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BREVE RESUMEN DEL CABALLERO CARMELO

El Carmelo era un gran gallo, lo había traído mi hermano Roberto el mayor de todos, como regalo para mi
papá. Cuando salió de la jaula cantó fuertemente un: ¡Cocorocooooooooo!….., desde aquel entonces se
convirtió en nuestro amigo íntimo, un miembro más de la familia.

Esbelto, magro, musculoso y austero, su afilada cabeza roja era la de un hidalgo altivo, caballeroso,
justiciero y prudente. Agallas bermejas, delgada cresta de encendido color, ojos vivos y redondos, mirada
fiera y perdonadora, acerado pico agudo. La cola hacia un arco de plumas tornasol, su cuerpo de color
caramelo avanzaba en el pecho audaz y duro. Las piernas más fuertes que estacas musulmanas y agudas
defendían, cubiertas de escamas parecían las de un armado caballero medieval. ¡Así era nuestro Carmelo!

Mi padre había aceptado una apuesta, para hacer jugar al Carmelo con el gallo de otro aficionado, era el
Ajiseco, un gallo más fuerte y joven, famoso gallo vencedor como el nuestro. Un hombre había venido
seis días seguidos a preparar al Carmelo, trajo la navaja, inmediatamente después se lo llevo como a un
niño, mi padre lo miraba. Era el 28 de julio, el terrible día, todos estábamos tristes, mi madre dijo: ¡Que
crueldad!, mis hermanas lloraban, la pequeña Jesús, me dijo en secreto antes de salir: Oye anda junto con
él….cuídalo….¡Pobrecito!

San Andrés era el pueblo, llegamos, nos encaminamos hacia la “cancha”, estaban ahí el juez, mi padre y
el otro dueño del paladín Ajiseco, un rumor de expectación vibró en el circo, y anunciaron: ¡El Ajiseco y
el Carmelo!, ¡cien soles de apuesta!, sonó la campanilla y comenzó la pelea, el Ajiseco dio la primera
embestida entablóse la lucha y yo rogaba a la virgen que no le pase nada a nuestro paladín.

Un hilo de sangre corría por la pierna del Carmelo. Estaba herido más parecía no darse cuenta de su dolor,
ambos se arremetieron, la lucha fue cruel e indecisa. Por fin una herida grave hizo caer al Carmelo,
jadeante…

¡Bravo! ¡Bravo el Ajiseco! Gritaron, creyendo ganado la prueba. Y el juez dijo: ¡todavía no ha enterrado
el pico señores!

En efecto incorpórese el Carmelo y acometió de frente y definitivo contra su rival, y de una estocada lo
dejó muerto en el sitio.

Yo y mis hermanos lo recibimos y lo conducimos a casa, dos días estuvo el gallo sometido a todo tipo de
cuidados, en el segundo día lo encontramos decaído, lloramos de pronto el gallo se incorporó, luego abrió
nerviosamente las alas de oro, enseñoreóse y cantó. Retrocedió unos cuantos pasos se inclinó y
mirándonos, amorosamente expiro apaciblemente.

Así paso por el mundo aquel héroe ignorado, aquel amigo tan querido de nuestra niñez: El Caballero
Carmelo.

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