Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que
estamos hechos de historias.
Eduardo Galeano
Resumen
Recuerdo las historias de mi tío Humberto, porque ser el menor traía la ventaja de
tener más tiempo para escucharlas, en aquel entonces todos sabíamos que era un
aventurero, podía contar mil veces cuando su auto de carreras había quedado en
pana a punto de llegar a la meta en el rally más importante del mundo, el París-
Dakar, y cada vez que lo contaba podíamos oler el aceite y escuchar el gruñir de
los motores. Conocíamos además el relato de cuando se había lanzado en
paracaídas luego de que el helicóptero en que viajara fuera alcanzado por un misil
del Vietcong, y en cada año nuevo al sonido de los fuegos artificiales decía
recordar las explosiones de las bombas de la guerra. Estaba también la historia de
cuando había escapado con un circo en las vacaciones de verano, y una serie de
aventuras relatadas con tanto detalle que no levantaban sospecha ni siquiera en la
mente de los primos mayores, a nadie se le ocurría cuestionar su veracidad, ni
calcular la temporalidad de los hechos en los que decía haber participado.
Entre tanto relato, un día escuchando una conversación entre mi madre y mi tía
me enteré que una noche se realizaría una reunión a la que iban el fin de semana
ya que mi tío acababa de terminar un taller, que en el mundo existía algo llamado
“los cuentacuentos” y que irían a verlos. Era la primera vez que escuchaba esa
palabra sin embargo desde ese momento se me quedó, me parecía demasiado
bacán que haya gente que se dedique simplemente a contar. Lastimosamente ese
no era un espacio al que un niño, menos el menor, podía asistir. Pero la verdad
poco me importaba porque me conformaba con las “funciones” diurnas que tenía
junto a mi primo en la camioneta de mi tío, en la que las historias de terror
terminaron por dejarme con problemas para dormir en la noche.
Fue durante una de esas tertulias que conversando con una de las organizadoras
surge la idea de replicar el formato, pero esta vez centrándolo en historias, le
conté de los “cuentacuentos”, y a pesar que no tenía muy claro en qué consistía,
ya que hasta entonces la única información con la que contaba venía de ese
difuso recuerdo de infancia, ambos quedamos entusiasmados con la idea.
Fue una tarde ventosa de Septiembre del 2009 en la que nacía” Sausacuentos” en
el recién inaugurado anfiteatro de la facultad de filosofía y educación PUCV, más
conocido como “Sausalito”, con un público de alrededor de 25 personas, y como
invitado estelar al único cuentero que conocíamos en aquel entonces: mi tío
Humberto, a quien por primera vez veía sobre un escenario, quien fue
acompañado por Omar Saldivia, compañero de carrera, quien cuenta como
anécdota que aquella fue la primera vez que narraba en un escenario y la última
que lo hacía leyendo la historia.
Con el paso del tiempo hubo varios procesos que sucedían en paralelo. Por un
lado la necesidad de mantener semanalmente funcionando el espacio, nos obligó
a salir en la búsqueda de quienes tuvieran algún conocimiento en la materia. Cabe
recordar que en aquellos años la narración se encontraba en un estado aún más
rudimentario que en la actualidad, coincidiendo con un período en el que
prácticamente dormía en la región, por lo que no fue una tarea sencilla.
Pero entonces un día (porque en esta historia, al igual que los cuentos, ocurren los
“entonces un día”) caminando por las calles de Valparaíso nos encontraríamos
con un afiche que titulaba “El camión de mi papá” Función de cuentacuentos
inspiradas en relatos de viajes. María José Rivara, Bar La tertulia. El mensaje que
estábamos esperando llegó, y así el fin de semana siguiente conoceríamos a Cote
y Cedric Devries de la compañía Pat’Cote, quienes retornaban a la región luego de
un paso por el extranjero. Fue aquí donde comienza una alianza implícita con su
espacio (que básicamente consistía en que íbamos a acosar al cuenterx de turno
para invitarlo al nuestro), y desde donde conocimos a Pati Mix, quien estaba
retomando funciones en la región luego de su paso por el consejo de la cultura,
Daniel Hernández, quien viajaba esporádicamente entre la IV, V y la región
Metropolitana, Vicki Silva y Sandra Aravena, quien hasta hace un unos años
gestionaba un taller de cuentería en nuestra universidad, al que había asistido
Pablo Olivares, quien posteriormente se sumaría a nuestro grupo.
Sin embargo, como era de esperar nuestra oferta de invitados disponibles era
mucho menor a la demanda que implicaba sostener semanalmente las funciones,
por lo cual nos vimos en la obligación de distribuir al equipo organizador para
presentarnos como fuera, y así, sin planificarlo mucho, con alto estrés, y
resultados variados, estábamos arriba del escenario de forma artesanal,
improvisada y autodidacta, en lo que fue la primera temporada de Sausacuentos.
Quiero destacar que en ese momento el sentido y motivación para desarrollar esta
actividad tenían que ver con la curiosa ingenuidad frente a un arte desconocido
que nos atraía, sin embargo rápidamente pudimos notar de forma empírica la
potencia transformadora que sostenía el mantener un espacio cultural de estas
características en un lugar como sería un campus universitario. Donde a través de
las historias podían “bajar a tierra” las aulas de una escuela de psicología que
parecía estar enfocada en teorías que sentimos ajenas a la realidad social que
observamos fuera de las rejas universitarias. Rejas que también intentamos abrir
al permitir un espacio en que pudiéramos compartir no solo los estudiantes, sino
también sus familias y la gente del sector a través de la cultura. Permitiéndonos a
su vez conectarnos con aquel lugar en que habitan las emociones, sueños y
esperanza, el cual es rechazado por la intelectualidad academia.
Fueron tiempos intensos para la narración local, ya que por otra parte la fundación
Mustakis iniciaba su escuela, permitiendo masificar a la cuentería, lo cual nos
mantenía enérgicos y motivados, donde nuestra reciente experiencia en la gestión
de Sausacuentos, sumado a una idea romántica de narrar en plazas públicas para
democratizar los espacios de arte, llevaron a la emergencia de un nuevo grupo
que incluye tanto a miembros del colectivo, como otros narradores de la región.
Desde donde surge la idea de juntarse los días domingos en la Plaza del
Descanso.
Fue en el verano del 2014 en que se realiza la primera jornada de “la Dominguera:
cuentos al aire libre”, conocida posteriormente como “la dominguera Valpo” para
diferenciarla de los espacios que germinarían desde la idea, como la Dominguera
Santiago, Con-Con, Quillota, Buga (Colombia), San Pedro de Atacama), La
Serena, Buenos Aires y Pamplona. La cual al poco tiempo de creada establece el
formato clásico que un poco más, un poco menos se utiliza en las distintas
domingueras hasta hoy, donde un(e) anfitrión(e) recibe al público, y luego de
activar a los asistentes, estimulándolos a que de forma espontánea se tomen el
espacio para mostrar lo que sea que tengan en mente, volviéndose un gran
micrófono abierto en formato de varieté.
Fue así como si bien se pensaba en un primer momento que estuviera centrada
en la narración de historias, “La Domingera” se abre a las expresiones
espontáneas del público, rompiendo así la dialéctica artista-espectador,
considerando que el arte radica en la expresión genuina de un mensaje, más allá
de un desarrollo técnico, el canal de expresión o formato, haciendo frente así a la
lógica mercantil del arte como un producto para el consumo del espectador.
Conclusiones y actualidad