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CUENTOS DE LA BRISA

La senda hacia Edo Hanae

Para Alejandra.

El inicio
Bajó el sol que lentamente perecía en el ocaso, en ese risco de la cascada Motawa, bien
conocida por sus 3 anchos brazos y un ensordecedor caudal que desciende desde muy
alto, aún más alto que 100 robles jóvenes, adornada por el empalagoso rosa de los
cerezos que el ocaso regala en el verano, Hanae estaba sentada en una roca sumergiendo
sus pies en la corriente observando la caída de las hojas de los cerezos en rio, con su
largo pelo negro hasta la cintura, bellamente adornado por un kanzashi dorado de
esmeraldas pequeñas, resaltaban su piel blanca como la arena de Shikoku, envuelta en
su Yukata negro de flores rosas, guardaba sus manos bajo las mangas de su Yukata,
apoyando sus codos sobre sus rodillas mirando fijamente las hojas de los cerezos.
Meditante se le observaba con la mirada fija en la trayectoria de las flores, hace más de
un año ya que había tenido que abandonar su casa en Edo junto a su familia por la
inminente llegada de los ejércitos mongoles, hoy papá ya no visita la corte del
emperador Kosuke, ya no hay desfiles de armaduras de colores brillantes con máscaras

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que recordaban las caras de las Hannyas, ni hay bailes de geishas en los tatamis del
palacio, tampoco se escuchan los gritos del kabuki en los grandes salones que animaban
los banquetes del emperador, hoy sólo queda el viejo Sansashi Ikeburo, antes
magistrado de la corte del emperador, ahora pescador, pescando carpas del rio Yume,
junto a el Nanohara su esposa, cocinando el pescado y Reiju Ikeburo, el estandarte de la
familia, samurái al servicio del emperador Kosuke, insigne representante del clan de la
grulla, y la casa de Ikeburo, siempre metido en la casa del consejo de guerra, hablando
los temas de adultos, sobre ¿Cuándo y como sería la mejor estrategia y el mejor camino
para regresar a Edo.
-Como cambia la vida- pensaba Hanae, -¿Por qué ya no puedo jugar con mis muñecas
en el jardín de la casa?- aseverando con un dejo de incredulidad -¿En serio será? ¡No
creo que los mongoles sean tan malos o tan poderosos como para vencer a Daiki o a
Haru!- afirmó hacia sí misma.
De repente se observó a lo lejos bajo la cascada en la lejanía, una luz brillante, parecían
fuegos artificiales como los del festival del otoño, se observan en la villa donde ahora
vivía, Iwaki, una pequeña villa costera de pescadores que se encuentra en el norte del
imperio nipón, a unos 7 días a caballo a galope manso, está en su periferia el río Yume
que desemboca en el mar en un gran estero, en donde los pescadores de Iwaki viven
gran parte de sus días.
De la montaña aparecieron luces que desde la distancia asemejaban fuegos artificiales
bajando hacía Iwaki rápidamente, y como el verano llegaba a su fin pensó, -¡Por fin el
Otsukimi va a comenzar!, ¡Este año utilizaré mi Yukata de las flores de cardamomo que
traje de Edo¡-. Agitando sus pies de emoción en el agua pensaba lo divertido que serían
las noches de contemplación de la luna durante el Tsukimi, cuando a sus espaldas
escuchó una voz muy familiar. -¡Hanae!- al voltear una armadura de samurái de cuero
negro tachonado con placas metálicas de color dorado en su pecho y abdomen, cubierto
con una gabardina negra de kanjis plateados con un símbolo del clan de la grulla en la
espalda, portaba un casco negro con franjas rojas que asemejaban un artista kabuki, en
lo alto dos cuernos coronaban el casco, una máscara de media cara negra cubría su boca,
dejaba ver un par de ojos verdes, verdes como la esmeralda, idénticos a los de Hanae. -
¡Hermano! ¡Has venido a mi lugar secreto! ¿cómo lo encontraste?- preguntaba Hanae
con cara de asombro, -siempre es el trabajo de un hermano mayor cuidar a su pequeña
hermana traviesa y saber dónde se esconde- le respondió con gran dulzura Reiju, -
¿Viniste por mí para llevarme por mi Yukata e ir al Otsukimi?- Dijo sonriendo la niña, -
¿Por qué traes puesta la armadura?- preguntó, entonces el semblante de Reiju cambió,
-tenemos que ir por papá y mamá- y con gran incertidumbre ante la falta respuesta
Hanae se levantó de la roca.
Entonces al levantarse se escucharon detrás de los árboles de cerezo las pisadas de un
caballo y varias risas burlonas. -¿Acaso éste es lugar para una pequeña niña y un niño
que quiere jugar a ser hombre? ¿O sólo es una mala pasada de los kamis que les
hicieron estar en el lugar incorrecto con las personas incorrectas? Porque están en las
fauces del depredador, y francamente son un par de jugosos corderos esperando ser
devorados por la negra noche de la mano de su sombrío destino.
Al voltear observan salir de entre el tupido follaje a un caballo negro alto, mayor a los 2
metros, con denso pelaje gris en sus patas y una línea de pelaje gris sobre su cabeza,
tiene una brida negra, babeando espuma blanca sobre la brida brama al dar los pasos,
casi al unísono de las palabras de su jinete, un robusto mongol, de calva cabeza con un
delgado bigote y barba que rodea la boca, vestido en una armadura de cuero negro
sucio, a la cual se le observan las cicatrices de la batalla en múltiples cortes y remendos,

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cubierto de pieles de bisonte y caribú, se aprecia y resalta en la fuerte complexión del
guerrero y su sombría mirada un aire de macabra serenidad.
-Éstas son las tierras del gran kan Yisü, y todo lo que hay le pertenece, yo vengo a
reclamar lo que es del gran kan- dice el jinete, mientras lo escucha Reiju observa a
Hanae fijamente con una ternura inquebrantable. Detrás del jinete comienza a salir
media docena más de soldados a pie, también vestidos en armaduras de cuerdo y
cubiertos en pieles haciendo burla y sonidos que asemejan a los aullidos de un lobo,
festejando las palabras del jinete. El jinete observa a los hermanos mientras cabalga
lentamente sobre su caballo, al mismo tiempo que los hombres comienzan a rodearlos
mientras continúan profiriendo sus burlonas risas.
Reiju mirando a Hanae, tiernamente sonriendo pone sus manos sobre los hombros de su
hermana, -pequeña hermana, no temas de estas personas, no van a dañarte, prometo
llevarte al Otsukimi con tu yukata de cardamomos, y veremos la luna juntos- mientras la
pequeña niña temblando y asustada con lagrimas en sus mejillas por las amenazadoras
palabras y risas de los hombres que los rodean, secándose las lágrimas y sorbiendo la
nariz asiente con su cabeza esbozando una ligera sonrisa. -¡Oye! ¡Quién te crees
ignorando al capitán, mocoso!- grita uno de los hombres corriendo hacia Reiju y Hanae
desenfundando su espada y corriendo hacia los hermanos, levantando su arma para
atacarlos.
Entonces la sonrisa de Reiju se borró y agachado mirando a los ojos a su hermana tomó
su Katana del mango, Hanae sintió frío en su estómago y un enorme hueco, mayor al
que sintió cuando dejó atrás su casa y sus juguetes en Edo, aún mayor al que sintió
cuando vio entrar por primera vez a su padre cargando pescados mugroso y mal oliente
en esa cabaña donde ahora viven después de haberlo visto con sus kimonos de gala, que
para el eran del diario. Nunca había visto esa expresión en Reiju. Reiju puso un pie al
frente y en un fugaz movimiento mientras sacaba la Katana observó en su filo cual
espejo el movimiento del mongol, como levantaba su mano para asestar el ataque y
observando el brazo del mongol calculó el ángulo del ataque, volteó con un giro
intempestivo, ascendió su Katana, encontró el antebrazo del mongol. El antebrazo giró
en el aire sin soltar la espada, aún cuando éste cayó en el piso, fue entonces cuando el
mongol vio su brazo empuñando su espada en el piso y al voltear a su antebrazo se dio
cuenta que un chorro de sangre palpitaba desde el, su sangre pintaba de carmesí el rosa
que alfombraba el bosque de los cerezos. Reiju seguido de la estocada regresó a la
postura, la segunda virtud del Bushido lo inundaba, el Yu (Coraje), -nadie puede
romperlo en este momento- lo sabía y confiaba en ello, entonces escuchó los pasos y el
grito de otro mongol que corría hacia él, cambió la postura, -la segunda postura de Iai
sería la mejor cuando el enemigo corre hacia mí- afianzó su katana con la mano
izquierda casi hasta el tsuba y afianzó la base de la empuñadura hacia la palma de su
mano, al levantar la espada en el ataque el mongol, observó un espacio mayor al de las 4
plazas del gran palacio de Edo, ahí entró el primer corte justo debajo del costado
izquierdo y subió hasta el cuello y tras pasar el mongol pasmado ante el dolor dio un
pequeño giro, y siguió con el remate, un corte descendente que cercenó la pierna
izquierda sobre la rodilla, cayó el mongol gritando de dolor a los pies del otro mongol al
tiempo que éste trataba de juntar su brazo del piso. Entonces volteó Reiju hacia ellos y
levantando su Katana apuntando al brazo en el piso habló. -Ahora todo lo que les quité
me pertenece, pueden irse, pero dejen brazos, piernas y todo lo que de sus cuerpos se
desprenda-. Hanae miraba aterrorizada y al mismo tiempo asombrada el salvajismo y a
su vez esteta fluir de los movimientos de pies y manos de su hermano. Lo superaban en
número, en edad, probablemente en fuerza, pero no estaba segura si ellos tenían siquiera
una pequeña porción de la habilidad que tenía Reiju.

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-¡Maldito mocoso!- Gritó el más alto de los mongoles, más robusto incluso que el
jinete, de gran estatura y corpulencia, casi un metro más alto que Reiju, con una
armadura de cuero que recubría su torso, colgando de su pecho un collar con orejas y
dientes. Saca 2 hachas, cada una del tamaño suficiente para que un hombre la sujete a 2
manos. -¡Ven que voy a hacer caldo con tus huesos simio!- grita el mongol pegando un
salto hacia Reiju con una velocidad descomunal para su tamaño, al tiempo que balancea
sus hachas en vertical descendente para cortar a Reiju, con un veloz movimiento
horizontal retiene ambas hachas, saltan chispas del choque de los metales y el sonido
retumba aun más fuerte que el mismo ensordecedor ruido de la cascada, agita su mano
derecha para atacar, una vez más el hacha fue detenida ahora por un movimiento
descendente que fluye como el agua que cae de una cascada, cambia la dirección de la
espada que bajaba junto con el hacha y sube por debajo del brazo derecho del mongol
impactando debajo de la axila, cortando el brazo del mongol, que grita ante el dolor del
cercenamiento, enfurecido levanta el hacha izquierda para atacar, pero Reiju ya estaba
en postura y de un tajo corta el brazo izquierdo, la velocidad del samurái es tan alta que
al mismo tiempo que ambos brazos giran en el aire antes de caer, el mongol no
retrocede y con un grito y la vehemencia de una fiera a punto morir lanza un cabezazo a
Reiju, que sin más decapita al mongol de un tajo, cae el cuerpo y un silencio sepulcral
abraza el lugar, incluso Hanae observó el ímpetu del hombre, y en su cabeza reza una
plegaria, por el implacable guerrero. –Tienes honor, coraje y mi respeto, te recordaré
hasta el día que la muerte alcance mi camino-. Piensa Reiju. –Bien, parece que el niño
es en realidad un hombre, me has hecho sentir escalofríos y temblar, no los había
sentido desde hace más de un año que enfrenté y maté a al emperador Kosuke y sus 2
guardaespaldas en el gran palacio de Edo, desde entonces no sentía tantas ganas de
pelear y matar a otro hombre, esto va a ser algo digno- Grita el Jinete mientras ríe de un
modo en el que muchos hombres orinaran sus pantalones.
-Hanae corre- le dijo Reiju –No voltees, no te detengas, ve con papá y mamá, yo los
alcanzaré- le dijo mientras tomaba postura. Entonces Hanae volteó y comenzó a correr
hacia el sendero, cuando ve que de su derecha corre un mongol para taparle el paso,
levantando su espada para golpearla, otro detrás del primero le intenta cortar el paso,
regresa abruptamente, pero hay más, mongoles rodeándola, al fondo ve a Reiju y al
jinete, que galopa hacia su hermano y lanza una estocada con su albarda, Reiju
hábilmente intercepta con la katana la estocada del mongol y la dirige hacia el piso la
punta de la albarda, corre por el asta de la albarda, subiendo hacia el mongol y
mirándolo de frente con la guardia rota clava su katana en el pecho atravesándolo,
entonces el mongol saca su cuchillo, suelta la albarda y con su brazo izquierdo abraza a
Reiju y con el derecho empuñando el cuchillo lo clava en el pecho, ambos tambalean y
caen, se ha abierto una ruta de escape para Hanae, solo el camino hacia donde ellos
están está libre, detrás está la cascada, no lo piensa dos veces, corre rápidamente
pasando a hurtadillas por debajo del caballo y llega al risco donde estaba sentada antes,
del otro lado se encuentra el precipicio de la cascada, voltea con Reiju, el se está
levantando con el cuchillo clavado en el pecho, el mongol también se levanta, mientras
el caballo intranquilo relincha retrocediendo asustado por el estruendo de la caída del
jinete y el rival, Reiju voltea con Hanae y con palidez en su tés, le dice. –No importa
¿Qué?, ¿Cuándo? Ni ¿Cómo? Siempre debes seguir adelante, aunque el dolor paralice tu
cuerpo, aunque el miedo inunde tu alma, sigue, sigue siempre adelante, nada cuesta
arriba, aunque el mundo se empeñe en hacerte caer, entonces y solo entonces llegaras a
cualquier destino que te propongas, ahora ve y busca a papá y mamá, prometo llegar
con ustedes- repentinamente es interrumpido mientras el mongol con su espada
atraviesa el abdomen de Reiju, -¡no!- grita Hanae, pero ahogando su grito sabe que

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debe seguir, con la incertidumbre de si volverá a ver a su hermano, nunca le ha fallado
en una promesa, -¡El nunca miente, si dijo que llegaría lo hará- tratando de aferrarse a
las palabras de su hermano por más increíbles que estas parezcan, pero si solo un
milagro puede salvar a su hermano, entonces ella debe empezar a creer, -¡Que los kamis
(dioses) nos bendigan hermano!- Voltea hacia la cascada, es impresionante la vista y la
caída. Embargada por el terror a la muerte y asfixiada por el dolor de su hermano sabe
que si los milagros existen, hoy es el día para saberlo, no hay otro camino, es este o no
es nada, entonces se llena de valor y salta en caída libre.
Mientras cae siente como se aplasta su corazón, y se depriva del aire, no puede ver
nada, la brisa de la cascada ciega todo, siente como la ahoga, cae tan rápido que hasta
gritar es imposible, es eterno el momento, y la desesperación aumenta en cada segundo
que cae, repentinamente siente un impacto sobre su cuerpo, está empapada, nunca hubo
tanto dolor, asfixiada, paralizada por el dolor, en un instante todo cesó, ya no hubo
dolor, no hubo desesperación, ni miedo, solo silencio.
Cuando abrió los ojos estaba recostada sobre una piedra a la orilla del rio, era casi de
noche. Las luciérnagas adornaban la rivera del rio, - se ve tan hermoso- pensó Hanae,
cuando de repente recordó que debía dirigirse a Iwaki, se intentó levantar pero un
intenso dolor recorrió todo su cuerpo, estaba empapada, su yukata estaba rasgado y
manchado de sangre, sangraba de su cabeza y de sus brazos, un dolor intenso recorría su
pecho, espalda, cabeza y brazos, las piernas no respondían, lentamente fue
incorporándose, hasta que pudo ponerse de pie, las noches desde hace semanas ya eran
frías, y sus ropas húmedas no ayudaban con la baja temperatura que había en ese
momento, tiritaba completamente, y a paso lento comenzó a dirigirse a Iwaki, no tardo
en encontrar la vereda, y comenzó a caminarla, en días anteriores la recorría en un par
de horas, hoy le estaba tomando una eternidad, la noche comenzaba a caer.
A lo lejos comenzó a escucharse el trotar de caballos, Hanae quedó estupefacta ante el
ruido, a lo lejos comenzaron a observarse varios caballos montados, la oscuridad no
permitía ver quiénes eran, cuando se acercaron sintió un escalofrío por su espalda, era
un batallón de mongoles, quiso correr hacia un lado del camino pero sus piernas no se
levantaron y tropezó con ellas, comenzó a arrastrarse lo más rápido posible hacia la
maleza, mientras escuchaba las risas de los soldados que se bajaban de los caballos y
corrían hacia ella, aterrorizada se arrastraba los más rápido posible, hasta llegar a la
orilla del camino, pero sus brazos dejaron de responder y quedó boca abajo llorando de
dolor e impotencia, cuando volteó vio la bota del mongol a su derecha, trato de levantar
la cabeza, -al piso gusano- le gritó el mongol y el pie golpeo su cara, el soldado
comenzó a patearle la cabeza mientras ella lloraba y gritaba, escuchaba como los
soldados reían mientras ella se tapaba la cabeza y recibía las patadas del soldado,
escucho pasos y sintió un golpe en su vientre, el golpe la sofocó y bajó sus manos al
vientre cuando sintió otra patada en la cara y no pudo hacer más que tomar la posición
fetal, y recibir el castigo, de los 2 soldados que la pateaban con saña y sin descanso.
De repente cesaron de atacar. -¿Quién está ahí? Gritó uno de los soldados alumbrando
con su antorcha, el otro desenvainó la espada, Hanae volteó y vio hacia el camino los
guerreros que estaban en sus caballos riendo, ahora estaban muertos, descuartizados, los
brazos, piernas y torsos estaban regados por todo el camino en un baño de sangre, se
escuchaba a lo lejos un cabalgar que se alejaba, escuchó entonces desde su costado
izquierdo un paso, al voltear vio a Reiju, estaba bañado en sangre, con una mano
agarraba su abdomen y con la otra empuñaba su katana, Hanae con su rostro
ensangrentado y raspado, sollozante, molida a golpes en el piso, las lagrimas salieron de
sus ojos. Entonces ambos voltearon, Reiju rápidamente lanzó una estocada recta a la
cara del soldado que llevaba la antorcha, le atravesó la cabeza, soltó la espada clavada

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en el rostro del mongol y cayó de espadas, la antorcha cayó sobre el soldado y las pieles
comenzaron a incendiarse, el otro soldado al intentar correr tropezó sobre sus espaldas y
quedó sentado, Reiju se acercó a él y comenzó a golpearlo, una y otra vez sobre la cara
que se deformaba, los pedazos carne quedaban embarrados y colgando en los
guanteletes de Reiju, más tras cada golpe, Hanae no pudo mantener su cabeza levantada
y bajó la mirada, solo escuchaba los golpes hasta que empezó a tronar el hueso, más con
cada golpe el mongol ya no forcejeaba, ya no gritaba, dejó de llorar y moverse, pero
Reiju no dejaba de golpear, comenzó a escucharse como Reiju comenzaba a gemir, un
sollozo, otro mas y comenzó a llorar, en un instante su llanto se había convertido en un
lamento que se ahogó después de unos segundos, ya no se escuchaba el crujir de los
huesos, solo se escuchaba como los golpes se ahogaban con el piso y la sangre contra su
puño. Hanae ya no escuchó más nada y se quedó dormida.
Cuando abrió los ojos iba en los brazos de su hermano, se vislumbraba a lo lejos Iwaki,
la villa se veía bajo llamas, a paso corto y tambaleante llegaron a la entrada de la villa,
la vista era impresionante y funesta, quedaron aterrorizados, el olmo que adornaba la
puerta de entrada del pueblo estaba lleno de cadáveres que habían sido colgados, era un
espectáculo macabro.
Se escuchaban gritos por todo el pueblo, llantos, gente corriendo por la calles, había
cadáveres de los habitantes de la villa por doquier, la gente como podía ayudaba a
apagar el fuego de las casas, a sacar gente, se veían personas y soldados atendiendo a
los heridos, el pueblo estaba hundido en la desolación y el caos, el ataque había sido
avasallador. Ya a estas altura el paso era aún más lento y cansado, se dirigieron a casa,
al llegar fue impactante, Sansashi y Nanohara se encontraban colgados en la entrada de
la casa.
Con las ropas rasgadas, casi desnudos, encontraron a sus padres, ambos sintieron un
vacio en su vientre y se les heló la sangre. Reiju se había percatado que en las puertas de
las casas de varias personas, se encontraban colgados miembros pertenecientes a la
corte del emperador, se dio cuenta que la búsqueda y el ataque al pueblo fue dirigido,
buscando a los miembros de la corte que de alguna manera podrían restablecer el
gobierno u orquestar un golpe de estado, los mongoles estaban tratando de suprimir
todos los brotes de revuelta que se estaban dando en el país.
En la entrada de su casa Reiju se sentó, soltó la mano del abdomen que había estado
sosteniendo todo el camino y se abrió una herida que dejaba ver sus viseras, estaba
herido de muerte, pero de alguna manera había llegado hasta su hermana, no pudo más
y cayó de espaldas en la entrada.
-¡Hermano, hermano, hermano!- Gritaba Hanae, mientras lentamente Reiju se comenzó
a desconectar, mientras cerraba sus ojos encontraba el silencio y la paz que tanto
ansiaba en ese momento.
Desesperada y gritando al ver las heridas de su hermano corrió buscando ayuda. No dio
más de cincuenta paso cuando escucho a los lejos – ¡Ikeburo san!-, y al voltear observo
que un anciano se acercaba a Reiju, regresó corriendo, el viejo observaba desesperado
las heridas de Reiju, -¡Anda niña corre y trae agua y ropa vieja¡- le gritó el anciano a
Hanae, rápidamente corrió hacia adentro de la casa y comenzó a buscar un cuenco
donde poner agua, al encontrarlo corrió y tomó las sabanas que usaba para cubrirse al
dormir, al regresar a la entrada vio que ya había tres hombres más, preparaban una tabla
para subir a Reiju y usarla como camilla. –Ikeburo san, voy vendar tus heridas y te
llevaremos a la tienda- dijo el viejo, pero Reiju no hablaba, estaba inconsciente.
Rápidamente comenzaron a vendarlo, lo subieron a la tabla y se lo llevaron, Hanae
impávida se quedó parada en la entrada de la casa, cuando uno de los hombres volteó y
le gritó, -rápido pequeña, no puedo cargarte- Hanae corrió detrás de ellos, llegaron a

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donde ella conocía era la panadería, rápidamente entraron gritando –¡Hime San!, ¡Hime
San!, una mujer salió del cuarto posterior de la panadería y los recibe, descubre las
heridas y les grita -¡rápido, llévalo al sótano, necesita que cure esas heridas o morirá! –.
Hanae aterrorizada escucha las palabras y observa todo el movimiento que se suscitaba
en la sala sin saber que hacer o a donde ir, estaba congelada del miedo.
Volteó entonces la mujer y con una sonrisa toma un pan de los estantes y se lo da,
-Come pequeña dama, que el camino es largo y la verdadera guerra está por comenzar-
fugazmente cambia su fascies y voltea con los demás hombres y con gran seriedad les
dice -¡Rápido, urge que entre a tratar las heridas- rápidamente entran a un cuarto detrás
de la panadería, abren una escotilla secreta en el piso y comienzan a bajar. La mujer
voltea con Hanae y le dice -¡Ahora come y descansa niña, lo vas a necesita- se voltea y
baja corriendo las escaleras, Hanae cansada toma el pan, se sienta en una esquina y
comienza a morder el pan. No da más de 5 mordidas y sus ojos comienzan a cerrarse,
está exhausta.
El sonido de caballos y gente corriendo en la calle es tan fuerte que despierta de un
sobresalto a Hanae, en las afueras se escucha el movimiento incesante, la panadería ya
está abierta y observa a través de una rendija en la puerta que la mujer que le dio el pan
atiende la panadería, acomoda cestas de pan y la entrega a los soldados con la
indicación de entregarlo entre la gente, -Ten cuidado, que no te quite el pan los
mongoles- le hace hincapié la mujer a un joven, en eso, entra un mongol caminando
hacia la panadería, -Mujer, ¿has visto a este hombre?- le dice enseñando un cartel, -No
señor, responde firmemente, -Le hacen llamar el fantasma, dicen que puede destazar a
un batallón en unos segundos, pero yo creo que solo es un cobarde que se esconde- le
contesta el mongol, -ignoro de que me habla señor, esta es una aldea de pescadores y
gente trabajadora a la cual ustedes han venido a atacar- el mongol se da la vuelta y
girándose rápidamente le da una bofetada tirándola al piso, - Nos toman por estúpidos,
sabemos que aquí se escondía parte del gabinete de Kosuke, por eso venimos por
ustedes, y tú lo sabes Hime San-, sabemos quién eres- Le dice el mongol, mientras
entran media decena de soldados a la panadería -Aquí no hay fantasmas señor, solo hay
hombres que luchan por el emperador, por el imperio, por ser hombres libres y justos-
escucha Hanae la voz de Reiju, escucha entonces un estruendo, y una linea de sangre
entra a través de la abertura por donde ve Hanae, se escuchan varios golpes y luego
silencio. Entonces escucha nuevamente Reiju, -Ya lo viste señor, no hay fantasmas, solo
hombres, pero los hombres de Nippo también te podemos enseñar el infierno- y se
escucha u grito que es ahogado por una corte, seguido de un golpe al piso, limpiándose
los ojos ve como la cabeza del hombre rueda hasta la puerta donde esta parada.
-Reiju, te van a buscar- Le dice Hime, -No sensei, van a buscar a la sombra, y les
enseñaré la oscuridad, lo juro por el honor de mis padres, por el emperador, y por la
sangre de tu esposo sensei-.
-¿Dónde está mi hermana?- Le pregunta Reiju, -Está en el otro cuarto- Responde Hime,
-Acá estoy hermano- Le grita Hanae, corriendo va hacia el cuarto antes de que la niña
entre.
-Hermana ¿Cómo estás? - Bien hermano, estaba asustada por ti, no sabía dónde estabas
o que estaba pasando- Sabia que volverías- Le dice Hanae mientras lo abraza
fuertemente. –Pequeña, es hora de regresar a casa, vamos a regresar a Edo, pero no
podemos hacerlo juntos, ahora andar conmigo va a ser muy peligroso, me van a buscar
mucha gente peligrosa y no voy a poder cuidarte todo el tiempo- Le dice Reiju, -¡No
hermano, no quiero separarme de ti, eres lo único que me queda!- le grita Hanae
llorando –Tengo miedo, no quiero estar sola- replica nuevamente, -Recuerdas que
habíamos dicho que haríamos lo que fuera para salir adelante, ahora es el momento,

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tengo que regresar a Edo, tu vas a regresar con Hime sensei, ella va a cuidar de ti, ahora
necesito que seas fuerte y valiente para poder vernos nuevamente- Le dice Reiju,
secándose las lágrimas y sollozando asiente con la cabeza, -si hermano- responde
-Rápido Reiju, es tiempo de hacerlo, se están movilizando los mongoles y pronto
estarán aquí- Le dice Hime mientras lleva en las manos unas vestimentas negras, -Haré
lo que sea sensei- le dice Reiju mientras le recibe la ropa, rápidamente comienza a
vestirse -¿Estás seguro de hacer esto Reiju? Le pregunta Hime, -Más seguro que nunca
sensei, ellos me dieron vida, ahora van a conocer al fantasma de Edo-, dice Reiju
mientras se coloca la capucha negra que solo deja ver sus ojos. –Entonces Ahora es tuya
le dice Hime, mientras se desamarra la katana que lleva en la cintura, -Watahari la
segadora de vidas te acompañe y proteja-.
-Rápido corre- Le grita Hime mientras abraza a Hanae por debajo de su brazo y salen
corriendo de la panadería, Reiju corre y brinca por la ventana, y segundos después de
salir un estruendo retumba la cabeza de Hanae, la panadería acaba de explotar, solo
observa el polvo y los pedazos de paja y madera cayendo del cielo, mientras es cargada
aturdida debajo del brazo de
Hime San, varias explosiones comienzan a escucharse y verse alrededor del pueblo,
mientras la gente corre despavorida por todos lados gritando, al tiempo que observa
cómo entre las calles comienzan a haber nuevamente batallas contra los soldados
mongoles, y como repentinamente se empieza a llenar de humo negro la villa y olor a
hollín de los incendios. En un giro y una vuelta a la esquina Hime se barre por el piso
hacia un hueco de una alcantarilla en un callejón ahí adentro voltea con Hanae y
sonriéndole le dice: -Ahora pequeña te vas a quedar aquí quieta y sin hacer ruido
alguno, no te muevas para nada- entonces se levanta y pone hojas de un techo destruido
que esta aun lado del agujero y madera tapando a la niña. Hanae impávida se queda
quieta en completo silencio.
Mucho tiempo ha pasado desde que Hime se fue, Hanae solo escucha alrededor golpes,
gritos y explosiones, no sabe cuánto tiempo lleva ahí, cuando repentinamente por el
cansancio y el miedo se queda dormida.
Una cálida caricia la despierta, al abrir los ojos observa a un perro lamiendo su mejilla,
es un perro macho de unos 70 centímetros, de color café claro en su lomo cabeza y cola,
blanco de extremidades y vientre, de orejas triangulares y redondeadas en la punta,
erguidas e inclinadas hacia adelante, con ojos pequeños y oscuros, con una cola alta,
gruesa, de hocico medio, grueso, se le observa dientes fuertes, trata a Hanae con mucho
cuidado. Ella solo sonríe y el perro agita su cola, -¿Estas buscado a tu familia también?
Le pregunta la niña, mientras el perro la observa fijamente, entonces ella extiende su
mano y le toca la cabeza y la acaricia, -Yo te voy a ayudar a encontrar a tu familia- le
dice mientras el perro le sonríe. – ¿Cómo te llamas? - Le pregunta la niña, el perro solo
la observa fijamente, entonces ella se acerca a él y lo abraza, -Eres suave como las
nubes, así te vas a llamar Shiro (nube).
Al estar abrazado se retira Shiro de Hanae y voltea al pasillo, se escuchan pasos y
aparece un mongol, Shiro voltea y se pone en posición de acecho, levanta las orejas y
comienza a gruñir, el mongol pone cara de duda y lentamente se retira, solo se escuchan
los pasos que comienzan a alejarse. Hanae cambia su espanto y comienza a reír,
-Gracias amigo- Le dice a Shiro y lo abraza por la espalda.
Minutos después el ambiente se escucha más tranquilo, ya no se escuchan golpes o
explosiones, y el ambiente se siente la calma, regresa Hime, y observa a Shiro, que se
encuentra acostado a un lado de Hanae, y se acerca y abraza a Hanae, -Mi niña,
¿Estabas asustada?, -Si, Señora, mucho, ¿Y mi hermano?- Le pregunta Hanae, - Tu
hermano es a pesar de que es solo un niño, es un héroe, y se fue con otros como él,

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intentan salvar a nuestra nación, y muy seguramente lo van a lograr, pero existe un
problema, si se enteran quien es tu hermano, tu vida y la de tu amiguito- -Shiro, señora,
lo voy a llamar Shiro- le interrumpe Hanae, -Si, también la vida de Shiro corre peligro,
¿Entiendes?, ah, y no me llames señora, puedes llamarme Hime-, le dice en tono muy
amable, -Si señorita Hime- responde Hanae en tono muy solemne. –A partir de hoy
cuando escuches el nombre del Fantasma de Edo, debes de saber que se trata de Reiju,
pero este secreto solo o vamos a saber tu y yo, y como te dije tu hermano es un héroe y
debes de sentirte orgullosa de él, pero tú también vas a ser un héroe, por qué vas a
atravesar el país junto conmigo, en medio de la guerra y vamos a encontrar a Reiju en
Edo y le vamos a ayudar a recuperar el imperio de las manos de mongoles, y en su
momento mi pequeña dama, nos va a tocar hacer nuestra parte por el emperador- Hanae
solo asiente con su cabeza, se levantan, ella y Shiro, Hime la toma de la mano y
comienzan a caminar rumbo al centro del pueblo.
-Señorita Hime, ¿Sabe a dónde fue mi hermano? -, le pregunta Hanae, -Si pequeña
dama, tu hermano fue a reunir el ejército del emperador, aunque solo los Kamis y el,
saben dónde se encuentran exactamente- le responde mientras caminan. El pueblo está
complétame destruido, no es la villa que una vez conoció Hanae, hay muchos cuerpos
aun en las calles, observa en la esquina donde vivía, hay una pila de cadáveres y los
están quemando, la escena se repite en muchas esquinas de la villa, se percibe una
bruma negra por toda la villa la cual se esparce hasta las colinas cercanas, en las cuales
no se puede observar más allá de unas millas. Hay un olor que ella nunca había
percibido, es el olor de la sangre de los cuerpos que se encuentran por doquier, el
sufrimiento y la destrucción es grande y siente el desánimo en toda la gente, se siente
abrumada, desde que esto comenzó el día de ayer, ha conocido muchas sensaciones que
jamás había tenido. Llegando a la plaza central Hime saca dos panes de unas cestas y se
los da uno a Shiro y otro a ella, - Vamos mis pequeños, coman, que tenemos que
trabajar, terminando mi niña vamos a ayudar, vas a tomar un jarrón y un tarro y le
llevaras agua a la gente que lo necesite, y este amiguito te va a acompañar y a cuidar-.
Y así pasa la tarde dando agua a la gente, hay muchos heridos y mucha sangre, ella
misma se encuentra adolorida por los golpes, pero recuerda el esfuerzo que su hermano
está haciendo y sabe que le corresponde ayudar a la gente del pueblo.
Afortunadamente para todas las tropas de mongoles han partido de la villa y se respira
la calma para la noche. Hanae junto con Shiro, acompañan a Hime a la plaza donde está
preparándose la cena, mientras caminan hacia el lugar observan como mucha gente se
dispone a partir, escucha los rumores de que la gente va a dirigirse a la ciudad de Edo,
ya que los ejércitos del emperador se están agrupando para marchar hacia la capital y
tomarla nuevamente.
La mañana destacaba por la gran bruma que cubría todo el pueblo, una mañana fría ya
en los albores del otoño. Hanae no pudo despedirse del rio yume al cual le había tomado
cariño, ella y Shiro iban sobre una carreta con víveres, la cual era manejada por Hime
san, escucho que iban a hacer parada en la villa de Azumadamachi. Ya por media tarde
con hambre, e impaciencia esperaba ver tras cada montaña que pasaban el mar, no
recordaba haber visto el mar, entonces sería un gran evento de así serlo. Había hecho
durante el camino muñecos con paja que había en la carreta, usando a hurtadillas hilo y
pedazos de trapo con los que cubrían los alimentos, todo en absoluto silencio y con gran
sigilo, solo ante la mirada atenta de Shiro. - ¡Shhhh! Ahora eres mi cómplice Shiro, y si
nos descubren ambos seremos expulsados de la caravana, así que debes cubrirme hasta
el final- le dice seriamente Hanae a Shiro, este solo esbozando un aullido, y acostándose
y mirándola fijamente de manera preocupada.

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Hime reía mientras observaba de reojo las travesuras de Hanae y Shiro, dentro de su
corazón sentía alivio, después de todo lo que la niña había pasado, por fin encontraba un
poco de paz, ahora seria ella la encargada de cuidarla y llevarla hasta Edo, donde se
encontraría con Reiju y los demás fantasmas.
Ya al atardecer se asomaban detrás de las colinas las luces de Azumadamachi, tras unos
minutos llegaron a los campos de arroz que se encuentran en la entrada del pueblo, la
gente se notaba reticente ante la presencia de la caravana, pronto llegaron al centro de la
villa donde se encontraron con el prefecto de la aldea.
-Aquí no han llegado los mongoles y espero que permanezca así-, dice el hombre
mientras habla con Hime san, Hanae observaba todo atentamente desde la carreta, junto
con Shiro, - A nosotros no nos vienen siguiendo, pero es además obligación de todo
habitante del imperio defender al emperador hasta la muerte sin objeción, así que no
puede detener ni la caravana ni a las personas que quieran unirse a las fuerzas del
emperador- Le responde Hime de manera enérgica. -Probablemente ni lo logren- Le
responde el Hombre, -Aun así es preferible morir con la frente en alto que vivir de
rodillas ante esos invasores, y tu más que nadie deberías asumirlo por la gente de tu
aldea, así que nos quedaremos aquí y mañana saldremos por la mañana- le refuta Hime,
-Está bien, pero no queremos problemas, somos gente de trabajo y las familias tienen
miedo de que ataquen los mongoles- le dice el prefecto, mientras se marcha del sitio.
-Bien aquí nos quedaremos esta noche, descarguen las carretas, preparen alimentos y
levanten el campamento. Grita Hime san a todas las personas de la caravana.
Hanae voltea y observa a unos niños, detrás de una esquina, baja junto con Shiro de la
carreta y se acerca hacia ellos, -Hola, soy Hanae, ¿Quieren jugar?, les habla y salen 2
niños y una niña. Hime observa desde la carreta a la niña, ve como comienzan a jugar
ayatori, se siente tranquila, a pesar del peligro, de la gran violencia y de los malos
tiempos hay un futuro, los niños pueden seguir jugando.
Durante la noche el frio arrecia y ya para la mañana una gran bruma se encarga de
abrazar todo Azumadamachi, Hanae se encarga de juntar sus pertenencias y junto con
Shiro suben a la carreta y comienza el camino nuevamente hacia la ciudad de Hitachi.
Justo antes de salir varias decenas de hombres s suman a la caravana rumbo a Edo,
todos ellos sumándose a lo que llaman ejercito de liberación. Hanae se siente más
segura al ir entre tantas personas, y hacia si, piensa como probablemente mucha mas
gente se una a la caravana y puedan ayudar a su hermano en el combate para liberar Edo
y el país entero. Ya entrada la tarde, Hanae comienza a sentir hambre, Shiro también se
nota inquieto. -Hime san, Hime san, ¿Puedes darme un pan? Le pregunta, -Si pequeña,
pero debes aprender a controlar tu cuerpo dentro de ello tu hambre, porque ya no
tenemos mucha comida, es mucha gente, y más importante si llegamos a un escenario
de guerra no va haber comida y se avecinaran tiempos difíciles, ¿Entiendes? - Si Hime
san, entonces tendré que esperarme como todos- -Valla, pero que buena niña- Le dice
Hanae.
Ya por la noche comienzan a llegar a las montañas que rodean Hitachi, pero el
panorama es distinto, se aprecia una lluvia de hollín que cubre la carretera y un fuerte
olor a azufre se desprende por todo el lugar, al llegar a la loma donde comienza la
entrada de Hitachi el panorama es horripilante, se observan en la entrada pilas de
cadáveres quemados, el olor a muerte es impresionante, Shiro no para de ladrar mientras
Hanae rompe en llanto ante la dantesca imagen, el ambiente de la caravana se siente
pesado, y se adorna con gritos y lamentos procedentes de la ciudad.
Conforme mas se acercan se aprecia la destrucción casi toda la ciudad esta reducida a
cenizas o se encuentra aun en llamas, ancianos en el camino piden alimento, no se
puede quitar la niña una imagen de la cabeza, dos ancianos en un altar lloran de manera

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desgarradora, con los cuerpos entre sus brazos de 2 niños y junto con ellos
despedazados varios adultos, un árbol esta lleno de cabezas empaladas con lanzas,
huele a putrefacción, y la piel se le eriza a la niña, es macabro el genocidio y la vileza
con la cual fue atacada la ciudad. Hanae se abraza de Hime, quien también llora de
impotencia ante la escena, la desolación cubre la ciudad, pocos sobrevivientes se
encuentran en las calles, todos ellos son recogidos por la caravana, curados y
alimentados. Los soldados y hombres que van en la caravana ayudan a quien pueden,
pero poco pueden hacer, Hanae toma fuerza en su interior y comienza a llevar a los
heridos y ancianos, Shiro no se le despega ni un solo segundo, a pesar de estar con
Hime y los demás de la caravana no puede dejar de tener el sentimiento de que ella se
encuentra sola junto con su perro. Ni siquiera la pequeña niña recordó su hambre o el
dolor de su cuerpo, la tragedia de Hitachi es mayor que cualquier cosa que hubiera
visto, no hay hambre, frio o dolor, solo un mar de tristeza y desolación, ahí es donde
comprende la hazaña que su hermano intenta, así como la dificultad misma de la
empresa, y comienza por primera vez a rondar en su cabeza la idea de la posibilidad del
fracaso de su hermano y que no podría tal vez volver a ver a su hermano jamás, y
lentamente en la espiral de pensamientos negativos comienza a cansarla y cuando
menos piensa se queda dormida a un lado, abrazada de Shiro.
Por la mañana no hay mucho que rescatar algunos hombre y niños se sumaron a la
caravana que estaba lista para continuar el camino. El animo de la geste está a la vez
abatido y deseoso de entrar al combate, se puede ver como los hombres y mujeres están
alistando sus armas y armaduras, se acercan cada vez mas a Edo, van a entrar a las
montañas por la tarde, y por el frío matutino preparan además las ropas de invierno, sin
saber que ese sería el mas crudo de los inviernos en la historia del imperio.
Ya por la tarde entrando a las montañas de Ibaraki comenzó a nevar, Hanae sintió
emoción por la primera nevada del año, pero la alegría solo le duró unos minutos,
cuando regresó a su mente el horror de la guerra, y lo que había visto en Hitachi, y
comenzó a sollozar. -Hanae, ¿Qué pasa?- le preguntó Hime, -Recordaba a las personas
de Hitachi y al anciano que lloraba con los niños en brazos, me hizo sentir triste, me dan
ganas de llorar, recordé a mamá y papá y mi hermano, tengo miedo de que el muera
también- Le respondió Hanae entre sollozos, -Bueno, eso es algo que solo los dioses van
a decidir, y los hombres debemos aceptar nuestro destino con la mayor fuerza posible,
sea lo que sea- le responde Hime, Hanae secó sus lagrimas, se abrigó y abrazó a Shiro,
-Yo te voy a cuidar a ti amigo, y nadie nos va a separar-. Sin saberlo hoy Hanae dejo de
ser un niño, la inocencia y la capacidad de asombro estaba perdida, tomó la
responsabilidad de su amigo y con determinación supo que a costa de todo, incluso de
su vida iba a proteger la vida de su amigo, después de todo Reiju es lo que hacia por ella
y por la gente del imperio.

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