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Definición
En general se entiende por Retardo Mental, (R.M.) un trastorno
heterogéneo que se caracteriza fundamentalmente por a. Un funcionamiento intelectual
general bajo el promedio; b. Que se origina durante el periodo del desarrollo (en la
práctica antes de los 18 años de edad) y c. Que se expresa a través de un menoscabo de
la conducta adaptativa. Esta condición se ve claramente influida por factores biológicos,
ambientales y psicosociales. Para la DSM IV el diagnóstico se establece con
independencia de que pueda concurrir con otro trastorno mental u otro trastorno físico
simultáneo.
El funcionamiento general bajo el promedio queda establecido por tests de
inteligencia debidamente normados y se considera significativamente inferior a la media
aquel que se encuentra a lo menos a dos desviaciones estándar lo que se expresa a
través de un C.I. inferior a 70. La capacidad de aprendizaje dice relación de la facilidad
con que los diversos conocimientos son adquiridos en función de la experiencia y que
habitualmente queda de manifiesto una vez que el niño inicia el proceso escolar.
El desarrollo, si bien desigual en distintos periodos se considera su límite
superior en los 18 años de edad y se refiere a la adquisición de destrezas que en los
primeros años de vida y se expresan básicamente a través del desarrollo psicomotor, por
lo que este desarrollo se establece en un criterio precoz de R.M. en la edad preescolar.
En tanto que la conducta adaptativa si bien puede ser evaluada por
algunas escalas como la Vineland Social Maturity Scale o de la conducta adaptativa hasta
los 4 años 11 meses, se refiere fundamentalmente a la efectividad del individuo de
adaptarse a las demandas naturales y sociales de su medio ambiente y es de vital
importancia en el diagnóstico de R.M. en el adulto. Su evaluación se establece como a.
La capacidad del individuo de mantenerse a sí mismo independiente en la comunidad a
través de un empleo remunerado. b. La capacidad del individuo de someterse o ajustarse
a normas de comportamiento culturalmente impuestas y que regulan la convivencia de la
comunidad. c. Antes de los 4 años, a través del grado y forma como el niño se relaciona
con sus padres, con otros adultos y otras personas de la misma edad y d. La apreciación
clínica sobre el grado general de adaptación basado en la edad de la persona, su
trayectoria y conocimientos culturales generales del individuo.
Las fallas en algunos de estos cuatro aspectos van a determinar la
necesidad de servicios profesionales y/o las acciones legales para reglamentar su
custodia o la inhabilidad para efectuar ciertos actos.
Esto lleva a meditar como el concepto de R.M. está ligado fuertemente a un
criterio social puesto que es, en definitiva, la Sociedad la que establece la separación
entre retardados y normales con relación a que mientras más compleja y tecnificada una
sociedad, más altos son los requerimientos para competir exitosamente en ella y por
tanto menor la tolerancia a que los individuos con algún retardo puedan tener
posibilidades exitosas de adaptación al medio.
La definición hasta aquí expuesta establece, entonces, una relación entre
un funcionamiento intelectual y una conducta adaptativa, la que puede variar según sea
el ambiente en el que el individuo se desarrolla, por lo que un mismo individuo puede
presentar limitaciones a una cierta edad y en determinado ambiente y no en otros. Según
esto el concepto de inteligencia no se trata de algo rígido e inmodificable por lo que no se
le puede establecer un valor predictivo absoluto al rendimiento de un niño en un test de
inteligencia.
Clasificación
Los distintos grados o niveles de retraso mental se establecen con
distintos criterios. Uno médico fundamentalmente basado en la etiología que produce el
trastorno y uno conductual que se basa en la severidad del cuadro. Según este último
criterio (nos dedicaremos a los factores etiológicos más adelante), y siguiendo
fundamentalmente el DSM-IV se establecen cuatro niveles de gravedad:
R.M. Leve ( CI entre 50-55 y 70 aproximado ) : Corresponde a la categoría
pedagógica de “educable” y agrupa aproximadamente al 85% de los afectados por este
trastorno. Antes de los 5 años de edad pueden desarrollar destrezas comunicativas y
verbales y tienen sólo un deterioro mínimo en las áreas sensorio-motoras. En la edad
escolar aprenden sin dificultad hasta sexto año básico y durante la vida adulta pueden
mantenerse mínimamente suficientes, adquirir destrezas sociales y laborales pero pueden
requerir ayuda ante situaciones de estrés social y económico. Puede vivir perfectamente
adaptado a su comunidad a menos que se asocie con otro trastorno que impida esta
posibilidad.
R.M. Moderado ( CI entre 35-40 a 50-55 ) : Corresponde a la categoría
pedagógica de “entrenable” sin embargo si pueden ser aptos para programas educativos
existentes, y constituyen aproximadamente el 10 % de los afectos de retraso mental.
Antes de los 5 años pueden hablar o aprender a comunicarse con baja percepción social
y escaso desarrollo motor. Pueden beneficiarse con entrenamiento profesional y una
supervisión moderada. En la edad escolar progresan en el entrenamiento para adquirir
destrezas sociales y laborales pero no logran superar más allá de los objetivos
académicos para un segundo año básico. Pueden viajar solos a lugares familiares. En la
edad adulta pueden ser capaces de mantener un trabajo que no requiera gran habilidad,
en condiciones semiprotegidas. Requieren ayuda para hacer frente a problemas de tipo
económico o social leves.
R.M. No Especificado: El DSM-IV incluye esta categoría aquellos casos en los que
existen fundadas sospechas de retraso mental pero que no pueden ser evaluadas por los
tests de inteligencia normados por cualquier causa, o presentan un deterioro o existe falta
de cooperación excesiva para poder ser evaluados de manera adecuada. Este tipo de
diagnóstico no se aplica si el nivel de inteligencia se sospecha superior a 70.
Epidemiología
Su prevalencia en un momento dado se calcula en un 1% de la
población, en tanto que, su incidencia es muy difícil de determinar por la dificultad en
detectar casos nuevos. Se sabe que la incidencia por edad es más alta en la edad escolar
sobre todo entre los 10 y 14 años. Por sexo es más común entre los hombres en una
relación de un 1.6 a 1.
Diagnóstico:
Elementos de apoyo importante para el diagnóstico son la historia
clínica, la entrevista clínica, el examen físico y neurológico, exámenes médicos
complementarios y las evaluaciones psicométricas estandarizadas.
La historia clínica nos aporta los datos referentes a antecedentes
del embarazo de la madre y traumas perinatales, desarrollo psicomotor del niño,
consanguinidad de los padres y antecedentes familiares de R. Mental. Datos del bagaje
sociocultural y funcionamiento intelectual de los padres y aspectos emocionales del
ambiente familiar. Antecedentes mórbidos del niño, infecciones, accidentes, respuesta a
terapias, convulsiones etc.
La entrevista va dirigida a buscar capacidades verbales, tanto
receptivas como expresivas, los antecedentes de fracasos en distintas áreas, grado de
control de los patrones de motilidad, presencias de distracciones y distorsiones
perceptivas y de memoria. Otros objetivos son la evaluación del uso verbal, la evaluación
de la realidad y la capacidad de generalizar a partir de las experiencias. Naturaleza y
madurez de las defensas del paciente, capacidad de sublimación potencial, tolerancia a la
frustración y control de impulso. Autoimagen y confianza en si mismo para salir adelante y
deseo de explorar cosas nuevas.
El examen físico debe incluir la evaluación del desarrollo psicomotor
y estigmas físicos en general relacionados con factores biológicos. Entre estos la
configuración y tamaño de la cabeza, presencia de micro o macrocefalia, sinostosis
tempranas. Desproporciones cráneofaciales. Fascies características como en el sindrome
de Down. Presencia de hipertelorismo, puente nasal plano, cejas prominentes, epicanto,
opacidades córneas, cataratas y alteraciones retinales. Tamaño, forma e inserción de las
orejas. Audición. Problemas de dentición y protusión lingual. Color y textura de la piel y
cabello, presencia de excemas, adenomas o manchas color café con leche (en la
neurofibromatosis), paladar ojival, tiroides. Simetría corporal. Presencia de
Hepatomegalia que puede sugerir metabolitopatías. Anormalidades en pies y manos,
especialmente alteraciones de dedos, comunes en las cromosomopatías. Dermatoglifos.
El examen neurológico debe ir dirigido a buscar deterioros
sensoriales (sordera, ceguera, etc.) presentes hasta en un 10 % de los pacientes con
retardo mental (hipoacusia es cuatro veces más frecuentes que en la población general).
Anormalidades motóricas como incoordinación motora fina, movimientos anormales como
temblor al realizar un movimiento o coreoatetosis, convulsiones; anormalidades del tono
muscular (espasticidad e hipotonía) y alteración de los reflejos (hiperreflexia). Peor
pronóstico esta asociado a la combinación de hipotonía, inactividad y respuesta exagera a
estímulos.
Curso y Pronóstico
En la mayor parte los casos de retardo mental el deterioro intelectual
subyacente permanece inalterable aún cuando el nivel de adaptación pueden mejorar con
un ambiente reforzante y adecuado. Como en cualquier persona mientras más cantidad y
más graves trastornos comórbidos se presenten más cauteloso se ha de ser en el
pronóstico. Cuando esta concomitancia se da con trastornos mentales claramente
delimitados los tratamientos adecuados de estos suelen ser eficaces. Sin embargo la
diferenciación entre lo que es propio de otros cuadros mentales y retardo muchas veces
se hace muy difícil y se expresa en la forma en que los distintos cuadros se condicionan
mutuamente.
Tratamiento
La asociación de Retardo mental a muy numerosos y distintos
trastornos además que a múltiples factores psicosociales difíciles de manejar hacen que
el mejor tratamiento sea la prevención. Desde la perspectiva de estrategias generales a
llevar a cabo en un momento dado, estas se dividen en: