triunfo
del orden liberal. A tal planteamiento, Constant responde que cada uno ve
malas doctrinas en aquellas que no profesa, y que en semejante estado de
cosas, la única libertad en ejercicio sería la del tirano titular del poder supremo
restaurador: “Lo creo: no hay nada tan libre como los tiranos, mientras duran”.
Y expone la idea que encripta la concepción sobre cómo corregir la amenaza
de perturbación a causa de una libertad desenfrenada en la que tienen
resonancia las supuestas doctrinas del error:

Nosotros no pedimos que se construyan arbitrariamente diques en


contra de sus malas doctrinas (las de los facciosos). Ya nos
encargaremos nosotros de contenerlas 617

616
Constant, 5-1-1829, en Filippi, 1988, p.318
617
Constant, 5-1-1829, en Filippi, 1988, p.319

349
Carolina Guerrero

Es decir, Constant establece que toda perturbación que surja en el seno de la


asociación política producto de aquellas tempestades generadas por las
facciones y las malas doctrinas debe ser sujetada por efecto de la misma
sociedad (no de la autoridad pública) y en medio del ejercicio de iguales
libertades y derechos por parte de seguidores y adversarios políticos del orden
liberal, en atención a que la única manera “de contenerla”, como refiere el
publicista, es a través del legítimo ejercicio de la opinión pública. Ello supone
la negación simultánea de tres tentaciones de la arbitrariedad: una, que una
libertad desenfrenada deba corregirse a través de la censura; dos, que dicha
corrección deba proceder de un poder político que rebase sus límites,
constitucionalmente fijados; y tres, que pueda existir algún caso en el que deba
invocarse la necesidad de dosificar selectivamente la libertad de los individuos,
a fin de clausurar de manera arbitraria la libertad de aquellos considerados
antagonistas del orden liberal. Es en ese sentido que Constant configura la idea
de que el único dique contra las llamadas malas doctrinas es aquel susceptible
de emerger de la vigencia de las garantías –no de su supresión– y del libre
enfrentamiento de opiniones opuestas, de manera que, en atención a la
racionalidad de la propia sociedad, puedan prevalecer aquellas ideas
favorecedoras de la libertad. En el mismo documento confirma Constant que
“en tema de opinión, cualquier intento de formar filas conduce hacia la
esclavitud”618. Por tanto, si el sentido de la asociación política es el vivir libre
(en términos modernos), y ello a su vez se vincula con el disfrute pacífico de
derechos individuales y civiles, es la libertad y su vigilancia las que imponen la
constitucional separación entre la autoridad pública y la esfera privada en la
cual se inserta la libertad de pensamiento, aun cuando dicho pensamiento se
corresponda con las “malas doctrinas” y derive en una libertad desenfrenada.
En ese estado de cosas, las ideas opuestas a la libertad y el orden sólo pueden
ser combatidas desde la misma sociedad y no desde el poder, y, en conclusión,
el perverso efecto de la libertad desenfrenada y de las malas doctrinas puede
ser neutralizado a través del ejercicio de la opinión pública, siendo ilegítima la

618
Constant, 5-1-1829, en Filippi, 1988, p.316. Lo de “formar filas” lo expresa debido a que la
discusión de los principios liberales entre los partidarios del liberalismo había sido interpretada
por algunos lectores como la negación de tales principios, a lo cual Constant respondió que no
puede haber unanimidad ficticia sobre todas las cuestiones, y que el enfrentamiento intelectual
entre los afectos al liberalismo es legítimo, ya que comparten un mínimo de acuerdos, como la
fidelidad a la constitución.

350
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

eventual pretensión de la autoridad de restaurar el orden y la libertad racional


con base en el despliegue de un poder supremo y arbitrario, cuya instalación
finalmente desterraría las posibilidades del vivir libre de la sociedad y no sólo
de aquellos subjetivamente considerados peligrosos en atención a sus ideas y
posiciones facciosas.

En el cuarto documento de la polémica, Constant ataca los folletos


ministeriales franceses que proclamaban la invalidez de los principios. El
filósofo plantea que “no ha pasado en absoluto el tiempo de evocar los
principios; y aunque fuera cierto que las teorías mal aplicadas han constituido
la pesadilla del siglo XVIII y la causa de sus desgracias619, todo ello dará una
razón más para exponer teorías justas y para combatir el error mediante la
verdad (...) Por mucho que se haga, únicamente por medio del pensamiento se
puede rectificar otro razonamiento; únicamente el pensamiento puede
combatir contra el pensamiento”620. En este punto en el que el autor
explícitamente refuta la idea que pretende instalarse desde el poder respecto al
efecto pernicioso de los principios y la supuesta necesidad de prescindir de
ellos a efectos de realizar una mayor utilidad pública, en este punto
nuevamente Constant refiere no sólo a la Francia, sino también, de modo
tácito, la Colombia de Bolívar, en tanto el Libertador había fundado su suma
potestad sobre lo que juzgaba como la conveniencia de obviar los principios,
inaplicables a la realidad y la emergencia que enfrentaba: en 1819 había
expresado, por ejemplo, que las “teorías abstractas son las que producen la
perniciosa idea de una libertad ilimitada”621, y, ocho años después, que “la
teoría de los principios es buena en las épocas de calma; pero cuando la
agitación es general, (gobernar con) teorías sería como pretender regir nuestras
pasiones por las ordenanzas del cielo, que aunque perfectas, no tienen
conexión algunas veces con las aplicaciones”622. En Francia, Constant sostenía
la vigencia de los principios liberales y la pertinencia de apelar a ellos, en

619
Se refiere a los efectos del terror.
620
Constant, 11-1-1829, en Filippi, 1988, p.321
621
Bolívar: ...Angostura, 1819, 1988, p.227-228
622
Carta de Bolívar a Páez, sobre los sucesos de la llamada Cosiata (Lima, 6-8-1826), en:
Baralt y Díaz, 1939, v.2, p.192

351
Carolina Guerrero

oposición a quienes, como Bolívar, concebían la eficacia política de suprimir


teorías y principios en atención a la necesidad y la mayor utilidad pública.

La primera respuesta de De Pradt constituye el quinto documento de la


polémica. A mi entender, la argumentación con la cual defiende a Bolívar
frente a las acusaciones de Constant confirma que la magistratura suprema
instalada por el Libertador ciertamente constituye una usurpación y el ejercicio
de la tiranía, pero que frente a la complejidad de la sociedad colombiana, a la
vez heterogénea y díscola, la usurpación consistía en una necesidad y la tiranía
en el deber cívico del más virtuoso, a fin de preservar la república y evitar que
aquellos hombres, en estado de incivilidad y ausencia de civilización, se
exterminaran entre sí. De la teorización de De Pradt se desprende que los
principios liberales no son adecuados a semejante estado de cosas y que, por
tanto, surgía la especificidad mediante la cual aquella forma de poder que en
perspectiva liberal pudiese ser abominable para una sociedad ordenada623 era, a
su vez, la necesaria si, en lugar de cuerpo de individuos políticamente
constituidos, la “sociedad” no era más que un conjunto amorfo o moltitudine.
Por tanto, para ser elevados al estado de civilización a partir del cual aspirar a
crear realmente la sociedad, tales hombres ineptos tanto para la libertad como
para el orden, requerían ser conducidos por una recta razón capaz de encarnar
la virtud y además estar poseída del espíritu público necesario para imponer el
poder supremo con el único fin de hacerlos virtuosos. A mi juicio, la idea de
tiranía se bifurca en el pensamiento de De Pradt entre la tiranía injusta que se
impone a sociedades creadoras de su propio orden (es decir, aquellas
merecedoras del vivir libre), y la tiranía virtuosa o tiranía justa, que, a fin de
realizar el bien común de una asociación política que existe sólo como
proyecto intelectual y cuya realización requiere de individuos con condición
ciudadana, somete bajo su yugo a hombres incapaces de ser libres, con el
objeto de civilizarlos y dotarlos de virtud republicana para el vivir político. Por

623
Una idea análoga expresó Bolívar en una carta a Estanislao Vergara (Campo de Buijó, 13-7-
1829): “(...) el Continente americano va señalándose de una manera tan escandalosa que no
puede ménos que alarmar á la Europa para sostener el órden social. Nosotros que hemos sido
los más juiciosos, vé Ud. por qué calamidad vamos como vamos, y que no podemos inspirar
confianza alguna á nadie” (en O’Leary, 1881, 1981, v.XXXI, p.422; el destacado es mío)

352
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

tanto, a través de la defensa de De Pradt se legitima ética y políticamente la


tiranía de Bolívar, configurándola en el deber cívico del más virtuoso y
distinguiéndola de la forma tiránica injusta en tanto el fin de la “tiranía cívica”
de Bolívar es el bien común y la futura libertad, una vez que los habitantes de
la unión colombiana adquiriesen, por efecto del poder ilimitado arrogado por
el Libertador, la capacidad para constituirse en sociedad ordenara y, en
consecuencia, apta para el vivir libre. En todo caso, la argumentación de De
Pradt termina coincidiendo con la de Constant respecto a la condición tiránica
del poder ilimitado recién establecido en Colombia624, oponiéndose sólo en la
justificación ética y política que identifica De Pradt en dicha usurpación, en
cuya base juzga legítima la imposición de la suma potestad.

Encuentro que el abate sostiene aquel principio aristotélico según el cual el


bien para cada cosa consiste en aquello que asegura su existencia, el cual reitera
Bolívar mediante la expresión de que la existencia es el primer bien y el
segundo es el modo de existir, y que De Pradt integra en la polémica (“la
existencia debe preceder al mismo modo de existencia”625), para luego engranar
con la teoría de Montesquieu sobre la especificidad de la ley, la multiplicidad de
variantes que deben tenerse en cuenta para que determinadas leyes sean

624
Obviamente la defensa que hace De Pradt no satisface a Bolívar, en tanto el abate confirma
que la arrogación del poder absoluto constituye la implantación de la tiranía, pero que ella es
virtuosa dado que su fin es el bien común. Bolívar se queja al respecto en la correspondencia
que dirige a Estanislao Vergara (vid supra): “El artículo de que Ud. me habla (la primera
respuesta a Constant o quinto documento de la polémica), el más favorable que se ha podido
escribir en mi honor, únicamente dice: que mi usurpacion es dichosa y cívica. Yo usurpador!,
una usurpacion cometida por mí! Mi amigo, esto es horrible, yo no puedo soportar esta idea; y
el horror que me causa es tal, que prefiero la ruina de Colombia á oirme llamar con este
epíteto”. No obstante la protesta de Bolívar, seguidamente parece concordar: “(...) no
pudiendo nuestro pais soportar ni la libertad, ni la esclavitud, mil revoluciones harán necesarias
mil usurpaciones. Esto es un hecho, mi amigo: y tómese por donde se quiera, los sucesos del
año 28 han decidido de mi suerte” (p.425). En esa línea, cuando el Libertador recibe la errónea
noticia sobre la muerte de De Pradt (quien en realidad fallece en 1837), escribe: “El pobre
Abate, que ha muerto, sabía alabarme pero no defenderme” (carta a José Fernández Madrid,
Guayaquil, 16-8-1829, en Carrera Damas, 1992. v.I, p.578). En efecto, en su primera
respuesta a Constant, De Pradt construye más una apología de Bolívar ( a quien refiere como
el merecedor de la más “alta corona cívica que hasta ahora haya adornado la frente de un
mortal”, en Filippi, 1988, p.322) que una argumentación que respalde el intento de Bolívar por
presentar su autoridad suprema como una dictadura comisoria romana y no como una tiranía.
625
De Pradt, 12-1-1829, en Filippi, 1988, p.323

353
Carolina Guerrero

adecuadas para determinados pueblos (y no otros), y la conclusión final de que


así como no existe en política la universalidad de las leyes sino códigos y
normas particulares apropiadas para particulares pueblos, la libertad, como
valor sustantivo del liberalismo, tampoco es susceptible de aplicación universal.
Montesquieu específicamente había establecido, por una parte, que las leyes
debían tener relación con la naturaleza física del país, su clima, situación,
extensión, género de vida de sus habitantes, religión, inclinaciones, riqueza,
población, comercio, costumbres, y (muy particularmente, a efectos de la
presente polémica) “elles doivent se rapporter au degré de liberté que la
constitution peut souffrir”626, y, en adición, había teorizado que la libertad no
es un bien universalmente disfrutable: “La liberté même a paru insupportable à
des peuples qui n’étaient pas accoutumés à en jouir”627. Con base en esa idea
reitera Bolívar la metáfora de que “el nutrimento de la libertad” es tan
inadecuado para los pueblos que viven su infancia política, como la carne para
el recién nacido628. A partir de la máxima según la cual la libertad es
insoportable para algunos pueblos, el abate plantea: “que la usurpación sea
condenada generalmente, (...) nada más legítimo. (...)”, pero que es posible
excusarla, incluso demandarla, si se toman en cuenta “los lugares, los hechos,
los hombres”629, es decir, aquellas circunstancias que la hagan necesaria para
determinados individuos. La defensa que elabora De Pradt gravita en torno a
aquella concepción de Montesquieu, configurando, en fin, la idea de que la
libertad sólo es aplicable en sociedades ordenadas y políticamente constituidas:

No hay que discutir sobre sociedades ya formadas como se está


fundamentado para hacerlo con sociedades que se forman; sociedades
regulares y legales como sociedades irregulares, donde las pasiones se

626
Montesquieu, (1748), 1995, lib.I, cap.III, p.95. “Deben responder al grado de libertad que
la constitución puede tolerar”
627
Ibid, lib.XIX, cap.II, p.565. “La libertad misma ha parecido insoportable a aquellos pueblos
que no estaban acostumbrados a su disfrute”.
628
Expresa Bolívar: “Se me ha acusado de tirano por proponer desde Guayana una forma de
gobierno que pueda ser fácil en estos países. Las naciones no pueden tener una metamorfosis
instantánea. La democracia necesita entrar por grados: es el alimento del adulto, y dado a un
niño, le mata, como la carne al recién nacido” (en: Mosquera, ” ¿1870? / 1947, p.616)
629
De Pradt, 12-1-1829, en Filippi, 1988, p.322

354
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

sirven de las leyes para destruir la libertad, donde se está en una


permanente situación de guerra y conspiraciones 630
En ese orden de cosas, el argumento de De Pradt es que si Colombia es una
sociedad en formación incapaz para la libertad, esta última nunca ha estado en
ejercicio, por lo que la tiranía de Bolívar no ha podido imponer el yugo sobre
una libertad inexistente. Y, por el contrario, su suma potestad conformaría la
garantía para neutralizar aquel estado de guerra de todos contra todos en el que
habría degenerado (o permanecido desde su fundación) la unión colombiana:
Para atentar contra la libertad, es preciso ante todo que haya libertad (...) El
Estado nada en sangre, las provincias son abandonadas al pillaje de la
soldadesca pagada con los despojos de los ciudadanos; el Estado se ha vuelto
incurable por su propia grandeza, por la de algunos ciudadanos, por la
corrupción de las costumbres; id a darle la libertad a semejantes hombres, se
degollarán; la mano que les separa los conserva (...); indomable (la América),
igual de incapaz para el yugo que para la libertad 631
El abate caracteriza la representación nacional de Colombia como un cuerpo
constituido por una “terrible mezcla” de hombres que, en condición de
esclavos o bárbaros, habían permanecido abstraídos de la libertad e incluso de
la civilidad básica, y súbitamente habían sido elevados a una práctica política
para la cual no eran aptos como representantes ni aún como representados. Se
dirige a Constant en los siguientes términos:
Sibaritas de la civilización europea, cómodamente adormecidos en el seno de
la normalidad, cuyo apacible disfrute nos asegura el curso de las leyes, ¡cuánto
hablamos a nuestras anchas de cosas que están tan lejos de nuestra vista y de
nuestras costumbres! ¡Predicadores de la libertad, cómo quisiera ver vuestras
tribunas colocadas a la orilla del Orinoco; vuestros escaños de senadores
ocupados por una terrible mezcla de negros, mulatos, llaneros, criollos,
hombres que han sido llevados de golpe del seno de la esclavitud y de la
barbarie a las funciones de legisladores y de dirigentes del Estado! 632
En síntesis, el abate articula la argumentación según la cual la tiranía de Bolívar
es justa porque su pretensión es utilizar el poder “para crear las instituciones”.
No obstante, y muy probablemente sin ser su intención discursiva, De Pradt
termina por justificar la usurpación de la suma potestad como único recurso

630
Ibidem, p.323
631
Ibidem, p.323
632
Ibidem, p.323

355
Carolina Guerrero

cívico que evitaría el exterminio mutuo en aquel territorio habitado por


bárbaros: “(Bolívar) sabe que si muere, América morirá con él”. Por tanto, el
abate no concluye que la tiranía de Bolívar pueda hacer posible el despliegue de
la libertad en Colombia ni pueda crear instituciones liberales, sino, a lo sumo,
contener en el orden a esa terrible mezcla de individuos en estado de
salvajismo mediante un poder supremo que compela sus pasiones:
“Comprimiendo las pasiones de América, Bolívar es aún más su libertador que
destrozando las armas españolas” 633.
Ante la primera respuesta de De Pradt a Constant, los ultrarrealistas (en el
sexto documento de la polémica) utilizan el argumento de De Pradt con el cual
justifica la suma potestad si ella se dirige a avasallar la anarquía, a fin de
concluir en torno a la invalidez de los principios liberales y la vigencia, según
ellos, de la necesidad de un poder absoluto que despliegue desde el trono su
capacidad de asegurar el orden:
La libertad en Colombia no puede conservarse, nos dice el Sr. De Pradt, más
que con la protección del Libertador. ¿No se podría concluir, con mucha más
razón, que la libertad en Francia no puede conservarse más que bajo la
protección del rey legítimo? (...) ¿cómo, pues, entenderemos que el poder sea
tan necesario para Colombia y tan nocivo para Francia?634 (...) ¿Es o no es
Bolívar un usurpador? esta pregunta nos interesa bastante poco (...); pero al
abordar esta pregunta el Sr. abate De Pradt ha suscitado otra, a la que
nosotros no podemos permanecer ajenos: ¿es mejor el poder que la anarquía?
Esta pregunta está resuelta de una manera exitosa contra el Sr. Benjamin
Constant, y se lo agradecemos a su antagonista 635
En el séptimo documento de la polémica, los ultrarrealistas atacan los
principios liberales a partir del debate entre Constant y De Pradt y la
confirmación, en perspectiva ultrarrealista, de que en el fracaso del proyecto
liberal de la unión colombiana era perceptible que el liberalismo sólo podía
vanagloriarse de éxitos efímeros que no presentaban ninguna certeza futura.

633
Ibidem, p.324
634
Por esa vía se puede dar lugar a disímiles conclusiones, incluyendo la expuesta por John
Stuart Mill, respecto al despotismo como una forma legítima de gobierno para el trato con los
bárbaros, provista con el fin político de mejorarlos. En ese sentido, plantea que hay
condiciones en las sociedades según las cuales un despotismo vigoroso es en sí misma la
mejor forma de gobierno, para la conducción de hombres hacia un estado mayor de
civilización. Ver: “On Liberty” en Essays on Politics and Society (1859) 1977
635
Artículo anónimo publicado en La Gazette de France, 14-1-1829, en Filippi, 1988, p.327

356
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

En medio de tal disertación, destacan las contradicciones de De Pradt en torno


a su apreciación primero sobre la necesidad y luego sobre la inconveniencia de
la libertad para la América Hispánica:
La sensatez y las luces de los nuevos republicanos han desaparecido (para
Pradt); el espíritu del señor abate no ve más que un revoltijo horroroso de
negros, mulatos y llaneros; Bolívar no es un Washington a quien deba bastar
la corona de roble636; es el hombre del destino, elevado por sus propias obras
y ejerciendo la tiranía más legítima sobre un pueblo indigno de la libertad 637
En una tercera intervención ultrarrealista (en el octavo documento de la
polémica), los monarquistas absolutos se refieren nuevamente la defensa de De
Pradt a Bolívar en los siguientes términos: primero, destacan el razonamiento
del abate según el cual el Libertador merece una corona cívica al servirse del
poder absoluto para impedir que la república fuese devorada por la anarquía;
segundo, apelan a la experiencia de los últimos cuarenta años de la vida política
de Francia para sugerir que “hemos de poner en duda que las utopías liberales
puedan realizarse en nuestras sociedades monárquicas sin ser ayudadas un
poco por las fuerzas materiales de los gobiernos”; y tercero, concluyen que
“solamente con ayuda del mismo despotismo que reprueban pueden, las
doctrinas liberales, llegar a ponerse en práctica”638. Con ello debilitan el
argumento del abate dirigido a afianzar la teoría sobre la realización de los
principios liberales en las sociedades formadas y proponer el tránsito por una
tiranía justa en aquellas sociedades en formación antes de desplegar en ellas los
valores sustantivos del liberalismo, para concluir que, en perspectiva
ultrarrealista, ninguna sociedad está suficientemente formada para tolerar los
principios liberales, si tanto en Colombia como en la civilizada sociedad
francesa el liberalismo había alterado el orden absolutista para percibir como
resultado el origen de manifestaciones anárquicas susceptibles de ser aplacadas
sólo a través de la violencia del poder político639.

636
Entre los escritos del abate De Pradt destacaba el paralelo entre Washington y Bolívar; ver:
Aguirre Elorriaga, 1941/1983, p.332-335
637
Artículo anónimo publicado en La Gazette de France, 15-1-1829, en Filippi, 1988, p.328
638
Artículo anónimo publicado en La Gazette de France, 16-1-1829, en Filippi, 1988, p.331
639
Puntualizan los ultrarrealistas en esta intervención: “Hemos visto en Francia que todas las
constituciones que se nos han propuesto, por muy hermosas y liberales que fueran, no han
podido existir ni siquiera en teoría, sino con el apoyo de decretos que nos obligaban, bajo pena
de muerte, a aceptarlas como algo bueno (...)” Ibidem, p.330

357
Carolina Guerrero

En la respuesta de Constant a la defensa que hace De Pradt sobre el poder


supremo de Bolívar, el publicista argumenta que varios de los razonamientos
alegados por el abate permiten justificar todas aquellas empresas de tiranía que
invoquen la salvación pública, especialmente si se admite la premisa de que
para respetar la libertad tiene que haberla, dado que, con esa base, todo
candidato al despotismo dirá que no hay libertad, a fin de no estar atado al
respeto a ella. Constant sostiene la idea de que la usurpación de Bolívar no
puede ser legitimada, a partir de la idea de que Colombia tenía una constitución
que Bolívar se había comprometido a respetar. Por tanto, su ascenso al poder
ocurre por encima de la ley para gobernar en contra de la ley, en atención a lo
cual su autoridad suprema se corresponde simultáneamente con la idea de
tiranía y de despotismo. El problema de ejercer el poder político en ausencia de
una ley emanada del propio cuerpo social y no del gobernante que ha de
ejecutarla remite a la incertidumbre jurídica de conducir la república a través de
la prudencia de uno solo, en abdicación a la racional conveniencia de asegurar
las garantías constitucionales en función de una norma objetiva. En tal sentido,
Constant rechaza la argumentación de De Pradt sobre la posibilidad de que tal
usurpación sea virtuosa en tanto el Libertador –según el abate– utilizaba el
poder supremo “con la mayor templanza”; de todo ello se desprende, para
Constant, la comprobación siguiente: en el supuesto de que Bolívar emplee la
autoridad ilimitada “con templanza, se ha dado el derecho de usarla de otro
modo; luego la tiranía no está en ejercicio, pero sí el derecho que se arroga”640;
por tanto, la distinción entre una tiranía justa y una clásica tiranía inmisericorde
reposaría sólo en la voluntad de su titular de ejercer la templanza o la crueldad,
de todo lo cual es imposible derivar garantías objetivas que otorguen alguna
certidumbre política al cuerpo social. En adición, permanecía la verificación
trágica de que la conducción de la república residía de modo exclusivo en la
voluntad de uno, tal como corresponde con la forma absolutista y es
evidentemente opuesto tanto a la tradición republicana como a los principios
del liberalismo.

640
Constant, 15-1-1829, en Filippi, 1988, p.333. Una reflexión sobre este tema es identificable
en la octava Filípica de Marco Tulio Cicerón: “¿Hay causa más justa para hacer la guerra que la
de rechazar la esclavitud, en la cual, aunque el amo no sea cruel, puede serlo si quiere, y ésta
es la mayor desdicha?” (43 / 1994, p.223) (el destacado es mío)

358
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

En la refutación de Constant a las argumentaciones de De Pradt es perceptible


la idea de que si la suma potestad de Bolívar puede ser legitimada –como
propone el abate– a partir del estado de anarquía y desorden extremo de la
América meridional que justifique una tiranía virtuosa, es posible que la
catalogación de tal estado de cosas se base en un artificio del discurso, en cuyo
caso la usurpación sigue siendo injusta y sólo puede apelar retóricamente al
pretexto sobre el caos y la amenaza de disolución de la sociedad política.
Constant refiere los testimonios de viajeros (Hamilton, Hall, Mollien) que
habían declarado que Colombia caminaba con tranquilidad y prudencia hacia
una libertad apacible y duradera, además de las confirmaciones de gobiernos
como el de Inglaterra, el cual, destaca el publicista, no habría tratado con un
pueblo dispuesto a degollarse:
Él mismo (De Pradt) ha reconocido más de una vez la inteligencia, el
patriotismo, la intrepidez de esta población (...) Esta población no puede
haberse vuelto “una horrorosa mezcla (...)” ¿Quién podría explicar esta súbita
degeneración? 641
En ese sentido (y más allá de la constatación anecdótica sobre cual de los dos
liberales franceses estaba mejor informado sobre el estado social y político de
la América Hispánica), podría también debatirse lo contrario: que la virtud de
los ciudadanos de Colombia, su civismo y su disposición política hacia el
ejercicio de una libertad racional hubiesen sido sólo la construcción abstracta
de un discurso político que pretendía atribuir a la voluntad general el proyecto
ilustrado configurado por la voluntad de uno solo. En esa línea, la legitimidad
de ese proyecto político sólo podía surgir de la representación retórica de la
voluntad de todos, un “todos” que, además, debía corresponderse con un
cuerpo cívico de individuos políticamente constituidos y capaces de ser libres,
en tanto la república sólo puede ser comprendida, deseada y desplegada por
individuos con disposición moral para il vivere libero.
Por otra parte, Constant cuestiona la idea de De Prat en torno a Bolívar como
el hombre necesario para impedir el desmembramiento de una sociedad
política, bajo el razonamiento de que si tal sociedad está formada
contingentemente por el efecto de un poder supremo que se despliega sobre
ella a fin de implantar el orden, no es posible derivar de ello la utilidad pública

641
Constant, 17-1-1829, en Filippi, 1988, p.334

359
Carolina Guerrero

de fundar trascendentemente el orden de la sociedad, en tanto éste tenderá a


desvanecerse al concluir aquella forma de dominación. En tal caso, la autoridad
ilimitada generaría el efecto contrario a la institucionalización del orden,
postergando, a través de la fuerza que emana de la suma potestad, las
posibilidades de que los individuos miembros de aquel proyecto de república
se den el orden a sí mismos y se constituyan políticamente, de manera de
realizar el orden y no ser contingentemente constreñidos en el mismo. De todo
ello se puede derivar, igualmente, la idea de que si desde la propia “sociedad”
no llega a conformarse una sociedad ordenada, el poder ilimitado no
suministra una solución política a ello sino sólo una utilidad pública aparente y
efímera, a menos que opte por el permanente establecimiento de una
dominación absolutista con base en una regla fija de sucesión, en cuyo caso
asegurará el orden con base en la renuncia forzada a la libertad. Señala
Constant en torno a la imposibilidad de institucionalizar el orden a partir de
una autoridad ilimitada:
El dictador aparece, la nación es esclava; muere y lo que había comprimido
renace más terrible; o bien, la lasitud de una tiranía que usurpaba el nombre
de la libertad separa la nación de la propia libertad (...) Los dictadores no sólo
son culpables de los males que hacen, de los crímenes que cometen en vida;
son responsables de los males que preparan , de los males que estallan en su
muerte 642
A fin de rebatir el argumento de De Pradt sobre la necesidad de una tiranía
justa en manos de Bolívar dirigida a convertir a aquellos hombres salvajes en
ciudadanos virtuosos capaces de ser libres, Constant despliega la idea de que la
única manera de educar a los hombres para la libertad es a través del ejercicio
de la libertad. Esta idea no puede comprenderse en toda su dimensión sino a la
luz de las ideas políticas de Constant sobre la supremacía del interés individual
como valor sustantivo de los modernos, y su vinculación con el espíritu de
industria como mecanismo para su realización. Con base en estos elementos, el
autor reverencia los efectos pacificadores del comercio, en tanto esos
individuos centrarían la constitución de la sociedad y la permanencia del orden
en ella como un interés que además de ser general les es individualmente
propio, al ser todo ello necesario para el disfrute pacífico de aquellas garantías

642
Ibidem, p.335

360
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

que permitan realizar su interés en el goce, igualmente pacífico y racional, de la


libertad individual. Trasladando tal argumentación al ámbito de las ideas
políticas hispanoamericanas, encontramos en el pensamiento de Simón
Rodríguez un desarrollo argumental análogo, al rechazar la premisa según la cual
“es menester, dicen, que los pueblos hagan Crueles Experiencias, para que
lleguen a conocer el bien: es menester que esta generación desaparezca para
que otra mejor la reemplace”, y a su vez proponer la posibilidad de constituir la
sociedad americana con base en la excitación del interés que es inmanente por
naturaleza a cada individuo: “La suerte futura de las Naciones, no está confiada al
modo de pensar DE UN HOMBRE NI DE MUCHOS, sino al de LOS MAS.
El Interés Social es un compuesto de muchos intereses” y la “mayor fatalidad
del hombre, en el estado social, es no tener, con sus semejantes, un común sentir de
lo que conviene a todos. La EDUCACIÓN SOCIAL remediaría este mal”643.
Encontramos coincidencia entre el argumento de Constant y la propuesta de
Rodríguez sobre la necesidad de la educación (o ilustración cívica) de los
individuos a fin de realizar aquellas prácticas liberales propias de una sociedad
ordenadamente constituida, en conexión con el rechazo a la idea de que sea a
partir de una autoridad ilimitada y las crueles experiencias inherentes a su
padecimiento que puedan extenderse las luces. Responde Constant al abate:
Y sin remontarnos tan lejos en la historia, preguntaré si la dictadura de
Napoleón, la más brillante de las dictaduras, preparó a Francia para la
libertad. ¿Qué idea teníamos nosotros, en 1814, de nuestros derechos,
nuestras garantías, de los límites a los que hay que constreñir siempre al
poder? (...) Sólo después de la dictadura se han despertado los nobles
pensamientos, sólo en su ausencia ha comenzado nuestra educación
constitucional 644
En síntesis, Constant desmonta la justificación de De Pradt a la tiranía justa de
Bolívar con base en la inviabilidad de que aquellos bienes que supuestamente
643
Simón Rodríguez: Sociedades Americanas, (1828), 1990, p.104,107. En esta obra,
Rodríguez reconoce la necesidad de instalar costumbres liberales en los hombres como medio
para asegurar que la autoridad política sea razonable y no usurpadora, todo lo cual requiere de
la constitución de la sociedad, cuya piedra angular es la educación de sus miembros. De este
modo se llega en las ideas de Rodríguez a la concepción de sociedad republicana, la cual se
funda en la idea del interés: “es la que se compone de hombres INTIMAMENTE unidos, por un
común sentir de lo que conviene a TODOS–viendo cada uno en lo que hace por conveniencia
propia, una parte de la conveniencia GENERAL” (p.122) (en las citas tratamos de mantener el
manejo gráfico del texto que hace el autor)
644
Constant, 17-1-1829, en Filippi, 1988, p.335

361
Carolina Guerrero

debían descender del poder supremo no son, en perspectiva de Constant,


realizables bajo el sometimiento de los hombres a la obediencia forzosa ante la
suma potestad de uno solo. Si bien el abate había precisado e identificado tales
bienes en la imposición y sujeción del orden en un conglomerado de
individuos díscolos dispuestos a degollarse entre sí; el florecimiento de la
virtud y de las luces a través de la pedagogía cívica generada por el poder
supremo: la preparación de los hombres para el vivir libre, y, además, la
garantía, con base en la prudencia y la templanza del gobernante de que su
autoridad ilimitada la emplearía sólo en búsqueda del bien común y no en
provecho particular, Constant desarrolla la argumentación, como hemos visto,
de que, primero, un orden impuesto por un poder supremo sólo previene la
anarquía temporalmente, y, lejos de lograr una instalación del orden que sea
trascendente al poder mismo, sólo logra condensarla en tanto la había
contenido, por lo que, retirada la suma potestad, la condición caótica se desata
con mayor vigor que el que exhibía originalmente. Segundo, Constant no
suscribe la posibilidad de que la educación constitucional de los hombres
pueda celebrarse en medio de la supresión del orden constitucional. El mismo
Bolívar coincidiría con el publicista, en atención a la exposición que había
hecho en la instalación del constituyente de Angostura, en 1819, sobre los
efectos de la dominación española perceptibles en la ineptitud para el vivir
político del pueblo de la América Meridional, sometido al triple yugo de la
ignorancia, la tiranía y el vicio, sin posibilidad de adquirir saber, poder ni
virtud645. La alternativa que propone Constant es la educación para la libertad
en medio del ejercicio de una libertad regulada y preservada por la
constitución. Tercero, Constant descarta que sea a través de una autoridad
ilimitada que pueda prevenirse y facultar a los hombres sobre el vivir libre,
dado que, a su juicio, la tiranía promoverá en ellos la relajación moral que los
hará indiferentes a los bienes emanables de la libertad. En tradición
republicana, ello se traduce en el sometimiento forzoso de los hombres hacia
su propia corrupción, en tanto el vicio consiste en la inexperiencia, la
ignorancia y la indiferencia para la libertad y el vivir libre, todo lo cual es
cultivable y no combatible a través de la dominación tiránica. Y cuarto, si la
tiranía ha de ser virtuosa debido a que su titular ejercerá la templanza (para

645
Bolívar: ...Angostura, 1819, 1988, p.212

362
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

emplear el sumo poder en la realización de lo que él supone es el bienestar


general) y no el capricho (mediante el cual emplearía tal potestad para la
satisfacción de sus intereses particulares), Constant teme que cualquiera que
desee ejercer una autoridad despótica pueda usurpar el discurso de la necesidad
de implantar el sumo poder para realizar el bien común, con lo que la sociedad
no tendría ninguna garantía para colocar diques a una eventual tiranía
inmisericorde, ya que la identificación de la superioridad racional y moral de un
individuo para realizar el propósito virtuoso de dicha tiranía residiría en él
mismo, y cualquiera podría arrogarse semejante juicio sobre sí. En suma,
Benjamin Constant concluye que los fundamentos para una tiranía virtuosa y
justa pertenecen a la esfera de lo subjetivo, que no puede otorgar certezas
políticas a la asociación humana, ni proveer una norma positiva que asegure
que el poder supremo habrá de emplearse sólo en la realización del bien para
una sociedad aún díscola. Y, más allá del propósito ético y político de esa
autoridad ilimitada, también abunda sobre la imposibilidad de esta forma de
dominación para realizar su propuesto efecto benefactor en términos de la
contención de una sociedad amorfa, la instalación del orden, el florecimiento
de las luces y la implantación de la condición ciudadana para el vivir libre. Por
tanto, si son desmontables las premisas para justificar una tiranía virtuosa, de
ello se deriva la imposibilidad de que la tiranía pueda ser justa y pueda generar
el bien, como apunta el publicista:
No, la dictadura nunca es un bien: la dictadura nunca es lícita. Nadie está lo
suficientemente por encima de su país y de su tiempo para tener derecho a
desheredar a sus conciudadanos, a humillarlos bajo su pretendida
superioridad, superioridad de la que únicamente él es juez, superioridad que
cualquier ambicioso puede invocar a su vez 646

Como última respuesta a Constant, De Pradt plantea:


Si Bolívar se hubiera limitado a decir: “Ciudadanos, en virtud y honor de la
libertad, batíos a gusto: los principios me impiden oponerme a la anarquía, la
mitad del Estado se separará de la otra, España, gracias al espectáculo de
vuestros desórdenes, será invitada a retomar sus antiguos planes (...)” Gracias
al cielo, Bolívar ha comprendido de mejor manera los intereses de su país;
satisfecho con su usurpación, este país no asiste a las escenas que acaban de

646
Ibidem, p.335

363
Carolina Guerrero

estallar en México647; y pueda todavía el cielo, en su bondad, conceder a


México un usurpador tan cívico como Bolívar e igualmente capaz de liberar al
Estado (...) 648
En suma, la idea de usurpación cívica y tiranía justa emerge como práctica
política necesariamente arrogable por el ciudadano más notable, a efectos de
intentar unificar las partes de una asociación política que, mediante los efectos
del des-orden o de la ineptitud para configurar su propio orden político,
presiona desde su seno por su propia disolución. Quizás este fundamento
cívico de la autoridad ilimitada sea el trágico reflejo de que un proyecto político
ilustradamente concebido por la razón de uno solo, si no logra resonancia en el
cuerpo político a fin de (legitimarse al) transformar el voluntarismo de uno en
el mandato de la voluntad de todos, termina fundando su única posibilidad de
realización en la cancelación de los principios de aquella construcción política
originalmente propuesta: la república, y no cualquier asociación política en la
que el despliegue del orden constituya el fin sustantivo. Lo que Castro Leiva
denominó el patetismo de una desilusión es perceptible en la idea de que,
paradójicamente, el orden para la libertad transita por la supresión de los
principios políticos del liberalismo y de la tradición republicana, al sólo poder
asegurarse mediante la suma potestad aglutinada en torno al voluntarismo y la
razón ilustrada de uno.

647
El propio abate las describe en la misma intervención en la polémica: “Hoy sabemos que un
golpe militar ha traído el espanto, la muerte, el pillaje, en el seno de la capital de México(...)”;
De Pradt, 23-2-1829, en Filippi, 1988, p.342
648
Ibidem, p.343

364
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ANOTACIÓN FINAL:
UNA TERCERA ESPECIE DE REPÚBLICA: DE LOS ANTIGUOS,
DE LOS MODERNOS Y LA REPÚBLICA A LA MANERA DE
BOLÍVAR

Si bien la historia intelectual registra dos formas de república, la clásica o de los


antiguos y la moderna, distinguidas por la forma de libertad predominante en
ellas (la política para los antiguos, la civil e individual para los modernos) y
también por las demandas que hace la asociación política respecto a la
configuración moral de sus miembros (en el primer caso, virtud y un supremo
amor por la patria, a fin de que los ciudadanos encarnen la disposición de
consagrarse totalmente a sus repúblicas –con talentos y viril heroísmo– y
toleren su sujeción moral a la comunidad, además de aptitud para el vivir libre
bajo leyes e instituciones adecuadas; en el segundo, una aptitud análoga para el
vivir libre y el ser garante de su propio orden político, con una mayor
preeminencia de lo privado sobre lo público e independencia moral respecto a
la comunidad política), la construcción intelectual de Bolívar configuró una
tercera especie de república hasta entonces inexistente. Es decir, si bien en las
ideas de Bolívar es perceptible la tensión entre las formas antigua y moderna de
concebir la república, tal tensión declina hacia la estructuración de esa tercera
especie, el cual no es el resultado de alguna suerte de mezcla de los dos
anteriores, sino una forma que plantea mayor complejidad tanto en su
hipotética y problemática aplicación en el ámbito de los antiguos como de
manera sustantiva en el de los modernos, en tanto la tercera especie, o la
república a la manera de Bolívar, introduce mayores restricciones
principalmente al tipo de libertad disfrutable por sus miembros.

La tercera forma de pensar la república que se conforma en las ideas de Bolívar


está en esencia caracterizada por la supresión de la libertad política disponible
para sus asociados, con base en la idea de que éstos padecen de ineptitud para
el vivir libre e incluso para consultar la recta razón con la cual aspirar a
reconocer en sí mismos el interés de constituir y mantener su propio orden.
Además, la idea sobre la ausencia de un estado moral mínimo que permita a

365
Carolina Guerrero

tales individuos constituirse políticamente apunta hacia una valoración aún más
pesimista, al deducir que su corrupción (entendida como ineptitud para el vivir
libre) no es producto de la degeneración de una virtud precedente, por tanto,
no existe en la tradición de tales individuos un estado previo de florecimiento
moral al cual recurrir para hacer posible su propia reconstrucción ética. Con
tales elementos morales, el proyecto de Bolívar sobre la creación y
permanencia de la república en la América Hispánica introduce la idea de
república conducida por la legibus soluta del ciudadano más virtuoso. Si bien en
la tradición intelectual de Occidente la legibus soluta constituye una tiranía en
tanto el poder es ejercido sin límites en atención a la voluntad de uno solo, en
la forma política introducida por Bolívar esa tiranía se pretende justa y virtuosa
con base en que el poder ilimitado será ejercido para la realización del bien
común de la comunidad política y no del gobernante; por tanto, la legibus soluta
responde a una muy peculiar voluntad de uno solo, ya que dicha voluntad está
creada con arreglo a la voluntad general que los miembros de la república están
en incapacidad de conformar, pero que logra ser descubierta, encarnada y
defendida por el ciudadano más virtuoso, de manera que la voluntad de uno
solo es la voluntad que elevaría la comunidad política si estuviese habilitada
moral y racionalmente para conocer el bien común que habría de realizar.

En la tradición republicana clásica antigua, la libertad es el valor sustantivo, y


sólo es posible imponer de manera legítima la sujeción moral de la comunidad
sobre el individuo si ello se traduce, a cambio, en la participación de ese
individuo en el poder político de la comunidad; es decir, si participa de modo
directo en su soberanía. Tal participación activa y directa en el negotium público
constituye la libertad política venerada por los antiguos, que los dispone a su
consagración a la república. Si en ese orden de cosas se mantiene dicha
sujeción moral y se extrae el derecho a ejercer la libertad política, esa
comunidad que se superpone al individuo deja de ser el orden político en el
que él ejercía una soberanía directa, para transformarse en un poder que le
asigna una obediencia forzosa a una voluntad que es extraña a dicho individuo.
En ese sentido, y en tradición republicana clásica, deja de existir la república y
emerge un dominium despoticum opuesto a la idea de asociación de individuos
libres gobernados por sus propias leyes. En perspectiva moderna, si ya la

366
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

república de los antiguos era percibida como una forma de esclavitud (en tanto
otorgaba una libertad que no resulta sustantiva para los modernos, y a la vez
eclipsaba la esfera de la independencia individual que resulta imprescindible
para el sentido de libertad moderna), esa república constituida en dominium
despoticum es aún más esclavizante, al cancelar todo ámbito para el ejercicio de
alguna forma de libertad.

En la concepción formulada por Bolívar, la idea de república degenera de su


forma original que la entendía como asociación política de individuos libres,
para reducirse a la idea de una organización política dirigida al bien común. En
esos términos, es la realización de ese bien el que otorga algún sentido
republicano a la forma política configurada por el Libertador. A ella se vincula
la idea de que la supresión de la libertad a individuos incapaces de ser libres
representa el deber cívico del más virtuoso, del ciudadano que ha de ser
bendecido con un carisma perpetuo a fin de asegurar, en nombre de los
miembros de esa forma de república, el bien común aún a pesar de ellos. En
esa línea, la legibus soluta o tiranía justa y virtuosa ha de estatuirse como garantía
de anulación de toda forma de libertad que amenace con la dislocación de la
organización política, y se concibe como un mandato de la voluntad general
que esos individuos desconocen, pero que es esclarecida por el ciudadano más
notable, titular necesario de esa suma potestad que ha de ejercer con templanza,
en atención a su prudenza, por el bien común.

En el tránsito de Bolívar hacia la conformación de esa tercera especie de


república hemos analizado distintos y disímiles ensayos sobre las instituciones
constitucionales requeridas para asegurar lo que, en perspectiva del Libertador,
compone el bien supremo: la existencia misma de la república, a partir de la
máxima aristotélica (que evidencia su resonancia en el pensamiento de Bolívar)
según la cual la primera cualidad de las cosas es que existan, siendo el modo de
existir una cualidad secundaria. En ese tránsito, Bolívar intenta la
constitucionalización de la ausencia de trabas para ejercer su poder supremo
benefactor, de lo cual es expresiva su propuesta de senado vitalicio hereditario,
al cual asigna el poder de asegurar la conservación de la república mediante su

367
Carolina Guerrero

facultad de domar la fiereza de los hombres y templar las pasiones, pero


principalmente el poder de contrapesar la autoridad suprema del gobierno.

De ese modo, la simultánea propuesta constitucional de Bolívar sobre


constituir un ejecutivo con sumo poder dejaría –al menos retóricamente– de
ser peligrosa, debido a que, bajo los controles del senado, se impediría su
derivación en un poder arbitrario sin límites. No obstante, la manera en que el
Libertador propone conformar ese senado vitalicio hereditario (principalmente
con los generales de la república sobre los cuales tenía evidente ascendiente)
hace degenerar tal institución en un poder influenciable por el propio poder
que había de contrapesar.

Por su parte, en las instituciones que propone para la constitución boliviana y


que moldea a partir de poderes políticos formulados por Benjamin Constant,
se aproxima a una institucionalidad liberal que había sido originalmente
pensada para la forma monárquica constitucional, siendo en tales instituciones
expresivos, en consecuencia, los principios liberales de limitar la autoridad
pública y garantizar la libertad individual. En la presidencia vitalicia, Bolívar
versiona el poder neutral de Constant con el fin de proveer un principio de
garantía de la permanencia de la república, a través de una esfera de neutralidad
capaz de insuflar calma y reposo al despliegue del disenso sin el cual ninguna
libertad existe. En el poder electoral, con base en el poder municipal teorizado
por Constant, introduce un nuevo género de federalismo que otorga
importancia política a las fracciones de la república, sobre la cual erigir el
orgullo cívico y un patriotismo pacífico y perdurable, como recursos dirigidos a
fijar la permanencia de la república a lo largo del tiempo.

Dado que este ensayo constitucional liberal de Bolívar es opuesto a la


pretensión anterior de constitucionalizar una autoridad sin límites, puede
deducirse que el propósito político del Libertador ciertamente es asegurar la
preservación del edificio republicano (no el poder por el poder), con base en lo
cual intenta –no sin pocos problemas ni mayor éxito– republicanizar (en la

368
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

constitución de Bolivia) instituciones creadas para la monarquía constitucional


(es decir, el ensayo de moderar la república), de manera de implantar un
principio de conservación de la asociación política. Es decir, ello sugiere que
aquel poder supremo anhelado por Bolívar en realidad se fundaba en el
propósito de conservar la república, en tanto su propuesta para Bolivia limitaba
sustantivamente el poder del gobernante al tratar de dar con el arreglo
constitucional adecuado a efectos de asegurar la preservación de la república.
Por último, el Libertador apela a otro orden constitucional con el objeto de
realizar el fin supremo de impedir la disolución de la república: el orden
jurídico-constitucional emanado de sí mismo (en nombre de aquella voluntad
general), tras la cancelación retórica del orden vigente, y siempre destinado a
legitimar el ejercicio de un poder ilimitado que se pretende benefactor.

369
Carolina Guerrero

370
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ANEXO

CONSTANT Y COLOMBIA

A continuación presentaré algunas referencias que se hacen en la unión


colombiana sobre las ideas políticas y constitucionales de Benjamin
Constant649, deteniéndome brevemente, líneas más adelante, en el plan de
estudios que elabora el Ejecutivo y por el cual se prescribe para las
universidades de la república la enseñanza del derecho público y político con
base en la obra de Constant y otros autores.

i- Algunas referencias sobre Constant en los años de la unión


colombiana

En una carta que dirige Bolívar al vicepresidente de la república, Francisco de


Paula Santander, desde Tulcán, el 31 de diciembre de1822, cita la idea de
Constant (a quien, como veremos en este trabajo, el Libertador y algunos de
sus contemporáneos nombran como el “apóstol constitucional del día” y el
“apóstol de la libertad”) en torno a que, contrariamente a lo que sostiene
Rousseau, la soberanía del pueblo es limitada650:

649
Sólo no incluyo la reacción en Colombia ante la crítica de Constant al poder ilimitado que
establece Bolívar en agosto de 1828, dado que haré referencia a ello en el capítulo VI del
presente trabajo.
650
Constant sostiene que el reconocimiento abstracto de la soberanía del pueblo no aumenta
en nada la suma de libertad de los individuos, y si llega a atribuirse a ella una amplitud
indebida, puede perderse la libertad. El autor ataca la argumentación expuesta por Rousseau
en El contrato social, donde expone la idea de que la soberanía ha de ser ilimitada. Para
Constant, es falso que la sociedad política posea sobre sus miembros una soberanía sin límites.
De tal manera, desarrolla la idea de que el universo de ciudadanos es soberano en términos de
que ningún individuo, fracción o asociación parcial puede arrogarse una soberanía que no le ha
sido delegada. Pero ello no significa esa sociedad política soberana pueda disponer (como
propone Rousseau; ver Du contrat social, 1762 / 1964, lib.I, cap.VI-VII, p.182-186 ) de la
existencia de los individuos, porque hay una parte de la vida humana que por naturaleza es

371
Carolina Guerrero

(...) La soberanía del pueblo no es ilimitada, porque la justicia es su


base y la utilidad perfecta le pone término. Esta doctrina es del apóstol
constitucional del día. ¿De dónde pueden creerse autorizados los
representantes del pueblo a cambiar constantemente la organización
social? ¿Cuál será entonces el fundamento de los derechos, de las
propiedades, del honor, de la vida de los ciudadanos? Valdría más vivir
bajo el feroz despotismo, pues al fin el sagrado hombre tendría apoyo
en el poder mismo que lo oprime (...) 651

En 1823, la Gaceta de Colombia publica un artículo titulado “A los escritores


de Colombia. Cuatro palabras del sabio y justamente celebrado Benjamin
Constant”, sobre los modos de ejercer la opinión pública en una república
liberal, como recurso cívico para limitar la autoridad pública sin abusar del
mismo:

A los hombres que dirigen la opinion por medio de las luces toca el
oponerse á las reacciones contra las ideas. Ellas son el dominio del
pensamiento solo, y la ley no debe jamas usurparsele. Es bellisimo el
tratado652 que hay entre la autoridad y la razon; aquel tratado por el
cual los hombres ilustrados dicen á los depositarios de un poder
lejitimo “vosotros nos poneis á cubierto de toda accion ilegal, y
nosotros os preservaremos de toda preocupacion funesta: vosotros
nos sostendreis con toda la proteccion de la ley, y nosotros
circundaremos vuestras instituciones con la fuerza de la opinion”.
Pero en el cumplimiento de este tratado los dos partidos deben ser

individual e independiente, y no puede estar al alcance de la competencia social. Si la sociedad


traspasa esa línea, Constant teoriza que se hace usurpadora y culpable como el poder
despótico. El punto de la teoría de Constant sobre la soberanía limitada que es relevante para
Bolívar es la idea de que el consentimiento de la mayoría no legitima sus actos, porque hay
actos que es imposible sancionar. Ver Constant, (1815) 1872, cap.I, p.7-17 (Agradezco al Prof.
Fernando Falcón el apoyo para consultar la edición de 1957 de las Oeuvres de Constant,
editadas por Gallimard)
651
En: Carrera Damas, v.I, 1992, p.236
652
El acuerdo.

372
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

igualmente escrupulosos y fieles. Es necesario que el gobierno no vea


en las reclamaciones carácter ninguno de atrevimiento del cual naceria un
motivo de descofianza. Al mismo tiempo es necesario que aquellos
que pretenden ilustrar, no consagren en silencio á las preocupaciones
(divinidades siempre secretas y misteriosas) el incienso que parecian
quemar en honor de la divinidad nacional. En tal caso destruirian la
dignidad de su ministerio, quitarian su imperio á la razon por el uso
que harian del raciocinio, perderian todos sus derechos á ser
escuchados de los gobernantes, y harian sospechosa la lengua sagrada
que debe servir á los gobernados contra la opresion 653

La Gaceta de Colombia enarbola el tema de la soberanía referido por Bolívar


en su correspondencia a Santander, y, con base en el principio establecido por
Constant en torno a que la soberanía no puede ser ilimitada, formula una
crítica al propósito de la representación nacional de reformar (prematuramente,
enfatiza el artículo) la constitución de 1821:

(...) hemos querido impugnar el artículo enunciado654, y contribuir en


una pequeña parte á la prosperidad de la República; prosperidad que
no se puede lograr, si las leyes fundamentales estuviesen sujetas á
reformas prematuras y opuestas á los principios del derecho politico.
(...) Los representantes de un pueblo escojidos á la satisfaccion de la
mayoria de los electores pueden sancionar cuanto crean conducente á
la felicidad de sus comitentes, y no esté fuera de los límites del
mandato. La soberania del pueblo no es ilimitada como pretendian
aquellos á quienes ha confundido el célebre Constant, y las leyes
precisamente tienen por objeto restrinjir la libertad individual a favor
de las libertades nacionales y de otros derechos individuales. (...) La

653
Gaceta de Colombia, 19 de enero de 1823, No. 66
654
Aparecido en El Venezolano, de Caracas, el 23 de agosto de 1823, el cual, según La Gaceta,
“ha renovado la cuestion desorganizadora de cambiar el rejimen actual, y su gran argumento
consiste en el testo: quod omnes tangit ab omnibus debet aprobari (Eduardo 1º en la
convocatoria de un parlamento decia: lo que interesa á todos debe ser conocido por todos. Ce
qui intéresse tous, soit connu de tous)

373
Carolina Guerrero

aquiescencia de los pueblos es suficiente en derecho politico para dar


valor y firmeza à las leyes fundamentales. La magna-carta de los
ingleses no ha adquirido por otros titulos el respeto y estabilidad de
que goza, y contra esta constitution observa Constant, que todavia no
ha escrito un solo ingles (...) 655

En 1825, la Gaceta de Colombia critica en un artículo sobre el plan de estudios


establecido en España el retorno de la educación pública en la Península a “los
siglos caliginosos” y su desprecio por lo que en perspectiva de la monarquía
católica constituyen las ciencias diabólicas relativas a principios teorizados por
Constant, entre otros autores:

El partido servil, como era muy natural, ha logrado un completo


triunfo nivelando la educacion pública de los españoles á la de los
siglos calijinosos. Dentro de poco tiempo el rey Fernando y su concejo
tendrán el placer de ver revivido en su patria el idioma de Ciceron y
Hortensio. Con tal que los españoles entiendan el latin, nada importa
que no sepan el idioma castellano, ni alcancen á sentir las cadenas que
les ha remachado el absolutismo. ¿Para qué se necesita saber esas
ciencias diabólicas que llaman matemáticas, ni esos principios
revolucionarios é irrelijiosos de Montesquieu, Constant, Tracy, &c.?
(...) 656

En el mismo órgano, se publica un “Alerta a los colombianos” que reseña un


debate de la Cámara de Diputados de Francia (de la que Constant era
miembro) sobre las deudas de España con Francia, en el cual Constant pide
cuentas sobre la política del gobierno de Francia respecto a España y América:

655
Gaceta de Colombia, 28 de enero de 1824, No. 115
656
Gaceta de Colombia, 13 de marzo de 1825, No. 178

374
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

En la sesion del 2 de mayo en la cámara de los diputados de Francia


tratandose de examinar los gastos hechos en la guerra de España, dijo el
jeneral Foy: “(...) la España no solo no paga, sino que parece que no quiere
pagar (...)”. En otra sesion que publicaremos despues, urjido el ministro
Villele por el mismo jeneral Foy y por Constant á que esplicara la política del
gobierno frances en los negocios de España y América dijo el ministro: que el
gobierno de S.M. no podia ser otra cosa que mediador, y que todos sus pasos
se habian dirijido y se dirijirian á inducir una reconciliacion entre la madre
patria y sus colonias 657
La Gaceta de Colombia, en un artículo entre los destacados como “Parte no
oficial”, propone debatir el proyecto de Ley Orgánica de Milicias con base en
las teorías de Constant sobre defensa exterior y seguridad interior658:
(...) En Colombia no hay un cuerpo intermedio entre el ejército permanente y
la milicia nacional cívica ó local; el proyecto en cuestion, reduciendo toda la
milicia nacional á una sola, impone una transicion fuerte de ciudadano, en
ejercicio de todos los derechos, á soldado del ejército permanente. (*) El
amor á la carrera de las armas, la disciplina militar, la instrucción estan muy
distantes de crearse en nuestra milicia, y no seríamos injustos, si dijesemos
que esta ley reducirìa la milicia colombiana á un completo laberinto que
ninguna utilidad produciria. (...)” 659
En dicho artículo, el llamado a pie de página que aparece indicado (*) se
explica en el margen inferior de la Gaceta con la siguiente nota:
Para seguir la moda de traer en apoyo de alguna opinion la autoridad de un escritor de los
del dia, citarêmos á Mr. Constant en apoyo de lo que se acaba de leer. Este apóstol de las
doctrinas constitucionales sin tocar el precario de las milicias cívicas, abre el gran plan para
la defensa exterior y seguridad interior de una nacion. Milicia activa ó de línea, milicia
provincial y milicia de orden público.

657
Gaceta de Colombia, 24 de julio de 1825, No. 197
658
En su Cours de politique constitutionelle, Constant plantea la división de la fuerza armada
en tres clases: la armada de línea (destinada a garantizar la seguridad exterior del Estado, y se
ubica donde esta seguridad puede ser amenazada: las fronteras), la guardia nacional
(destinada a garantizar la seguridad pública en el interior de cada departamento, sin traspasar
los límites del mismo, salvo en caso de revuelta o invasión) y la gendarmería (destinada a
garantizar la seguridad privada; persigue y arresta a los criminales). Con el fin de prevenir los
peligros políticos que acarrearía un gran establecimiento militar, Constant propone trazar, para
cada una de estas tres clases, un límite fijo que no puedan franquear. Con relación al
planteamiento de Constant sobre lo que luego encontramos en la Gaceta de Colombia referido
como milicias cívicas, el tratadista señala que la revolución francesa presentó ante todos los
espíritus una idea seductora, sobre las armadas compuestas de ciudadanos (1815 / 1872,
cap.VI, p.245-246)
659
Gaceta de Colombia, 16 de octubre de 1825, No. 209

375
Carolina Guerrero

También en la Gaceta de Colombia es perceptible el giro que toma lo que


anteriormente había sido la fascinación intelectual por las teorías de Constant,
y comienza a emerger la crítica que afirmaba que los principios liberales
desarrollados por el publicista y otros tratadistas no eran adecuados para la
república de Colombia. Ello es expresivo de la tensión manifiesta entre los
partidarios de la concentración del poder en torno a la autoridad de Bolívar
(bajo el argumento de que la república sólo era políticamente conducible y
preservable bajo el mando del ciudadano de mayores virtudes y sabiduría
política) y sus antagonistas, quienes veían en tales proposiciones la pretensión
de Bolívar de ejercer una autoridad ilimitada. En tal orden de cosas, las teorías
de Constant tendían a ser utilizadas para confirmar las posturas de los
antibolivaristas. El siguiente “Parte no oficial” se publica en respuesta al
artículo de “Un Colombiano”, difundido en El Constitucional (No. 52, del 25
de agosto de 1825), el cual expresaba: “Importa tener á la cabeza de los
negocios un hombre que no crea necesitar de facultades estraordinarias casi
para todo”:

(...) el pais ha estado rodeado de tan peculiares circunstancias y obstaculos


que se puede demostrar que sin las leyes de facultades estraordinarias (...) no
habrìamos hecho tan rapidos progresos contra los enemigos esternos y a
favor del orden interior. Podran esas leyes haber sido un veneno activo contra
los principios proclamados por Constant, Le Page, y cuantos escritores
políticos se quieran citar; pero para Colombia han sido una tríaca saludable
que le han dado vida y existencia (...) 660
No obstante, bolivaristas y centralistas también acuden a la autoridad
intelectual de Constant a fin de fortalecer su debate contra los antibolivaristas,
federalistas y separatistas. En ocasión de los sucesos de 1826 conocidos como
La Cosiata, el departamento de Maturín en asamblea critica las facultades
discrecionales concedidas a Páez por la municipalidad de Valencia, y los plenos
poderes que la de Caracas le confiere para cuanto convenga al bien y felicidad de la
patria, a través del siguiente artículo, en el cual transcriben algunos párrafos del
manifiesto del general José Francisco Bermúdez, cuartel general, Barcelona, 16
de mayo de 1826:

660
Gaceta de Colombia, 15 de enero de 1826, No. 222

376
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Ninguna persona en la Repùblica, por elevados que sean sus méritos, por
importantes que hayan sido y puedan ser sus servicios, puede dejar de
responder de su conducta en el ejercicio de la autoridad que le hubiese
confiado la nacion (...) En nuestro sistema de gobierno se desconocen los
privilejios, y un privilejio tan absurdo como el de la irresponsabilidad de los
empleados, seria el apoyo de la tirania y el sepulcro de la libertad. (2) (va a
nota de pie de página, introducida por “el departamento de Maturìn en
asamblea”, que dice: No hablarian con mas escatitud, juicio y razon Montesquieu,
Constant, D’Tracy y Bentham) 661
El siguiente “Parte no oficial” de la Gaceta de Colombia, titulado “Cuestiones
sobre los negocios políticos del día”, retoma la idea sobre la soberanía limitada
teorizada por Constant, en ocasión del debate en torno a si el presidente
Bolívar o el poder ejecutivo podían o no convocar la Gran Convención. El
texto se despliega como una sucesión de preguntas y respuestas sobre el tema,
en forma de catecismo político, para enfatizar el argumento de que la
constitución de 1821 concede la facultad de convocarla sólo al congreso
nacional, y que el pueblo –dado que algunas municipalidades deseaban que el
Libertador elevara tal convocatoria– no podía conceder una facultad que no
estaba prevista por la ley fundamental:
(...) A estos ciudadanos (“sus verdaderos representantes”) y no a las
municipalidades les ha dejado la nacion la facultad de dar leyes: al congreso y
no á las municipalidades le ha concedido el derecho de dar al poder ejecutivo
esta ó la otra autoridad, en virtud de lo cual sean válidos y dignos de
obediencia los actos del gobierno. (...) ESTOS SON LOS PRINCIPIOS.
¿Pero una municipalidad no tiene derecho de peticion? Lo tiene, como
cualquiera ciudadano: pero asi como los ciudadanos individualmente
cometerian una falta grave dirijiendo peticiones contra las disposiciones
terminantes de la constitucion, las corporaciones la cometen mayor cuando
intentan que se quebrante la ley fundamental, porque no es paradoja la
doctrina de un apostol de la libertad que enseña, que los ciudadanos tienen
derechos, y los funcionarios publicos deberes. Aparte de esto, la soberania del
pueblo no es ilimitada como lo demuestra sabia y profundamente, entre otros
el escritor del dia, (*) 662 y si el pueblo en masa no ejerce un poder ilimitado
¿lo podràn ejercer los ciudadanos individualmente, ó las municipalidades? 663

661
Gaceta de Colombia, 23 de julio de 1826, No. 249
662
El llamado a nota de pie de página se especifica en la Gaceta: (*) Constant
663
Gaceta de Colombia, 10 de septiembre de 1826, No. 256

377
Carolina Guerrero

Otro “Parte no oficial” de la Gaceta de Colombia refiere los principios


enunciados por Constant y otros tratadistas a fin de apoyar el poder ejercido
por el vicepresidente Santander, en funciones de presidente interino de la
república en ausencia de Bolívar, frente a los ataques y protestas de la
municipalidad de Caracas. En este artículo refieren los santanderistas que
Caracas, como fracción de un todo, no puede arrogarse la representación de la
voluntad nacional ni insistir en su protesta sobre la constitución de 1821664
porque ésta, al entrar en vigencia, se supone sancionada por los pueblos. El
artículo se titula “SOBRE LOS SUCESOS DE VENEZUELA. Refutacion de
la acta acordada por los diputados de las municipalidades de Venezuela y
Apure reunidos al intento en la ciudad de Valencia”:
La protesta de la municipalidad de Caracas el año de 21, ademas de irregular,
es nula, porque dicha municipalidad no era, ni ha sido jamas el representante
del pueblo de Venezuela. Pero dado caso que lo fuera, los mismos pueblos
cuya representacion se suponia, anularon la protesta desde que por medio de
actos repetidos, solemnes y libres ejecutados en un periodo de cinco años
reconocieron y aprobaron la constitucion actual. Este es uno de los modos
conocidos en el derecho político para dar valor y firmesa al pacto
fundamental. Cualquiera principio en contrario es anárquico, injusto y
antisocial. Por eso un escritor tan ilustre como intachable ha dicho “que el
hecho solo de que rija una constitucion le da el carácter de estar consentida y
aprobada por el pueblo”. De esta suposicion depende la duracion de los
gobiernos y la paz del mundo. La prudencia ha convertido en maxima esta
suposicion y el interes de la sociedad la ha consagrado en principio. (...) ¡De
que cargo tan enorme es responsable el vicepresidente de la nacion al haber
afirmado, que Caracas como parte menor debia ceder á los votos de la parte
mayor del pueblo colombiano, que era la que habia sancionado la
constitucion! ¡Montesquieu, Constant, D’Tracy, LePage, Fritot.. Lejisladores
de todos los siglos, escritores del derecho constitucional venir todos à sufrir
con el vicepresidente de Colombia un juicio nacional, por haber empleado en
apoyo de la constitucion colombiana el principio que habeis promulgado y
enseñado en vuestros inmortales y luminosos escritos (...) 665

Ante la aparición de un nuevo periódico bolivarista, la Gaceta de Colombia


hace la siguiente referencia (“Parte no oficial”, desde Cauca):

664
La reacción de Caracas a la constitución de 1821 la discutimos en la segunda parte del
capítulo 6.
665
Suplemento de la Gaceta de Colombia, 10 de septiembre de 1826, No. 256

378
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

El periódico de Popayan El Repúblicano aumenta el número de los diarios que


sostienen las instituciones contra los perturbadores de Venezuela. El testo de
Constant que ha adoptado no puede ser mas del caso: “Elojiar al hombre
constitucional, es marcar la senda que debe seguir el que se precie de serlo.”
666

La prensa bolivarista utiliza a Constant incluso para justificar la censura que


anuncia que desplegará en sus páginas, lo cual resulta peculiarmente paradójico,
en tanto Constant no preveía en sus teorías algún caso en el cual fuese
justificable la censura667. La noticia sobre la censura en la Gaceta es antecedida
por un epígrafe en el cual se distorsiona la idea de Constant en torno a las
revoluciones668:
LA MISCELANEA DE GUAYAS.
Jueves 8 de marzo de 1827.-17º de la independencia.- Para que las instituciones de un
pueblo sean estables deben estar al nivel de sus ideas: entonces no puede haber jamas
revoluciones propiamente dichas..... CONSTANT.
Despues que las pasiones han hecho en los diferentes periòdicos de la
República un mal enorme à la causa de la libertad con la diverjencia de
opiniones i llenado los escritos de personalidades, es muy justo que nos
contraigamos á escribir por el bien jeneral; i tratemos de discutir con calma i
bajo los sanos principios de la política (...) Admitirèmos los comunicados que
con el mismo fin nos dirijan nuestros compatriotas; pero ninguno que tenga
por objeto sembrar la desunion (...) 669
El artículo “CONCLUSION del articulo ¿conviene ò no à Colombia la federacion?
interrumpido en el núm. anterior” ataca las ideas federales y además rechaza el
poder municipal propuesto en las teorías constitucionales de Constant, por
considerarlo impracticable en Colombia. Curiosamente, en este rechazo a
dicho poder es perceptible la disonancia entre el proyecto ilustrado de Bolívar
y la comprensión que de él tenían sus propios partidarios, ya que es justo a
través de esta institución –como expondremos en el capítulo IV del presente
trabajo– que Bolívar configura una fórmula constitucional que despliegue los

666
Gaceta de Colombia, 24 de septiembre de 1826, No. 258
667
Constant enfatiza que “error o verdad”, el pensamiento del individuo es su más sagrada
propiedad, y que los tiranos son igualmente culpables cuando lo atacan. 1815/1872, p.125-127
668
Constant se orienta más bien hacia la conservación de los principios, siempre que éstos
sean cónsonos con el resguardo de la libertad individual y los derechos. (ver Fontana,
1991,p.13)
669
Gaceta de Colombia, 6 de mayo de 1827, No. 290

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Carolina Guerrero

beneficios de “una nueva forma de federalismo” sin amenazar con el


desmembramiento de la república. Refiere el texto:
Recordaremos, por último, las desastrozas federaciones de la antigua
Venezuela, i Nueva Granada. No hai en Colombia quien ignore, que à la
debilidad del gobierno, i á la rivalidad de las provincias de Venezuela, debió
Monteverde la reconquista de aquel territorio (...) Los que quieren elevar la
especie humana à un alto grado de dicha, son espíritus peligrosos, que no
pretenden mas que esparcir la inquietud en las clases inferiores de la sociedad
é inspirarles disgusto de su situacion. La doctrina de la perfectibilidad, ha
preparado siempre el reino de la anarquía. Aspirar à la escelencia, es aspirar al
trastorno jeneral (...) Para dar fin à nuestro trabajo, espondrémos nuestros
deseos (... se enuncian 14 deseos) (...) por ùltimo, que se supriman las
municipalidades como perjudiciales é inutiles. En este particular no hai medio.
Si à las municipalidades se les señalan mas atribuciones de las que tienen en el
dìa, Colombia seria un caos. Si con ellas trastornaron la Repùblica por medio
de las célebres actas del año pasado, ¿qué no harian con otras mas estensas? I
para las que la lei les señala, es demasiado una corporacion. Opinamos
tambien, que en la Repùblica no puede establecerse el poder municipal que
propone Constant. En conclusion: ha pasado, afortunadamente la època en
que fueron útiles las municipalidades (*) (la nota aclara en pie de página: En la
historia de Carlos 5º por el Sr. Robersson, puede verse el origen de los cabildos. 670
En una densa obra sobre política, El manual político del venezolano, su autor,
Francisco Javier Yanes, expone los principios del gobierno liberal
representativo y federalista con base en diversas fuentes del pensamiento
político, con énfasis en la obra de Constant, además de Bentham y Madison,
como refiere Ramón Escovar Salom en el estudio preliminar de la edición
correspondiente a 1959. Esta obra la publica Yanes por partes en el periódico
El Constitucional Caraqueño en 1828, y luego la edita propiamente en un libro,
en 1839.
En uno de los órganos antibolivaristas, El Patriota Venezolano, el epígrafe
elegido por el periódico a fin de identificar su línea editorial, es una frase de
Benjamin Constant a favor de la libertad de prensa. El epígrafe es el siguiente,
y aparece desde el número inaugural de dicha publicación:

670
Gaceta de Colombia, 25 de mayo de 1828, No. 348

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

“Es necesario que el gobierno no vea en las reclamaciones por la imprenta


carácter ninguno de atrevimiento del cual nacería un motivo de desconfianza”
Constant. 671
Otro periódico, Iris de Venezuela (1822-1823), destaca en su primera página el
pretítulo: República de Colombia, y un lema, que inicialmente fue “En nova
nascitur aetas” (“He aquí la aurora de una nueva era”) para ser sustituido por:
“Todas las barreras civiles, políticas y judiciales llegan a ser ilusorias sin la
libertad de imprenta”... Constant
Constant es mencionado nuevamente por la Gaceta de Colombia, que reseña
un debate de los diputados franceses en París sobre la caída de los borbones en
Francia. El publicista exigía garantías constitucionales en el nuevo orden de
cosas:
FRANCIA. Sesion de los diputados presentes en Francia.
(...) M. Banjamin Constant participó la misma opinion que el preopinante (M.
Salverte, quien “indicó de un modo fuerte i esplicito las garantias que el
pueblo tenia derecho à esperar), de que era indispensable que las garantias
fuesen enumeradas. Al mismo tiempo le parecia fácil disipar la inquietud que
habia observado en los espíritus. El habia pasado por las calles de la capital,
donde habia encontrado una poblacion llena de entusiasmo i enerjia, pero
ilustrada i que confiaba en la sabiduría i patriotismo de sus diputados. Ellos
deseaban garantias, i las deseaban de un modo enérjico, pero nada mas
deseaban. El orador añadió que creìa de su deber una enumeracion de las
garantias que él juzgaba indispensables. 672
La siguiente es la reseña de la Gaceta de Colombia sobre la muerte de
Constant:
El célebre escritor Benjamin Constant ha muerto en Paris el dia 10 de
diciembre del año pròximo pasado. Su muerte fue ocasionada por un
desorden crònico en el estòmago. Esta ha sido una gran pérdida para
el partido nacional em Francia. El jiro de su espíritu era elegante,
consiliador i polìtico, repugnando todas las medidas violentas bajo
cualquier aspecto. El unia los talentos del orador, del hombre de

671
El Patriota Venezolano, 1º de octubre de 1830, No. 1. La misma referencia aparece en el
artículo “Cuatro palabras del sabio y justamente celebrado Benjamin Constant”, Gaceta de
Colombia, No. 66, 19 de enero de 1823. Vid supra
672
Gaceta de Colombia, 31 de octubre de 1830, No. 488

381
Carolina Guerrero

estado i del hombre de letras, i poseia un fondo de hombría de bien;


pero el rasgo dominante de su espìritu era el sarcasmo. La Francia le
debe mucho. Sus obras han contribuido en gran parte à su educacion
polìtica. El murió en la fé protestante. (The Courier) 673
Un debate en la Gaceta de Colombia que analiza en perspectiva comparada las
ventajas del gobierno republicano y del monárquico constitucional refiere la
teoría de Constant sobre la necesidad de proteger la libertad individual a través
de las garantías emanadas de la libertad política674:
CONTINUA EL PARALELO
ENTRE EL GOBIERNO MONARQUICO CONSTITUCIONAL Y EL
GOBIERNO REPUBLICANO PURO, CON RELACION A COLOMBIA,
INTERRUMPIDO EN EL NUM. ANT.
(...) Se ha repetido mucho, que nada importan las garantias políticas teniendo
las individuales. Pero mr. Benjamin Constant, el elocuente apolojista de la
monarquìa constitucional en Francia, ha dicho: “La libertad política es la garantìa
de la libertad individual” i en efecto, la una sin la otra solo tendrà una existencia
precaria (...) La inviolabilidad del príncipe i la responsabilidad del ministerio
en Colombia, es la quimera de Platon. Blakstone, i Delolme, i Constant, i
todos los apolojistas de la monarquía constitucional, confiesan, que en ella “el
rei no es mas que un ente de razon, que el ministerio solo es el que gobierna
de hecho,” porque él solo es responsable: (...) 675
Siete años después de la disolución de la república de la unión colombiana, un
artículo atribuido a Santander, publicado en el semanario bogotano La Bandera
Nacional, incluye la siguiente referencia a la definición que hizo Constant sobre
la libertad política como garantía de la libertad individual:
Uno de los escritores más virulentos de la oposición contra la administración
pasada nos proveerá de armas para defendernos. En su folleto “Al lector
desaparecido” publicado en 1836, nos ha transcrito el hermoso pensamiento
del publicista B. Constant en que dice: “Los pueblos, que con el objeto de
gozar la libertad que les conviene, recurren al sistema representativo, deben

673
Gaceta de Colombia, 27 de marzo de 1831, No. 509
674
Constant recurrentemente reitera ese principio: “La liberté individuelle, je le répète, voilà la
véritable liberté moderne. La liberté politique en est la garantie; la liberté politique est par
conséquent indispensable” (1819 / 1872, v.II, p.555)
675
Gaceta de Colombia, 30 de octubre de 1831, No. 549

382
Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

ejercer una vigilancia activa y constante sobre sus mandatarios para ver si
cumplen exactamente con su encargo o defraudan sus votos y deseos” 676
Finalmente, concluyo esta parte con una referencia sobre el impacto de
Constant como escritor literario en las letras venezolanas. No sólo se menciona
la novela Adolphe, inscrita en el movimiento romanticista propio del siglo XIX
y además iniciadora del llamado relato psicológico, sino también el diario
íntimo del autor. La referencia la hace Gil Fortoul en el ensayo con el cual gana
en 1904 el Segundo Certamen de El Cojo Ilustrado sobre Literatura Venezolana,
Premio de Crítica, el cual es correspondiente publicado por dicho órgano. Gil
Fortoul señala entre la mayor influencia extranjera en el movimiento literario
venezolano de la última década (1893-1903) “el método psicológico iniciado
por Stendhal (Le Rouge et le Noir, L’Amour, etc) y Benjamín Constant (Adolphe y
Journal)” 677.

ii- Constant y el plan de estudios de la república

Aunque el objeto de este trabajo no es la configuración de los planes de


estudios de la unión colombiana y la recepción en ellos de la obra de Constant,
haré una breve referencia al tema y a la forma en que se produce la
proscripción de dicha obra, de manera simultánea a la instauración de la
llamada dictadura de Bolívar.

En 1824, dada la autorización que había recibido “el supremo poder ejecutivo”
por el artículo octavo de una ley del 28 de julio de 1821678, a fin de establecer

676
La Bandera Nacional, 1-12-1837, No.8, citado en: Moreno de Angel, 1990, p.719
677
El Cojo Ilustrado, enero 1904, p.22. La obra literaria de Constant estaba prescrita para la
enseñanza en las universidades y colegios de la república de la cátedra de Lengua Francesa,
según consta en el artículo 145 de la Reglamentación de la Educación Pública que se implanta
por decreto del gobierno el 18 de marzo de 1826: “Para ejercitarse los discipulos en la lectura
de ambos idiomas (francés e inglés) podrán adoptarse los originales de su respectiva clase (...)
para el francés, Harry, Say, Constant, etc” (en: De Mier, 1983, v.II, p.626)
678
La referida ley es sobre el establecimiento de colegios o casas de educación en las
provincias, reforma de las constituciones y planes antiguos y formación de otro nuevo
uniforme en toda la república. Prescribía la obligatoriedad de establecer un colegio en cada
provincia, además de escuelas de primeras letras, una cátedra de gramática española, latín y

383
Carolina Guerrero

un plan uniforme de estudios en todos los colegios y casas de educación y


reformar las constituciones particulares de los colegios ya existentes,
Santander, encargado entonces del poder ejecutivo de Colombia, emite un
decreto que en el parágrafo 3 de su segundo artículo señala lo siguiente:
El derecho publico y politico de que habra catedras se leera por
Lepage, por Constant, y Vattel 679
Una especificación adicional apareció en un decreto emitido en 1825 por
Santander, “jeneral de division delos ejercitos de Colombia, vicepresidente de la República
encargado del poder ejecutivo, etc. etc.”:
Articulo 1º. Los catedráticos de derecho público ensenarán los
principios de lejislacion por Bentham, los principios del derecho
polìtico constitucional por las obras de Constant ó Lepage, y el
derecho público internacional por la obra de Wattel. 680
En este decreto se prescribe que los sujetos que habrán de cumplir con la
normativa no son únicamente las autoridades de los colegios y universidades,
sino los jefes de gobierno de las provincias de la república, como precisa en su
artículo segundo:
Los rectores de las universidades y colejios cuidarán inmediatamente
de que se cumpla esta disposicion y tambien los gobernadores de las
provincias donde se hallen situados los colejios. Ella se observarà
mientras que otra cosa disponga el congreso en el plan jeneral de
estudios.
La ley del 18 de marzo de 1826 de organización y arreglo de la instrucción
pública señalaba que en cada capital de los departamentos de Colombia o en la
del cantón más “proporcionado por localidad y circunstancias” debía

principios de retórica, y otra de filosofía y matemáticas. Señalaba que los colegios que
pudieran también habrían de crear la cátedra de derecho (civil patrio, canónico, natural y de
gentes), teología dogmática “u otras”. También preveía el modo de constituir los fondos, el
fomento por parte del ejecutivo de determinados estudios (agricultura, comercio, minería,
ciencias militares) y el mandato de establecer un plan de estudios uniforme. (ver: Cuerpo de
Leyes de la República de Colombia, 1961)
679
Gaceta de Colombia, 1º de febrero de 1824, No. 120. El decreto lo firma también el
secretario de Estado del despacho del Interior, José Manuel Restrepo.
680
Gaceta de Colombia, 8 de noviembre de 1825, No. 215

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

establecerse una universidad o escuela general681. De acuerdo con el artículo


33, sobre “Enseñanzas o cátedras de las universidades”, debían crearse tres
tipos de cátedras682 sobre letras y arte, filosofía y ciencias, y jurisprudencia y
teología. Esta última, detalla el artículo, debía incluir la cátedra de derecho
público político y constitucional, que, según el plan de estudios vigente, entre
los autores cuya obra debía contemplar para su estudio estaba la de Constant.
El mismo día en que se promulgó esta ley, el congreso emitió un decreto en el
que autorizaba al poder ejecutivo a formar el plan de estudios de la
república683.

Ese mismo año se aprueba la Reglamentación de la Educación Pública, el cual,


en el artículo 169, expresa: “El derecho Público Político se enseñará en esta
cátedra por la obra elemental de Constant, mientras que hay otra más propia
para la república. Conocidos los principios y bases sobre que deben estribar los
gobiernos bien establecidos, se hará conocer y explicar la constitución de
Colombia” 684.

681
La ley también preveía que las capitales de los departamentos de Cundinamarca, Venezuela
y Ecuador dispusieran cada una de una universidad central, la cual, además de las cátedras
básicas obligatorias para el resto de las universidades, debía tener una escuela de medicina en
un edificio aparte a la sede principal, e impartir, en la cátedra de ciencias, estudios de
astronomía, mecánica analítica y celeste, botánica y agricultura, zoología y mineralogía, arte de
minas y geonocia; y en la cátedra de letras y arte, la enseñanza de historia de la literatura
antigua y moderna y bibliografía. (ver: Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, 1961)
682
Las enseñanzas que debían contemplar estas tres grandes cátedras eran: letras y arte
(literatura de la lengua francesa o inglesa, idioma indígena prevaleciente, gramática latina
combinada con la castellana, literatura, bellas artes, elocuencia y poesía), filosofía y ciencias
(filosofía y ciencias naturales, matemática, física, geografía y cronología, lógica, ideología y
metafísica, moral y derecho natural, historia natural en sus tres reinos, química y física
experimental), y jurisprudencia y teología (principios de legislación universal, instituciones e
historia, derecho civil romano, derecho patrio, derecho público y político, constitución,
economía política, derecho público eclesiástico, instituciones canónicas, historia eclesiástica,
fundamentos de religión y lugares teológicos, instituciones teológicas y morales de sagrada
escritura y estudios apologéticos de religión. (ver: ibid)
683
Ibidem. Según el artículo 2, la Dirección General, que estaba bajo la autoridad directa del
gobierno, formaría el plan de estudios, y lo pasaría al ejecutivo, para que éste lo remitiera con
un informe al congreso, para su aprobación.
684
En: José María de Mier: Santander: escritos y ensayos, 1990, p.174

385
Carolina Guerrero

En el marco de los sucesos del departamento de Venezuela ocurridos en 1826


y conocidos como La Cosiata, el plan de estudios y su ejecución pasaron a
formar parte de las reclamaciones que oponían algunas provincias de la
anterior república de Venezuela en contra del poder central de Bogotá ejercido
por Santander. Según aquellas, el encargado del poder ejecutivo había dirigido
esfuerzos a fin de retrasar el progreso de las luces en Venezuela y por el
contrario favorecerlo en Nueva Granada. El debate hace eco en las páginas de
la Gaceta de Caracas, donde la defensa que se hace a Santander termina
admitiendo la veracidad de los reclamos venezolanos. Estos últimos
expresaban la inequidad entre el establecimiento de la cátedra de derecho
público (que abarcaba la enseñanza de los principios políticos y
constitucionales formulados por Benjamin Constant, entre otros autores) en la
Nueva Granada y la incompleta instalación de las mismas en el departamento
de Venezuela. El artículo no niega tal diferencia, sino que atribuye al precario
espíritu cívico venezolano para levantar las contribuciones requeridas a fin de
dotar dichas cátedras:
PARTE NO OFICIAL. SOBRE LOS SUCESOS DE
VENEZUELA. Refutacion de la acta acordada por los diputados de
las municipalidades de Venezuela y Apure reunidos al intento en la
ciudad de Valencia.
(...) Dice la acta: “El jeneral SANTANDER desde que se encargò del
P.E. en fuerza de la constitucion, formò el designio de impedir y
embarazar los progresos de Venezuela. Sin luces ni hay virtudes ni
adelantos en lo que constituye la perfeccion de un gobierno (...)” A
esta hora se està formando el plan jeneral de estudios, de
universidades, colejios y escuela en virtud de lo que previene la dicha
ley ùltima (de 1826). Es visto, pues, que el vicepresidente de la
Repùblica en calidad de tal no ha dado plan especial para los colejios
de Bogota, y que el que se observa fue obra del vicepresidente de
Cundinamarca. (...)(...) Dice la acta: “Tambien se sabe que se han
establecido cátedras de derecho pùblico y de idiomas (en
Cundinamarca)” (...) Si en Venezuela no tienen rentas sus colejios para
dotar nuevas càtedras, ni hay quien tenga voluntad de contribuir, ¿qué
culpa puede haber en el poder ejecutivo? Esto es lo mismo que si se
quejaran los de Venezuela de que los socorreños y quiteños son
industriosos (...) y esta diferencia se la atribuyesen al poder ejecutivo.

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

Pero para que se vea hasta donde llega la injusticia de los quejosos,
ponemos de manifiesto: (...) en 15 de enero de 1824 se le comunicó (al
intendente de Venezuela) quedar suprimida la càtedra de moral
práctico en la universidad de Caracas y creada en su lugar una càtedra
de derecho pùblico con la dotacion de 400 pesos(...)685
En 1827, el congreso, mediante un decreto emitido el 2 de octubre, autoriza al
ejecutivo a reformar el plan general de estudios.686
Tras el atentado contra Bolívar, ocurrido en Bogotá el 25 de septiembre de
1828, una circular enviada a los intendentes por el ministro secretario del
Interior (J. Manuel Restrepo) informó sobre las variaciones necesarias al plan
de estudios, las cuales comprendían la suspensión de varias cátedras en las
universidades de la república687; “entre ellas la de legislación universal y, más
aún, la enseñanza del derecho constitucional”688. Quiero llamar la atención
sobre la expresión “más aún” incluida en dicha notificación. Si bien se había
proscrito la enseñanza de principios de legislación universal a través de la obra
de Bentham689, la supresión de esta cátedra junto a la de la de derecho
constitucional, cuyo texto base era la obra de Benjamin Constant, significaba la
cancelación de la enseñanza de las teorías formuladas por estos autores sobre
las respectivas materias y de la enseñanza de tales materias en sí, lo cual funda
su lógica en el hecho de que si los principios de legislación universal fueron

685
Suplemento a la Gaceta de Colombia, 10 de septiembre de 1826, No. 256
686
ver: Cuerpo de Leyes de la República de Colombia
687
La vinculación entre los sucesos de septiembre y la suspensión de estas cátedras se explica
en la misma circular, al referir “la parte que tuvieron” en “los escandalosos sucesos” del 25 de
septiembre “algunos jóvenes estudiantes de la Universidad” y “el clamor de muchos honrados
padres de familia, que deploran la corrupcion ya demasiado notable de los jóvenes”, todo lo
cual demostraba que el plan de estudios vigente tenía “defectos esenciales, que exigen pronto
remedio para curar de raíz los males que presagian á la patria los vicios é inmoralidades de los
jóvenes” (en: O’Leary, 1884 / 1981, v.XXVI, p.414-415
688
Gaceta de Colombia, 30-10-1828, trimestre 30, No. 382
689
La prohibición se hizo mediante un decreto de Bolívar del 12-3-1828, el cual, por cierto, no
expresa que dicha prohibición se haga en atención a que las ideas de Bentham se consideren
inadecuadas para la formación de jóvenes universitarios, sino más bien que Bentham dista de
ser una autoridad en la materia.
El primer artículo del decreto señalaba: “En ninguna de las universidades de Colombia se
enseñarán los tratados de legislación de Bentham (...)”, con base en lo que se expresaba en el
considerando: “Teniendo en consideración varios informes que se han dirigido al gobierno
manifestando no ser conveniente que los tratados de legislación civil y penal escritos por J.
Bentham sirvan para la enseñanza de los principios de legislación universal, cuyos informes
están apoyados por la dirección nacional de estudios” (en de Mier, v.III, p.883-884)

387
Carolina Guerrero

formulados por Bentham, no podrían ser estudiados por otro autor. Lo


análogo ocurría en el caso de Constant y el derecho constitucional. En ese
sentido la prohibición de dictar esta cátedra supone la prohibición del estudio
de la obra de Constant en las universidades de la república.
La reforma del Plan General de Estudios se instituye en 1829 por decreto de
Bolívar, en uso de su autoridad suprema. En el artículo 59 del noveno capítulo
reduce las cátedras que obligatoriamente se impartirán en las universidades de
la república, y, para el estudio del Derecho, prescribe las de derecho civil
romano, derecho patrio y derecho canónico690. Ello implica que las cátedras
anteriormente establecidas quedan suspendidas, lo cual incluye la de derecho
político constitucional que se basaba en el estudio de los principios
desarrollados por Constant.
Luego, en 1830, la Gaceta de Colombia publica un artículo que, en el marco de
la defensa de la dictadura de Bolívar, establece la distinción entre la
proscripción de la obra de Constant en la república y la proscripción de la
misma para la enseñanza del derecho político constitucional en los colegios y
universidades del país. El argumento plantea que la dictadura no ha censurado
el pensamiento de Constant, sino que sólo ha cuidado que sus “complicadas”
teorías no afecten las mentes aún no formadas:
EL LIBERTADOR. Artículo tomado de La Estrella de 4 de diciembre último.
Al editor de La Estrella:
(...) Yo no sé que se hayan prohibido las obras de Bentham i Constant;
la verdad es que solo se ha prohibido enseñar por ellas en los coléjios
que estàn bajo la direccion del gobierno; i que esto no es, porque el
Libertador no haya sabido apreciar el mérito de estos filantropicos
escritores; sino porque el consideraba sus obras demasiado abstractas i
complicada, para que puedan ser entendidas por la juventud estudiosa,
i porque la falsa aplicación de sus principios es peligrosa al bienestar i
tranquilidad del pais. 691

690
Ver De Mier, 1983, v.IV, p.1165-1178. El decreto lo promulga Bolívar en Popayán, el 5-12-
1829, a menos de un mes de concluir el poder supremo que había asumido en agosto de 1828.
691
Gaceta de Colombia, 4 de abril de 1830, No. 459

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Liberalismo y republicanismo en Bolívar (1819-1830)

FUENTES

FONDOS CONSULTADOS:

Colección Pedro Manuel Arcaya, Caracas


Archivo de la Academia Nacional de la Historia, Caracas
Archivo General de la Nación, Caracas
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Biblioteca Central, Universidad Central de Venezuela
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Biblioteca Isaac J. Pardo, Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo
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Biblioteca de la Fundación Manuel García-Pelayo, Caracas
Universitätsbibliothek Tübingen
Howard-Tilton Memorial Library, Tulane University, New Orleans
Biblioteca Nacional, Madrid
Biblioteca Hispánica, Agencia de Cooperación Internacional, Madrid

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Adolphe et Cahier Rouge. New York, Ed. Rencontre, 1968

Choix de textes politiques. Paris, Jean Jacques Pauvert, 1965


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Librería Americana, 1836.

Commentaire: Oeuvres de G. Filangieri, traduites de L’Italien,


accompagnée d’un commentaire par Benjamin Constant. Paris,
Librairie de J.P.Aillaud, 1840

Cours de politique constitutionnelle. Paris, Guillaumin, 1872

Curso de Política Constitucional. Trad. Marcial Antonio López. Madrid,


Imp. de la Compañía, 1820.

De la libertad de los antiguos comparada con la libertad de los modernos. Trad.


M. Truyol Wintrich y M. A. López. Madrid, Tecnos, 1988

389
Carolina Guerrero

De la liberté des anciens comparée a celle des moderns. Paris, Flammarion,


1986

Du poytheisme romain, considere dans ses reports avec la philosophie grecque et la


religion chretienne. Paris, Bechet, 1833

Fragments d'un ouvrage abandonné sur la possibilité d'une constitution


républicaine dans un grand pays, a cura di H. Grange, Aubier, Paris, 1991

Mélanges de littérature et de la politique. París, Pichon et Didier, 1829

Mémoires sur les Cent-Jours. Tübingen-Lausanne, Institut Benjamin-


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Oeuvres. Introd. Alfred Roulin. Paris, Charpentier, 1957.

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