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Trabajo Final Fenomenología
Trabajo Final Fenomenología
1. Introducción.
En lo que sigue, explicaré las breves consideraciones que José Ortega y Gasset hace sobre
el cuerpo. Si bien éstas suelen ser breves, revelan a su vez un papel importante y sui generis del
cuerpo en la vida humana como realidad radical y, por consiguiente, en su filosofía. Como bien
se sabe, el motivo general de la filosofía orteguiana es la vida humana y sus dos componentes
fundamentales e inseparables: el yo (en sentido biográfico y no cognoscitivo) y la circunstancia.
Bien dice en las Meditaciones del Quijote: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella
no me salvo yo” (OC, I, p. 322)1. A diferencia de lo que se puede suponer, el cuerpo no pertenece
al elemento “yo”, sino que es una circunstancia. En tanto circunstancia, juega un rol
indispensable en la configuración de la vida de cada cual, es decir, es una circunstancia sui
generis, tal como se acaba de mencionar. Por circunstancia hay que entender, como dice Ortega
en algunos ensayos como El hombre y la gente, toda la serie de facilidades y dificultades que en
la vida de cada cual se presentan, con las cuales se debe lidiar y las que configuran a cada quien.
¿En qué sentido el cuerpo configura mi yo y representa una facilidad o una dificultad para mi
vida? ¿Juega el cuerpo otros papeles? Estas serán las dos preguntas que guiarán este ensayo. En
primer lugar, explicaré en qué sentido el cuerpo es una circunstancia sui generis. Luego, mostraré
un ámbito en el que el cuerpo tiene un carácter imprescindible: la captación de la vida de los
otros.
Además de la realidad radical, es decir mi propia vida, hay otras realidades que, si bien son
“secundarias”, aparecen de tal manera que siempre debo contar con ellas. Una de esas realidades
son “los otros”. Cada uno en su propia vida siempre tiene presentes a otras personas 9. La cuestión
aparece cuando nos preguntamos por la forma en que los otros nos aparecen. Lo único
indudablemente cierto que se puede decir es que me aparecen unos “cuerpos”; pero deducir que
en esos cuerpos hay unos “yo” aparte de mí, es decir, que en esos otros cuerpos hay otras vidas,
otras circunstancias, es algo que debe ser justificado, no es una realidad indudable.
Así pues, hay que hacerse la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que en los cuerpos de
otros, que son finalmente lo único que me aparece, yo vea otros yo, otras circunstancias, otra
vida? ¿Hay algún elemento que lo haga posible? La respuesta justifica este apartado: el propio
cuerpo. Gracias a éste puedo dar cuenta de la vida de los otros. Ahora bien, ¿cómo es posible que
mi propio cuerpo me dé cuenta de los otros?
Ortega explica que en principio se me presenta un cuerpo “carne” y que en él suponemos
una “interioridad” de la que derivamos un “yo” y una “circunstancia” que le son propias. ¿Qué
nos señala la interioridad de ese cuerpo que en principio es carne? La respuesta de Ortega es la
siguiente: los gestos, la expresividad.10
Son los gestos del cuerpo carne los que me hacen tener la “creencia” que en el otro hay una
interioridad, ya que la única interioridad que puedo experimentar directamente es la mía, la
propia y la de nadie más. La interioridad de los otros, la vida de los otros, es “com-presente”, es
decir, supuesta o creída a través de los gestos y la expresividad del cuerpo carne del otro. La
9
“El hombre está a nativitate abierto al otro que él, al ser extraño; o con otras palabras: antes de que cada uno de
nosotros cayese en la cuenta de sí mismo, había tenido ya la experiencia básica de que hay los que no son “yo”, los
otros.” (El hombre y la gente, OC, VII, p. 150)
10
“Precisémonos cuál es la situación a que hemos llegado: cuando entre minerales, vegetales y animales me
aparece un ser consistente en cierta forma corporal, la que llamo “humana”, aunque me es sólo presente ésta, se
me hace com-presente en ella algo que por sí es invisible y, más en general aún, insensible, a saber, una vida
humana, algo, pues, parejo a lo que yo soy, pues yo no soy sino “vida humana”. Esta com-presencia de algo que no
puede por sí ser presente se funda incuestionablemente en que aquel cuerpo que es carne me hace peculiares
señales hacia una intimidad, es un campo expresivo de “intimidades”.” (El hombre y la gente, OC, VII, p. 158)
coherencia de esta hipótesis orteguiana radica en su carácter fenomenológico: da cuenta precisa
de lo que aparece inmediatamente ante mí cuando se muestra el cuerpo de otro ser humano y
sustenta una creencia primaria de la vida humana: en los otros hay también un yo, por lo que hay
igualmente una circunstancia particular de cada cual. Con el otro, no sólo aparecen gestos, sino
que se muestra también una vida humana que yo puedo comprender, aunque no puedo penetrar
en ella y ser ella así como soy mi vida. Eso es lo que Ortega considera la gran paradoja de la
aparición del otro: se me muestra una realidad a la que no puedo acceder (al menos no como a mi
propia vida) o, como en sus maravillosas palabras: “Esta es la enorme paradoja: que en mi mundo
aparecen, con el ser de los otros, mundos ajenos al mío como tales, esto es, como ajenos, que se
me presentan como impresentables, que me son accesibles como inaccesibles, que se patentizan
como esencialmente latentes.” (El hombre y la gente, OC, VII, p. 160).
Al mismo tiempo que desarrolla su respuesta a la pregunta por cómo derivo un yo a partir
de un cuerpo ajeno, Ortega mostrará la respuesta del fundador de la fenomenología y procederá a
criticarlo. La crítica de Ortega a Husserl sólo se remonta a las consideraciones hechas por el
alemán en las Meditaciones cartesianas, ya que el español, como todos los que no eran parte de
su círculo de alumnos, no conoció los escritos inéditos husserlianos, en los cuales ya había
modificaciones de lo que había propuesto en esas conferencias dadas en París. Sólo por dar un
ejemplo, el segundo tomo de Ideas, en donde Husserl hace importantes reflexiones acerca del
papel del cuerpo como elemento fundamental de la constitución de la realidad, fue publicado en
1954; Ortega moriría al año siguiente. Una cuestión meramente circunstancial hizo que Ortega se
quedara solamente con la imagen “idealista” de Husserl.
Ahora bien, la crítica orteguiana parte de la siguiente hipótesis de Husserl: se deduce que en
el cuerpo del otro hay un yo gracias a una transposición analógica 11. El término común de esa
analogía, según la lectura que hace Ortega de Husserl, es mi propio cuerpo y el cuerpo del otro.
Ahora bien, ¿cuál es la justificación de esta analogía? Esa es la pregunta de Ortega. Según él,
Husserl afirma que, como mi cuerpo es la cosa más próxima, es la que me pone siempre en un
“aquí”. Ese “aquí” se desplaza tanto como mi cuerpo mismo lo hace. En ese proceso veo que hay
otro cuerpo “allí”, con algunas variantes, pero cuya diferencia fundamental del mío es la
distancia. El cuerpo que hay “allí” puede ver el mío con esas variantes. De ahí que, según Ortega,
11
“¿Cómo es entonces que yo creo tener delante, al ver un cuerpo humano, una identidad como la mía, un yo como
el mío –no digo idéntico pero, al menos, similar? La respuesta de Husserl es ésta: por transposición o proyección
analógica […] [S]i mi cuerpo es cuerpo –carne porque yo estoy en él- en el cuerpo del Otro debe estar también otro
Yo, un alter ego.” (El hombre y la gente, OC, VII, p. 162).
la conclusión de Husserl es que si yo pudiera estar al mismo tiempo “aquí” y “allí”, podría ver mi
cuerpo como el otro ve el mío (Cf. El hombre y la gente, OC, VII, p. 162-163). De esta manera,
la diferencia fundamental entre mi cuerpo y el del otro es cuestión de la perspectiva que adopta
cada uno. Esa misma perspectiva es la que llevaría a postular la existencia de un yo en el cuerpo
del otro.12
Ortega concentrará su crítica en un punto específico: que la diferencia entre mi cuerpo y el
del otro sea solamente la perspectiva. Según el español, y ello ya ha sido señalado en algunos
momentos de este trabajo, si bien mi cuerpo claramente me pone en un aquí y en una perspectiva,
lo cual es fundamental, esto no es lo único que lo hace “mío”. Mi cuerpo, como ya se ha
mencionado, es el receptor inmediato de todo lo que sucede en mi circunstancia, es aquello con
que debo contar primeramente para habérmelas con todas las demás cosas. Como es el receptor
inmediato de la circunstancia, mi cuerpo es de igual manera el que me comunica los dolores y
placeres, las facilidades y las dificultades que en mi propia vida aparecen y, gracias a ello, puedo
ser consciente de mi propia interioridad. Una de las metáforas preferidas de Ortega para explicar
el carácter intransferible de la propia vida es la del dolor de muelas. Sólo yo tengo realmente la
sensación del dolor de muelas, el otro sólo puede ver los gestos de mi dolor y hacerse a una idea
incompleta de lo que pasa conmigo. Lo importante es que mi propio cuerpo es algo mucho más
crucial que una mera perspectiva. Mi cuerpo me permite tener una interioridad en la medida en
que me pone en sintonía inmediata con mi circunstancia. Del cuerpo del otro no puedo ver su
interioridad, sólo me aparecen los gestos realizados por ese cuerpo-carne que, finalmente, es lo
único que puedo vivenciar estrictamente. Como ya se ha explicado más arriba, son los gestos lo
que me permite saber que en el cuerpo del otro habita un yo, y con él una circunstancia y, en
suma, una vida humana, una realidad radical que sólo él puede vivir. Todas las expresiones que
12
La nota al pie que pone Ortega al final de esta explicación despeja todas las dudas acerca de la respuesta
husserliana a la cuestión:
Mi cuerpo es lo que siento aquí, y eso que me es lo llamo cuerpo A. El cuerpo del Otro es el que veo, allí, illic –de
donde viene ille, él. Es el cuerpo de Él, que llamo cuerpo B. Según Husserl, como puedo desplazarme y hacer de ese
allí un aquí, “me pongo imaginariamente en lugar del “otro cuerpo”” –esta expresión es literalmente de Husserl–, y
entonces el cuerpo B se convierte en cuerpo A. Como se ve, el cuerpo A o mío y el cuerpo B o de él serían iguales,
salvo la diferencia de lugar.” (El hombre y la gente, OC, VII, p. 163).
significan estados de ánimo, reacciones, en suma, todo lo que constituye lo humano en el hombre,
dice Ortega, han sido descubiertas primariamente en el otro y, gracias a ello, puedo ver que todo
eso está en mí y que mis reacciones, expresiones y gestos tienen rasgos similares.
Sirva como conclusión que el cuerpo en la filosofía de José Ortega y Gasset adquiere un
papel fundamental para el desarrollo de su pensamiento, en primer lugar, porque es la
circunstancia más importante de cada uno, lo cual moldea la vida de forma definitiva. Ese
carácter sui generis del cuerpo como circunstancia ha sido señalado en los siguientes elementos:
la cercanía, la configuración del mundo como cuerpos (principalmente a través del tacto), la
circunstancia de cada cual como perspectiva y la mostración del yo de los otros a través de los
gestos. Esto muestra que para Ortega el cuerpo es quizá la circunstancia más importante de la
vida humana, por encima del lenguaje, el tiempo y la situación política e histórica, ya que el
cuerpo es una circunstancia que sólo puede ser vivida por cada uno, por cada cuerpo. Esto, en
consonancia con sus postulados acerca de la “soledad radical de la vida humana” o el carácter
intransferible de la vida, hace de esta consideración sobre el cuerpo algo realmente coherente con
la filosofía orteguiana y, si lo vemos desde la perspectiva fenomenológica, algo que se apega a
“las cosas mismas”.
Bibliografía.