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2008 El Recuerdo de Luna. Genero Sangre PDF
2008 El Recuerdo de Luna. Genero Sangre PDF
El recuerdo de Luna
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Género, sangre y memoria entre los pueblos amazónicos
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Género, sangre y memoria entre
los pueblos amazónicos
Segunda edición
Revisada y ampliada
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Género, sangre y memoria
entre los pueblos amazónicos
www.caaap.org.pe
Carátula y contracarátula:
Basado en la pintura Mundos I, de Heinrich Helberg Chávez,
y en un chitonte shipibo de Suisame Marcelina Maynas
ISBN:
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú:
Impreso en Perú
Printed in Peru
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Para mi familia
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Índice
Agradecimientos 11
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Bibliografía 333
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Agradezco al Instituto de Saúde Coletiva de la
Universidad Federal de Bahía, al Conselho Na-
cional de Desenvolvimento Científico e Tecno-
lógico (CNPQ) y a la Coordenação de
Aperfeiçoamento de Pessoal de Ensino Supe-
rior (CAPES) del Brasil, al Centro Amazónico
de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP)
del Perú y a la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos (UNMSM) por haber posibilitado la
realización de este libro.
Mis mayores agradecimientos para mis com-
padres, Cecilia McCallum y Edilson Texeira, y
para mi ahijada Nina McCallum Texeira, que me
dieron todo su apoyo durante la gestación y el
parto de este libro. También quisiera agrade-
cer a mis compañeras del CAAAP y del centro
de salud de género MUSA de la Universidad
Federal de Bahía por su buen humor en las ho-
ras de trabajo, a Joanna Overing y Napier por
la guía y el calor de la Maloca del Norte, a mis
colegas Elsje L agrou, Marco Antonio
Gonçalves, Tânia Lima, Marcio Goldman y
Peter Gow por sus comentarios y por su acogi-
da, a James Matos y a los alumnos de las Maes-
trías en Estudios Amazónicos de la Universi-
dad de San Marcos y de la Universidad de Co-
lombia en Leticia por su entusiasmo, y a Ma-
nuel Cornejo Chaparro por las conversaciones
en la mesa 13 del chifa de la avenida Brasil. A
todos los que me hicieron recorrer el camino
del pensamiento amazónico, gracias.
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Mapa de las etnias citadas
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Menguante mora, azul y rojo
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Prólogo
El corazón que piensa:
reproducción paralela y cruzada en la Amazonía
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«Para comprender la corporalidad amazónica hay que
comprender el juego de la reproducción paralela y la reproducción
cruzada» afirma Belaunde (p.44), inspirándose en la propuesta
de Marilyn Strathern (1998) de analizar las relaciones de género
a partir de las diferentes combinaciones posibles de relaciones
entre personas del mismo género y de género cruzado. Así como
en las sociedades de Melanesia, en las sociedades amazónicas
la reproducción paralela; es decir, la idea de que las mujeres
producen niñas y los hombres niños, alterna con la reproducción
cruzada. Es decir, la idea de que los hombres producen mujeres
y las mujeres producen hombres. La administración de estas
relaciones cruzadas y paralelas, no obstante, no pasa por una
teoría del intercambio ligada a una lógica de la heterosubstitución,
como en Melanesia (Hugh-Jones, 2001; Descola, 2001), en donde
las personas pueden ritualmente ser sustituidas e intercambiadas
por cerdos o bienes de valor, sino por una lógica de la
incorporación, en donde las relaciones generan una acumulación
corporal y subjetiva en las personas que incorporan partes de
otras personas y otros seres a lo largo del proceso de vida
(Viveiros de Castro, 1996; Lagrou, 2007a).
En la misma línea de pensamiento que McCallum, la autora
sugiere llamar a la persona amazónica de composite being,
«persona compuesta», en contraste con el dividual, «la persona
partible», de Melanesia (2001), colocando el énfasis en el efecto
acumulativo en vez de distribuidor de la fabricación de personas
y cuerpos. La fabricación de la persona amerindia fue designada
por DaMatta (1976) como un proceso de con-sustancialización
producido por el compartir de las sustancias, como por ejemplo,
la comida y los fluidos corporales, y también los olores y los
recuerdos de los cuidados recibidos (Gow, 1991).
Al elegir a la sangre y el control de su flujo como el hilo
conductor de su narrativa, Belaunde consigue conciliar los dos
acercamientos complementarios que han marcado la investigación
en la etnología amazónica: el que coloca el énfasis sobre la
depredación y el que coloca el énfasis sobre la producción. Lo
que varias etnografías recientes ya demostraron para grupos
indígenas específicos es demostrado aquí, por primera vez, a
nivel comparativo.
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hombres, y disminuye el estrés de la relación conyugal.
Belaunde entreteje elegantemente las concepciones nativas
tradicionales sobre esta interdependencia, que se construye
alrededor del control de la agencia masculina y femenina así
como de sus respectivos fluidos, los cuales influyen sobre el
bienestar de todos los cuerpos que viven juntos, con relatos de
crisis sociales recientes acarreadas por la desarticulación de
este sistema particular indígena de convivencia entre los
géneros. La violencia doméstica, la madre soltería, las largas y
frecuentes ausencias de los hombres en las comunidades, las
enfermedades venéreas y el alcoholismo, son todos fenómenos
derivados de la entrada en este sistema de vida en comunidad
en el sistema de vida del mercado.
Las perspectivas no son meramente negativas, pero la autora
coloca el dedo en la llaga al mostrar que el modo amerindio de
organizar la interdependencia entre los géneros, pautada de una
compleja teoría del poder que tiene la sangre de influenciar los
ánimos y la salud, representa una filosofía alternativa de la vida
que se encuentra amenazada por la invasión de los modos
citadinos de lidiar con la salud, la diferencia y el género. La
fenomenología de los conflictos muestra que las relaciones de
género tienden a volverse menos igualitarias cuando el apoyo
colectivo y el delicado equilibrio de las fuerzas son perturbados.
El libro no termina pintando un cuadro oscuro, por el contrario,
muestra de modo convincente el poder conceptual y vital de una
concepción del mundo que desde hace quinientos años resiste a
los efectos devastadores de las enfermedades y las prácticas
extractivistas depredatorias venidas de fuera, un modo de vida
que es flexible y supo adaptarse, al mismo tiempo que lucha para
contarle al mundo la historia de luna, la luna nueva, creciente,
verde, color esperanza, que enlaza conocimientos sobre el cuerpo
y conocimientos sobre las emociones. En este libro, Belaunde
elabora una teoría indígena del cuerpo según la cual la memoria
es transportada por la sangre, que da cuerpo a las imágenes, a
los pensamientos y a las emociones. La pulsación de la sangre
significa que el corazón está pensando.
Els Lagrou
Universidad Federal de Rio de Janeiro
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Introducción
Cruzados y paralelos
¿Cómo es posible que una mujer tenga un hijo varón? Esta pre-
gunta, tal vez desconcertante por tratarse de algo tan eviden-
te, permite abordar los estudios de género desde un punto de
vista más afín a las percepciones indígenas amazónicas. Des-
pués de trabajar y leer sobre una variedad de pueblos de la
cuenca amazónica, llego a la conclusión que, desde su punto de
vista, no es nada obvio que una mujer sea madre de un hombre.
Tal vez resulte más evidente que las mujeres tengan hijas mu-
jeres y los hombres hijos hombres; es decir, que cada género
se reproduzca a sí mismo. Como explica Ofelia, una mujer
quichua del Pastaza ecuatoriano: «De acuerdo a nuestro pensa-
miento, somos las mujeres las que hacemos las niñas mientras
que los hombres ponen los niños» (Guzmán, 1997:56).
La idea de que lo femenino se adquiere por la madre y lo
masculino por el padre –o por los padres, cuando una mujer ha
tenido relaciones sexuales con varios hombres– es llamada re-
producción paralela. Esta idea expresa una concepción de la exis-
tencia definida por líneas de género paralelas entre sí y puede
aplicarse tanto a ideas culturalmente específicas sobre el naci-
miento de los niños, como a los procesos de la crianza, el ciclo de
vida, y la distribución del prestigio y del poder económico y espi-
ritual entre personas que se distinguen unas de otras en tanto
que hombres y mujeres.
A mi parecer, para visibilizar y captar la dinámica de las rela-
ciones de género entre los pueblos amazónicos es necesario te-
ner en cuenta que la reproducción paralela ocupa un espacio im-
portante en su pensamiento y su práctica. Desde un punto de
vista, los hombres y las mujeres son dos tipos diferentes de se-
res humanos y llevan vidas paralelas, cada cual reproduciéndo-
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1 0 Ver Lorraine (2001) y Bellier (1991, 1993) para una teoría sobre la subordinación
femenina en la Amazonía.
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1 6 Ver Belaunde (2001); Surrallés (1999); Fausto (2001); Londoño (2004); Overing
& Passes (2000).
1 7 Cabe notar que, en la actualidad, la violación a mujeres menores está asociada a la
asistencia a la escuela. En la Amazonía peruana se han realizado denuncias de
violaciones por los profesores escolares que se aprovechan de su posición de
autoridad para abusar de las niñas. Es probable que muchos casos de violación a
menores no sean denunciados, por lo que es difícil estimar la magnitud de este
fenómeno que preocupa a los padres de familia (Paredes, 2004:69-78). Por otra
parte, en el contexto ritual tradicional de transgresión por parte de las mujeres
de restricciones de comportamiento o de prohibiciones referentes a objetos ritua-
les, como las flautas sagradas tocadas por los hombres, las violaciones están
asociadas a la presencia de espíritus enfurecidos que operan por medio de los
hombres. Ver capítulo 2.2, Lizot (1976), Gregor (1985 y 2001), y McCallum
(1994), para una discusión sobre los casos de violación en contextos de transgre-
sión ritual.
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1 8 Ver Garnelo (2003), Hill (1989), C. Hugh-Jones (1979), Goldman (1963), Reichel-
Dolmatoff (1997), Van der Hammen (2000), Franky (2004), Jackson (1992).
Coimbra & Garnelo (2003:14-15). La discordancia entre la autonomía diaria de las
mujeres y su subordinación ritual también fue resaltada por Robert y Yolanda
Murphy (1974:186) en su estudio pionero sobre los mundurucú. Los autores
sostienen que «[...] en la fantasía pública del ritual, los hombres expresaban su
masculinidad, su necesidad de autoridad, sus miedos de que tal vez, a fin de
cuentas, su poder no era tan real».
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2 0 Como sostiene Marilyn Strathern (1988) en su estudio pionero sobre las relacio-
nes de género en los pueblos de Papua Nueva Guinea, también en la Amazonía
las relaciones de un «mismo sexo» (same sex) y de «sexo cruzado» (cross-sex) se
constituyen recíprocamente.
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2 2 «Los seres humanos piensan con el corazón, porque por medio de las venas el
corazón se comunica con todo el cuerpo. El cerebro no puede pensar así porque se
conecta solamente con el espinazo. ¡Y el espinazo termina en el ano!» (Brown,
1984:174).
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2 3 Las mujeres shipibo también poseen formas rituales para influir en el género del
feto. Por ejemplo, una mujer que siempre tiene hijos hombres, intercambia el
botón del pantalón de su marido con el botón del pantalón de un hombre que tiene
hijas mujeres, para también tener una hija mujer.
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2 4 La idea según la cual es necesario acumular semen en el útero para formar el feto
es panamazónica. La idea que el semen se une a la sangre materna, o a un fluido
derivado de la sangre materna que contribuye a formar o a alimentar el feto, y la
idea que las niñas están hechas principalmente de fluidos femeninos y los niños
de fluidos masculinos, también son comunes. Sin embargo, entre los pueblos de
familia lingüística tupi se considera que el feto está hecho únicamente de semen
y la madre actúa sólo como un contenedor. No disponemos de información acerca
de cómo los fetos son diferenciados por género (Viveiros de Castro, 1992; Fausto,
2001; Lima, 1995). No obstante, la reproducción paralela en la tierna infancia
también es relevante en el caso tupi. Por ejemplo, entre los mbyá-guaraní del
sureste brasileño, al nacer, una niña recibe una canastita tejida por su madre, y un
niño recibe un pequeño juego de arco y flechas fabricado por su padre. La canasta,
el arco y flechas, respectivamente, condensan en sí las capacidades productivas
y reproductivas transmitidas por líneas de género. De no recibir estos artefactos,
la niña o el niño se enfermaría y moriría, ya que su alma no tendría cómo afincarse
en su cuerpo (De Oliveira, 2002:127).
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2 5 Para un debate sobre la noción de covada ver Riviére (1974); Menget (1979);
Crocker (1985); Rival (1998); Colpron (2004:206).
2 6 Ver Beckerman & Valentine (2002) para una discusión sobre las implicancias
sociales de la paternidad múltiple y compartida entre los pueblos amazónicos. La
paternidad múltiple también se da entre los pueblos patrilineales de habla tucano
oriental, aunque generalmente se acompaña de celos y rivalidad entre el esposo
y los amantes de una mujer. Sin embargo, los hombres suelen bromear diciendo
que tal o cual hombre contribuyó a hacer un pedacito de la oreja de un niño
(Mahecha, 2004).
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2 9 Los bufeos y los jaguares, a su vez, son concebidos como transformaciones de los
muertos y de los espíritus «encantados». Los bufeos, especialmente los bufeos
colorados, son a menudo asociados a los muertos blancos y los jaguares a los
muertos indígenas. Ver Gonçalves (2001:371); Valenzuela y Valera (2005:243);
Lasmar (2002:218); Regan (1983:180); Slater (1994:202). En la Amazonía pe-
ruana, los niños de piel, cabello y ojos claros son comúnmente llamados «hijos del
bufeo».
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3 0 Ver Garnelo (2003); Coimbra y Garnelo (2003); Langdon & Garnelo (2004);
Erthal (1998) para un examen de las relaciones entre los servicios médicos y las
poblaciones indígenas amazónicas.
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CAPÍTULO UNO
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CAPÍTULO DOS
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4 6 Hoy en día, por ejemplo, varias maestras yine enseñan en sus comunidades.
4 7 Ver Mahecha (2004:305) y Lopes da Silva (2002) para un análisis de la escuela
como medio de obtención de conocimientos y mercaderías y un emblema de la
civilización.
4 8 Desde el punto de vista de la población local, la incidencia de madres solteras se
relaciona con los siguientes aspectos: la asistencia a la escuela mixta; la erosión
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5 1 Las mujeres también explican que ellas sangran porque desean tener hijos
(McCallum, 2001:17). Cuando una mujer tiene relaciones sexuales con varios
hombres, la paternidad del niño es compartida.
5 2 La sociedad cashinahua está dividida en dos mitades exogámicas, dua (brillo) e
inu (jaguar). Los niños y niñas de ambas mitades reciben nombres de los Inkas
cuando están sentados en unos bancos de madera elaborados para la ocasión. Ver
capítulo 3.1 para comparación con los bancos entre los macuna.
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5 4 Ver capítulo 3.3 sobre una práctica similar entre los pueblos de familia lingüística
jíbaro, relacionados a los quichua canelo.
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entre los quichua que han sido totalmente obviados por la teoría
del servicio de la novia de Collier y Rosaldo (1981), debido a un
prejuicio teórico que descalifica la actuación política de las mu-
jeres. Entre los quichua, no obstante, producir y servir masato
es un factor indispensable de la existencia política, tanto de los
hombres como de las mujeres, y de la etnicidad quichua.
Para cultivar la chacra una mujer requiere estar en pareja
con un hombre y organizar juntos las mingas, las fiestas de tra-
bajo rotativo en las que participan todas las parejas de la comu-
nidad. La organización de las mingas es un motivo de gran pre-
ocupación porque, desde el punto de vista de los comuneros, es
un sistema de ayuda mutua que requiere de la participación de
todas las parejas de la comunidad para garantizar un intercam-
bio de trabajo recíproco. Si una pareja organiza una minga pero
no participa en las demás, está recibiendo ayuda a cambio de
nada. La reciprocidad de las mingas permite construir una co-
muna que reúne a todas las parejas de los diferentes grupos
familiares o ayllus. Por lo general, las mingas congregan a la
comunidad para llevar a cabo los trabajos más pesados, como
desbrozar el monte para una nueva chacra de yuca. El trabajo
colectivo es regado con grandes cantidades de masato de yuca,
que emborracha y anima a los participantes a realizar grandes
esfuerzos entre bromas y risas. El masato es a la vez el alimen-
to que mantiene la sociabilidad de la convivencia en la comuni-
dad y el motivo por el cual se genera tal sociabilidad.
Guzmán (1997:167) muestra que en Canelos, la distinción
entre la comunidad quichua y la colonia de las personas de ha-
bla castellana que les rodea, se perfila en la participación en las
mingas. Los colonos viven en lotes privados, producen y co-
men su propia comida, cada familia por separado, y están
inmersos en la economía comercial de la localidad. Los comu-
neros también están involucrados en la economía comercial, pero
producen y comen de manera conjunta, especialmente por medio
de la distribución personificada del masato durante las mingas.
En las fiestas comunales, el masato servido a los miembros de
la comunidad es complementado con la distribución colectiva
de la carne traída del monte. Para esta ocasión ritual cada géne-
ro se organiza en una «casa», la casa de las mujeres, por un
lado, la casa de los hombres, por el otro; poniendo en escena la
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CAPÍTULO TRES
Tener fuerza
5 6 Su hija fue llevada por la Fundación Nacional do Indio (FUNAI) para ser operada
y murió en la ciudad. Las palabras de su madre expresan el desconcierto ante su
muerte súbita dado a que antes de partir se encontraba, como ella explica, gorda,
es decir, con salud.
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5 9 El carayurú (Bigmonia chica), la tintura roja de los pueblos de habla tucano occi-
dental, tiene un uso similar al achiote. Ver capítulo 4.1.
6 0 La autora no menciona el caso de mujeres chamán.
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6 1 Los uitoto y los muinane pertenecen a una misma familia lingüística y están
relacionados. Los uitoto son «la gente de arriba» y los muinane, «la gente de abajo».
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El origen de la fuerza
está buscando.
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Entonces,
como diciendo
«¿cuál es la verdadera palabra de fuerza?»
está buscando.
Entonces
el que trabaja tiene que
preparar su fuerza.
Esa fuerza
está en el ambil,
la fuerza
está en la sal de monte,
está en la coca.
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ros y al poder chamánico que puede ser detenido tanto por los
hombres como por las mujeres que deseen desarrollar sus
capacidades visionarias67.
En su libro Tsewa’s Gift (La dádiva de Tsewa), Michael
Brown muestra que entre los aguaruna, la relación visionaria
de las mujeres con Nunkui se materializa en la posesión perso-
nal de piedras mágicas nantag, que son objeto de grandes cui-
dados y secretos, y son utilizadas para promover el crecimien-
to de las plantas en las chacras, especialmente la yuca. Gene-
ralmente, las piedras nantag aparecen en sueños, mostrándole
a la mujer dónde encontrarlas al despertar. Estas piedras, así
como las plantas de yuca, se nutren de sangre, por lo que las
mujeres deben alimentarlas regularmente con el equivalente
ritual de su sangre, una bebida hecha de achiote y plantas
perfumadas diluidas en agua, que la mujer vierte cantando so-
bre los brotes de las plantas. Según las mujeres, este líquido es
su sangre. De no ser regularmente alimentadas, las piedras
mágicas y las plantas de yuca podrían devorar a los propios
hijos de la mujer, o a alguna otra persona, especialmente a un
niño, que pasase por la chacra inadvertidamente. Al alimentar
a sus plantas con su sangre, las mujeres le cantan a las plantas,
sus hijas vegetales, para evitar que éstas maten o enfermen a
sus hijos humanos, y más bien hacer que beban la sangre del
añuje y del majaz, animales que se alimentan de la yuca de las
chacras, enemigos de las dueñas de chacras.
Mi hijito
Tiene el pelo cortado en fleco
Mi hijito
Tiene sangre.
El hijo del enemigo
Tiene una cara oval
Tómate su sangre.
La sangre del majaz,
Toma, toma.
La sangre del añuje,
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Toma, toma.
No tomes la sangre de mi hijito…
(Brown, 1984:143)
6 8 Ver capítulo 2.3 sobre la identificación entre plantas y cultivadora entre los
quichua canelos.
6 9 El efecto destructivo de la capacidad de visión chamánica de los seres divinos por la
sangre menstrual es un aspecto central del chamanismo ayahuasquero en todos los
grupos culturales que lo practican. Ver capítulo 4.2 y 6.3. Dado el gran significado de
la sangre entre los pueblos amazónicos es difícil comprender la afirmación de Descola
(2002:112): «Usar los humores corporales asociados a la sexualidad y a los procesos
reproductivos (semen, sangre menstrual, leche, fluidos vaginales) como marcas
literales de estatus personal no es muy común en la Amazonía, en donde las personas
son en su mayoría indiferentes al temor de la polución por sustancias fisiológicas».
7 0 En la década de 1990, los autores estimaban que uno de cada tres o cuatro
hombres se especializaba en el chamanismo, mientras una de cada diez o doce
mujeres sigue el mismo camino.
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Árbol Katiruna
Soy Katiruna
No soy una simple mujer
Aunque me llaman ser humano
El viento me mece
Pero no me doblega nunca
Sola mantengo erguida mi cabeza [...]
7 1 La idea de que ciertos chamanes son incapaces de controlar su rabia y sus dardos
mágicos sustenta los movimientos históricos de violencia contra los chamanes de
ambos géneros, así como está ocurriendo en la actualidad entre los aguaruna de
la región de Nieva. La conversión al evangelismo también responde a una pre-
ocupación similar sobre la brujería y las epidemias de enfermedades atribuidas a
la incapacidad de los chamanes de controlar su rabia. Ver capítulo 4.2.
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7 6 Cabe anotar que el 2 de agosto 2005, fue aprobada en el Perú la «Norma Técnica
para la atención de Parto Vertical con Adecuación Intercultural» (diario El Perua-
no, 5 de agosto 2005). Es de esperar que esta norma facilite la relación entre
médicos y parturientas en la Amazonía.
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to de la paternidad de un niño, o niña, y causa su muerte.
Actualmente, sin embargo, entre los yine, así como en mu-
chos otros pueblos de la Amazonía, el abandono progresivo de
la práctica de la covada va de la par con el aumento del núme-
ro de madres solteras, un fenómeno poco conocido en el pasa-
do, probablemente, debido a que a menudo el no reconocimiento
de la paternidad conducía al aborto o al infanticidio.
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CAPÍTULO CUATRO
Sangrar rojo
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7 8 La elaboración del mambe de coca entre los pueblos de habla tucano oriental es
parecida a la de los uitoto y muinane. El rapé es tabaco molido para inhalar. Ver
capítulo 3.2.
7 9 A pesar de la ideología patrilineal, los macuna también consideran que todos los
hombres que tuvieron relaciones sexuales con la madre contribuyen a formar el
feto. A menudo bromean sobre las relaciones extraconyugales, diciendo que tal o
cual hombre le formó un pedacito de la oreja o alguna otra parte del cuerpo. Es
interesante notar que en el contexto actual de la existencia de madres solteras,
los niños son curados por la «gente» de su madre.
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Sangrar rojo
Nosotras somos
Puro palo de yuca [...]
El pensamiento de nosotros,
La alma de nosotros,
De las mujeres son
Puro palo de yuca [...]
El hombre es puro coca,
Tabaco [...]
El hombre necesita la coca
Es para pensar
Para arreglar el mundo [...]
para estar mirando,
es que él mira con pensamiento,
él lo está rezando pa’que no suceda nada
(Palabras de Ligia, mujer macuna. Mahecha, 2004:109-111).
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Sangrar rojo
Unos días después del ataque de los animales y los otros seres
del bosque y los ríos, la mujer o sus hijos comienza a tener
dolores corporales y alergias, se enferman, y si no son curados
a tiempo, se mueren (Århem et al., 2004:211). Para protegerla,
el curador prepara pintura roja de carayurú (Bigmonia chica)
para que se unte el cuerpo. Esta pintura neutraliza el efecto de
visibilidad de la sangre menstrual, volviendo a la mujer otra
vez invisible ante ellos, protegiéndola bajo una coraza de color
rojo84. La mujer debe mantenerse reclusa y respetar una dieta,
evitando comer carne de animales que sangran mucho o frutas
grasosas, que le podrían causar una hemorragia. Así logra trans-
8 4 Una concepción similar al achiote de los wari. Ver capítulo 3.1.
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9 0 Ver Vilaça (1996); Regan (1983) y Agüero (1994) con respecto a la conversión
religiosa entre los pueblos amazónicos.
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9 1 También utilizan plantas y técnicas rituales para influir en el sexo del feto. Los
hombres son asociados a las hojas de setico blanco y las mujeres a las plantas de
hue’eco, utilizadas para teñir los dientes de negro.
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dos por los hombres, por un lado, y por las mujeres, por otro
lado, tenían un impacto directo sobre el control de la natalidad.
Hasta el día de hoy, consideran que el número ideal de hijos es
tres. Pero más importante que tener pocos hijos, es tenerlo bien
separados. Son muy pocas las parejas que tienen más de cincos
hijos y, por lo general, el intervalo entre los nacimientos es de
por lo menos tres años. Los airo-pai condenan abiertamente a
las personas que tienen muchos hijos seguidos. Esta es una de
las principales razones dadas contra los matrimonios
interétnicos, con sus vecinos quichua o colonos. En los raros
casos de matrimonios mixtos, sin embargo, el matrimonio im-
plica un abandono de una natalidad controlada, y las parejas
suelen adoptar el comportamiento reproductivo expansivo aje-
no a la práctica airo-pai. Para los quichua el matrimonio con un
airo-pai es riesgoso debido a su reputación de ser poderosos
chamanes, muy superiores a los chamanes quichua.
Las estrechas relaciones entre chamanismo y reproduc-
ción rara vez son objeto de análisis en las etnografías. La ma-
yoría de los estudios antropológicos enfocan la práctica mas-
culina del chamanismo, y sus aspectos cosmológicos y políti-
cos, como si existiesen fuera del contexto de las prácticas
reproductivas de la pareja y de las prácticas femeninas del
chamanismo92. El caso de los airo-pai muestra que hablar de
chamanismo sin hablar del manejo del flujo de la sangre y de
la fertilidad por ambos miembros de la pareja, es amputar y
distorsionar su significado. En lugar de hablar de chamanismo
a secas, deberíamos hablar de un complejo chamánico-
reproductivo en el que la sangre, y otros fluidos derivados de
la sangre como la grasa y el semen, tienen un valor psicoactivo
tan significativo como las plantas utilizadas para inducir el tran-
ce. Los hombres y las mujeres son igualmente activos en el
chamanismo, aun en los casos en que las mujeres no partici-
pan en las sesiones, porque ellas manejan el flujo de la sangre
de manera coordinada con sus esposos. Según los airo-pai, lo
que diferencia y a la vez une a hombres y mujeres a lo largo
de sus vidas es su relación con el flujo de la sangre. Esta
diferenciación de género es culturalmente producida por me-
9 2 Ver capítulo 6.3 sobre las mujeres chamanes entre los shipibo-conibo y capítulo
3.3 entre los pueblos jíbaro.
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9 4 El rostro de Ñañe es un espejo del Sol Unsë –que es a la vez hijo y hermano mayor
de Ñañe–. Más precisamente, el rostro de Ñañe es un par de espejos suspendidos,
que pueden girar sobre sí para reflejar todo lo que sucede en el universo, hasta lo
más recóndito. El saber de Ñañe es un saber reflejado, que lo penetra todo. Los
chamanes curanderos acuden a los espejos de Ñañe para ver qué brujo o espíritu
causó la enfermedad o la muerte de un familiar. Como Nhamandu, la divinidad
creadora de los mbyá-guaraní, Ñañe tiene la capacidad de desdoblarse y de generarse
a sí mismo bajo diferentes modalidades. Ñañe engendra al Sol hecho de luz ardiente
y al hermano quemado o chamusqueado del Sol, Luna, que lo persigue y lo refleja en
su curso por el cielo. Los humanos no pueden mirar directamente al sol sin quemar-
se. En cambio la luz reflejada del brillo de Luna es adecuada para sus ojos. Ver
Clastre (1974-1977); Moya (1992); Cipolletti (1988:65).
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hijos de sus padres. Por esta razón, sin embargo, los hombres y
las mujeres son semejantes, porque tienen las mismas respon-
sabilidades en la crianza de sus pequeños. La diferencia de
género es una manera de pensar la semejanza de los géneros.
Según los pobladores, las mujeres suelen tomar la iniciativa en
el amor. Los hombres suelen mantenerse a la expectativa y
rendirse ante la insistencia de una muchacha, o de sus padres,
puesto que en el pasado, eran los padres de la muchacha quie-
nes tomaban la iniciativa de ofrecer a su hija en matrimonio.
Cuando los padres de ambos jóvenes se ponían de acuerdo, al
muchacho no le quedaba sino aceptar. «Si la mujer quiere, ¿qué
puede hacer el hombre?», me explicaron. Hoy en día, los jóve-
nes disponen de mayor libertad, pero el acuerdo de los padres
sigue siendo muy importante para el primer matrimonio. Los
matrimonios ulteriores no requieren de mayor ceremonia96.
Quince años atrás, la doctrina evangélica estaba comen-
zando a expandirse entre los airo-pai. De vez en cuando, los
jóvenes, especialmente varones, que sabían leer y escribir,
organizaban sesiones de rezos y cantos para leer la Biblia en
castellano y exhortar a todo el mundo a que dejasen de lado la
práctica del chamanismo, ya que el uso de sustancias psicoac-
tivas era considerado diabólico. Hoy en día la aceptación del
evangelismo es casi general. La lectura regular de la Biblia,
traducida en airo-pai por el Instituto Lingüístico de Verano97,
y la asistencia a los sermones de los predicadores de varias
iglesias evangélicas colombianas, especialmente de Puerto
Leguízamo, tienen gran influencia sobre los procesos de toma
de decisión personales y políticos. La acción combinada de la
evangelización y la escolarización ha contribuido a crear una
nueva elite política de varones, que ha asumido el liderazgo
étnico y viaja regularmente por la región en comisiones de
representación para la defensa de su territorio y su ciudada-
nía indígena, a menudo, dejando de lado sus responsabilida-
des en casa y en la comunidad.
A pesar del abandono del yajé, la cosmología chamánica de
las divinidades continúa plenamente vigente, así como las prác-
9 6 Belaunde (1992). Ver conclusión para una discusión sobre las relaciones de se-
ducción y la relación presa-cazador.
9 7 El Instituto Lingüístico de Verano trabajó entre los parientes de los airo-pai, los
secoya, en el Ecuador.
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9 8 Una idea similar es expresada por los pueblos de familia lingüística jíbaro. Ver
capítulo 3.3.
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101 Cuando una mujer tiene relaciones extraconyugales, las cuales suelen involucrar
a los hermanos de sus esposos y las hermanas de las esposas, respectivamente,
la paternidad de los niños es generalmente contestada y atribuida a un solo
hombre para evitar problemas de celos entre hermanos, ya que los celos son
considerados extremadamente destructivos de la unidad virilocal de residencia.
Sin embargo, los casos de mujeres que mantienen relaciones extraconyugales
con los hermanos de sus esposos, y viceversa, son tolerados.
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del parto y del mono machín, quien por haber enseñado a las
mujeres cómo parir, apegó algunos de sus rasgos al recién na-
cido. Por eso los niños pequeños son traviesos como este monito
y «no saben pensar». Tocan las cosas de los demás, sin consi-
deración por sus dueños, y las botan. Los adultos se apiadan de
la vulnerabilidad de sus pequeños, pero también temen la rabia
que puede generar en los demás su comportamiento desconsi-
derado. Cuando son bautizados con un nombre traído de entre
la «gente verde» del cielo, la tendencia a rabiar de los recién
nacidos se calma. A medida que van creciendo, a los niños se
les enseña a «pensar» (coatsaye), es decir, a «escuchar con pro-
pósito» las palabras de consejo (yëhuoye) de sus antiguos, que
son internadas en su «corazón» (joyó) y circulan en su cuerpo,
volviéndolo un cuerpo hábil. Los niños adquieren los conoci-
mientos de las técnicas productivas acompañando e imitando a
sus padres. Una persona que «tiene corazón» y que «sabe pen-
sar», es alguien que no se deja llevar por la rabia, escucha a los
demás, trabaja esforzadamente produciendo sus propias cosas
y evitando pedir prestadas las cosas de los demás. Es una per-
sona «bella» (deoco), un concepto que también significa «bue-
na», «correcta», «atractiva» e «útil».
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de pájaros hermosos, tal y como son vistos por los dioses. Sin
embargo, como son humanos, y no eternos, están bajo la in-
fluencia de la rabia inherente al poder de la sangre derramada
para la fertilidad, en la menstruación, en las relaciones sexua-
les y en el parto. La religión evangélica y los discursos de los
predicadores airo-pai, tan similares a las palabras de consejo
de los antiguos, intentan exorcizar las demostraciones de rabia
acarreadas por el alcoholismo, el consumo de cocaína y la vio-
lencia doméstica de los poblados colonos. Recapitulando sobre
los cambios ocurridos en las relaciones de género en los últi-
mos quince años, vemos que el abandono de la reclusión
menstrual dentro de la comunidad refleja el abandono de la toma
de yajé, pero no significa una ruptura con las prácticas repro-
ductivas tradicionales que involucran a ambos géneros de par-
te entera. Los hombres y las mujeres continúan manejando su
fertilidad juntos, en pareja; y la crianza de los niños de acuerdo
a pautas para el control de la rabia continúa siendo una de sus
mayores preocupaciones. Aunque la asistencia a la escuela es
general para los niños y las niñas, los casos de madres solteras
son muy raros. A pesar de las nuevas expectativas de trabajo
para los jóvenes en la ciudad, de los constantes viajes de los
nuevos líderes políticos, y de las tensiones familiares que esto
implica, al verse privadas del trabajo de sus esposos, se conci-
ben a sí mismos como personas que crían juntos a sus hijos.
Cada cual aporta su nido, sus alimentos y sus cuidados.
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CAPÍTULO CINCO
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102 Severas críticas se han dirigido a los antropólogos, como Leopold Chagnon (1979),
que condujeron trabajo de campo entre los yanomami de los años 1960-70, por
haber contribuido, directa o indirectamente, a la expansión de las enfermedades
y el auge guerrero.
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105 Si es que las mujeres presenciaban el homicidio, sus abdómenes también se hin-
chaban con la ingestión de sangre enemiga, y debían purgarse, pero este proceso
no tenía mayores repercusiones en su estatus social (Conklin, 2001b: 156).
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106 A diferencia de muchos otros pueblos, entre los cuales hombres y mujeres beben
por igual, y la distribución de bebida entre mujeres es constitutiva de los inter-
cambios femeninos. Ver capítulo 2.3.
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109 Las relaciones extraconyugales son relativamente comunes. Todos los hom-
bres que tuvieron relaciones sexuales con una mujer, contribuyen a formar el
cuerpo del feto.
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110 Ver capítulo 7.5 para una comparación con la violencia doméstica cotidiana gene-
rada por el alcoholismo con aguardiente. A diferencia de las bebidas hechas por las
mujeres, que alimentan el vaivén entre periodos de tranquilidad cotidiana y días
de festividad susceptibles de generar violencia, el aguardiente inscribe la vio-
lencia doméstica en el día a día.
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CAPÍTULO SEIS
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116 Una concepción muy similar a la visión de las «cuentas de menstruación» de las
mujeres piaroa. Ver Introducción.
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120 En la mitología cashinahua, tanto Luna como la boa son el resultado de una
unión incestuosa: la boa se forma a partir de la pareja incestuosa del diluvio y
Luna es la cabeza decapitada resultante del incesto. Ver capítulo 1.1 para el
mito sharanahua.
121 Es de notar la semejanza entre esta concepción del efecto psicoactivo del
ayahuasca con los rituales de homicidio. Ver capítulo 5.
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126 Ver Tournon (2006) para un estudio de las plantas rao. También se pueden
«dietar» libros y adquirir su «aires» y sus conocimientos escritos en los diseños
de sus hojas. «Por ejemplo, al tapar la olla donde cocinaba ayahuasca con papel
periódico, un chamán adquirió el saber exótico de los periódicos. Desde enton-
ces posee dos espíritus «auxiliares» extranjeros (náwa jónibo) y puede «via-
jar» a lugares lejanos» (Colpron, 2004:270).
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127 César, el esposo onánya de Justina, explica que los nervios bombeados que
resaltan de las hojas de la planta cáwa (Psychodria viridis), una rao que invaria-
blemente es mezclada con la poción de ayahuasca y que es, según los onányabo,
responsable por el efecto de mareación (paé), son los caminos por los que viaja
o «vuela» el chamán. Los caminos chámanicos dados por las rao se concentran
en versión minúscula en los nervios de las hojas, los «dibujos» que según los
onányabo poseen la mayor cantidad de poder.
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piados por los espíritus auxiliares del chamán, para después re-
cibir los diseños de curación de las plantas (Colpron, 2004:301).
La autora muestra que las mujeres chamán tienen acceso a
los mismos ámbitos de poder y curación que los hombres. Así
como sus colegas masculinos tienen esposas entre los espíritus,
las mujeres chamán tienen esposos cháiconibo con los que en-
gendran hijos, compartiendo la paternidad con sus esposos
shipibo-conibo. Por lo general, las mujeres chamán están rela-
cionadas a algún hombre chamán, ya sea su propio esposo o un
familiar. No obstante, practican el chamanismo por cuenta pro-
pia, y presiden las sesiones de ayahuasca donde hay hombres
de menor conocimiento que ellas. Un aspecto que sí las distin-
gue, es la necesidad de evitar tomar ayahuasca cuando están
menstruando. Según la experiencia de cada mujer y la situación
en que se encuentra, el embarazo no implica una interrupción de
sus actividades chamánicas, aunque la mayoría toma ciertos cui-
dados. El olor de la sangre menstrual y del post-parto, sin em-
bargo, es incompatible con el contacto con los espíritus cháiconibo.
Las mujeres chamán no toman ayahuasca cuando están
menstruando pero conocen procedimientos para derivar fuerza
de su contacto con la sangre.
Tradicionalmente, al llegar a la menarquia, los genitales de
las muchachas eran operados durante una «gran fiesta de la be-
bida», el Ani Xeati. La joven, con la piel cubierta de diseños
kene, era embriagada con masato de yuca y llevada a un lugar
apartado de la fiesta por sus parientes mujeres mayores, donde
realizaban la escisión de su clítoris128. La sangre corría rápida-
mente y para contener la hemorragia, se le aplicaba emplastos
de hierbas y se le introducía una pieza de cerámica en forma de
pene entre los labios menores para facilitar la cicatrización129. El
cerquillo de los cabellos de la joven también eran cortados, de-
12 8 Morin reporta que los viejos justifican la escisión diciendo que el sexo de las
mujeres no operadas despide mal olor. La autora señala que, paradójicamente, el
Ani Xeati ha suscitado numerosos escritos, «pero ningún estudio científico exhaus-
tivo que se apoye en la observación directa» (1998:391). No podemos afirmar con
certeza en qué consiste la operación, y si realmente implica una clitorodecmia total
o un corte de los labios menores como en el caso airo-pai (Belaunde, 2001).
129 Muestras arqueológicas de esta pieza de cerámica, llamada xébinanti, han sido
encontradas en la cuenca baja del Ucayali, en una zona de habitación cocama,
por lo que Morales sostiene que existían redes de intercambio entre los shipibo-
conibo y los cocama (2002:47).
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130 Así como en el caso de las plantas se considera que el poder se concentra en los
nervios de los retoños de las hojas, igualmente, en la mujer el poder se concen-
tra en la punta de los cabellos y en la extremidad de los genitales.
131 Al igual que los diseños de los retoños de las hojas rao tienen el mayor poder, los
diseños de la punta de la cola de la boa también son los más poderosos. Así como
los cashinahua, los shipibo-conibo consideran que la boa contiene todos los
diseños que existen.
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Los diseños de la boa, transmitidos por las plantas rao a las mu-
jeres, están, por lo tanto, íntimamente relacionados al correr de
su sangre, a su bebida, a su fertilidad, a sus amores, y a la re-
unión de los parientes en las fiestas de su iniciación132. Hoy en
día, la producción de diseños da a las mujeres shipibo-conibo una
autonomía importante en la economía de mercado. Las mujeres
se organizan en grupos de parientes para viajar a Pucallpa, Lima
y otras ciudades del Perú para vender personalmente en las
calles sus telas bordadas y pintadas, sus tinajas de cerámica y
sus collares. De esta manera, generan ingresos propios para
sustentar a sus hijos y comprarles ropa. «Por más que nuestros
esposos trabajen, no alcanza. Por más que sembremos arroz,
132 El análisis de Gow (1990) sobre la fiesta de la menarquia entre los yine, en
términos de un circuito de flujos que unen a la parentela, la sangre femenina, el
masato de yuca y los diseños de las mujeres, es relevante en el caso shipibo-
conibo. Ver capítulo 2.1.
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demora tres o cuatro meses todavía para producir. Por esa razón
salimos a vender artesanía» (Valenzuela y Valera, 2005:209).
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135 Ver capítulo 4.2 para una comparación con el tejido de hamacas de chambira
entre los airo-pai (Belaunde, 2001). Mientras entre los yagua el tejido es una
actividad femenina, entre los airo-pai es masculina. Sin embargo, también está
íntimamente asociada al origen de la humanidad, a la menstruación y a la
fertilidad compartida por la pareja. En particular, la hamaca está asociada al
tejido amniótico que envuelve al feto concebido como un aspecto masculino del
útero. Así como entre los yagua, los momentos pasados juntos torciendo chambira
son de gran intimidad y sosiego, cuando la familia se reúne para conversar,
bromear, intercambiar planes, contar historias y dar consejos a sus hijos.
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CAPÍTULO SIETE
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ser dos o tres, más de esto lleva a un parto doloroso o a pro-
blemas de piel distendida» (Viveiros de Castro, 1992:180).
Todos los hombres que colaboran con el «trabajo de la concep-
ción» observan las restricciones de la covada, durante el em-
barazo, el parto y el post-parto, asumiendo de esta manera la
responsabilidad ritual por el bienestar del niño y de la madre.
Al mismo tiempo, el intercambio de parejas se acompaña de
la observación de métodos de control de la natalidad para ase-
gurar un intervalo apropiado entre los nacimientos, algo que
los araweté consideran importante para la salud y la crianza
de los niños (Viveiros de Castro, 1992:181). El autor afirma
que los hombres practican el coito interrumpido, y en caso de
embarazo indeseado, las mujeres abortan, presionando sobre
su abdomen, o cometen infanticidio en el momento del parto.
Hoy en día, la población araweté está en crecimiento, pero la
necesidad de espaciar los nacimientos sigue siendo una prio-
ridad dentro de su concepción de la paternidad compartida.
La guerra y la matanza de un enemigo era otra manera de
obtener un amigo ritual para compartir la paternidad de los
hijos. El hombre que mataba, o simplemente hería, a un ene-
migo en guerra, era penetrado por la sangre de su víctima, y
regresaba al poblado vomitando sangre, debiendo someterse
a un período de dieta y reclusión durante el cual, literalmen-
te, el matador se fusionaba con el cadáver de su enemigo y
del que emergía transformado, habiéndose familiarizado con
el espíritu de su víctima. Durante la reclusión, el matador
sentía cómo se pudría «su cuerpo»; es decir, el cuerpo de su
víctima fusionado al suyo, y cómo apestaba. Aunque estaban
fusionados, el matador debía de mantenerse físicamente ale-
jado del cadáver de su víctima, ya que si llegaba a tocarlo, su
barriga se hincharía en una «especie de parto mortal»
(Viveiros de Castro, 2003:47). El homicida no podía tener
relaciones sexuales con su esposa, porque se consideraba que
quien penetrara primero a su mujer sería el espíritu de su
víctima. El matador moriría inmediatamente contaminado por
el semen de su víctima. Pasadas las primeras etapas de la
putrefacción, se consideraba que el espíritu de la víctima de-
jaba el cuerpo del matador. Se iba a los confines de la tierra a
«buscar cantos» y regresaba, lleno de rabia, para transmitír-
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Hasta mediados del siglo XX, al morir una persona, sus pa-
rientes organizaban banquetes funerarios para comer sus cuer-
pos colectivamente. Los hombres cortaban la vagina de sus
esposas, las cocinaban por separado y las comían en secreto,
sin ser visto por nadie. Las mujeres hacían igual con los
genitales de sus esposos. El resto de la carne del difunto era
hervida y dividida entre todos los presentes en el banquete,
incluyendo a los parientes consanguíneos y afines. Los hue-
sos eran molidos y mezclados con carne de caza y vegeta-
les138. Así como otros grupos amazónicos que practicaban el
canibalismo funerario de sus parientes, el consumo del cuer-
po era concebido como un acto de amor y compasión hacia el
difunto y como una manera de propiciar la partida de su «alma
del ojo» hacia el ámbito celestial. También era una manera de
asegurar el bienestar de los vivos y de evitar que ciertos as-
pectos del «alma del cuerpo» de los difuntos se quedasen ron-
dando entre ellos, agobiándolos con recuerdos y nostalgia, tra-
yéndoles enfermedades y causando nuevas muertes. Al co-
138 A diferencia de los banquetes funerarios de los parientes wari, durante los
cuales sólo los parientes políticos comen el cuerpo del difunto. Ver capítulo 5.4.
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140 Fabián resalta que las acusaciones de brujería no se limitan a los tiempos de
conflicto. También se dan durante los tiempos de paz y constituyen una preocu-
pación considerable para los líderes políticos asháninka en la actualidad, que
tienen que solucionar los casos de acusaciones contra niños en el marco de las
leyes peruanas. Aunque la creencia en la brujería infantil continúa, algunas
mujeres la rechazan haciendo valer concepciones modernas de los derechos
infantiles. «Los niños tienen sus leyes, sus derechos, no debemos maltratarlos
de esa forma» (mujer asháninka. Fabián, 2005:97).
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Las mujeres son más dulces que los hombres, pero ellas tam-
bién, a lo largo de su ciclo de vida, adquieren la amargura
necesaria para realizar trabajos pesados y desplegar fuerza y
determinación. La producción de chicha de maíz por las mu-
jeres, en particular, es el equivalente de la producción de car-
ne de cacería por los hombres. Hacer bebidas fermentadas y
matar animales son dos actividades que requieren de amar-
gura: la fermentación alcohólica para la chicha, el veneno de
curare para la cacería. El autor sostiene que la diferenciación
de las capacidades de los géneros mediante los poderes y
sabores del sho opera a favor de la aproximación de los géne-
ros, distribuyendo sus capacidades de manera complementa-
ria y promoviendo la colaboración en la pareja.
El manejo del sho es similar al manejo de los venenos144.
Estos deben ser procesados y utilizados en la medida justa
para poder ser benéficos. En exceso, matan. Según los matis,
la mejor expresión de la adecuada combinación entre los pode-
res dulces y amargos se materializa en una buena chicha de
maíz hecha con la saliva de las mujeres, suficientemente amar-
ga para embriagar, pero dulce para el paladar. El exceso de
amargura produciría una chicha imbebible y tóxica. En gene-
ral, estar enfermo es «estar amargo», chimwek, es decir, estar
envenenado. Para poder acumular la amargura necesaria a su
crecimiento, los niños de ambos géneros atraviesan una serie
de rituales que involucran el uso de azotes, y la perforación de
la piel para colocar adornos y hacer tatuajes. Los adornos cor-
porales materializan y hacen visible los poderes de amargura
contenidos en una persona. En el pasado anterior al contacto,
los grandes cazadores, chamanes y guerreros acumulaban or-
namentos corporales y tatuajes. Ingerían varios tipos de sus-
tancias amargas o ácidas: ají, infusiones de lianas amargas, cu-
rare, plantas psicoactivas. Se inyectaban veneno de sapo. In-
troducían líquidos irritantes debajo de los párpados y se azota-
ban los unos a los otros. El contenido de sho amargo de estos
chamanes poderosos era máximo, lo cual los llenaba de orgullo,
pero al mismo tiempo, según la teoría indígena, los volvía par-
ticularmente vulnerables a contraer enfermedades.
144 Ver capítulo 6.1 para una concepción similar de los venenos.
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145 Los mbyá-guaraní se encuentran actualmente fuera del área amazónica, pero es
un pueblo migrante originario de la región del Paraguay.
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146 La autora sostiene que las concepciones, los métodos terapéuticos y las priori-
dades de salud de los pueblos indígenas deben ser tomados en consideración
en la elaboración de programas de salud adecuados al perfil de las poblaciones
indígenas. Las preocupaciones sobre la salud constituyen un factor director de
los movimientos de reivindicación étnica y participación política.
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147 Personalmente observé una situación muy similar entre los pobladores harakmbut
de la comunidad de Shintuya, en el río Madre de Dios, último paradero de la
carretera al Cusco. La marcada preferencia de las muchachas indígenas por
relacionarse con mestizos, se acompaña de una alta tasa de celibato masculino,
alcoholismo y violencia doméstica cotidiana entre la población indígena.
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blecer relaciones con los bufeos e incorporarlos a sus familias
como sus legítimos yernos. Pero, por lo general, la figura del
bufeo se refiere a un mundo alternativo del interior de las
aguas, que es un mundo urbano, lleno de lujos y de facilida-
des de infraestructura moderna, pero que también es un mundo
engañoso, una trampa en la que caen las personas de la selva
seducidas por el dinero y el poder de los blancos, y del que
suelen salir perdiendo la conciencia de sí, la salud y la vida.
Ideas similares se encuentran en otros pueblos indíge-
nas, mestizos y caboclos de los países amazónicos, especial-
mente, a lo largo de los grandes ríos con intenso comercio
fluvial proveniente de los centros urbanos 149. La imagen
prototípica del bufeo colorado representado en las estatuas
de madera de los escultores cocama y ticuna de la zona fron-
teriza entre Perú, Brasil y Colombia, lo muestra abrazando
por la espalda a una joven amazónica, quien sonriente de sa-
tisfacción carga a un hijo del bufeo en sus brazos. Por entre
sus piernas cuelga un pene descomunal y una raya con cola
en punta de flecha le cubre la cabeza como si fuese un som-
brero de cowboy de ala ancha. Estas obras de artesanía son
unas de las piezas favoritas del mercado turístico local. Iróni-
camente, los artistas le venden a los turistas extranjeros,
ansiosos de poseer objetos auténticamente indígenas, un re-
flejo de sí mismos visto en el espejo del pensamiento
amazónico sobre la alteridad, la modernidad y los engaños de
la seducción entre los géneros. Quién mejor que un caboclo,
nacido de la colonización y conductor de taxi de Parintins a
orillas del río Amazonas, para explicarnos con elocuencia la
frustración que sienten los hombres del lugar ante el engaño
del que, según ellos, son presas las mujeres.
El bufeo, muchacho
anda lleno de dinero
Sí señor, el hombre se va ahí a la fiesta
con esa ropa bien blanca, bien cara,
y todas esas caboclas se ponen loquitas por él.
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CAPÍTULO OCHO
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150 Tomás Román es hijo de Óscar Román Enókakuido y hermano de Rufina Román,
una familia uitoto que acogió al antropólogo Juan Álvaro Echeverri. Cabe men-
cionar que en la misma charla, Tomás Román explicó que, en los tiempos míticos,
los animales de cacería eran gente, una idea panamazónica, como lo hemos
visto en este libro. Pero, además, mencionó lo siguiente: «El castigo a la gente
de antes que fue convertida en animales se debió a que querían ser dios en
lugar de dios». Es decir, la rivalidad de la envidia, la lucha por suplantar al otro,
está en la raíz de la venganza de los animales originada con la menstruación.
Ver Belaunde (2001:65) para una concepción similar de los animales de cacería,
en particular el tapir, que fueron «malogrados» por haber querido «ser dios en
lugar de dios». Esta rivalidad, sugiero, se refiere a la rivalidad entre la placenta
y el feto después del parto como veremos en este capítulo.
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152 Ver Chávez (1996:131) para una discusión sobre el olvido y el incesto en el mito
Harakmbut del árbol Oânâmêi.
153 Cabe resaltar la semejanza entre Luna, cabeza decapitada glotona, y la noción
juruna de «ogro», un ser generado por la falta de respeto de los rituales de dieta
y reclusión relacionados al manejo de la sangre menstrual, la sangre del post-
parto, y la sangre del homicidio. Ver capítulo 5.5.
154 Lagrou (1998) señala, en el caso de los cashinahua, que las exigencias de la
cabeza decapitada Luna son similares a las exigencias de los muertos recientes
que atormentan a sus parientes vivos hasta que sean practicados los rituales
funerarios necesarios para permitir la partida del alma del difunto al mundo
celestial de los dioses Inka. Es de notar que este aspecto del mito también se
asemeja a otros relatos amazónicos sobre el origen del sol. Luna persigue a su
hermano mayor, así como Luna persigue a Sol en el cielo. Ver el relato machi-
guenga en esta conclusión.
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160 Chávez (1996:131) también aborda el mito harakmbut del árbol Oânâmêi sobre
el incesto desde la interpretación indígena de la locura y del olvido asociados al
incesto. A raíz del incesto, el relato cuenta que los ancestros se encontraban
mareados, como durante un trance con plantas psicoactivas, y en este estado
de olvido «hacían el sexo por el ombligo». El autor señala que este pasaje del
relato suele causar sorpresa y risa entre los harakmbut que lo escuchan. «Cuan-
do el relator llegó al pasaje donde la humanidad pierde todos los conocimientos,
inclusive la forma de hacer sexo y «tener hijo de mujer», mi traductor, a pesar
de ser creyente no lo podía aceptar: «¡Cómo puede la gente olvidar cómo hacer
hijo! ¡Algo así no es posible!» (Chávez, 1996:69).
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168 Como explica Fernando Payaguaje, sabio airo-pai (secoya), «es mejor precaver-
se que hacer morir a los hijos» (Payaguaje, 1990:89).
169 Ver capítulo 3.4. para un estudio del parto entre los yine (Belaunde, 2003).
170 Esto no quiere decir que ciertas etnias no prefieran tener más hijos que hijas, o
viceversa (Ver Van der Hammem, 2000). Sin embargo, la idea de tener sólo
varones o sólo mujeres no es deseable.
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187 Sugiero que la oposición entre Luna y Sol corresponde a las dos mitades de la
sociedad cashinahua y otros grupos pano: dua, «brillo» y inu, «jaguar». El brillo
es la belleza acuática y elástica de la piel, el lado espiritual, reflejado, de la
sociedad y el chamanismo. El jaguar es la garra y el mordisco, la belleza del
fuego y la dureza del metal, necesarios para llevar a cabo trabajos esforzados, el
lado político, ardiente, de la sociedad y el chamanismo (Deshayes y Keinfenheim,
2003:60; Lagrou 1998:140; McCallum 2001:145). Una similar oposición com-
plementaria se encuentra entre los airo-pai, aunque no se inscribe en una
estructura social de mitades. Como lo indica el título del libro de Ruth Moya
(1992), Réquiem para los espejos y los tigres, los «espejos» de Luna son comple-
mentarios a los «jaguares» de Sol. La sangre reúne las dos cualidades. Es el
agua ardiente, Luna Sol, Brillo Jaguar, de la vida. El brillo de Luna es el media-
dor entre la tierra de los vivos y los jaguares de Sol. Como sostienen los mbyá
guaraní (De Olivera, 2002:91), los seres humanos provienen de Sol pero llegan
a la tierra por intermedio de Luna. Como Nhamandu, la divinidad mayor de los
mbyá guaraní, Luna es el «saber reflejado», «las divinas palmas de la mano»
que marcan su rostro para que los humanos puedan leer en su propia huella el
recuerdo del mundo uterino de sus orígenes (Clastres, 1974 [1977]).
188 Ver capítulo 6.
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190 Ver Taylor para una exposición de las relaciones de mismo género en términos de
clonaje (en tanto que replicación y contigüidad) entre los shuar. La autora sostie-
ne que la relación entre madre e hija, o padre e hijo, es una «no relación» porque
es una mera replicación. Es gracias a la intervención de un hombre afín, el suegro
o el cuñado, cuando surgen verdaderas relaciones sociales. «Por cierto, es sola-
mente cuando un hijo entra bajo el control directo de un cuñado que él y su padre
pueden finalmente establecer una relación que es concebida como social [...]
Igualmente, madres e hijas entran en una verdadera relación –al opuesto de un
tipo de clonaje de contigüidad– solamente cuando la presencia de un yerno la
activa» (Taylor, 2001:52-53. Traducción propia). Aceptando la importancia crucial
de la afinidad en la construcción de las relaciones sociales, considero necesario,
sin embargo, resaltar que entre los pueblos jíbaro el aconsejar también tiene un
lugar crucial en las prácticas de la crianza, por lo que las relaciones entre madre
e hija, padre e hijo, también son relaciones sociales sustentadas en la generación
interpersonal de la memoria por medio de la convivencia.
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191 A veces, el recuerdo de una persona puede llevar a alguien a emprender una
actividad diferente a sus necesidades y responsabilidades. Por ejemplo, conocí
a una señora mayor airo-pai, quien al enviudar comenzó a tejer coladores de
fibra, tal y como su esposo los tejía en vida. Generalmente, los coladores son
hechos solamente por los hombres. La señora explicó que ella no hacía colado-
res porque los necesitaba, sus yernos podían fabricarlos para ella. Ella decía que
tejía coladores «para acordarse de su esposo», es decir, para identificarse con él
y sentirse acompañada por él al hacer lo que él hacía cuando vivía.
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194 Vale anotar que una de las quejas recurrentes de los profesionales que trabajan
en la promoción de los derechos indígenas en la Amazonía, es que durante las
reuniones, a menudo realizadas en las aulas del colegio, los pobladores «no
participan». No es sorprendente, considerando que el formato de muchas de
estas reuniones reproduce una situación escolar.
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195 Entre los airo-pai, según el contexto, «huetseye» quiere decir «olvidar», «estar
perdido», «no saber» y «estar muerto». Cuando hablan en castellano sobre un
difunto, dice «el que está perdido». Igualmente, cuando se refieren a su igno-
rancia sobre algún tema práctico, dicen que «están perdidos». Salir de la igno-
rancia, encontrar el camino, regresar a la salud, tomar baño, resucitar, todos
estos procesos son huajëye, «salvarse».
196 El olor de la grasa frita, el pelo chamusqueado y la carne ahumada también son
mencionados con frecuencia como olores que deben ser evitados.
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197 Reichel-Dolmatoff sostiene que entre los desana el chamanismo tiene por obje-
tivo «recordar» (gunyári) los conocimientos «eternos» encerrados en el hemis-
ferio izquierdo del cerebro (1997:233). La mención del cerebro como un sitio de
conocimiento parece contradictoria con la idea de que el pensamiento se da en
el corazón. Sin embargo, es consistente con la idea expresada por varios grupos
étnicos que las «visiones» se dan en la cabeza. Ver capítulo 4.2 para los airo-pai
y capítulo 6.3 para las mujeres shipibo.
198 El trance chamánico «[...] muchas veces contiene visiones incestuosas en las
cuales la persona se convierte en su propio engendrador al regresar al útero
materno y renacer en él». Una mujer embarazada es llamada «mujer soñando»
(Reichel-Dolmatoff, 1997:99). La liana del ayahuasca es similar al cordón umbilical
que une el mundo del sueño al mundo despierto. Ver también capítulo 2.1 sobre la
relación entre el trance chamánico, el sueño y la condición uterina entre los yine.
199 Ver capítulo 5.6 sobre los parakanã, para quienes el olor a sangre de los enemi-
gos muertos debe de ser neutralizado en la boca del chamán, permitiéndole
practicar curaciones.
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201 Ver Gow (2003) para un análisis del relato yine sobre «un hombre cansado de
vivir» que se pierde y reside entre las huanganas. Entre los yine, los cashina-
hua y los shipibo-conibo, tanto los diseños de las mujeres como las canciones
chamánicas son caminos laberínticos por los que el alma de las personas debe
viajar sin perderse. Ver capítulos 2.1, 6.2 y 6.3.
202 Ver Shanon (1992), Luna y White (2000), Labate (2004), Schultes y Raffauf
(1992) para un estudio de la experiencia del trance inducido con la toma de
ayahuasca. Sin embargo, estos autores no concentran la atención sobre las dife-
rencias de género en el uso de ayahuasca ni sobre las implicaciones culturales del
enloquecimiento y el sentido de «estar perdido» de un «mal viaje» con relación
a los rituales de dieta y reclusión del manejo de la sangre masculina y femenina.
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204 Entre los mestizos amazónicos, la pérdida del cazador en el bosque es a menudo
atribuida al engaño de un ser guardián del bosque que tiene los pies deformes
y es llamado Chullachaqui , en el Perú, o Curupira, en Colombia y Brasil (ver
Regan, 1983; Slatter, 1994).
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las borracheras festivas, que pueden durar dos o tres días, los
hombres no van a cazar, las mujeres no van a la chacra, no coci-
nan ni sirven comida a sus hijos. Las mujeres siempre recuer-
dan las fiestas de borrachera del pasado apiadándose de sus
hijos pequeños porque no tenían nada que comer y se asusta-
ban viendo a sus padres llorar y pelearse. Cuentan entre risas
y ternura cómo sus hijos se escondían, desconociendo a sus
padres y se refugiaban en la casa, haciendo su propia comida,
«pescando cualquier pescadito. Buscando algún pedacito de pan.
Entre niños nomás viven». Como si fuesen huérfanos.
206 Me refiero al debate mencionado por Anne Christine Taylor (1996:206) entre
las escuelas francesas y brasileñas, que colocan la guerra y las relaciones
supralocales en el centro del análisis, a las que suscriben los seguidores de
Philippe Descola, Anne Christine Taylor y Eduardo Viveiros de Castro, y la
escuela inglesa de los seguidores de Joanna Overing, que destacan las relacio-
nes de convivencia. El debate hace parte de la dialógica del pensamiento
antropológico y, como he querido reunir en este libro, las etnografías de las dos
escuelas forman un conjunto impresionante. Lo que me parece esencial es que
sea cual fuere la opción teórica que se tome, ya no podemos continuar tratando
a las mujeres como objetos pasivos de intercambio, víctimas y presas, sin voz ni
agencia, productiva y depredadora, propia. No es aceptable que se realicen
estudios supuestamente sobre los hombres y las mujeres, cuando en realidad
solamente hablan de los hombres y de su punto de vista.
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207 Entre los desana, un grupo patrilineal y virilocal, cuando una muchacha es
entregada en matrimonio, es acompañada de un hermano menor. El niño es
criado por sus suegros de su hermana, y al llegar a la madurez, se casa con una
hija de sus suegros o con una muchacha del patrilinaje del suegro de su hermana.
Este ejemplo muestra, en el caso patrilineal, que no solamente las mujeres sino
también los hombres son intercambiados y criados para el matrimonio. Se dice que
el suegro de su hermana «cocina» al muchacho, volviéndolo «matrimoniable»
para la gente de su patrilinaje (ver Reichel-Dolmatoff, 1997:67). Esta «cocción»
constituye un período de servicio de la novia, pero no se trata de dominar y
controlar el trabajo del muchacho, sino de complementar la crianza recibida por
sus padres.
208 Ver Taylor (2001) para una discusión de las relaciones de género concebidas
como relaciones de seducción y domesticación asimétricas. Mientras la mujer
debe ser domesticada por el hombre, el cazador intercambia a sus hermanas con
otros hombres. La mujer es una presa a ser domesticada que, a su vez, domes-
tica a sus mascotas animales. «Este lazo compuesto entre el hombre y la mujer
es hecho posible y, al mismo tiempo, comprendido por ‘el matrimonio’, es decir,
según la lógica implacable de los jíbaro, la relación establecida entre cuñados
hombres, el epitomo de los lazos sociales» (Taylor, 2001:53).
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el sortilegio de la risa,
aiemi beenu beenu bee,
yo digo, yo, que seguramente,
yo digo, en cuanto a mí, que seguramente,
aiemi beenu beenu,
tú no eres capaz
de atrapar para criarlo,
de atrapar para criarlo,
de atrapar para criarlo,
un pequeño azulejo,
un pequeño azulejo,
yo digo, en cuanto a mí, que seguramente,
aie beenu beenu bee,
el sortilegio de la risa
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el sortilegio de la risa
el sortilegio del papagayo
contenido en la colina
está en mi frasquito de chambira
está en mi frasquito de chambira
el sortilegio de la risa
el sortilegio de la risa
aiemi beenu beenu
aiemi beenu beenu
Es lo que se le dice a las mujeres
(Journet, 2000:144. Traducción propia).
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212 En 1996, se estimó que la tasa global de fecundidad entre los pueblos amazóni-
cos del Perú era de 7,9 hijos por mujer, muy superior al promedio nacional de
3,4 hijos. La proporción de mujeres adolescentes casadas entre los 12 y 14 años
era de 5,3% y la tasa de fecundidad más alta se concentraba entre las mujeres
con edades de 20-24 años, lo que indica que las mujeres indígenas inician y
concentran su vida fértil a temprana edad (Oliart, 2001). Para información sobre
la situación de salud reproductiva entre los pueblos amazónicos brasileños ver
Coimbra y Garnelo (2003).
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Según las mujeres, uno de los principales motivos por los que
prefieren abstenerse de ocupar cargos de autoridad es evitar
las críticas de los demás, tanto varones como mujeres. De
parte de los varones, las mujeres temen las críticas a su re-
putación sexual y las acusaciones de aprovechar los viajes a
la ciudad y los contactos con colonos y extranjeros para tener
relaciones extraconyugales. De parte de las mujeres, temen
ser criticadas por su falta de habilidad en castellano y por po-
sibles fallas al llevar a cabo sus tareas. Las mujeres se quejan
de que tienen poco poder de convocatoria formal sobre los otros
miembros de la comunidad, lo cual significa que cada vez que
desean organizar una actividad comunal tienen que invitar per-
sonalmente a las demás, y esto requiere de una gran inver-
sión de tiempo y esfuerzo. Las críticas de las otras mujeres
tienen tanto peso, o hasta más, que las de los hombres. Es de
notar que los hombres también mencionan ser el objeto de
similares críticas por parte de hombres y mujeres, pero pare-
cen no incomodarse con ellas. Uno de los puntos negativos
asociados a los líderes masculinos es que tienden a desvincu-
larse y a olvidarse de los suyos, a no tenerlos más en mente
ni visitarlos, y a moverse en círculos políticos regidos por in-
tereses personales de índole partidaria y económica (Belaun-
de, 2005:74, 2004). Como vemos, el desarrollo del liderazgo
indígena es un proceso que tiende muchas trampas en el ca-
mino, pero es necesario si se quiere conseguir la participa-
ción ciudadana de los pueblos amazónicos. Como explica Agus-
tina Valera, mujer shipibo, para ser autoridad es necesario no
prestar atención a las críticas.
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214 Ver Tournon (2006) Lee (1999) y Fisher (2002:126). Desde la infancia, las
mujeres kayapó usan varias hierbas medicinales para eliminar el flujo menstrual.
Sin embargo, «las mujeres aseguran que pueden concebir específicamente el
número de hijos que ellas desean». La misma información me fue comunicada
por los pobladores de una comunidad Xavante (Belaunde, 2002) durante la
filmación de un documental para la National Geographic sobre el ritual de la
carrera de troncos. Me explicaron que las mujeres usan plantas para evitar la
menstruación y que para sobreponerse a la casi extinción de su pueblo debido a
las epidemias del contacto, habían decidido tener muchos hijos. Para que los
niños nacieran vigorosos era necesario que las mujeres tuvieran relaciones con
varios hombres, incluyendo a los hermanos de su esposo.
215 Ver capítulos 2.1 y 6.2.
216 La asociación entre Luna y el hígado es explícita entre los desana. «Ya he dicho
que el hígado se considera como el órgano que, durante los veintiocho días que
aproximadamente dura el ciclo menstrual, acumula y finalmente descarga la
sangre «podrida», dií nyíri, literalmente, «sangre negra». El hígado se llama
nyéme turi, «algo oscura-sección», expresión que se refiere a la Luna, nyamíri
mahsó turi. El sol es semen y su hermana, la Luna, es un hígado henchido de
sangre» (Reichel-Dolmatoff, 1997:63).
217 La idea de que el hígado es similar a una placenta para el resto de los órganos de
las entrañas, sugiere una concepción de seres, o mundos, contenidos unos en
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con el tejido amniótico de la atmósfera, tragando los dardos
venenosos del Sol para devolverlos por las noches e iluminar
la oscuridad con su belleza de agua. Es el que traza el camino
del regreso a los hijos en casa y el camino del canto de los que
buscan con quien acoplar. Luna es un bufón: sus enseñanzas
hacen reír para que podamos aguantar y asimilar, con la picar-
día de la provocación, la dulzura del cariño y la frescura del
buen humor, el saber ardiente del Sol. Luna es un comeveneno
y alimenta a los demás con su comida regurgitada. Es el pro-
ceso de desintoxicación de las plantas, de la carne y de los
conocimientos para hacerlos comestibles y pensables, adecua-
dos al ser humano. Es el procesamiento de la yuca venenosa
para hacer pan y la fermentación de los vegetales con saliva
para hacer una chicha embriagante, fresca y dulce.
Pero Luna es también lo que sobra, lo que se desecha del
proceso de desintoxicar los alimentos y los conocimientos, y
lo que permanece venenoso. Luna es el gran caníbal que se
come a sí mismo y a sus propios hijos. Es la placenta san-
grienta, un pedazo de carne roja de tapir, hermano mellizo
informe de los seres humanos. Luna es el decapitado y tam-
bién el sacerdote decapitador. El gran degollador. Es, a la vez,
sí mismo y su reflejo. Sus caminos son un laberinto de venas
que hacen juegos de espejos. Cuando hay tranquilidad, Luna
refleja alegría. Cuando hay miedo, su reflejo reverbera en pá-
nico. Cuando hay deseo, Luna es una obsesión. Luna no es ni
infatigable ni infalible. Se cansa. Se asusta. Se engaña. Se deja
seducir por otros mundos. No tiene certeza si va a encontrar
lo que busca, si va a llegar al producto y al lugar deseado, si su
comida matará a quien la pruebe. Luna muere y desaparece
del cielo. Parece que se olvidó de los suyos, que no va a regre-
sar. Se pierde. Engaña. Pero, otra vez reaparece, porque, como
dicen las palabras de consejo para sanar el corazón de los huér-
fanos, «hay que salir a buscar», porque los hijos tienen ham-
bre. Luna es la primera escritura. Las palmas de la mano pin-
taron su cara para que podamos leer en nuestra propia huella
el recuerdo del mundo uterino de nuestros orígenes. Si su
rostro estuviese limpio, no nos acordaríamos de lo que pasó.
Luna es madre-padre-hermana-hermano mellizo muerto
de todos los nacidos del manejo de la sangre: de los hombres
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218 Según el pensamiento desana, cada fase lunar tiene un color y una energía
propia de fundamental influencia sobre los asuntos humanos. Rojo es el color
femenino de la sangre que se mezcla con el amarillo, el color masculino del
semen, para generar el feto en el útero y para generar los rayos del Sol, que son
amarillos y rojos. De la combinación entre el rojo y el amarillo con el color del
cielo, azul, surgen los colores del arco-iris y de las fases de Luna. «El aspecto
verdoso de la Luna se asocia con la fase inicial, inmadura, del crecimiento de las
plantas, llamada saveri; el aspecto amarillento con la madurez, bogë; y la fase
violeta, con la podredumbre, boáro. Todos los hombres y mujeres contienen una
cantidad igual de energías cromáticas que se transmiten por el semen de sus
padres y la sangre de sus madres. En el momento de la muerte, los colores
regresan al sol, su fuente original, y se convierten una vez más en parte de la
«brillantez», gohséri» (Reichel-Dolmatoff, 1997:41).
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Amarillo, oscuro y claro
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