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XV Boletín de estudios de filosofía y cultura Manuel Mindán

Habitar en la creencia: un análisis filosófico de los


conceptos de creencia y creación
Álvaro Ledesma de la Fuente
Universidad de Zaragoza

Resumen
Vamos a analizar los conceptos de creencia y creación en distintos momentos de la his-
toria de la filosofía. Ofreceremos algunos comentarios y reflexiones sobre la cuestión,
así como diversas lecturas que estudian estos fenómenos como el reflejo de múltiples
facetas de nuestra subjetividad. Sin ánimo de ofrecer una investigación exhaustiva, es-
fuerzo que resultaría estéril por la magnitud de un proyecto como ese, consideraremos
estos sustantivos desde diversas interpretaciones, para después proponer una valoración
propia. Para ello realizaremos un breve repaso de cómo se ha entendido esta idea de
creencia en la tradición filosófica occidental y de qué manera se ha relacionado esta con
la idea de creación.
Palabras clave
Creencia, creación, fe, William James, Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno.

Abstract
We will analyze the concepts of belief and creation at different times in the history of
philosophy. We will offer some comments and ideas on the issue, as well as several
readings of these phenomena such as the reflection of multiple facets of our subjectivi-
ty. Not intended to offer a thorough research, as it would be vain due to the magnitude
of such a project, we consider these nouns from different interpretations to propose an
own assessment afterwards. For that aim, we will shortly review how the idea of belief
in the Western philosophical tradition has been understood and how it has been related
to the idea of creation.
Keywords
Belief, creation, faith, William James, Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno.

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“Pensar es, ante todo, querer crear un mundo”1.


Albert Camus, El mito de Sísifo

El análisis filosófico del concepto de creencia es una de las cuestiones filosófi-


cas más fecundas de la actualidad. La investigación de la actitud fenomenológica y epis-
témica del sujeto creyente goza de buena salud, es objeto de multitud de investigaciones
y responde a la necesidad de dotarnos de un relato que proporcione sentido a nuestro
estar en el mundo. Los sistemas de creencias resultan fundamentales en nuestra vida
como individuos, y por eso es necesario señalar en primer lugar que al referirnos al con-
cepto de creencia no vamos a hacer alusión solo a la religiosidad; aunque esta interpre-
tación sea funcional para comprender buena parte de la historia de la filosofía, es un
error acotarla a ese único sentido. Sería poco acertado por nuestra parte dejar el término
solo en manos religiosas y ceder el vocablo a los inescrutables misterios de la teología.
La significación del término es más amplia, y va a reflejar que la creencia no consiste
exclusivamente en la aceptación de un relato teológico cual sea.
Detengámonos en el origen de los términos creencia y creación. Empecemos
por la etimología: a pesar de su paronomasia en lengua castellana, comprobamos que
sus raíces indoeuropeas difieren. La palabra “crear” proviene de la raíz *ker-2, cuyo
significado es crecer y de la cual derivan, entre otros, términos como Ceres, cereal, criar
o concreto. “Creer” tiene su origen indoeuropeo en *kerd-3, y se traduce por corazón.
Esto ha dado origen al vocabulario que alude a este órgano, como cordial, incordio, mi-
sericordia, concordia, coraje o crédulo. Si observamos su origen latino, nuestro vocablo
“creer” procede de credo4, y “crear” de creo5. En el caso de creencia y fe, ambas pala-
bras hacen referencia a un mismo término: fides6.

1
CAMUS, Albert, Obras 1. Alianza Editorial, Madrid, 2013, p. 304.
2
ROBERTS, Edward A. y PASTOR, Bárbara, Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua espa-
ñola. Alianza editorial, Madrid, 2013, p. 82.
3
Ibid., p. 83.
4
Ver en: Diccionario ilustrado Latín. Larousse editorial, Barcelona, 2006, p. 599.
5
Ver en: Ibid., p. 599.
6
Ver en: Ibid., p. 599, 630.

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Un acercamiento filológico a estos conceptos nos aporta nuevos significados y


matices. Acudamos al Diccionario del uso del español de María Moliner. Sobre “crea-
ción” Moliner suscribe: “Acción de crear […] Por antonomasia acción de crear Dios el
mundo”7. Apreciamos aquí lo arraigada que está la noción e interpretación religiosa del
vocablo. El término “crear” lo define así: “Hacer que empiece a existir una cosa. Parti-
cularmente hacer Dios el mundo”8, para después matizar: “Forjar, formar en la mente,
imaginar”9. La autora es consciente de la traducción al griego, por lo que después indica
que otra fuente posible es la que incluye la raíz poe-, de ποιέω, que vemos en poesía o
poeta.
Sobre el término “creencia”, Moliner ofrece esta evocadora acepción: “Idea que
alguien tiene de que ocurre cierta cosa o de que algo es de cierta manera. […] Conjunto
de nociones sobre una cosa trascendental, como religión o política, a que alguien presta
asentimiento firme, considerándolas como verdades indudables”10. Acerca de “creer”
propone: “Aceptar alguien como verdad una cosa cuyo conocimiento no tiene por pro-
pia experiencia, sino que le es comunicado por otros”11. En la entrada correspondiente a
“fe” también señala, entre otros significados: “Conjunto de creencias de una religión
[…] también de un ideal de otra clase”12, y también: “Creencia en la bondad, mérito,
valor, verdad o eficacia de algo o de alguien”13.
Acudamos en segundo lugar a algunas valoraciones de estos conceptos pensados
desde la filosofía. Recordemos que este término ha sido muy trabajado a lo largo de la
historia del pensamiento, en cada caso con el carácter específico que cada autor o autora
imprimía a la interpretación. En Léxico de filosofía. Los conceptos y los filósofos en sus
citas, Jaqueline Russ diferencia dos significados distintos del concepto de creencia:
débil y fuerte. El primero se relaciona con la aceptación a una idea sin argumentos sóli-
dos que la certifiquen, es decir, algo semejante a una opinión.

7
MOLINER, María, Diccionario de uso del español. Prólogo de Carme Riera, Gredos, Madrid, 2016, p.
719.
8
Ibid., p. 720.
9
Ibid., p. 720.
10
Ibid., p. 721.
11
Ibid., p. 721.
12
Ibid., p. 1161.
13
Ibid., p. 1161.

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La segunda acepción, el sentido fuerte de creencia, tiene que ver con la adhesión
del espíritu a una verdad o palabra revelada, habitualmente en un contexto religioso14.
Por citar un ejemplo: una creencia débil sería considerar que la variedad de fruta de
cierta región es la mejor en su categoría. Esta sería, según la definición de Russ, una
creencia débil, pues no presupone una apuesta vital contundente y su aceptación o re-
chazo no provoca cambios importantes en nuestra vida. Una creencia fuerte, en cambio,
sería aquella que alterase nuestra cosmovisión y encaje en el mundo. La creencia fuerte
más característica serían las religiones. Si alguien abraza la fe mazdeísta, es decir, cree
en ella, sus condiciones vitales se verán mucho más alteradas que si lo que cree es que
cierto tipo de fruta es de una calidad superior que el resto de variedades. Para Russ, la fe
es, por lo tanto, una asimilación voluntaria y personal a un conjunto de principios, o, lo
que es lo mismo, una creencia que no se puede demostrar. Apreciamos aquí cierto matiz
peyorativo, pues incide en que esta carece de fundamentos en los que basarse. Estas
alusiones despectivas identifican la fe como un asentimiento dogmático y acrítico. En el
caso de las religiones suelen estar motivados por la persuasión sentimental y el peso de
las tradiciones.
La interpretación de Ferrater Mora se encuentra próxima a la de Russ, pues ob-
serva también que creencia y fe se oponen al saber y tienden a reducir los juicios a refe-
rencias circulares sobre su propia naturaleza. La diferencia entre ambos términos radica-
ría en que la creencia se explica como un juicio carente de pruebas, mientras que la fe es
una absoluta fidelidad (recordemos la etimología), medida según sus propios paráme-
tros: “En la creencia se considera algo como verdadero o falso sin razones; […] En
cambio, la fe es propiamente una confianza que trasciende todo juicio de ser y que no se
opone, como la creencia, al saber, sino que se mueve en un plano distinto”15.
Encontramos una lectura de corte epistemológico en la Enciclopedia Oxford de
Filosofía de Ted Honderich. Aquí se incluyen los contenidos proposicionales en la
acepción dedicada a “creencia”: “Es un estado mental, de carácter representacional, que
toma como contenido una proposición (verdadera o falsa) e interviene, juntamente con
factores motivacionales, en la dirección y control del comportamiento voluntario”16.

14
Ver en: RUSS, Jaqueline, Léxico de filosofía. Los conceptos y los filósofos en sus citas. Akal, Madrid,
1999, p. 83.
15
FERRATER MORA, José, Diccionario de filosofía. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1951, p.
332.
16
HONDERICH, Ted, Enciclopedia Oxford de Filosofía. Tecnos, Madrid 2001, p. 221.

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En la entrada relativa a “creación” se apunta a que esta implica traer a la existen-


cia algo que no existía previamente, como un Demiurgo que forja a sus criaturas o un
Guionista que escribe la trama de estas. Una interpretación así nos retrotrae de nuevo a
la idea de creación ex nihilo de la interpretación religiosa.
Si visitamos otras tradiciones y momentos de la historia encontramos también
matices valiosos para comprender el significado del concepto de creencia. William Ja-
mes investiga la predisposición a las creencias y su legitimación social en una de sus
obras más célebres: La voluntad de creer. El filósofo estadounidense propone una teoría
de la creencia en la que justifica de forma razonada el pensamiento teísta sin compro-
meter las garantías de racionalidad del sujeto creyente. Esta justificación de la fe fun-
ciona también como un alegato del derecho de adoptar una actitud de creencia en los
asuntos religiosos privados, sin que esto ponga en tela de juicio la actitud intelectual del
sujeto creyente. Parece que James toma como origen para esta tesis la célebre apuesta
de Pascal: parece razonable, por cuestiones pragmáticas y de simple estadística, creer en
Dios antes que no hacerlo, tan solo por los beneficios que aportaría si así fuera y porque
nada se perdería en el caso contrario17. Esta no era la intención de James, que buscaba
legitimar la creencia más que idear una fórmula para convencer al agnóstico.
Para James es imposible asumir que se pueda llegar a un estado de creencias de
este modo, por una cuestión de elección racional: “El hablar de creer por un acto de
volición nuestra parece, pues, desde cierto punto de vista, sencillamente ridículo. Desde
otro punto de vista es peor que ridículo, es una vileza”18. Asegura que hay cosas de las
que se siente incapaz de dudar, en referencia a la confrontación con el idealismo impe-
rante en la época y que la escuela pragmatista americana pretendía superar: “Si, por
ejemplo, soy incapaz de duda que ahora estoy ante ustedes, de que dos es menor que
tres, o de que si todos los hombres son mortales entonces yo también soy mortal, es

17
La apuesta de Pascal, desarrollada en sus Pensamientos, dice así: “–Examinemos pues este punto. Y
digamos: ‘Dios existe o no existe’; ¿pero de qué lado nos inclinaremos? La razón nada puede decidir. Hay
un caos infinito que nos separa. Se juega un juego al final de esa distancia infinita en el que saldrá cara o
cruz. […] Veamos; puesto que hay que escoger, consideramos qué es lo que os perjudica menos. Tenéis
dos cosas que perder: la verdad y el bien, y dos cosas que arriesgar: vuestra razón y vuestra voluntad,
vuestro conocimiento y vuestra felicidad; y vuestra naturaleza (tiene) dos cosas que evitar: el error y la
desgracia. Vuestra razón no resulta más perjudicada escogiendo uno o lo otro, ya que hay que escoger
ineludiblemente. He aquí un punto resuelto. Pero ¿y vuestra felicidad? Pesemos el pro y el contra de
apostar cruz a que Dios existe. Consideremos los dos casos: si ganáis, lo ganáis todo; y si perdéis no per-
déis nada. Apostad por lo tanto sin vacilar a que existe”. PASCAL, Blaise, Pensamientos, RBA, Barcelo-
na, 2014, pp. 149-150.
18
CLIFFORD, James y WILLIAM, James, La voluntad de creer. Un debate sobre la ética de la creencia.
Tecnos, Madrid, 2003, p. 144.

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porque esas cosas iluminan mi intelecto de forma irresistible”19. Según su hipótesis, la


tendencia intrínseca para creer en ciertas cosas y no en otras no responde a un análisis
intelectual sino a una decisión pasional. Por eso resulta tan difícil o imposible alterar
esas creencias personalmente escogidas. Como señala en La voluntad de creer (en cur-
siva en el texto original):
Nuestra naturaleza pasional no sólo legítimamente puede, sino que debe, optar entre
proposiciones, siempre que se trate de una opción genuina que no puede ser decidida,
dada su naturaleza, tomando como base fundamentos intelectuales; pues decir, en tales
circunstancias “no decida usted: deje la cuestión abierta”, es en sí misma una decisión
pasional –exactamente lo mismo que decidir sí o no–, y va acompañada por el mismo
riesgo de perder la verdad20.
La filosofía existencialista también ha prestado atención a estas cuestiones, pues
en buena medida son las creencias del individuo las que configuran su vida en un senti-
do profundo. Autores como Kierkegaard, Jaspers, Heidegger, Camus o Sartre han pen-
sado la creencia según un análisis existencial: ya sea como creencia en un relato religio-
so determinado; como existencia determinada en el ser-ahí; como asunción de la nada o
incluso como creencia en el absurdo. Analicemos estas palabras de Jean Paul Sartre en
El ser y la nada, donde suscribe un análisis existencialista del concepto de creencia:
La creencia es una conciencia particular del sentido de los actos de Pedro. Pero si yo
sé que creo, la creencia se me aparece como pura determinación subjetiva, sin corre-
lato exterior. Es lo que hace de la propia palabra “creer” un término indiferentemen-
te utilizado para indicar la inquebrantable firmeza de la creencia (“Mi Dios, yo creo
en ti”) y su carácter inerme y estrictamente subjetivo (“Pedro, ¿es mi amigo? No sé:
creo que sí”). Pero la naturaleza de la conciencia es tal que en ella lo mediato y lo
inmediato son un solo y mismo ser. Creer es saber que se cree y saber que se cree es
no creer ya. Así, creer es ya no creer ya, porque no es sino creer esto en la unidad de
una misma conciencia no tética (de) sí. […] Así, la creencia es un ser que se pone en
cuestión en su propio ser; que no puede realizarse sino en su destrucción; que no
puede manifestarse a sí sino negándose: es un ser para el cual ser es parecer, y pare-
cer es negarse. Creer es no creer21.

19
Ibid., p. 154.
20
Ibid., 152.
21
SARTRE, Jean Paul, “La mala fe”, en: El ser y la nada. Losada, Buenos Aires, 1983, p. 117.

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La idea fundamental que aporta sentido a este pasaje es: “Creer es saber que se
cree y saber que se cree es no creer ya”. Lo que Sartre propone es que la creencia es un
movimiento autorreflexivo del espíritu, en el que el sujeto creyente es consciente de su
estado, sin que esto suponga un motivo para rechazarlo. Es más, ser consciente de estar
en esa situación sirve para reforzar y reivindicar esas creencias propias. Sugiere también
que la creencia es un movimiento dialéctico que se niega a sí mismo, pues si, como se-
ñala Sartre, creer es no creer, el propio acto de asumirlo sería a la vez negarlo. Esta su-
puesta contradicción no debería hacer mella en la solidez con la que se mantienen las
creencias, ya que no son incompatibles con los elementos irracionales que sustentan
nuestro habitar en el mundo.
Encontramos un análisis actual de estas ideas en Creer que se cree, de Gianni
Vattimo, donde se ofrece un análisis muy sugerente sobre el fenómeno de la creencia en
las sociedades postseculares del mundo occidental. En cierto pasaje Vattimo describe
una conversación telefónica con un compañero académico, que le preguntó si todavía
creía a la manera usual que entendemos en el cristianismo. Tras una larga pausa, que él
mismo describe, leemos: “Respondí que creía creer”22. Parece como si Vattimo se resis-
tiese a caer en el abismo de la duda, pues si recordamos a Ortega resulta complicado
vivir si realizamos cambios en nuestras creencias23. Tan solo ponerlas en cuestión nos
provoca un enorme vértigo, pues acostumbrados a habitar en ellas nos resulta acongo-
jante el mero hecho de existir sin presuponerlas.
Centrémonos ahora en Miguel de Unamuno, tal vez el pensador español que más
atención ha prestado al fenómeno filosófico de la creencia. Son habituales en su prosa
los juegos de palabras, y en el caso de los conceptos de creencia y creación utiliza el
recurso de la paronomasia para establecer una vinculación fonética antes incluso que
semiótica entre estos términos. Pero esta semejanza no se limita solo a lo retórico. Para
Unamuno creer es crear: traer a la realidad algo que antes no existía, para de esta forma
recrearlo y hacerlo propio. Creer no es otra cosa que querer creer, esto es, afirmar el
valor primordial de la creencia por encima del conocimiento o la percepción. No consis-
te en una adhesión acrítica a unos principios o dogmas ideados por otros, sino de un
saber que conecta y estimula las creaciones humanas, y de esta manera crea realidades.

22
VATTIMO, Gianni, Creer que se cree. Paidós, Buenos Aires, 1996, p. 85.
23
Ortega propone: “Las creencias son los cimientos que portan y sustentan todo lo demás. Cuando hace-
mos y pensamos se mueve ya en el horizonte delimitado por el sistema de creencias”. ORTEGA Y GAS-
SET, José, Obras completas. Tomo V 1932/1940. Taurus, Madrid, 2006, p. 615.

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En el artículo “La fe” del año 1900 encontramos estas certeras palabras sobre qué es la
fe según Miguel de Unamuno:
P. —¿Qué cosa es fe?
R. —Creer lo que no vimos.
¿Creer lo que no vimos? ¡Creer lo que no vimos, no!, sino crear lo que no vemos. Crear
lo que no vemos, sí, crearlo, y vivirlo, y consumirlo, y volverlo a crear y consumirlo de
nuevo viviéndolo otra vez, para otra vez crearlo… y así; en incesante tormento vital24.

La creación literaria y filosófica es el resultado de esta creencia. Aquello creado


tiene lugar porque antes de eso fue creído, y es a través de esta praxis mental como el
mundo acontece según Unamuno. El objeto de la fe responde a la voluntad del sujeto
creyente, cuya potencia imaginativa es síntoma de su anhelo de perduración. El elemen-
to volitivo de la fe refleja la capacidad creadora del ser humano: una fe íntima y perso-
nal alejada de cualquier dogma o escudriñamiento intelectual. Es también duda y espe-
ranza; un cuestionamiento que nunca debe ser acallado, y esta incertidumbre será prefe-
rible al vacío de la increencia.
Una vez consideradas las palabras de distintos autores, podríamos añadir algunas
reflexiones finales al respecto. Recordemos la advertencia sobre no dejar el concepto de
creencia solo en manos de la religión, pues como hemos tratado de mostrar, esta ofrece
respuesta a muchos más discursos. Por eso vamos a considerar el término “creencia”
como una realidad subjetiva mediante la cual interpretar y habitar el mundo. Una mane-
ra de enfrentarse al vacío y la incertidumbre de la existencia, que produce nuevas ideas
y asienta y recombina aquellas con las que ya contábamos. Esta interpretación de la
creencia la convierte en un movimiento autorreflexivo y mediado por su propio verbo,
según el cual no crees, sino que crees que crees. La creencia no aspira a ninguna suerte
de objetividad científica, pues asume que se mueve en un plano diferente. En los casos
en los que el discurso racional se ve incapaz de ofrecer respuestas satisfactorias, es la
creencia la que opera, la que determina las decisiones de un modo distinto al de la lógi-
ca racional. En definitiva, para habitar en el mundo es necesario creer en ese mundo
para que de esa forma crearlo; creer en un mundo posible no a nivel utópico sino gno-
seológico, para así crear un mundo en el que poder habitar.

24
UNAMUNO, Miguel de, Obras completas VIII. Ensayos. Fundación José Antonio de Castro, Madrid,
2007, p. 335.

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Bibliografía

CLIFFORD, James y WILLIAM, James, La voluntad de creer. Un debate sobre la ética


de la creencia. Introducción y notas de Luis M. Valdés Villanueva, Tecnos, Madrid,
2003.
FERRATER MORA, José, Diccionario de filosofía. Editorial Sudamericana, Buenos
Aires, 1951.
HONDERICH, Ted, Enciclopedia Oxford de Filosofía. Tecnos, Madrid, 2001.
MARINAS, José Miguel, El diálogo de las creencias. Ética, religión y democracia. La
Oficina, Madrid, 2016.
MOLINER, María, Diccionario de uso del español. Prólogo de Carme Riera, Gredos,
Madrid, 2016.
ORTEGA Y GASSET, José, Obras completas. Tomo V 1932/1940. Taurus, Madrid,
2006.
PASCAL, Blaise, Pensamientos. Estudio introductorio de Alicia Villar Ezcurra. RBA,
Barcelona, 2014.
ROBERTS, Edward A. y PASTOR, Bárbara, Diccionario etimológico indoeuropeo de
la lengua española. Alianza editorial, Madrid, 2013.
RUSS, Jaqueline, Léxico de filosofía. Los conceptos y los filósofos en sus citas. Akal,
Madrid, 1999.
SARTRE, Jean Paul, “La mala fe”, en: El ser y la nada. Losada, Buenos Aires, 1983.
UNAMUNO, Miguel de, Obras completas VIII. Ensayos. Fundación José Antonio de
Castro, Madrid, 2007.
VATTIMO, Gianni, Creer que se cree. Paidós, Buenos Aires, 1996.

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