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"NO QUIERO, NO PUEDO Y PROBARÉ"

Un pobre hombre tenía tres hijos físicamente parecidos, pero de condición tan
distinta, que nadie hubiera creído que eran hermanos. Se llamaban: NO PUEDO,
NO QUIERO Y PROBARÉ.
NO PUEDO, era un niño perezoso y apocado. No se atrevía a saltar una acequia.
Jamás trepaba un árbol por miedo a caerse. Si se le ordenaba que hiciera algo, su
respuesta era que no podía, así era en la clase y en el recreo. Cuando le
preguntaban respondía "no sé" y antes de aprender una lección, decía no puedo
estudiarla.
NO QUIERO, no era ni torpe ni perezoso; pero tenía mal genio y era muy porfiado.
Cuando se le ponía no hacer una cosa, no había medio de obligarlo. si estaba
enojado, era inútil invitarlo a jugar. Si quería jugar era inútil invitarlo a estudiar. Lo
cierto era que nadie lo quería a causa de su mal carácter y de su pretensión de
imponerse a todos.
PROBARÉ, era el más joven de los tres. Aunque delgado y pequeño, tenía ánimo
y energía, y siempre estaba dispuesto a hacer cuanto le mandaban sus padres y
profesores.
Una vez intento saltar una acequia, pero era tan ancha, que el pequeño Probaré
cayó al agua. No lloró. Se consoló pensando que más tarde podría hacer otra
prueba. Y, en efecto, al poco tiempo pudo saltarla acequia sin dificultad alguna,
hasta en las partes más anchas.
Sus compañeros admiraban su agilidad, su destreza y su decisión.
Cuando fue al colegio, el profesor preguntó ¿Sabes leer?, no señor, le contestó:
pero voy a probar si puedo aprender. Eso es lo que quiero, dijo el profesor.
En pocos meses Probaré llegó a ser el primero del curso, mientras que No Puedo
y No Quiero, eran los últimos.
Llego el invierno y fueron con sus padres a vacunarse contra una enfermedad muy
terrible.  A No Quiero fue imposible vacunarlo pues lloró, pataleo y al final salió
corriendo. A No Puedo tampoco lo pudieron vacunar, porque entre pataletas y
llanto gritaba “no puedo, no puedo”, y el papá no lo obligó.  El más pequeño,
Probaré, puso su brazo sin un gesto de dolor y la enfermera lo vacunó sin ningún
problema.  Al cabo de un tiempo sucedió que la enfermedad se hizo presente y No
Quiero cayó enfermo con unas manchas en la cara y dolores de cabeza, además
se le hicieron unos hoyitos en la cara que lo ponían muy feo. No Puedo también se
enfermó y ambos estuvieron en cama mucho tiempo.  Probaré, sin embargo,
estuvo siempre sano y feliz jugando con sus amigos.
Desde ese momento en adelante No Quiero y No Puedo empezaron a querer y a
poder para así lograr todo lo que su pequeño hermano Probaré había logrado.

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