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"De la Gramática al texto. La contraargumentación en los exempla y en el


Corbacho"

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Emilio Montero Cartelle


University of Santiago de Compostela
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De la gramática al texto. La contraargumentación
en los exempla y en el Corbacho1
E m il io M o ntero C a rtelle

Universidad de Santiago de Compostela

i. I n t r o d u c c ió n

No era este ei tema que tenía reservado para tu homenaje, querido José A n ­
tonio. Se titulaba «Entonces: gramática, pragmática y discurso». Resultó tan am­
plio y complejo que me vi obligado a buscar una alternativa. En su lugar,
reflexionaré sobre la contraargumentación. Puede que parezca un giro coper-
nícano. L o es, pero sólo en su aspecto más superficial, no tanto en el fondo. M i
idea inicial era, con independencia del objeto de estudio, incidir en que la lin­
güística actual ha propiciado una resuelta inclinación por la oraiidad, la prag­
mática y el discurso. Nada hay de malo en cambiar las preferencias y, mucho
menos, en adoptar nuevos modelos explicativos. Tal vez, ya no sea tan positivo
que tales movimientos tiendan a ser restrictivos y exclusivistas. Prescindan en
su formulación de las bases gramaticales de las que deberían partir y obvien en
sus explicaciones aspectos fundamentales sobre su génesis, su generalización y
sobre sus repercusiones en la propia arquitectura de la lengua. Tampoco parece
muy adecuada la actitud contraría de proclamar la autonomía de, por ejemplo,
la sintaxis y describirlo todo en términos estrictamente sintácticos o, a lo sumo,
sintáctico-semánticos. E l peligro de un formalismo extremo es a todas luces

1 Este trabajo se inscribe en el marco del proyecto F F I 2010-20904.


582 EM ILIO MONTERO C A R T E L LE

evidente. M i propuesta para este, y prácticamente para cualquier otro tema, es


un análisis integral en el que tengan cabida la gramática, la pragmática y el
texto. No quiero decir que haya que renunciar a los análisis desde una única
perspectiva. No, todo depende, al final, de los objetivos propuestos. Simple­
mente pretendo insistir en que la combinación de saberes es un buen camino
para desentrañar matices que, al final, sugieren explicaciones que van más allá
de cada uno de ellos en particular.

2. L a c o n t r a a r g u m e n t a c i ó n

L a elección de la contraargumentación no fue aleatoria. Es un fenómeno


con implicaciones en los tres niveles propuestos. Es una función pragmática
con formas de expresión en la oración y en el discurso. E n la teoría de la argu­
mentación de la que procede2, se trata de una relación semántico-pragmática
que contrapone conceptualmente dos juicios, uno de los cuales tiene una mayor
fuerza argumentativa, determinando por ello la orientación del discurso. Esa co­
existencia de dos argumentos antiorientados se formaliza tanto en las adversa­
tivas como en las concesivas con la diferencia de que, mientras en las primeras
el énfasis recae en el argumento fuerte, inclinando la conclusión en su dirección
argumentativa, en las concesivas se subraya el argumento débil, lo que se ha de­
nominado obstáculo o condición insuficiente para el otro enunciado3. Aplicado
dichos principios al texto se podría seguir manteniendo la distinción entre co­
nectares contraargumentativos adversativos y concesivos, como hace Gara-
chana4, o agruparlos bajo una definición más amplia, que acoja también otros
posibles matices. En este segundo supuesto, la definición constaría de dos par­
tes. L a genérica reflejaría que se está ante una relación entre dos miembros,
uno de los cuales suprime o atenúa alguna conclusión deducible del otro. L a
más específica acogería la opción de que la relación entre ellos adopte matices
de contraste, de oposición y de atenuación de sus respectivas fuerzas argumen­

3 Cf. J e a n - C l a u d e A n sc o m b r e y O sw a ld D u c r o t , La argumentación en la lengua, Madrid


(Gredos), 1994.
3 Cf. E s t r e l l a M onto lío D u r á n , Cernedores de la lengua escrita, Barcelona (Ariel), 2001.
os Procesos degramatica/ización: una aplicación a los conectares con­
4 M a r G a r a c h a n a C a m a r e ro , L
traargumentativos, Barcelona (Publicacions Universität de Barcelona), 1998.
DE L A G R A M Á T I C A A L T E X T O 5¡<3
tativas, permitiendo establecer subdivisiones entre los propios conectores, siem­
pre que eí corpus las avale.
L a capacidad de acción de la contraargumentación en la oración y en el
texto le confiere grandes posibilidades y plantea no pocos interrogantes. Entre
las primeras, el hecho de que compartan función invita a la comparación e in­
duce a considerar si su actuación responde a principios similares o presenta es­
pecificidades en cada uno de ellos. Por igual motivo, resulta ineludible valorar
si oración y discurso comparten formas de expresión o, por el contrario, poseen
recursos propios y exclusivos. E n el primer supuesto, habría que examinar en
dónde residen las diferencias, siendo las alternativas la sustancia del contenido
o las unidades que ponen en relación y sobre las que actúan.
Los interrogantes los hay de todo tipo. E l más básico y fundamental consiste
en preguntarse sobre la propia necesidad de dar el salto cualitativo que implica
superar los límites oracionales y adentrarse en el texto. Mayoritariamente, las
respuestas son positivas. L a postura contraria supone admitir que cualquier fe­
nómeno, por muy periférico que sea, pertenece a la oración y encuentra expli­
cación en ella5. E l segundo interrogante versa sobre la caracterización de los
marcadores como clase de palabras, la enumeración de los integrantes de su pa­
radigma y sobre los criterios para su identificación. Son, en el fondo, tres aspec­
tos del mismo problema y reflejo de que se trata de una disciplina en proceso de
consolidación. L a cuestión de su adscripción categorial tiende en los últimos
tiempos a soslayarse, optando en su lugar por desarrollar el aspecto relacionado
de sus funciones pragmáticas. Los avances en este sentido son realmente signi­
ficativos. Se ha llegado a un modelo funcional en el que sobresale la sencillez que
comporta reducir la amplia casuística a tres grandes macrofunciones: la 'interac­
ciónal, que incide sobre los movimientos conversacionales, la metadiscursiva, que
atañe al proceso de expresión lingüística, y la cognitiva con su triple vertiente, la
lógica-argumentativa, la inferencia! y la modaÜzadora de la enunciación6.

5A lf r ed o I. Á lv a r ez M enbndez, «El adverbio y la función incidental», Verba, 15 (1988), págs.


215-236.
6 C f M a r g a r it a B o rreg u er o Z ulo ag a y A r a c e l i L ó pez S e r e n a , «Marcadores discursivos,
valores semánticos y articulación informativa del texto: el peligro del enfoque lexicocentrista», en Heidi
Aschenberg y Oscar Loureda Lamas (eds.), Marcadores del discurso: de la descripción a la definición,
Frankfurt (Iberoamericana Vervuert), 2011, págs. 169-210,
5^4 EM ILIO MONTERO C A R TE LLE

E l paradigma de los marcadores es un tema todavía abierto, lo que no deja


de ser una ventaja e incluso una necesidad cuando se trabaja con otras sincro­
nías en las que presumiblemente las unidades no eran las mismas y, de serlo, es­
taban en fases de gramaticalización diferentes a las actuales. E l problema no es
tanto partir de una relación cerrada de elementos como hacerlo desde una te­
oría que permita identificar todos aquellos cuyo comportamiento gramatical y
discursivo se corresponde con la clase de palabras objeto de estudio. Este salto
cualitativo de las formas de expresión a los criterios que las identifican tiene, a
diferencia del anterior, la apariencia de una cuestión cerrada. H ay multitud de
propuestas y, obviamente, pruebas que se repiten a modo de constantes inelu­
dibles y, a pesar de ello, son frecuentes los casos difíciles o imposibles de adju­
dicar a la oración o al texto. Tal vez la solución no resida en proponer nuevos
mecanismos de reconocimiento, sino en recorrer el camino que media entre la
gramática y el discurso en busca de lo que tienen de peculiar en una y en otro
cada uno de los signos lingüísticos analizados, y así poder discernir dónde ac­
túan. La mayor dificultad de esta propuesta reside en que, por principio, sólo
podría proyectarse sobre un tipo concreto de conectores. Habría que habilitar
casi tantas como clases de conectores, dado que el comportamiento sintáctico
de cada una de ellas sería fundamental. Las ventajas serían su compatibilidad
con los rasgos habitualmente utilizados en la identificación de los marcadores,
su facilidad de aplicación y su precisión. Propongo para los contraargumenta-
tívos dos criterios fundamentales, que sólo esbozaré.
E l primero guarda una muy estrecha relación con las características sintác­
ticas de las adversativas y el orden de sus cláusulas constituyentes. L a obligato­
riedad de que el nexo de una construcción adversativa vaya necesariamente entre
cláusulas convierte su desplazamiento hacia la posición inicial o su inclusión
entre pausas en una cuasi evidencia de que, en ese contexto, actúa y funciona en
un nivel superior al de la oración. Esta premisa, sumamente rentable para las ad­
versativas, deja de ser operativa cuando se aplica a las concesivas, en las que el
elemento de relación admite anteponerse o posponerse junto con el miembro
que introduce. En esas situaciones, interviene el segundo criterio, que, de nuevo,
es una proye'cción de su sintaxis; en concreto de la relación de interordinación
que las individualiza. E l hecho de que ambas cláusulas sean interdependientes
determina que su estructura responda a un esquema binario en el que la pre­
sencia de la tesis implica la de la antítesis en las adversativas y la actualización
DE L A G R A M Á T I C A A L T E X T O 585
de la pro tasis requiere la de la apódosis en las concesivas. Se trata, pues, de dos
constantes que, como tales, se exigen mutuamente7. L a omisión de la antítesis o
de la apódosis y su aparición en otros enunciados debe interpretarse como un in­
dicio inequívoco de que la relación de contraargumentación no se realiza entre
cláusulas, sino entre enunciados. L a recursividad no es un problema. Ausente de
las adversativas, es factible en las concesivas, en las que la conjunción es compa­
tible con la utilización simultánea de otros nexos copulativos. Aún así, cabe la
opción de interpretar cada una de las cláusulas constituyentes de esa prótasis com­
pleja como «unas serie alternativa o gradual de causas ineficaces con respecto a la
situación descrita en la apódosis»8, reforzando el carácter binario de las concesi­
vas. Las posibles elipsis tampoco son un obstáculo insalvable. Son, más bien, un
acicate para discernir si el constituyente omitido es oracional o, por contra, fun­
ciona como elemento de conexión discursiva o de organización informativa.
La fuerza explicativa de esta propuesta reside sobre todo en su sencillez. No
es, a pesar de las apariencias, una iniciativa totalmente desligada de los princi­
pios que rigen el reconocimiento de los conecto res. E l primer criterio remite al
problema de los límites entre oración y enunciado9. Coincide, además, con unos
de los rasgos más reiterados: el desplazamiento de los marcadores hacia la pe­
riferia, fundamentalmente hacia la izquierda. Esta situación marginal se marca
prosódicamente con una pausa, que, en los textos escritos, se reconvierte y se es­
pecifica por medio de los signos de puntuación. Ofrece, en consecuencia, un
criterio externo, fácil, aunque no exento de problemas, al que ya acudían los
pioneros del análisis del discurso. Mederos M artín10, en la estela de Hallyday y

7 Cf. G u il l e r m o R ojo , Cláusulas y oraciones, Verba Anexo 14 (Santiago de Compostela), 1978.


Para posibles objeciones a este planteamiento, cf. S a lvad o r G u t ié r r e z O r d ó ñ e z , «A propósito de
cláusulas y oraciones», Archivum, x x v íi - x x v iii (1977-78), págs. 529-547, y J o sé A. M a r t ín e z , Funcio­
nescategorías y transposición, Madrid (Istmo), 1994, pág. 33
8 LüIS F l a m e n c o G a r c ía , «Las construcciones concesivas y adversativas», en Ignacio Bosque y
Violeta Demontc (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, vol. 3, Madrid (Espasa-Calpe),
1999. pág- 3855-
9 Cy.’ jANOS S. P eto fs y A n to n io G a r c ía B e r rio , Lingüística del texto y crítica literaria, Madrid
(Alberto Corazón), 1978, pág. 252; y C a t a l in a F u e n t e s R o d r íg u e z , Enlaces extraoracionales, Sevilla
(Alfar), 1987, pág. 61.
to H u m b e r t o M ed ero s M a r t ín , Procedimientos de cohesión en el español actual, Tenerife (Cabildo
Insular), 1988.
586 EM ILIO MONTERO C A R T E L LE

Hasan11, propone que un «conectivo» -en su terminología- acaba con el alcance


de otro conectivo anterior, por lo que no sería demasiado problemático, en lo
que al significado se refiere, si se considera conectivo una unidad tras signo de
puntuación distinto de punto. En la práctica, es ésta una pauta a la se recurre
de manera casi sistemática, al igual que la relacionada con la mayor libertad
distribucionaP. La segunda exigencia, reflejada en la ausencia de uno de los
constituyentes, recoge otro de los tradicionales procedimientos para su identi­
ficación; en concreto, su capacidad de contraer relación con enunciados no in­
mediatamente anteriores (criterio 7 de Fuentes13) y de unir párrafos14.

3. L a c o n t r a a r g u m e n t a c ió n e n l a o r a c ió n

Las referencias proceden de una nómina de textos diseñada en torno a dos


parámetros, el cronológico, para cubrir la vertiente diacrònica de conjunciones
y conectores, y el estrictamente textual. E l primero tiene una vocación decidi­
damente historicista. Abarca un período de tiempo que empieza en el siglo x m
y termina en el siglo xv. E l segundo está presidido por el concepto de tradición
discursiva y el de “escrituralización” de la lengua en el sentido concepcional del
término15. Tres de los cuatro textos forman parte de un género típicamente me­
dieval y perfectamente incardinado en la literatura didáctica, los exempla: Libro
de los engaños (desde ahora Engaños)s Libro de Jos gatos (Gatos) y Libro de los

11 M ic h a e l A , K. H a l l id a y y R uq aiya H a s a n , Cohesion in English, London (Longman), 1976.


12 Cf. C a t a l in a F u e n t e s , Enlaces extraoracionales; y B r u ce F r a s e r , «Contrastive Discourse M ar­
kers in English», en Andreas H. Jucker y Yael Ziv (eds.), Discourse Markers. Descriptions and Theory,
Amsterdam / Philadelphia (John Benjamins Publishing Company), 1998, págs. 301-326.
13 C a t a l in a F u e n t e s R o d r íg u e z , Enlaces extraoracionales, págs. 66-67.
14 C a t a l in a F u e n t e s R o d r íg u e z , «El uso de pero en la conexión de párrafos», en Pedro Car­
bonero, Manuel Casado y Pilar Gómez (eds.), Lengua y discurso: Estadios dedicados al Profesor Vidal
Lamíquiz, Madrid (Arco/Libros), 1999, págs. 333-347.
15 Para este concepto, cf. W u l f O e s t e r r e ic h e r , «El español en textos escritos por semicultos.
Competencia escrita e impronta oral en la historiografía indiana», enjeens Lüdkc (coord.), E l español
de América en el siglo XVI. Actas del simposio del Instituto Ibero-Americano de Berlín, Berlín (Biblioteca
Ibero-Americana), págs. 155-190; y P e t e r K o ch y W u l f O e s t e r r e ic h e r , «Langage parlé et langage
écrit», en Gunter Holtus, Christian Schmitt y Michael Metzeltin (eds.), Lexikon der Romanischen L in ­
guistik, 1.2 . , Tübingen (Max Niemeyer), págs. 584-627.
DE LA GRAM ÁTICA AL TEXTO 587
exenplos por A. B. C. (A. B. C ./ 6. E l cuarto, Arcipreste de Talavera o Corbacho17>
es un tratado doctrinal por él que se ha optado como contrapunto discursivo
a los anteriores y «porque corresponde a un momento de inflexión entre una
organización textual de raíz plenamente medieval y otro en el que se advierte
la necesidad de flexibilizar y enriquecer los mecanismos de cohesión textual de
los nuevos temas, géneros y modelos que aparecían con las ideas prerrenacen-
tistas»18.
Dos son las construcciones prototípicas que asumen la expresión de la fun­
ción contraargumentativa en la oración: las adversativas y las concesivas. Las
primeras se dividen en restrictivas y en excluyentes en razón de que «el segundo
miembro limita o restringe el alcance semántico del primero» o rechace «de
plano que ambos miembros puedan concurrir en el mismo enunciado, ya que
son presentados como incompatibles»19. No contemplo en esta ocasión la po­
sibilidad de un tercer subtipo en el que la oposición o el contraste tiene lugar
entre un todo y una parte: la «restricció» de Cuenca20 y las «inclusivas» de López
García21.
E l corpus lo constituyen 671 ejemplos de los que 186 corresponden a las ad­
versativas restrictivas y 485 a las exclusivas. L a relación de formas es, ordenadas
por número de apariciones, mas {i^),pero (29) y empero (22), para las primeras,
y sino (172), mas (171), salvo (85), ante (56) y pero (1), para las segundas. E l con­
junto de todas ellas refleja con precisión la situación de la adversación restric­

rá E l libro de los engaños e asayamientos de las mugeres, ed. de Emilio Vuolo, Napoli (Liguori edi­
tare), 1980; E l libro de los gatos, ed. de John Esten Keller, Madrid (Clásicos Hispánicos), 1985; C l e ­
m e n t e S á n c h e z d e V e r c i a l , Libro de los exenplos por A. B. C., ed. de John Esten Keller, Madrid
(Clásicos Hispánicos), 1960.
17 A lfo n so M a r t ín e z d e T o led o , Arcipreste de Talavera o Corbacho, ed. de Joaquín González
Muela, Madrid (Castalia), 1985.
18 J . J esú s B u sto s T ovar , «Mecanismos de cohesión discursiva en castellano a fines de la Edad
Media», en María Teresa Echenique Elizondo, Juan P Sánchez Méndez y F. Javier Satorre Grau (eds.),
Actas del V Congreso Internacional de Historia de la lengua española, vol. I, Valencia (Gredos), 2002, pág. 57.
^ L u is F l a m e n c o G a r c ía , «Las construcciones concesivas y adversativas», pág. 3855.
20 M .;l J o sep C u e n c a , Les oracions adversatives, Valencia (Institut Universitari de Filologia Va­
lenciana), 1991, pág. 157.
21 Á n g e l L ó pez G a r c ía , Gramática cognitivaparaprofesores de español L2, Madrid (Arco/Li­
bros). 2005, pág. 241.
588 EM ILIO MONTERO C A R TE LLE

tiva en el castellano medieval tanto en sus porcentajes como en su distribución


textual. E l predominio corresponde a mas, con precedentes ya con este valor en
la lengua latina y, sin lugar a dudas, la conjunción adversativa más antigua de
la lengua castellana. L a historia de su confluencia con pero y su ascenso a la len­
gua escrita fue sin duda una manifestación de lo que Jacob y Kabatek, parafra­
seando a Labov, califican de cambios «desde abajo»23, o, lo que viene a ser lo
mismo, pero vinculado a la oralidad terminó imponiéndose sobre el literario
mas. La alta incidencia de. pero en el Corbacho, con 26 testimonios de un total de
29, no parece, pues, aleatoria, ni motivada exclusivamente por factores tempo­
rales. Es el texto más representativo en el corpus de la «oralidad puesta por es­
crito». Los otros tres provienen dtA . B. C , otra obra del siglo x v con una fuerte
implantación del diálogo y no pocas manifestaciones de la inmediatez comu­
nicativa. A él corresponde el ejemplo siguiente en el que la relación de antio­
rientación característica de la contraargumentación no se deduce de lo afirmado
en ambas cláusulas, sino que surge de oponer la inferencia ‘no volver’, es decir,
‘no cumplir su palabra, y el contenido proposicional de la segunda cláusula:
1 D ezianle que non tornasse, e el quiso mas tornar que quebrantar la fee a los enemigos,
sabiendo que tornava a enemigos crueles e a grandes t o r m e n t o s , q u i s o guardar el ju ­
ramento (A. B. C. 290:10049-50).

L a relación la completa empero, cuya inclusión entre las conjunciones ad­


versativas restrictivas, sin ser una novedad, tiene algo de peculiar. Su docu­
mentación en las dos obras del siglo x v está en consonancia con su trayectoria
temporal. Ese fue el momento de su máxima difusión. Con anterioridad, fue es­
caso, aunque en ascenso, y, tras ese siglo, inicia su declive, con cierta lentitud en
el siglo xv i y más acusadamente después. Su dispar ocurrencia znA. B. C., con
17 de los 22 empleos, y en el Corbacho, con 4, reclama una explicación que vaya
más allá de la simple cronología. Apunta a las condiciones de producción y gé­
nesis de ambas obras, es decir, a las tradiciones discursivas de las que proceden,
una más permeable a la inmediatez comunicativa y, por ello, más afín a peroyy
la otra más apegada a la tradición y al cultismo, otro de los rasgos que se atri­

22 D a n ie l J aco b y J o h a n n es K a b a t e k , «Introducción: Lengua, texto y cambio lingüístico en la


Edad Media iberorrománica», en Daniel Jacob y Johannes Kabatek (eds.), Lengua medievaly tradicio­
nes discursivas en la Penínsida Ibérica: descripción gramatical pragmática histórica, metodología, Madrid
(Iberorromania), 2001, págs. IX -X .
DE LA G R A M Á T IC A AL TEXTO 5^9
buye a empero, junto con su procedencia del mundo jurídico. L a riqueza de ma­
tices pragmáticos queda de manifiesto en la siguiente cita en la que de «robar»
se infiere en el contexto de la ób rala ‘condena eterna, que, sin embargo, no
tiene efecto dado su 'fervor a la Virgen':
2 Era un ladrón que su vida fuera furtar, empero era muy devoto a la Virgen M aría c mu­
chas vegadas le dezia la saludacion de la V irgen M aria (A. B. C. 209: 7126-28)

Las adversativas excluyentes se reparten de manera muy pareja entre sino


(172) y mas (171) de acuerdo con pautas temporales bien conocidas. L a capaci­
dad excluyente de mas es un dato contrastado desde los orígenes de la lengua.
También lo es que, en el siglo xiv, este uso empezó a decrecer en favor de sino,
aunque fue de una manera tan gradual que todavía lo conservaba en el siglo
x v ii23. L o sorprendente es su concentración en A. B. C. con 125 casos. No ocu­
rre así en el otro texto del siglo xv. E l Corbacho, aunque lo utiliza en 23 ocasio­
nes, no muestra la predilección de aquél. H e aquí otro claro indicio del muy
diferente comportamiento ante las estructuras sintácticas «tradicionales» de un
género plenamente medieval (A. B. C.), que mantiene mecanismos en retro­
ceso, y otro más «novedoso» y con tendencia a los nuevos giros, el Corbacho.
Nada aporta el corpus a la contaminación de ios valores excluyentes de mas por
parte dtpero. Una sola evidencia no es bagaje suficiente para insistir en el tema.
Parece apuntar a que la especialización de sino con este valor24 lo impidió, con­
firiendo cierta importancia al siguiente testimonio:
3 Porque non quiere la muerte del pecador,pero que byva e se arrepienta, dándonos seña­
les para byen fazer e ob rar... ( Corbacho 209: 2-4)

L a nómina de conjunciones adversativas excluyentes la cierran ante(s) y


salvo, dos adverbios en origen, que derivaron hacia la adversación por caminos
diversos. Ante lo hizo desde la temporalidad en un doble proceso metafórico. En
el primero, lo que ‘suele preceder a algo’ se interpreta como más importante’ y
preferible’ a lo que viene después. E n el segundo, la idea de preferencia’ lo en­

2i Cf. F ra n c isc o J. H e r r e r o R u iz d e L o iz a g a , «Sobre la evolución de las oraciones y conjun­


ciones adversativas», R F E , l x x ix (1999), págs. 291-328.
24 Esa capacidad exceptiva la asumió en fueros y en ordenamientos jurídicos según J o s é M u ñ o z
G «Sobre el origen de los nexos adversativos en español», Cahiers de Linguistigue Hispanique
a r r ig ó s ,

Medí ¿vale, 6 (1981), págs. 41-56.


59° E M I L I O M O N T E R O C A R T E L LE

caminó hacia el matiz correctivo y, desde este, al excluyente25. Salvo procede


también de un adverbio, cuyo contenido léxico excepto’ es en sí mismo un paso
previo a la exclusión, a la que accedió con facilidad y en fechas tempranas. Los
dos están documentados como adversativos ya desde el siglo xm ; si bien el re­
corrido de uno y otro fue dispar. Salvo nunca dejó de ser esporádico como ad­
versativo. Fue uno de esos múltiples ensayos tan característicos del castellano
medieval en esas zonas de la sintaxis en las que la ausencia o la decadencia de
un recurso propiciaban la búsqueda de alternativas36. Eran muchas, a pesar de
todo, las limitaciones que no favorecían su salto definitivo a la adversación ex­
cluyente. Unas procedían del sistema adversativo, en el que ante(s), sino y, en
menor medida,pero competían por idéntico espacio funcional. Otras provenían
de su propio contenido semántico, tan apto para la exclusión como para espe­
cificar la única condición desfavorable en el cumplimiento de lo dicho ante­
riormente. Su tendencia a combinarse con que y con si favoreció su paso a la
condicionalidad y, dentro de ella, a la nómina de los conectores condicionales
complejos negativos27. L a frecuencia de ante(s) fue superior a la de salvo, pero
en épocas diferentes. En el siglo x v compartía con sino la adversación exclu­
yente, mientras que en el siglo xvi lo superaba28. L a versatilidad de sino para es­
tablecer relaciones de adversatividad en la oración y en el sintagma determinó
finalmente que se impusiese sobre una forma que, como antes, se había espe­
cializado en la unión entre cláusulas. L a fuerte implantación de salvo y ante(s),
con 46 y 33 empleos, en A. B. C. está relacionada con la tradición discursiva de
la que procede, los exempla, más apegados a la lengua medieval que el innova­
dor Corbacho, con 30 y 16, respectivamente. Los matices de ‘excepción’ y de pre­
ferencia’, perceptibles también cuando salvo y ante(s) expresan adversación, y la
obligada presencia de la negación en el primer término hacen que la contraar­

^ Cf. R u fin o J. C uer v o , Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, 8 vols., San-
tafé de Bogotá (Instituto Caro y Cuervo), 1893-1998, s.v. ante.
2Í’ Cf. E m i l i o M o n t e r o C a r t e l l e , «Tendencias en la expresión de la concesividad en el caste­
llano medieval», Verba, 19 (1992), págs. 107-128.
27 Cf. E s t r e l l a M o n t o lí o D u r a n , «Las construcciones condicionales», en Ignacio Bosque y
Violeta Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, vol. 3, Madrid (Espasa-Calpe),
T999> págs. 3643-3737-
aR C f F ra n c isc o J. H e r r e r o , «Sobre la evolución de las oraciones y conjunciones adversativas».
DE LA G R A M Á T IC A AL TEXT O 591
gumentación sea ahora más directa y menos propensa a la diversidad de mati­
ces pragmáticos que la restrictiva:
4 E dos cavalleros de grand linaje de Rrom a, queriendo ser emperadores e traherlo a la
muerte, non les dixo otra cossa seyendo vencidos ante el de la trayeion salvo que se en-
mendassen e dexassen de fazer lo que tenían pensado, ... {A. B. C. 73:1667-70)
5 O nde una vegada, queriendo unos lisonjeros alabar su linaje, dezian que aquellos de
donde el veniera fezieran la cibdat de Ryeatina e que fueron conpañeros de Ercoles, e el
non quiso oyr, antes escarnescio dellos {A. B. C. 34:199-202)

Las construcciones concesivas diseñan un panorama sin apenas novedades.


Aunque se manifiesta como la conjunción prototípica de la concesividad, papel
que asumió precisamente en el siglo xv, de ahí que 149 casos de 188 procedan
de A. B. C, y del Corbacho. Maguer y comoquier que, formas de expresión típica­
mente medievales, se concentran casi en exclusividad en textos que conservan
y remedan las condiciones de producción y recepción propias de la época en la
que estaban plenamente vigentes; es decir, en los textos adscriptos a la tradición
discursiva de los exempla. Un solo ejemplo áspero que, y no muy claro, no es ba­
gaje suficiente para llegar a conclusiones, aunque puede ser una contaminación
de muy notable uso de pero en el Corbacho, al que pertenece. Bien que, también
con un único testimonio en el Corbacho, es un italianismo que recuerda las in­
fluencias de las lenguas con las que el castellano intensificó sus relaciones cul­
turales en ese momento histórico. Todos estos aspectos los he desarrollado en
otros trabajos a los que remito para las cuestiones de detalle29.

29 C f E m il io M o n t ero C a r t e l l e , «La trayectoria cronológica y modal de la expresión conce­


siva maguería) {que)», en Manuel Ariza, Rafael Cano, Josefa Mendoza y Antonio Narbona (eds.), Actas
d elII Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española (Sevilla, 5-10 de marzo de 1990), vol. I, M a­
drid (Pabellón de España), 1990, págs. 701-7™; E m il io M o n t er o , «Tendencias en ia expresión de la
concesividad»; E m il io M o n tero C a r t e l l e , «Origen, cronología y capacidad de combinación modal
de la conjunción concesiva comoquier que», en José Antonio Bartol Hernández, Juan Felipe García San­
tos y Javier de Santiago Guervos (eds.), Estudiosfilológicos en homenaje a Eugenio de Bustos Tovar, vol.
n, Salamanca (Ediciones Universidad), 1992, págs. 657-666; E m il io M o n tero C a r t e l l e , «La ex­
presión de la concesividad en la Primera Crónica General de España», Alegría Alonso González et alii
(eds.), Actas d e lI I I Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, I. Salamanca, Madrid
(Arco/Libros) 1996, págs. 435-448.
592 EM ILIO MONTERO C A R TE LLE

4 . L O S CONECTO RES CO N TRA ARGU M EN TATIV O S

En el tema de la contraargumentación discursiva me centraré en los conec-


tores documentados también en la cláusula como conjunciones. Es una forma
de reconducir una información ingente que reúne, en principio, un número ex­
cesivamente amplio de posibilidades y que resulta, en consecuencia, práctica­
mente inabarcable, incluso en el marco reducido del corpus por el que he
optado. D e la docena amplia de conectores, cuatro acaparan más del 9 0 % de
las ocurrencias. Son mas>pero, empero y antes con 2 0 0 , 1 2 5 , yo y 4 0 testimonios,
respectivamente; es decir, tres que, en la oración, funcionaban como conjun­
ciones adversativas restrictivas y uno como excluyente. Los restantes tienen una
frecuencia menor y significativamente se acumulan en los textos del siglo xv.
Son por el contrario, bien es verdad, ora byen y por cierto en el Corbacho, al contra­
rio en A. B. C. y la culta no embargante, en el manuscrito B de Engaños. De los
cuatro más abundantes, el único para el que se ha propuesto un origen exclusi­
vamente textual es empero. Cano lo sitúa entre las «unidades que sólo han fun­
cionado como conectores, que parecen haber sido creados para tal función, pues
no se documenta ningún otro uso de la unidad, ni tampoco se puede acceder a
su constitución: aparecen como conectores con los valores que luego perpetua­
rán en la lengua. Son los casos, entre otros, de empero o por consiguiente»3°. Los
datos del corpus no avalan esta propuesta. Está presente en los dos niveles y,
además, lo hace en una proporción que no se puede, sin más, interpretar como
ocasional en uno y significativa en el otro. E n el conjunto de sus incidencias, el
2 4 % es intra-oracional frente al 7 6 %, que es extra-oracional. L a necesidad de
manejar con sumo cuidado los porcentajes surge al saber que, si se aplican los
mismos principios a pero, la desproporción es muy superior: el 19 % de sus apa­
riciones son típicamente oracionales y el 81 % textuales. Sólo su altísima con­
centración en A. B . C. podría levantar sospechas sobre su capacidad como
introductor de la antítesis en las adversativas. E n ese supuesto, habría que ha­
bilitar explicaciones convincentes para sus diecisiete ocurrencias como conjun­

50 R a f a e l C ano A g u il a r , «Función sintáctica, significación gramatical y valor léxico en la co­


nexión Supraoracional», en José Luis Girón Alconchel, F. Javier Herrero Ruiz de Loizaga, Silvia Igle­
sias Recuero y Antonio Narbona Jiménez (eds.), Estudios ofrecidos al profesorJoséJesús de Bustos Tovan
vol. i, Madrid (Editorial Complutense), 2003, pág. 309.
DE LA G R A M Á T IC A A L TEXTO 593
ción en la misma obra, para las cuatro en el Corbacho y para el único ejemplo del
manuscrito B de Engaños. Su origen como conector no debe, a pesar de todo,
rechazarse hasta que se haga un análisis detallado en épocas más tempranas y
se tengan en cuenta otros factores que no es posible desarrollar en este con­
texto. H ay indicios de que poseyó mayor libertad distribucional que mas, pero
y ante(s)31; así como que, aunque participó con aquellos de la facultad de com­
binarse con otros conectores, lo hizo en un grado más alto. Queda pendiente,
pues, discernir si, con esta premisas, se puede llegar a otra conclusión que no sea
colegir que su proceso de gramaticalización fue anterior o estaba más avanzado
que los de mas, pero y ante(s).
L a distribución textual y diacrónica de los restantes conectores, mas, pero y
ante(s), sigue pautas coincidentes con las correspondientes a la oración. Mas
repite como el más utilizado. Su frecuencia ha aumentado, también en el siglo
xv. L a comparación entre los dos textos representantes de este siglo revela, sin
embargo, un retroceso en el Corbacho y un aumento en A. B. G , trazando así una
clara frontera entre los dos tipos textuales del corpus. Son los textos adscritos
a los exempla los que manifiestan una decida inclinación por este conector y, en
general, por las formas más arcaizantes. A ellos pertenece el 86 % de sus ocu­
rrencias. E l Corbacho se revela más innovador. Opta resueltamente por pero en
una proporción que no deja lugar a dudas sobre su preferencia por esta forma
con altísima posibilidades de haber surgido en el lenguaje oral. Sólo dos de sus
125 testimonios no le pertenecen. Ante(s), como pero, es una novedad que ya no
procede de la inmediatez, sino de la distancia comunicativa. Confirma de nuevo
la necesidad de marcar diferencias entre los exempla y el Corbacho. Tiene tam­
bién sus peculiaridades. L a primera se refiere a su origen. Es el único de los
cuatro que procede de la adversación excluyente. L a segunda está relacionada
con su cómputo global. Por primera vez, los índices porcentuales son más bajos
en el discurso que en la oración. L a tercera muestra que su descenso ha seguido
un camino distinto al de los otros conectores. Afectó única y exclusivamente a
los textos que habían manifestado un mayor apego por antes como conjunción
adversativa. E l ejemplo más emblemático es el de A. B. C., con 33 casos de

31 Ejemplo 6: «Pero ésta es [la] verdad: que la mejor e la más peor tanto pierde dándose a loco amor,
qu’el morir le será vida, ora se sepa, ora non se sepa. Sé, enpero, cierto, que de non saber sería ynposy-
ble» (Corbacho 50:1-4).
594 EM ILIO MONTERO C A R TE LLE

ante(s) conjunción y solo 3 de ante(s) conector. L a contrapartida, también lla­


mativa, fue que el Corbacho duplicó su empleo (16/30).
L a polifuncionalidad32 es, a todas luces, una característica de los contraar-
gumentativos. Su naturaleza semántico-pragmática los hace especialmente
aptos para marcar la progresión argumentativa del discurso: función cognitiva
o lógico-argumentativa. Introducen el argumento que anula el anterior o sus in­
ferencias, reorientando la información de forma equiparable a como lo hacía
cuando unían cláusulas. Se asimilan a la adversación restrictiva si el segundo ar­
gumento limita el alcance semántico o pragmático del primero. L a cita elegida
reproduce un contexto de cuya primera parte se infiere la largueza de los per­
sonajes, mientras que la segunda reconduce la información e impide llegar a
conclusiones erróneas:
7 A lly sueltan en dar las riendas; que non ay detenimiento en dar joyas e paños, comer e
bever e gasajados; pero en todo otro lugar la su avaricia e denacidat es tanta quanta es-
periencia demuestra cada día ( Corbacho 104:18-24)

Los valores excluyentes surgen al poner en relación dos argumentos, el se­


gundo de los cuales anula el anterior. En principio, cualquiera de los cuatro co­
nectares puede acceder a este contenido, aunque suele ser el predominante en
ante(s) y mostrarse débil y esporádico con empero. L a negación gramatical sigue
siendo obligada:

8 «Digo, pues, que non te lo niego que non den las planetas e sygnos sus ynfluencias; pero
non para determinar, nin dar ser o non ser, muerte o vida; que esto sólo está en la pre-
misyón de Dios» (Corbacho 249:17-20)

L a antiorientación adopta la modalidad de una respuesta reactiva, función


interaccional o conversacional, cuando, por su mediación, expresa el desacuerdo
con el interlocutor. Surge fundamentalmente en contextos dialógicos, aunque
puede darse en discursos monogales marcadamente argumentativos33. Son es­

32 Cf. B o r r e g u er o . Z ulo ag a y L ó pez S e r e n a , «Marcadores discursivos, valores semánticos».


33 Cf. J o sé P o r to lés L á z a r o , «Diferencias gramaticales y pragmáticas entre los conectores dis­
cursivos pero, sin embargo y no obstante», en Boletín de ¡a Real Academia Española, lx x v / c c l x v , ^995),
págs. 231-269; y A n t o n io B r iz G ó m e z y A n to n io H id a l g o , «Conectores pragmáticos y estructura
de la conversación», M .a Antonia Martín Zorraquino y Estrella Montolío Duran (eds.), Los marcado­
res del discurso. Teoría y análisis. Madrid (Arco/Libros), págs. 121-142.
DE L A G R A M Á T I C A A L T E X T O 595
tructuras polifónicas en las que el emisor discrepa con lo enunciado por su in­
terlocutor:
9 E dixo ella: — Espera vn poco, e fare a mi fijo que coma, e lu(e)go me verne para ti.
— M as -dLxo el om rae- faz lo que yo quisiere, e después que yo fuere ydo, dalle as a
comer. — E dixo la muger: ... {Engaños 58:1262-65)

En el ámbito ya de la función metadiscursiva, la contraargumentación des­


pliega dos modalidades. En una, actúa sobre la formulación lingüística con un
procedimiento tan sencillo como es retomarla, ahora en forma negativa, para fo­
calizar la argumentación en la dirección debida. Es un recurso relativamente
habitual en el género didáctico, dada su propensión a la amplificatio:
10 e el tenia sienpre aquel pedazo de yelo so los pies e amansavale mucho el dolor e mara-
villavase mucho commo no se desatava aquel yelo con el grand calor del estio e con el
ardor de los pies. M as non era maravilla, ca la justicia de D ios lo fazia durar que non se
desatasse... {A. B. C. 48: 754-58)

En la estructuración de la información su versatilidad es mayor. La antiorien­


tación introduce en este nuevo contexto cambios en el tópico, favorece o pro­
voca alternancias en el turno de palabras o simplemente finaliza una línea
argumentativa. D e estas estrategias puestas al servicio de la macroestructura
del discurso, la más asidua es el cierre de tópicos. Se muestra en intercambios
polémicos, en los que el emisor se hace presente y manifiesta su voluntad de no
proseguir con el tema. Las razones son muy diversas: no se ajusta a sus inten­
ciones argumentativas (ejemplo 11); su desarrollo le obligaría a violentar las má­
ximas de cortesía (ejemplo 12); no quiere ser reiterativo, pero, aún así, apela a la
inteligencia del interlocutor, captatio benevolentiae, para que supla sus posibles
deficiencias (ejemplo 13):

11 Desta materia largamente fallarás en el libro D e secretis Secretorum que fizo Aristótyies a
Alrxandre, quasy a la fin: ally leerás maravillosas cosas de las señales de las personas, e
cómo a vezes mienten, por el grand juyzio, quando los rige. M as por quanto esta regla se
falla non ser continua nin verdadera non la prosygo aquí ( Corbacho 186: 4-8)
12 Que solya onbre de x x v años apenas saber qué era amor, ni la muger de x x ; mas agora
non es para se dezir lo que onbre vee, que sería vergonzoso de contar {Corbacho 43:
34- 37)
13 ¡O quánta moralidad e enxienplos podrán ser de aquí sacados que oy se usan malamente!
Pero bástele al que esto leyere su sobtyl entendimiento, sy D ios ge lo administrare, syn el
qual todo saber es nada {Corbacho 66-67: 37-02)
596 EMILIO M ONTERO C A R T E L LE

Como marcador de cambio de tópicos requiere nuevamente un contexto


polifónico en el que sugiere al interlocutor que evite las digresiones y se centre
en el objeto del intercambio:
14 E dixo estorbe el león: — Ciertamente bien di (¿es; mas rruegote que me digas quien te
amostro tan bien fablar.
Estonce le xrespondio la gulpeja: ... (Gatos 57: 4 10 -12)

5. C o n c l u s ió n

Terminaré como empecé, abogando por la combinación de saberes en el


análisis de los hechos lingüísticos. E l estudio de la contraargumentación con la
ayuda de la sintaxis, el discurso y la pragmática es una buena muestra de su fe­
cundidad. H a permitido matizar algunas afirmaciones, dar respuesta a algunos
interrogantes e incluso hacer alguna propuesta a la propia sintaxis. Entre las
primeras, destaca la idea de que oración y discurso comparten función prag­
mática y formas de expresión. Las similitudes son innegables, pero también que
decrecen a medida que la comparación se hace más detallada. E n la oración, la
contraargumentación parte siempre de la premisa de oponer y contrastar dos ar­
gumentos o sus inferencias. En el discurso, también y, sin embargo, el entorno
argumentativo se flexibiliza. Deriva hacia nuevas funciones y, en ese proceso, la
sustancia del contenido abandona parte de sus singularidades. Sus rasgos ori­
ginarios son perceptibles sólo cuando asume funciones adscritas a la macro fun­
ción lógico-argumentativa. En su evolución hacia las funciones interaccionales y
metalingüística se difuminan hasta desaparecer valores básicos como «la oposi­
ción de dos argumentos». También el de antiorientación se reconvierte, des­
plegando toda una amplia gama de posibilidades que va desde matizar el
discurso del interlocutor (reformulación) hasta delimitar los movimientos con­
versacionales y agilizar el procesamiento textual, introduciendo o cerrando tó­
picos (estructuración de la información) y propiciando cambios de turnos (control
conversacional). En el mundo de las formas, las similitudes son más fáciles de re-
conducir. L a identidad es engañosa. Ponen en relación unidades de muy distinto
orden: sintagmas y cláusulas, en la oración, enunciados, actos de habla, inter­
venciones y párrafos, en el textual.
E l interrogante más llamativo afecta al desigual comportamiento de adver­
sativas y concesivas. Mientras las conjunciones adversativas son, parafraseando
DE L A G R A M Á T I C A A L T E X T O 597
a Bustos34, el origen primario de los conectores contraargumentativos, las con­
cesivas prototípicas apenas tienen presencia en el discurso y, cuando se registran,
no hay total seguridad de que la interpretación sea la adecuada. A sí sucede con
el único caso documentado de maguera en Gatos y con los cuatro de aunque,
procedentes en el Corbacho. Las razones de estas diferencias no parecen residir
en el componente sintáctico, y no solo porque haya caracterizado ambas como
bipolares e interordinadas, sino porque, en el propio seno de las adversativas,
tampoco las excluyentes muestran la misma facilidad de acceso al discurso que
las restrictivas. Es más prudente indagar en las propiedades pragmáticas, que sí
divergen en las concesivas y las adversativas, y poner en relación la disponibili­
dad discursiva de estas con su mayor fuerza argumentativa. Sólo ellas determi­
nan la orientación del discurso.
Esta oposición pragmática entre un argumento fuerte, que prevalece sobre
el otro (adversativas), y otro débil, que simboliza un obstáculo superable (con­
cesivas), debería figurar entre los criterios utilizados para distinguir una cons­
trucción de otra; al igual nivel, por tanto, que sus distintas capacidades
distributiva y modal (total en las concesivas y nula en las adversativas), de la
información que resaltan (el tema en la concesivas y el rema en las adversativas35)
y de sus diferencias entonativas36.
Cabría, por último, preguntarse cómo se compagina el origen adversativo de
los conectores contraargumentativos con la idea de que los cambios sintácticos
resultan de la fijación de estrategias discursivas y con el concepto de unidirec-
cionalidad.

34 J. J esú s B u st o s , «Mecanismos de cohesión discursiva en castellano», pág. 75.


35 Cf. Lu is F l a m e n c o , «Las construcciones concesivas y adversativas», pág. 3816.
36 F r a n c isc o H e r n á n d e z P a r ic io , «Adversatividad, concesión, restricción: relaciones lógicas y
sintácticas», Gramma-Temas, 2 (1997), pág. 177.
D E P A R T A M E N T O D E F IL O L O G ÍA E SPA Ñ O L A

Studium grammaticæ
H O M E N A JE A L P R O F E S O R

JOSÉ A. MARTÍNEZ

O V IE D O

U N I V E R S I D A D D E O V IE D O

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