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Una década de narración en primera persona: Sausacuentos y La Dominguera

cuentos al aire libre 

Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que
estamos hechos de historias.

Eduardo Galeano

Resumen

Este artículo es un pequeño vistazo sobre el camino del arte de la narración de


historias en la región de Valparaíso, en una suerte de recorrido por recuerdos,
vivencias, apuntes y aprendizajes desprendidos de mis primeros diez años como
narrador y gestor de espacios artístico-comunitarios. Se aborda el qué, cómo, y
por qué del surgimiento de La Dominguera Valpo y Sausacuentos.

Vamos a comenzar con un ejercicio, si tuvieras que traer algún recuerdo de


infancia, ¿Cuál sería el primero en aparecer?

En el mío estoy sentado en la mesa de la casa de mi abuelo, suena la radio de


fondo y al frente tengo un plato de comida que a mis ojos de niño se ve enorme,
siento que he pasado toda la tarde ahí sentado mientras afuera juegan mis primos,
“no te levantas hasta que termines” me habían dicho, así que ahí estoy,
perdiéndome la diversión y sin hambre ni ánimo de comer. En aquel entonces era
el hermano menor y el más pequeño de los 5 primos, todos hombres, apatotados,
pelusones y jugosos. Cada cual tenía su papel en el grupo, y yo, como buen
menor, me tocaba ser era el mañoso, el que se taimaba y les chacreaba el juego
al resto, objeto de chistes y víctima de las maquinaciones y ocurrencias de los
mayores, y por supuesto al que le tocaba ir al arco en las improvisadas pichangas
de la plaza (tal vez por eso me carga el fútbol)

Recuerdo las historias de mi tío Humberto, porque ser el menor traía la ventaja  de
tener más tiempo para escucharlas, en aquel entonces todos sabíamos que era un
aventurero, podía contar mil veces cuando su auto de carreras había quedado en
pana a punto de llegar a la meta en el rally más importante del mundo, el París-
Dakar, y cada vez que lo contaba podíamos oler el aceite y escuchar el gruñir de
los motores. Conocíamos además el relato de cuando se había lanzado en
paracaídas luego de que el helicóptero en que viajara fuera alcanzado por un misil
del Vietcong, y en cada año nuevo al sonido de los fuegos artificiales decía
recordar las explosiones de las bombas de la guerra. Estaba también la historia de
cuando había escapado con un circo en las vacaciones de verano, y una serie de
aventuras relatadas con tanto detalle que no levantaban sospecha ni siquiera en la
mente de los primos mayores, a nadie se le ocurría cuestionar su veracidad, ni
calcular la temporalidad de los hechos en los que decía haber participado.

Entre tanto relato, un día escuchando una conversación entre mi madre y mi tía
me enteré que una noche se realizaría una reunión a la que iban el fin de semana
ya que mi tío acababa de terminar un taller, que en el mundo existía algo llamado
“los cuentacuentos” y que irían a verlos. Era la primera vez que escuchaba esa
palabra sin embargo desde ese momento se me quedó, me parecía demasiado
bacán que haya gente que se dedique simplemente a contar. Lastimosamente ese
no era un espacio al que un niño, menos el menor, podía asistir. Pero la verdad
poco me importaba porque me conformaba con las “funciones” diurnas que tenía
junto a mi primo en la camioneta de mi tío, en la que las historias de terror
terminaron por dejarme con problemas para dormir en la noche.

Los 90 pasaron rápidamente y ya el 2007 dejé la capital para comenzar mi vida de


estudiante en la región de Valparaíso. En ese tiempo la universidad estaba llena
de ideas, energía y gente motivada haciendo distintas cosas más allá de lo
académico, una entre estas actividades estaba proyecto en el que la gente se
juntaba a conversar sobre mitos, la dinámica era sencilla: un anfitrión exponía en
distintos formatos un texto mitológico y se desarrollaba un diálogo con los
asistentes en un espacio bastante académico, serio y de elite.

Fue durante una de esas tertulias que conversando con una de las organizadoras
surge la idea de replicar el formato, pero esta vez centrándolo en historias, le
conté de los “cuentacuentos”, y a pesar que no tenía muy claro en qué consistía,
ya que hasta entonces la única información con la que contaba venía de ese
difuso recuerdo de infancia, ambos quedamos entusiasmados con la idea.

Así que al año siguiente en el período de postulación de proyectos presentamos la


idea, y fuimos patrocinados por la Escuela de Psicología con un pequeño
presupuesto que permitió la compra de pintura con la cual dibujamos el escenario,
un telón muy engorroso que montábamos con tuvos de pvc, la impresión de
afiches que diseño un compañero, la compra del café, (y gracias a un pequeño
desvío de fondos) el tradicional “vino de honor”.

Fue una tarde ventosa de Septiembre del 2009 en la que nacía” Sausacuentos” en
el recién inaugurado anfiteatro de la facultad de filosofía y educación PUCV, más
conocido como “Sausalito”, con un público de alrededor de 25 personas, y como
invitado estelar al único cuentero que conocíamos en aquel entonces: mi tío
Humberto, a quien por primera vez veía sobre un escenario, quien fue
acompañado por Omar Saldivia, compañero de carrera, quien cuenta como
anécdota que aquella fue la primera vez que narraba en un escenario y la última
que lo hacía leyendo la historia.

Con el paso del tiempo hubo varios procesos que sucedían en paralelo. Por un
lado la necesidad de mantener semanalmente funcionando el espacio, nos obligó
a salir en la búsqueda de quienes tuvieran algún conocimiento en la materia. Cabe
recordar que en aquellos años la narración se encontraba en un estado aún más
rudimentario que en la actualidad, coincidiendo con un período en el que
prácticamente dormía  en la región, por lo que no fue una tarea sencilla.

Pero entonces un día (porque en esta historia, al igual que los cuentos, ocurren los
“entonces un día”) caminando por las calles de Valparaíso nos encontraríamos
con un afiche que titulaba “El camión de mi papá” Función de cuentacuentos
inspiradas en relatos de viajes. María José Rivara, Bar La tertulia. El mensaje que
estábamos esperando llegó, y así el fin de semana siguiente conoceríamos a Cote
y Cedric Devries de la compañía Pat’Cote, quienes retornaban a la región luego de
un paso por el extranjero. Fue aquí donde comienza una alianza implícita con su
espacio (que básicamente consistía en que íbamos a acosar al cuenterx de turno
para invitarlo al nuestro), y desde donde conocimos a Pati Mix, quien estaba
retomando funciones en la región luego de su paso por el consejo de la cultura,
Daniel Hernández, quien viajaba esporádicamente entre la IV, V y la región
Metropolitana, Vicki Silva y Sandra Aravena, quien hasta hace un unos años
gestionaba un taller de cuentería en nuestra universidad, al que había asistido
Pablo Olivares, quien posteriormente se sumaría a nuestro grupo.

Sin embargo, como era de esperar nuestra oferta de invitados disponibles era
mucho menor a la demanda que implicaba sostener semanalmente las funciones,
por lo cual nos vimos en la obligación de distribuir al equipo organizador para
presentarnos como fuera, y así, sin planificarlo mucho, con alto estrés, y
resultados variados, estábamos arriba del escenario de forma artesanal,
improvisada y autodidacta, en lo que fue la primera temporada de Sausacuentos.

Tras haber logrado sobrevivir a nuestras primeras experiencias de cuentería, con 


el apoyo de Sandra Aravena gestionamos al año siguiente la realización de
nuestro primer taller de formación que permitió adentrarnos en el oficio de la
narración oral, lo que consolidó al recién formado colectivo Sausacuentos. De
aquel primer grupo aún se mantienen en la narración Jorge Riquelme, radicado en
la provincia de Córdoba, Argentina; Omar Saldivia, gestor de “La Dominguera
Santiago”; Gonzalo Olave, quien se sumaría posteriormente al proyecto, Daniela
Cornejo, Pablo Olivares y quien suscribe, los cuales continuamos en la región
realizando funciones y talleres con cierta regularidad.

Quiero destacar que en ese momento el sentido y motivación para desarrollar esta
actividad tenían que ver con la curiosa ingenuidad frente a un arte desconocido
que nos atraía, sin embargo rápidamente pudimos notar de forma empírica la
potencia transformadora que sostenía el mantener un espacio cultural de estas
características en un lugar como sería un campus universitario. Donde a través de
las historias podían “bajar a tierra” las aulas de una escuela de psicología que
parecía estar enfocada en teorías que sentimos ajenas a la realidad social que
observamos fuera de las rejas universitarias. Rejas que también intentamos abrir
al permitir un espacio en que pudiéramos compartir no solo los estudiantes, sino
también sus familias y la gente del sector a través de la cultura. Permitiéndonos a
su vez conectarnos con aquel lugar en que habitan las emociones, sueños y
esperanza, el cual es rechazado por la intelectualidad academia.

A pesar que históricamente tuvimos una relación tensa con la institución


universitaria a raíz de las distintas las trabas con las que nos encontrábamos cada
vez que teníamos que “solicitar autorización” para ocupar un espacio que nos
correspondía por derecho, y del cual los burócratas universitarios se adjudicaban
propiedad. Fuimos estratégicos en utilizar  la responsabilidad social y la
vinculación con el medio, a nuestro favor, ya que sin mucho maquillaje, los
objetivos del espacio sirvieron para postular a proyectos que hicieron posible
materializar el sueño de desarrollar dos versiones del encuentro latinoamericano
de cuentería universitaria los años 2013 y 2014, teniendo invitados de distintas
instituciones y países como Colombia, Argentina, Cuba, lo que marcó el auge del
espacio.

Quisiera mencionar en este punto a “Valparaíso es un cuento”, el cual funcionó


como un encuentro internacional de narración, ya que fue un hito en el desarrollo
de este arte en nuestra región, principalmente en la instancia del seminario de
formación que permitió perfeccionarnos tanto a los miembros del colectivo, como
los participantes en general, logrando conectar a la los narradores locales con los
principales exponentes de este arte en habla hispana. Este encuentro fue
gestionado en sus primeras 2 versiones por la agrupación del mismo nombre
conformada por Paty, Sandra, Vicky, Daniel, Cote y Cedric, quedando
posteriormente a cargo de imaginarios producciones como anexo de su proyecto
de ludoteca.

Fueron tiempos intensos para la narración local, ya que por otra parte la fundación
Mustakis iniciaba su escuela, permitiendo masificar a la cuentería, lo cual nos
mantenía enérgicos y motivados, donde nuestra reciente experiencia en la gestión
de Sausacuentos, sumado a una idea romántica de narrar en plazas públicas para
democratizar los espacios de arte, llevaron a la emergencia de un nuevo grupo
que incluye tanto a miembros del colectivo, como otros narradores de la región.
Desde donde surge la idea de juntarse los días domingos en la Plaza del
Descanso.

Fue en el verano del 2014 en que se realiza la primera jornada de “la Dominguera:
cuentos al aire libre”, conocida posteriormente como “la dominguera Valpo” para
diferenciarla de los espacios que germinarían desde la idea, como la Dominguera
Santiago, Con-Con, Quillota, Buga (Colombia), San Pedro  de Atacama), La
Serena, Buenos Aires y Pamplona. La cual al poco tiempo de creada establece el
formato clásico que un poco más, un poco menos se utiliza en las distintas
domingueras hasta hoy, donde un(e) anfitrión(e) recibe al público, y luego de
activar a los asistentes, estimulándolos  a que de forma espontánea se tomen el
espacio para mostrar lo que sea que tengan en mente, volviéndose un gran
micrófono abierto en formato de varieté.
Fue así como si bien se pensaba en un primer momento que estuviera centrada
en la narración de historias, “La Domingera” se abre a las expresiones
espontáneas del público, rompiendo así la dialéctica artista-espectador,
considerando que el arte radica en la expresión genuina de un mensaje, más allá
de un desarrollo técnico, el canal de expresión o formato, haciendo frente así a la
lógica mercantil del arte como un producto para el consumo del espectador.

Decadencia y caída: (música triste de fondo)

A pesar que muchos de nosotros hicimos nuestros mejores esfuerzos por no


graduarnos de la universidad, lo inevitable terminó por ocurrir. El periodo 2015 –
2016 marcan el proceso de titulación e inicio de la vida laboral de los miembros del
colectivo, y si bien mantuvimos cierta regularidad del espacio hasta el año 2016
pese a nuestra salida formal de la universidad, la distancia de los miembros
fundadores terminó por hacerse sentir, donde los intentos por sostener un grupo
de recambio fueron infructuosos, haciendo imposible sostener el espacio desde la
autogestión, por lo que se buscó como última opción utilizar la vía institucional que
tiempo atrás había dado resultado, pero como era de esperarse, no prosperaron.
Fue así como siendo cada vez más irregular, Sausacuentos cae en un sueño
profundo desde noviembre del 2017.   

En periodo similar la Dominguera Valpo sufre el revés de encontrar el espacio que


lo vio nacer enrejado, donde la carga simbólica del hecho generaría un trauma que
desencadena un periodo de inactividad de aproximadamente un año, para volver a
la misma plaza del Descanso durante el 2018, año que coincide con la
consolidación de La dominguera Santiago en el parque Juan XXIII de Ñuñoa,
sumado al nacimiento de nuevas domingueras

Conclusiones y actualidad

Actualmente cuento historias porque reconozco que vivimos en un mundo caótico,


porque entre estallidos y pandemias, la única forma de aferrarse y darnos un lugar
en el mundo es a través de las historias, ya sean nuestras o de otros. Historias
que en definitiva nos hagan y den sentido, porque es imposible pensarnos fuera
de nuestro relato. Quienes somos en la actualidad dependen de lo que contamos
de nosotros, es así que tomar conciencia del cómo nos contamos nos empodera
en este proceso, permite ser cada vez más autónomos y constructores de los
imaginarios que dan sentido a nuestra vida. Es así que cuento esta historia para
darnos un sitio dentro del nuevo movimiento de la narración, y al mismo tiempo
visibilizar la reciente organización de cuenteros de la quinta región que reúne
aproximadamente a 50 narradores de distintas comunas, y que se proyecta como
una plataforma de organización gremial que contribuya a consolidar este arte en la
región y que vele por nuestros derechos como trabajadores de la cultura.

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