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e IRRUPCIÓN
16
Dossier
Mundo
Volumen 9, Número 16
May. 2019 – Oct. 2019
ISSN 2250-4982
Instituto de Investigaciones
Gino Germani
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires
Argentina
La revista Anacronismo e Irrupción es una
publicación semestral vinculada al grupo de
estudio de teoría política clásica y moderna,
inscripto en el Instituto de Investigaciones Gino
Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Cuerpo Editorial
Editorial Team ……………………………………………………….…………………………... 4–6
Editorial
Editorial ……………………………………………………………………………………………. 7 – 10
Dossier: Mundo
Dossier: World
Artículos
Articles
Contrapuntos
Counterpoints
Entrevistas
Interviews
Normas de Publicación
Author Guidelines …………………………………………………………………………………. i - iv
Gerardo Aboy Carles. Consejo Nacional José Emilio Burucúa. Instituto de Altos
de Investigaciones Científicas y Estudios Sociales, Argentina. Consejo
Técnicas (CONICET), Argentina. Nacional de Investigaciones Científicas
Universidad Nacional de San Martín y Técnicas (CONICET), Argentina.
(UNSAM), Argentina. Gabriel Cohn. Universidade de São Paulo,
Marta Alesso. Universidad Nacional de La Brasil.
Pampa. Luis Antonio Cunha Ribeiro.
Cicero Araujo. Universidade de São Paulo, Universidade Federal Fluminense (UFF),
Brasil. Rio de Janeiro, Brasil.
Sebastián Barros. Consejo Nacional de Marilena Chaui. Universidade de São
Investigaciones Científicas y Técnicas Paulo, Brasil.
(CONICET), Argentina. Universidad Gaetano Chiurazzi. Università dei Torino,
Nacional de la Patagonia San Juan Italia,
Bosco (UNPSJB), Argentina.
Rubén Dri. Instituto de Estudios de
Francisco Bertelloni. Consejo Nacional de América Latina y el Caribe, Universidad
Investigaciones Científicas y Técnicas Nacional de Buenos Aires, Argentina.
(CONICET), Argentina. Universidad
Nacional de San Martín (UNSAM), Ricardo Forster. Universidad Nacional de
Argentina. Buenos Aires, Argentina.
Maurico Beuchot. Universidad Nacional Julián Gallego. Consejo Nacional de
Autónoma de México, México. Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET), Argentina. Universidad
Paula Biglieri. Consejo Nacional de Nacional de San Martín (UNSAM),
Investigaciones Científicas y Técnicas Argentina.
(CONICET), Argentina. Universidad
Nacional de San Martín (UNSAM), Stéphane Douailler. Universidad Paris 8,
Universidad Nacional de La Matanza Francia.
(UNLaM), Argentina. Alejandro Groppo. Consejo Nacional de
Atilio Boron. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. Universidad
(CONICET), Argentina. Universidad Católica de Córdoba (UCC), Argentina.
Nacional de Buenos Aires (UBA), Horacio González. Universidad Nacional
Argentina. de Buenos Aires, Argentina.
María Eugenia Borsani. Universidad
Nacional del Comahue, Argentina.
Editorial
Editorial
Paula Hunziker
Universidad Nacional de Córdoba.
Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades,
Instituto de Humanidades.
Correo electrónico: paulahunziker@gmail.com
Abstract: This article aims to explore the project of The Human Condition, from what
Hannah Arendt points out as what has not been included: an answer to the
question about thought as an activity, which opens for the first time with
Socrates, according to the fundamental arendtian text of 1954, and for its
"mundaneness". We understand that, in addition, this perspective allows us a
more interesting perspective of Arendt's reading of Kant, offering some
hypotheses about her early reception, indispensable to think about the scope
and meanings of her mature work.
El presente trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre la lectura
arendtiana de Kant, realizada entre fines de los años cuarenta y fines de los años
sesenta, bajo el horizonte general de una crítica del platonismo. Si bien no voy a
explicitar aquí, por razones de espacio, el conjunto de nuestras conclusiones, sí
nos gustaría proponer un contexto problemático, a nuestro entender central,
para abordar la lectura del filósofo alemán en La condición humana.
A tal fin, en el apartado I, realizamos un conjunto de apreciaciones que
nos permiten dibujar ese contexto problemático en la trayectoria intelectual de
Hannah Arendt, justificando nuestra hipótesis de lectura. Partimos de la idea de
que ese horizonte viene dado por una reflexión temprana, realizada
especialmente en la primera mitad de la década del cincuenta, y por su
prolongación —no siempre explícita— en La condición humana. Así, en los
siguientes apartados proponemos una interpretación de esa persistencia
problemática en la obra de 1958. En el apartado II, “Sócrates y Platón «ante»:
polis, mundo público y crisis”, nos concentramos en reconstruir la importancia
(no destacada de manera suficiente por los intérpretes) del texto temprano
“Sócrates” (1954)1 para pensar la “crítica arendtiana del platonismo" en The
1
Este texto es la tercera parte de una larga conferencia impartida en 1954 en la University of Notre
Dame, titulada “Philosophy and Politics: The Problem of Action and Thought after French Revolution”,
que fue publicada póstumamente bajo el título “Philosophy and Politics”, Social Research, Vol. 57, N°1
(Spring 1990). 73-104. Utilizamos esta última versión, publicada en castellano: Arendt, Hannah.
“Sócrates”. 1954. En: Arendt, Hannah. La promesa de la política. Barcelona: Paidós, 2008. 9-64.
Traducción de Eduardo Cañas. Además de esta fuente, son numerosos los fragmentos que por esta
fecha dan cuenta de la interpretaciónlectura de Sócrates, cf.: Arendt, Hannah. Diario Filosófico. 1950-
1973. Barcelona: Herder, 2007. XVII, julio-agosto de 1953, [12], [19], [20], [21]. Traducción de R.
Gabás. Citamos indicando libro, fecha, entrada y página, en ese orden. Además, en el año 1952 el
marido de Arendt dicta uno de sus primeros cursos en el Bard College con el propósito de mostrar un
“Sócrates político”, o un “filósofo ciudadano”. Es notable la afinidad entre los principios rectores de
este curso y la interpretación de la autora. Respecto de los intérpretes cabe destacar: Canovan, M.
“Socrates or Heidegger? Hannah Arendt’s Reflections on Philosophy and Politics”. Social Research. Vol.
57, N° 1 (Spring 1990); Villa, D. “Thinking and Judging”. En: Hemsen, J., Villa, D. The Judge and the
Spectator. Belgica: Peeters, 1999. 9-28. Más recientemente: Garsten, B. “The elusiveness of Arendtian
Judgment”, Social Research. Vol. 74, Nº 4 (Winter, 2007). 1071 y ss. El problema de estas
interpretaciones es que, o bien se manejan con la hipótesis de una escisión entre dos Sócrates en la
obra de Arendt (uno político, de los años cincuenta, y otro moral, de los años sesenta), o bien
postulan su carácter no político desde el comienzo. Si bien no desarrollamos acabadamente la idea en
este artículo, consideramos que hay pensar los desplazamientos de la lectura de Sócrates, menos en
la interpretación misma del filósofo que en los problemas que Arendt advierte en el seno de una
tradición socrática que elimina su dimensión política. En ese sentido, leemos la importancia de la
lectura conjunta de Sócrates y Kant, durante los años cincuenta, y que llega, en nuestra perspectiva,
hasta su lectura de la Tercera Crítica.
2
Algunos intérpretes han señalado la irrupción de la figura de Kant en la obra de Arendt,
especialmente en sus consideraciones sobre el mal en Los orígenes del totalitarismo, y luego a partir
de la lectura iniciada en 1957, de la Kritik der Urteilskraft. Si bien estas referencias son ineludibles, una
cabal comprensión de su sentido requiere explorar textos menos conocidos, en los que la figura
kantiana adquiere un peso notable, como es el caso de “¿Qué es Filosofía de la existencia?” (1946).
Hay otro elenco de referencias fundamentales, que encontramos en el Denktagebuch, ya citado. Este
documento constituye una valiosísima publicación póstuma que recoge las anotaciones y cuadernos
de estudio de Hannah Arendt desde 1950. Para el caso de Kant, el Diario Filosófico es particularmente
útil, pues da cuenta de una intensa lectura del pensador alemán, realizada en un momento clave de
su obra: aquel en el que descubre la categoría de “acción” como locus privilegiado de la política y del
pensamiento político. En este marco, las entradas del período que va de 1950 a 1952, dan cuenta de
un complejo y poco explicitado diálogo, especialmente interesado en pensar el alcance y los límites
políticos de la Filosofía moral kantiana. Utilizamos la expresión “Filosofía moral” en sentido amplio,
pues en esta primera etapa los textos que principalmente, aparecen reseñados y comentados por la
autora no son aquellos que canónicamente se entiende que contienen la principal reflexión kantiana
sobre la “razón práctica” —Kritik der praktischen Vernunft, Grundlegung zur Metaphysik der Sitten,
Metaphysik der Sitten—, sino otros tres textos: 1. Kant, I. “Sobre el tópico: Esto puede ser correcto en
teoría, pero no vale para la práctica”. En defensa de la Ilustración. Barcelona: Editorial Alba, 1999.
241-289. 2. Kant, I. “Para la paz perpetua. Un esbozo filosófico”. Op. cit. 307-359. 3. Kant, I. “De un
tono distinguido, recientemente ensalzado en filosofía”. Op. cit. 361-380. La traducción del volumen
en español que citaremos, está a cargo de Javier Alcoriza Vento y Antonio Lastra Meliá.
3
La famosa carta de Arendt a Jaspers de 1957, es la primera referencia de su lectura incipiente de la
Tercera Crítica, realizada entre la finalización de La condición humana, y la escritura de una
Introducción a la política, nunca concluida, cf. Arendt a Jaspers. Carta N° 209 (29 de agosto de 1957).
I. Contexto problemático
Como ha señalado Simona Forti, la primera recepción “filosófica” de Hannah
Arendt dio una enorme y merecida relevancia a La condición humana: en parte
debido a la interpretación pionera de Habermas, 4 los años setenta del siglo veinte
En: Arendt, H.- Jaspers, K. Hannah Arendt Karl Jaspers. Correspondence 1926-1969. New York:
Harcourt Brace Jovanovich, 1992. 318. Traducción del alemán, Robert y Rita Kimber. En esta lectura y
su deriva, se centra el pionero texto de Ronald Beiner, que introduce la publicación de las
Conferencias sobre la Filosofía Política de Kant. Si bien no es el tema central del presente este texto,
entendemos que el enfoque del autor se empobrece, dado que no toma suficientemente en cuenta
estos textos tempranos, y su unidad problemática con la obra madura de Arendt.
4
Habermas, J. “El concepto de poder en Hannah Arendt”. En: Habermas, J. Perfiles filosófico-políticos,
Madrid: Taurus, 1986. Hasta ese momento, según la autora, la recepción de Arendt es sobre todo
Arendt ofrece el espacio y la dirección general para una reconsideración critica que
interpela a la filosofía en sus negaciones y distorsiones respecto del concepto mismo de
praxis. En este artículo, conservamos los lineamientos generales de esta tradición de
lectura, que pretendemos complejizar, entendiendo que es el concepto mismo de
“pensamiento” el que debe ser redefinido en términos no platonizantes. Suele indicarse
que la dirección hacia la Tercera Crítica, y más en general, hacia La vida del espíritu, se
abre en los párrafos finales de La condición humana: efectivamente es allí donde la autora
señala la ausencia de una respuesta para la pregunta por el pensamiento como
actividad. Según nuestra hipótesis de lectura, cabe encontrar aquí, más bien, el punto de
llegada de una compleja operación crítica que es fundamental para entender la obra
madura de Arendt y, en especial, la lectura arendtiana de Kant. El origen de esta
reflexión debe situarse, a nuestro entender, en la pregunta socrática por el
pensamiento, según el texto arendtiano de 1954, y por su “mundaneidad”; la que,
progresivamente, es abordada como condición para “estar con nosotros mismos” (por
medio del diálogo del dos en uno socrático), y para “estar con los otros” (por medio de la
acción y el discurso).
En este contexto, la lectura novedosa de la filosofía práctica aristotélica —gracias
a la cual se recorta una interesante reflexión sobre la articulación existencial entre
praxis política, discurso y aperturidad—, debe ser puesta en relación con la
interpretación fundacional de Sócrates como un “filósofo mundano” que abre un
conjunto de posibilidades. Por una parte, el descubrimiento, en la actividad de pensar,
de una dimensión de la “pluralidad en mí” fundamental para, y deudora de, la vida
práctica de los hombres. Por otra, la aparición de un “mundo práctico” que no es el de la
polis como koinonía politiké6 —como sustancia política—, sino el de un “estar juntos” en
tanto pluralidad, como proyecto deseable, frágil y riesgoso. Por ello, es el propio
Sócrates el que constituye, para Arendt, una figura de frontera y de disputa
fundamental.
Hay dos cuestiones, que nos gustaría señalar respecto de esta operación de
“recuperación”, que definen las preguntas no respondidas por la obra de 1958.
Por una parte, si el Capítulo V es expresión de la más desarrollada articulación de
la relación esencial entre la pluralidad humana —“la paradójica pluralidad de
seres únicos”, que implica “vivir como ser distinto entre iguales”— y la acción y
el discurso, deja en suspenso una investigación sobre las actividades no
estrictamente “políticas” que tienen alguna relación con la pluralidad, como es el
caso del pensamiento, especialmente en un sentido socrático. Precisamente sobre
esta vinculación, nos habla el texto previo sobre Sócrates:
recibió de Peleo de educar a Aquiles en el arte del combate y de las asambleas para “ser decidor de
palabras y autor de hazañas”. Homero. Iliada. IX 443.
9
Arendt, Hannah. “Sócrates”. Op. cit. 59-60.
10
Arendt, Hannah. La condición, Op. cit. 349. Cf: Cicerón, De Re Publica, I, 17. Esta apelación a Catón, a
través de cuya voz habla el propio Cicerón, debe ser puesta en relación, a la vez, con lo que Arendt ya
ha dicho de la “filosofía” en la Roma posrepublicana: que puede captar el elemento práctico, o activo
del pensamiento —esa dimensión socrática que ya hemos señalado—, pero que no puede ser
reelaborada bajo el tamiz del “platonismo”: como un cuidado de sí que no tiene una dimensión
política, y que por ello está más bien orientada al cultivo de las clases cultas romanas. Así, si la caída
Por otra parte, si bien es cierto que, en contrapunto con la lectura crítica
de la época moderna, el mundo clásico aparece dibujado con contornos
luminosos, esto no supone una glorificación de la polis de Pericles. Por medio de
notas al pie o comentarios subordinados, La condición humana establece una serie
de juicios severos, en los que la ciudad es cuestionada en la medida en que no
logra conservar, redefiniéndola, aquella experiencia prepolis que tiene su
expresión primera en el espacio de la prosa homérica.
Sobre esta experiencia y las dificultades de su herencia en la polis clásica,
hay tres aspectos significativos. Si bien no son desarrollados de manera
sistemática, son claves para comprender por qué Arendt valoriza la enseñanza
socrática contra Platón (y contra el dogmatismo de la polis democrática), como
portadora de una nueva relación, no proseguida, entre pensamiento y mundo, y
en un sentido más específico, entre filosofía y política.
En primer lugar, la autora indica que la estrecha vinculación entre acción
y discurso no se conserva en el “más hablador” de los cuerpos políticos, el que
progresivamente convierte al discurso político en un medio de “persuasión” —
como un instrumento neutro—, y no de explicitación de una relación personal,
prácticamente mediada, con el mundo común:
sino sobre la comprensión del mundo ´tal y como se me muestra a mí´. Por tanto, no era arbitrariedad
y fantasía, pero tampoco algo absolutamente válido para todos (…) Sócrates quería hacer a la ciudad
más veraz alumbrando en cada ciudadano su verdad. El método para hacerlo es el dialegesthai, hablar
por extenso sobre algo, pero esta dialéctica no destruye la doxa, u opinión, sino, por el contrario,
revelando la veracidad propia de la doxa”. Arendt, Hannah. “Sócrates”. Op. cit. 51-53.
12
Arendt, Hannah. La condición. Op. cit. 217. Es interesante notar, que entre los factores que son
dejados de lado por el culto al “espíritu agonal”, Arendt indica el descuido de la dimensión política o
práctica —no poiética— de la legislación. Este hecho, por sí solo, distingue a Roma de Atenas. Idem.
218. Canovan ha destacado de manera específica esta crítica de la “agonalidad” de la polis —
demasiado centrada en la afirmación de del valor de la diferencia—, que no se realizaría desde un
aristotelismo deliberativo mitigador, sino desde una hipótesis más compleja y menos unitaria del
mundo clásico. Cf: Canovan, Margaret. Hannah Arendt. A Reinterpretation of her Political Thought.
Cambridge: Cambridge University Press, 1995. 136-154. Destacamos, en este sentido, su
interpretación por sobre otras que acentúan de manera excesiva, y por ello distorsionan, la “teoría de
la acción” arendtiana como siendo determinada por la tensión o la complementación entre una
dimensión “expresiva”, “performativa” o autorevelatoria de la praxis y una dimensión deliberativa.
13
Aquí aparece el concepto de “poder” como posibilidad de los hombres que actúan y hablan, y no
como una propiedad del individuo, o sea, “una intercambiable, mensurable y confiable entidad como
la fuerza”, Arendt, Hannah. La condición, op. cit. 223. Además, surge el problema de su “perduración”,
que no es solo institucional, sino también de “sentido”, y de “herencia”.
permanecer intocado por cualquier resultado final” 14. A los ojos de la autora, si
bien este aspecto supone una valorable y antigua fe en la política como tal, deja
de lado, al menos como problema político, aspectos centrales ligados a la finitud
de la propia praxis y, en especial, una inquietud que ya está presente en el texto
de Sócrates: la pregunta por una dimensión pública no estrictamente política,
ligada al “testigo” y habilitada por el “pensamiento”.
Cabe señalar, por tanto, que es en el contexto de una polis que no asume
sus limitaciones, donde debe ubicarse, sin dudas, el contrapunto no desarrollado
en The Human Condition entre Sócrates y Platón: ambos representan soluciones
enfrentadas para una polis en la que se proyecta la sombra de la crisis. Lo que esta
obra destaca, no obstante, no es la terapéutica socrática sino la purga platónica,
en la que el descubrimiento socrático del dos en uno como espacio plural de
constitución de sí, así como su centralidad para la vida política, quedan
desdibujados tras la diferencia ontológica entre la actividad de pensar, y la
actividad de actuar —formas de vida no solo diferentes sino potencialmente
antagónicas—, en la que se oculta la guerra del filósofo contra el valor de la
política como articulación fundamental de la pluralidad humana.
El aspecto central, a nuestros fines, es que por platonismo cabe entender
no solo la sujeción de la acción a los fines de la vida contemplativa, sino también
una determinada conceptualización del dos en uno socrático y, sobre todo, una
valoración de fondo respecto de sus vínculos con la pluralidad. Es por ello, según
Arendt, que una parte importante de la antropología filosófica platónica, fundada
en la escisión entre cuerpo y alma, debe ser leída como el intento de desarticular
la vinculación entre pensamiento y pluralidad “en mí”. Como señala “Sócrates”:
14
Ídem, 220. Cf.: Tucídides, II, 41. En este caso, La condición humana abre la pregunta por la
centralidad de la narración histórica como “artefacto” para la constitución misma del espacio político,
algo que la autora se encargará de explicitar en otros textos.
15
Arendt, Hannah. “Sócrates”. Op. cit. 65-66. Por otra parte, la subsunción de la división política
originaria del pensamiento bajo el modelo de la relación alma-cuerpo, tiene el merito de hacer posible
la traslación del modelo de la “autosuficiencia” del alma respecto al cuerpo (lograda por medio de la
sujeción), al modelo de la “soberanía” del pensamiento filosófico autosuficiente, respecto de la acción
heterónoma de los muchos, entendida bajo el modelo de la ejecución de un mandato externo. Ídem.
esto es de pensar y hablar sobre las cosas que no obstante podemos hacer” 18, sino
que, nuestro propio mundo como “trama de relaciones humanas”, visto desde
fuera, se nos presenta progresivamente como carente de sentido.
Este marco ofrece un contenido político al diagnóstico presente en “¿Qué
es la filosofía de la existencia?”: el “no estar en casa moderno” y cierta lógica
nihilista que allí encuentra expresión, son redefinidos en unos términos que
hablan del posible triunfo de una “vida en la que el discurso dejaría de tener
significado”19.
Respecto de este diagnóstico, cabe apuntar dos cuestiones importantes en
vista de los fines de este trabajo. De manera estrictamente negativa, da cuenta de
la centralidad de la imbricación entre la comprensión del sentido de lo que
hacemos y la expresión —esto es del discurso— como su condición de posibilidad:
[…] cualquier cosa que el hombre haga, sepa o experimente solo tiene
sentido en el grado en que pueda expresarlo. Tal vez haya verdades más
allá del discurso, y tal vez sean de gran importancia para el hombre en
singular, es decir, para el hombre en cuanto no es un ser político, pero los
hombres en plural, o sea los que viven, se mueven y actúan en este
mundo, solo experimentan el significado debido a que se hablan y se
sienten unos a otros y a sí mismos.20
18
Ídem, 16. Las cursivas son nuestras.
19
Ídem, 4. Para la metáfora del “no estar en casa” moderno, y la lectura temprana de Kant en esta
clave: Arendt, Hannah. “¿Qué es la filosofía de la existencia?”. 1946. En Arendt, Hannah. Ensayos de
comprensión. 1930-1954. Madrid: Caparrós, 2005. 211-212. Traducción de Agustín Serrano de Haro.
Debemos a Seyla Benhabib una de las primeras interpretaciones sobre la importancia de este texto de
1946: Benhabib, S. The Reluctant Modernism of Hannah Arendt. Boston: Altamira Press, 1996, Cap. 2-
4. Nuestra distancia respecto a esta autora sólo reside en que consideramos que este texto no es sólo
iluminador del modo critico en que Arendt se relaciona con el antikantismo de Heidegger, sino
también del complejo modo en que la recuperación de la tradición socrático kantiana se vincula con el
diálogo con Jaspers.
20
Arendt, Hannah. La condición, op. cit. 16-17.
Ídem, 16.
21
“El grado en que la razón y la fe en esta no depende de las percepciones aisladas de los sentidos,
22
cada una de las cuales puede ser una ilusión, sino del indiscutible supuesto de que los sentidos como
un todo —mantenidos juntos y gobernados por el sentido común, el sexto y más elevado sentido—
ajustan al hombre a la realidad que le rodea, se descubrió entonces. Si el ojo humano traiciona al
hombre a tal extremo que muchas generaciones creyeron engañosamente que el sol gira alrededor
de la Tierra, entonces ya no es posible mantener por más tiempo la metáfora de los ojos de la mente;
esta se basaba, aunque implícitamente e incluso cuando se empleaba en oposición a los sentidos, en
una esencial confianza en la visión corporal. Si el Ser y la Apariencia se separan para siempre, y esto es
—como señaló Marx— el supuesto básico de toda la ciencia moderna, a la fe no le quedó nada para
análisis despunta en textos previos que adelantan una reflexión sobre la herencia
romana. Sin detenernos de manera específica en este argumento, lo que
Descartes consuma es una “privatización del sentido común”, que ahora queda
identificado con “un proceso que el hombre puede desencadenar en todo
momento dentro de sí”; una facultad denominada “razonamiento del sentido
común”, que se convierte en “una facultad interior sin relación con el mundo”. 23
A nuestros fines, se hace necesario pensar cómo refracta esta perspectiva
acerca del “mundo físico”, sobre los modos de pensar el “mundo de los asuntos
humanos” que es, precisamente, un mundo articulado primariamente por el
sentido común. Uno de los aportes de La condición humana, respecto de textos
previos de la autora, es que brinda un marco más amplio para pensar este último
concepto, limitado hasta el momento por el modelo histórico romano, en cuyo
horizonte el sentido común se identifica problemáticamente con la autoridad de
la tradición. Si, contra la filosofía política clásica, la filosofía romana puede dar
un legítimo valor político a los juicios del pasado, ellos son convertidos en los
únicos criterios para juzgar el presente, eliminándose con ello la posibilidad de
una explícita tematización de su legitimidad, particularmente urgente en
momentos de crisis. Esto es, se elimina la pregunta por la relación entre
En el mundo del homo faber, donde todo ha de ser de algún uso, es decir,
debe presentarse como instrumento para realizar algo más, el propio
significado solo puede presentarse como fin, como “fin en sí mismo”, que
realmente es una tautología que se aplica a todos los fines o una
contradicción terminológica. Porque un fin, una vez alcanzado, deja de
ser un fin y pierde su capacidad para guiar y justificar la elección de
medios, para organizarlos y producirlos (…) El significado, por el
contrario, debe ser permanente y no perder nada de su carácter si está
logrado, o mejor, encontrado por el hombre, o bien frustrado o pasado
por alto (…) [la significación de este mundo que produce] se encuentra
más allá del alcance del homo faber26.
25
Ídem, 172.
26
Ídem, 173.
27
Ídem, 155.
28
Ídem, 174. Este análisis debe ser tenido en cuenta para evaluar la posterior interpretación de la
estética kantiana. Las lecturas de Arendt suponen complejas operaciones hermenéuticas, que pocas
veces se explicitan. Respecto de nuestro tema, Kant se ve en la obligación de establecer una
“incondicionalidad ética”, dado que el mundo empírico e histórico como tal, especialmente aquel
constituido por la praxis de los hombres, aparece bajo la categoría medios-fines, y puede ser conocido
como un “mecanismo natural”, o sólo pensado desde una “teleología de la naturaleza” por un “mero”
contemplador de la historia del mundo. Por ello la interpretación arendtiana supone ir con Kant, más
allá de Kant: por una parte, al mostrar el componente socrático-reflexivo que subyace en la filosofía
moral de Kant, por otra parte, mostrando la conexión entre este y la pertenencia a un mundo político
por medio del juicio reflexionante, por último, mostrando la relación entre juicio y filosofía, por medio
de una redefinición de la “posición del espectador”. Así, la distancia del espectador es necesaria para
la posibilidad de una afirmación política de la pluralidad, en un mundo en que se ha extendido la
racionalidad medios-fines, pero cuya lógica no se identifica con esta, ni es simplemente su negación.
Arendt, Hannah. Diario Filosófico. Op. cit. XII, julio de 1951 [11]. 106-107.
29
31
Arendt, Hannah. Diario filosófico. Op. cit. 156 [VII, enero de 1952 (10)].
[…] el sí mismo con el cual estoy unido en la soledad nunca puede asumir
una forma definida y única o esa distinción que el resto del mundo posee
para mí, más bien, éste sí mismo permanece siempre mutable y de alguna
manera equívoco. Es bajo la forma de esta mutabilidad y de equivocidad
que este sí mismo me representa, mientras estoy solo, a todos los
hombres, a la humanidad de todos los hombres. 32
32
Arendt, Hannah. “Sócrates”. Op. cit. 60.
33
Ídem, 58.
Si esto último supone la “ingratitud de toda moral frente a toda religión”, por
otra parte, ésta se consigue al precio de la defensa de la autonomía radical de la
razón moral, bajo cuyo horizonte toda referencia empírica a la consideración de
los otros es vista como “heteronomía”: cada uno de los otros puede ofrecernos
sólo lo que podemos darnos a nosotros mismos en tanto seres sensibles y
mundanos, esto es, ese melancólico “saludo en la distancia” que es el “respeto”
kantiano, según Arendt.
No obstante, hay que insistir en que la autora no crítica la formula misma,
que no es sino la expresión del hecho de que “puedo estar de acuerdo o en
desacuerdo conmigo mismo” —de que “no solamente aparezco ante los otros,
sino que también aparezco ante mí mismo”35—, ni su formalismo, sino la
34
Arendt, Hannah. Diario filosófico. Op. cit. 157-158. [VII, enero de 1952 (10)]. Las citas de Kant, con
paginación entre paréntesis, provienen de: 1. Kant, Immanuel. “Sobre el tópico: Esto puede ser
correcto en teoría, pero no vale para la práctica”. En defensa de la Ilustración. Op. cit. 259, 247, y nota
89, 251. 2. Kant, Immanuel. “Para la paz perpetua. Un esbozo filosófico”. Idem. 346.
35
Arendt, Hannah. “Sócrates”. Op. cit. 59.
Cf: Arendt, Hannah. Diario. Op. cit. 487 [XX, octubre de 1954 (42)].
36
Arendt, Hannah. “Sobre la humanidad en tiempos de oscuridad. Reflexiones sobre Lessing”. 1960.
37
secular. Contra ello, lo que aparece es una redefinición del viejo e inveterado
prejuicio filosófico que sostiene que el mundo empírico e histórico de la opinión
y de la acción efectiva de los hombres, solo puede ofrecer falsedad y vanidad.
Por supuesto, aquello que diferencia a Kant de Platón es significativo, y
está en la base de la simpatía arendtiana por el filósofo alemán: es una
preocupación por asegurar la dignidad de la praxis humana, la que no es un
privilegio de unos pocos, sino que puede esperarse de todos los hombres, la que
lo lleva a descubrir la vocación intersubjetiva de la razón como clave de bóveda.
No obstante, es la oculta operación del platonismo la que interpreta esta
vocación bajo la luz de un “socratismo sin polis”, que convierte a la “vida con uno
mismo”, no en una condición de la libertad dialógico-discursiva del propio
pensamiento y de una posible ética de la praxis política, sino en una obligación
absoluta e incondicionada.
El precio de esta operación, especialmente si nos concentramos en una
mirada exclusivamente ética sobre la historia humana, es la “tragedia” más que
el nihilismo, como señala una nota de La condición humana, a la que los intérpretes
no han prestado la debida atención, pero que da la clave de su lectura de Kant:
Lo que aparece aquí, es la lectura temprana de Kant, junto con el nuevo horizonte
provisto por la hipótesis del platonismo. El planteo ético kantiano involucra, de
este modo, una desvalorización radical de la de ámbito sensible, histórico y
mundano, que corta los lazos con el cuidado del mundo, según una expresión
ciceroniana que la autora gusta citar. La tragedia de este capítulo de la
modernidad es que clausura, justo en el momento en que parece abrirse paso, la
necesaria pregunta por la relación entre los dos “modos de estar juntos” —con
nosotros mismos por medio del pensamiento, con los otros por medio de la
acción y el discurso—. La interrogación por la vinculación entre pensamiento y
pluralidad queda respondida a priori por un llamado absoluto a la constitución de
un sí mismo aislado, cuyo principal sino es la impotencia, esto es, eso que Arendt
llama el ejercicio de un saludo impotente por encima del abismo.
V. Conclusiones
Dado que, como indicamos en la introducción, el presente es un trabajo parcial,
que forma parte de una investigación más amplia, esbozamos los aspectos que
intentamos precisar aquí, y adelantamos algunos otros a considerar, sobre la
lectura arendtiana de Kant. En términos de nuestra estrategia de lectura,
defendemos la importancia de pensar este tema en los escritos tempranos de
Hannah Arendt, esto es, los textos que forman a nuestro entender un continuum
respecto del núcleo problemático de la relación entre pensamiento y política. En
términos de las hipótesis centrales, entendemos que la configuración de este
tema como problema va de la mano con un diálogo crítico que progresivamente
intenta dibujar eso que podemos llamar platonismo y que, insistimos, no supone
simplemente la superioridad de la contemplación sobre la acción, sino una
actitud de fondo que defiende esta superioridad y que pervive bajo condiciones
modernas: una época que inaugura, precisamente, una crítica sin precedentes de
la actitud contemplativa, de las condiciones de la antigua teoría. En este marco, la
lectura temprana de Kant —y su prolongación en La condición humana— da el tono
para comprender a un “Sócrates moderno”, un personaje trágico y
profundamente práctico, en el seno de una polis ausente que ya no puede
presuponerse como justificación del llamado a pensar por nosotros mismos.
Solo como un esbozo, mencionamos dos direcciones que este recorte del tema
puede aportar, respecto del alcance y sentidos de la lectura arendtiana de la
Tercera Crítica, que comienza en 1957.
Por una parte, respecto del núcleo más íntimo que Hannah Arendt
valorará en la estética kantiana y en la reflexividad del juicio. No creemos que sea
muy productivo, al menos para entender esta lectura madura, centrarnos en
aquellos aspectos que permiten pensar las afinidades, que sin dudas existen,
entre el proceder del juicio, y el de la antigua phrónesis. Entendemos que es más
bien el problema del platonismo —y la antigua tauromaquia entre Sócrates y
Platón— lo que conduce a Arendt a valorizar, sobre todo, una facultad que afirma
un “placer por lo común”, en un escenario contemporáneo atravesado por la
mirada de la catástrofe, o por la necesidad de volver a pensar en una ciudadanía
postotalitaria, más allá de las ingenuidades del kantismo socrático de Jaspers. 39
Por otra parte, sobre la posible distancia arendtiana respecto del enfoque
kantiano del juicio. Esto es esencial, si tenemos en mente la larga discusión
interpretativa sobre el actor y el espectador en la obra de la pensadora judío-
alemana. Consideramos que esta discusión está, en parte, sostenida por un
malentendido acerca del kantismo de Arendt. Las anteriores páginas, dan una
buena justificación de porqué la autora no podría aceptar la distinción absoluta
entre actor y espectador, entre los principios por los cuales se actúa y los
principios por los cuales se juzga, y que en las Conferencias... Arendt señala como
39
En 1946, Arendt se involucra en una discusión con Jaspers sobre la necesidad de restaurar la
“disposición a reflexionar” como centro de gravedad de una filosofía política postotalitaria. El
epistolario con su maestro y amigo de Heidelberg, da cuenta de su preocupación: es ingenuo asentar
esta tarea en una razón moral que no supone una valorización del mundo público en el horizonte del
tiempo, hecho que adquiere una enorme gravedad con la sombra del totalitarismo. Este último ha
mostrado, según la autora, la fragilidad del propio espacio de una “interioridad” sin polis, cuando no
está sostenido por el “amor por el mundo”, esto es, lo que Arendt señalaba como el paso de la
“solitude” a la “loneliness”. Esta distinción es central para entender su diagnóstico sobre el
totalitarismo: este no se basa solo en la detención de la estructura público comunicativa de la acción,
sino también de la del pensamiento. Para este aspecto: Arendt, Hannah. Los orígenes del
totalitarismo. Madrid: Taurus, 1998. 381.
Lucas E. Misseri
Universidad de Alicante,
Departamento de Filosofía del Derecho.
Correo electrónico: lucas.misseri@ua.es
Abstract: In this paper the subject-matter of the openness of national borders is approached,
especially concerning to migrants from worst-off states. After reviewing some
communitarian and liberal arguments against and in favour of the open borders –
especially C. H. Wellman’s position— a “cosmopolitan conditional” argument is
defended. “Cosmopolitan” because the guiding idea of the equality of all human beings
is accepted, independently of accidental facts as the place of birth. “Conditional”
because it is held the condition that there is a moral obligation to open the border to
migrants if these lack a minimum of sufficient resources to live a life worth living.
Keywords: Cosmopolitism, Egalitarism, Communitarianism, Migration, Sufficientarianism.
Introducción
El concepto de mundo tiene diversas dimensiones en filosofía abordadas por la
metafísica, la lógica, la ética, la filosofía de la religión y la historia de la filosofía.
El mundo puede ser entendido como un orden o “cosmos”, como un “topos” o
plano geográfico real o posible, como “ecúmene” o el conjunto de todos o algunos
de los grupos humanos, como nuestro planeta y como el universo en su totalidad,
e incluso como el ámbito de lo secular frente a lo religioso. En lo que sigue me
voy a referir exclusivamente a la concepción normativa del mundo, entendido
como el conjunto de organizaciones políticas estatales que están
interrelacionadas en el planeta Tierra y mi enfoque será puntualmente el de la
filosofía práctica, entendida como la tematización filosófica de los ámbitos ético y
político.
Una forma de pensar el ordenamiento del mundo en sentido político está
ligado a cómo caracterizar la corrección o incorrección de los desplazamientos
humanos dentro de los distintos Estados. En la entrada de la Enciclopedia de
Filosofía de la Universidad Stanford sobre “Inmigración” el filósofo
estadounidense Christopher Heath Wellman se pregunta “si Donald Trump no
necesita abrir su hogar a aquellos que son menos afortunados que él, entonces
¿por qué Suecia debería recibir a extranjeros pobres en su comunidad política?”
(2015). En este trabajo se procurará dar un argumento condicional en favor de un
mundo de fronteras abiertas según el cual, sin que Trump tenga la necesidad de
abrir las puertas de su casa, sí tenga el deber moral de abrir las de su país.
Para esto se distinguen dos planos diferentes de la argumentación. Por un
lado, está el plano moral sobre si es correcto o no abrir las fronteras y en qué
grado; por otro lado, el plano de la aplicación y sus limitaciones. Asimismo, esto
también puede verse desde dos perspectivas: la de los países receptores y la de
los países expulsores y analizar las distintas consecuencias para ambos. En
cualquier caso la perspectiva elegida no será la de un país en particular sino que
se adoptará una perspectiva mundial; esto en vistas de que vivimos en un mundo
2
Un ejemplo podrían ser aquellos acuerdos tendentes a mantener las fronteras abiertas para los
refugiados, que si bien no fuerzan a abrir la frontera prohíben expulsar a quien la ha cruzado
ilegalmente cuando tiene el estatus de refugiado. En el derecho internacional los instrumentos más
amplios en cuanto a su adhesión son la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los
Refugiados de 1951 y el Protocolo de 1967 que amplía la Convención a eventos posteriores a 1951 y a
más allá de Europa. La mayoría de los países del mundo suscriben la Convención y el Protocolo.
Excepciones notables son Arabia Saudí, Corea del Norte, Cuba, India, Indonesia, Libia, Mongolia y
Pakistán. Casos especiales son los de Madagascar y San Cristóbal y Nieves que suscriben la
Convención pero no al Protocolo y Cabo Verde, Estados Unidos y Venezuela que suscriben el
Protocolo pero no la Convención. Asimismo, la Convención permite establecer quejas ante la Corte
Internacional pero no prevé sanciones.
de grupos —en especial los Estados— tiene sus limitaciones. El primero surge de
la naturaleza no voluntaria de los Estados políticos que dificulta la comparación
sobre la que construye su argumento, esto es, la de relaciones voluntarias como
el matrimonio contemporáneo. Wellman intenta salvar su argumento, por un
lado, apelando al absurdo que supondría que los Estados no posean ese derecho
de asociación y se vieran forzados a aceptar cualquier tratado que les fuese
impuesto por otro Estado. Por otro lado, concede que el grado de importancia de
la libertad de asociación en los individuos es mayor que en los grupos (Wellman,
2008: 113). Esto último para él no es incompatible con su argumento. El núcleo
del mismo está en la idea de preservación de la autodeterminación del Estado,
que según Wellman, las fronteras abiertas ponen en cuestión. Porque a diferencia
de lo que ocurre con la autonomía individual, “un componente significativo de la
determinación grupal está en tener control sobre el grupo que a su vez se está
autodeterminando” (Wellman, 2008: 115).
Si bien este argumento presenta una ventaja frente a planteos
comunitaristas que cierran las fronteras sobre la base de diferencias culturales, el
argumento tiene al menos dos debilidades. La primera tiene que ver con la
metáfora del matrimonio como ejemplo de audeterminación individual para
construir una intuición contra las fronteras abiertas para, luego, dar cuenta de la
excepcionalidad de la autodeterminación grupal. La segunda, tiene que ver con el
hecho de que el respeto a la autodeterminación no es un estándar suficiente con
respecto a la moralidad de la decisión que tome el grupo de aceptar o no a los
refugiados. Es cierto que Wellman reconoce que se trata de un derecho prima
facie y que, por tanto, puede ser derrotado. Es cierto que podría acordarse que la
decisión de abrir las fronteras es una decisión importante que debe tomar cada
Estado, pero eso no explica por qué está justificado moralmente que la decisión
sea negativa. Además, la relación de la que habla Wellman no se da entre el
Estado receptor y el Estado expulsor, sino —principalmente en el caso de
refugiados— entre el Estado receptor e individuos que, en muchos casos, sus
Estados pueden haber dejado de existir o sus ciudadanías pueden haber sido
revocadas.
En lo que sigue se contraponen de forma escueta algunos de los
principales argumentos tradicionales en favor de las fronteras abiertas y sus
principales debilidades.
más fuertes como que las mismas leyes deberían valer para todos los pueblos. Se
puede trazar una historia de ese universalismo que pasa por el derecho natural
racionalista de los modernos hasta la llamada doctrina liberal de los derechos
humanos criticada por el comunitarismo. Una de las dificultades que enfrenta
este ideal universalizante del cosmopolitismo tiene que ver con la realidad
histórica de los Estados-nación. Como advierte el iusfilósofo español Alfonso Ruiz
Miguel, detrás de la idea del universalismo de los sujetos de los derechos
humanos se encuentra el cosmopolitismo del individualismo racionalista de los
modernos:
entre Bélgica y Holanda antes del acuerdo Schengen. Esas fronteras en las que
hay casas muy cercanas unas a otras, pero que pertenecen a distintos países.
Ahora supongamos que vemos que nuestro vecino se está ahogando con un
bocado de comida, pero para que lo ayudemos necesita cruzar a nuestro lado de
la frontera para que le hagamos la maniobra de Heimlich. Sin embargo, nosotros
no queremos que nadie venga a invadirnos, en términos de Wellman no
queremos que nos obliguen a casarnos con el vecino. Así que lo vemos primero
ponerse azul y luego morir entre espasmos sabiendo que podríamos haber hecho
algo para evitar su muerte y, sobre todo, su sufrimiento. Alguien podría decir que
habría sido posiblellamar a urgencias del lado del vecino. Sin embargo, la
cuestión es que si urgencias del lado del vecino funcionase bien, este no
necesitaría cruzar para que lo ayudemos 4.
Volviendo al argumento cosmopolita condicional que aquí se defiende, la
primera parte del mismo describe un hecho empírico, conforme al cual parece
constatarse una restricción al movimiento de personas entre países, por más
mínima que sea. Incluso en la actualidad algunos Estados tienen controles
fronterizos dentro de sus subdivisiones por cuestiones de seguridad sanitaria,
por ejemplo, en Argentina entre algunas provincias no se permite introducir
ciertos alimentos frescos y hay controles destinados a evitar eso. La segunda
parte del argumento es más bien histórico-conceptual, el cosmopolitismo está
asociado a una idea de igualdad de los seres humanos, que hoy se vincula
directamente a los derechos humanos y que tiene alta aceptación entre muchos
individuos, en especial en los países occidentales pero no únicamente en ellos.
La tercera parte procura ser el aspecto principal de mi argumento y tiene
que ver con el suficientismo aplicado a escala internacional. Dentro de la filosofía
política se considera suficientismo a una de las principales posturas en el marco
de las teorías de justicia distributiva que propone un principio de suficiencia para
4
Este ejemplo también podría servir para justificar el ingreso de equipos de ayuda a los países
expulsores, pero siempre y cuando esto no pusiera en riesgo ni a los necesitados ni a los miembros de
los equipos de ayuda.
Conclusión
Tras haber revisado algunos argumentos en contra y en pro de las fronteras
abiertas aquí se ha sostenido un argumento de tipo cosmopolita y condicional.
Cosmopolita por su compromiso con una idea de igualdad del género humano y
condicional porque sujeta la obligación moral de apertura de las fronteras a
refugiados al hecho de que estos no puedan gozar de los recursos suficientes para
llevar una vida digna en sus países de origen. Asimismo se propuso como mínimo
de suficiencia las necesidades básicas y una versión minimalista de los derechos
humanos, pero se está abierto a la discusión de ese mínimo, el cual, como ocurre
Bibliografía
Andrea Fagioli
Universidad Nacional de San Martín.
Correo electrónico: andrea.fagioli81@gmail.com
Abstract: This paper aims to clarify the “materialistic idea of world” proposed by the
italian philosopher Paolo Virno, giving special importance to his interpretation
of the notion of “rude nature”. Subsequently, I will attempt to underline the
importance that this conception of world takes on the political perspective of
Virno. In particular, I will analyse the early works of Virno, where he focused
on the productive dimension of the knowledge, in order to demonstrate that the
conception of “rude nature” constitutes one of its conditions of possibility. The
paper consists of a brief introduction, two main parts and some conclusive
considerations.
§0
La reflexión filosófica de Paolo Virno está profundamente imbricada con su
perspectiva y su militancia políticas. Filósofo puro, Virno raramente trabaja con
material que procede de otras disciplinas y, cuando lo hace, trayendo a colación a
autores o cuestiones de campos aledaños, como la lingüística o la antropología, su
mirada sigue siendo –tomamos prestada una fórmula del propio autor– aquella
del “filósofo de profesión”.
Sin embargo, el hecho de dirigirse a temas eternos, lejos de representar
una manera de retirarse de la arena de las luchas políticas, para acomodarse en
los departamentos de humanidades de las universidades, ha constituido más bien
la manera de reelaborar la derrota que su facción política sufrió en los años 70 y
80 del siglo pasado.1 En definitiva: la reflexión filosófica de Virno hecha raíces
siempre en problemas políticos y, a la vez, su política pasa necesariamente por su
filosofía.
El objetivo de esa reelaboración no es una suerte de autocrítica dirigida a
analizar lo que faltó o no funcionó en el ciclo de luchas al que el autor había
participado como militante, sino que, al contrario, se trata de una exigencia
teórica ligada a aquellas luchas y a los efectos que estas han determinado. 2
El concepto de mundo, al cual está consagrado este número de
Anacronismo e Irrupción, y que a lo largo de la historia de la filosofía ha mantenido
una relación muy estrecha con el pensamiento político, es uno de los conceptos
que Virno aborda y sobre los cuales se detiene en varias ocasiones, dedicándole
un importante texto.3 Su reflexión al respecto es exquisitamente filosófica, en el
1
Virno ha militado en varios grupos operaistas, siendo encarcelado en el marco del así llamado
“Processo 7 aprile”, que ha llevado a la carcel y al exilio a muchos militantes de la Autonomia operaia.
Para una reconstrucción de los hechos judiciales, cfr. Negri, Antonio. Galera ed esilio. Storia di un
comunista. Milano: Ponte alle Grazie, 2017.
2
Cfr. Rispoli, Tania. “Tra teoria politica e antropologia materialista. Intervista a Virno”. Filosofia
Italiana, 1. 2016.
3
Cfr. Virno, Paolo. La idea de mundo. Intelecto público y uso de la vida. Buenos Aires: La Marca, 2018.
Este texto, publicado en italiano en 2015, es una reedición ampliada de Mondanità. L’idea di “mondo”
tra esperienza sensibile e sfera pubblica, publicado en 1994 por Manifestolibri (Roma).
sentido de que remite a lo que hemos llamado temas eternos y que, a una primera
mirada, no parecen guardar relación alguna con la coyuntura política. Sin
embargo, esas páginas pueden ser consideradas como una conditio sine qua non
para la comprensión de su lectura del capitalismo, en particular, de la etapa
posfordista, a cuyo estudio Virno ha dedicado textos fundamentales.
En las páginas que siguen analizaremos, en primera instancia, la manera
en que Virno piensa el mundo; posteriormente, en el segundo apartado,
abordaremos textos tempranos del filósofo donde aborda la dimensión
productiva del conocimiento. Finalmente, intentaremos evidenciar de qué
manera estas cuestiones, en principio abstractas y que se implican mutuamente,
constituyen polos inseparables y fundantes de la propuesta política de Virno.
§1
El problema del mundo está estrechamente imbricado con el problema
antropológico, así se presenta en el seno de un debate que hecha sus raíces en la
Alemania del siglo XX y que excede el ámbito de la filosofía.
A partir de la concepción de ser humano como ser carencial y no
especializado, Arnold Gehlen sostiene que los animales, que se mueven en su
entorno guiados por el instinto, tienen un “ambiente” o “mundo-circundante”
(Umwelt), mientras que el homo sapiens, que tiene que dominar una plétora de
impresiones sin finalidad que afluyen a él y que no puede enfrentar por vía
instintiva, tiene “mundo” (Welt).4
Por otra parte, ya Martin Heidegger, en un curso dictado en el año
académico 1929-1930 y aludiendo al trabajo del zoólogo Jakob von Uexküll 5, había
planteado, con un vocabulario que ha influenciado el debate posterior, que la
piedra es “sin mundo”, en tanto privada de todo acceso a lo que la circunda; el
4
Cfr. Gehlen, Arnold. El hombre. Su naturaleza y su lugar en el mundo. Salamanca: Sigueme, 1987.
5
Von Uexküll nació en una ciudad del entonces Imperio ruso, que ahora se encuentra en Estonia. Sin
embargo, ha trabajado por la mayoría del tiempo en universidades alemanas como Heidelberg o
Hamburgo y puede ser considerado un autor “alemán”.
Nos parece fecundo tener en cuenta estas cuestiones porque sobre ese
terreno se inserta la “idea materialista de mundo” que propone Virno, en cuyo
centro se encuentra la “dimensión potencial” de la naturaleza que el filósofo
propone a partir de una particular lectura de la noción kantiana de “naturaleza
bruta”.
Ahora bien, el punto de partida de la reflexión de Virno es un pasaje del
Libro Segundo de la Crítica de la facultad de juzgar en el cual Kant plantea la
diferencia entre lo bello, vinculado a la representación de la cualidad, y lo
sublime, ligado a la representación de la cantidad. De esta manera, escribe el
filósofo alemán, “[l]o bello de la naturaleza corresponde a la forma del objeto, la
cual consiste en la limitación”. 9 Lo sublime, al contrario, “debe buscarse en un
objeto sin forma, en tanto que se represente en este objeto o con ocasión del
mismo la ilimitación”.10 En este marco, Kant usa la noción de “naturaleza bruta”
para indicar partes específicas de la naturaleza que no tienen forma, tales como
la arena del desierto, un cielo nublado o un glaciar y, justamente por esto,
pueden provocar la representación de la ilimitación.
Con un gesto que caracteriza su estilo filosófico, Virno se adueña de las
formulaciones kantianas y las estira o las fuerza -por decirlo de alguna manera-,
para inscribirlas en y para que funcionen en su horizonte teórico.
En este caso, Virno filtra la lectura de la Crítica de la facultad de juzgar con
lentes leibnizianos, en el sentido de que, apelando a Leibniz, sostiene que los
seres humanos perciben más de lo que creen estar percibiendo y mucho más de
lo que pueden representarse.11 La naturaleza se presenta, de esta manera, como
un sinnúmero de pequeñas percepciones infinitesimales, es decir como un
contexto sensible que, por un lado, no puede faltar nunca y por otro lado,
permanece irrealizado, bruto, amorfo.
9
Kant, Immanuel. Crítica de la Facultad de Juzgar. Caracas: Monte de Ávila, 1991, pp. 158-159.
10
Ibíd., p. 159.
11
Cfr. Leibniz, Gottfried. Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano. Madrid: Alianza, 1992.
12
La idea de mundo, cit., p. 58.
13
Ibíd., p. 59.
14
Ibíd.
§2
Desde algunos textos de finales de los años 70 y comienzos de la década siguiente,
Virno empieza a trabajar conceptualmente sobre las transformaciones que se
estaban dando en el ámbito productivo, por lo menos en lo que concierne al
capitalismo de Europa Occidental y Estados Unidos. La inquietud teórica que
queremos tematizar en este apartado es el esfuerzo de nuestro autor para echar
mano a una filosofía que contenga más cosas de las que parece haber entre cielo y
tierra.16 Una filosofía tal es posibilitada, desde nuestro punto de vista, por la idea
de mundo a la que hemos dedicado el parágrafo anterior. De hecho, la idea de que
lo que Virno llama, con vocabulario marxiano, General Intellect pueda ser
ontológicamente productivo, es decir, que pueda producir mundo, implica
Ibíd., p. 60.
15
Cfr. Virno, Paolo. Convenzione e materialismo. L'unicità senz'aura. Roma: DeriveApprodi, 2011.
16
17
Virno, Paolo. “Lavoro e conoscenza”. Preprint, 3, 1979, p. 25.
18
Convenzione e materialismo, p. 33.
19
Ibíd., p. 36.
Ibíd., p. 47.
20
Ibíd., p. 49.
21
§3
Para concluir este breve texto, intentemos ver de qué manera estas reflexiones,
caracterizadas por un alto grado de abstracción, constituyen una base para
entender la perspectiva política de Virno. Lo haremos a partir de dos directrices:
en primera instancia, intentaremos ver de qué manera las cuestiones tratadas en
el apartado §2 aterrizan en el análisis del capitalismo contemporáneo. En
segunda instancia, haremos emerger la manera en que la idea de mundo de la que
hemos tratado de dar cuenta en el parágrafo §1 representa una elaboración
conceptualmente muy refinada que se sitúa en continuidad con la tradición de la
cual procede nuestro autor y que se aleja tanto del derrotismo como de la
nostalgia de los old good times que caracterizan a cierta izquierda, tomando los
cambios ontológicos como un hecho irreversible, pero no necesario (y por lo
tanto modificable y vinculado a los efectos de las luchas de clases).
Ahora bien, desde la perspectiva de Virno, si la peculiaridad del modo de
producción capitalista es, desde sus orígenes, la de “historizar la metahistoria”,
en su etapa posfordista el capital pone directamente a trabajar la facultad de
lenguaje, la facultad que caracteriza a ese ser que carece de instintos que es el
homo sapiens.23
Dicho en otras palabras: Virno sostiene –como muchos otros autores
marxistas– que la conditio sine qua non del capitalismo es la constitución del
mercado del trabajo, es decir la posibilidad de intercambiar dinero con fuerza de
22
Ibídem.
Cfr. Virno, Paolo. Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas.
23
Buenos Aires: Colihue, 2003; Virno, Paolo. Cuando el verbo se hace carne. Lenguaje y naturaleza
humana. Madrid: Traficantes de sueños, 2005.
24
No nos extendemos acá sobre la violencia que subyace a la constitución del mercado del trabajo y de
las dos figuras subjetivas que son presupuestas por la transacción, que Marx llama “acumulación
originaria” (cfr. Marx, Karl. El capital. Buenos Aires: Siglo XXI, 2010. Véase en particular el capítulo 24).
25
Virno, Paolo. El recuerdo del presente. Ensayo sobre el tiempo histórico. Buenos Aires: Paidós, 2003.
26
Gramática de la multitud, p. 95.
27
A partir del trabajo de Foucault, el debate sobre esta cuestión ha sido enorme en los últimos años.
Cfr. Foucault, Michel. Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979), Fondo
de Cultura Económica: Buenos Aires, 2007.
Lo que se conoce como data mining (minería de datos) es, otra vez, una
condición preliminar necesaria, para la valorización del capital en
espacios empresariales que todos usamos cotidianamente, tales como
Google o Facebook. La forma en que se instrumenta esa extracción es a
través de algoritmos cada vez más sofisticados, no tan distintos de
aquellos que arman la producción de perfiles (de consumo, de salud, de
conductas) y de aquellos que organizan las operaciones financieras en el
tiempo del high-frequency trading.29
En este sentido los programas elaborados por los desarrolladores, los lenguajes
arbitrarios, son condición de posibilidad de formas nuevas de explotación y de
extracción financiera.30
28
También podríamos pensar en un argumento muy en boga en los últimos tiempos, el bitcoin. En este
caso, el análisis de Virno aparece particularmente fecundo, ya que la criptomoneda es posibilitada por
ciertos lenguajes informáticos formalizados que crean un mundo que escapa completamente a la
voluntad de sus productores (es decir, los programadores de los software).
29
Gago, Verónica y Mezzadra, Sandro. “Para una crítica de las operaciones extractivas del capital.
Patrón de acumulación y luchas sociales en el tiempo de la financiarización”. Nueva Sociedad, 255,
2015, p. 42.
30
Distinguimos extracción de explotación, porque los algoritmos a través de los cuales Google,
Facebook y otros empresas gigantes extraen valor de un tráfico de datos es distinto de la manera en
que los algoritmos pueden ser usados para comandar el trabajo, como en el caso de la logística. Por
ejemplo, en el caso argentino, Rappi, Glovo, PedidosYa.
31
Cfr. Orléan André. El poder de las finanzas. Bogotá: CIPE, 2006.
32
Cfr. Marazzi, Christian. Capital y lenguaje. Hacia el gobierno de las finanzas. Buenos Aires: Tinta
Limón, 2010.
33
Ibíd., pp. 151.
34
Ibíd., pp. 151-152.
35
Marazzi agrega que «[p]or primera vez aquel duopolio entre modelo anglosajón, basado en las
finanzas, y el modelo renano, basado en el financiamiento bancario, típicamente alemán, pero
también francés e italiano, termina fuertemente desbalanceado a favor del modelo anglosajón» (Ibíd.,
p. 152).
36
Ibíd., p. 34.
37
Cfr. Tomba, Massimiliano y Bellofiore, Riccardo. “The ‘Fragment on Machines and the Grundrisse:
The Workerist Reading in Question”. En van Der Linden, M. y Roth, K., Beyond Marx. Theorising the
Global Labour. Relation on the Twenty-First Century, Leiden-Boston: Brill, 2014, 345-368; Rovatti, Pier
Aldo. “La critica del feticismo nel Frammento sulle macchine dei ‘Grundrisse’”. aut aut, 134, 1973.
38
En la tradición operaista, como afirma el propio Virno, el Fragmento “ha sido usado en los años 60
para poner en tela de juicio la supuesta neutralidad de la ciencia, en los años 70 para criticar el
socialismo de Estado y la ideología del trabajo y, en los años 80 y 90 para pensar la tendencia del
postfordismo y la sociedad del conocimiento” (Virno, Paolo. “Edizione semicritica di un classico
Frammento. Citazioni di fronte al pericolo”. Luogo Comune, 1, 1990). Por lo que concierne a la lectura
virniana del “Fragmento”, el el debate en español, cfr. Gómez Villar, Antonio. “Paolo Virno, lector de
Marx: General Intellect, biopolítica y éxodo”. Isegoría, 50, 2014, 305-318.
39
Marx, Karl. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política: borrador. México: Siglo
XXI, 1989, vol. II, p. 230.
Para un análisis de la concepción de historia que caracteriza la obra de Virno, cfr. Fagioli, Andrea.
40
Para Marx, el gran mérito de Wakefield no ha sido “el de haber descubierto algo
de las colonias, sino el de haber descubierto en las colonias la verdad acerca de
las relaciones capitalistas de la metrópoli” 42. El descubrimiento del inglés, es que
Las conclusiones que saca Marx son que “mientras el trabajador puede acumular
para sí mismo y lo puede hacer mientras sigue siendo propietario de sus medios
de producción, la acumulación capitalista y el modo capitalista de producción son
imposibles”44.
Para Virno, el impasse con que se encuentra Marx es que en Estados
Unidos, donde las condiciones para el desarrollo capitalista estaban dadas en
toda su pureza —es decir que no había que liberar a los productores de los medios
de producción—, algo no había funcionado. Dicho en otras palabras “[n]o ha sido
suficiente que desde el viejo continente fluyeran en abundancia capitales y
trabajo asalariado y nuevas tecnologías, no ha sido suficiente que las cosas se
41
El Capital, vol. 3, p. 957.
42
Ibíd., pp. 956-957.
43
Ibíd., p. 958.
44
Ibídem.
adunaran en una tierra sin memoria y sin nostalgia” 45. Y la causa de ese impasse
habría sido —Virno interpreta aquí a Marx— la frontera, es decir “la presencia de
un territorio sin confines para poblar y colonizar” 46.
Dicho en otras palaras, la abundancia, es decir la posibilidad de escapar de
la cadena perpetua del trabajo asalariado, vuelve inviable el modelo capitalista. Y
lo que un autor muy cercano a Virno, como Lucio Castellano, llama “igualdad de
la frontera” es algo muy distinto de la la igualdad socialista del trabajo obrero,
siendo una igualdad que “lleva la marca de la fuga de la fábrica” 47.
Desde este punto de vista, el éxodo al cual alude Virno se coloca “en las
antípodas del desesperado «lo único que podemos perder son las cadenas» [y] se
enclava en una riqueza latente, en una exuberancia de posibilidades, en el
principio del tertium datur”48. Lo que Virno llamaba, ya a final de los años 70,
“cultura de la frontera” representa, para él, “la única cultura alternativa a la
socialista. La sola congerie de imágenes igualmente vivaces que aquellas evocadas
por la toma del Palacio de Invierno: pero de signo radicalmente opuesto” 49.
Mostrando una vez más la distancia de la perspectiva operaista a la cultura
estatista del movimiento obrero oficial, Virno opone la imaginación
anticapitalista del espacio abierto, al sueño del Estado “realmente” socialista.
Sin embargo —y acá emerge toda la politicidad de la ontología de Virno—
si en la colonización de América esta riqueza se debía a una frontera espacial, la
abundancia que tienen a disposición quienes son explotados en el marco del
capitalismo posfordista tiene que ver con el hecho de que en la naturaleza bruta
se abren, más allá de los que hay entre cielo y tierra, territorios sin confines para
poblar y colonizar.
45
Virno, Paolo. “Marx e il sentimento dell’abbondanza”. Metropoli, 6 (3), 1981, p. 36.
46
Ibídem.
47
Castellano, Lucio. “Le istituzioni della frontiera”. Metropoli, 6 (3), 1981, p. 40.
48
Gramática de la multitud, cit., p. 73.
49
Virno, Paolo. “La cultura della frontiera”. Metropoli, 6 (3), 1981, p. 32.
Resumen: El artículo analiza la relación entre economía, ética y política en los pensamientos de
John Locke, Immanuel Kant y Georg Hegel. El objetivo consiste en observar las distintas
formas de concebir dicha relación y advertir sus implicancias para el mundo
contemporáneo. Para ello el pensamiento hegeliano permite estructurar ciertas críticas
al paradigma liberal y repensar con mayores precisiones teóricas el anudamiento de
tales esferas.
Palabras clave: Economía, ética, política, Hegel
Abstract: This article analyzes the relationship between Economics, Ethic and Politics in the
thoughts of John Locke, Immanuel Kant and Georg Hegel. The objective is to observe the
different ways of conceiving this relationship and to notice its implications the
contemporary world. On this subject, Hegelian thought will allow us to structure
certain criticisms of the liberal paradigm and rethink with a greater theoretical
precision the relationship between such spheres.
Keywords: Economy, Ethics, Politics, Hegel
Introducción
La propuesta del presente artículo consiste en poner de relieve algunos de los
distintos entrecruzamientos teóricos observables entre la economía, la ética y la
política en los pensamientos de John Locke, Immanuel Kant y Georg Hegel. Si
bien se perseguirá tal objetivo desde los aportes de estos tres grandes pensadores
modernos, es menester destacar que el análisis se detendrá especialmente en las
disquisiciones desplegadas por Hegel. En este sentido, se repondrán sus
divergencias con lo planteado por Locke y Kant a los fines de precisar los efectos
teórico-políticos de su recuperación de lo ético y cómo ese mismo gesto se enlaza
íntimamente con lo económico. De todas maneras cabe aclarar que no por
plantear tal énfasis en el decir de Hegel las precisiones que se desarrollarán en
los primeros apartados en torno a Locke y a Kant resultarán menos capitales para
la argumentación, por el contrario, no solo serán útiles para evidenciar con
mayores elementos lo que el autor de la Fenomenología del Espíritu alumbra con sus
reflexiones -al montarse estas en un espacio de crítica hacia perspectivas
tendientes a obturar ciertas aristas de la relación entre la economía y la política-,
sino también porque tales perspectivas resultan cruciales para entender ciertos
aspectos del entramado de sentidos contemporáneo que constituyen la presente
indagación.
En virtud de lo dicho, comenzaremos focalizándonos en el célebre capítulo
V del Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil, en donde Locke manifiesta una
legitimación de la propiedad privada a partir de las nociones de trabajo y de
autopropietario de sí mismo, conceptos ambos ligados al estado de naturaleza y
previos a la conformación del Estado que encierran, a su vez, severas
consecuencias políticas al fracturar el espacio de lo social en dos clases
caracterizadas también desde lo moral. Luego, ahondaremos en la obra Teoría y
Praxis con el objeto de exhibir los principios básicos confeccionados por Kant
para pensar al Estado como Estado de Derecho. Allí Kant afirma que es una
exigencia de la razón práctica la convivencia armónica de la igualdad ante la ley,
Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores sean comunes a todos los
hombres, sin embargo cada hombre tiene una “propiedad” en su
“persona” a quien nadie tiene derecho alguno sino él. La “labor” de su
“cuerpo” y el “trabajo” de sus manos, podríamos decir que son suyos por
propiedad. Cualquier cosa, entonces, que saque del estado en que la
naturaleza la ha producido y dejado, modificándola por su labor y
añadiéndole algo que le es propio, de tal forma se ha convertido en su
propiedad. (2002: 25)
La cita transcripta indica que allí cuando alguien saca algo del estado natural le
agrega un elemento que es suyo, es decir, mediante su acción personal lo
convierte en objeto de su propiedad. El trabajo, pues, garantiza ese accionar de
los hombres racionales para apropiarse de lo que se encuentra dado por la
naturaleza, lo que lleva a Locke a sostener su conexión con el derecho natural.
Como bien señaló María Josefina Regnasco al respecto, “Locke advierte aquí la
dimensión moderna del concepto de trabajo como objetivación del esfuerzo
humano en el producto” en tanto “es el trabajo el que le otorga valor a un objeto”
(2000: 96). De este modo, tal añadido permite un principio de exclusión que no
atenta contra el derecho común de los hombres a disponer de los elementos
necesarios para la vida. Así el trabajo como primera propiedad del sujeto,
posibilita una apropiación de la naturaleza por parte de los individuos,
forjándose el propio hombre como un sujeto racional. Esto da lugar a un derecho
sobre lo obtenido mediante la labor, sobre todo en un escenario en donde, según
misma agua para apagar su sed” (Locke, 2002: 29). De allí que dicho pensador
legitime la apropiación de las tierras americanas; tierras que poseen el atributo
de estar en un absoluto estado de naturaleza al no estar atravesadas por el
trabajo humano. Sin embargo cabe señalar que la tierra no puede ser considerada
como un objeto más que se encuentra ahí en el mundo para el ser como sucede
con las bellotas de sus ejemplos; Locke parece tener en claro “que bajo el sistema
económico moderno el objeto principal de la propiedad no lo constituyen ya los
frutos de la tierra sino la tierra misma” (Regnasco, 2000: 96). Sin embargo, el
punto de interés consiste en analizar qué es lo que verdaderamente permite el
pasaje de la apropiación a la acumulación, es decir, lo que lleva a romper
legítimamente con todo límite natural. Una vez cumplimentada tal tarea,
podremos cifrar en donde reside gran parte del rasgo eminentemente moderno
del pensamiento lockeano.
Si se recuerda la primera parte del capítulo que aquí nos ocupa, Locke
estableció límites al deseo de apropiación vinculados a una percepción del estado
de naturaleza como estado presocial y prefigurados en un tiempo histórico en el
cual las tierras eran extensas y los propietarios relativamente escasos. Pero
paulatinamente, con la dinámica de la civilización, el comercio, la industria y el
crecimiento poblacional, las limitaciones se quiebran. El operador principal de
ello no es otro más que el dinero, cuya invención posee claras implicancias
políticas:
Pero, dado que el oro y la plata, al tener escasa utilidad para la vida del
hombre, en comparación con la comida, el vestido y el transporte, solo
tiene valor a partir del consentimiento de los hombres –valor del que el
trabajo, sin embargo, constituye una gran parte- es claro que los hombres
han conseguido una desproporcionada y desigual de la tierra. Pues
mediante voluntario consentimiento, han establecido la forma en que un
hombre, rectamente y sin injuria, pueda poseer más tierra de la que
puede utilizar, recibiendo oro y plata a cambio de la sobrante. Pues el oro
y la plata pueden permanecer largo tiempo en posesión de su propietario,
sin echarse a perder. Esta distribución realizada al margen de las reglas
de la sociedad y del pacto, se ha logrado acordando que esos metales
deben tener valor. (Locke, 2002: 39)
1
Sobre este punto crucial no podemos adentrarnos en profundidad, por lo que solo los dejamos
señalado. Para un análisis en profundidad, véase el clásico trabajo de Macpherson (2005).
genera que aquellos que no puedan abastecerse de los productos necesarios para
la vida mediante su propia labor, deban vender su fuerza de trabajo a cambio de
un salario o de un jornal. Solo de esta manera pasa a ser posible, para los no
propietarios de los medios de producción, reproducir sus condiciones de
existencia.
Por otro lado, en lo que atañe a los aspectos cruciales de la autoridad
política, según Locke los hombres se unen a la sociedad civil y se colocan bajo un
gobierno para defender su propiedad, esto es, defender sus “vidas, libertades y
posesiones” (2002: 89), cuestión que invita a considerar que todos la constituyen
debido a que todos poseen al menos su vida y su capacidad de accionar. Lo
interesante de señalar aquí es que no todos poseen el mismo nivel de
racionalidad ni de propiedad —cuestiones ambas que se encuentran ligadas—.
Esta diferencia termina por producir una suerte de división del espectro socio-
político en dos grupos: en uno de ellos estarían los capacitados para interceder en
el gobierno y en otro quienes solo pueden ser gobernados mediante la coerción
debido a sus manifiestas incapacidades mentales o hábitos improductivos. No en
vano Locke, en el capítulo VI de su mencionado tratado, señala que el dominio
paternal solo puede extenderse hasta el momento en el cual los hijos desarrollen
sus aptitudes cognitivas, momento en el que podrán entender cabalmente el
derecho natural. Nótese que en esta disposición lockeana se encierra una crítica
evidente a quienes recuperaban la matriz paternal para pensar a la autoridad
política adecuada al mismo tiempo que se establece todo un intento por inscribir
esa misma matriz abjurada en el ejercicio de la autoridad legítima. Es que si la
sociedad la conforman todos en tanto seres vivientes, y si en la sociedad hay
industriosos (racionales) y perezosos (idiotas), aquellos que no puedan entender
las normas del derecho natural estarán bajo el dominio de una autoridad similar
a la paterna, mientras que los propietarios —hombres racionales— serán quienes
la conformen y procuren cuidarse de un dominio absoluto. Con esto podríamos
concluir que se trata de una misma autoridad que se estructura a partir de una
desigualdad notoria que limita derechos para algunos con el objeto de garantizar
la acumulación ilimitada para otros. De allí que en la obra de Locke se alerte
sobre el cuidado de las minorías, ya que existe una imposibilidad de estructurar
un gobierno de la mayoría con derechos de propiedad limitados (Macpherson,
2005).
Ahora bien, más allá de los rasgos modernos del decir de Locke, será Kant
quien despliegue una visión política en donde lo jurídico cumpla un rol central al
mostrar el carácter trascendental del derecho y al producir la equivalencia entre
Estado y Estado de Derecho y, por tanto, quien siente las bases del Estado liberal.
Con esto en mente, profundizaremos a continuación en el pensamiento político
kantiano a partir de Teoría y Praxis, haciendo especial hincapié en los conceptos
de Estado y sociedad civil.
3
Sin embargo, no es casual que desaparezca como fundamento del Estado de Derecho el principio
revolucionario de la fraternidad y que sea reemplazado por el concepto de autonomía. Pues la
categoría de fraternidad es un principio que posee un fuerte resabio religioso y que alude, también, al
vínculo material y no formal entre los hombres. De ahí su posible conflictividad.
4
Una máxima es para Kant un principio subjetivo del querer. Asimismo, el requisito para formar parte
tanto de la dimensión moral como jurídica, es que tal principio subjetivo pueda convertirse en ley
universal. Así se entiende por qué Kant elimina como máxima subjetiva con pretensión a
universalización tanto una revolución como un golpe de Estado. Pues en ambos casos se atentaría de
modo real o potencial contra el Estado como Estado de derecho.
abriendo de este modo el camino para una completa ilegalidad, ya sea real como
potencial5.
El aspecto más significativo de este segundo principio en lo que respecta a
su inscripción en la tradición política con la que Kant se enfrenta, se sustenta en
las nociones de igualdad y desigualdad que, como par conceptual, articulan y
diferencian al Estado de la sociedad civil o burguesa. Nada mejor que el siguiente
pasaje para justificar lo dicho:
Podemos percibir a través de esta cita los matices más liberales del pensamiento
kantiano que, parafraseando a Marx (2004), nos llevarían a hablar de una
igualdad formal ante la ley y una desigualdad real al interior de la sociedad civil.
Pero para comprender cabalmente lo anunciado por Kant hace falta
contextualizar ciertos elementos de su decir. En este sentido, recordemos que
Kant era partidario del despotismo ilustrado, tal como lo expresa acabadamente
en su ensayo ¿Qué es la ilustración?, en donde identifica la figura del monarca
Federico II con el mismísimo proceso de las luces. El objetivo de Kant, por tanto,
era concluir con todo tipo de prerrogativa estamentaria para que la movilidad
social se garantice:
5
No obstante, en el caso de que aconteciera una revolución y sus actores tuvieran éxito en tal tarea,
Kant justifica que aquellos puedan generar una nueva legalidad a la que habría que conformarse. De
hecho, a veces justifica que una democracia pueda advenir por este camino. No debemos olvidar que
si bien Kant no se siente cómodo con la democracia, ya que su preferencia es una monarquía
constitucional, de todas formas acepta a la democracia como una posible forma vinculada a la
estructura republicana.
6
Al respecto, es relevante tener en cuenta que Kant, como todo gran pensador clásico, da pie a
innumerables hermenéuticas que, incluso, muchas resultan contrarias o opuestas entre sí, como es
por caso, la polémica entre Rawls (1997) y Nozik (1988), en donde ambos se reconocen como
herederos de la tradición kantiana. Sobre tal debate, se recomienda: Lizarraga (2016).
7
En este sentido, nos parece sugerente la apreciación de Roberto Gargarella cuando señala que Nozik
legitima un determinado tipo de Estado acorde con el tipo de capitalismo actual. Aprovechando este
juicio del académico argentino, deseamos agregar también que en discursos neoliberales como el de
Nozik se manifiesta la íntima conexión entre reforma del Estado y flexibilización laboral: “Continuando
con lo dicho, pero ahora en torno a casos propios de la vida real, la moraleja sería la siguiente: puede
considerarse moralmente reprochable una situación en la que un cierto trabajador resulte obligado a
trabajar a favor de algún otro, por ejemplo, a punta de pistola; sin embargo, no hay nada moralmente
incorrecto en el hecho de que un desocupado celebre un contrato desventajoso para él (desventajoso
en términos de una justicia ideal). Podría resultar deseable que todos los individuos vivan en
condiciones de plena satisfacción de sus necesidades. Pero lo cierto es que, en tanto y en cuanto los
demás trabajadores y empleadores no violen los derechos del individuo en cuestión, no puede
hablarse de que último resulta forzado a nada (…) Él, en última instancia, es el auténtico responsable
de los acuerdos que celebre o deje de celebrar” (Gargarella, 1999: 56).
época en que Hegel escribe la Filosofía del Derecho, irrumpen acontecimientos que
prefigurarán el advenimiento del mundo contemporáneo. De ahí que el propio
autor se ocupe del problema del atomismo social producto de los intereses
individuales y de allí también que tome en cuenta la paulatina hegemonía del
mercado en detrimento de la esfera pública de la política.
Con esto en mente cabe señalar que es evidente que el pensamiento
político hegeliano se enmarca al interior de su cosmovisión metafísica, pues,
¿cómo entender la dimensión de la eticidad estatal como universal concreto sin
tener en cuenta los momentos anteriores que rubrican a su sistema? Nos
referimos, por ejemplo, al universal abstracto —anclado en la polis griega— y al
particular expresado por la sociedad burguesa desde la variante contractualista.
Es que para Hegel la realidad misma es dialéctica, razón por la cual resulta
susceptible de captación solamente a través del método dialéctico, en lo que
forma parte de una suerte de identidad entre el sujeto y el objeto. Si bien es
cierto que profundizar en dicho entramado excedería los márgenes de este
trabajo, no podemos dejar de esbozar ciertos lineamientos generales que nos
permitirán significar cabalmente a las nociones de sociedad civil y Estado. Por
ello, haremos especial hincapié en los aspectos políticos, sociológicos y
económicos de Hegel sin ahondar de lleno en sus deducciones metafísicas.
9
El surgimiento de la sociedad civil guarda profunda relación con el surgimiento de la religión
cristiana, en tanto en la mirada del pensador, es a partir de la irrupción del cristianismo que entra en
escena la emergencia de la subjetividad, la cual, en su versión moderna, encuentra su consagración en
la formulación luterana. Recordemos que a partir de Lutero, la relación con lo divino se da en la esfera
individual —figura de la consciencia absoluta—, por lo que ya no se necesita una mediación clerical,
conllevando así la ruptura con el típico organismo jerárquico medieval. En otros términos, el plano de
lo absoluto es captado por la conciencia.
pues si bien carece del plano de la intersubjetividad propia de la dimensión ética, sólo resulta
pensable en el Estado.
Aún en esta dependencia el hombre muestra a la vez que va más allá del
animal y revela su universalidad, en primer término por la multiplicación
de las necesidades y los medios para su satisfacción y luego a través de la
descomposición y diferenciación de las necesidades concretas en partes y
aspectos singulares, que se transforman así en distintas necesidades
particularizadas y por tanto más abstractas. (§190)
De este modo, Hegel vislumbra una subjetividad humana deseante que, al igual
que Hobbes (1999), también cree que solo cesa con la muerte. Asimismo, tal
reciclaje de deseos y necesidades irá creando toda una sociedad del lujo y el
refinamiento conjuntamente con el surgimiento de la miseria y la plebe. Por tal
razón, Hegel acentúa: “se manifiesta aquí que en medio del exceso de riqueza la
sociedad civil no es suficientemente rica, es decir, no posee bienes propios
suficientes para impedir el exceso de pobreza y la generación de la plebe” (§245).
En consecuencia, con la descomposición y diferenciación de las
necesidades concretas, y a su vez abstractas, encontramos prefiguradas la
división social y técnica del trabajo cuantitativo y del abstracto. No obstante,
para Hegel, el trabajo cobra una dimensión simbólica muy relevante, por lo que
se encuentra en las antípodas de percibirlo desde una mera dimensión
instrumental. Por el contrario, no se cansa de repetir en su obra que solo a través
de aquel el hombre alcanza dignidad, descalificando, por ejemplo, todos los
sistemas de caridad. De ahí que el trabajo contribuya a una auténtica formación
cultural. No por casualidad, en el parágrafo 197, Hegel hace referencia a la noción
Hay algunos puntos de la cita de dicho comentarista que merecen ser destacados.
Primero, el carácter normativo por el cual cada individuo debe participar del
patrimonio general mediante el trabajo, siendo el trabajo un derecho del cual
nadie puede o, mejor dicho, debe estar desprovisto. En segundo lugar, el derecho
a tener una propiedad. Si bien anticipamos que no ahondaremos en las
cuestiones metafísicas acerca de la propiedad, es menester explicitar que para
Hegel la propiedad es la primera instancia en donde la libertad se hace objetiva,
dejando de ser una mera representación subjetiva para lograr existencia. De ahí
la importancia que tiene la propiedad en la dialéctica de la libertad. Sin embargo,
al mismo tiempo que el concepto hegeliano de propiedad es fundamental incluso
en sentido existencial y antropológico, el filósofo es claro en su crítica al
contractualismo, ya que el Estado no puede concebirse como un mero medio para
legitimar la propiedad privada, sino que es el Estado el verdadero reino de la
universalidad y la eticidad.
Restaría, ahora, explicitar qué función cumpliría la policía y las
corporaciones en la forma de articular o mediar la relación entre el Estado y la
sociedad civil especialmente en el aspecto ético, aunque de manera más que
sucintamente, dado la extensión de nuestro artículo.
13
Los estamentos tienen su extrapolación en el plano político, de hecho el estamento sustancial se
vinculará con el senado y el estamento reflexivo o industrial con la cámara de diputados. De todas
maneras, sería ingenuo pretender desarrollar aquí la problemática estamental en la obra de Hegel.
Para el objetivo de nuestro artículo basta decir que dicho autor hace mención a tres tipos de
estamentos: a) el estamento sustancial que se encuentra vinculado a la tierra; b) el estamento
industrial, ligado al desarrollo de la industria y el comercio —llamado también estamento reflexivo al
estar más ligado a la contingencia y al conflicto—;y c) estamento universal, integrado por la
burocracia en general con sus distintas ramas y funcionarios del gobierno, que recibe tal nombre al
ocuparse de consolidar los intereses generales.
Consideraciones finales
A modo de conclusión, cuatros son los puntos que nos parecen pertinentes
señalar, los cuales se derivan del ejercicio desplegado desde el inicio del artículo;
ejercicio cuyo fin consistía en pensar ciertos anudamientos teóricos en torno a la
relación entre economía, ética y política. Lo haremos, sobre todo, cotejando la
visión hegeliana y sus demarcaciones críticas con los presupuestos liberales
exhibidos por Locke y Kant. Ponderar estos autores nos ha permitido extraer
ciertos lineamientos para pensar modulaciones teórico-políticas de suma
actualidad y pertinencia para problematizar sobre el mundo contemporáneo.
En virtud de lo dicho, en primer lugar es fundamental señalar la
importancia decisiva del decir de Locke para entender tempranamente cómo el
trabajo se vincula a la subjetividad y cómo es el creador de valor material,
inscripta en una totalidad mayor que la abarca. Por lo que, de este modo, aparece
una clara perspectiva que pone en discusión la contraposición tan mentada por el
liberalismo entre las mayorías y las minorías, entre el Estado y el individuo.
En cuarto y último lugar, en Hegel se observa un claro intento por articular la
ética, la política y la economía, pues más allá de que se puedan establecer profundas
críticas a la propuesta hegeliana, ella no invalida la pregunta sobre una política que
ponga límites al mercado y recupere nociones de derechos atravesadas por matrices
que contemplen la importancia de la equidad real más allá del formalismo de la ley.
Bibliografía
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Estudio sobre la lógica económica de la lectura de Hegel. Madrid: Trotta,
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de Estudios Políticos, 1951. fraternidad en la teoría política
Fernández Peychaux, Diego. La contemporánea. Buenos Aires: Biblos,
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Locke. Buenos Aires: Prometeo, 2015. Locke, John. Segundo ensayo sobre el
Gargarella, Roberto. Las teorías de la gobierno civil. Buenos Aires: Buenos
justicia después de Rawls. Barcelona: Aires, 2002.
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Hegel, G. H. F. Fundamentos de la política del individualismo posesivo. De
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Siglo XX, 1987. Marx, Karl. Sobre la cuestión judía.
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de la Historia universal. Madrid: Nozick, Robert. Anarquía, Estado y
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y civil. Madrid, Alianza, 1999. México: Fondo de Cultura
Kant, Immanuel. Teoría y Praxis. Buenos Económica, 1997.
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Kant, Immanuel. Hacia la paz perpetua. Centro. Buenos Aires: Biblos, 2000.
Madrid: Biblioteca Nueva, 1999. Rousseau, Jean-Jacques. Del Contrato
social. Madrid: Alianza, 2012.
Resumen: Este artículo se propone analizar los debates contemporáneos en cuanto a la educación,
el conocimiento y el poder. Se observan que las diversas formas de abordar la
importancia, el rol y el tipo de educación y conocimiento que son relevantes, se
fundamentan en visiones alternativas respecto de la naturaleza humana basadas en
distintos abordajes lógicos-epistémicos. Mientras algunas posturas asocian a la
educación como mecanismo de emancipación individual, otras consideran que es parte
de un ejercicio de dominación. A partir de la identificación de cuatro corrientes
principales (neoliberal, marxista-pedagógica, biopolítica y psicopolítica) se realizará un
estudio descriptivo y comparado con el fin de comprender el andamiaje lógico-
epistémico de cada una de ellas.
Palabras clave: Educación, conocimiento, poder, biopolítica, psicopolítica.
Abstract: This article aims to analyze contemporary debates regarding education, knowledge and
power. It is observed that the different ways of approaching the importance, the role
and the type of education and knowledge that are relevant, are based on alternative
visions with respect to human nature structured on different logical-epistemic
approaches. While some positions associate education as a mechanism of individual
emancipation, others consider that it is part of an exercise of domination. From the
identification of four main currents (neoliberal, marxist-pedagogical, biopolitics and
psychopolitics) a descriptive and compared study will be carried out in order to
understand the logical-epistemic scaffolding of each of them.
Keywords: Education, Knowledge, Power, Biopolitics, Psychopolitics.
Introducción1
1
Quisiera agradecer los comentarios, observaciones y críticas realizadas por Leonardo Rodríguez Zoya
quien contribuyó notablemente al mejoramiento del presente trabajo.
2
En realidad, la frase original fue ipsa scientia potestas est, y puede ser hallada en los escritos de
Francis Bacon Meditationes Sacrae (1597). Posteriormente la frase "el conocimiento es poder" fue
utilizada por Thomas Hobbes en el Leviatán (1668). Sin embargo, algunos escritos sugieren que la
ocurrencia "el conocimiento es poder" se remontan al año 600 d.C adjudicada al Imán Alí, primo del
profeta islámico Mahoma.
4
Es importante señalar que Adam Smith, en La riqueza de las naciones (1776) señala que la
importancia de las habilidades y destrezas adquiridas por parte de los individuos de una sociedad son
también parte del capital fijo. Dichos talentos, son parte de la riqueza personal, pero también de la
riqueza social agregada.
tales como la ONU, existen elementos y derechos que todo ser humano debe
tener. De esta forma, la educación, la igualdad, derechos de participación política
en su comunidad, su seguridad, y otros tantos estándares de vida deben ser
asegurados por todos los países a sus ciudadanos.
Sin embargo, el principal problema que yace en las interpretaciones de
Mehrotra (2005) consiste en separar dos conceptos que genéticamente
pertenecen al mismo paradigma. Los aportes de Melisa Campana (2012),
demuestran las continuidades conceptuales entre las nociones de desarrollo
humano y capital humano, a partir del marco interpretativo ofrecido por
Foucault (2004) en lo que él denominó biopolítica.
Por ejemplo, Mehrotra (2005) observa cómo muchas instituciones
financieras internacionales, tal es el caso del Banco Mundial, han utilizado
discursivamente el concepto de desarrollo humano para definir una visión que,
en realidad, es la del capital humano. El autor interpreta que ha habido un
discurso asociado al desarrollo humano que difiere del accionar por parte de las
entidades que implementan políticas de corte neoliberal. Es decir, muchas de las
políticas impulsadas durante el consenso de Washington, que fueron
implementadas en países en vías de desarrollo, utilizaron el argumento del
desarrollo humano para justificar la privatización de la educación como
mecanismo que lograría un mejoramiento en la accesibilidad educativa, situación
que ha sido ampliamente demostrada como desigualitaria. Por ende, el autor
interpreta que existe una confusión o una intencionalidad política en utilizar el
paradigma del desarrollo humano como justificativo de un accionar basado en
políticas neoliberales, cuando en realidad son visiones alternativas de un mismo
paradigma.
La conexión entre desarrollo humano y capital humano es
particularmente visible en el rol de la educación en los estudios económicos
contemporáneos. Gracias al surgimiento y el fortalecimiento de exámenes
internacionales tales como los PISA —impulsados por la Organización para la
5
También a veces llamadas "economías basadas en el conocimiento" o "economías guiadas por el
conocimiento".
De estas palabras se deduce que tanto la ciencia como la educación son elementos
al servicio del capital. Por lo tanto, el conocimiento producido como el adquirido
son, en el sistema capitalista, elementos superestructurales de dominación.
Los aportes de Ferreira Jr. y Bittar (2008) colaboran con la comprensión de
la relación educación-trabajo para la teoría marxista y la construcción de un
homo unilateralis, diferente del homo omnilateralis6.
El trabajador del sistema capitalista es unilateral, en el sentido de que su
construcción individual se hace en función de las fuerzas de producción. El
6
La traducción al latín no es parte de los autores mencionados. La traducción es propia para mantener
el estilo y la propuesta conceptual de diferentes construcciones del hombre que propone el presente
trabajo.
hombre pierde sus características omnilaterales, tal y cual son planteadas por
Aristóteles: solo el hombre cultivado en múltiples artes y conocimientos puede
ser libre para poder tomar decisiones en una polis democrática.
El trabajador de la fábrica, alienado en su tarea y a partir de sus
condiciones materiales de existencia, es un hombre unilateral destinado a
reproducir el sistema en el cual se encuentra. Es decir, la alienación de la división
de trabajo genera que todos los individuos expuestos a dicho mecanismos sean
unilaterales y, por ende, incompletos (Ferreira J y Bittar, 2008:11).
Uno de los aportes trascendentales en cuanto a la reflexión del sistema de
educación de la teoría marxista fue la realizado por Antonio Gramsci. Tal como
señala Peter Mayo (2014), Gramsci hace a la educación el elemento central de la
hegemonía. A diferencia de la teoría marxista clásica, para Gramsci la educación
es percibida como un elemento cultural-académico capaz de irrumpir en las
estructuras de dominación, pudiendo favorecer la transformación social. En este
sentido, la educación es dual: es un elemento cultural de reproducción del
sistema capitalista pero también puede ser contracultural y revolucionario. Es
decir, la educación como mecanismo de intercambio entre educadores y
educandos (en sentido amplio) es capaz de otorgar poder al conocimiento. La
hegemonía cultural, tal y cual la define Gramsci, es la forma en la que las clases
dominantes trasmiten y reproducen su cosmovisión a los oprimidos. Los
mecanismos de dominación hegemónica son posibles gracias a la estructuración
de una ideología orgánica impulsada por intelectuales orgánicos, que genera una
relación de dominio y consenso.
Para Gramsci, el conocimiento es poder (Daldal, 2014:155). La
interpretación yace en la visión ideológica y el rol que ocupa, tanto para la
construcción del dominio como para el proceso de concientización. Dentro de
esta lógica, la lucha contrahegemónica solo es posible a partir de la ruptura del
consenso; en dicho proceso los intelectuales ocupan un rol trascendental.
modo que el ser humano tiene características intrínsecas que las pedagogías
tradicionales oprimen y reprimen.
La pedagogía crítica se centra en las características cualitativas del
proceso educativo, encontrando en las mecánicas de enseñanza, los procesos de
opresión al individuo en lo que llama, en palabras de Henry Giroux, una
pedagogía “alienante”. Es decir, la enseñanza tradicional, caracterizada por una
relación asimétrica entre el educador y el educando, es uno de los principales
mecanismos por el cual los individuos son dominados. Para ello es fundamental
una pedagogía liberadora.
La pedagogía del oprimido es aquella que convierte al educando en un
recipiente del saber por medio del traspaso de información que debe aceptar
como dada. Para Freire ninguna sociedad conocida se organiza sobre la base de su
sistema educativo, sino que es el sistema educativo el que es creado a partir de
las prácticas y formas de pensamiento que constituyen y definen a la sociedad
vigente.
El humano podrá ser y ejercer sus facultades innatas de discernimiento y
trascendencia, en la medida en que haya una pedagogía que habilite y fomente
dichas características. En este sentido, no es meramente el conocimiento, sino
cómo es el método de enseñanza-aprendizaje lo que dará lugar a la emancipación
de los individuos de los mecanismos de opresión.
torno al rol del conocimiento, la educación y el poder. La visión de Foucault en cuanto a la teoría
marxista frente a la educación y las instituciones marxistas son observables en dicho diálogo. Foucault
considera que los modelos marxistas han mantenido esquemas e instituciones tradicionales que
esconden sus investiduras de poder.
mientras autores tales como Agamben (2003), los extienden al poder soberano, en
un estudio biohistórico que remonta hasta el Imperio Romano.
En este sentido, cabe destacar los aportes de Cristina López (2013) quien
recupera no solamente lo escrito por Foucault en Histoire de la sexualité, sino lo
que el autor describe en El nacimiento de la biopolítica. En particular, “la biopolítica
se inscribe en el marco de racionalidad política instituido por la
gubernamentalidad primero liberal y luego neoliberal” (López, 2013: 134).
En El nacimiento de la biopolítica, el punto de partida conceptual del autor es
la crítica a economistas como Gary Becker o Jospeh Mincer que elaboran el
concepto de capital humano. Resulta fundamental comprender por qué su punto
de partida fue la reflexión sobre la evolución del neoliberalismo. Es decir, la
inteligibilidad de la biopolítica surge del estudio del liberalismo, como marco
general en lo que respecta a la práctica gubernamental sobre los individuos
abordados como poblaciones.
Foucault rescata de la teoría marxista clásica, no solamente la crítica al
sistema capitalista sino a su aparato teórico. La interpretación foucaultiana de la
teoría marxista sirve para demostrar que el trabajador no vende su trabajo sino
su fuerza de trabajo. Es decir, el trabajo como tal, se constituye en un “abstracto”
medido por el tiempo, colocado en el mercado y retribuido como salario. En
definitiva, la mecánica económica del capitalismo separa al trabajo del humano,
transformándolo en un producto de mercado que solo rescata el valor de lo
producido.
Desde este marco interpretativo, el trabajador vende no su trabajo, sino su
fuerza de trabajo a cambio de una remuneración establecida por mecanismos de
mercado, y la biopolítica se encuentra para administrar y ordenar la vida
humana, asegurando la perpetración de dichos mecanismos de producción
económica.
Los aportes de la economía neoclásica contribuyeron a una nueva
transformación: la interpretación del salario como un ingreso. Esta lógica admite
sistema económico es aquello que interesa y de allí surgen una amplia gama de
políticas, en particular las educativas, preocupadas —entre muchas otras
cuestiones— por mejorar las posibilidades de los individuos en el mercado
laboral.
Los paralelismos con la pedagogía crítica son innumerables ya que se
insertan en una discusión histórica contemporánea. La complementariedad del
pensamiento de Foucault y de Freire, no liberados de puntos de disidencia,
pueden ser interpretados como dos alternativas críticas al pensamiento
económico unilateralista. De allí la propuesta analítica de Oscar Dávila del Valle
(2013) en Ética, poder y educación: Paulo Freire y Michel Foucault donde el punto de
partida es la construcción de una ética basada en el pensamiento crítico.
La construcción de un homo economicus, a partir de una interpretación
economicista de la realidad y su enraizamiento en las dimensiones de la
administración pública y política de la vida humana, ha ido avanzando de forma
paulatina y sostenida.
La construcción discursiva y conceptual de nuevos enfoques respecto del
crecimiento económico y el desarrollo de las naciones, continúa muy arraigada
en las economías de mercado y en cómo construir, en definitiva, políticas
científicas, industriales, macro y microeconómicas, enmarcadas en una
perspectiva biopolítica: cómo administrar, gestionar y ordenar al ser humano
para generar mayor eficiencia y eficacia en el mercado. Es decir, el tipo de
ordenamiento e incluso de construcción profesional de humanos explica en
muchos aspectos el desenvolvimiento de los Estados en los que ellos viven.
Ejemplo de ello ha sido el desarrollo de las teorías de capital humano
llevadas a su máxima expresión en lo que se ha denominado como economías del
conocimiento. Los trabajos económicos de la actualidad buscan demostrar la
relación causal entre la inversión en un determinado tipo de capital humano, el
científico-técnico, y el crecimiento del PBI. En particular, el mejoramiento no
solamente de la calidad educativa, sino también la orientación ex ante de dicha
8
Byung Chul Han es uno de los principales referentes actuales de la interpretación psicopolítica del
poder y el conocimiento. Si bien los orígenes de su pensamiento son principalmente franceses, Han
nació en Corea de Sur y realizó sus estudios en Alemania.
a nuevos fenómenos. Para Han, hoy no se puede hablar de biopolítica, sino más
bien de psicopolítica.
Han (2014) busca profundizar sobre aquellos mecanismos contemporáneos
que se encuentran vinculados al desarrollo y a la incorporación del conocimiento
como factor de producción capitalista. La crítica a Foucault surge de la aparición
de nuevas tecnologías, que proponen formas de dominación distintas a las que
observaba el autor durante la década del setenta y del ochenta. En particular, las
nuevas tecnologías de la información y las redes sociales.
Uno de los principales referentes que toma Han para la elaboración de la
crítica a Michel Foucault, es el pensamiento de Bernard Steigler, quien se ha
constituido en uno de los grandes teóricos de la tecnología y su relación con el
ser humano contemporáneo.
Siguiendo la corriente de pensamiento propuesta por él (Steigler, 2009),
Han (2014) afirma que la biopolítica es un concepto insuficiente y obsoleto para
describir al tipo de dominación moderna (Van Camp, 2012). Se pierde el lugar del
“bio” dando espacio al psicopoder: el mundo actual se guía más por el control
inteligente de la psiquis de los seres humanos, dejando de lado los aspectos
biológicos.
Lo que Foucault identifica como la transición del poder disciplinario al
sistema capitalista neoliberal, sigue manteniendo las lógicas del liberalismo
clásico. Para Han, la verdadera transformación del sistema liberal al neoliberal es
el cambio de las tecnologías que dan lugar a los nuevos esquemas de dominación
y disciplinamiento: el proceso de cambio de la biopolítica a la psicopolítica.
Byung-Chul Han construye una crítica sobre las técnicas del poder en el
capitalismo neoliberal, planteando el surgimiento de una psicopolítica,
que trabaja sobre la psique convirtiéndola en su mayor fuerza de
producción. Han propone que, el poder en el siglo XXI debe ser analizado
desde el paso de la biopolítica a la psicopolítica y sus lógicas de
dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder
seductor e inteligente, consiguiendo que los humanos se sometan por sí
mismos en un sistema de esclavitud voluntaria. (Mallamaci, 2017: 75)
Homo Sapiens
Los diversos enfoques hasta aquí presentados revelan no solo la importancia que
existe en la educación y el conocimiento en relación con las posibilidades y
capacidades de los seres humanos, sino también que existe una intrínseca
relación entre la naturaleza del ser humano y el conocimiento.
En este sentido, si bien se encuentran diversos modos de entender la
naturaleza del ser humano y, por ende, cuál es la función del sistema educativo,
el conocimiento juega un rol de pivote: tanto como elemento de poder de
dominación como elemento de liberación y emancipación individual.
Los debates contemporáneos revelan principios y supuestos diferentes
arraigados en visiones filosóficas contrapuestas, no solo debido a la naturaleza
humana sino también a la problemática estructura-agente. Mientras que los
aportes de la economía clásica abordan la cuestión de la educación y el
conocimiento en función de las posibilidades que se le presentan al individuo
para mejorar su existencia, las versiones críticas, tanto en sus variantes
marxistas como posestructurales y contemporáneas, demuestran preocupación,
no solo ante la deshumanización de los postulados económicos, sino también
ante las implicancias por la dominación del sistema capitalista a los individuos y
el rol que juegan los sistemas educativos.
econometría como en el big data; en este sentido, las similitudes son ineludibles y
yacen en la construcción de mediciones para generalizar lo individual recayendo
en mecánicas operacionales semejantes. El big data se constituye como un
concepto extremo de reducción individual a un conjunto de datos
correlacionados con pretensión de capacidades prognóticas comportamentales.
La extrema crítica a la tecnología y las formas en las que se generan
sistemas de dominación asumen un principio de agencia equívoco. La libre
circulación de información habilita la falsedad, pero también la posibilidad de
acceder a información antes velada. La tecnología no es algo que les pasa a los
seres humanos: el humano es creador de la tecnología y la tecnología influye en
las dinámicas humanas, tanto para el ejercicio de poder como para el de
resistencia.
Las capacidades técnicas no son intrínsecamente inhumanas, es la
reducción del ser humano a sus capacidades técnicas el mecanismo
deshumanizante. Es la técnica, el conocimiento y el capital humano lo que
pueden dar lugar a las transformaciones necesarias que habiliten una mayor
amplitud de las capacidades y las libertades humanas.
En definitiva, lo que es definido como psicopoder es una parte de un
ejercicio de mayor alcance de dominación biopolítica. La separación de la mente
y el cuerpo, del conocimiento del individuo, de la psique del soma, ha sido parte
de un modo de abordaje contemporáneo a una construcción conceptual
reduccionista de la realidad que aspira a separar aspectos constitutivos del ser
humano cuando es, en definitiva, biológicamente homo sapiens remarcando su
rasgo distintivo más sobresaliente: la capacidad de adquirir y producir
conocimiento.
El análisis de Esposito (2011:121) en cuanto a la propuesta de Foucault,
revela el eje central de la problemática en cuanto al ser humano y la cuestión
estructura-agente. El fracaso de las teorías políticas modernas no se debe ni a las
teorías ni a las políticas, sino a una racionalidad que se esfuerza por integrar a los
Bibliografía
Pedro Sosa
Universidad Nacional de Córdoba.
CONICET, Centro de Estudios e Investigaciones en Cultura y Sociedad.
Correo electrónico: pedro.sosa90@gmail.com
Abstract: The present work aims to address the problem of the relationship between
ideology and subject in Louis Althusser and Alain Badiou, or more precisely,
the difference between one and the other with regard to their respective
conceptions of the subject. On the one hand, we try to extract and develop
Badiou's approach based on the way in which he reads the relation between
subject and ideology in Althusser, and on the other hand, to delimit the
althusserian position with respect to the Badiou’s reading operation. Faced
with the reading of Badiou that makes ideology a monolithic and univocal
dimension whose effects are exhausted in social reproduction, the reading that
we propose here claims the presence of the class struggle within the ideological
instance of society and gives place, thus, the production of a subject effect that
can escape from the mandates of reproduction.
Keywords: Subject, Ideology, Politics, Althusser, Badiou.
I. El marxismo en cuestión
En “Althusser: lo subjetivo sin sujeto”, texto incluido en Compendio de metapolítica,
Badiou comienza planteando un recaudo metodológico para la lectura de Althusser: “es
imposible introducirse en la obra de Althusser si se la considera como un «caso» del
marxismo o como el testimonio (inacabado) de una filosofía marxista. Para introducirse
en Althusser, hay que considerar la singularidad de su empresa y sus objetivos
completamente particulares” (Badiou, 2009: 37). Esta indicación propedéutica se
sostiene sobre el hecho de que Althusser no habría dado lugar a una nueva filosofía
marxista, si no, tal como lo establece con claridad en Lenin y la filosofía tras caracterizar
esta última como lucha de clases en la teoría, a una “nueva práctica de la filosofía”. De
modo que, entonces, la pregunta que se plantea Badiou en ese texto es: cómo leer en
Althusser la relación entre sujeto y política con prescindencia del marxismo, “sin el a
priori del marxismo”. Se trata de un claro gesto de demarcación, de una operación en
ninguna medida inocente, que si tiene algún sentido es porque, efectivamente, el
pensamiento de Althusser aparece íntimamente ligado al nombre del marxismo, no
como su a priori, quizá, pero tampoco como un accidente ideológico que podríamos
desestimar sin pérdidas. Y aun cuando es cierto que, en Althusser, a partir de 1967, ya no
procede la idea de una filosofía marxista concebida como “teoría de la práctica teórica”
(Althusser, 1967: 132), no es menos cierto que esa “nueva práctica de la filosofía” que
Althusser propone no deja de ser un modo de “ser marxista en filosofía” (Althusser,
2017). Es legítimo, entonces, leer en esa reivindicación de la singularidad de Althusser, al
mismo tiempo, su reverso: la condena histórica del marxismo a la que aquí, incluso
alguien como Badiou, no parece poder escapar. Toda la lectura que Badiou desarrolla en
el texto con relación al sujeto, la ideología y la política, se explica en gran medida a
partir de este desplazamiento inicial, y quizá la diferencia que planteemos a propósito
de aquella sea al mismo tiempo el intento de restituirle a Althusser toda la dimensión de
su vínculo con el marxismo, sin ceder, por otra parte, a su singularidad.1
1
Es posible observar en Althusser un recurso a autores de la historia de la filosofía que no podríamos
decir que son marxistas: Epicuro, Maquiavelo, Spinoza, Lacan. En ese sentido hay un exceso que, no
debe ser necesariamente entendido como un abandono, sino que puede ser comprendido como una
transformación del marxismo. Antes que exceder el marxismo, lo que hay en el pensamiento de
Althusser es una expansión y una transformación de este a la luz, fundamentalmente, del concepto de
sobredeterminación y de la teoría de la ideología. En definitiva, quizá, se trata de una decisión política
de lectura: se puede decir “el marxismo es esto con estos límites definidos” y Althusser va más allá, o
bien se puede decir: “Althusser llevó más allá los límites del marxismo”. Lo que se juega es el nombre
“marxismo” en un punto, y qué es el marxismo. No es una discusión meramente nominal, sino
política, y también teórica.
¿En qué consiste para Badiou aquello que Althusser denomina “lucha de clases?
En principio, en una serie de prácticas que, podemos anticipar, son de orden
“subjetivo”: “intervención”, “toma de posición”, “trazado de línea de
demarcación”, “rodeo”, etcétera: una serie de figuras a través de las cuales, según
Badiou, Althusser da cuenta de la politicidad inherente a la práctica filosófica y
de la posibilidad de intervenir con un sentido transformador un campo
estructurado dado. Debemos decir, entonces, lo siguiente: para Badiou, la
política, en Althusser, es siempre una política revolucionaria, es siempre una
política de emancipación. La política es aquello que rompe, con un sentido
emancipador e igualitario, la estructura de dominación establecida. La política,
entonces, por un lado escapa al terreno de la ciencia ya que allí, por haber lucha,
no hay objetividad posible; y por otro lado, se sustrae al ámbito de la ideología y
por lo tanto al del sujeto: “No hay, pues, sujeto político, porque la política
revolucionaria no puede ser una función del Estado” (Badiou, 2009: 39). La
política aparece, así, como el lugar de algo subjetivo sin sujeto, de una dimensión
militante que representa un límite de toda objetividad, quizá incluso su
impugnación, ya que la objetividad queda del lado de la estructura de las
relaciones sociales, en la misma medida en que se sustrae al orden estatal-
ideológico del sujeto.
Esta distinción se expresa también en la topología althusseriana del “todo
social complejo” tal como la lee Badiou, y así se termina de ver cuál es la
operación de Badiou sobre el texto althusseriano, el ordenamiento que produce.
Por un lado, el terreno de la objetividad y la ciencia corresponde al lugar de la
economía: “Una determinación materialista por la economía, que es un principio
Toda esta lectura de Badiou que hasta aquí se ha intentado reponer, constituye la
respuesta —generosa por cierto—, a cierta lectura hegemónica de la obra de
Althusser que encontró en ella una “filosofía del orden”, de la reproducción
necesaria, de la dominación capitalista; que sentenció la imposibilidad de
encontrar en su entramado teórico, fuertemente marcado por la determinación
estructural y la interpelación ideológica, el margen para la política entendida en
términos de una transformación con sentido emancipador del orden social
(Rancière, 1975; Thompson, 1981). Esta crítica obedeció al siguiente
razonamiento: si el sujeto se constituye como efecto de la ideología, si está
determinado por la estructura social en la que se inscribe, entonces se obtura la
posibilidad de una política en términos de práctica de trasformación social y de
una subjetividad comprometida con tal práctica. Tal como lo señala Butler, quien
se hace eco de estas lecturas, en un texto dedicado a examinar la cuestión de la
“interpelación” parecería que si, en Althusser, “hay tan pocas alusiones a «malos
sujetos», ello se debe a que el término roza el oxímoron” (1997: 132): ser sujeto,
se lee, es ser un buen sujeto, un sujeto adaptado y funcional a la reproducción
social. Frente a esto, el pensamiento posalthusseriano, en este sentido, consideró
necesario, inscribiéndose en una herencia lacaniana para pensar el sujeto,
desplazarse hacia otra concepción de la categoría en cuestión: no ya como efecto,
sino ahora como ruptura, como el lugar en el que la estructura hace vacío, como
el impasse del orden social establecido en el que se constituye.
A riesgo de ser brutalmente reduccionistas, y pasando por alto diferencias
que no son en absoluto menores y que dan cuenta de la singularidad de la
propuesta badiouana en el campo de la filosofía contemporánea, podemos decir,
en este punto, que Badiou no resulta ajeno a este movimiento. Más adelante
mostraremos en qué sentido. Sin embargo, en “Lo subjetivo sin sujeto”, realiza
una operación de lectura sobre Althusser que busca mostrar que aquello que los
autores posalthusserianos buscaron afuera de Althusser ya se encontraba
inscripto en él bajo la categoría de sobredeterminación como lugar de la política:
ese exceso de sujeto que, en los términos de Althusser, no puede ser pensado bajo
tal nombre.
Intentaremos aquí, sin embargo, realizar con modestia, otra lectura de
Althusser, que no precise de la redefinición del concepto de sujeto, o en
definitiva, que no precise de un afuera de la ideología para dar lugar a la
posibilidad de la transformación social, de la política. Con ello, entendemos, se
gana en una comprensión más cabal de la dimensión ideológica. 3
3
Como puede verse, el aporte que pretendemos realizar apunta más a circunscribir la singularidad de
Althusser con respecto a la cuestión del sujeto y la transforamación, que a la de Badiou. Sin embargo,
en menor medida, también se trata, a la vez, de una lectura de Badiou a la luz de Althusser.
se componen todos los demás: toda situación se funda sobre el vacío. La nada es,
así, ese múltiple puro sobre el que opera la cuenta, y de este modo, aquello que es
impresentado en la presentación: no un resto que no haya sido contado, pues
todo ha sido contado, es decir “nada” no ha sido contado, sino justamente, esa
nada que no ha sido contada. Nada cuyo nombre más preciso es el de vacío:
“Denomino vacío de una situación a esta sutura a su ser. Y enuncio que toda
presentación estructurada impresenta su vacío bajo el modo de ese no-uno que
no es más que la cara sustractiva de la cuenta” (Badiou, 2003: 71). El vacío,
nombre propio del ser, designa así ese pasado ontológico de la situación, en tanto
multiplicidad presentada según el régimen de la cuenta-por-uno que, si no se ha
sustraído como un resto de tal operación, tampoco ha sido presentado como tal y
que, impresentado, acecha sobre la situación como un fantasma que deberá ser
conjurado.
Ahora bien, conjurar ese fantasma inconsistente del vacío es la función
propia, no ya de la situación, ya que allí no hay cuenta de la cuenta, sino del
estado de la situación.
de que el vacío, que no puede residir en ningún elemento contado por uno en la
situación, aguarda en las partes, el estado de la situación se define así por la
operación que cuenta por uno cada submúltiple de la situación, de manera que
cada parte incluida en la situación a su vez pertenece al estado de la situación, el
cual, en esa presentación, representa los múltiples pertenecientes a la situación.
“Lo que está incluido en una situación, pertenece a su estado. Se cubre así la brecha
por la que el errar del vacío podía fijarse sobre lo múltiple, en el modo
inconsistente de una parte no contada. Toda parte recibe del estado el sello de lo
uno” (Badiou, 2003: 116).
Sin embargo, la tentativa de evitar la irrupción del vacío se revela como
un fracaso en la medida en que existen submúltiples que pasan desapercibidos
como tales a la cuenta de la cuenta que realiza el estado de la situación ya que los
múltiples que los componen no pertenecen a la situación misma. Tales múltiples,
denominados singulares, son los que nos interesan en este caso porque son los
que constituirán, bajo ciertas condiciones, un sitio de acontecimiento:
Por un lado, entonces, el sintagma “lucha de clases” debe ser entendido a la luz
de una afirmación de la prioridad ontológica de la relación por sobre los
términos. Esto es: las clases no preexisten como tales antes de su enfrentamiento.
Es su enfrentamiento, su diferencia conflictiva, lo que las constituye como tales.
Con lo cual, la existencia de una clase supone no solo la existencia de otra, sino
también la irreductibilidad del conflicto, de la lucha.
Por otro lado, debemos advertir al lector que cuando aquí decimos “lucha
de clases” no nos referimos a las clases como determinadas exclusivamente por la
propiedad de los medios de producción. Entendido a la luz del concepto de
sobredeterminación, se debe complejizar el concepto de clase y en todo caso
pensarlo como el efecto de la acción conjunta de las diferentes instancias
(económica, pero también política e ideológica) que componen el todo social
sobre el ámbito de los sujetos que soportan la estructura de las relaciones
sociales. En este sentido las clases se dirimen ya no solo en el ámbito de la
economía, esto es, en el ámbito de las relaciones sociales de producción, sino en
la imbricación de estas relaciones junto con las relaciones sociales que tienen
lugar en el ámbito de la política y de la ideología. No habría una prioridad de la
instancia exclusivamente económica a la hora de determinar las clases sociales,
en la medida en que esta instancia nunca se da a sí misma de un modo puro. Así,
burguesía y proletariado, poniendo por caso el modo de producción capitalista,
no pueden ser definidos exclusivamente por la propiedad de los medios de
producción, sino que también deben tenerse en cuenta, en todo caso, los modos
en que esta contradicción se expresa y resuena a nivel político o ideológico el
modo en que impacta en las relaciones sociales que allí tienen lugar. A su vez,
teniendo en cuenta la afirmación althusseriana de la primacía de la relación
sobre los términos, no podemos decir que las clases existan con anterioridad a la
lucha que se libra en el ámbito de la ideología, sino que esa lucha, esa relación en
el seno mismo de la ideología, es constitutiva de las clases.
De este modo, la lucha de clases constituye la contradicción, el conflicto
que atraviesa, constituye y anima al todo social. En otros términos: es la relación
que parte el todo social por la mitad y que constituye a los términos implicados
en ella. La concepción althusseriana de la lucha de clases se sostiene sobre la base
del enunciado ontológico que afirma que la relación es anterior a los términos. La
lucha de clases es el principio en virtud del cual el todo social althusseriano
constituye un todo sobredeterminado y no una totalidad reducible a un principio
simple, el elemento maldito que contradice al todo social consigo mismo, que lo
desfasa respecto de sí, que lo asienta sobre una contingencia constitutiva. Se
trata de un principio de dislocación interna y no de un principio autoevidente de
transparencia social.5
5
En los últimos años ha habido muchas publicaciones que contribuyeron a producir esta comprensión
del todo social althusseriano. Dos de las referencias más relevantes en este sentido son los nombres
de Warren Montag y de Vittorio Morfino. En Althusser and his contemporaries, Montag rastrea en
Althusser un concepto de estructura que no remite a la interioridad oculta de lo social, principio
hegeliano cuyo desenvolvimiento explicaría todas las determinaciones de una formación social en una
coyuntura determinada, sino que se piensa como la regularidad o la necesidad que resulta de un
encuentro contingente y que existe en la inmanencia de una coyuntura determinada (Montag, 2013).
Por su parte, Vittorio Morfino se ha encargado de poner en evidencia el carácter plural de la
Ahora bien, para comenzar a tirar del hilo que desanude la cuestión
mostrando cómo la lucha de clases abre a la posibilidad de la transformación, es
importante reponer la distinción que Althusser establece en Ideología y aparatos...
entre la Ideología en general, en tanto realidad transhistórica constitutiva de
toda formación social, y la ideología, o mejor, las ideologías particulares,
concretas, que tienen lugar en el marco de una coyuntura histórica determinada
y que se materializan en los aparatos ideológicos de Estado: Ideología y aparatos...
establece los lineamiento principales del “proyecto de una teoría de la ideología
en general y no de una teoría de las ideologías particulares, que siempre
expresan, cualquiera que sea su forma (religiosa, moral, jurídica, política),
posiciones de clase” (Althusser, 1974b: 48).
Trazar esta distinción nos permite situar la cuestión de la constitución
ideológica del sujeto del lado de la Ideología en general y plantear el problema de
la reproducción/transformación6 social en el lugar de las ideologías particulares.
La interpelación ideológica de los individuos como sujetos es una nota esencial
del funcionamiento de la Ideología en general; sujeto es la categoría constitutiva
del concepto de Ideología en tanto tal. Esto es, no hay sujeto sino por acción de la
ideología. La relación entre Ideología y sujeto, entonces, es tal que no admite una
brecha: no es allí, en un espacio abierto entre una y el otro, donde debemos
buscar la posibilidad de una alternativa a la reproducción. “Asumir alguna fisura
temporalidad estructural tal como la piensa Althusser, y en este sentido, también ha contribuido a
entender la estructura como una conjunción de temporalidades múltiples, desfasadas entre sí, que no
resiste la reducción al Uno de un tiempo fundamental que a la que esa multiplicidad pueda ser
reconducida: “la articulación de la temporalidad plural de la estructura se revela como coyuntura, las
relaciones no son paralizadas por un instante temporal que las petrifica haciendo impensable el
devenir […] sino que se manifiestan como constituidas por encuentros y prácticas que ofrecen a la
virtú la ocasión de la acción política” (Morfino, 2004: 9).
6
La noción de “reproducción/transformación” fue acuñada por Michel Pêcheux para marcar “el
carácter nodalmente contradictorio de todo modo de producción que reposa en una división de clases,
cuyo principio es la ‘lucha de clases’ (…) la lucha de clases atraviesa el modo de producción en su
conjunto, [y] en lo que concierne a la esfera de la ideología, la lucha de clases pasa por los AIE
[Aparatos ideológicos de Estado], sin que sea posible localizar a priori de un lado lo que contribuye a
la reproducción de las relaciones de producción, y del otro lo que hace a su transformación”
(Pêcheux, 2015).
En “¡Osar pensar y osar rebelarse!”, por su parte, también utiliza esta expresión y
la define exactamente en los mismos términos. Pero además desarrolla una idea
central que constituye un aporte fundamental para lo que aquí estamos
sosteniendo. De acuerdo con Pêcheux, la ideología, en el sentido althusseriano,
no admite ser entendida al modo de un Zeitgeist, esto es, como la mentalidad de
una época que se difundiría masiva y homogéneamente por la sociedad toda. En
este sentido se debe entender la frase de Althusser según la cual “los Aparatos
Ideológicos de Estado no son la realización de la Ideología en general”, pues la
Ideología general no existe como tal en la historia. La “Ideología en general”
designa la estructura y el funcionamiento transhistórico de la ideología,
necesariamente implicados en la producción ideológica del sujeto, pero lo que
encontramos en la historia son aparatos ideológicos que están atravesados y
constituidos por la lucha de clases. Ahora bien, la idea de una lucha de clases que
atraviesa y constituye la dimensión ideológica de lo social no debe entenderse
como si fuera posible
7
La cursiva es nuestra.
Estos [los AIE], a su vez, son definidos como “el lugar y la apuesta” de la
lucha de clases, en la que se gana o se pierde el dominio material de una
clase, fuera de la cual la permanencia de la relación de producción-
explotación fundamental (especialmente, el asalariado) sería
simplemente imposible. A partir de entonces, la primacía del “punto de
vista de la reproducción” adquiere un significado exactamente inverso
del que se había partido: en vez de fundar las variaciones históricas en
una invariancia, significa que toda invariancia (relativa) presupone una
relación de fuerzas. O, si se quiere, que toda continuidad estructural es el
efecto necesario de una contingencia irreductible en la que, en cada
momento, reside la posibilidad latente de una crisis (2004: 61)
la ideología al afectar esa función que define a la ideología, esa eficacia en la que
la ideología existe: la interpelación de los individuos en sujetos. En este sentido,
ya no podemos concebir la producción ideológica del sujeto en términos lineales,
como si esta no fuera otra cosa más que el medio a través del cual la estructura de
las relaciones sociales se reproduce a sí misma incesantemente. Concebir a la
ideología como el lugar atravesado y constituido por una determinada relación
de fuerzas nos habilita para pensar en un concepto de sujeto que, en tanto efecto
de la ideología, también estará afectado por esta relación de fuerzas. En este
sentido, debemos entender que la producción ideológica de sujetos es, en todo
caso, multívoca, que la interpelación procede en diferentes direcciones, que lo
hace a través de diferentes “nombres” y que ello obedece al estado de la
correlación de fuerzas en un momento dado de la lucha ideológica de clases. De
esta manera, el sujeto no está unívocamente determinado sino que constituye el
objeto de múltiples interpelaciones, un “campo de batalla” donde intervienen
diversas fuerzas en disputa, podríamos decir.8
Es a la luz de esta idea que debemos interpretar el fragmento de esta
entrevista que Fernanda Navarro le hizo a Althusser en el año 1988:
8
Para dar cuenta de esta idea, encontramos el antecedente inmediato de Stefano Pippa quien, en su
reciente tesis doctoral, “Althusser and Contingency”, acuña el término “sobreinterpelación”.
Consideramos que constituye un concepto clave para dar cuenta de la existencia de sujetos vueltos
contra el orden establecido, es decir, sujetos revolucionarios, en los que puede ser fructífero seguir
indagando en próximas investigaciones. Dice Pippa: “A través de este término intento destacar que,
en el mismo análisis desplegado por Althusser, el principio subyacente es que los individuos no son
nunca interpelados como sujeto, sino siempre como sujetos —esto es, que los individuos son siempre
constituidos como sujetos no por una interpelación, sino por interpelaciones múltiples y a veces
contradictorias—. El esquema de la interpelación se mantiene, por supuesto, igual; pero una de las
consecuencias de la idea de una pluralidad abierta de los Aparatos Ideológicos de Estado, o de la
producción de diferentes ideologías en el interior de los mismos, es que el individuo está capturado
en una red de «significantes centrales», en una red de diferentes discursos ideológicos en la cual tiene
lugar el reconocimiento imaginario” (Pippa, 2015: 143 [La traducción es nuestra]).
9
Hay que decir que ciertamente es posible producir una lectura de Badiou que haga justicia a la idea
de que no hay en él una exterioridad acontecimental opuesta a la situación, sino que el
acontecimiento y la decisión subjetiva que lo acompaña están ligados a la captación de una
dislocación estructural interna, inmanente a la situación, que en el fondo la atormenta. Sin embargo,
el hecho de que Badiou piense al sujeto e inextricablemente ligado a la dimensión de la ideología y del
Estado y, en este sentido, completamente adaptado a la situación, da cuenta de que no cabe en su
planteo lugar para una concepción de la ideología y del Estado que, a partir de su complejidad interna,
habilite la posibilidad de una interpelación transformadora y de un sujeto implicado en una práctica
de transformación.
10
A propósito del señalamiento que hacemos en este apartado es pertinente remitir a la lectura del
artículo “Aportes de la teoría crítica a una consideración materialista del derecho y la democracia en
las sociedades contemporáneas” de Gisela Catanzaro. Allí la autora reivindica la propuesta
althusseriana de producir un concepto de sociedad que dé cuenta de ella en toda su complejidad: no
es necesario oponer a la objetividad social una dimensión subjetiva que la tensione (operación que ha
caracterizado aquello que se ha denominado “giro político”), sino complejizar nuestro concepto de
sociedad en función de dar cuenta de tensiones internas a la misma objetividad social. “Es el
replanteo requerido por el diagnóstico de las insuficiencias del concepto de sociedad disponible el
que conduce a Althusser a intentar realizar un aporte a la conceptualización de la sociedad como un
todo complejo cuyas instancias, diversamente eficaces, resultan irreductibles las unas a las otras, y su
existencia impugna la idea de un «buen» principio que se daría en la pura transparencia de sí mismo”
(Catanzaro, 2016).
Bibliografía
Natalia Magrin
Universidad Nacional de Villa María,
Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales.
Territorio Clínicos de la Memoria.
Correo electrónico: nataliamagrin@hotmail.com
orden, todo discurso que se entronca en el capitalismo, deja de lado lo que llama-
remos las cosas del amor, amigos míos” (2012: 61), por lo tanto, a diferencia de
los otros cuatro discursos que generan un modo posible de lazo como modo de
tratamiento de lo imposible2, el pseudodiscurso capitalista se orienta a rechazar
lo imposible y deshacer el lazo social. Al lugar del lazo social vendrán los disposi-
tivos de producción de subjetividades, la “fábrica del sujeto neoliberal”, dicen La-
val y Dardot (2013). Las técnicas que se han puesto en juego en la producción de
este neosujeto, explican los autores, ya no obedecen a las disciplinas orientadas a
la coacción o al control o amaestramiento de los cuerpos sino a la “gestión de los
espíritus”, alcanzando “el colmo de la alienación al pretender suprimir todo sen-
timiento de alienación: obedecer al propio deseo y al Otro que habla en voz baja
dentro de uno mismo, todo es lo mismo” (Laval y Dardot, 2013: 332). Sujeto que,
con los nuevos dispositivos neoliberales, se homogeneiza y se presenta bajo los
imperativos de la instrucción, la eficacia, el rendimiento, la autorrealización, de
3
En febrero de 1966, en el Colegio de Medicina en París, Lacan refiere “pues lo que yo llamo goce, en
el sentido que en el cuerpo se experimenta, es siempre del orden de la tensión, del forzamiento, del
gasto, incluso de la hazaña. Incontestablemente hay goce en el nivel donde comienza a aparecer el
dolor, y sabemos que es sólo a ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una dimensión del
organismo que de otro modo aparece velada (...) Este cuerpo no se caracteriza simplemente por la
dimensión de la extensión: un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo” (Lacan,
2010: 95). Si es la pérdida del objeto, en la división subjetiva, la causa de deseo, es en el significante
donde está la causa del goce. Si el goce es un efecto del significante operando sobre el cuerpo, su
economía política remite a la distribución de esa operación en el cuerpo de cada sujeto. Alemán toma
el concepto de goce, en tanto “más allá del principio del placer”, para ubicar de qué modo en la
producción neoliberal de subjetividad éste “se ajusta adecuadamente al dispositivo del rendimiento
empresarial vinculado a su carácter compulsivo, adictivo y finalmente su reverso depresivo. Y por
supuesto, dado el carácter existencial de estos dispositivos, los mismos afectan a los sectores incluso
más desposeídos” (Alemán, 2017).
permite dar cuenta de cómo el poder soberano crea las condiciones jurídicas en
las que se dispone de los sujetos como vida desnuda. El estado de excepción que
“se presenta como la forma legal de aquello que no puede tener forma legal”,
cancela, borra “todo estatuto jurídico de un individuo, produciendo así un ser ju-
rídicamente innominable e inclasificable” (Agamben, 2004: 24-27). Este momento
de suspensión del orden jurídico, que se supone excepcional, provisorio, se ha
convertido durante el siglo veinte en forma permanente de gobierno, ha deveni-
do la regla, siendo el campo de concentración el paradigma biopolítico de lo mo-
derno. En orden a la tecnología del campo, Agamben se pregunta sobre los dispo-
sitivos que “hicieron posible llegar a privar tan completamente de sus derechos y
de sus prerrogativas a unos seres humanos, hasta el extremo de que llevar a cabo
cualquier acción contra ellos no se considerara ya como un delito” (2001: 40). El
análisis agambeano de tales dispositivos nos permite pensar la época actual y la
muerte que se produce fuera de las leyes de la ciudad, la no muerte, el in-crimen,
tecnología actual de inserción/des-inserción que produce nuevas formas de se-
gregación. El poder del soberano actual, refiere Jorge Alemán, reside “en el hecho
de que haya cada vez más personas que no sepan a qué atenerse, ni sepan dónde
están” (2010: 40). Aquí, otra vez, la muerte sin muerte. La muerte que el soberano
puede dar sin que constituya un delito, tampoco un sacrificio, es decir, una muer-
te fuera del Otro.Bajo estas coordenadas de lectura, en las que el pasado “relam-
paguea en el presente”4 (Benjamin, 2009), es que nos preguntamos por aquello
que puede operar como corte en el horizonte (neoliberal) de la subjetividad de la
4
Durante los primeros esbozos de este texto, Santiago Maldonado se encontraba desaparecido luego
de un operativo represivo en Chubut, Argentina, durante una manifestación en apoyo a la comunidad
mapuche Lof en Resistencia de Cushamen. Había sido visto por último vez siendo detenido por la
Gendarmería Nacional el 1 de agosto de 2017. Luego de 78 días de búsqueda por parte de sus
familiares, organismos de derechos humanos y gran parte de la sociedad que salió a la calle exigiendo
su aparición con vida, apareció su cadáver a 300 metros río arriba de donde fue la represión. El 25 de
noviembre de 2017, Rafael Nahuel, de 27 años, integrante de la comunidad mapuche Lafken Winkul
Mapu, murió cerca de Bariloche baleado por fuerzas de seguridad federales durante otro operativo
represivo.
5
Agamben señala que los griegos tenían dos términos para designar el concepto de vida: zoé y bíos. La
primera refería al hecho mismo de vivir y, por lo tanto, común a todos los seres vivos; en tanto bíos,
indicaba la manera particular de vivir de un individuo o grupo (Agamben, 1998). Agamben retorna a la
Voluntad de Saber para señalar cómo Foucault define aquel proceso por medio del cual, en los inicios
de la modernidad, la vida es incluida en los cálculos y dispositivos de poder estatal, transformando la
política en biopolítica. El cuerpo viviente asume condición de objeto de las estrategias políticas
(Agamben, 1998).
6
Homo sacer es una figura que G. Agamben retoma del Derecho Romano arcaico, que designa la vida
humana que se incluye en el orden jurídico bajo la forma de su exclusión. La nuda vida del homo sacer
es aquella vida que puede ser matada sin que ello constituya un delito, esto es, sin responsabilidad
jurídica punible y tampoco un sacrificio −en tanto vida insacrificable−. “Lo que define la condición del
homo sacer no es, pues, tanto la pretendida ambivalencia originaria de la sacralidad que le es
inherente, como, más bien, el carácter particular de la doble exclusión en que se encuentra apresado
y de la violencia a la que se halla expuesto. Esta violencia −el que cualquiera puede quitarle la vida
impunemente− no es clasificable ni como sacrificio ni como homicidio, ni como ejecución de una
condena ni como sacrilegio. Sustrayéndose a las formas sancionadas por el derecho humano y por el
divino, tal violencia abre una esfera del actuar humano que no es la de sacrum facere ni la de la acción
profana (…). La sacralidad de la vida, que hoy se pretende hacer valer frente al poder soberano como
un derecho humano fundamental en todos los sentidos expresa, por el contrario, en su propio origen
la sujeción de la vida a un poder de muerte” (Agamben, 1998: 108-109), que se halla en el centro de
la política.
con el experto, o con el sacerdote” (Agamben, 1998: 155-156). Ahora bien, esta re-
lación entre los conceptos agambeanos de estado de excepción y vida desnuda, y
los desarrollos del psicoanálisis de la orientación lacaniana, no desconocen las di-
ferencias que subyacen al interior del debate en torno a poder, vida y política,
particularmente, en torno a cuáles son las vías para aquello que se sustrae al po-
der neoliberal. La propuesta de pensadores como Michel Foucault (1978, 1979) y
Giorgio Agamben (1998, 2003), en orden a la biopolítica, encuentran ciertas ten-
siones con la propuesta de Jorge Alemán quien, desde lo liminar entre el psicoa -
nálisis y la política, piensa la lógica neoliberal y, específicamente, “cómo podría
inaugurarse una contra experiencia con respecto (…) a ese biopoder” (Raymondi,
2017: 153). Una de estas tensiones radica en la diferencia que desde el psicoanáli-
sis lacaniano existe entre sujeto y subjetividad. Dice Alemán:
tivos del poder y lo irreductible del sujeto, que surge “en el advenimiento con la
lalengua7 a su existencia hablante, sexuada y mortal” (Alemán, 2016: 46), hace po-
sible introducir la pregunta por lo inapropiable y la potencia de una praxis
contrahegemónica a partir de lo imposible psicoanalítico, y no desde la impoten-
cia a la que el Capitalismo parece reducir la experiencia. Veamos entonces, algo
del suelo natal del sujeto para el psicoanálisis.
tutiva —e ineliminable— del sujeto es la que opera a modo de límite para cual-
quier pretensión de representación exhaustiva, absoluta. El proceso de constitu-
ción del sujeto, dice Lacan en su Seminario 11, comienza en el campo del Otro,
siendo la operación significante la responsable de que allí donde había un indivi-
duo viviente advenga un sujeto. El saldo de esa operación significante es el surgi-
miento del sujeto y el de un objeto automutilado y perdido: un resto, lo irreducti-
ble/indialectizable del sujeto. A este resto Lacan lo llamará objeto a minúscula,
objeto causa del deseo, imposible de capturar como tal salvo por sus efectos, y
dirá en el Seminario 10 “el a es lo que permanece irreductible en la operación total
de advenimiento del sujeto al lugar del Otro, y ahí es donde adquirirá su función”
(Lacan, 1988: 175). La operación de la división tiene como resto final el sujeto ba-
rrado, sujeto marcado por la falta $. Ese es el sujeto del inconsciente, sujeto del
deseo, sujeto de la enunciación, el parlêtre9. Para el discurso capitalista ese resto,
en tanto imposible de atrapar, aparece sin importancia: la escoria, lo inservible
para el funcionamiento del circuito capitalista. Para el discurso analítico es el
resto el material a restaurar, como condición de posibilidad para hacer de la es-
coria de cada sujeto −de la que no quiere saber− un resto a considerar. En el Semi-
nario 11, ante una pregunta sobre la diferencia entre escoria y resto Lacan —no
sin ironía—responde:
9
En la última parte de su enseñanza, Lacan produce un cambio fundamental en el estatuto del sujeto
del inconsciente (planteado en la primera enseñanza como sujeto de la enunciación: el sujeto “es lo
que representa un significante para otro significante”). Con el predominio del estatuto de lo real,
Lacan subordina el estatuto del inconsciente al parlêtre, neologismo que crea con el juego de palabras
en francés parler (hablar) – être (ser, ente): el hablanteser. En tanto el sujeto de la enunciación no
sólo es un sujeto deseante sino también un sujeto gozante, hay en el sujeto un goce sentido−jouis-
sens− producido por el encuentro entre el significante y la imagen especular. “Pues bien, el
inconsciente, cuando es conceptualizado a partir de la palabra y no ya a partir de la conciencia, lleva
un nombre nuevo: el parlêtre. El ser en cuestión no precede a la palabra. Por el contrario, es la
palabra la que le otorga el ser a este animal por un efecto retroactivo (après coup) y desde entonces
su cuerpo se separa de este ser para pasar al registro del tener. El cuerpo, el parlêtre no lo es, lo tiene
(…) El cuerpo hablante, con sus dos goces, goce de la palabra y goce del cuerpo (…) habla en términos
de pulsiones” (Miller, 2016: s/p).
El tiempo de esa época a la que hace referencia Lacan es abril de 1964. Desde allí,
nos advierte sobre lo que ya, en la década del cincuenta, supo reconocer con la
aparición de los “management del alma” —o lo que Foucault nombrara en la pro-
ducción subjetiva como “empresario de sí”—. Como señaláramos anteriormente,
el discurso de la ciencia y la técnica, puestos en juego en la producción de subjeti-
vidad, ya no se orientaría solo al control de los cuerpos sino a la homogeneiza -
ción en su versión programática que, en su rechazo a la división subjetiva, empu-
ja a colmar la falta, a gozar con “la miseria del exceso”. Entroncado en el supues-
to de un saber y una verdad toda, con sus sentencias sobre “nada es imposible” el
pseudodiscurso capitalista ha generado las condiciones en las que la prohibición
ha cedido en su función de deseo10. El modo de relacionarse con el deseo y los ob-
jetos ha pasado de la prohibición a “la forma del imperativo Enjoy! Menos prohi-
bición, más mandato (…) Menos simbólico, más real. Como un cortocircuito, ¿de
qué?, del lenguaje” (Brousse, 2012:18). Para Alemán, lo particular de la época ac-
tual reside en que el neoliberalismo ya no solo se dirigiría a la acumulación de ca -
pital11 —como proceso de desarrollo del capitalismo— sino a “alcanzar la primera
10
La función prohibitiva del padre es justamente lo que hace posible el desarrollo del deseo sexual.
Una exclusión necesaria para que otra cosa pueda advenir.
11
Con acumulación de capital se entiende “el proceso de desarrollo del capitalismo (…) la extensión y
profundización de las relaciones sociales de producción capitalistas. Las relaciones capitalistas pueden
dependencia simbólica, afectar tanto los cuerpos como la captura por la palabra
del ser vivo en su dependencia estructural” (2016: 14). Con esta primera depen-
dencia simbólica del sujeto el autor hace referencia a la dimensión ontológica del
lenguaje que es constitutiva del sujeto —en tanto efecto del lenguaje que lo pre-
cede y lo captura—. Otra dependencia es la relativa a la dominación producida de
forma socio-histórica. Si bien, ambas dependencias son dimensiones de lo simbó-
lico y se presentan ligadas, remiten a dos lógicas radicalmente distintas; la pri-
mera es ineliminable y la segunda puede contingentemente ser transformada en
cada época (Alemán, 2016). En este sentido, orienta el análisis hacia la voluntad
específica de este
primer régimen histórico que intenta por todos los medios alcan-
zar la primera dependencia simbólica (…) Dicha dependencia cons-
titutiva es la que opera como condición de posibilidad de los lega-
dos históricos y las herencias comunes, donde la memoria puede
aún recoger el dolor de los excluidos en el pasado, y si bien de nin-
gún modo es una garantía de ello, sí su condición de posibilidad. En
este aspecto el neoliberalismo necesita producir un “hombre nue-
vo” engendrado en su propio presente, no reclamado por ninguna
causa o legado simbólico y precario, líquido, fluido y volátil como la
propia mercancía. (Alemán, 2016: 14)
¿Cómo opera entonces la promesa neoliberal en el sujeto que hace de las subjeti-
vidades un objeto de consumo/consumible? Intentar alcanzar esa primera depen-
dencia simbólica supone un operar allí donde el sujeto barrado ($) —como efecto
de la castración— busca diversos modos fantasmáticos 12 de soportar esta falla
cuyo fracaso es lo que motoriza al sujeto a continuar buscando. El fantasma “sostiene nuestro deseo
escenificando un estado de completud en tanto que marcado por la falta, negado por el Otro
castrador (…) y emerge como un soporte justamente en el lugar donde la falta en el Otro se hace
evidente (…) se vuelve un simulacro de aquello que, en el orden del significante, resiste a la
significación, es decir, de lo real, de lo que se presenta a sí mismo como perdido” (Stavrakakis, 2007:
78). En el fantasma se pone en juego la dialéctica entre el deseo y el goce, en tanto es la misma falta
—de la que resta el objeto a— objeto de deseo, “la que introduce la idea de completud posible. (…) Es
el significante como tal, instituido en la castración simbólica, el que introduce la idea de recapturar la
completud, una completud que es deseada justamente porque está postulada como
perdida/sacrificada” (Stavrakakis, 2007: 74), aun cuando esa completud nunca ha sido parte del
sujeto, ni siquiera en la etapa anterior al ingreso a lo simbólico, en tanto si bien no hay falta en lo real,
puede ser concebido como lleno de agujeros (Lacan, 2006). La falta entonces es introducida en la
intersección de lo real con lo simbólico. Ahora bien, reconocer que eso que el sujeto pretende es
responder a una pregunta imposible, es lo que en la experiencia analítica implica develar el fantasma,
haciendo consistir la falta en el Otro, el Otro barrado. Como enseña Lacan, atravesar el fantasma
implica para el sujeto “no ceder en su deseo”, allí la apuesta ética del psicoanálisis.
Arderá el amor;
arderá su memoria
hasta que todo sea como lo soñamos
(…) Vivir, sin
que nadie admita; abrir el fuego
hasta que el amor, rezongando, arda
como si entrara en el porvenir.
Francisco “Paco” Urondo (1965 – 1969)
nición que llamaron “socializar la maternidad”. Esta decisión, como posición po-
lítica, encuentra su punto de emergencia en condiciones de rechazo de un Otro
que las acusaba de “madres terroristas y de madres de terroristas”:
Y ante esa acusación tan fuerte, todas las madres tenían mucho
miedo. Entonces, venía un periodista y le preguntaba, y decía: “mi
hijo no hizo nada”, “se lo llevaron por el amigo” (…) nos reunimos
y charlamos mucho con otras compañeras, y dijimos que lo que te-
níamos que hacer era socializar la maternidad y hacernos madres
de todos. Entonces, ninguna madre iba a poder decir: “Mi hijo no
hizo nada”. Madres de los guerrilleros, madres de los revoluciona-
rios, madres de la noche de los lápices, de los palotinos, de los alfa-
betizadores, de los maestros, de todos. Sacamos el nombre del hijo
del pañuelo y no llevamos más la foto con el nombre. Todos pasos,
con el tiempo que la madre necesitó. Para que cuando a la madre le
vengan a preguntar, diga: “Sí, somos madres de 30 mil”. Cuan-
do íbamos a la Plaza intercambiábamos las pancartas de nuestros
hijos. (Hebe de Bonafini, s/f: 1)
go, sin embargo, “no puede nunca eliminar la falta de lo real imposible”. En tanto
la dislocación “denota el fracaso y la subversión de un sistema de representación
(…) puede ser concebida como un encuentro con lo real en el sentido lacaniano”
(Stavrakakis, 2007: 53-107). Esta misma falta es lo que sostiene el deseo. Aquí en -
tonces, la amenaza que disloca y es, al mismo tiempo, constitutiva de nuevas
identificaciones.13 Sobre este punto surge otra distinción necesaria, aquella sobre
la política y lo político.
Tal como lo explica Stavrakakis (2007), la política es idéntica a la realidad
política pero, como toda realidad, está constituida simbólicamente, soportada
fantasmáticamente y relacionada con un real que la excede. Lo político es una de
las modalidades de encuentro con lo real. Es en el campo de la construcción social
y la realidad política donde se juegan los intentos de simbolización de este real:
13
Stavrakakis (2007: 108) señala que, el “juego entre posibilidad e imposibilidad, construcción y
dislocación, es estructuralmente equivalente al juego entre la identificación y su fracaso que marca al
nivel subjetivo”.
14
A fines de la década del noventa, frente a la legalización de la impunidad producida por las leyes de
obediencia debida, punto final y el indulto a los genocidas que habían sido condenados en el Juicio a
las Juntas en 1985, H.I.J.O.S inventa una práctica performativa de condena social a represores,
responsables civiles y eclesiásticos del terrorismo de Estado, así como a aquellos lugares que fueron
parte de la tecnología concentracionaria. El escrache es realizado frente al domicilio del escrachado o
en sus lugares de trabajo, manteniendo en su producción diversos elementos estéticos y discursivos
que denuncian, visibilizan, exponen a los represores y a sus prácticas genocidas. El escrache, como
ritual punitivo-veridictorio, no suplanta la justicia, por el contrario, demarca su ausencia, imprime en
el espacio público la impunidad materializada en el anonimato del que gozan los represores.
las víctimas y una política de Estado” (2018: 5). Articulación que dio lugar a “un
sujeto político sin precedentes”, en tanto "si bien se articuló a una política de Es-
tado, se mantuvo siempre en su (la) manera de tratar a los testimonios y las polí-
ticas de memorias en una tensión permanente que no se redujo a lo administrati-
vo, jurídico o de derecho. Mantuvo siempre la conexión con lo imposible, la justi-
cia" (Alemán, 2018:6).
En esta dirección, Alemán señala que son justicia y vergüenza las precon-
diciones para que el orden jurídico funcione, condiciones que los dispositivos
neoliberales, en su intento de rechazo a la imposibilidad, intentan borrar, cance-
lar. Aquí podemos ubicar la infamia que intenta, desde la gestión actual del Esta-
do y sus poderes, equiparar a represores y víctimas en un mismo lugar de respon-
sabilidad, desplazar el significante terrorismo para nombrar a militantes, desapa-
recidos/as, asesinados/as por el terror de Estado, reducir las narraciones del pa-
sado reciente y la tragedia a la dimensión cuantificable, al número que pone en
duda la verdad de la desaparición forzada. Entendiendo a lo sagrado como “un
tratamiento posible sobre lo real, aquello que toda sociedad instituye para recu-
brir lo intocable (…) lo que opera en su función de límite al marcar una frontera”
(2018: 27), Fabiana Rousseaux ubica cómo el gobierno nacional se orienta a con-
mover lo sacro y sus fronteras, tocando “el nudo del dolor traumático inscripto
en el tejido social” (2018: 28). Podemos decir que la infamia de conmover el
30.000 reside en manosear aquello del orden de lo sagrado, traspasar ese límite.
El in-numero, lo nombra Rousseaux (2016), en tanto la desaparición no puede ser
reducida a lo cuantificable. En Argentina, 30.000 es un nombre.
Ahora bien, frente a estas diversas insistencias tecnificantes de la existen-
cia hay una que conmovió la matriz y se hizo grito en la calle, articulando una de-
manda histórica, ocupando el espacio público. A principios de mayo, con el voto a
favor de tres de los cinco jueces de la Suprema Corte de Justicia, se declara aplica-
ble la ley 24.390 —-conocida como 2x1"2x1"—, dejando caer la derogación que
desde 2001 existía en Argentina para el beneficio de reducción del cumplimiento
sos de la memoria debatíamos tiempo atrás, antes del abuso a la memoria. Sobre
lo que se impone como deber de memoria y el goce. Sobre la repetición, que, en el
Reverso del Psicoanálisis (2008b), Lacan ubica como una inalterable memoria de
goce. Ante el deber de memoria, Laura Arias habla de deseo de memoria, deseo
que supone un
Quizá lo que se ha puesto en escena el 10 de mayo último sea una ética que de-
muestra la irreductibilidad de lo real, en tanto “si la realidad no puede agotar lo
real, tampoco la política podrá agotar lo político” (Stavrakakis, 2007). Una ética
de lo real y un deseo de memoria que circula en la ciudad, sobre sus tramas cultu-
rales y su historia política. Deseo de memoria como el que Madres, Abuelas e H.I.-
J.O.S asumieron como posición ética.
Si recordar es hacer entrar en las cadenas del saber, la memoria pensada
como rememoración es siempre una invención, un saber hacer ahí con (Lacan,
1976). Allí, quizás, una tarea política del resto. Una tarea de lo político, como acto
instituyente, que interpela una política que no desmienta sus restos, sus huellas,
más bien que los reconozca como condición para los caminos de la emancipación.
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cología, 27, 2013: 39-57.
Emmanuel Biset
Universidad Nacional de Córdoba.
CONICET, Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad.
Correo electrónico: biseticos@gmail.com
Abstract: In this paper, I discuss some of the theses presented in Elias J. Palti's book
called An Archaeology of the Political. In order to do that, after making a
brief presentation of the author's contributions to intellectual history, I will
focus on three issues. First, I analyze the assumptions of the method proposed
in Palti’s book, which redefines intellectual history as “archaeology”. Second, I
analyze the historical reading which shows the emergence and dissolution of
the political. Third, I analyze some of the assertions made about post-
foundational political thought. The aim of the article is to problematize some of
the ways of working in the contemporary political thought.
1.
Pensar, uno de sus modos, no es sino establecer una conversación imaginaria con
otros. Uno va y viene, imagina preguntas y respuestas, refuta o confirma, y así un
conjunto de voces declinadas con un tono singular. De cierto modo, los textos de
E. Palti han significado para mí no solo la conversación con una voz indecidible
entre historia y filosofía, sino la apertura de todo un campo que privilegia un
acercamiento histórico a la política. Me refiero a la historia de los conceptos
políticos de R. Koselleck y la historia de los discursos políticos de Q. Skinner, pero
con ellos todo un conjunto de autores cercanos: de P. Rosanvallon a G. Duso, de S.
Chignola a M. Richter, de A. Biral a J. L. Villacañas. La lectura de los libros de
estos autores resulta hoy irreductible para cualquiera que quiera acercarse no
solo a cómo se ha pensado la política en la tradición occidental, sino a ciertas
urgencias del presente.
De hecho, es posible afirmar de modo preliminar que el enfoque histórico
resulta hegemónico en tanto método de trabajo con la teoría. Cada vez que se
empieza a trabajar un autor o un concepto, y aún más si existe una gran distancia
temporal, se parte de ciertas precauciones que buscan situar la emergencia de la
teoría en un contexto histórico y geográfico específico. En este marco, lo que
podemos agrupar genéricamente como historia intelectual, sin desconocer las
enormes disputas que existen en su seno, es uno de los intentos de elaboración
más rigurosos de una metodología de trabajo con la teoría. No resulta menor que
buena parte de estas precisiones metodológicas surjan para pensar la política.
Como si los conceptos y teorías sobre la política fueran el lugar privilegiado para
pensar una metodología de análisis histórico.
En este marco, el trabajo de E. Palti ha realizado, por lo menos, tres
aportes sustanciales: primero, desde su libro Giro lingüístico e historia intelectual 1
ha introducido y discutido las principales referencias en torno a los modos de la
historia intelectual. Segundo, no se ha tratado solo de una labor de difusión, sino
de sistematización y elaboración de una perspectiva propia denominada
oportunamente historia de los lenguajes políticos. Tercero, una serie de
investigaciones históricas han abordado no solo el estudio de los discursos
políticos sino problemas centrales que se le presentan al pensamiento político
contemporáneo.
Vale recordar al respecto, el modo en que en su artículo “Refutabilidad y
temporalidad de los conceptos políticos” sistematiza estas posiciones desde dos
variables: las dimensiones del lenguaje y un clivaje entre dos momentos. Por una
parte, realiza una sistematización según las dimensiones del lenguaje: la Escuela
de Cambridge de autores como Q. Skinner o J. Pocock analizaría ante todo al
contexto de emergencia intelectual de un texto acentuando su dimensión
pragmática (se sabe cómo la filosofía del lenguaje desde L. Wittgenstein a J. Austin
constituyen un aspecto central en la elaboración metodológica de esta Escuela);
la escuela alemana vinculada a la Begriffsgeschichte de autores como R. Koselleck,
O. Brunner o W. Conze, ya no solo acentuaría el contexto de emergencia sino el
contexto de recepción, lo que implica ya no trabajar sobre autores sino trabajar a
largo plazo los desplazamientos conceptuales y por ello la centralidad de la
dimensión semántica (en este caso, será central la referencia a la tradición
hermenéutica para la conformación de la historia de los conceptos y por ello la
discusión con H. G. Gadamer); y, por último, la escuela francesa vinculada a
Palti, Elías José. Giro lingüístico e historia intelectual. Buenos Aires: UNQ, 1998.
1
Por otra parte, E. Palti señala que es necesario dar cuenta de un desplazamiento
entre dos modos de pensar la historia intelectual, para una primera perspectiva
la contingencia de una teoría o un concepto surge del exterior, de los
desplazamientos contextuales; para una segunda perspectiva, vinculada a autores
como P. Rosanvallon o G. Duso, la contingencia no es externa sino interna. Que
los lenguajes políticos sean entidades plenamente históricas o formaciones
conceptuales contingentes implica dos cosas: por un lado, determinan un
“principio de irreversibilidad temporal” que se dirige a criticar aquellas lecturas
mitológicas, según la expresión de Q. Skinner, que atribuyen ideas, doctrinas,
ideologías de modo retrospectivo o prospectivo a ciertos textos. Por otro lado,
2
Palti, Elías José. “Temporalidad y refutabilidad de los conceptos políticos” en Prismas, N° 9 (2005), p.
33. Cf. Palti, Elías José. “De la historia de «ideas» a la historia de los «lenguajes políticos»”. Anales, Nº
7-8 (2005), 63-81.
2.
El 4 de marzo de 1963, J. Derrida pronuncia una conferencia dedicada al libro de
M. Foucault Historia de la locura en la época clásica titulada “Cogito e historia de la
locura”. Existirá un largo debate a partir de este texto, por varias décadas, donde
no solo estará en juego el estatuto mismo de la historia, sino la relación
conflictiva entre arqueología y deconstrucción. Aquí solo me interesa recuperar
algunos elementos que buscan indagar los alcances de un método arqueológico.
Al comenzar el texto, J. Derrida sitúa dos cuestiones centrales: por un lado,
pregunta si esta justificada la interpretación, entendida como una cierta relación
semántica entre lo que un autor (un cuadro, un texto) ha dicho y lo que se
3
Algunos autores inscriptos en la historia conceptual trabajan, por el contrario, acentuando las
discusiones, distancias, conflictos entre las perspectivas. Por ejemplo, la historia conceptual tal como
es desarrollada por la Escuela de Padova surge de un trabajo atento sobre la discusión entre O.
Brunner y R. Koselleck. Cf. Duso, Giuseppe y Chignola, Sandro. Historia de los conceptos y filosofía
política. Madrid: Biblioteca Nueva, 2009, AA.VV. “El problema de la historia conceptual”. Res publica,
N° 1 (1998) y Biset, Emmanuel. “Conceptos, totalidad y contingencia. Una lectura de Reinhart
Koselleck”. Res Publica, N° 23 (2010).
4
Derrida, Jacques. “Cogito e historia de la locura”. La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos,
1989, 55.
5
Derrida, op. cit., 53.
identificación y una era de las Formas donde prevalecerá una lógica del salto.
Analizar estas discontinuidades históricas permitiría entonces examinar el
sustrato político que subyace a las transformaciones epistémicas ya señaladas por
M. Foucault. Recuperar una perspectiva arqueológica permite exceder la historia
intelectual de lo político, puesto que apela a una pluralidad de recursos (historia
del arte, historia de la literatura, historia de la ciencia, etc.) para reconstruir
procesos históricos en los cuales se rearticula la estructura del campo de lo
político.8 Se trata, en resumidas cuentas, de analizar cómo la emergencia del
concepto de lo político en el siglo XX no solo tiene un origen histórico que vuelve
anacrónico su uso en cualquier contexto sino que se explica desde las diversas
mutaciones al interior de la modernidad.
Quisiera detenerme, antes de avanzar en el asunto propio del libro, en este
cómo, en el modo mismo que conlleva este desplazamiento de la historia de los
lenguajes políticos a una arqueología. O mejor, a un uso de la arqueología en
clave de historia intelectual: se conduce el método arqueológico a un objetivo
propio de la historia intelectual como es el evitar anacronismos. Ahora bien, mi
primera indagación surge de una pregunta absolutamente simple y, por cierto,
ampliamente discutida en la misma historia intelectual: ¿cómo se inscribe el
método en la misma arqueología realizada? Esta pregunta resulta central puesto
que, de lo contrario, el mismo procedimiento es deshistorizado: se convierte en
un trascendental que permite el análisis de cualquier etapa histórica. La Escuela
de Padova ha realizado trabajos ejemplares al respecto al analizar cómo una
historia conceptual de lo político solo se comprende al interior de las
transformaciones propias de la modernidad política.9
8
Una cuestión que estimo no menor es la posibilidad de prescindir en una arqueología de lo político de
la referencia a algunos de los textos centrales del pensamiento político moderno. Se podría discutir
ampliamente cuáles son los textos que constituyen el corpus, pero la ausencia de referencias a
autores como J. Locke o J.J. Rousseau, a B. Spinoza o C.S. Montesquieu, etc.: ¿no termina por
reproducir una esquemática en la cual los textos de estos autores se explican o derivan una lógica que
los precede? ¿Cada texto es un epifenómeno de un suelo arqueológico precedente?
9
G. Duso escribe: “Me atrevería a decir que la época de los conceptos es la moderna: existen solo los
conceptos modernos. Naturalmente en una afirmación tal el término de concepto tiene un significado
preciso y tiene presente lo que se ha sedimentado en el término de «concepto» tal y como nosotros
lo usamos. En la contraposición de conceptos antiguos y conceptos modernos se cumple una
operación de historia del concepto de concepto, como aquella que ha sido antes criticada; esto es, nos
arriesgamos a adscribir al pensamiento, en cuanto tal, una concepción moderna del concepto,
hipostasiándolo entonces, con el resultado de malentender el pasado”. Duso, Giuseppe. “El poder y el
nacimiento de los conceptos políticos modernos”. Historia de los conceptos y filosofía política. Madrid:
Biblioteca Nueva, 2009, 234. Cf. Duso, Giuseppe. (Comp.). El poder. Para una historia de la filosofía
política moderna. México: Siglo XXI, 2005.
10
Por ejemplo, en el Seminario El poder psiquiátrico establece esta diferencia respecto de su Historia
de la locura: “En primer lugar, creo que, con todo, me había quedado en un análisis de las
representaciones. Me parece que había intentado estudiar sobre todo la imagen existente de la
Ahora bien, esto conduce a una pregunta suplementaria: ¿el acento en las
discontinuidades supone una ruptura con la filosofía de la historia? ¿Es posible
una historia intelectual no teleológica? La versión de la historia propuesta en la
reconstrucción arqueológica realizada por E. Palti claramente niega
determinados aspectos de una teleología restringida: no propone continuidad, no
existe desarrollo progresivo, no hay un sentido último que oriente la historia. Sin
embargo, me pregunto si no existe una teleología general: la historia se divide en
eras cuyo desarrollo siempre responde al mismo esquema aporético. Esto es, la
figura de la aporía se convierte en un trascendental que explica cada era
histórica: la necesidad e imposibilidad de una era de pensar sus propios
supuestos. En este sentido, se trata de una aporética deshistorizante (figura
trascendental que parece indicar la imposibilidad de toda época de pensar sus
propias fundamentos).
De allí que pueda indagarse por la forma misma de hacer historia a partir
del establecimiento de discontinuidades por eras. ¿Qué estatuto tiene el concepto
de era? Esta pregunta resulta central en tanto la misma posibilidad de establecer
una discontinuidad radica en la fijación de una continuidad. O mejor, el concepto
locura en los siglos XVII y XVIII, el temor que despertaba, el saber que se forjaba sobre ella, fuera
tradicionalmente, fuera de acuerdo con modelos botánicos, naturalistas, médicos, etc. […] En síntesis,
había privilegiado lo que podríamos llamar la percepción de la locura”. Luego continúa para establecer
la distancia metodológica: “[…] querría intentar ver si es posible hacer un análisis radicalmente
diferente, esto es, si no se puede poner como punto de partida del análisis, ya no esa especie de
núcleo representativo que remite por fuerza a una historia de las mentalidades, del pensamiento, sino
a un dispositivo de poder. Vale decir: ¿en qué medida puede un dispositivo de poder ser productor de
una serie de enunciados, de discursos y, por consiguiente, de todas las formas de representaciones
que a continuación pueden derivarse de él?”. Foucault, Michel. El poder psiquiátrico. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económico, 2005, 2. La indicación metodológica de M. Foucault es clave aquí por
dos razones: por un lado, porque se pregunta si de algún modo una arqueología no es una “historia de
las mentalidades”, esto es, si no produce una reificación de lo intelectual como entidad
autocontenida; segundo, porque precisamente esto adquiere una densidad específica para pensar la
cuestión política entendida como relaciones de poder. La pregunta es si un trabajo arqueológico
permite dar cuenta de las prácticas políticas históricas específicas. Esto, como veremos, conduce a un
problema suplementario: la historización de la emergencia de lo político no puede dejar suponer,
precisamente, la existencia de algo como lo político. Por el contrario, el trabajo que va a realizar M.
Foucault que va a llamar una “filosofía analítica de la política” dará lugar al estudios de formas de
poder: poder disciplinario, biopolítica, gubernamentalidad.
11
Derrida, Jacques. Seminario. La bestia y el soberano (vol. 1). Buenos Aires: Manantial, 2010, 388. Y
agrega: “Que, aquí, no haya ni simple sucesión diacrónica ni simple simultaneidad sincrónica (o que
haya ambas a la vez), que no haya ni continuidad del paso ni interrupción o simple cesura, que los
motivos del paso de lo que pasa y ocurre en historia no dependan ni del fundamento sólido ni de la
decisión fundadora, que el paso no tenga, bajo él, ningún suelo fundador ni ninguna línea indivisible,
nos obliga a volver a pensar la figura misma del umbral (suelo, solidez fundadora, límite entre el
adentro y el afuera, la inclusión y la exclusión, etc.). Lo que los textos que hemos leído reclaman es, al
menos, una vigilancia más grande con respecto a nuestro irreprimible deseo del umbral, de un umbral
que sea un umbral, un único y sólido umbral. Quizá nunca haya umbral, un umbral semejante. Quizá
por eso nos quedamos en él y nos arriesgamos a permanecer para siempre, en el umbral. El abismo
no es el fondo, el fundamento originario (Urgrund), por supuesto, ni la profundidad sin fondo
(Ungrund) de algún fondo secreto”. Derrida, op. cit. 388.
12
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 65.
3.
En una conferencia pronunciada en la Universidad de Cornell en abril de 1983
destinada a pensar la figura de la Universidad, o si se quiere, la íntima relación
entre los principios de la universidad y el principio de razón suficiente, J. Derrida
introduce una cita que ha dado lugar a números escritos:
¿Qué podría resistir a este orden de las épocas y, por consiguiente, a todo
el pensamiento heideggeriano de la epocalización? Quizá, por ejemplo,
una afirmación de la razón (un racionalismo, si se quiere) que, en el
mismo momento (pero, entonces, ¿qué es un momento semejante?) 1.º no
se plegase al principio de razón en su forma leibniziana, es decir,
inseparable de un finalismo o de un predominio absoluto de la causa
final; 2.º no determinase la sustancia como sujeto; 3.º propusiese una
determinación no-representativa de la idea. Acabo de nombrar a Spinoza.
Heidegger habla de él muy rara vez, muy brevemente y no lo hace jamás,
que yo sepa, desde este punto de vista y en este contexto. 13
Para entender este cambio fundamental en los modos en que eran concebidas la
sociedad y la política sucedido alrededor del 1600, E. Palti comienza con una
presentación de la “antigua teoría de las formas de gobierno”. En vistas a mostrar
que “lo político era un concepto ajeno al mundo antiguo” realiza una lectura de
Aristóteles que analiza cómo era para los antiguos imposible distinguir entre lo
social y lo político en tanto referían a lo que es común a todos. Luego de esta
referencia a Aristóteles, refiere a la escolástica de Tomás específicamente para
presentarla como respuesta a los cambios políticos que transforman el
feudalismo medieval en monarquías nacionales, y así se plantea el problema de
cómo es que Dios gobierna al mundo siendo trascendente. En Dante (crítico de la
tenga su sentido y su unidad de época, es necesario que pertenezca a la conjunción de un envío más
originario y más poderoso. Y si no se produjese la conjunción de ese envío, el Geschick del ser, si ese
Geschick no se hubiese anunciado primero como Anwesenheit del ser, ninguna interpretación de la
época de la representación llegaría a colocar a esta en la unidad de una historia de la metafísica. Sin
duda —y ahora habría que redoblar la prudencia y la lentitud, mucho más de lo que puedo hacerlo
aquí— la conjunción del envío y de la destinalidad, el Geschick, no tiene la forma de un telos, todavía
menos de una certeza (cartesiana o lacaniana) de la llegada a destino del envío. Pero al menos hay (es
gibt) un envío. Al menos se da un envío, el cual está en conjunción consigo mismo; y esa conjunción es
la condición, el ser-en-conjunto de lo que se presta a ser pensado para que una figura epocal —aquí la
de la representación— se destaque en su contorno y se coloque con su ritmo dentro de la unidad de
un destinarse, o más bien de una destinalidad del ser” Derrida, Jacques. “Envío”. La Deconstrucción en
las fronteras de la filosofía. Barcelona: Paidós, 1997, 111
16
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 27.
17
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 128.
una nación. Sin embargo, esta escisión no se podrá saldar fácilmente, pues ya en
la segunda mitad del XIX la ruptura con este ideal romántico de pueblo traslada
el problema al lugar de la representación: cómo lograr que la pluralidad social
adquiera representación en las instituciones políticas. Ya no la Historia, sino la
ciencia social será el lugar para indagar el momento en el que lo político se
entienda como el medio de autoconstitución de lo social:
Estamos ante la era de la Formas cuya lógica es el salto, es decir, ya no existe una
mediación normada que vincule trascendencia e inmanencia sino una operación
abismal, una decisión que será nombrada “sujeto”. Esto dará lugar, como se sabe,
al largo debate entre estructura y sujeto que producirá ante todo en el
pensamiento francés profundas confrontaciones. Sin embargo, E. Palti señala que
18
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 189.
19
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 194.
4.
En un texto publicado originalmente en 1964 sobre el pensamiento de E. Levinas
titulado “Violencia y metafísica”, J. Derrida trabaja sobre la legitimidad de un
lenguaje que asume la posibilidad de exceder la tradición metafísica. Si, tal como
aparece en E. Levinas, la tradición occidental supone una íntima alianza entre un
modo de concebir el ser y la guerra como violencia, allí donde ontología y política
se encuentran, la pregunta de J. Derrida será cómo es posible escribir en un
lenguaje que exceda esa alianza. Aquí, nuevamente, se encuentra como en la
lectura de M. Foucault una pregunta por el lugar mismo desde el cual se escribe,
por una escritura que al demarcar el comienzo y el final de un momento histórico
parece ubicarse por fuera. En este escrito anota J. Derrida:
191. Cf. Biset, Emmanuel. Violencia, justicia y política. Una lectura de Jacques Derrida. Córdoba:
Eduvim, 2013. Esta cita, entre otras, también puede leerse desde la compleja relación entre historia y
deconstrucción, o si se quiere, a diversos modos de comprender la deconstrucción. El trabajo de R.
Schürmann es central para esbozar una historia an-árquica. Cf. Schürmann, Reiner. El principio de
anarquía. Madrid: Arena, 2017.
Recupero esta cita porque sitúa, para finalizar, una serie de cuestiones. Si me
interesa preguntar por el lugar desde el cual se escribe la historia conceptual, es
precisamente para indagar si su mismo trabajo metodológico no se inscribe en
esa transformación histórica en la que la epistemología tiene como problema
central la legitimidad de lo que se enuncia (problema kantiano por excelencia).
Puesto que tal como se reitera, la historia conceptual parece prevenir contra el
uso de anacronismos, esto es, es un juicio sobre la legitimidad del uso de las
categorías históricas. En tal sentido, no puede sino asumir que su preocupación
es epistemológica, que busca regular un modo correcto de trabajar el
pensamiento político.22 Y ello supone, como se insiste, un principio de
irreversibilidad temporal que asume una figura metafísica por excelencia como
es la linealidad del tiempo.23 Esto conduce a la pregunta que J. Derrida efectúa en
torno al concepto de arché, a cierta principalidad, búsqueda del origen o la
emergencia, que reinscribe en este caso una propuesta metodológica ya no en el
privilegio de la epistemología moderna, sino en una figura metafísica por
excelencia: establecer un principio. Para decirlo brevemente: una arqueología
lleva en su mismo nombre una lógica de la búsqueda del suelo, del arché que
constituye una época.
22
Es precisamente contra el privilegio de la epistemología como forma del pensamiento político que
surge cierta tradición contemporánea. Si bien esto puede rastrearse, por lo menos, hasta el mismo M.
Heidegger quien con el termino ontología nombra una cierta forma de indagación que cuestiona la
hegemonía de la epistemología en tanto hace del ser un objeto (y no resulta menor, en este sentido,
la referencia a fenómenos objetivos a lo largo de la arqueología de lo político), me interesa recuperar
una tradición dedicada a pensar la política. Para tomar un solo ejemplo, el trabajo de W. Connolly
resulta ilustrativo de cómo se trata de trabajar “interpretaciones ontopolíticas” que cuestionen el
primado de la epistemología: “Darle primacía a la epistemología es pensar que tienes acceso a
criterios de conocimiento que dejan atrás el reino de la ontología o que tu epistemología proporciona
procedimientos de prueba neutrales a través de los cuales plantear y resolver cada cuestión
ontológica”. Connolly, William. The ethos of pluralization. Minneapolis: University of Minnesota Press,
1995, 5. En este sentido, una de las preguntas es si precisamente la arqueología de lo político en tanto
privilegia un enfoque epistemológico no resulta, precisamente, anacrónica para pensar lo político. O
digámoslo de otro modo: el estatuto de lo político en el siglo XX precisamente supone una dislocación
del privilegio de la epistemología, del esquema de la legitimidad, que termina por socavar una historia
que juzgue la legitimidad del uso de las categorías.
23
Derrida, Jacques. “Ousia y Gramme”. Márgenes de la filosofía. Madrid: Cátedra, 1994.
26
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 249.
27
De hecho, entiendo que “ontología” en un planteo heideggeriano refiere a un cierto método antes
que a la afirmación de supuestos. Cf. Biset, Emmanuel. “Metódica de la ontología política”. Métodos.
Aproximaciones a un campo problemático. Buenos Aires: Prometeo, 2018.
28
Butler, Judith. “Fundamentos contingentes: el feminismo y la cuestión del «postmodernismo»”. La
ventana, N° 31 (2001).
29
Marchart, Oliver. El pensamiento político posfundacional. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económico, 2010.
30
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 271.
31
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 273.
32
Palti, Elías José. Una arqueología de lo político, op. cit. 228.
33
Ídem.
Coda
Recientemente se ha producido en el ámbito de la teoría un giro que algunos
denominan giro realista o giro especulativo. Desde un doble vertiente, una de
cierta herencia de B. Latour y otra de cierta herencia de A. Badiou, se dado lugar
a todo un movimiento denominado “realismo especulativo”. Autores como Q.
Meillassoux, R. Brassier, G. Harman o I. H. Grant, pero también E. Viveiros de
Castro o M. Holbraad están dando lugar a toda una renovación del panorama
intelectual contemporáneo. Lo relevante aquí es que precisamente sostienen que
es la misma historia, el discurso histórico, aquel que no puede dar cuenta de la
contingencia radical37. Se trata, en última instancia, de cuestionar un discurso
donde la única posibilidad de establecer la contingencia de las categorías
35
En su discusión con C. Schmitt, J. Derrida va precisamente a discutir su misma definición de lo
político señalando que algo como lo político es, por definición, inadecuado a su concepto: "He aquí
otra manera de marcar la paradoja: ocurre que la inadecuación al concepto forma parte del concepto
mismo. Esta inadecuación consigo mismo de concepto se manifiesta por excelencia en el orden de lo
político o de la práctica política, a no ser que este orden, o más bien su posibilidad, sitúe el lugar
mismo, el fenómeno o la «razón» de una inadecuación consigo de todo concepto: el concepto de la
disyunción como ser-conceptual del concepto”. Derrida, Jacques. Políticas de la amistad. Madrid:
Trotta, 1998, 134.
36
Lo que remite, nuevamente, al problema de la relación entre los lenguajes políticos y sus usos,
puesto que existe un doble desfasaje irreductible: por un lado, de la historia respecto de lo
contemporáneo, puesto que no existe una causalidad lineal que pueda de la historia de un concepto,
o la arqueología de la lógica que le da sentido, regular su uso contemporáneo; por otro lado, de las
múltiples dimensiones de los lenguajes políticos, esto es, las instituciones, las prácticas, los diversos
significados que atraviesan todo lo que nombra el término política no tiene una relación de causalidad
lineal respecto de una lógica determinada. Para decirlo de otro modo, eso llamado “lenguajes
políticos” está atravesado por una diversidad de dimensiones cuya capilaridad implica múltiples
solapamientos: teorías políticas, conceptos políticos, prácticas políticas. Lo que vuelve muy complejo
aislar una esfera puramente conceptual que delimite el campo de una investigación histórica. Esto no
implica que algo como la historia intelectual pueda ser reducido a algo como la historia social, sino a
cuestionar la misma división, o la pureza de su constitución.
Graff Zivin, Erin. Anarchaeologies: Reading as Misreading. New York: Fordham University Press,
39
2019.
Abstract: This interview realized by Oscar Mauricio Donato to Catherine Zuckert after
her retire adresses her works and her political and theoretical worryings, the
classical studies and new readings of Plato, the Leo Strauss's legacy and the
actuality of philosophy and political theory, among other things.
1
Quiero agradecer a la Universidad Libre por el espacio brindado en los Estados Unidos, lo que facilitó
la planificación y ejecución de la entrevista. También a Mauricio Carvajalino, un estudiante entusiasta
que colaboró con las notas de las ediciones en español; a la profesora Zuckert que se tomó la molestia
no solo de atender nuestras preguntas sino de acompañarlo con muy juiciosas notas y referencias;
finalmente, a Hjalmark Newmark por el trabajo de desgrabación, traducción y amistad [Nota del
autor].
2
De ahora en más se anunciará el interlocutor por sus iniciales, así Oscar Mauricio Donato (OMD) y
Catherine Zuckert (CZ). Oscar Mauricio Donato es PhD en Ciencias Humanas y Sociales (UBA);
Magister en Ciencia Polítca y Sociología (FLACSO); Filósofo por la Univerisdad Libre; miembro de la
International Plato Society y de la Sociedad Colombiana de Filosofía [Nota del editor].
3
Paul Gottfried, Leo Strauss and the Conservative Movement in America. Cambridge: Cambridge
University Press, 2011.
Para Strauss había una diferencia importante entre teoría y práctica. Al insistir
en la importancia de la diferencia, entendió que seguía a Aristóteles. A diferencia
de la ciencia política contemporánea, Strauss argumentaba que, a pesar de sus
demandas de estar basada empíricamente, era fundamentalmente teórica. 6 Con
frecuencia él se refería aprobando la crítica de Aristóteles a Hipodamo en el Libro
2 de la Política. En ella Aristóteles sugirió que Hipodamo, al proponer que todo sea
dividido en tercios y que los individuos sean recompensados al proponer nuevas
leyes, no entendía la característica distintiva de la vida política. Las comunidades
políticas solo podían ser gobernadas decentemente por medio de las leyes, y la
vinculación a la ley era un hábito que se soslayaba cada vez que el derecho era
cambiado. Aristóteles no negaba que se hubieran hecho mejoras en el arte de la
legislación o que no pudiera mejorarse aún más, pero objetaba que Hipodamo no
4
Strauss, Leo. "The Three Waves of Modernity". An introduction to political philosophy: Ten essays by
Leo Strauss. Hilail Gildin (Ed.). Detroit: Wayne State University Press, 1989, 98. Strauss, Leo. “Las tres
olas de la modernidad”. El filósofo en la ciudad. Claudia Hilb (Comp.). Buenos Aires: Prometeo Libros
2011. 65-66.
5
Ídem.
6
Ver “An epilogue”. Introduction, op. cit. 128-129.
podía ver que las leyes no podían o no debían cambiarse frecuentemente por el
bien de hacerlas solo un poco mejor o más racionales, porque siempre existía un
alto costo a pagar por cualquier ganancia posible. Esa era la clase de
conservadurismo —o moderación— que Strauss había adoptado en la práctica.
Strauss fue acusado, durante la administración de George W. Bush, de
haber diseñado la estrategia estadounidense en la guerra de Irak —¡treinta años
después de su muerte!—. La acusación estaba basada en la importancia en la
administración Bush que tuvieron Paul Wolfowitz, quien asistió a los seminarios
de Strauss en la Universidad de Chicago; y William Kristol 7, quien había estudiado
filosofía política con Harvey Mansfield, un estudiante de Strauss que dictó clases
en Harvard. Pero las conexiones que se hacían entre Strauss y los individuos en el
gobierno eran o muy débiles o inexistentes; y las políticas que se decía Strauss
había promovido, contradictorias.
Recientemente se han hecho intentos por mostrar una influencia
straussiana en la administración de Trump. Algunos académicos asociados al
Claremont Institute han apoyado abiertamente la iniciativa to make America great
again, pero son relativamente pocos, mientras que el más importante intelectual
público straussiano, Bill Kristol, se ha declarado abiertamente en oposición a
Trump.8
7
Paul Wolfowitz fue subsecretario del Ministerio de Defensa de los EE. UU. y presidente del Banco
Mundial. Se vio obligado a dimitir de esta institución en junio de 2007, tras un escándalo
de nepotismo. Wolfowitz fue decano en School of Advanced International Studies (SAIS) en la
Universidad Johns Hopkins. También enseñó relaciones internacionales en la Johns Hopkins y en Yale.
Es un matemático graduado de la Universidad Cornell, se doctoró en Ciencia Política de la Universidad
de Chicago. William Kristol se graduó del Harvard College 1973, con magna cum laude en tres años.
Fue estudiante de Harvey Mansfield y recibió un Ph.D. también de Harvard en 1979. Krisol, que fue un
destacado republicano, es ahora un analista político norteamericano neoconservador, que sin
embargo, es vocero del movimiento político Never Trump desde donde se opone radicalmente al
actual presidente de Estados Unidos [Nota del traductor].
8
Michael P. Zuckert y yo detallamos los cargos y los problemas con ellos en The Truth about Leo
Strauss. Chicago: University of Chicago Press, 2006.
9
Strauss, Leo. “Jerusalem and Athens: Some Preliminary Reflections”. Studies in Platonic Political
Philosopohy. Chicago: University of Chicago Press, 1983, 149. Strauss, Leo. “Jerusalén y Atenas:
algunas reflexiones preliminares”. Estudios de filosofía política platónica. Buenos Aires: Amorrortu
Editores, 212.
10
Strauss, Leo. El renacimiento del racionalismo político clásico. Buenos Aires: Amorrortu Editores,
2007, 338-339 [Nota del traductor].
15
El señalado ensayo forma parte del segundo capítulo de La ciudad y el hombre. Buenos Aires: Katz
Editores, 2006. La referencia a la que hace alusión la profesora aparece para esa edición en la página
141.
16
Por ejemplo, Xenos, Nicholas. Cloaked in Virtue. Nueva York: Routledge, 2008.
17
Lampert, K. How Philosophy Became Socratic. Chicago: Chicago University Press, 142, 234.
18
Filósofo original de Cirene (213-129 a.C.), penúltimo director de la Academia como estoicos y
estudioso de Crisipo, se concentró más en temas de ética antes que los de física. Era famoso por su
potente voz y por sus brillantes discursos a los que se dice que también asistían los oradores de más
alto nombre. Cf. Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres. Madrid: Alianza Editorial,
2007 [Nota del traductor].
Y declara:
19
Strauss, Leo. What is Political Philosophy? And Other Studies. New York: Free Press, 1959, 39.
Ídem.
20
21
Strauss, Leo. What is Political Philosophy?, op. cit. 40 [Cf. Strauss, Leo. Sin ciudades no hay filósofos.
Madrid: Editorial Tecnos, 2014, 121 (Nota del traductor)].
22
Strauss, Leo. “Jerusalem and Athens: Some Preliminary Reflections”, op. cit., 168. Strauss, Leo.
"Jerusalén y Atenas", op. cit., 238.
23
Ídem.
24
Strauss: La ciudad y el hombre, págs. 79, 81, 91 y 95. Buenos Aires: Katz Editores, 2006 [Nota del
traductor].
cuándo escribió Platón cada uno de estos. Sin embargo, muchos aún distinguen
los diálogos tempranos aporético-socráticos de los más doctrinales del medio y
de los platónicos tardíos. Un creciente número de académicos también está de
acuerdo en que se tienen que tener en cuenta los elementos dramáticos de los
diálogos, pero difícilmente le dan crédito a Strauss por esta idea.
Popper y Arendt fueron particularmente críticos sobre lo que
consideraron eran las consecuencias de la filosofía de Platón. Popper critica el
régimen que Sócrates describe en el discurso por sugerir, en particular, que las
tareas que deberían ser asignadas a individuos y clases de acuerdo a la naturaleza
—como adherente a su propia versión de una perspectiva científico-natural del
mundo, Popper no reconoce base alguna en la naturaleza para la asignación de
trabajos y recompensas—. También objeta la fuerte regulación del discurso y la
subordinación del individuo a la comunidad. De hecho, su reacción a las
instituciones propuestas en la República fue muy parecida a la que tienen hoy día
muchos lectores estadounidenses de pregrado. Su caracterización de Platón como
totalitario persuadió a muchos lectores en las décadas que siguieron a la Segunda
Guerra Mundial, pero ha sido abandonada por la mayoría de los académicos —en
parte, tal vez, porque Arendt propuso una explicación mucho más sofisticada del
totalitarismo que distinguía de los regímenes anteriores por su resistencia a la
ideología y al terror—.
Arendt critica la afirmación de Platón según la cual la vida contemplativa
de la filosofía es superior a la vita activa de la política.25 Como resultado de la
absorción de una gran cantidad de doctrinas platónicas por el cristianismo,
argumentó que las personas evitaron involucrarse en la verdadera vida política y
se dedicaron a hacer más cosas y vivir de manera más confortable. Al creer que
este desarrollo no amenazaba con disminuir, sino con destruir totalmente lo que
es distintivo del ser humano, ella pretendió revivir una comprensión de lo más
alto de la existencia humana en la participación y deliberación pública en la que
25
Cf. Arendt, Hannah. La condición humana. Madrid: Editorial Paidós, 2012. [Nota del traductor]
OMD: ¿Y cuál es el caso de Gregory Vlastos? ¿Por qué el éxito de una lectura
tan problemática?
CZ: Vlastos trabajó en Princeton, y dio una serie de seminarios para profesores de
College y Universidades, financiados por el National Endowment for the
Humanities. Vlastos enseñó a muchos y muchas de quienes después se
convertirían en profesores y profesoras de filosofía antigua en los Estados
Unidos. También convirtió en amigos a otros dos influyentes jóvenes académicos,
Terence Irwin26 y Myles Burnyeat27. En otras palabras, estaba en el centro del
establishment de la filosofía antigua de habla inglesa. Su famoso análisis del
problema del tercer hombre en el Parménides de Platón ayudó a convencer a los
filósofos académicos educados en la tradición de la filosofía analítica que los
argumentos del autor clásico eran lo suficientemente valiosos como para ser
estudiados. Sin embargo, como lo explica en Socrates, Ironist and Moral Philosopher,
Vlastos no quería escribir para los expertos únicamente: también quería mostrar
que valía la pena estudiar a Platón a los estudiantes que no sabían griego o
filosofía desde un punto de vista técnico. Y, por lo tanto, como profesor y como
académico, influenció los estudios de otros.
26
Terence Irwin estudió y fue profesor en Harvard, hizo notables estudios sobre Platón, Aristóteles y la
ética antigua, como Plato's Moral Theory, Plato's Ethics, Aristotle's Nicomachean Ethics y The
Development of Ethics [Nota del traductor].
27
Myles Burneyeat se doctoró en filosofía en Harvard College y fue profesor de universidades como
Cornell, Princeton y California. Dentro de sus textos más notables se encuentran Platonic Studies;
Socratic Studies, Studies in Greek Philosophy y Plato's Universe. En 1985 publica un muy crítico ensayo
contra Strauss y su modo de leer a Platón titulado Sphinx Without a Secret [Nota del traductor].
28
Vlastos, G. Socrates, Ironist and Moral Philosopher. Ithaca: Carnell University Press, 1991, 13-14.
29
Strauss, Leo. “How Farabi Reads Plato’s Laws”. What Is Political Philosophy?, op. cit, 135-36 [Nota del
traductor].
Strauss se dio cuenta de que la palabra ethikê no aparece en las obras de Platón, y
que los diálogos incluían personajes como Trasímaco y Calicles que cuestionaban
el valor de la bondad y la justicia. Y así, la investigación filosófica de la moral es
más radical en los diálogos platónicos que en los tratados aristotélicos. Strauss
también cuestionó la veracidad de la afirmación de Aristóteles que reclamaba que
Sócrates únicamente estaba preocupado por los asuntos morales. En el comienzo
de su Memorabilia, Jenofonte sostiene que Sócrates afirmaba que los seres
humanos deberían preguntarse cómo deberían vivir mejor sus propias vidas
antes que investigar acerca del cielo. Sin embargo, Strauss se dio cuenta que en el
tercer libro Jenofonte también sostiene que Sócrates se preguntaba por todos los
seres. De manera más general, Strauss argumentó que las características
preguntas socráticas de lo “qué es” señalan la existencia de diferencias
“esenciales”. “Sócrates pensó de su giro hacia las preguntas de lo «qué es» como
un giro o un retorno a la sensatez, al «sentido común»” 30. Mientras los filósofos
presocráticos habían tratado de determinar el carácter del “ser” como un todo,
Sócrates empieza desde una percepción humana cotidiana de un todo que
consiste de partes heterogéneas que se reflejan en el lenguaje. Strauss concluye
que de acuerdo a Sócrates “las cosas que son «primeras en sí mismas» también lo
son «primeras a nosotros»; son… relevadas en las opiniones de los hombres.” 31
Sin embargo, “esas opiniones, como opiniones, tienen un orden. Las opiniones de
mayor rango, las opiniones de autoridad, son los pronunciamientos del derecho.
El derecho hace manifiestas las cosas más nobles, y habla normativamente acerca
de los seres superiores, los dioses (…) los dioses no aprueban que el hombre
busque lo que no desean revelar, las cosas en el cielo y más allá de la tierra” 32.
Sócrates demostró su piedad al limitarse a estudiar los seres humanos. Sin
embargo, Strauss también observó que Sócrates finalmente no pudo limitarse a lo
30
Strauss, Leo. The City and Man. Chicago: Rand McNally, 1964, 19. Strauss, Leo. La ciudad y el
hombre. Buenos Aires: Katz Editores, 2006, 36.
31
Ídem.
32
Ídem.
Al igual que Strauss, Vlastos sugirió que Sócrates veía la verdad como algo
incorporado en las opiniones humanas. Pero Vlastos no creía que la búsqueda
socrática de la verdad moral a través del examen de las opiniones de otros
apuntara a algo así como la teoría de las ideas, tal como juzgaba Parménides
según Platón. De acuerdo a Vlastos, la verdad que Sócrates veía era estrictamente
moral, no era ni política ni metafísica. Vlastos tampoco creía que la búsqueda de
33
Strauss, Leo. The City and Man, op. cit., 19-20. Strauss, Leo. La ciudad y el hombre, op. cit., 36-37.
Vlastos, Gregory. Socrates, Ironist and Moral Philosopher. Cambridge: Cambridge University Press,
34
1991, 14.
Vlastos, Gregory. Socrates, Ironist and Moral Philosopher, op. cit., 18.
35
36
Strauss, Leo. “An Unspoken Prologue to a Public Lecture at St. John’s College in Honor of Jacob
Klein”. Jewish Philosophy and the Crisis of Modernity. Kenneth Hart Green (Ed.). Albany, NY: SUNY
Press, 1997, 450.
Trae usted a colación la pregunta por la relación que doy en Plato's Philosophers
entre las lecturas dramáticas de los diálogos platónicos y los análisis de los
argumentos de Vlastos, particularmente con relación a la pregunta del portavoz
para Platón.
Tal vez debería explicarlo específicamente. En Postmodern Platos intenté
mostrar que la forma distintiva de leer a Platón por parte de Strauss fue una
37
La insistencia en la pregunta obedece a que, visto así, realmente resulta difícil entender cómo fue
posible tal influencia a partir de un estudio que asume a Sócrates como el portador de la voz de
Platón. Esto no es fácil de entender porque no solo se omite todo el importante aparato teatral, sino
que también se cae en errores muy básicos como ignorar el problema de la ironía socrática, las
transformaciones de Sócrates como personaje, las diferencias entre los períodos platónicos e incluso,
lo más obvio de todo, que Sócrates no siempre es un personaje. Y sin embargo, los estudios de Vlastos
tienen gran influencia y se conocen como el “Paradigma V”.
CZ: Creo que Harvey Mansfield ha dicho que uno no entiende a Maquiavelo si no
ve el chiste en cada frase. Y sé que Strauss escribió que la diferencia entre la
tradición del platonismo cristiano y lo que él llamó “platonismo primitivo” está
allí. Se refirió a un dicho de Tomás Moro, cuya Utopía es una imitación libre y
mucho menos austera de la República de Platón, para explicar la diferencia: “En el
capítulo trece de su Diálogo de Consuelo contra la Tribulación Moro dice: «Y para
probar que esta vida no es un tiempo de risa, sino de llanto, encontramos que
nuestro salvador mismo lloró dos o tres veces, pero nunca encontramos que se
rio tanto como una vez»”. Pero, observa Strauss, "Moro debe haber sabido que
exactamente lo contrario es cierto de Platón o Jenofonte: Sócrates no nos dejó
ningún ejemplo de llanto, pero, por otro lado, nos dejó un ejemplo de risa [el día
de su muerte en el Fedón]”38. Mientras que la visión cristiana de la vida humana
en la tierra parece trágica, Strauss concluye que “la conversación socrática, y por
lo tanto, el diálogo platónico es un poco más parecido a la comedia que a la
tragedia”39.
Allí mismo Strauss escribe que la familiaridad entre los diálogos de Platón
y la comedia “es notable también en la República de Platón que es
manifiestamente cercana a la Asamblea de las mujeres de Aristófanes”40. Y en el pie
de página, Strauss cita un largo hilo de pasajes en la Asamblea de las mujeres así
como algunos pocos de Las tesmoforiantes y Lisístrata que tienen un paralelo en la
38
Strauss, Leo. The City and Man, op. cit., 61. Strauss, Leo. La ciudad y el hombre, op. cit., 94.
39
Ídem.
40
Strauss, Leo. The City and Man, op. cit, 61-62.
42
Nietzsche, Friedrich. Más allá del bien y del mal. Madrid: Alianza Editorial, 2000, 56-57 [Nota del
traductor].
43
Incluido en Hilb, Claudia (Comp.). El filósofo en la ciudad, op. cit. [Nota del traductor].
44
Strauss, Leo. “How Farabi Reads Plato’s Laws”, op. cit., 153.
Strauss, Leo. The City and Man, op. cit., 180-182.
45
las preguntas que se le hacían quebrantaban las leyes de la ciudad. Como afirma
en su defensa, debieron haber sido persuadidos más por hechos que por
discursos; y a los setenta años de edad, sabía que de todas formas moriría pronto.
Strauss sugiere que, de hecho, Platón puede haber tenido mucho éxito en
persuadir a la gente de que no había necesariamente tensión entre filosofía y
derecho. Strauss insistió en que sí la había. Como Sócrates, Strauss sostuvo que
los filósofos tienen que cuestionar todo. Sin embargo, no tienen que hacer todo
su cuestionamiento abiertamente o en público. Con la excepción del discurso de
la defensa que se le pedía hacer por la ley, Strauss se dio cuenta de que Platón
muestra a Sócrates hablando a individuos en privado, nunca en una asamblea
pública o a los artesanos y es famoso por no escribir. En las Leyes, el único dialogo
en el que Sócrates no aparece, Platón sugiere que un filósofo puede haber sido
capaz de tener un efecto benéfico en la política al persuadir a los legisladores a
adoptar mejores leyes y políticas. Pero para hacerlo el ateniense extranjero
sugiere que un filósofo tiene que poner un velo a la superioridad de su propio
conocimiento; es decir, tiene que adoptar la posición irónica que Strauss le
atribuye a Sócrates. Aun así, en su Apología (y en la República), Sócrates explica
que su daimonion lo mantiene alejado de la política. Afirma que no podría haber
hablado en favor de la justicia en una asamblea popular sin despertar la ira de la
multitud, quienes tendrían que haberlo visto morir. Strauss sugiere que un
filósofo puede defenderse a sí mismo, como lo hizo Sócrates, al conversar y
hablar en privado, a individuos, y al ejercer una considerable restricción en los
temas que aborda. Sócrates desplegó su devoción al enfatizar su ignorancia de las
cosas más importantes. Strauss guió a sus estudiantes hacia investigaciones de
los problemas fundamentales.
CZ: Me apena decir que pienso que el estudio de la filosofía en los colleges y
universidades se está volviendo cada vez más técnico y, en consecuencia, tiende a
volverse moribundo. En el mundo de hoy, se estimulan los estudios en STEM
(ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), y las incorporaciones en las
humanidades o ciencias humanas han caído. No pienso que haya ganado el
positivismo: de hecho, ha habido muchas críticas persuasivas al positivismo como
doctrina filosófica. Los estudios STEM producen resultados que se han mostrado
útiles para preservar y aumentar, al menos, las condiciones materiales de la vida
humana. Los regímenes democráticos tienden a apreciar esos resultados, y el
público en general aun encuentra a los filósofos académicos con sus cabezas “en
las nubes”, como el Sócrates de Aristófanes: inútil, sino pernicioso. Sin embargo,
como indica el enfrentamiento del religioso y el populista contra aspectos de la
vida moderna, la ciencia moderna y los estudios basados o modelados
científicamente no son capaces de responder a las preguntas fundamentales que
aún se hacen los seres humanos acerca de qué significa ser un humano, cómo
estamos en relación con un mundo más amplio en el que nos encontramos, qué es
justo, y… En resumen, aún hay necesidad de filosofía y otros estudios humanistas
que la apoyen. Quienes perseguimos esas preguntas tenemos la obligación de
recordar a los demás que tan importantes e interesantes son.
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1
Skinner, Quentin. The Foundations of Modern Political Thought. Cambridge:
Cambridge University Press, 2005, 19.
2
Skinner, op. cit. 12-25.
B) Sistema abreviado: Referencia en el texto y elenco bibliográfico al final del artículo. Las
citas serán indicadas en el texto mediante un paréntesis que contenga apellido(s),
año de la edición consultada y número de la(s) página(s). Ejemplo:
Gilles Deleuze señala, en este sentido, que “las únicas ideas que tenemos
en las condiciones naturales de nuestra percepción son las ideas que rep-
resentan lo que le sucede a nuestro cuerpo” (2012: 95-96).
Libro con tres o más Agamben, Giorgio y otros. Democracia ¿en qué Estado? Buenos
autores Aires: Prometeo, 2010.
Libro de autoría Poema del mío Cid. Buenos Aires: Colihue, 1983.
desconocida
Artículo en periódico Foucault, Michel. “El cuerpo utópico”. Página/12. Buenos Ai-
res, 29/10/2010.