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Asignatura:
Bioética “B”
Docente:
Dra. María Sol Ordóñez Zambrano
Periodo académico:
Noviembre 2020 – Marzo 2021
Como alguna vez mencionó Platón “La mentira se considera justificable solo para fines
médicos y políticos”. Dicho razonamiento, evidentemente controvertido, representa un punto
de análisis de extrema relevancia en la bioética clínica pues implica en reiteradas ocasiones
colocar en tela de duda la correcta aplicación de los valores que nos definen como personas.
No obstante, es preciso entender las múltiples situaciones apremiantes por las que atraviesa
el médico, sobre todo lo relacionado a la resolución de conflictos.
Por otro lado, la mentira asimismo tiene sus consecuencias desfavorables en el ambiente
clínico. Sin embargo, en momentos excepcionales, cuando informar la honestidad choca con
la beneficencia del paciente, cuando la balanza se inclina a favor de la farsa, cuando quien
conoce la verdad estima que la misma no es correcto divulgarla y cuando la recepción de la
verdad no es compatible con la capacidad del individuo para asimilarla, en tal contexto, la
mentira es un bálsamo.
Preguntas-respuestas
El paciente que era empleado del hospital se mostró crítico en un inicio ante lo que le decía el
doctor de que el hospital lleva un control sanitario de sus empleados, luego de darle el
diagnostico el paciente habla con su familia sobre el tratamiento que va a tomar, la familia
lo incentiva a realizarse la cirugía, se pudo notar él no se sentía convencido de realizarse el
procedimiento, lo hace por la familia. Se observó la aplicación del principio de autonomía
donde al paciente se le dio a conocer los riesgos que significaba la cirugía.
El paciente en todo momento se preocupaba más por su familia y trataba de contentarlos en
todo, y en esta situación no fue la excepción donde no fue capaz de decir no se sentía seguro de
la cirugía, la familia también tuvo una actuación criticable ya que no consideraban la opinión
de su familiar y todos querían se realizara el procedimiento, esta actuación pasiva por parte
del paciente y el incentivo de los familiares sin tomar su opinión permitió no se aplicará al
100% su autonomía al sentirse forzado a siempre contentarlos. Luego del desenlace fatídico los
familiares se culpan unos a otros, sin embargo, Shaun recuerda algo dicho por el paciente y
miente, permitiéndole dando paz a la familia adolorida.
La comunicación que hubo entre el médico y el paciente siempre fue de información consentido,
el paciente siempre estuvo al tanto del diagnóstico, las opciones que podía elegir y las
consecuencias de cada una. El paciente tuvo la oportunidad de decidir, es decir, se aplicó uno
de los principios que es la autonomía, dicho principio significa que el paciente sabrá la verdad,
respetando sus criterios, juicios, determinaciones y decisiones. Pero al momento de la
complicación del post operatorio y el fallecimiento del mismo, el medico tuvo que decir como
lo comunicaría lo sucedido a los familiares.
En la práctica moderna, los médicos que mienten abiertamente a sus pacientes a menudo son
condenados, pero aquellos que emplean engaños que no mienten tienden a ser juzgados de
manera menos crítica. Algunas áreas de no divulgación han sido cuestionadas recientemente:
no informar a los pacientes sobre las decisiones de reanimación; informar inadecuadamente
a los pacientes sobre los riesgos de procedimientos alternativos y retener información sobre
errores médicos. A pesar de esto, quedan muchas áreas de la práctica clínica en las que se
acepta la no divulgación de información, donde las mentiras sobre dicha información no lo
serían. Utilizando situaciones hipotéticas ilustrativas, todas basadas en la práctica clínica
común, exploramos hasta qué punto deberíamos considerar que otras prácticas engañosas en
medicina son moralmente equivalentes a la mentira. Sugerimos que no existe una diferencia
moral significativa entre mentirle a un paciente y retener intencionalmente información
relevante: las no divulgaciones podrían estar sujetas a la "Prueba de publicidad" de Bok para
evaluar la permisibilidad de la misma manera que las mentiras. La equivalencia moral de la
mentira y la no revelación relevante es particularmente convincente cuando las motivaciones
del agente y las consecuencias de las acciones (desde la perspectiva del paciente) son las
mismas. Concluimos que es arbitrario afirmar que hay algo intrínsecamente peor en mentirle
a un paciente para engañarlo que engañarlo intencionalmente utilizando otros métodos, como
el eufemismo o la no divulgación. Deberíamos cuestionar nuestra intuición de que las
prácticas engañosas de no mentir en la práctica clínica son más permisibles y, por tanto,
deberían someter las no divulgaciones al mismo escrutinio que nos permitimos las mentiras
(Cox & McC Fritz, 2018).
Conclusiones
En fin, el denominado privilegio terapéutico del que disponen los médicos para no divulgar
información que puede afectar el curso de la enfermedad es vital en la consideración del
profesional de la salud en circunstancias conflictivas, siempre y cuando la intención del médico
sea afín al principio de beneficencia, aunque ello implique prescindir de la autonomía y el
consentimiento informado del paciente.
Bibliografía
Cox, C. L., & McC Fritz, Z. B. (2018). Should non-disclosures be considered as morally
equivalent to lies within the doctor-patient relationship? Journal of Medical
Ethics, 42(10), 632–635. https://doi.org/10.1136/medethics-2015-103014
Jutel, A. (2019). Truth and lies: Disclosure and the power of diagnosis. Social
Science and Medicine, 165, 92–98.
https://doi.org/10.1016/j.socscimed.2016.07.037
Namazi, H., Aramesh, K., & Larijani, B. (2019). The doctor-patient relationship:
Toward a conceptual re-examination. Journal of Medical Ethics and History
of Medicine, 9, 1–6.