Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“El matrimonio es una institución social por la que un hombre y una mujer se
unen legalmente, con el fin de vivir juntos, procrear, alimentar y educar a sus
hijos y auxiliarse mutuamente.
La familia se organiza sobre la base jurídica del matrimonio y la ley
consagra su valor y crea las mejores condiciones para que se desenvuelva, sus
miembros deriven las ventajas que de ellas proceden y la sociedad se
perfeccione a medida que aquella robustezca sus vínculos y se haga cada día
más grande y mejor.
La familia que se desintegra causa daños incalculables; por eso vosotros,
que os encontráis en el pórtico del hogar, debéis saber que al entrar en él
asumís graves responsabilidades: el hogar que se forma por el matrimonio es
como cualquier mecanismo delicado, que ha de cuidarse y mantenerse; por
ello es tarea de todos los días que una y otra parte han de desempeñar con celo
y desinterés, con espíritu de sacrificio, pensando que en ello se cifra al
máximo de los bienes terrenales: la felicidad conyugal. Limar asperezas,
compadecer, comprender, alentar, perdonar y admirar son las formas de
acción de esta tarea cotidiana que a cada cónyuge toca en la elaboración de la
obra maestra que ha de ser la familia perfecta del hogar bien organizado.
Sentada la institución del matrimonio sobre el Principio de la igualdad de
derechos y obligaciones de los cónyuges, ha de procurar cada uno ceder de lo
suyo en beneficio de los dos: la paz del hogar que nace de la mutua
comprensión, permite a los casados contar con un refugio seguro cuando los
embates de la vida ponen a prueba nuestras fuerzas, la voz de aliento que
galvaniza las energías desfallecientes, el consuelo que mitiga las confusión y
la duda, la voz de alerta que nos previene de los peligros, la advertencia
oportuna que nos aparta de la senda equivocada, la admonición discreta que
nos recuerda el deber olvidado; todo ello, digo, tiene su natural puesto en el
hogar donde nuestra pequeñez nos hace grandes, donde la infelicidad se torna
en sana alegría, la apatía en optimismo y el decaimiento en fuerza que nos
capacita para triunfar en la lucha por la vida.
Mas para que éstos, que son frutos de virtud, maduren en el hogar, es
necesario que los cónyuges los procuren con afán aplicando las lecciones del
diario vivir y buscando en sí mismos las fuerzas morales que, en su hora les
inculcó la educación. Hay que renunciar a tantas cosas; hay que resistir las
tentaciones; hay que dominar los impulsos desordenados. Templando el alma
todos los días fortaleciendo la fe, perfeccionándose cada quién y poniendo
interés y afecto en el cumplimiento de los deberes, se logra dar cima a la obra
magnífica que hoy emprendéis. Que en ningun momento os arredre la
magnitud de la labor que os espera, porque nada será más grato que el
recuerdo de este momento dichoso, cuando coronadas nuestras cabezas por la
nieve de los años, veáis realizado ese grandioso monumento que es la familia
perfecta, moralmente grande que se integra en la estirpe, que es honra de
nuestros padres y antepasados y es porvenir luminoso que se abre en ancho
panorama para vuestros hijos y descendientes.
No he de ser yo, llamado por la ley a formalizar vuestro matrimonio, quien
implore del Altísimo las bendiciones que abundantes derramará sobre vosotros
en el templo; pero sí quien os augure la felicidad a que vuestras prendas sois
acreedores. ¡Que a los pies de la novia rueden haces de rosas! - como dijo
el poeta-. ¡Que al paso de la novia surjan lirios tempranos ostentados su
clámide de transparente albura! ¡Que a los pies de la novia broten las
esperanzas que hacen fácil y grata la senda de la vida! ¡Que en la faz de la
novia brille perenne estrella, irradiando la paz y la alegría…! Y vos varón,
timonel de la nave que se hace a la mar de la existencia, dirigidlo con firmeza
para que, cuando los vendavales la azoten y el mar embravecido ponga a
prueba vuestra pericia, podáis decir: “Mi hogar limpio como el Arca de
Dios, entre el oleaje”.
ALOCUCION PARA EL MATRIMONIO CIVIL
Acordada el 9 de octubre de 1883.