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El tema de este Salmo puede resumirse de esta manera: dos hombres, dos caminos,
dos destinos. Este Salmo abre la sección que se corresponde con el Génesis.
Comienza con el hombre en vez de hacerlo con el universo material. Nos habla del
hombre bendito, del hombre feliz. Este hombre bendecido es contrastado con el
impío. Es también una figura de Cristo, el último Adán, en medio de los pecadores
impíos y los despreciativos. A veces pensamos del Señor como un varón de dolores,
hecho para el sufrimiento y por alguna extraña razón muchos de los cuadros que
se han pintado de Él le revelan como un hombre de apariencia triste. Es cierto que
el profeta Isaías dijo que era ese "varón de dolores" pero, ¿por qué no
continuamos leyendo? En ese mismo libro de Isaías encontraremos que Cristo no
tuvo dolores y aflicciones propias. Isaías 53:4 dice: Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros le tuvimos por azotado,
como herido y afligido por Dios! Fue nuestro dolor y no el suyo propio el que Él
tuvo que llevar, que soportar. Él fue un Cristo feliz y éste es como un cuadro de Él.
Leamos el versículo 1 de este primer Salmo, que encabeza un párrafo que hemos
titulado
Este versículo declara la práctica del hombre dichoso. Un poco más adelante en
este Salmo veremos el poder del hombre dichoso y, finalmente, su permanencia. En
este primer versículo vemos el lado negativo de la práctica del hombre feliz. Se nos
dice lo que el hombre dichoso no hace. Aquí vemos tres posiciones o posturas.
Según este versículo el hombre dichoso o feliz es el que (1) no anda, o no sigue el
consejo de los malvados (2) no se detiene en la senda o el camino de los pecadores y
(3) no se sienta con los burladores para cultivar su amistad. La persona que hace
estas tres cosas, no es una persona feliz. Pasa por esas tres etapas: primero se
asocia con los malos, luego comparte el camino de los pecadores y después se une a
los que blasfeman.
Estimado oyente, una cosa es escuchar los consejos, y un buen consejo está bien;
pero claramente, el consejo de los malvados no. Nosotros tenemos que vivir por la
fe y recurrir al consejo de los malvados no es caminar por la fe. ¿Quiénes son los
impíos, los malvados? Aquellas personas que dejan a Dios fuera de sus vidas. No
tienen ningún temor reverente de Dios. Viven como si Dios no existiera. En la
actualidad, alrededor nuestro hay multitudes de personas como éstas. Se levantan
por la mañana, nunca se dirigen a Dios en oración, nunca le agradecen por los
alimentos que tienen ni por la vida, ni por la salud. Simplemente continúan
moviéndose por la vida pasándoselo en grande. Han dejado a Dios totalmente al
margen de su existencia.
"Sino que en la ley del Señor está su delicia y en su Ley medita de día y de noche".
Recordemos lo que el Señor Jesucristo dijo acerca de un hombre que había estado
poseído por los demonios, que cuando los demonios salieron de este hombre, éste
limpió su vida. La morada de su vida había quedado adecentada, adornada y él
pensó que todo estaba bien y en orden. Pero el demonio aun le controlaba.
Finalmente, el demonio anduvo vagando por los alrededores sin poder encontrar
un lugar donde quedarse, se cansó de viajar y entonces regresó, trayendo a sus
amigos con él, otros siete espíritus peores que él mismo. Y se nos dijo que el último
estado del hombre era peor que el primero. Hay muchas personas en la actualidad
que piensan que si ellas simplemente limpian un poco sus vidas, eso es todo lo que
necesitan hacer. Pero, estimado oyente, observemos que, hablando de este hombre
dichoso, aquí se dice que se deleita en la ley del Señor. En otras palabras, que
encuentra placer y alegría en la meditación de la Palabra de Dios. Desearíamos
hacerle llegar el mensaje de que la Biblia es un libro emocionante. Su lectura no
constituye una carga ni produce aburrimiento. Su lectura y su estudio son
agradables. Este salmo recalca que la persona que experimenta placer al estar en
contacto con esa Palabra, es una persona feliz. Las tragedias que hoy afligen a la
humanidad, expresadas con lágrimas, suspiros, el dolor del corazón, los corazones
quebrantados, las vidas y hogares destruidos, son el resultado inevitable de que los
seres humanaos hayan quebrantado las leyes de Dios. En este sentido la Palabra de
Dios es clara. En 1 Juan 5:3 encontramos esta declaración: 3pues este es el amor a
Dios: que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos, Sus
mandamientos para los creyentes hoy no solo incluyen los Diez Mandamientos sino
también todas las instrucciones recibidas de Jesús mismo y sus apóstoles en el
Nuevo Testamento. Realmente, sus mandamientos no constituyen una carga.
La idea de que el ser salvo por gracia significa que el creyente entonces puede vivir
sin estar sujeto a una ley y vivir como le plazca, no se encuentra en la Biblia. El
creyente no ha de rechazar las normas de conducta. Gálatas 5:13 dice lo siguiente:
13Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la
libertad como ocasión para dar rienda suelta a vuestras pasiones, sino servíos por
amor los unos a los otros, la libertad no implica en ningún modo vivir una vida de
libertinaje. Por supuesto, no tenemos que guardar los Diez Mandamientos para ser
salvos, pero ello no quiere decir que hemos de quebrantarlos. Significa, estimado
oyente, que no estamos a la altura de la ley de Dios, Él requiere perfección y usted
y yo no la tenemos. Tenemos que acercarnos a Dios por la fe. Después de ser salvos
por la fe, tenemos que vivir en un plano más elevado que la ley. Hemos de tener en
nuestras vidas el fruto del Espíritu, que es amor, alegría, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. De esa manera
vivimos bajo la disciplina y guía de la gracia de Dios.
El versículo enfatiza entonces que esa persona que se deleita en la Palabra de Dios,
en su Ley medita de día y de noche, ¿Qué quiere decir con esto de meditar? Pues
ilustra a una vaca rumiando, masticando el bolo alimenticio. Hemos oído que la
vaca tiene varios compartimentos en su estómago. Entonces puede salir por la
mañana, pastar en la yerba cuando el rocío está sobre ella en la parte fresca del
día. Después, cuando hace calor, al mediodía, se reclina bajo la sombra de un árbol
y comienza a masticar los alimentos que había introducido previamente por su
boca. Es decir, que toma la yerba que había masticado por la mañana y la vuelve a
colocar en su boca para masticarla una y otra vez y luego la cambia de estómago.
Eso es precisamente lo que hacemos cuando meditamos. Volvemos la vista a lo que
ye hemos leído. Tomás Kempis lo expresó de una forma original. Dijo, "Yo no
tengo descanso sino en un rincón con un libro, y ese libro es la Palabra de Dios".
Quiere decir que el meditar sobre lo que uno lee, hace como esos animales que
rumian sus alimentos; considerar lentamente y pensar detenidamente en lo que
uno está leyendo. Recordemos lo que el apóstol Santiago dijo en el capítulo 1,
versículo 24, hablando de la persona que se mira el rostro en un espejo y después
de mirarse se va y se olvida de cómo es. Tenemos que meditar en la Palabra de
Dios, que es el espejo de Dios, que nos revela lo que realmente somos. Debemos
permitir que la Palabra de forma a nuestra vida según la voluntad y los propósitos
de Dios.