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La neurociencia social es una nueva rama de las neurociencias cognitivas cuyo objetivo
es el estudio de las bases biológicas (inmunes, endocrinas, neuronales) de la conducta
social, combinando las herramientas más avanzadas de la neurociencia cognitiva como las
técnicas de neuroimagen y la neuropsicología, junto con la investigación en ciencias
cognitivas y en ciencias sociales como la psicología social, la economía y las ciencias
políticas.
La neurociencia nos habla sobre procesos físicos que explican, al menos en parte, muchos
fenómenos psicológicos. Su estudio ayuda a entender cómo funciona el cerebro, nuestros
sentidos y las estructuras de nuestro cuerpo que permiten la existencia de estados de
ánimo y sentimientos.
Las experiencias sociales que las personas tiene en su vida influyen en sus
pensamientos y conductas modificando el sentido y el significado de aquellas
experiencias, incluye todos los procesos conscientes y no conscientes que hacen
posible el intercambio de significados en el contexto de una sociedad.
Los fenómenos sociales son los que intervienen en la relación entre individuos que viven en
sociedad o fenómenos de relación entre los individuos y la sociedad (modas, costumbres,
normas morales...).
sustrato neuroanatomico.
sustrato neuroanatomico
Lóbulo temporal anterior (ATL) El ATL ha sido asociado a una serie de funciones, entre
ellas la memoria semántica, la cognición social y el reconocimiento facial. Esta corteza está
interconectada con múltiples regiones, incluyendo corteza prefrontal, amígdala, surco
temporal superior y los tres giros temporales, recibiendo aportes de la mayoría de las
modalidades sensoriales: vías de procesamiento visual, auditivo y somatosensorial, y
regiones asociadas al procesamiento lingüístico y atención social.
Numerosos estudios de imágenes han reportado activación del ATL polar y dorsal (o
superior) en aspectos del conocimiento social de alto nivel, incluyendo juicios morales y
teoría de la mente.
sustrato neuroanatomico
sustrato neuroanatomico
En vista de que las comparaciones forman una parte importante de los esfuerzos cognitivos
de los seres humanos (Ritov, 2000) y de que la vida nos da un sinfín de situaciones y
ocasiones propicias para compararnos (Mussweiler, Ruter y Epstude, 2004) tendemos a
compararnos por naturaleza. Los individuos frecuentemente se comparan con las
habilidades y los atributos de los demás (Collins, 1996), y esto influye en las
autoevaluaciones, las emociones y las respuestas de comportamiento, tanto para bien como
para mal.
Las personas son comparadoras sociales activas y se muestran sensibles si saben que otros
han obtenido un mejor precio o un mejor trato. En las evaluaciones de justicia del
consumidor, muchas veces saber qué han recibido los demás es más importante que el
resultado de la justicia procedimental (JP) recibida por uno mismo.
Según Turner y Giles la conducta intergrupal puede situarse en el extremo más social del
objeto de la psicología social por dos razones:
porque es una conducta influida en gran medida por el contexto macrosocial y supone la
convergencia de procesos societales (políticos, económicos, históricos y culturales) y
psicológicos, y
los comportamientos intergrupales ponen de manifiesto la sociabilidad humana en sus
formas más extremas: desde el altruismo heroico a la completa deshumanización,
mostrando el efecto de los procesos intergrupales sobre el comportamiento individual.
Los estereotipos son comúnmente definidos como las creencias consensuales sobre los
atributos (características de personalidad, conductas o valores) de un grupo social y sus
miembros.
sustrato neuroanatomico
Referencias Utilizadas
Sabucedo, J.M. & Morales, J.F. (2015). Psicología Social. Madrid: Editorial medica
Panamericana. Recuperado de
https://bibliotecavirtual.unad.edu.co:2570/VisorEbookV2/Ebook/9788498359312?
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